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LOS PEQUEÑOí Y MEDIANOS PRODUCTORES AGRÍCOLAS DEL BAJÍO EN LA ÉPOCA DEL VIRREINATO: IRAPUATO EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII* RELACIONES 72, OTOÑO 19 9 7, V O L XVIII Fernando Picó UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO-RÍO PIEDRAS

LOS PEQUEÑO íS» Y MEDIANOS€¦ · E ^ en la hacienda. La obra clásica de Francois Chevalier, % ... apsi Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Soledad, Irapuato. 1 Roger

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LOS PEQUEÑOí S» Y MEDIANOS

PRODUCTORES AG RÍ CO LA S DEL BAJÍO EN LA ÉPOCA

DEL V I R R E I N A T O : IRA PU AT O EN LOS SIGLOS X V I I Y X V I I I *

R E L A C I O N E S 7 2 , O T O Ñ O 1 9 9 7 , V O L X V I I I

F e r n a n d o P i c óU N I V E R S I D A D DE P U E R T O R I C O - R Í O P I E D R A S

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1 ' ' ' ' '' 1 interés tradicional de los historiadores de la agricultu­

ra mexicana ha sido la gran producción, centralizada

E ^ en la hacienda. La obra clásica de Francois Chevalier,

% La form ación de los latifundios en M é x ic o ; el libro de Ja-

mes Denison Riley, H acendados je su íta s en M éxico; los

numerosos estudios que Juan Felipe Leal y Mario Huacuja señalan en

Fuentes para el es tud io de la hacienda en M éxico: 1856-1940; y las frecuentes

alusiones a las haciendas en las historias económicas generales de Mé­

xico han contribuido a fomentar una imagen de la estructura de la

sociedad mexicana antes de la Revolución de 1910 que se evoca, indis­

criminadamente, para todos los siglos desde la Conquista hasta el Por-

firiato. Así, un escritor con fácil acceso al público educado, como Roger

Bartra, podía llegar a afirmar: "Durante la época colonial difícilmente

pudo surgir un estrato de pequeños agricultores independientes; las

grandes haciendas impedían que pequeños rancheros propietarios pu­dieran proliferar..."1

Desde la década de 1970, sin embargo, autores como el mismo

Chevalier, en la introducción a la segunda edición de La form ación , Taylor, Tutino, Brading y Meyer han planteado la necesidad de estudiar

la pequeña y mediana producción agrícola en la época colonial, espe­cialmente en el siglo xviii.2 Particularmente en la zona del Bajío, tan im­portante en la génesis y el desarrollo del movimiento de independencia,

* Agradezco a Enrique Florescano el interés en la historia agraria colonial de México

que suscitó en mí en el transcurso del año 1978-1979, cuando me acogió como visitante

en el Departamento de Investigaciones Históricas del inah. En este trabajo se utilizan las

siguientes abreviaturas:

acm Archivo de la Casa de Morelos (Morelia)

agn Archivo General de la Nación (México)

AHMiArchivo Histórico Municipal de Irapuato

apsi Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Soledad, Irapuato.

1 Roger Bartra, E structura agraria y clases sociales en M éxico (3a. ed.; México: 1978), 125.

2 Francois Chevalier, La form ación de los latifundios en M éxico: Tierra y sociedad en los siglos x v i y xvii, traducido por A. Alatorre (2a. ed. aumentada; México: 1976), xiv; William

Taylor, Landlord and Peasane in Colonial M éxico (Stanford: 1972), 7-8; John Mark Tutino,

Creóle M éxico: Spanish Elites, Haciendas and Indian Towns, 1750-1810, tesis doctoral en la

Universidad de Texas en Austin (Ann Arbor: University Microfilms, 1976), 264-265; David

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se ha señalado la presencia e importancia de unidades de producción

agrícola de pequeña y mediana extensión. Brading no solo encontró en

León un crecido número de rancheros, sino que discernió en este grupo

heterogéneo de productores importantes funciones económicas y socia­

les, y llegó a afirmar que la característica más distintiva de la tenencia

de la tierra en León fue la supervivencia del pequeño fundo familiar.3

Para Brading la época de oro de los rancheros en León transcurrió

entre 1680 y 1740. En el capítulo que les dedicó en su libro sobre la so­ciedad agraria de León, sin embargo, Brading afirmó que el término

rancho en el siglo xvm llegó a denotar actividades agrarias tan diferen­

tes como la agricultura comercial con mano de obra asalariada y la

explotación destinada al autoabastacimiento de tres o cuatro acres de

tierra. La incursión de capital mercantil en la terratenencia después

de 1740, sin embargo, representó para los rancheros de León una seria

amenaza, pues redujo drásticamente la cantidad de tierra accesible a la

pequeña y mediana explotación agrícola y le dió impulso al movimien­

to para consolidar estancias de labor en nuevas haciendas.4Con todo, argüyó Brading, nunca hubo un peligro real de que des­

apareciese en León el pequeño terrateniente. Tampoco el cambio en el patrón de la tenencia de tierra implicó necesariamente la reducción de

los rancheros a los rangos de los peones. Los arrendatarios que poseían

bueyes pudieron todavía ganarse la vida independientemente. "Fue

más bien la transición posterior de arrendamientos al contado a aparce­

rías lo que probablemente minó la prosperidad del estrato inferior de

los rancheros". Para Brading lo importante al analizar el tema era recor­

dar lo complejo y variado de la tenencia de tierra en León.5

León no debió haber sido excepcional en el Bajío. Al revisar los ma­pas y cuadernos de diezmos del obispado de Michoacán remitidos por

A. Brading, "La estructura de la producción agrícola en el Bajío de 1700 a 1850", Historia M exicana núm. 23 (1973), 236-237; Jean Meyer, "Haciendas y ranchos, peones y campesinos

en el Porfiriato. Algunas falacias estadísticas", Historia Mexicana núm. 139 (1986), 477-509.

1 David A. Brading, Haciendas and Ranchos in the M exican Bajío: León 1700-1860 (Cam­

bridge: 1978), 38, 62.

4 ibid., 151-173.

5 Ibid., 173-174.

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otros partidos de la región en el siglo xvm, uno fácilmente se percata de

que hay un sinnúmero de medianos y pequeños diezmatarios que con­juntamente rinden más de la mitad de los diezmos de maíz, frijol, bece­

rros y vellones de lana de esa zona.'1 La persistencia e importancia de ese

grupo de pequeños y medianos productores induce a indagar sobre la

procedencia y composición de este segmento hasta hace poco olvidado

de la sociedad agrícola colonial.

El término ranchero que se le aplica a estos pequeños y medianos

productores, como ya apuntó Brading, recoge experiencias diversas: los

propietarios de extensiones de terreno considerables, los dueños de

"pedacillos de tierra" muchas veces situados a las afueras del poblado,

los arrendatarios de predios de diversa importancia y los pegujaleros

que cultivan tierra periférica en una hacienda y comparten la cosecha

con el hacendado. A la vez, la composición étnica y el prestigio social de

los rancheros no son uniformes. Algunos son coherederos de terrenos

que se subdividen de una generación a la siguiente; otros son funciona­

rios o clérigos quienes, ocupando un turno en algún cargo local, adquie­ren o toman en arrendamiento algún terreno para suplementar sus

ingresos o suplir necesidades básicas. Hay parientes pobres o hijos de

crianza de las grandes familias locales que reciben algún predio en usu­fructo o inclusive en propiedad, si prometen no enajenarlo a extraños a

la familia.7 Hay también los arrendatarios de dudosa reputación que

Claude Morin señaló en Celaya, que apenas levantan la cosecha se esfu­man con sus bueyes, dejando al terrateniente todo el peso del diezmo; hay libertos o descendientes de libertos que gravitan en torno a alguna

* En este caso la congregación de Dolores, estudiada por Flor de María Hurtado Ló­

pez, resultaría atípica. Allí, señaló la autora, "la producción estaba concentrada en unas

cuantas personas" (Dolores Hidalgo, estudio económico, 1740-1790, in a h , Departamento de

Investigaciones Históricas, Colección Científica, 11 [México: 1974], 90). Sobre los proble­

mas y la utilidad de los mapas (listas) de diezmatarios como fuentes, véase Héctor Lindo

Fuentes, "La utilidad de los diezmos como fuente para la historia económica", H istoriaM exicana núm. 118 (1980), 273-89.

7 Así, por ejemplo, los hermanos naturales de Sebastián de Aguilera consienten en

1749 a la venta que éste hace de una caballería de tierra que su padre natural le concedió

en términos de Salamanca, "como sea a su hermano don Juan Francisco [...] porque

queda entre los mesmos de la generación" (a h m i, Protocolo de 1749,24 v-26 r).

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hacienda; hay indios o mestizos diestros en algún oficio artesanal que

poseen o arriendan terreno, etcétera.

Para los siglos xix y xx ha habido varios estudios de rancheros mexi­

canos que apuntan a la durabilidad y al interés de este sector. Utilizan­

do el análisis marxista Frans S. Schryer se esforzó por intercalar a los

rancheros de Pisaflores dentro del afásico esquema de clases.8 Jesús Gó­

mez Serrano destacó el entrejuego de hacendados y campesinos en

Aguascalientes.9 Tutino vio en la vulnerabilidad económica de los cam­pesinos independientes un potencial revolucionario recurrente.10 Los

rancheros de los Altos de Jalisco también han despertado el interés de

los investigadores, especialmente por su relación con el movimiento

cristero de los años veinte. Fuera de los trabajos de Brading, sin embar­

go, los rancheros de la época colonial han tendido a pasar desapercibi­dos. En más de una ocasión Jan Bazant y Jean Meyer señalaron esa falta

de atención de los historiadores y apuntaron a las nociones contradicto­rias que se han tenido sobre los roles económicos y sociales de los

rancheros.11

LOS RANCHEROS DE IRAPUATO: LAS FUENTES

La variedad de las experiencias de los rancheros de la época colonial se

puede ilustrar al examinar las vicisitudes que experimenta un grupo de

familias irapuatenses en el curso de la segunda mitad del siglo xvn y

durante el siglo xvm. Irapuato es un atractivo foco para el estudio de los

rancheros coloniales. Su situación geográfica en relación no sólo a Gua­najuato, sino también a las rutas comerciales que llevaban por un lado

a San Juan de los Lagos y Guadalajara, y por otro a Querétaro y México; la variedad y el volumen de su producción agropecuaria; su precoz

8 Frans S. Schryer, The rancheros o f Pisaflores: The H is to ry o f a Peasant Bourgeoisie in Tw entieth C en tury M exico (Toronto: University of Toronto Press, 1980).

9 Jesús Gómez Serrano, Hacendados y campesinos en Aguascalien tes (México: 1985).

John Tutino, From insurrection to Revolu tion in M exico: Social Bases o f AgrarianViolente, 1750-1940 (Princeton: Princeton University Press, 1986).

" Véase Meyer, loc. cit.

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urbanismo, y naturalmente, las fuentes documentales existentes estimu­

lan a investigar la composición y la situación de su sector ranchero

durante el periodo colonial.

Para este estudio, además de los cuadernos de manifestaciones y

mapas de diezmatarios en el fondo de D iezm os del antiguo archivo del obispado de Michoacán (hoy Archivo de la Casa de Morelos), se utilizan

los registros parroquiales de Irapuato, que permiten reconstituir las

familias de los rancheros; los protocolos notariales, en el Archivo Histó­

rico Municipal de Irapuato, que se han preservado desde el año 1731; los expedientes de pleitos apelados a la Audiencia de México, en el

ramo de Tierras del Archivo General de la Nación; el padrón militar de

1792, que provee los nombres, naturaleza, y calidad de los arrendatarios

y de los pequeños propietarios y sus familias y varias otras fuentes, ma­nuscritas e impresas.12A diferencia de algunos estudios publicados so­bre los grandes propietarios, en Irapuato se carece de fuentes internas

que pudieran ser útiles para entender la racionalidad peculiar de la pe­queña y la mediana producción. En todo caso, es probable que fuera de

los individuos que combinaban la producción agrícola con el ejercicio

de algún oficio o cargo, la contabilidad interna practicada por los

rancheros fuera mínima.

Cambios en la producción agropecuaria en los siglos x v ii y x v iii

En el Bajío del siglo xvii la falta de mercado, mano de obra y capital

induce a que grandes extensiones de tierra se usen sólo para potreros.13 Irapuato no fue excepción a esta experiencia del Bajío. Por las enmien­das posteriores a la "Visita" de 1631 donde se consignan las cantidades

12 Quiero hacer constar mi agradecimiento al director del Archivo de la Casa de

Morelos; a la Sociedad Genealógica de México, que me brindó sus facilidades en la fil­

moteca de Cerro de Jesús; a don Martiniano Arredondo y su asistente, señor Juan An­

tonio Cueva del Archivo Histórico Municipal de Irapuato; y al secretario de la Parroquia

de la Soledad en Irapuato por sus atenciones conmigo durante el curso de mis investi­

gaciones.

n Brading, "La estructura", 200.

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que se espera diezmen diversas posesiones en la congregación de Ira­

puato, se puede ver que en la casi totalidad de los casos, en los años

subsiguientes a 1631, la producción, especialmente de cereales, dismi­

nuyó.14 Inclusive se llegó a abandonar la tierra por un número conside­

rable de años. Así, en 1699 el capitán don Francisco Martín Gallardo

alega haber desocupado el sitio de Cuchiquato y Bernal por una veinte­

na de años y haberse trasladado a Guanajuato; el título que presenta en

su alegato data de 1591; en todo ese tiempo no se había hecho en el te­

rreno edificio alguno, excepto un jacal y los inicios de construcción de

un pozo que Gallardo intentara a su regreso en 1698.'5

Los diezmos de la segunda mitad del siglo xvn reflejan el uso espo­rádico de la tierra. Por lo general predomina la crianza de ganado

mayor, pero las manadas de vacas y caballos de los más grandes hacen­

dados deben haber sido modestas, si uno juzga por la cantidad de bece­rros y potros diezmados. Los diezmos por más de diez becerros son

excepcionales hasta finales del siglo xvn. Usualmente el diesmatario

más acomodado cada año manifiesta entre 12 y 18 becerros. Los potros

tampoco abundan, y es sólo en algún año extraordinario, como el de

1663, que un diezmatario llega a declarar deber lo que quizá entonces

pareció la enorme cantidad de treinta potros.'"Las cantidades diezmadas de cereales son también módicas. El ma­

yor diezmo total que se registra en el siglo xvn, 3807 y media fanegas de

maíz, ocurre en 1697. Muy pocos diezmatarios en todos ese periodo lle­gan a diezmar más de 250 fanegas; hay años, como 1677, en que la ma­yor cantidad individual de maíz que se diezma es de cien fanegas.

En los años de 1670 y en los de 1680 hay algunos intentos de desa­rrollar el cultivo del trigo; llega a haber un conjunto de once producto­

res que diezman 53 cargas, una fanega y ocho y medio almudes en 1682,

y 19 productores que diezman 104 cargas, una fanega y dos almudes en

1689. Todavía en 1690 se alcanza un diezmo de 99 cargas, dos fanegas, dos almudes de trigo, pero los trastornos del clima en la década de 1690

14 Ramón López Lara (ed.), El obispado de M ichoacán en el siglo x v i i (Morelia: 1973),

74-76.

13 ag n , Tierras 186 expediente 14.

18 ac m , D iezm os, Irapuato, legajo 879.

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son fatales para ese cereal, que requiere de más frecuentes lluvias que el

maíz. El trigo desaparece de los mapas diezmatorios, a excepción de los

años 1695 y 1696, cuando se diezma un total de tres almudes, y una

carga seis almudes respectivamente. El frijol viene a constituirse en se­

gundo producto, aunque distanciado con mucho del maíz.En Irapuato la segunda mitad del siglo xvii conoce también la crian­

za de ovejas y mulos, y ocasionalmente de chivos y burros. Se diezma

algún queso, muy pocos lechones y cantidades esporádicas de cebada, garbanzo y chile. En general esta fase refleja poco estimulo del mercado

regional de Guanajuato.

Entre 1703 y 1715 se da un despegue del cultivo de maíz que la

ausencia de mapas y cuadernos diezmatorios para esos años no permite

ubicar con precisión. Sólo con raras excepciones se volverá a caer en las

siguientes décadas en las cifras de producción de maíz de la segunda

mitad del xvii. Esta primera fase de expansión cerealera, caracterizada

por el predominio del maíz, se extiende entre el 1715 y finales de la

década de 1730.A la vez que el maíz se despliega, hay en esta época una paulatina

decadencia en la crianza de potros, aunque no de becerros o de mulos.

La crianza de ovejas, en cambio, encuentra un estimulo en la demanda

de lana que generan los vigorizados obrajes de la región. El chile y la

cebada aparecen ahora regularmente en los totales de los mapas, pero

todavía en cantidades modestas; el garbanzo, sin embargo, sólo aparece

en años excepcionales y su diezmo total para la jurisdicción entonces

nunca excede una fanega.

Los precios del maíz que reportan los cobradores de diezmos oscilan

entonces mucho más que en la segunda mitad del siglo xvii. La produc­

ción y la demanda regional no están claramente coordinadas. El nuevo

interés por la posesión de la tierra se refleja en apelaciones de pleitos

sobre la propiedad ante la Audiencia de México.17

Una segunda fase de expansión en la producción cereaíera se inicia

en 1740, y a pesar de algunos años críticos se puede observar su desplie­

17 Hay un total de veinte casos conocidos en el ramo de Tierras del agn que versan

sobre propiedades en Irapuato antes de 1800; cuatro de ellos se incoen entre 1700 y 1750,

y trece después de 1750

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gue hasta la crisis de 1785-1786. Esta segunda fase se caracteriza, ante

todo, por el rápido aumento de las cantidades de trigo diezmadas. Así,

de 24 cargas una fanega, que es el diezmo de trigo manifestado en Ira­puato en 1738, se pasa a 62 cargas en 1742, a 369 cargas en 1743, a 453

cargas en 1752, hasta rebasar las mil cargas en 1762 y las dos mil en 1777.

Aunque menos dramáticamente, el maíz también experimenta un

aumento en estas décadas. Sus diezmos rara vez descienden debajo de

las cinco mil fanegas y tienen años excepcionalmente abundantes como

en 1774 (15,651 fanegas, nueve y medio almudes) y 1782 (14,013 fa­

negas, cinco almudes). Hay dos años críticos, el 1749, cuando sólo se

diezman 709 fanegas, cuatro almudes, y el terrible año de 1785, cuyo

diezmo alcanzó 1116 fanegas 10 almudes. En 1749 el desastre cerealero

se vio sin duda mitigado por la cantidad de becerros nacidos, cuyo diez­

mo alcanza el número de 602 cabezas y un aprecio, cantidad muy supe­rior a la observada en otros años del siglo xvm.

En general, sin embargo, la crianza de ganado mayor decae grande­

mente en la segunda mitad del siglo xvm. En su lugar asoman rebaños

de ovejas; tanto el número de arrobas de lana como de borregos diez­mados aumentan grandemente en relación con los periodos preceden­

tes. Coincide, naturalmente, esta época con el desarrollo de obrajes en

Irapuato y el consiguiente crecimiento de la zona urbana. Para finales

de siglo, sin embargo, el algodón va a desplazar a la lana en Irapuato. En 1793 hay allí 16 telares de lana y 168 de algodón.18

La cebada y el chile conocen un crecimiento acentuado en esta épo­ca, especialmente el segundo. El promedio de la producción de chile en

la década 1743-1752 es diez veces mayor que el de la década 1723-1732. Para los años de 1770, sin embargo, el chile se contrae grandemente en

los mapas de diezmos, a consecuencia quizá de algún estanco. El gar­

banzo también conoce un incremento marcado en la segunda mitad del xvm, aunque la aparición intermitente de "garbanzo helado" en los ren­glones de los cuadrantillos del diezmo hace suponer que las dificultades

de su cultivo eran grandes.

,H Manuel Miño Grijalva, "Espacio económico e industria textil: Los trabajadores de

Nueva España, 1780-1810/' Historia M exicana núm. 128 (1983), 524-553.

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La crisis agrícola de 1785-1786 en Irapuato, como en otras partes del

Bajío, sembró el pánico en una zona donde el constante aumento de la

producción agrícola debió haber parecido natural. En 1785 las pobres

cantidades de trigo y maíz producidas retrotrajeron a Irapuato a las pri­

meras décadas del siglo; esto en una población que debió haber sido

considerablemente mayor. En el colapso general de los cultivos sólo el

garbanzo mantuvo una fracción importante de su producción promedio

en la década precedente. El diezmo de ganado mayor no se vio tan gra­

vemente afectado, los borregos disminuyeron en un tercio respecto al

promedio diezmado en la década anterior.

Como en el resto del Bajío, el hambre y las epidemias consecuentes

causaron estragos entre la población. En esta crisis el obispo de Michoa- cán mandó 25 mil pesos en ayuda filantrópica a la congregación de

Irapuato, lo cual indica la magnitud relativa del desastre, al ser esta can­tidad excedida solamente por los 40 mil pesos enviados a las grandes

ciudades de Valladolid y Guanajuato, y el total remitido a la extensa

zona de la Tierra Caliente.19En los libros de matrimonios de los años subsiguientes no sólo hay

un gran número de partidas que relacionan el matrimonio de viudos, sino que también hay bastantes de ellas que mencionan a irapuatenses

que han regresado a su partido natal desde Guanajuato en el año críti­co de 1785-1786 o poco después. Al parecer hubo un reflujo de emigra­

ción desde la capital minera que el subsecuente restablecimiento de la

producción normal no alcanzó a compensar.Por desgracia la serie de diezmos del siglo xvm de Irapuato en el an­

tiguo archivo del obispado de Michoacán termina en 1786. No se puede

precisar, por consiguiente, cuál fue el ritmo de la producción agropecua­

ria en los años subsiguientes. El censo militar de 1792 menciona todavía

un número de vaqueros en las haciendas de la jurisdicción, lo que impli­ca la supervivencia de alguna crianza de ganado mayor, pero prevale­cen sobre todo los labradores y de ellos se deduce el continuado empe­

ño en los cereales.

Germán Cardozo Galué, M ichoacán en el Siglo de las Luces (México: 1973), 61.

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C ambios en la com posición de los productores

De la crianza de vacas y caballos al cultivo intenso de cereales: tal fue el

desarrollo de la producción predominante de Irapuato de mediados del

siglo xvn hasta fines del siglo xvm. ¿Cómo se reflejaron estos cambios en

la composición de los productores? ¿Hubo continuidad en sus rangos a

pesar de los cambios en los renglones producidos? ¿En qué grado deses­

tabilizaron estos cambios la tenencia de la tierra y las formas más anti­

guas de su usufructo?

Entre los mayores diezmatarios los cambios se reflejan primero; son

más sensibles a los alicientes de los precios regionales y probablemente

estaban mejor situados para encontrar los medios de acceso al mercado

de Guanajuato. Así, por ejemplo, la hacienda de los Arandas del maris­

cal de Castilla es precoz en enfatizar el cultivo del maíz a finales del siglo xvii; precoz, también, a mediados del siglo xvm en la producción

renovada de trigo y en el arrendamiento de grandes porciones de terre­no por cánones monetarios. Finalmente, la década de 1780 refleja el

triunfo en Irapuato de una nueva modalidad, el arrendamiento de una

vasta cantidad de tierra, toda la hacienda, a una sola persona.

La Hacienda de los Arandas, sin embargo, es excepcional en su con­tinuidad de propietarios; era parte del mayorazgo de los mariscales de

Castilla desde temprano en el siglo xvn. La generalidad de las otras

haciendas irapuatenses no experimenta tal continuidad de dueños, sea

por fragmentaciones entre herederos, sea por traspasos en venta.20

Las haciendas que a pesar de los traspasos permanecen indivisas,21 tienden a pasar a manos de fundaciones piadosas o de terratenientes

ausentistas, especialmente vecinos de Guanajuato. Así, a la vez que la

producción agropecuaria de Irapuato se conjugaba más con las necesi­

dades y los alicientes del mercado guanajuatense, la propiedad de las

_2" La hacienda irapuatense en el siglo xvm estaba en constante proceso de disgre­

gación y reagregación. Aun cuando nombres como Yostiro o El Copal perduren, sus ex­

tensiones, sus dueños, sus obligaciones censitarias varían. Esto está muy lejos de la vi­

sión clásica de la hacienda que por tanto tiempo se ha impuesto.

:i Según Chevalier, los censos contribuyen a mantener las grandes propiedades indi­

visas (op. cit., 338). Aun así, se encuentran escrituras de venta en que se reparten las obli­

gaciones censitarias.

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tierras también se ajustaba a las necesidades de inversión segura y de

prestigio de los ricos mineros y comerciantes de la vecina ciudad en

auge.22Esta tendencia al latifundismo ausentista o de mano muerta reflejó

el desplazamiento de los descendientes de la élite irapuatense de me­diados del siglo xvii, algunos de los cuales se convirtieron en mayordo­

mos o arrendatarios de los nuevos hacendados y otros emigraron en

busca de mejores oportunidades económicas a Guanajuato. En algunos

casos los nuevos terratenientes fueron funcionarios o clérigos que resi­

dieron en Irapuato, pero sus haciendas no se caracterizaron por la esta­

bilidad de tenencia. Entre los funcionarios que se hicieron de haciendas

predominaron los peninsulares. Entre los clérigos, sin embargo, por lo

general se encuentran los criollos como dueños de haciendas, especial­

mente naturales de Irapuato como el bachiller licenciado Ramón Barre­to de Tabora, pero éstos tienden a congelar la tierra con fundaciones de

carácter filantrópico o piadoso.Simultáneamente con la transición de criadores de ganado mayor a

hacendados cerealeros, se da también una transición en los usufructua­rios inmediatos de la tierra, de terrazgueros y pegujaleros a arrenda­tarios. Estrictamente hablando, no había precursores prehispánicos en

el Bajío para los terrazgueros del siglo xvii, sino más bien fue una insti­tución transplantada de la altiplanicie central, donde los antiguos caci­ques habían llegado a tener indios instalados en sus tierras que pagaban

una renta por su usufructo. Con los trastornos de la Conquista, algunos

caciques, según Chevalier,

controlaban tierras dependientes de las com unidades, y obligaron a hom ­

bres libres a pagar rentas sin límite de tiem po [...] Así, m uchos textos es­

pañoles designan con el nombre de 'terrazgueros' no sólo a los antiguos

m ayeques, sino a veces tam bién a nuevos siervos de ese tipo, a los a rrenda­

tarios, y probablem ente a hom bres de m uchas situaciones interm edias.23

22 Brading encontró en León como terratenientes a sus mineros y comerciantes de

Guanajuato. En las últimas décadas del siglo xvm los protocolos de Irapuato muestran a

un grupo de vecinos de Guanajuato que compra tierras en la congregación.

21 Chevalier, 47.

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Al instalar indios tarascos y mexicas en el Bajío como parte de la po­

lítica general de establecer una línea defensiva que garantizara el trán­

sito entre los centros mineros del norte y la capital del virreinato, se les

repartieron tierras.24 En Irapuato, sin embargo, no hay evidencia alguna

de que se haya establecido comunidad indígena formal con el carácter

de pueblo, a pesar de alegatos en contrario a fines del siglo xvm, cuan­do los indios arrendatarios de la Cofradía del Hospital trataron de in­

corporarse como pueblo.25 Fue, por lo tanto, con considerable facilidad

que estos indios desprovistos de tierras comunes vinieron a perder las

inicialmente repartidas y a incorporarse a las estancias de labor de los

españoles. A falta de otros documentos, las partidas de bautismo más

antiguas, en la década de 1630, atestiguan esta transición a la depen­

dencia, cuando hablan de tal o cual indio "de la estancia de Diego Mu­

ñoz" o de "la labor de Pedro de Aguilera", y llegan finalmente a decir

"indio de Diego Muñoz" o "indio de Pedro de Aguilera".

Estos indios terrazgueros aparecen en los mapas de diezmos de la

segunda mitad del siglo xvn, y los dueños de labores son responsables

ante los diezmadores por el producto de las rentas de los terrazgueros. Según Taylor, en Oaxaca, no connotaba solamente la relación económi­

ca el término terrazguero del pago de una renta perpetua por la tierra

ocupada, sino que también, denotaba otras relaciones de dependencia, probablemente expresadas en trabajo contribuido en tiempos claves del año (cuando se herraban los potros, en la cosecha de maíz, etc.), y en ta­reas ocasionales (en la transportación de granos o en la conducción de

reses; en la construcción).2" En realidad, afirma Chevalier que

al conceder algunos pedacitos de tierra a los indígenas, los dueños de las

prim eras haciendas trataban de arraigarlos en el lugar con objeto de dispo­

ner de m ano de obra suficiente para sus propios cultivos. Era ese un proce­

dim iento m ás franco que los adelantos de dinero para retener m ano de obra

cada vez m ás preciosa [...]27

24 Brading, Haciendas, 15.26 a c n , Tierras 1351, expediente 4,3 r-11 r.

23 a g n , Tierras 1351, expediente 4,3 r-11 r.

2‘ Taylor, op. cit., 41.

27 Chevalier, 350

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Para fines del siglo xvii, sin embargo, el término "pegujalero" des­

plaza al de "terrazguero" en los documentos irapuatenses. ¿Significaba

esto un cambio en la situación de los ocupantes de la tierra? En Oaxaca

para aquellos momentos Taylor detecta una tendencia entre los terraz­

gueros a reclamar como suya la tierra que ocupaban, pero esto ocurría

en tierra de caciques y en un contexto diferente de uso de la tierra.28 Para

el Bajío sería mas apropiado relacionar este cambio de terminología al

cambio en la condición como diezmatarios de los ocupantes de la tierra. Efectivamente, desde la década de 1690 la tendencia consistió en cobrar­le directamente a los indios su diezmo, a pesar de las dificultades en

hacerlo que se perciben. Eventualmente, el "diezmo chico de los indios"

sería cobrado separadamente por un rematador, que rendía cuentas al comisionado principal del diezmo.

El pegujalero, al parecer, se define como diferente del terrazguero en

que este último paga por su ocupación de la tierra una renta fija, posi­blemente nominal, y que consagra su dependencia respecto al terrate­niente, mientras que el pegujalero paga una porción, probablemente la

mitad de su cosecha al terrateniente, variando la cantidad según los

años al constituir un pago real en productos o crías. El surgimiento del

pegujalero naturalmente refleja el mayor énfasis en el cultivo de cerea­les que caracteriza la primera mitad del siglo xvm.

A diferencia del terrazguero, el pegujalero parece gozar de mayor

movilidad, lo que en ocasiones dificulta el pago de los diezmos, según

quejas de los comisionados. Ya en 1702 el comisionado de diezmos de

Irapuato y de León se excusaba de incluir gallinas en las manifesta­

ciones remitidas a Valladolid, aduciendo que los indios "no se pueden

cojer para que manifiesten, y después para que paguen porque si viven

aquí y mañana en otra parte razón porque ni aun los dueños quieren

haserse cargo, ni manifestar por ellos".29Como medianero, sin embargo, el pegujalero se haya todavía en

cierta situación de dependencia respecto del terrateniente, quien puede

condicionarle la naturaleza de los cultivos, o constituirlo en deudor

28 Taylor, 54.

29 ACM, D iezm os, Irapuato, legajo 879, año de 1701.

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mediante préstamos que anticipan la cosecha y, por consiguiente, en

mano de obra potencial o en reserva. También el pegujalero, al rendir

una porción fija de su cosecha, no está en condición de beneficiarse con

los incrementos de precios, que por lo general coinciden con dificul­

tades en el clima. Así en años de precios favorables se ve precisado a

consumir, en buena parte, el todo de su ganancia, mientras que el te­rrateniente, como ha señalado Florescano, se beneficia de la carestía

general.30

Una transición ulterior, sin embargo, se da en el Bajío colonial, del

pegujalero al arrendatario que paga canon fijo y por contratos de varios

años. Algunas haciendas, como Arandas, llegan a tener menos personal

en el cuerpo de la hacienda que entre los arrendatarios, como lo de­

muestra su elenco en el censo militar de 1792.31 Esta transición al arren­

damiento, según Brading, sirve para compensar la falta de mano de

obra en el Bajío en un momento en que el auge minero de Guanajuato

está estimulando la producción agrícola en toda la región. Los hacenda­dos, a cambio de ingresos fijos de los arrendamientos, obtendrían un be­

neficio calculable de sus tierras y a la vez abrían nuevo suelo al cultivo.32 Tutino señaló que para la segunda mitad del siglo xvm en el Bajío, en

contraste con la región de San Luis Potosí, predominaba el arrenda­miento sobre la mano de obra asalariada.33

La proliferación del numero de arrendatarios es evidente en los cua­

dernos de manifestaciones diezmatarias de Irapuato en la segunda mi­

tad del xvm, llegándose al punto en que los comisionados optan por

agrupar sus declaraciones en vez de enlistarlas nominalmente. A la vez

se opera una dicotomía en la producción cerealera del distrito. El incre­

mento del cultivo del trigo es característico de las grandes haciendas

que se trabajan directamente bajo el cuidado de administradores y ma-

■1" Enrique Florescano, Precios del m aíz y crisis agrícolas en M éxico (1708-1810) (México:

1969), 91-92; Origen y desarrollo de los problemas agrarios de M éxico (México: 1976), 82-85.

11 En 1792 las Arandas tiene 85 hogares de arrendatarios españoles, mestizos y

mulatos, y 43 hogares de personal residente en la hacienda de los mismos grupos étni­

cos. Se desconoce el número de indios en ambas categorías.

12 Brading, "La estructura", 228,231; Tutino, Creóle M éxico , 19-20.

11 /b i d 24.

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yordomos. El trigo necesita agua en todas las etapas de su crecimiento,

que es mucho más lento que el del maíz; se presta más al cultivo en

grandes extensiones y requiere mayores técnicas de prepararación para

el consumo (el molet) y de mercadeo (fuera de Irapuato, no siendo el

pan de trigo para consumo ordinario de las masas). Así, no es de extra­

ñar que la gran producción domine totalmente el cultivo triguero.34

El maíz, en contraste, viene a ser el dominio de los pequeños y me­dianos productores quienes en conjunto, y aun en los años críticos, lle­gan a producir más de la mitad de este grano.35 Esto no es de extrañar

cuando uno considera la gran cantidad de arrendatarios en las décadas

entre 1755 y 1785, y lo propicio del cultivo del maíz en pequeñas parce­

las y sin grandes operaciones de arado, riego, o cosecha. Es difícil calcu­lar la porción de la producción destinada al autoconsumo.3h

El garbanzo y el frijol hacen de segundos violines en esta época res­pecto del trigo y del maíz respectivamente. El garbanzo, grano eminen­temente peninsular, era producido en las haciendas; el frijol junto a las

milpas de maíz de los arrendatarios. En el ganado diezmado, aunque

menor que las cantidades declaradas al principio del siglo, se observa

también una diferencia entre la producción de la hacienda y de los

arrendatarios: los potros y borregos son dominio de las haciendas, pero

los becerros del conjunto de los segundos. La necesidad de tener al me­nos una vaca lechera en cada hogar ayuda a entender la profusión de

aprecios de becerros declarados por los arrendatarios. Es sin embargo

muestra del grado de seguridad económica lo que el pequeño pedazo

de tierra arrendada podía brindar.Según Brading,37 el arrendamiento entró en crisis en el Bajío entre la

década de 1790 y el año 1810. Al parecer, los alicientes a la producción

directa parecieron demasiado tentadores a algunos hacendados; quizá

también la crisis demográfica de 1785-1786 hizo declinar la presión por

el arrendamiento, y por ende deprimió los cánones demandables. Bra­ding, sin embargo, cree que la tendencia consistió en subir las rentas

54 Chevalier, 80,90; Brading, Haciendas, 67 y 73.

35 Brading, "La estructura", 234.

* Brading, H aciendas, 184.

37 Brading, "La estructura," 234.

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"reemplazar los antiguos privilegios y obligaciones por pagos en efecti­

vo".3* Esta presión resultó en evicciones de arrendatarios atrasados en

los pagos.34 Sea por la razón que fuere, este nuevo giro en las fortunas

de los usufructuarios de la tierra no podía menos que causar conmo­

ciones. En Irapuato el caso notable de resistencia es el de los indios de

la hacienda de San Juan, quienes entre 1795 y 1803 batallan por consti­

tuirse en pueblo y le quieren negar él pago de sus rentas al cura hacen­

dado: "En esta comparecencia unos respondieron que no pagaban, otros

que apelaban, y uno que se llama Pedro de los Angeles, siéndole pre­

guntado su nombre por muchas veces, me respondió otras tantas

Pueblo me llamo..."40

LOS DUEÑOS DE RANCHOS

A fines del siglo xvm, observó Brading, "el concepto de rancho oscilaba

entre una pequeña propiedad, una unidad de producción separada y

una aldea".41 Si denominamos rancheros a los pequeños y medianos

productores agrícolas de Irapuato en la segunda mitad del siglo xvn y

en el xvm, necesariamente evocaremos en esta denominación las tres acepciones del término "rancho" que indicó Brading. Jaripitío, por

ejemplo, es para los años de 1790 "rancho" en el sentido de aldea, pero

sus habitantes son también "rancheros" en el sentido de pequeños pro­pietarios. Sin embargo la composición de los rancheros de Irapuato es aún mucho más compleja que lo que estas acepciones parecieran a pri­

mera vista suponer.En los rangos de los pequeños y medianos productores cuyos nom­

bres aparecen consignados en los mapas y cuadernos de diezmos, en­

contramos no sólo labradores, dueños de predios heredados de padre a

hijo desde principios del siglo xvn, sino también a clérigos, funcionarios

públicos, comerciantes, pequeños inversionistas residentes en el pueblo

M íbid.; véase Tutino, 25.

* íbid., 27.

4,1 ag n , Tierras 1351, expediente 4,81 r.

41 "La estructura", 202; Chevalier, 350.

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o en Guanajuato, aparceros, arrendatarios y dueños de minúsculos pe­dazos de tierra que apenas sostienen una milpa de maíz. El reclu­

tamiento social de estos diezmatarios abarca buena parte de la gama

social, desde el mulato recién emancipado hasta el letrado cuyos pliegos

de apelación llegan a la Real Audiencia de México. Algunos son recién

llegados al territorio y aparecen apenas un año o dos en las listas de

diezmatarios, para desaparecer sin saberse más de ellos. Otros legán sus

apellidos a la toponimia local, y mucho después de que su estirpe haya

dejado de ser un factor significativo en la composición de la élite local,

ornan con sus apellidos los nombres de ranchos, haciendas y cerros.

En este heterogéneo grupo de personajes que intervienen en la pro­ducción agrícola irapuatense interesa en primer lugar destacar a los

dueños de tierras de mediados del siglo xvii que logran traspasar su te­nencia a sus descendientes. La diversidad de experiencias en este grupo

de terratenientes subraya lo arriesgado que resulta generalizar sobre la

pequeña propiedad en la época colonial.Las peonías concedidas en tiempo de la Conquista, según Roger

Bartra, originaron la pequeña propiedad posterior. Chevalier, sin em­bargo, indicó que la peonía fue más bien una categoría de los legistas de

Indias en la península Ibérica que una realidad en las concesiones otor­gadas de hecho por las autoridades virreinales, pues se encuentran muy

pocas de este género.42Sin embargo la pequeña propiedad existió en el Bajío. Al respecto el

mismo Chevalier señaló el carácter excepcional que tuvieron las pobla­

ciones de españoles y mestizos constituidas en esa zona, al estar sus ve­

cinos fundadores dotados de concesiones de varias caballerías de tierra. De hecho Chevalier destacó estas pequeñas comunidades del Bajío

como uno de los obstáculos encontrados por la hacienda en su proceso

de expansión a través de la Nueva España.43

Podemos seguir las vicisitudes de la propiedad ranchera en

Irapuato a través de dos ejemplos que permiten constatar tanto la con­

tinuidad como las principales dificultades de su supervivencia. En

primer lugar, la historia de una familia de españoles, los descendientes

42 Bartra, 125; Chevalier, 82.

43Ibid., 68,95,278.

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de Pedro de Aguilera, puede ilustrar cómo, en una misma familia, llega

a diferenciarse de manera notable el acceso a la tierra.

Los A g u i le r a

Pedro de Aguilera y su esposa Josefa de Vera, vecinos de León, se esta­blecen en la congregación de Irapuato alrededor de 1633, año en que

bautizan allí a su hijo Francisco. Otros hijos nacen en los años siguien­

tes, siendo el último, Juan, bautizado en 1650. Al parecer Pedro de Agui­

lera compra la estancia de labor llamada de Tomelopez, pues en los primeros registros parroquiales hay referencias a indios "del puesto de

Aguilera" o "de Tomelopez de Pedro de Aguilera". Como diezmatario, Pedro de Aguilera manifiesta deber cuarenta fanegas de maíz en 1670 y

doscientas en 1671 y 1672. Es notable que, a pesar de que la producción

de maíz se decuplicaría en Irapuato en el siglo xvm, sólo uno de sus

descendientes llegaría a diezmar tanto maíz como Pedro de Aguilera.

En la década de 1670-1680 también cosecha algo de frijol y trigo y cría

algunos potros y mulos. En 1671 debe 26 borregos y 5 arrobas de lana.44

Se puede trazar la descendencia de tres de sus hijos. Francisco, esta­blecido ya en Tomelopez en 1568, aparece en los mapas y cuadernos de

diezmos entre 1665 y 1703, al principio sólo con pequeñas cantidades

de maíz (siete fanegas en 1665, diez en 1666 y 1667) y, eventualmente, además de mayores cantidades de maíz, con frijoles y algunos potros, mulos y becerros. Es sobre todo su crianza de borregos lo que muestra

sostenido incremento -17 diezmados en 1676,30 en 1682, y 40 en 1689-. La sequía de 1692 aparentemente afecta sus rebaños y sólo diezma en­

tonces 19 borregos. Su interés en esta cría disminuye desde entonces; los

borregos diezmados en 1698 son 12 y en 1702 son seis; hay años como

1697 en que no diezma ninguno.45

44 ac m , Diezm os , Irapuato, legajo 879, años de 1670,1671 y 1672. Se sobreentiende en

las subsiguientes referencias a declaraciones de diezmos la cita de los años respectivos

en los legajos de Irapuato de la serie de D iezm os del a c m . El legajo 879 contiene los años

1636-1751. El legajo 872 los años 1752-1786.

45 acm , Información Matrimonial y Negocios Diversos, legajo 14, Padrón de 1668,18 v.

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Al parecer la producción ecléctica de Francisco de Aguilera no sólo

refleja los cambios en el clima, sino que también se relaciona con los ali­

cientes a los precios. Una baja notable del precio de una fanega de maíz

a tres y a cuatro reales puede estar vinculada con su desinterés por ese

cereal a finales de la década de 1670; la subida de los precios de maíz

para fines de la década de 1680 y en la de 1690 lo encuentra de nuevo

produciendo el grano. Esto pareciera indicar que los rancheros’ como

Francisco de Aguilera estaban atentos a los movimientos regionales de

los precios.

En primeras nupcias Francisco de Aguilera casó con doña Teresa de

Liébano con quien tuvo varios hijos; y al final de su vida volvió a casar

con Micaela Manríquez de Lar a. De su primer matrimonio Matías, naci­do en 1665 y casado con Polonia de Aguilar, al parecer muere joven. No

se encuentra su nombre en las listas de vecinos diezmatarios. En 1733

sus hijos, apremiados por deudas que aparecen en la escritura de venta, deben enajenar una esclava heredada.46 De estos hijos, Ignacio casa en

1734 con Margarita de Orla, residente en la hacienda de Guadalupe, y él es arrendatario del rancho de Ortita en 1742, cuando diezma 36 fanegas

de maíz. En los años subsiguientes aparece en las manifestaciones agru­

padas de pegujaleros.Su hermano José Antonio Pío de Aguilera, casa en 1748 con la mo­

risca Ana Gertrudis Santoyo, vecina del Cuisillo. El rastro del tercer her­mano, José Francisco, y de las siete hermanas no se ha podido seguir. Al parecer la muerte prematura de Matías de Aguilera resultó en la venta

por su viuda o sus hijos de la tierra heredada y en el consecuente

desplazamiento social de esta rama de la familia.Otra rama de los Aguilera está encabezada por Cristóbal, hijo de

Pedro y de Josefa de Vera, quien nace en 1640 y casa en 1679 con doña

María de Liébano. Aparece en las listas de los diezmatarios entre 1676 y

1698, se dedica a la cría de potros y algunos becerros y mulos. En la

década de 1680 se dedica también al cultivo del maíz; sus diezmos

oscilan entre 28 y media y 43 fanegas. Desde fines de la década de 1680

declara también el diezmo de cantidades percibidas de indios arren­

4* a h m i, Protocolo Notarial 1731-1733,125 v-127 r.

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datarios, las cuales son variables de un año a otro; la mayor cantidad

registrada en los mapas de diezmos es de cuatro pesos siete reales, lo

que pudiera indicar más de una cuarentena de familias de indios esta­

blecidas en sus tierras. El establecimiento de indios en las tierras patri­

moniales como pegujaleros sería una alternativa a la crianza de ganado

o a la producción agrícola directa practicada por otros miembros de esta

familia.

De sus hijos, Pedro de Aguilera casa en 1713 con Teresa del Castillo,

española del río Grande. Sus declaraciones diezmatarias son mucho

menores que las de su padre Cristóbal. Las de maíz fluctúan entre dos

y dieciséis fanegas; usualmente diezma aprecios de becerros, de uno a

cuatro borregos, ocasionales aprecios de potros, muy poco frijol, alguna

lana, y de vez en cuando algún marrano o queso. Para 1742 es arrenda­

tario en el río Grande.

Se conocen tres hijos varones adultos de Pedro de Aguilera y Teresa

del Castillo: Francisco, Pedro y Esteban. El primero casa en 1743 con Es­

tefanía Pantoja, hija de un mestizo en la hacienda de San Miguel de los

Paderenoer, y aparece en 1748 en el río Grande diezmando once fanegas

de maíz y media de frijol. Muere en 1751.

Su hermano Pedro, residente en el puesto del río Grande, casa en

1745 con María Gómez del Valle, pero no tiene manifestación individual

en las listas de diezmatarios. El tercer hermano, Esteban Antonio, casa

en 1755 con Ana de Santiago Gamiño y se hace arrendatario de tierra

cerca del poblado de las Adjuntas (Pueblo Nuevo). Entre 1762 y 1772

sus diezmos de maíz decrecen de 30 fanegas a una, sin que una pequeña

cantidad de frijol compense el déficit de producción. Por algún tiempo

residió en el partido de Salamanca, donde nacieron dos de sus tres hijos

conocidos.

De estos hijos, José Marcos llega a enviudar dos y a casar tres veces

entre 1783 y 1793, y en el censo militar de 179 aparece entre los arren­datarios del rancho del Corral perteneciente a la Cofradía de Nuestra

Señora de la Misericordia, su hermano Manuel Félix, residente en el

Pueblo Nuevo, casa en 1786 con María Isabel Luna. El tercer hermano, Atanasio, reside en 1789 en el Cerro Prieto; casa entonces con María Ra­

fael González, de la Hacienda de San Roque, y es para 179 arrendatario

del rancho del Corral.

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Otra línea de la misma rama de los Aguilera está encabezada por

Cristóbal, hijo de Cristóbal y María de Liébano, quien nace en 1694 y

para 1724 diezma 17 fanegas de maíz, dos fanegas de frijoles, el aprecio

de dos potros y un peso de indios arrendatarios. Para 1728 ha dejado de

producir maíz y sólo reporta aprecios de potros y becerros. Un tercer

Cristóbal, hijo suyo, es arrendatario de tierras del difunto bachiller Ra­món Barreto en 1762, y es dueño de un pedacito de terreno en Tamelo-

pez en 1767. Diezma de cuatro a 13 fanegas de maíz. En 1772 casa con

su parienta María Eusebia Aguilera y es segundo albacea a la muerte de

su suegro en 1784.

Esta rama de los Aguilera, por lo tanto, en su mayoría pierde también

la tierra heredada y para solucionar sus dificultades económicas recurre

al arrendamiento, y quizá también a la emigración al pueblo, donde para

1792 se encuentran varios Aguilera desempeñando diversos oficios.Los descendientes de Ascensio de Aguilera, hijo de Pedro y de Jose­

fa de Vera, casado en 1689 con Josefa Ortiz Calderón, tienen una suerte

más variada. Ascensio aparece como diezmatario entre 1687 y 1715. Sus

diezmos de maíz fluctúan entre las diez y las sesenta fanegas; declara

también deber, algunos potros y mulos y pequeñas cantidades de frijol. En contraste con su hermano Cristóbal, nunca declara tener indios

arrendatarios.Después de su muerte en 1719 su familia se encuentra en algún

aprieto. En 1728 se requiere a su viuda para que intervenga con dos de

sus hijos, Miguel y Antonio, y un yerno para que paguen cantidades

adeudadas del diezmo de 1726. El yerno responde en esta ocasión "estar

fallido y que tiene visto a el bachiller Don Joseph Gutiérrez y suplicado

le ocupe en algo para devengar dicho devito", mientras que los hijos

alegan haber ya pagado al agente del comisionado.47

El hijo mayor de Ascensio, Miguel, casado en 1718 con Josefa de

Orla, mulata de las Vitorillas, es diezmatario individual entre 1724 y

1753. En maíz las cantidades que declara deber van de cinco a 40 fane­

gas; manifiesta también algunos potros y becerros, un número reducido

de borregos (entre uno y tres), alguna lana, chile y frijol y en una ocasión

47 ACM, Diezm os, Irapuato, legajo 879, año de 1726, cuaderno de cobranza, 3v- 4r.

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dos fanegas de cebada. En 1737 compra dos caballerías en Tomelopez

por 400 pesos; las tierras compradas colindan con su heredad.

Se le conocen dos hijos varones adultos: Julián Ferrer y Eusebio. El

primero casa en 1749 con María Antonia de Arroyo, originaria de Cela-

ya y residente en la Estancia Vieja, y en segundas nupcias, en 1787, con

María Flora Olmos, mestiza del barrio de San Francisco en el pueblo.

Julián es dueño de un pedazo de tierra en Tomelopez en 1762-1763,

cuando diezma algún maíz, frijol y chile, pero para 1767 es arrendatario

de la hacienda de San Juan y en los años subsiguientes diezma entre

cuatro y ocho fanegas de maíz y algún chile. Su hijo Manuel Ignacio

reside en el barrio urbano de Santiago en 1791, cuando casa con María

Ignacia Mendoza, española del mismo barrio. El censo de 1792 indica

que es tejedor de oficio.

Eusebio de Aguilera, hijo de Miguel y de Josefa de Orla, casa en 1757

y otra vez en 1758. Como dueño de tierra en Tomelopez diez-ma en

1762, 25 fanegas de maíz, 18 fanegas de chile y cinco aprecios de bece­rros, pero al año siguiente su manifestación ha descendido a seis fane­gas de maíz y a dos de chile. No se le conoce descendencia.

Antonio de Aguilera, hermano de Miguel, e hijo de Ascensio, casa

en 1720 con Juana María de la Cueva. Sus escasos diezmos entre 1723 y

1729 lo muestran como cultivador de algún maíz y criador de algunos

animales. Su hijo Felipe Vicente hereda de él tierra en Tomelopez y para

1742 diezma 25 fanegas de maíz y el aprecio de cuatro becerros. Aunque

en la mayoría de los años subsiguientes sus manifestaciones tienden a

ser agrupadas con las de los pegujaleros y dueños de pedacitos de tier­

ra, listados ocasionales lo revelan como diezmatario de entre tres y diez

fanegas de maíz y de una a dos y media fanegas de frijol. Casa en 1764

con Cándida Rojo Serrano, de la hacienda de Buenavista. En el censo

militar de 1792 dos de sus hijos, José y Agustín, aparecen residiendo en

el pueblo con su madre viuda. Son herreros de oficio. Otro hijo, Francis­

co, es operario en el Real de Santa Ana de Guanajuato.

Salvador Miguel, hermano de Antonio y de Miguel e hijo de Ascen­sio, casado en 1734 con María Teresa de Lisarrarás, es también propie­tario en Tomelopez, donde diezma entre 1738 y 1752 de 12 a 38 fanegas

de maíz, algunos aprecios de becerros y un poco de chile. No se le co­

noce descendencia.

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Aparicio de Aguilera, su hermano, casado con Ángela Francisca

Arias, aportó a su matrimonio dos caballerías de tierra eriaza, una yun­

ta de bueyes, una vaca parida, un atajo de 15 yeguas y un caballo ensi­

llado y enfrenado. Sus declaraciones diezmatarias entre 1732 y 1773

reflejan el cultivo progresivo de la tierra patrimonial en Tomelopez. Pre­

valece el maíz, entre 12 y 100 fanegas, pero hay también alguna crianza

de borregos (en los años de 1750), becerros y potros, y algo de frijol y

chile. En 1772 diezma nueve fanegas de cebada. Aparicio tiene cinco

hijas y un hijo adultos cuando dicta su testamento en 1774. En él declara

haber entregado yuntas de bueyes y ovejas, caballos y yeguas a sus hijos

casados y tener 38 pesos de deudas. Posee una casa en el barrio de San

Nicolás en el pueblo. Declara que sus dos caballerías en Tomelopez

están ahora labradas y ha fabricado en ellas casa de vivienda, una noria

y cercas de madera. Tiene ocho yuntas de bueyes, un atajo de 20 muías

aparejadas, cuatro caballos mansos y una yegua, seis vacas de varias

edades, dos toros, 12 yeguas de fierro arriba con su caballo garañón, 78

ovejas, una burra y varios enseres, aperos y armas, muere en 1784. En

1785 sus hijos venden las caballerías de terreno heredadas en Tomelo­pez por 1800 pesos; las describe en la escritura de venta como "una

labor de maíz".48Si Aparicio de Aguilera muestra que la producción agrícola ranche­

ra podía sostener a una vieja familia con algún acomodo, la experiencia

de Juan Francisco de Aguilera, su hermano menor, indica que inclusive

se podía llegar a hacer fortuna. Juan Francisco nació en 1707 y casó en

1733 con María Josefa García, quien no aportó bienes al matrimonio, murió en 1780. Un cuadro de sus haberes en tres momentos de su vida

resume su éxito.

4S a h m i, Protocolo Notarial 1774,1 r- 2 v; Protocolo Notarial 1785,48 r-50 r, 62 v-64 r.

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Cuadro 1

Haberes de Juan Francisco de Aguilera en 1733,1760 y 1776

Al casarse

(Enero 1733)

Primer testamento

(Agosto 1760)

Segundo testamento

(Mayo 1776)

Tierra 2 caballerías 5 caballerías 24 y caballerías

Deudas

a favor

111 pesos

cuatro reales

constan por un buey,

31 fanegas de maíz

Deudas

en contra

- Declara

no deber

Declara

no deber

Animales 3 yuntas de bueyes

1 caballo

45 yuntas de bueyes

33 caballos mansos

31 yeguas con crías

41 potros

78 muías de recua

61 muletos

82 yuntas de bueyes

99 caballos

297 yeguas

64 potros

77 muías de recua

31 muletos

109 otros mulos

4 burros 29 burros

875 ovejas 1053 ovejas

86 cabras

43 vacas 42 vacas

248 corderos

Entre 1742 y 1777 las declaraciones diezmatarias de Juan Francisco

marcan los hitos en el crecimiento de su rancho, luego hacienda de To­

melopez. El maíz diezmado aumenta paulatinamente desde las 40 fane­gas iniciales y se sobrepone a años críticos como el de 1767 (20 fanegas);

llega a las 250 fanegas, y es el único de los Aguilera que sobrepasa la

manifestación de su abuelo en 1671-1672. No es sino hasta 1762 que apa­

rece diezmando treinta cargas de trigo, pero cada quinquenio subsi­guiente refleja un aumento en su producción: 52 cargas diezmadas en

1767,60 para 1772 y 66 en 1777. Algún ganado, entre seis y quince borre­

gos y varias arrobas de lana redondean sus declaraciones típicas de

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estos años. El chile, prominente en su declaración de 1742 (24 fanegas),

desaparece en años posteriores. El siguiente cuadro resume la principal

producción promedio por quinquenio.

Cuadro 2

Producción promedio por quinquenio diezmada por Juan Francisco de Aguilera

(1707-1780)

Maíz

(fanegas)

Trigo

(cargas)

Potros

(cabezas)

Borregos

(cabezas)

1742-1746 23.8 .3 1 .25

1747-175? 76.25 - .3 2

1752-1756b 124.75 - .5 5

1757-1761c 140 1.37 1.5 4.25

1762-1766 61 45.2 1.4 3

1767-1771 37.2 39.2 3.4 9.2

1772-1776 144.2 49.4 3.8 19.6

1777-1779 161 31.33 4.3 14.8

a No incluye 1749, cuando fue agrupado con pegujaleros.

b No incluye 1754, cuando fue agrupado con pequeños propietarios y arrendatarios.

c No incluye 1757, cuando la mayoría de las manifestaciones de los pequeños y

medianos diezmatarios- fueron agrupadas.

En su testamento de 1776 Juan Francisco de Aguilera impuso un

fuerte censo sobre su propiedad en beneficio de una capellanía. En di­

cha ocasión declaró que aunque no tenía escrituras para toda la tierra

que poseía por compra a sus parientes, su derecho era claro: "A más de

haber socorrido en sus cortedades a algunos de los vendedores, aun

para sus entierros, por lo que con toda razón llamo mías dichas caballe­

rías." Poco después de su muerte en 1780, sus herederos vendieron la

hacienda de Tomelopez y se desvincularon de la producción agrícola.

Un hijo de Juan Francisco, José Nicolás, se dedicó al comercio, pero para

1779 estaba en serias dificultades de las que tuvo que rescatarlo su pa­

dre.49 Un hijo de José Nicolás, Juan Antonio Aguilera, aparece junto a su

49 Ibid., Protocolo Notarial 1760,143 r-147 v; Protocolo Notarial 1780, 56 r-60 r.

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esposa María González en el padrón militar de 1792 como operario en

el Real de Santa Ana de Guanajuato.

Los datos sobre estas tres ramas de la descendencia de Pedro de

Aguilera pueden abrumar, pero la experiencia de los Aguilera se puede

resumir en tres tripos de trayectoria. Una mayoría de los descendientes

varones conocidos pierde la tierra heredada en Tomelopez y tiene que

recurrir al arrendamiento o a la emigración a centros urbanos. Un se­

gundo grupo permanece, al menos hasta la década de 1770-1780, como

dueños de pequeños pedazos de tierra. Sus manifestaciones diezma- tarias son frecuentemente agrupadas con las de otros pequeños terra­

tenientes y pegujaleros. Finalmente, una tercera experiencia, la de dos

nietos de Pedro de Aguilera, Aparicio y Juan Francisco, refleja un apro­vechamiento de la coyuntura económica del auge del Bajío a mediados

del siglo xvm. De ellos Juan Francisco es el más emprendedor. Diversi­

ficando la actividad agrícola tradicional de la familia, centrada en el cul­tivo del maíz y la crianza de ganado, se apoya en los precios favorables

del trigo para hacer una fortuna, simbolizada en la eventual denomi­nación de su rancho como "hacienda". Sólo éste entre los descendientes

patrilineales de Pedro de Aguilera aprovechó sustancialmente la ex­

pansión económica de mediados del siglo xvm. La mayoría de los otros

quedaron marginados por la nueva élite y cayeron inclusive en la de­pendencia económica. Aguilera, uno de los pocos apellidos españoles

de Irapuato en los 1630, se confunde para los 1790 con cientos de otros

apellidos de españoles y mestizos que van y vienen de una a otra villa

del Bajío, en pos de oportunidades que no siempre se cristalizan. Su ex­

periencia es un recordatorio que la explotación ranchera era demasiado

vulnerable a los reflujos económicos como para poder garantizar un

estado social.

Los Valtierra

La experiencia resumida de una segunda familia puede ilustrar las vici­

situdes de los pequeños y medianos terratenientes en el curso de los

siglos xvn y xvm desde otro ángulo. Tomás Valtierra y Magdalena Estra­

da, mulatos, compraron tres octavas partes del sitio del Carrizal en 1616

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a Pedro y Nicolás Zavala.50 Al menos cinco de sus hijos varones llegaron

a edad adulta. Dos de ellos, Juan y Diego, vendieron las tierras hereda­

das en el Carrizal, y sus numerosos descendientes se distribuyeron por

el partido como pegujaleros, arrendatarios y jornaleros, sin ser fácil

reconstituir sus generaciones, por ser común en esta familia el adoptar

apellidos maternos.

De los otros hermanos, Bartolomé casó con Juana de la Cruz. Su hijo

Francisco es un diezmatario modesto (de dos a tres fanegas de maíz, es­casos aprecios de becerros y borregos, algún lechón). Juan, también hijo

de Bartolomé, casa con la esclava mulata Ofresina Gutiérrez en 1683;

otras dos hijas, Juliana y Casilda, casan respectivamente con un filipino

natural de Manila y con un mulato del Carrizal de paternidad descono­cida.

De ellos sólo se conoce la descendencia de Francisco Valtierra, quien

casó en 1679 con la mestiza María de Yepes. Su hijo, también llamado

Francisco, esposo de María Games, reside en 1712 en las Peñuelas. Sus

diezmos de maíz fluctúan entre las cuatro y las diez fanegas; hay tam­bién en sus declaraciones entre una cuartilla y media fanega de frijol, alguna lana, un aprecio ocasional de becerro, y en 1742 dos fanegas de

chile. Para ese año es arrendatario en el Carrizal. Su hijo Salvador Ma­nuel casa en 1746 con la mestiza Justa Manuela de Bustos; otro hijo, Marcos, casa en 1762 con María Antonia González, mestiza de Mendo­

za. Ninguno de los dos tiene manifestaciones individuales en los cua­dernos de diezmos de esos años. La experiencia de estos descendientes

de los adquirientes del sitio del Carrizal parece haber sido la de escasa

explotación de la tierra heredada, pérdida de ella y eventual absorción

en los rangos de pegujaleros y arrendatarios.La quinta rama de la familia, sin embargo, mantuvo una lucha

sostenida y encarnizada por retener porciones de la tierra patrimonial.

Francisco Valtierra, hijo de Tomás, aparece en los mapas de diezmos de

1646 con sólo 4 fanegas de maíz. Sus hijos, bautizados entre 1635 y 1650, por lo general no aparecen en los mapas de diezmos de las siguientes

décadas, aunque se pueden encontrar sus partidas de matrimonios, a

s" ag n , Tierras 109, expediente 5, 28 v.

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veces de uniones legitimadas tardíamente. La mayor parte de ellos se

registra en el censo eclesiástico de 1668 como solteros bajo la rúbrica de

"Mulatos del Carrizal".

Una hija de Francisco Valtierra, sin embargo, Ángela Estrada, diez-

mataria en 1689 de cinco fanegas de maíz y de seis almudes de frijol, compone en 1710 con la Real Hacienda por los tres octavos del Carrizal

comprados por sus abuelos en 1616. Esta composición dividiría a la des­

cendencia de Tomás Valtierra y en especial a la de los hermanos de la

propia Ángela Estrada, al iniciarse una serie de pleitos cuya resolución

estaría todavía en suspenso y en apelación ante la Audiencia de México

para 1809.51 En general los descendientes de Ángela Estrada, que usan

como apellidos tanto López y Vázquez como Valtierra, se mantienen en

la posesión de la tierra pero, sea para pagar los gastos legales o por en­

deudamiento con sus colindantes, van enajenando la mayor parte del terreno. Estas enajenaciones hacen que la batalla legal interese también

a los compradores, pues amenaza con poner en precario sus títulos.

Para 1802 uno de los letrados que interviene en el caso opina que al

rebasar ya el número de litigantes la centena, y al haber incurrido en

tantos gastos legales, el valor del terreno no sería suficiente para pagar

las costas incurridas. Con todo, la tenacidad de los litigantes,52 la vio­

lencia y los ardides a los que recurren, y su memoria colectiva de una

época en que el Carrizal había pertenecido a la familia ofrecen los con­

tornos de una experiencia de vida ranchera en la que la lucha por rete­

ner algunos cordeles de tierra es el eje de las relaciones sociales.

51 a g n , Tierras 109, expediente 5; Tierras 1250, expediente 2; Tierras 1275, expediente

5; Tierras 1343, expediente 1.

52 Así se expresa una apelante en 1805 al pedir una prórroga para ir a México: "aun­

que a mi abanzada edad y continuas necesidades, no me han permitido el hacer este re­

curso, ahora protesto hacerlo, aunque sea caminando a pie y pidiendo limosna" (Tierras

109, expediente 5,61 v).

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O tros peq ueño s y m ed ian o s productores agrícolas

Los clérigos 1/ los funcionarios

Tanto el sistema político como el eclesiástico operantes en la sociedad

colonial presuponían la existencia de personal especializado transitorio,

que en el curso de sus carreras profesionales asimilaba una estadía más

o menos prolongada en un poblado como la congregación de Irapuato.

Para complementar sus ingresos no era raro que este personal adquirie­se o tomase tierras en arrendamiento.

Así, Tutino señala cómo en el valle de México entre los oficiales rea­

les y el clero provincial, cuyos cargos rotaban periódicamente, la agri­

cultura en tierras arrendadas era una avenida de ganancia económica

que podía ser fácilmente dejada en el momento de ser trasladado el su­jeto. Añade que los condes de Santiago, dueños de muchas tierras en la

parte meridional del valle de Toluca, esperaban que la llegada de cada

sacerdote o nuevo funcionario trajera consigo una pronta petición para

el arrendamiento de tierras. Muchas veces, según Tutino, estas peticio­nes eran concedidas con la esperanza de que la subsiguiente gestión

judicial o religiosa favoreciera los intereses de esta familia terrate­

niente.53

Clérigos

En Irapuato el reclutamiento del clero varió en el curso del siglo xvn y

llegó a predominar para fines del periodo estudiado el nacido en la

localidad. Además de los dos curas de la congregación de Irapuato y de

sus tenientes-curas, había ya desde principios del siglo xvm un grupo

de presbíteros que servía capellanías dotadas las más por sus propias

familias.54

La historia de una de estas familias, los Barreto de Tabora, puede

ilustrar tanto la precariedad de la situación personal de algunos de estos

clérigos rentistas como el desarrollo eventual de una fortuna familiar

53 Tutino, Creóle M éx ico , 245.

54 Sobre este fenómeno véase Chevalier, 316.

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cuyo recurso fundamental es más bien el acceso a las oportunidades

económicas que la herencia de bienes.

Juan de Síntora, cuñado del cura beneficiado de Salamanca Domin­

go Pérez de Santoyo, al parecer se trasladó a Irapuato poco después que

su hijo, el bachiller Tomás Barreto, estableciese allí su residencia.55 En el

año 1672 el diezmo de Juan de Síntora suma 25 fanegas de maíz y dos

fanegas, tres y media almudes de frijol. Seis años mas tarde, para la

fecha del matrimonio de su hijo José Barreto, ha muerto. Antes de morir

Juan de Síntora gravó unas casas situadas cerca del Hospital de la Mi­

sericordia en Irapuato con una capellanía de mil pesos fundada por sus

parientes políticos Marcos Roldán y Catalina de Santoyo/56

De su matrimonio con Isabel de Santoyo le sobrevivieron once hijos

adultos, de los cuales dos, Tomas y Juan, se ordenaron sacerdotes y

residieron el resto de sus vidas en Irapuato. El mayor de éstos, el

bachiller Tomás Barreto de Tabora, aparece regularmente en los mapas

diezmatarios de Irapuato desde 1665. De seis fanegas de maíz, que es la

totalidad de su diezmo ese año, sus manifestaciones aumentan paulati­namente y se diversifican. Para 1697 declara deber 130 fanegas de maíz,

tres fanegas de frijol, el aprecio de un muleto, dos borregos y seis vel­

lones de lana. Al parecer el bachiller experimentó con el cultivo del trigo

en las décadas de 1670 a 1680, para abandonarlo en la de 1690, proba­blemente a causa de los trastornos del clima en los comienzos de esa

década. Al morir en 1699 dejó varias deudas pendientes cuyo pago

amargó los días de su hermano y albacea el bachiller Juan Barreto de

Tabora, quien declara en una memoria testamentaria: "yo fui alvacea

del Licenciado Tomas Barreto mi hermano a cuyos bienes tengo supli­

dos 563 pesos y siete reales que por morir pobre, y dejar pocos bienes y

crecidas dependencias hube yo de descarnarme y amargar mi concien­

cia para el descargo de la suya".57

De los otros hermanos, los seis varones se casaron, aunque sólo una

de las tres mujeres; las otras dos quedaron bajo la protección de sus dos

55 ACM, Información Matrimonial y Negocios Diversos, legajo 14, Padrón de Irapuato

de 1668,4 r.

* a g n , Tierras 518, expediente 1, 4 v.

57 Ibid., 4 v-5 r

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hermanos sacerdotes, quienes procuraron su sustento según el punto de

vista de ellos. El más brillante de los matrimonios probablemente fue el

de Antonio Barreto, quien al casar con Antonia Gutiérrez Navarro vino

a establecerse en la Hacienda de la Calera y eventualmente a usar el

título de "Capitán". Con todo, sus declaraciones diezmatarias conoci­das no se acercaron ni en cultivos ni en animales a las de su hermano el

bachiller don Tomás. Su mayor diezmo conocido de maíz es de 40 fane­

gas (en 1682) y en potros, cuatro (1692). Para 1697 había muerto.

La situación de los demás hermanos casados es bastante modesta.

José diezma cinco fanegas de maíz y algunos aprecios de animales y

otras menudencias en 1702; Nicolás lleva a diezmar 70 fanegas de maíz

en 1697 junto con algunos aprecios de animales; Diego, endeudado con

sus hermanos sacerdotes, también diezma maíz y aprecios de animales;

Bernardino, quien casó fuera de Irapuato, vino a residir en las casas de

la familia sin pagar renta alguna a la capellanía. Entre 1695 y 1703 paga

diezmos por maíz y frijol, y comparte un pegujal con su hijo José Jacinto

en 1698. El último de los hermanos, Manuel, al parecer vivió fuera de

Irapuato.Es el bachiller Juan Barreto de Tabora, al menos como él lo deja

traslucir por su memoria testamentaria, quien se convierte en el princi­

pal apoyo de la familia en las décadas iniciales del siglo xvm.58 Aunque

la capellanía familiar sólo rentaba 50 pesos anuales (otra capellanía más

prometedora fundada por su tío el cura beneficiado de Salamanca había

fracasado), el bachiller se las arregló para invertir en bueyes y muías

que alquilaba a agricultores vecinos, y en ocasiones él mismo invirtió en

cultivos. Así en 1697 diezma 63 fanegas de maíz, una fanega y siete

almudes de frijol y el aprecio de un becerro; y en 1715, 76 fanegas de

maíz.

El bachiller Juan Barreto contribuye a la carrera de sus sobrinos. De

ellos José, hijo de Bernardino, se hace comerciante e invierte en la agri­

cultura, diezma 230 fanegas de maíz en 1715.5y Con ayuda de un présta­

mo del comerciante Toribio Martínez de Castro que eventualmente el

5S Ibid.' 1 r ss.

w Véase su testamento otorgado por poder en 1737 (a h m i, Protocolo Notarial 1737-

1738,13 r-21 r).

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bachiller don Juan tuvo que pagar, Ramón, hijo de su hermano José,

estudió en el colegio de Valladolid y se hizo sacerdote; otro sobrino,

Antonio de Bustos, que en 1728 todavía debe tres pesos del diezmo de

1726, se acoge a la protección de su tío, quien los hospeda: "por hallarse

pobre de balde a morado en la casa en que vive".'10

Cuando el bachiller Juan Barreto muere en 1730 deja como bienes la

parte de las casas paternas que le ha correspondido, tres ornamentos

sacerdotales, un cáliz de plata, dos esclavos de 14 años, cinco yuntas

de bueyes que da en arrendamiento a dos de sus sobrinos, una silla de

montar con estribos valuada en siete pesos y las deudas a favor y en

contra de sus familiares que detalla en su memoria. Además deja 231

pesos en reales en una caja que destina, así como el grueso de sus

bienes, a misas rezadas por su alma en los conventos de los franciscanos

y los carmelitas de Celaya.

Las fortunas de los Barreto de Tabora parecen entonces estar en si­tuación precaria. El pleito que se inicia en torno a las casas paternas

establece que para algunos miembros de la familia permanecer como

inquilinos en ellas es asunto vital. Varios miembros de esta familia even­

tualmente toman tierras en arrendamiento o se hacen mayordomos de

haciendas. Así, José Barreto es arrendatario de la hacienda del Corral de Piedras en 1747 y del Cuisillo en 1752; para 1767 es mayordomo de

la hacienda "de lo de Carlos" de los herederos de don Salvador y don

Nicolás Contreras. Don Nicolás Barreto de Tabora es mayordomo de la

hacienda de San Juan en 1742; en 1747 reside en los Cobujados y para

1752 es arrendatario del Cuisillo. Don Ramón Barreto es mayordomo de

la hacienda del Cuisillo en 1762.

Uno de los miembros de esta extensa familia, sin embargo, el bachi­

ller don Ramón Barreto de Tabora, eclipsa a sus primos; hace fortuna

como comisario del Santo Oficio y consultor legal. Desde sus primeros

diezmos en 1715, este hijo de José Barreto y Juana Bravo de Espejo y

Hernández Gamiño demuestra las ventajas que el estado eclesiástico

y el entrenamiento legal le brindaban a un miembro de la familia en

aprietos económicos. El bachiller invierte sus emolumentos, concen-

w a g n , Tierras 518, expediente 1, 8 v.

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trándose al principio en el cultivo del maíz. Para la década de 1740 es

uno de los primeros en aprovechar las oportunidades de mercadeo del

trigo que el auge de Guanajuato le brinda. Al morir este clérigo ranche­

ro convertido en gran productor cerealero, deja como herederos sustan­

ciales varias obras pías que incluyen el famoso Colegio de la Enseñan­

za.61 Contribuye así al proceso por el cual la tierra de Irapuato viene a

ser acaparada en la segunda mitad del siglo xvm por manos muertas y

latifundistas ausentes.Un cuadro de los principales renglones diezmados puede resumir la

trayectoria de la producción del bachiller Ramón Barreto:

Cuadro 3

Producción promedio por quinquenio diezm ada

por el bachiller Ramón Barreto de Tabora

Años Maíz

(fanegas)

Trigo

(cargas)

Potros

(cabezas)

Borregos

(cabezas)

v Frijol

(fanegas)

Mulos

(cabezas)

1715-1716 250.5 - .8 - 3 .25

1723-1727 631 - 3.3 10.7 15 f. 11 a. 4.4

1728-1732 476.8 - 6.8 13.2 16 3.6

1738 380 - 4.7 33 2 4

1742-1746 464.6 68.7 3.1 41 . 5 f. 4 a. 1.8

1747-1751 296.2 124.4 4.9 37 6 f. 1 a. 2.6

1752-1756 354.9 166 4.9 52.8 3 f. 3 a. 1.8

1757-1759 185.6 153.3 4.3 60.6 1 f. 4 a. 7.3

Fuente: acm, Diezmos, legajos 872 y 879

Nota: Los años omitidos faltan en la serie de diezmos

61 Barreto otorgó su testamento en Querétaro en 1759, pero hizo un extenso codicilo

que se encuentra en el protocolo de 1760 de Irapuato. Por este codicilo dotó la fundación

de un convento franciscano, imponiendo como condición la fundación de cátedras de

gramática y filosofía (a h m i, Protocolo Notarial 1760,106 rll4 r).

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El estudio de otras familias de clérigos irapuatenses, como los Va­

lenzuela, Hernández Gamiño y Bravo pudiera revelar trayectorias com­

parables. Algunos de estos clérigos llegaron a acumular tierras que

rivalizaban en extensión y producción con las de algunos hacendados.

En general su fortuna personal excedía las de sus hermanos y sobrinos

seglares, a quienes, sin embargo, beneficiaban el rango y los contactos

personales de sus parientes clérigos para los enlaces matrimoniales con­

certados y las oportunidades educativas de sus hijos.

Para algunos la producción agrícola por arrendamientos o apare­

cerías era complementaria de sus ingresos clericales. Para otros las

ganancias provenientes de beneficios, capellanías o asesorías legales

encontraban una inversión segura en la tierra y esto podía representar a

su vez el núcleo de alguna fundación piadosa que generara rentas para

parientes más jóvenes que accedieran al clero. De tal manera, al prin­cipio y al final de las carreras clericales la inversión en la producción

agrícola se planteaba como una oportunidad atractiva para un sector de

la sociedad al cual le estaba vedado el comercio y el ejercicio de muchas

funciones públicas y de algunas profesiones.62

Los funcionarios

El paso de funcionarios reales por poblaciones de tamaño mediano

como Irapuato era mucho más breve que el de los clérigos. Por otro

lado, la proliferación de puestos públicos en el tiempo de las reformas borbónicas no redundó en provecho de los aspirantes a oficios en tal gé­

nero de localidades, sino más bien acarreó la llegada de peninsulares o

de criollos del valle de México o de sus inmediaciones.Para los funcionarios de paso la forma más asequible de comple­

mentar sus ingresos y a la vez de proveerse de algunos artículos básicos

de consumo era el arrendamiento de tierras. Como señaló Tutino en su

tesis, estos arrendamientos se les facilitaban por parte de los hacenda­

dos con la esperanza de que resultaran en favores o al menos en buena

voluntad durante el ejercicio de sus funciones oficiales.

“ Véase Chevalier, 317-318.

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En Irapuato podemos identificar algunos casos de arrendamientos

por oficiales. En 1760 y 1761 don Manuel Morgado cosecha cortas canti­

dades de maíz, frijol, chile a orillas de la congregación. Entre 1762 y 1767

es alguacil mayor del partido y diezma, como arrendatario de tierras de

la hacienda del Cuisillo perteneciente a don Alonso López de Leis, un

promedio de 43 fanegas de maíz. Su producción de trigo va en pau­

latino aumento, de siete cargas en 1764 a 20 cargas en 1767. Produce

también cantidades de frijol y de chile en exceso de las necesidades

predecibles de consumo propio y algún garbanzo, probablemente para

uso doméstico. El cultivo de trigo denota la capacidad de invertir, la

ventaja de poseer tierra idónea arrendada y el interés en el mercado

regional.

De 1768 a 1772 Morgado aparece en los cuadernos de diezmos como

arrendatario, pero no se especifica de quién. En este periodo sólo diezma

trigo en dos años, en 1768 ,17 cargas y en 1772, ocho. El maíz diezma­do promedia las 28 fanegas. En cambio empieza a manifestar borregos

y vellones de lana y algunos aprecios de becerros. Un tercer periodo en

sus manifestaciones diezmatarias, entre 1773 y 1781, lo encuentra como

propietario del rancho de San Francisco. Vuelve entonces a la pro­ducción anual de trigo, diezma entre siete y 24 fanegas e intensifica la

siembra de maíz, cuyo diezmo rinde entre 12 y 106 fanegas. El interés

anterior por ovejas y lana mengua, desaparecen las manifestaciones en

tales renglones en 1775,1776, y 1778-1780. Todavía produce frijol y gar­banzo, pero después de 1774 deja de diezmar chile. De cultivador de un

pedazo de terreno a orillas del pueblo a arrendatario, luego a propie­tario de un rancho, el alguacil Morgado ha ido ensanchando su activi­

dad agrícola. El cultivo directo, sin embargo, no es su único empeño

económico. Así en 1774 aparece como socio de don Joaquín Tarazona,

antiguo teniente de alcalde, en la recaudación de tributos reales en

Irapuato.63

Un oficial criollo, don Nicolás Morales, teniente de capitán de la

compañía miliciana de mestizos, es arrendatario en la hacienda de

Cuchicuato según el cuaderno de diezmos de 1767; su producción es

a ahmi, Protocolo Notarial 1774,59 v-62.

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diversificada, pero de poca monta. El administrador de correos de Ira­

puato, el gallego don Clemente Cumbre, es el mismo año arrendatario

de tierra en la labor de San Pedro y se dedica exclusivamente al chile. El

maestro de escuela José de Castro es arrendatario en la década de los

1760 de tierras del difunto bachiller Ramón Barreto de Tabora y diezma

pequeñas cantidades de maíz, frijol y chile.Como pequeños y medianos productores agrícolas, los oficiales y

funcionarios que toman tierras en arrendamiento van mas allá de suplir

sus propias necesidades básicas. Sería interesante constatar si gozaban

de alguna ventaja para el mercadeo de sus excedentes, pues como pe­

queños productores estaban expuestos al ciclo de bajos precios en años

de abundantes cosechas y de precios altos que tendrían que pagar como

consumidores en años de cosechas fallidas.

Los adm inistradores y m ayordom os de haciendas

Es frecuente ver en los mapas de diezmos irapuatenses que junto a la

declaración de lo que una hacienda debe pagar aparezca la manifesta­

ción por su mayordomo o administrador de su propio pegujal o tierra

arrendada. Estas cantidades declaradas por los mayordomos a veces son

modestas, pero ocasionalmente reflejan el despliegue de recursos pro­

pios relativamente importantes.La especificidad de este sector de la sociedad agrícola colonial ha

sido de tiempo en tiempo señalada por investigadores como Tutino, que

piensa que los administradores de haciendas, por su fidelidad a los te­

rratenientes ausentistas, dividían la élite local;M o por otros, como Flo­rescano, quienes recordando que el padre de Miguel Hidalgo era

administrador de una hacienda en el vecino Penjamo, subrayan la nece­sidad de estudiar el reclutamiento de este grupo social.

Entre los administradores y los mayordomos, señala Tutino, la difer­

encia no era tanto de nivel social como de edad y de experiencia.

Encuentra que en el valle de México había la tendencia a heredar ambos

papeles, al recibir el hijo su necesario entrenamiento como ayudante de

M Tutino, Creóle M exico, 263.

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su padre.*'5 Probablemente esta tendencia se acentuó a finales del perio­

do colonial, cuando la necesidad de un mayor conocimiento y expe­

riencia se hacía palpable con las mayores exigencias fiscales del estado

y el mayor interés en la racionalidad de la administración manifestado

por parte de los dueños rentistas. El hijo del administrador o del mayor­

domo, criado en la propia hacienda, relacionado ya con la problemática

local y buen conocedor de la tierra y sus trabajadores, tendría mejores

oportunidades de acceder a esta responsabilidad que algún extraño re­cién llegado. Así, en el censo militar de 1792 en Irapuato encontramos

varios casos de padres mayordomos e hijos ayudantes: Don José Acosta,

mayordomo de la hacienda del Copal y Pablo Acosta su ayudante; Mi­

guel Jubinal, mayordomo de San Miguelito, con sus hijos José Timóte y

José Teodoro, labradores; Juan Pantoja, mayordomo de la hacienda de la

Caja, con sus hijos José Bernardo y José Rafael, labradores; Vicente

Parra, mayordomo de San José, de Jorge López con su hijo Pedro, ayu­dante; José Antonio Villalpando, mayordomo de La Garrida, con sus

hijos José Ignacio, José Manuel y Fernando, labradores; Rafael Chagoya,

mayordomo de San Nicolás y sus hijos Doroteo, ayudante de campo, y

Ceferino, caporal.'*Se pudieran distinguir dos fases en el reclutamiento del personal

administrativo de las haciendas irapuatenses en el periodo colonial. Desde mediados del siglo xvn hasta la década de 1730 prevalece el ma­

yordomo peninsular o criollo nacido fuera del Bajío. En la segunda mi­tad del siglo xvm, sin embargo, es más común observar por un lado la

diferenciación de papeles entre administrador y mayordomo, y por el

otro el creciente predominio de los irapuatenses entre los mayordomos.El resumen de algunas carreras puede ilustrar esta transición de una

fase a la otra. Francisco de Castro, mulato libre, nace en Xochimilco a

mediados del siglo xvn y a la edad de 15 años reside en la ciudad de Mé­

xico. Después de un tiempo indeterminado se dirige a Guanajuato, donde vive por tres años. Hacia 1680 llega a Irapuato y allí es mayordo­

mo de la hacienda del mariscal de Castilla, las Arandas. Como tal, de­

clara por el mariscal los diezmos que se deben entre 1682 y 1692.

*Ib id ., 254-55.

“ AGN, Padrones 37.

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En 1694 Francisco de Castro, con dispensa de amonestaciones, regu­

lariza su unión matrimonial con Nicolasa de Monsalbe, mulata libre

natural de México,"7 pero al parecer poco después abandona el cargo de

mayordomo de las Arandas y se convierte en arrendatario. Su situación

personal subsiguiente se puede apreciar en su declaración firmada en el

cuaderno de manifestaciones para el cobro de diezmos de 1695, cuando

además de cuatro potros, un borrego, una arroba de lana, un muleto y

cinco aprecios, un becerro y seis aprecios, reporta como diezmos de cul­

tivos por cuatro fanegas de maíz y media de frijol. En comparación a su

situación personal previa, es probable que la pérdida del cargo de ma­

yordomo de las Arandas implicara una disminución en la posición so­cial y económica de Castro, quien ahora se confunde en los rangos de

los rancheros.

Un inmigrante podía utilizar el cargo de mayordomo de hacienda

como un peldaño hacia una posición económica ventajosa. Por ejemplo,

Juan Gutiérrez de la Campa, natural del lugar de Cos en las montañas

de Burgos en Castilla, fue a principios del siglo xvm mayordomo de la

hacienda San Juan de Molinero del guanajuatense don Alonso Cid Fer­nández. Gutiérrez instaló su propia tienda en la hacienda de San Juan,

por lo cual no sólo los sirvientes de la hacienda le quedaron debiendo

sumas de dinero, sino que también el propietario acumuló una deuda

con él de 4170 pesos y seis reales que para 1733 sólo había sido satis­fecha en una cuarta parte, con una tierra de labranza.

Con los medios que obtuvo durante el tiempo de su mayordomía, Gutiérrez se hizo de su propia hacienda en términos de Irapuato, San

Pablo del Comedero, que comprendía medio sitio de ganado mayor

más cuatro caballerías y tierras indeterminadas adicionales adquiridas

en composición por los antiguos dueños de la hacienda. Ésta incluía

casa, troje, un jacal, dos corrales y un considerable número de bestias.

En sus manifestaciones de diezmos entre 1724 y 1733, Gutiérrez de­clara deber entre cuarenta y cincuenta fanegas de maíz, entre dos y

cinco potros y aprecios de becerros. También declara tener arrendata­

rios, por los que paga dos pesos y seis reales de diezmo en 1724. Para el

67 apsi, Libro Segundo de Matrimonios de Castas, 41 v.

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tiempo de su muerte (1733), Gutiérrez tiene dos esclavos y es acreedor

de varias personas por un monto de unos cuatro mil pesos. Sus propias

deudas ascienden a poco más de dos mil pesos.hSOtro ejemplo de la carrera de un mayordomo inmigrante lo consti­

tuye el caso de Miguel Manuel de Robles, mayordomo de las Arandas,

entre 1725 y 1755. Natural de Cavite en las Filipinas, Robles no aporta

capital alguno a su primer matrimonio, contraído en Silao. A su segun­

do matrimonio, que ocurrió poco tiempo después, sólo trae 50 pesos en

unas vaquillas; su esposa aporta 80 pesos en 15 reses, unas ovejas y

unos lechones.69 Su fortuna, de la cual su testamento da elocuente testi­

monio, se hace enteramente durante sus años como mayordomo de las Arandas.

Su propia producción agrícola, como pegujalero de la hacienda, sólo

contribuye en parte a su enriquecimiento. Por ejemplo, en 1738 su

esposa compra una esclava mulata por 160 pesos y al hijo de dicha

esclava, entre ocho y nueve años, por 110 pesos. Ese mismo año el diez­mo de Robles por su pegujal en las Arandas es de diez fanegas de maíz, un borrego y siete vellones de lana. Obviamente tenía que haber otras

fuentes de ingreso. Sin embargo Robles aumenta paulatinamente la pro­ducción en la tierra que cultiva para su propio beneficio. En 1742, año

en que se llega a denominar "administrador" de las Arandas, paga

como diezmo de su pegujal dos cargas de trigo, setenta y dos fanegas de

maíz y una fanega de frijol. Para 1752 diezma 102 fanegas de maíz (com­parado a 520 que diezma la hacienda a su cargo), ocho cargas de trigo, cinco fanegas de cebada, cuatro arrobas de lana y siete borregos.70 Su

producción de maíz y trigo para esta época lo coloca en situación relati­vamente competitiva frente a la de hacendados y rancheros independi­

entes. Es obvio que Robles ha sido uno de los primeros productores en

Irapuato al sacarle partido a los mejores precios que prevalecen en

Guanajuato para mediados del siglo.

68 a h m i, Protocolo Notarial 1734,44 v ss.

69 Ibid., Protocolo Notarial 1756,19 v-20 r.

70 acm , legajos 879 y 872, diezmos de Irapuato, años citados; a h m i, Protocolo Notarial

1737-38, 61 r-62 r y 100 r-101

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Cuando Robles muere en 1755, su posición económica es tal que en

sus exequias se gastan 458 pesos, más 300 pesos en los lutos de su

esposa y sus doce hijos. Además de dos novenarios de misas encargadas

al fraile mercedario que lo atendió en su última enfermedad, Robles dis­

puso que se mandaran decir otras 99 misas, legó 50 pesos al nuevo tem­plo de San Juan de los Lagos y determinó que su viuda fuera en pere­

grinación allá, a San Miguel el Grande y al Cristo de Villaseca en la Mina

de Cata. El testamento relaciona entre sus posesiones tres casas, que in­

cluyen una nueva todavía en construcción, varias docenas de muías y

caballos, 153 bueyes, 737 ovejas con 380 borregos, muebles y aperos.

Además de las deudas a favor, deja ocho mil pesos en moneda, cinco

mil pesos depositados en Guanajuato para el pago de la casa en con­strucción y siembras de maíz y cosecha de chile. El servicio de su mesa

incluye dos docenas de platos de plata, una docena de cucharas y otra

de tenedores de plata, además de un salero, dos fuentes labradas, una

vasera con 18 vasos y una salvilla con su jarro, todo de plata. Sobre sus

casas dispuso un censo de 500 pesos a favor de la Cofradía del Santísimo y perdonó a sus sirvientes las deudas incurridas con él hasta

el momento de su muerte. Indudablemente el mayordomo de las

Arandas en Irapuato era todo un personaje.71Posibles parientes de don Miguel Manuel de Robles son Juan An­

tonio Robles, mayordomo de la hacienda Soledad en 1757, Miguel Robles, administrador de Temascatio en 1782 y José Vicente Robles, na­tural de Irapuato, administrador en 1792 de la hacienda de Cuebas en el partido de Guanajuato. En este caso la trayectoria de esta familia se ase­

mejaría a la de otras dos familias irapuatenses que entonces desembo­

caron en el manejo de haciendas ajenas, los Barreto, ya considerados en

el acápite sobre los clérigos, y los Bustos, antiguos terratenientes y pa­

rientes de una de las familias más prestigiosas del Bajío,72 de los cuales José de Bustos fue mayordomo de don Manuel González Cedillo en

1732, y don Pedro de Bustos, administrador de la hacienda de las Áni­

71 a h m i, Protocolo Notarial 1756,1 v-27 v.

72 Véase David A. Brading, M ineros y comerciantes en el M éx ico borbónico (1763-1810), traducido por R. Gómez Ciriza (México: 1975), Apéndice 2, pp. 460-461, "Genealogía

escogida de las familias Busto y Aranda"

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mas en 1782. Pero lo que para otras familias representaba una fase des­

cendente de la fortuna del linaje, para los Robles constituye prueba de

la estabilidad de una profesión gananciosa.El perfil colectivo de administradores y mayordomos debe tomar en

cuenta las diferencias en posición económica y rango social de todo un

personaje, como lo es el administrador de la hacienda las Arandas y los

mayordomos de las haciendas menores. En general, se puede afirmar

que en la fase ganadera la mayoría de los mayordomos probablemente

goza de poco prestigio y en sus obligaciones y haberes no se diferencia

mucho de los rancheros independientes de la zona. La transición al cul­

tivo cerealero y el mayor conocimiento de la agricultura y la contabi­

lidad que la nueva economía requería, produjeron un nuevo tipo de

reponsabilidad concentrada en la persona del administrador, quien

debe sostener correspondencia con el dueño ausentista y relacionarse

con los funcionarios y comerciantes locales. La transición inicialmente

favorece el reclutamiento de personal fuera del Bajío; pero eventual­

mente, sea por la heredabilidad de las funciones, sea por las mejores oportunidades de alfabetización en la zona, culmina en el reclutamien­to de personal local. Para 1792 de los 24 mayordomos conocidos, 19 son

irapuatenses y tres son naturales de los partidos cercanos de Pénjamo, Silao y Maravatío. Los otros dos son peninsulares. 17 de los 24 tienen 40

años o más, pero sólo dos tienen menos de 30 años.Como productores de cereales los mayordomos y administradores

llegan a figurar en los rangos intermedios que separan a los grandes

hacendados de la multitud de rancheros independientes y arrendata­

rios. Sin duda alguna las oportunidades de crédito y conocimientos del mercado que sus funciones administrativas les brindaban, apoyaron su

esfuerzo productivo. Por otro lado sus conocimientos técnicos y su ca­

pacidad de recurrir a la mano de obra de la hacienda probablemente

reforzaron sus posibilidades de éxito. Sus hijos tuvieron acceso a opor­tunidades educativas fuera del alcance de la mayoría de sus pares en

situación social, como bien lo demuestra el caso de Miguel Hidalgo, hijo

del administrador de Corralejo en el vecino partido de Penjamo.73

71 Véase el inventario de los bienes en 1764 de Cristóbal Hidalgo y Costilla, padre de

don Miguel, en J. Jesús Rodríguez Frausto, Hidalgo no era guanajuatense: Localización

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Los pequeños inversion istas y los comerciantes locales

El fragmento de un expediente que por azar fue agregado al legajo de

una causa irapuatense eventualmente apelada a la Audiencia de

México, preserva un curioso caso de la década de 1720. Una viuda gua-

najuatense, doña María del Castillo, pide en agosto de 1722 que se le

entregue la mitad de una cosecha de maíz recogida por Antonio Váz­

quez en el Carrizal, en Irapuato. El depósito de la cosecha había sido

ordenado por el alcalde mayor de Guanajuato, por haberse suscitado

pleito sobre la propiedad de las tierras entre Vázquez y unos vecinos del

Carrizal.Alega doña María que dicha mitad de la cosecha no debe estar suje­

ta al embargo, ya que corresponde a su inversión y ganancia en la so­

ciedad que para dicha siembra hizo con Vázquez. Éste puso de su parte

la tierra y doña María el costo de los operarios y yuntas de bueyes para

levantar la cosecha.74 Para probar su alegato presenta tres testigos, quie­

nes aseveran ser cierta la sociedad:

por el tiempo que refiere la que lo presenta bivia en tierras de la hazienda

de la Calera y el testigo en la misma hazienda supo que la susodicha hizo

la compañía que expresa con Antonio Busques y bio que Blas Antonio hijo

de dicha da. Maria anduto yendo y biniendo desde aquel paraje al del

Carrisal [...] en la conducción de aperos para la siembra de mais [...]75

El propio Antonio Vázquez concurre a testificar:

histórica-geográfica de la hacienda de San Diego de Corralejo (México: 1953), 111-114. Comenta

el autor: "Por todo lo anterior podemos deducir perfectamente que don Cristóbal Hidal­

go era un hombre próspero, un hombre que contaba con los suficiente para disfrutar de

la auténtica buena vida, a la que sin duda era muy afecto. Su cultura, sin ser nada extra­

ordinaria, era la suficiente para inducir a sus hijos a prepararse intelectualmente". Más

adelante nota que el hermano de don Miguel fue también administrador de Corralejo

para 1810.

74 ag n , Tierras 1250, expediente 2,55 r.

73 Ibid., 56 r.

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que es cierto que abra dos años sem bró el en compañía de da. Maria del

Castillo quien concurrió con las yuntas aperadas peones y su paga para la

siembra de mais que se hizo debajo del concierto de haber de partida lo que

Dios diera. Y que al tiem po de estar alsando la cosecha se embargo de hor-

den de la real justicia [...]7r’

La cantidad reclamada por doña Maria es de doscientas fanegas. Aunque el asesor recomienda la entrega, su opinión no se ejecuta enton­

ces. Cinco años más tarde el hijo de doña Maria, habiendo obtenido

mandamiento judicial al efecto, se compone con el depositario de los

granos en Irapuato, José de Villalpando, y obtiene de él una escritura de

obligación en la cual se avalúa el maíz embargado en diez reales la fane­ga, precio entonces corriente en Guanajuato y muy por debajo del que

había imperado en el otoño de 1722, cuatro pesos.77 De hecho, al venci­miento de la escritura de obligación Villalpando no pagará el balance

debido porque la otra parte en el caso de tierras logra impedir su ejecu­ción, al reclamar como suyo el maíz depositado. El caso, sin embargo, devela lo que para entonces debió haber sido una operación corriente: las pequeñas inversiones de rentistas, como esta viuda, en la agricul­

tura.El carácter de esta inversión no es estrictamente monetario. Doña

María, según los testigos presentados, aporta a la sociedad peones y

bueyes aperados. La responsabilidad de la siembra y de la cosecha, sin

embargo, compete al presente dueño de la tierra. Para una viuda con

medios tal arreglo ofrecía indudables ventajas y es de suponer que la

iniciativa de doña María no fuera excepcional, y que detrás de las de­claraciones diezmatarias de otras mujeres viudas o solteras y las de

otros rentistas hubiera arreglos semejantes.

Un grupo para el cual la inversión agrícola no era ajena al manejo

ordinario de sus intereses es el de los comerciantes irapuatenses. El pa­pel complementario del comercio local era inevitablemente el pres-

tamismo. El financiamiento en la primera mitad del siglo xvm podía

consistir en aportaciones concretas de semilla, peones, animales y ape­

7* Ibid., 56 v.

77 Ibid., 63 v.

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ros. Al respecto Tutino afirmó que aunque la información sobre el crédi­

to en pequeña escala a nivel provincial fuera escasa, su importancia

general era clara:

En conjunto, la agricultura basada en el crédito, el arrendamiento de ran­

chos, la compra de muías y la provisión de servicios de transporte anuda­

ba a los arrieros-rancheros de los valles de la altiplanicie con la economía y

la sociedad dominada por las grandes familias de la ciudad de México. En

tal sociedad, ellos ocupaban posiciones de subordinación económica relati­

vamente insegura.78

Lo mismo que Tutino afirma sobre la relación entre los rancheros del

valle de Mexico y las grandes familias de la ciudad, se podría afirmar

del Bajío y la ciudad de Guanajuato. Pero la inversión de los comer­

ciantes, tanto de las pequeñas poblaciones del Bajío como del propio

Guanajuato, no se reducía al prestamismo, sino que llegó a manifestarse

en la producción agrícola directa, tanto a consecuencia de compras de

tierra como debido a sociedades de medianería con terratenientes.En Irapuato la distinción entre comerciantes y agricultores, al menos

en la primera mitad del siglo xvm, no fue completamente neta. Varias razones inducían a los comerciantes a invertir en la explotación de la

tierra, tales como el deseo de seguridad o de prestigio en la terratenen- cia; la imposibilidad de cobrar cantidades prestadas a terratenientes que

conllevaba la cesión o venta de terreno, y las herencias de cónyuges

oriundas de la localidad. A la vez algunos terratenientes invierten en el

comercio. Así, por ejemplo, en 1733 don José Gil de Miranda, dueño de

tierras en la Calera, da a don José Menéndez Corrada, mercader, tres mil

pesos por cuatro años para que con ellos trate y contrate. No le habrá de

pedir cuentas ni sacar el principal en el ínterin. Tanto las ganancias

como las pérdidas son a medias. Para diciembre de 1734 Menéndez ha

alquilado de una familia residente en Guanajuato 12 caballerías en el

sitio de Tomelopez de Irapuato por nueve años a 170 pesos anuales.

Para febrero de 1736 compra a sus arrendadores las 12 caballerías y ese

7H Tutino, Creole M exico, 269.

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mismo mes se las vende a su socio Gil con la condición de que le arrien­

de dicho terreno "por el tiempo de nuestra compañía".74 Gil retoma las

tierras en Tomelopez y se hace cargo de su cultivo entre 1742 y 1746,

pero las vende en este último año.

Como productores agrícolas los comerciantes no son necesariamen­te exitosos y hay algunos, como Ignacio Lanuza,80 que acusan fuertes

pérdidas por sus experimentos en la agricultura. En teoría capacitados

para discernir los movimientos del mercado de granos, lana y animales, en la práctica los comerciantes que invierten pequeñas sumas en la pro­ducción de trigo y maíz o que se hacen de ranchos participan de la

misma dinámica que rige la pequeña y mediana producción agrícola.

Los pequeños arrendatarios

Entre los usufructuarios de la tierra de las haciendas, la transición de

terrazgueros y pegujaleros a arrendatarios reseñada arriba reflejó no

sólo un cambio en la producción (crianza de animales y milpas de au- toconsumo a cultivo más extensivo de maíz, frijoles y chile), sino que

también conllevó un cambio en la composición de los ocupantes de la

tierra, que de ser predominantemente indios vinieron a acoger en sus

rangos a mestizos, mulatos y criollos blancos.Desde fines del siglo xvn comienza a haber menciones de arrendata­

rios en los mapas de los diezmos, pero éstos no son nombrados indi­vidualmente sino hasta la década de 1730. Los grandes y medianos

arrendatarios contaban entre sus rangos a clérigos y funcionarios de

paso, comerciantes locales, antiguos mayordomos de haciendas y pa­rientes pobres de hacendados. Los pequeños arrendatarios era aún más

heterogéneos.Hay indios que toman en arrendamiento no sólo un pedazo de tie­

rra, sino también la casa, los animales, aperos y trastes que se encuen­tran en ella, como el indio que arrendaba la pequeña propiedad de

Miguel Gallardo en 1734,

79 a h m i, Protocolo Notarial 1733,133 r-134 v; Protocolo Notarial 1734-1737, 82 v-83 r

y 142 v-144 v.

80 Véase a g n , Tierras 1267, expediente 1.

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donde hay dos quartos [...] con techo de bixetas de pino y poso con las mas

poblasiones que en ellas se alian estando como están dichas caballerías la­

bradas con mas las cocitas que en ellas se aliaren como costa por un papel

que tiene el yndio que bibe en dichos cuartos yten una acha un asado seru-

cho un fierro un fierro de errar unasuela un escloplo un candelero grande

un caso chico dos metates [...] están en poder de dicho yndio que bibe en

dichos cuartos.81

Hasta las imágenes pueden pertenecer al arrendador, como refiere

en 1737 en su memoria testamentaria Francisco de Acosta:

Yten declaro por mis vienes una ymajen romana de mi Señora del Rosario

con su marco dorado ya maltratao es Patrona de dicha lavorcita. Yten de­

claro por mis vienes y de dicha mi esposa una echura de un señor Crucifixo

Grande vien perfizionado y vien adornada que se yntitula el Señor del

Llanitp las quales dos echuras con otras pequeñas ya vieja que no las men-

ziono por no acordarme paran en poder de Xtoval de Santiago [su arren­

datario].82

Es frecuente que se incluyan los bueyes de arado en los arren­

damientos de tierras. En la década de 1730 las mejoras no se estimulan, pues requieren luego de una recompensa en metálico o de una deduc­ción del canon de arrendamiento. Por lo tanto muchas veces se estipula

que quedarán a beneficio de la propiedad. Así, cuando, en 1737 don

Juan José Solorzano da en arrendamiento por cinco años a don Lucas

Gallardo cinco caballerías en la vecina jurisdicción de Salamanca, lo

hace con calidad y condición "que no ha de hacer mexoras sin expreso

consentimiento del otorgante y haciéndolas en otra forma han de que­

dar por aumento de dicha hacienda".83

El arrendamiento así concebido brinda ganancias fijas a corto plazo, pero no se está pensando en la rentabilidad ulterior que pueda reportar

la tierra. Los arrendamientos a corto plazo ya de por sí desestimulan las

81 a h m i, Protocolo Notarial 1734-37,35 v-36 r.

1,2 Ibid., 192 r.

w Ibid., Protocolo Notarial 1737-38,33 r.

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mejoras.'Para principios del siglo xix Abad y Queipo propondrá loca­

ciones de veinte o treinta años como uno de los remedios para prevenir

las recurrentes crisis de abastecimientos.84

Los cánones de arrendamiento suben en el transcurso del siglo xvm

y las estipulaciones en cuanto a uso de recursos y aportación de servi­cios se racionalizan más.85 Para los hacendados los arrendamientos

vienen a ser una fuente importante de rentas fijas y un seguro contra los

riesgos de los ciclos. Además, como señaló Tutino,

Las familias que residían en una propiedad rara vez se dividían netamente

entre empleados y arrendatarios. La mayor parte de estas familias buscaba

combinar diferentes tipos de ocupación con arrendamientos para mantener

una amplia base económica familiar. En cada una de las propiedades estu­

diadas, miembros de un mismo hogar participaban en múltiples tareas del

fundo.86

Esa multiplicidad de ocupaciones en el transcurso o en un momen­to dado de la vida de un arrendatario redundaba en beneficio del terra­teniente y servía de mitigante a los riesgos que asumía el arrendatario.

Conclusión

¿Cómo se produce la pequeña propiedad del periodo colonial? Al pare­cer no intervienen tanto en el proceso las concesiones originales de peo­

nías, sino más bien la ocupación prolongada del suelo que se regulariza

por composición con la Corona, las subdivisiones de sitios por heren­cias, las compraventas de pequeños lotes y las reagregaciones de lotes

en el curso de cada generación por los efectos de permutas, dotes, cesiones y litigios.

¿Difiere la estructura de la producción ranchera de la producción

hacendada? Sí; no solamente por la mano de obra accesible en una y

M Florescano, O rigen y desarrollo de los Problemas agrarios de M éxico, 134-35.

* Tutino, Creóle M éxico, 25.

“ Ibid., 21.

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otra unidad productora, sino también porque el crédito que el pequeño

o mediano productor tiene disponible, y el mercado que tiene accesible

le orientan más hacia la producción de renglones agropecuarios de bajo

riesgo, pequeña inversión, poca tecnología y fácil mercadeo.

La composición de los pequeños y medianos productores, sin em­

bargo, es heterogénea al grado que difícilmente se puede hablar de ellos

como de una clase social. Constituyen un sector de la economía en que

se encuentran grupos sociales con distinta movilidad que inclusive se

dirigen en direcciones opuestas. Tales diferencias se reflejan en la estra­tegia de producción agropecuaria de los distintos grupos.

La diferencia fundamental parece ser la orientación de la produc­

ción respectiva hacia el mercado, el autoconsumo o el pago de arrenda­

mientos y aparcerías. Ninguno de los grupos de productores reseñados

está totalmente desvinculado del mercado local y, al menos indirecta­

mente, todos están afectados como productores por los vaivenes del mercado.regional. Pero mientras la venta de algún chile o ganado menor

es un mero suplemento ocasional para muchos pequeños productores

que combinan con la labranza de la tierra propia o arrendada alguna

otra ocupación, para otros rancheros las ventas periódicas de maíz, fri­

joles, o ganado constituyen el foco de su actividad económica. Todavía

otros grupos, como los de clérigos, funcionarios, comerciantes y mayor­domos, suplementan sus rentas y aprovechan oportunidades compati­

bles con el desempeño de sus puestos por medio de la explotación de

algún pedazo de tierra.El examen del heterogéneo sector ranchero colonial irapuatense nos

plantea la interrogante sobre su situación económica en la segunda mi­tad del siglo xvm. Es un problema que Brading, al reseñar los rancheros

de León, no ha dejado suficientemente esclarecido. ¿Estaban o no siendo

marginados los rancheros? Por un lado su participación en la produc­

ción de maíz y frijoles es mucho más notable en los años de 1770 que a

principios del siglo xvm. Por otro lado los protocolos notariales eviden­

cian cierto crecimiento de las grandes haciendas a expensas de la peque­

ña y mediana propiedad, crecimiento que en León Brading interpreta

como nocivo para el acceso a la tierra que podían tener los rancheros.

En Irapuato el número de productores agrícolas en la segunda mitad

del siglo xvm crece grandemente, como se puede constatar por las cifras

Page 51: LOS PEQUEÑO íS» Y MEDIANOS€¦ · E ^ en la hacienda. La obra clásica de Francois Chevalier, % ... apsi Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Soledad, Irapuato. 1 Roger

de diezmatarios. Este crecimiento se debe a la proliferación del arren­

damiento y a la parcelación de la tierra y a los alicientes para la produc­

ción que ofrece el auge regional impulsado por la minería y el comercio

de Guanajuato. Sin embargo mucha de esta producción es vulnerable a

las crisis agrícolas. Los pequeños productores, sin trojes, sin suficiente

crédito y sin reservas de ahorros están particularmente expuestos a los

desastres. La presión demográfica,87 por otro lado, infla los cánones del arrendamiento. Los contratos de arrendamiento, al ser cortos, desestim­

ulan las mejoras permanentes y contribuyen al empobrecimiento del

suelo. Es posible también que por los estímulos del mercado y del cre­cimiento demográfico se hayan puesto a producir tierras marginales.

Por otro lado, al buscar ganancias rápidas, la gran propiedad y los

inversionistas regionales están inclinados a comprar pequeños lotes ya

cultivados que puedan prestarse para el arrendamiento. Las crisis agrícolas presentan coyunturas favorables para la adquisición de pe­queños predios, pues hacen del pequeño productor un consumidor y a

la vez lo incapacitan para cumplir con sus compromisos. Es así como

el pequeño propietario se puede ver inducido a vender; por su parte el arrendatario con poco acceso al crédito y con la perspectiva de ciclos

agrícolas críticos puede preferir el cambio (discernido por Brading en

León) de cánones en metálico a aparecerías. La misma dinámica que ha

impulsado el desarrollo de la pequeña y la mediana producción la ha

llevado al límite de sus posibilidades reales. Esta merma de opciones

para los rancheros contribuye a las tensiones sociales que tanto marcan

al Bajío en vísperas de la guerra de Independencia.

87 Sobre la demografía del Bajío y de otras regiones del antiguo obispado de

Michoacán en el siglo xvm véase Claude Morin, M ichoacán en la N ueva España del siglo

xv///: "Crecimiento y desigualdad en una economía colonial", traducido por Roberto

Gómez Ciriza (México: Fondo de Cultura Económica. 1979), capítulo 2.