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LOS PRIMEROS POBLADORES DEL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO 1 Hace aproximadamente unos 150.000 años, los primeros humanos residían en el sureste africano desde donde migraron hacia otros continentes. Entre los 90.000 y 60.000 años, en varios sitios del Cercano Oriente, se encuentran evidencias de su instalación. Para los 60.000 años también habían alcanzado territorios de Australia. Entre los 45.000 y 40.000 años ocupaban extensos territorios de Europa y Asia oriental y, hace 35.000 años, ya estaban asentados en las costas de la península de Kamchatka en Siberia. INGRESO DESDE BERINGEn cuanto a su arribo al continente americano, buena parte de los arqueólogos acuerdan en que los primeros pobladores entraron por Beringia hacia el final del Pleistoceno. Una época geológica, caracterizada por importantes cambios climáticos entre los que se incluyen las glaciaciones. Por aquel entonces, las bajas temperaturas provocaron el descenso del nivel del mar -unos 120 metros por debajo del nivel actual- formando un puente terrestre entre Asia (Siberia) y América (Alaska). Este puente, llamado Beringia, alcanzó una extensión de casi 2.000 Km. y fue rápidamente colonizado por vegetación típica de la tundra ártica y por animales pleistocénicos adaptados a ese ambiente tales como mamuts, rinocerontes lanudos, bisontes, renos, liebre ártica y osos. En las costas de los ríos podía obtenerse salmones y en las costas marinas proliferaban los osos polares, las focas, morsas y variedad de aves marinas. Los primeros pobladores habrían cruzado por Beringia hacia Alaska. Con respecto a estas primeras migraciones, si bien la vieja imagen de un grupo de cazadores cruzando por Beringia no es totalmente incorrecta, es necesario descartar que haya sido un grupo asiático el único el ancestro troncal de todos los americanos posteriores. Estudios arqueológicos recientes nos muestran a diferentes grupos de cazadores asiáticos que fueron arribando en sucesivas oleadas de avance y retroceso, en algunos casos. guiados por el movimiento estacional de los animales que perseguían en sus cacerías. De esta manera, la distribución de la población humana por el continente americano no fue un hecho único y, desde esos momentos originales, el poblamiento del Nuevo Mundo ha sido un crisol de poblaciones. ¿Cuándo entraron al continente americano? Este primer poblamiento se habría producido entre los 30.000 y 20.000 años antes del presente (AP). Un período de tiempo que estaría acorde con un avance gradual de la ocupación del territorio americano, que no necesariamente se habría realizado siguiendo una dirección constante norte-sur, sino hacia múltiples direcciones posibles en busca de lugares atractivos por la abundancia de recursos. Sin embargo, los desplazamientos hacia el sur resultaban más eficaces por la ausencia de competidores y la amplia disponibilidad recursos. 1 Texto elaborado por María Laura Ruggiero. Agradecemos la colaboración de Virginia Salerno, Ilana Reck y de Julián Gorla.

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LOS PRIMEROS POBLADORES DEL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO 1

Hace aproximadamente unos 150.000 años, los primeros humanos residían en el sureste africano desde donde migraron hacia otros continentes. Entre los 90.000 y 60.000 años, en varios sitios del Cercano Oriente, se encuentran evidencias de su instalación. Para los 60.000 años también habían alcanzado territorios de Australia. Entre los 45.000 y 40.000 años ocupaban extensos territorios de Europa y Asia oriental y, hace 35.000 años, ya estaban asentados en las costas de la península de Kamchatka en Siberia.

INGRESO DESDE BERING…

En cuanto a su arribo al continente americano, buena parte de los arqueólogos acuerdan en que los primeros pobladores entraron por Beringia hacia el final del Pleistoceno. Una época geológica, caracterizada por importantes cambios climáticos entre los que se incluyen las glaciaciones. Por aquel entonces, las bajas temperaturas provocaron el descenso del nivel del mar -unos 120 metros por debajo del nivel actual- formando un puente terrestre entre Asia (Siberia) y América (Alaska).

Este puente, llamado Beringia, alcanzó una extensión de casi 2.000 Km. y fue rápidamente colonizado por vegetación típica de la tundra ártica y por animales pleistocénicos adaptados a ese ambiente tales como mamuts, rinocerontes lanudos, bisontes, renos, liebre ártica y osos. En las costas de los ríos podía obtenerse salmones y en las costas marinas proliferaban los osos polares, las focas, morsas y variedad de aves marinas. Los primeros pobladores habrían cruzado por Beringia hacia Alaska.

Con respecto a estas primeras migraciones, si bien la vieja imagen de un grupo de cazadores cruzando por Beringia no es totalmente incorrecta, es necesario descartar que haya sido un grupo asiático el único el ancestro troncal de todos los americanos posteriores. Estudios arqueológicos recientes nos muestran a diferentes grupos de cazadores asiáticos que fueron arribando en sucesivas oleadas de avance y retroceso, en algunos casos. guiados por el movimiento estacional de los animales que perseguían en sus cacerías. De esta manera, la distribución de la población humana por el continente americano no fue un hecho único y, desde esos momentos originales, el poblamiento del Nuevo Mundo ha sido un crisol de poblaciones.

¿Cuándo entraron al continente americano?

Este primer poblamiento se habría producido entre los 30.000 y 20.000 años antes del presente (AP). Un período de tiempo que estaría acorde con un avance gradual de la ocupación del territorio americano, que no necesariamente se habría realizado siguiendo una dirección constante norte-sur, sino hacia múltiples direcciones posibles en busca de lugares atractivos por la abundancia de recursos. Sin embargo, los desplazamientos hacia el sur resultaban más eficaces por la ausencia de competidores y la amplia disponibilidad recursos.

1 Texto elaborado por María Laura Ruggiero. Agradecemos la colaboración de Virginia Salerno, Ilana Reck y de Julián Gorla.

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OTRAS TEORIAS DEL POBLAMIENTO

Si bien el cruce por Beringia es la hipótesis que más prevalece entre los especialistas, también existen otras teorías del poblamiento de América. Una en particular, es la que explicaría la evidencia de presencia humana temprana en sitios de Sudamérica, especialmente en sitios del noreste brasileño (Pedra Furada, Sitio do Medio, Cima dos Pelados, etc.). Es decir, si los primeros pobladores entraron por Behring ¿cómo explicar los fechados de 30.000 años en Sudamérica teniendo en cuenta que las ocupaciones en el norte de Canadá tienen una antigüedad de 15.000 años?

Una posible respuesta es que los primeros pobladores no se desplazaron solamente a través del puente terrestre de Beringia sino que también lo hicieron en pequeñas embarcaciones siguiendo la vía costera del pacífico. Sobre la base de esta hipótesis, en el año 1989, Robert Bednarik desarrolló el modelo de un avance costero que demuestra que este tipo de desplazamiento pudo ser factible y que, además, permite explicar los fechados de 30.000 años. El problema es que faltan evidencias de estas ocupaciones costeras. Sin embargo, teniendo en cuenta que luego de producirse la desglaciación los niveles del mar ascendieron y las antiguas costas quedaron sumergidas, es posible que los vestigios materiales de los primeros grupos humanos que se instalaron en sitios costeros, se encuentren bajo el agua.

DIETA Y ORGANIZACIÓN

Las primeras teorías sobre el poblamiento de América consideraban que las ocupaciones tempranas de norteamérica fueron realizadas por grupos que se dedicaban a la caza de grandes animales que hoy ya están extintos (megafauna pleistocénica). Esta idea se construyó a partir de dos tópicos: en primer lugar, por los hallazgos de restos óseos de mamut y de bisontes asociados a unas puntas alargadas de piedra llamadas “Clovis”, en norteamérica. En segundo lugar, también contribuyó a reforzar esta idea la falta de conservación de instrumentos usados para la cacería de animales pequeños, la pesca o la recolección (realizados en madera, cestos y redes).

En la actualidad, es posible afirmar que la idea de estos primeros americanos como voraces cazadores persiguiendo mamuts con sus lanzas de puntas de piedra es muy simplista. David Meltzer -estudioso de la cultura Clovis- afirma que de acuerdo a los conocimientos antropológicos de poblaciones cazadoras recolectoras del pasado y la actualidad, para que la subsistencia de esta forma de vida sea posible, los cazadores se organizan en grupos nómades de entre 15 a 20 personas. Por este motivo, Meltzer considera que para ese número de personas entre los que habría mujeres, niños y ancianos, la cacería de los grandes mamuts y bisontes debió ser de alto riesgo y no siempre disponible para asegurar la supervivencia diaria. Otros recursos también debieron formar parte de la dieta.

Efectivamente, los nuevos datos indican que la subsistencia de estos primeros pobladores era de amplio espectro. Incluía la cacería de presas más pequeñas- como ciervos, venados, roedores y tortugas-, la pesca y la recolección de vegetales. Como en todo grupo humano, las mujeres, los niños y los ancianos también realizaban tareas que contribuían al sustento del grupo.

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INGRESO DE LOS PRIMEROS POBLADORES AL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO

Los descendientes de aquellos primeros pobladores americanos ocuparon el actual territorio argentino hace unos 13.000 años AP aproximadamente. De acuerdo con los datos disponibles, las principales vías de entrada fueron 1) por las tierras altas andinas, siguiendo los pasos cordilleranos de valles y quebradas; 2) por las tierras bajas del este y del nordeste, siguiendo la línea costera del océano Atlántico. Se sabe además que este acceso se realizó de manera gradual, en distintos momentos y con desplazamientos hacia diferentes direcciones.

Estos primeros pobladores migraban en grupos pequeños. Los restos arqueológicos encontrados demuestran que se encontraban en una fase de colonización, es decir, una fase que es posterior a la exploración inicial de un territorio. Por esta razón, algunos arqueólogos argentinos como Carlos Aschero, Luis Borrero y Laura Miotti, mantienen la expectativa de encontrar sitios más antiguos.

Hasta el momento, las evidencias de las primeras ocupaciones están fechadas entre 13.000 y 10.000 años. Se trata de 18 sitios. La mayoría de estos asentamientos se encuentran en abrigos rocosos (cuevas y aleros) pero también hay 3 sitios ubicados a cielo abierto (Paso Otero, Arroyo Seco y Cerro El Sombrero).

• PATAGONIA

La Patagonia comenzó a ser ocupada después de los 13.000 AP. La información arqueológica obtenida proviene de la excavación de abrigos rocosos, denominados “cuevas”, con iluminación natural. Estos abrigos constituían una opción importante para estos cazadores recolectores ya que, ante la rigurosidad de los inviernos patagónicos, podían calefaccionarse con el encendido estratégico de fogones a leña.

Se organizaban en grupos de pocas personas que se trasladaban y acampaban ocupando áreas muy amplias en las que realizaban diferentes actividades. Por ejemplo, establecían su lugar de residencia en algunos lugares (Los Toldos, nivel 11), mientras que en otros realizaban otras actividades: como la caza, el procesamiento de las presas obtenidas (Piedra Museo), el trabajo con cueros, la fabricación de herramientas, el aprovisionamiento de rocas, etc.

En todos los sitios patagónicos señalados en el mapa se encontraron artefactos de piedra asociados a especies extinguidas de megafauna (grandes mamíferos herbívoros del Pleistoceno), como ser el milodonte, una especie de camélido (Lama gracilis) más pequeña que el guanaco actual y el caballo americano. Esto indica, por supuesto, que estas especies formaban parte de su alimentación. Entre los materiales líticos encontrados se destaca la presencia de un mismo tipo de punta de proyectil llamada “cola de pez”, que se usaba en armas arrojadizas como dardos o jabalinas. Estas puntas líticas también fueron encontradas en sitios del sur bonaerense, hecho que indica la existencia de una circulación de información técnica entre los cazadores recolectores tempranos.

Por último, es necesario aclarar que si bien la información arqueológica proviene de la excavación de los abrigos rocosos, estos asentamientos humanos debieron incluir -como también ocurre en la pampa bonaerense- el uso de campamentos y lugares de actividades

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específicas a cielo abierto, que actualmente son difíciles de localizar.

• SUR DE LA PAMPA BONAERENSE

Los primeros cazadores recolectores arribaron a esta zona hace 12.000 años. Probablemente hayan estado en todas las áreas de las pampas, pero hasta el momento, sus evidencias sólo se encontraron en las sierras de Tandil y en la llanura interserrana.

Como todos los grupos de cazadores recolectores, tenían mucha movilidad y se trasladaban en grupos pequeños, de manera organizada y con diferentes objetivos, como conseguir alimentos, obtener materias primas para la confección de sus herramientas, llevar a cabo rituales, etc. Sus asentamientos estaban construidos en cuevas o a cielo abierto y si bien no se recuperaron indicios de cómo eran estos últimos, se supone que serían toldos hechos con pieles de animales –guanacos o venados- que se colocaban sobre una estructura con postes y travesaños (Politis, 2000).

Para la caza usaban armas arrojadizas y también lanzas de mano, ambas tenían puntas de piedra con un diseño que conocemos como “cola de pez”. Su presa principal era el guanaco, aunque también comían ñandúes, venados y algunas especies pleistocénicas que todavía vivían en la región como megaterios, toxodontes y caballos americanos (los sitios de Paso Otero, Arroyo Seco y Cueva Tixi muestran asociaciones de material lítico con restos óseos de megafauna extinta).

Si bien la mayoría de los restos encontrados son de piedra, también “se han hallado artefactos de hueso, madera y otros productos vegetales y animales. La preservación distinta de los materiales hace que en una excavación arqueológica se recupere solo la porción más perdurable de un instrumento armado con distintos materiales. Así por ejemplo, cada punta de proyectil de piedra que se encuentre habrá estado seguramente enmangada en un astil de madera, sujetada mediante tientos y, probablemente, emplumada en el otro extremo (lanzadera o atlatl). Es decir lo conservado hasta la actualidad es apenas algún objeto del conjunto de productos tecnológicos que eran parte de la vida cotidiana en el pasado” (Flegenheimer, 2008).

Por último es preciso mencionar que en uno de los sitios señalados, Cerro El Sombrero, se encontró una gran cantidad de puntas de proyectil pequeñas y confeccionadas en forma poco elaborada, lo que sugiere que en ese lugar, los adultos transmitían a las generaciones más jóvenes la forma de tallar los diferentes instrumentos líticos y, a su vez, los niños practicaban allí para poder elaborarlos.

• REGIÓN CUYANA y SIERRAS CENTRALESLa región cuyana también muestra un poblamiento temprano entre los 11.000 y 9.000 años antes el presente. Con respecto a los dos sitios tempranos señalados en el mapa, sólo en uno de ellos (Gruta del Indio) se encontraron herramientas líticas asociadas a restos de animales extinguidos, fechados en unos 10.100 años antes del presente. Con respecto al otro sitio (Agua de la Cueva), ubicado a unos 2500 metros sobre el nivel del mar, si bien se recuperó una importante cantidad de instrumentos de piedra junto con carbón y huesos de animales consumidos por el hombre, no aparecen restos óseos de fauna extinta pese a la contemporaneidad de estas ocupaciones humanas con los últimos representantes de la megafauna pleistocénica. Este hecho sugiere la explotación de especies de camélidos que incluyeron al guanaco y probablemente a la vicuña o una especie similar extinta. Del estudio de los artefactos líticos también se infiere que las principales actividades que se realizaron en este sitio fueron la talla en piedras para hacer armas, el procesamiento y consumo de animales y el trabajo en los cueros de los animales.

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Con respecto a la región de las sierras centrales de Argentina, los indicios más antiguos de los primeros intentos exploratorios y de ocupación pueden ubicarse hace 11.000 años (El Alto 3). Pero a diferencia de Cuyo y de las otras regiones señaladas en el mapa, las poblaciones no habrían logrado asentarse definitivamente hasta momentos posteriores a 9.000 AP (antes del presente).

Según estudios recientes, la región central de Argentina era un ambiente atractivo para la instalación humana, con amplios pastizales que sustentaban una fauna diversa que incluía camélidos y varias especies de megafauna. ¿Cómo explicar, entonces, la falta de evidencia de presencia humana entre los 11.000 y 9.000 años?

Una posible respuesta sería tener en cuenta que cuando los grupos colonizadores ingresan en un nuevo territorio, para poder asegurar su reproducción biológica a largo plazo, dependen de una serie de factores: el tamaño de la población, la relación de sexos, las tasas de natalidad y muerte, las prohibiciones contra el incesto y, fundamentalmente, las conexiones con otros grupos. Por ello, si la población que ocupa determinado territorio tiene una densidad poblacional escasa y se encuentra demasiado aislada, importa poco que el territorio posea gran disponibilidad de recursos ya que lo que puede esperarse en estos casos son colonizaciones fallidas con probables extinciones poblacionales.

Tal parece haber sido el caso de la ocupación temprana en las sierras centrales de Argentina. Las exploraciones llevadas a cabo por grupos desprendidos de los principales núcleos poblacionales de las costas atlántica y pacífica, habrían quedado demasiado alejadas de los centros poblacionales y, por lo tanto, sus protagonistas no habrían logrado colonizar la región en forma decisiva al no alcanzar un nivel demográfico que asegure su éxito reproductivo en el largo plazo (Berberián y Rivero, 2008).

• LA PUNALas primeras ocupaciones en la Puna argentina se han registrado en abrigos rocosos como Inca Cueva 4 y Huachichocana III y están fechadas entre los 10.800 y 10.200 años AP respectivamente.

En ninguno de los dos sitios hay vestigios de consumo de fauna extinta a pesar de que estos primeros pobladores coexistieron con estos animales. Evidentemente, a diferencia de los cazadores patagónicos, los cazadores puneños preferían otras presas más pequeñas, semejantes a la fauna actual: llama, alpaca, vicuña y huemul.

En Inca Cueva 4 hay evidencias de que el sitio se reocupaba estacionalmente a fines de la primavera y durante el verano. Este retorno periódico al mismo lugar, permite inferir que los grupos humanos ya conocían el ambiente y, por lo tanto, se encontraban en una fase posterior a la de una mera exploración del territorio. El registro arqueológico indica que este lugar fue usado durante miles de años: los rastros del fogón más antiguo tienen 9.200 años y el más reciente 1.600.

Carlos Aschero afirma que "lo que nos enseña la arqueología es que esta zona formaba parte de una especie de fantástica red de productos que circulaban entre las poblaciones de la costa del Pacífico y las de los valles del noroeste argentino: la Puna aportaba carnes, cuero y lana de vicuña y sal; los valles, maíz, algarrobo, chañar y porotos. Algo así como un Mercosur de 10.000 años de antigüedad, conectado por caravanas de llamas. Incluso hemos encontrado elementos de selvas tropicales: plumas de guacamayos que eran usados como adornos. Lo interesante es que estamos hablando de economías de cazadores y recolectores que explotan recursos de su región y que además están manejando productos de las selvas. No es chiste."

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LA LARGA HISTORIA DEL NOROESTE

Desde su llegada al actual territorio argentino y durante casi ocho mil años, las primeras sociedades basaron su economía en recursos que provenían de la caza y recolección. Pero algunos hallazgos que se hicieron en el Noroeste argentino indican que esos grupos fueron experimentando cambios sustanciales en sus modos de vida a lo largo del tiempo. Las primeras evidencias del proceso de domesticación de camélidos y de ciertas especies vegetales se remontan a unos cuatro o cinco mil años de antigüedad. ¿Por qué motivo comienza este proceso? Las modificaciones del ambiente, el aumento de la población y las restricciones territoriales seguramente fueron los principales factores. Pero más allá de las dudas acerca de las causas de estos cambios y de los detalles de este proceso, una cosa es segura: hace cinco mil años atrás, el hombre del Noroeste argentino iniciaba el camino hacia el sedentarismo y la producción de alimentos.

1) Las primeras aldeas...A partir del 3.000 AP pequeñas comunidades agropastoriles del Noroeste argentino inician un período que la arqueología ha denominado Agro-alfarero temprano o Formativo, que llega hasta el año 550 d. C. Las nuevas estrategias de subsistencia basadas en la producción de alimentos (agricultura y domesticación de camélidos) y complementadas con caza y recolección, produjeron profundos cambios en estas comunidades, ahora sedentarias. Las características del ciclo agrícola y el manejo de los rebaños condujeron a la aparición de aldeas ubicadas en lugares con suelo fértil, con agua permanente y próximas a zonas de pasturas. Estas aldeas tenían características distintas según la región pero compartían un elemento en común: eran ocupadas todo el año o durante largo tiempo. Cada núcleo doméstico podía estar compuesto por uno o por varios recintos vinculados con un patio. Estos recintos, que en épocas anteriores se limitaban a la cueva o a construcciones de material perecedero, en esta etapa son construidos de manera más sólida (piedra y/o adobe) y en los sitios su número se incrementa. Hecho que ha sido vinculado a un crecimiento relativo de la demografía y a condiciones de mayor agregamiento poblacional.Con respecto a su alimentación, tenían una economía mixta, en base a la producción de vegetales como maíz, zapallo, quinoa, papa, porotos y la cría de camélidos andinos, principalmente llama. La caza de camélidos silvestres, roedores y aves, y la recolección de vegetales como el algarrobo y chañar si bien siguieron teniendo importancia en esta etapa fueron paulatinamente cumpliendo un rol secundario. El hallazgo de morteros y molinos en distintos sitios, dan cuenta del consumo de vegetales domesticados. Las prácticas ganaderas y de caza se hallan atestiguadas por la gran cantidad de huesos encontrados, principalmente de camélidos, tanto salvajes como domésticos. El mundo simbólico de estas sociedades se refleja en piezas cuya función va más allá de lo utilitario. Se trata de objetos de extraordinaria calidad artística. Los más frecuentes fueron las vasijas con rasgos humanos o de animales como las que identifican al estilo Candelaria. O con características monstruosas como las representadas en la cerámica Condorhuasi, donde se combinan rasgos humanos y de bestias con volúmenes geométricos que no se corresponden con lo biológico. También se hallaron máscaras elaboradas en piedra, provenientes de Catamarca y Tucumán. Una de ellas corresponde al estilo Ciénaga, y se presume que su uso estuvo vinculado con rituales de inhumaciones, funcionando como máscaras mortuorias.

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Las pipas también fueron un elemento común en las sociedades aldeanas del Noroeste argentino. Estaban fabricadas en cerámica aunque también se encontraron algunas en piedra (como las de Condorhuasi y Tafí). Es posible que su utilización haya estado vinculada al consumo del cebil.

TAFÍ. El valle de Tafí posee una importante ocupación aldeana cuyos asentamientos están distribuidos en diferentes puntos de Valle. Fue ocupado entre el 400 a.C. y el 600 d.C. por uno de los grupos de agricultores más antiguos del Noroeste argentino, quienes fueron colonizando nuevos espacios para el asentamiento y la supervivencia.

Hoy en día es uno de los centros arqueológicos más importantes de la Argentina donde pueden apreciarse las instalaciones aldeanas, los corrales y las estructuras de cultivo. También se encontraron recipientes de cerámica, hachas de piedra, puntas de proyectil, instrumentos para moler el grano y herramientas de cobre.

Las viviendas comenzaron a ser construidas en espacios abiertos. Se componían de numerosos recintos circulares distribuidos en torno a un patio central con paredes de piedra de 1,60m de alto y techo de ramas, paja y barro:

“Las viviendas podían alcanzar grandes dimensiones, superiores a 300m2, e incluir más de veinte recintos, lo cual permite deducir que habrían albergado a grupos domésticos extensos, formados por dos o más familias. En la mayoría de los patios centrales se encontraron enterratorios o cistas de planta oval o circular, en las que los cuerpos de los difuntos se depositaban acompañados por numerosos objetos de cerámica, piedras semipreciosas o metales. Las tumbas, individuales o colectivas, permanecían a la vista de los ocupantes de la vivienda, ya que sobresalían por encima del nivel del piso y generaban un espacio literalmente poblado de sepulturas en torno a las cuales tenían lugar actividades como la molienda de granos o la fabricación de tejidos e instrumentos. Podría decirse que en las viviendas el mundo de los vivos se mezclaba con el de los muertos” (Salazar, J.; Franco Salvi, V. y Berberián, E. , 2012).

Se destacan los menhires de piedra, de hasta 3 o 4m de altura, tallados y pulidos, lisos, con incisiones o pintados con motivos en bajorrelieve de felinos, humanos o serpientes. Quizás sea más apropiado el nombre de huanca, porque expresa el concepto de esta clase de piezas, entendidas como ancestros de piedra de los grupos domésticos. Su gran tamaño y peso, las inscripciones que presentan y la cantidad de piezas que se encontraron distribuidas en al valle, revelan que fueron el fruto de un trabajo comunitario, solidario, a la vez que evidencian la importancia cultural que tenían para su comunidad de origen.

EL ALAMITO.

Los s i t ios a rqueo lóg icos “Alamito” se encuentran en el Campo de Pucará, en el departamento de Andalagá, p rov inc ia de Catamarca. Ubicados cronológicamente entre los años 200 y 450 d.C. y separados entre sí por una distancia de cerca de 100 metros, estos sitios están conformados por una serie de recintos emplazados alrededor de un patio central realizados con paredes de bar ro y columnas de piedra para sostener las vigas del techo. Sobre un costado se levanta un montículo artificial de tierra (de hasta 30 metros de largo por tres e alto), junto al cual se construyeron dos plataformas ceremoniales de piedra. Este mismo patrón se repite en más de 50 núcleos residenciales dispersos entre campos para el pastoreo o el cultivo.Sus pobladores se destacaron por la calidad artesanal del trabajo de piedra pulida y esculpida. Las piezas más r e p r e s e n t a t i v a s s o n l a s máscaras de piedra y los s u p l i c a n t e s : p e q u e ñ o s monolitos de piedra de carácter antropomorfo relacionados con el culto a los antepasados. También fabricaban piezas de a l f a r e r í a d e l o s e s t i l o s denominados Condorhuasi y Ciénaga.

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2) Los señoríos...

Durante el período conocido como Agroalfarero Medio (entre el 550 y el 1100 d.C.), los grupos humanos ubicados en las distintas zonas protagonizaron desarrollos históricos diferentes y, muchos de ellos, habrían alcanzado un grado significativo de complejidad social, como La Aguada (región Valliserrana Sur) o La Isla (Quebrada de Humahuaca). Este período también es conocido como Período de Integración Regional, haciendo referencia a los procesos de unificación que se dan entre las diversas sociedades locales. Surge, de esta manera, una nueva forma política: las jefaturas o señoríos.

Estos nuevos sistemas de organización están íntimamente relacionados con el aumento de la población, las restricciones territoriales y el ingreso de nuevas ideologías. Se puede decir que estos grupos cuentan con estratificación social, liderazgos y cierto grado de concordancia política entre varias aldeas. Es la época de máximo desarrollo tecnológico en la región. La tecnología agrícola-ganadera muestra importantes adelantos: la incorporación de áreas de explotación más extensas; la domesticación de las llamas como animales de carga; los sistemas de riego artificial; los cultivos en terrazas sobre laderas que, además de crear un suelo apto para los cultivos, constituye un recurso constructivo que permite aprovechar el agua y controlar la erosión. Mientras tanto, la caza y la recolección continúan teniendo gran importancia económica. También hubo una especialización artesanal, particularmente en alfarería y metal, lo que implica la existencia de un excedente económico que hace posible la diversificación de roles y, por lo tanto, posibilita que una persona pueda dedicar su tiempo a producir sólo una clase de bien, que luego puede entrar en un circuito de intercambio o distribución.El fuerte carácter religioso y ritual, se manifestó fundamentalmente en la iconografía y en la arquitectura ceremonial.

AGUADA.

Su epicentro estaba en Catamarca, con expansión en La Rioja y el norte de San Juan. Allí se registra, alrededor del siglo VI d.C., una nueva organización regional:

“Si pudiéramos valernos de los conocimientos que nos ha aportado la arqueología, y nos fuera dado contemplar a vuelo de pájaro el valle de Ambato en el siglo VI de nuestra era, tendríamos ante nuestra vista un paisaje que lleva inscriptas las transformaciones sociales. Se destacan notablemente tres huellas: los centros ceremoniales, las pequeñas aldeas y las terrazas de cultivos en las laderas [...] (Pérez Gollán, 2000).

Estas tres huellas en el paisaje son el testimonio de un nuevo orden ideológico, territorial y económico: los señoríos o jefaturas. Una forma política que se caracteriza por un marcado crecimiento de la población, por la desigualdad, la jerarquización interna y la especialización artesanal. El patrón de asentamiento de Aguada es significativamente diferente al de Alamito:

“En éste, en cada sitio se repite la misma estructura básica de los demás. De esta manera, cada unidad Alamito puede considerarse como un todo. En cambio, en Aguada, cada sitio es parte de una unidad mayor y sus diferencias responden a las funciones distintas y complementarias de cada uno dentro del conjunto, y de los sectores sociales comprometidos en el desarrollo de tales funciones. A partir de allí se puede inferir que estamos ante una organización más compleja, que trasciende los límites de la familia extensa y que opera a un nivel comunitario. En ella aparecen, al menos en forma incipiente, segmentos sociales menos relacionados con la producción de alimentos y más involucrados en la producción de bienes y ‘servicios’ religiosos” (Gordillo, 1990).

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Aun cuando el surgimiento de la iconografía Aguada y de la ideología que la sustenta es todavía difícil de explicar, se advierte una relación con el complejo de ideas religiosas alrededor del felino, el sacrificador (la imagen del guerrero con hacha y cráneo-trofeo) y el uso de plantas sagradas, que se remontaría hasta los orígenes de Tiahuanaco. Este culto jugó un papel importante como factor de cohesión cultural y de preeminencia de jefes o señores y shamanes que concentraban el poder religioso, militar y político.

Efectivamente, si bien todo indica que la élite de jefes o señores construyó su poder político sobre el control de la producción y el intercambio de riqueza y de bienes de subsistencia, a su vez, la conservación de este poder también se vio reforzada por una ideología dominante que se objetivó en diferentes bienes simbólicos. A modo de ejemplo, los discos hechos en bronce por artesanos especializados fueron, sin duda alguna, objetos de alto valor simbólico ya que comunicaban no sólo la jerarquía social, al estar restringida su posesión y uso sólo a quienes detentaban el poder, sino que también funcionaban como recursos de legitimación sobrenatural del poder terrenal de los señores:

“En términos generales, la mayoría de estas placas presentan un diseño que tiene un personaje antropomorfo central, con un adorno en la cabeza. Sobre sus hombros, hay un par de felinos con largas colas enroscadas hacia abajo; en algunos ejemplares el personaje lleva colgando del brazo un hacha; en la porción inferior se han representado un par de animales con apariencia de saurios. Creemos que es posible identificar este “ser” con el ídolo de Copacabana que se veneraba en un santuario frente a la isla Titicaca, donde se decía que había aparecido el sol” (Pérez Gollán, 2000).

Las expresiones artísticas de La Aguada se despliegan a través de múltiples materiales: alfarería pintada, pulida y grabada, metalurgia del oro y bronce, escultura en piedra y arte rupestre con grandes imágenes pintadas en abrigos y cuevas rocosas al este de la sierra de Ancasti (La Tunita y La Candelaria):

“Todas esas formas plásticas son portadoras de una rica iconografía de carácter figurativo-fantástico poblada obsesivamente de imágenes de felinos, figuras humanas muy ataviadas, algunas con armas en sus manos o cabezas colgando de sus brazos, con tocados o máscaras, otras ya son seres híbridos –tal vez la representación de la transformación chamánica-; completan el repertorio las figuras de saurios y serpientes, aves, vampiros y diversas formas geométricas” (Llamazares, 2002).

LA ISLA

A menos de dos horas de camino al norte de Tilcara, se encuentra un conjunto arqueológico denominado La Isla. Allí hay cementerios, lugares diferenciados para habitar y para la producción. La agricultura se realizaba en canchones, andenes y terrazas; aparecen las acequias y hay estructuras semisubterráneas de almacenaje, que evidencian la producción de excedentes. En 1908, durante la campaña del Museo Etnográfico de Buenos Aires, Salvador Debenedetti excavó tres áreas del cementerio: El Morro, Necrópolis A y Necrópolis B. Sólo El Morro y la Necrópolis A fueron excavados en detalle. En ellos se pudo discriminar el material por tumba, 11 y 21 unidades mortuorias respectivamente. En El Morro, ubicado en un área elevada y diferenciada del espacio habitacional, predominan los entierros simples, ocasionalmente dobles, y se destaca la calidad y la cantidad de ofrendas recuperadas en algunas inhumaciones, como alfarería fina, artefactos líticos y piezas de bronce y oro. Estas características y la visibilidad de este lugar se han interpretado como indicadores de complejidad social.

A partir de esta primera excavación, los cementerios de La Isla de Tilcara ocuparon un lugar prominente en la arqueología de la Quebrada de Humahuaca. Algunos de los debates en los que frecuentemente se cita evidencia de este sitio son la cronología, la existencia de cementerios formales y el desarrollo de la complejidad social a mediados o fines del primer milenio.

“La Tumba 11 de El Morro se halló en la parte central del sitio, destacándose el lugar funerario por su alta visibilidad y preeminencia. Contenía los restos óseos de un único individuo adulto que estaba acompañado por un extraordinario ajuar personal y por numerosas ofrendas. Se trata de la tumba más rica de La Isla con 143 ítems y una de las unidades funerarias con mayor cantidad de bienes registrada en todo el Noroeste Argentino. En su momento, Debenedetti señaló:

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Esta fue la más importante de las tumbas exploradas en “El Morro”, tanto por el número de piezas exhumadas como por la calidad y variedad de ellas [...] contenía un solo cadáver en condiciones tales de colocación y con tan rico ajuar fúnebre, que permite establecer una relación de semejanza entre esta tumba y aquellas que describen los viejos cronistas, pertenecientes a los hijos de los incas o representantes de éstos.

Como vajilla de servir se habían colocado 71 cuencos rojos, de los cuales alrededor de 50 conservan el diseño de líneas negras en la superficie interna. Acompañaban, además, 12 cuencos grises o con el interior negro pulido. Destinados a bebidas, se hallaron cinco jarros y un vaso tricolor excepcional. En total, se contabilizaron 96 vasijas cerámicas. Parte de esta vajilla debió contener la gran cantidad de maíz quemado que Debenedetti menciona en las notas de campo, entre otros alimentos y bebidas que pudieron estar guardados en los cántaros. Esto indica que esta vajilla fue utilizada antes de ingresar como ofrenda mortuoria del personaje inhumado.

La tumba incluía una figurilla de terracota maciza, de una llama hembra de 110 mm de largo por 40 mm de altura. Se exhumó, además, el fragmento de la cabeza de otra pieza análoga y los restos óseos de un guacamayo grande. Había también restos óseos de otro loro de menor tamaño. Como es sabido, el vistoso plumaje de estas aves, en la gama de tonos rojo, amarillo y turquesa, fue largamente usado en los Andes para la elaboración de tocados y la aplicación de diseño plumario en textiles.

La persona inhumada debió tener algún adorno colgante integrado por cuentas de piedra. En otro orden, las ofrendas de la Tumba 11 también incluían dos tubos de hueso muy pulidos, de 55 mm y 11 mm de largo, los que pudieron estar vinculados con la absorción de alucinógenos.

Es probable que el personaje llevara un rico atuendo textil, el cual no se conservó por las condiciones ambientales del lugar. Los ropajes debieron estar adornados con láminas de oro colgantes o cosidas a la vestimenta, de las cuales se recogieron 25 piezas, además de seis campanillas o cascabeles de aleación oro-plata y cuatro de bronce”.

Texto extraído de Tarragó, M., González, L., Ávalos, G. & Lamamí, M. (2010). “Oro de los señores. La tumba 11 de La Isla de Tilcara (Jujuy, Noroeste argentino)”. Boletín del museo chileno de arte precolombino. Vol. 15, N° 2, pp. 47-63, Santiago

de Chile.

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3) Los “poblados” tardíos...

El período “de los Desarrollos Regionales”, también llamado Agro-alfarero Tardío (1100-1480 d.C.), se caracteriza por la aparición de sociedades poderosas con territorios controlados y defendidos desde los pucará (centros residenciales con características defensivas, emplazado en la cima de cerros o mesetas de difícil acceso y con amplia visibilidad del entorno).Cuando en el siglo X se produce el colapso de las sociedades que concentraban el poder político y religioso de La Aguada y el poder económico y político de Tiahuanaco, en el Noroeste argentino se desencadenan una serie de transformaciones profundas. Este proceso de fragmentación es seguido por el surgimiento de nuevas formas políticas y económicas que se cristalizan en sociedades conocidas como Calchaquí, Tastil, Yocavil y Belén, en las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca. Más al norte, en Jujuy, Tilcara, Humahuaca, Yavi y Casabindo. Hacia el sur, en las actuales provincias de La Rioja y San Juan, Sanagasta, Aimogasta y Angualasto.El aumento de la población, la aplicación de nuevas tecnologías (la agricultura hidráulica, el control de diversos pisos ecológicos y una explotación ganadera intensiva) y un sistema de abastecimiento basado en la producción especializada, condujeron tanto a la concentración de viviendas en poblados conglomerados como así también a la profundización de las relaciones sociales desiguales tanto en la organización del trabajo como en la distribución y el consumo de bienes:

“A mediados del siglo XIII estaban en funcionamiento ‘centros poblados’ de varios cientos de habitantes y hasta miles, en todos los oasis de la Puna y en los valles apropiados para la explotación agropecuaria […] A medida que se afianzaba la cohesión social interna dentro de cada uno de los territorios, se ampliaban las diferencias en los aspectos sociales con los restantes y se gestaban sistemas políticos tendientes a la centralización del poder. Tal es el caso de Yocavil, con varios centros de primera magnitud, y los de Belén en Hualfín, que desplegaron un dominio territorial de considerable extensión y con distintos niveles de acción hegemónica sobre sus vecinos” (Tarragó, 2000).

Dieta. Las sociedades de aquella época utilizaron al máximo los recursos disponibles. La agricultura hidráulica estaba plenamente desarrollada y el excedente agrícola era guardado en silos de varias clases. Las estructuras construidas en paredones rocosos elevados y en los lugares más secos deben haber servido especialmente para el maíz. Las papas y otros tubérculos pudieron guardarse en pozos y la quínoa, por el tamaño reducido del grano, se almacenaría mejor en vasijas y sacos tejidos. El pastoreo de la llama fue un medio de subsistencia básico. Su explotación fue completa, incluyendo el aprovechamiento de todos los productos y subproductos del animal, a juzgar por los restos óseos de alimentación, las estructuras de corrales, el uso de fibras para textiles y diversos artefactos, como ojotas y bolsas de cuero.

En este período la población dispuso de una dieta más balanceada que en épocas anteriores. Esto no significa que toda la población haya tenido una buena ingestión de proteínas; por el contrario, parece que hubo distinta calidad de dieta según los grupos sociales, tal como se ha podido estudiar en la población del pucara de Tilcara.

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La producción especializada. El desarrollo artesanal también había alcanzado niveles de excelencia en la producción de útiles y de bienes suntuarios antes del arribo de los incas. La formación de "especialistas" estuvo vinculada al proceso metalúrgico, la tejeduría y la fabricación cerámica, entre otras manufacturas. La aleación de bronce de buena calidad, además del oro y la plata, se usó para la obtención de objetos suntuarios y de ornamento corporal, tales como brazaletes, anillos, colgantes, pinzas depilatorias y campanillas. También se producían herramientas para trabajos especializados, como hachuelas y variados tipos de cinceles para el repujado y la talla de la madera. La producción cerámica se diversificó cubriendo, mediante formas específicas, distintas funciones tales como las actividades culinarias, de almacenaje, servicio de vajilla para alimentos y bebidas, y vasos para fines rituales o funerarios, así como vasijas de elaborado diseño para la inhumación de niños pequeños en Santa María y Belén.

Vetimenta y jerarquía. En la sociedad andina la vestimenta fue un medio apropiado para los despliegues de ostentación, a través del acceso diferencial a la calidad y el tipo de textiles que podían usar las distintas personas. Entre otros aspectos, estas diferencias se expresaban a través de la calidad de los tejidos así como por la abundancia y riqueza de los ajuares mortuorios que se exponían en el momento de la inhumación del difunto. La indumentaria se componía de camisas o túnicas (unku), ponchos o mantas, gorros y fajas, realizados en telar. Ante la falta de bolsillos, se usaban pequeñas bolsas (chuspa), con tiras que se colgaban del cuello. El atavío se completaba con el calzado típico de la región, las sandalias u "ojotas" de cuero curtido

Religión. Si bien los estudios sobre la organización social y las prácticas religiosas de las sociedades prehispánicas del Noroeste argentino son escasos, existe un consenso acerca del funcionamiento en la misma de esta estructura religiosa panandina en la cual el Sol, el trueno y los cerros jugaban un papel primordial, además de los seres animados, en particular, los animales de los diversos ámbitos, tales como los camélidos, los felinos, el avestruz o suri, la serpiente y los batracios.

Los sacrificios de personas, aunque menos frecuentes que en la época de los señores de La Aguada, existieron tanto en sociedades de Jujuy como de los valles Calchaquíes. Testimonian dicha práctica los cráneos-trofeos hallados en contextos fúnebres de Humahuaca, Belén y Andalgalá. Otros casos de sacrificios humanos habrían estado relacionados con ritos de fertilidad. En las figuras de las urnas Santa María y Belén, así como en pinturas rupestres, aparecen personajes que exhiben cabezas humanas colgando de su cintura o apoyadas sobre el hombro.

Otra de las formas de conocer el contexto ritual y de creencias es mediante el culto dedicado a los difuntos. Los enterratorios de la población Humahuaca fueron de varios tipos: de párvulos en urnas dentro y fuera de habitaciones; de adultos en sepulcros prolijamente confeccionados dentro de recintos, así como densos osarios y entierros primarios fuera de ellas. Los pueblos de Calchaquí, Santa María y Belén rindieron también un acendrado culto a sus muertos. Los velaban durante varios días, había comidas rituales, danzas y exposición de la ropa del difunto hasta que por último era inhumado con sus vestimentas y ofrendas de alimentos, bebidas y otros bienes, en fosas cubiertas por amontonamientos de piedras. El luto duraba un año y a su término se celebraba un banquete conmemorativo. El entierro de los difuntos podía efectuarse dentro de las casas o en cementerios separados de la zona residencial. Sobre todo, eran numerosos los cementerios de urnas. Los niños eran colocados en posición fetal en el interior de vasijas ventrudas, ya sea de uso doméstico y utilizadas luego como urnas, o en verdaderos sarcófagos de cerámica preparados específicamente.

A mediados del siglo XV se produjo la penetración incaica en estas provincias meridionales, con los consiguientes fenómenos de dominación. El impacto debió cambiar aspectos materiales y sociopolíticos; sin embargo, el núcleo cultural fundamental y la lengua no se modificaron hasta la conquista española y después de soportar una situación de guerra durante más de cien años. Aun- que oscurecidas por

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la Conquista y la evangelización, se mantienen en poblaciones de lugares recónditos del Noroeste argentino pautas culturales en modalidades alimenticias, manejo del ganado y de cultivos nativos, así como otras costumbres y creencias cuyas raíces se imbrican profundamente en el pasado aborigen.

Selección de textos extraídos de Tarragó, M. N. (2000) “Chacras y pukara. Desarrollos sociales tardíos” en Tarragó, Myriam (dirección) Nueva Historia Argentina. Los Pueblos Originarios y la

conquista. Editorial Sudamericana, Buenos Aires.

TILCARA. En el ámbito de Humahuaca y quebradas subsidiarias se dio un largo proceso de evolución de las poblaciones hasta alcanzar, en los últimos cinco siglos antes de la entrada de los europeos, uno de los desarrollos sociales y políticos más complejos que ocurrieron en los Andes meridionales.

En esta región, sobre la margen izquierda del río Grande y a menos de 100 kilómetros de la capital jujeña, Tilcara se transformó en una importante cabecera. Durante el período tardío y a 2500 metros sobre el nivel de mar, se construyó el pucará, que contenía viviendas, un templo, un cementerio y, al pie del cerro, grandes corrales probablemente usados para el cuidado de las llamas cargueras. En el pucará también funcionaron talleres de producción especializada. Las viviendas ocupaban la mayoría de la superficie y estaban comunicadas por senderos. Eran de piedra, con techos de barro asentados sobre tirantes de cardón. En la falda sur del cerro se encuentra uno de los basureros, donde se arrojaban todo tipo de deshechos, por lo que resulta sumamente rico en información arqueológica.

El descubrimiento del Pucará de Tilcara se debe al etnógrafo doctor Juan B. Ambrosetti, que en 1908, juntamente con su discípulo y continuador, el doctor Salvador Debenedetti, halló los restos que luego permitirían reconstruir una de las edificaciones precolombinas más imponentes de la Quebrada.

TASTIL. La quebrada del Toro también constituyó un espacio económico y social significativo durante el período tardío. Comprendía un gran centro urbanizado, Tastil, y otros poblados de segundo y tercer orden.

Tastil una enorme aglomeración de viviendas de piedra y su área de influencia posee una neta separación entre los sitios de producción agrícola y centros poblados de consumo y administración. Es interesante el patrón funerario de esta población. En las ofrendas mortuorias abundaban las calabazas pirograbadas, así como diversos objetos de madera, hueso y metal. Una de las manufacturas importantes fue la textil.

Como centro de control administrativo y político ejercido por una minoría jerarquizada, Tastil posibilitó la producción de excedentes y el intercambio regional de amplio espectro: “Aparentemente estaríamos frente a un tipo de economía de franca expansión, que sumó a los recursos propios y a los obtenidos en su área de influencia directa, aquellos otros provenientes de los diferentes ambientes ecológicos aledaños, como La Puna, gran proveedor de materias primas tales como la lana, carne y sal, y de los valles templados del Sur, como el de Lerma y Calchaquí, fuentes primordiales de otros tipos de materias primas, como la madera, cultígenos como porotos, ají, achira y otros frutos de clima más templado, ciertas aves, etc. (Vitry, 2003).

BELEN. El centro principal estuvo radicado en el valle del río Hualfín, extendiendo su influencia hacia el oriente y hacia el occidente. Otra probable extensión de la organización Belén ocurrió en Antofagasta de la Sierra.

Al igual que en los valles Calchaquíes, aquí se produjo un sensible desarrollo poblacional, sobre la base de una economía agrícola- pastoril. En un comienzo, entre los siglos IX y X d.C., la población se distribuía en pequeños núcleos constituidos por grandes recintos rectangulares de anchos muros y otros más pequeños adosados, donde habrían residido varias familias. Por esa razón se suele hablar de "casas comunales". Su organización era similar a las de Santa María. Avanzado el período, parte de la población se nucleó en centros ubicados en la cima de cerros o en mesetas con fines defensivos. Las viviendas eran cuadrangulares de pirca doble.

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SANAGASTADurante el Período de los Desarrollos Regionales del Noroeste argentino, el norte de las actuales provincias de La Rioja y San Juan, y el Sudoeste de Catamarca fueron ocupadas por sociedades portadoras de un estilo cerámico con características particulares. Contrariamente a lo que ocurriera en el resto de los valles y quebradas del NOA, donde se observa la presencia de sociedades más complejas organizadas en pueblos aglomerados y con construcciones defensivas, el patrón de asentamiento de Sanagasta se caracteriza por las aldeas dispersas entre los campos de cultivo. Estos asentamientos habrían incluido estructuras de almacenamiento semisubterráneas, corrales rectangulares, agricultura a base de irrigación y andenería, cementerios de párvulos en urnas en las inmediaciones de las estructuras habitacionales, entierros de adultos en las proximidades de los asentamientos y cerámica con motivos geométricos.

Algunos autores sugirieron que su arquitectura debió haber sido construida con materiales perecederos como quincha, adobe y tapia, y ocasionalmente con muros de pirca. Esta situación justificaría, en parte, la escasa evidencia de sitios tardíos debido a las dificultades de conservación de este tipo de elementos.

La cerámica se caracteriza por las guardas geométricas en negro sobre un fondo opaco rojizo, en urnas globulares de cuello bastante estrecho. Los motivos son ajedrezados en paneles. Lo más típico son los grandes recipientes usados como urnas y hallados en cementerios. Las artes textiles tuvieron un alto desarrollo como lo demuestran los ajuares de los entierros.

(Texto extraído de Splenger y Callegari, 2003).

SANTA MARÍA. El ámbito cultural de los valles valles de Santa María o Yocavil y Calchaquí fue uno de los territorios de mayor complejidad social y política, con importantes núcleos de población como las quebradas de Tolombón y Pichao con alta densidad de viviendas y el gran poblado de Quilmes que, según las fuentes, tuvo bajo su control a once pueblos. Allí se encontraron grandes recintos que probablemente fueran viviendas comunales.

Estos centros se caracterizan por la localización de la población en un cerro con edificios especiales en su cumbre, el poblado al pie del cerro y líneas de defensas en las laderas. Desde esos focos se articulaban diversas unidades domésticas de carácter rural. El otro modelo de poblado ocupaba la cima de las mesetas altas y planas, permitiendo así construcciones en forma de damero. Santa María y Belén constituyeron dos facetas de un mundo compartido, donde el intercambio social y de productos fue muy dinámico, sobre todo, en los momentos finales prehispánicos, aunque cada uno mantuvo su propio estilo y su ámbito territorial independiente del otro. El rasgo más conocido de ambas sociedades fue la inhumación de niños en vasijas cerámicas, decoradas por la aplicación de caras antropomorfas modeladas o con motivos zoomorfos y geométricos pintados, que se enterraban en parajes especialmente elegidos como áreas funerarias. En particular, la cerámica santamariana estaba destinada a distintas funciones (culinarias, de almacenaje, vajilla y vasos rituales, etc.). Un aspecto a destacar se vincula al estilo de decoración de urnas que se componía de tres partes: una base tronco-cónica, un cuerpo globular y un cuello evertido. Paneles tripartitos combinan líneas angulares con motas negras, reticulados y grecas con motivos figurativos, antropomorfos y zoomorfos (suri, sapo y la serpiente bicéfala).

Practicaban tres sistemas de cultivo simultáneos: el cultivo de fondo de valle, el cultivo de ladera en andenes y la explotación de cuencas de alto rendimiento. Esto fue posible gracias al desarrollo tecnológico, la incorporación del regadío en forma sistemática y el control de la erosión por medio de un complejo sistema de terrazas y parcelas de cultivo.El estilo de Belén se caracterizó por decorar las vasijas, cuencos y urnas en negro sobre un fondo rojo. Las urnas para niños tenían tres paneles decorativos con motivos de grecas y dameros. Los elementos figurativos están dados por la cara humana modelada en el cuerpo de la vasija, algunos saurios, las serpientes de dos cabezas (anfisbenas) destacándose por sus rasgos, unos animales de larga cola. Además del uso frecuente de urnas para el entierro de párvulos, también existía la modalidad de inhumar a los adultos en grandes urnas, a veces acompañados por adornos realizados en finas láminas de oro. Los cadáveres eran envueltos en textiles de alta calidad.

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LA DOMINACIÓN INCA

Pachacuti, el noveno inca, impulsó la expansión territorial a partir de 1438. Fue sucedido por su hijo Topa, quien reinó a lo largo de tres décadas desplegando sus dotes de conquistador. De hecho, el ingreso incaico al Noroeste argentino, cerca del año 1480, tuvo lugar durante su reinado. Lo sucedió Huayna Capac y a su muerte sus dos hijos, Huáscar y Atahualpa, se enfrentaron en una disputa por el poder dando lugar a una guerra civil que todavía no había concluido cuando llegaron los españoles. Por aquel entonces, el imperio incaico o Tawantinsuyu, cuyo centro estaba en Cuzco, abarcaba cerca de un millón de kilómetros cuadrados de superficie que se extendía desde Ecuador hasta el centro de Chile y Cuyo.Durante su expansión, el Estado incaico fue anexando territorios con características sociales y ambientales muy diferentes. Este hecho lo obligó a implementar estrategias de dominación particulares para cada región teniendo en cuenta una serie de factores: el potencial de recursos y de mano de obra del lugar, su grado de desarrollo político, el nivel de resistencia de los pobladores, etc. De manera general, se puede decir que el control de los diferentes territorios se basó en una combinación de violencia y consentimiento a la dominación. Cuando los incas arribaron, el noroeste argentino estaba habitado por sociedades con diferente capacidad de respuesta ante la avanzada de los ejércitos cuzqueños:

“En términos generales, la conquista se habría fundamentado tanto en maniobras diplomáticas como en acciones de coerción directa […] La ocupación incaica abarcó menos de un siglo. Sin embargo, en tan breve tiempo la presencia imperial tuvo un fuerte impacto en la vida de las sociedades locales, según lo acredita el rico registro arqueológico de artefactos y restos arquitectónicos” (González, 2000).

Desde el punto de vista administrativo, la integración del Noroeste argentino al imperio, se formalizó a través de la creación de cuatro provincias:

• Humahuaca, con capital en el poblado de Tilcara. • La provincia de Chicoana con centro político en La Paya. • Quire Quire cuyo principal asentamiento fue Tolombón. • La provincia Austral, cuyo centro habría sido Tambería de Chilecto.

CAPACÑAN. Una organización tan heterogénea y extendida como el imperio inca, necesitaba movilizar con manera rápida y eficaz bienes, personas e información. Para ello fue necesaria la construcción de una red vial, llamada capacñan, que se extendiera hasta los rincones más alejados del imperio y asegurara la comunicación y circulación de bienes desde y hacia las cabeceras políticas. Esta red vial se transformó en la columna vertebral del imperio. No sólo unía los diferentes poblados sino que también constituyó para las comunidades dominadas un símbolo

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omnipresente de la autoridad del Inca. Su diseño incluía diferentes asentamientos separados entre sí por 15 o 25 kilómetros, distancia que según el terreno era equivalente a una jornada de marcha a pie. Estos asentamientos podían ser: guarniciones militares (pucará); o centros administrativos; de almacenamiento o de producción y también tambos. Eran postas a lo largo del camino que tenían como objetivo principal brindar reparo y aprovisionar a los contingentes (caravanas, ejércitos, funcionarios, correos). En el noroeste argentino, esta red vial alcanzó alrededor de 2.000 kilómetros.

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