11
Los repeles de la navidad Cuento de navidad

Los repeles de la Navidad

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Un cuento de Navidad

Citation preview

Los repeles de la navidadCuento de navidad

Un cuento de Navidad

Los repeles de la navidad

RAFAEL GONZALEZEnero 2014

Con la resaca fresquesita, de las festividades de la navidad y año nuevo, el jefe de la familia se dispone a invitar a sus amigos más cercanos para celebrar lo que le ha venido en gana llamar “los repeles de la navidad”.

Esto no es más que reunirse, en familia, para contar los chistes, cuentos y anécdotas de todo cuanto vivieron durante los días de pascuas y el 31 de Diciembre, mientras degustan las sobras de las botellas que no pudieron vencer durante las rondas etílicas que se extendieron en las frías noches decembrinas; y las migajas de hallacas, pernil, pan de jamón, panetones, tortas, etc., que andan por los rincones de la casa y dentro de la nevera; los cuales no está dispuesto a perder.

Es así, como avanzada la tarde del Día de Reyes, Lexis es el primer invitado en llegar porque sabe que los primeros tragos son los del mágico elixir de los dioses, llevando consigo la bolsa de carbón que antes le habían pedido llevara para quemar la cabeza de cochino que ya se estaba descongelando; sin que le faltara en su gualdrapa el último Cd de música selecta que había colocado en su programa de radio el día anterior.

Previo a los sentidos abrazos de larga amistad, incluidas fuertes palmadas en la espalda y cortos susurros al oído, con camiones de deseos para mejorar el próximo año; sin poder evitar algunas lágrimas que resbalaban por ambos rostros, el par de sexagenarios motivan al resto de los convidados a preparase para recibir lo suyo.

Uno a uno, los integrantes del grupo familiar, incluyendo la matrona de la casa, esperan su turno para estrechar sus cuerpos al mismo tiempo que se escuchaba la común expresión: ¡Feliz año, carajo,...menos mal que matriculamos!.

Progresivamente se va conformando el grupo de vikingos, vestidos con ropa ligera, sentados en las silletas de cuero…y muy cerca al fogón de leña; siempre atentos para atizar la candela, buscar el hielo, o salir a atender al siguiente invitado.

Mientras cae la tarde, con el fogón ardiendo y las gaitas de Guaco en su apogeo, el ladrido de las mascotas caninas anuncia la llegada de Albert, quien desde las rejas de la puerta principal de la casa deja escapar un lejano grito de aviso:

¡Aquí estoy, como abre esta vaina!. Reriéndose a la complicación de la manilla de la puerta para abrir. Con él llegan cuatro dedos de etiqueta negra, dispuestos para el sacricio en aquel albur.

Chistes van y vienen. Comentarios sobre la recién campaña electoral y sus consabidos resultados en el municipio, prevalecen en las primeras intervenciones, pero que pronto se desvanecen con la aparición de otros invitados, que obligan a reciclar los abrazos y darse el felizaño'; aportando otros temas a la conversa.

“piano, piano” dice Jesús al pae' en el oído, porque sabe lo que se avecina en la jornada…, y todavía no ha llegado el repele mayor que trae su hermano desde la capital; mientras que Lexis insiste en la colocación del Cd para escuchar su música y entusiasmar al viejo, al mismo tiempo que le sacaba el yare a unos tres dedos de Grand, que tenían rato llevando palo.

Llegó el mayor, y con él varias botellas golpeadas, que no aguantarían ni una ronda de los sedientos concurrentes. Al tiempo que anunciaba:

“Por ahí debe venir Cesarín con más bastimento, pero, nos bandeamos con esto”.

Quien se adelantó al esperado, fue “el neno”; quien llegó preguntando por el caldero para comenzar a aliñar los cueros de chicharrón, que vino dispuesto a freir.

Mientras tanto, de sorpresa, aparece la matrona con una bandeja repleta de repeles de las salsas para untar y las galletas de soda, más unas aceitunas trasnochadas que no aguantarían una enfriada más en la nevera.

Atrás venía Adri con un cuarto de la torta de guanabana, que no alcanzaron a engullir en la familia, pero que mostraba buen aspecto y mejor sabor.

Suena el golpe del portón, los perros ladran; y automáticamente se levanta Jesús para recibir al Buje, que viene con Kary. Recortes de pan, trozos de tortilla gallega, un turrón sin destapar y medio panetón pasarían a engordar la redonda mesa del patio.

Mientras vaciaba medio pote de sal a los cueros para los chicharros, el neno no cesaba de cortar los restos de un serrano curado, que ya asomaba la punta de los huesos.

Cambió la música, ahora suena la ronda de temas románticos, pautada con los muchachos a cambio del “güachigüachi” que taladra los sentidos de la transculturización, traducido a un sonido monolítico: bing bung, bing bung, bing bung…

Lexis está satisfecho, oímos su música; lo cual le da oportunidad para comentar, con quien tenga a su lado, la historia del tema, el cantante, la orquesta, etc; con cualquier anécdota que haya leído y grabado en su mente, desde el librito secreto que no aoja nunca para trabajar en la emisora.

Así transcurre la tarde, música, comida, bebidas y chistes; llega la noche. Se aparece el compadre dispuesto a ruyir cuanto hueso se le ponga en frente, acompañado del trago que no identica pero que, no perdona.

Igual ocurre con la cuñis, pero sin el trago; mientras que la “hija” no tiene clemencia con todo lo salado o agridulce que se le ponga en frente; argumentando, como su padre, en tono de chanza: “Yo pase mucha j'ambre cuando estaba chiquita”.

Con el rebaño, y dispuesta a hervir teteros, llega la Coco, para incorporarse al grupo mientras Massimino se lo permita; poniendo su atención a la tabla de carne, morcilla y chinchurria servida al lado del fogón, que degustan la “chesca” junto al Sebas.

En silencio, como siempre, y conocedor de las mañas de las puertas para abrir, se presenta el “Javi”. Su primera reacción es preguntar por la bicha, reriéndose al frasco de Ron que dejo sin terminar la noche buena; saliéndole al pasó Jesús, quien le respondió: “eso murió…, esto es lo que hay”. Mostrándole cuatro dedos de Linaje, en una botella negra. “Manos a la obra”, dice el avezado vikingo.

Suena la bocina de un carro frente a la casa, todos voltean con dudas, no reconocen el sonido; sale el neno voluntarioso a ver de quien se trata. Sin soltar el vaso, en tono alegre, voltea y grita: “es tu hija, viene acompañada”. Anunciando la llegada de la “chiquitilina” con Jimmy, quien quiere presenciar la rutina para asar la cabeza de cochino.

Recién llegada del viaje, con aires del norte, la pareja se instala, no sin antes haber pasado por el rito del felizaño a quienes no había podido ver, hasta ahora.

Así transcurre la noche, la esperada cabeza comienza a despedir agradables olores que alborotan la curiosidad del paladar de los presentes, mientras que los repeles etílicos comienzan a sentir el desaforado consumo de los huéspedes.

A todas estas, pregunta el Buje: “…y donde esta abuela?. Al unísono, todos los nietos responden: “…vaya a buscarla”. Se formó la jarana; las parcajadas' retumbaban en el pasillo de los sueños, entre cuentos y anécdotas tristes y alegres que recibían la llegada de un nuevo año en el seno de la familia que siempre celebrará la reunión de “los repeles de la navidad”.

Autor: Rafael GonzálezEnero 10 - 2014

Los repeles de la navidad