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Los rostros del incendio

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Los rostros del incendioPublished on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (https://www.servindi.org)

Los pueblos indígenas de Bolivia frente al fuego y el modelo de desarrollo

La prensa internacional mostró con claridad cómo el fuego arrasó con la amazoníabrasileña y los bosques bolivianos. Las imágenes de árboles calcinados y animalessufriendo la voracidad de las llamas pusieron en primera plana al cambio climático y ladepredación del medio ambiente. Sin embargo, a la sombra del Amazonas quedaroninvisibilizadas las otras víctimas: los pueblos indígenas que habitan en la selva y elmonte, y entablan relaciones de reciprocidad con la Madre Tierra.

Por Damián Andrada*

10 de setiembre, 2019.- En su nueva Constitución Política del Estado aprobada de 2009, Boliviareconoció que en su interior convivían 36 lenguas. Un modo decir que existen 36 naciones indígenas,lo cual significa una revolución copernicana para quienes desde el siglo XVII creen que a un Estadole corresponde solo una nación. Por eso, actualmente la denominación del país andino es EstadoPlurinacional de Bolivia: un simple cambio semántico que contiene una profunda transformaciónpolítica.

De las 36 etnias indígenas, los chiquitanos son la cuarta en cantidad, detrás de los quechuas, losaymaras (ambos ubicadas en las “tierras altas”, es decir, los cerca de 4000 metros sobre el nivel delmar de la región andina) y los guaraníes. Su territorio se conoce como “la Chiquitanía” o “los llanosde Chiquitos”, un ecosistema que actúa como transición entre el Amazonas y el Gran Chaco, en elOriente boliviano. Estas tres regiones conforman las “tierras bajas" que rondan los 500 msnm yalbergan una diversidad única. La historia de los chiquitanos guarda también un gran interéscultural, que con el tiempo devino un atractivo turístico. Allí se encuentran las seis misionesjesuíticas construidas durante los siglos XVII y XVIII, cuya arquitectura es reconocida por la UNESCOcomo “patrimonio de la humanidad” [1].

El municipio de Roboré y el Territorio Indígena de Monte Verde, ubicados en la Chiquitanía, son losmás afectados por los incendios que azotaron al Estado Plurinacional de Bolivia en las últimassemanas. A estos se suman el fuego en Charagua (en la región del Chaco) y la Amazonía Sur, en eldepartamento del Beni.

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La expansión de la frontera agropecuaria, la helada y el agua potable

El municipio de San Javier se encuentra a 220 kilómetros de la capital de Santa Cruz. Fundada en1691, es la primera misión jesuítica en Bolivia y la iglesia principal aún mantiene su construcciónoriginal. En el frente se lee un pasaje del Génesis en latín: “Domus dei et porta coeli”.

La comunidad aclara que es normal que haya incendios por el uso del fuego para el chaqueo. Sinembargo, este año comenzaron a sentirse los efectos de las leyes y decretos supremos queautorizan los desmontes, perdonan la actividad ilegal, permiten el uso de semillas transgénicas yaumentan la frontera agrícola para la producción de etanol y biodiesel en tierras que según el Plande Uso de los Suelos (PLUS) son de vocación forestal. “Los incendios que enfrentamos no sondesastres naturales, no han sido originados por la naturaleza, sino que son consecuencias deactividad humana ocasionada por desmontes y quemas”, plantea el pronunciamiento de laOrganización Indígena del Pueblo Chiquitano (OICH). El duro comunicado exige la declaración delestado de desastre nacional que permita la ayuda internacional y la abrogación de la normativa quehabilita el desmonte y amplía la explotación agropecuaria de nuevas tierras [2].

El cacique de la central indígena Paiconeca, Luis Rivero, cuenta que el incendio comenzó en lacomunidad de Las Conchas, cuando un grupo de campesinos quemó su barbecho. Con el cambio delos vientos, el fuego se descontroló y avanzó hacia el este. "Hay una tristeza total. Este invierno cayóla mayor helada en 30 años que secaron la vegetación y los pastos con los que se alimenta elganado. Se quemaron cultivos, las tierras perdieron su abono y se debe esperar un año para volver asembrar. Otro problema son los animales silvestres con los que se alimentan las comunidades: sevan más lejos y no hay sustento para las familias", informa el líder del pueblo chiquitano.

Desde San Javier, por un camino de tierra, se accede al Territorio Indígena Monte Verde [3]: un áreade 974.447 hectáreas cuya propiedad es colectiva y solo los comunarios que habitan allí puedenaprovechar sus recursos naturales. Es una tierra ancestral, indivisible e imprescriptible: el derechode los pueblos indígenas a ejercer su propio desarrollo y su propiedad no se extingue con el tiempo.Un mazazo constitucional para la propiedad privada del capitalismo.

Don José conduce mientras mastica su "bolo" de hoja de coca mezclado con bicarbonato. El caminoen el interior del Territorio Indígena no es bueno. La camioneta parece una cocktelera que nossarandea a los cinco de un lado para el otro. El cacique intenta dormir, pero su cabeza se chocapermanentemente contra la ventana. A los costados los árboles muestran el paso del fuego y el olor

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a quemado se mete por la ventana. Algunos aún despiden humo después de la lluvia de la nocheanterior.

La comunidad de Las Conchas tiene 573 hectáreas y alberga a 11 familias que viven de la actividadforestal, la cría de vacas, chanchos y gallinas, y la agricultura. Benito Soqueré vive en la comunidadhace 4 años con sus hijos Julio y Agapito. Este invierno, el cambio climático afectó su sustentoeconómico: "Antes de la helada, sacábamos 30 kilos de queso por semana que vendíamos en laciudad a 20 pesos el kilo. Ahora no sacamos nada. Como no hay pasto, las vacas están flacas y nodan leche", explica mientras muestra un corte en el cuello producto de una rama que no pudo verpor el humo.

El pasto seco también fue terreno fértil para el fuego de las últimas semanas, que afectó a todo elterritorio y quemó la madera que utilizan. La situación también produjo que se murieran dos vacas."Desde ayer estamos con diarrea. Como llovió, las cenizas que dejó el incendio se escurrieron haciael río y contaminaron el agua que tomamos. Además, el veneno del ochoó [un árbol característico delos bosques tropicales cuya resina es tóxica] mató los peces. El agua está totalmente contaminada",agrega Agapito al relato de su padre. A pesar de las malas noticias, son optimistas y creen que elpasto va a volver a crecer.

Llegamos a la comunidad El Rancho de noche. El cielo estrellado ilumina más que el foco bajo el cualse reúnen cinco comunarios. La abogada del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social(CEJIS), Débora Díaz Araujo, es recibida con aplausos y bromas: “¿Cómo le va, doctora? Estuvoperdida”. Pasaron más de 10 años y los chiquitanos del Territorio Indígenas Monte Verde aúnrecuerdan la compañía de las ONGs en el proceso de saneamiento (el procedimiento legal queregulariza el derecho a la propiedad agraria) y titulación de las tierras comunitarias. Resta aún elproceso autonómico, un derecho reconocido en la nueva Constitución Política que les permite elautogobierno.

"Nosotros trabajamos para que no avance el fuego. Está controlado, pero no está totalmenteapagado. La información que circula no es del todo correcta. En nuestra comunidad no llovió. Por esoestamos alerta –explica Sandro Macoñó– . El problema del agua es más grave. Hasta el año pasadoteníamos un poquito. Hoy los ríos y arroyos se están secando. Eso es preocupante”. Los comunariosse muestran molestos ante la falta de ayuda del gobierno nacional y municipal. En las comunidadesde Monte Verde, el avión SuperTanker contratado por el Gobierno pasó, pero no tiró agua.

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El cambio climático: los fuertes vientos

Al día siguiente, tomamos la ruta hacia el noreste. Cerca de la frontera con Brasil, se encuentra elmunicipio de Concepción. La tierra es colorada y el sol calienta más. En el centro se ven menonitascon sus carros a caballo y la iglesia principal repite el pasaje del Génesis, pero en castellano: “Casade Dios y puerta del cielo”.

A una hora y media del centro, la comunidad Palestina alberga cerca de 40 familias. Las casitas demadera y adobe se alzan entre los chanchos, las gallinas y los árboles de grey (como llaman alpomelo). Don José muestra el árbol y bromea: "Calman la sed… Y calman la hambre". Si en SanJavier el disparador del fuego fue la helada, en esta comunidad señalan a los fuertes vientos quedescontrolan el fuego y vuelve a encender los focos que se estaban apagando.

Reunidos en asamblea, Isael Zavala, del Consejo de Justicia Comunitaria, agradece la presencia de ladoctora e informa que el foco del incendio está en Río Blanco: 146 bomberos y voluntarios estánintentando controlar el fuego divididos en tres grupos que van y vuelven a la comunidad. Don Pedropropone abrir una brecha que defienda al cusisal: "Las palmeras están altas. Si el fuego llega ahí nolo apagamos más. ¿Cómo vamos a alimentar a nuestras familias si se queman nuestros chacos?". Elproblema de la sequía y la falta de agua se vuelve a repetir en Palestina. Si los pozos se secan, el ríomás cercano está a 7 kilómetros.

Un grupo de bomberos forestales y voluntarios se acerca a la asamblea para pedir ayuda a lacomunidad para establecer un campamento base de 40 personas. Informa que desde el rastrillajesatelital observaron 37 focos de calor y que las temperaturas superiores a los 30 grados no son lasóptimas. Proponen trabajar de noche cuando calma el viento y la altura del fuego desciende de 1,40metros a 40 centímetros.

En el camino de vuelta a Concepción nos encontramos con dos incendios que no habíamos visto a laida. La naturaleza le pone imagen a los relatos de los comunarios: el viento sopla y el fuego crece.La doctora Débora comenta que esta es sólo la primera parte: "Cuando se apaga el fuego comienzanlas enfermedades respiratorias, estomacales y en la vista. Luego vienen los problemas económicos:más allá del ganado y los cultivos de plátano y yuca, también se afectó la actividad forestal que es lafuente de recursos más importante. Habrá que ver qué sucede con los contratos firmados conempresarios”. En la caja de la camioneta, descansa una bolsa de arpillera llena de greys.

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Repensando el modelo de desarrollo

En lo que va del siglo XXI, el de Bolivia ha sido uno de los procesos más transformadores deLatinoamérica. Sin embargo, hoy su modelo de desarrollo comienza a mostrar signos deagotamiento [4]. El cambio de las relaciones de fuerza al interior del "proceso de cambio", a favor delos campesinos y el agronegocio, y en detrimento de los pueblos indígenas, empieza a mostrar suimpacto en la Madre Tierra. No en vano el hit de las protestas contra los incendios sintetizaba: "Nisoya, ni coca; el bosque no se toca".

Por fuera de la real politik, el ambientalismo y la campaña electoral, al Estado Plurinacional deBolivia le toca repensar su modelo de desarrollo: ¿el avance contra la naturaleza es el único caminopara seguir disminuyendo la pobreza y el hambre que arrastra el país desde la época colonial? Enesa pregunta, tal vez, los indígenas puedan aportar algunas claves para cambiar el presente y elfuturo: su estar en el mundo muestra que existen otros modos de desarrollo en armonía con elmedio ambiente.

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* Damián Andrada es investigador de Ore-IWGIA, y magister en Ciencia Política y Sociología.

---Fuente: Publicado el 4 de setiembre de 2019 por IWGIA: https://www.iwgia.org/es/bolivia/3447-los-rostros-del-incendio [5]

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Links[1] https://whc.unesco.org/es/list/529[2] http://www.ftierra.org/index.php/pueblos-y-autonomias-indigenas/867-pronunciamiento-de-la-2da-mesa-de-dialogo-tierra-bosques-y-agua-en-la-chiquitania[3] http://www.cejis.org/el-territorio-indigena-de-monte-verde/[4] https://www.iwgia.org/es/bolivia/3430-a-quienes-benefician-los-incendios-amazonia-boliviana[5] https://www.iwgia.org/es/bolivia/3447-los-rostros-del-incendio[6] https://www.servindi.org/etiqueta/iwgia[7] https://www.servindi.org/tags/damian-andrada[8] https://www.servindi.org/etiqueta/incendios-forestales

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