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Victoria Ocampo nunca fue víctima de la moda. Pero sí, en cambio, fue sumamente sensible a las diversas estéticas del modisto-autor, más que a la tendencia impuesta como mandato. Su debilidad fueron los sombreros, como principal toque frí- volo para iluminar, amansar o feminizar un atuendo severo, afín a su condición de intelectual. La etiqueta de Caroline Reboux fue su referente mayor en materia de sombreros. Desde chica, a sus quince años, cuando el coiffeur francés Martin Soulés, recién consagrado en Buenos Aires, solía llegar a casa de su madre para peinarla y arreglarla, horas antes de su salida a la ópera. Luego, como detalle final, le colocaría un tocado de aigrettes si se vestía con un modelo de Poiret o de Callot. O una diadema para coronar, si el vestido era de Worth, de sedas recamadas. Desde entonces Victoria siguió las huellas de Reboux en las cabezas principales a través del tiempo, a finales del siglo XlX y hasta primera mitad del XX. Más precisamente en los años cincuenta, cuando Lucienne, su compañera de ruta desde los años veinte, decidió cerrar la casa en París. Recuerda Victoria Ocampo en “De Caroline a Lucienne”: “1956. Octubre. Por la mañana, 9 Avenue Matignon. Una sala grande de parquet bien encerado. Como loros en sus alcántaras y algunos más seductores aunque más discretos estamos en París y no en una selva tropical: sombreros. Sombreros que anuncian ya el invierno. De pie, junto a una ventana, converso con una mujer morena, de traje sastre, lleva una tira de jersey atada a la cabeza. Imposible mayor simplicidad. Sin embargo, aunque no parezca proponérse- lo, todo lo que usa adquiere elegancia, hasta ese pedazo de jersey. Sus ojos oscuros, perspicaces están fijos en los míos. El rostro móvil y expresivo hace, en ese instante, un gesto displicente: hay hastío en la boca. Nos hemos conocido muy jóvenes: ella no era entonces ‘importante’ en la casa, ni yo importante entre las clientas. Nos inspiramos mutuas Los sombreros de Victoria TESTIMONIOS DE VILLA OCAMPO / 7 La etiqueta de Caroline Reboux fue su referente mayor en materia de sombreros. 1 1. Retrato de Victoria en 1909, dedicado y firmado por Helleu, con sombrero chato y ancho, base de tul negro y encima, tope de gasa, símil moño, en tono ocre. 2. Victoria manejando, con una cloche de pallaison claro con cinta de gros en el borde, c. 1922. 3. Caminando por la playa, en l924, con cloche de fieltro, con capa negra, y zapatos guillermina. 3 1 TEXTO FELISA PINTO 2

Los sombreros de Victoria

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Testimonios - Victoria Ocampo

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Victoria Ocampo nunca fue víctima de la moda. Pero sí, en cambio, fue sumamente sensible a las diversas estéticas del modisto-autor, más que a la tendencia impuesta como mandato.

Su debilidad fueron los sombreros, como principal toque frí-volo para iluminar, amansar o feminizar un atuendo severo, afín a su condición de intelectual.

La etiqueta de Caroline Reboux fue su referente mayor en materia de sombreros. Desde chica, a sus quince años, cuando el coiffeur francés Martin Soulés, recién consagrado en Buenos Aires, solía llegar a casa de su madre para peinarla y arreglarla, horas antes de su salida a la ópera. Luego, como detalle final, le colocaría un tocado de aigrettes si se vestía con un modelo de Poiret o de Callot. O una diadema para coronar, si el vestido era de Worth, de sedas recamadas.

Desde entonces Victoria siguió las huellas de Reboux en las cabezas principales a través del tiempo, a finales del siglo XlX y hasta primera mitad del XX. Más precisamente en los años cincuenta, cuando Lucienne, su compañera de ruta desde los años veinte, decidió cerrar la casa en París.

Recuerda Victoria Ocampo en “De Caroline a Lucienne”:

“1956. Octubre. Por la mañana, 9 Avenue Matignon. Una sala grande de parquet bien encerado. Como loros en sus alcántaras y algunos más seductores aunque más discretos–estamos en París y no en una selva tropical–: sombreros. Sombreros que anuncian ya el invierno. De pie, junto a una ventana, converso con una mujer morena, de traje sastre, lleva una tira de jersey atada a la cabeza. Imposible mayor simplicidad. Sin embargo, aunque no parezca proponérse-lo, todo lo que usa adquiere elegancia, hasta ese pedazo de jersey. Sus ojos oscuros, perspicaces están fijos en los míos. El rostro móvil y expresivo hace, en ese instante, un gesto displicente: hay hastío en la boca. Nos hemos conocido muy jóvenes: ella no era entonces ‘importante’ en la casa, ni yo importante entre las clientas. Nos inspiramos mutuas

Los sombreros de Victoria

TEST IMONIOS DE V I LLA OCAMPO / 7

La etiqueta de Caroline Reboux fue su referente mayor en materia de sombreros.

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1. Retrato de Victoria en 1909, dedicado y firmado por Helleu, con sombrero chato y ancho, base de tul negro y encima, tope de gasa, símil moño, en tono ocre. 2. Victoria manejando, con una cloche de pallaison claro con cinta de gros en el borde, c. 1922. 3. Caminando por la playa, en l924, con cloche de fieltro, con capa negra, y zapatos guillermina.

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TEXTO FELISA PINTO

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simpatías. Muy viva simpatía. Y hace años que dura. No es cosa de ayer.

Hoy, la interrogo: –¿Por qué?– Ya no vale la pena. De aquí a cinco años las mujeres ya

no usarán sombreros. Y además, si cree usted que ahora se distingue el buen trabajo del frangollo… No es que falte dinero. A la mañana, o por la tarde, veo mujeres cubiertas de visón y de perlas que bajan de autos suntuosos... ¡en cabeza!

Quien habla es Lucienne Rebaté, actual propietaria de la casa Reboux, que esculpe sobre las cabezas de sus clientas (lindas o feas, jóvenes o viejas) y desde hace cien años, sombreros que suelen ser los más elegantes de París. Lu-cienne acaba de anunciarme: ‘Cierro la casa’.”

Luego de semejante anuncio, Victoria continúa recorriendo la historia de la casa y de su fundadora y dueña, Caroline Re-boux. Dice:

“l850. Dos mujeres jóvenes y preocupadas por su indu-mentaria, descubren a una obrera que vive en la rue de Choiseul. Se llama Caroline y tiene una prodigiosa habili-

dad para hacer sombreros. Las dos señoras la adoptan. Eran la princesa de Metternich y la condesa de Pourtalès. Muy pronto, la emperatriz Eugenia tuvo noticias del aconteci-miento. Entonces fue la consagración definitiva. Caroline Reboux, de la oscuridad de su bohardilla, ascendió a la primera fila de las creadoras de la moda.”

A partir de entonces, Victoria recorre los cambios y los tiempos de la moda, cuando a las capotas y las crinolinas sucedieron el estilo kimono de Poiret, Callot y Doucet y luego en los años veinte, la llegada de Chanel:

“Fue el momento en que entró a tallar Chanel, al principio sin demasiado renombre, subrepticiamente se apoderó del cetro de la moda para no abandonarlo jamás. En su casa, Lucienne hizo sus primeras armas. Después pasó a Reboux, donde yo entré tímidamente un día, pidiendo algo grande y chato. El estilo canotier: ‘un chapeau de jeune fille’, dijo Lucienne.

Los ballets rusos hacían furor desde hacía varios años. Nadie parecía cansarse de verlos. Lucienne, a quien yo me quejé de que el peinado para salir de noche me daba trabajo, me inventó un turbante (inspirado quizás en Sche-rezade). Era una ancha banda de terciopelo que apretaba la cabeza, pasaba sobre las sienes y se prendía en la nuca. Delante, sobre la frente, le colocó un ave de paraíso. Se afanó por dar con el matiz de marrón que buscaba. Por fin dio con él. Declaró que el color de mis ojos estaba sobre mi cabeza. Había encontrado el mismo tono. Así estudiaba Lucienne a sus clientas.

En l929, volví a Reboux, después de una larga ausencia. Y descubrí que Lucienne había pasado a ser dueña de la casa. Ignoro si entre ella y Caroline hubo un interregno. Por

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1. Victoria, con una cloche y capa de lana azul marino con zapatos abotinados, sin taco, c. 1925-1930. 2. Victoria con una capelina de pallaison con borde de cinta de gros, en tono claro, c. 1925-1930. 3. Victoria en su escritorio, con boina ancha, abri-go de tweed, foulard de raso, anteojos blancos y aros cuadrados, lisos, de oro, c. 1965.

entonces, la cintura se marcaba en las caderas y las fal-das y el pelo eran cortos y los sombreros se hundían hasta las cejas. Lucienne encontró la manera de hacer algunos sombreros, que todavía conservan cierta gracia en las fotos. Tomaba un fieltro informe y lo hundía en nuestra cabeza, hasta los ojos. Lo estiraba, a veces, y lo manipulaba con tanta energía que uno temía que lo estropeara, empujando unas tijeras afiladas, como bisturí. Y cortaba y cortaba en todos los sentidos y sin sentido, a los ojos de un profano, manejando con tanta seguridad aterradora ese instrumento tan inseparable de las mujeres. Después les tocaba el turno a los alfileres. Empezaba a colocarlos para que el fieltro conservara la forma que ella le estaba dando. El fieltro se resiste a menudo a un alfiler, pero los dedos de Lucienne, además de fuertes eran hábiles e implacables. A veces, al retirar la mano, la sacudía y se miraba la yema de los de-dos como si le hubieran dolido. El fieltro informe se había convertido en sombrero. Se lo llevaban tibio al taller para terminar de cocinarlo. ‘Volverá dentro de dos o tres días para probarlo, señora, ¿no?‘. Y uno, dócilmente volvía. Y en-tonces, una vez me dijo: ‘mire con disimulo detrás de usted. Esa señora, cubierta de alhajas. En cabeza. Ahora se les da por andar así’. Y yo, Lucienne, me parece que también me despido de los sombreros. Los últimos que usaré serán los que usted acaba de hacerme. Soy una clienta high fidelity”.

Y agregaba, más adelante, casi al terminar su testimonio sobre Caroline Reboux y Lucienne Rebaté:

“Esto es lo que está desapareciendo del mundo, pensé. Estos refinamientos parisienses, que evidentemente eran un lujo extremo. El imaginar, el ejecutar un sombrero sobre una cabeza, con sabia lentitud, como si se tratara de una obra de arte. Esto es producto del mundo ‘capitalista’, del mundo en quiebra, con todos sus defectos y sus encantos. Y sin embargo, como me hacía notar Lucienne, no parece que ciertas mujeres gasten menos… Pero ya está entrando la costumbre de gastar en ‘otras cosas’.

Así concluía Victoria su testimonio, el 28 de junio de l957.

Los sombreros de VictoriaHacia los años veinte, cuando ya la celebrada Caroline Reboux

lucía el pelo blanco y corto, y aspecto aniñado, su estética en materia de sombreros influyó fuertemente en las elegantes argentinas. Entre ellas, Victoria Ocampo fue la más fanática.

Caroline Reboux había abierto su boutique en París, en el 9 de la Avenue Matignon, en l865. Y una de sus primeras clientas fue la emperatriz Eugenia.

En los años veinte, inventó y lanzó a las calles y los salones la cloche, un modelo de fieltro blando, de la cual fueron devo-tas desde sus comienzos Marlene Dietrich y Gloria Swanson, y luego todas las mujeres que empezaban a ser modernas en todo el mundo. Y que sucumbieron a la simplicidad, más que al rebuscamiento.

También fue Reboux quien impuso la boina, básicamente ne- 3

gra, adornada o no, adoptada por Greta Garbo en primer lugar, con gran entusiasmo. Mientras tanto, Wallis Simpson usó un tocado de Reboux para su controvertida boda con el duque de Windsor, vestida con tailleur de Mainbocher, en l937.

Entre las intelectuales francesas, Elsa Triolet, casada con el gran poe-ta Louis Aragon, siempre eligió las cloches de Reboux o turbantes muy pegados a la cabeza, para una vida más democrática.

La inclusión de la voilette, como detalle exótico en sombreros, turbantes o tocados, es otro toque Reboux y otro logro, enfocado a favorecer las luces y sombras de la cara. Las actrices de Hollywood fueron las más fanáticas de este detalle de tul abierto, salpicado con motas de terciopelo.

Hasta que a mediados de los años cincuenta, Lucienne resolvió cerrar la casa en París y Victoria, una década más tarde, resolvió “andar en cabeza”.

Las fotos y retratos anteriores a esos años registran a una Victoria deslumbrante luciendo tocados, cloches, turbantes o capelinas. Pero los dorsos de esos documentos no registran a la etiqueta que ella luce en esos momentos. Sin embargo, varios son atribuibles a Caroline Reboux o a Lucienne, según las épocas. Tal sería el caso de una boina negra, ador-nada con una pluma, en una foto tomada por Benjamín García Victorica, en los años treinta y que fue tapa del quinto tomo de su Autobiografía, publicada en una edición de Revista Sur en l983.En cambio, en sus retratos hechos por Helleu, en l909, los sombreros ya sean de plumas, tules o gasas, irresistibles sobre la cabeza de una Victoria joven y bellísima, convencen que fueron firmados por Caroline Reboux.

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1. Victoria en Mar del Plata, c. 1920 (Archivo Fundación Sur) 2. Retrato de Victoria por Helleu, 1909. El sombrero, con ala ancha y detalles de moños discretos en base de organza, es probablemente un diseño de Caroline Reboux.

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TESTIMONIOS DE VILLA OCAMPO

Nº 7 - LOS SOMBREROS DE VICTORIA. V1, marzo 2010.

Las tareas de investigación y puesta en valor de la Biblioteca de Villa Ocampo

son posibles gracias a la generosa contribución de la Sra. Cristina Khallouf.

BIBLIOGRAFÍA

Ocampo, Victoria. “Martín Peinador”, en Testimonios, sexta serie. Buenos Aires:

Sur, 1963.

Ibid. “De Caroline a Lucienne”.

Ocampo, Victoria. “Sinónimo de París”, en Testimonios, novena serie.

Buenos Aires: Sur, 1975.

Ocampo, Victoria. “Modas y modos”, en Testimonios, décima serie.

Buenos Aires: Sur, 1977.

Ocampo, Victoria. Autobiografía IV. Viraje Buenos Aires:

Ediciones Revista Sur, 1982.

Ocampo, Victoria. Autobiografía V. Figuras simbólicas-Medida de Francia.

Buenos Aires: Ediciones Revista Sur, 1983.

Ocampo, Victoria. Autobiografía VI. Sur y Cía. Buenos Aires: Ediciones Revista

Sur, 1984.

DISEÑO: SERGIO MANELA / MARIA WRIGHT