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Los Títulos Cristológicos

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Page 1: Los Títulos Cristológicos

CENTRO DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS SEVILLA

TTÍTULOSÍTULOS CRISTOLÓGICOSCRISTOLÓGICOS

PPROFESORROFESOR:: D. Fernando Camacho AcostaAALUMNOLUMNO:: Jesús toro guillen

AASIGNATURASIGNATURA:: Cristología Bíblica SEVILLA, FEBRERO 2007

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HHIJOIJO DELDEL HOMBREHOMBRE

En los Evangelios, habitualmente, Jesús se designa a sí mismo con este título. Es una expresión enigmática que sugería, aunque velándolo a la vez, el aspecto más trascendente de su fisonomía. Unas ochenta veces aparece este término en el Nuevo Testamento y siempre en labios del mismo Jesús. Es una manera característica de hablar del Jesús histórico.

Tiene su raíz en Dan. 7,13 donde se dice: “Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia”…

Es el símbolo de la humanidad del Reino escatológico de Dios. El termino “Hijo del Hombre” representa, así, una especie de enigma misterioso, con el que Jesús quería al mismo tiempo expresar su persona y su misión.

Estaban íntimamente unidos y se identificaban, de modo que en la predicación y obras de Jesús, el Reino de Dios se aproximaba tanto a los hombres que la decisión en pro o en contra de Jesús, era también interpretada como tomada por el Reino de Dios.

En los Evangelios, la expresión aparece referida a Jesús en su actividad terrena, como quien experimenta el ser hombre pero que, al mismo tiempo, es enviado de Dios con la fuerza de su Espíritu.

También aparece en el contexto de su Pasión, relacionada con la tradición sobre el “justo sufriente” y exaltado del judaísmo tardío, como para expresar que la plenitud escatológica del tiempo, se realiza en y por un predicador pobre, ridiculizado, perseguido y asesinado finalmente.

Otras veces, aparece referida a la futura venida sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad, como para mostrar la importancia de la predicación y decisión

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actuales, en orden al juicio definitivo, representado por la venida del “Hijo del Hombre”. Este calificativo es utilizado profusamente como un circunloquio para referirse a sí mismo. En sustitución del “yo” podría transcribirse “yo, como ser humano”. Esta utilización del calificativo es muy profusa en el Evangelio y muy propia de la “forma de hablar de Jesús”.

La expresión “Hijo del Hombre” presenta, pues, a Jesús como representante escatológico de Dios y su Reino, así como representante de los hombres ante Dios: en Él y por Él, en su persona y su destino, se decide el asunto de Dios y de los hombres; trae y es la gracia y el juicio definitivo de Dios. Este titulo contiene ya en embrión la cristología post – pascual del anonadamiento y la exaltación.

HHIJOIJO DEDE D DIOSIOS

Las primeras referencias del Antiguo Testamento, hablaban de un “Hijo de Dios”, que nunca fue entendido como de una descendencia natural, sino únicamente por razón de elección, misión, obediencia y servicio correspondiente a Israel, como hijo al que Dios llamó de Egipto, se funda exclusivamente en la adopción. Según los Sinópticos, Jesús jamás se llamaba “Hijo de Dios”, pero dan a entender que habló de sí mismo, llamándose “el Hijo” en forma absoluta: Jesús dice siempre “mi Padre”, o “vuestro Padre”, e incluso “vuestro Padre celestial”, pero jamás habla de “nuestro Padre”. Desde este exclusivo “mi Padre”, se percibe, pues, una relación intransferible y única de Jesús con Dios; se aprecia una conciencia especial de filiación : Él es “el Hijo” de una manera única.

El texto más expresivo de esta experiencia reveladora de Jesús como “Hijo” es, sin duda, Mt. 11,27: “Todo me lo ha dado mi Padre. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo”. El origen en Jesús de esta sentencia se confirma por otras expresiones paralelas. En el ambiente semítico es corriente la afirmación de que el Padre y el Hijo se conocen mutuamente. La alocución hace, pues, referencia no a un titulo, sino a una experiencia generalmente válida que, en el caso concreto de Jesús,

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especifica su relación con Dios, a la luz de la mentalidad hebrea, el conocimiento mutuo entre Padre e Hijo del que se habla, no se puede reducir a algo meramente externo o intelectual, sino a algo mucho más profundo y complejo como es el mutuo afectarse y determinarse por la unión en el amor.

A pesar de su carácter incomparable, esta relación de Jesús con el Padre, solo nos es accesible por analogía de nuestra relación con Dios. Pero esta expresión de “Hijo” por parte de Jesús no es una relación meramente privada e intima de Jesús con su Padre, sino que, como Hijo es, al mismo tiempo, en un sentido único e intransferible, el Hijo que debe hacer hijos a los demás: como Hijo se le ha entregado todo para revelarlo a los demás. Ser y misión son indisolubles en Jesús.

Al encontrarse totalmente abierto para Dios, lo esta igualmente para nosotros: Él es la existencia de Dios para los otros. En cuanto el Hijo por antonomasia, Jesús es el Reino de Dios personificado en el amor que se autocomunica; en cuanto “El Hijo”, es el libre por antonomasia: en Él se decide también nuestra libertad. Lo que significa en concreto esta libertad, se vera claro en su camino a la muerte de Cruz, donde nos librará también a nosotros y donde se manifestará decisivamente el sentido más profundo de su filiación.

HHIJOIJO DEDE D DAVIDAVID

Otro titulo, ligado directamente a la idea de Mesianismo, es el de “Hijo de David”. Podría extrañar su ausencia en los textos veterotestamentarios, pero la verdad es que toda la tradición no deja de pensar en el Mesías que había de venir según la profecía de Natan. Sólo la literatura extrabíblica, anterior a la cristiana, ofrece un único ejemplo en los salmos de Salomón. En cambio, los textos rabinitos muestran un uso ya tradicional de la formula: “el Hijo de David que viene”.

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El uso que se encuentra en la tradición sinóptica, refleja con toda probabilidad una mentalidad todavía precristiana, que veía en ese titulo una vinculación con la realeza del Mesías y el establecimiento de su Reino. Estamos, pues, en plena comprensión de un mesianismo político – real. Esto hace comprender las reservas que pueden percibirse en la actitud de Jesús ante este título. La cita más expresiva en donde aparee es Mt. 22,41-46.

El contexto de disputa, muestra que estamos ante la voluntad de un cambio de horizonte intencional en la comprensión del hecho, insistiendo en la “antinomia haggádica”. Jesús acepta la verdad que expresa este título, pero corrige su interpretación para que esté más en conformidad con toda su predicación, que prefiere la figura del “Siervo doliente” a la del “Mesías glorioso”.

Este mismo caso, se verifica en la perícopa de Mc. 10,46-52. En la historicidad de este hecho, pueden confluir diversos factores para llegar a un juicio positivo. Aquí, el ciego Bartimeo, implorando a Jesús como el “Hijo de David” expresa una formula popular de esperanza mesiánica que, junto con la formula de “profeta” era de las más familiares entre el pueblo.

A la luz de la Pascua, este titulo, que aparece también en la profesión de fe de Rom. 1,3-4 empieza a ceder su sitio al otro más expresivo y completo de “Hijo de Dios”. En efecto, progresivamente, la realeza de Cristo asumía para la Iglesia un valor universal y la funcionalidad de “Hijo de David”, no destacaba plenamente la realidad ontológica que expresa, en cambio, el título de “Hijo de Dios” si lo hace. Había en Israel un mesianismo sacerdotal, e incluso profético, pero conforme al nuevo testamento, Jesús no es Mesías por “Sumo Sacerdote”, sino por ser “Hijo de David”, es decir, está en la línea de renovación total del se humano. Es probable que la familia de Jesús se contara entre aquellas que tenían la ascendencia davídica. Decir que Jesús es “Hijo de David”, es decir que es humano, dentro de una historia mesiánica. No viene del cielo a modo de un ser trascendente y que nada tiene que ver son

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su pueblo. Más bien, entronca con toda la tradición de esperanza y liberación que se centra en la figura de David.

MMESÍASESÍAS

En el Antiguo Testamento, la espera mesiánica está presente en todas las instituciones del pueblo elegido. En la época de Jesús, el término “Mesías” estaba abierto a muchas interpretaciones; por ejemplo: para los celotes, el Mesías era un jefe revolucionario; para los fariseos, un maestro de la ley; para los de Qumrán un Mesías sacerdotal…

Prevalecía entre todas las ideas la de que el Mesías debía ser un personaje liberador de la opresión que sufría el pueblo a causa del Imperio Romano. Esta idea, nunca la encontramos en labios de Jesús, sino que siempre se la aplican desde fuera. Él la acepta, pero siempre hace alguna matización. Citamos por ejemplo dos casos:

1.- La confesión de Pedro en Cesarea de Filipo: Jesús no rechaza aquí el título de Mesías, pero tampoco lo acepta como si esto supusiera ser un liberador político del pueblo exclusivamente. Para Jesús, el Mesías es el salvador que tiene que sufrir, morir y resucitar. Él es Mesías según el querer de Dios y no el de el pueblo.

2.- La respuesta de Jesús ante el Sumo Sacerdote, en la Pasión: Jesús acepta esta vinculación al término Mesías por la tremenda importancia a la que se ve destinado en todo el proceso judicial. Su medianidad no es la de un vencedor que llega y se impone con autoridad y violencia, sino más bien la del Siervo sufriente. Es difícil aplicar a Jesús de Nazaret un titulo mesiánico preciso, tanto por la riqueza de su vida, como por la variedad de representaciones mesiánicas de aquel tiempo. La conciencia de la misión mesiánica de Jesús, se deduce de tres ideas fundamentales:

1.- Decisión mesiánica: Jesús corrige a Pedro, haciéndole entender que su mesianismo conlleva entregarse al servicio de la tarea salvadora, hasta dar incluso la vida, si ello fuera necesario.

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2.- Confesión sacral: Jesús responde al Sumo Sacerdote afirmativamente y presentándose a sí mismo como “Hijo del Hombre”. Ser Mesías no significa alzarse en armas contra Roma., sino anunciar y preparar la llegada del Juez verdadero, al final de los tiempos, cuyo dominio esta por encima incluso del Sumo Sacerdote.

3.- Confesión política: Jesús responde de nuevo, afirmativamente a Pilatos, esta vez su función no consiste en luchar contra Roma. El Gobernador no lo ha comprendido bien y lo condena a muerte…

Jesús ha sorprendido y asombrado al pueblo, respondiendo de otra manera a las preguntas y esperanzas puestas en Él. Ciertamente es el enviado de Dios, pero no de la manera que lo habían pensado judíos y romanos.

SSEÑOREÑOR

La expresión “Señor”, aparece con mucha frecuencia en los Evangelios en el contexto del seguimiento y connota dos cosas: la autoridad soberana de Jesús para llamar a que le sigan y su capacidad de configurar, de manera especifica, la vida de las personas que deciden seguirlo. De la gran variedad de significados que encontramos en los Evangelios para este título, el central es el de presencia actuante en la comunidad, en el culto, en la historia… a esto llegaron los discípulos mediante los dones o carismas experimentados en las reuniones litúrgicas y en la fraternidad existente entre los creyentes. Este título se empezó a utilizar muy pronto, lo cual indica que desde siempre tuvo mucha importancia para la primitiva comunidad cristiana.

Con el titulo “Señor”, se da un salto muy grande y deja de comprenderse a Jesús como mediador para entenderlo como otorgador de la salvación. Se expresa su realidad divina y además al llamar a Jesús “Señor”, se sigue por necesidad una praxis de tener una conducta semejante a la suya, de lo contrario seria una grave incongruencia.

Pronto empezó en la comunidad helenista el escándalo de un “Señor” crucificado. En la lógica del Nuevo

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Testamento, no se trata de una exaltación del sufrimiento, es señalar que el “Señor” se abaja, e incluso da su vida en entrega generosa. El mismo Jesús desbarata la imagen de señorío cuando Él mismo lava los pies de sus discípulos. El Nuevo Testamento, presenta este señorío de Cristo con humildad histórica, como un proceso que tiene por referente el Reino de Dios.

El señorío de Dios es generador de esperanza: es posible vivir humanamente en la historia liberándonos de los poderes del mal. Para el creyente, aceptar el señorío de Cristo, es una exigencia: es necesario configurarse con Cristo. Jesús es el Señor de la Iglesia, pero también del universo. La Iglesia no está en la línea del autoritarismo, sino en la de la inspiración y capacitación humana. La comunidad y las relaciones entre sus componentes, pueden y deben configurarse con la personalidad de Cristo, sus virtudes, su modo de actuar…

La fe en el señorío de Cristo, es un dato central. Por lo que se refiere a extensión, el señorío de Jesús es universal, es decir se extiende y pertenece a todo el mundo, es pues un señorío mucho más amplio que el que ejerce la Iglesia. Por lo que toca al tiempo, coincide con el tiempo de la Iglesia, de lo que se desprende que la esperanza para la persona, para la comunidad e incluso para toda la historia en general, es posible precisamente porque Cristo es Señor del tiempo y de la historia, ahora y por siempre.

SSALVADORALVADOR

Es un titulo tardío en el Nuevo Testamento, quizás por el uso exclusivo del titulo “Señor”. Los Salmos e Isaías, son los que utilizan este titulo más frecuentemente, aunque podemos encontrarlo en toda la literatura del Antiguo Testamento. La aplicación de este título a Dios, es primitiva, pero también se aplicó a ciertos hombres de Dios que han salvado, salvan o salvaran al pueblo en nombre de Dios y por mero encargo divino. De este modo, el Mesías siempre aparece como aquel que salva a su pueblo.

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El hecho de que en los textos en los que Jesús aparece como Salvador hayan surgido de ambiente helenistas, parece subrayar la probabilidad de la influencia del Salvador como soberano, pero al igual que ocurre con otros títulos, el titulo de Salvador procede principalmente del Antiguo Testamento y del judaísmo más bien que del helenismo. La influencia helenista, se da por tanto más, en la forma que, en el contenido.

Durante su vida, Jesús no fue llamado por nadie, ni si quiera por Él mismo “Salvador” y en la etapa que empieza a usarse, no se aplica a ninguna función concreta de su vida terrena, sino que se usa para denominar toda su obra, vista a la luz de la Pascua. Es más, la elevación de Cristo a la soberanía divina, ha influido de manera determinante en su empleo cristológico. Con este título, se le atribuye a Cristo una designación que, en el Antiguo Testamento, estaba reservada exclusivamente para Dios. Jesús es “Salvador”, porque salvará a su pueblo del pecado. El mismo nombre de Jesús, es una de las formas con las que el Antiguo Testamento representa el titulo “Salvador”, reservado para Dios.

Este titulo, aporta un matiz nueva: la acción expiatoria de Cristo es una condición esencial de su exaltación al rango de Salvador divino. Jesús es Salvador porque ha reconciliado a Dios y al mundo por su Cruz. Esta Cruz es el único fundamento de toda la salvación divina.

En la tradición del Nuevo Testamento, podemos encontrar, tanto que Jesús ya ha cumplido su misión de Salvador, como que aún tiene que realizarla. Es un reflejo más entre el “ya, pero todavía no”. El alcance teológico del titulo “Salvador”, sólo se desarrolló al final de la época apostólica, cuando este título se asoció a otros atributos importantes del nombre de Jesús y ocupó su lugar en la formula “Jesús, el Cristo, Hijo de Dios, el Salvador”.

PPROFETAROFETA

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Los que llaman a Jesús “Profeta”, parece que quieren incluirle dentro de una categoría humana. Puede ser que le llamaran así para indicar, simplemente, su profesión, pero conviene saber que en la época del Nuevo Testamento, el profetismo como profesión, ya no existía. Apenas existían profetas, ya que el antiguo profetismo, sólo existía ya bajo forma de libros proféticos, por tanto Jesús nunca a parece como un profeta, sino como “el Profeta”, el último, que al final de los tiempos deberá cumplir toda la profecía. Él vino con una misión escatológica muy concreta y la esperanza que suscitó, pronto se extendió por todo el judaísmo contemporáneo.

El Nuevo Testamento, nos presenta a Jesús como el profeta esperado de todos los tiempos, pero ni Jesús ni sus discípulos, aplican la noción de “Profeta” ni a la persona, ni a la obra de Jesús, sino que ha sido más bien, la opinión popular sobre Jesús. Juan Bautista es el primero que aparece en los Evangelios como profeta y más todavía, es considerando directamente como el precursor del Altísimo de Dios.

En el caso de la persona de Jesús, hay que distinguir entre los textos que lo presentan como un profeta y los que lo presentan como “el Profeta”. Su aparición se considera como signo de la inauguración del fin de los tiempos, aunque si es verdad que causó menos sensación porque estaba muy reciente la figura de Juan el Bautista. Sus signos, acreditan a Jesús como “el Profeta”, aunque sufrirá incluso el rechazo de sus paisanos en Nazaret. Pero a pesar de todo esto, podemos preguntarnos… ¿se consideró Jesús a sí mismo como el Profeta escatológico de los tiempos?... Este titulo, el propio Jesús se lo atribuía a Juan Bautista. Según los Sinópticos, Jesús nunca se consideró a sí mismo como “el Profeta esperado”. Una parte del pueblo, será la que exprese su fe en Jesús, asignándole el titulo de “el Profeta”. Para el Evangelio de San Juan, los títulos mesiánicos, sólo encuentran su cumplimiento en Jesús. Ya en la primera parte de los Hechos de los Apóstoles, Jesús no aparece nunca como “el Profeta” que al final de los tiempos deba preparar los caminos de Dios.

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Ante esto, se presentan varias ventajas, por ejemplo: se destaca el carácter único de la persona y obra de Jesús, dejándose ver claramente su carácter humano, se identifica plenamente su obra con su misión y también se ve que la autoridad de su predicación tiene un carácter indiscutiblemente escatológico y contundente: “arrepentíos y convertíos porque esta cerca el Reino de los cielos”… Pero también podemos señalar algunos inconvenientes: la obra de Jesús, no se limita a su predicación escatológica como “Profeta”, el título “Profeta”, no tendría sentido sino se explicara la vida y la acción de Jesús, desde la experiencia pos – pascual y por ultimo, la relación entre “el Profeta” y la pre - existencia de Cristo, ha sido clara a lo largo de todos los tiempos.

SSIERVOIERVO

La descripción más clara de este título, la encontramos en los Hechos de los Apóstoles, donde se describe a Jesús con el termino “país”, que significa “niño”, aunque también “esclavo o siervo”, como designación de una categoría social. Es también la palabra utilizada en los llamado “cánticos de Yahvé” en el Deuteronomio, lo que pone en relación ambos significados. Quizás, el mayor problema del término, viene de su significado en la cultura helénica, donde se relaciona, en particular, con una divinidad concreta. San Lucas, alude con frecuencia a los problemas del Siervo de Yahvé, de donde se deduce que la interpretación más clara y frecuente del término, sea “siervo”. De todos modos, por alguna razón, Lucas ha omitido la cita de Marcos 10,45 “para dar vida en rescate por la multitud”, que priva a la narración de Lucas del carácter expiatorio que el sufrimiento de Jesús reviste en los otros dos sinópticos.

San Lucas, nos presenta a Jesús hablando de sí mismo como el “Hijo del Hombre” que tiene que pasar por el sufrimiento, pero ni en la literatura beterotestamentária, ni en el judaísmo, aparecen huellas de esta figura, por lo que se considera como el desarrollo de la comprensión de la fe post - pascual, que supondrá una discusión abierta, en la que el propio Jesús, se presente a sí mismo como “Siervo”.

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Lo importante, por tanto, es conectar la idea de sufrimiento con la figura d un Mesías que tiene que sufrir. Los poemas del Siervo de Yahvé facilitaron mucho a Lucas, esta cuestión del sufrimiento y el mesianismo.

Oscar Cullmann, en su “Cristología para el Nuevo Testamento”, presenta cinco conclusiones bastante claras, en lo que se refiere a Jesús “Siervo”:

1.- En la época del Nuevo Testamento, se relaciona al Siervo de Yahvé con el Mesías, aunque la idea principal de los cánticos de sufrimiento y muerte expiatoria está ausente en el mesianismo oficial judío.

2.- Jesús, no se atribuyó el titulo “Siervo”, aunque los sinópticos aplican a su persona la idea de sufrimiento y muerte, así como la de de restaurador de la Alianza entre Dios y el pueblo, efectuada por el “Siervo”.

3.- El cristianismo primitivo, conservó el recuerdo de que Jesús había realizado conscientemente la obra de “siervo de Yahvé”. Juan incluso lo llamará “Cordero de Dios”.

4.- La muerte expiatoria de Jesús, ocupa un lugar central en los escritos de San Pablo, aunque no aplica el título “Siervo”, si le aplica a Jesús la misión del Siervo de Dios, tomando esta idea de la propia tradición de la Iglesia.

5.- El titulo “Siervo”, es uno de los títulos cristológicos más antiguos e importantes, pero pronto pasó a un segundo plano.

BBIBLIOGRAFÍAIBLIOGRAFÍA

Vocabulario de Teología Bíblica X. León – Dufour

Editorial Herder Barcelona - 1982 Colección “Sapientia Fidei” (Serie de manuales de

teología) Cristología Olegario González de Cardenal Biblioteca de Autores Cristianos Madrid - 2001

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Nuevo Diccionario de Teología Bíblica A.A.V.V. Directores P. Rossano, G. Ravasi y A. Girlanda Ediciones Paulinas Madrid - 1990

La humanidad nueva. Ensayo de Cristología José Ignacio González Faus Editorial Sal Térrea Santander - 1984

Jesús el Señor Angelo Amato Biblioteca de Autores Cristianos Madrid – 1998

Cristología del Nuevo Testamento Oscar Cullmann Editorial Sígueme Salamanca - 1998

Diccionario de Teología Fundamental R. Fisichella Biblioteca de Autores Cristianos Madrid – 1998

Este es el Hombre X. Pikaza Ediciones del Secretariado Trinitario Salamanca - 1997

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