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Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

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Guía

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Page 1: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

Los tres pelos de oro del diablo

(La escena está vacía. Entra el Presentador).

PRESENTADOR.-

Querido e ignorante público y no es que os llame ignorantes, no es que ignoráis la terrible historia que hoy se presentará ante vosotros y que nos llevará hasta el mismo infierno.

(Suena un trueno y el Presentador da un salto de puro susto).

PRESENTADOR.-

Todo comienza en un reino en el que gobierna un rey malvado e injusto.

(Entra el Rey).

REY.-

¿Yo malvado?, ven aquí que te voy a enseñar lo que es ser malo de verdad. ¡Ven aquí!

(El Presentador sale corriendo de escena y el Rey tras él).

(Vuelve a entrar el Presentador).

PRESENTADOR.-

El rey era malvado con su propia hija, que creía vivir en el mismo infierno.

(Suena trueno, para susto del Presentador).

REY.-

(Que entra).

¡Estás aquí, cucaracha rastrera!, ya te enviaré yo al infierno.

(Trueno, los dos personajes quedan inmóviles un instante).

REY.-

¡Ven aquí!

(De nuevo, el Presentador sale corriendo de escena y el Rey tras él).

(Entran la Princesa y Juan, cogidos de la mano).

PRINCESA.-

Juan, hoy mismo le diré a mi padre el rey que queremos casarnos.

JUAN.-

A ver qué dice cuando se entere de que no te vas a casar con un príncipe.

PRINCESA.-

No creo que vaya a enfadarse por eso…

REY.-

(Que entra).

¡Traición!, ¿qué brujería has usado con mi hija para que quiera casarse con un plebeyo cualquiera, un cara de sapo, un cobarde que no tiene dónde caerse ni vivo ni muerto?

PRINCESA.-

¿Papá…?

REY.-

Tú no digas nada. Ya hablaremos en el castillo. ¿Y tú qué dices alcornoque con orejas?

JUAN.-

Su hija y yo nos queremos.

REY.-

Y yo quiero más oro y ahora estoy hablando con un mameluco como tú.

JUAN.-

Haré lo que sea con tal de poder casarme con su hija.

PRESENTADOR.-

(Que asoma por un extremo del escenario).

Esto se va a poner feo.

(Sale).

REY.-

¿Lo que sea?, eso me gusta.

Page 2: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

(Ríe).

Necesito oro. Añoro más oro.

(Ríe).

¿Lo que sea, eh? Bien, sólo te casarás con mi hija si me traes tres pelos de oro del mismo diablo y un saquito de oro para pagar los gastos de la boda.

PRINCESA.-

¡Papá!

REY.-

Silencio, hija; que estamos hablando entre hombres. ¿Qué dices, patata famélica?, ¿te falta valor, verdad?

JUAN.-

Para conseguir esos tres pelos, tendría que ir hasta la casa del diablo.

REY.-

Si, jovenzuelo; tendrás que ir hasta el mismísimo infierno.

(Suena un trueno).

(Juan y Princesa dan un salto en el sitio. El Rey ni se inmuta).

REY.-

Cuántas veces le habré dicho a tu madre que no pruebe las judías para desayunar. Vamos hija, este ratoncito tiene miedo.

JUAN.-

Iré hasta la casa del diablo y le traeré tres pelos de oro.

REY.-

Y un saco de oro.

PRINCESA.-

¡Papá!

REY.-

Hija, pareces una charanga de música; todo el día con el papá, papá, tararí, papá…

(Suena una charanga de música).

¡Silencio!

(Se detiene la música).

Pues ni una palabra digamos de más. Y dale recuerdos al diablo cuando le veas. ¡Vamos, hija!

PRINCESA.-

Me gustaría despedirme de él.

REY.-

Cuando regrese de su viaje ya le dirás lo que quieras.

JUAN.-

Cuando regrese de mi viaje te querré aún más.

(El Rey coge a su hija de la mano y sale a rastras con ella, que hasta que sale no deja de mirar a Juan y éste a ella; ¡así es el amor!).

JUAN.-

Y ahora hasta la casa del mismísimo diablo. ¡Menudo día!

(Sale Juan. Entra el Presentador).

PRESENTADOR.-

Nuestro amigo Juan caminó durante varios días. Su misión era ya de todos conocida, pues ya se sabe que la mala suerte de los demás corre de boca a oreja, aún más rápido que el viento.

Tanto caminó que llegó a la frontera del país vecino…

GUARDIA.-

(En off).

Tanto hablar, tanto hablar… Podrías ayudarme con la barrera.

PRESENTADOR.-

Bueno, bueno; voy.

Page 3: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

(Sale el Presentador y al poco entra con el Guardia y juntos arrastran una barrera roja y blanca, en la que puede leerse un cartel que pone “frontera”).

GUARDIA.-

Es que me obligan a llevármela a casa cuando termino el turno, para que nadie la robe.

PRESENTADOR.-

Juan está a punto de llegar. Me voy.

GUARDIA.-

Y yo me quedo.

(Sale el Presentador).

(Entra Juan).

GUARDIA.-

(Tose para aclararse la voz).

¡Alto!, nadie puede entrar al País del Diablo.

JUAN.-

Es que debo pasar.

GUARDIA.-

¡Qué fastidio!, y yo no te puedo dejar pasar; ¿qué hacemos?

JUAN.-

Yo paso y usted no mira.

GUARDIA.-

Sólo si resuelves un problema: dime por qué la fuente de la plaza de mi pueblo, de la que antes manaba vino, ahora no da ni agua.

JUAN.-

Cuando regrese de mi viaje te daré la respuesta.

GUARDIA.-

De acuerdo, pero espera a que mire hacia otro lado.

(El Guardia deja de mirar a Juan y observa la lejanía).

Pasa ya, antes de que te vea.

(Juan levanta la barrera, pasa por ella y sale de escena).

(En cuanto sale Juan, el Guardia se pone a arrastrar la barrera para sacarla de escena. Entra el Presentador y lo ayuda).

PRESENTADOR.-

Más rápido, que Juan está a punto de llegar a la casa del diablo.

GUARDIA.-

Malo, eso está en el Valle del Infierno.

(Suena un trueno).

¡Mal asunto, ya te lo digo yo!

(Salen ambos con la barrera).

(Entra una Bruja que arrastra dos sillas y mientras habla las coloca en escena).

BRUJA.-

Una bruja de mi categoría sirviendo a un demonio del tres al cuarto.

(Sale y entra arrastrando una mesa con un mantel que llega hasta el suelo).

Mi talento desperdiciado por este diablo que me esclaviza.

(Tocan a la puerta).

Adelante, narices de sapo, ¡que no soy la portera!

(Entra Juan).

JUAN.-

Buenas, ¿está el diablo?

BRUJA.-

¿Y para que demonios lo buscas?

JUAN.-

Page 4: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

Debo arrancarle tres pelos de oro y llevarme un saco también de oro.

BRUJA.-

¿Y para qué rábanos quieres los tres pelos?, con el saco de oro te sobra y te basta.

JUAN.-

Lo hago para poder casarme.

BRUJA.-

Otros le arrancarían los pelos al diablo para no casarse… ¡Vaya, una princesa afortunada!

JUAN.-

¿Cómo sabe que amo a una princesa?

BRUJA.-

¿Estás ciego, o qué?; soy una bruja; ¡y de las mejores!

DIABLO.-

(En off).

Bruja tontaina, ¿dónde te metes?

BRUJA.-

Te ayudaré. Estoy harta de este demonio. Escóndete debajo de la mesa y procura que no te vea.

(Juan se esconde debajo de la mesa y al momento asoma la cabeza).

JUAN.-

Ya que estamos, ¿por qué no le pregunta por qué la fuente de la plaza de un pueblo, de la que antes manaba vino, ahora no da ni agua?

BRUJA.-

Esa tontería la se yo. Ya te contaré luego. Ahora escóndete.

(Juan se esconde debajo de la mesa. Entra el Diablo, su cabello es del color del oro).

DIABLO.-

Tienes que darme un masaje en la cabeza. ¡Vengo endemoniado!

BRUJA.-

Pon tu cabezón sobre la mesa y te daré un masaje que te hará sentirte como un ángel.

DIABLO.-

Caído.

(Pone el Diablo la cabeza sobre la mesa).

BRUJA.-

Si hijo, caído; la vida es complicada.

(La Bruja comienza a masajear la cabeza del demonio, hasta que éste comienza a roncar. En ese momento, de un tirón le arranca tres pelos que ella guarda en uno de sus bolsillos).

DIABLO.-

(Medio dormido).

Ten cuidado, bruja maldita.

BRUJA.-

Duerme y ronca; que es lo único que sabes hacer bien.

(Los ronquidos del Diablo resuenan por todo el lugar).

Jovenzuelo, sal ya, antes de que despierte y te coma.

(Juan sale de debajo de la mesa).

BRUJA.-

(Saca los tres pelos de oro de su bolsillo y se los da a Juan, que se los guarda en sus ropas).

Aquí tienes los tres pelos.

JUAN.-

Es usted muy amable.

BRUJA.-

De eso nada, soy una bruja; sólo te ayudo para fastidiar a éste.

Page 5: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

(Conjurando).

Oro, estoy segura; oro, y no basura.

(Aparece por arte de magia un saco de oro).

Y la respuesta a tu pregunta es sencilla: debajo de la fuente habita un sapo, que lo saquen de allí, luego alguna doncella medio cegata que le de un beso y de la fuente volverá a manar vino.

JUAN.-

Gracias.

BRUJA.-

De nata. Y vete antes de que me arrepienta, te convierta en chocolate y te coma cuando esté deprimida.

(Juan coge el saco de oro y sale del lugar).

(La Bruja coge las dos sillas y sale de escena con ellas. Vuelve a entrar y agarra la mesa y la arrastra, llevándosela; el Diablo cae al suelo y mientras se retuerce para levantarse, la Bruja sale con la mesa).

DIABLO.-

¡Eres una bruja!, menudo batacazo me he dado.

BRUJA.-

(En off).

Claro que soy una bruja, ¿qué quieres que sea, la princesita del cuento?; ven aquí, que te estoy calentando la sopa de rata que tanto te gusta.

DIABLO.-

(Mientras sale).

Eres una maldita bruja.

BRUJA.-

(En off).

¿Y qué harías tu sin mí?, dime. Además, cada día estás más calvo.

(Sale el Diablo).

(Entra el Presentador).

PRESENTADOR.-

Juan resolvió el problema del Guardia y su fuente, y regresó junto a la Princesa. Fueron felices mientras procuraban que nadie les tocara las narices.

Hasta el rey fue feliz, pues una noche, cogió el saco de oro, desapareció del palacio y nunca más se le volvió a ver. Dicen que escapó con una bruja.

Deseo que este cuentito os sirva para ser mejores, o al menos para no ser aún peores.

Adiós, que si espero, me desespero.

(Sale el Presentador).

Fin

Page 6: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

LOS TRES PELOS DEL DIABLO

Había en cierta aldea un hombre que tenía un hijo nacido con tan buena estrella, que, al decir de una hechicera errante por aquellos lugares, llegaría nada menos que a casarse a los catorce años con la hija del rey.

El aldeano, que era muy pobre, velaba constantemente por la salud de su hijo, privándose de lo más necesario para que nada faltase al niño sobre cuyas sienes se le antojaba ya ver ceñida la corona real.

Entre tan risueñas esperanzas pasaban los días cuando he aquí que una tarde llegó a la aldea un forastero, un extraño personaje.

Cual suele acaecer en tales casos y semejantes lugares, corrió la noticia de su llegada de puerta en puerta; y no tardó en verse rodeado de desarrapados chiquillos y curiosas comadres que, después de acosarlo a preguntas, no tardaron en ponerlo al corriente de cuanto ocurría en el lugar, y de un modo especial del nacimiento de aquel niño y de las notables predicciones de la hechicera.

El forastero, que no era otro sino el mismo rey en persona que gustaba visitar de incógnito su pueblo, oyó con desagrado la peregrina noticia, por lo que se dirigió a la casa del prodigioso niño y ofreció a sus padres una bolsa repleta de oro si le confiaban el hijo a su cuidado.

-Dadme el recién nacido y yo lo educaré, ya que vosotros sois pobres.

Los padres se negaron; pero el rey insistió. Entonces ellos accedieron y le dijeron:

-Nuestro hijo ha nacido de pie, y por tanto, todo le saldrá bien mientras viva.

El rey colocó al niño en una caja y lo arrojó a un río. Pero la caja, en vez de irse a fondo, quedó flotando y la corriente la arrastró hasta un molino, y el molinero y su mujer, que no tenían hijos, trataron muy bien al que el río les había traído.

Al cabo de algunos años el rey entró en el molino y preguntó al molinero si aquel joven era hijo suyo.

-No, señor: lo encontré en el río metido en una caja.

El rey recordó entonces que era el niño que había nacido de pie.

-Buenas gentes les dijo-, necesito que este joven lleve una carta a mi esposa, la reina.

En la carta decía a la reina que mandase matar al dador.

El muchacho se puso en camino con la carta, pero se extravió y llegó a un bosque; en él había una casita pequeña y medio arruinada, donde halló a una vieja sentada cerca de la lumbre, que le preguntó:

-¿Qué vienes a buscar aquí?

-Llevo una carta a la reina; me he perdido en el camino, y deseo pasar la noche aquí.

-Mira que esta casa es una cueva de ladrones, y si te encuentran aquí te matarán.

-Yo no tengo miedo -dijo el joven-. Además, estoy tan cansado, que no puedo continuar.

Se echó sobre un banco y se durmió. Cuando llegaron los ladrones les dijo la vieja:

-Este pobre muchacho se ha perdido en el bosque; como venía rendido, me ha dado lástima. Lleva una carta para la reina.

Los ladrones vieron que la carta contenía la orden de dar muerte al portador, y el capitán la rompió y escribió otra en que decía a la reina que, tan pronto como la recibiese, casara a la joven princesa con el dador de la carta.

El joven entregó la carta a la reina, y las bodas se celebraron con gran magnificencia. La hija del rey estaba muy contenta, porque el muchacho era guapo y amable como él solo.

Pocos meses después regresó el rey y vio que se había cumplido la predicción de la hechicera. Llenóse de ira porque le habían cambiado la carta, y dijo al joven:

-Esto no puede quedar así. Anda, tráeme tres pelos de la cabeza del diablo, y entonces podrás vivir con la princesa.

Al mandarle esto, el rey creía que no volvería más.

-Yo no tengo miedo a nada -dijo el joven-: buscaré los tres pelos del diablo.

Y se puso en camino.

Llegó a una ciudad, y el centinela le preguntó por qué la fuente del mercado, que daba siempre vino, se había secado.

Page 7: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

-A mi regreso os lo diré.

Andando, andando, llegó delante de otra ciudad: el centinela le preguntó por qué el árbol que antes daba manzanas de oro se había secado.

-A mi regreso os lo diré.

Mucho más lejos llegó delante de un ancho río, que necesitaba pasar y no sabía cómo. A poco se le acercó un barquero, quien le preguntó si había de permanecer siempre ocupando aquel puesto.

-Espera un poco, te lo diré a mi vuelta por aquí.

Al otro lado del río halló la boca del Infierno, que era muy negra. El diablo no se hallaba en su habitación, pero sí el ama de llaves, la cual estaba sentada en un sillón grande haciendo calceta.

-¿Qué deseas? -le preguntó la horrible vieja.

-Necesito tres pelos de la cabeza del diablo.

-Mucho has pedido -le dijo-. Sin embargo, me has agradado y voy a ayudarte.

Y convirtiéndolo en hormiga, lo ocultó cuidadosamente entre los pliegues de su negro vestido.

-Necesito además saber tres cosas: por qué una fuente que manaba siempre vino no mana ya; por qué un árbol que daba manzanas de oro se ha secado, y por qué cierto barquero sigue en su puesto sin ser relevado.

-Ya escucharás lo que diga el diablo cuando le arranque los pelos.

-¡Aquí huele a carne humana! -dijo el diablo cuando entró en su casa.

-¡Tú siempre estás oliendo a carne humana! ¡Vamos, siéntate y calla!

En cuanto cenó el diablo, puso la cabeza en las rodillas de la vieja y le dijo que lo espulgase un poco. No tardó en dormirse, y la vieja le arrancó un pelo.

-¿Qué haces? -dijo el diablo.

-He tenido un mal sueño y te he tirado de los pelos.

-¿Qué has soñado? -preguntó el diablo, que es muy curioso.

-He soñado que la fuente de un mercado, que manaba siempre vino, se ha secado.

-Sí -dijo el diablo-; hay un sapo debajo de una piedra; si lo matan, volverá a manar vino.

Volvió a dormirse el diablo, y la vieja le arrancó el segundo pelo.

-¡Voto va! ¿Qué haces? -exclamó el diablo encolerizado.

-Soñaba que en cierto país hay un árbol que daba manzanas de oro, y ahora no tiene ni hojas.

-Sí -dijo el diablo-; hay un ratón que muerde la raíz; si lo matan, el árbol volverá a producir manzanas de refulgente oro.

Volvió a dormirse, y entonces ella le arrancó el tercer pelo. El diablo se levantó gritando, pero el ama supo engañarlo, diciéndole:

-¿Quién se ve libre de un mal sueño?

-¿Otra vez has soñado?

-Sí, con un barquero que se queja de que nadie lo reemplace.

-¡Es un mentecato! -repuso el diablo-. No tiene más que poner el remo en la mano al primero que pase el río, y el otro servirá de barquero hasta que se le ocurra hacer lo mismo.

Cuando el diablo salió de casa, alzó la vieja a la hormiga y volvió al joven a su forma humana!

-Ahí tienes los tres pelos -le dijo-. ¿Has oído bien las respuestas del diablo?

-No las olvidaré. ¡Muchas gracias!

-Pues ya no tengas cuidado, puedes regresar de nuevo a tu país.

Contento de haber tenido tan buena fortuna, el mancebo se despidió de la hechicera.

Al llegar al sitio en que estaba el barquero, después de pasar a la otra orilla, le dijo:

-Al primero que venga a pasar el río, ponle el remo en la mano.

Llegó a la ciudad donde se hallaba el árbol seco y dijo al centinela:

-Mata el ratón que roe las raíces, y el árbol dará manzanas.

En agradecimiento, el centinela le entregó dos asnos cargados de oro.

Page 8: Los Tres Pelos de Oro Del Diablo

Llegó el joven a la ciudad cuya fuente estaba seca y dijo al centinela:

-En la fuente, debajo de la piedra, hay un; sapo: matadlo, y volverá a correr el vino.

El centinela le dio las gracias y le regaló otros dos asnos cargados de plata.

El joven llegó al palacio real y entregó al rey los tres pelos del diablo.

El monarca quedó satisfecho al ver los cuatro asnos cargados de dinero, y le dijo:!

-Vive con tu esposa. Pero, hijo mío, dime: ¿de dónde has sacado tanto dinero?

-Lo he recogido de la orilla opuesta de un río que he pasado.

-¿Podría yo recoger otro tanto? -le preguntó el rey.

-¡Y mucho más!

El avaro monarca se puso en camino, y al llegar al río hizo señas al barquero para que lo pasase.

El barquero le hizo entrar, y apenas llegaron al otro lado, le puso el remo en la mano y saltó afuera.

El rey quedó de barquero en castigo de su maldad y avaricia, y debe seguir siéndolo todavía.