Los Vestigios de la Guerra de Corea en el cuento El regreso, de Emilio Díaz Valcárcel, por Jhon Alexánder Monsalve Flórez

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    LOS VESTIGIOS DE LA GUERRA DE COREA: LA IMPOSIBILIDAD DE AMAR

    EN EL REGRESO, DE EMILIO DAZ VALCRCEL

    Jhon Alexnder Monsalve Flrez Universidad Industrial de Santander (UIS)

    Colombia

    Ya yo me desped de mi adorada y le ped por Dios que nunca llore

    que recuerde por siempre mis amores que yo ya de ella nunca me olvidar.

    DANIEL SANTOS, Despedida.

    Imagine que un da lo reclutan para ir a pelear en una guerra que no es suya. Que vivir con miedo a morir, que extraar a las mujeres que dej en casa, que soar con llegar lo ms pronto posible. Suponga que una mina lo deja sin manos o sin pies, que una bala lo hiere en el estmago o en el corazn. Imagine que una de las mujeres que lo espera ansa su regreso para poder casarse, porque cuando usted se fue qued la promesa de consumar un amor profundo

    en una habitacin con balcn. Ahora imagine que un da de guerra se sent sin saberlo cerca de una mina y que la parte herida fue su miembro viril.

    La obra de Emilio Daz Valcrcel abarca dos temticas muy amplias: la presencia de Estados Unidos en la cultura boricua y la Guerra de Corea de los aos 50 del siglo pasado. Cuentos como Muerte obligatoria o La mente en Blanco hacen

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    parte del primer eje temtico, y del segundo, cuentos como Proceso en diciembre, El sapo en el espejo, Los hroes y El regreso. Este ltimo cuento es objeto de mi anlisis en el presente trabajo, porque sintetiza de la mejor manera los trastornos que dej la Guerra de Corea en los habitantes boricuas. Y empecemos por tratar de entender la razn por la cual Puerto Rico estuvo inmerso en una guerra ajena. Recordemos, en primer lugar, que Puerto Rico es la tierra dependiente por antonomasia. Al yugo colonial espaol, al que se someta el pas, se le suma el de Norteamrica, pero en dependencia comercial y econmica. La ponencia al acto de homenaje a los cien aos de lucha independentista de Puerto Rico afirma y expone las consecuencias de lo sucedido de la siguiente manera:

    () se remarca el trnsito de la economa parcelaria de subsistencia a una economa de exportacin, bsicamente absorbida por Estados Unidos. Puerto Rico sufra por consiguiente una doble dependencia: por una parte, colonial respecto de Espaa y por otra, econmica en relacin a Estados Unidos. Esta situacin de doble dependencia gener corrientes polticas diversas en el seno de la burguesa criolla. Unos, estaban por el continuismo espaol y otros, por la anexin a los Estados Unidos. Slo un sector minoritario era partidario de la Independencia poltica. (Puerto Rico de Colonia espaola a Colonia norteamericana, Sala Ercilla, Biblioteca nacional).

    Desde 1898 Estados Unidos tiene el control poltico de Puerto Rico despus del Tratado de Paz que firm con Espaa. Qu conllevaba tal control poltico? Verbigracia, tanto el presidente de Puerto Rico como los miembros de la corte suprema empezaron a ser elegidos por los Estados Unidos y pronto se tom la Isla como un Estado ms Norteamericano. No pasaron 20 aos para que la ciudadana del pas angloparlante fuese impuesta al pueblo boricua.

    Lo anterior son solo los inicios de un complejo proceso poltico que gir en torno al posicionamiento de los Estados Unidos en Puerto Rico y que, a pesar de algunas ideas y voces en contra, lleg con fuerza a los aos en que las Coreas se enfrentaban por la defensa de ideologas poltico-sociales. Las tropas puertorriqueas (ms especficamente el regimiento 65) salieron de la Isla el 25 de agosto de 1950, bajo las rdenes de Norteamrica y ante los ojos lagrimosos de sus madres, mujeres e hijos. Silvia lvarez lo describe de esta manera:

    Confundido entre llorosos familiares que venan a decirle adis a los muchachos (como dice la cancin del compositor puertorriqueo Pedro Flores), oculto en los escapularios religiosos prendidos por fervorosas madres en las camisetas militares de sus hijos, Luis Muoz Marn, el primer gobernador electo por los puertorriqueos, despidi a los soldados del 65 de Infantera cuando embarcaron rumbo a Corea en agosto de 1950. (p. 220 lvarez Culbero, Silvia. Sangre Colonial: La guerra de Corea y los soldados puertorriqueos).

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    La misma autora, en lneas posteriores, rescata los recuerdos de los integrantes del Regimiento 65; de la misma forma, Emilio Daz Valcrcel representa en cuentos como El Regreso los vestigios tormentosos de la guerra en los soldados boricuas. Adentrmonos, pues, en las consecuencias fsicas y sicolgicas que dej la Guerra de Corea en los soldados puertorriqueos, por medio de El regreso, cuento que lo ejemplifica y expone de la mejor manera.

    En el primer prrafo el cuento nos ubica en un lugar determinado: el balcn de la mujer que esperaba al soldado. Este lugar le traa a l muchos recuerdos; entre esos, su insistencia para que consumaran el amor que se tenan, y la insistencia de ella para que esperaran hasta despus de su regreso de la guerra: Todava no, le haba dicho Catalina. Cuando vuelvas ser tuya (Daz Valcrcel: 1983, p. 93). Aquel lugar le recordaba el olor a cold cream que usaba ella, suave y voluptuoso como era ella. El ambiente del cuarto iba y vena con sombras y sexualidad: el cuarto femenino en penumbras, las piernas blancas, las mano sobre la redonda rodilla (p. 93).

    Emilio Daz Valcrcel configura de manera magistral el ambiente y la atmsfera del cuarto de Catalina con los sentimientos del soldado. Desde un primer momento, se presenta un ambiente de podredumbre que da la sensacin de la desintegracin del personaje: unas escaleras carcomidas, el balcn destartalado, el viejo silln de mimbre, las puertas cerradas y hasta un perro solitario. Este estado de las cosas puede representar, como ya se he afirmado, el estado del personaje carcomido y desintegrado por la guerra, que se encuentra solo ante las puertas cerradas de la casa de Catalina, a quien

    recuerda femenina, muy femenina haciendo uso del cold cream, suave y voluptuoso.

    Ya dije que el cuento, al principio, nos ubica en un lugar determinado. Pues bien, a medida que se desarrolla, el narrador, por medio de los recuerdos del personaje y de las preguntas que le hicieron cuando regres, transporta al lector hasta Corea. Cuando el soldado lleg al pueblo, por ejemplo, los vecinos lo interrogaron con curiosidad y l rehuy a las preguntas excusndose de que estaba feliz:

    Cuando lleg al pueblo embutido de su ntido uniforme, lo recibi la metralla de preguntas: Cundo llegaste? Peleaste mucho? Y las coreanas, cmo son las coreanas? Pero no hizo otra cosa que emprender la retirada. Alguien dispar una interrogacin a sus espaldas y l se apresur a explicar: Si me notan algo raro, es la alegra que siento. (Daz Valcrcel: 1983, p.94).

    Y cmo no rehuir? La guerra, como ya sabemos, le dej un mal sabor en la boca y en el corazn. No era alegra lo que senta, sino sufrimiento y preocupacin por lo que le dijera Catalina, por lo que pensara al verlo as, inservible para el amor. Este prrafo, por otra parte, nos introduce en la atmsfera de la guerra coreana con frases como lo recibi la metralla de preguntas o alguien dispar una interrogacin, donde las palabras metralla y dispar aparecen pertinentemente para describir lo que, para el personaje, eran las preguntas sobre su experiencia como soldado en Corea.

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    Las acciones que suceden a continuacin dan indicios de la preocupacin del soldado. Camin por las calles y las mujeres lo observaban, sin que l se atreviera a hacer lo mismo. Claro!, cmo lo iba a hacer si la guerra le haba quitado la posibilidad de amar! Ms adelante, cuando decide hablar con Catalina, piensa: No me va a querer; ninguna mujer quiere a un hombre as (Daz Valcrcel: 1983, p. 96). Reflexionemos, en este punto, sobre los trastornos sicolgicos que puede tener un hombre al perder su miembro viril. Partamos de lo que afirma Marcelle Marini (1986) en su obra Jacques Lacan: El hombre no es si no lo tiene y la mujer es sin tenerlo (pg. 62). Es decir, la prdida del falo se convierte en la desintegracin de la masculinidad: tal hecho lleva al personaje de El regreso a afirmar que ninguna mujer quiere un hombre as. En voz de Lacan (1966), podemos comprender, hasta cierta medida, la importancia del miembro viril en la consciencia cultural:

    El falo es el significante mayor, el significante entre significantes, que rige sobre todos los dems y hace que el ser humano ingrese al orden de la cultura. () Se puede decir que ese significante ha sido elegido como lo ms sobresaliente de lo que se puede captar en el hecho real de la copulacin sexual: como tambin lo ms simblico en el sentido literal (topogrfico), puesto que equivale a la cpula lgica. Tambin se puede decir que es por turgencia, la imagen del flujo vital puesto que pasa en la generacin. (pg. 692).

    Ahora con un fondo de msica vellonera y con una cerveza en las manos (haba un batalln de botellas, cosa que mantiene la

    atmsfera de guerra del cuento y la recurrente retrospeccin del personaje), sus amigos le recordaban con crueldad que no se fuera a olvidar de invitarlos al matrimonio:

    Me invitas a la boda, panita. Se dio vuelta de repente, alzando un puo con lentitud hasta la altura de la cabeza. Ya empiezan, se dijo, deben de saberlo. Baj el puo y desvi la mirada, avergonzado. Estn todos invitados dijo forzando la sonrisa. (Daz Valcrcel: 1983, p. 94).

    El matrimonio se presenta como promesa. Catalina le haba dicho que despus de que volviera de la guerra consumaran su amor, porque quera entregrsele solo despus del matrimonio. Por eso tanta insistencia. Por eso tanta preocupacin del soldado: cmo le respondera, qu le dira. Por el momento deba volver a la casa de ella para contarle lo de su llegada, para confesarle lo del infortunio. Cuando lleg, vio todo igual: el mismo mueble, la misma escalera, excepto las puertas que, esta vez, estaban abiertas; indicio de que Catalina lo esperaba con amor. Y mientras pensaba en lo que deba hacer, recordaba las palabras de ella, que an le heran el corazn: Cuando vuelvas ser tuya.

    Ahora bien, el tiempo del cuento es un ahora y un pretrito que se combinan, ya lo veremos, de forma especial en la trama del cuento:

    Cuando vuelvas, haba dicho ella retirndolo con las manos sobre el pecho de l. No, ahora, Catalina, vamos a hacerlo ahora. Encendi otro cigarrillo, lanzando el fsforo

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    sobre el lomo de un perro que le olfateaba los ruedos del pantaln. Yo regresar pronto. Chup hasta colmarse los pulmones. El perro lo miraba receloso, las orejas tiesas y el rabo erguido. Cuando vuelvas, no ahora, son la voz de Catalina. Se estruj el pauelo por la frente y mir a todos lados. El perro continuaba esttico, con los ojos como luces de bengala. Pero yo te quiero ahora, nena. (Daz Valcrcel: 1983, p.95).

    Como se evidencia en el prrafo anterior, el personaje que est en un ahora, se devuelve por medio de las reminiscencias al pasado, al momento de la partida, cuando deseaba consumar su amor con Catalina. Y de nuevo, ese recuerdo: que cuando regresara estaran juntos al fin, se podran casar y procrear, pero qu pensara Catalina cuando se enterara de lo sucedido? Y otra vez el perro solitario en aquel callejn solitario, mirndolo fijamente y atento a cualquier movimiento, y de nuevo el recuerdo Cuando vuelvas. No ahora. Emilio Daz Valcrcel logra que el cuento ocurra entre un ahora y un pasado, entre un pueblo puertorriqueo y un campamento coreano, entre una posibilidad de consumar y una terrible imposibilidad.

    Luego pasan dos mujeres que le huyen en la oscuridad. Son ya las 8: 30 de la noche, y mientras las divisa por ltima vez, oye un silbido de admiracin al final del callejn. Otra vez las mujeres, otra vez la imposibilidad. Y se le acababa el cigarrillo y se quemaba los dedos y vena una frase fuerte que le rompa las esperanzas:

    Vendr enterito para ti (Daz Valcrcel: 1983, 95). No, haba regresado con manos y con piernas, pero no apto para cumplir la promesa.

    Un hecho similar ocurre en el cuento El sapo en el espejo, del mismo autor, que narra la historia de un hombre que, de la Guerra de Corea, llega sin piernas a su casa, y su esposa lo rechaza. Juan Carlos Rodrguez (2009), en su trabajo Del Trauma de la Literatura al Relato del trauma, describe lo siguiente:

    La desmembracin corporal asume un tono ms trgico en El sapo en el espejo, un cuento escrito por Daz Valcrcel en el ao 1957. El sapo en el espejo es el relato del trauma de un veterano puertorriqueo de la Guerra de Corea, un hombre mutilado que sufre ante el espejo, al verse sin sus dos piernas y teniendo que lidiar con la impotencia sexual, razones por las cuales el protagonista es rechazado por su esposa. Al nal del relato la esposa es convencida por el veterano a tener relaciones sexuales con l: Tienes razn. No tienes la culpa de que existan las guerras (El sapo 86). Pero la guerra simblica de este veterano que no es la del 98, ante su mayor enemigo, el espejo, lo ha hundido en un resentimiento feroz que culmina en la animalizacin: Entonces l no pudo resistir por ms tiempo la angustia que comenzaba a paralizarle cada nervio, cada msculo, y salt dos veces hacia el frente, croando (El sapo 87). La desmembracin corporal producto de la guerra ha sido naturalizada en la fantstica metamorfosis del sujeto en sapo. El

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    veterano asume la mutilacin de su cuerpo desde una nueva unidad orgnica, el sapo, pero dicha unidad orgnica es de naturaleza inhumana. Es por ello que El sapo en el espejo se presta para dos lecturas. Por un lado, El sapo en el espejo puede leerse como una distorsin en la que la vctima se auto-castiga por el carcter inhumano de la guerra, borrando as la responsabilidad histrica de quienes iniciaron el conicto violento. Por otro lado, el nal del cuento puede leerse como una perversin que permite al sujeto irse a la fuga y re-elaborar la imagen de su cuerpo mutilado en el terreno de la fantasa sexual. (P.1158-1159).

    De la misma forma como el personaje de El sapo en el espejo, segn Carlos Rodrguez, es un relato del trauma, asimismo lo puede ser El regreso, pues si en el primero se llega hasta la deshumanizacin, en el segundo, se llega a la inutilidad, a la vergenza de s mismo. Si traigo a colacin otro cuento de Emilio Daz Valcrcel no es con el fin de ahondar en l, sino para argumentar la postura del trauma de la guerra (que bien explcito se encuentra en El regreso) a partir de crtica fundamentada.

    Antes de volver al cuento, me gustara profundizar un poco ms en el asunto de la Guerra de Corea con el fin de mostrar con mayor precisin los hechos que recuerda, durante el desarrollo del cuento, el personaje de El regreso. Empiezo diciendo que, como toda guerra, esta dej muchos muertos. En el caso de los personajes de El sapo en el espejo y de El regreso, no hubo muerte de por medio, es decir, los dos personajes llegaron

    discapacitados pero vivos. Sin embargo, la experiencia, la congoja y el recuerdo los ata a un pasado cruel, que permanece latente en (y por) su cuerpo. El cuerpo de cada uno de ellos hospeda los vestigios de la Guerra coreana.

    Esta guerra se llev a cabo a mediados del siglo XX. Mientras la Unin Sovitica apoyaba por ideologa a Corea del Norte, Estados Unidos haca lo mismo con Corea del Sur. Para que el ejrcito norteamericano tuviera la cantidad de hombres necesarios para combatir en la guerra necesitaba del apoyo de Latinoamrica. Brbara Skladowska (2007) expone lo siguiente:

    Cmo fue la participacin de Latinoamrica en la Guerra de Corea? Se puede decir que nula. Tras el estallido del conflicto el consejo de la Organizacin de los Estados Americanos, OEA, presidido por Alberto Lleras Camargo, declar unnime: Firme adherencia a las decisiones de las naciones unidas y reafirmacin de los compromisos de solidaridad continental, comprometiendo a todos los pases miembros a estudiar la posibilidad de apoyo. Las voces de la prensa bogotana como las de la revista Semana: Latinoamrica tiene obligacin geogrfica de cooperar con Norteamrica en la defensa del continente. (pg. 26)

    El apoyo de Latinoamrica en la Guerra de Corea, por lo tanto, podra decirse que fue ptimo: Colombia y Puerto Rico aportaron soldados a la causa, mientras que los dems pases pagaron con cosas, tal como lo afirma Pedro Pablo Bermdez (pg. 27 Skladowska), y no con soldados. No obstante, el caso de Puerto Rico fue

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    distinto; como Estado Libre Asociado y ya militarizado por Norteamrica, no le quedaba otra opcin que colaborar. Muchos de sus soldados, de esos que fueron despedidos con lgrimas en los ojos, murieron en el intento de defender una causa que les era completamente ajena:

    El 25 de agosto de 1950, dos meses despus de haber iniciado el conflicto, los puertorriqueos recibieron rdenes para salir hacia Corea. Los hombres del 65th de infantera fueron los primeros en llegar a Corea y su misin era simple: encontrar al enemigo en los campos de batalla del pas oriental. Aunque el territorio ofreca un desfile de montaas, al igual que Puerto Rico, las primeras tropas puertorriqueas se encontraron con un pas extrao donde los das eran inmensamente calientes y las noches de otoo pareca de invierno. En fin, en medio de aquella guerra hostil, el Regimiento del 65 de infantera fue obligado a tomar un bastin militar enemigo. Los puertorriqueos fueron devastados en su intento y al llegar a territorio americano fueron acusados de haber rehusado seguir las rdenes militares y fueron despojados de los derechos alcanzados. (Hernndez Hernndez, Carlos: (S.F.) P. 4-5).

    Ahora bien: a partir de lo anterior, se puede entender el lazo de recuerdos que una al personaje de El regreso con su presente (y a los personajes de los dems cuentos que sufren por lo mismo), y los vestigios de la guerra adheridos a su cuerpo y, en este caso, a su miembro varonil, a su posibilidad de amar.

    Vuelvo al personaje de El regreso: el soldado fue reclutado por los Estados Unidos: lo llevaron a Corea, y vio muertos por todos lados, se enfrent a las balas, a la pesadez de la guerra, se escondi entre los arbustos y el ruido, el impresionante ruido que le trajo para siempre la imposibilidad:

    Y meses ms tarde la notificacin de la marcha hacia la guerra, la despedida junto al silln de mimbre, el eterno viaje de treinta das por mar, el asalto a la colina Kelly con las luces de bengala en lo alto, en una noche que ahora es el recuerdo de una pesadilla; los hombres cayendo por montones, unos sobre otros, como sacos de arroz en una trastienda. Y l escondido tras un arbusto, haciendo fuego bajo un cielo negro, apedreado por el miedo, con el recuerdo de ella palpitando en lo ms hondo. El estallido de la mina aqulla, casi debajo suyo, y la bruma que le entr por los ojos hasta llenarlo sordamente como el guano a la almohada. (Daz Valcrcel (S. F), 96).

    Este recuerdo, y la voz de alguien que le dice: Mal sitio para una herida (Daz Valcrcel: 1987, p. 96) lo atormentaban inmensamente. Pensaba en Catalina y en la promesa, y apareca ella justamente entre los recuerdos, all, al fondo del callejn. Ella entr a su casa y se sent a escribir, posiblemente a escribirle a l, como lo haca siempre: Me va a escribir, pens l, recordando las cartas recibidas en Corea, y las recibidas luego en el campamento norteamericano (p. 97).

    Al fin, el soldado subi temblando al balcn con pasos suaves como si temiese pisar el resorte de una mina (p. 97), es decir, el miedo al rechazo por la imposibilidad de amar se asimilaba al

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    miedo de pisar una mina; nuevamente, la atmsfera de la guerra y la preocupacin. Sinti los pasos de Catalina, y no pudo confesarle nada, no se sinti capaz: la vergenza, la imposibilidad de amar, ninguna mujer quiere un hombre as

    -Quin es?

    Cuando vuelvas. No pudo contestar. Ella volvi a preguntar, al cabo de un largo minuto, un poco sobresaltada:

    -Quin est ah, ah?

    Sinti resonar sus pasos, lentos, medrosos, a travs de la sala. Cuando vuelvas ser tuya. Los pasos estaban ya junto a la puerta. Cuando vuelvas... El hombre salt la baranda y se perdi entre los callejones. (P. 97).

    As las cosas, este cuento, sin duda alguna, representa las huellas negativas dejadas por la guerra coreana en Puerto Rico. En el cuento El regreso, la prdida del miembro varonil causa en el personaje una especie de inutilidad, desintegracin y vergenza de s mismo: la imposibilidad de amar. Emilio Daz Valcrcel, por medio de su obra, muestra el estado en que llegaban los ciudadanos boricuas despus de una guerra ajena. De la misma forma como qued el malestar en la conciencia y en el cuerpo del personaje de El regreso, asimismo qued en Emilio Daz Valcrcel, pero con una diferencia: l no huy como su personaje, sino tom un papel y una pluma y se enfrent a los recuerdos. Y tanta ha sido su trascendencia que lleg al mundo por la expresin de su experiencia y la volvi literatura.

    Bibliografa

    lvarez Curbelo, Silvia (2008). Sangre Colonial: la Guerra de Corea y los soldados puertorriqueos. En: Caribbean studies, vol. 36, nm. 1. Puerto Rico: universidad de Puerto Rico.

    Brbara Skladowska (2007). Los nombres de la patria en la Guerra de Corea, 1951-1953: Ocaso de un mito. Bogot: Universidad de los Andes.

    Daz Valcrcel, Emilio (1983). Cuentos Emilio Daz Valcrcel. La habana: Casa de las Amricas.

    Hernndez Hernndez, Carlos (S.F). Emilio Daz Valcrcel: Literatura y memoria Proceso en diciembre. Puerto Rico [En lnea]: http://www.pucpr.edu/hz/112.pdf.

    Lacan, Jacuqes (1966). crits. Seuil.

    Marcelle Marini (1986). Jacques Lacan. Belfond.

    Ponencia al acto de homenaje a los cien aos de lucha independentista de Puerto Rico (1998). Puerto Rico de Colonia espaola a Colonia norteamericana. Puerto Rico: Sala Ercilla, Biblioteca Nacional.

    Rodrguez, Juan Carlos (2009). Del Trauma de la Literatura al Relato del trauma. Revista Iberoamericana: Vol. LXXV. Nm. 229.