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Don Pietro Pasquali, SDC Los Votos en las enseñanzas de Don Guanella 5 CUADERNOS DE FORMACIÓN Instituto Hijas de Santa María de la Providencia IN TUA PROVIDENTIA NOSTRA SPES

Los Votos en las enseñanzas de Don Guanella votos en las... · Se ha dado algún caso de hermanos que decían que con las rentas de los Entes conseguían cubrir los gastos ordinarios,

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Don Pietro Pasquali, SDC

Los Votosen las enseñanzasde Don Guanella

5CUADERNOS DE FORMACIÓN

Instituto Hijas de Santa Maríade la Providencia

IN TUA PROVIDENTIANOSTRA SPES

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Don Pietro Pasquali, SDC

LOS VOTOS EN LAS ENSEÑANZAS DE DON GUANELLA

5CUADERNOS DE FORMACIÓN

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Edición fuera de comercio.

Estas lecciones han sido impartidas en el Noviciado «Beato LuisGuanella» de Lipomo (Italia) en el año 1994-95.

Los textos, transcritos de las grabaciones, no han sido revisadospor el Autor; El texto ha sido cuidado por Barbara Occhigrossi.

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LOS VOTOSEN LAS ENSEÑANZASDE DON GUANELLA

LA POBREZA (1-2-1995)

No es mi tarea exponer las obligaciones del voto depobreza, porque las conocéis por las Constituciones, nies mi tarea explicar la excelencia de la pobreza evangéli-ca, que consiste esencialmente en compartir el estilo devida del Señor Jesús y de su Madre María. La finalidadde este encuentro es la de resaltar el modo en el que donGuanella ha vivido y enseñado a vivir la pobreza reli-giosa.

No existe pobreza religiosa en abstracto, solamenteexisten formas concretas, del modo particular de vivir lapobreza religiosa, por lo que incluso el voto de pobrezaexige que se hagan concreciones, puntualizaciones, quetoda congregación tiene con relación a su propio espíri-tu, a su propia misión, a otras circunstancias por las quese ha fundado esta congregación. La pobreza de los ca-puchinos no es la pobreza de los jesuitas, dado que loscapuchinos viven un estilo de vida distinto del de los je-suitas; la pobreza de los benedictinos no es la misma quela de los salesianos porque los benedictinos tienen supropio modo de plantear su vida, tienden a conseguirunos fines diversos de los salesianos. Esto es, cada unodá a la pobreza su característica propia.

Por lo tanto, lo que queremos proponer es la pobre-za guaneliana. Don Guanella ha resumido las caracterís-

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ticas de la pobreza evangélica, de la vida de la iglesia, de la sensibilidad de su época y del compromiso quetenía.

La pobreza religiosa, también la guaneliana, no sepuede determinar de una vez para siempre, es necesarioadaptarla con relación al tiempo y a los lugares geográfi-cos en los que la obra de don Guanella está presente: simañana, por ejemplo, fuéramos al polo Norte, serían ne-cesarias unas cosas que no lo serían en la India.

Existe un interés por parte de la congregación, tam-bién de los superiores y del capítulo general, que es elde adaptar lo más justamente posible la práctica de lapobreza religiosa a las distintas épocas y a los diversoscontextos culturales y geográficos. Ahora, no vivimos co-mo en tiempos de don Guanella, porque han cambiadomucho las cosas; cosas que en la época de don Guanellapodían ser un lujo ahora son una cosa normal; por ejem-plo, cuando don Guanella fue a Estados Unidos marchóen barco, hoy aunque están los barcos, está el avión ypor lo tanto es preciso ir en avión. Hace 30 años nues-tros hermanos y hermanas para ir a América Latina lohacían en barco y necesitaban casi un mes, ahora salende Roma a medianoche y al mediodía están allí. Por tan-to, cambiando los tiempos, ciertas situaciones son dife-rentes y ciertas elecciones de pobreza pueden cambiar.Bien, ahora, tener una casa ruinosa está prohibido porlas leyes civiles, porque las comunidades deben tenerciertas cosas que en otros momentos se consideraban su-perfluas.

Existe un deseo continuo de revisión, que cada 6-10años es necesario hacer a nivel comunitario y a nivel dela congregación, para someterse a la pobreza real y con-creta y que ésta sea testimonio de vida.

¿De qué manera podemos descubrir las característi-

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cas de la pobreza según don Guanella? Los caminos aseguir son muchos: 1) el ejemplo que nos ha dado elfundador, esto es, cómo vivió la pobreza; 2) sus escritos:el 1910 a los Siervos de la Caridad y el 1911 a las Hijasde Santa María de la Providencia; 3) la tradición guane-liana, es decir, el valor de la pobreza permanece igual,pero se vive de modo diferente en el tiempo y lugaresdiversos; los textos constitucionales, en los que se ponede manifiesto el pensamiento de don Guanella, al menosen sus lineas esenciales.

Por mi parte, para destacar la pobreza según donGuanella, deseo comentar un artículo de las Constitucio-nes de los Siervos de la Caridad, donde estas caracterís-ticas están recogidas. Me he servido de este artículo nosólo por comodidad, en cuanto que está recogido todoel material, sino porque de esta manera no manifiestosolamente mi opinión personal, sino que aporto el pare-cer de una asamblea cualificada como es el Capítulo Ge-neral, que ha aprobado las Constituciones y ha reconoci-do que en las Constituciones se encuentra expuesto,efectivamente, el espíritu de don Guanella.

¿Qué espíritu de pobreza ha querido don Guanellapara su familia religiosa? Podríamos recoger su pensa-miento en estas breves respuestas.

Antes que nada, don Guanella ha querido que laCongregación no se apoyase sobre capitales, esto es, so-bre riquezas y abundancia para darle seguridad. Estanorma, que don Guanella dá en el Reglamento y poneen práctica, estaba en contradicción con la mentalidadeclesiástica del siglo pasado, que presentaba a la pobrezacon estas características: pobreza personal pero con uncierto bienestar comunitario, esto es, reasumía un pocolos principios que respectan a la economía, la gestión delos bienes, con esta expresión: gestión prudente de la

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economía, sensata capitalización, inversiones bancariasseguras, con suficientes garantías a favor de la comuni-dad. Esto no impedía al religioso vivir con austeridad,con sacrificio, con renuncia a un cierto bienestar, pero lacomunidad debía estar bien.

Pero don Guanella no pensaba así. Él quería que elreligioso viviese en pobreza y que la misma comunidadviviese la pobreza: la comunidad debía renunciar a uncierto bienestar material. Don Mazzucchi escribe quedon Guanella ha tenido, en cierto momento, el titubeode pedir la aprobación de las Constituciones a la SantaSede, por el temor de que le impusieran observar nor-mas que para él estaban fuera de su intención, esto esfalta de confianza en la Providencia, y que éstas le atasendemasiado las manos; antes que tener las manos atadashubiera preferido no pedir la aprobación a la Santa Se-de. Esto es un testimonio y, dada la autoridad de donMazzucchi, creo que es verdadero.

Por otra parte, nosotros conocemos la decisión con-creta hecha por don Guanella, con relación a la pobrezay a la economía, entre el Cotolengo y don Bosco. Él mis-mo dice muchas veces que el Cotolengo no pide nada alos hombres sino a Dios en la oración y recibe con con-fianza lo que el Señor manda, don Bosco, en cambio, to-ca la trompeta, llama, pide, busca involucrar a las perso-nas para apoyar las iniciativas que necesitan dinero. DonGuanella se pregunta de qué parte estar: Tal vez se incli-naba más por el Cotolengo, pero no se atrevía a ponersea su lado y elige la via del medio: pedir pero haciéndolocon discreción, con límites, sabiendo que sus obrasdebían sostenerse más por la Providencia de Dios quepor la providencia y previsión humanas. La norma que-dá está expresada muy bien en Vieni Meco para las her-manas americanas, con el título Hermanas pobres y Con-

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gregación rica; concluye el capítulo diciendo: «Entoncesproponéos monjas pobres y congregación pobre, monjaspobres de Congregación más pobre»; esto es, no acu-muléis, no os enriquezcáis, no capitalicéis.

Esta característica, sobre la cual don Guanella insis-te, es diversa, desde el punto de vista jurídico; de la delos capuchinos que no podían poseer nada: sus casaseran propiedad de la Santa Sede. Don Guanella nuncaha querido esto, más bien se ha encontrado incómodocuando ha prestado su servicio en instituciones quetenían sólo la propiedad, porque no dejaban espacio.

Una segunda respuesta de cómo quería don Guane-lla la pobreza en su familia religiosa: confianza cotidianaen la Providencia. La confianza no se manifiesta sólo porel dinero, por las ayudas económicas, sino también porlas personas. Don Guanella ha tenido muchos proble-mas con las hermanas que morían jóvenes: pensamos enla preocupación por la muerte de sor Clara, en ella teníala confianza para una cierta consistencia espiritual (ellaera un poco la madre maestra, por lo que le estaba con-fiado el futuro de la Congregación). Con su muerte seha encontrado con un grande problema, con muchaspreocupaciones, pero confiaba en la Providencia; inclusoen la comparación consigo mismo tenía la misma con-fianza en la Providencia: «¿Qué hará la Congregacióndespués de mi muerte? ¡Irá adelante!, ninguno es nece-sario»; así como la Congregación, la familia religiosacreada por él es obra de Dios, el Señor proveerá paraque vaya adelante.

La confianza en la Providencia se extiende tambiénal dinero, él mismo se pregunta de dónde saldrá el dine-ro para realizar las obras y responde que es el Señorquien ve y provee. En nuestras casas se usan las oracio-nes que empiezan: «Santísima Providencia de Dios, pro-

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vedenos Vos». Es la confianza en la Providencia la quemantiene a la Congregación, que realiza las obras, noobstante las dificultades que se encuentran y las circuns-tancias adversas que es necesario superar: «Somos comopollitos bajo la protección de la Divina Providencia», de-bemos confiarnos siempre y, en todo, a aquella Provi-dencia que lo dispone todo.

Esta confianza en la Providencia debe valorar tam-bién las pequeñas aportaciones, los pequeños ofreci-mientos humanos. Él mismo desconseja desear grandeslegados, porque podrían devaluar los donativos de todoslos días, la lluvia suave que, efectivamente, sostiene a laCongregación. Decía el 1893: «No conviene manifestar eldeseo de legados píos o de ayudas aparatosas, corriendo deeste modo el peligro de ansiedad y, sobre todo el peli-gro de la menor estima del donativo pequeño del pobreque es bendecido, especialmente, por Dios». Si llega unaayuda importante no dice de echarla fuera, pero dice noir a la caza de testamentos y valorar mejor las pequeñasofrendas que da la gente pobre. Así han crecido nuestrasdos Congregaciones. Ciertamente una gran ayuda puederesolver varios problemas, pero para sacar adelante lasobras, las casas, depende mucho de las aportaciones quela gente dá o en dinero o en especie (pan, fruta, verdura,carne); es cierto, que actualmente el gasto más importan-te es el de personal, que es necesario retribuir según lasnormas, más hay toda otra parte del vivir de cada día, ala cual pueden contribuir notablemente aún los pe-queños donativos, aquellos que don Guanella dice de-ben tenerse muy en cuenta. Es obvio que una lluviafuerte, de tanto en tanto, puede hacer bien, pero si fuesedemasiada, acarrearía más daños que beneficios, mien-tras que la lluvia suave penetra más, nos dá el convenci-miento de depender de la Providencia, pero sobre todo

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suscitamos en la comunidad cristiana el sentido de cari-dad que es muy importante.

Se ha dado algún caso de hermanos que decían quecon las rentas de los Entes conseguían cubrir los gastosordinarios, ¿entonces para qué sirve ahora llamar, tocar,pedir? Estos, de esta manera, han dejado pasar iniciati-vas muy bonitas, cometiendo el error de fiarse demasia-do de entradas seguras, despreciando en cambio estaayuda de la Providencia; y después han cometido elerror de deseducar a las personas; porque si no das a en-tender que tienes necesidad, nadie viene a darte la ma-no; además se comete el error de cerrarse dentro de lacomunidad y de decir no tener problemas, dado queesta comunidad forma parte de una Congregación másamplia y aquello que para tí, hoy, puede ser de más,puede ser muy bien lo necesario para otra casa. Por lotanto debemos educarnos para ver las cosas de una ma-nera más amplia, porque a través de esta beneficencia sepueden resolver también problemas de los demás másallá de todo esto, dentro de la misma Iglesia, esta obliga-ción de caridad, que no se debe descuidar.

Por lo tanto: nada de dinero, confianza en la Provi-dencia todos los días y luego el trabajo por parte de to-dos: «¿No es bonito trabajar, día a día y, luego dejar quela Divina Providencia te ayude?». Es, en síntesis, el pen-samiento de don Guanella: dedícate a trabajar, ruega aDios, la Providencia hará lo que falta, porque cuando túhas hecho todo lo que podías hacer, no puedes hacerotra cosa que ponerte en las manos de Dios.

Es necesario colaborar con la Divina Providencia:«Superiores y subordinados trabajan con fuerza, como siestuviesen solos para abastecerse y juntamente trabajancon tal confianza en la divina Providencia como para tenerque esperarlo todo de la misma y nada de sí mismos»; es

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necesario saber colaborar con la Providencia con uncomportamiento activo, lleno de confianza, de oración,de trabajo, de sacrificio, de búsqueda de medios, de ini-ciativas. El mismo don Guanella recordaba un prover-bio: «En boca cerrada no entran moscas».

«La Providencia dá a aquel que hace, cuando hacía pordos la Providencia devolvía por dos, por diez la Providen-cia devolvía por diez; si se equivocaba, nada. Esto lo heexperimentado siempre». Así expone don Guanella suexperiencia en sus memorias.

¿Cómo se ha escrito la historia de las Congregacio-nes Guanelianas?, ¿cuál es el camino a recorrer? Estahistoria está escrita por la Providencia y por la Pobreza,el camino se ha hecho sobre estos dos binarios. Escribedon Guanella en el Reglamento de los Siervos de la Ca-ridad el 1905: «Tened presente que nuestra Obra ha naci-do en medio de muchas contradicciones y con mucha po-breza, confiada más a la Providencia de Dios que a la pru-dencia humana». En 1910, cuando habla del voto de po-breza, concluye con un párrafo que se titula «Providen-cia», en él anima a vivir con mucha pobreza y con con-fianza ilimitada en la Divina Providencia; dice que hayevitar dos peligros: el de la presunción, que consiste enestar esperando, entre tanto la Providencia llegará, y elde la desconfianza, esto es, seguir trabajando incansable-mente, por miedo a que falte la tierra bajo los pies, pormiedo de que falte lo necesario. Finalmente dice que esnecesario aceptar a las personas que ayudan en nombrede la Providencia y concluye así: «Tengan siempre pre-sente, los Siervos de la Caridad, que nuestra Obra ha naci-do y crecido con ayuda visible de la Providencia, quejamás faltará nada con tal de que no se aparten del finprefijado», esto es, si vivís en el espíritu justo y cumplísla misión confiada, no debéis tener miedo. Continúa:

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«Recuerden que el Dios que vistió a los lirios del campode vestido que Salomón jamás llevó, no permitirá jamásque falte nada a quien trabaja únicamente por Él y por lamayor gloria de su nombre».

He aquí el criterio a seguir en la expansión de laCongregación: confiar más en la Divina Providencia queen la prudencia humana. Él mismo dice que las casasque empezaron sin nada son las que más prosperarondespués: «Confiad siempre en la Providencia del Señorque lo provee todo». Recordaba este criterio a las herma-nas que iban a Estados Unidos de América, donde el di-nero era más fácil de encontrar y donde podía estar latentación; don Guanella decía: «¿No habéis vivido cien-tos de experiencias prácticas de que, cuando cedéis por na-da una o varias habitaciones, entonces crecen y se multi-plican? Pero cuando entran los cálculos humanos en lasfundaciones y la ayuda de la mano del hombre, entoncesparece que la ayuda de la Providencia Divina disminuye yque diga la Providencia: “No soy yo sola, la Providencia deDios, la que obra; unida está a mí la mano del hombreque esparce un poco de polvo de oro y esto me sube a losojos y me molesta”. Me diréis: “¿No es esto contradicto-rio? ¿Rechazar los instrumentos de la Providencia?”. Yoos respondo que es bueno servirse rectamente de las perso-nas y de sus bienes, pero es mucho mejor hacer fundacio-nes con poco o nada, confiando sobre todo en Dios (si elSeñor pone a disposición personas que os ayuden no lasrechacéis, pero si faltan no os preocupéis). En el casopráctico, seguid los caminos de la Providencia y confiaos aellos, pensando que es peligroso obrar de otra manera. Po-diáis, poco a poco, caer bajo el peso de las amenazas delSeñor, que dice: “Maldito el hombre que confía en el hom-bre”. Lo hemos repetido insistentemente: si queréis que lacongregación empobrezca, hacedla rica. El bienestar y las

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riquezas grandes o pequeñas, que se desean como el polvola serpiente, engendran veneno que adormece». Vivamosen pleno contraste con la mentalidad humama, mientrasel criterio del Evangelio es éste: tened mucha confianzaen la Providencia y haréis más. La confianza debéisapoyarla, no en el dinero sino, en la Providencia deDios.

Punto último: entonces, ¿de qué modo vivir en con-creto el gozo de la pobreza? Don Guanella dice que hayque vivir con fe y con mucha pobreza. En «Vieni Meco»de las hermanas americanas dice: «Vivid de la fe». La feen Dios Padre ha guiado a don Guanella durante todasu vida, en todas las circunstancias alegres o amargas,aún cuando las contrariedades le torcían el camino,cuando sus proyectos eran tenidos por locuras; cuandoel futuro se presentaba incierto y obscuro, él jamás dudóde la Providencia, «No venga a menos la fe en vosotros»,no olviden de que la fe de Tomás fue la menos merecida(Bienaventurados los que creen sin haber visto). «Rogada Dios para que aumente en vosotros la fe. Otras Institu-ciones viven con abundancia pero nosotros no; pues losbienes temporales son bienes temporales y vale más ungrano de confianza que cien de previsión y providencia hu-mana». Si existe esta confianza en la Providencia, aún enlos momentos difíciles se puede ir bien hacia adelante.

Don Guanella advertía a los religiosos: «Evitad el do-ble agravio que se hace a la Providencia, sea acumulandocosas inútiles y supérfluas, con grave daño al espíritu reli-gioso, sea no teniendo lo necesario para el sustento diario,el vestido, la salud, porque debemos tener la confianza deque la Providencia, madre nuestra benigna, no permitiráque nos falte lo que exigen nuestras necesidades», por lotanto hay que evitar los dos extremos: hacer gastos inúti-les y rechazar lo necesario para el sustento diario, el ves-

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tido, la salud; porque esto es ciertamente una falta deconfianza en la Providencia: este ahorrar y ahorrarse atoda costa por miedo, va contra el criterio de don Gua-nella y contra el espíritu del Evangelio; una cosa es eldeseo de vivir mejor la pobreza de Jesucristo y otra cosaes ser avaros, a éstos el Señor no los premia. El acto ex-terno puede ser igual: el verdadero religioso no gastaporque no tiene; el otro tiene, pero no gasta porque estádemasiado aferrado a sus bienes. El primero es digno dealabanza, el segundo es reprobable.

Así escribía don Guanella, el 1913, al Consejo supe-rior de las Hijas de Santa María de la Providencia: «Esnecesario ser centinelas vigilantes, conocéis la suerte de lasvírgenes prudentes y de las vírgenes necias. Voy frecuente-mente a visitar las casas y las personas, para que no se in-filtren en ellas, bajo el pretexto de virtud, las malas tenta-ciones de las comodidades de la vida. Quiero aludir espe-cialmente a la pretendida propiedad de las habitaciones yal uso de las casas religiosas. Siempre que estas casas seanpobres, tendrán el calor de Belén y de Nazaret, de la grutade Getsemaní, del Calvario y del Santo Sepulcro. (...) Losdías más alegres y prósperos de la Congregación, si re-cordáis bien, fueron los de los albores de la Congregaciónmisma, cuando comíamos los alimentos de polenta, usába-mos la luz tenue del petróleo, se vivía en ambientes yconstrucciones, que más bien podríamos llamar casucasque casas y, también éstos debían trasladarse muchas vecesde un lugar a otro. Aunque en esto hay que poner tambiénmucha atención para que no se presente la desgracia deuna disminución del fervor o práctica piadosa»; esto es, lapobreza está ligada estrechamente a la fidelidad a la pro-pia vocación y, cuando las congregaciones llegan a ser ri-cas, se desmoronan. Aquí en Occidente, el Estado, aúnhaciendo mal de vez en cuando y por fortuna, embarga-

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ba todos los bienes de los religiosos, de tal manera quese volvía a ser pobres. Al principio poseían muchosbienes y luego el gobierno los echaba a la calle. Tal vezla Providencia lo dispuso así, para volvernos al buencamino.

«Lo que tenéis dádselo a los pobres», la pobreza gua-neliana está en función de la caridad. Él mismo lo afir-maba el 1893: «La piadosa Congregación de la Cruz nopuede acumular dinero, y una vez recibido debe emplearlopara ayudar a los más débiles. No puede conservar bienesinmuebles sean de la extensión que sean, debe adinerarlosy comprar alimentos para los pobres». Al menos el EstadoItaliano os ayuda a vivir la pobreza porqué, o usáis losbienes inmuebles para los bienes que tiene la Congrega-ción o, de otra manera, estáis obligados a darlos por laLey. Don Guanella invita a conservar estos bienes paradar comida, trabajo, apoyo y consuelo a las personas ne-cesitadas de ello.

El 1897: «Al abrir una casa es necesario tener presen-te la finalidad de nuestra institución y de ayudar, a ser po-sible, al mayor número de abandonados y evitar cualquiergasto supérfluo, pues se hacen muchos bajo las, asi consi-deradas, exigencias modernas: como cortinas, alfombras,acolchados, espejos, cuadros. Cosas que hay que evitar to-talmente. Nuestra casa debe vivir la sencillez capuchina.Debe hacerse una excepción para los locales destinados ala dirección y a los huéspedes». Continúa el 1898: «Elecónomo vigile el consumo de combustibles y comestibles,para que no haya ni despilfarros, ni abusos y, para queninguno se salga del Reglamento, que aprueba el voto depobreza y necesita la economía de la casa, no para enri-quecerse, sino para hacer llegar el pan de la Providencia almayor número posible de desamparados».

Por tanto: economía, no para que la casa se enri-

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quezca, sino para dar mayormente el pan de la Provi-dencia a quienes tienen necesidad. Esta es la finalidad de la economía y de la pobreza, sobre todo de la comu-nitaria, por encima de la personal, porque si cadapersona quiere estar bien, es lógico que la comunidadno padezca.

Concluyo recordando aquello que escribía don Gua-nella en el Método de acción, que resume su pensamietoy su modo de vivir el voto de pobreza: «La Providenciaconviene ganársela. 1) creer firmemente en ella; 2) esperarlos momentos y formas de la misma; 3) descartando la an-siedad; 4) trabajando de buena gana» Por la vía ordinaria,la Providencia se sirve también de nosotros, por eso no-sotros debemos colaborar. La Providencia viene, hace,garantiza con la condición de que aportemos nuestraconfianza, nuestra oración y nuestra colaboración.

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LA CASTIDAD (8-2-1995)

Voy a hacer dos premisas. Para la primera leo el ca-non 599 del atual Código de Derecho Canónico: «El con-sejo evangélico de castidad asumido por el reino de los cie-los, que es signo del mundo futuro y fuente de una fecundi-dad más abundante en un corazón no dividido, lleva consi-go la obligación de observar perfecta continencia en elcelibato» He leído esta presentación del consejo evangé-lico de la castidad porque el Código de Derecho Canónicoprecedente no dice nada; la presentación que se hacía an-teriormente era mucho más pobre que la que leemos hoy,tomada, en pocas palabras, del Concilio Vaticano II.

Las Constituciones de los Siervos de la Caridad dehace cincuenta años decían que el voto de castidad com-porta la obligación del celibato y, en virtud de este mis-mo voto, la obligación de abstenerse de cualquier actocontrario a la castidad, tanto interno como externo. Perono dice el por qué, no tiene un significado. Por lo tantose da un paso muy importante, no sólo en los textos, si-no en la misma presentación de este consejo evangélico.

Mientras, antiguamente, el celibato se presentaba co-mo pureza moral, virtud individual, renuncia, mortifica-ción, templanza, ahora la castidad se presenta como unaexpresión de acogida, de oblación, esto es, como algocordial que hace posible la libre comunión con Dios ycon el prójimo. Por esto la castidad viene a ser signo delreino futuro, anticipado en el presente.

Al principio se insistía mucho en el hecho de la re-nuncia, en la privación de algo que es parte de la natu-raleza humana, ahora se afirma más el valor de lacastidad como una afectividad integrada, una expresión

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de madurez de la libertad, que hace capaz de entregatotal y sin recompensa.

La segunda premisa es la del pensamiento actual, almenos en Occidente; el desorden que existe en Occi-dente, no se da todavía en otros países, pero los malosejemplos se difunden rápidamente y por lo tanto es bue-no tener presente la mentalidad de hoy: vale cuando unohace todo lo que le parece, cada uno es libre de hacer loque quiere, aún en el sector de la sexualidad. Los va-lores como: el amor, el matrimonio, la fecundidad, la vir-ginidad, se reducen a cosas sin importancia; por amorentienden muchos el instinto, criterio muy débil paraque resulte un instinto humano, sin que implique a la in-teligencia y a la voluntad. El matrimonio es conocido co-mo institución arcaica, vieja, que condiciona la libertad;la procreación es una amenaza a la libre satisfacción delos propios instintos; la virginidad es una mutilación.Habiendo interpretado mal la sexualidad, todos estosvalores, que están unidos, pasan a ser devaluados, la vir-ginidad no es aceptada. Mas parece que en estos últimosaños se da un cambio de mentalidad o de valoración, so-bre todo entre los jóvenes, una consideración más respe-tuosa del valor de la sexualidad, en todas las manifesta-ciones que conlleva la naturaleza humana.

Por tanto, nosotros vivimos un momento en el quedebemos tener presente esta mentalidad, de la que debe-mos protegernos. Para protegernos de la polución, cuan-do aumentan los calores, se prohibe circular a los au-tomóviles, esclusivamente para evitar la contaminación;de la misma manera vivimos una atmósfera espiritual-mente contaminada, por lo que la castidad, hoy, exigeun mayor conocimiento, una decisión grande y un com-promiso de protección.

Si se quiere vivir el valor de la castidad consagrada

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es necesaria, sobre todo, una elección decidida, esto sir-ve, especialmente, para el período de formación, es de-cir, uno no puede hacer esta elección porque la hacenlos otros.

Primera cosa: es necesario saber a lo que se renunciay sobre todo el por qué se hace la renuncia. Segunda co-sa: es necesario que exista un compromiso permanentede entroncar realmente la castidad en el conjunto de lapropia persona. He dicho «compromiso», porque esteresultado no se consigue siempre en plenitud: es un tra-bajo que hay que hacer continuamente, hasta el final dela vida, quizá pocos santos solamente han llegado a estamadurez total. Tercera cosa: es necesario vivir con co-razón indiviso el amor por Dios y el amor de Dios.Cuarta cosa: hay que hacer una revisión periódica de lapropia mentalidad, para no dejarse contagiar de la men-talidad corriente; muchas veces, sin darnos cuenta, acep-tamos como válidas actuaciones o sugerencias, de la for-ma de comportarse, de las ideas que circulan, he aquíporque es necesaria una periódica revisión, para evitarque nuestra mentalidad, en lugar de compararla con lapalabra de Dios, se vea absorbida por el ambiente en elque vivimos. Ultima cosa: se requiere un esfuerzo serenoy constante, fundado en la vigilancia y en la mortifica-ción; sereno, es decir no debe ser una pesadilla, una an-gustia escrupulosa, sino un esfuerzo perseverante, atentoy delicado.

Llegamos a las características guanelianas. Una vezmás me refiero a un artículo de las Constituciones de losSiervos de la Caridad, el número 43 (que no os leo).

Don Guanella pide a sus religiosos una castidad atoda costa, pues estaba convencido de la importancia deeste consejo evangélico para la vida religiosa: «Debéis sercastos a toda costa», en el Reglamento de los Siervos de

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la Caridad del 1905. Escribía ya en un documento ante-rior: «La práctica habitual de la virtud de la castidad escondición absoluta para vivir la vida religiosa».

Él mismo explica el valor de la castidad, se sirve deimágenes significativas que ayudan a entender el valorque daba a este compromiso evangélico. En el Regla-mento de los Siervos de la Caridad del 1910 escribe elelogio a la castidad: «(El siervo de la Caridad) debe serpuro y límpido en la mente, como espejo que refleja lasantidad de Dios», nos encontramos en un nivel que noes solamente renuncia a un bien precioso, estamos en unnivel más alto, en el que se refleja la santidad de Dios;continúa: «El corazón del cristiano casto es semejante alcorazón adorable de Jesucristo», ved que el segundo tér-mino de la comparación es el corazón de Cristo, comoantes era la santidad de Dios, y explica: «Debe ser un co-razón de oro, puro, de caridad ferviente como el sol queilumina y calienta toda cosa creada, aún a las criaturas su-cias, sin que él reciba en su esplendor la suciedad de cual-quier mancha», elemento característico en don Guanellaexclusivo para el trabajo que realizamos, para la misiónque tenemos; la comparación con el sol sirve para decirque es necesario estar tranquilos en los propios juicios yserenos en el trato con el prójimo, aunque, cuando se hade intervenir, ciertamente como el sol que lo ilumina to-do sin que jamás se manche de aquello que ve de malosobre la tierra.

De lo dicho vemos que la castidad, además de seruna renuncia, es una comparación con la santidad deDios y con el corazón de Cristo. Consiste, pues, en man-tenerse tales a pesar del ambiente en el que se vive y apesar de las dificultades que pueden encontrarse en laspropias actividades de caridad.

En el Reglamento (fragmento) de las Hijas de Santa

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María de la Providencia, habla de la castidad de un mo-do más hermoso: «La castidad es virtud que especialmen-te está en la mente y en el corazón. (...). La mente es uncristal que refleja la imagen de Dios; no se desfigure y nose manche jamás el límpido cristal. (El corazón) Es un va-so sagrado, un tabernáculo bendecido; no se introduzcanmás que tesoros de humildad, de pensamientos castos, deafectos santos y de vida de fe. La castidad de la mente ydel corazón lleva consigo la pureza y la inocencia del cuer-po (todo empieza aquí, es un hecho interior) que en larecepción del más augusto de los Sacramentos llega a serverdadera habitación para la presencia del Altísimo», esun pensamiento que no se encuentra frecuentemente, lagracia nos viene a través del cuerpo; como decía Tertu-liano (escritor cristiano del 200 d.C.): La carne es el qui-cio de la salud, eso es el cuerpo, es el punto de apoyo dela salvación. En el Bautismo es el agua que desciende so-bre el cuerpo y también en la Eucaristía el pedazo depan que comemos, es el cuerpo de Cristo; la gracia vienepor medio del cuerpo, por lo tanto es necesario tratarlobien. Continúa: «La persona casta debe repetir constante-mente: “Creo en la resurrección de la carne” y vivir así cas-tamente asegurándose encontrarse, un día, con los elegidosen la resurrección final», esto es también nuestro cuerpoestá destinado a la participación de la vida eterna, no esuna cosa ocasional, pues este mismo cuerpo, al final dela historia humana, por la gracia de Dios, resucitará yjunto con el alma gozará de la gloria eterna.

Por la tanto, la castidad admite motivos y una valo-ración que no son solamente de renuncia, sino, másbien, un don precioso que Dios ha dado a la personahumana.

El primer punto es éste: don Guanella pide a lossuyos que sean castos a toda costa y dá los motivos. ¿Pe-

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ro por qué la pide a toda costa? Ciertamente, la casti-dad es amor total e incodicional al Señor, especialmenteel de las hermanas, que se manifiesta por medio de laexpresión «esposa de Cristo», pero un poco toda la Igle-sia es esposa de Cristo, y por lo tanto los religiosos quie-ren expresar esta esponsalidad, esta donación de la Igle-sia a Cristo como la esposa se entrega a su esposo; es unaspecto que se pone de manifiesto sobre todo en laLiturgia, también en los textos para las mujeres.

Entonces, un corazón indiviso sobre todo en el en-cuentro con Dios pero don Guanella añade que la per-sona casta tiene el corazón indiviso incluso para llevar acabo la propia misión de caridad: castos para reservarsetotalmente a Dios y totalmente a la misión de caridad.Es lógico que esto no vale para las clarisas, que no se en-tregan a obras de caridad; para nosotros por el contra-rio, que debemos cuidar a los niños, a los adolescentes, alos jóvenes, a los ancianos, a los “buenos hijos”, queestamos cercanos a tantas personas necesitadas, lacastidad es importante para llevar a cabo, de una formajusta, nuestra misión.

Sobre todo este corazón indiviso en el encuentro conel prójimo es válido negativamente porque, como el solilumina sin ensuciarse, nosotros, en nuestro apostolado,debemos meternos en ambientes difíciles y por tanto de-bemos saber conservar este corazón indiviso, a pesar delas dificultades que encontramos en nuestra misión. Unejemplo: en el mundo hay religiosos que se preocupan de las jóvenes-madres; el interesarse de estas personas, es entrar, por ejemplo, en los ambientes de la prostitu-ción, es peligroso y se necesita estar seguros en la casti-dad para saber superar también estos peligros: por ejem-plo, ¿quién se preocupa por el SIDA?, ¿cuántas expe-riencias llega a conocer? O la hermana que tiene que

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lavar y curar a los hijos guapos es lógico que pueda tenerdificultades. Por lo tanto, la castidad es importante por-que debe hacer a la persona fuerte para no dejarse in-fluenciar por estos peligros, por estas dificultades.

La castidad debemos valorarla positivamente. En lamisión caritativa es necesario darse y dar amor de Dios;y mediante nuestro amor, nuestro afecto, nuestra dispo-nibilidad, nuestra decisión de estar con los pobres, quepasa el amor de Dios, que entienda la gente que Diosquiere su bienestar. Don Guanella decía que el corazóndel religioso debe ser un corazón de oro, para que si se-pa vivir los peligros pero que no sea frío, indiferente,cerrado, exagerado en el temor, huyendo de la relaciónhumana; es necesario que la relación humana sea una re-lación distendida, de acogida. Debemos aprender a dar alos necesitados un amor fuerte y delicado.

Os recuerdo el sistema preventivo del que habla donGuanella: el corazón es precisamente el ambiente de lafamilia, el afecto a compartir, un afecto sereno y equili-brado, no el afecto que uno busca o espera de los otros,sino aquel que debe darse sin esperar recompensa. Que-rer el bien del prójimo sin esperar recompensa. Quererel bien del prójimo con total desinterés: esta es la casti-dad del alma consagrada que se dedica a la caridad.

De Reglamento de los Siervos de la Caridad del1988, el más explícito: don Guanella trata propiamentedel sistema preventivo: «Sobre todo que haya espíritu decaridad», y esto sólo es posible con la castidad: si unotiene tantas cosas en la cabeza que no sabe mantener sucastidad, no puede llegar a esto. Añade: «La juventud (yno sólo) ama y desea ser amada (los sentimientos de losjóvenes se manifiestan sobremanera, tienen una granfuerza); nace de las manifestaciones confidenciales de lafamilia y se apoya en el amor de la caridad doméstica (si

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quitamos este afecto familiar, debilitamos esta persona);por el camino del corazón se abren muchos sentimientospara entrar en el santuario del corazón de la juventud pa-ra dirigirlo bien (si yo quiero verdaderamente ayudar alotro y quiero que el otro acepte esta ayuda, es necesarioque antes de todo se convenza de que yo le quiero mu-cho); cuanto más se ama, más se es amado. El amor pro-duce actos heróicos de sacrifico y abnegación». Si faltaesto, que es el aliciente esencial de la persona, es inútilpedir sacrificios, renuncias, disciplina, orden u otrascosas, porque el elemento que lleva a dos personas acomprenderse, la una por la otra, es propiamente estacorriente de amor, un amor que no busca en el otro supropia satisfacción, sino la gloria de darse al otro. Estees uno de los aspectos característicos de todas lasCongregaciones de vida activa, y particularmente de lanuestra, que atiende desde el niño a la persona adulta: esposible darles este amor desinteresado y sincero si sevive el valor de la castidad.

Tercer punto: entonces, ¿cómo debe ser la castidad?Sobre todo don Guanella pide que exista confianza y te-mor; pide que la castidad tenga madurez, no una casti-dad cualquiera, por lo menos que exista el empeño demadurarla; pide que se dé un trabajo constante, pideque se dé el contento de la comunión fraterna (es inevi-table que antes de todo esto, hagáis oración).

La castidad es verdaderamente un bien precioso quese encuentra en vaso de arcilla confiado a la fragilidadde una persona; ahora bien, ¿ésta, cómo debe compor-tarse? En el Reglamento del 1911, escribe: «Pero voso-tros ¡cómo debéis miraros a vosotros mismos con confian-za y con temor! Con confianza, porque el Señor os ha ele-gido; con amor porque Dios os quiere amar sobremanera.Mas ¿no estáis obligados a crear un benéfico temblor?

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¿Quién os asegura que habéis respondido fielmente avuestro deber? ¡Son tantas vuestras obligaciones! ¡ElSeñor es santo por excelencia y vosotros sois, sobremanera,enfermos y débiles! Continúa más adelante: «Mas lashijas religiosas que intentan esto ¡oh cómo deben descon-fiar de sí mismas, cómo dehen ser tímidas, y finalmentetemerosas en manifestarse, cómo deben humillarse en loprofundo de sus corazones. Una religiosa, si no es humil-de, no podrá permanecer, por mucho tiempo es la santapureza». El temor conlleva sobre todo la característica dela humildad, del desconfiar de sí mimo y de confiar enDios, expresión que encontráis muchas veces en donGuanella, esto sirve especialmente en el sector de la cas-tidad: desconfiar de sí y confiar en Dios, sentir temor desí mismo, ser humilde pero confiando en Dios. De he-cho recomienda a los sacerdotes el espíritu de oración,el espíritu de trabajo, y concluye: «Que andemos más conlas alas de la confianza que con las del temor», se necesi-ta el temor, pero que no sea dominante porque la partemás importante es la de la confianza. Decía a las herma-nas: «No temáis, que Dios está con vosotras, el miedo estentación del demonio. ¿Por qué teméis mientras os ro-dean los ángeles del cielo defendiéndoos? ¿Y en cuánto alpasado? En cuanto al pasado pensad para humillaos y se-guid adelante».

La misma fórmula dá, para los ejercicios de las obrasde caridad: «No os expongáis a hacer obras de caridad, enlas que sea necesario poner a prueba la virtud, sin quehayáis sido mandados. En el mandaros, los superiores pru-dentes os pedirán naturalmente el parecer para ver sipodéis asumir el servicio delicado y si podéis desempeñar-lo sin menoscabo de la virtud (...). Procurad responder entodo con conocimiento sin decir ni mucho ni poco. Nodigáis demasiado, porque podría ser presunción; no digáis

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poco porque podría ser cobardia o debilidad». Esto sirve,en general, para la propia persona y para los servicios decaridad que es necesario realizar.

Es necesario aceptarse como persona marcada por lapropia sexualidad; ser hombre, ser mujer, es una situa-ción que hay que asumir, como las dificultades que pue-den aparecer. Es necesario saber integrar estas energíasen el conjunto de la propia persona con trabajo constan-te y con la convicción de que hay momentos en la vidaespecialmente difíciles. Existen limitaciones con las queel peligro resulta más intenso; saber esto no resuelve losproblemas, pero en determinados momentos evita agra-var una situación. Por ejemplo, para los hombres, no só-lo la juventud es peligrosa, sino que entre los 50 y 60años se dan momentos difíciles, porque la persona caeen la cuenta de que se acerca el ocaso y se pregunta quéquedará de sí mismo, vuelve el pensamiento de la fami-lia, porque con los años siente la sensación de la necesi-dad del calor, de la serenidad que da la familia. Existenperíodos similares para todos, independientemente delas situaciones externas y es necesario saberlo y no ex-trañarse, más aún prepararse y abrirse en estos momen-tos de dificultad y poner su afectividad al servicio de lacomunión fraterna y del servicio caritativo.

Don Guanella, tal vez de una manera mucho mássencilla, describe este modo de comportarse. En el esta-tuto de las Crocine, de 1983, dice: «De ninguna maneradeben sentirse ni excluidas y cohibidas comportándose concortesía. Lleven alta la cabeza, la mirada modesta, desen-vuelta la personalidad, acercándose a los hombres o muje-res, sanos o enfermos, actuando sin temor y con recta in-tención. En este sentido, procuren dar satisfacción a todos,haciendo a todos un poco de bien en Jesucristo», por lotanto listos, sinceros, confiados; continúa: «En los asilos,

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debiendo hacer obras de caridad a jóvenes o a mayores,usen de una cierta desenvoltura que les haga solícitos en eldesarrollo de los mismos trabajos y susciten en ellos mis-mos un afecto respetuoso, como de hermanos y hermanas,que no tienen otro punto de mira, que el de salvar el almay dar gloria al Señor». Don Guanella, aconseja la cordia-lidad, la sencillez, la naturalidad, evitando la impruden-cia, esto es, deben actuar con ánimo sereno, convencidode su propia dignidad personal y de la de los otros, pidedesenvoltura y una manera de actuar que suscite aprecioy benevolencia.

Finalmente insite mucho en el trabajo, porque diceque si uno trabaja todo el día, tendrá menos problemasy dificultades.

También insiste sobre la alegría de la comunión fra-terna; concluye su escrito de la presentación del voto decastidad, con estas palabras: «También recomienda eltiempo de recreación. Según el horario, todos los días untiempo de recreación. Recomienda dar un paseo, de vez encuando o un entretenimiento recatado e instructivo», esun clima en el que la castidad encuentra menos dificul-tades porque es muy natural; en una vida de comunidadmás serena, en la que es posible suavizar un poco la ten-sión, con la alegría fraterna, con el compartir, el juego,no hagamos aburrida la vida; nosotros habiamos renun-ciado a nuestra familia, en nuestra comunidad, en nues-tra casa, debe existir una verdadera relación amistosa yun verdadero clima de distensión.

Don Guanella se refería sobre todo a los religiosos,porque son los más tentados, decía que cuando uno sevuelve un poco violento es para dudar de su castidad.Un clima de tensión, un clima opresivo, de dureza esmás peligroso para la castidad; donde, por el contrario,hay alegría, donde existe una relación mutua y tranquila,

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donde así se comprende, resulta menos difícil vivir lacastidad.

Existen tantos términos: virginidad, castidad, conti-nencia, pureza, celibato, que tienen pequeñas diferen-cias, pero nosotros atribuimos a todos el mismo signifi-cado del voto de castidad; aunque existen diferencias sinvalor para los fines prácticos (virginidad es una palabraque, en general, no se usa para los hombres, si se usa pa-ra las mujeres; celibato se refiere a los hombres; conti-nencia quiere decir renuncia al uso de la propia sexuali-dad).

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LA OBEDIENCIA (15-2-1995)

Antes de exponer la obediencia desde el punto devista de don Guanella, quiero hacer unas premisas sobrela obediencia religiosa en general.

La Biblia habla de la obediencia de la fe. Es la res-puesta que dá la persona a Dios que le llama; la obe-diencia de la fe es la base fundamental de la vida cristia-na.

Así empieza el primer mandamiento: «EscuchaIsrael». Escuchar es igual a obedecer, de tal manera, queen la lengua hebrea existe un solo verbo para: escuchar yobedecer; por tanto, escuchar a una persona, quiere de-cir también: prestarle atención, estar disponible; más, enlengua hebrea: escuchar al Señor, es también obedecer alSeñor. Luego siguen los mandamientos, en el comienzose dice: «escucha» o, lo que es lo mismo: Dios te habla ytú debes obedecer.

Por otra parte conocéis por el Evangelio que la vidacristiana consite en decir: sí a Dios, como ha hecho Je-sús; un sí sin condiciones, un sí de disponibilidad, un sígeneroso. El sí más hermoso fue el de los mártires, queofrecieron su vida por obedecer al Señor.

La obediencia religiosa viene considerada en estecontexto de fe; si falta este contexto de relación conDios, de obediencia a Dios, la obediencia pierde su va-lor, puesto que la obediencia religiosa consiste en unamanera particular de vivir la obediencia de la fe, unamanera particular de decir sí a Dios, no sólo en cuanto alo relacionado con su ley, sino en todo cuanto se refiereal proyecto de vida, hecho proprio con la profesión reli-giosa. El ámbito de esta obediencia de fe se amplía, se

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concreta, en relación a la elección hecha con la profesiónreligiosa.

Así presenta, el Código de Derecho Canónico, en elcanon 601, el consejo Evangélico de la obediencia: Elconsejo evangélico de obediencia, abrazado con espíritu defe y de amor en el seguimiento de Cristo obediente hastala muerte, obliga a someter la propia voluntad a los Supe-riores legítimos, que hacen las veces de Dios, cuando man-dan algo según las constituciones propias».

He aquí los elementos importantes. Sobre todo, espí-ritu de fe, porque si falta este espíritu, la obediencia notiene ni valor, ni significado. Segunda cosa: Cristo espresentado como modelo de obediencia, obediente hastala muerte; lo que dá valor a la muerte de Cristo, es pre-cisamente esta obediencia de amor. Seguidamente obligaa someter la voluntad a los superiores; de por sí, no ha-bla de juicio, esto es, uno puede obedecer aún sin com-partir aquello que se manda, o lo que es lo mismo: laobediencia conlleva someter la voluntad, no es suficienteel cumplimiento externo, es necesaria la decisión de ha-cer la voluntad del propio superior. Luego se dice: obe-decer al superior legítimo, en cuanto representante deDios: es un mediador en el plano de Dios, es como unpuente entre Dios y yo. Finalmente y, según las Consti-tuciones, que son el ámbito dentro del que se ejercita laobediencia, el superior no puede mandar cosas que vancontra, están fuera, van más allá o están al margen de lasConstituciones; esto es, no puede mandar actos herói-cos: la autoridad del superior y la obediencia se encuen-tran en el interior del proyecto de vida marcado por lasConstituciones.

Dicen ser muy importante el voto de obediencia, elque la Escritura evidencia más, aunque sea el más difícil.Pues, vivimos una época en la que, desesperadamente, se

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busca la autonomía personal, que ha dado, ciertamente,buenos frutos, pero que ha recibido tal impulso hacia elmás allá, que limita con el liberalismo, con el «hagoaquello que me satisface»; pero, ésta no es la verdaderalibertad, ni la verdadera autonomía, porque la libertadno consiste en hacer lo que a mi me satisface, sino enhacer lo que debo.

Otro motivo de la dificultad que se dá en la obe-diencia, es el de que se produce cansancio en la acepta-ción de la mediación del superior: cada uno de nosotroscree tener una linea directa de comunicación con Dios ypor lo tanto no acepta nada de aquello en lo que tomanparte los demás; otros obedecen si, quién dá las órdenes,es persona valiosa y sabia; pero muchas veces el superiores menos sabio y menos santo que los otros, y entonces¿por qué obedecer?

El Papa, hablando de la obediencia religiosa, ha di-cho hace un tiempo: «Es fácil entender que en el discer-nimiento de esta representación divina en una criatura hu-mana se encuentra, fácilmente, la dificultad de la obedien-cia», por tanto en el no apreciar, no valorar, esta media-ción, se dá la gran dificultad de la obediencia; continúa:«Pero, quien se abraza al misterio de la cruz, no puedeperderlo de vista; recordará siempre que la obediencia reli-giosa no consiste simplemente en someterse humanamentea una autoridad humana. Quien obedece, se somete aDios, a la voluntad de Dios manifestada en la voluntad delos superiores; es una cuestión de fe. Los religiosos han decreer en Dios que les manifiesta su voluntad por medio delos superiores; la voluntad del superior, si no es contraria ala ley de Dios y a las Reglas, manifiesta la voluntad divi-na, incluso cuando, desde el punto de vista de un juiciohumano, la decisión no parece inteligente, el juicio de feacepta lo misterioso del querer de Dios», esto es, aunque

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hubiera decidido de distinta manera, debo aceptarla,porque mediante esta elección, Dios lleva adelante suproyecto.

Por tanto, no es fácil obedecer. Sobre todo la dificul-tad aumenta, con el paso de los años (dicen que la vidade los hombres se divide en tres partes: en la primeradebe obedecer a la madre, luego debe obedecer a lamujer, finalmente debe obedecer a la hija ). Obedecer,con el paso de los años, cuesta más y, tal vez, se necesitauna fe más firme todavía.

Las notas guanelianas de la obediencia. En el artícu-lo 58 de las Constituciones de los Siervos de la Caridadse lee: «Debemos obedecer como hijos de Dios», es la pri-mera característica, esto es, obediencia filial, de este mo-do nos encontramos con el carisma central de don Gua-nella, que es, la paternidad de Dios: somos hijos deDios, Dios es padre y el lazo que nos une es el amor y laobediencia filial. La obediencia filial, no es la que seejercita por temor servil, no es pasiva, no carece de es-fuerzo, compromiso, participación, la motiva no el mie-do al castigo, sino la convicción, no se limita a la ejecu-ción material de lo que se ha mandado. Don Guanellaexcluye la obediencia, solamente, por sumisión humana.Ciertamente, obedecer a una persona, porque es unapersona capaz y seria, es un motivo, humanamente acep-table, pero la obediencia religiosa debe ir más allá de lacompetencia de quien manda; más allá del ascendienteque la persona tiene; la obediencia no debe limitarse alhecho de que uno debe mandar; este motivo no es sufi-ciente para fundamentar la obediencia religiosa.

La razón verdadera y fundamental de nuestra obe-diencia es una valoración de fe, que descubre en el su-perior el querer de Dios Padre; esta relación con el que-rer de Dios, que es Padre, no es sólo el motivo de la

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obediencia, sino que me sugiere el cómo he de obede-cer: con confianza, con seguridad, con alegría, con in-terés, sabiendo que actúo con Dios Padre. La obedienciano puede ser: pasiva, aburrida, angustiosa, sino por elcontrario activa, laboriosa, audaz, constante.

Don Guanella nos ha dado ejemplo en su vida:decían que era tozudo, que no cedía en sus proyectos,porque descubría la voluntad de Dios Padre en sus en-cuentros y en los encuentros con la lglesia y, en conse-cuencia, no se acobardaba ni frente a las dificultades quevenían de los hombres, ni a las de los superiores. Os leodos párrafos, el primero tomado del Reglamento de1910; cuando habla de la obediencia, dice así: «Un hijoes obediente cuando desea conocer y querer los deseos desu padre, cuando desea llevar a cabo igualmente los quere-res y deseos de su padre, cuando ama los quereres y deseosde su padre y, en el cumplimiento de los quereres y deseosencuentra la paz de su espíritu y consigue su felicidad»;después deja la comparación y añade: «Igual padre es elSeñor Dios, buen padre; así pues, es necesario que noso-tros, pobres hijitos de Dios, nos esforcemos para conocer labondad, la sabiduría, la santidad», esto es, la obediencianace propiamente con el conocimiento de la bondad, lasabiduría, la santidad de Dios Padre, para buscarla, co-nocerla, quererla, para llevarla a cabo y amarla. DonGuanella expone sus enseñanzas sobre la obedienciadesde este punto de vista: el religioso debe obedecer co-mo el hijo obedece al padre, a Dios Padre.

Ahora entendemos cómo la práctica de la obedienciaes el camino que lleva a la santidad; un camino que cadauno recorre a su propio ritmo, hay quién va más adelan-te y quién va más atrás y, cómo, en los distintos momen-tos de la vida, este camino hacia la santidad, tiene mo-mentos de impulso, de descanso, de pausa, de dificultad;

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he aquí por qué don Guanella habla de grados en la vir-tud de la obediencia (de estos grados habla muy bien envuestro Reglamento del 11).

En el Reglamento de 1910 dice: «(Hay quién) máspor temor que por amor, más por instinto de dependenciaque por virtud de sumisión (como el niño). (...) Existenreligiosos que obedecen a los superiores por hábito mate-rial, más por subordinación que por convicción de fe y desanta virtud». Es necesario rezar para que estos religio-sos puedan obedecer de un modo mejor; he aquí el se-gundo grado: (Están aquellos que) hacen también lo quelos superiores proponen, porque al superior le correspondeel mandar y a los súbditos les corresponde la paciencia deobedecer», obedecen con prontitud pero critican fácil-mente, murmuran, dicen que si estuviesen en el lugardel superior actuarían de distinta manera; ciertamente,es una obediencia más inteligente, pero no acepta la au-toridad del superior. Está luego el tercer grado: «El ter-cer grado de obediencia consiste en una sumisión perfectade la voluntad a la voluntad de Dios. Consiste en obedecersiempre, hasta la muerte».

Con este modo de ver las cosas, nos encontramos a30 años antes de la existencia de este Reglamento, en elcomentario que hacía don Guanella de la petición delPadre Nuestro «hágase tu voluntad», en la obra: «Andia-mo al Padre»: Imagínate tres hijitos del mismo progenitor,que cumplen los mismos deseos de los padres. Miras al pri-mero y observas que obedece solamente para no ser casti-gado. Miras al segundo y ves que obedece solamente pararecibir un premio. El tercero obedece por el deseo vehe-mente que tiene de agradar en todo al padre, a quién amay, de darle satisfacciones». El resorte que mueve la obe-diencia es el deseo de satisfacer a Dios Padre. Continúa:«Mas ten en cuenta, aquí, que un mismo hijo querido pue-

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de obedecer de dos maneras diferentes: un hijo obedece alPadre para agradarle y no piensa más; el otro hijo obedeceigualmente para satisfacer los sentimientos paternos y, almismo tiempo, recuerda las órdenes recibidas, le admira yhace que le admiren, luego, cuando puede, recuerda los pa-receres del padre, reflexiona, querría pensar como el padre,hablar con el padre, desear sólo aquello que desea su pro-genitor amado. Tú, no podrás llegar a perfección másgrande que ésta: entender y querer sólo aquello que Diosentiende y quiere».

Por tanto, más allá de estas gradaciones, lo que su-braya siempre don Guanella es que la obediencia, se re-presenta como una relación del hijo con el padre.

Por encima de lo dicho, una segunda característicaes, estar atentos y dispuestos para descubrir y seguir loscaminos de la Providencia. La obediencia Guanelianaestá relacionada, también, con nuestra misión de la cari-dad, que exige de nosotros estar atentos para conocer elproyecto que Dios ha confiado a la Congregación, y dis-cernir mejor los caminos que Dios abre. Los primeros 20años fueron agitados porque buscaba el camino quedebía recorrer, lo buscaba con dificultad y contradiccio-nes; después de estos años, lo ha encontrado y lo ha em-prendido con decisión y no ha vuelto más hacia atrás.Por lo tanto, obedecer, quiere decir: buscar, encontrar,recorrer aquellos, que don Guanella llama: los caminosde la Providencia, de esta manera ha vivido su relacióncon Dios y así nos lo propone.

Sobre la revista La Divina Provvidenza don Guanellaescribía: «Si no escucháis la voz de la Divina Providencia,ésta actuará sin vosotros, y vosotros os quedaréis con lasimple providencia humana». Es necesario tener los oidosabiertos y dispuestos para escuchar, entender y distin-guir. En Vieni Meco, escribía para America: «Reconoced

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a la Divina Providencia en todas vuestras acciones, gran-des o pequeñas; reconocedla en todos los pensamientosprofundos; en todos los buenos afectos del corazón». LaProvidencia habla, se hace entender; se trata de com-prender, aprender, seguir.

Pero, nos preguntamos: ¿dónde podemos descubrirestos caminos de la Providencia? ¿Dónde podemos en-contrar el proyecto de Dios? Reflexionando sobre la ex-periencia de don Guanella y la de toda la Iglesia, debe-mos afirmar que este proyecto de Dios, se encuentra, so-bre todo, en la Palabra de Dios, porque ésta revela el co-razón de Dios, el proyecto que tiene para nosotros y pa-ra la humanidad. Después, es necesario buscar en laIglesia, porque en la Iglesia se interpreta la Palabra deDios por una comunidad a través de mediaciones. Final-mente, en el propio corazón. Quiero leer otro párrafo dedon Guanella en Andiamo al Padre, donde explica lasvoces del corazón y de la Iglesia; dice que, en un tiempo,hablaba el Señor a los hombres por medio de los profe-tas, cosa que sucedía algunas veces; más, cuando su-cedía, estaban seguros del camino a recorrer; pero conti-go el Señor actúa de otra manera: «Dios, con inspiracio-nes contínuas al corazón, hace que entiendas su palabra»,esto es, el Señor, que habla en la Escritura, también ha-bla, ahora, mediante el Espíritu Santo y habla dentro detí: «Te habla iluminando el entendimiento: en casa y fue-ra, en el campo y en la Iglesia, estando sólo o hablandocon los demás»; éste es el punto: examínate interiormen-te y descubrirás qué es lo que el Señor quiere de tí; con-tinúa: «Si la reflexión del corazón deja todavía cualquierduda, tú, no tienes que dar más que un paso, para encon-trar un profeta que te lo explique, un ángel que te guíe; elprofeta y el ángel, para tí, es tu legítimo superior. Tú, porlo tanto, tienes el pontífice que te guía, tienes a tu obispo

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que te ilumina, tienes al director espiritual que dirige tuspasos. Alaba, pues, al Señor y bendícelo, porque para tuconsuelo ha envidado hombres angélicos que te guían».Ved que el Señor no permite que falten los caminos, porcuyo medio comunica su proyecto.

En la carta que escribió don Guanella a su obispo, eldía 19 de marzo de 1885, dice que, durante su vida, seha dejado guiar siempre, por la voz del corazón y por lasindicaciones de sus superiores. Pero ¿cuando estas dosvoces no van de acuerdo? Don Guanella se ha parado yse ha retirado a rezar; luego, el Señor ha suscitado la for-ma de iluminar la situación; no ir contra la voluntad delsuperior, sino pararse, como hizo él con su obispo.

Para completar debemos añadir, que la voz delSeñor, llega a nosotros mediante los acontecimientos dela historia o a través de las personas que están junto anosotros, sobre todo de aquellos, que son los destinata-rios de nuestro servicio.

La segunda característica que dá don Guanella es,por tanto, la de estar atentos para descubrir los caminosde la Providencia y estar dispuestos a caminar, porque esnuestra misión. Finalmente, la obediencia viene exigidapor nuestro servicio y, el lugar en el que nosotros encon-tramos el proyecto de Dios, es la Escritura, la Iglesia, lasvoces del corazón, la historia y, nuestros destinatarios.

La tercera característica, la más concreta, es quenuestra obediencia debe asemejarse a la de la SagradaFamilia. Destacamos tres aspectos en la obediencia de la familia de Nazaret: un auténtico espíritu de fe; la en-trega de la propia capacidad; libertad de espíritu y sen-cillez. Decía don Guanella en vuestro Reglamento del11: «El deseo y la oración común es el de que entre voso-tros se obedezca y se mande como se haría todavía en lasantísima familia de Jesús, María y José».

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Ahora, os leo un párrafo relacionado con el auténti-co espíritu de fe; es sólo la fe, la que permite descubrirla importancia de Dios, a través de aquella persona, talvez, menos santa e ilustrada que nosotros. El párrafo,está en el Reglamento del 11: «Es una gran cosa y verda-deramente hermosa poder y saher decir: “En los superioresveo la figura de José”. José es de menor santidad queMaría, más ha sido infinitamente inferior, por esencia, a lasantidad de Jesucristo, el santo de los santos; pero José fueelegido por el eterno Padre para ser el jefe de la SagradaFamilia», así es que en Nazaret mandaba el menos santoy el menos bueno, aunque era santo y bueno.

Don Guanella daba este consejo: «Elegid un herma-no que no disfrute demasiado de buena salud, ni sea de-masiado santo», porque si disfruta de buena salud nocomprende a los enfermos, mientras que si sabe lo quees estar enfermo, será más atento; si es muy santo, sesentirá molesto para aceptar al que encuentra dificultaden el camino de la fe, si por el contrario, él también seha equivocado, será más misericordioso con los demás.Es cierto, que don Guanella habla del padre espiritualpor sí mismo y aporta la opinión de santa Teresa, que ala pregunta, si prefería como padre espiritual un sacer-dote santo o un sacerdote sabio, respondía que lo pre-fería sabio; aunque don Guanella daba este consejo: ¡siuno es santo rece, si es inteligente, bondadoso y tienecapacidad, mande!

Afirmaba: ¿Y si la obediencia resulta pesada? Tenedbuenas espaldas. ¿Y si amenaza estropear? Entonces ha-ced antes. Los camellos en Jerusalén, cuando se edificabael santuario de la Dormición de María, en el momento enel que el camellero cargaba, sobre las pobres bestias, elmaterial para transportar, con la cabeza indicaban sí o no,hundían la cabeza y entonces se cargaba un bloque de me-

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nos peso». En el texto de Albini Crosta, se añade: «Perovosotros no debéis rechazarlo, debéis exponer humilde-mente vuestras razones a quién os manda», es necesariohablar, porque una de las cualidades del superior es ladosificar el peso según las fuerzas espirituales y moralesque tiene una persona.

Una segunda cosa es la plena disponibilidad, parasometer las propias capacidades al servicio de todos. Aveces, se tiene un concepto raro de la obediencia: se ha-ce lo que se manda y si no se manda nada, no se hacenada, no existe participación, no se aparta un milímetrode lo que ha sido encomendado, por lo que, si apareceun aspecto nuevo, ninguno se expone, porque le toca alsuperior; de esta manera se pierde un buen orden. No esun modo justo de obedecer; obedecer, quiere decir, tam-bién, colaborar activamente con el superior, ayudándolea formar una visión justa, para dar directrices oportunas,es necesario manifestar el propio parecer, si después elotro insiste en su propia posición, entonces se hará así,pero por lo menos contribuir para conseguir que el ca-mino sea lo más imparcial posible, sin querer arrollar alsuperior. No debe ser una obediencia pasiva, es necesa-rio asumir su propia responsabilidad; pues, obedecer, noquiere decir no ser responsable de lo que se hace. Es ne-cesario, pues, saber colaborar con la propia comunidady particularmente con el superior, ayudándole con ale-gría y haciéndole menos pesada su responsabilidad.

Finalmente, la libertad de espíritu es la sencillez. Sila comunidad, mira a la familia de Nazaret, es lógico quela relación principal que debe existir entre el que manday el que obedece, es propiamente, esta sencillez y liber-tad de espíritu. En el Reglamento del 1899, escribía donGuanella: «Se necesita astucia para tratar a los individuos,motivarlos con palahras persuasivas, comprometerlos para

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un trabajo que les cuesta esfuerzo», esto es, el orden noviene del cielo como un bloque, sino que las personas sepreparan y ayudan para comprender, aceptar, reflexio-nar, en cualquier momento, es necesario aportar los mo-tivos de fe que son lo más importante, pero, aún es másnecesario, saber implicar, sobre todo, cuando se presen-ta un compromiso que exige esfuerzo.

Don Guanella dice: «Muy importante es la habilidadde saher obtener, por el camino del amor, los más grandessacrificios en favor de la Obra», esto es, no basta conmandar, es necesario suscitar amor y participación; aña-de: «En esto consiste, especialmente, la habilidad para di-rigir bien una comunidad religiosa», porque si falta estarelación de confianza, de confidencia, de sencillez, de li-bertad de espíritu, las cosas pueden ir mal; aún: «A tal-fin, es necesario que los superiores se hagan querer en elSeñor y por el Señor y ellos, primeros, den ejemplo de ab-negación y de virtud firme»; de donde tampoco el supe-rior está dispensado de ciertos servicios, también él cum-ple la voluntad de Dios, es el primero que debe obede-cer, debe ayudar a los otros a obedecer a Dios; sólomanda uno: Dios.

Recuerdo una confidencia que hacía el Cardenal Ba-llestrero, que fue Arzobispo de Turín, que fue tambiénsuperior general de los padres Carmelitas: «Si nosotrosdehiéramos situar esquemáticamente la posición del supe-rior y del súbdito, comparándolas con la voluntad de Dios,deberíamos poner mucha atención para no caer en el errorque tantas veces hacemos: poner, poner a la derecha la vo-luntad de Dios y del superior y, a la izquierda la del súb-dito. Esta, no es la verdadera relación esquemática. La re-lación esquemática es otra cosa: a la derecha la voluntadde Dios a la izquierda el superior y el súbdito al serviciode la voluntad de Dios. Superior y súbdito mandando y

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obedeciendo, están al servicio de la voluntad de Dios am-bos deben cumplir la voluntad de Dios, están en el mismolado, de modo que quién manda es Dios y quienes obede-cen son el superior y el súbdito».

Cuando predico los ejercicios a los monjes y religiosasalguna vez, se me ocurre preguntar en el confesionario oen la dirección espiritual: «¿Cómo vamos con relación a laobediencia?», la respuesta es: «En cuanto a esto, soy supe-riora»; pero qué quiere decir ¿como soy superiora no obe-dezco? La voluntad de Dios también deben cumplirla ellos y, ciertamente que es su obligación; en relación a lavoluntad de Dios es diferente de la obligación de los súb-ditos pero, no para estar exentos de hacer la voluntad deDios, sino para conocerla mejor para cumplirla mejor y,para ayudar a los demás a cumplirla.». ¡Tal vez es cierto!Por lo tanto, también los superiores deben cumplir lavoluntad de Dios, no están dispensados, mas a veces, de-ben hacerla más que los otros y también por los otros:muchas veces los súbditos hacen lo que quieren, los su-periores lo que pueden.

Don Guanella, para recordar que también los supe-riores deben obedecer a Dios, a la Regla, decía lo si-guiente: «Seamos más padres, hermanos y amigos que su-periores; favorezcan, con sencillez, el amor confidencial,propio de las familias patriarcales».

Termino con una cita dirigida a las religiosas, en elEstatuto de 1893: «(Las religiosas) obedezcan con alegríaa los superiores, como a representantes de Dios y, éstos,con la ayuda divina, dispongan de las cosas y de las perso-nas con la delicadeza y caridad, que es propia de la Sagra-da Familia». Cada uno debe contribuir a este espíritu defamilia, sea mandando, sea obedeciendo, en una familiaen la que hay una gran libertad de espíritu: pensad en elejemplo que don Guanella ponía del camello: si descu-

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bro, que la obediencia me crea problemas, es justo quelo manifieste, así el superior podrá decirme qué debohacer, esto es, la decisión le pertenece; pero existe el de-ber, sacrosanto, de manifestar la propia dificultad, por-que la obediencia se dá en un ambiente de libertad deespíritu, de sencillez, de confianza, de confidencia: lasórdenes, antes de ser dadas y confirmadas, también pue-den ser discutidas.

Don Guanella aconsejaba escuchar también, hasta alúltimo de la casa que, algunas veces, puede dar consejosbuenos y más valiosos que los que el superior ha dadopor sí mismo, no se ha dicho que hasta las novicias notengan ideas bonitas, se trata de presentarlas, no comoúltima palabra sino como sugerencias, consejos, que for-man parte de la colaboración que puede prestarse, de lacapacidad personal de poner en común los propios pun-tos de vista. Cada uno debe aportar su colaboración, supunto de vista, según su propia capacidad; después elsuperior decidirá. Teniendo presentes las decisiones quedeben realizarse, variará la fuerza del compromiso, eltiempo empleado, la intensidad de la oración.

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ÍNDICE

LA POBREZA (1-2-1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 3

LA CASTIDAD (8-2-1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . » 16

LA OBEDIENCIA (15-2-1995) . . . . . . . . . . . . . . . » 28

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Abril 1997

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