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Los Zapata... no les hizo justicia la revolución

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Los descendientes del Caudillo del Sur son campesinos sin tierras, peones y migrantes ilegales, cuyas historias están cruzadas por las disputas familiares, la política y hasta la mala suerte.

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cuyas historias están cruzadas por las disputas familiares, la política y hasta la mala suerte

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Anenecuilco, Morelos.- Aquí hacen esquina la historia y la ironía.

En la mismísima cuna del general Emiliano Zapata Salazar, el más reverenciado héroe revolucionario, sus ideales de “tierra y libertad” suenan estériles, son sólo frases de los libros escolares, porque aquella justicia por la que derramó su sangre ni siquiera se hizo realidad en sus descendientes.

La ralea del Caudillo del Sur la conforman campesinos sin parcelas, migrantes ilegales y peones que deben laborar para los dueños de las tierras que aquí no son “para quien las trabaja”. La Revolución Mexicana nomás no les hizo justicia.

Son ya pocos los descendientes directos de Emiliano Zapata Salazar que viven en esta población, adscrita al municipio de Ayala, More-los. Tres de sus nietos –hijos de Nicolás, quien murió hace más de 30 años y fue el primogénito

del guerrillero– y algunos bisnietos residen en este lugar, que se ubica apenas a tres minutos de Cuautla, y en donde la mayoría de los habitantes son campesinos y obreros.

Nadie notaría que ha dejado Cuautla y está ya en la cuna del zapatismo, a no ser porque al final de un bulevar, en donde la división entre los poblados es imperceptible, hay tres arcos en los que se lee con grandes letras: “Anenecuilco, la Tierra del Jefe”.

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Los Zapata… no les hizo justicia la Revolución

– Álvaro Ramírez Velasco –

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La historia de la tercera generación de los Zapata, de sus tres nietos vivos, está teñida por una disputa añeja por la legitimidad de su ascendencia; por la política partidista local y estatal, y hasta por “la mala suerte”.

Diego, el mayor de los tres nietos, de 82 años, es un analfabeta y el deterioro de las enfermedades lo tiene postrado en una cama.

Emiliano, de 65 años, un peón de campesino que nunca ha tenido tierra propia, es el “carrascaloso”, el agitador, el que le mienta la madre a todos los que “traicionan” y lucran con la imagen del general.

El menor, Jorge –desconocido como pariente por el segundo–, tuvo que ir a Estados Unidos por los dólares que le permitieron comprar un terrenito para sembrar, y busca actual-mente la dirigencia estatal de la Confederación Nacional Campesina (CNC) del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

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Los medios hermanos Diego y Emiliano tienen sus domicilios en la calle Real, apenas separados uno del otro por tres casas.

Diego Zapata Gómez, de 82 años de edad, es analfabeta y, mientras la salud se lo permitió, se dedicó a sembrar caña en su terreno de 27 tareas (cada 10 tareas conforman una hectárea), las cuales heredó de su padre Nicolás.

Es el mayor de esta tercera generación y sólo conoció –según narró en una entrevista realizada por este reportero hace 4 años– las hazañas de su abuelo por lo que le contaron sus ancestros; los libros de historia son para él páginas de signos ininteligibles. Hoy las enfermedades y el deterioro de la edad lo mantienen en cama, de ahí que fue imposible una nueva charla.

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Su medio hermano Emiliano heredó el carácter recio y agresivo del guerrillero. Paradójicamente es la prueba viviente de que la Revolución Mexicana no cumplió su cometido de darle tierra a quien la trabaja y mejores condiciones de vida a los campesinos.

Cuando uno pregunta en Anenecuilco dónde queda la casa de Emiliano Zapata Sandoval, la gente da las indicaciones para llegar a la calle Real, acompa-ñadas de la advertencia de que es “un señor muy grosero”, a quien es mejor no buscar.

Emiliano tiene el rostro huraño y el carácter “carrascaloso”, como se define con orgullo, porque asegura que no se deja de nadie. “Por eso me dicen que soy un cabrón”, subraya.

Sus bigotes son largos y canosos; tiene un impre-sionante parecido con el general. Sus ojos pequeños miran con recelo a cualquiera que le pase un poquito cerca. Es el más “jodido” –así se califica él– de la estirpe Zapata.

Emiliano Zapata Sandoval es su nombre completo. Es peón. No tiene tierras para sembrar, a pesar de que ha solicitado por años un crédito para comprarlas. Tampoco fue heredero de las parcelas de su padre. “Por rebelde no me dejó nada”, se queja.

La necesidad lo ha llevado a realizar distintos oficios: albañil, lechero, carnicero y hasta intentó cruzar la frontera norte, pero además de que quiso hacerlo cuando tenía más de 50 años, “muy grande para encontrar trabajo allá”, nunca pudo reunir el dinero suficientes para pagarle al pollero y sufragar los gastos del viaje.

Pero no siempre las cosas fueron tan malas para Emiliano Zapata Sandoval. Hace unos 15 años, era propi-etario de seis vacas lecheras que le generaban buenos ingresos. Entonces, lo sedujo la política y supuso que su apellido le aseguraría los votos para alcanzar la presi-dencia municipal del municipio de Ayala.

Aceptó ser postulado por el Partido de la Revolu-ción Democrática (PRD) como candidato y recorrió el municipio en busca del voto de sus paisanos.

Sin embargo, el apellido –asegura– le ha traído más envidias y recelos que afectos, además de su carácter. Perdió las elecciones y también dos viejas camionetas que tuvo que vender para los gastos de campaña. Ahí comenzó a acentuarse su “mala suerte” y se dio cuenta que su pertenencia al clan Zapata de nada le servía.

El “carrascaloso”

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Los logros de la lucha de su abuelo nunca se han reflejado en la vida de Emiliano Zapata Sandoval y sus hijos, quienes ante la falta de empleo emigraron a Estados Unidos.

Rodolfo, Luis Carlos, Gil y Omar, hijos de su primer matrimonio y con quienes ya no tiene contacto, se fueron hace unos 20 años para ser cocineros, meseros e intendentes en restaurantes de Los Ángeles, California, y poblaciones cercanas, según fue lo último que supo. Sólo el mayor, Gabriel, regresó a casa.

Zapata Sandoval evita dar detalles sobre ellos, porque para él “ya están muertos... patearon el pesebre”, dice lacónico, mucho más parco que en el resto de sus respuestas, ya de por sí cortas.

Los Zapata braceros

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Entre los descendientes del general Zapata también está Jorge, quien asegura que es medio hermano, sólo “hermano” dice él, de Emiliano, quien lo desconoce y con documentos de su supuesto “fraude”, asegura que lo desacreditará “a su tiempo”, sobre todo ahora que busca la dirigencia estatal de la CNC.

Jorge tiene tierras, pero porque las compró, ataja de inmediato cuando las preguntas del reportero se encaminan a saber si fue beneficiado por la lucha de su abuelo.

Ha sido migrante en Estados Unidos y, luego de años de reunir dólares, regresó al terruño en donde vive con su familia y busca participación en la política estatal.

Desde su perspectiva, no hay por qué suponer que a la tercera generación de los Zapata, la Revolución les tenía que hacer justicia, si no lucharon en ella; sin embargo, reconoce que la sangre derramada por su ancestro no sirvió para nada, porque el campesino sigue marginado.

“Mira yo he estado en Estados Unidos… Y eso de

que la Revolución no nos hizo justicia, pues yo digo que a nosotros que somos la tercera generación no debemos de decir eso, porque a los que les debería haber hecho justicia, era a los sobrevivientes de la Revolución y, sin embargo, ahí están todos margin-ados y abandonados por el gobierno”.

-¿La lucha de su abuelo cumplió sus objetivos?-Definitivamente no, el campo sigue abandonado como en aquella época. Por eso es que me atrevo a levantar la mano buscando la CNC, que es la única organización en la que se apoya el campesino de Morelos.

El político

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De Jorge, su supuesto pariente, Emiliano habla con desprecio y asegura que pronto buscará a los medios de comunicación de la capital morelense, para presentar las pruebas de su “fraude”.

Mientras se desarrolla la charla, Emiliano manda a una de sus nietas a buscar documentos. Son copias y el original del acta de nacimiento de un tal Eliacer Ocampo González, cuyo nacimiento se registró el 3 de septiembre de 1955, en Ayala.

Emiliano sostiene con vehemencia que ése es el verdadero nombre de Jorge, quien no es su medio hermano. Eso dice, mientras muestra los documentos y advierte a su interlocutor: “si no lo sacas eres culo y te voy a ir a buscar”.

Y va más allá, dice que de los supuestos hijos del guerrillero, Nicolás, Mateo, Ana María y Diego, todos ya fallecidos, en realidad sólo el primero, su padre, fue su verdadero vástago.

Actas de nacimiento

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Emiliano Zapata Sandoval resulta de trato agrio pero con destellos de simpatía. Recibe bien al visitante y hasta le invita una copa. Ante el rechazo, advierte que va a sacar la pistola y, en tono de broma, le da la orden a su nieta, una pequeña de apenas 8 años, para que traiga el arma.

Luego, mira de frente al reportero y se ríe. Nada pasa. Todo acaba cuando la niña ofrece una Fanta de grosella.

Una vez rompiendo el hielo, Emiliano es otra persona, no tan “carrascaloso”. -¿Cómo ve la lucha de su abuelo después de tantos años? ¿Cómo es ahora la condición de los campesinos de Morelos? -Luego de la reforma al Artículo 27 Constitucional en tiempos de Carlos Salinas, ya cualquiera vende su tierra, porque ya no es ejido, ahora es propiedad privada. Quien tenga dinero compra lo que quiera... Sigue siendo casi lo mismo de antes. No sirvió de nada (la Revolución). Al principio sí, pero con el paso de los gobiernos todo volvió a ser igual... Salinas fue culo, traicionó a Zapata.-¿A usted le hizo justicia la Revolución? -¡No, qué va!

-¿No tiene tierras?-Ni ejidatario soy. ¿Quieres ver las tierras que tengo? –dice mientras muestra las manos–. Aquí en las uñas… Tú crees que los Zapata, si no tenemos tierra, no tenemos necesidad de irnos a trabajar a Estados Unidos, a servirles a los pinches gabachos –se queja con voz lenta.

“Yo no he tenido nada del gobierno del estado ni del federal… Pero hay otros putos hijos de la chingada que están explotando el apellido Zapata… Son puros culos, te digo, es que de Zapata necesitamos tener huevos, y los que somos de veras familiares de Zapata nunca nos hemos rajado ni nos vamos a rajar…

“Yo he pedido créditos como cualquier ciuda-dano, no como un Zapata, para comprar tierra, pero no he conseguido nada. Los gobernantes son puros culos. Llegan aquí el 8 de agosto (natalicio del Caudi-llo del Sur) y Zapata p’allá, Zapata p’acá. Le hacen honores hasta la madre. ¡Pero ya Zapata no necesita nada! Ahora deberían darnos un crédito a los que necesitamos y estamos vivos! “

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Emiliano Zapata Sandoval lamenta que a pesar de la veneración incluso internacional hacia su abuelo, sus descendientes estén tan “jodidos”, a diferencia de los familiares de otros héroes revolucionarios.

“Los (herederos) de (Francisco) Villa no los vas a comparar con los familiares de Zapata. Ellos están ricos porque tuvieron hacienda, pero Zapata nunca quiso a pesar de que se la ofrecieron”.

Y luego reflexiona sobre la Revolución Mexicana: “chingá, si yo que soy nieto de Zapata que fue el que peleó estoy jodido, la demás gente está peor. Siguen siendo iguales todos, quieren el poder y les vale madre el pobre". -¿Qué piensa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que enarbola la bandera del zapatismo?

-Son culos. Para mí que son obra de Carlos Salinas de Gortari. El gobierno en ese tiempo sabía dónde estaban y no los agarró. Además, ¿de dónde se finan-cian, qué es lo que quieren? (El subcomandante) Marcos no da la cara, para mí que a éste lo formó Salinas de Gortari para llamar la atención de que se había levantado en armas y Salinas poderse pelar… Ahora, ¿dónde está Marcos?, no lo he vuelto a ver…

Los hijos de Villa

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El calor morelense agota la tarde que se vuelve noche, pero que en este poblado tiene un sabor agradable, casi a costa.

Los monumentos a Zapata están prácticamente en cada calle, pero el que más llama la atención es el del zócalo, porque en una placa se presume que fue “donado” por el ex presidente Salinas.

A no ser por sus estatuas, los rastros del héroe no se percibirían. La única pista del pasado del guerrillero son los restos de tres muros de adobe, de la casa en que nació, y que en 1960 se convirtieron en un museo.

Este poblado de poco más de 10 mil habitantes mira con desconsuelo al pasado, con la certeza de que la lucha zapatista fue una utopía.

Solía ironizarse en las aulas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) plantel Xochimilco, en donde el zapatismo tiene arraigo ideológico, que si el Caudillo del Sur pudiera levantarse de la tumba para ver que toda la sangre vertida, la lucha por las tierras, terminó en balnearios y casas de los ricos del Distrito Federal, quienes en Morelos buscan un oasis, con seguridad volvería a morir, pero “más encabronado”.

El terruño de hoy

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