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Para "salir a bailar" en Los Bailes del Niño que se celebran en La Plaza de la Iglesia de Caudete en fechas navideñas, se usan unas vestimentas especiales, sobre todo en el caso de las mujeres, que se pueden documentar fotográficamente, desde hace casi siglo y medio. El traje de bailadora no es el traje típico de esta población, pues la definición de típico es, lo peculiar o característico de una persona lugar o cosa y esta manera de ataviarse no se utiliza sólo por las eaudetanas, son muchos los lugares repartidos por toda España que tienen una indumentaria muy simílar para celebrar ciertos acontecimientos o fiestas. Lo que es úníco en cada pueblo, es la ocasión para la que se lleva y los pequeños detalles de colocación y accesorios. El atuendo de hombre para estos baíles, no está definido como tal en Caudete. La mayoría de bailadores van vestidos con los trajes que están de moda en la época en que salen a la Plaza. Algunos llevan un atavío con calzón cor- to, chaquetilla, chaleco, faja y camisa de lino. Los que salen de Reyes además de este atuen- do, llevan una capa que se quitan para bailar y que forma parte del protocolo del reinado. Desde hace décadas se está tratando de buscar una indumentaria para el hombre estu- diando grabados y documentos antiguos, pero no llega a cuajar ya que son muchos años en que cada uno ha vestido como ha querido y es muy difícil imponer una norma en este tema. El hato de bailadora caudetana, que se compone de una serie de prendas fijas que se usan desde el siglo XIX hasta hoy; mantón de manila, saya o refajo de lana de colores, de- lantal, chambra, enaguas, pololos, medias... jo- yas, peinetas, flores en el pelo. Siempre se han conservado estos elementos pero no han per- manecido inalterables ya que se han adaptado también a la moda del momento cambiando los complementos, la largura de las faldas etc. El nacimiento de esta forma de ataviarse tiene sus orígenes entre finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando la corriente románti- ca destierra los rígidos cánones del neoclasicís mo dando entrada a lo exótico y al auge de los nacionalismos con la atención a las costumbres populares en lo que tienen de diferente y pecu- liar. Si a esto sumamos la llegada de numerosos objetos orientales como abanicos, tejidos, por- celanas... y lo más importante para nuestro es- tudio, mantones de Manila, peinetas de carey, nácar, marfil y plata.

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Para "salir a bailar" en Los Bailes del Niño que se celebran en La Plaza de la Iglesia de Caudete en fechas navideñas, se usan unas vestimentas especiales, sobre todo en el caso de las mujeres, que se pueden documentar fotográficamente, desde hace casi siglo y medio.

El traje de bailadora no es el traje típico de esta población, pues la definición de típico es, lo peculiar o característico de una persona lugar o cosa y esta manera de ataviarse no se utiliza sólo por las eaudetanas, son muchos los lugares repartidos por toda España que tienen una indumentaria muy simílar para celebrar ciertos acontecimientos o fiestas. Lo que sí es úníco en cada pueblo, es la ocasión para la que se lleva y los pequeños detalles de colocación y accesorios.

El atuendo de hombre para estos baíles, no está definido como tal en Caudete. La mayoría

de bailadores van vestidos con los trajes que están de moda en la época en que salen a la Plaza. Algunos llevan un atavío con calzón cor­to, chaquetilla, chaleco, faja y camisa de lino. Los que salen de Reyes además de este atuen­do, llevan una capa que se quitan para bailar y que forma parte del protocolo del reinado.

Desde hace décadas se está tratando de buscar una indumentaria para el hombre estu­diando grabados y documentos antiguos, pero no llega a cuajar ya que son muchos años en que cada uno ha vestido como ha querido y es muy difícil imponer una norma en este tema.

El hato de bailadora caudetana, sí que se compone de una serie de prendas fijas que se usan desde el siglo XIX hasta hoy; mantón de manila, saya o refajo de lana de colores, de­lantal, chambra, enaguas, pololos, medias... jo­yas, peinetas, flores en el pelo. Siempre se han conservado estos elementos pero no han per­manecido inalterables ya que se han adaptado también a la moda del momento cambiando los complementos, la largura de las faldas etc.

El nacimiento de esta forma de ataviarse tiene sus orígenes entre finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando la corriente románti­ca destierra los rígidos cánones del neoclasicísmo dando entrada a lo exótico y al auge de los nacionalismos con la atención a las costumbres populares en lo que tienen de diferente y pecu­liar. Si a esto sumamos la llegada de numerosos objetos orientales como abanicos, tejidos, por­celanas... y lo más importante para nuestro es­tudio, mantones de Manila, peinetas de carey, nácar, marfil y plata.

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Fig. 2Mientras en otros países se usaron sobre

todo como objeto decorativo, las mujeres es­pañolas se enamoraron del mantón y en todas partes se usaba como parte del vestir cotidiano, ya que al principio eran de pequeño tamaño, su función era la de un chal para cubrirse y ador­narse. Poco a poco se fue ampliando el tamaño y diseño de los mantones y era tal la demanda que además de los que llegaban de China, se empezaron a elaborar en España.

Se utilizaban mantones de Manila para los festejos taurinos, las verbenas, los espectáculos de cuplé, el adorno de balcones en las proce­siones, en concursos, cubriendo pianos etc y los más discretos con bordados monocromos o blancos bordados en blanco para casamientos y otros actos religiosos.

Fig. 3

Las fig 1-2 son fotografías de los bailes de Caudete a finales del siglo XIX y muestran a las bailadoras con mantones pequeños de los llamados de ala de mosca y otros blancos, bordados en blanco (es muy in­teresante este dato ya que como he dicho an­teriormente este tipo de mantones se usaban para casarse).

En el siglo XX se publican postales de cuple­tistas con peinetas y mantón que tienen gran difusión y muchos coleccionistas. Los man­tones son pesados, con largos flecos, macramé ancho y flores coloridas y vistosas. Como ya no se usaban de forma cotidiana, pero si­guen siendo muy apreciados, se toman como indumentaria de celebración en innumerables fiestas de la geografía española: la Faldeta de Fraga (Huesca), Procesión del Cristo de Bargas (Toledo), Baile del mantón de Ulldecona (Tarra­gona) etc... y nuestros Baíles del Niño de Cau­dete (Albacete).

Fig. 4

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Durante décadas son sobre todo las Reinas de los bailes de Caudete

y alguna bailadora, las que lucen estos mantones tan grandes, que compran o al­

quilan en Valencia. La mayoría siguen llevando mantones más pequeños, los que antes lleva­ban sus madres, como puede verse en la fo­tografía (fig 4) de dos muchachas caudetanas a finales de los cuarenta del siglo XX, una con mantoncillo blanco bordado en el mísmo tono y la otra con uno de ala de mosca. Una saya es granate bordada en blanco y la otra de rayas verticales y también bordada. Llevan delantales

más pequeños que los que se usan actualmen­te.

Las faldas que lucen las bailadoras ahora, son de rayas horizontales, plisadas y largas por encima del tobillo, muchas bordadas con lana o hilos gruesos, coincidiendo con las más anti­guas de las que tenemos documentación. Tam­bién se han usado en algunas épocas, las de rayas verticales que son las que se portan en pueblos cercanos.

Tanto los refajos como los delantales y chambras eran ropa corriente utilizada por las mujeres de todas las regiones para vestirse dia­riamente.

Estas prendas se adornaron con bordados, azabaches, puntillas, lazos etc. para hacerlas más vistosas, con el fin de llevarlas para ¡r a los actos religiosos, fiestas y celebraciones. Hay que tener en cuenta que hasta hace poco se tenía el hato de diario y el de vestir. Los tra­jes se diversificaron en colores, tejidos y for­mas adaptándose a los gustos, al clima o a las modas y a finales del XIX es cuando podemos considerar que se fijó el traje de bailadora más

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o menos con los elementos que se han seguido usando hasta hoy.

Los delantales más antiguos que tenemos documentados eran de puntas redondeadas con alguna basta o bordado y puntilla de boli­llo o encaje alrededor. Han cambiado formas y tamaños, pero su esencia es la misma. Actual­mente son bastante grandes y muy variados cuidándose mucho su realización, ya que sue­len conjuntarse con las chambras en el bordado, puntillas, color. Hay mucha variedad y a veces resultan excesivos por la cantidad de adornos.

Seguramente son tan grandes para que puedan verse por debajo de los flecos de los mantones que se llevan ahora, que son muy largos, y los cubrirían completamente si no tu­vieran buen tamaño.

Fig. 6

De las chambras se cuida sólo el adorno de las mangas ya que en los bailes se suele llevar escote y el resto no se ve, salvo el día de Año Nuevo en que se llevan con cuello cerrado ya que se asiste a Misa y a la Procesión.

La moda de calle de la época ha influido en el traje de bailar. La fg 6, de los años setenta

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del siglo XX muestra a los reyes de 1972-73, él con traje de vestir propio de esa época y ella con las faldas mucho más cortas que en la actualidad, coincidiendo con la minifalda que estaba de plena actualidad. El delantal muy pequeño y la peineta muy grande.

En cuanto a las peinetas actualmente hay infinidad de modelos y tamaños aunque se tiende al tamaño mediano y a llevar más de una si son pequeñas. El peinado se comple­menta con rascamoños, agujas o flores. Cada bailadora se peina como quiere por lo general con moño.

Tampoco hay homogeneidad en los zapa­tos

LLama la atención que un equipo tan cui­dado en sus detalles y en su colocación, no lleve unas determinadas joyas para comple­tarlo. Cada mujer se pone el collar, broche o pendientes que le gustan, normalmente bi­sutería actual, mientras en muchos otros lu­gares la joyería forma parte fundamental de la indumentaria: pendientes de bellota, tem­bladores, herradura, lazo...collares con cruces, charros, aljofares, sofocantes etc complemen­tan los hatos.

aunque usa los mismos elementos desde hace muchas décadas, no es repetitivo ni vulgar, al contrario es elegante y se busca siempre que sea único. Su colocación, sobre todo la del mantón es muy trabajosa.

Me gustaría decir a los bailadores que pon­gan cuidado en su atuendo, aunque salgan con ropa de calle, que procuren estar elegan­tes ya que llevan del brazo a una mujer que se ha esmerado para salir a la Plaza en ponerse sus mejores galas y ellos deben estar a la al­tura.

Fina Requena Olivares.

El traje de bailadora caudetano por lo tan­to no es típico pero tampoco tópico porque

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Fiestas en honor delDulce Nombre de Jesús c7 ■ -

Navidad 2017/2018