Lucas Part 10

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Captulo 9Lucas 9comienza con la misin no con el hecho de apartar, sino con el circuito de los doce enviados por el Seor, el cual, al hacer eso, estaba obrando segn un nuevo estilo. l comunica poder en gracia a los hombres, hombres escogidos, los cuales tienen que predicar el reino de Dios y sanar a los enfermos; dado que en este Evangelio, aunque ello es primeramente en Israel, se trata de la labor de la gracia divina que est destinada evidentemente para una incomparablemente ms amplia esfera y a objetivos an ms profundos. Esta misin de los doce en el Evangelio de Mateo tiene un aspecto decididamente Judo, incluso hasta el final mismo, y contempla a los mensajeros del reino ocupados con su obra hasta que el Seor viene, y, por consiguiente, omite lo que Dios est haciendo ahora en el llamamiento de los Gentiles (vase Mateo 10). Nosotros tenemos aqu claramente la misma misin presentada en un punto de vista completamente diferente. Desaparece lo que es Judo de manera peculiar, aunque todo era en aquel entonces para el Judo; lo que hace a Dios conocido, y esto, tambin, en misericordia y bondad hacia el hombre necesitado esto lo tenemos plenamente en nuestro Evangelio. Se dice aqu, "predicar el reino deDios." (Lucas 9:2). En lugar de abandonar al hombre a s mismo, la intervencin del poder divino es el pensamiento central del reino de Dios; y en lugar de ser dejado el hombre a sus recursos y a su sabidura para tomar ventaja y mantenerla en el mundo por medio de la providencia de Dios, como si l tuviese un cierto derecho adquirido en el reino de la naturaleza, Dios mismo se ocupa de esta escena para el propsito de introducir Su poder y Su bondad en dicho mundo en la Persona de Cristo, asociando as a la Iglesia , y el hombre exaltado as verdaderamente, y bendecido ms que nunca. Esto ser mostrado en lo que nosotros llamamos comnmente el milenio. Pero mientras tanto, los doce iban a salir como mensajeros de Cristo; dado que Dios presenta siempre un testimonio antes que l introduce la cosa de la cual se testifica. Unido a este apostolado estaban el poder sobre todos los demonios, y la sanacin de las enfermedades. Pero esto era solamente secundario. El propsito principal y evidente no era ninguna exhibicin de poder, aunque l arm a los mensajeros del reino con tal energa como para que los poderes de Satans fuesen desafiados, por as decirlo, aunque esto est ms detallado en Mateo. No es que haya aqu silencio en cuanto a los poderes milagrosos de sanacin, obviamente. Pero nosotros no encontramos en Lucas los detalles especiales del llamamiento Judo hasta el fin del siglo, ni tampoco el vaco en cuanto a los tratos intermedios con los Gentiles. Lo que el Espritu Santo selecciona y pone de relieve aqu es todo lo que manifiesta la bondad y la compasin de Dios hacia el hombre, tanto en el alma como en el cuerpo.Nosotros tenemos junto con esto, la solemnidad de rehusar el testimonio de Cristo. En realidad, esto es cierto aun ahora acerca del evangelio, donde no se trata meramente del reino predicado, sino de la gracia de Dios; y, en mi opinin, ello es un logro del evangelio que no puede ser separado jams de l sin sufrir prdida. Predicar solamente el amor es algo defectuoso. El amor es esencial al evangelio, lo cual es ciertamente la manifestacin muy resplandeciente de la gracia de Dios para el hombre en Cristo; dado que es un mensaje de amor que no slo dio al Hijo unignito de Dios, sino que trat incansablemente con l en la cruz para salvar a los pecadores. Predicarsolamenteel amor es otra cosa y una cosa seria, un evangelio diferente que no es otro. S, en efecto, es ocultar las terribles y ruinosas consecuencias de la indiferencia al evangelio. Yo no me refiero a rechazarlo absolutamente, sino que aun el hecho de quitar importancia al evangelio es fatal. Nunca es verdadero amor el hecho de ocultar o encubrir que el hombre ya est perdido y debe ser lanzado en el infierno, a menos que sea salvo a travs de creer en el evangelio. Ocupar a los hombres con otras cosas, independientemente de lo aparente o realmente buenas que son en su lugar, no es ninguna demostracin de amor al hombre, sino de insensibilidad a la gracia de Dios, a la gloria de Dios, al mal del pecado, a la ms verdadera y ms profunda necesidad del hombre, a la certeza del juicio, a la bienaventuranza del evangelio. Por lo dems, una vez que esto es desatendido, en vano se muestra a Dios en Su bondad. Para regresar, nosotros vemos que en esta parte de nuestro Evangelio el Seor est testificando a los Judos en la perspectiva de Su rechazo, siendo los discpulos investidos con los poderes del siglo venidero.Tenemos despus el obrar de la conciencia mostrada en un hombre malo. Incluso Herodes, tan lejos como estaba de un testimonio semejante, fue, sin embargo, conmovido en ese entonces por l, como para preguntar qu significaba todo ello, y de quin era el poder que obraba as. l haba conocido a Juan el Bautista como un gran personaje que llam la atencin de todo Israel en su da. Pero Juan haba muerto. Herodes tena una buena razn para conocer cmo era una mala conciencia que le perturbaba, particularmente mientras l oa lo que estaba sucediendo ahora, cuando los hombres pretendan, entre varios rumores, que Juan haba resucitado deentre los muertos. Esto no satisfizo a Herodes; l no tena ningn conocimiento del poder de Dios, pero, a lo menos, l estaba perplejo y perturbado.Los apstoles, a su regreso, le cuentan al Seor lo que haban hecho, y l los lleva a un lugar desierto, donde, en el fracaso de ellos en cuanto a entrar en el carcter de Cristo, l se muestra no solamente como un hombre que era el Hijo de Dios, sino como Dios, Jehov mismo. No hay ningn Evangelio donde el Seor Jess no se muestre a S mismo as. l puede tener otros objetos, puede ser que l no se manifieste siempre en la misma exaltacin, pero no hay ningn Evangelio que no presente al Seor Jess como el Dios de Israel en la tierra. Y por eso que este es un milagro que se encuentra en todos los Evangelios. Incluso Juan, el cual no presenta normalmente el mismo tipo de milagros que presentan los dems, presenta este milagro junto con los otros evangelistas. De ah que sea evidente que Dios estaba mostrando Su presencia en benevolencia a Su pueblo en la tierra. El carcter mismo del milagro lo dice. Aquel que hizo llover anteriormente el man est all; l alimenta una vez ms a Sus pobres con pan. Se trataba particularmente de los Judos, pero aun as, de los pobres y despreciados, los que eran semejantes a ovejas a punto de perecer en el desierto. Nosotros encontramos as que, si bien ello est perfectamente en armona con el carcter de Lucas, sin embargo, ello entra dentro del rango de todos los Evangelios, alguno por una razn, y alguno por otra.Yo supongo que Mateo fue dado para ilustrar el gran cambio dispensacional inminente en aquel entonces; dado que se nos muestra all a Cristo como despidiendo a la multitud, y yendo a orar a lo alto, mientras los discpulos se afanaban sobre el embravecido mar (Mateo 14). No haba fe real en los pobres Judos; ellos slo queran a Jess por lo que l les poda dar, no por l mismo. Mientras que la fe recibe a Dios en Jess; la fe ve la gloria suprema de un Jess rechazado: sin importar cules pueden ser las circunstancias externas, con todo, dicha fe Le reconoce; la multitud no Le reconoci. A ellos les habra gustado un Mesas como sus ojos vean en Su poder y beneficencia; a ellos les habra gustado Uno que proporcionara y peleara sus batallas por ellos; pero no haba ningn sentido de la gloria de Dios en Su Persona. La consecuencia es que el Seor, aunque los alimenta, se marcha; los discpulos son expuestos, mientras tanto, al afn y a la tempestad, y el Seor vuelve a unirse a ellos, atrayendo la energa de uno que simboliza a los audaces en los das postreros. Porque aun el remanente piadoso en Israel no tendr, en aquel entonces, precisamente la misma medida de fe. Parece que Pedro representa a los ms adelantados, descendiendo de la barca para encontrar al Seor, pero al igual que l, no hay duda, a punto de perecer por la audacia de ellos. Aunque hubo la obra de afecto, y hasta cierto punto, de confianza para abandonar todo por Jess, aun as Pedro estaba ocupado con los problemas, tal como ellos indudablemente lo estarn en aquel da. Tal como para a l, el Seor interviene misericordiosamente al igual para ellos. De este modo, es evidente que Mateo tiene en perspectiva el cambio completo que ha tenido lugar: el Seor se ha marchado, asumiendo arriba completamente otro carcter, y luego volvindose a unir a ellos, obrando en sus corazones, y libertndoles en los postreros das. No tenemos nada de esto en Marcos o en Lucas. El alcance de ninguno de ellos permiti un esquema tal de circunstancias, que pudiera convertirse en un tipo de los acontecimientos de los postreros das en relacin con Israel, tanto como de la actual separacin del Seor para ser un Sacerdote en lo alto, antes que l regrese a la tierra y especialmente a Israel. Nosotros podemos entender fcilmente cun perfectamente todo esto se adapta a Mateo.Pero adems, en Juan 6, el milagro proporcion la ocasin para el discurso maravilloso de nuestro Salvador, ocupando la ltima parte del captulo, lo cual ser abordado en otra ocasin. En este momento, mi finalidad es mostrar sencillamente que si bien lo tenemos en todos, el engaste, por as decirlo, de la joya difiere, y esa fase particular que se adapta al objetivo del Espritu de Dios en cada Evangelio es sacada a luz.Despus de esto, como de hecho se encuentra en todas partes, nuestro Seor llama a los discpulos ms claramente a un lugar separado. l haba mostrado lo que l era, y todas las bendiciones reservadas para Israel, pero no haba fe verdadera alguna en la gente. Haba, en cierta medida, un sentido de necesidad; haba bastante disposicin para recibir lo que era para el cuerpo y la vida presente, pero los deseos de ellos se detienen all; y el Seor demostr esto por medio de Sus preguntas, porque estas revelaban la agitacin de las mentes de los hombres y su falta de fe. De ah que, portanto, la respuesta de los discpulos a la pregunta del Seor, "Quin dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elas; y otros, que algn profeta de los antiguos ha resucitado." (Lucas 9: 18 y 19). Tanto si eran Herodes y sus siervos, o Cristo con Sus discpulos, el mismo relato encuentra el odo de la variada incertidumbre pero constante incredulidad.Pero nosotros encontramos ahora un cambio. En ese pequeo grupo que rodeaba al Seor, haba corazones a los que Dios haba descubierto la gloria de Cristo; y a Cristo agrad or la declaracin, no a causa de S mismo, sino por la de Dios, y la de ellos tambin. En amor divino l oy la confesin de ellos acerca de Su Persona. No hay duda de que ella fue Su debida confesin; pero en verdad Su amor deseaba ms bien dar que obtener, sellar la bendicin que haba sido dada ya por Dios, y pronunciar una nueva bendicin. Qu momento ante la mirada de Dios! Jess "les pregunt, diciendo: Quin dice la gente que soy yo?" (Lucas 9:18). Pedro responde entonces de manera inequvoca, "El Cristo de Dios." (Lucas 9:20). Parecera notable, a primera vista, que en el Evangelio de Mateo nosotros tenemos un reconocimiento ms pleno. l Le reconoce all que no slo es el Cristo, sino "el Hijo del Dios viviente." (Mateo 16:16). Esto es dejado fuera aqu. Junto con el reconocimiento de aquella gloria ms profunda de la Persona de Cristo, al Seor se lo cita diciendo, "sobre esta roca edificar mi iglesia" (Mateo 16:18). Como la expresin de la dignidad divina de Cristo es omitida aqu, del mismo modo la edificacin de la Iglesia no se encuentra. Est solamente el reconocimiento de Cristo como el Mesas verdadero, el ungido de Dios; no un ungido por manos humanas, sino el Cristo de Dios. El Seor, por lo tanto, omite enteramente toda insinuacin acerca de la Iglesia, esa cosa nueva que iba a ser edificada, tal como tenemos aqu la omisin de la confesin ms sobresaliente de Pedro. "Pero l les mand que a nadie dijesen esto, encargndoselo rigurosamente." (Lucas 9:21). Era intil proclamarle a l como el Mesas. Despus de las profecas, los milagros, la predicacin, el pueblo haba sido totalmente reprensible. Tal como los discpulos dijeron al Seor, algunos decan una cosa, algunos decan otra, y no obstante lo que ellos decan, todo ello era errneo. No hay duda de que haba este puado de discpulos que Le seguan; y Pedro, hablando por los dems, conoce y confiesa la verdad. Pero ello era en vano para el pueblo como un todo; y esta era la pregunta para el Mesas como tal. El Seor, por consiguiente, en esta ocasin, introduce ese cambio muy solemne, no dispensacional, no la interrupcin del sistema Judo y la edificacin de la Iglesia saliendo a luz. Nosotros hemos visto queesoviene en el Evangelio donde hemos encontrado tratada siempre la cuestin acerca de la crisis dispensacional. En Lucas no es as; dado que se encuentra all la gran raz moral del asunto, y despus que un testimonio tan pleno yo no dira adecuado, sino abundante haba sido rendido a Cristo, no meramente por Su energa intrnseca, sino incluso por medio del poder comunicado a Sus siervos, era totalmente en vano proclamarlea l por ms tiempo como el Mesas de Israel. La manera en que l haba venido como Mesas era extraa a sus pensamientos, a sus sentimientos, a sus predisposiciones; la humildad, la gracia, la senda de padecimiento y desprecio todo esto era tan detestable para Israel, que con un Mesas semejante, aunque l fuese el Hijo de Dios, ellos no tendran nada que ver. Ellos queran un Mesas que gratificara la ambicin nacional de ellos, y satisficiera sus necesidades naturales. Ellos deseaban tambin la gloria terrenal como una cosa inmediata, siendo ellos simplemente hombres del mundo; y cualquier cosa que asestara un golpe a esto, cualquier cosa que introdujese a Dios y Sus caminos, Su bondad, Su gracia, Su juicio necesario del pecado, Su introduccin ahora de eso para la fe, de todo esto ellos no tenan ningn sentido de necesidad, y Uno que viniese para esos fines era para ellos completamente odioso. Por eso que, entonces, nuestro Seor acta de inmediato segn esto, y anuncia la gran verdad de que ya no se trataba de un asunto acerca De Cristo cumpliendo lo que haba sido prometido a los padres, y que, sin duda, aun as se cumplira para los hijos en otro da. Mientras tanto. l iba a asumir el lugar de un hombre rechazado, de un hombre dolorido el Hijo del Hombre; no slo Uno cuya Persona era despreciada, sino Uno que iba a la cruz: siendo Su testimonio completamente desacreditado, y l mismo a morir. Esto es, entonces, lo que anunci en primer lugar. l dice, "Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas [no son aqu los Gentiles, sino los Judos] y que sea muerto, y resucite al tercer da." (Lucas 9:22). Yo no necesito decir que sobre eso est subordinada, no meramente la edificacin gloriosa de la Iglesia de Dios, sino el terreno sobre el cual cualquier alma pecadora puede ser llevada a Dios. Pero ello no es presentado aqu en la perspectiva de la expiacin, sino como el rechazo y padecimiento del Hijo del Hombre a manos de Su propio pueblo, es decir, de sus lderes.Uno debe recordar atentamente con detenimiento que la muerte de Cristo, infinita en valor, cumple muchos y encomiables fines. El hecho de limitarnos a una nica visin particular de la muerte de Cristo, no es mejor que la pobreza voluntaria en la presencia de las riquezas inagotables de la gracia de Dios. La visin de otros objetivos satisfechos all no quita mrito, en el ms mnimo grado, a la suma importancia de la expiacin. Yo puedo entender perfectamente que cuando un alma no es completamente libre y feliz en paz, la nica cosa deseada es eso que le dar descanso. De ah la tendencia que tiene uno, incluso entre santos, a encasillarse en la expiacin. El hecho de no buscar nada ms en la muerte de Cristo es la prueba de que el alma no est satisfecha que hay an un vaco en el corazn, el cual anhela lo que no se ha hallado an. Por eso que, por tanto, las personas que estn ms o menos bajo la ley restringen la cruz de Cristo solamente a la expiacin, lo cual es el medio de perdn. Cuando se trata de justicia, ellos estn tan completamente a oscuras, que cualquier cosa ms all de la remisin de pecados, deben buscarla en alguna parte. Qu es para ellos el hecho de que el Hijo del Hombre fue glorificado, o que Dios se glorific en l? En todo aspecto, excepto en que hay un lugar dejado para la expiacin en la misericordia de Dios, el sistema es falso.Nuestro Salvador no habla como quitando la culpa del hombre, sino como rechazado y padeciendo hasta lo sumo por causa de la incredulidad del hombre, o la de Israel. No es aqu una revelacin por parte de Dios acerca del sacrificio eficaz. Los jefes de la religin mundana Le matan; pero l resucita al tercer da. No entra despus un desarrollo de los resultados bienaventurados de la expiacin, no obstante lo cierto que eso era lo que Dios iba a efectuar en aquel mismo momento; pero Lucas, tal como es su manera, insiste, en relacin con el rechazo y la muerte de Cristo, acerca del gran principio moral: "Si alguno quiere venir en pos de m, niguese a s mismo." (Lucas 9:23). El Seor tendr la cruz verdadera, no sloporun hombre, sino tambinenl. Bienaventurado como es el hecho de conocer lo que Dios ha obrado en la cruz de Cristo para nosotros, nosotros debemos aprender lo que ella escribe acerca del mundo y de la naturaleza humana. Y eso es en lo que el Seor insiste: "Si alguno quiere venir en pos de m, niguese a s mismo, tome su cruz cada da, y sgame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perder; y todo el que pierda su vida por causa de m, ste la salvar. Pues qu aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a s mismo? Porque el que se avergonzare de m y de mis palabras, de ste se avergonzar el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ngeles." (Lucas 9: 23 al 26). Tenemos aqu mencionada una notable plenitud de gloria en relacin con aquel gran da cuando las cosas eternales comiencen a ser mostradas."Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que estn aqu, que no gustarn la muerte hasta que vean el reino de Dios." (Lucas 9:27). Aqu, por tanto, como en los tres primeros Evangelios, nosotros tenemos la escena de la transfiguracin. La nica diferencia es que en el Evangelio de Lucas ella parece venir mucho ms temprano que en los dems. En el caso de Mateo est la espera por as decirlo, hasta el final (Mateo 16:28). Yo no necesito decir que el Espritu de Dios tuvo tan claramente en cuenta el mismo momento en particular en uno como en otro; pero el objetivo dominante introdujo necesariamente otros temas en un Evangelio, tal como los omite en otro. En una palabra, la finalidad en Mateo fue mostrar la plenitud de testimonio antes de aquello que fue tan fatal para Israel. Yo puedo decir que Dios, agot todos los medios de advertencia y testimonio para Su pueblo antiguo, dndoles prueba sobre prueba, todas desplegadas delante de ellos. Lucas, por el contrario, introduce una ilustracin especial de Su gracia "al judo primeramente" en un tiempo prematuro; y luego, siendo esto rechazado, se vuelve a principios ms amplios, porque, de hecho, no obstante cules puedan ser los medios a travs de la responsabilidad del hombre, para Dios, todo ello era una cosa zanjada.Juan no introduce los detalles de la oferta a los Judos en absoluto. Desde el mismo captulo primero del Evangelio de Juan el juicio ha terminado y todo est decidido. Desde el comienzo fue evidente que Cristo era rechazado completamente. Por consiguiente, de manera muy consistente, los detalles del testimonio y la transfiguracin misma no encuentran lugar alguno en Juan: ellos no estn en la lnea de su objetivo. Lo que responde a la transfiguracin, en la medida que se puede decir que algo lo hace en el Evangelio de Juan, es presentado en el primer captulo, donde se dice, " (y vimos su gloria, gloria como del unignito del Padre), lleno de gracia y de verdad." (Juan 1:14). Aun si se concibe que esto es una alusin a lo que se vio en el monte santo, ello es mencionado aqu a modo de parntesis. El objetivo no era hablar de la gloria del reino, sino mostrar que haba una gloria mucho ms profunda en Su Persona: en otra parte se habla abundantemente del reino. El tema de este Evangelio de Juan es mostrar al hombre completamente sin valor desde el principio mismo, el Hijo todo lo que era bienaventurado, no slo desde el principio, sino desde la eternidad. Por eso que no hay espacio para la transfiguracin en el Evangelio de Juan.Pero en Lucas, siendo el resultado el hecho de que l muestra las races morales de las cosas, tenemos la transfiguracin situada mucho antes en cuanto a su lugar. La razn es manifiesta. Desde el momento de la transfiguracin, o inmediatamente anterior a ella, Cristo hizo el anuncio de Su muerte. Ya no haba ms duda acerca del establecimiento del reino en Israel en aquel momento; por consiguiente, no haba objeto alguno en predicar ahora al Mesas como tal, o predicar el reino. El asunto era este: l iba a morir; l iba a ser desechado por los principales sacerdotes, los ancianos, y los escribas. Entonces, qu utilidad tena el hecho de hablar ahora acerca de reinar? Por eso que se da a conocer gradualmente en parbolas profticas otra clase de manera en que el reino iba a ser introducido mientras tanto. Una muestra de cmo ser el reino de Dios fue visto en el monte de la transfiguracin; dado que el sistema de gloria es slo postergado, y de ningn modo abandonado. Aquel monte revela una ilustracin de lo que Dios tena en Sus consejos. Antes de esto, como es manifiesto, aun la predicacin de Cristo era acerca de Uno presentado sobre el fundamento de la responsabilidad del hombre. Es decir, los Judos eran responsables de recibirle a l y el reino del cual l tena el derecho de establecer. El final de esto fue lo que se ve uniformemente en tales pruebas morales que el hombre, cuando es probado, es hallado siempre falto. En sus manos todo se vuelve intil. Aqu, entonces, l muestra que todo era conocido para l. l iba a morir. Esto, obviamente, termina con toda pretensin del hombre en cuanto a cumplir con su obligacin en el terreno del Mesas, tal como antes en el terreno de la ley. Su deber era claro, pero l fracas miserablemente. Por consiguiente, nosotros somos llevados deinmediato aqu a la perspectiva del reino, ofrecido no de manera provisional, sino conforme a los consejos de Dios, el cual tiene ante l, obviamente, el fin desde el principio.Consideremos entonces la manera peculiar en que el Espritu de Dios presenta el reino por medio de nuestro evangelista. "Aconteci como ocho das despus de estas palabras, que tom a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subi al monte a orar." (Lucas 9:28). El modo mismo de presentar el momento difiere de los dems. Puede ser que no todos estn informados acerca de que algunos hombres han encontrado aqu una dificultad: dnde no lo harn? Me parece que esta es una dificultad pequea, entre "Seis das despus" (Mateo 17:1; Marcos 9:2), y "como ocho das despus" (Lucas 9:28). Una expresin es claramente una enunciacin exclusiva acerca del tiempo as como la otra es inclusiva: una persona slo tiene que pensar correctamente para ver que ambas son perfectamente ciertas. Pero yo no creo que sea sin una razn divina que al Espritu de Dios le pareci bien usar la una en Mateo y Marcos, y la otra slo en Lucas. Parece que hay ms una relacin entre la forma "como ocho das despus" con nuestro Evangelio que con los dems; y por esta sencilla razn: que esta anotacin de tiempo introduce eso que, comprendido de manera espiritual, va ms all del rutinario mundo del tiempo, o aun del reino en su idea y su medida Judas. El octavo da introduce no slo la resurreccin, sino la gloria apropiada a ella. Ahora bien, esto es lo que se relaciona con la visin momentnea del reino que encontramos en Lucas ms que ningn otro. No hay duda acerca de que ello se da por entendido en los dems, pero no est expresado tan abiertamente como en nuestro Evangelio, y esto lo encontraremos confirmado a medida que prosigamos con el tema."Y entre tanto que oraba, [es decir, cuando haba la expresin de Su perfeccin humana en dependencia de Dios, de la que Lucas habla a menudo,] la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente." (Lucas 9:29). La apariencia expuso aquello que ser obrado en los santos cuando sean transformados en la venida de Cristo. Aun as en el caso de nuestro Seor; aunque la Escritura es muy cautelosa, y nos corresponde hablar reverentemente acerca de Su Persona, con todo, l fue ciertamente enviado en semejanza de carne de pecado (Romanos 8:3); pero, poda l ser descrito as cuando ya no se trataba ms de los das de Su carne (Hebreos 5:7) cuando resucit de los muertos, cuando la muerte no tiene ya ms dominio sobre l cuando fue recibido en lo alto en gloria? Yo considero que lo que se vio entonces en el monte santo es ms bien la semblanza anticipatoria de lo que l es como glorificado lo uno no siendo ms que provisional, mientras Su condicin actual perdurar para siempre. "Y he aqu dos varones que hablaban con l, los cuales eran Moiss y Elas; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jess a cumplir en Jerusaln."(Lucas 9: 30 y 31). Otros elementos del ms profundo inters se aglomeran sobre nosotros; compaeros del Seor, hombres hablando familiarmente con l, apareciendo no obstante en gloria. Sobre todo, observen que cuando el carcter pleno del cambio o resurreccin es demostrado ms claramente, e incluso es visto ms claramente que en ninguna otra parte, la importancia crucial de la muerte de Cristo es sentida de manera invariable, justo cuando surge el valor de la resurreccin. Tampoco hay all algn mejor artilugio del enemigo para debilitar la gracia de Dios en la muerte de Cristo que ocultar el poder de su resurreccin. Por otra parte, aquel que especula acerca de la gloria de la resurreccin, sin sentir que la muerte de Cristo era el nico terreno posible de ella delante de Dios, y el nico camino abierto a nosotros por el cual podamos tener parte con l en esa resurreccin gloriosa, es, evidentemente, uno cuya mente ha acogido nada ms que una parte de la verdad. Una persona semejante carece de la fe sencilla, viva, de los escogidos de Dios; dado que si la tuviera, su alma estara intensamente consciente de las demandas de la santidad de Dios y de las necesidades de nuestra condicin culpable, que la resurreccin, bienaventurada como ella es, no poda satisfacer de ningn modo, ni la justicia asegurar bendicin alguna para nosotros, excepto como estando fundamentadas sobre esa partida que l cumpli en Jerusaln. Pero no aparecen aqu semejantes pensamientos o lenguaje. No slo est el resultado glorioso delante de nuestros ojos, el velo quitado, para que pudiramos ver (por as decirlo, en compaa de estos testigos escogidos) como ser el reino, mostrado aqu a nosotros en una muestra pequea de l, sino que somos admitidos a or la conversacin de los santos glorificados con Jess acerca de causa an ms gloriosa. Ellos hablaban con l, y el tema era Su partida, que l iba a cumplir en Jerusaln. Cun bienaventurado es saber que nosotros tenemos esa misma muerte, esa misma verdad preciosa, ms cerca de todo para nuestros corazones, dado que ella es la expresin perfecta de Su amor, y de Su amor doliente; eso lo tenemos ahora; ese es el verdadero centro de nuestra adoracin; eso es lo que nos convoca de manera habitual; que ningn gozo en esperanza, ningn favor inmediato, ningn privilegio celestial puede jams oscurecer, sino slo dar una expresin ms plena a nuestra percepcin de la gracia de Su muerte, puesto que, en verdad, ellos son sus frutos. Pedro, y los que estaban con l, estaban rendidos de sueo aun aqu; y Lucas menciona la circunstancia como presentando a nuestra atencin el estado moral. Ese era entonces la condicin de los discpulos, s, efectivamente, la condicin de aquellos que parecan ser columnas; la gloria fue demasiado resplandeciente para ellos ellos tuvieron escaso entusiasmo por ella. Los mismos discpulos que durmieron despus en el huerto de la agona, durmieron en aquel entonces en el monte de gloria. Y yo estoy persuadido que las dos tendencias estn relacionadas estrechamente: insensibilidad indiferencia; aquel que tiende a dormirse en la presencia de lo uno, indica demasiado claramente que ustedes no pueden esperar de l algn sentido adecuado de lo otro.Pero hay ms para que nosotros veamos, no obstante lo hagamos superficialmente. "Mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jess, y a los dos varones que estaban con l. Y sucedi que apartndose ellos de l, Pedro dijo a Jess: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aqu; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moiss, y una para Elas; no sabiendo lo que deca." (Lucas 9: 32 y 33). Cun pequea y humana honra para Cristo puede ser confiada incluso a un santo! Pedro tuvo la intencin de magnificar a su Maestro. Confiemos nosotros en Dios para ello. Su palabra no introduce ahora hombres glorificados, sino al Dios de gloria. El Padre no pudo permitir que semejante discurso viniese de Pedro sin una reprensin. No hay duda de que Pedro pens sinceramente honrar al Seor en el monte, tal como Mateo y Marcos relatan de qu manera l fracas de forma similar justo antes; se trat de la indulgencia de los pensamientos tradicionales y del sentimiento humano en la perspectiva tanto de la cruz como de la gloria. Hay tantos tambin ahora, que al igual que Pedro, no tienen otra intencin ms que honrar al Seor por medio de aquello que realmente Le privara a l de una parte especial y bienaventurada de Su gloria. Slo la Palabra de Dios juzga todas las cosas; pero el hombre, la tradicin, poco le prestan atencin. Fue as con Pedro; el mismo discpulo que no consentira que el Seor padeciera, propone ahora poner al Seor en un nivel con Elas o Moiss. Pero Dios el Padre habla desde la nube esa seal bien conocida de la presencia de Jehov, de la que todo Judo, a lo menos, entenda el significado. "Y vino una voz desde la nube, que deca: Este es mi Hijo amado; a l od." (Lucas 9:35). Por lo tanto, no obstante cul poda ser el lugar de Moiss y Elas en la presencia de Cristo, no se trata de dar una seal e igual dignidad a todos los tres, sino de or al Hijo de Dios. Como testigos, ellos se desvanecen delante del testimonio de Aquel que era el objeto del cual se testificaba. Ellos eran de la tierra, l era del cielo, y era sobre todos. Ellos haban rendido testimonio al Cristo como tal, tal como los discpulos hasta ahora; pero l fue rechazado; y este rechazo, en la gracia y sabidura de Dios, abri el camino y estableci el terreno para que la dignidad ms elevada de Su Persona resplandeciera tal como el Padre Le conoca, el Hijo, para que la Iglesia fuese edificada sobre eso, y para la comunin con la gloria celestial. El Hijo tiene ahora Su propio derecho nico a ser odo. Dios el Padre lo decide as. De hecho, qu podan ellos decir? Ellos slo podan hablar acerca de l, cuyas propias palabras declaran lo que l es, dado que slo revelan al Padre, y l estaba aqu para hablar sin la ayuda de ellos; l mismo estaba aqu para dar a conocer el Dios verdadero; dado que l es esto, y la vida eterna. "Este es mi Hijo amado; a l od." Eso es lo que el Padre comunicara a los discpulos en la tierra. Y esto es muy precioso. "Nuestra comunin verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." (1. Juan 1:3). Porque no se trata meramente de los glorificados hablando con Jess, sino del Padre comunicando acerca de l, a santos en la tierra; no a santos glorificados, sino a santos en sus cuerpos naturales, dndoles una prueba de Su propio deleite en Su Hijo. l no consentira que ellos debilitasen la gloria de su Hijo. No se deba permitir, ni por un momento, que ninguna refulgencia que resplandeciera de los hombres glorificados provocara el olvido de la diferencia infinita entre l y ellos. "Este es mi Hijo amado." Ellos no eran ms que siervos, la dignidad ms elevada de ellos era, en las mejores circunstancias, ser testigos de l. "Este es mi Hijo amado;a lod. Y cuando ces la voz, Jess fue hallado solo; y ellos callaron." (Lucas 9: 35 y 36).No obstante, yo he omitido otro punto que no debiera ser dejado sin una mencin especial. Mientras Pedro hablaba, aun antes de que la voz del Padre fuese oda, vino una nube que los cubri, y tuvieron temor al entrar en la nube. Y no es de extraar; porque esto fue algo enteramente distinto, y superior a la gloria del reino que ellos esperaban. Bienaventurado como es el reino, y glorioso, ellos no temieron cuando vieron a los hombres glorificados, ni tampoco al propio Seor, el centro de esa gloria; ellos no temieron cuando vieron este testimonio y esta muestra del reino; dado que todo Judo esperaba el reino, y esperaba que el Mesas lo estableciera gloriosamente; y ellos saban bastante bien que, de uno u otro modo, los santos del pasado estarn all junto con el Mesas cuando l reine sobre Su pueblo dispuesto. Ninguna de estas cosas produjeron terror, pero cuando vino la gloria excelente, cubriendo con su resplandor (dado que la luz estaba all, y ninguna tinieblas, en absoluto), la Shekhin de la presencia de Jehov, y cuando Pedro, Jacobo, y Juan vieron a los hombres con el Seor entrando en esa nube, esto fue algo enteramente superior a toda expectativa anterior. Ninguna persona del Antiguo Testamento deducira un pensamiento tal referente a un hombre estando as en la misma gloria con Dios. Pero es precisamente eso lo que el Nuevo Testamento despliega; esto es una gran parte de lo que estaba anteriormente oculto en Dios desde los siglos y edades. En realidad, ello no poda ser revelado hasta la manifestacin y el rechazo de Cristo. Ahora bien, eso es lo que forma el gozo y la esperanza particulares del Cristiano en el Hijo de Dios. Ello no es, en absoluto, lo mismo que la bendicin y el poder prometidos cuando el reino amanezca sobre esta tierra sumida por tanto tiempo en la ignorancia. As como una estrella es diferente de otra, y como hay una gloria celestial as como una gloria terrestre, as tambin hay eso que est muy por sobre el reino eso que est fundamentado en la Persona revelada del Hijo, y en comunin con el Padre y el Hijo, disfrutado ahora en el poder del Espritu enviado desde el cielo. Por consiguiente, nosotros tenemos inmediatamente despus de esto, al Padre proclamando al Hijo; porque no existe llave alguna, por as decirlo, que abra esa nube para el hombre, excepto Su Nombre no hay ningn medio para llevarle a l all excepto Su obra. No se trata del Mesas como tal. Si l hubiese sido meramente el Mesas, el hombre no podra haber entrado jams en esa nube. Ello se debe a que l era y es el Hijo. Por tanto, tal como l sali, por as decirlo, de la nube, del mismo modo le correspondi a l introducir en la nube, aunque para esto, Su cruz es tambin esencial, siendo el hombre un pecador. De este modo, el temor de Pedro y Jacobo en este punto particular, cuando ellos vieronhombresentrando en la presencianube de Jehov y siendo rodeados por ella, es, en mi opinin, muy significativo. Pues bien, eso se nos presenta aqu; y eso, uno puede entender, no est relacionado muy ntimamente con el reino, sino con la gloria celestial la entrada a la casa del Padre en comunin con el Hijo de Dios.El Seor desciende del monte, y tenemos una ilustracin, moralmente, del mundo. "Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el nico que tengo; y sucede que un espritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropendole, a duras penas se aparta de l." (Lucas 9: 38 y 39). Es una ilustracin del hombre como siendo ahora el objeto del asalto continuo y de la continua posesin de Satans; o, tal como se describe en otra parte, como siendo el hombre llevado cautivo a su voluntad. "Y rogu a tus discpulos que le echasen fuera, y no pudieron." (Lucas 9:40). Aflige profundamente al Seor el hecho que, aunque haba fe en los discpulos, esa fe estuviera, por una parte, tan inactiva delante de las dificultades, y, por la otra, que supiera tan dbilmente de qu manera hacer uso del poder de Cristo para la angustia profunda del hombre. Oh, qu espectculo fue esto para Cristo! Qu sentimiento para Su corazn, que aquellos que posean fe, estimaran al mismo tiempo tan poco el poder de Aquel que era el objeto y el recurso de esa fe! Ello es exactamente lo que ser la ruina de la Cristiandad, dado que fue el terreno sobre el cual el Seor finaliz todos Sus tratos con Su pueblo antiguo. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, hallar fe en la tierra? Consideren ahora todo, aun en el aspecto actual de aquello que lleva Su Nombre. Existe el reconocimiento de Cristo y de Su poder, sin duda. Los hombres son bautizados en Su Nombre. Su gloria es reconocida, nominalmente, por todos excepto por los incrdulos declarados; pero, dnde est la fe que l busca? No obstante, el consuelo es este: que Cristo nunca deja de llevar a cabo Su obra; y, por consiguiente, aunque nosotros encontramos que del evangelio mismo se hace mercanca en el mundo, aunque ustedes lo pueden ver prostituido en todo sentido para ministrar para la vanidad o para la soberbia de los hombres, no por ello abandona Dios Sus propsitos. De este modo, l no soslaya la conversin de las almas por medio de ella, aunque dicha fe sea seriamente estorbada y pervertida. Nada es ms sencillo. No es que el Seor aprueba el estado actual de cosas, sino que la gracia del Seor no puede fallar jams, y la obra de Cristo debe ser hecha. Dios recoger del mundo: s, efectivamente, de lo peor del mundo. En resumen, el Seor muestra aqu que la incredulidad de los discpulos fue manifestada por su poco poder para aprovechar la gracia que haba en l, para aplicarla en el caso en cuestin. "Respondiendo Jess, dijo: Oh generacin incrdula y perversa! Hasta cundo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae ac a tu hijo." (Lucas 9:41). Y as, despus de una manifestacin del poder de Satans, el Seor lo devuelve a su padre."Y todos se admiraban de la grandeza de Dios." (Lucas 9:43). Pero Jess habla de inmediato acerca de Su muerte. Nada puede ser ms dulce. Se hizo all eso que bien poda hacer que Jess pareciera ser grande a los ojos de ellos como un asunto de poder. l les dice inmediatamente que iba a ser rechazado, que iba a morir, que iba a ser muerto. "Haced que os penetren bien en los odos estas palabras; porque acontecer que el Hijo del Hombre ser entregado en manos de hombres." (Lucas 9:44). l era el que libertaba del poder de Satans. Los discpulos eran como nada en la presencia del enemigo: esto fue bastante natural; pero, qu diremos nosotros cuando omos que el Hijo del Hombre ser entregado en manos de hombre? La incredulidad es aqu siempre culpable nunca sabe de qu manera colocar estas dos cosas juntas; parece ser una contradiccin moral y mental el hecho de que el ms poderoso de los libertadores deba ser, aparentemente, el ms dbil de todos los seres, entregado en manos de hombres, Sus propias criaturas! Pero deba ser as. Si un pecador iba a ser salvo por la eternidad si la gracia de Dios iba a ser una base justa para justificar al impo, Jess, el Hijo del Hombre, deba ser entregado en manos de hombres; y entonces un fuego infinitamente ms intenso debe arder el juicio divino cuando Dios por nosotros Lo hizo pecado; dado que todo lo que los hombres, Satans, incluso Dios mismo, pudieron hacer, viene sobre l hasta lo sumo.El Seor, entonces, habiendo l mismo mostrado lo que era, no slo en Su poder que venca a Satans, sino tambin en esa debilidad en la que l fue crucificado por los hombres, pronuncia ahora una leccin a los discpulos acerca del resultado del razonamiento de ellos; dado que el Espritu introduce ahora esto: la discusin de ellos sobre quin de ellos habra de ser el mayor una competicin vana, indigna, en cualquier momento, pero lo era an ms en la presencia de un Hijo del Hombre semejante. Uno puede ver que es as como Lucas rene hechos y principios en su Evangelio. l hace que un nio, despreciado por los que seran mayores, sea una reprensin a la exaltacin propia de los discpulos. Ellos haban sido bastante poco contra el poder de Satans: seran ellos mayores a pesar de la humillacin de su Maestro? Adems, l pone de manifiesto qu clase de espritu estaba en Juan, aunque no presentndolo en el punto de vista del servicio, tal como vimos en Marcos. Puede ser que no se haya olvidado que nosotros lo tuvimos muy particularmente en Marcos como el vehculo para instruirnos en el importante deber que debemos reconocer el poder de Dios en el servicio a los dems, aunque ellos no estn "con nosotros." (Lucas 9:49). Pero ese punto de vista no aparece en Lucas a lo menos no sus detalles, sino sencillamente el principio moral. "No se lo prohibis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es." (Lucas 9:50).Tenemos adems Su censura del espritu de Jacobo y Juan como consecuencia de la afrenta que los samaritanos aplicaron a nuestro Seor. Se trat del mismo egosmo en otra forma, y el Seor se vuelve y los reprende, dicindoles que ellos no saban de qu espritu eran; porque el Hijo del Hombre no haba venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas. Todas estas lecciones son claramente impresiones, por as decirlo, de la cruz su vergenza, rechazo, angustia, cualquier cosa que los hombres elijan poner sobre el nombre de Jess, o sobre aquellos que pertenecen a Jess Jess el cual iba de camino a la cruz; pues as est escrito expresamente aqu. l estaba afirmando Su rostro para ir a Jerusaln, donde se iba a cumplir Su partida.