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Capítulo 4 Lucas 4 se fundamenta sobre esto; y aquí no encontramos que la cita es presentada meramente según el estilo dispensacional de Mateo, sino completamente en un punto de vista moral. En el evangelio de Mateo, en la primera tentación, nuestro Señor mismo reconoce que es hombre, no viviendo mediante meros recursos naturales, sino por la Palabra de Dios; en la segunda tentación Él confiesa y no niega ser Él mismo el Mesías, siendo dirigida la tentación a Él como en esta calidad; y la última atentación contempla claramente la gloria del "Hijo del Hombre." A esto yo lo llamo claramente dispensacional. No hay duda que ella fue exactamente la manera en que la tentación ocurrió. La primera tentación fue para abandonar la posición de hombre. Cristo no haría esto. Él dice, "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." (Mateo 4:4). Es mucho más importante guardar la Palabra de Dios que vivir; y, en todo caso, el único vivir que Él valoraba era vivir como hombre por la Palabra de Dios. Esto es perfección. La fe considera cierto que Dios conoce cómo cuidar al hombre. La incumbencia del hombre era guardar la Palabra de Dios; Dios no dejaría de velar sobre él y protegerle. Satanás, por lo tanto, fue frustrado. Después, Satanás tentó mediante una cita del Salmo 91, la cual describe claramente al Mesías; Jesús no iba a negar eso, ciertamente. Él creía y actuaba de acuerdo con ello. Si Él era el Mesías, ¿por qué no probar a Dios conforme a esta palabra? Pero el Señor Jesús le refutó aquí igualmente, aunque yo no necesito entrar ahora en los detalles de aquello que nosotros ya hemos considerado. Vino después la última tentación dirigida a Él, no como Mesías según un Salmo que se refiere a ello, sino más bien en Su calidad de Hijo del Hombre acerca de tener todos los reinos del mundo. La tentación de satanás fue aquí, «¿Por qué no entras ahora en posesión y disfrute de ellos?» Jesús los tomaría sólo de Dios, como el hombre rechazado, y el que padeció también por el pecado; no los tomaría como el Mesías viviendo aquí abajo, como si tuviera prisa para tener todas

Lucas Part 4

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Capítulo 4  Lucas 4 se fundamenta sobre esto; y aquí no encontramos que la cita es presentada meramente según el estilo dispensacional de Mateo, sino completamente en un punto de vista moral. En el evangelio de Mateo, en la primera tentación, nuestro Señor mismo reconoce que es hombre, no viviendo mediante meros recursos naturales, sino por la Palabra de Dios; en la segunda tentación Él confiesa y no niega ser Él mismo el Mesías, siendo dirigida la tentación a Él como en esta calidad; y la última atentación contempla claramente la gloria del "Hijo del Hombre." A esto yo lo llamo claramente dispensacional. No hay duda que ella fue exactamente la manera en que la tentación ocurrió. La primera tentación fue para abandonar la posición de hombre. Cristo no haría esto. Él dice, "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." (Mateo 4:4). Es mucho más importante guardar la Palabra de Dios que vivir; y, en todo caso, el único vivir que Él valoraba era vivir como hombre por la Palabra de Dios. Esto es perfección. La fe considera cierto que Dios conoce cómo cuidar al hombre. La incumbencia del hombre era guardar la Palabra de Dios; Dios no dejaría de velar sobre él y protegerle. Satanás, por lo tanto, fue frustrado. Después, Satanás tentó mediante una cita del Salmo 91, la cual describe claramente al Mesías; Jesús no iba a negar eso, ciertamente. Él creía y actuaba de acuerdo con ello. Si Él era el Mesías, ¿por qué no probar a Dios conforme a esta palabra? Pero el Señor Jesús le refutó aquí igualmente, aunque yo no necesito entrar ahora en los detalles de aquello que nosotros ya hemos considerado. Vino después la última tentación dirigida a Él, no como Mesías según un Salmo que se refiere a ello, sino más bien en Su calidad de Hijo del Hombre acerca de tener todos los reinos del mundo. La tentación de satanás fue aquí, «¿Por qué no entras ahora en posesión y disfrute de ellos?» Jesús los tomaría sólo de Dios, como el hombre rechazado, y el que padeció también por el pecado; no los tomaría como el Mesías viviendo aquí abajo, como si tuviera prisa para tener todas las promesas cumplidas para Él. La tentación fue desplegada en vano ante Sus ojos; sólo Dios podía dar los reinos del mundo, independientemente de quién los podía realmente detentar. El precio a pagar era demasiado caro, a saber, el precio de adorar al diablo. Acto seguido, Jesús denuncia al tentador como Satanás. Pero esto no es lo que tenemos en nuestro Evangelio. No hay aquí ningún orden dispensacional de la tentación apto para el Evangelio de Mateo. Un orden tal, que es aquí también el de los hechos, es exactamente según el designio del Espíritu Santo en Mateo. Pero no se adecúa a ningún otro Evangelio. Marcos no fue llamado a proporcionar más que el registro de la tentación, con un toque gráfico que revela la

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lúgubre escena, y pasa al ministerio activo de nuestro bendito Señor. Por otra parte, Lucas cambia deliberadamente el orden de las tentaciones — un paso a tomar que es audaz, en apariencia, y más aún si él conocía, tal como yo supongo, lo que fue presentado por los evangelistas que le precedieron. Ello fue necesario para su designio, y yo espero mostrar que Dios pone Su propio sello sobre esta desviación del mero tiempo. Porque, antes que nada, nosotros tenemos aquí a Jesús probado como hombre. Esto debía estar en todo relato de la tentación. Fue como hombre, obviamente, que aun el Hijo de Dios fue tentado por Satanás. Aquí, sin embargo, nosotros tenemos, en segundo lugar, el ofrecimiento de los reinos del mundo. Se percibirá que esto no otorga preminencia, como Mateo, a ese cambio trascendental de dispensación que siguió a Su rechazo por parte de los Judíos; ello ilustra lo que el Espíritu Santo presenta aquí — las tentaciones elevándose la una sobre la otra en peso e importancia morales. Yo creo que esa es la clave que explica el orden cambiado en Lucas. La primera fue una tentación a Sus necesidades personales — «¿Dijo Dios: tú no comerás nada? ¡Ciertamente tú tienes libertad para hacer que estas piedras se conviertan en pan!» La fe vindica a Dios, permanece dependiente de Él, y está segura que Él aparecerá por nosotros a su debido tiempo. Viene después el ofrecimiento de los reinos del mundo. Si un hombre bueno quiere hacer el bien, ¡qué buena oferta! Pero Jesús estaba aquí para glorificar a Dios. A Él Jesús adoraría, sólo a Él Jesús serviría, La obediencia, obedecer la voluntad de Dios. Pero Jesús estaba aquí para glorificar a Dios. A Él glorificaría, a Él solo serviría. Obediencia, obedecer la voluntad de Dios, adorarle a Él — ese es el escudo contra todas esas insinuaciones del enemigo. Viene, por último, la tercera tentación, por medio de la Palabra de Dios, sobre el pináculo del templo. Este no es el requerimiento mundano, sino uno dirigido a Su sentimiento espiritual. ¿Necesito yo recalcar que una tentación espiritual es, para una persona santa, mucho más sutil y profunda que nada que se relacione ya sea con nuestras necesidades o nuestros deseos en cuanto al mundo? Hubo así una tentación personal o corporal, una mundana, y una espiritual. Lucas abandona la secuencia de tiempo para lograr este orden moral. Ocasionalmente, Mateo y en realidad ninguno otro más que él, abandona el orden sencillo del hecho dondequiera que ello sea requerido por el propósito del Espíritu; pero en este caso Mateo conserva ese orden; dado que es por este medio que él da prominencia a la verdad dispensacional; mientras Lucas, arreglando de otra manera los hechos de tentación, saca a la luz la relevancia moral de ellas en la manera más admirable e instructiva. De conformidad con eso la expresión, "Vete de mí, Satanás, porque…" (RVR60), desaparece de Lucas 4:8 en los mejores manuscritos. ("Respondiendo Jesús, le dijo: Escrito está: "AL SEÑOR TU DIOS ADORARAS, Y A EL SOLO SERVIRAS." Lucas 4:8 - LBLA). El cambio del orden necesita la omisión. Los copistas, como a menudo, añadieron a Lucas lo que es realmente el lenguaje de

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Mateo; e incluso algunos críticos han sido tan sin discernimiento como para no detectar el ajuste. Tal como está en el texto Griego recibido y en la versión Inglesa, a Satanás se le dice que se vaya, y parece que se mantiene firme y tienta nuevamente al Señor, anulando Su orden. Pero la cláusula que yo he nombrado (y no meramente la palabra "porque", tal como Bloomfield imagina) [*] es bien conocido el hecho de que no tiene ningún derecho para estar, como estando desprovista de autoridad adecuada. [*] N. del T.: el autor se refiere aquí a Samuel Thomas Bloomfield (1790 – 28 Septiembre 1869), clérigo y Crítico del Texto Bíblico. Su Nuevo Testamento Griego fue usado ampliamente en Inglaterra y en los Estados Unidos de Norteamérica. Existen buenos manuscritos que contienen la cláusula, pero la importancia, para la antigüedad y el carácter de los Manuscritos, y para la diversidad de las versiones antiguas está en el otro aspecto, por no hablar de la evidencia interna, la cual sería decisiva con una evidencia interna muy inferior. Por eso que, asimismo, apenas se podía hablar aquí de Satanás marchándose como uno ahuyentado por medio de la indignación, como en Mateo. "Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo." (Lucas 4:13). Esto nos hace entrar en otra verdad muy relevante: que Satanás se apartó hasta otra oportunidad, cuando él debería volver. Y él hizo esto para una prueba de carácter aún más severa al final de la vida del Señor, cuyo relato muestra la importancia moral de la agonía en el huerto de Getsemaní. Jesús volvió después en el poder del Espíritu a Galilea. El hombre fue victorioso sobre Satanás. A diferencia del primer Adán, el Segundo Hombre sale bien con energía que demostró ser triunfadora en obediencia. ¿Cómo usa Él este poder? Él va a Sus lugares que eran despreciados. "Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado." (Lucas 4: 14 al 16). El hecho que sigue a continuación es mencionado aquí, y solamente aquí, con todo detalle. Independiente de alguna alusión a él que puede haber en otra parte, es sólo aquí que nosotros tenemos, por el Espíritu de Dios, este retrato muy vívido y característico de nuestro Señor Jesús entrando en Su ministerio entre los hombres según el propósito y los modos de obrar de la gracia divina. Los hechos de poder no son más que los bordes de Su gloria. No se trata, como Marcos nos lo expone, de enseñar como nadie jamás enseñó, y de tratar después con el espíritu inmundo delante de todos ellos. Este no es el comienzo que nosotros tenemos en Lucas, así como tampoco es una multitud de milagros, siendo ellos de inmediato el heraldo y el sello de Su doctrina, como en Mateo. Tampoco es el trato individual con almas, como en Juan, el cual Le muestra atrayendo los corazones de aquellos

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que estaban con el Bautista, o en sus legítimas ocupaciones, y llamándoles a seguirle a Él. Él entra aquí en la sinagoga, como era Su costumbre, y se levanta a leer. "Y se le dio el libro del profeta Isaías." (Lucas 4:17). ¡Qué momento! Aquel que era Dios se hizo hombre, y se digna actuar como tal entre los hombres. "Y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito: EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTA SOBRE MI, PORQUE ME HA UNGIDO PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES." (Lucas 4: 17 y 18 - LBLA). Es el hombre Cristo Jesús. El Espíritu del Señor no estaba sobre Él como Dios, sino como hombre, y Le ungió así para predicar el Evangelio a los pobres. Cuán minuciosamente adecuado a lo que ya hemos visto. "ME HA ENVIADO PARA PROCLAMAR LIBERTAD A LOS CAUTIVOS, Y LA RECUPERACION DE LA VISTA A LOS CIEGOS; PARA PONER EN LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS; PARA PROCLAMAR EL AÑO FAVORABLE DEL SEÑOR. Cerrando el libro, lo devolvió al asistente y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en El. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído." (Lucas 4: 18 al 21 – LBLA). Un hombre verdadero estaba allí, y además era el vaso de la gracia de Dios en la tierra, y la Escritura señala esto muy plenamente. Pero, ¿dónde podríamos encontrar esta aplicación muy acertada del profeta excepto en Lucas, a quien, de hecho, ello es peculiar? El Evangelio entero lo desarrolla, o a lo menos, está de acuerdo con ello. "Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca", pero ellos vuelven inmediatamente a la incredulidad, diciendo, "¿No es éste el hijo de José?" "Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra." (Lucas 4: 22 y 23). Él ya había estado llevando a cabo Su obra en lo que Mateo llama "su ciudad" (Mateo 9:1); pero el espíritu de Dios omite enteramente aquí lo que había sido hecho allí. Él aseguraría así el más pleno lustre para "la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos." (2ª. Corintios 8:9). Esto es lo que nosotros tenemos en Lucas. Nuestro Señor muestra después la raíz moral de la dificultad en sus mentes. "De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón." (Lucas 4: 24 al 26). Nuestro Señor no llama aún a un publicano, o recibe a un Gentil, como en los capítulos 5 y 7; sino que Él habla acerca de la gracia de Dios en esa palabra que ellos leyeron y oyeron, pero no entendieron. Ello fue Su respuesta a la incredulidad de los Judíos, Sus hermanos según la carne. ¡Qué solemnes

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son las advertencias de la gracia! Fue una viuda Gentil, y no una Judía, quien durante los días de la apostasía de Israel llegó a ser el objeto señalado de la misericordia de Dios. Así, también, "muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio." (Lucas 4:27). La ira hostil del hombre natural y su celo por la misericordia divina para con el extranjero fueron despertados de inmediato. Aquellos que se maravillaban en el momento anterior ante Sus palabras de gracia están ahora llenos de furia, dispuestos a despeñarle. "Y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue. Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo. Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad." (Lucas 4: 29 al 32). Es la Palabra lo que tiene especial prominencia en Lucas; y justamente así, debido a que la Palabra es la expresión de lo que Dios es para el hombre, así como ella es la Palabra que lo prueba. Estas son, por consiguiente, las dos cualidades del evangelio: lo que Dios es hacia el hombre; y lo que el hombre es, revelado, proclamado, y hecho manifiesto por la Palabra de Dios. De esta manera la gracia de Dios resplandece; de esta manera, también, el mal del hombre es demostrado moralmente — no meramente por medio de la ley, sino aún más por la Palabra que entra, y por la Persona de Cristo. El hombre, sin embargo, la aborrece, y no es de extrañar; dado que, independientemente de cuán llena de gracia, la Palabra no deja espacio para la soberbia, la vanidad, la justicia propia, en resumen, para la importancia del hombre en modo alguno. Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Pero esto no es toda la verdad; dado que el poder de Satanás está activo en la tierra. Ello era en aquel entonces bastante claro, bastante universal, para ser pasado por alto; y si el hombre era tan incrédulo en cuanto a la gloria de Jesús, a lo menos Satanás sentía Su poder. Así fue con el hombre que tenía un espíritu inmundo. "Él cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios." (Lucas 4: 33 y 34). Observen aquí de qué manera Jesús, el cumplimiento y el consumador de la Palabra de Dios, cumple la ley y la promesa, los profetas y los Salmos. Los demonios le reconocen como el Santo de Dios y, además, veremos en breve, como el Ungido (el Cristo), el Hijo de Dios. En el capítulo 5 Él es visto actuando más bien como Jehová. "Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno." (Lucas 4:35). Esto demuestra, por lo tanto, que en Cristo no sólo había

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gracia hacia las necesidades del hombre, sino poder sobre Satanás. Él había vencido a Satanás, y procede a usar Su poder a favor del hombre. Él entra después en casa de Simón, y sana a la madre de su mujer. "Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo." (Lucas 4: 40 y 41). Nos unimos aquí con los Evangelios anteriores. Cuando esto atraía la atención de los hombres Él se marcha. En lugar de usar lo que las personas llaman 'influencia', Él no oirá el deseo del pueblo de retenerle en medio de ellos. Él anda en fe, el Santo de Dios, satisfecho con nada que hiciera que el hombre fuese un objeto para oscurecer Su gloria. Si era seguido a un lugar desierto, lejos de la multitud que Le admiraba, Él les da a conocer que Él debe predicar el reino de Dios a otras ciudades también; dado que para eso Él había sido enviado. "Y predicaba en las sinagogas de Galilea." (Lucas 4:44).