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LUCHA DE IDEAS EN NUESTRAMÉRICA

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Hugo E. Biagini

LUCHA DE IDEAS ENNUESTRAMÉRICA

LEVIATAN

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PRESENTACIÓN

Entre los trabajos que reúno en esta circuns-tancia, se encuentra mi colaboración a la Enciclo -pedia Iberoamericana de Filosofía, editada en Es-paña bajo el patrocinio del Consejo Superior de In-vestigaciones Científicas, para el volumen dirigidopor Arturo Andrés Roig sobre la historia de lasideas en Latinoamérica durante el siglo XIX. He in-cursionado allí en corrientes como la de los ecléc-ticos y los krausistas, el tradicionalismo católico, elcomtismo y el spencerismo; en síntesis, transitopor aquellas expresiones que de un modo u otroacompañaron el advenimiento de los distintos es-tados nacionales en nuestra América.

Intento luego reconstruir la sensibilidad y el cli-ma de ideas que circulaban hacia el Novecientossobre el paso del tiempo: desde la visión idílicaque efectuaba la apoteosis de las conquistas ymaravillas de la centuria hasta la versión según lacual el mundo seguía siendo un gran hospital. Asi-mismo, evoco la relevancia que alcanzaron nocio -nes como las de raza y civilización; la creencia deque el progreso, asociado con el poderío, implica-ba un alto contenido etnocéntrico, mientras queotros enfoques tendían a relativizar las diferenciasraciales y la victoria de los más fuertes, exaltandoel papel de la moralidad. Un conflicto histórico-ideológico de la época giró en torno a quienes sos-tenían la superioridad anglosajona o aquéllos quese inclinaban a exaltar los valores de la latinidad,con posturas que favorecen el acercamiento deEspaña con sus antiguas colonias —a partir desimbologías míticas como la de 1898— y llegan apropiciar una liga hispanista para combatir el peli-gro yanqui. Este ensayo fue expuesto en el XI Se -minario de Historia de la Filosofía Española e Ibe -

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roamericana, Universidad de Salamanca (1998) y,mutatis mutandis, publicado por los CuadernosHispanoamericanos en el mismo año.

Finalmente, aludo a la confrontación teórico-institucional que se produjo entre el positivismo ysus heterogéneos adversarios doctrinales, cuyopanorama conflictivo integró la Antología del Pen-samiento Latinoamericano compilada por RicardoSalas en la Universidad Católica Blas Cañas (hoyCardenal Silva Henríquez). En la parte suplemen-taria se han incluido mis reflexiones al cuestiona-rio —en torno al historiador y las ideas— plantea-do inicialmente por Alejandro y Fabián Herrero pa-ra la revista Estudios Sociales (1994). Por otro la-do, reproduzco algunas piezas complementariasque me tocó redactar sobre los principios y propó-sitos orientadores de un nuevo espacio que he-mos creado para el pronunciamiento intelectual: elCorredor de las Ideas.

Para contextualizar el material abordado setranscriben algunos comentarios que han recibidootras obras propias más cercanas a la temática enjuego: El movimiento positivista argentino, Oríge-nes de la democracia argentina. El trasfondo krau-sista, Cómo fue la generación del Ochenta, Re-descubriendo un continente, Intelectuales y políti-cos españoles a comienzos de la inmigración ma-siva, Fines de siglo, fin de milenio.

IESPIRITUALISMO Y POSITIVISMO

Entre las corrientes filosóficas más característi-cas del siglo XIX, no se hace hincapié en vertien-tes como el escolasticismo y la Ilustración que, sibien existían para la misma época, se han perfila-do con basamentos anteriores. Tampoco se enfo-can expresamente las secuelas que han dejado ennuestra centuria algunos movimientos como elkrausismo y el positivismo.

Se visualiza al siglo XIX dentro de la particióncronológica habitual, pasando por alto las catego-rizaciones históricas que trascienden los conven-cionalismos y le otorgan a aquél un alcance tem-poral bastante más dilatado que el del calendario.En suma, se concede prioridad a las expresionesque, de uno u otro modo, contribuyeron a legitimarlos distintos Estados nacionales en América Lati-na.

Eclécticos y krausistas

El espiritualismo ecléctico, surgido en Francia aprincipios del siglo XIX —como transacción entrelas tendencias innovadoras y los emergentes co-natos reaccionarios—-, revistió en Sudaméricauna importancia mayor de la que se le ha atribuidousualmente como escuela filosófica y como ideo-logía operativa. Mas allá de sus serias limitacionesconceptuales, que no dejaron de observarse en laplenitud de su esplendor, el eclecticismo incide enmuy diversas manifestaciones decimonónicas, al

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proponer una actitud de tolerancia y moderaciónpara superar el encastillamiento partidista, las pos-turas dogmáticas o radicalizadas y asimilar el pa-sado en una integración selectiva de las distintascorrientes doctrinarias. Por un lado, sostiene la ra-cionalidad congénita del hombre y el carácter ab-soluto de la verdad, el bien y la belleza; por otro,admite la existencia de lo divino, bajo las más di-ferentes modalidades (panteístas, deístas, racio-nalistas, pesimistas, krausistas y católicas), reva-lorizando la religión —en estrecho vínculo con la fi-losofía— y el propio cristianismo. En la línea de losrománticos, se afianza el sentimiento federalista yse concibe el progreso general como desenvolvi-miento de las modalidades inherentes a cada na-ción. El movimiento ecléctico ha mostrado asimis-mo variadas perspectivas y facetas disciplinariaspasibles de consideración, entre ellas, un eclecti-cismo metodológico, filosófico, científico, médico,jurídico, literario y político.

Diversos estudios han permitido advertir la signi-ficativa proyección del eclecticismo en el Río de laPlata, donde, hacia 1819, ya se había insinuado tí-midamente bajo el predominio de la Ideología, paraafirmarse al promediar la centuria. En el caso ar-gentino se registran prolongaciones eclécticas du-rante el período finisecular. Con el nuevo ismo setiende un puente hacia la filosofía escocesa delsentido común y hacia el pensamiento alemán, en-tronizándose la obra de Leibniz —-"el sabio másuniversal de los tiempos modernos"1— y su concep-to de sustancia como fuerza, como causa eficientey espontánea. La impronta ecléctica penetra en elPlata bibliográficamente o a través de la cátedra,pues se suceden los profesores y las tesis tributa-

rias de esa orientación. Tampoco faltan nexos per-sonales como la presencia de exiliados franceses,continuadores más o menos fidedignos del funda-dor de la escuela: Víctor Cousin.

Los sectores dominantes de cuatro generacio-nes —1837 a 1880— se formaron en la Argentinabajo la cosmovisión ecléctica, cuya tónica concilia-dora sirvió a la causa de la organización y la unifi-cación nacionales. Dicha concepción no sólo ins-trumentó los contenidos de la enseñanza sino queademás acompañó la creación o el remozamientode trascendentes instituciones educativas: en Tu-cumán, el Colegio de Segunda Enseñanza; en En-tre Ríos, la Escuela Normal de Paraná y el Colegiodel Uruguay; en Buenos Aires, la Universidad —con su secundario anexo— y la Escuela Normalde Profesores. A sus aulas asistieron futuros ada-lides políticos e intelectuales que, en mayor o me-nor medida, se mantuvieron dentro del derroteroespiritualista que les fue inculcado allí durante suadolescencia y juventud. Dentro del núcleo ecléc-tico preponderante figuran José León Banegas,Luis de la Peña, Adolfo Alsina, Juan Carlos Gó-mez, Aditardo Heredia, Onésimo Leguisamón, Fé-lix Martín y Herrera, Nicanor Larrain, NicomedesReynal O'Connor, Federico Tobal y José María To -rres. Otras personalidades destacadas —entreellos varios presidentes y ministros de la Repúbli-ca Argentina— se valieron parcial o temporaria-mente del eclecticismo, como Félix Frías, FacundoZuviría, Domingo Faustino Sarmiento, Vicente Fi-del López, Juan María Gutiérrez, Victorino de laPlaza, Nicolás Avellaneda, Guillermo Rawson, Pe-dro Goyena, Eduardo Wilde, Carlos Burmeister,Calixto Oyuela o Julio Argentino Roca.

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1 F. Tobal, El eclecticismo, B. Aires, Impr. de Mayo, 1867, p. 29.

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No menos sugestiva resulta la figuración deleclecticismo en el Brasil, donde prendió intensa-mente dentro de las élites locales como sustratopara la incipiente conciencia conservadora y comofermento para la unidad nacional en ciernes, per-mitiendo además consolidar la actividad filosóficamediante la plasmación de una sociedad ad hocen la ciudad de Bahía hacia 1843. Uno de sus pri -meros y más influyentes expositores fue el predi-cador Francisco José de Carvalho (1784-1855),conocido como Mont'Alverne, para el cual Cousinrepresentaba un genio prodigioso y el eclecticismouna auténtica reconstrucción de la filosofía que eli-minaría el estado de confusión producido por elpensamiento dieciochesco. Algunos eclécticosbrasileños siguieron a los grandes maestros galos:Silvestre Pinheiro, vivió casi veinte años en Parísy cultivó una íntima amistad con el propio Cousin;Domingo Gonçalves de Magalhaes, asistió a lasclases de Jouffroy —al igual que Salustiano Pe-drosa— y publicó en 1858 su libro Fatos do Espí-rito Humano, traducido al francés y receptado enParís como una genuina contribución para funda-mentar la moralidad más allá del empirismo.Eduardo Ferreira França estudió medicina enaquella ciudad durante el apogeo de Cousin y ensus Investigações de Psicologia (1854) introduceuna facultad cognoscitiva recurriendo a la fe y sinabandonar la óptica naturalista. Antônio Pedro deFigueiredo, traductor de Cousin y editor en Recifede una revista aglutinadora —O Progresso (1846-1848)—, desde un liberalismo social procura re-conciliar el cristianismo con las conquistas huma-nas y materiales, mientras que en su tesis docto-ral el fluminense Manuel María de Morais e Valecondena la mendicidad como si fuera una terribleepidemia de lepra.

La intelligentzia boliviana acogió con benepláci-to al ideario ecléctico, el cual fue divulgado a tra -vés de distintas obras editadas en la misma re-gión. Pedro Terrazas tradujo el libro de Cousin so-bre la ética en el siglo XVIII, que se publicó en Po-tosí hacia 1845 con un prólogo del propio Terra-zas. Félix Reyes Ortiz hizo otro tanto con el com-pendio de filosofía de Delavigne, así como LuisQuintín Vila vierte posteriormente al castellanouna obra de Ch. Benard. A dichos nombres puedeañadírsele el de Victoriano San Román, quien en1873 dió a conocer sus Elementos de FilosofiaModerna. Todos ellos subrayaban la importanciadel eclecticismo para romper las barreras que sehabían levantado entre la religiosidad y el entendi-miento, entre los condicionantes físicos y el librealbedrío. Reyes Ortiz, mientras se refería al siste-ma ecléctico como "dominante, adoptable y adop-tado en los países civilizados", efectuaba sobre elmismo la siguiente caracterización: "abrazando loespiritual no desprecia lo sensual [...] se alimentatanto de las sublimes inspiraciones y arrebatosmísticos de Santa Teresa y San Buenaventura co-mo de las experiencias craneológicas y naturalis-tas de Gall y Spurzheim"2.

El ecléctico colombiano Manuel Ancízar, luegode una larga transhumancia por Cuba, EstadosUnidos y Venezuela, regresa a su país de origenpara lanzar en Bogotá el periódico El Neogranadi-no (1848), donde colabora el gran maestro de Bo-lívar, Simón Rodríguez. Desde esas columnas,Ancízar brega por una amalgama entre el conser-vadorismo y el liberalismo, entre la tradición y elcambio. Por otra parte, exhorta al clero para quese involucre en los intereses temporales y en la or-ganización republicana, para que produzca unasuerte de sacerdote-civilizador "que cese de de-

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2 G. Francovich, La filosofía en Bolivia, La Paz, Juventud,1987, pp.146-7.

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clamar contra la corrupción del siglo, contra el lujoy las riquezas, contra la tendencia irresistible delos espíritus hacia la ilustración, la tolerancia y ellibre pensar"3.

En Colombia, como en sus vecinos Perú yEcuador, gravitó un tradicionalismo que, ora ape-laba a la neoescolática, ora al ultramontano Dono-so Cortés, ora a los doctrinarios franceses, ora alirracionalismo de Bonald y de Maistre. Hacia 1872,Miguel Antonio Caro todavía censuraba el espec-tro de Bentham, exigiendo que, para evitar el sa-crilegio, no debía calificarse como doctor a este úl-timo, pues se trataba de un título reservado sólopara quien enseña la doctrina de la Iglesia —ex-cluyentemente equiparada con el mismo Dios.Treinta años antes, el peruano Bartolomé Herrera,desde su rectorado en el Convictorio de San Car-los, mientras entonaba infrecuentes loas a la con-quista española, propiciaba el autoritarismo políti-co en nombre de la divina potestad y en contra dela soberanía popular. En el Ecuador, el gobiernode Gabriel García Moreno (1859-1875) —tan com-batido por figuras de la talla intelectual de JuanMontalvo— procuró institucionalizar dichas premi-sas confesionales y antidemocráticas.

En líneas generales, nuestras variantes espiri -tualistas decimonónicas, pese a los esfuerzos deciertos voceros suyos no alcanzaron a elaboraruna noción de libertad que superase la raigambreindividualista. Sin embargo, ello no dejó de tenersu especial relevancia en aquellos contextos don-de tuvo mayor vigencia el modelo restaurador quepreconizaba actitudes como la de una absolutaobediencia y sumisión por parte de los sectorespopulares.

Más allá de que también fue utilizado para obs-

taculizar la ascesis socialista y la dinámica cientí-fica, el krausismo desempeñó por momentos unpapel igualitario, al propugnar en sus mejores fa-cetas una plataforma solidaria, con sufragio uni-versal obligatorio para ambos sexos y, ocasional-mente, el derecho a la revolución. En tal sentido,los krausistas pueden simbolizar un descuidadoprecedente para la construcción del Estado bene-factor como alternativa frente a la acumulaciónirrestricta y al desconocimiento sistemático de losderechos humanos.

Es precisamente en el terreno jurídico donde elkrausismo exhibe uno de sus aportaciones primor-diales en América Latina durante la segunda mitaddel siglo pasado; época en la cual se verifica cier-to predominio de esa orientación en la cátedras deFilosofía del Derecho. Durante la década de 1850comienzan a aparecer diversos textos jusfilosófi-cos basados en el racionalismo armónico de Krau-se o de su discípulo Enrique Ahrens, cuyo Cursode Derecho Natural lograría una amplia difusión.Así ocurrió para ese entonces con los manualesrespectivos de José Silva Santisteban en el Perú yde Antonio Bachiller en Cuba. Por otro lado, la Fa-cultad de Derecho en la Universidad de San Pablose erige en un centro clave para la introducción ydesarrollo del krausismo brasileño.

Otra dimensión fundamental del krausismo es-tá dada por su incidencia en la renovación educa-tiva. A los hermanos Valeriano y Juan FernándezFerraz, dos españoles de origen canario, se les haadjudicado la estructuración de la escuela mediaen Costa Rica, donde se afincan y ponen en prác-tica las ideas pedagógicas de don Francisco Ginerde los Ríos y la célebre Institución Libre de Ense-ñanza, bajo cuya inspiración tuvieron ocasión de

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3 Cit. por R. Salazar Ramos, "Romanticismo y positivismo",en Marquínez Argote et al., La filosofía en Colombia, Bogo-tá, El Búho, 1992, p. 257.

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formarse en la misma metrópoli madrileña —aligual que el costarricence Mauro Fernández, quiense desempeñó como Ministro de Instrucción Públi-ca en esa nación centroamericana.

Por aquella época, hacia el último tercio del si-glo, el krausismo se instrumenta en Latinoaméricapara oponerse a los planteamientos positivistas yal creciente desafío teórico-práctico que los mis-mos venían a representar. En Chile, por ejemplo,se recurre a las críticas furibundas hacia el positi-vismo y el materialismo, formuladas por el krausis-ta belga Guillaume Tiberghien, para objetar el girocomtiano que había producido un intelectual depredicamento como Juan Victorino Lastarria4.

Prudencio Vázquez y Vega, mentor filosófico deJosé Batlle y Ordóñez —ulterior presidente delUruguay—, se enfrenta desde un trasfondo krau-sista con las fracciones positivistas de dicho país.Invocando valores permanentes, aquél denunció elexitismo y el socio-darwinismo, así como el creci-miento material y la magnificencia exterior en tantofactores determinantes para la perfectibilidad delhombre:

no por tener ferrocarriles y teléfonos, lospueblos viven tranquilos y felices [...] másconviene al bienestar y al progreso gene-ral de las sociedades infundir en la con-ciencia pública los santos principios demoralidad y de justicia que dirigir una mi-rada microscópica para contemplar los in-finitos infusorios que se revuelven en unasimple gota de agua [...] Yo prefiero antesque la observación empírica, independen-

cia de carácter, dignidad y nobleza, gran-des y generosas aspiraciones, puros y le-vantados sentimientos 5

Gracias a la penetrante faena hermenéutica lle-vada a cabo por varios indagadores contemporá-neos, como Ardao y como Roig, se ha ido demos-trando que el krausismo tuvo una existencia realfuera del ámbito español, que en América Latinano representó ni una leyenda ni un asunto mera-mente importado y que en el Cono Sur llegó acumplir además una función democratizadora, aldotar de contenidos doctrinales a nacientes agru-paciones populistas, según resultaron en sus orí-genes la Unión Cívica Radical en la Argentina y elPartido Colorado en el Uruguay, los cuales logra-rían acceder al gobierno mediante el voto colecti-vo.

Deus ex machina

Durante el siglo XIX, se atraviesa una etapa sinprecedentes de expansión colonial europea y ex-tensión de fronteras interiores en diversos paísesamericanos. Concomitantemente, eclosiona lacreencia en la renovación de los procesos vitales:el universo entero y nuestro continente muy enparticular estaban llamados a un perfeccionamien-to irrevocable. Según esos planteos, la misma ci-vilización ha seguido una marcha astral —delOriente a Occidente— y la corriente de los imanes,

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4 Cf. Z. Rodríguez, Miscelánea literaria, política y religiosa,Santiago de Chile, Impr. El Independiente, 1876.

5 P. Vázquez y Vega, Escritos filosóficos, Montevideo, Biblio-teca Artigas, 1965, pp. 77, 79.

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desde el Ecuador hasta los polos. Comienzan adespuntar entonces las analogías organicistas ymecanicistas para explicar al hombre y la socie-dad. Con la nueva mística del progreso —fenóme-no teórico y extrateórico a la vez— se aguardabaque, mediante reformas socioculturales y, sobretodo, por implementaciones tecnológicas, se ter-minara barriendo para siempre con los males de lahumanidad.

Ya no bastaba con desdeñar el más allá o enrecurrir a las meras luces de la razón si se queríatransmutar este valle de lágrimas en un mundomejor. Para lograr tamaño objetivo había que libe-rar las fuerzas de producción hasta someter al pla-neta y arrancarle todos sus frutos. Surgía así unanueva religión: la industrialista. Se levantan enton-ces palaciegos altares a la maquinaria, como lasExposiciones universales, con sus millones de vi-sitantes-feligreses. En la École Polytechnique,donde concurrieron las mejores lumbreras de Eu-ropa, se gesta un sujeto histórico inédito que mirala vida con lente ingenieril, prescindiendo de lashumanidades y su enfoque inveterado.

Estaba montado el escenario para la apariciónde la tecnocracia y su padre teórico, Claude-Henride Saint Simon, pretendido Newton de un novedo-so ordenamiemto societario, el sistema industrial.El noble Saint Simón, que se proclama descen-diente de Carlomagno, aspiró, como éste, a lareorganización europea, mediante una programá-tica que colocaba a la ciencia, la política, la moraly la propiedad al servicio del aparato productivo.Sobrepasando diferencias y antagonismos, el tra-bajo, el fomento de las comunicaciones y lostransportes engendrarían un régimen de abundan-cia y prosperidad para todos. Más que las convic-ciones puntuales del sansimonismo, sus fervientesesperanzas respecto de la industrialización se pro-

pagan por doquier.El área ríoplatense constituyó un polo importan-

te para canalizar el ideario sansimoniano, el cualsería incorporado en esas tierras por EstebanEcheverría, tras su regreso de Europa hacia 1830.Siete años más tarde se crea el célebre Salón Li-terario como nucleamiento de los jóvenes románti-cos liderados por el propio Echeverría. Si bien allíse exponía de cabo a rabo el eclecticismo cousi-niano no dejaba por ello de considerárselo comoincompetente para explicar al espíritu del siglo, elcual era identificado con "la doctrina de la perfec-tibilidad indefinida". Por su parte, Echeverría pre -senta un trabajo, con fuerte acento sansimoniano,donde la industria, en tanto transformadora de ma-teria, aparece como fuente de riqueza, poder ybienestar de las naciones.

Poco tiempo después, ese mismo grupo, desdesu exilio en Montevideo, edita un periódico, El Ini-ciador, donde se incluye explícitamente una "Sec-ción Sansimoniana" (15-7-1838). En ella se sostie-ne que la ley de las generaciones y su desarrolloprogresivo implica la destrucción del antiguo régi-men y el pasaje hacia un orden definitivo; que di-cha ley ha sido empeñosamente explorada por losmás grandes pensadores (Vico, Montesquieu,Kant, Lessing, Herder, Condorcet, Turgot y Hegel)pero que Saint Simon fue él único que ha podidodescubrirla y que por añadidura ha previsto unaorganización religiosa para eliminar los privilegiosy gozar de la libertad bajo la aceptación voluntariade un poder con reconocida capacidad.

Más tarde, en 1847, durante su polémica conPedro de Angelis, Echeverría rechaza los cargosque éste le planteara por haber querido regeneraral pueblo argentino y convertirlo en una sociedadde sansimonianos. Sin embargo, el mismo Eche-verría admite haber aplicado a "toda la sociabili-

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dad" la "fórmula económica de Saint Simón adop-tada generalmente en Europa"6.

Otro ideólogo de enorme influencia, pertene-ciente también a dicha agrupación, Juan BautistaAlberdi, enfatiza el carácter determinante de lamecanización. En 1852, Alberdi publica en Chileuno de sus ensayos más significativos (Bases ypuntos de partida para la organización política dela República Argentina derivadas de la ley quepreside el desarrollo de la civilización en la Suda-mérica), donde llega a insinuar que las vías fé-rreas sustituirían a los monasterios como mediode moralización. Al igual que el vago charlatanis-mo universitario, el cultivo de las letras, lejos de re-peler a la barbarie, resulta un factor retardatario sifaltan los elementos civilizadores básicos: pobla-ción, comercio, industria. El contraste resulta ma-nifiesto: la literatura es un producto ilusorio y pa-sional que envenena el alma y estrangula a laciencia, esa expresión serena de la conducta y elpensamiento. Ergo: mientras que la literatura hacumplido su misión en Sudamérica, "la ciencia so-lamente puede darle lo que su edad requiere: laluz, la razón, la calma, la paz necesarias a la fun-dación de sus instituciones y al desarrollo de su ri -queza"7.

La identificación entre progreso y tecnificaciónse fue haciendo un leit motiv a medida que la Ar-gentina se urbanizaba y se abría al tráfico de per-sonas, manufacturas y capitales. Un destacadoformador de conciencias, el "sabio" Amadeo Jac-ques, perfilaría, ante un selecto auditorio, una es-tética de la mecánica sobre la base de una loco-motora en movimiento:

¿No es [...] una hermosa máquina? Y, quéadmiramos en ella? La fuerza, por supues-to, pero también y sobre todo, la disposi-ción hábil de todos esos órganos cuyo jue-go es tan concertado y su efecto tan segu-ro y exacto [...] ese pobre diablo cubiertode harapos manchados de hollín y deaceite, al frotar y al encebar el hierro osprepara emociones artísticas.8

Asimismo, se suceden en Buenos Aires las te-sis relativas a los inventos, la fabricación y temasafines. Una de esas disertaciones enaltece al ho-mo faber y al "poder prodigioso de la Maquinaria"que eliminaría todas las calamidades y opresio-nes. El asunto central es presentado como unacuestión de profunda trascendencia e interés en lacenturia. Gracias a los ingeniosos aparatos, esen-ciales para el progreso, "las distancias se estre -chan o desaparecen por la electricidad y el vapor,suprimiendo el tiempo y el espacio y dándole alhombre en cierto modo la omnipresencia de la Di-vinidad"9. Lejos de disminuir el trabajo y aumentarla pobreza, el maquinismo multiplica las oportuni-dades y produce inusitadas maravillas, como la dehacer que la miseria que gangrena a las socieda-des deba replegarse con el paso del ferrocarril.

Las ideas de Alberdi y la estética bosquejadapor Jacques parecen desbordarse totalmente enlas apreciaciones de Eduardo Wilde que ocasiona-ron una memorable controversia con el católicoPedro Goyena. El primero, médico y escritor es-céptico, sugería una relación inversamente pro-porcional entre el terreno poético y la producciónfabril: para que triunfe esta última, deben los ver-sos desaparecer. En la argumentación de Wilde se

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6 E. Echeverría, Dogma socialista, Universidad Nacional deLa Plata, 1940, pp. 375-6, 388.

7 J. B. Alberdi, Estudios económicos, Buenos Aires, La Cul-tura Argentina, 1916, p. 316.

8 A. Jacques, “Las ciencias, las letras y las artes”, La Revis-ta de Buenos Aires, 5, 1864, pp. 340-1.

9 F. Tobal, Las máquinas estudiadas a la luz del progreso hu-mano, B. Aires, Impr. de Mayo, 1869, p. 55

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refleja el relativismo ético y el sentimiento de incre-dulidad que embargaba a los pre-positivistas; unaactitud desacralizadora frente a declinantes valo-res tradicionales pero que a veces remata en otrooptimismo no menos exultante: el de la tecnolatría.

Para Wilde la poesía —identificada con el ver-so, la rima, los himnos— corresponde a tiemposarcaicos donde no existían ni los libros ni las im-prentas; es una enfermedad de la inteligencia quedificulta la comunicación; un medio superfluo queno deja ninguna lección y que resulta tan inservi-ble como las pulgas y los mosquitos. Tampoco seahorran epítetos para los propios poetas: copleros,prestidigitadores de palabras y ortopedistas men-tales, utopistas desocupados e improductivos so-ñadores, revolucionarios exaltados y pendencie-ros ambiciosos, monomaníacos y locos pasivos —como los politicones, los mariscales y los fanáticosreligiosos o ateos. Contrario sensu, el progresocon todos sus indicadores —ciencia, legisla-ción, comercio, agricultura, minería, industria— ytodos sus prosaísmos:

Los ferrocarriles y las fábricas manufactu-reras han reemplazado con ventaja a losidilios y los sonetos. Ahora se piensa másen encontrar la solución de un problemamecánico, que en hallar una consonantepara concluir felizmente un verso [...] laprosa abunda porque las necesidades delestómago se han vuelto más apremiantesque las del corazón [...] en la bolsa no secotizan versos sino cueros [...] jamás la ho-ja de mi escalpelo ha tropezado con el al-ma [...] una yegua es más útil que un sone-to y una vaca de carne y hueso es indispu-

tablemente superior a una vaca pintadapor algún Epaminondas de Ultramar [...] unbuey que ara [...] es más útil que una oda,que una polca y que una caricatura [...]¡Más útil es al mundo una gallina que ponehuevos, que cien mil poetas que compo-nen versos! 10

Durante el febril crecimiento de los ochenta, laprensa oficialista argentina le asignaba a la indus-tria un papel exclusivo, no sólo para promover losadelantos materiales sino también el perfecciona-miento moral y la plasmación de un régimen de-mocrático. En otra tribuna periodística se emitíanafirmaciones no menos entusiastas, tendientes aocultar la conflictividad social, el espíritu posesivoy la dependencia del exterior: "Las transformacio-nes que la industria opera [...] trascienden al movi-miento moral de las sociedades, acabando con losodios y las preocupaciones inveteradas, que sonbarreras más altas e insalvables que las que la na-turaleza ha puesto por límite material a los pue-blos"11.

Por ende, no será mediante abstracciones doc-trinarias que se posibilitarán tantos beneficios. Se-gún Alexis Peyret, un proclamado "nieto de Voltai-re" y reconocido inspirador de la élite gobernante,la aplicación de las ciencias físicas y sociales di-solverían la miseria, la ignorancia, las clases, lasfronteras, para establecer el "Reino de Dios" y "lapaz perpetua". Peyret representa al intelectualque, por un lado, exhibe una trayectoria y un dis-curso apreciablemente progresista. Nacido enFrancia, se formó en la Sorbona junto a dos figu-ras de vanguardia: Quinet y Michelet. Actuó en loslevantamientos democráticos de 1848, ocupando

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10 E. Wilde, Tiempo perdido. Buenos Aires, Librería del Cole-gio, 1967, pp. 67, 94-5, 111, 114-5.

11 El Constitucional, 23 julio 1881.

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una diputación por los Bajos Pirineos. Colaboró enel periódico de otro gran demócrata, Lammenais,debiendo emigrar tras el golpe de Estado de Na-poleón III. Radicado en la Argentina se dedica fi-nalmente a la enseñanza y dirige un órgano delClub Liberal: El Libre Pensador. Integró la maso-nería argentina, combatió vigorosamente el cleri -calismo, denunció a los eclécticos y doctrinariosfranceses como "corifeos de la burguesía satisfe-cha" y como "turiferarios del justo-medio"12. Porotra parte, no vacila en asignarle a los europeosuna misión civilizadora y regenerativa; consideraque los pueblos neo-latinos, a diferencia de los sa-jones, resultan incapaces para gobernarse a símismos; que las masas inconscientes y rutinerasdeben aprender sociología para abandonar eseestado y elevarse a la altura de las instituciones.

Con los oídos sordos a la penetración imperialy a la explotación del proletariado, difícilmente sepodía entrever, tras las argucias tecnocráticas,una manera de decretar el carácter sempiterno dela legalidad burguesa y el régimen capitalista. Porlo demás, la declamada industrialización es archi-vada y en su reemplazo se incorpora una orienta-ción antagónica: el principio sobre la división inter-nacional del trabajo que nos reducía a una simplecondición pastoril como productores de materiasprimas.

Otro exiliado republicano, pero de origen hispa-no y desvinculado del establishment, Serafín Alva-rez, publica en 1886 una extensa refutación a Pey-ret y a muchos de los supuestos que operaban enla ideología dominante. El retraso de los sudame-ricanos no debe atribuirse a una supuesta minus-valía racial sino a un agudo déficit en materia polí-

tica y legal cuyos fundamentos provienen de la es-cuela individualista y de un Estado indiferente a laproblemática social y munido de facultades omní-modas para disponer de la cosa pública. Se atacaasí a la democracia fraudulenta —plagada de pri-vilegios, con su prensa domesticada— y a los par-tidos políticos, una banda de condottieri sedientosde poder que apelan a nociones engañadoras co-mo progreso y patriotismo:

El pueblo ha aprendido esta frase ¡progre-samos! y en medio de sus mayores dolo-res la repite con consuelo [...] como el in-glés que saquea panaderías arrastradopor el hambre, canta que la primer felici-dad de un hombre es haber nacido inglés[...] la banda política ha hecho del senti-miento patriótico, arma de defensa y decombate. La patria es el gobierno, como elPapa es Dios [...] el sud-americano tieneque estar repitiendo porque así lo mandan,que es libre, que es rico, que es grande,que tiene el mejor gobierno, que ha tenidolos héroes más notables, y que dentro depoco tiempo su patria será la más podero-sa del mundo 13

Serafín Alvarez apuesta al nuevo tipo americano,producto del mestizaje, como el agente históricoque cumplimentará el ideal superior del hombrecosmopolita, dotado de una mayor fuerza e inte-ligencia. Con ello se enfrenta a las tesis sojuzgan-tes sobre la pureza étnica, la supremacía de la ra -za blanca y el mesianismo europeo. Recuerda elcomponente indígena de muchos escritores y ada-lides sudamericanos, cómo fueron prostituídas las

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12 A. Peyret, Conferencias sobre las instituciones libres, B.Aires, La Tribuna Nacional, 1883, pp. 4, 6; Historia contem-poránea, B. Aires, Lajouanne, 1887, pp. 436-7; La evolucióndel cristianismo, B. Aires, La Cultura Argentina, 1917, p. 32.

13 S. Alvarez, Cuestiones sociológicas, B. Aires, Juan Rol-dán, 1916, pp. 114, 157.

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criollas y cómo la casa de expósitos —evangélicaforma del infanticidio— ha sido durante siglos unaresultante de la europeización, cuya faena ejem-plarizadora en América debía darse por concluida.En tal sentido, se enuncian reparos a la mentadatecnificación y a los desbarajustes comunales oca-sionados por la red ferroviaria:

Nuestros saladeros y estancias, los esta-blecimientos agrícolas y mineros de Chile,los ingenios y cafetales de la zona tórrida,demuestran que no es aptitud industrial loque falta a estos pueblos. Manejan el bra-zo de hierro de las máquinas con más éxi-to que la misma Europa y en pocos añosnuestra producción ha ido a inundar elmundo viejo. Pero, el gran desarrollo in-dustrial no puede producirse porque la in-mensa mayoría de la nación analfabeta nopuede tomar parte en él 14

El socialismo fiscal defendido por Alvarez apuntatambién a reforzar críticamente la enseñanza pú-blica, en detrimento de la escuela privada, un tu-gurio sectáreo y separatista. Mientras denuncia laorientación complaciente impuesta por Peyret alos estudios, propone otros contenidos didácticosy embiste contra uno de los ídolos del momento enla mitología del triunfalismo capitalista, SamuelSmiles:

la tradición educadora, es engañar siste-máticamente a quien se está educando [...]Vd les dice de que hay en el mundo insti-tuciones libres que lo gobiernan y tienenhistoria [...] todo es mentira [...] Smiles, por

ejemplo, ponderando las ventajas que alindividuo producen la perseverancia, eltrabajo y el carácter, es más peligroso e in-moral que los que escriben pornografía.Porque la vida no es como él dice, porquela fortuna es siempre robo [...] El programano tiene más artículos: organización admi-nistrativa sin presidente irresponsable, su-fragio permanente y juez popular. CuandoVd. les diga ésto a sus alumnos, que de-ben estar cansados de oírle hablar de Gre-cia y Roma, de Krause y Balmes, se van aquedar sorprendidos, como el que no sa-bía que estaba hablando en prosa15

Estamos así rozando enfoques periféricos alsistema que, aun sin alcanzar siempre los mayo-res grados de radicalización, repudian diversos lu-gares comunes e importantes variables constituti-vas. Entre esos mirajes utópicos se halla la obrapionera de un eminente americanista, Simón Ro-dríguez, quien replantea la imagen tradicional dela filosofía, diluye la antinomia civilización-barba-rie, impugna el valor ontológico asignado a laapropiación privada y censura los afanes imperia-listas del sansimonismo francés. Para Rodríguez,el obrero, lejos de enaltecerse necesariamentecon la máquina, se convierte en un instrumentomás al servicio de la producción. Asimismo, donSimón se erige en portavoz de los humildes: "há-gase algo por unos pobres pueblos que despuésde haber costeado con sus personas y bienes... laIndependencia, han venido a ser menos libres queantes"16. No menos reivindicativas son sus pro -puestas sobre el aborigen, al cual considera unapieza fundamental en el proceso de escolariza-

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14 Ibid., p. 121.15 Ibid., pp. 158, 167.

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ción, pues de los "blanquitos" muy poco cabíaaguardar17.

En una línea afín a la de Simón Rodríguez seencuentran varios chilenos cercanos a su magiste-rio. En 1856, Francisco Bilbao, desde París, pro-curaba desentrañar el estado de alienación que lorodeaba: "el hombre de Europa se convierte eninstrumento, en función, máquina, o en elementofragmentario de una máquina"18. Por su parte, Las-tarria, en La América (1865), trata duramente a losefectos devastadores que producían los europeosen el Nuevo Mundo, guiados por voraces interesesmercantiles e industriales. Jerónimo Abásolo Na-varrete (1833-1884), que había recorrido Europa ypublicado en Bruselas un libro relevante (Person-nalité), tampoco coincide con la exaltación de lacultura nordatlántica; propicia la unión continentaly la creación de un Instituto Americano; critica alos políticos vernáculos por privilegiar el aumentode la riqueza y pretender un hombre operativo envez de una persona integral; invierte el imaginariosansimoniano, concibiendo a la religiosidad encreciente evolución y a la ciencia como una forma-ción arcaica19.

Con todo, estaban dados los elementos sufi-cientes para la avasalladora implantación del posi-tivismo y sus heterogéneos equivalentes concep-tuales: materialismo, agnosticismo, experimenta-lismo, fisiologismo, energetismo, mecanicismo,etc.

¿Orden o progreso?

El positivismo clásico, además de constituir unamanera de comprender la realidad se ha perfiladotambién como un programa de acción dirigido ha-cia muy diversas instancias: política, economía,moralidad, industria, educación, religión, salud, le-gislación, ejército, iglesia, carácter nacional, etc.Una creencia en la cual el universo va diferencián-dose conforme a un ritmo que explica desde elcomportamiento de las moléculas hasta la marchade las naciones y el movimiento sideral. La lecturade los autores positivistas provocó un auténticodeslumbramiento y figuras como Pasteur y el hom-bre de laboratorio llegaron a ser vistos como hé-roes desinteresados que luchaban a brazo partidoal servicio del bien y la verdad.

En Brasil, el positivismo se munió con exube-rantes ropajes litúrgicos y numinosos. La imponen-te iglesia positivista que se levantó en Río de Ja-neiro reproducía en otra escala el frontispicio delPanteón de París, previsto por el propio Comte pa-ra iniciar las conmemoraciones de su nuevo culto.La piedra fundamental del templo carioca fue colo-cada un 12 de octubre de 1890, ocasión en la cualse aludió al vaticinio comtiano sobre América co-

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16 S. Rodríguez, Inventamos o erramos, Caracas, Monte Avi-la, 1982, p. 190.

17 Ibid., pp. 203-4.

18 Bilbao, El evangelio americano, Buenos Aires, Américalee,1943, p. 171.

19 J. Abásolo, La personalidad política y la América del por-venir, Santiago de Chile, Imprenta y Encuadernación Univer-sitaria, 1907.

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mo sede para la Religión de la Humanidad. Sieteaños después se produce la inauguración de esesantuario. Su altar mayor contiene un cuadro conla imagen virginal y divinizada de Clotilde de Vaux,mientras que en los laterales se emplazan los bus-tos de quienes fueron escogidos para bautizar consus nombres los meses y disciplinas del calenda-rio positivista: desde Moisés, Homero, Aristóteles,Arquímides, César, San Pablo y Carlomagno, has-ta Dante, Gutenberg, Shakespeare, Descartes,Federico de Prusia y Bichat. A la entrada del tem-plo se han dibujado los puntos cardinales y unaflecha floreada que apunta hacia París —centro deOccidente y capital misma de la tierra.

La iconografía juega un papel prominente parael adoctrinamiento positivista. En el santoral brasi-leño le han dado un amplio relieve al artífice de laReligión de la Humanidad y a su "ángel inspira-dor": Clotilde de Vaux. También se hallan repre-sentados la madre y los hijos de Comte, los padresde Clotilde, así como los distintos barrios, residen-cias y necrópolis familiares. Tampoco escaseanlos retratos de grandes apóstoles como Miguel Le-mos y Jorge Lagarrigue, hacedores de la iglesiapositivista en Brasil y Chile. Un lugar descollanteocupa la silueta del fundador de la Repúlica brasi-leña, Benjamín Constant, en cuyo monumento,además de exaltarse sus acciones claves —sepa-ración Iglesia y Estado, devolución de los trofeosal Paraguay, etc.—, sobresale una estatua de Clo-tilde de Vaux personificando la humanidad. El má-ximo emblema nacional, la bandera brasileña tie-ne estampada la divisa comtista de la política y laorganización social positiva: Órdem e Progrésso(Orden y progreso).

Empero, existen dudas si en principio no se ha-bía propuesto una fórmula que enfatizaba el pri -mer término: Órdem é Progrésso (Orden es Pro-greso); pues la idea del orden constituía una obse-

sión para el sumo pontífice del positivismo brasile-ño, Miguel Lemos, quien bregó contra la disolven-te anarquía imperante en el mundo desde el fin delos tiempos medievales. Para el mismo Comte,conceptuado como fanático del orden, el progresocumple una función accesoria, como despliegue yconsolidación de un sistema que implica la inalte-rable estructuración del organismo social. Una dé-cada antes de que mexicanos como Gabino Barre-da lograsen conocer personalmente al precursorde la sociología, diversos estudiantes brasileñosya asistían a la Escuela Politécnica y a los cursoslibres de Comte, hasta que luego el propio MiguelLemos mantendrá en Francia su famosa vincula-ción con los epígonos más estrictos del filósofo po-sitivista.

Para regenerar al mundo no bastaba con la sa-biduría, con las academias, sino que debía practi-carse una vida extremadamente ascética. Se reco-mendaba el casamiento positivista y se condena-ban las bebidas alcohólicas, el tabaco y hasta elmismo café, sustancia nociva cuyo intercambiopor "un alimento esencial" como el trigo —-segúnse había pactado con la Argentina— resulta fírme-mente denostado.

Fuera de ciertas efemérides patrias o ecuméni-cas, entre los principales acontecimientos celebra-dos por la cofradía positivista tenemos fiestas "abs-tractas" como las de la Mujer o los Muertos y otrasmás circunscritas, v.gr., la de los Inventores y lasMáquinas, donde se idealizaban esos "admirablesinstrumentos sobre los cuales reposan la eficaciadel trabajo y la dignidad del trabajador"20. Las reu-niones eran acompañadas por cánticos y efectosmusicales, llegándose por ejemplo a ensayar unaparáfrasis positivista de la Marsellesa. Para las mi-sas y conferencias dominicales —aún hoy subsis-tentes—, se han programado minuciosamente losmás diversos tópicos:

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Sustitución de la democracia y la aristo-cracia por la sociocracia. Convenienciadel catecismo positivista para las mujeres,porque éstas se hallan destinadas al ho-gar y no adhieren al desorden ni a la vio-lencia. La fuerza primordial de la mujerconsiste en superar la dificultad para obe-decer. La Humanidad como conjunto deseres humanos pasados, futuros y presen-tes con exclusión de los malhechores y losparásitos. Espacio, Tierra Humanidad co-mo la verdadera trinidad religiosa. El posi-tivismo sustituye el pre-concepto absolutoy metafísico del derecho por el conceptorelativo del deber. Concentración del capi-tal en manos de un pequeño número de ri-cos de donde saldrán los gobernantes.Teoría biológica de las razas: la blanca,superior por la inteligencia; la amarilla, porla actividad; la negra, por elsentimiento. [...] marcha negativa genera-da por la Gran Crisis de la RevoluciónFrancesa. Surge la religión universal, elPositivismo, con su régimen definitivo dela Humanidad21

Aun si nos atenemos sólo a los centenares depublicaciones del Apostolado Positivista del Brasilque vieron la luz entre 1880 y 1900 —a veces enediciones al francés— y prescindimos del materialno menos caudaloso editado ulteriormente por esaorganización, no dejan de ubicarse a su vez losasuntos más disímiles: incorporación política delos esclavos, problemas limítrofes de Brasil, locu-ra y alienación, secularización de cementerios, va-cunación obligatoria, represión de la vagancia, or-

tografía positiva, libertad de cultos, bases parauna constitución, ejercicio de la medicina, serviciodoméstico, el divorcio, indígenas brasileños, etc.

Otros sectores positivistas disidentes, como elde la escuela de Recife, se acercaron a posturasevolutivas y monistas. Entre ellos se destacan To -bías Barreto, que sostuvo el postulado de la luchadarwiniana entre las naciones, y Silvio Romero, unauténtico pionero para la historia de las ideas filo-sóficas en Latinoamérica. Más próximo a Comtepero también a una versión secularizante como lade Littré, Pereira Barreto considera que la realidadbrasileña se hallaba en un camino culminante ha-cia la etapa positiva; tras haber pasado primeropor el conservadurismo y luego por el liberalismo.

En rigor de verdad, el Brasil ya estaba lanzadohacia un proceso de modernización capitalista,con un fuerte movimiento masónico enfrentado ala Igle-sia católica y con jóvenes militares que, de origenmenos encumbrado, se aproximan al positivismo,acabando con el imperio de Pedro II y su alianzacon un clero anacrónico. Además de su mayor omenor repercusión en la política central, el positi-vismo brasileño también tuvo proyecciones regio-nales, por ejemplo, en el estado de Río Grande delSur, donde funcionó una capilla de la humanidad ygestiones gubernativas como las de Julio de Cas-tilhos, con su ruralismo patriarcalista y la apariciónde un curioso tipo social: los positivistas gau-chos...

Resulta notorio el respaldo del positivismo a va-rias autocracias latinoamericanas —como las pre-sidencias de Porfirio Díaz en México, Juan VicenteGómez en Venezuela o Rafael Núñez en Colom-

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20 R. T. Mendes, As ultimas concepções de Augusto Comte,Río de Janeiro, Apostolado Positivista, 1898, p. 558.

21 Palestras dominicais, s.d., prédicas 1ª, 3ª, 6ª, 39ª, 41ª, 43ª,48ª.

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bia—, so pretexto de que con ello se estaba alcan-zando el grado más alto de desarrollo, conforme ala ley de los tres estados o a postulaciones en fa-vor de una dictadura progresista. Tras la idea deque debía confiarse la política a un grupo de ex-pertos se hallaba implícito un antiguo parti priscontra la idoneidad de las muchedumbre que, se-gún influyentes autores como Le Bon, resultan ob-jeto de las peores cualidades: destructivas, incivi-lizadas, impersonales, descerebradas, manipula-bles. Para el uruguayo Martín Martínez, los viciosdel parlamentarismo se relacionan con la incom-petencia política de las masas ignorantes, mien-tras defiende el aumento de poder para las "clasesilustradas y conservadoras", rechazando la aplica-ción que se había efectuado del principio del self-government "a las razas inferiores, a los salvajes,a los negros esclavos, a los siervos de la Rusia, alos agricultores de la Irlanda"22.

Se combatían los derechos humanos y se pro-clamaba la desigualdad en nombre de una inflexi-ble metodología que apelaba a la frenología, la fi-siognómica, la genética, los modelos patólogicosneuro-siquiátricos, la selección natural y artificial,etc. Entre los pensadores más gravitantes se en-cuentra Herbert Spencer, el cual, dentro de una tó-nica malthusiana, subraya la existencia de un prin-cipio universal según el cual toda criatura que nopuede autoabastecerse debe perecer, descartan-do el proteccionismo hacia los incapacitados por-que degenera la especie humana.

Resultan pues doctrinalmente minoritarias pos-turas como las de Nicolás Rosa en Honduras, consu avanzado modelo de constitución social y suproyecto para la unión centro-americana. Tampo-co resulta fácilmente asimilable una posición comola de González Prada, quien, sin renunciar a la

ciencia positiva ni al imperio de la causalidad, re -futa la tesis sobre las razas subalternas, propiciala rebelión aborigen, denuncia la corrupción políti-ca y objeta al hombre ilustrado por no instruir alpueblo con buenos ejemplos: "Ríamos de los de-salentados sociólogos que nos quieren abrumarcon sus decadencias y sus razas inferiores, cómo-dos hallazgos para resolver cuestiones irresolu-bles y justificar iniquidades de los europeos enAsia y Africa"23.

A la postre, la argumentación presuntamentecientífica sirvió tanto para reivindicar como paracombatir opresiones internas o dependencias forá -neas. Ello daría lugar a modalidades conservado-ras, liberales, nacionalistas e imperialistas; a ver-tientes críticas que se amalgaman con el krausis-mo, el mar-xismo, el anarquismo, el indigenismo, etc. Tamañamultiplicidad de matices reclama un desbroza-miento menos enfervorizado cuando se valorice lasignificación del movimiento positivista en AméricaLatina, donde lograron mitigarse las asperezas delcomtismo y el spencerianismo.

Con todo, el discurso positivista plantea insolu-bles dificultades semánticas que resultan muy sig-nificativas para la misma óptica en cuestión, v.gr.,sus estrechas analogías entre el niño, el disminui-do mental, la mujer, el salvaje, el criminal y el de-mente. Las posturas dominantes se inclinaron ha-cia el determinismo biológico, mediante nocionesequívocas como delincuente nato, loco y mestizomoral, plasma nativo, raza psíquica, animalidadatávica, instintos sociales, organismo de un puebloy tantas otras por el estilo.

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22 M. C. Martínez, Escritos sociológicos, Montevideo, Biblio-teca Artigas, 1965, pp. 147, 168.

23 M. González Prada, Horas de lucha, Buenos Aires, Améri-calee, 1946, p. 20.

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Corolario

Grosso modo y más allá de algunas excepcio-nes sugeridas en el texto, tanto el positivismo co-mo las principales variantes espiritualistas del si-glo XIX cumplieron una doble y ambigua funciona-lidad en los diversos momentos y contextos socio-políticos de Latinoamérica: por una parte, de opo-sición a los resabios feudales, terratenientes y cle-ricales; por otra, de enfrentamiento con los secto-res populares y democráticos en ascenso. Dichasmanifestaciones ideológicas, si bien se midieroncon los intentos restauradores o acompañaron re-levantes adelantos formales y materiales, no deja-ron en cambio mucho margen para implementarun desenvolvimiento equilibrado de la nación lati-noamericana en su conjunto. Por encima de inicia-les demandas jacobinas, termina por imponerseuna línea elitista que entroniza la propiedad priva-da y el librecambismo, mientras se exalta la igual-dad jurídica en medio de despóticas limitacionespara las etnias locales, los trabajadores y la mismaanhelada inmigración.

IIFINALES DE SIGLO

Idearium

En los umbrales del siglo XX puede verificarseuna crisis cultural de modelos y la elaboración denuevos paradigmas, sin que dicha crisis llegue aafectar profundamente la formulación de enuncia-dos omnicomprensivos sobre el mundo y la exis-tencia. Dentro del terreno especulativo, se asisteal enfrentamiento de quienes oscilan entre el ma-terialismo y el espiritualismo, el escepticismo y lametafísica, el cientificismo y el esteticismo, el ra -cionalismo y el emotivismo, el realismo y el volun-tarismo, el positivismo y el esoterismo, el hedonis-mo y el agonismo. Más ligadas a los problemaspragmáticos, se encuentran las posiciones que op-tan por salidas elitistas o populistas, radicalizadaso reaccionarias, dandistas o redentoristas, cosmo-politas o nacionalistas, europeístas o americanis-tas, sionistas o antisemitas, hispánicas o afrance-sadas.

El movimiento modernista, una de las principa-les expresiones culturales por aquel entonces,condensa en sí mismo muchas de esas pautasdoctrinarias e ideológicas. Más que una escuelaorgánica, se trata de una modalidad que se tradu-ce en diversos ámbitos vitales y se asocia con lafiebre emancipadora finisecular. Aunque las co-rrientes modernistas profesaron ciertas inclinacio-nes sincréticas hacia el exotismo, el primitivismo yel escapismo, cabe reconocer en ellas un acen-drado americanismo que excede las dimensionesaldeanas y folklóricas para remontarse al plano de

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la universalidad.Un balance tentativo sobre la ideología domi-

nante hacia una centuria atrás, de cara al nuevosiglo XX, podría inducir a extraer algunos parango-nes con la actualidad. Así habría que referirse alas postulaciones individualistas que exaltaban,como símbolo del progreso, el evangelio de la for-tuna y el éxito económico, los países y razas privi-legiadas, el acceso al mercado mundial, el fin delas revoluciones y los grandes conflictos, el aban-donar a los indigentes e incapaces, etc. Las argu-mentaciones justificatorias se basaban en esque-mas socio-darwinistas y tecnocráticos. Por otro la-do, se hallan las impugnaciones de quienes seidentificaban con el problema social y señalabanque las grandes disparidades eran convalidadasmediante premisas supuestamente científicas pe-ro que en el fondo ocultaban la lógica inhumanadel pez más grande. Se denunciaba el caciquismopolítico, los negociados y la corruptela, exigiéndo-se medidas reparadoras para el vasto conglome-rado humano que quedaba al margen del progre-so o era eliminado en la pugna inexorable por so-brevivir. La civilización más avanzada debía impli-car el amparo a los débiles. La democracia no po-día ser equiparada con la libre empresa, con lapretendida armonía entre el interés privado y elbienestar común, porque la concentración del po-der mundial e intranacional transforma en una fá-bula impresentable la hipotética convivencia delzorro con las gallinas, del lobo con las ovejas. Consu inconformismo, la juventud bohemia y moder-nista provocó una relevante aportación a la causadel pensamiento alternativo.

El paso del tiempo

Una centuria atrás, a fines del siglo XIX, esca-seaban las reservas metodológicas para juzgar losacontecimientos contemporáneos junto a lascreencias o procesos en gestación e insuficiente-mente decantados. En esa época, no se cuestio-naba a fondo, como hitos meramente convencio-nales, la misma idea de siglo y su proclamada fi-nalización. Tampoco se evidenciaban excesivasinhibiciones para predecir el futuro ni para dejar li-brado dichos pronunciamientos a las generacio-nes ulteriores, debido quizá al alto grado de certi-dumbre que, desde diferentes perspectivas, aúnsubsistía en cuanto a la marcha de la historia y aldestino eventual del hombre.

Una visión idílica efectuaba la apoteosis delpresente, de las conquistas y maravillas de la cen-turia. El universo entero estaba encaminado haciaun desenvolvimiento gradual, permanente y armo-nioso. Es la victoria del espíritu analítico prove-niente del siglo XVIII pero que se torna más cons-tructivo por el giro impreso al desarrollo científico ya la experimentación, los cuales dan lugar a verda-deros prodigios: vapor, electricidad, teléfono, va-cunas, fotografía, radiología, etc. Al despegue denuevas disciplinas como la termodinámica o labacteriología se añade la consolidación de la físi-ca y la biología. Todo parece sujeto a inexorablesdeterminaciones naturales, incluso las artes y lasmismas humanidades. Bajo esa óptica no sólo serefuerzan las posturas agnósticas y materialistassino también aquéllas que optan por otras vías su-prasensibles, como los partidarios del espiritismo,amparados en las revelaciones sobre el magnetis-mo, los fluidos y los fenómenos hipnóticos. En su-ma: “la ciencia es la gloria, la fuerza y la alegría del

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siglo XIX [...] ha descifrado los enigmas [...] ha ex-plorado todos los campos”24. Por otra parte, la ins-trucción obligatoria, el maquinismo y la aplicaciónde las ciencias se encargarían de eliminar todaslas calamidades y opresiones, desde la pobreza yla ignorancia hasta las clases y las fronteras. A laluz de diversos planteos actuales en torno a la in-formática y la globalización, tales postulados tec-nocráticos adquieren un sugestivo aire de familia.Según aducía el transterrado Francisco Grand-montagne, la rapidez locomotriz y contemplativadel tren y el cinematógrafo permiten respirar el ai-re de todos los pueblos e impregnarse de lo uni-versal:

Sobre los trasatlánticos y los rieles de losferrocarriles, espoleadas por la penuria oaguijadas por la ilusión, han circulado pe-regrinaciones emigratorias, vertiéndoseunos pueblos en otros, imponiendo a latradición la fecunda ley del olvido. El he-cho palpitante, chorreando vida, ha su-plantado al hecho histórico25

El periódico, el libro, el telégrafo —servidores de lainteligencia— reflejaban el ímpetu propagador delas ideas.

También se hablaba del siglo de la burguesíaliberal, cuyo dinero ha motorizado las mejores em-presas, el comercio, la industria y la colonizaciónde los bárbaros. El burgués aparece entonces co-mo un tipo medio inevitable, “no siempre se puedeser héroe, y no hay, quizá, ningún hombre que nohaya tenido al fin de cada día su momento de bur-gués, como su cuarto de hora de badaud”26. Juntoa los adelantos señalados, no dejaba de apostar-

se, aunque en menor proporción, al avance moraly al reinado del bien, los cuales han de cumpli-mentarse durante el siglo XX, cuando se abra unanueva era gracias a otras expresiones decimonó-nicas emergentes, como los ideales izquierdistas,el movimiento feminista, la liberación de los escla-vos, la secularización de las costumbres, la inde-pendencia de América, la unificación de los Esta-dos europeos, etc. En efecto, el siglo XX revistepara dicha conceptuación caracteres más fabulo-sos aún, en tanto última síntesis suprema quemarcaría la hora del Amor y los desheredados,cuando el combate por la existencia sólo llegue aconstituir una vergüenza antigua. En él se com-prenderá definitivamente las ventajas de la paz so-bre la guerra, del sistema republicano sobre lasmonarquías, del grave perjuicio que encierra la in-tolerancia y el lucro ilimitado.

Muy esquemáticamente, para la otra versión, elmundo seguía siendo un gran hospital. Por un la-do, los tradicionalistas, enemigos del siglo XIX y lamodernidad, consideraban que el misterio, las ver-dades absolutas y la salvación resultan inaccesi-bles a la ciencia. Por otro, comienzan a perfilarseciertas vertientes escépticas o pesimistas, comolas de Schopenhauer y Nietzsche, para quienesapenas si se observan ligeros cambios en la histo-ria y hasta el progreso representa una falsedad ouna noción superficial, porque el presente nosiempre supera al pasado y la decadencia puedealcanzar dimensiones irreversibles. Asimismo, seobjeta el rumbo distorsionante que tomaba la in-dustrialización, el auge de regímenes oligárquicos,el individualismo feroz, el caudillismo y el militaris-mo, la ética gladiatoria de la supervivencia y lasprácticas imperiales. Uno de los textos más críti-

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24 E. Becher, “El siglo XX”, Constancia, enero 1901.

25 F. Grandmontagne, “La agonía del siglo”, Caras y Caretas,enero 6, 1900. 26 E. Becher, op.cit.

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cos en esa dirección, Estudios Sociales, pertene-ce al pensador uruguayo Víctor Arreguine, para elcual se ha exagerado la importancia del siglo XIX,al pretender rechazarse todo lo anterior como infi-cionado por el oscurantismo. Por lo contrario, setrata de un siglo bárbaro, de iniquidad, mentiras yprocederes antihumanos:

Francia misma, la teorizadora del derecho,de la belleza, de la moral, cometiendo in-justicias sin nombre; el oro, ideal íntimo decada ser: “gana dinero, hijo mío, si puedeshonradamente, y si no puedes, gana dine-ro” [...] no es justo que mientras existen enel mundo personas con 400 leguas decampo, o con 600.000.000 de dollars, ma-te en la India el hambre millones de seme-jantes en un año [...] El robo, ese juego deazar, delito cuando lo practica el individuo,se da a sí propio el renombre de conquis-ta y hasta de derecho cuando lo cometennaciones; las religiones afirman que elhombre que mata a su semejante, perpe-tra el mayor de los crímenes. Y el puebloque extermina a otro pueblo va acompa-ñado de oficios religiosos [...] El mismo po-der moral de la cristiandad, ¿no echababendiciones a los españoles cuando ibana pelear contra Cuba, y no evitaba bende-cirlos cuando iban a batirse con alguienmás fuerte y no católico?2 7

Una época en la cual predomina la violenciajunto con la moral del temor y el castigo. En el si-glo más sistemáticamente guerrero de todos, sehan invertido enormes caudales en la técnica delexterminio para arrasar naciones enteras y se leha asignado a cualquier cultura presuntamente su-perior el derecho de hundir a otra menos avanza-da, aunque ésta última se encontrara en pleno de-sarrollo. Si bien se refuta el argumento ad bacu-lum, que justifica el avasallamiento de los más dé-biles, la irresponsabilidad en el manejo delictuosode armamentos también compete a los pueblosque se nutren de ilusiones patrióticas y alientan elmito del Estado. Hasta un científico connotado,Eduardo Holmberg, coincidía en denunciar losatropellos cometidos durante el siglo pasado; unsiglo esencialmente utilitario, desprovisto de in-quietudes filosóficas, en el cual se ensayaron sinéxito las más diversas formas de gobierno y tenta-tivas religiosas:

la Humanidad pasa actualmente por unperíodo crítico, violentísimo, porque todaslas fuerzas inteligentes, unidas a las fuer-zas brutas, se han acumulado, se hanaglomerado en este momento histórico,que podemos llamar la aurora del siglo XX,pero de un modo ciego, porque se hanaglomerado sin ideal [...] por todas partesel fierro, el noble fierro que marcó la prísti-na etapa del mayor progreso, se halla co-locado al servicio de la crueldad y de lamatanza; y el cerebro, esa nobilísima pas-ta encerrada en el cráneo, y que llegó undía en sus fulguraciones sublimes hastacrear un Dios para el consuelo y la espe-ranza, e inventar las matemáticas que son

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27 V. Arreguine, Estudios Sociales. 2a.edic. B. Aires, La Se-mana Médica, 1907.

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la encarnación del Infinito, torturándosepara inventar nuevas crueldades, nuevascadenas y nuevas hipocresías28

A diferencia del sentir hegemónico de la época,Holmberg desestima la relevancia de los notablesen la transformación histórica y reivindica el papelcreador de los sectores desposeídos.

Raza, civilización y moralidad

Según Robert Nisbet, antes de concluir el sigloXIX, millones de occidentales creían que el pro-greso, asociado con el poderío, implicaba un altocontenido etnocéntrico, mientras que influyentesideólogos habían trazado una estrecha identifica-ción entre el primer término y las característicasraciales, a las cuales les imputaban los triunfos ylos fracasos en el acceso de la humanidad haciaformas más perfeccionadas. En esas concepcio-nes, pretendidamente científicas, la raza aria, ensu variante germánica y anglosajona, denota unafranca superioridad tanto física como mental.

Dicha estimativa, acompañada por la potenciaarrolladora que trasuntaban las naciones norda-tlánticas, imbuidas de tales atributos, produjo unaabundante bibliografía justificatoria que no dejó demanifestarse hasta en los países más afectadospor ese estereotipo discriminatorio. Así, durante ladécada de 1890 no faltaron en América Latina —un continente postrado por la mezcla con raleassubalternas— quienes veían en los Estados Uni-dos a una hermana mayor, adalid de las libertadesciviles y religiosas, vanguardia de la civilización

moderna, la ciencia, la industria y la educación:

¡Yérguete justa y libra al oprimido!¿No eres la libertad?Y aclamen tus hazañas esta gloria,Madre de Lincoln, Washington y Grant,Hija robusta de Hércules y América!¿Qué idea americana no te aplaude?¿Qué americano pecho no se ensancha?¡Oh, si hay alguno que tu nombre insulteHabrá nacido para ser esclavoMas yo te grito: Hurrah!¡Hurrah! que airada a castigar te aprestasLa avaricia despótica de España!29

En una tesitura similar, tras la fulminante victo-ria norteamericana en Filipinas y el Caribe, se pu-blican hasta en la misma España diversas obrasque exaltan las cualidades anglosajonas y de lospaíses septentrionales frente a las culturas restan-tes. Entre esas piezas antológicas se halla un librodel ensayista León Balzagette, El problema delporvenir latino, publicado en la Biblioteca Modernade Ciencias Sociales, orientada por una tónica ins-titucionista pero que sin embargo ya había editadootros trabajos similares al del autor francés. Laspropuestas de Balzagette, bajo supuestos organi-cistas, plantean la necesidad de regenerar la idio-sincrasia latina, el genio nativo, sumido en una co-rrupción racial que le obstaculiza el ingreso a lamodernidad. Entre los principales lastres en cues-tión se encuentra el apego a la tradición romana ya la raigambre asiática, lo cual configura una au-téntica patología con los siguientes rasgos carac-terológicos: verbalismo e inacción; misticismo,sentimentalismo y ensoñación; brutalidad y afemi-namiento. Un estilo de vida regido por las aparien-cias, las formalidades y la rutina le impide al latinocaptar la realidad y modificarla. A ello se le añaden

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28 E. Holmberg, “De siglo a siglo”, Anales de la SociedadCientífica Argentina, 52, 1901.

29 G. Stock, “A la República Norteamericana”, La Quincena,6, 1898.

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diversas particularidades: la majestuosidad de lositalianos, la infatuación ibérica y el chovinismofrancés. Incapaces de adaptarse al régimen demo-crático y aferrados a una religión infantil como elcatolicismo, los pueblos latinos, de contextura bra-quicefálica, representan el factor antieuropeo. Encambio, los pueblos nórdicos, arios puros, denotanuna notoria supremacía biológica porque respon-den al tipo dolicocéfalo rubio, son sanos y robus-tos, resueltos y emprendedores, inteligentes ycientíficos. El siglo XIX constituye una edad mara-villosa, porque en él se ha gestado la civilizaciónoccidental y, con la decadencia latina, se ha sella-do la derrota del espíritu oriental en el Viejo Conti-nente.

Para la distopía espartana de Balzagette, sólouna terapia muy intensiva permitirá reducir la ex-trema gravedad de los síntomas y eliminar el ve-neno mediante una laboriosa creación ex novo pe-ro alejada de la vía jacobinista. Se partirá funda-mentalmente de la reconstitución corporal de unaraza exangüe y degenerada, educando a los niñoscon los mismo recaudos que se adoptan en la críade caballos y perros cotizados. Las madres seránvigiladas por comités médicos y se prohibirá elmatrimonio de quienes ignoren la puericultura. Losestablecimientos instructivos se instalarán fuerade las ciudades, siendo los principales medios pe-dagógicos el aire libre, la gimnasia y el agua fríapara aumentar las resistencias. Gran importanciarevestirá la hidroterapia y la prohibición del alco-hol, se apelará a la selección artificial, inhibiéndo-se la reproducción de los retardados, aislando alos discapacitados y fomentándoles toda clase devicios para aniquilarlos rápidamente. Sólo se alien-ta la unión de personas antropológicamente supe-riores para que engendren un pueblo nuevo sinsujetos pusilánimes ni neurasténicos, esmirriadoso deformes. También se prevé la reforma mental,

mediante una enseñanza adogmática a cargo delEstado, basada en conocimientos concretos, en elaprendizaje no de ideas sino de hechos, con unmáximo de vitalismo y cientificidad. Un plantel deeugénicos se enviará a países más adelantadosdonde vivirán en distintos hogares para integrarlosa una sociedad muy diferente y para lavar el cere -bro latino de las falsedades que le oprimen. Juntocon la refundición física y mental, se preconiza porúltimo la purificación religiosa para extirpar el sóli-do resabio del catolicismo, cuyo culto será inter-dicto, expropiándose los edificios de una Iglesiaque durante muchos siglos ha contrariado el inte-rés comunal para reemplazarlos por la Casa delPueblo.

Según Balzagette, todo ello constituye la únicasalida beneficiosa para deslatinizar, debiendo ob-viarse cualquier reclamo de libertad cuando ella esutilizada con fines nocivos. No obstante, el latinocarece en ese esquema de suficiente capacidadcomo para salvarse sólo, siendo indispensableque se lo dirija y se lo obligue. Nos movemos aquídentro del más dilatado spencerismo social, don-de, por una férrea ley de la supervivencia, los in-servibles deben ser eliminados, así como las na-ciones anacrónicas tendrán que someterse a lasmás adelantadas, como es el caso de la formaciónsocial inglesa que encarna a la civilización indus-trial con su empuje irresistible: “Desde el fenicio alamericano del Norte, desde el galo al boer, todoslos grandes pueblos del mundo son y serán suce-sivamente beneficiarios y víctimas de esta ley”30.Consiste en una “verdad cósmica” que para queunos países nazcan y se expandan es preciso queotros se reduzcan y desaparezcan; al avance delos unos corresponde fatalmente en el universo eldescenso de los otros. La inferioridad de un pue-blo se determina por su ineptitud para explotar losrecursos que la naturaleza le ha proporcionado

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generosamente, verificándose además un abismoinsalvable entre las élites y la masa.

Otros enfoques tienden a rechazar la sustenta-ción teórica de tales afirmaciones, relativizando lasdiferencias raciales y la creencia en el progresocomo la victoria de los más fuertes. Con ello se re-plantea el concepto de civilización y la misma ideade superioridad que la alimentaba. Por una parte,se trata de establecer varias distinciones: • entre atraso —un estado con posibilidades de

ascenso o mejora— e inferioridad, como condi-ción intrínseca que imposibilita elevarse;

• entre desarrollo cerebral —que depende de laconfiguración biológica— y desenvolvimientoeconómico y político, fundado en las aptitudeshumanas;

• entre verdades científicas —que apuntan al or-den físico— y verdades sociales, mucho másindeterminadas.Si la naturaleza cabe ser homologada con la

fuerza y la puja por la existencia, la civilización su-pone en cambio proteger a los desamparados. Pa-ra juzgar el grado civilizatorio de una colectividadhabrá que tener en cuenta al hombre interior. Así,en pueblos considerados bárbaros o salvajes, co-mo los cafres, cabe apreciar nociones y sentimien-tos que sobrepasan su estado material. Puedenposeerse muchos productos industriales y em-pleárselos en un sentido perjudicial. La puja de to-dos contra todos y el triunfo del más agresivo re-sulta equiparable con la máxima anestesia ética.La moralidad no se halla reñida con ninguna razani época en particular ni tampoco es patrimonio in-disputable de una única cultura:

Se ha exagerado más de lo debido la ten-dencia a mentir en el salvaje. Ella, si en

parte es cierta, depende de lo mucho quea su vez han sido engañados por las ‘ra-zas superiores’ y del temor de que se losinterrogue con el fin de perjudicarlos. Lacivilización, en una sola de sus fases, lamercantil, miente más que todos los salva-jes del mundo31

los medios de destruirse los seres huma-nos progresan bastante, y convenimos enllamar dato de civilización al cierre auto-mático de la recámara de una pieza de ar-tillería o al invento de un nuevo explosivobélico, confundiendo así el simple desen-volvimiento de una actividad con la idea decivilización, cuyo significado deberíamosdejar para expresar progresos moralescon preferencia a éstos, que si dan el po-der de subyugar a los débiles, a dominaral mundo y de obtener provechos, no en-carnan ideas de justicia, de cordial bene-volencia, de piedad, de fraternidad huma-na, de derecho, ni de perfección, en defi-nitva las únicas que pueden hacernosamar la civilización de nuestros días; casilas únicas capaces de superiorizar al hom-bre, desprendiéndolo de su pasado mise-rable, y acercarlo a la paz universal, a latolerancia, al dominio de sí mismo, a unestado, en fin, por el cual han suspiradolos moralistas sanos de todos los tiempos,desde Budha hasta Jesús, desde Jesús aLeón Tolstoi32

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30 L. Balzagette, El problema del porvenir latino. Madrid, Fer-nando Fe, 1904, p. 182.

31 V. Arreguine, Estudios..., p. 48.

32 V. Arreguine, En qué consiste la superioridad de los latinossobre los anglosajones. B. Aires, La Enseñanza Argentina,c. 1900, pp. 47-48.

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Más allá de esos replanteos mediatizadores ymanteniéndose en mayor o menor medida la ape-lación a las razas, se señalaron importantes dese-mejanzas entre el componente anglosajón y elelemento latino, pero ahora resaltando sensible-mente las virtudes de este último. La mentalidadinglesa refleja una tónica inescrupulosa y pseudo-humanitaria, pues se ha volcado como nadie a lacarrera belicista y colonialista. A diferencia delfrancés, los ingleses no se baten por los derechosuniversales sino que actúan en función de unacausa inmediata y circunscripta; entre ellos seríaninviables figuras como las de Bolívar o Garibaldi.Tampoco se convalida la educación inglesa, a lacual se le solía adjudicar el primado anglosajón enel mundo: “Educar hombres como se educan ca-ballos de carrera, para la eficacia individual en lalucha por la vida, cuidando en primer término deléxito [...] parece ciertamente muy utilitario y muypráctico. Debe tenerse en cuenta, sin embargo,que se corre el peligro de acercar el hombre a lafiera, dando preferencia sin limitaciones a las ap-titudes de la struggle for life, y que el día que la to-talidad de los humanos las hubiera alcanzado ensu máximum, la lucha no por eso sería más favo-rable para cada cual. En cambio la concurrenciasería más activa y no imposible la disolución delos principales vínculos de confraternidad entrelos hombres, por un exceso de individualismo, esdecir de egoísmo”33.

Tales apreciaciones fueron también especial-mente dirigidas a los Estados Unidos, ese colosoque para diversos intelectuales de nuestra Améri -ca aparece como una plutocracia expoliadora, in-culta y genocida, que impone una política despre-ciable en el fin de siglo. Los yanquis representa-ban una amenaza para la civilización, por tratarsede unos plebeyos e impíos que conquistarían el

mundo guiados por su única religión nacional —elculto al dólar— y con una única legalidad: la vozde los cañones.

Contrario sensu, la raza latina exhibe un talantesolidario y altruista, magnánimo y justiciero. Es unaraza solar, creadora de naciones, descubridora deverdades, hacedora de las grandes innovacionesen arte, ciencia y filosofía. La misma avanza en unaespiral interminable y sólo padece un eclipse mo-mentáneo.

Dentro del exaltado espectro latino, se reserva-ba un espacio saliente a la alicaída “raza” ibérica,como signo de nobleza, honradez, hidalguía y ge-nerosidad. Todo ello se sostenía más allá de losfactores regresivos e inherentes que trababan laevolución de España, cuya dilucidación era objetode múltiples indagaciones, y más allá de la eludi-da responsabilidad de las autoridades peninsula-res en el manejo de los asuntos exteriores, de lacorrupción y del atraso internos. Tales filiacionesnegativas, en vez de impedir, incentivaban losplanteamientos de una alianza táctica de todos losintegrantes de la mentada latinidad. Además detenerse en cuenta una alternativa largamente de-sestimada, la creación de una confederación delcentro y el sur del continente america-no que hiciera frente al temible peligro yanqui, sur-gieron entonces posturas que favorecían el íntimoacercamiento de España con sus antiguas colo-nias —a partir de simbologías míticas como la de1898— e inducían a propiciar una liga hispanistapara combatir al invasor del Norte.

En relación a la contienda bélica entre EstadosUnidos y España, Alberto del Solar compuso unlargo y documentado alegato contra la doctrinaMonroe, a la cual conceptuaba como una simplefórmula acomodaticia al servicio del proclamadodestino manifiesto yanqui. Ese militar y hombre de

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33 Ibid., p. 92

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letras chileno trazó un firme contraste entre ambospaíses. España “descubrió mundos, civilizó razas,a quienes dio su sangre, su religión, su ingenio,sus leyes, y al transmitirles, así, parte de su propiavida, debilitó sus fuerzas y se consumió a sí mis-ma”. En cambio, los norteamericanos, que mira-ban a sus vecinos del sud como semisalvajes,“después de recibir de aquélla a quien hiere hoy, elbeneficio de la existencia en el suelo donde mora,viven allí destinados a desarrollarse a expensasde todo lo que le circunda”34.

Por otro lado, ya antes de la guerra hispano-yanqui no faltaron en Argentina las expresionesque, frente a buena parte de la colectividad forma-da por aquellos emigrados peninsulares proclivesa una Cuba española, defendían la emancipaciónantillana en voceros semanales como Cuba Libre ,cuya recaudación estaba dirigida a los “patriotascubanos heridos que luchan heroicamente por losmismos principios que San Martín, Bolívar, Sucre,Moreno y demás próceres americanos, la indepen-dencia de su patria” guiados por lemas martianosy morenianos como “El fuego que dejó encendidaEspaña no lo apagará jamás” o “Más vale una li-bertad peligrosa que una servidumbre tranquila”.Asimismo, en ese país los anarquistas, que man-tuvieron contactos con los rebeldes cubanos des-de 1891, criticarían tanto a España como a Esta-dos Unidos con la esperanza de transformar laguerra en revolución.

Con todo, comenzaron a vislumbrarse otraspostulaciones que, excediendo los lazos consan-guíneos, acentuaban nuestra especificidad cultu-ral y la posibilidad de producir una nueva raza, fru-to de la fusión de todas. Gracias a ese conglome-rado humano podría concretarse el viejo anhelo de

neutralizar las persecuciones, la violencia, la injus-ticia y el miedo. Se reivindica aquí la utopía ameri-cana que permitiría tanto abolir los estrechos pa-triotismos como facilitar el florecimiento de la liber-tad y la paz universal, supeditando los conflictosinternacionales a la razón y no a la espada de losgenerales.

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34 A. del Solar, “La doctrina Monroe y la América Latina” ensus Obras Completas, tomo 6, París, Garnier, 1911, pp. 255-256.

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IIIEL CIENTIFICISMO Y LA REACCIÓN IDEA-

LISTA

Una concepción extendida

Se suele interpretar a la mentalidad o al espíri-tu positivo como una constante actitud filosóficaque procura atenerse a los datos de la experienciay a preocuparse por el medio circundante, mientrasrehuye el intuicionismo, las verdades incontrasta-bles y el empleo ilimitado de la razón. Si nos res-tringimos a la doctrina positivista como tal, que ba-jo distintas manifestaciones se extiende desde elsiglo pasado hasta el presente, la misma cuestionala apelación a nociones como las de sustancia, es-píritu o materia —carentes de correlato empíricoobservacional—, a la vez que le resta alcance cog-noscitivo a los juicios de valor y a los enunciadosnormativos, en tanto instancias autónomas extra-sensibles. Dentro de dicho corpus ideatorio, seproclama la unidad primordial del método científi-co, que es asumido como modelo del conocimien-to, minimizándose en este último sentido el papeldel arte, la filosofía y la religión.

El positivismo clásico —sobre el que nos deten-dremos en particular—, además de constituir unamanera de comprender la realidad, se ha perfiladotambién como un modus operandi, como un pro-grama de acción dirigido hacia muy diversas ins-tancias: "es un método y una filosofía que continúadesenvolviéndose en cada generación. Pero tam-bién es una política, es decir, una pragmática basa-

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da en la ciencia social; una aplicación flexible de lateoría a la práctica. Muy poca cosa es la especula-ción ociosa que no echa raíces en el desenvolvi-miento industrial, económico, estético y, sobre to-do, moral de la especie"35.

Dentro de esa variante originaria, se exalta co-mo paradigma científico a la experimentación,mientras el mundo de la naturaleza aparece comoobjeto emimente de estudio. Una creencia que fuenotoriamente reflejada y difundida por la obra fini-secular de Ernesto Haeckel. Según evocaba untestigo privilegiado de la época, se vivía bajo laomnímoda concepción de

un universo que va diferenciándose en to-das las esferas conforme a un ritmo queexplica desde las oscilaciones de las mo-léculas hasta la elevación y caida de lasnaciones y la muerte de los astros [...] SiDarwin era Dios, Haeckel era su profeta[...] Era la Ciencia, abarcando la Naturale-za hasta los últimos límites de lo que solíadistinguirse comúnmente por materia y es-píritu.36

Imperan con ello las posturas naturalistas, evo-lucionistas o cientificistas que moldean una antro-pología de base biológica, según la cual, en susexpresiones más crudas, el átomo, una colmena yla inteligencia animal no guardan más que distan-cias cuantitativas con el hombre, con su capacidadintelectual y con las civilizaciones más avanzadas.Ninguna de nuestras acciones, por excelsa quesea, escapa a los estímulos y leyes orgánicas.

La impronta positivista tuvo una singular reso-nancia en América Latina, donde no sólo logróarraigar con mayor energía que en otras latitudessino que también excedió en predicamento, den-

tro ciertamente de la élite ilustrada, a todas las ten-dencias que se sucedieron después de la escolás-tica colonial. Salvo en el dominio de las cosmovi-siones aborígenes, hasta que se produce la recep-ción del positivismo puede hallarse un pensamien-to entre especular y asimilativo, mientras que conla adopción de ese ismo empiezan a producirse,en ciertos países iberoamericanos, considerablesmontos de innovación reflexiva.

En la mayoría de tales naciones, el positivismoprecedió o acompañó el despegue científico res-pectivo durante la segunda mitad del siglo XIX einicios del actual, distinguiéndose su afán por su-perar el subjetivismo y la especulación irrestrictamediante una metodología más rigurosa que enfa-tiza los datos de la experiencia y el medio circun-dante. Dicho movimiento se hallaba fuertementeimpregnado por un talante prometeico que soste-nía la perfectibilidad a través del cambio paulatinoy la renovación incesante en los más variados ór-denes de cosas. Junto a las posturas pesimistasque aludían a un pueblo afectado en nuestra Amé-rica por su inferioridad étnica, el progreso y el or-den adquirieron la dimensión de una idea porten-tosa que fue invocada por las dictaduras internasy los poderes transnacionales.

Pese a que la ideología positivista —díficilmen-te escindible de las expectativas burguesas— pu-do ser asociada con los afanes hedónicos y lucra-tivos, uno de sus rasgos típicos se vinculan a la hi-pervalorización de la ciencia moderna y sus apli-caciones como correlatos automáticos del bienes-tar social, tal cual aparece en estos ilustrativosfragmentos extractados del discurso con el cual seinauguró en Buenos Aires, hacia 1905, ese centrodoctrinario que fue la Universidad Popular:

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35 Maximio Victoria, Análisis positivo de la plegaria, B. Aires,Talls. Gráfs. Ferrari, 1930, p. 45.

36 R. Giusti, Visto y vivido, B. Aires, Losada, 1942, pp. 84-5.

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Tan sólo cuando las ciencias, dejando deentregarse a las abstracciones metafísicas,iluminando con criterio positivo la inteligen-cia de los artífices, es cuando todas lasciencias experimentales, la física, la mecá-nica, la química, la biología y otras, han po-dido marchar franca y atrevidamente por lamagna vía de los progresos, suministrandoa la industria humana y a los goces de la vi-da, en el breve espacio de un siglo, un teso-ro de descubrimientos y de riquezas infinita-mente mayor y más precioso, que todas lasconquistas que el genio humano hubo rea-lizado en los millares de siglos que prece-dieron al XIX. Demasiado largo sería querernarrar y describir con todos sus particularesdetalles, los admirables descubrimientos dela ciencia. Pero, los más fecundos con queel hombre moderno ha estampado el selloindeleble de su dominación sobre el mundofísico, son, sin duda alguna, el vapor y laelectricidad. El poder de concentración so-cial que el vapor y la electricidad desarro-llan, es estupendo! La unidad de pensa-miento y de acción del mundo moderno, de-ja ya presentir un poder más vigoroso y ex-tenso, que jamás se haya conocido. La uni-dad de las relaciones sociales a que nosencaminamos fatalmente, presagio de futu-ros destinos en beneficio de la libertad y dela prosperidad humana, es consecuenciapura y únicamente de la ciencia [...] Guar-daos de creer que la ciencia seca el cora-zón del hombre e inspira una egoísta vani-dad; lo que inspira es la modestia, la tempe-rancia, el respeto a las opiniones ajenas, esdecir, la tolerancia. La ciencia jamás ha le-vantado hogueras para aniquilar a sus ad-versarios; no los ha condenado al infierno,ni en este mundo ni en ningún otro. Lo que

la ciencia enseña, es el amor de los seme-jantes y de la verdad; el deber de tratar derealizar este amor, conformando nuestra vi-da y nuestros actos a las leyes de nuestranaturaleza

Apelamos también a dos vívidos testimoniospersonales donde no sólo se verifica la penetra -ción llevada a cabo por el positivismo en nuestromedio sino que además se transparenta en ellos laverdadera fascinación que provocó la lectura delos autores positivistas junto a la íntima identifica-ción que se establecía entre tales autores y el tra -bajo científico en sí durante la época en cuestión:

La impresión que recibí fue extraordinaria;sentí que el edificio de mis creencias caíay que sobre los escombros se levantabaotro, sólido y soberbio. Busqué ávidamen-te el libro de Buchner [Fuerza y materia];su lectura fue una revelación devoradora.Me iniciaba así en la comprensión de lanaturaleza, brutalmente, a hacha y martillo37

Los recuerdos de mi adolescencia se ligansobre todo a los maestros del positivismo:Renan, Guyau, Herbert Spencer, AugustoComte: los leí siendo casi un niño y seadueñaron de mí profundamente [...] susnormas metodológicas encierran un grancontenido ético: expresan la moral del de-sinterés, desde que proclaman el acata-miento de lo objetivo, la sumisión a la ra-zón austeramente gobernante [...] Me ima-ginaba a los investigadores científicos, alos hombres de laboratorio y a los hom-bres de la nueva ciencia histórica [...] co-mo a heroicos caballeros del desinterésque defendían a la verdad contra quienes,

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37 V. Mercante, Una vida realizada, B. Aires, Impr. Ferrari,1944, p. 84.

38 C. A. Erro, Diálogo existencial, B. Aires, Sur, 1937, pp. 13,14-5, 181.

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con avaricia, pretendían hacerlo interesa-damente para acomodarla a sus deseos.38

No obstante la relevancia ideológica e institu-cional del movimiento en cuestión, algunos abor-dajes primigenios como los acometidos por Leo-poldo Zea, prepondera la carencia de estudioscomparados de largo aliento entre las distintas va-riedades positivistas que tuvieron lugar en Latinoa-mérica. A tal limitación debe añadirse la disparidadque guardan los exámenes sobre el positivismo encuanto a los diversos países continentales. Mien-tras se han encarado indagaciones de bastanteenvergadura para algunos casos nacionales —México, Venezuela, Brasil—, en otros sólo se en-cuentran productos escasamente elaborados, o enuna etapa intermedia como ocurre con el mismoejemplo argentino. Por ende, los paralelismos y di-ferencias que se pueden enunciar en esa materiarozan el terreno de las generalizaciones proviso-rias.

Dentro del contexto latinoamericano, suelen re-conocerse como figuras positivistas centrales aGabino Barreda y Justo Sierra (México), EugenioMaría de Hostos (Puerto Rico), José Varona (Cu-ba), Gil Fortoul (Venezuela), Luis Pereira Barreto yTobías Barreto (Brasil), Manuel González Prada(Perú), Benjamín Fernández e Ignacio Bustillo(Bolivia), Jorge y Juan Lagarrigue (Chile), JoséPedro Varela (Uruguay), José Ingenieros y CarlosOctavio Bunge (Argentina) junto con diversas per-sonalidades más. Entre ellas no faltó la presenciafemenina, como fue el caso de las escritoras pe-ruanas Mercedes Cabello y Margarita PráxedesMuñoz, quienes contribuyeron en distinta medidaa propalar el comtismo por varios países del ConoSur.

En América Latina el positivismo de escuela nosólo irrumpió en períodos diferentes, según se tra-te de una nación u otra, sino que también cabe ad-

vertir vertientes doctrinales disímiles aún en paí-ses muy cercanos entre sí. Verbigracia, en la Ar-gentina el positivismo no tuvo el carácter salvíficoque evidenció en Chile y Brasil, donde hasta llegóa concebírselo como un apostolado con clubes ytemplos encargados de difundir la nueva Religiónde la Humanidad que postulaba soluciones paraalcanzar la felicidad colectiva. Además, la recep-ción y oficialización del positivismo más o menosortodoxo se habría producido en el primer casobastante después que en otras naciones latinoa-mericanas —como México, Brasil, Chile y el mis-mo Uruguay. Por otra parte, los ejemplos chileno ybrasileño resultan sintomáticos en cuanto a la dila-tada permanencia del ideario positivista, pudiendoobservarse cómo subsisten todavía en el Brasilpartidarios de ese sistema que celebran encuen-tros específicos donde se manejan con el invetera -do calendario comtiano.

El caso argentino

A diferencia de lo que aconteció en otros paísesmas conectados a una singularidad filosófica, enla Argentina confluyen una multiplicidad de infle-xiones doctrinarias, puesto que, además del com-tismo, deben tomarse en cuenta, como sugirió Al -fredo Ferreira, a darwinistas, lamarckianos, spen-ceristas, pasteurianos, lombrosianos e inclusive anumerosos investigadores científicos. Las figurasdominantes del positivismo argentino incursiona-ron además por muy variados campos del saber,proyectándose hacia el ámbito europeo, tanto através de sus actuaciones personales como me-diante su propia obra, que allí fue no sólo discuti-

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da sino hasta volcada a diferentes idiomas. Ade-más de dinamizar muchas publicaciones, institu-ciones y prácticas científicas, la escuela positivavio expandirse sus presupuestos conceptuales enesa nación sudamericana. La amplitud doctrinariaque ofrece este caso específico haría hablar másde positivismos que del positivismo, con diversaslíneas, períodos o acontecimientos.

Si bien no existen todavía estudios minuciososque permitan establecer evaluaciones bien funda-das sobre la influencia en la Argentina de autorescomo Comte o Spencer (tampoco se han difundidotrabajos decisivos sobre la repercusión de StuartMill, Büchner, Haeckel, Wundt, Le Dantec o Foui-llée, aunque el panorama es más satisfactorio encuanto a la presencia de Bentham, Darwin, Taine oRenan), puede aceptarse la usual distinción entredos sectores inspirados allí por cada uno de esospensadores. El grupo que respondía a la filosofíacomtiana estaba compuesto por Alfredo Ferreira,Víctor Mercante, Maximio Victoria, Alejandro Car-bó, Leopoldo Herrera, Angel Bassi, Rodolfo Senety otros integrantes de extracción comúnmente nor-malista —e.d. proveniente del magisterio—; mien-tras que la otra fracción —integrada por universita-rios como Eduardo Holmberg, Ernesto Quesada,José N. Matienzo, Rodolfo Rivarola, Luis MaríaDrago, Francisco y José Ramos Mejía, Horacio yNorberto Piñero, Francisco de Veyga, los Bunge oIngenieros— se alineaba en torno al monismo na-turalista de corte spenceriano y cultivaba diferentesdisciplinas con un enfoque genético.

Con todo, tales ascendientes y otros similaresno pueden tomarse en un sentido demasiado es-tricto, pues en reiteradas ocasiones los exponen-tes argentinos procuraron sobrepasar a sus gran-des maestros de ultramar o desembocaron en va-riantes más permeables a la metafísica y al propiomisticismo. Así como se han advertido las similitu-

des de nuestros positivistas con las ideas tronca-les de Spencer, Comte, Darwin, Taine o Lombroso,también se ha marcado sus distanciamientos, conlo cual nuestro positivismo se ubica más allá de lasimputaciones que recibió de constituir un simpleremedo europeo.

Entre las huellas dignas de ser mencionadas fi-gura, durante el siglo pasado, la producción cientí-fica de Florentino Ameghino, José María RamosMejía y Pedro Scalabrini. En el campo del dere-cho, junto a la creación hacia 1888 de la Sociedadde Antropología Jurídica —próxima a la escuelaitaliana—, se encuentran las obras pertenecientesa Antonio Dellepiane, Luis María Drago, RodolfoRivarola, Francisco Ramos Mejía o Cornelio Mo-yano Gacitúa. Los pedagogos Maximio Victoria yVíctor Mercante se ocupan de exponer en públicoo por escrito los principios generales del comtismoy el primero de ellos también traduciría parte de laliteratura comtiana antes de finalizar la centuria.Entre las publicaciones periódicas decimonónicasque responden al positivismo hay varias de cortedidáctico —El Escolar Argentino, La Nueva Es-cuela, La Educación— y otras más enciclopédicascomo la Revista Sarmiento, la Revista de Dere-cho, Historia y Letras o La escuela positiva, la quemás orgánicamente reflejó entonces los principiosdoctrinales en cuestión.

En lo que va del siglo XX el panorama positivis-ta argentino se enriqueció notoriamente al publi-carse, por ejemplo, las obras completas de variosintelectuales cercanos a esa orientación: Ameghi-no, C.O. Bunge, Juan A. García, Joaquín V. Gon-zález, Ingenieros, Raúl Orgaz, Ponce y, en unaversión menos unitaria, Agustín Alvarez. En losprimeros decenios aparecen distintos trabajos demayor o menor peso y sugestión, v.gr., los volú-menes historiográficos de Juan B. Justo y LucasAyarragaray, los estudios sociólógicos de Ernesto

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Quesada, Alfredo Colmo y Leopoldo Maupas,quien también se distinguió en el dominio episte-mológico; las investigaciones psicológicas de Ho-racio Piñero, Rodríguez Etchart, Alberto Palcos oRodolfo Senet; las disquisiciones sobre el hombrede genio escritas por Hernán Mandolini y CarlosSfondrini; la obra de Clemente Ricci en torno al fe-nómeno religioso; los Ensayos de Éticade AlfredoFerreira; la narrativa de Eugenio Cambaceres,Francisco Sicardi y otros escritores naturalistas;etcétera.

También se suceden las corporaciones y las re-vistas inspiradas por el positivismo. Una de ellas,como la ya aludida Universidad Popular, fundada acomienzos de siglo, tenía como lema primordial el"popularizar la ciencia [...] con criterios y métodospositivos" que sirvieran para resolver "los grandesproblemas de la vida". Durante esa época, secrean asimismo entidades como la Academia deFilosofía y Letras, el Instituto de Criminología, laSociedad de Psicología y un nucleamiento típica-mente doctrinario: el Comité Positivista Argentino,inaugurado hacia 1924, el mismo año en que sehabilita el Centro Positivista de San Pablo; comitéque tuvo una revista que logró imprimir cerca de80 números. Tampoco pueden omitirse los Archi-vos de Criminología, creados por Ingenieros, ni laRevista Argentina de Ciencias Políticas, conduci-da por Rivarola, o los Archivos de Pedagogía, edi-tados por Mercante en La Plata. El movimiento po-sitivista contribuyó a lanzar las primeras revistascientíficas de relieve en diferentes especialidades.

Asimismo, distintos positivistas fueron homena-jeados con volúmenes evocativos, como ocurriócon C.O. Bunge, Ingenieros, J.V. González, Maxi-mio Victoria, José María Ramos Mejía, Ponce yotros; tampoco cabe desestimar la incidencia quepudieron ejercer en los cuadros doctrinales inter-nos diversos extranjeros, no ajenos a dicha orien-tación, que estuvieron vinculados con la Argentina:

Albert Einstein, Enrico Ferri, Anatole France, Pie-tro Gori, Christofredo Jakob, Lucien Lévy Bruhl,Georg Nicolai, Max Nordau y muchos otros más.Pese al tardío ingreso del positivismo de escuela,allí se dio como en pocos otros lugares una verda-dera renovación que llevó a prolongar el panora-ma mundial en la materia.

Más allá del problema sobre el europeísmo y lasubordinación cultural, los positivistas argentinosfacilitaron que se conociera su nación más allá delaspecto puramente comercial. Sus obras fuerontraducidas en distintos idiomas (alemán, francés,italiano, inglés, ruso, portugués) y prologadas porsignificativas personalidades (Ostwald, Lombro-so, Unamuno). También publicaron en revistas ex-tranjeras y participaron en encuentros internacio-nales junto a lo más granado del pensamiento oc-cidental, como es el caso de Ingenieros y el con-greso de Psicología de 1905 en Roma, dondeaquél presidió a temprana edad la sección de psi-copatología. Algunas manifestaciones sintieronlos halagos del reconocimiento exterior, comoaconteció con la escuela penal argentina, con laobra psicopedagógica de Mercante o con el nom-bramiento de Ferreira como vicepresidente delComité Positivista Mundial con sede en París. Pa-ralelamente, se fue buscando el perfeccionamien-to en centros universitarios de prestigio, como pu-dieron hacerlo Ernesto Quesada en la Sorbona,Carlos Bunge en Oxford, Ingenieros en Heidel-berg, Horacio Piñero en Leipzig, o Ernesto Nelsonen Columbia.

Pese a las contrastantes desviaciones antihu-manistas que el positivismo esgrimió en nombrede las ciencias, ¿cómo desconocer que éstas dis-frutaron durante su reinado de una promoción inu-sual? La sucesión de nuevas instituciones científi-cas, la creciente formulación de hipótesis y el es-bozo de distintas teorías, junto al auge de la expe-rimentación, se vieron secundados por el avance

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positivista entre nosotros. Además del empuje querecibieron las postergadas ciencias naturales, ba-jo el impacto provocado por la causalidad física olos mecanismos evolutivos, un efecto similar seprodujo en el campo de las ciencias sociales.

Fuera de la limitación inherente a los presu-puestos conceptuales y a los resultados prácticos,afloraron la psicología, la psiquiatría, la criminolo-gía para medirse osadamente con las enfermeda-des mentales y con variados aspectos de la vidaanímica. La sociología y su problemática específi-ca también cobraron ciudadanía universitaria e in-telectual. Manifestaciones positivistas como lasdel derecho penal se hicieron sentir hasta en lapropia Europa académica. La difusión del norma-lismo, la creación en La Plata de la primera Facul-tad sudamericana de educación y otras medidascoincidentes favorecieron una enseñanza acordecon las tendencias modernizadoras del momento.Si bien destacados positivistas levantaron las con-signas de la selección natural, la lucha por la viday el antagonismo étnico, preconizando el abando-no o la eliminación de los sectores menesterososde la población, otros líderes y simpatizantes delmovimiento vernáculo reivindicaron, por ejemplo,el carácter civilizado de nuestros aborígenes y ob-jetaron las derivaciones genocidas del socio-dar-winismo.

Los retadores

Pese a que se trata de un fenómeno que no harecibido un análisis tan sistemático como el deotras manifestaciones filosóficas previas al mismo—faltan v.gr. hasta ahora libros específicos paradar cuenta del panorama sobre el particular en ca-da país latinoamericano y mucho más respecto delcuadro continental en su conjunto—, se entiendeusualmente por reacción antipositivista a la bata-lla que, hacia fines del siglo XIX, comenzaron a li-brar una gran variedad de corrientes y tendenciascontra ese poderoso enemigo común que estuvoencarnado por el naturalismo y el cientificismo.

Además de representar una problemática es-trictamente filosófica, dicho enfrentamiento inte-lectual debe ser ponderado dentro del marco so-cial en el cual emerge y reactúa; marco que, parael caso latinoamericano, comprende asuntos detanta magnitud como la penetración imperialista, elpredominio oligárquico, el ascenso de la clase me-dia y el surgimiento del proletariado, junto a loscuales hay que tener en cuenta una serie de ex-presiones ideológicas concomitantes: liberalismo,nacionalismo, populismo, variantes socialistas...

La lucha antipositivista como tal no puede des-vincularse de diferentes acontecimientos políticos,económicos o culturales que tuvieron lugar dentroo fuera de nuestro continente: Revolución Mexica-na, Primera Contienda Mundial y posguerra, Revo-lución Rusa, Reforma Universitaria y otros episo-dios que contribuyeron a poner en tela de juicio laafianzada creencia en el mejoramiento gradual ypacífico de la humanidad, al tiempo que permitie-ron contradecir el liderazgo inapelable proyectadosobre una determinada dirigencia étnica, social ogeneracional.

Durante ese entonces se subestimaron y com-batieron una serie de inflexiones, modalidades y

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disciplinas que cumplían un papel privilegiado:desde el intelectualismo, el experimentalismo y elorganicismo hasta el agnosticismo, el escepticis-mo, el cosmopolitismo, la vida urbana, la frenolo-gía y la psiquiatría. Diversos pasajes ejemplificanun estado de ánimo que, en mayor o menor pro-porción, censuraba la atmósfera positivista y suprédica materialista:

La comparación de una sociedad humanacon un organismo es más antigua queSpencer, Bacon y el mismo Aristóteles [...]Puede que los sociólogos modernos seexcedan en su cotejo de la circulación co-mercial con la vascular, o de la administra-ción nacional con el sistema nervioso [...]Pero no debe echarse en olvido que estasaproximaciones son metafóricas y provi-sionales; sobre todo conviene no abusardel paralelo39

Me había matriculado en la Facultad deLeyes, por eliminación [...] Hubiera queridoser oficialmente, formalmente, un filósofo,pero dentro del nuevo régimen comtiano,la filosofía estaba excluida: en su lugar fi-guraba, en el curriculum, la sociología. Nisiquiera una cátedra de Historia de la filo-sofía se había querido conservar. Se libra-ba guerra a muerte contra la Metafísica 40

¡Triste período de la historia, donde se cre-yó dominar por la razón y por la ciencia elmisterio de los cielos y demostrarse conmétodos de laboratorio el enigma espiri-tual de los hombres! 41

Entre los rasgos propios que cabe observar en

el antipositivismo figuran:—revaloración de la metafísica y la religiosidad,

del espíritu y la conciencia;—diferenciación entre filosofía y ciencia, entre

naturaleza y sociedad;—humanización de la experiencia y del univer-

so;—rescate del desinterés y de la heroicidad.Asimismo, se insinúan en este conglomerado

ideológico algunos principios y categorías funda-mentales, reñidos con la canónica positivista, co-mo los de vida y espontaneidad (frente al mecanis-mo y al hábito), totalidad (ante el análisis y la des-composición), libertad (creativa pero también or-denadora) y temporalidad (múltiples dimensionesdel tiempo).

Las vertientes que, en un grado mayor o menor,se contrapusieron a la cosmovisión positivista fue-ron desde el krausismo, el vitalismo (Schopen-hauer, Nietzsche, Bergson, Spengler, Unamuno,Ortega) y el pragmatismo (James, Dewey), el neo-kantismo, el neohegelianismo (Croce, Gentile)hasta el marxismo y el neotomismo (Maritain), sindejar de alcanzar distintas estribaciones fenome-nológicas (Husserl, Scheler) y existenciales (Hei-degger, Sartre). Como regla general, cabe aludir ala influencia predominante de las direcciones este-ticistas, voluntaristas y emotivistas.

Pueden citarse, entre los exponentes latinoa-mericanos que han criticado al positivismo, a Car-los Vaz Ferreira y José Enrique Rodó en Uruguay,José Vasconcelos y Antonio Caso en México, Ale-jandro Deustua y Francisco García Calderón enPerú, Alejandro Korn y Coriolano Alberini en Ar-gentina, Enrique Molina en Chile y Silvio Romero

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39 P. Groussac, “La paradoja de las ciencias sociales” (1896),citado por M. Stabb, América Latina en busca de una iden-tidad, Caracas, Monte Ávila, 1969, p. 56.

40 J. Vasconcelos, Ulises criollo, México, Botas, 1937, p. 199. 41 J. M. Rohde, “El novecentismo”, Ideas, 14, 1917.

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en Brasil; mucho de los cuales llegarían a ser con-siderados como fundadores o pioneros de nuestrafilosofía continental. A título ilustrativo, menciona-mos dos ámbitos que resultaron muy sugerentesdurante las lides antipositivistas.

Por un lado, se destaca la labor trascendentalque llevaron a cabo los integrantes del Ateneo me-xicano de la Juventud. Desde esa tribuna se em-prendió un cuestionamiento a fondo tanto de ladictadura de Porfirio Díaz y sus basamentos posi-tivistas como de la inmoralidad evidenciada por lossectores dirigentes. Sin excluir el valor alternativode las utopías, los ateneístas dirigieron su aten-ción hacia la soberanía popular y hacia la revalo-rización del pensamiento iberoamericano en cone-xión con el legado humanista clásico, imprimién-dole una raigambre regional a la ciencia y al saber.

Otro embate frontal que sufrió el positivismo enLatinoamérica se produjo dentro de la ciudad ar-gentina de La Plata, cuya universidad había sidocreada bajo un modelo de innovación académicaque se apartó de la inveterada salida profesiona-lista para hacer hincapié en la investigación cientí-fica y experimental, convirtiéndose en baluarte dedicha orientación doctrinaria. Un espacio decisivo,donde se dieron cita las mejores plumas del anti-positivismo continental, fue levantado por la revis-ta platense Valoraciones, en cuyo número inicial—de 1923— puede leerse esta declaración deprincipios:

En los tiempos actuales, la fantasía y elpensamiento de los hombres son muy di-versos de los de aquellos que veían en lanovela experimental la más completa ma-nifestación del arte, y en la espesa filoso-fía positivista la totalidad del espíritu hu-mano. Esa nueva fantasía y ese nuevopensamiento, que nos llegan traídos por

una amplia y poderosa corriente de huma-nismo, hemos de recoger en estas pági-nas, afirmando así, sobre una sólida baseidealista, nuestra posición estética y filo-sófica

En la Argentina, así como el positivismo cose-chó fuertes simpatías también despertó grandesresistencias, algunas de las cuales todavía pue-den verificarse en la actualidad. Diversos católicosestuvieron entre sus primeros adversarios: desdeJosé Manuel Estrada, Pedro Goyena, Manuel D.Pizarro, Carlos Gómez Palacios y Nemesio Gon-zález hasta Joaquín Lejarza, José M. Liqueno,Luis Martínez Villada, César Pico, Antonio Rodrí-guez y Olmos o Tomás Casares. Sectores no con-fesionales —como el Colegio Novecentista, la So-ciedad Kantiana o revistas como Inicial— tambiénatacaron al positivismo. Junto a las impugnacionesque trajeron desde el exterior figuras como Orte-ga, D’ Ors y García Morente, en el plano local Ma-cedonio Fernández, Coriolano Alberini, José Ga-briel, Homero Guglielmini, Carlos Cossio, Saúl Ta -borda, Carlos Astrada, Vicente Fatone y muchosotros más acompañaron la prédica antipositivista,estimulada por los rebrotes idealistas y románti-cos.

Un motivo polémico que aún aguarda su inves-tigación pormenorizada se vincula con las interpre -taciones más socoridas de ese singular movimien-to americanista simbolizado por la Reforma Uni-versitaria. Tanto la versión tradicional, coetánea aese episodio, como los enfoques que se dieroncon ulterioridad al mismo acontecimiento, han in-sistido en sostener la tesis sobre el carácter mar-cadamente idealista y espiritualista que habría ser-vido para motorizar una gesta por el estilo y contanto protagonismo juvenil. De tal manera, se hapretendido asociar en forma indisoluble los oríge-

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nes y el sentido del movimiento reformista estu-diantil con la pugna antipositivista en cuestión. Untrabajo de Arturo Andrés Roig42, aun sin ocuparsede la polémica historiográfica subyacente, a lacual aludimos, aporta fecundas observaciones so-bre el heterogéneo trasfondo ideológico que haacompañado la génesis de dicho movimiento insti-tucional.

Estimativa

Entre los elementos más rescatables que trajoconsigo el positivismo latinoamericano —y el ar-gentino en particular— tenemos algunos de carác-ter formal o epistemológico: el haberse alejado delos encuadres puramente ensayísticos para inten-tar un examen mas riguroso, profundo y original dela realidad física y social; la apertura de la filosofíaa las ciencias fácticas junto con el esfuerzo por es-tablecer una mayor continuidad entre lo humano ylo natural, o la misma búsqueda de condicionantesextrateóricos en el conocimiento. A despecho delo que han sostenido diversas imputaciones super-fluas o tendenciosas, nuestros positivistas no re-pudiaron al unísono el patriotismo, los valores po-pulares y autóctonos, las fuentes hispánicas o elespíritu religioso. Y si bien predominó una tónicaindividualista, contrarrevolucionaria, etnocéntrica yantiamericana, cabe referirse a otras voces diso-nantes dentro del mismo movimiento que formula-ron opciones hacia los estratos indigentes, por elsocialismo o hasta por el propio indigenismo.

Sin embargo, pese a los avances científicosque promovió el positivismo entre nosotros y pese

a haber cumplido una función menos conservado-ra que la que tuvo en Europa —exceptuando a Es-paña—, sus aspectos problemáticos se erigen enobstáculos insalvables para constituir una visión fi-losófica emancipadora. Más allá de las insolublesdificultades semánticas que plantea el discursopositivista y que resultan tan significativas para lamisma óptica en cuestión, nos topamos con unfuerte lastre deshumanizador, donde convergenlos planteos tecnocráticos y la discriminación ra -cial, la justificación de la dependencia frente a di-versos centros de poder, la adopción de actitudesaristocráticas y jingoístas. En definitiva, las versio-nes hegemónicas, mediante nociones equívocas,tendieron hacia el reduccionismo bio-psíquico ohacia el determinismo telúrico.

Si bien la reacción contra el positivismo tuvo ca-racterísticas virulentas y rayanas en la diatriba, losmejores exponentes de esa misma reacción, lejosde repudiar integramente al ciclo positivista, trans-mitieron su reconocimiento y extrajeron un balan-ce más ecuánime en cuanto a la significación juga-da por aquella etapa intelectual; sin dejar tampocode llamar a veces la atención sobre las limitacio-nes e inconvenientes que podía ocasionar el ro -tundo menosprecio hacia ese otro momento cultu-ral:

La iniciación positivista dejó en nosotros[...] su potente sentido de relatividad; lajusta consideración de las realidades te-rrenas; la vigilia e insistencia del espíritucrítico; la desconfianza para las afirmacio-nes absolutas [...] la cuidadosa adaptaciónde los medios a los fines [...] el desdén dela intención ilusa, del arrebato estéril, de lavana anticipación.43

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42 A. A. Roig, “Deodoro Roca y el manifiesto de la Reformade 1918”, incluído en su libro La universidad hacia la demo-cracia. Mendoza, EDIUNC, 1998.

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Cumplida su misión, en buena hora perez-ca el positivismo como teoría filosóficaamoral, anti-social y anti-estética, pero —yesto es lo importante— subsistan sin des-medro dentro de su esfera propia los mé-todos positivos, guias de la investigación ydisciplinas de la mente. Su abandono im-plicaría una recaída en la declamación ro-mántica, funesta sobre todo en las cien-cias históricas y sociales.44

A la postre, pese al legado que dejó el positivis-mo en nuestra América, sobre todo en cuanto a labúsqueda de formas menos tradicionales para elconocimiento y la acción, no pueden soslayarsesus excesos reducionistas que lo hicieron caer enel mecanicismo, el fisiologismo y el etnocentrismo.Mientras la concepción positivista endiosó a laciencia y a la tecnificación, cayendo en la quimerade que ello traería un abundante bienestar mate-rial, un régimen político por antonomasia y hasta elmás alto grado de moralidad. Las corrientes idea-listas que le salieron al cruce procuraron restable-cer el primado de las humanidades, descartandoque el hombre pueda ser explicado desde estruc-turas biológicas para inclinarse por otras opcioneshermenéuticas.

No obstante, también deben señalarse las face-tas negativas que se hallaron presentes en la aco-tada reacción contra el positivismo; facetas vincu-ladas con aspectos decadentes, esotéricos, irra-cionales y antidemocráticos que nuevamente impi-dieron la plasmación de un ideario acorde con losanhelos para construir sin grandes distorsiones anuestra identidad social y nacional.

La confrontación entre positivistas y antipositi-

vistas se vehiculizó gracias a una prodigiosa em-presa editorial que logró materializarse en BuenosAires mediante la publicación de la Revista de Fi-losofía dirigida por José Ingenieros y Aníbal Pon-ce. Contrariamente al nivel periodístico y cerrada-mente cientificista que algunos le atribuyeron, esatribuna trasuntó una apreciable versatilidad temá-tica y doctrinaria, recibiendo colaboraciones de laheterogénea comunidad intelectual del continente,donde alcanzó mucho prestigio. Más allá de lasencontradas posturas filosóficas que se sucedie-ron en ella, primaron allí cuestiones donde conflu-yeron los elementos más progresistas de ambasposturas teóricamente disímiles; cuestiones talescomo el pacifismo, la unidad latinoamericana, elpeligro imperialista o la función del intelectual. Setrató así de un órgano plural e históricamente com-prometido que, con el correr del tiempo y con to-das las diferencias pertinentes, se prolongaría através de emprendimientos culturales análogos,como los Cuadernos Americanos en México.

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43 Rodó, El mirador de Próspero, t. 1, Madrid, Edit. América,1920, p. 53.

44 Alejandro Korn, Obras Completas, B. Aires, Claridad,1949, p. 359.

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APÉNDICES

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ENCUESTA SOBREHISTORIA DE LAS IDEAS

1. ¿Cómo recuerda usted el período de su for-mación intelectual?

Con tanto claroscuro y desengaño, como losque se ciernen detrás nuestro, "mi época" —segúnsuele proclamarse desde ese realismo candorosoque nos ancla en el pasado— puede haber sidouna de las mejores, al menos si se la toma dentrode la privilegiada estudiantina universitaria.

Efectivamente, entre 1956 y 1966 se fue recu-perando, con odiosas purgas profesorales y todo,la castigada autonomía académica en el país, trasun cuarto siglo donde los poderes de turno que-brantaron la fecunda pero volátil tradición reformis-ta latinoamericana, que luego volvería a ser drás-tica y extensamente interrumpida. Destellaba tam-bién entonces el símbolo redentor de la unidadcon el movimiento obrero, cuando nos encolumná-bamos con los trabajadores para que se les devol-viera su personería gremial y cuando algunos in-trépidos caíamos en el cerco policial hasta dar connuestros huesos en la prisión de Caseros junto ala crema más combativa de los líderes laborales.Allí quedaba nuestro paso por la oficina de Exten-sión Universitaria, guiados por Amanda Toubes yLito Marín, con quien llevábamos un archivo diariodel acaecer político y sindical.

En una vorágine de adhesiones y rechazosabismáticos, vernáculos o transnacionales, nossolidarizamos con la revolución en marcha y casinos fuimos a romper lanzas en la Sierra Maestrajunto con los delegados cubanos que habían visi-tado el "antro" de Viamonte para adentrarnos ensu mítica gesta. Nuestra falta de aptitudes logísti-

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cas, nos llevó en cambio a incorporarnos al MA-LENA para reclamar nada menos que la liberaciónsocial y nacional de la mano de Ismael Viñas y Do-ña Celia de la Serna de Guevara Lynch, la increí-ble madre del Che. En materia doméstica hicimosguardia durante una noche interminable velandoarmas para defender el bastión del rectorado, don-de moraba nuestro rey-filósofo, Risieri Frondizi,amenazado por la pesada reaccionaria de Tacua-ra, a la cual finalmente logramos ahuyentar. Sinembargo, terminaríamos perdiendo la batalla prin-cipal que encabezó el propio Risieri y cuyas nefas-tas implicancias todavía no alcanzábamos a perci-bir: la pugna por el laicismo y la enseñanza públi-ca...

Disconformes hasta con nosotros mismos, se-guimos la tónica en boga y nos albergamos en LaClínica belgranense de Fontana, donde, con elLSD y otros alucinógenos, se incentivaban los de-lirios persecutorios, hasta hacernos cargar sobrenuestras espaldas todo el mal radical que arras-traba consigo la especie humana en su conjunto.Presuntamente alentado por el paraíso baudelai-reano, por la empiria renovadora de Aldous Hux-ley o por el erotismo post-victoriano de D. H. Law-rence, al salir de mis primeras sesiones maratóni-cas de psicoterapia tan aturdidamente desperso-nalizado como había ingresado a ese altar de laneurosis, garabateé los siguientes versículos:

Todas venían a ser ilusiones de los sentidos,pero sin mirar ni oir ni nada.El brazo de ella, peludo y con el reloj de él.La imagen de él en el espejo era -oh!- la mía.Ella empezó siendo mi abuela, ay!, y luego qué?Y siempre el reloj para adelante y para atrás...hasta que dijo basta.Estaba la oreja solamente desprendida pegándose al suelocon la hebilla del águila yanqui dada vuelta

para hacerles creer que sí pero no tanto, que en cualquier momento cuando quisiera podía repu-tear. La casa era la de ellos y me tenían,y yo me reía pulmón en mano.Desde los tacos altos sobre cuatro patas todo se probó.Y más luego qué?No se si debemos vomitar en las alfombrasPorque los baños son refugios de puros santos cerdoscomo las manos cruzadas en la espalda que se tocanel culo y la p... también.Ya se que esto lo digo para estar en gracia con Dios.

2. ¿Se puede decir que su obra, de alguna ma-nera se relaciona con tradiciones intelectuales ar-gentinas o extranjeras?

Un tema como el de las influencias y receptivi-dades que cada quien puede contener debe expli-citarse dentro de una cuestión lógicamente previa,a saber, cuál es o en qué consiste a la postre eltrabajo acometido y el grado de reconocimientoque el mismo logre concitar dentro de la crítica es-pecializada.

Siempre me interesé por los estudios tendien-tes a interpretar la evolución filosófica en sus ne-xos con la realidad histórica. Antes de concluir milicenciatura participé en el grupo de investigacio-nes en filosofía moderna y en cursos y reunionescon ese maestro inolvidable que fue José Luis Ro-mero, donde se buscaba desentrañar las media-ciones entre la reflexión teórica y la acción social.

Con ese trasfondo primerizo, me puse a traba-jar en torno a la construcción lockiana del libera-lismo; labor que sería destacada por parte de di-ferentes autoridades en la materia (Peter Laslett,Walter Euchner, Christopher Hill, Maurice Crans-ton, Roland Hall y otros). Luego decidí no restrin-

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girme al aspecto genético del liberalismo y meocupé en efectuar una interpretación crítica de susentido más actual junto con el de la mentalidadtecnocrática. Todo ese bagaje doctrinario me per-mitió moverme con mayor desenvoltura dentro dela historia intelectual argentina y latinoamericana,la cual difícilmente puede ser entendida sin el re-ferente de la ideología liberal. Desde entonces, meconsagré con mayor ahínco al pensamiento nacio-nal, aunque sin abandonar las preocupaciones fi-losóficas de fondo.

Una parte de mi labor ha apuntado a establecerdelimitaciones semánticas y propedéuticas dentrodel difuso campo de las ideas continentales. Otrafaceta está ligada con el intento por refutar algu-nas versiones canónicas sobre asuntos generacio-nales o sobre el indigenismo, las caracterologíascolectivas y el problema de la identidad. He man-tenido una actitud polémica con respecto a la con-cepción krausista, a la penetración del pensamien-to estadounidense, a la historiografía y la educa-ción argentinas, etc. Asimismo, he procuradoaportar nuevos elementos de juicio en lo que ata-ñe a la mentalidad racista, la noción de progreso,el positivismo y el antipositivismo, el exilio y la emi-gración españolas, o la revolución francesa. Ade-más de haber dado a conocer algunos hallazgosdocumentales, me preocupé por rescatar del olvi-do varias figuras intelectualmente relevantes parasu propia época... ¡Algo así como el cielo y la tie-rra en una pequeña maceta!

Por ende, mis trabajos se enrolan dentro deuna tradición que, localmente, cuenta entre sus fi-las a quienes abrieron el juego disciplinario comoKorn e Ingenieros; juego proseguido por Alberini,Guerrero y Francisco Romero hasta culminar conla obra de Arturo Andrés Roig, con el cual se pro-duce una decisiva innovación conceptual y mate-

rial dentro del filosofar iberoamericano. El mismoRoig ha tenido la deferencia de aludir a mi modusoperandi y a sus vínculos con otras vertientes in-terpretativas: "Biagini tiene clara conciencia de lanecesidad de una ampliación respecto de la com-prensión epistemológica del 'saber filosófico' [...]Una parte significativa de la investigación historio-gráfica europea contemporánea viene a darle larazón [...] Un Derrida o un Foucault han revertidoen Europa el método y, desde la tradicional inves-tigación de la filosofía, han acabado preguntándo-se por una historia de las ideas, más allá de la de-finición que este tipo de saber les haya merecido[...] Creo que respecto de Biagini podríamos aven-turar la tesis —visible en otros investigadores lati-noamericanos tales como el peruano FranciscoMiró Quesada o el ecuatoriano Hernán Malo Gon-zález— de que despunta una integración de lasdos líneas de trabajo".

En cuanto a mi cosmovisión general, si bien heabordado frecuentemente una tendencia elitista yeurocéntrica me siento mucho más próximo al le-gado de Martí y Darío que a los lineamientos sar-mientinos. Ello lo he puesto de manifiesto a travésde un indeclinable compromiso hacia las causaspopulares que me ha llevado por ejemplo a defen-der el quehacer político en plena veda militar o aobjetar el modelo neoconservador de los últimostiempos.

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3. ¿Cuál fue el clima intelectual de su períodoformativo? ¿Estuvo conectado con grupos o inte-lectuales que fueron importantes en su forma-ción?

Mis primeros pasos universitarios tuvieron lugarcon la caída del peronismo, cuando se acentua-ron los debates teórico-prácticos en torno a la li-bertad y pululaban las mas variadas crisis existen-ciales. En "Filo" me integré a la militancia estu-diantil que supuso al principio un ingenuo cuestio-namiento a los concursos docentes y poco des-pués el casamiento con una compañera junto auna familia precoz que prolongó mi carrera y memantuvo alejado de la vida bohemia. Allí tuve oca-sión de toparme desde el vamos con "la cosa co-sal" de Angel Vassallo, de desafiar en el otro poloacadémico la versión de Mario Bunge sobre las in-finitas contradicciones del refranero, de abismar-me en las pulcritudes hegelianas de Mercado Ve-ra o de responder a los planteos de un profesor vi-sitante, Irving Louis Horowitz, con relación a lapremisa mannheimiana del intelectual socialmentedesarraigado. También asistí a los Cursos Interna-cionales de Temporada organizados por la UBA ya los que se impartían en el Colegio Libre de Estu-dios Superiores.

Mi principal núcleo de pertenencia estuvoconstituido por Emilio de Ipola, Vanni Blengino yalgunos otros compañeros que nos precedían:León Sigal, Sofía Fisher, Ernesto Laclau, MarcoGalmarini, Miguel Murmis. Con ellos compartimosnuestra veneración hacia figuras como las de JeanPaul Sartre y en el campo interno nos sentimosmucho más representados por la gente de Con-torno que por las veleidades del grupo Sur, uno decuyos exóticos exponentes, Lanza del Vasto, nosdespertó un rechazo visceral durante su presenta-ción en la "Facu". Ciertos fines de semana nos

reuníamos en lo de un viejo anarquista, que traba-jaba en el Centro de Estudiantes, para compartirsuculentas porciones de pizza y disfrutar de su im-placable sabiduría mundana. Una noche y en otracasa, la de Oscar Masotta, nos encontramos conun pensador que en un santiamén había pasadodel entronizamiento a la proscripción: Carlos As-trada, a quien escuchamos exponer como si noshallásemos en una sesión de espiritismo frente almismo oráculo de Delfos redivivo.

La noche de los bastones largos coincidió de al-gún modo con nuestro egreso y con un caminomás solitario que implicó mi pasaje como becariodel CONICET, bajo la guía de Ambrosio Gioja yEugenio Pucciarelli, al cual secundé en algunasempresas culturales que me permitieron foguear-me en la ardua trastienda del intelecto. Tambiénconocí por ese entonces a una personalidad confuertes inflexiones ideológicas y un noble corazónaun no desgarrado por la intolerancia. Me refiero aRodolfo Agoglia, quien me abrió las puertas de launiversidad platense y dirigió mi tesis doctoral. Elllamado perfeccionamiento en el exterior me per-mitió entrar en contacto con dos especialistas deprimera: Juan Carlos Torchia Estrada en los Esta-dos Unidos y Arturo Ardao durante su exilio vene-zolano. Una experiencia muy feliz de aquella épo-ca estuvo centrada en mi amistad con ese lúcido eíntegro intelectual que es Ricardo Pochtar; amis-tad no interrumpida hasta ahora pese a su soste-nido distanciamiento del país y del mundillo aca-démico.

4. ¿Cómo realiza, por lo general, su tarea inte-lectual? ¿Discute sus trabajos con otros colegas?¿Se dedica exclusivamente a la investigación ocombina dicha actividad con otras? ¿Lee a otrosautores cuando está elaborando su trabajo?

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En este rubro, como en tantos otros, no existenmisterios iniciáticos. Fundamentalmente, se tratade soldar lo más posible y sin metáfora alguna lanalga al asiento —o viceversa— hasta que se al-cance una consustanciación entre el objeto animi-zado y el sujeto cosificado, al punto de que la sillatermina sentándose sobre uno mismo y se trans-forma en fuente inspiradora, como una madre queva conduciendo anatómicamente la mano de supárvulo para enseñarle los rudimentos de la escri -tura.

Pese a que entre nosotros no está tan extendi-do como en otras latitudes el intercambio de borra-dores entre los pares académicos, intentamos me-jorar la gestación de nuestro trabajo medianteotros expedientes. En mi caso personal, suelo re-currir a otra variante no menos clásica: presentar ydiscutir mi producción inédita en congresos, jorna-das, coloquios, seminarios, conferencias, panelesu otros encuentros profesionales dentro y fuera delpaís. Ocasionalmente, yo mismo he organizado al-gún simposio donde se invitaron a colegas extran-jeros para debatir una problemática puntual queme hallaba investigando con un equipo ad hoc.También me resulta provechoso enviar colabora-ciones a revistas con referato donde se expidenpor escrito acerca del valor o las limitaciones delpaper remitido.

Como alterno la investigación con labores do-centes, no sólo pretendo alimentar la segunda conlos frutos de la primera, como resulta relativamen-te habitual y sumamente deseable, sino que ade-más he podido articular un sistema pedagógicopor el cual los alumnos, tanto egresados como degrado, realizan actividades directa o indirectamen-te vinculadas con proyectos superiores de investi-gación. Con ello se logra un efecto multiplicadorcuyas consecuencias ya se han traducido en va-rias obras orgánicas que han contado con la ex-

presa incorporación de jóvenes estudiantes a ta-reas tradicionalmente restringidas a personas conotro grado de maduración.

Más que a recurrir a otras compulsas bibliográ-ficas distintas a aquellas fuentes que se vinculancon mis preocupaciones circunstanciales duranteel proceso de elaboración, prefiero acompañarmecon un trasfondo musical, especialmente el de cor-te afroamericano, desde la salsa caribeña hasta eljazz negro. Así condimento mis textos con diferen-tes ritmos sincopados, v.gr., el jungle style del pri-mer Ellington, la nueva trova, Rafael Cortijo y sucombo, la voz aguardentosa de Billie Holliday, losrepiques de Lionel Hampton o los graznidos saxo-fónicos de Eric Dolphy junto al tableteo infernal deCharlie Mingus.

5. ¿Cuál serían los rasgos más importantesque debería reunir un historiador de las ideas?

Sin confiar demasiado en los recetarios para ter-ceros en discordia, sólo puedo darles mi propio pa-recer al respecto, el cual, como en otros órdenes dela vida, resulta más fácil predicar que traducirlo enacciones.

Quien se dedica a esta clase de estudios debesobreponerse a las restricciones de nuestra histo-riografía tradicional, tan ajena a los encuadresteóricos, éticos e interdisciplinarios y tan sumergi-da en el racconto documental que termina porperder de vista la materia básica de su emprendi-miento: el ser humano y su conflicitividad social.Quien se ocupa del devenir ideológico tendrá queesforzarse aún más que en otras disciplinas histó-ricas por asociar el recaudo erudito y estilísticocon la perspectiva crítica y valorativa, establecien-do la conjunción imprescindible de episodios, pro-cesos, testimonios, sensibilidades, intereses y

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construcciones intelectuales en juego.A las diversas corrientes, doctrinas, cosmovi-

siones y elaboraciones conceptuales no hay queencararlas en tanto concepciones puras, al estilofilosofista, sino como integrando un discurso queencierra algunos principios claves, v. gr., el de lasustentación del poder, o sea, abordar a aquellasen sus correlaciones con la dinámica socio-políticay económica de la cual dimanan en definitiva, reo-perando también sobre la misma. Para ello convie-ne apelar a puntos de vista como los que ofrece lasociología del conocimiento, la teoría de las ideo-logías o el marxismo crítico; ópticas éstas a lascuales he recurrido en distintas oportunidades.

Si nos detenemos en nuestra frustrante reali-dad latinoamericana, una coordenada vertebralpara el historiador de las ideas se vincula con lapugna por la liberación de nuestros pueblos asícomo las racionalizaciones que se han formuladopara entorpecerla. En ese terreno, nos movemosbipolarmente, entre una mentalidad elitista yproimperial y la configuración de posiciones demi-tificadoras que apuntan a una forma de desarrollointegral, equitativo y soberano, aunque sin obviarla enorme variedad de matices y mediaciones queintervienen en ambos casos. Se trata entonces deuna rama del conocimiento que puede contribuir,muy específicamente, a tornar patente el margina-miento que hemos sufrido por parte de las poten-cias hegemónicas y a evidenciar las semejanzas ydiferencias, las sincronías y las asincronías, conrespecto a la cultura nordatántica.

La historia del pensamiento se presenta no só-lo como disciplina que engloba críticamente a losdistintos campos del saber. Además viene a ponerde manifiesto las formas en que se ha asimilado odesafiado el bagaje de ultramar, tanto para mante-ner el statu quo cuanto para promover cambiosfundamentales. En tal sentido le corresponde ana-

lizar las relaciones de subordinación que a menu-do se esconden tras el aparato enunciativo, tra -suntando por ejemplo en qué medida la presuntaevangelización de América resultaría una manerade encubrir el despojo y la explotación.

Cabe asumir por fin que estamos frente a un ti-po sui generis y decisivo de enfoque hermenéuti-co, según el cual la búsqueda de lo objetivo coin-cide con el develamiento y la realización de la dig-nidad humana, con nuestra necesidad de autoafir-marnos.

6. ¿Cuál es, a su entender, la situación actualde la historia de las ideas? En su opinión, ¿existealgún debate dentro de esta disciplina?

Además de la crisis profunda que se halla afec-tando hoy a diferentes paradigmas epistemológi-cos, por ejemplo, en cuestiones tan prominentescomo las del valor específico que puede otorgár-sele al desenvolvimiento histórico y a sus respec-tivos protagonistas, nuestra disciplina debe deci-dirse a afrontar de una vez por todas diversos te-mas cruciales, entre los cuales descuellan sus cri-terios de periodización, las dicotomías y reduccio-nismos que se han utilizado con fines opresivos, elpensamiento y la praxis indígenas, las utopíasamericanas, la cultura y la contracultura, los estu-dios comparados entre expresiones afines o disí-miles.

Pruebas al canto, en ese último sentido he con-cluido un volumen donde abordo las ideas latinoa-mericanas durante los dos finales de siglo, el XIXy el XX, junto al revivalismo occidentalista y en re -lación con la atmósfera cultural de la misma épocaen otros países que han tenido una fuerte gravita-ción entre nosotros: los Estados Unidos y España;cuyas dominaciones y potestades, según rotulaba

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Santayana, han sido mucho más mentadas queobjeto de rigurosa investigación.

Asimismo, considero de trascendental impor-tancia para la historia de nuestras ideas centrar laatención en aquellas manifestaciones no sólo ver-náculas sino también en las modalidades que sehan proyectado más allá de nuestro propio territo-rio, sin constituir una simple prolongación o rever-decimiento del panorama europeo, como es el ca-so de la revolución estética producida por el mo-dernismo, sobre la cual me he venido ocupandoincidentalmente. Estoy aludiendo también a otrosfenómenos donde se ha revertido la remanida di-rección Norte-Sur, al estilo de lo que ha significa-do el mencionado movimiento de la Reforma uni-versitaria, el cual se ha adelantado con creces alos levantamientos estudiantiles de la década delsesenta. Una cuota similar de originalidad podríaatribuírsele a la teología de la liberación o a la pe-dagogía de Pablo Freire.

Entre las controversias más latentes se en-cuentran algunos asuntos fundantes, como el dife-rendo acerca del alcance de nuestra cultura y denuestra filosofía continentales, su mayor o menoruniversalidad, autenticidad y dependencia; o la di-mensión exclusivamente profesionalista o eminen-temente pragmática que debe asignársele a unadisciplina como la historia de las ideas, si la mismadebe restringirse a una función técnico-académicao si tiene que estar encaminada, por ejemplo, a in-crementar los grados de conciencia y participaciónsocial.

Si bien me vuelco habitualmente hacia ese últi-mo modelo operativo tampoco me veo arrojandode consuno la casa por la ventana, como lo hanseñalado muchos de mis comentaristas. Por ejem-plo, el filósofo José Luis Abellán, en alguno de losratos libres que se tomó durante la redacción desu monumental historia del pensamiento español,

lo acaba de poner así: "[...] El pensamiento de Bia-gini resulta, en este aspecto, altamente interesan-te, ya que su sentido crítico no elimina su profun-do carácter integrador. Estamos pues, ante un es-píritu progresista y universal que no elude su deu-da con lo mejor de la tradición argentina y españo-la, razón por la que se hace perentorio de aquí enadelante no perder de vista las evoluciones de es-te gran intelectual" (Diario 16, Madrid, 24 julio1993).

7. ¿Cuáles fueron los libros de historia de lasideas que más lo impresionaron en su vida intelec-tual? ¿Por qué?

Sólo señalaré un puñado de obras entre aque-llas que me han permitido penetrar magistralmen-te en diversas épocas, regiones y tópicos; auncuando consideremos que no todos los trabajosmencionados representan el libro de cabecera oaquel otro que uno se sentiría más dispuesto arescatar en medio de una catástrofe. Arnold Hau-ser nos hizo conocer su Historia social del arte, enla cual aplicó esclarecedoras categorías herme-néuticas al fenómeno literario y plástico de los pe-ríodos más variados. Por su parte, con Psique, Er-win Rohde nos ofreció una novedosa aunque dis-putada imagen de la Hélade, introduciéndonos delleno, mediante un miraje nietzschiano, en el orfis-mo y los cultos dionisíacos. No menos significativoni hermoso nos resultó un libro de Lucien Febvrepara comprender la transición mental del feudalis-mo a la modernidad en Francia: El problema de laincredulidad en el siglo XVI. Siguiendo un ordencronológico, tenemos el texto sobre la doctrina po-lítica del individualismo posesivo donde C. B.Macpherson desemascaró como pocos autores elideario contractualista e jusnaturalista anglosajón.

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Con relación a la historia contemporánea, mepermito incluir tres títulos más. Un compendioacerca de Latinoamérica en el siglo XIX, The Po-verty of Progress, escrito por Bradford Burns, es-capa al esquematismo liberal predominante en losestudios norteamericanos sobre nuestro medio. Elequilibrado análisis y balance del krausismo espa-ñol a cargo de ese perspicaz pensador socialistaque es Elías Díaz, junto a un clásico en torno a lagénesis del espíritu depredador, con especial refe-rencia a la sociedad estadounidense: la Teoría dela clase ociosa de Thorstein Veblen.

Por último, una pieza que vino en parte a suplirla escasez reinante en cuanto a los problemas me-tódicos suscitados por la historiografía ideológicaa nivel continental. Estoy pensando en el libro pu-blicado recientemente en México por Horacio Ce-rutti Guldberg, Hacia una metodología de la histo-ria de las ideas (filosóficas) en América Latina. Allíse plantean distintas encrucijadas que no pode-mos soslayar si deseamos emprender un análisismaduro de la disciplina pertinente y sus principa-les objetos.

EL SIGNIFICADO DELCORREDOR DE LAS IDEAS

Los objetivos del Corredor de las Ideas han si-do perfilados en un documento que redactó nues-tro amigo Eduardo Devés para fundamentar el lan-zamiento de otra de sus pujantes implementacio-nes. Además ya se ha realizado en el Uruguay, ba-jo la firme batuta de Mauricio Langón, un encuen-tro orgánico para inaugurar públicamente el Corre-dor, el cual, a menos de un año de efectivizarse elcitado evento, regresa aquí a la palestra gracias ala iniciativa de Antonio Sidekum y de esta buenagente de UNISINOS. Me han elegido a mí ahora,como cómplice convicto y confeso, para verter mipropia opinión sobre el Corredor y encender uneventual debate entre quienes seguimos apostan-do por la jaqueada bohemia intelectual.

El Corredor de las Ideas del Cono Sur, comotantas otras asociaciones, posee una serie de as-pectos operativos. En nuestro caso, impulsar losestudios sobre pensamiento y cultura latinoameri-canos, la creación de diferentes redes y grupos detrabajo, etc. Simultáneamente, hemos acordadoque tales propósitos se dirijan a repensar nuestrapropia integración regional desde tres principiosinexcusables: democracia, identidad y derechoshumanos.

Una integración que no sólo denote, como en lamodernización conservadora, unificación aduane-ra, Realpolitik e irrestricto alineamiento con los po-deres mundiales. Una estrategia de integraciónmás humanista, con justicia social y democraciasparticipativas, incorruptas e incondicionadas. Setrata en verdad de un programa, el de las grandespatrias latinoamericanas, que ha insumido tantosdesvelos generacionales y cuenta con un peso

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histórico mucho mayor que los convenios cuasi ar-tificiales que dieron lugar a otros megabloques co-mo el Nafta y la misma Comunidad Europea.

Nos sumamos por lo tanto a quienes, desdedistintas posiciones, luchan —como pregonaba Al -fredo Zitarrosa— por un mismo camino para el queviene y para el que va; frente a una concepcióndonde el hombre sólo resulta un lobby para elhombre, donde impera el Estado de Malestar y elgobierno de Hood Robin; frente a una recoloniza-ción del orbe mediante endeudamientos astronó-micos, manipulación de la información y domesti-cación de intelectuales o universitarios, que lleganal punto de asegurarnos que la racionalidad nopuede darse fuera de un sostenido tabú al cual lapropia intelligentzia se la ha pasado cuestionando:el espíritu capitalista.

Ante el aplastamiento que amenaza a las legíti-mas culturas locales y como una fórmula positivapara la integración, postulamos el innovador con-cepto de identidad que, con la idea de unidad enla diversidad, ha superado nociones autoritarias odiscriminatorias —como las del ser o el carácternacional— para convertirse en el gran proyecto ci-vilizatorio —según lo plantea el sociólogo mexica-no Pablo González Casanova. La identidad, con-cebida como un proceso de afirmación individual ycolectiva, viene a mixturarse con la utopía, en tan-to ambas aspiran a modificar el llamado ordenexistente o establecido por considerarlo fuente dedesorden e iniquidad. Reivindicar la disposición deun pensamiento utópico enraizado para desmitifi-car sistemas opresivos, nos permite medirnos conlas versiones deterministas que, a diestra y a si-niestra, le confieren una fuerza magnética irrever-sible a las oscilaciones bursátiles, a la concentra-ción y transnacionalización financiera, a la desre-gulación y a las privatizaciones, al ajuste a los ca-

renciados, o al temple consumista. Enfrentarnos altriunfalismo occidental que, bajo la crisis de lasideologías y paradigmas, exhuma el viejo discursoeurocéntrico para denostar la aptitud cultural delos pueblos meridionales. Al realismo perifériconeoliberal le contraponemos su máximo presu-puesto: la misma realidad, que nos indica que lospaíses que han avanzado en medio de la globali-zación son los que han mantenido su propia iden-tidad, sus recursos naturales y su mercado inter-no. Procuramos neutralizar la probabilidad de con-cluir inmersos en un mundo de distopía y pesadi-lla, en un ordenamiento tecnocrático rígidamentedividido entre una aristocracia altamente calificaday una creciente masa de desahuciados —según loinsinuó otrora Kurt Vonnegut en una novela futuris-ta.

Podríamos coincidir así con decisivas expresio-nes como las que mantuvo Eric Hobsbawm en unadisertación que pronunció recientemente en laCancillería chilena:

se está perdiendo la fe de que los hombresson capaces de solucionar sus problemasy de que a veces los han solucionado. Lalocura de la ideología neoliberal y el aban-dono del proyecto de cambiar el mundopor la mayoría de los gobiernos de la iz-quierda actual, ambos me parecen igual-mente síntomas de tal pesimismo intelec-tual [...] la tarea más urgente frente al nue-vo milenio es que los hombres y las muje-res vuelvan a los grandes proyectos deedificar una sociedad mejor, más justa,más viable [...] Hay que volver a las gran-des experiencias de los grandes proyec-tos. No se consigue nada sin eso.

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¿Hace falta puntualizar que entre las experien-cias, proyectos y tradiciones que nos compite res-catar a nosotros, los sudamericanos, para la urdim-bre de nuevas utopías, figuran matizadamente des-de el bolivarismo al modernismo martiano, desde elnacionalismo continental al movimiento de la Refor-ma Universitaria, desde la ensayística a la literaturaficcional, desde los planteamientos liberacionistas ala filosofía intercultural? Una magna tarea de re-construcción que involucra no sólo a los letrados si-no muy especialmente a los frentes y partidos popu-lares, a las organizaciones civiles autogestionariasy a la misma sensibilidad oficial; en definitiva, a to-dos aquellos que se niegan a percibir la domina-ción, la miseria, la desigualdad y los padecimientosplanetarios como si formaran parte de un fenómenoínsito en la esencia de las cosas. Una faena recu-peratoria que precisamente no fue omitida en nues-tra declaración liminar del Corredor de las Ideas nien nuestro propio accionar, cuando homenajeamosal maestro Ardao o cuando decidimos presentar eneste generoso espacio un relevante estudio sobre elotro gran Arturo, Andrés Roig —quienes no sólohan renovado la historia de nuestras ideas en su di-mensión académica sino que también la han pro-puesto como una herramienta para incentivar laconciencia nacional y las realizaciones sociales.

En suma, nos convoca la posibilidad de incidiren nuestro propio ámbito laboral, el de la universi-dad, para que ésta trascienda la neutralidad cien-tificista en la cual subyace —como si efectivamen-te se hubiera alcanzado el fin de los antagonismosy el reino de los cielos—, asuma su gravitante pa-pel dentro del Mercosur del conocimiento y en laorientación de sociedades tan desprotegidas co-mo las nuestras, hasta transformarse en una ge-nuina casa de la esperanza para el desarrollo inte-gral alternativo.

—MANIFIESTO—

El Corredor de las Ideas —con su base opera-tiva en la franja central de Chile, Argentina, Uru-guay y el sur del Brasil— se propone dos metasprincipales: 1º) alentar los estudios sobre pensa-miento y cultura latinoamericana, 2º) crear redes ygrupos de trabajo para debatir nuestra propia inte-gración desde tres principios insoslayables: demo-cracia, identidad y derechos humanos.

Cuestionamos el presente Estado de Malestar yla reimplantada concepción sobre la rapacidad in-génita del hombre, así como la recolonización delorbe mediante deudas astronómicas, avasalla-miento de legítimas expresiones regionales, mani-pulación informativa y domesticación de intelectua-les —que asocian indisolublemente la racionalidadcon el espíritu capitalista.

Nos pronunciamos por una integración quetrascienda la unificación aduanera, el realismo po-lítico y el irrestricto alineamiento con los poderesmundiales; que asimile la estrategia de los paísesque han podido avanzar en la globalización porhaber preservado sus valores más importantes,sus recursos naturales y su mercado interno; queadopte un perfil humanista, con justicia social ydemocracias participativas, hostiles a la corrup-ción y a los condicionamientos; que actualice unprograma como el de la patria latinoamericana,con sus desvelos generacionales y su fuerte res-paldo histórico.

Como fórmula positiva para la integración, pro -piciamos el innovador concepto de identidad, co-

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mo unidad en la diversidad, que intenta superarnociones autoritarias o discriminantes —las delser o el carácter nacional— para convertirse en unmagno ideal civilizatorio por su alto grado de uni-verzalización. La identidad, como proceso de afir-mación individual y colectiva, se aúna con la uto-pía, en tanto ambas tienden a modificar un orde-namiento maniqueo, compuesto por una casta pri-vilegiada y una creciente masa de sumergidos.

Desde una perspectiva utópica enraizada pue-de refutarse las versiones deterministas que leasignan una fuerza magnética a las oscilacionesbursátiles, a la concentración financiera, a la des-regulación y a las privatizaciones, a los ajustessalvajes, al furor consumista o al triunfalismo nor-datlántico que exhuma el discurso lapidario sobrelos pueblos meridionales y clausura la historia co-mo si se hubiera alcanzado el cese de los antago-nismos y el reino celestial.

Entre los proyectos, plasmaciones y fuentesque nos toca recuperar a los iberoamericanos pa-ra la urdimbre de nuevas utopías, se encuentrannuestros mejores legados originales: desde el bo-livarismo al modernismo martiano, desde el nacio-nalismo continental al movimiento reformista, des-de la ensayística a la literatura ficcional, desde losplanteos liberacionistas a la filosofía intercultural.Una ardua tarea de revaloración que involucra nosólo a los letrados sino también a los bloques ypartidos populares, a las organizaciones civiles au-togestionarias; en definitiva, a quienes se rehusana percibir como fenómenos cósmicos la domina-ción, la miseria, la desigualdad y los padecimientosplanetarios. La historia de nuestras ideas emergeaquí como herramienta clave para activar la me-moria, la conciencia y los emprendimientos socia-les.

En resumidas cuentas, nos convoca el anhelode incidir en todos los espacios disponibles y, fun-damentalmente, en nuestro propio ámbito laboral,el universitario, para que éste asuma su gravitan-te función en el Mercosur del Conocimiento,oriente a sociedades tan dispares e inermes co-mo las nuestras, hasta transformarse en un ba-luarte para el desarrollo alternativo frente al pen-samiento único y la modernización conservadora.

Declaración de San Leopoldo, Brasil-Mayo 1999.

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ALGUNOS COMENTARIOSSOBRE LIBROS AFINES

“Sería interesante historiar la filosofía argentina en su rela-ción con la sociedad y en particular con la política. Hasta aho-ra sólo se sabe que los positivistas [...] eran liberales o socia-listas, y que la mayoría de los demás eran antidemocráticos.Hugo Edgardo Biagini ha estudiado el asunto y ha compiladoun libro valioso: El movimiento positivista argentino (Editorialde Belgrano, 1985). Habría que hacer otro tanto con los antipo-sitivistas.” Mario Bunge

“No desconocemos ni subestimamos las dificultades que aca-rrea organizar un esfuerzo de esta complejidad y envergadu-ra y que llevó a cabo con apreciable acierto Hugo E. Biagini[...] Infrecuente apertura hacia diferentes horizontes en la va-loración de los temas y los protagonistas.” Gregorio Wein-berg

“Desde el punto de vista bibliográfico este libro se conver-tirá, indudablemente, en un auxiliar indispensable para quie-nes deseen un encuadre global de ciertos problemas y prota-gonistas del positivismo argentino.” Jorge B. Rivera

“Lejos [...] de la veneración acrítica sólo atenta a descubrirvirtudes, pero lejos también la negación que se obstina en noconcederle importancia histórica al positivismo argentino, estetrabajo será un elemento de consulta y aprovechamiento paraquienes se interesan en este período insoslayable de nuestrodesarrollo socio-cultural y ojalá que, como escribe Biagini, seael punto de partida de interpretaciones más matizadas.” Co-riolano Fernández

“Hay que congratularse por la edición que ha emprendidola editorial de la Universidad de Belgrano de la compilación di-rigida por Hugo E. Biagini, que ofrece una amplia colección deensayos sobre temas y personalidades ligados al movimientopositivista argentino. Treinta y dos trabajos que tienen el mé-rito de atraer la atención hacia uno de los fenómenos cultura-les más significativos de la historia de nuestro país. Un espec-tro amplio de tópicos, especialidades y tesis, así como el re-cuerdo y valoración de un gran número de personalidades, esaquí detenidamente analizado.” Gregorio Klimovsky

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“Un texto que encare seriamente nuestra historia de lasideas [...] parece estar condicionado por al menos dos circuns-tancias. Una, la necesidad de suministrar información básicasobre momentos y figuras escasamente conocidos. Otra, lasfórmulas con que esos momentos y figuras han sido etiqueta-dos [...] La compilación de Biagini propone elementos para sa-tisfacer ambas exigencias, particularmente útiles en este caso[...] frente a la demanda de conocimientos que caracteriza elesfuerzo de nuestro actual mercado de ideas por elaborar unnuevo sentido común histórico, la eficacia informativa que es-ta compilación demuestra en gran número de sus páginas esuno de sus méritos [...] otro de los méritos de este volumen essu apertura a lecturas asentadas en presupuestos diversos.”Jorge E. Dotti

“En síntesis, esta obra es el resultado felíz del esfuerzo deun grupo de investigadores argentinos para colmar los vacíosexegéticos que todavía impiden llegar a una apreciación ca-bal de la evolución de las ideas en Argentina.” Daniel Zalazar

“Estaba haciendo falta en la bibliografía un libro dedicadocon visión integral y de conjunto, al estudio del movimientopositivista en el país.” Diego Pro

“El movimiento positivista argentino constituye una compi-lación de investigaciones sobre el tema, realizadas por desta-cadas figuras de nuestro quehacer científico y cultural que vie-ne a sumarse a los estudios orientados a profundizar en lascuestiones esenciales del pensamiento latinoamericano.” Ma-bel Cernadas

“Si la historia de las ideas existe en tanto disciplina dife-renciada, no cabe duda de que Orígenes de la democracia ar-gentina: El trasfondo krausista es un aporte sustancial a lahistoriografía de las ideas políticas en nuestro país, un pasoimportante en la clarificación del tema de la democracia... Elvolumen compilado por Hugo Biagini hace posible avizorar lí-mites y problemas [...]” Julio Orione

“Lo más interesante de la compilación de los trabajos y delos debates del Simposio Internacional sobre Orígenes de laDemocracia Argentina, compilados en el libro que comenta-mos no es el 'Re-descubrimiento' del krausismo, en particular

su vertiente española y argentina, sino la maestría con quelos autores enlazan ese 'redescubrimiento' con el hilo conduc-tor de diversos temas de absoluta actualidad [...]. La claridadexpositiva, el cuidado del lenguaje, la complejidad interpreta-tiva y la honestidad intelectual de los autores de los diferen-tes ensayos agregan calidad a la compilación.” Cecilia Bras-lavsky

“Es una garantía la presencia de Hugo Biagini en la com-pilación de los diversos ensayos sobre la filosofía krausista ysu inserción en la democracia argentina [...] Ha sido un granacierto el de Hugo Biagini al compilar los ensayos de estesimposio.” Francisco Bello

“In short, both the doctrinal elements of krausismo and themeans by which it was diffused make this volume, despite itsshortcomings, of potential interest to students of the history ofideas not only in Iberia and Argentina, but also in Uruguay, Cu-ba, Mexico, Chile, Brazil and elsewhere in Latin America. Andso our thanks to the organizers, participants and the FriedrichEbert Foundation, which made publication possible.” RonaldNewton

“Este excelente volumen contiene las exposiciones he-chas en un simposio sobre el tema que da título al libro.” JuanCarlos Torchia Estrada

“Esta obra de Hugo Biagini [Cómo fue la generación delOchenta] se aparta notoriamente del ensayismo que, alrededordel centenario de 1880, ha predominado en estos años. En pri-mer lugar, porque, desdeñando las fáciles generalizaciones y laespeculación pura, está sólidamente fundado por un aparatoerudito [...] Sobre todo es original porque procura alejarse de losestereotipos habituales, buscando matices y variantes dentrode unas ideas generales que no deja de reconocer como domi-nantes. Nuestra imagen de las características intelectuales dela época resultan considerablemente enriquecidas con este tra-bajo.” Luis Alberto Romero

“Biagini's study of the Argentine generation of 1880, basedon historical documents that include little known publications,emphazises that had so far been neglected: favorable opi-nions about the Indians, and the work and fame of the poet &essayist Carlos Encina.” Juan Adolfo Vázquez

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“El Centenario de 1880, fecha fundamental de la historiaargentina [...] dió lugar a numerosas publicaciones, de méritodispar. Entre ellas se destaca con merecimiento propio estedocumentado trabajo, de tipo académico, de Hugo EdgardoBiagini.” Emilio Fermín Mignone

“La pródiga utilización de documentación originaria permi-te apreciar el esfuerzo investigativo del autor [...] el autor nosconvence. Hay pensadores ochentistas que en algún momen-to de su obra no apoyaron incondicionalmente las concrecio-nes oligárquicas, indianófobas, europeizantes, utilitarias, etc.,que son el sello de lo hecho por la generación del 80 [...] vir-tudes de la obra de Biagini.” Román Albornoz

“Este trabajo de Hugo E. Biagini abre incitantes perspecti-vas al estudio de la llamada generación del 80 [...] replantea lacuestión, ampliando el panorama, donde encuentra, con espí-ritu crítico, diversas vertientes humanísticas [...]. Otro aspectoque resalta el autor —y lo contrapone al hecho de la ‘Conquis-ta del Desierto’— es la vigencia, en aquellos años, de una co-rriente indigenista que Latinoamérica conoció en los años 20 y30 de nuestro siglo [...] Pero donde Biagini da testimonio de sufaena investigadora es en su aporte sobre la vida y la obra deCarlos Encina [...] un utopista social y un teósofo racionalizan-te.” Emilio Corbiere

“Libro sugerente sobre un tema importante, escrito por un fi-lósofo puesto a historiar la cultura. La idea central es mostrar auna supuesta ‘Generación del 80’, pensada a través de algunasindividualidades, método que arroja inusitada luz sobre la nece-sidad de revisar prejuicios y clisés respecto de la totalidad [...] Labibliografía utilizada es muchas veces novedosa.” Hebe Cle-menti

“Este volumen aporta interesante información y testimoniavaliosas preocupaciones de su autor.” Alberto Blasi

“Latin Americanists will welcome this work [Redescubriendoun continente] not just because it adresses a comparatively ne-glected historical period, the 1870s through the 1920s, but be-cause it sheds light on the intellectual origins of the Spanish mi-gration to America during those decades. Biagini, a specialist in

the history of Argentina’s ‘Alluvial Era’, 1870-1930, demonstra-tes that mayo of the new arrivals were fleeing form persecutionafter the failes republican experiment of 1868-74.” James D.Henderson

“The exiles reduced anti-Hispanism among Argentine inte-llectuals and brought Spain and Argentine together. This volu-me, a reference work, explains in detail why they succeeded.”Joseph T. Criscenti

“Intelectuales y políticos españoles a comienzos de la inmi-gración masiva llena un hueco en los estudios sobre la inmigra-ción española a la Argentina [...] Son muchos los textos que es-tudian la inmigración de aluvión pero es éste, sorprendente-mente, el primero que se centra en la inmigración de levita [...]Esta élite había permanecido invisible hasta que Biagini se to-mó la molestia de quitar el polvo de documentos y libros en ar-chivos y bibliotecas que otros investigadores habían ignorado.”Ignacio García

“El profesor Biagini, especializado en historia de las ideasen la Argentina y en las relaciones culturales entre el país delPlata y España, ha hecho un paciente rastreo de emigradosespañoles que llegaron a aquellos confines americanos en lasegunda mitad del siglo XIX. [...] La lectura de este libro seráigualmente provechosa para el historiador de las mentalida-des, de los movimientos sociales y de esa inasible provinciade la vida española llamada América.” Blas Matamoro

“El mayor mérito del libro de Hugo Biagini consiste, preci-samente, en señalar por primera vez que existieron esas in-fluencias e interacciones [de intelectuales españoles en elPlata a fines del XIX], y en ofrecer un importante acopio dedatos puntuales sobre personajes, publicaciones, etc. [...] untrabajo útil, que puede —y debería— convertirse en fuente deinspiración para iniciativas posteriores.” Mónica Quijada

“Biagini offers an insightful examination of the efforts by in-migrant intellectuals to vindicate Spanish culture [...] is defini-tely not one of the best works of a fine and prolific intellectualhistorian.” José C. Moya

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“En [...] el libro de Hugo Biagini, Fines de siglo, fin de mi-lenio [...] reconocemos algunos de los más importantes temasde preocupación de la filosofía latinoamericana contemporá-nea.” Jorge Vergara Estevez

“Biagini piensa desde Argentina para América Latina (ypor qué no para el mundo).” Eduardo Devés Valdés

“¿Cómo serán las naciones en el próximo siglo? ¿Hastadónde la aldea global afectará la identidad de los pueblos?Este y otros dilemas del nuevo orden mundial, son abordadosen un análisis profundo y necesario.” Luis Chitarroni

“La reflexión de Biagini, fundada en una investigación do-cumental y en un método hermenéutico precisos, va más alláde ellos para configurar una prospectiva y hasta una progra-mática de acción socio-cultural, política y económica desdenuestra situacionalidad. Programas de este tipo hay varios ysin duda interesantes y motivadores. Lo que tiene de propio eimportante la propuesta de Biagini es que él presenta susideas desde (y no al margen, ni contra) la historia leída lo me-nos prejuiciosamente posible, y para evitar esas lecturas acrí-ticas y tendenciosas se sirve de un instrumento crítico: la filo-sofía. Es un libro que debe ser leído sin prisa porque propor-ciona mucho material de reflexión.” Celina Lértora Mendoza.

“En estas épocas de globalización y de internacionaliza-ción de los mercados, en que se hace hincapié en la homoge-neización de la cultura, la UNESCO ha querido apoyar la la-bor intelectual del profesor Biagini porque este libro refrescael ambiente y abre perspectivas de futuro. [...] porque su re-flexión se sitúa, precisamente en esta búsqueda por recupe-rar el sentido de la historia, comparando la experiencia de có-mo vivimos los latinoamericanos a diferencia de otras cultu-ras, el fin de siglo pasado y cómo estamos viviendo este finde milenio.” Ricardo Hevia Rivas

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INDICE

Presentación.............................................................. 7

I. Espiritualismo y positivismo .............................. 9Eclécticos y krausistas ................................. 9Deus ex machina ......................................... 17¿Orden o progreso....................................... 29

II. Finales de siglo ................................................. 37Idearium ...................................................... 37El paso del tiempo....................................... 39Raza, civilización y moralidad ................... 44

III. El cientificismo y la reacción idealista .......... 55Una concepción extendida .......................... 55El caso argentino ......................................... 61Los retadores ............................................... 67Estimativa .................................................... 72

APÉNDICES ............................................................ 77

Encuesta sobre Historia de las Ideas ................. 79

El Corredor de las Ideas:significado y manifiesto ........................... 93

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