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Lujo mentiras y maketing: ¿cómo funcionan las marcas de lujo?bibliotk.gdl.up.mx/CEBIDOC/Pdf/CEBIDOC_Mayo_2015.pdf · Ocho lecciones sobre el amor humano. Encuéntralo en Biblioteca

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Lujo mentiras y maketing: ¿cómo funcionan las marcas de lujo?

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: 658.8 SIC 2007 Autor: Sicard, Marie-Claude Imp. / Ed.: Barcelona, España : Gustavo Gili, 2007. Temas: Artículos suntuarios

Marcas de fábrica Mercadeo

¿Qué diferencia existe entre una marca de lujo y una marca de gran consumo? Una diferencia de grado y no de naturaleza. Las marcas de lujo quieren hacernos creer que el marketing que cada una de ellas utiliza no se parece a ningún otro, o bien, que el lujo que ellas representan no necesita marketing. El lujo, según ellas, ' es francés' por excelencia y todo aquello que produce 'está marcado por el arte, la elegancia, el buen gusto y la belleza'. Marie−Claude Sicard desmiente estos 'artículos de fe' en este libro y, por primera vez, ofrece un estudio crítico del lujo en Francia que fue premiado por la Académie des Sciences Comerciales (CNRS−Universidad de Rennes).

La incomparable Isabel la Católica

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: 923.1 ISA 1993 Autor: Dumont, Jean Imp. / Ed.: Madrid, España : Encuentro, 1993. Temas: Isabel la Católica Que mis funerales se celebren donde se encuentre mi cuerpo, sencillamente y sin excesos, y que no haya monumento, ni estrado, ni baldaquino, ni colgaduras fúnebres, ni profusión de cirios; solamente trece encendidos a cada lado cuando se celebre el oficio divino. Quien había escrito esto en su testamento moría literalmente -hecho casi desconocido- en lecho de paja. Sus donaciones y legados, y las deudas que dejaba por sus obras de caridad, obligarían a sus albaceas testamentarios a subastar sus bienes personales, caso único en la historia de las monarquías. Y así, despojada de todo, la contemplaría muerta el joven Ignacio de Loyola a sus 16 años. Isabel la Católica se reunió finalmente, igualándose a ellos, con los religiosos observantes que ella había llamado siempre a la pobreza y la entrega cristianas. Jean Dumont nació en Lyon en 1923. Licenciado en Historia y Filosofía en Lyon y en Derecho en París, prefirió desarrollar su trabajo como historiador fuera del ámbito académico, en contacto directo con los archivos. Infatigable autor, editor y director de más de mil obras de historia, descubrió importantes archivos españoles inéditos y es considerado en España y América como uno de los maestros de la historia hispánica de los siglos XV-XVI. Sus obras han merecido grandes elogios de los especialistas más autorizados de todo el mundo. Entre sus libros traducidos al castellano, entre otros, se encuentran, además de Juicio a la Inquisición española, La Iglesia ante el reto de la Historia, El amanecer de los derechos del hombre, La "incomparable" Isabel la Católica, Lepanto, la historia oculta y La hora de Dios en el Nuevo Mundo, todos ellos publicados en Encuentro.

Ocho lecciones sobre el amor humano

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: 111.8 MEL 1993 23 Autor: Melendo Granados, Tomás Imp. / Ed.: Madrid : Rialp, 1993. Temas: Amor

Metafísica

La esencia del amor, la reciprocidad, la identificación con el amado, amor y sentimiento, amor y sexualidad, el amor conyugal, cuatro rasgos del amor entre esposos, y para que el amor no muera, son los temas que el autor desarrolla en esas ocho lecciones.

El Jardinero

Disponible en PDF Autor: Tagore, Rabindranath T. El mundo lírico de esta joya de la literatura universal que es El Jardinero tiene por paisaje físico los sentimientos más primordiales y puros: en el espacio concreto de una comunidad campesina arcaica que se debate en los problemas cotidianos de la supervivencia, surge el canto del amor: hermosas canciones de enamorada, melancólicas quejas de amante, y anhelos apasionados en escenas estilizadas. La fascinación del mundo oriental, con sus noches perfumadas y sus brisas que se adaptan a los sentimientos del hombre, invade al lector, que puede imaginar escenas semejantes y otros personajes, distintos a los creados por Rabindranaz Tagore (1861-1941). El Premio Nobel de Literatura de 1913 creó, ante todo, una poesía de lo imaginario femenino. Cuyos principales encantos son la delicadeza de los sentimientos y la verdad humana que hay en la diversidad de sus contenidos poéticos.

¿A quiénes representan los diputados? Jorge Adame Goddard

Conforme a la teoría democrática los diputados son los representantes del «pueblo». En esta teoría, el pueblo no es más que la multitud de individuos que habitan en el territorio del Estado. En consecuencia, los diputados representan una determinada porción de esa multitud, es decir a un cierto número de individuos que habitan en una parte del territorio del Estado, a la que denominan «distrito electoral». En México, el territorio está repartido en 300 distritos electorales, en los que debe haber la misma cantidad de individuos. Si la población total es de 100 millones, ésta se divide entre los 300 distritos y se supone que en cada distrito debe haber 333 mil individuos, aproximadamente. La división del territorio en distritos se hace en el mapa, sin considerar las comunidades que existen en cada porción; de hecho, los partidos políticos suelen controvertir esta división, pues cada uno quiere que se haga de modo que favorezca sus propios intereses; llegan a decir que esta división es un asunto de «Geopolítica». Por cada distrito electoral se elige un diputado, que se supone es representante del distrito que lo eligió; pero resulta que el mismo distrito no es una comunidad organizada sino simplemente una multitud de individuos, que tienen intereses muy diferentes, incluso contradictorios, de modo que el diputado no sabe a quién representar. Si, por ejemplo, tiene que decidir sobre la aprobación de una ley que establece medidas a favor de la ecología, que supuestamente benefician a la población, pero gravan económicamente a las empresas, a quién va a representar el diputado, ¿a la población que quiere la preservación del ambiente, a los sindicatos que quieren evitar el cierre de puestos de trabajo, o a las empresas que se dicen sobrecargadas? Lo que hace el diputado es preguntar cuál es la postura o «línea» del partido y luego votar en ese sentido. Volviendo a la pregunta ¿a quién representan los diputados?, la respuesta es clara: a su partido.

Lo mismo sucede con los «diputados de minoría», que se supone que son representantes de las minorías que no alcanzaron a tener representantes por mayoría. Son estos diputados, teóricamente, representantes, otra vez, de un número de individuos, en este caso un número reducido, pero no de un grupo o comunidad organizado, que les puedan dar instrucciones y pedirles cuentas. Los diputados de minoría son también representantes del partido, y de hecho más comprometidos que los de mayoría, porque aquéllos ni siquiera hacen campaña para ganar votos. Para superar esta deficiente representación, se debe superar la idea de que el pueblo o la nación es simplemente la multitud de individuos, o como se dice ahora, “los mexicanos y las mexicanas”. El pueblo o nación es un conjunto de comunidades (familias, ciudades, regiones) y de asociaciones (empresas, sindicatos, universidades, etcétera). Para ser representativos, los diputados deben ser representantes de comunidades y organizaciones que les pueden dar instrucciones y pedirles cuentas. Selected works.

Amistad vs. amor Héctor Zagal Arreguín

La frágil objetividad del amor

Durante siglos la gente no elegía oficio ni cónyuge. Habrá que ver si ahora que cada quien escoge con quién casarse y a qué dedicarse, somos más felices. A juzgar por el número de personas que se divorcian y que se declaran insatisfechas con su trabajo, lo dudo. Pareciera que soy reaccionario y que pretendo restaurar aquella época en que los padres podían escogerle novio a la hija y trabajo al hijo. Y la verdad es que sí lo soy, sí soy un conservador empedernido, por más aspavientos que hago jugando al progresista. Aunque no soy tan reaccionario como para restaurar los usos y costumbres de antaño. Por más gordo que nos caiga el novio de la hija, me temo que hemos de respetar su libertad.

Estas ideas me vinieron a la cabeza hace unas semanas cuando un amigo me pidió consejo sobre su eventual matrimonio con una chica -guapa y distinguida- a la que conoce hace menos de un año. (Todos los veranos es lo mismo, me hacen la misma pregunta: ¡ah, el amor!) Por supuesto no quise contestarle directamente. Como bien saben mis colegas, soy poco entendido en cuestión de amores. No por casualidad corren rumores sobre mi persona que van desde los desengaños hasta la viudez.

A pesar de mi ignorancia, el paso de los años tratando con universitarios me ha dado cierta experiencia. Los procesos del amor son mucho más estandarizados de lo que piensan los Romeos y Julietas. Por eso, lo primero que le pregunté a mi joven amigo fue: ¿Ya te has peleado con ella?

Así es: uno no debe casarse estando enamorado. El enamoramiento nos impide decidir con un mínimo de frialdad. El enamorado piensa que ella es perfecta, la más hermosa de las mujeres, la del carácter más dulce, la más ingeniosa e inteligente de las hijas de Eva. En Un tranvía llamado deseo, Stella exclama: «¡Oh!, no se puede describir al que se ama». Resulta muy difícil objetivar a la

persona amada, pero si no intentamos aproximarnos racionalmente a ella, si no somos capaces de conocerla con verdad, nos sucederá lo que decía Grocuho Marx: «Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado».

El resultado del matrimonio por enamoramiento suele ser el desengaño. Me lo platicaba una señora: «Ay, doctor Zagal, me casé creyendo que él era mi príncipe azul y resultó que era el charro negro».

La amistad: la menos biológica de las relaciones

El amor entre el varón y la mujer es un tipo peculiar de amistad. Un error muy difundido consiste en olvidar que amor, amistad y justicia están emparentados. Para que a largo plazo funcione tanto un matrimonio como una amistad, hace falta la reciprocidad: el quid pro quo. Ciertamente el amor matrimonial no se reduce a un contrato, pero tampoco está exento de cierto carácter contractual.

Cuando la amistad no se constituye sobre la base de la reciprocidad se convierte en otro tipo de amor, amor de benevolencia, amor desinteresado, como el de las madres hacia los hijos, pero no un amor de amistad. Cuando nos entregamos a alguien a través de la amistad, esperamos correspondencia. La justicia se cuela en el amor bajo la exigencia de reciprocidad. En varias ocasiones me he referido a la teoría aristotélica de la amistad. Pero me gusta insistir, pues me parece que da pistas para evitar que destrocemos nuestra vida en relaciones tortuosas.

El éxito de Aristóteles radicó en su minuciosa observación de la condición humana. Lo propio de la amistad es tener algo en común. El filósofo distinguió tres tipos de amistad (philia). Las dos primeras apenas merecen tal nombre: amistad por placer y amistad por utilidad. En la primera los amigos se proporcionan un placer recíproco (sin que tenga necesariamente connotaciones eróticas). Un par de amigos pasan un buen rato juntos, los unen los ratos agradables que comparten, las cervezas, el futbol, el X-Box. La segunda se construye sobre el provecho mutuo, digamos que el amigo le ayuda con la tarea a su compañero, y este lo defiende de los mafiosos del salón. La primera es más propia de los jóvenes; la segunda, de los viejos.

La tercera, «amistad por virtud» suele ser malentendida, se le confunde con relación espiritual, en la que no hay lugar para el placer ni la utilidad. En realidad lo que significa es que se quiere a la otra persona por sus hábitos, por aquellas virtudes morales e intelectuales que configuran su personalidad. Los hábitos definen el carácter sobre la base del temperamento. Ambos se quieren no por sus posesiones, no por lo que les adviene desde fuera -propiedades, salud, belleza- sino por lo que han decidido ser. Mi amigo piensa casarse con su novia porque es alegre, culta, ingeniosa, paciente. Estas cualidades configuran su personalidad y hacen que él se sienta atraído.

Para que esta relación funcione y no se convierta en unilateral, mi amigo ha de estar en condiciones de corresponderle. Su personalidad también debe contar con cualidades que lo hagan atractivo para su novia: trabajador, puntual, fiel, ocurrente. La relación se quebrará en el momento que ella descubra que es un poco haragán, infiel y, para colmo, aburrido. Es decir, en el momento en que la reciprocidad se quiebre.

Hannah Arendt notó que la amistad es tan selectiva como la compasión es igualitaria. Nadie puede obligarnos a ser amigos del otro. Se nos puede exigir compadecernos, incluso hacer algún sacrificio por los demás -el cristianismo va más allá y exige querer al otro como a uno mismo-, pero caridad no equivale a amistad, pues la caridad es un amor gratuito, mientras que la amistad es uno correspondido. El amor de benevolencia es la donación, la entrega al otro sin la esperanza de reciprocidad. Sin duda, una de las expresiones más grandes del corazón humano. No obstante, las relaciones humanas no se pueden construir exclusivamente sobre este tipo de amor. Los seres humanos necesitamos que nos correspondan.

Un riesgo de la adolescencia es que el amor de pareja desplace al amor de amistad, como aquellos que viven tan comprometidos con su pareja que descuidan las relaciones de amistad. Al fin y al cabo, como escribió C. S. Lewis, «He dicho que la amistad es el menos biológico de los amores. Tanto el individuo como la comunidad pueden sobrevivir sin ella; pero hay alguna otra cosa, que se confunde a menudo con la amistad, y que la comunidad sí necesita, una cosa que, no siendo amistad, es la matriz de la amistad». El compañerismo es necesario para que funcione la sociedad, pero la amistad, en cambio, es un poco superflua, por así decirlo.

Es decir, los pivotes fisiológicos garantizan que los mecanismos del amor de pareja se pongan en marcha. En cambio, el arte de hacer amigos exige un esfuerzo más profundo. De ordinario nos quedamos con el compañerismo como sucedáneo de la amistad.

El amor: ese tirano, ese juego de especialistas

Muy frecuentemente los adolescentes, embebidos en el noviazgo, no aprenden a hacer amigos. Esto tiene un costo más temprano que tarde. Cualquier desarrollo unilateral de afectividad es enfermizo. La ausencia de amigos, paradójicamente, hace el matrimonio vulnerable. Cuando ella o él no tienen más vida que la del hogar y la del trabajo, la pareja se queda sin aire, sin unos espacios de expansión individual. No critico el noviazgo, ¡Dios me libre! Mi punto es que sin amistad, la afectividad queda trunca.

Puedo sonar provocativo, incluso se me podrá acusar de cierto «resentimiento afectivo» («Claro, como Zagal sabe muy poco de amores?»), a pesar del riesgo insistiré en el asunto: el amor de pareja no sustituye a la amistad. Aristóteles, filósofo políticamente incorrecto entre las feministas, pensaba que el «matrimonio»

no se elegía plenamente, pues es parte de la condición animal del ser humano. Nuestra condición sexual nos facilita el amor de pareja. En cambio, la amistad posee una complejidad más grande porque su sustento biológico es menor.

De verdad no sé por qué los divorcios se han disparado en los últimos años. Quizá porque ahora es más fácil hacerlo y porque la sociedad lo acepta. Yo aventuro una hipótesis, no excluye las anteriores: nuestros adolescentes no saben hacer amigos y llegan a la vida en pareja con unas relaciones afectivas muy precarias.

Aristóteles, quien si viviera ahora dejaría sin trabajo a muchos psicólogos, se dio cuenta de que el amor conyugal no es la amistad típica, porque varón y mujer no son iguales, sino complementarios, mientras que la amistad es una relación entre iguales. El amor conyugal es, ante todo, donación. En la amistad, en cambio, tenemos «más derecho» a exigir reciprocidad, aún cuando la donación sigue siendo algo importante. El amigo es el otro yo, porque siente como yo, piensa como yo, vive como yo. La paradoja salta a la vista, la pareja es «carne de mi carne, sangre de mi sangre», pero no puede ser otro yo, sino un complemento del yo. El problema es que una persona sin amigos termina sintiéndose insatisfecha, aún cuando tenga una pareja increíble.

Esto se presenta, curiosamente, con más frecuencia en los varones, quienes sólo se relacionan con sus iguales en términos profesionales, que de ordinario son de competencia, y quedan con una vida afectiva reducida a la pareja y a los hijos. Los compañeros de trabajo se perciben como competidores y no como otros yo con quienes compartir.

En suma, vivimos una reacción pendular. Si durante siglos se soslayó el aspecto afectivo en el matrimonio, hasta el punto de que la afectividad se dejó al ámbito de la amistad y de las relaciones paralelas, ahora presenciamos, pienso, una relegación de la amistad a favor de la vida en pareja. Los muchachos comienzan a vivir una vida en pareja desde la adolescencia en detrimento de otras facetas de la afectividad.

La verdad, no soy una persona objetiva en estos asuntos. Probablemente traigo un gen traicionero y calculador en mi sangre. ¿Nunca he hablado de la historia de mi familia? Mis abuelos maternos no tuvieron un noviazgo como hoy se estila. Él, teniente coronel de caballería, llegó con su tropa a Torreón, donde vivía ella. Un día paseaba por la calle en coche, vio a mi abuela, se bajó del carro, la siguió y se presentó. Anduvieron dos meses de novios.

Cuando mi abuelo dejó la ciudad, le dijo a mi abuela María Amelia:

--Te casas conmigo o te llevo a la fuerza y no vuelves ver a tu familia. Ahí está mi tropa. Tú dices...

Mi abuela se lo contó al hermano con quien vivía que hacía las veces de padre. Mi tío abuelo preguntó:

--¿Te gusta?

-- Pues, sí...

Y se casaron. En el cuarto de mi abuelo estaba la foto de la boda. Él vestido de militar, muy serio. Ella muy guapa y elegante.

ISTMO Número 285

El amor humano Jesús García López

1. Distintas acepciones Así como el verdadero conocimiento humano es el conocimiento racional, pero no puro, o aislado del conocimiento sensitivo, sino mezclado con éste o mediado por él; así también el verdadero amor humano es el amor racional o que radica en la voluntad; pero no puro o incontaminado respecto del amor sensitivo, sino mezclado con éste y dependiente de él. Pero veamos esto con un cierto detenimiento. El «amor» en el hombre es, en primer lugar, una de las pasiones del apetito sensitivo, y más concretamente del concupiscible. Es justamente la primera de dichas pasiones, y se caracteriza porque versa acerca de un bien sensible considerado en sí mismo, es decir, independientemente de que tal bien se halle ausente o se encuentre presente y sea poseído. Por eso es como la raíz común del «deseo», que versa sobre un bien sensible ausente, y del «gozo», que tiene por objeto a un bien sensible presente y poseído. En tanto que «pasión» el amor comporta siempre una cierta transmutación corporal (y de aquí el nombre propio de pasión) y, como hemos dicho, tiene siempre objeto algún bien sensible o material. Ahora bien, el amor humano no se limita al orden sensible, y por eso hay que admitir también en nosotros un amor racional, que ya no es pasión en sentido propio, y que radica en la voluntad. Todavía cabe aquí distinguir: el amor que se identifica con la «simple volición», que es el acto primero de la voluntad, y el amor que es objeto de una elección precedente, y que por eso se llama «dilección» o «predilección». En el primer caso se trata del acto de la voluntad que versa sobre el bien sin más (o sobre el fin absolutamente último), y por ello es necesario y no libre. Así entendido, se puede restablecer un paralelismo entre el amor racional y el amor sensible, en contraste con la «intención» y el «deseo», por un lado, y la «fruición» y el «gozo», por otro. En efecto, lo que es el deseo en el orden sensible es la intención en el racional, y

lo que es el gozo en el orden sensible es la fruición en el racional. Por eso, lo que es el amor en el orden sensible es la simple volición en el racional. Pero, como hemos dicho, no es ésta la única manera de entender el amor racional. Está también la dilección, y aun se puede decir que ésta es amor racional en sentido más pleno. Santo Tomás escribe: «La dilección añade sobre el amor una elección precedente, como su nombre indica: por lo cual la dilección no se encuentra en el apetito concupiscible, sino sólo en la voluntad, y únicamente en la naturaleza racional» 1. 2. Amor de persona y amor de cosa En la infancia los niños se encuentran en el periodo sensitivo perfecto para que hagamos del buen humor una forma de ser, una postura ante la vida. Educar a los hijos felices les ayudará a contar con recursos para superar los problemas y disgustos que les sobrevengan más adelante. Ahora bien, este amor propiamente racional que es la dilección puede presentar dos formas esencialmente distintas, a saber: el amor «de dominio» y el amor «de comunión». Veamos el sentido de esta división en un famosos texto de Santo Tomás, que reza así: «Dice Aristóteles que ‘amar es querer el bien para alguien’, y siendo esto así, el movimiento del amor tiene dos términos: el bien que se quiere para alguien, ya sea uno mismo, ya otra persona, y ese alguien para quien se quiere el bien. Al susodicho bien se le tiene amor de concupiscencia [o de dominio], mientras que a la persona para quien se quiere ese bien se le tiene amor de amistad [o de comunión]. Por lo demás, esta división es análoga o con orden de prioridad y posterioridad. Pues lo que se ama con amor de amistad es amado de manera absoluta y directa, mientras que lo que se ama con amor de concupiscencia es amado de manera relativa e indirecta, es decir, en orden a otro. El ente propiamente dicho es lo que existe en sí, es decir, la sustancia, mientras que el ente en sentido impropio es lo que existe en otro, o sea, el accidente. De parecida manera, el bien, que se identifica con el ente, si se toma en sentido propio, es lo que tiene en sí mismo la bondad, y si se toma impropiamente es lo que tiene la bondad en otro. En consecuencia, el amor por el que se ama algo que es en sí mismo bueno es amor en sentido pleno; pero el amor con que se ama algo que sólo es bueno en orden a otro es amor en sentido deficiente y derivado» 2. O sea, que el amor de amistad (o de comunión) va hacia su término —en todo caso una persona— estimándolo como un bien sustantivo o en sí, como algo de suyo valioso y de suyo amable; capaz, por tanto, de finalizar de un modo definitivo el impulso amoroso; mientras que el amor de concupiscencia (o de dominio) se dirige a su término —siempre una cosa— estimándolo como un bien adjetivo o relativo, como algo que sólo es amable por referencia a otro —a una persona— capaz de poseerlo o disfrutarlo. Dicho de otra manera: se ama a las personas por sí mismas, por el valor que en sí mismas tienen, y éste es el amor de comunión; pero a las cosas se les ama en orden a alguna persona —que puede ser la misma que ama u otra—, y éste es el amor de dominio. Por lo demás, resulta claro que el amor de persona es amor en sentido más pleno y perfecto que el amor de cosa. Aquél se dirige a un término más noble y elevado, que es valorado por sí mismo;

éste se orienta a un término más bajo, que no es estimado por sí mismo, sino en orden a otro. Desde otro punto de vista, el amor de persona es más perfecto, porque procede de una fuente más perfecta: la inclinación a comunicar nuestros propios bienes; mientras que el amor de cosa tiene su origen en la inclinación a adquirir lo que nos falta. La distinción entre persona y cosa, que es la base de la división del amor arriba apuntada, hay que entenderla como la distinción que hay entre la sustancia espiritual y todo lo demás. En este «todo lo demás» entran, por supuesto, las sustancias corpóreas, pero también los accidentes, tanto de la sustancia corpórea como de la misma sustancia espiritual. Así, por ejemplo, la «ciencia» es una cosa, y una cosa es también la «virtud», que son accidentes de la sustancia espiritual. Por descontado, también son cosas las sustancias corpóreas, tanto las inanimadas (una piedra) como las animadas (una planta, un animal), y también, según hemos dicho, los accidentes de estas sustancias (la cantidad, la cualidad, etc.). Desde el punto de vista del bien esa distinción entre persona y cosa coincide casi exactamente con la distinción entre fin y medio. La persona es siempre un fin (y precisamente un fin objetivo), mientras que la cosa, ora es un medio en sentido estricto, ora es un fin subjetivo, es decir, aquel acto mediante el cual alguien se posesiona del fin objetivo. Por lo demás, si atendemos a esa otra división del bien en útil, deleitable y honesto, tendremos que la persona es siempre un bien honesto, mientras que la cosa, o es un bien útil, o incluso un bien deleitable. De aquí se sigue que el amor tiene un orden o una norma objetivos: a las personas se las ama por sí mismas (como se ama por sí mismo el fin objetivo), y a las cosas se las ama en orden a las persona (como se ama a los medios por el fin, y al fin subjetivo por el fin objetivo); y si este orden o esta norma son alterados, entonces estamos ante una aberración del amor. Por lo demás, esa aberración puede adoptar tres formas: la que consiste en amar a las personas como si fueran cosas; la que resulta de amar a las cosas como si fueran personas, y la que se concreta en amar a las personas como si fueran personas, y la que se concreta en amar a las personas sin amar cosa alguna para ellas. Santo Tomás, en el texto citado poco ha, establece una analogía entre la relación sustancia-accidentes y la relación amor de persona-amor de cosa. Pues bien, sería falsear la relación sustancia-accidentes, ya el tomar a los accidentes por sustancias, ya el tomar a las sustancias por accidentes, ya, por último, el tomar a las sustancias en su puridad, sin el complemento necesario que los accidentes son para ellas. Y esto es lo mismo que ocurre con la relación amor de persona-amor de cosa. En efecto, si amamos a las personas como si fueran cosas, estamos instrumentalizando a aquéllas, convirtiéndolas en medios, cuando por su propia naturaleza son fines; si amamos a las cosas como si fueran personas, estamos personalizando a las cosas, es decir, las sustantivizamos y espiritualizamos, hacemos de ellas fines, siendo así que son medios; y si amamos a las personas sin amar cosa alguna para ellas, estamos separando los medios de los fines, o lo que es peor y más aberrante, estamos separando el fin objetivo

(aquello que se ama) del fin subjetivo (el acto por el que nos unimos con aquello que se ama). Pasando a otro asunto, puede alguien preguntarse cómo el amor de persona, que es amor de un fin (porque la persona es fin) puede adoptar la forma de dilección, es decir, de amor que viene precedido de una elección. Porque el fin no se elige, sino que lo que se elige son los medios. A esto hay que responder que toda persona es fin, pero no toda persona es fin último, y sólo éste se quiere necesariamente, es decir, no puede ser objeto de elección. En realidad, la única persona que es fin último es la Persona divina, Dios mismo. Y aún en este caso habría que precisar; porque lo que el hombre quiere necesariamente es la felicidad, que es su fin último, y precisamente bajo la razón de felicidad —el bien más alto y que sacia plenamente nuestros anhelos—; por eso cualquier concreción de la felicidad en este o en aquel bien, ya no se quiere necesariamente, sino libremente, y por tanto puede ser objeto de elección. Esto ocurre, por supuesto, cuando concretamos la felicidad de Dios o en la Persona divina. Por eso, también respecto a Dios cabe la dilección humana. 3. Las causas del amor Y ahora vamos a examinar brevemente las causas del amor. Tres son las causas que pueden asignarse al amor, a saber: el bien, el conocimiento y la semejanza. En efecto, siendo el amor una tendencia, debe tener un origen y un término, y así se le podrá buscar la causa por ambos extremos. Pues bien, la causa del amor por parte de su término es el bien, mientras que la causa por parte de su origen es la semejanza. A lo que hay que añadir la condición necesariamente requerida para que el bien ejerza su causalidad propia, condición que es el conocimiento. Con lo que resultan las tres causas apuntadas. El bien es la causa objetiva del amor en su acepción más amplia. En efecto, el amor siempre se dirige a un bien, ya sea real, ya sea aparente. Si alguna vez se ama un mal esto no es sino porque se presenta como bien (bien aparente) o porque se halla ligado necesariamente a un bien. En este último caso, lo que se ama verdaderamente siempre es el bien y no el mal que lleva anejo. O dicho de otro modo: el bien es objeto per se del amor, mientras que el mal es sólo objeto per accidens. Por lo demás, ya hemos visto antes cómo la división del bien en fin y medios sirve de fundamento para la división del amor en amor de persona y amor de cosa. El conocimiento es la condición necesaria para que el bien ejerza sobre la tendencia consciente la causalidad que le es propia. Nada es querido si antes no es conocido, ya sea con un conocimiento perfecto, ya sea con un conocimiento imperfecto, confuso, sumario. Por ello, como dice Santo Tomás, «el conocimiento es causa del amor por la misma razón por la que lo es el bien, el cual no puede ser amado si no es conocido» 3.

Podemos detenernos un poco más en las relaciones entre el conocimiento y el amor. Mirado desde un ángulo, el amor parece preceder al conocimiento, pues toda actividad consciente (también el conocimiento) arranca del amor. Muchas veces deseamos conocer algo, y aquí es claro que el deseo (o el amor) precede a ese conocimiento que vamos buscando. Sin embargo, mirado desde otro ángulo, el conocimiento precede siempre al amor, pues éste es un impulso hacia el bien conocido; nada se ama si antes no se conoce. La verdad es que hay una mutua implicación entre el conocimiento y el amor. Si se atiende a la especificación o determinación del acto de amor, quien lleva la primacía es el conocimiento, pero si se atiende al ejercicio de dicho acto, la primacía corresponde al mismo amor, al menos en el nivel de la voluntad, que es libre. Por lo demás, cuando deseamos conocer algo partimos ya de algún conocimiento, pues, como dice Santo Tomás: «el que busca la ciencia no la ignora por completo, sino que la conoce en alguna medida, ya sea en general, ya en algún efecto de ella, o porque oye alabarla» 4. La diferencia fundamental entre el conocimiento y el amor es la siguiente: tanto el conocimiento como el amor entrañan cierta trascendencia, cierta superación de la individualidad, y se constituyen así en sendas fuerzas unitivas por las que el sujeto que conoce o ama se une con lo conocido o amado; pero de muy diversa manera. El conocimiento entraña una posesión puramente representativa o intencional; por el conocimiento el sujeto se une con lo conocido, pero no en el mismo ser real que lo conocido tiene en sí, sino en el ser representativo que tiene en el cognoscente. En cambio, por el amor el sujeto tiende a la posesión real de lo amado, a unirse con éste según su ser real y no sólo en la representación o en la «especie impresa» o en la «expresa». Por esta razón escribe Santo Tomás que «el amor es más unitivo que el conocimiento» 5. Insistamos todavía en esa unión real que el amor procura o mantiene. Amor y unión real son términos que se implican y se suponen mutuamente. El amor importa la unión real del amado y del amante, y a su vez esta unión real está suponiendo el amor. Y es que éste se halla precedido, constituido y seguido por aquélla. Santo Tomás lo explica así: «La unión implica una triple relación respecto al amor. Hay una primera unión que es causa del amor, y ésta es: la unidad sustancial, por lo que se refiere al amor con que uno se ama a sí mismo, y la unión de semejanza, por lo que toca al amor con que uno ama a otro. Una segunda unión es esencialmente el mismo amor, y ésta es la unión por sintonía de afectos, la cual se asemeja a la unidad sustancial en cuanto que, en el amor de persona, el amante se comporta por respecto al amado como consigo mismo, y en el amor de cosa, como con algo suyo. Una última unión es efecto del amor, y ésta es la unión real que el amante busca con el amado; y esta unión es según la conveniencia del amor; y así cita Aristóteles una frase de Aristófanes que dice que los amantes desean de dos hacerse uno, pero toda vez que sucedería que a los dos o por lo menos uno de ellos se destruiría, buscan la unión que es conveniente y adecuada, a saber, la convivencia, el coloquio y otras parecidas» 6. Pero esto nos lleva como de la mano a hablar de la tercera causa del amor: la semejanza. La semejanza es causa del amor atendiendo a su origen. Pero hay

que advertir que la semejanza puede ser doble: una perfecta o en acto (que se da cuando dos sujetos convienen en la misma forma), y otra imperfecta o en potencia (que se da cuando un sujeto tiene una forma y el otro no la tiene, pero aspira a tenerla y está capacitado para recibirla). La primera semejanza es causa del amor de comunión (o de amistad), y la segunda, del amor de dominio (o de concupiscencia). Santo Tomás lo expresa así: «La semejanza, propiamente hablando, es causa del amor. Pero conviene advertir que la semejanza puede entenderse de dos maneras: una cuando los dos semejantes poseen en acto una misma cualidad (...); otra, teniendo uno en potencia y con cierta inclinación a ello lo que el otro posee en acto (...); o también en cuanto que la potencia tiene semejanza con el acto, puesto que en la misma potencia está en cierto modo el acto. El primer modo de semejanza produce el amor de amistad o de benevolencia, puesto que, por lo mismo que dos seres son semejantes, al tener en cierto modo la misma forma, son como uno solo en aquella forma (...); y por ello el afecto de uno se dirige hacia el otro como hacia sí mismo, y quiere el bien para el otro como para sí mismo. El segundo modo de semejanza produce el amor de concupiscencia (...); porque cada ser existente en potencia, en cuanto tal, tiene naturalmente el apetito de su acto, y si posee sensibilidad y conocimiento, se deleita en su consecución» 7. Por lo demás, hay que aclarar que la semejanza de que aquí se habla como causa del amor de amistad, no es ningún parecido externo, sino una afinidad profunda, que lleva a una sintonía de pensamientos y de afectos. 4. Los efectos del amor Y ahora pasemos a tratar de los principales efectos del amor y que se pueden reducir a cuatro: la unión, la mutua inhesión, el éxtasis y el celo. Poco vamos a decir del primero de ellos. Como señalamos más atrás, la unión entre el amante y el amado precede, constituye y sigue al amor. Lo precede porque el amor se funda en la unión, ya sustancial (en el amor de sí mismo), ya de semejanza (en el amor de otro). Lo constituye, porque el amor es precisamente una unión afectiva, una sintonía de afectos. Y finalmente, lo sigue, porque el amor lleva a la unión real del amante y del amado; pide de dos hacerse uno, aunque siempre según la conveniencia del amor. La mutua inhesión es una resultancia de la unión que el amor implica; es la forma característica en que se concreta la unión amorosa. En virtud de la inhesión mutua el que ama está en lo amado y, a su vez, lo amado está en el que ama. Y esto se realiza tanto en la dimensión congnoscitiva del hombre, como en su dimensión afectiva; y además toma diferentes inflexiones si se trata del amor de cosa y si se trata del amor de persona. Consideremos, en primer lugar, la mutua inhesión en el plano cognoscitivo. En este plano puede decirse que lo amado (sea una cosa, sea una persona) está en el que ama, porque está presente en el conocimiento de este último; presente de una manera estable, porque el amante está siempre, o casi siempre, pensando en

aquello que ama. Si es una cosa, examinando todo lo que puede hacer con ella, para lo que la puede utilizar, incluso viendo los servicios que esa cosa puede rendir a otras personas amigas; y si se trata de una persona, considerando simplemente las excelencias de la misa, sus valores, sus buenas cualidades. Pero también puede decirse que el amante está en lo amado, es decir, que se traslada al interior de lo amado, por el conocimiento, en cuanto que no se contenta con una aprehensión superficial. Si lo amado es una cosa, quiere el amante conocer todos sus entresijos, su íntima constitución, sus cualidades más recónditas, todas las posibilidades de utilización (en el propio servicio o en servicio de los demás) de dicha cosa; y si lo amado es una persona, quiere asimismo el amante conocer lo más propio y más íntimo de esa persona, sus preferencias, su historia, su formación, sus aptitudes, sus secretos: penetrar, en una palabra, lo más posible en la intimidad de la persona amada. Consideremos ahora la mutua inhesión en el plano afectivo. En esta otra dimensión se dice que lo amado (cosa o persona) está en el amante cuando hay entre ellos una unión afectiva, de suerte que, si lo amado está presente, el amante se deleita en él, y si está ausente, tiende a él con ardiente deseo. Y esto de manera distinta si se trata del amor de cosa que si se trata del amor de persona; porque en el primer caso, se busca el bien que esa cosa pueda proporcionar a uno mismo o a otra persona; pero en el segundo caso, se tiende a la persona amada, no por alguna razón extrínseca o por alguna utilidad que puede reportar, sino por la misma complacencia que produce dicha persona, complacencia que está radicada en lo más íntimo del amante. Por eso el amor es algo que arraiga muy hondo, y se habla de «entrañas de amor». Pero también se puede decir, en este orden efectivo, que el amante está en lo amado, y de manera también diferente si se trata de una cosa o si se trata de una persona. Tratándose de una cosa, el amante está en lo amado, porque no se contenta con una posesión superficial o con un disfrute ligero de la cosa amada, sino que quiere tenerla o dominarla perfectamente, como calando hasta lo más íntimo de ella; este amor tiende a que la unión con la cosa amada sea lo más estrecha, lo más posesiva, lo más duradera posible. Y si lo amado es una persona, el amante está realmente en la persona amada, porque reputa los bienes y los males de esa persona como si fueran suyos propios, y la voluntad de ella, como si fuera la de él, de modo que se goza o se entristece al par que la persona amada, y se identifica con sus quereres. En una palabra, el amante se hace una misma cosa con el amado, se pone en lugar de él, y así se puede decir que está en él o vive en él. Algo semejante cabe decir de otro de los efectos del amor, que es el éxtasis, la salida de sí. El éxtasis se da también en el orden cognoscitivo y en el afectivo. En el orden cognoscitivo puede hablarse de éxtasis en sentido lato siempre que conocemos algo distinto de nosotros, y puede conducir a una elevación de nuestro ser, en cuanto la mirada del espíritu se dirige a objetos superiores, o a un rebajamiento, en la medida en que dirigimos nuestra capacidad cognoscitiva a objetos inferiores. Pero en sentido propio el éxtasis comporta una cierta superación de las fronteras connaturales de nuestro conocimiento, tanto sensible como racional, bien porque seamos llevados a conocer o vislumbrar realidades

que exceden la capacidad de nuestra razón (así tenemos los arrobamientos y las inspiraciones), bien porque caigamos en el furor o en la locura, que deprimen o trastornan nuestra razón, motivo por el cual de una persona loca o furiosa se dice que «está fuera de sí». Con todo, el éxtasis en el orden cognoscitivo sólo tiene una relación indirecta con el amor: concretamente cuando nuestra capacidad cognoscitiva se concentra de tal modo en lo amado que apenas se puede ya pensar en otra cosa. Donde verdaderamente tiene que ver el éxtasis con el amor es en el orden afectivo, y especialmente en el amor de persona. Porque en el amor de cosa no se da tanto una salida de sí por el afecto, ya que lo que dicho amor busca es unir la cosa con nosotros mismo (o con otros), ponerla bajo nuestro dominio (o bajo el dominio de otros). Se dice aquí que el amante sale de sí mismo porque, no contento con gozar del bien que tiene, quiere alcanzar algún otro bien fuera de sí; pero, en último término, lo que busca es unir ese bien extrínseco a sí mismo, hacerlo suyo (o de otra persona), y así no sale el amante plenamente de sí mismo, sino que retorna a sí. En cambio, en el amor de persona, la salida, el éxtasis, es completa (dentro de lo posible), porque en este amor el afecto del amante sale simplemente fuera de él, ya que busca sólo el bien de la persona amada, y obra con la mira puesta en ella, cuidando de la misma como si de sí propio se tratase, poniéndose en lugar de ella por el puro amor que le tiene. Por último, digamos algo del celo, que también es efecto del amor. «El celo —escribe Santo Tomás— dice propiamente cierta intensidad del amor, por la cual el que ama intensamente nada soporta que repugne a su amor» 8. El celo es distinto cuando se trata del amor de cosa que cuando se trata del amor de persona. En el primer caso, «el que ama intensamente alguna cosa se mueve contra todo aquello que impida la consecución o disfrute pacífico de esa cosa; y en este sentido se dice que los maridos celan a sus mujeres, a fin de que por la compañía de otros no quede impedida la exclusividad que buscan en ellas; y asimismo los que buscan destacar se vuelven contra aquellos que parecen aventajarles, como impidiendo su preeminencia» 9. Mas en el caso del amor de persona, dicho amor «busca el bien del amigo; por lo cual, cuando es intenso, impulsa al hombre contra todo lo que es opuesto al bien del amigo; y en este sentido se dice que uno tiene celo por su amigo cuando se esfuerza por rechazar todo lo que se hace o dice contra el bien del mismo; e igualmente se dice que uno tiene celo por Dios cuando procura en lo posible rechazar todo lo contrario al honor o voluntad de Dios» 10. Y es natural que así sea, porque si, por la mutua inhesión y el éxtasis, el amante vive en el amado y para el amado, cualquier cosa que lesione al amado lesiona en realidad al propio amante. 5. El amor humano Y ahora digamos algo del amor propiamente humano, que es el amor entre el hombre y la mujer. No deja de parecer sorprendente que dicho amor sea considerado por Santo Tomás, en un texto citado poco ha, como un ejemplo de amor de cosa. El texto en cuestión trata del celo como efecto del amor de cosa (amor de concupiscencia) y

dice que de esa manera «los maridos celan a sus mujeres». Ahora bien, no hay que dejarse llevar de un solo texto, por muy rotundo que pueda parecer. Para el mismo Santo Tomás el amor entre el hombre y la mujer, como amor esencialmente humano que es, constituye una especie de amor de persona o amor de amistad. Lo que ocurre es que se trata de una especie muy peculiar dentro de ese género que es el amor personal, de una persona a otra, y precisamente porque la persona humana es esencialmente distinta de las demás personas creadas (los ángeles) y, por supuesto, de la Persona increada (Dios). Aquello en lo que es distinta de las demás personas creadas es su naturaleza corporal o reiforme. La persona humana es una persona tal que al mismo tiempo es cosa. No es que sea una mezcla de persona sin más y cosa sin más; sino una persona que lo es de tal manera que al mismo tiempo es cosa, y una cosa que lo es de tal modo que a la vez es persona. O dicho de otra forma: la persona humana es a la par corpórea y espiritual; espiritual de tal manera que puede ser y es al mismo tiempo corpórea, y corpórea de tal modo que puede ser y es a la vez espiritual. Lo corpóreo o cósico, pues, no está en nosotros separado de lo espiritual o personal; sino que lo primero matiza y penetra íntimamente a lo segundo, así como lo segundo modula y cala íntimamente a lo primero. Por ejemplo, la diferencia entre los sexos es en primer término una diferencia corporal, pero en nosotros no es solamente corporal, sino que penetra o invade todo lo personal o espiritual. De aquí que el amor humano propiamente dicho no sea sólo genéricamente amor entre personas (en todo semejante al amor que existe entre las demás personas creadas), sino que es específicamente un amor propio de las personas humanas, las cuales, al mismo tiempo que son cosas, son personas. Por eso el amor humano resume en sí lo que pertenece al amor de persona y lo que corresponde al amor de cosa. Y no se diga que estos dos amores son incompatibles entre sí; por el contrario, son compatibles en el mismo sujeto y respecto al mismo objeto en igual medida en que son compatibles en una misma realidad la naturaleza de cosa y la naturaleza de persona, que es lo que sucede con la persona humana. Pues bien, es característico de los bienes materiales (y en general, de las cosas) que no pueden ser disfrutados por varios sujetos a la vez, sino que piden una pertenencia en exclusiva. En realidad cuando varios disfrutan de un mismo bien material, no disfrutan del mismo bien, sino de partes distintas de dicho bien. Por el contrario, es característico de los bienes espirituales (y especialmente, de las personas en cuanto tales) que pueden ser disfrutados por muchos a un tiempo, sin que disminuyan o tengan que distribuirse. Por eso, como el amor humano, aunque es amor entre personas, es también amor de una persona a una cosa, nada tiene de extraño que reclame la exclusividad que es propia del amor de cosa, y así el amor entre el hombre y la mujer reclama esa exclusividad, y la reclama precisamente por lo que ambos (hombre y mujer) tiene de cosa, es decir, de corpóreo. El hombre ama en la mujer, no sólo su espíritu, sino también su cuerpo, y lo mismo, la mujer en el hombre. Pero el amor del cuerpo del otro tiene que ser exclusivo, como lo es el amor de cualquier cosa, de cualquier cuerpo. Por lo demás, como en nosotros la dimensión de cosa no está separada de la dimensión

de persona, esa nota de exclusividad que se da en el amor propiamente humano por el hecho de que el hombre y la mujer tienen un cuerpo, afecta también a la dimensión personal de los dos, como vimos que la afectaba el sexo; y así todo ese amor queda transido de una cierta condición cósica. En este sentido, y sólo en este sentido, Santo Tomás cataloga al amor entre el hombre y la mujer dentro del amor de cosa. Por otra parte, así como en nosotros la dimensión espiritual queda afectada por la corporal, así también la dimensión corporal queda afectada por la espiritual; y de esta suerte el amor del hombre y la mujer no es sólo el de una persona por una cosa, sino precisa y fundamentalmente el amor de una persona por otra persona, y por eso tiene todas las notas de éste, a saber, es amor de amistad, de comunión, de entrega. Por lo demás, la manera precisa como aquí se enlazan el amor de persona y el amor de cosa no es la expuesta más atrás donde considerábamos a la persona y a la cosa como objetos distintos de amores distintos. En este supuesto el amor de cosa se subordina al amor de persona, como distinto de él, pues las cosas se quieren para las personas; pero en el caso del amor humano el mismo es el objeto del amor de persona que el del amor de cosa: son dos amores fundidos que versan sobre un único objeto que es a la vez cosa y persona; por eso no hay aquí subordinación de un amor al otro como si fueran distintos, sino una cierta compenetración de los dos, con mutuas influencias del primero sobre el segundo y del segundo sobre el primero; y supuesta esa compenetración, una cierta ordenación del amor de cosa al de persona, en todo semejante a la ordenación de nuestro cuerpo respecto de nuestro espíritu. 6. La permanencia del amor Una propiedad del amor de persona (y consiguientemente, del amor humano en cuanto es también un amor personal) es la permanencia o estabilidad. Es una permanencia que se funda en la firmeza y estabilidad de los sujetos entre los que dicho amor se da, es decir, de las personas. Las personas en efecto son mucho más estables que las cosas. Como dijimos más atrás, las cosas son, por una parte, las sustancias corpóreas, y por otra, los accidentes, tanto corpóreos como espirituales. Pues bien, las sustancias corpóreas son perecederas, corruptibles; es decir, tienen un grado de firmeza bien pequeño; y los accidentes, tanto si corresponden a la sustancia corpórea, como si pertenecen a la espiritual, son también muy perecederos y de poca estabilidad. En cambio, las personas, es decir, las sustancias espirituales, son por su propia naturaleza indestructibles. Por otro lado, el amor, tanto si es de persona como si es de cosa, no se queda nunca en la superficie, sino que, por el efecto que acarrea de la mutua inhesión, penetra hasta lo más íntimo del objeto amado. Y es en esa intimidad en la que arraiga. Por consiguiente, aunque varíen los accidentes más o menos externos, mientras permanezca invariable la intimidad de lo amado, también permanecerá invariable al amor. Como dijimos más atrás, el amor propiamente humano es como una síntesis del amor de persona y del amor de cosa. Pues bien, por lo que tiene de amor de persona es indestructible por naturaleza, pues indestructibles son tanto el sujeto

como el objeto; y por lo que tiene de amor de cosa, es permanente por todo el tiempo que dura el cuerpo, es decir, es permanente hasta la muerte. Y no puede menoscabarse este amor porque se menoscaben el vigor, la hermosura o la salud corporales de la persona amada; pues la elección que precede a este amor no se ha hecho atendiendo a lo que hay de caduco en cada uno de nosotros, sino a lo que hay de permanente; no teniendo en cuenta lo superficial y periférico, sino lo hondo y lo íntimo. Por eso, el amor entre el hombre y la mujer debe durar al menos todo lo que dura la vida humana o la unión del alma y el cuerpo. Que la elección que precede al amor es irrevocable, y por consiguiente también el amor mismo, se echa de ver en que no es una elección caprichosa o arbitraria, sino fundada en el valor mismo de la persona amada, que es inmutable. Cuando el amor es verdadero no está fundado en las cualidades corporales de una persona ni tampoco en sus cualidades espirituales; está fundado en la persona misma, en su sustancia, que es a la par espiritual y corporal. Por eso, mientras no cambie el fundamento del amor no tiene por qué cambiar el amor. De donde el amor entre personas debe durar todo lo que duren dichas personas. Por su propia naturaleza es un amor permanente hasta la muerte. 1. S. Th., 1-2, 26, 3. 2. S. Th., 1-2, 26, 4. 3. S. Th., 1-2, 27, 2. 4. S. Th, 1-2, 27, 2, ad 1. 5. S. Th, 1-2, 28, 1, ad 3. 6. S. Th, 1-2, 28, 1, ad 2. 7. S. Th., 1-2, 27, 3. 8. In Ioannem, cap. 2, lect. 2, n. 8. 9. S. Th., 1-2, 28, 4. 10. S. Th., 1-2, 28, 4.

Esencialismos y diferencia sexual Raúl Espinoza Aguilera

En las últimas décadas, el feminismo académico norteamericano vertebrado en torno a los Women's Studies ha puesto en boga la acusación de "esencialismo" para desautorizar las posiciones opuestas a la tradición dominante en su seno. En cierto modo, "esencialista" se ha convertido en un insulto descalificador del adversario, como puede serlo el epíteto "fundamentalista" en las sociedades democráticas o lo fue "fascista" en las comunistas. De modo similar, los estudios feministas huyen del esencialismo como de la peste y emplean la acusación de "esencialistas" para descalificar a sus oponentes. Victoria Camps escribía en Virtudes públicas que no hablaba ella "de una esencia de lo femenino, pues me repelen los "esencialismos" y Alicia Puleo diagnosticaba la "inquietante tendencia" de algunas feministas "hacia la revalorización de las virtudes femeninas y de la distribución de papeles según el sexo que en los años setenta fueron vigorosamente combatidas. La tentación esencialista de aceptar la diferencia (...) entre los sexos se abre camino fácilmente debido, en parte, al clima de escepticismo y decepción acarreado por la caída de los paradigmas revolucionarios, por la recesión económica y el auge del pensamiento de derechas" ("De Marcuse a la Sociobiología: La deriva de una teoría feminista no ilustrada", en Isegoría). Estas palabras muestran con claridad que, bajo la acusación de esencialismo, Puleo está aludiendo al reconocimiento de la diferencia entre los sexos. Si solo fuera esto, podría parecer una trivialidad, pues la diferencia de los seres humanos por su condición sexuada es tan obvia que solo puede haber pasado por alto a los filósofos. Cuando en el debate feminista las o los contendientes se acusan mutuamente de "esencialistas", emplean ese epíteto con un carácter equívoco, esto es, en sentidos muy diversos y en cierto modo opuestos. Esencialismos y constructivismo Como ha señalado Diana Fuss, no hay, por así decirlo, una "esencia del esencialismo", sino que solo podemos hablar en plural de esencialismos. En este

contexto, puede definirse típicamente la concepción esencialista como aquélla opuesta a las diferencias entre los sexos, como aquélla que sostiene que la esencia común humana anula o torna meramente accidentales las diferencias entre mujeres y varones. Pero, por otra parte, son también tachados de esencialistas quienes reconocen una diferencia biológica radical entre varones y mujeres que da razón de los géneros. En este sentido, ambas concepciones esencialistas serían opuestas entre sí y el esencialismo en cuanto tal se definiría entonces por su contraste con el constructivismo, que sostiene que las diferencias no son innatas, sino culturalmente construidas, enseñadas o impuestas por toda una educación orientada en esa dirección. En la perspectiva constructivista, los géneros masculino y femenino son construcciones culturales relativas a cada sociedad de las que la común esencia humana se reviste en cada caso, de acuerdo con la influencia del entorno o con la orientación personal. A pesar de la frontal oposición entre esencialismo y constructivismo, puede advertirse que "la barrera entre esencialismo y constructivismo no es en modo alguno tan sólida e infranqueable como suponen los defensores de ambos lados", pues "el esencialismo y el constructivismo están profunda e inextricablemente coimplicados el uno con el otro" (D. Fuss, en Essentially Speaking: Feminism, Nature and Difference, 1989). La polémica sobre las diferencias entre varones y mujeres está anclada en una polémica de un calado todavía mayor, como es la cuestión acerca de las relaciones entre biología y cultura para la configuración del género humano en cuanto tal, en su especificidad y en la singularidad de cada uno de los seres humanos. Los problemas que en ese debate están en juego son los que afligen más gravemente a nuestra cultura y, en cierto sentido, a cada uno de sus miembros individualmente. ¿La condición sexuada del ser humano es un producto de la biología o es más bien una construcción social? ¿Los estereotipos de varón y de mujer tienen una base biológica natural o corresponden más bien en cada sociedad a una distribución convencional de los papeles por la que los varones han dominado históricamente sobre las mujeres? A un nivel más personal, ¿cuáles son las maneras genuinamente humanas de relacionarse varones y mujeres? ¿la orientación sexual es realmente objeto de elección? ¿tiene límites la fantasía sexual? ¿hay virtudes propias de cada sexo? A un nivel más social, ¿qué lugar tienen en una sociedad plural y democrática la promiscuidad sexual, la prostitución, la pornografía? o ¿cómo valorar las conductas homosexuales o las conductas homofóbicas? En este sentido, la polémica sobre el esencialismo y la diferencia sexual brinda un buen punto de partida para el progreso en la comprensión de estos difíciles problemas. Un error sentimental Aunque sea una cierta simplificación, cabe identificar dos tipos o niveles de esencialismo. El primer nivel es el del esencialismo de la diferencia, el de quienes sostienen con gran dosis de sentido común lo que siempre han sabido todos los seres humanos: que hay diferencias sexuales que están basadas en la biología. Camille Paglia ha escandalizado al mundo académico de las feministas

norteamericanas al sostener -muchas veces de modo provocativo- esta tesis. Paglia acusa a las académicas feministas de haberse dejado engañar por Rousseau -como ella fue engañada en los años sesenta- al pensar que la madre naturaleza es benevolente, que todos los individuos nacemos iguales e igualmente buenos y que es la sociedad, el entorno, la educación, quienes introducen la diferencia y la desigualdad y, con ellas, la violencia y la opresión. Esta concepción rousseauniana, dominante en los últimos veinte años en la defensa de la igualdad entre los sexos, es un error sentimental; las relaciones entre varones y mujeres no son relaciones de igual a igual: "Los sexos están en guerra uno contra otro. Eso es parte del atractivo y del interés del sexo". La sexualidad, que en muchas ocasiones escapa a nuestro control, se debe en última instancia a las hormonas que producen en los varones una mayor agresividad y en las mujeres una mayor receptividad. La diferencia sexual fundamental y originaria está anclada en la biología, en la diversa "identidad hormonal": "Puedo declarar que lo que en mí es hembra viene de la naturaleza y no de la educación" (Camille Paglia, Sex, Art, and American Culture). Las afirmaciones de Paglia dan luz acerca del núcleo polémico del esencialismo de la diferencia, aunque en su caso el reconocimiento de las diferencias y de la profunda desigualdad no cuestione la común humanidad. La diferencia entre los sexos se muestra sobre todo en las relaciones entre varones y mujeres que con notable frecuencia están marcadas sexualmente. Por una parte, como afirma Paglia, "la agresividad y el erotismo están profundamente imbricados. La caza, persecución y captura están programadas biológicamente en la sexualidad del macho. Generación tras generación los varones han de ser educados, refinados, persuadidos éticamente para rechazar su tendencia a la anarquía y la brutalidad. No es la sociedad el enemigo, como ignorantemente sostiene el feminismo. La sociedad es la protección de la mujer contra la violación". Pero, por otra parte, puede reconocerse también con Paglia que las mujeres son realmente el sexo dominante: "Lo que han de advertir las mujeres es su dominancia como sexo. El poder sexual de las mujeres es enorme. Todas las culturas lo han visto. Los varones lo saben. Las mujeres lo saben. La única gente que no lo sabe son las feministas". Camille Paglia recomienda a las feministas el estudio de la historia de la sexualidad (por supuesto, no en términos foucaultianos), y el análisis de los mitos sexuales en la literatura, el arte y la religión. "En la mitología encontramos la ansiedad sexual de los varones, su miedo a ser dominados por las mujeres. Mucha de la violencia sexual de los varones está enraizada en su sentimiento de debilidad psicológica respecto de las mujeres". El estudio histórico de la evolución de la sexualidad humana y de su interpretación en las diferentes épocas ofrece una perspectiva más equilibrada y con mayor capacidad explicativa que las simplificaciones al uso acerca de la estructura machista de la sociedad. En la historia del sentimiento de inferioridad de los varones se inscribe, por ejemplo, una de las pesadillas -presente en muchas crónicas de la época- que angustiaba a los navegantes hacia América: la legendaria Isla de las Mujeres, que Colón identificó

con Matininó, en la que habitaban solo hembras guerreras que, como las amazonas de la Antigüedad, mataban a los varones que allí arribaban. Quienes sostienen este primer nivel de esencialismo tienden a pensar -ha señalado Badinter- que es la biología la que determina la esencia masculina y femenina, "que la diferencia irreductible entre los sexos es la ultima ratio de sus destinos respectivos y de sus mutuas relaciones" (E. Badinter, La identidad masculina). La tradición ilustrada de los siglos XVIII y XIX basó en la diferencia biológica entre los sexos la diferente educación que debía darse a niños y a niñas para que encarnaran la esencia masculina y la esencia femenina y desarrollaran las virtudes propias del varón y de la mujer respectivamente. La mayor parte de los defensores de la complementariedad entre los sexos y de la distinción entre virtudes femeninas y masculinas daban por supuesto -como en el caso de Rousseau- la natural y total subordinación de las mujeres a los varones. Se trataba de una idea mitológica muy simple, pero de una extraordinaria capacidad de persuasión (quizá en especial para los varones), que se ha conservado intacta a lo largo de los siglos (J. B. Torelló, en Psicología abierta). El esencialismo de la igualdad Por esta razón, el primer feminismo moderno de Mary Wollstonecraft (1792) lo que pedía para las mujeres era su reconocimiento como seres humanos en cuanto tales, independientemente de su condición sexuada. La virtud ha de significar lo mismo para un varón que para una mujer (J. Grimshaw, en "The Idea of a Female Ethic", Philosophy East & West); si no es así, el elogio del "eterno femenino" y de las virtudes femeninas se convierte en el más eficaz anestésico para el sometimiento de las mujeres a los papeles subordinados establecidos por el varón. Es aquí donde aparece el que he denominado segundo nivel del esencialismo, que defiende una esencia humana común a mujeres y varones cuya modalización sexual es accidental, variable, modulada culturalmente. Este esencialismo -enraizado en la tradición metafísica aristotélica y en el iusnaturalismo moderno- abstrae las diferencias individuales y las peculiaridades estereotipadas de género moldeadas social y culturalmente y es la base del movimiento moderno de emancipación de la mujer y de la conquista contemporánea de la efectiva igualdad de todos ante la ley con independencia de la condición sexual. Quizá el mejor exponente contemporáneo del esencialismo de la igualdad es el feminismo propugnado por Simone de Beauvoir en El segundo sexo. Aunque Beauvoir se consideraba profundamente antiesencialista -porque era radicalmente opuesta a quienes sostenían la especificidad de la esencia femenina- defiende una identidad universal del ser humano, una esencia humana común que fundamenta la igualdad de ambos sexos. La dificultad se encuentra en caracterizar una diferencia que no comprometa aquella igualdad básica. En cierto sentido, Simone de Beauvoir ofrece una teorización feminista de la subjetividad femenina que evita tanto el hiperconstructivismo como el esencialismo de la diferencia que

naturaliza la categoría "mujer". Sin embargo, buena parte del feminismo francés desde finales de los setenta estimó que El segundo sexo estaba "pasado", más aún, que su apelación final a la colaboración fraterna de mujeres y varones para instaurar un mundo de libertad estaba viciada de raíz por su conformación a un ideal masculino de liberación, y que su empleo habitual de un lenguaje sexista y sartreano mostraba su insensibilización ante la dominación masculina. El feminismo de la diferencia El feminismo de la igualdad -que tuvo gran expansión en los años sesenta y setenta- quería liberar a la mujer de su subordinación al varón mediante la afirmación de la individualidad, de la libertad personal de cada mujer en todos los órdenes de su existencia. Veinte años después de la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo y de un amplio rechazo de la maternidad, se desarrolló en Francia con sorprendente vigor un feminismo de la diferencia que denuncia las indeseables consecuencias que trajo en muchos casos aquel igualitarismo. Las mujeres se han encontrado sometidas a una doble jornada laboral y la prometida liberación sexual solo ha sido liberación efectiva para los varones, que han quedado eximidos de cualquier responsabilidad procreadora. "Para asemejarse a los varones, las mujeres se han visto obligadas a negar su esencia femenina y a ser un pálido calco de sus amos. Perdiendo su identidad, viven en la peor de las alienaciones y procuran, sin saberlo, la última victoria al imperialismo masculino" (S. Kruks, en "Genre et Subjectivité: Simone de Beauvoir et le Féminisme Contemporaine", Nouvelles Questions Feministes). Frente al feminismo igualitarista de Beauvoir y de los años sesenta, el nuevo feminismo de la diferencia vuelve a privilegiar la esencia femenina, la experiencia de la maternidad, la "escritura femenina" y las relaciones entre mujeres, aun a costa en algunos casos de la comprensión efectiva del sentido de la diferenciación sexual de varones y mujeres. Una visión extremista sería la de quienes defienden que "varones y mujeres deberán encontrarse simplemente para la inseminación" (Badinter), lo que renovaría así en cierta forma el mito de la Isla de las Mujeres a la que una vez al año acudían los varones para engendrar. Un rasgo quizá sorprendente del feminismo militante es la defensa de la homosexualidad femenina, ya como defensa de la continuidad entre heterosexualidad y homosexualidad, esto es, de la volubilidad del sujeto o la indiferencia del objeto de atracción sexual, ya como defensa de la orientación homosexual como positiva liberación de la naturaleza biológica. En principio, la defensa de la homosexualidad parece más congruente con el reconocimiento -como en Simone de Beauvoir- de una igualdad básica de todos los seres humanos, independientemente de su orientación sexual. Pero lo más sorprendente es que puedan ser calificadas como esencialistas autoras como Adrienne Rich, que sostiene que todas las mujeres son naturalmente lesbianas (Sobre mentiras, secretos y silencios) o Monique Wittig, que afirma que las lesbianas no son mujeres, pues "mujer" no es una categoría natural, sino una construcción política definida solo por su sometimiento al varón. Wittig incurriría en el denostado esencialismo, al homogeneizar la homosexualidad femenina

borrando las diferencias individuales. Estos ejemplos ilustran bien el modo en que el rótulo "esencialista" se emplea en el debate contemporáneo: se trata de un recurso retórico para descalificar al oponente que reconozca en los seres humanos la existencia de un estrato o componente de carácter natural y permanente, ajeno por tanto a su libertad individual y a su educación, en el que radique la diferenciación sexual (esencialismo de la diferencia) o en el que radique una indiferencia o igualdad más básica y fundamental (esencialismo de la igualdad). Nueva Revista 49

Climate Change by Numbers

Canales: BBC HD, miércoles y jueves 19 hrs. El clima de la Tierra está cambiando. Y comprender a cabalidad las razones de este cambio se ha convertido en uno de los mayores proyectos jamás emprendidos por los científicos. Pero, debido a su carácter épico, a la enorme escala de la investigación, se hace difícil comprender el fenómeno en su totalidad.

The ghost writer

Canales: Cinemax, lunes 20hrs. y domingo 21 hrs. Golden, martes 1:35 hrs., Platino, jueves 6:25 hrs. y sábado 21:45 hrs. The Film Zone, miércoles 15:30 hrs. y Viernes 13:55 hrs. AMC, domingo 20:30 hrs. Fox, martes 22:00 hrs. y viernes 13:45 hrs. Golden Edge, domingo 7:35 hrs.

Cuando un escritor británico, accede, muy a regañadientes, a terminar las memorias de un ex primer ministro, no imagina los problemas que enfrentará, en un proyecto que parece condenado a fracasar desde el principio y que incluso pondrá en peligro su vida.

The Tourist

Canales: Studio Universal, Viernes 22:45 hrs. y sábado 4:00 hrs.

Frank es un turista americano que viaja a Italia para tratar de recuperarse de un fracaso amoroso. Elise es una extraordinaria mujer que deliberadamente se cruza en su camino. Con el incomparable marco de Venecia como telón de fondo, Frank se deja llevar por la atracción del romance, pero en poco tiempo él y Elise se verán envueltos en un torbellino de intriga y peligro.

El cuarteto (Quartet)

Director: Dustin Hoffman Reparto: Maggie Smith, Tom Courtenay, Billy Connolly, Pauline Collins, Michael Gambon, Sheridan Smith, Luke Newberry, Jumayn Hunter Año: 2012 Duración: 95 min. País: Reino Unido Reino Unido Género: Comedia. Drama | Comedia dramática. Ópera

Netflix

Un grupo de viejos amigos que viven en una residencia para cantantes de ópera retirados organizan cada año, coincidiendo con el aniversario de Giuseppe Verdi, un concierto para recaudar fondos que les permitan mantener la casa en que viven. Los problemas surgen con la llegada de un nuevo residente que resucita una antigua rivalidad entre dos divos.

Little Boy

Director: Alejandro Monteverde Año: 2015 Género: Drama. Bélico Sinopsis: Años 40. En un pequeño pueblo de EEUU vive un niño de 7 años que padece problemas de desarrollo. Cuando su padre, casi su único amigo, se marcha al frente a combatir en la Segunda Guerra Mundial, el chico tendrá que enfrentarse no sólo a la crueldad de sus compañeros de clase, sino también a la de sus vecinos.

El poder del arte, la historia de un momento creativo (Vol. 2)

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: DOC 709 SCH 2007

Imp. / Ed.: México : BBC Video : On Screem Films : En Pantalla producciones Internacionales, 2007 Descripción: 4 videodiscos (ca. 400 min.) : son., col. ; 4 3/4 plg. Detalles de sistema: DVD multiregión.

Sinopsis: Lorenzo Bernini se nos presenta como escultor, arquitecto y compositor. En sus manos, las piedras parecen moverse y ondularse. Su santa de mármol levita y tiembla, cerniéndose por la frontera entre el misterio y la indecencia. Los devotos acuden en masa para ver este espectáculo, la devolución en el espíritu, un misterio que exuda el dolor y el placer.

El Ángel de los niños

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: PEL 200.92 ANG 2002 22

Imp. / Ed.: México : Mediatrade : Signo : Dimtec, 2002. Descripción: 1 disco (100 min.) : son., col. ; 4 3/4 plg. Sinopsis: Relata la historia de la vida del sacerdote italiano, el Beato Padre Carlo Gnocchi (1902-1956), (encarnado por Danielle Liotti), desde su actividad como capellán militar en el Batallón Alpino del Ejército Italiano hasta su muerte, en el hospital de Milán. Transcurre en Milán, Italia, en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Padre Gnocchi, estando en combate, se da cuenta de la situación de los niños de la guerra, los niños mutilados, a quien asistió y ayudó con amor, dando origen a su obra, la "Fondazione Pro Juventute" (hoy Obra Don Gnocchi).

La invención de Hugo Cabret

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: PEL 791.436 57 INV 2011 23

Imp. / Ed.: Hollywood, CA : Paramount Home Entertainment, 2012.

Descripción: 1 videodisco (126 min.) : son., col. ; 4 3/4 plg.

Detalles de sistema: DVD. Región 1 y 4. Sinopsis: Hugo Cabret es un niño de 12 años que vive con su padre, un hombre viudo, dedicado y cariñoso, maestro relojero en París, en 1931. El padre (Jude Law), lleva constantemente a Hugo al cine, y adora las películas de Georges Méliès, el mejor de todos los cineastas. El padre de Hugo muere en un incendio producido en un museo. Hugo queda bajo la tutela de su tío, un relojero alcohólico responsable del mantenimiento de los relojes en la estación de tren Gare Montparnasse. Su tío le enseña como ocuparse de los movimientos y luego desaparece. Hugo vive entre las paredes de la estación, ajustando los relojes, robando alimento y trabajando en el proyecto más ambicioso de su padre: la reparación de un autómata estropeado; un hombre mecánico supuestamente capaz de escribir con un pluma estilográfica. Hugo roba piezas mecánicas en la estación con la intención de reparar al autómata, pero un día es capturado por el propietario de una tienda de juguetes, llamado Georges Melies, que confisca a Hugo un pequeño cuaderno heredado de su padre que contiene los datos necesarios para llevar a cabo la reparación. Para recuperar su cuaderno, Hugo sigue al juguetero hasta su hogar donde conoce a Isabelle, una niña de edad similar que resulta ser la ahijada de Melies. La niña convence a Hugo de que vuelva a su casa y promete ayudarle a recuperar su cuaderno. Al día siguiente, Melies entrega a Hugo un montón de cenizas, afirmando que se trata de los restos

de su cuaderno, pero Isabelle le informa de que el pequeño diario no ha sido quemado. Finalmente, Melies se compromete a devolver el cuaderno a Hugo si este se lo gana trabajando en la tienda de trebejos en compensación por todos los juguetes que había robado. Hugo trabaja en la juguetería, y en su tiempo libre logra reparar el autómata, pero aún falta una pieza, una llave en forma de corazón.

El camino del guerrero

Encuéntralo en Biblioteca con la clave: PEL 796.440 92 CAM 2007 22

Imp. / Ed.: México : Quality Films, 2007. Descripción: 1 disco (121 min.) : son., col. ; 4 3/4 plg. Detalles de sistema: DVD Región 4 y 1. Sinopsis: Dan Millman es un joven deportista de éxito y campeón olímpico que lo tiene todo: fama, fortuna y chicas. Pero su vida dará un vuelco cuando, un día, conoce en una gasolinera a un extraño hombre que le enseñará nuevos mundos de fuerza y entendimiento.

Sumérgete Muchas gotas hacen mares, Inauguración de exposición de primavera. Te invitamos a conocer la importancia del agua en nuestro cuerpo, en la naturaleza y en las ciudades. Ven a la exposición temporal. Domicilio: Trompo Mágico Av. Central No. 750 Residencial Poniente Horario: De martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs. Precio: Más informes al 3030 00 30

Horizontales y verticales Inauguración de Exposición de primavera: Horizontales y verticales. Un proyecto de fotografía que le da voz a los adolescentes de México. Domicilio: Trompo Màgico Av. Central No. 750 Residencial Poniente Horario: De martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs. Precio: Más informes al 3030 00 30

Cómplice y testigo Con una exposición doble se muestra el trabajo fotográfico del periodista deportivo Pascual “Pato” Gómez, en la que se presentan los momentos cumbre de la carrera de su hermano Jaime “Tubo” Gómez en su paso por el club deportivo Guadalajara durante el siglo pasado. En Paseo Chapultepec se exhibirán 25 fotografías, que presentan un fragmento importante del futbol mexicano y el legado de los hermanos Gómez. Domicilio: Galeria Urbana en Chapultepec Mexicaltzingo y Av Chapultepec Permanecerá hasta el 7 de junio. Precio: Entrada libre

Pedro Ramírez Vázquez

La exposición Pedro Ramírez Vázquez, inédito y funcional, bajo la curaduría de Iñaki Herranz llegará al Instituto Cultural Cabañas (Oficial) para mostrarnos el legado de uno de los más importantes arquitectos mexicanos de la segunda mitad del siglo XX. La muestra reúne 805 objetos entre planos arquitectónicos, documentos, fotografías de época, cárteles y accesorios. Recuerda que los martes la entrada es gratuita.

Domicilio: Instituto Cultural Cabañas Cabañas No. 8 Centro Histórico 26 de Marzo a 19 de Julio Horario: De martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.

Precio: Desde $ 30.00 a $ 70.00

Gastronomía de Michoacán

La variedad de la cocina vernácula parece no tener límites en Michoacán. Los habitantes de ese hermoso estado supieron incorporar los deliciosos ingredientes prehispánicos, como el maíz –ahtziri en purépecha– y una variedad de frutos, animales y peces, a los ingredientes traídos por los españoles, tales como el cerdo, la res o las almendras, y poco a poco se fueron configurando diversos platillos que distinguen a las diferentes regiones. La cocina michoacana conserva hoy en día las recetas tradicionales de cada uno de sus múltiples platillos, incluyendo el método de preparación como el molido en metate. Los ingredientes son regionales, de modo que cada sitio se ha esmerado en ofrecer sus mejores platillos. Por mencionar algunos ejemplos la morisqueta de Apatzingán... ¿Quién no ha oído hablar de las deliciosas “carnitas michoacanas”, jugosas y doraditas de Zitácuaro, o de Uruapan, de Cotija o La Piedad?, o del extraordinario pescado blanco de Pátzcuaro, cuya exquisita y finísima carne casi se disuelve en la boca, y que se puede cocinar de diversas maneras, aunque la más conocida es “rebozado”. Es un platillo famoso del lago, su pesca fue fuente de inspiración de canciones, de bailes tradicionales y también de escenas en importantes películas mexicanas, ya que tiene la particularidad de pescarse con redes en formas de mariposa. En los últimos años su reproducción es escasa por lo que el precio ha ido al alza. Y qué decir de los “uchepos”, tamalitos hechos de elote tierno acompañados con frijoles nuevos de Queréndaro y espolvoreados con queso de Cotija; o de las “corundas”, llamadas en la Colonia “panecillos de palacio”, que son tamales envueltos en las hojas de la planta del maíz con forma de poliedros irregulares que acompañan al “churipo”, especie de mole de olla hecho a base de carne res, chile ancho y verduras. "La morisqueta" (arroz blanco cocido, con frijoles fritos y salsa guisada con queso o carne) y el aporreadillo (tiras de carne seca guisadas en salsa roja). En cuanto a las bebidas están el Mezcal, Licor de membrillo, Guacamaya., el

chocolate de metate, o la inmensa variedad de atoles que han hecho que la gente de Torécuato haya inventado la Feria del Atole cada mes de marzo.

La Charanda Aguardiente de caña de azúcar similar al ron, que se acostumbra mezclar con jugos, refrescos y otros licores. Es considerada la bebida típica del estado de Michoacán y hasta la fecha su elaboración continua siendo artesanal, destinada al consumo local. La charanda tiene como aspecto particular el ser elaborado con caña de azúcar de altura (más de 1,500 m sobre el nivel del mar) la cual se cosecha en los municipios cercanos a Uruapan. Su sabor es ligeramente dulce. La palabra charanda proviene de la lengua purépecha y significa tierra colorada en honor del cerro de la Charanda, a cuyas faldas se encontraba el ingenio azucarero y donde se estableció la famosa destilería “La Perla”.

El rompope

Licor preparado con leche de vaca, yemas de huevo, vainilla, canela, almendra molida, azúcar y alcohol. Es común dar una pequeña copa a los niños.

Y si hablamos de los postres no podemos olvidar las gigantescas “aguacatas” de Tingüindín, enormes empanadas rellenas de chilacayote, o de calabaza en dulce, o de los ates de guayaba, fresa, manzana o membrillo de Morelia, o de los “chongos zamoranos”, sin dejar de lado los grandísimos buñuelos del barrio de la Inmaculada en Morelia, o de la maravillosa “nieve de pasta” que se toma en la Plaza de Don Vasco en Pátzcuaro. Uno de los atractivos gastronómicos de Morelia son sus dulces. Las recetas datan de la época colonial, cuando los frailes trajeron a México frutas como la manzana, pera, durazno y membrillo. La mayoría de los dulces eran elaborados en los Conventos. En el caso de Michoacán, destacan los conventos de Santa Rosa de Lima en Morelia y la Congregación de Santa Catarina de Miér, en Pátzcuaro. Recomendamos incluir en su visita a Morelia, el Museo del Dulce de la Calle Real, donde podrá encontrar más de 300 variedades de dulces típicos de la región. Le enseñarán el proceso de elaboración del ate en una réplica de cocina del Virreinato, y también podrá tomarse una fotografía vestido a la usanza antigua. Hay una excelente tienda y cafetería.

Sopa Tarasca

Famosa en todo México, ésta rica sopa se elabora con frijol molido con caldo de pollo y sazonada con jitomate y epazote. Se sirve adornada con tiras de tortilla frita, rebanadas de aguacate, chile pasilla frito, crema y cuadritos de queso.

Ingredientes

1 taza de frijoles 3 jitomates 3 tazas de caldo de pollo ¼ de cebolla 1 diente de ajo 5 tortillas 1 taza de queso crema Chile pasilla al gusto Aceite vegetal Sal al gusto Aguacate Queso

Una vez cocidos los frijoles se licúan utilizando una parte del caldo con el que fueron cocidos. En un comal se asan los jitomates y se pelan. Se licuan con el ajo y la cebolla para después freírse en una cacerola. Cuando el caldo del jitomate este sazonado, se agrega el caldo de pollo y el frijol licuado. Se deja hervir a fuego lento durante un par de minutos y se sazona con un poco de sal. Se fríen las tortillas en aceite, previamente cortadas en tiritas y se escurre el exceso de aceite. También se fríe el chile en el aceite, se escurre el exceso de aceite y se corta en rajas. Se sirve la sopa caliente y se decora con las rajas de tortilla, chile, aguacate y queso.

Sopa fría de aguacate

Uruapan es la principal región productora de exquisitos aguacates de sabor dulce de México. Un porcentaje importante de ellos se exporta. Es perfecto acompañando carnes, en ensaladas, como el guacamole, como sopa y también en postres.

Ingredientes: 1/2 de cebolla finamente picada 1 diente de ajo finamente picado Un poco de mantequilla para freír cebolla y ajo Dos aguacates 1 litro de consomé de pollo Cilantro picado, sal y pimienta al gusto El jugo de una naranja Crema

Poner a enfriar los tazones donde se va a servir la crema. Precalentar la olla por 3 minutos. Saltear la cebolla y el ajo. Agregar el consomé y la pulpa de los aguacates en trozos. Retirar del fuego en cuanto dé un hervor. Agregar el cilantro y licuar. Añadir el jugo de naranja y colar. Refinar con crema al gusto. Si el aguacate se deja hervir, puede llegar a amargarse.

Caldo Michi

Caldo de pescado sazonado con tuna agria

Ingredientes

4 filetes de merluza 1 pimiento verde 1 pimiento rojo 3 dientes de ajo 1 cebolla 100 gr. de col morada o lombarda 1 zanahoria 100 gr. de calabaza 1 rama de apio 1 guindilla fresca Orégano Cilantro Sal Pimienta negra molida Aceite de oliva Tuna agria

Se pone al fuego una cazuela con aceite de oliva. Se pela la cebolla y se pica muy fina para agregarla con una pizca de sal y se deja dorar. Se quitan las pepitas a los pimientos y se agregan bien picados a la cazuela. Se machacan los dientes de ajo y se incorporan en la cazuela. Se corta la zanahoria, la calabaza y el apio en dados y se añade a la cazuela a que doren pero que no se quemen. Se incorpora el pescado y, pasados dos minutos, se cubre todo con agua. Se agrega el orégano y cilantro al gusto, además de pimienta negra molida y sal. Se deja que el caldo reduzca y se añade la guindilla muy picada. Se remueve bien

y se baja el fuego al mínimo cocinando 90 minutos, para que el caldo quede perfecto y no se espese demasiado. Se sirve decorando con unas rajas de tuna agria.

Corundas

Las corundas son tamales de maíz rellenos de verduras y queso envueltos en la hoja de la planta maíz con la particularidad de estar doblado en forma de un pequeño triángulo. Se sirven con crema, salsa verde o roja. Existe una variante que tiene como ingrediente principal el frijol.

Ingredientes:

3 kilos de masa de maíz 2 tazas de agua 1 kilo de manteca de cerdo 5 cucharadas de polvo para hornear Sal al gusto 30 hojas de milpa fresca

Ingredientes para la salsa: 1 cucharada de manteca de cerdo 5 chiles poblanos, asados, pelados, desvenados y cortados en tiritas 1 diente de ajo finamente picado 1 cebolla picada 1/2 kilo de puré de jitomate 2 tazas de crema 1 taza de agua Caldo de pollo en polvo Sal al gusto

Batir la masa con el agua durante 20 minutos, posteriormente se bate la manteca hasta que esponje, en ese momento se añade la masa, el polvo para hornear y la

sal, se continua batiendo hasta que al poner un poco de masa en una taza de agua flote. Se toman las hojas de milpa por el lado más grueso y se cubren con dos cucharadas de masa. Se envuelven en forma triangular y se acomodan en una vaporera. Se cuecen durante una hora o hasta que se desprendan fácilmente de las hojas. Mientras se cocinan las corundas, se prepara la salsa para acompañarlas, para ello se calienta la manteca y en ella se acitronan las rajas, la cebolla y el ajo. Se incorpora el jitomate y se deja en el fuego hasta que esté chinito, se agrega el caldo de pollo, el agua y la crema, se sazona durante 5 minutos teniendo cuidado que no hierva.

Uchepos

Los uchepos son tamales de elote servidos con crema por lo general para acompañar guisados.

Ingredientes

250 gramos de nata o mantequilla 2 cucharadita de royal 1 docena de elotes tiernos desgranados 1/2 taza de azúcar 1 cucharadita de sal Crema, queso Cotija y salsa de tomate verde

Se bate la nata o la mantequilla con el azúcar hasta acremar. Aparte se muelen los granos de elote con el royal y la sal; esto se vierte con lo que acremamos y ya mezclado se ponen en las hojas de elote frescas. Se ponen en una vaporera aprox. 35 min Se sirven con crema de rancho, queso cotija y salsa de tomate.

Morisqueta

Arroz cocido con caldo de jitomate y carne de cerdo.

Ingredientes

1 kilo de arroz agua, la necesaria sal al gusto 1 kilo de costilla de cerdo 1 kilo de jitomate partido en pedazos medianos chiles serranos enteros al gusto 2 dientes de ajo frijoles de la olla aceite

Hervir el agua con sal. Cuando hierva el agua, agregar el arroz previamente lavado y escurrido. Retirar del fuego cuando el arroz esté esponjado. Freír la costilla agregando un poco de agua, sal, el jitomate y los chiles. Retirar la costilla y licuar el resto de la fritura junto con el ajo. Agregar la salsa a la costilla y dejar hervir. Posteriormente sirve el arroz en un plato junto con los frijoles y finalmente se añade la costilla.

Churipo

Caldo de chile rojo con carne de res y verduras

Ingredientes

1/2 kg de carne maciza de res 1/2 kg de carne maciza de cerdo 1/2 kg de carne de carnero partida en trocitos 2 pechugas de pollo 2 cebollas 5 chiles ancho 1 diente de ajo 1 taza de chícharos 1 taza de ejotes partidos en trocitos 3 calabacitas cortadas en trozos 3 zanahorias rebanadas Sal y pimienta al gusto

En una olla con agua se cocinan las carnes con 1 cebolla partida en cuartos, sal y pimienta. Se asan, desvenan y se quitan las semillas a los chiles; se licuan junto con la otra cebolla y los ajos hasta obtener una mezcla homogénea. Se vacía lo licuado sobre las carnes, se añaden los ejotes y las zanahorias y se continúa la cocción hasta que las carnes estén suaves. Se incorpora el resto de las verduras reduciendo la flama a fuego medio y se cocina hasta que todo esté cocido.

Tacos de carnitas

Tacos preparados con tortilla de maíz y carne de cerdo cocida a fuego lento en un gran cazo de cobre. Se acompañan con salsa mexicana, cilantro y cebolla morada, y como bebida una cerveza bien fría. Son tan populares que en Estados Unidos se anuncian aclarando que son tacos Carnitas Style Michoacan.

Ingredientes

1 ½ litros de manteca de cerdo 100 mililitros de refresco de cola 50 mililitros de leche El jugo de una naranja 1 kilo de costilla de cerdo cortada en trozos medianos 12 tortillas de maíz Cebolla y cilantro finamente picados Salsa verde Jugo de limón

Colocar en una olla la manteca, el refresco, la leche y el jugo de naranja. Calentar hasta que hierva; una vez que esté bien caliente, integrar la carne en trozos y dejar que se cocine por 45 minutos a temperatura moderada. Una vez listas, sacar de la grasa y deshebrar. Calentar tortillas sobre un comal y rellenar con las carnitas; acompañar con cebolla, cilantro, salsa verde y gotas de limón.

Ate Moreliano

Se elabora cociendo fruta con azúcar, ya sea en agua o al vapor, en un cazo de cobre. Es importante que la fruta esté entera y con cáscara, pues en su centro lleva la goma o pectina, sustancia que facilita que cuaje, ya que sin ella se obtendría mermelada. La historia cuenta que cuando los frailes franciscanos elaboraban una pasta de fruta adicionada con jugo de frutas y azúcar a la que se llamaba guayabate, membrillate, etc., dependiendo de la fruta utilizada; con el tiempo se le denominó simplemente "ate". Las monjas dominicas del Convento de Santa Rosa de Lima, hoy Conservatorio de las Rosas, iniciaron la comercialización de los ates.

Ingredientes:

1 Kilo de Guayaba 2 Manzanas 3 tazas de Azúcar 3 Limones

Lavar las guayabas y ponerlas a hervir hasta que la cáscara empiece a levantarse. Por otra parte se hierven las manzanas con todo y cáscaras. Se licuan las guayabas y las manzanas y se ponen a fuego medio y cuando comience a hervir se agregamos el azúcar sin dejar de mover durante 5 minutos. Transcurrido el tiempo, vertemos el jugo de limón y bajamos el nivel del fuego. La mezcla estará lista cuando al moverla se vean las paredes de la cacerola, en ese se retira del fuego. Se coloca en un refractario previamente cubierto con papel encerado y se deja reposar 24 horas.

Jamoncillos de leche quemada

Ingredientes

1 kilo azúcar 1 raja de canela 3 litros de leche obleas para forrar el molde

Para preparar jamoncillos hay que mezclar la leche con el azúcar y la canela; poner la mezcla al fuego y mover constantemente hasta que se le vea el fondo al cazo. Retirar del fuego y vaciar la preparación en un molde de cartón o madera forrado con obleas. Dejar enfriar el jamoncillo, partirlo en cuadros.

Nieve de pasta o “pacanda”

Especialmente elaborada en Pátzcuaro, a diferencia de los helados, la nieve de pasta es completamente casera y su consistencia es distinta a las de leche. Es originaria de Salamanca, Guanajuato, donde se le llama así por su sabor similar a las galletas de mantequilla. Hay una gran variedad de sabores como fresa, mango, tamarindo, mamey y desde luego, la natural acompañada con tequila.

Ingredientes

1 lata de leche 1 rajita de canela 1/4 de cucharadita de bicarbonato 1/2 taza de almendra molida 1/2 taza de azúcar 1/4 de taza de miel

Se hierve la leche con el bicarbonato y la canela durante 15 minutos. Se agrega el azúcar y la miel y se deja hervir durante 5 minutos más. Se agrega la almendra y se deja que el preparado tenga consistencia cremosa. Se retira del fuego y se deja enfriar. Se congela una vez que se haya enfriado.

Chongos Zamoranos

Postre de leche cuyo origen se atribuye a los conventos del municipio de Zamora de Hidalgo, durante la época virreinal. Para su elaboración se agregan pastillas de cuajo a la leche, junto con azúcar y canela, de modo que se obtienen suaves "rocas de dulce de leche" de exquisito sabor.

Ingredientes

4 litros de leche 1 kilo de azúcar 2 yemas de huevo 1 pastilla de cuajar 20 gr de canela

Se baten las dos yemas de huevo en medio vaso de leche, y se vacían en el resto de leche. Inmediatamente, se le agrega la pastilla de cuajar, disuelta en cincuenta gramos de agua tibia; se revuelve con pala de madera y se pone sobre el piloto, es decir a una temperatura bajísima, durante 7 horas, hasta que esté cuajada. Así se retira y se deja enfriar. Después se corta con un chuchillo en 4 partes; en el centro se ponen 20 gramos de canela en raja, y se pone al fuego. Conforme va calentando se le pone el azúcar y así se deja hervir por varias horas hasta que cada trozo de cuajada flote, dando el aspecto apetitoso de postre.

Pinturas Universales de México

Mural Revolución Constructiva. (1958) Chihuahua

Jorge González Camarena

Santana: un ícono y referente de la música contemporánea Raúl Espinoza Aguilera

Si el Rock and Roll tuvo su época de gloria a mediados de los años cincuenta; la música pop en los años sesenta y parecía que a finales de esta década, los grandes compositores se habían agotado, como: The Beatles, The Animals, The Doors, The Rolling Stones y tantos grupos más. Parecía que ya no había mucho más qué aportar en las corrientes y melodías musicales. Pero hace cincuenta años, Carlos Santana comenzó a integrar a su propia banda: “Santana Blues Band” y tenía una presencia más bien desconocida. Pero en el verano de 1969, en el célebre festival musical de Woodstock, que llevaba por lema: “Tres días de paz, amor y música, les dieron la gran oportunidad de participar a estos jóvenes músicos. Y deleitaron a la audiencia con Black Magic Woman, Gypsy Queen, Soul Sacrifice... Los jóvenes no salían de su asombro al escuchar esa especial combinación de samba, música caribeña, tropical, rumba y mambo mezclados con el Rock and Roll y la música pop. Las canciones del grupo de Santana se catapultaron rápidamente a los primeros lugares del Hit Parade. Recuerdo que cuando escuché su primer éxito “Jingo”, composición sumamente rítmica con tambores, baterías e instrumentos de percusión, me dije: “Tengo que investigar quién compuso esta canción porque es una genialidad y, es tan original, que aporta mucho a la musica moderna”. Y me encontré con que su autor era Carlos Santana, nacido en Autlán, Jalisco en el año de 1947. Su padre tocaba con un mariachi de Michoacán. Así que desde niño, aprendió a tocar el violín y luego la guitarra. Ocho años después, la familia entera se traslada a vivir a Tijuana y comienza a recibir la influencia de los grandes del Blues y del Jazz, como: B. B. King, John Lee Hook, Muddy Waters... En 1961, los Santana se van a radicar definitivamente a San Francisco, California y les fue concedida la ciudadanía norteamericana. Pronto aprendió inglés y mucha música moderna. Podríamos decir que Santana llegó a vivir en el momento justo y en la ciudad ideal para captar todas las corrientes musicales...

Pero él traía en su sangre, una marcada influencia latina y, con audacia, se lanza a generar y a experimentar con nuevos y sorprendentes ritmos que a los jóvenes de aquella época les cautivó. Un gran éxito que circuló mucho en las estaciones de radio de México fue “Caminos del mal”, así como “Oye cómo va”, “Samba pa' ti”... Cuando introdujo más a fondo el jazz en su música, tuvo una particular resonancia en todo el mundo, como en su melodía “Europa”. Gustaron mucho los mensajes de sus canciones porque abundaban los temas relativos a vivir en paz, tener comprensión y compasión hacia los demás, manifestar la alegría de vivir, buscar la amistad con todos los seres humanos. Grabó al lado de la mayoría de los célebres grupos y cantantes de su tiempo. Y es conocido como un gran filántropo puesto que ha tocado gratuitamente en infinidad de conciertos cuyos fondos tienen un fin noble, como el que organizó el ex-Beatle George Harrison para ayudar económicamente a los niños de Bangladesh que estaban muriendo de hambre y de falta de atención médica. Ha participado con los famosos de ayer (Bob Dylan, Eric Clapton, Michael Jackson...) y los de hoy (Juanes, Maná, Shakira, Nickelback...). Hasta ahora ha recibido 8 álbumes de oro y 7 de platino. Sería largo enumerar la considerable lista de premios, galardones y reconocimientos que le han concedido. Hay dos valores que me llaman profundamente la atención en la personalidad de Carlos Santana: su sencillez, porque no obstante de ser internacionalmente famoso y rico, “no ha perdido el piso”, como se dice coloquialmente. Y, en ese mismo plano, tiene una enorme capacidad de hacer nuevos amigos. La gran mayoría de los músicos destacados le quieren, le respetan, le invitan a tocar o a grabar con ellos, a que participe en un concierto filantrópico... Y Santana habitualmente acepta con gusto a esas propuestas que le hacen. Actualmente continúa dando conciertos con la vitalidad con que comenzó en la década de los sesenta. Cuando viene a México, confiesa que él se sigue sintiendo mexicano y ama sus costumbres y tradiciones. Le tiene devoción a la Virgen de Guadalupe. Y, en el escenario, auténticamente se 'vuelca' con sus 'paisanos', dedicándoles lo mejor de su arte. Sin duda, es un compositor que revolucionó las mezclas musicales hasta lograr un “Rock Latino” de excelente calidad y es reconocido como uno de los mejores guitarristas del mundo. Es admirable su modo de tocar el requinto y esos largos solos, en los que improvisa con su guitarra, que le otorgan un sello inconfundible y sus numerosas creaciones lo han convertido en un ícono de la música contemporánea. https://www.youtube.com/watch?v=TCAeDIF2svc&list=RDDWO_eojWezg