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UN ARTISTA , UN POETA : C ARLOS BARDALES Y A NTONIO CISNEROS Chiclayo-Trujillo (Perú), noviembre de 2012. Año 34 N o 407 PUBLICACIÓN CULTURAL DE “LA INDUSTRIA”

Lundero 407 noviembre 2012

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Suplemento del diario La Industria de Trujillo y Chiclayo

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UN ARTISTA, UN POETA: CARLOS BARDALESY ANTONIO CISNEROS

Chiclayo-Trujillo (Perú), noviembre de 2012. Año 34 No 407PUBLICACIÓN CULTURAL DE “LA INDUSTRIA”

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El último de los beatniks

Homenaje

Nº 407 AÑO XXXIV noviembre de 2012

Certificado de Depósito Legal Nº 2001-2957Nº de Registro del Proyecto Editorial 31401001000491

Publicación Cultural de La IndustriaEditado e impreso por:

Empresa Editora La Industria de Chiclayo S.A.

Guillermo Niño de Guzmán

Carátula: Mikael, obra mixta sobre tela(195 x195 cm) de Carlos Bardales. Con su últi-ma exposición, en la galería Enlace de Lima, elartista ha confirmado su madurez expresiva.Dueño de un lenguaje y estética propias, sutrabajo incide en el universo mitológico, ritualy religioso de nuestro legado cultural desde unaperspectiva contemporánea. Esta edición estádedicada a Antonio Cisneros, quien falleció el6 de octubre último. Poeta y periodista de altosvuelos, mantuvo un vínculo muy estrecho conesta publicación y el norte peruano.

Dirección y EdiciónMaría Ofelia Cerro Moral

Fundadores �Nicanor de la Fuente SifuentesGlicerio García CamposJorge Eduardo Eielson

Colaboraciones en TrujilloLuis Eduardo García

Colaboraciones en LimaAntonio CisnerosGuillermo Niño de Guzmán

Javier Silva MeinelLuis Enrique TordMario Vargas LlosaRafael Vargas

DiagramaciónStaff Lundero (Chiclayo)

© Los contenidos de Lundero no pue-den ser reproducidos total ni parcial-mente sin autorización de la editora.

Antonio Cisneros (1942-2012)

El poeta Antonio Cisneros visitó Chiclayo en varias oportunidades. En junio de 1995 llenó el Teatro 2 de Mayojunto con Alfredo Bryce Echenique, con el que hizo una gira por el norte del país.

Otra presentación apoteósica: Cisneros acompaña a Julio Ramón Ribeyro en el mismo escenario el 2 de mayode 1993. Ambos fueron presentados por María Ofelia Cerro, directora de Lundero.

ntonio Cisneros era un poeta acarta cabal y, sin embargo, no lo pare-cía. En todo caso, su imagen no coinci-día con la del lugar común: es decir, elpoeta como un individuo frágil y melan-cólico, torpe y despistado, que vive enlas nubes. Por el contrario, Toño era unhombre fuerte y orgulloso, muy segurode sí mismo, ejecutivo y pragmático, conlos pies bien firmes sobre la tierra. Talcomo dijo en una entrevista, “la literatu-ra es importante, pero no me come lavida como a algunos colegas que no sa-

ben cuánto cuesta el pan ni dónde parael ómnibus”.

Inteligente, rápido y sagaz, Toño te-nía un verbo afilado que daba en elblanco sin pestañear. Su actitud recorda-ba la mirada alerta e inquieta de un ga-llo, siempre dispuesto a dar la pelea. Noes que fuera belicoso, pero perdía la pa-ciencia con los tontos y los necios. Másaún, detestaba a los quejumbrosos y llo-rones. Quizá por ello se inclinaba por lafinura y sutileza de Eguren y Westphalenantes que por un Vallejo doliente y des-

carnado. Desde luego, no ignoraba lacontribución singular del autor de “Tril-ce”, sino que cuestionaba sus lastres desensiblería, su “tristeza machacona”.Una vez, en casa de Javier Sologuren,fui testigo de un curioso diálogo conEielson, quien visitaba el Perú por últimavez, a fines de 1987. “Sabes, JorgeEduardo, yo creo que tú eres mejor poe-ta que Vallejo”, le confesó Toño. Eielsonse sintió incómodo y se ruborizó: “¿Quéquieres que te diga? ¿Cómo puedes de-cir una cosa así?”. Cisneros, sin inmutar-

se, repitió el elogio. Un elogio que, alprovenir de alguien que no hacía conce-siones cuando se trataba de poesía, solopodía ser veraz.

Con el tiempo entendí que el recha-zo de Toño no era literario sino de otrocariz: se resistía a aceptar el mito deVallejo como víctima de la sociedad y suimagen de vate pobre, enfermo y aban-donado. “Pero, ¿cómo iba a ser de otramanera? -me dijo-. ¡Si Vallejo nuncatrabajó!”. En su opinión, ese retrato mi-serable perjudicaba el oficio. De ahí su

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El presidente de Chile, Sebastián Piñera, le entrega al escritor peruano el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2010.

esfuerzo por demostrar que un poeta po-día ganarse el sustento como cualquierotro ciudadano digno, lo que lo llevó aasumir una diversidad de ocupaciones(como profesor, traductor, hombre deprensa, radio y televisión, promotor cul-tural). Entre tanto, fue capaz de desarro-llar una de las propuestas más innovado-ras de la poesía hispanoamericana y lle-gó a alcanzar un reconocimiento unáni-me, poco habitual. Admirado y traduci-do a varias lenguas, honrado con variospremios y distinciones, en sus continuasgiras por otros países era aclamado poruna legión de fervorosos seguidorescomo si fuese una figura del espectáculo.Y, claro, Toño no solo leía muy bien suspoemas, sino que contaba con un domi-nio de escena excepcional.

A lo largo de su carrera, Antonio Cis-neros siempre fue consciente de sus po-sibilidades creativas y acometió su tareacon honestidad. Nunca publicó por elmero hecho de mantenerse en el cande-lero. Siguió el principio de dar un libro ala imprenta solo si tenía algo importanteque expresar. De otro modo, preferíaquedarse callado. Dueño de un estilopropio desde muy joven, su originalidady la rotundidad de su voz asomaron enuna época de cambios trascendentalescomo fueron los sesentas. Cisneros im-puso un lenguaje distinto, marcado porla ironía y la parodia, donde el tono co-loquial alternaba con referencias cultas.Su frescura e irreverencia significaron nosolo una ruptura acorde con el espíritu Aficionado al fútbol desde su infancia, Cisneros fue un hincha entusiasta del club Sporting Cristal.

de su tiempo, sino la asunción de unanueva manera de hacer poesía y de en-frentarse al mundo.

Toño vivió a plenitud, con frecuenciahasta rozar el límite. Había en él algo deviejo beatnik, de rebelde que se resiste aclaudicar. Sencillo y ajeno a la solemni-dad, confraternizaba fácilmente con lagente (no importaba si no lo habían leí-do, bastaba con que supieran que era elOso Hormiguero de la radio). Gran con-versador, unas cervezas podían ser elpretexto para iniciar animadas charlas enlas que nunca hablaba de literatura sinode fútbol, comida o las ocurrencias desus nietos. Sabía de todo, o pretendíasaberlo. Cuando se entusiasmaba, canta-ba valses criollos con una voz aguda, untanto desafinada, pero llena de senti-

El poeta con el autor de la nota, en un restaurante deHuanchaco, en 1995.

miento. Tendía a ser cálido y afectuoso,aunque a veces no podía con su genio ysacaba a relucir su implacable sarcasmo.

Antonio Cisneros fue ejemplar en lahora de su muerte. En alguna oportuni-dad me había dicho que quería morir ro-deado por sus seres más queridos. Y asífue. Pasó sus últimos días en la casa desu anciana madre, donde pude verlo lanoche de su fallecimiento. Su estoicismome conmovió. Estaba lúcido, extraña-mente sosegado. Insistió en hablar largorato, pese a su debilidad. En determina-do momento, alzó los ojos y me dijo:“¿Sabes que este era mi cuarto? Y ahoravoy a morir aquí, en el lugar de mi infan-cia. Es como volver a los orígenes…”.

Raro privilegio, que solo podía serleconcedido a un poeta tocado por la gra-cia. Es difícil morir, pero se aprende.

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Homenaje

Mario Vargas Llosa

En Londres, el poeta Cisnerosha sorteado dos amenazas

or primera vez un peruano ha ganado uno de lospremios literarios que convoca anualmente la Casa delas Américas de La Habana, y en condiciones que signi-fican una auténtica consagración internacional: entre211 concursantes y por unanimidad. El Jurado que con-cedió el Premio de Poesía a Antonio Cisneros (por unlibro presentado con el espartano título de En memoria,pero que se llamará, más risueña y felizmente, Cantoceremonial contra un oso hormiguero) estuvo integradopor la salvadoreña Claribel Alegría, el ecuatoriano JorgeEnrique Adoum, el colombiano León de Greiff, el chile-no Juvencio Valle y el cubano FayadJamís, poetas degeneraciones distintas, de convicciones estéticas pococonciliables, por lo que la coincidencia en este fallo, queasegura a Cisneros, además de una recompensa de mildólares, una edición de varios miles de ejemplares, re-sulta todavía más significativa y honrosa.

Todo esto es, sin duda, muy halagador para la poesíaperuana, que, con la excepción de Vallejo, sólo en contadasexcepciones ha alcanzado otros públicos y ha vivido dentrode las fronteras nacionales, enclaustrada y heroica, gracias aralos puñados tenaces de creadores que eran también –opoco menos- sus únicos lectores. Pero lo es más, el hechode que este premio, que brinda notoriedad y audienciaamericanas a un joven poeta peruano, haya recaído en unlibro de poesía excelente y singular, en la que admirable-mente se condensan la observación inteligente y la dicciónelocuente de la realidad que preocupa al poeta, la libertad

con que éste desvela sus nostalgias, sus cóleras, sus dudas yambiciones íntimas , y la felicidad imaginativa y la seguridadverbal con que proyecta la descripción de su mundo perso-nal en el plano de auténtica creación, es decir de intuicionesuniversales y formas artísticas originales y bellas.

Antonio Cisneros nació en Lima, en 1942, estudióLiteratura en la Universidad Católica y en San Marcos–también nueve desganados meses de Derecho-, fueprofesor de castellano en la Universidad de Ayacuchoy ha publicado tres colecciones de poemas: Destierro(1961), David (1962) y Comentarios Reales (1964).Por este último libro obtuvo el Premio Nacional dePoesía en 1964. El año pasado vino a Londres, con labeca Javier Prado, y es actualmente lector de españolen la Universidad de Southampton, en la que pasa tresdías por semana, adoctrinando pérfidamente a susalumnos para que descuiden los estudios literarios es-pañoles y se ocupen más de autores latinoamericanos.Largo, afectuoso, casi escuálido, apasionado de la lite-ratura y la amistad) los poemas de su último libro es-tán dedicados a sus compañeros de generación, y dosde ellos tienen como motivo profundo la amistad), haviajado por Francia y España, y asistió, hace poco, alCongreso Cultural de La Habana, de donde vino con-movido. En las desvaídas, destempladas mañanas de

este punzante invierno británico, resultaba muy gratoy cálido demorarse con él, en los inhóspitos locales delas inmediaciones de Earl´sCourt, conversando alrede-dor de unas ácidas tazas de té.

Dos reacciones extremas amenazan a los jóvenessudamericanos que llegan a Europa: una feroz melan-colía provinciana que los catapulta en la soledad y enla neurosis más paralizantes, o en una euforia ecumé-nica de bárbaros hechizados por los prestigios más ar-tificiales y llamativos de la vida bohemia, que lleva aperderse, a disolverse en un cosmopolitismo inverte-brado e irreal. Cisneros ha sorteado felizmente estasdos trampas, y aunque corta, su experiencia europeale ha sido sumamente provechosa: ha ensanchado suvisión del mundo, ha disciplinado su vocación, ha for-talecido espiritual y emocionalmente su personalidadde creador. La trayectoria de este enriquecimientopuede advertirse con nitidez en las tres partes quecomponen Canto ceremonial contra un oso hormigue-ro. La más antigua, es una versión más ceñida y cas-tigada de un poema que apareció en una revista lime-ña hace tres años: “Crónica de Chapi, 1965”. El títuloalude a una matanza de campesinos operada por las“fuerzas del orden” en la época de las guerrillas, y elpoema es, en el fondo una elegía, un canto fúnebre a

El poeta en un recital en la ciudad de Rotterdam en 1972, donde fue aclamado como si fuera un cantante de rock.

Mario Vargas Llosa recibió a AntonioCisneros en la estación Victoria deLondres, cuando el poeta llegó a esaciudad en 1967. Hasta entonces solo sehabían conocido por carta y, a partir deese momento, entablarían una amistadbasada en la admiración mutua, comose desprende de este artículo escrito porVargas Llosa para celebrar el premioCasa de las Américas de Cuba-muyprestigioso en esa época- que Cisnerosobtuvo en 1968. La nota apareció en larevista Caretas Nº 381, el 26 desetiembre de 1968.

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esas víctimas, pero su apariencia inmediata es la narra-ción grave, impersonal, de una marcha sonámbula yheroica: un grupo de combatientes avanza, perseguido,por el paisaje frugal y muy áspero, que a alguno deellos le recuerda el mar, con un fondo de lamentos in-dígenas. Aunque ninguna declamación, grandilocuen-cia o arrebato lírico interrumpe la severa, escueta rela-ción, a veces, bajo la contenida solemnidad de las pa-labras, entre los acentos casi religiosos y la monotoníalúgubre del ritmo, asoma, en un sarcasmo hiriente, enuna imagen lapidaria, el sentimiento de ira y de solida-ridad honda que mueve la mano del poeta, en estadopuro, disociado del mundo verbal, enfrentado a él.Esos momentáneos desajustes entre emoción y expre-sión, no frustran el poema, que tiene el mérito de con-seguir casi siempre comunicar la pasión con una belle-za discreta y digna, pero conviene mencionarlos paradestacar más el logro posterior de la poesía de Cisne-ros: el perfecto equilibrio entre las ideas y emociones yla palabra poética que las expresa.

La segunda parte del libro reúne, bajo el título de“Animales domésticos”, media docena de poemas –al-gunos aparecieron en la revista “Amaru”- más breves ymenos ambiciosos temáticamente que “Crónica deChapi”, pero en los que se siente al poeta mucho másseguro de sí mismo, más diestro y audaz en el uso delos medios expresivos, y más original en sus hallazgos.Una ojeada superficial a sus títulos y motivos, a la fau-na que los puebla, al tono ligero, leve, alegre queadoptan a veces, podría hacer creer que se trata debrillantes juegos ingeniosos, de alardes. En realidad,son trabajadas alegorías: una realidad intensa y dramá-tica late debajo de ese territorio de “cangrejos muertosha muchos días”, arañas groseras y malhumoradas,ballenas hospitalarias y hormigueros capaces de hospe-dar a un hombre. Dramática, porque esa realidad es

Antonio Cisneros es una de las voces más descollantes y originales de laGeneración del 60. Su obra ha influido decisivamente en la poesía enlengua española a ambos lados del Atlántico.

El premio Casa de las Américas 1968 catapultó la carrera del autor peruano. En la foto, posa en una calle de La Habana vieja junto con el historiador AlbertoFlores Galindo, el sociólogo Sinesio López y el cineasta Alberto "Chicho" Durant.

una prisión, en la que el poeta se siente encarcelado,como Jonás en el vientre del soberbio mamífero mari-no, a oscuras y enterrado vivo en el corazón de un hor-miguero, condenado a morir víctima de esa araña que“almuerza todo lo que se enreda en su tela”. Intensaporque el poeta sufre en carne propia ese encierro des-tructor que contamina también la vida de su tribu (“Yestoy por creer que vivo en la barriga de alguna balle-na/ con mi mujer y Diego y todos mis abuelos”). Perose trata, asimismo, de una realidad estrecha, limitadapor implacables barrotes. Los seis poemas son variacio-nes –sumamente hábiles, lúcidas, imaginativas- sobreun tema único: el disgusto de una sociedad hostil, el re-chazo de esa vida que lo atenaza como una camisa defuerza, y que le ofrece, como única y furtiva compensa-ción, un placer animal: abrazarse bajo el sol, tumbado

frente al mar, sobre arenales candentes.Esta facultad de trasponer en alegorías poéticas, en

construcciones verbales independientes, en objetos ar-tísticos autónomos, las preocupaciones que conformansu mundo interior, alcanza en la tercera parte del librode Cisneros –casi todos son poemas escritos luego desu salida de Lima- un desarrollo notable. Doce poe-mas integran “En memoria” y todos ellos constituyen,por separado, una flagrante hazaña creadora. Inclusoel menos importante de ellos, el que da titulo al libro –una abominación de humor negro contra un “oso hor-miguero”, que puede ser un ser particular, o el mundode la maledicencia y el chisme limeño, o la simple es-tupidez humana- es una pieza maestra de dominio ver-bal, de coherencia intelectual y soltura rítmica. Hay unelemento racional que prevalece siempre en los poe-mas de Cisneros, un control riguroso de la razón sobrela imaginación y las emociones, y ésta es uno de losfactores de la originalidad de su poesía, en un mundo,como el de la poesía de lengua española, donde latendencia predominante es más bien la contraria.Pero el hecho de que las ideas desempeñen un papelprimordial en su poesía, no ha restado en ésta ni osa-día imaginativa ni ha mermado su vitalidad. Al con-trario: en poemas como “Paris 5 e” y “Karl Marx Died1883 Aged 65”, el desarrollo de una meditación per-fectamente lógica, cobra una jerarquía artística sobre-saliente porque cada uno de los pensamientos que lacomponen genera imágenes, asociaciones inesperadase insolentes, se dispara en direcciones múltiples de larealidad, en fantasías oníricas, en símbolos, en metáfo-ras, sin que estas audacias desvíen u opaquen el trans-curso de la reflexión. El tema solitario de “Animalesdomésticos” se ha convertido ahora en un abanicovasto que abraza temas múltiples: una melancólicaevocación ominosa de Lima, un examen de concien-cia ante una amistad que se ha roto, las primeras im-

presiones europeas, una averiguación delas luchas, dudas y pasiones políticas queagitaron los años de adolescencia, añoran-zas personales y paisaje de la ciudad aban-donada un año atrás, una interrogaciónante el problema de la cultura y el destinode América, una definición frente a Cuba.Individuales o colectivos, culturales o polí-ticos, los temas que constituyen la materiade estos poemas se encarnan siempre enformas verbales compactas, de ejecucióntan perfectamente adecuada al pensamien-to y la emoción que los informa, que seemancipan totalmente de la experienciaparticular del autor. El verso -casi siemprelargo, de música grave y adusta- adopta aveces un tono confidencial, suavementepatético (“Yo vi a los manes de mi genera-ción, a los lares, cantar en ceremonias…”);otras, es irónicamente marcial (como cuan-do el poeta evoca sus luchas contra la mo-dorra, a la que corporiza en un monstruozoológico, el Rey de los Enanos): otras sedisfraza de fábula mítica, canto religioso osoliloquio. Esa diversidad, sin embargo, norevela una búsqueda, sino la riqueza demovimientos, la flexibilidad de matices ymaneras de una voz que ha conquistadouna poderosa u original madurez.

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Homenaje

Canto ceremonialpara Antonio Cisneros

Rafael Vargas

Iace apenas dos meses Antonio Cisneros pre-

sentó en la Feria Internacional del Libro de Lima laedición conmemorativa de Canto ceremonial contra unoso hormiguero, el libro de poemas que le valióel pre-mio Casa de las Américas en 1968 y dio a conocer sunombre en todo el mundo de habla hispana. Su muer-te resulta doblemente dolorosa por inesperada y pre-matura. Nadie sabía que le carcomía el pulmón izquier-do un tumor canceroso de nueve centímetros, mal queempeoraba una fibrosis.

Por ello fue tan afortunado como oportuno que elsello peruano PEISA decidiera rendirle ese homenaje alos 44 años de la aparición de esa obra, con una nue-va edición que incluye dos textos introductorios: unodel poeta cubano FayadJamís, miembro del jurado quele otorgó el premio a Cisneros, y otro de Mario VargasLlosa, escrito también en 1968, para el semanario lime-ño Caretas, en el que el novelista demuestra ser unestupendo lector de poesía.

Vargas Llosa y Cisneros se conocían desde antes deque este último ganara el premio. No habían sido ami-gos en el Perú, aunque se habían conocido a través delpoeta Emilio Adolfo Westphalen. Inglaterra los acercó.Vargas Llosa fue a recibir a Cisneros a la Victoria Sta-tion cuando éste llegó a Londres en 1967, gracias a unabeca Javier Prado para seguir estudios de posgrado, losuficientemente buena como para que un joven vivieraun año en Europa (una de esas becas le permitió a Var-gas Llosa instalarse en España). Escribe Vargas Llosa:

“Dos reacciones extremas amenazan a los jóvenessudamericanos que llegan a Europa: una feroz melan-colía provinciana que los catapulta en la soledad y enla neurosis más paralizantes, o en una euforia ecumé-nica de bárbaros hechizados por los prestigios más arti-ficiales y llamativos de la vida bohemia, que lleva aperderse, a disolverse en un cosmopolitismo inverte-brado e irreal. Cisneros ha sorteado felizmente estas

El poeta y ensayista mexicano Rafael Vargas fue agregado cultural de su país en elPerú entre 1987 y 1989. En ese lapso trabó una estrecha amistad con variosescritores y artistas locales, entre ellos Antonio Cisneros, a quien siguiófrecuentando en las décadas siguientes. Como sabe, en México se editarondiversos libros del autor peruano y se le otorgaron importantes distinciones.Vargas alcanzó a ver a Cisneros en Lima, pocos días antes de su fallecimiento, ynos ha entregado el homenaje que ofrecemos a continuación.

Desde muy joven, Cisneros sintió el llamado de las musas, lo que no leimpidió llevar la vida corriente de cualquier muchacho miraflorino de su edad.

dos trampas, y aunque corta, su experiencia europea leha sido sumamente provechosa: ha ensanchado su vi-sión del mundo, ha disciplinado su vocación, ha forta-lecido espiritual y emocionalmente su personalidad decreador. La trayectoria de este enriquecimiento puedeadvertirse con nitidez en las tres partes que componen

Canto ceremonial contra un oso hormiguero.”En ese Londres Vargas Llosa le presentó a Guiller-

mo Cabrera Infante. En ese Londres Cisneros coincidiócon José Carlos Becerra, con Hugo Gutiérrez Vega,con José Emilio Pacheco. (De paso: es interesante es-tudiar las afinidades entre el Canto ceremonial… y Nome preguntes cómo pasa el tiempo, de Pacheco, másallá de la coincidencia temporal en la redacción deambos y de la inusitada longitud de sus títulos).

IIHabituados a leer poesía en la que suele primar un

“yo” lírico emotivo que narra su confrontación con elmundo en términos románticos, los lectores de hablahispana se vieron sorprendidos al internarse en las pá-ginas del Canto ceremonial… y descubrir una voz queprivilegia el escepticismo y la ironía con una hondurade la que sólo es capaz una conciencia que discierneque todo drama personal se rompe los dientes en lasinterminables escalinatas de la historia colectiva.

Su dueño era un hombre joven de 26 años de edadque desde mucho tiempo antes gustaba de leer libros dehistoria, de viajes, de enciclopedias; que conocía bastan-te bien su país, que se interesaba por las ciencias socia-les —desde mediados de los años 50 para acá la fragili-dad de América Latina ha hecho que la mayoría de susescritores sean economistas y politólogos aficionados—,y que además de entonar su oído con la poesía clásicaespañola había leído con atención la obra de BertoltBrecht, la obra de Nicanor Parra, la obra de EzraPound,de T. S. Eliot, de Robert Lowell. (De la importancia quela poesía de lengua inglesa tiene para Cisneros es testi-monio, asimismo, la extensa antología de Poesía inglesacontemporánea, que empezó mientras vivía en Londresy Barral publicó en Barcelona en 1975.)

En México su obra tardó en difundirse y en llegar a unnúmero amplio de lectores. Del Canto ceremonial… prác-ticamente no llegaron a librerías ejemplares de la ediciónde Casa de las Américas y sólo hasta 1972, con la apari-ción de la edición española en la célebre colección Ocnosy con Poesía hispanoamericana 1960-1970. Una antolo-gía a través de un certamen continental (1972), hecha porSaúl Yurkievich para Siglo XXI Editores, empezó a cono-cerse de manera un poco más extensa.

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Uno de sus amigos más cercanos fue César Calvo, con quien aparece a raíz de un homenaje a otro compañero de generación: el poeta Javier Heraud.

Muchos lo habrán visto citado por primera vez enuno de los poemas de Pacheco, “Birds in thenight”, dela sección final de Irás y no volverás, publicado en1973, mismo año en que apareció la primera notamexicana sobre un libro de Cisneros, escrita por DavidHuerta a propósito de Como higuera en un campo degolf (sexto libro de Cisneros).1

Alcanzó a los lectores más jóvenes en la segundaparte de los años 70, como lo muestran las extensasnotas de Jorge Boccanera y de Guillermo Sheridan,2 yla edición de una pequeña revista de poesía hecha porMario Alberto Mejía, Isabel Quiñónez y Eduardo Lan-gagne titulada El oso hormiguero, cuyo primer núme-ro, dedicado íntegramente a Cisneros, apareció en di-ciembre de 1977.

En 1981, la editorial Premiá, dirigida por el tambiénperuano Fernando de Tola Habisch, publica Crónicadel Niño Jesús de Chilca, el primer libro de Cisnerosimpreso en México (aparece en nuestro país antes queen el Perú), y a lo largo de esa década poemas suyos

aparecen con cierta frecuencia en suplementos y revis-tas. En 1983 empieza a visitar México como participan-te de festivales internacionales de poesía (vino por pri-mera vez en 1978, pero de manera privada) y su con-tacto con nuestro país se vuelve cada vez más estrecho.Así lo prueba la edición, en 1989, de Por la noche losgatos. Poesía 1961-1986, bajo el sello del Fondo deCultura Económica, con prólogo de David Huerta yepílogo de Julio Ortega.

El vínculo mexicano se consolidaría en los siguientesaños a través de Marco Antonio Campos, autor de unade las últimas y mejores entrevistas con Cisneros (disponi-ble en el enlace http://circulodepoesia.com/nueva/2012/10/marco-antonio-campos-entrevista-a-antonio-cisneros/)y gestor de la edición de la antología Propios como aje-nos, que la Coordinación de Humanidades de la UNAMpublicó recientemente en la colección Poemas y Ensayos.

IIICisneros solía recordar que al terminársele la beca

Javier Prado ya había conseguido un trabajo en la Uni-versidad de Southampton como Lector en el Departa-mento de Español (detestaba a los poetas que no sa-bían ganarse la vida), pero el sueldo era magro y pararedondear los ingresos consiguió un trabajo como la-vaplatos en un Wimpy Bar (parte de una de las prime-ras cadenas estadounidenses establecidas en Inglate-rra), en Shirley High Street. De día se convertía “en elmejor lavaplatos del barrio” y por la tarde daba clases.No tenía empacho en confesar que nunca había sidoun profesor apasionado, aunque la vida académicahabría de ser parte importante de su sostén tanto enaquel Londres, como en el Perú, en Hungría y en losEstados Unidos. Lo que sí le apasionaba era el perio-dismo. Para ser más exactos, el periodismo cultural.Tuvo un magnífico maestro: Emilio Adolfo Westpha-len, con quien colaboró como secretario de redacciónen los comienzos de la extraordinaria revista Amaru.

Con base en esa experiencia, consolidada en los años70 al frente de semanarios como Marka, y Monos yMonadas, entre 1980 y 1984 dirigió un suplementocultural semanal que hasta hoy es considerado comouno de los mejores que haya tenido la muy calificada(hay que decirlo) prensa peruana: El Caballo Rojo,parte de la edición dominical de El Diario. A la manerade México en la Cultura, el gran suplemento de Fer-nando Benítez, El Caballo Rojo era una especie de bi-blioteca para la gente que no tenía el hábito o el dine-ro para comprar libros. Igualmente notable era la sec-ción cultural del semanario Sí, de César Hildebrandt,que editó en la segunda mitad de esa época.

Y se solazaba escribiendo columnas y crónicas. Par-te de ellas ha sido reunida en libros como El arte deenvolver pescado (1990) y El libro del buen salvaje.Crónicas de viaje / Crónicas de viejo (1994). Su prosa

es tan notable como sus versos y hace gala de idénti-cas cualidades: inteligencia, humor, incisividad (se medirá que las tres son una sola). Aunque fueron escritasde cara a los lectores peruanos, trascienden por muchoel ámbito estrictamente local y merecen verse reunidasen un solo volumen que circule entre quienes admiransu poesía fuera del Perú.

En los últimos años su quehacer periodístico setrasladó de la página impresa a las pantallas televisi-vas, con el programa “Esta noche con Antonio Cisne-ros” (2001-2002), y como columnista, hasta el añopasado, de Cable TV, y a la señal radiofónica, con “Lacrónica del oso hormiguero”. Hacia el final de su vida,sobra decirlo, Cisneros se había convertido en uno delos poetas más populares y queridos del Perú.

IVNacido el 27 de diciembre de 1942 (enemigo de

celebrar su cumpleaños) Antonio Cisneros Campoy fuesiempre un muchacho, “un viejo muchacho de barrio”,como él mismo se definió alguna vez. Sencillo, afable,divertido, informadísimo siempre, con una inteligenciaveloz, amante de la conversación, de la música, de lacomida, de la larga sobremesa, del “mar marrón deLima”, que veía todos los días desde el ventanal de susala, era un hombre de familia, adorador de Nora Luna,su mujer (“la Negra”, una hermosa cajamarquina), desus bellas hijas, Soledad y Alejandra, ambas artistasplásticas, y de Diego, su primogénito, a quien los dioses—como quería su padre— le han sido propicios.

Y era también un capitán entre sus amigos. Todosreconocían que había en él un narcisista, pero disimu-lado de tan cariñoso que era, incapaz de incomodar anadie —se prodigaba en la amistad, que supo conver-tir en una de sus artes.

Fumador irredento, la enfermedad lo tomó por sor-presa, al igual que a todos los que estaban cerca de él.Hasta sus últimos días se veía siempre fuerte, si biendependía de la suministración permanente de oxígeno.

Supo, desde que le dieron el diagnóstico de susmales, que la muerte estaba próxima, y la esperó conentereza. No se hacía ilusiones.

Por desgracia, el tiempo nunca es suficiente. Lavida nunca es suficiente. No lo fue para él, ni paraquienes esperaban disfrutar más de su presencia.

Antonio Cisneros murió en casa de su madre,quien lo sobrevive, en la calle de Chiclayo, en la mis-ma recámara que habitó durante su infancia. Le ex-presó su asombro por este hecho al narrador y ensa-yista Guillermo Niño de Guzmán, uno de los más cer-canos amigos de Cisneros, el único orador en la cere-monia fúnebre que tuvo lugar el 7 de octubre en uncementerio de La Molina.

VDesde el año 2005 Cisneros se desempeñaba como

director del Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministe-rio de Relaciones Exteriores del Perú.

Sobra decir que con él han perdido a uno de susmejores embajadores.

1 La Cultura en México, núm. 579, suplementodel semanario Siempre!, 14 de marzo de 1973

2 Jorge Boccanera, “Antonio Cisneros y la uniónmundo-poesía”, Revista Mexicana de Cultura, núm.409, suplemento del diario El Nacional, 5 de diciem-bre de 1976; Guillermo Sheridan, “El libro de Dios yde los húngaros, de Antonio Cisneros”, Vuelta, núm.23, octubre de 1978

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Cusco hnuevo ren

Artes

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o hay duda de que estamos asistiendo a un po-deroso renacimiento de las esenciales energía siemprelatentes del Cusco. Luego de un largo lapso de adorme-cimiento desorientador retornan las preguntas funda-mentales y reaparecen lenta pero firmemente las res-puestas que el hombre posee dentro de sí, y que espe-raban para ser pronunciadas las llaves maestras conte-nidas en los símbolos y las palabras adecuadas. Variasveces en su venerable historia esas respuestas ellas bri-llaron, y luego se opacaron, para volver a relucir inten-samente dejando atrás el estruendo del vacuo mundode las volátiles apariencias. En este ir y venir de laaventura humana el arte ha jugado en el Cusco un pa-pel primordial gracias a su enorme capacidad para pro-yectar en el alma humana, a través de las formas, lassugerencias que son umbral de ingreso a lo más valiosode la actividad espiritual: la comprensión del sentido dela existencia.

Ya los griegos habían razonado que de los cinco sen-tidos el de la vista era el del conocimiento. Por ella “in-gresa” el mundo al interior del hombre, a su alma. Porella, por la vista, desde que nace el hombre aprehendela forma, el volumen, el color, la distancia con respectoa los seres vivientes las cosas y el universo. Pero en ri-gor lo que ingresa en el interior del hombre no es porcierto el mundo en si mismo, sino su imagen. Y porello reside en ella, en la imagen, en su dominio y traba-jo meticuloso, la clave del arte. Y como consecuencia laresponsabilidad y poder del artista. Y por ello es tan im-portante la acción de aquel arte que se aboca al rescatede las formas significantes, de las que tienen verdaderovalor para el hombre, es decir, de aquellas que lo acer-can a las respuestas que hoy, más que nunca, trata dereencontrar una humanidad que se halla contradictoria-mente atascada entre un extraordinario avance tecnoló-gico y una asombrosa pobreza espiritual.

HIEROFANTE, mixta sobre tela, 200 x 250 cm.

ROSA, ROCÍO MERCURIAL, mixta sobre tela, 195 x 195 cm.

ARMADURA DE LUZ, mixta sobre tela, 200 cm de diámetro.

En el meollo de este esperanzador esfuerzo se sitúala obra plástica de Carlos Bardales quien con notableenergía e independencia se ha liberado de la pesadacarga de nuestra época que tienta reiteradamente consu canto de sirena a los creadores a emplear lenguajesque interesan cada vez menos debido a su banalidad ypatética carencia de sentido. Bardales, más bien, haoptado por transitar disciplinadamente por caminos queparecían abandonados y que, de pronto, se abren unavez más entregando aquella riqueza intelectual y poéti-ca que las viejas herencias han preservado.

En efecto, en su obra apreciamos el uso de materia-les tradicionales, la vinculación de elegantes formasmodernas que recrean propuestas permanentes aunquehoy opacadas por la trivialidad, el audaz trabajo de unartista en busca de su propio lenguaje en un espaciointerior en que confluyen diversos senderos –los cami-nos prehispánicos, las sugerencias renacentistas y barro-cas, la herencia cabalística judía, las fusiones entre losaportes occidentales y los nativos, la escuela Cuzqueñade Pintura, la tecnología actual puesta al servicio de laobra de arte- que constituyen un enorme patrimonio

AWSANGATE, mixta sobre tela, 160 x 300 cm.

que felizmente está siendo revisado por una juventudque se ha rebelado, ¡al fin! contra el marasmo y la sofo-cación cultural provocados por un positivismo ingenuo,elemental y empobrecedor.

Los textos que acompañan habitualmente sus expo-siciones son cabal evidencia de la manera de ser de un

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hacia unnacimiento

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Luis Enrique Tord

KOMX. LUZ QUE SE PRECIPITA EN EL ÚNICO RAYO, mixta sobre tela, 250 x 250 cm.

Ha centrado su atención en la recuperación e in-terpretación del simbolismo y sus aplicaciones en elarte tradicional. Su formación incide en el acerca-miento a las estructuras profundas del universo mi-tológico, ritual y religioso en distintas vertientes cul-turales del Viejo y el Nuevo Mundo.

Su búsqueda se halla lejos de la pura nostalgiapor el pasado, de manera que no duda en recrearun lenguaje contemporáneo que imprime continui-dad a significados primordiales que vinculan el es-fuerzo comprehensivo de la humanidad como tal.

Realizó estudios de pintura en la Escuela Nacio-nal Superior Autónoma del Bellas Artes del Perú de1989 a 1993; Taller de Iconografía Religiosa enÁmsterdam, Holanda, en el año 1998 y Análisis delArte Virreinal desde sus contextos locales en el Mu-seo de Las Américas de Madrid, España, en el 2010.

Cuenta con numerosas exposiciones colectivas,siendo la presente su séptima exposición individual.

Su residencia en la ciudad del Cusco, durante losúltimos diez años, le permitió impulsar actividades deproducción y desarrollo cultural, entre las que destacaninstalaciones audiovisuales y diversos festivales de arteabordando temáticas como: “Tradición Andina”, “Ar-tes y oficios en los Andes Contemporáneos”, El Arteen Movimientos Indígenas de resistencia Cultural”.

Actualmente es editor de “Túpac Yawri. Revista Andi-na de Estudios Tradicionales”, publicación anual queabarca la problemática andina a través de investigacionesacadémicas sobre los Andes en tiempos prehispánicos ycontemporáneos; es integrante en calidad de InvestigadorAsociado del “Centro Andino de Estudios Tradicionales”del Cusco- Perú, desde el 2006 a la fecha.

Además, nutren su experiencia vital, recorridosincesantes por las regiones de la costa peruana, elaltiplano peruano-boliviano y la región amazónica.

artista que busca cultivar su espíritu con obras de espe-cial sutileza y profundidad, y que sustenta la expresiónde sus formas en contenidos que se vinculan a impor-tantes legados del pensamiento tanto de la antigüedadcomo del mundo contemporáneo.

Hay que saludar efusivamente este persistente y ori-ginal empeño artístico nacido en una ciudad y en unaregión que contienen los elementos esenciales para elhallazgo de lo trascendente. Siempre y cuando se lasepa comprender y escuchar.

LUZ, mixta sobre tela, 180 cm de diámetro.

Lima-Perú 1971

Carlos Bardales

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Homenaje

Memoria de un fiel lectorLuis Eduardo García

o llegué a ser su cómplice, pero me hubiera gus-tado serlo. Conversé muchas veces con él en Lima,Huanchaco y Trujillo, pero no era alguien a quien yopodía confiarle mis secretos literarios. Bebimos algunasveces ¯una de ellas frente al mar, en compañía deGonzalo Rojas, Walter Curonisy y Elvira Roca Rey¯,sin embargo nunca llegué a traspasar los linderos de suamistad más profunda. Hace algunos meses volví averlo en Trujillo. Estaba con Alonso Cueto y parecíamás alto y más viejo que de costumbre. Fuimos a al-morzar a un restaurante criollo, ocasión en la que pudeconocer más de cerca su ironía y sus ganas de consu-mir todos los placeres de la vida en un solo instante.Desde ese momento presentí que podía llegar a ser suamigo, ignorando que la muerte viajacasi siempre másrápido que el pensamiento.

En realidad, lo que he mantenido con Antonio Cis-neros es una inveterada relación de admiración pormás de cuarenta años. Como todo poeta de su impor-tancia, él nunca conoció cuánto bien podía hacerle suobra a los lectores. Yo fui todo el tiempo uno de losbeneficiarios de su genio poético, alguien que nuncapudo o tuvo la oportunidad de decirle en vivo y endirecto, sin que sonara a cumplido o sobonería, que supoesía y su actitud frente al mundo lo habían ayudadoa sentirse menos solo en un lugar donde se admitetodo, menos la soledad de los poetas. Yo admiraba enAntonio Cisneros su aire de rock star, su manera deapropiarse de los escenarios donde vivía, su historialde poeta antisolemne (pelo revuelto y cigarrillo enmano), así como la atmósfera de creador cosmopolitaque llevaba a cuestas con mucha naturalidad.

En 1985 yo tenía 22 años y acababa de ganar unpremio importante en Trujillo. Tras emitir el falloque me daba como ganador, los poetas César Cal-vo, Antonio Cisneros y Reynaldo Naranjo, acompa-ñados del fotógrafo Carlos “Chino” Domínguez, fue-ron en mi busca a la pensión donde yo vivía. Parami mala suerte, me encontraba de viaje en Lima yhabía olvidado por completo que ese día iban aanunciar los resultados del premio. ¿Qué hubierapasado si yo hubiera estado presente cuando la tribude poetas tocó la puerta de la casa donde vivía?¿Habría cambiado mi visión del mundo solo por co-nocer en persona a mis ídolos literarios? Estoy segu-ro que sí. La experiencia me indica que la literaturaestá llena de este tipo de oportunidades que puedentorcerle el cuello al destino, y hay que vivirlas detodas maneras porque nunca nos dan una segundaoportunidad. Quizás me habría hecho amigo de An-tonio Cisneros, quizás habría escrito más, quizás mehabría marchado de Trujillo. En realidad, ese en-cuentro es algo que sigo lamentando hasta ahora.

El autor de Crónica del Niño Jesús de Chilca fue sinduda uno de los poetas peruanos más admirados demi generación. Conservo con esmero ediciones prínci-

pes de sus primeros libros comprados en librerías desegunda. Debe ser el autor de quien conservo la ma-yor cantidad de libros y obras completas. Y todo paraestudiar cómo se redacta un poema, cómo se matanlas frases cursis y romanticonas, cómo se incorpora laoralidad, cómo se despliega la elegancia de la ironía ycómo se asume una voz colectiva sin necesidad de serretórico e ideologizante. Esa lección la aprendí desdeel principio, cuando di con la edición cubana de Cantoceremonial contra un oso hormiguero, un libro escritoen los utópicos años 60 y una muestra de que su au-tor era un heterodoxo intelectual de izquierdas.

Toda la obra de Antonio Cisneros es importante,pero los lectores han vuelto míticos un libro y tres poe-mas: Comentarios reales, “Tercer movimientoaffettuosso”(Para hacer el amor), “Cuatro boleros ma-roqueros” y “Entonces en las aguas de Conchán”(Laballena). Del primero dijo: «…un libro al que, franca-mente, no le guardo demasiado aprecio. Sin embargo,es una de mis obras más recordadas, citadas y, even-tualmente, festejada por el lector». De los poemas, eraconsciente que «no tenían pierde». Yo lo oí leer unasseis veces estos poemas y los efectos fueron distintoscada vez; nunca parecían los mismos ni él parecía elmismo autor. La ocasión más memorable fue en 1987,en el patio de la casona que alberga las oficinas delBanco Central de Reserva en la Plaza de Armas deTrujillo. No leyó solo, lo acompañaron Jorge EduardoEielson, Javier Sologuren, Blanca Varela, Rodolfo Hi-nostroza y Abelardo Sánchez León. El público quedómuy impactado por el énfasis con que su voz ronca ypausada marcaba el ritmo de los versos. Después deesto lo oí un par de veces más, pero nunca llegó, creo,al nivel de esa memorable noche trujillana de 1987. Esprobable que exagere y que mi admiración haya hecholo suyo; lo cierto es que quedé cautivado, como siguie-

ron quedando cautivados los jóvenes que lo oían porprimera vez.

Yo empecé a seguir sus huellas en 1980, cuandodirigía el famoso suplemento El Caballo Rojo. Luegome volví un lector asiduo de sus obras: Destierro, Da-vid, Comentarios reales, Agua que no has de beber,Canto ceremonial contra un oso hormiguero,El libro deDios y de los húngaros,Crónica del Niño Jesús de Chil-ca, Monólogo de la casta Susana y otros poemas y to-dos los que llegaron en las décadas sucesivas. Con losaños, él fue creciendo como autor de poemas memora-bles y yo como lector de libros memorables. El tiempotranscurrido sirvió también para presenciar su ascensoy expansión entre los círculos de lectores de habla his-pana y otras lenguas como el inglés y el francés. Y asíseguí rastreándolo hasta que llegué al límite, al murodonde la vida empieza a desvanecerse y la enfermedadse adueña de lo que no le corresponde. Entonces, lejosde sucumbir a los golpes del destino inesperado, Anto-nio Cisneros se volvió elocuente, irónico y empezó atorear la muerte con serenidad e hidalguía. En estos ca-sos, a los lectores no nos queda sino leer y disfrutar delos hallazgos destellantes de una poesía que se reescri-be en su contacto con el tiempo y la realidad.

Estimado poeta Antonio Cisneros, el lector quefui en otro tiempo le agradece haberle enseñado lasprofundidades de la emoción y la escritura de verda-deros tesoros como Entonces en las aguas de Con-chán y Cuatro boleros maroqueros. El lector de aho-ra, a su vez, lamenta que la vida nos haya privadode la compañía de su altísima voz y el placer de dis-frutar de esa especial manera que tenía usted de ha-blar sobre las cosas corrientes y al mismo tiempomemorables. A veces también sobre la negrura delhorizonte asoma indestructible el sol de la poesía,esa historia de locos que tanto le apasionaba.

Reunión cumbre en la IIIBienal de Arte de Trujillo(1987). Fue una ocasiónúnica en la que AntonioCisneros leyó suspoemas junto con BlancaVarela, Jorge EduardoEielson, JavierSologuren, RodolfoHinostroza y AbelardoSánchez León.

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Cuatro boleros maroqueros

1Con las últimas lluvias te largastey entonces yo creíque para la casa más aburrida del suburbiono habrían primaverasni otoños ni inviernos ni veranos.

Pero no.Las estaciones se cumplieroncomo estaban previstas en cualquier almanaqueY la dueña de la casa y el carterono me volvieron a preguntarpor ti.

2Para olvidarme de ti y no mirartemiro el viaje de las moscas por el aire Gran Estilo Gran Velocidad Gran Altura

3Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo alcampoImposibleY es que tu ausenciatiene algo de Flora de Fauna de PicNic.

4No me aumentaron el sueldo por tu ausenciasin embargoel frasco de Nescafé me dura el dobleel triple las hojas de afeitar.

(De Como higuera en un campo de golf)

11

Entonces en las aguas de Conchán

(Verano 1978)Entonces en las aguas de Conchán ancló una gran ballena.Era azul cuando el cielo azulaba y negra con la niebla.Y era azul.Hay quien la vio venida desde el Norte (donde dicen que hay muchas).Hay quien la vio venida desde el Sur (donde hiela y habitan los leones).Otros dicen que solita brotó como los hongos o las hojas de ruda.Quienes esto repiten son las gentes de Villa El Salvador,pobres entre los pobres.Creciendo todos tras las blancas colinas y en la arena:Gentes como arenales en arenal.(Sólo saben el mar cuando está bravo y se huele en el viento).El viento que revuelve el lomo azul de la ballena muerta.Islote de aluminio bajo el sol.La que vino del Norte y del Sur y solita brotó de las corrientes.La gran ballena muerta.Las autoridades temen por las aguas: la peste azul entre lasplayas de Conchán.La gran ballena muerta.(Las autoridades protegen la salud del veraneante).Muy pronto la ballena ha de podrirse como un higo maduro en el verano.La peste es, por decir, 40 reses pudriéndose en el mar (o 200 ovejas o 1000 perros).Las autoridades no saben cómo huir de tanta carne muerta.Los veraneantes se guardan de la peste que empieza en las malaguas de la arena mojada.En los arenales de Villa El Salvador las gentes no reposan.Sabido es por los pobres de los pobres que atrás de las colinas flota una isla de carne aún sindueño.Y llegado el crepúsculo no del océano sino del arenal se afilan los mejores cuchillos de cocina y elhacha del maestro carnicero.Así fueron armados los pocos nadadores de Villa El Salvador.Y a medianoche luchaban con los pozos donde espuman las olas.La gran ballena flotaba hermosa aún entre los tumbos helados. Hermosa todavía.Sea su carne destinada a 10000 bocas.Sea techo su piel de 100 moradas.Sea su aceite luz para las noches y todas las frituras del verano.(De Crónica del Niño Jesús de Chilca)

Para hacer el amordebe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharrapara hacer el amor.Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillospero la arena gruesa es mejor todavía.Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.Poco reino es la cama para este buen amor.Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:que ningún valle o monte quede oculto y los amantes podránholgarse

Tres poemas memorables de Antonio Cisneros

Tercer movimiento (affettuosso)

en todos sus caminos.La oscuridad no guarda el buen amor.El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techoy entonces la muchacha no verá el Dedo de Dios. Los cuerpos discretospero nunca en reposo,los pulmones abiertos,las frases cortas.Es difícil hacer el amor pero se aprende.

(De Agua que no has de beber)

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Homenaje

Acho, altar de arenaAntonio Cisneros

La plazaicen que es la plaza más anti-

gua de América. Dicen también que esla más bella. Pero no dicen que en ple-no mediodía aparece alumbrada por laluz de la luna. Ni que sus arcos son unbosque de robles sin talar. Planos deviva luz, transparentes y tercos. Murosde guerra antigua, portalones, colum-nas, hornacinas. Naturales allí, dondetermina el aire. El alto mirador, un pa-litroque, el rodillo de arena (abando-nados) regresan de la infancia. Fiestadel claroscuro congelada. Por fin el re-dondel. La plaza de una aldea al finalde la tarde. Un transeúnte deambuladistraído. Algunos barrenderos escar-cean la arena sin ningún entusiasmo.Incautos y apacibles, sobre el ojo ce-rrado de un volcán.

Los caballosNo es el animal, es la figura. El uni-

verso acecha al universo desde el ojoapacible del caballo. Lomos y costillar,belfos ariscos, para la gloria de toro ypicador. Poco importa. Otro animal,oculto entre su voz, galopa una praderainacabable. Un caballo de bronce, comoel de San Martín corcovea y relinchaante los muros de la plaza mayor. Llevalas crines trenzadas. Y es de bronce.

PreparativosHay un cielo repleto de pequeños in-

fiernos que se corta sobre un cielo depalo. El otro cielo. Crispado y contenidoentre los arcos silentes de la espera o las

Estos textos, pococonocidos, son prosas dealto fulgor poético queAntonio Cisneros escribiópara acompañar un librode fotografías sobre toros deJavier Silva Meinel, Acho,altar de arena, publicadoen 1992.

"No es el animal, es la figura. El universo acecha al universo desde el ojo apacible del caballo."

"Se suceden las suertes. Capote, pica, banderilla. El toro cumple también con el ritual."

turbas de bronce apachurradas en la ce-lebración. Alguna confidencia, algún ali-ño. Modesto laberinto que precede al la-berinto real. Dos toros en el toril. Helosde pie al mediodía exacto. Atentos a lashoras del sol y de la sombra. Saben yasumen su destino final (desprecian alos críticos taurinos).

TúnelEl túnel, señores míos, el mismo tú-

nel. Desde los altos arcanos de los dio-ses o el quirófano verde de un oscurohospital. Los pasos tensos como un arcose aguantan en la sombra. Nada igno-ran. La luz de los encuentros, un anun-cio, destella entre la tierra apisonada. Seaguantan en la sombra. Ronda de figu-rantes que repite el viaje inevitable delas almas. De la sombra a la luz (quetambién es la sombra). Donde terminatodo y todo empieza. Ah los rostros, los

Fotografías de Javier Silva Meinel

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"Toda la plaza (tal vez el universo) gira silente en torno de la punta brillante de una espada y el morro desbocado."

"Todo se oculta entre la fronda mágica de la luz y de la sombra. Y la sangre convoca a la sangre."

torsos, las miradas. Esa ciudad, sin lucesde bengala ni señales. Atienden al vacío.Aunque nada depende del azar. Seabren las puertas. El aire azul desbordapor el túnel. Se parece a la luz.

En el ruedoEstán en orden detrás de las barre-

ras. Codos y cabezas como un cuadrode Bacon (¿o de Daumier?). Una damamira el redondel. No la tragedia. Susojos se posan en la pantorrilla rosadadel matador. Un caballero, tras los len-tes oscuros, busca a su infancia: no laencuentra. Todos miran el final del fes-tejo segundos antes de que el festejoempiece. Se suceden las suertes. Capo-te, pica, banderilla. El toro cumple tam-bién con el ritual. Todo se oculta entrela fronda mágica de la luz y la sombra.Y la sangre convoca a la sangre. Las ar-tes del matador (y las del toro) pertene-cen ahora al arte mismo de la fotografía.Pases y quiebres, revuelos y denuestosse tornan en inmóvil remolino. Los rojosy los oros son un fuego perpetuo enblanco y negro. El toro, florecido comoun sol entre las banderillas, se halla pres-to a su turno de muerte.

La muerteToda la plaza (tal vez el

universo) gira silente entorno de la punta brillantede una espada y el morrodesbocado. No se tocanaún. Vuela el torero ahora,vuela el bicho. Vuela lasangre hirviente a la citapuntual. Es la hora finalsobre la Tierra. El toro hamuerto. El movimientoque sigue es sólo un espe-jismo. Ese bulto que setambalea y mira entre losaires es el alma animal quehonra a su cuerpo. En lafotografía no hay engaño.Ahí puede verse cómo elespíritu navega sobre supropia sombra inmóvil enla arena. Y se oyen los gri-tos de la plaza. Gritos terri-bles en la fotografía. Gritosque nadie puede ver.

CarnicerosAl polvo lo que es del

polvo. Matarifes. La sangrese revuelve entre la tierra.La sangre y la loseta. To-ros dorados, sangre en re-molino, tendones de la fu-ria y el valor son sólo losdespojos de un mamífero

muerto. Lomo, cuadril, en-cuentros, grupa, anqueta, pe-chos, pernil, brazuelo, médu-la de la cola, costillar, sangrepara morcilla, lengua, anchu-ras. Cierra la puerta. Smile.Altas horas de la gloria deso-lladas. No hay más escapula-rios que un camal.

BufonesSon los bufones. Enanos

y toreros, para más señas.Mirada en ristre. Carta depresentación. Tarifa neta.Nadie ríe por fuera, nadie llo-ra por dentro. Un insolentecasco colonial. Llevan trajesde luces y entorchados. Sonbomberos de algún extrañoreino. Saltimbanquis, músi-cos de fanfarria, maromeros,meritorios de la corte delgran faraón. Suelen hacer elamor y tener hijos. Y mue-ren, casi siempre, el día de sumuerte. Como usted.

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Diario de un diabéticohospitalizado

Homenaje

Antonio Cisneros

1scrito está en la primera página

de mi manual del buen diabético: “Esimportante que se percate de que us-ted no provocó la enfermedad, no ha-bía nada que pudiera hacer para evi-tarla. No se enoje con usted mismo”.El diabético, como el poeta nace, nose hace.

Contundente borrón y cuenta nue-va que nos redime de la culpa ante-rior.

Ahora sé que una existencia auste-ra y aburrida hubiese terminado, sinremedio, en este mismo mal. No hayentonces nada que lamentar de esasvigilias nocturnas y paganas. Nada que no sea la terri-ble sospecha de que han llegado a su fin.

2Ignoro cuán siniestro haya sido mi sueño. Sólo sé

que tuvo algo que ver con unas arboledas, un muro deladrillos del siglo XIX, un tranvía brillante, unas casitas(Bauhaus de pacotilla) con sus ojos de buey. Nada quejustifique, en buena cuenta, mi aullido de terror. Des-perté, sin embargo, atolondrado, con casi 600 mg deazúcar en la sangre.

3Los dolientes de hipertiroides jamás reposan. Su

apetito es monstruoso, igual que su erotismo. Tienenlos ojos desorbitados como el fondo de las botellas decerveza o un par de huevos fritos. Padecen de calores

Una tarde de 1995 en la playa de Huanchaco: Rodolfo Hinostroza, Antonio Cisneros, Alfredo Bryce Echenique y Guillermo Niño de Guzmán.

Esta crónica en forma dediario personal fue incluidaen la plaquette del mismotítulo que apareció bajo elsello Colección Underwooden agosto de 2010, juntocon otros dos textos enprosa. De hecho, se tratadel último título originalpublicado en vida porCisneros.

y en un rapto de furia son capaces de estrellar a suscríos contra cualquier pared.

Entonces los internan y los atiborran de yodo radio-activo para calmarlos. Pertenecen, igual que los enfer-mos de diabetes, al Pabellón de Endocrinología. Unavez sosegados, requeridos tal vez por su mala concien-cia, son personas amables y muy caritativas. Sin em-bargo los diabéticos, huraños por temperamento y vo-cación, prefieren evitarlos.

Hay una joven, víctima del mal, que se la pasa mo-viendo la cabeza, enloquecida, dando vueltas y vueltas,ataviada con un polo raído de Inca Kola a modo de ba-tín. A nadie se le oculta que carece de prendas interiores

4A menudo pienso en mi padre. Murió hace medio

año en este mismo hospital. Ahora tengo puesta su pija-ma turquesa con ribetes azules, regalo de mi hermanapara sus Bodas de Oro. Mi amado padre. A pesar de lacreciente ceguera y unos cuantos achaques, yo estabaconvencido de su inmortalidad. Aún no entiendo cómoese viejo robusto y socarrón fue devorado en sólo unpar de meses. Y creo que él tampoco lo entendió.

5El joven F.R. ha perdido una pierna por gangre-

na diabética.Es el rey de la silla de ruedas. Aunque nunca son-

ríe, sus hábiles piruetas le conceden un aire de alegríahasta al más nimio de sus desplazamientos. Es difícilcreer que ya lleva siete meses de encierro hospitalario.A veces habla de volver a su pueblo. Un lugar impreci

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Por las azoteas: una raro retrato del poeta con barba, captado por la cámara de Daniel Mordzinski.

so del desierto del sur. Imaginario.6

Los diabéticos deben suprimir el azúcar en su ali-mentación, también los tragos y las grasas saturadas,evitar las frituras, los embutidos, las pastasciutta y elcrocante pan. La doctora señala con entusiasmo, lasventajas de la dieta: “Si todas las personas siguieraneste régimen vivirían por muchos años más”.

Desgraciado de mí, pues aunque sometido a talesprivaciones, sólo puedo aspirar (con algo de fortuna) alas flacas edades de aquellos que malsanos se regodeanentre los chicharrones y las doradas botellas de cerveza.

7Yo no sé si esta carne es de vacuno. La dureza mar-

mórea de sus trozos me habla de una bestia fallecidaen edad venerable. Pero eso no es todo. El remolinode tuétanos y nervios, las fibras erizadas, son la eviden-cia de alguna muerte cruel, con un hacha sin filo porejemplo, en el traspatio oscuro de un camal.

8Durante mi ilustrada juventud no había viaje, a la

sierra o al mar, donde no comprendiese en mi equipa-je algunos buenos libros. Dispuesto como estaba en lameditación, solía imaginarme hecho un lobo estepariodevorando, a la luz de alguna aldeana vela, los frutosde la ciencia del bien y del mal.

Aunque, valgan verdades, una vez instalado en losgrandes espacios del paisaje, tiraba por la borda mis sa-bias intenciones y los libros volvían como habían veni-do, intonsos, intocados en el fondo del viejo maletín.

Aquí en el hospital, otro viejo maletín asoma (¿o es elmismo?) en la puerta del clóset. Además de un par dejuegos de pijamas, contiene una esmerada dotación de li-bros y un gran atlas histórico francés. Al fin y al cabo, nohay como una larga enfermedad (mejor si es incurable)para emprender lecturas apacibles y algunas importantesreflexiones (dijo el doliente, sin mucha convicción).

9No hay vuelta que darle, la humanidad siempre ha

buscado su consagración a través de las frases genia-les. Con frecuencia perpetuadas en letras de molde y,mejor todavía, en mármol o metal. Los peruanos, estádemás decirlo, también somos parte de la humanidad.Hasta dos presidentes, que yo recuerde, estamparon,cual graffiti de bronce, el fuego de su numen creadoren el salón internacional del Aeropuerto Jorge Chávez.

Asimismo, en la fachada de la Escuela de Altos Estu-dios Militares se exhibe la sentencia, deslumbrante porcierto, de un importante general: “Las ideas se expo-nen, no se imponen”.

Ahora creo, sin ánimos mezquinos, que han sidosuperados. En un marmóreo muro del Hospital EmilioRebagliati hay una enorme placa hecha, a todas luces,para deslumbrarnos: “La limpieza es salud, conservalimpio tu hospital”. Pero ahí no queda la cosa. A dife-rencia de las máximas presidenciales o de la cita cas-trense, productos típicos del individualismo, el aportesanitario es fruto de un trabajo colectivo firmado y fe-chado: “Departamento de Servicios Generales,01.03.85”. A este paso, uno de estos días, veremos elconspicuo “Prohibido fumar” esculpido sobre una pla-ca de ónix y rubricado por el ministro de Salud.

10La vida de hospital es diferente al limbo imaginado,

o al remanso vital de las silente ermita. Los días son ape-nas esa rutina dolorosa y banal, interrumpida por elcambio de suero y algunos sosos sueños. Ninguna pau-sa noble que convoque a la meditación. Sólo la hora.

La hora misma de los condenados. Ahí donde lafrase “aúlla de dolor” carece de sentido o, por lo me-nos, pierde su exclusividad. Entonces son aullidos ybramidos y berridos y maullidos y gruñidos y balidos ymugidos y ladridos y rugidos y chillidos y alaridos. Esodepende de cuál de las innumerables bestias que vivenen nosotros se despierta.

A menudo, también, los gritos de la bestia desolladase pueden confundir con jadeos de amor apasionado:fantasmas que perturban entre la noche azul del hospital.

Lima, 1994

Portada de unareeedición de El libro deDios y de los húngaros,

uno de los poemariosemblemáticos de AntonioCisneros, escrito durante

su estadía en Budapest amediados de los años

setenta.

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Homenaje

omo todos los años, el diario La Industria, que sepublica al mismo tiempo en Chiclayo y en Trujillo, habíaconvocado su concurso de cuento y poesía entre los jóve-nes norteños. Luego de sesudas deliberaciones, y otras tan-tas libaciones, los miembros del jurado habíamos llegado,marchas y contramarchas, al sacrosanto veredicto final.

Al día siguiente con la satisfacción del deber cum-plido, me instalé muy de mañanita, cual morsa jubilo-sa, en las poltronas que rodean la piscina del Hotel deTuristas de Chiclayo. A mediodía estaba previsto unalmuerzo con los autores premiados en la vecina caletade Santa Rosa, emporio de cangrejos reventados y tor-tillas de raya. El sol brillaba con enorme descaro en elespacio caliente y azul. Qué lejos estaba yo de imagi-nar la tenebrosa jornada que me esperaba.

Todo era paz y quietud cuando, de pronto, unasombra se agitó en medio del paisaje. Volví la cara yallí estaba sonriente y muy flaco con el aire de un vam-piro feliz, mi querido compadre, a quien no había vistoen varios años. Era el mismo de siempre, salvo por esasonrisa curiosa que le ocupaba la mitad de la cara.Detalle al que, por entonces, no le presté la menoratención. Nos abrazamos, celebrando el encuentro.

Mi compadre, propietario de un fundo en Ferreñafe,me ofreció un paseo hasta sus tierras en un flamante jeepde doble tracción. Yo acepté encantado, aclarándole, esosí, el compromiso que tenía a mediodía con los jóvenesautores. «No te preocupes, compadre, que yo mismo tellevo a Santa Rosa». Con esa seguridad y con lo que te-nía puesto, mi ropa de baño y un polo adefesiero, meembarqué, sin más ni más, en la bucólica expedición.

La ciudad de Chiclayo quedó atrás. El jeep de micompadre iba viento en popa, entre los campos verdesy ventosos, rumbo a Ferreñafe. Su curiosa sonrisa ram-pante era más curiosa cada vez. Y me pareció máscuriosa todavía cuando detuvo el carro al pie de unacolina solitaria que se encimaba sobre los arrozales. Memiró fijamente a los ojos, con un aire imposible denombrar, mientras me preguntaba si esa colina no meproducía algún terror. Yo le dije que no.

El fundo de mi compadre era un fundo arrocero.Sin embargo, en el último año, había quemado buenaparte de los arrozales para sembrar alfalfa y criar ove-jas negras australianas. El agasajo, bajo un hermosocobertizo con palos de algarrobo, consistió en unoscontundentes camarones y un bosque de botellas decerveza. La charla iba y venía sobre el tiempo quepasó (y no vuelve más) y la salud de nuestros belloshijos. Aunque muy pronto descubrí que esa conversa-ción era sólo un pretexto. Mi compadre estaba obse-sionado con la brujería. Como quien no quería la cosa,tocó el tema una y otra vez. Primero, cauto y compla-ciente, pero, poco a poco, se envalentonó y terminó en

El poderoso brujode Ferreñafe

Antonio Cisneros

largas peroratas sobre los encantamientos y los ritos.Parecía un endemoniado. Ante mi manifiesta incomo-didad, pasó al tema de su buena mujer. Cambio apa-rente. En realidad, me explicó, con lúbricos detalles,que su mujer había sido poseída por un brujo muypoderoso y cómo los tres (él, su mujer y el poderosobrujo) se consagraban a oscuras ceremonias, donde nofaltaban aullidos y vómitos de sangre.

Lo corté, discretamente creo, recordándole mi com-promiso en la caleta de Santa Rosa. Tomó una carre-tera paralela a la ruta del mar. Antes de seguir a la ca-leta, haría un alto en el pueblo de Ferreñafe para pre-sentarme al poderoso brujo. Secuestrado como estaba,con mi polo y mi ropa de baño, no me pude negar.

Nos detuvimos en una casa destartalada. Me dijo queespere. Él bajó del jeep, se demoró una eternidad ysalió diciéndome que el brujo estaba en su otro consul-torio. Otra casa destartalada. Esta vez bajamos juntos.La sala de espera, repleta de pacientes apilado en sillascontra la pared, parecía la corte de los milagros. Cojos,mancos, tuertos, ciegos a la pesca de algún encanta-miento. Mi compadre conversó (discutió más bien) conuna dama rechoncha que hacía de asistente. El recha-zo fue definitivo: el brujo no lo quería recibir. Cosa queel compadre achacó a mi presencia y, por unos instan-tes, se apagó su sonrisa de vampiro feliz.

El sol ya se inclinaba hacia el oeste, cuando llega-

mos a un caserío de carrizo entre los arrozales. Mi com-padre, que había recobrado su inquietante sonrisa, merogó que nos tomáramos las últimas cervezas. No. Sí.Bueno ya. En la plaza del pueblo las cadenetas de pa-pel y una modesta banda anunciaban, galanas, que eradía de fiesta. No sé lo que pasó, la cosa es que sin quéni para qué terminamos como miembros del Jurado deun concurso de marinera infantil. Nada que hacer. En-tre trago y trago, fui atrapado por la proverbial cordia-lidad norteña. Al final, un par de niñitos (sospecho queembrujados y, ahora que lo pienso, horrorosos) fuerongalardonados ante el aplauso cervecero y general.

Seguimos rumbo al mar. Desde una suerte de penín-sula pude ver, por fin, bien a lo lejos, al grupo de escri-

tores celebrantes entre los toldos y los botes pesquerosde la caleta de Santa Rosa. Pero la hora de las mareasaltas no perdona. Y, en cuestión de minutos, el marinexorable barrió la trocha que hacía de maltrecha ca-rretera. Mi compadre masculló unas palabras. Satanásy el brujo de por medio, y movió las palancas de ladoble tracción. Su gran sonrisa era una carcajada silen-ciosa. Avanzamos, zarandeados por las aguas, unos cin-cuenta metros, hasta que el jeep, ya sin rumbo, seadentró en el océano, arrastrado por las corrientes to-dopoderosas. En la orilla del frente, los jóvenes autoresbrindaban y comían lejanos, diminutos, perdidos parasiempre, bajo el cielo enrojecido a la puesta del sol.

El poeta siempre apoyólos concursos literariosinfantiles y juveniles deLundero. En la foto,con una de las niñaspremiadas y MaríaOfelia Cerro.