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Cambios de modelo de familia en el contexto de los cambios de Modelos de Estado: Algunos aportes en torno a su relación con el padecer mental Changes in the family patterns in the context of the State Patterns: Some contributions to the mental suffering María Graciela CREMONA 1 Laura M. TORRES 2 RESUMEN El presente trabajo problematiza la relación entre modelos de familia, modelos de Esta- do y padecimientos mentales. Prescripciones de comportamiento, crisis de identidad, idea- les de familia y situaciones macro políticas —como el imperio de diversas concepciones en torno al rol del Estado— ponen al descubierto estrechas relaciones con situaciones de gran padecimiento mental, registradas tanto en hombres como en mujeres. El trabajo se desarrolla a partir de «casos clínicos» registrados en una institución de salud mental ubicada en Mendoza (Argentina). En este escenario se ha analizado qué modelos de familia han sostenido diferentes modelos de estado, y qué formas diferencia- das de padecimiento traducen las trayectorias de pacientes situados en diferentes encru- cijadas. PALABRAS CLAVE Modelo de familia, Modelo de estado, Padecimientos mentales, Casos clínicos. Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 1 111 Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 1 Págs. 111-122. ISSN: 1132-0559 EXPERIENCIAS 1 Licenciada en Trabajo Social, Hospital Neuropsiquiátrico El Sauce. 2 Licenciada en Trabajo Social, CONICT . LaDyOT - IADIZA. Fecha de Recepción: 01-09-2003 Fecha de Aceptación: 14-03-2006

(M) 7. Cambios de modelo - scielo.isciii.esscielo.isciii.es/pdf/inter/v15n1/v15n1a08.pdf · Prescripciones de comportamiento, crisis de identidad, idea-les de familia y situaciones

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Cambios de modelo de familia en el contexto de loscambios de Modelos de Estado: Algunos aportes entorno a su relación con el padecer mental

Changes in the family patterns in the context ofthe State Patterns: Some contributions to themental suffering

María Graciela CREMONA1

Laura M. TORRES2

RESUMENEl presente trabajo problematiza la relación entre modelos de familia, modelos de Esta-

do y padecimientos mentales. Prescripciones de comportamiento, crisis de identidad, idea-les de familia y situaciones macro políticas —como el imperio de diversas concepciones entorno al rol del Estado— ponen al descubierto estrechas relaciones con situaciones degran padecimiento mental, registradas tanto en hombres como en mujeres.

El trabajo se desarrolla a partir de «casos clínicos» registrados en una institución desalud mental ubicada en Mendoza (Argentina). En este escenario se ha analizado quémodelos de familia han sostenido diferentes modelos de estado, y qué formas diferencia-das de padecimiento traducen las trayectorias de pacientes situados en diferentes encru-cijadas.

PALABRAS CLAVE

Modelo de familia, Modelo de estado, Padecimientos mentales, Casos clínicos.

Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 1 111

Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 1 Págs. 111-122. ISSN: 1132-0559

EXPERIENCIAS

1 Licenciada en Trabajo Social, Hospital Neuropsiquiátrico El Sauce.2 Licenciada en Trabajo Social, CONICT . LaDyOT - IADIZA.

Fecha de Recepción: 01-09-2003 Fecha de Aceptación: 14-03-2006

ABSTRACT

The present work debates the relationships among familiy patterns, State Patterns andmenthal suffering. There”s a close relationship between situations of great menthal suffering,registered in men as well as in women, and behavioral prescriptions, identity crisis, family ide-als and macro political situations— as the empire of various conceptions around the role of theState.

This work has been developed as of «clinical cases» in a psychiatry institution in Mendoza(Argentina). Its environmental has been analyzed with regard to witch family patterns haveholded diverse State Pattern, as well as the dissimilar suffering forms expressing the stories ofpatients confronting various dilemmas.

KEY WORDS

Familiy patterns, State Patterns, Mental suffering, Clinical cases.

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INTRODUCCIÓN

En el campo de la clínica de saludmental son cada vez más numerosas lasconsultas por situaciones donde el pade-cimiento mental queda ligado a diversasproblemáticas de género.

Desde nuestra experiencia en la clíni-ca visclumbrábamos que algunoshechos en apariencia no vinculadosentre sí —prescripciones de comporta-miento, crisis de identidad, ideales defamilia y algunas situaciones másmacro políticas como el imperio dediversas concepciones en torno al roldel Estado— debían atarse o relacionar-se en algún punto adquiriendo desdeallí renovada capacidad explicativa.Esto nos permitiría superar los enfo-ques fragmentarios que suponen consi-derar «padecimientos suspendidos en elespacio y en el tiempo».

En base a estos supuestos nos propu-simos analizar cómo los modelos deEstado que nuestro país registraba en suhistoria reciente habían impulsado ysostenido roles y funciones para cadauno de los integrantes de la familia; ycómo estas prescripciones de rol podríanhaber impactado en la salud mental desus integrantes. Con este objetivo anali-zamos casos de pacientes internados enla institución de salud mental en la quetrabajábamos: el Hospital Neuropsiquiá-trico El Sauce (Mendoza, Argentina)1.

A lo largo de tres años (2000, 2001 y2002) nos abocamos a la realización deltrabajo de campo. Bajo una metodologíacualitativa, presentamos la «perspectivadel actor» (Guber: 1991), intentando cap-tar cómo los actores sociales explicaban,entendían y significaban su propia expe-

riencia en el marco de un proceso deenfermar.

Trabajamos a partir de entrevistas enprofundidad a pacientes internados en lainstitución y sus familiares. El criterio deselección de la muestra fue por satura-ción teórica (Glaser y Strauss. 1967).Analizamos los casos en relación a sustrayectorias sociales en el marco de uncontexto que los excedía y que se vincula-ba a la Historia Argentina, donde distin-tas estrategias políticas, sociales y econó-micas se nos presentaban como dinami-zadas bajo dos modelos de estado: elEstado de bienestar y el Neoliberal (Torra-do: 1992). Procedimos entonces a valorarla existencia de correlaciones entre Mode-lo de Estado y Modelo de Familia.

En el trabajo subyace como anticipa-ción de sentido (Yuri y Urbano: 1999)que la génesis de configuración familiarmanifestará impactos en la Salud Mentalde cada uno de los integrantes del grupo,y específicamente con relación a la asun-ción de los roles prescritos de padre ymadre.

Que sea el trabajo social el que se pre-gunte por estas complejas relaciones sevincula con nuestra posición de que laintervención y práctica profesional sonampliamente superadoras de la relaciónde mediación entre recursos escasos ymúltiples necesidades que históricamen-te se ha prescrito a la disciplina (GarcíaSalord: 1991). Si bien la práctica profe-sional del trabajo social puede ejercer«efectos performativos» (Butler: 2002)puede también convertirse en instru-mento de cambio social.

Ser agentes de ese mismo Estado quecoacciona prácticas y representaciones

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1 La provincia de Mendoza se ubica en el centro oeste argentino, recostada sobre la cordillera de los Andes, limitacon la República de Chile. Se trata de la cuarta provincia argentina según número de habitantes después de CapitalFederal, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.

nos plantea alternativas restringidas:responder a las necesidades de los agen-tes sociales o a los requerimientos delestado. Por eso se hace imprescindibleconocer las «urgencias histórico sociales»(Foucault: 1991) de cada modelo de esta-do, en tanto entendemos que reconstruirla historia nos servirá para comprenderel presente y valorar nuestras posibilida-des futuras.

Partimos del supuesto de que «cadamodelo de estado necesita un modelo defamilia funcional a su reproducción».

Nuestras anticipaciones de sentidoderivadas consisten en que «al interior dela familia cada modelo de estado prescri-birá roles funcionales», «que los rolesserán asumidos por los sujetos socialesa través de un proceso de interpelaciónsubjetiva que por su parte opera a travésdel imaginario social (soporte ideológicodel poder)», «que la desigualdad de géne-ro es una consecuencia de esta interpe-lación subjetiva», «que el imaginariosocial instituido por el Estado de Bienes-tar entra en contradicción con las condi-ciones materiales que ofrece el EstadoNeoliberal para cumplir con los valoresinstituidos», y «que al verse descontex-tualizado el imaginario social y sus pres-cripciones de rol derivadas, esta contra-dicción lo torna irracioinal, generandoaltas cuotas de sufrimiento mental».

UN PUNTO DE PARTIDA NECESARIO:LAS CARACTERÍSTICAS DELCONTEXTO Y LOS MODELOS DE ESTADO

A lo largo del siglo XX y principios delXXI la historia argentina ha estado mar-cada por la presencia consecutiva de dosmodelos de estado (Torrado: 1992), el de«bienestar», que comenzando en la déca-da del 30 adquiere su máxima expresiónen la del 50, y el «neoliberal», que

comienza a aplicarse en la dictaduramilitar de la década del 70 y que se agu-diza en la del 90.

Luego de que por varias décadas laHistoria Argentina fuera la historia de suoligarquía; el estado de bienestar signifi-có la sinergia de políticas económicascomprometidas con el pleno empleo y laseguridad social, con la provisión públi-ca de servicios sociales universales; conel mantenimiento de un nivel mínimo decalidad de vida para toda la población ycon la atención de la población en situa-ciones de enfermedad, desempleo o vejeza través de una legislación especial (Bus-telo: 1992).

A nivel familiar este modelo de estado—que sostenía un modelo económico—determinó una conformación de rolesfamiliares que se apoyaba en el padrecomo sostenedor económico del hogar yen la madre como ama de casa, encarga-da del cuidado, crianza y socialización delos hijos. Este proceso de socializaciónsentaba por su parte las bases para lareproducción de nuevos ejércitos demano de obra.

Hacia la década del 70, la Argentinaevidencia un cambio en su política econó-mica. Se instala el modelo neoliberal y seregistra con él una progresiva retraccióndel Estado del campo de las políticassociales y una mayor intervención delmercado en esferas de anterior competen-cia estatal. Todo esto se tradujo en la des-atención de amplios sectores de la socie-dad, privatización de servicios (en espe-cial salud y seguridad social), transferen-cia a las familias y a la comunidad de lasresponsabilidades de cobertura de necesi-dades básicas; desregulación y flexibiliza-ción de las relacioines de trabajo (Bustelo:1992). Este modelo de estado aparecedesarticulando el entramado institucionalsobre el que descansaban los roles fami-liares prescritos de décadas anteriores.

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Sin embargo, este cambio de modelo«en los hechos» no se vio acompañadopor un paralelo cambio en el conjunto derepresentaciones sociales que sosteníanaquellos roles familiares. Contrariamenteestas demandas al interior de la familiaparecen mantenerse, pero sin contar yacon ese complejo institucional que lasrespaldaba y que determinaba que enmuchos casos el «ideal» pudiera alcan-zarse.

La familia resulta depositaria de pro-fundas contradicciones. Organizada enbase a ideales culturales que la antece-den no cuenta ya con el entramado insti-tucional que la respaldaba, hallándosecada vez más sujeta a determinantes ylimitantes cuyo control le es ajeno.

Entendemos que el estado de bienes-tar apoyó a la familia en tanto ésta eranecesaria en el proceso de reproducciónde agentes sociales productivos y devalores acordes. Sin embargo, en laactualidad los procesos de acumulaciónse han independizado de la fábrica y lafamilia, relacionándose cada vez más conprocesos de competencia monopolica;avances tecnológicos, conocimiento cien-tífico, información y medios de produc-ción altamente concentrados. En la erade la tecnología y el conocimiento (Tof-fler: 12992), el trabajador es desplazadoy la familia —antes funcional a las nece-sidades de reproducción del capital—pierde funcionalidad frente al modeloneoliberal para el que ya existen otrasformas de reproducción y de control.

En este punto si bien el estado neoli-beral comienza a restar apoyos materia-les para la reproducción de la familia, yde sus roles derivados; no evidenciamayores cambios en los roles que sigueprescribiendo a través del entramado de

significaciones imaginarias sociales (Cas-triadis. 1983). Por el contrario, la vemosmanteniendo el requisito de padre ymadre, uno destinado al espacio públicoy la otra reservada al doméstido, peroevidenciando en paralelo despidos masi-vos, cierres de fuentes de trabajo, reduc-ciones salariales crecientes y provovien-do con ello una profunda crisis entre loinstituido y lo que tiende a instituirse.

En este punto entendemos que el ima-ginario social, en tanto universo de signi-ficaciones que instituyen una sociedad,es inseparable del problema del poder(Marí: 1988:200). Conocer la naturalezadel poder nos lleva a conocer la insrip-ción de sus dispositivos en la organiza-ción de la sociedad, en sus institucionesy a través de ellas en la subjetividad. «Silos actos de fuerza producen poder, apartir de allí el discurso del orden y elimaginario social consolidan las condi-ciones reproductivas del poder produci-do, garantizan la continuidad del poderinstituido, los dispositivos de poder exi-gen como condición de funcionamientono sólo sistemas de legitimación, enun-ciados, normativas y reglas de justifica-ción, sanciones de conductas no desea-bles (discursos del orden), sino tambiénprácticas extradiscursivas; necesitasoportes mitológicos, rituales que hablena las pasiones y en consecuencia, disipli-nen los cuerpos» (Marí: 1988:201).

PACIENTES Y PADEDECERES

A continuación nos proponemos ana-lizar tres casos de pacientes internadosen el hospital psiquíatrico, cuyas proble-máticas creemos poder situar en mediodel clivaje referido anteriormente. Enten-demos que los casos que expondremos2

nos darán claves para reconocer el poder

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2 Los casos que se exponen a continuación han sido seleccionados dentro del conjunto de los analizados en elcurso de la investigación en tanto sintetizan los ejes sobre los que hemos avanzado en el presente artículo.

configurador de los dispositivos de poder,y sobre cómo éstos pueden traducirse enprocesos de enfermedad a medida queaumenta la brecha entre lo posible y loimposible, en relación con lo que sedesea3. Los casos analizados, más allá desus múltiples particularidades, eviden-cian una lógica común caracterizada pordemandar e intentar sostener «un impo-sible».

1. Una familia patriarcal

El primer caso es el que plantea unamujer de sesenta y cinco años, internadaen el servicio de mujeres del hospital porpresentar un cuadro de depresión exóge-na con sintomatología psicoorgánica.

«Mi padre se vino de Italia escapandode la guerra en 1914... Antes el hombreera muy machista, era el que mandaba ala mujer y a los hijos, él decidía todo, yun gran porcentaje castigaba a la mujerterriblemente, mi papá era uno de sos.Antes no se casaban por amor, los padreslo decidían. Mi mamá se tuvo que casarporque mi papá era ferroviario y en aquelentonces eran los que en mejor posiciónestaban. También se tuvo que casar pormiedo. Entre ellos arreglaban el matrimo-nio. Cuando se casó tenía 17 años, y mipapá la fajaba, pobrecita!, despuésmurió, y mi papá se casó, esta vez sí ena-morado, pero también murió la mamá demis hermanos y entonces se casó con otrapara que nos criara a todos... Yo me casécon un hombre 20 años mayor, muy recto.Teníamos un buen pasar, él trabajababien, en una tienda de las más importan-tes de Mendoza!!! Después se murió.Ahora estoy con un hombre que es médi-co, pero me insulta, me agrede, ayernomás me dijo: no ves que sos una bruta,

no entendés nada. Yo no sé nada deleyes, pero él no quiere casarse conmigoporque si se muere, piensa que me corres-pondería una parte de todas sus propie-dades, pero a mí no me importa eso, yo loúnico que quiero es que se case conmigopara que me quede la jubilación. Es unpijotero, las propiedades que tiene!, todasson para le hijo. Para mí y para las hijasnada. Dice que a las mujeres hay queusarlas. El es divorciado, sus hijos sonadoptados porque él es impotente... Meda unos pesos por la comida que yo lepreparo, si no lo tuviera con la pensiónque me dejó mi marido no sé lo que hago.Cuando viene el hijo le dice que las muje-res son lo peor que hay y que hay quetenerlas de empleadas. A la nuera unavez la echó, le dijo que era una negritacursienta. No quiere que el hijo se casecon ella, dice que no está a su altura y laverdad es que tiene razón, el hijo de él esun señor y esa negrita... con este bobo separó para toda la cosecha... Mi hija tiene35 años y ahora no saben qué hacer... élno tiene trabajo, porque él no va a traba-jar de cualquier cosa!, no dejó que mi hijaterminara los estudios. Ella creía que conél económicamente iban a andar bien,como él era el hijo del dueño de unaempresa de transportes se ilusionó, peroresulta que están fundidos. El la basurea,yo no entiendo como se deja tratar así, siestuviera mi marido... (trabajo de campo,entrevistas Cremona: 2001).

Su primer marido era veinte añosmayor, ella se dedicaba a criar a sushijos y a hacer algunas costuras para«estar ocupada». Estas tareas se realiza-ban dentro del hogar y sólo se recibía amujeres y encargos de los maridos deestas mujeres. Según su relato se tratade veinte años de postergación, tantopersonal, laboral, económica, como

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3 En este sentido entendemos con Foucault que el deseo se halla atado al poder, en función de dispositivos quemodelan el deseo.

sexual. Tolera a ese compañero que lahumilla porque necesita sobrevivir. Tam-bién su madre y su hija han reproducidorelaciones de postergación y maltrato,amas de casa sin estudios, sin posibili-dades de desarrollar una actividad eco-nómica, reducidas al mundo privado.Sometidas a maltrato verbal, emocional yen la primera generación, hasta: físicopor depender económicamente del mal-tratador. Ninguna ha podido modificar nicuestionar su situación.

Entendemos que la paciente se consti-tuye en portadora y reproductora delmodelo patriarcal, llegando a descalificara otra mujer por ser «muy poca cosapara el hijo de un doctor», enorgullecién-dose del título profesional de su compa-ñero, aunque en paralelo se queje de laforma en que la desprecia y menoscaba.Curiosamente trata de «negrita caquera ycursienta» a una muchacha que se leparece en su aspecto físico, en el color dela piel y en el estatus socioeconómico.

En paralelo, de diversas entrevistasindirectas realizadas a otros miembrosdel grupo familiar y a vecinos de lapaciente se observa que si bien ella sos-tiene un modelo de familia patriarcalatravesado por presupuestos moralesrigurosos, paradójicamente «actua la ile-galidad de la legalidad que sostiene»:convive con un hombre que le paga porcuidados pero con quien comparte ellecho y se presenta como la «señoraesposa del doctor», mientras él se niega acasarse con ella.

De acuerdo con nuestras observacio-nes las características de los lazos socia-les que subalternizan el rol de la mujer sereproducen, por la fuerza del imaginariosocial, casi sin variaciones a lo largo devarias generaciones. En familias con unimaginario social patriarcal, sostenido

tanto por hombres como por mujeres, lascontradicciones planteadas por el cambioen las condiciones materiales de existen-cia —que ya no permiten cumplir cabal-mente con los mandatos sociales— gene-ran justificaciones por parte de los miem-bros del grupo que se sirven de un arse-nal de proyecciones,ocultamientos y dis-frazamientos que permiten, sin embargo,mantener la ilusión de que el modelosigue funcionando. Este mecanismo sehallaría al servicio de la preservación deun nivel de equilibrio mínimo, sin el cualse correría el riesgo de producir malestarsubjetivo y padecimiento mental.

«Lo instituido, al ser encarnado porlos particulares, es negado» (Lourau:1994:10), el imaginario social quesemantiza esta mujer sostiene un idealde familia tradicional, pero que encarna-do en lo singular se invisibiliza. Lapaciente, su madre y su hija nos plante-an el caso de tres generaciones enmarca-das en las transformaciones de losmodelos de estado. El modelo de familiaque las tres sostienen es el tradicional,pero la familia que construyen se apartadel ideal. Se trata de familias ensambla-das donde el secreto está puesto al servi-cio de mantener una ilusión.

2. Un hombre en el cruce

El caso que presentamos a continua-ción se refiere a un hombre de 57 añosinternado en el mismo hospital. Desdehace 6 años el paciente ha aumentado laingesta de alcohol. La internación se pro-duce tras la denuncia de su esposa dadoque a la ingesta se suman, en el últimoperíodo, reiteradas situaciones de violen-cia intradoméstica que la cuentan entresus víctimas. El paciente refiere que trasser despedido en el año 1985 junto a 40compañeros4, comienza para él un largo

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4 El despido se produce de un empleo estatal tras la privatización de la empresa.

peregrinaje en busca de empleo conalgún grado de estabilidad (seguridadsocial y cobertura de salud). Esta necesi-dad la justifica tras explicar que almomento del despido llevaba 23 años deaportes al sistema previsional por lo quesólo le restaban unos pocos meses deaportes para su retiro.

«...he tenido trabajos grandes, he sol-dado en empresas grandes, porque yo eraun buen soldador... yo tenía obra social ...cuando yo trabajaba bien, compré esacasa que tengo, eso a mí no me lo trajo elpresidente, eso lo gané trabajando, peroeso ella no lo valora..., a los 35 años yano te toman en ninguna empresa, no ser-vís ...he conseguido buenas changas,pero ahora no es como antes, la situaciónque se está viviendo ahora no se puede,no se consigue nada... con mi mujer sonproblemas de plata, las peleas empiezanporque mi mujer me dice... ¿qué hacesque ya estás al cuete?, ¡qué no traesplata! que lo que traes es una porquería...(trabajo de campo, entrevistas Cremona:2000).

La mujer le pide algo que en la socie-dad actual aparece como irracional, quesea el sostén del hogar. El paciente haaumentado la ingesta simultáneamentea la precarización del empleo.

«Ella tiene una lengua bastante fuerte,es bastante brava y yo tampoco me voy aa aguantar que ella me venga a insultar...Tengo un vecino que me dice, pero che ...¿¡cómo te dejas agredir por tu mujer?!Quien sos vos, su marido o su hijo, perocomo sos tan tonto que te dejas agredirpor tu mujer?! (trabajo de campo, entre-vistas Cremona: 2000).

Además de estar frente a una situa-ción que conjuga violencia y padecimien-tos mentales observamos que el grupo sehalla atravesado por un discurso legiti-mado socialmente y en este caso repre-

sentado por un vecino que se horrorizade ver cómo una mujer maltrata a unhombre. Sin embargo, esta estructurapatriarcal aparece no sólo sostenida porel vecino, sino también por el paciente ysu mujer, en el hecho de que ella nuncatrabajó fuera del hogar ni se capacitó.

«Yo le dije a ella que no trabajar, si yoganaba bien, ¡qué iba a trabajar si con loque yo traía alcanzaba?!, ¿para qué iba atrabajar? no le hacía falta» (trabajo decampo, entrevistas Cremona: 2000).

El tema del dinero es, en esta familia,uno de los causantes del conflicto y eneste sentido entendemos que «...en eldinero se proyectan las necesidades,expectativas y ambiciones conscientescomo las identificaciones y fantasíasinconscientes. Por su lugar privilegiadoen el intercambio social y su fuerza comoinstrumento de poder resulta ser un por-tador extremadamente sensible de man-datos sociales y de las distintas ideolo-gías de poder. Atraviesa los conflictosintrapsiquícos e intersubjetivos. Su pre-sencia corpórea o fantasmal ocupa unlugar tangible en la interacción dentro dela compleja red familiar, entre padres ehijos, marido y mujer, amantes, amigos,etc. Sería demasiado ingenuo dar porsentado que el dinero sólo está presentecuando se lo ve o en las transaccionescomerciales» (Fernández: 1989:249)». Supresencia posibilita la existencia, repro-ducción, sostenimiento de una familia,en tanto que su ausencia es generadorade tensiones, conflictos, decepciones yquiebres de identidades.

3. Una mujer en la transición

El caso de una mujer joven, con hijosaún pequeños nos plantea profundasdiferencias con los anteriores, pero a lavez profundas similitudes. Observamosque el ideal de familia esta vez dista

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mucho de la familia que puede cons-truirse, imposibilitanto incluso el accesodel secreto como mecanismo de defensafrente a una realidad intolerable. Elsecreto ya ha perdido su función central,el modelo ideal es cada vez más distante.

Mabel es una mujer de 31 años, sucabello es corto, viste un equipo de gim-nasia, en su brazo tiene un tatuaje —uncorazón con una «R», la inicial del nom-bre del padre de su primer hijo. Tienedos hijos. El que en la actualidad tiene12 años nació cuando ella tenía apenas16; el segundo, de 8 años, es en realidadhijo de su hermana, pero ha sido criadopor Mabel dado que se trataba de un hijoextramatrimonial que debió ser ocultadopara «no poner en peligro» el matrimoniode Isabel (hermana de Mabel). Mabelestá sola, ha perdido su trabajo. Ingresaal hospital por intento de suicidio.

«Intenté matarme, estaba descontrola-da, usé un arma de fuego. ...Se me juntótodo, el trabajo, no tengo plata parapagar el alquiler, me están por desalojar,tengo todas las boletas vencidas... Notengo dónde ir a vivir, para colmo eldueño aumentó el alquiler $40 más. Parala Navidad no pude comprar nada paramis hijos, el más grande terminó laescuela con los dedos afuera... Así fuiarrastrando tanta rabia conmigo misma,una impotencia por no poder darles loque necesitan. Dije basta, no aguantomás, ...no quiero seguir sufriendo, ni versufrir a mis hijos. He ido a anotarme alprograma madre sola jefa de hogar5.Pero no pasa nada. Yo no quiero que meden nada, sólo quiero trabajar. Yo trabajétoda mi vida, trabajábamos en el campocon mis hermanos, ellos ahora estándesocupados y viven con mi madre,cuando a mí la plata me alcanzaba los

ayudaba a todos» trabajo de campo,entrevistas Cremona: 2002).

Mabel ha desarrollado tareas ruralesestacionales en épocas de cosecha. Añosatrás con el ingreso de la temporada sub-sistía todo el año, pero el proceso de dete-rioro del salario ha determinado que en laactualidad no pueda cubrir sus necesida-des. Simultáneamente no consigue unempleo que le permita complementar elcada vez más magro ingreso rural.

Si bien el caso de Mabel suscitó, alinterior del equipo de profesionales inter-vinientes, serias discrepancias diagnósti-cas, no es nuestro objetivo detenernosen ellas. Simplemente las enunciaremosa los fines de no recortar arbitrariamentela realidad, pero no la analizaremos eneste momento. El médico tratante sentíala necesidad de hallar un diagnósticopresuntivo, para determinar el trata-miento adecuado. Sin embargo, no que-daba claro si el caso volvía presente untrastorno de la personalidad (Kaplan:1994) que entraba en crisis por la situa-ción social problemática que la pacienteenfrentaba y que terminaba desencade-nando en un intento de suicidio; o si setrataba de un caso de «vulnerabilidadsocial» (Zaffaroni: 1993), Domínguez:1981), que hallaba en el suicidio una delas posibles formas de expresión en elmarco de un proceso de precarización ypauperización creciente y sostenida.

La problemática de esta mujer comien-za con la maternidad adolescente, que leimpone abandonar un proyecto educativopara «salir a trabajar». Mabel ve vulnera-do tanto su rol de madre como el rol desostenedora del hogar. Se trata de unamadre sola tratando de sostener unhogar en una época de crisis, contanto

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5 Se trata de un programa estatal que subsidia a aquellas madres que son sostén del hogar y que se encuentranen situación de desempleo.

sólo con la primaria completa «...la fami-lia es una de las formas institucionalesque muestra en forma más transparentesu crisis: En américa Latina el matrifoca-lismo, es creciente y es un dato impor-tante de transformación. En los sectorescon necesidades básicas insatisfechas(NBI) del conurbano bonaerense, casi el45 por 100 de las familias tiene por cabe-za y soporte a una mujer. Con respecto alos sectores medios la tendencia se repi-te. Podría afirmarse que se tiende a unaconfiguración familiar que tiene a unamujer como cabeza y principal soporteeconómico y en donde el varón ocupa unlugar periférico o circunstancial. En gru-pos domésticos populares se produceuna precarización mayor; esto lleva apa-rejado transformaciones en las represen-taciones de género» (Menéndez: 1994, enSStolkiner: 1994).

Bajo el modelo de bienestar el salariodel jefe de familia permitía cubrir losgastos de reproducción del grupo fami-liar. En el caso de Mabel, su trabajo nole permite cubrir las necesidades de supequeño grupo familiar.

CONCLUSIONES

A lo largo del presente artículo hemosanalizado tres casos clínicos que suce-dieron en un espacio común: un hospitalpsiquiátrico. Cada uno de ellos interpela-ba el concepto mismo de salud mental,dando cuenta de padeceres y dolenciasde sujetos sociales concretos. A pesar dela aparente diversidad, en estos casoshemos hallado claves para pensar cómolas crisis de identidad en torno a losroles instituidos, impactan a nivel desalud mental, generando severas cuotasde malestar.

Hemos aportado elementos que nospermiten pensar a la salud mental comoun proceso que se imbrica en procesos

histórico sociales cargados de mandatosinterpelantes que se hacen cuerpo, ycuya funcionalidad se explica a razón delas necesidades de control y de repro-ducción del orden social.

En el modelo de bienestar se controlainterpelando al hombre con el rol de sos-tenedor y a la mujer con el de reproduc-tora. Esta construcción polar de la reali-dad logra performatividad y eficacia sim-bólica por un entramado que además dematerial hunde sus raíces en lo mítico yque se sirve de su invisibilización en elproceso de socialización para lograr efi-cacia y legitimidad.

En el modelo neoliberal observamosque perduran los mandatos que cambianlas condiciones materiales de existencia,pese a lo cual la contradicción planteadano puede ser elucidada por hallarsehecha cuerpo y anudada al deseo. Estatensión se traduce —entre otras cosas—en culpa, crisis y violencia.

Más allá de la diversidad de familiasanalizadas, todas ellas se encontrabanatravesadas por el deseo de alcanzar unmodelo familiar patriarcal. Algunas sibien reproducen el modelo en el discur-so, no hallan sostén en la práctica.Ponen el secreto al servicio de mantenerla ilusión implicando invariablementepadecimiento. Otras expresan por la víade la violencia doméstica un cúmulo defracasos externos, donde el hombre acosta de mantener una concepción devirilidad impuesta se ve sometido a recu-rrir al «golpe» como último baluarte demasculinidad; y finalmente una familiaque halla en la autoagresión el mediopara resolver lo que de ningún modoparece poder resolverse en el afuera,expresando niveles críticos de impoten-cia social.

El modelo de bienestar en la Argenti-na se comportó a modo de gran padre

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protector, paternalista y autoritario.Cuando se resquebraja y desaparece, nodesaparecen a igual tiempo los idealesque había sabido construir, alentandoprofundas divisiones entre los idealesimpulsados y deseados, y las realidadesposibles.

En el estado neoliberal, con la cre-ciente oferta de mano de obra, desparecela centralidad de la familia como repro-ductora. La estrategia de control serádistinta, restar apoyo a la familia, imple-mentando una nueva tecnología delpoder que disciplina a los individuos,pero en masa. La sociedad como institu-ción total (Goffman: 1994), todos ence-rrados fuera de las instituciones totales,encerrados en los márgenes, disciplina-dos por la expulsión y la exclusión.

Precisamente nuestra preocupaciónse centró en hacer visible los efectos vio-lentos de este modelo socioeconómico yde las determinaciones culturales degénero. Según hemos podido ver la des-igualdad de géneros no desaparece, setransforma. Los hombres también lasufren en el marco de una sociedad quesustenta el poderío del «macho» y de que«el hombre es más viril cuanto más dine-ro tiene», y que en paralelo produce des-pidos masivos. Se observa la emergenciade síntomas como celotipia, inseguridad,adicciones, alcoholismo, pérdida de lavirilidad, que podríamos suponer seexplican en gran medida dada la incapa-cidad de cumplir roles instituidos social-mente.

A través de los datos también seobserva la repetición del sojuzgamiento ala mujer por parte del hombre y de lasociedad con sus dispositivos, y en para-lelo la emergencia de formas de contra-violencia ejercidas por ellas tanto desde

la salud mental como desde la enferme-dad misma. En muchos casos las vemossometerse al maltrato, podríamos pen-sar, por elección, por masoquismo o por-que tienen asignado un lugar del que nopuede salir por estar descapitalizadas.En la práctica clínica observamos la vidade mujeres signadas por la dependenciaeconómica que si bien para las concep-ciones tradicionales y hegemónicas de lasalud y la enfermedad mental podríanencuadrarse dentro del diagnóstico de«trastorno de personalidad por depen-dencia» (Kaplan: año), nos parecen másbien señalar mecanismos sociales y cul-turales de construcción de la subjetivi-dad.

Si bien hoy vemos movimientos insti-tuyentes donde la mujer comienza a ocu-par nuevos lugares que apoyan su rei-vindicación como sujeto social, los casosanalizados muestran la contra cara,hombres y mujeres que no tuvieron laposibilidad de elucidar estos procesos yque en todo caso hubiesen marcado laposibilidad de superar las contradiccio-nes planteadas entre condiciones mate-riales e imaginario social. Como profesio-nales de la salud no podemos dejar dereconocer que este proceso de cambio noha culminado, que se halla a mitad decamino y que vuelve a conjugar procesosde emancipación social e intentos de rea-propiación estratégica por parte de nue-vos y renovados mecanismos de controlsocial.

Enfatizamos entonces la función de«vigilancia» que como profesionales de lasalud mental nos cabe. Esta función serelaciona entonces con la posibilidad deque niveles crecientes de concienciasocial puedan recrear formas de acciónsocial que se sumen a un proceso másamplio de movilización y autonomía.

María Graciela Cremona y Laura M. Torres

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Cambios de Modelo de Familia en el contexto de los cambios de Modelos de Estado: Algunos aportes....

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