Macondismo y Otros Demonios

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  • 8/9/2019 Macondismo y Otros Demonios

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    Macondismos y otros demonios: Cien aos desoledad*

    Oscar R. LopezProfesor asociado del Departamento de lenguas modernas y clsicas.

    Area de Literatura Latinoamericana.Saint Louis [email protected]

    mailto:[email protected]:[email protected]://www.biblioteca.org.ar/mailto:[email protected]
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    Resumen: En contrava de las celebraciones de los ochenta aos delnacimiento de Gabriel Garca Mrquez y de los primeros cuarenta aos dela publicacin de Cien aos de soledad, el presente estudio rastrea un buennmero de significativas voces crticas que han orientado la lectura de lanovela. El inters es mostrar que no pocas de esas voces han perpetuadoestigmas y prejuicios que, en el tiempo, han resultado nocivas para la

    comprensin de las complejidades de todo tipo de Amrica Latina. Eltrabajo muestra, adems, voces interpretativas de corte ms positivo sobreel alcance crtico de la novela, al tiempo que informa de la existencia detendencias narrativas ms urbanas que el xito literario y publicitario deCien aos de soledad mantuvo eclipsadas.Palabras clave:Macondismo, barbarie, realismo maravilloso, McOndismo.

    La celebracin de los primeros cuarenta aos de publicacin de Cien aos desoledad(1967) es una buena oportunidad para evaluar la participacin de la crtica enla consolidacin de su xito, pero por encima de ello en las consecuencias que porvarios decenios el Macondismo lleg a constituir como mirada metropolitana entorno a la regin. En su parte inicial el presente trabajo revisar estas consecuenciasinherentes a una lectura que deriv en disfraz de estigmas y prejuicios; en su partefinal, y en contrava de las domesticaciones metropolitanas, har una revaloracin deMacondo a la luz del reconocimiento y relectura de la novela ya no como estigma dela regin, sino como texto pico inspirador de otros resistentes en distintas periferias,as mismo como texto en ria con la Historia oficial.

    La estructura, la totalidad

    Entre las explicaciones en torno a la idea de que el Boom hizo novelas totales, esdecir, que trataban de interpretar una vasta realidad, los mismos narradores estrellasdel Boom apoyados por crticos asociados a su difusin promulgaron definiciones delsignificado de este tipo de novela. El xito principal de los escritores se dio a travsde novelas voluminosas que representaron realidades del continente como si stasfueran una e indivisible realidad. Una caracterizacin de ellas la ofreci Vargas Llosaen su estudio sobre la narrativa de Garca Mrquez, Garca Mrquez: historia de undeicidio, en especial en el captulo VII, Realidad total, novela total dedicado a Cienaos de soledad. All plasm varios criterios en los que los temas, la estructura y eltipo de lector fueron considerados. Estas novelas compiten con la realidad real deigual a igual, enfrentndole una imagen de una vitalidad, vastedad y complejidadcualitativamente equivalentes. (Vargas Llosa 1971: 479) Tambin concibi,entonces, total a Cien aospor su pluralidad al juntar situaciones que se consideraban

    antinmicas: tradicional y moderna, localista y universal, imaginaria y realista(480). Vargas Llosa asociaba adems totalidad en la novela de Gabo a la recepcindel lector, pues la perciba muy accesible de leer para todos los pblicos, el dellector inteligente y del imbcil, del refinado que paladea la prosa, contempla laarquitectura y descifra los smbolos de una ficcin y del impaciente que slo atiendea la ancdota cruda. (480)

    A decir verdad, el criterio vargallosiano destinado al lector aparece all facilista yconfuso en cuanto olvida los contenidos ambiciosos y el inters renovador de unanarrativa, la del Boom, que pretenda interpretar la vastedad de una realidadalejndose del registro realista regionalista (Rama 1982: 255) y que, en el caso deCien aosjugaba a fusionar la individualidad de los miembros de la familia Buenda

    con sus repetidas y cclicas acciones, las cuales corresponden a la pluralidad colectivade seis generaciones. Segn Todorov en Macondo en Pars, en choque con la

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    secuencialidad propia de la tradicin novelesca, el proceso de enunciacin de Cienaos sutura las quiebras temporales de la crnica individual a travs de lasasociaciones simultneas, las cuales prevalecen al privilegiarse el sujeto plural(Todorov 1978: 42, 43). Y en esto se eriga Cien aoscomo texto actualizador de lapica, como relato de tipo mtico, [1] texto apartado de las prescripciones realistasheredadas del canon decimonnico.

    Si se contrapone a Todorov en la declaracin sobre el proceso de enunciacin conla de Vargas Llosa sobre la recepcin de Cien aos puede notarse que el autorperuano entregaba demasiada licencia al plpito o sentir del lector, ello a contrapelode los esfuerzos de los escritores del Boom consistentes en cuestionar las falacias delrealismo, sobre todo el telrico, lo que se traduca en un lector ms participante. Dehecho, tal como lo seala el terico blgaro el auditor-narrador cambia a medida queevolucionan sus personajes (38) destacando con ello la complejidad enunciativa deCien Aos. El lector imbcil, expuesto a tales exigencias, de seguro, quedabaconvertido en un convidado de piedra.

    Un lector a la usanza propuesta por Vargas Llosa bien podra apasionarse por un

    folletn novelesco sin tener en cuenta que ste no tiene nada de totalizante en cambiotiende a reducir la complejidad de las relaciones de amor y de la realidad social parahilvanar fantasas escritas para pblicos ignaros. La narrativa del Boom, aunqueaglutin a autores con criterios estticos y edades dispares, tuvo algunos encuentroscomunes: el xito editorial (Rama 1982: 248-255), la preocupacin por laexperimentacin con las tcnicas narrativas (en lo que, si atendemos lasobservaciones de Gutirrez Girardot en el estudio Modernidad y Trivializacin, noconstitua una novedad), la bsqueda de una identidad latinoamericana, un afninicial por la novela de denuncia social (Vargas Llosa, Fuentes, Gabo), [2]los juegosde lenguaje y la experimentacin narrativa (Cabrera Infante, [3]Cortzar [4]) y, porprimera vez, despert inters entre los lectores de Amrica Latina por acoger lasobras de autores de la regin antes que las de los pares europeos y de los Estados

    Unidos, inters que result ser un logro descolonizador. [5]

    En el intento de precisar ms la idea de novela total subyacente en Cien aosVargas Llosa contribuye a canonizar una tendencia de novela, la cual se erigira en elmodelo ms repetido por decenios:

    describe un mundo cerrado, desde su nacimiento hasta su muerte y entodos los rdenes que lo componen -el individual y el colectivo, ellegendario y el histrico, el cotidiano y el mtico-, y por su forma, ya quela escritura y la estructura tienen, como la materia que cuaja en ellas, unanaturaleza exclusiva, irrepetible y autosuficiente (1971: 480).

    Al cifrar la novela total en un mundo cerrado escrito a la manera irrepetible yautosuficiente tal vez anticipaba un modelo que servira por varios decenios a unnmero indeterminado de escritores para fabricar pastiches. [6]Mientras una buenaparte de la realidad urbana de la regin intentaba ponerse a tono con lasmodernidades metropolitanas -aspecto en que la factura de Rayuela y Tres tristestigres no coincide para nada con Cien aos-, la mirada de los crticos del centroapuntaba hacia realidades rurales, las que creadores individuales, siguiendo el modelode Cien aos, imaginaban esperanzados en obtener dividendos editoriales. Es esteanacronismo cultural el que terminara llamndose Macondismo, el que RodrguezMonegal anticip en Novedad y anacronismo de Cien aos de soledad: cuandotoda Amrica Latina parece disparada hacia la modernidad, luchando a brazo partidoy en todos los campos para salir del subdesarrollo de su condicin colonial, de su

    oprimente atmsfera de provincia marginada (1992: 265) irrumpe Cie aos. Bastaobservar la actitud de los lugareos cuando empiezan a llegar los adelantoscientficos trados por los gitanos para encontrar en su reaccin asombrada

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    manifestaciones de ingenuidad e ignorancia. Las importaciones cientficas significanpara ellos expresiones de lo sobrenatural, mientras ocurrencias prodigiosas de lapropia realidad las cotidianizan. [7] En tal conjuncin, entre la realidad y lomaravilloso, se cifrar la idea ms afortunada de novela total, de la que Cien aos,segn Rosalba Campra pareciera alcanzar una forma definitiva, no perfectible(Campa 1987: 67), y la cual con los enfoques culturales de los textos, adquiere rostro

    bifronte para los crticos. Depende del enfoque.

    Mientras por ms de tres decenios constituy una lectura estigmatizadora, a partirdel auge de los estudios culturales y el repunte de las periferias, una lectura pica yresistente contra las imposiciones hegemnicas vino a competir con la queinterpretaba a Cien aoscomo expresin folclrica de geografas rurales y atrasadas.En esta perspectiva, el trabajo Los lmites de Macondo de Carlos Rincn es unarticulado estudio revelador de las itinerancias de Macondo por geografasoccidentales y orientales y su impacto en algunas gestas resistentes de las periferias.Cien aos, por arte de los flujos globales, ha migrado de lo local, Macondo, hacia elSur. De Sur a Sur (Asia y Africa), de Sur a Norte (los Estados Unidos y Europa) y haregresado al Sur investida de nuevas significaciones. Cien aosha intervenido en el

    autorreconocimiento cultural en culturas no occidentales (Irn, pueblos y etniaseuroasiticos), ha participado en el dilogo creador de autores y estticasposmodernas (S. Rushdie, T. Pincheon, J. Barth, R. Coover, W. Kennedy, P. Suskind,R. Polansky, W. Herzog), ha inspirado mitos y alientos picos en autores marginadosdel canon (los escritores afronorteamericanos o los chinos apartados de la dictaduracultural del gobierno revolucionario) y Cien aosse ha convertido en texto crtico delos relatos legitimadores nacionalistas del realismo (Rincn: 1993).

    En resumen, puede decirse que en los aos sesenta la novela total, a la maneraVargasllosiana, fue el tipo de novela escrita por algunos de los autores del Boom.Ms tarde, algunos de ello dejaron de escribir novelas extensas y de muchospersonajes y se dedicaron a escribir narraciones cortas.[8] Se pusieron a tono con el

    espritu crtico de las falacias modernas desembarazndose de la impresentablepretensin de dar cuenta de la realidad total. Y exploraron temas de raigambre menosconcernida con la captacin total de la realidad. Algunos, en la fase posterior alestruendo del Boom, combinaron novelas con escritura de testimonios. Escribieronsobre temas en los que denunciaban las injusticias sociales cometidas a diario por losgobiernos de la regin. Empero, su escritura nunca lleg a reflejar la cultura popularen toda su plenitud y complejidad. Al fin y al cabo, la mayora eran autores de clasemedia o alta, [9] vivan en grandes ciudades o pasaban mucho tiempo en Europa ycontinuaron siendo fieles a ese lector dueo de un horizonte de expectativas formadoen los sesenta cuando los temas mticos, [10] la familia, la identidad nacional, elviaje, las creencias religiosas, entre otros, se anudaban a los grandes relatos de lasnovelas que perciban las ciudades como aldeas. [11]

    De vuelta al Macondismo como totalidad, Carlos Fuentes, quiz la voz de mayorresonancia en la promocin de la narrativa de Garca Mrquez, interpretaba el valorde la novela del colombiano, como una respuesta totalizante. En ella se amalgamabalo real y lo maravilloso.

    para saber, Macondo debe contarse toda la historia real y toda lahistoria fictiva, todas las pruebas del notario y todos los rumores,leyendas, maledicencias, mentiras piadosas, exageraciones y fbulas quenadie ha escrito, que los viejos han contado a los nios, que las comadreshan susurrado al cura, que los brujos han invocado en el centro de lanoche y que los merolicos han representado en el centro de la plaza(Fuentes 1989: 62).

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    Por su parte, el crtico de poca ms cercano al Boom, Rodrguez Monegal, daba lasuya respecto de Cien aos de soledad: En el plano en el que se sita Melquades (ypor tanto Garca Mrquez) [12] el libro es el mundo porque el libro es la palabra y lapalabra es la creacin (1984: 205). Este mundo apunta a un Macondo que vive todoun proceso vital: nace (Gnesis) del arrojo fundador de Jos Arcando Buenda (elpatriarca juvenil, que daba instrucciones para la siembra y consejos para la crianza de

    nios y animales, y colaboraba con todos, aun en el trabajo fsico, para la buenamarcha de la comunidad (Garca Mrquez 1994: 66), luego de salir al destierro consu familia y vecinos (Exodo), el cual resulta en una travesa que dur casi dos aosencabezada por l mismo; [13] alcanza su momento de esplendor antes o durante lallegada de la compaa bananera (Aureliano Segundo desafa la idea general de lagente sobre el esplendor de Macondo. Segn l, Macondo fue un lugar prspero ybien encaminado hasta que lo desorden y corrompi la compaa bananera, cuyosingenieros provocaron el diluvio como un pretexto para eludir compromisos con lostrabajadores 1994: 383); y desaparece con el ltimo hijo de la estirpe (Apocalipsis),el engendro de la unin entre Aureliano Babilonia y Amaranta Ursula, el que nacecon cola de puerco. Apocalipsis que ocurre simultneo al desciframiento de losmanuscritos dejados por Melquades: pues estaba previsto que la ciudad de los

    espejos (o los espejismos) sera arrasada por el viento y desterrada de la memoria delos hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar lospergaminos (1994: 448).

    Declaraciones del corte de las citadas por Vargas Llosa, Fuentes y RodrguezMonegal, se hicieron comunes en los finales del sesenta y en el decenio siguiente.Cien aosfue convertida en mito o centro, a la manera derridiana. Centro que estabadentro de una estructura (la realidad colombiana-latinoamericana) y por fuera de ella(la totalidad, el mundo). [14]En realidad, dicho centro o lugar fuera de la totalidad esun pequeo pueblo polvoriento y ardido por el calor (pueblo perdido en la geografade la costa norte caribea de una nacin). Ese pueblo-centro, ledo como metfora deAmrica Latina, expresa la capacidad de fabular una historia mtica, paradisaca o

    infestada de maravillas de la regin, la cual, muy socorrida en la mente de algunosescritores del Boom, entre ellos Alejo Carpentier y Carlos Fuentes, cautiv a lectoresy crticos del universo literario, en especial de Europa y los Estados Unidoscontribuyendo a la perpetuacin de una mirada de Amrica Latina de la que a pesarde los tempranos intentos parricidas de un puado de escritores (Donoso, [15]Skrmeta, [16]Bryce Echenique, [17] Peri Rossi, [18] Giardinelli [19]), y de unainterpretacin ms atinada, aunque todava generalizante, como la de ngel Rama enMedio siglo de narrativa Latinoamericana

    con la publicacin de Cien aos de soledad y con su literaturaposterior, Gabriel Garca Mrquez no slo haba elegido, definitivamente,su natal cultura costea, sino que se haba proyectado hacia otro centro,que no es estrictamente el registrado por su capital colombiana: es elCaribe el mar interior americano donde se han insertado las pluralesmanifestaciones del universo entero y que, sin embargo, dentro de laconfusin y la mezcla, ha elaborado rasgos privativos que le confierenunidad (1982: 194)

    A pesar del intento parricida, digo, prolifer, y slo en fecha reciente permiti unalectura no ominosa. Entonces, los satlites,[20]los textos novelescos marginados delcanon, el centro, el Boom, que giraban en torno al planeta Cien aos, empezaron atener visibilidad, al mismo tiempo que Macondo ya no era el mundo como lo sugiriRodrguez Monegal, sino una nfima parte de l, til por su contenido social y por suoralidad hermanada con la de otras periferias.

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    Macondo: otra forma de la barbarie

    Meses antes de la publicacin de la novela, Germn Vargas, uno de los miembrosdel grupo de Barranquilla, [21] y, adems conocedor del manuscrito, en GarcaMrquez, el autor de una obra que har ruido al describir el referente geogrfico delque parta el autor para recrear el universo ficcional anclaba sus coordenadas en elmapa caribeo colombiano: Macondo, el pueblo costeo de sol abrumador y calorinaguantable y de amplias calles arenosas, es la Aracataca natal del autor, un pobladomagdalenense que vivi mejores pocas en los aos de auge del cultivo y exportacinde banano (Vargas: febrero 23 de 2007). No cabe duda que el talento narrativo deGabo trascendi la comarca de sol abrumador y puso a deambular en el universoentero comportamientos de la condicin humana sin desarraigar las particularidadesculturales propias de seres parroquianos atados a una localidad que no es sincdoquede Colombia y mucho menos de Amrica Latina. En este juego traslaticio ometafrico, por un lado, visto en sentido centrfugo, el del adentro hacia fuera, torna Cien aos de soledadun texto universal, pero por el otro, en sentido centrpeto, elde la mirada de cierta crtica desde el centro, [22] la metrpoli, hacia la comarcasignificaba el solapado discurso humanista de la dominacin, el colonialista que

    prosegua maravillado con el exotismo, con el mgico-realismo como la literaturacomn de la regin tercer mundista (Macondo=Colombia=Amrica Latina) ajena a lapadecida por la razn civilizadora.[23]

    La narrativa extica daba cuenta de referentes desarreglados, producto delsubdesarrollo, lo que en parte corrigi Jean Franco en su Historia de la Literaturahispanoamericana cuando precis los referentes aplicables a la idea de lo realmaravilloso como lo definan, segn ella Asturias, Carpentier y Roa Bastosdeslumbrados por referentes no citadinos. [24]

    Pero de qu contenido habla el centro? Macondo es Amrica Latina, elsubcontinente de lo real maravilloso, asiento de lo irracional. Esta marca identitaria,

    adems de los beneficios extrados por su etiqueta en la cultura de masas (GarcaMrquez trepado en el estrellato e imitado por escritores y escritoras vidos de losrditos econmicos de la frmula) [25] result el trmino opuesto a Europa/losEstados Unidos, el Norte, como los espacios de la racionalidad, la Modernidad, losautorizados para erigirse en presencia protectora con todas sus patraas de padresdominadores o dadores, los gures de la cultura logocntrica. En realidad, laoposicin deviene de la antigedad clsica como bien lo esclarece Derrida en Laestructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas, texto en el quehace un recorrido de los camuflajes de esta oposicin a lo largo del tiempo.[26]

    En la prctica, esta admiracin por la novela se convirti en la continuacinrenovada de una presencia estigmatizante, la visin de Amrica Latina como el

    espacio de lo extico nombrado desde la carta del descubrimiento e inventariado asen los viajes expedicionarios de la Conquista y la Colonia, [27] lo que abra la puertacorrediza para deslizar los estereotipos confirmadores del aserto. La presenciaestigmatizante conllevaba una ausencia, la falta de mayora de edad o deracionalidad. As, Amrica Latina fue percibida como el lugar del atraso, de lacreencia, de la supersticin y del marginamiento de la ley. En suma, el trpico,. Elespacio diferente al europeo. Y el comportamiento desarreglado de su gente, tropical,aferrado a la fe y a formas de vida irracionales. Macondo lleg a ser el prototipo de loextico, el lugar del inventario fabuloso donde todas las evidencias podan hallarse.La ciudad de los espejos (o los espejismos). Por su parte, la civilizacin seguaestando del lado de Europa y los Estados Unidos, asociadas por su clima y sutradicin anglosajona como la cultura, la Gran cultura. [28]

    En este marco de lo extico, la primera evidencia de Cien aosse expresa en suforma comunal y feliz de convivencia en la que todava no haba siquiera cementerio

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    porque la primera muerte natural no haba ocurrido an. A pesar de ello, tampococorresponde a un paraso en cuanto Macondo es un asiento rural poblado luego de unxodo obligado por una culpa, la del patriarca de los Buenda responsable de lamuerte de Prudencio Aguilar. Es adems la tierra que nadie les haba prometido(Garca Mrquez 1994: 80). A travs de ocurrencias como tales, las lecturasmetropolitanas cimientan la visin de una Amrica Latina sin historia, o ms bien,

    prehistrica, ajena a los avances cientficos y a los ordenamientos racionales (elpatriarca de los Buenda, Jos Arcadio, expulsa del pueblo al primer delegado delgobierno, Apolinar Moscote, un corregidor porque En este pueblo no mandamos conpapeles (...) y no necesitamos ningn corregidor porque aqu no hay que corregirnada. (1994:111) La defensa del orden comunitario se opona al de la imprenta, al delos documentos escritos por el que se rige la Modernidad. Ocurrencias como la delpatriarca macondiano contra los emisarios de las imposiciones polticas externas, lasdel interior andino del pas, las del pramo, encarnadas en Apolinar Moscote yFernanda del Carpio (1994: 250-251), fueron metaforizadas para darle la excusa a losgures culturales apoltronados en las universidades y oficinas culturales de Europa ylos Estados Unidos de seguir arrogndose el papel de tutores. La frmula decanonizar a Cien aos, y sus contenidos exticos, funcion y su implementacin

    obtuvo la complacencia de los propios escritores. Nada ms diciente que la fotografade Garca Mrquez y Seymour Menton enganchados y sonrientes incrustada en elcentro del libro Historia verdadera del realismo mgico, [29] ttulo que, aunquepardico de la crnica de Bernal Daz del Castillo, es fiel exponente de los dogmas deuna lectura basada en la falacia intencional, esa que para el caso se empea endemostrar que Cien aos de soledades un ejemplo eximio de la escritura mgico-realista heredada de las tendencias post expresionistas de la pintura alemana, sobrelas que teoriz Franz Roh en el ao 1925 (Menton 1998:15). Al hurgar en las racesdel Realismo mgico Menton no se aparta de la conviccin metropolitana de lapaternidad europea sobre el talento creador de los escritores de la periferia.

    Otro de los renombrados crticos literarios de la academia de los Estados Unidos,

    John Brushwood, resulta til para refrendar perlas de las entelequias delMacondismo. El mencionado crtico interpret el texto de Macondo planteandoequvocos y falsificaciones de la realidad histrica. Sus argumentaciones parten de lolocal y se extienden hacia lo universal. En el captulo El ao de Cien aos desoledad de La crtica de la novela iberoamericanaBrushwood afirmaba que Lavida de Macondo refleja mucho de la historia de Colombia; sus implicaciones creanondas de significacin que abarcan toda Hispanoamrica y hasta la experienciauniversal. El pueblo se ubica en la selva colombiana, donde se establece un grupo deprecursores (1984: 276). Quienquiera que ande en busca de equivalencias entre eltexto ficcional y la geografa colombiana puede constatar simplezas tales como quehablar de selva en general escamotea particularidades geogrficas y culturales delterritorio referenciado. Colombia posee una selva en parte inexplorada en el centrooeste, la chocoana, y una al sur, la correspondiente a la cuenca Amaznica, ademsde otras geografas selvticas, y que la selva aludida por la novela hiperboliza elterreno virgen explorado por los fundadores de Macondo, luego de abandonar eldesierto de la Guajira, al norte del territorio colombiano, mientras que la cuencaAmaznica, la que ha dado lugar a los exotismos-entre ellos el de Brushwood- desdelos tiempos de la Conquista ha sido escenario de genocidios orquestados por lametrpoli; [30] que Macondo podra estar situado en algn lugar entre la Guajira, laSierra nevada de Santa Marta y la Cinaga, [31] lugares del norte en la topografanacional bastante socorridos por los personajes que entran o salen del lugar talescomo el Coronel Aureliano Buenda, [32] Ursula Iguarn, Jos Arcadio, elprimognito, Rebeca o el italiano Prieto Crespi, [33] que estaba poblado por seres depiel morena como la pareja fundadora, Jos Arcadio y Ursula (con ocasin de la pestedel insomnio Jos Arcadio se recordaba apenas como el hombre moreno que haba

    llegado a principios de abril y la madre se recordaba apenas como la mujer trigueaque usaba un anillo de oro en la mano izquierda (Garca Mrquez 1994: 103) y a

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    quienes el polvo y el calor los sofocaba. Las anteriores simplezas informantes sonconvalidables a la realidad geogrfica del Caribe colombiano, uno de los costados dela compleja geografa del territorio.

    Por lo dems, Brushwood, ya a punto de cerrar su interpretacin de Cien aosy deotras dos de las por lo menos doce novelas de importancia publicadas en 1967,

    resuma:

    Las tres novelas Cien aos de soledad, Tres tristes tigresy Cambio depiel -casi seguro las mejor conocidas de muchas buenas novelaspublicadas en 1967-son excelentes ejemplos de transformacin delregionalismo. Se puede apreciar Cien aos de soledad como algocolombiano, hispanoamericano o completamente Universal (1984: 286).

    Cualquier lector comn conocedor de la geografa del Caribe colombiano, al cualapuntan los referentes de la novela, sabe que no es la selva en la acepcin tropicalconocida, ni la complejidad histrica y cultural colombiana (las negritudes, las etniasaborgenes, las variantes mestizas, etc.) con su variedad geogrfica (los Andes, el

    llano, la costa pacfica, y las grandes ciudades, etc.) corresponde al cerrado universode Macondo. El valor simblico de Macondo produjo una inflacin de significadoque a su vez redujo las realidades de Amrica Latina a una sola, [34] la que bientemprano Rodrguez Monegal adivin podra llegar a ser leda de manera equvoca, lade Macondo equivalente de Amrica en su versin ms atrasada. En ese sentido, Cienaos, tal como lo seal Rodrguez M. lleg en un momento inoportuno. Con eltiempo, y a la luz de las interpretaciones de los estudios culturales, se vio cmo laslecturas equvocas tendieron a ser manejadas como manifestaciones de un estado deminora de edad no superada. Rodrguez Monegal en Novedad y anacronismo deCien aos de soledad apunt los anacronismos formales de la novela (de tiempo, ensu aparente linealidad, de personajes reales en la ficcin: Vctor Hughes,Rocamadour, Lorenzo Gaviln, l mismo, Mercedes y Alvaro), los cuales

    desbordaban el realismo de la obra precedente de Garca Mrquez. No obstante, msall del juego intertextual, [35] decir a la manera de Menton, que constituyen unmanejo asombroso es echar mano de maas retricas para justificar una lectura, la delmgico-realismo (Menton 1998: 55). A mi entender, insistir en lecturas entrampadasen la falacia intencional revela una actitud obcecada, ms cerca de la pose egoltrica,que del aporte a la comprensin de los textos, pese a ms de cincuenta aos detorrente terico recorrido bajo los puentes. La banalidad del intento de Mentonalcanza estados lmite cuando el crtico estadounidense abusa de la simbolizacinpara certificar, mediante ocurrencias (1998: 80), lo que en realidad es implausible,todava menos en tiempos posmodernos desafectos a las verdades nicas ytrascendentales. [36]

    Desde el punto de vista cultural, Brushwood tambin insina carencia de aperturade los pobladores de Macondo para recibir la revolucin y el progreso tecnolgicos.Los nativos miran estos avances como intrusiones en su vida domstica. El crticoestadounidense hace notar que a la prosperidad generada por la compaa bananera,le siguen la ruina y la miseria: Macondo goza de su mayor prosperidad cuando unacompaa de Estados Unidos establece una plantacin de pltanos. Ms tarde, losprecursores se van y los reemplaza la miseria (1984: 277). Puesto en contexto elauge trado por la compaa, delata la explotacin inhumana y la represin causadaen el pueblo en asocio con el ejrcito y la polica nacional, adems de confabularsepara difundir una idea oficial de historia, la cual la novela deshace a travs de uningenioso procedimiento de ambiguacin, el cual termina por imponerse en la vidahistrica. [37]Tema que inspirara novelas como La hojarascadel propio Gabo, Lacasa grande de Alvaro Cepeda Samudio y divertidos episodios crticos como losnarrados por Gaspar Medina en Asuntos de un hidalgo disoluto de Hctor Abad

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    Faciolince. [38] En todos los casos, la verdad de la historia oficial entra a serreplanteada por el texto ficcional, en lo que se practica una actitud posmoderna.

    En su interpretacin de la presencia de la compaa bananera, la United FruitCompany, Dasso Saldvar compendia su legado: basta araar un poco detegumento social para darse cuenta de que la esencia encubierta de aqul progreso era

    ms de tragedia que de bienestar, y que por tanto, los problemas no se solucionabanni se limaban, sino que se acumulaban (1997: 66) hasta reventar con la masacre delas bananeras. Ms que aceptar la voluntad modernizadora de los pobladores, losotros, los subalternos, inferible de la interpretacin de Brushwood, el episodio poneen duda los beneficios y falacias de la gesta del progreso.

    Sin lugar a dudas, el Macondismo sustrajo un artefacto cultural de su eventualcontexto. La mirada metropolitana propagaba una idea cuya finalidad, o al menos suconsecuencia, se tradujo en exclusin o negacin de una complejidad habitada porseres racionales cuya dinmica histrica entretejida por grupos e intereses dismiles,es cierto, no ha marchado al ritmo de la europea y norteamericana, pero tampocostas escapan a la propia desigualdad y falta de ritmo en su interior. Cien aos

    padeci el saqueo de su cerrado mundo macondiano por varios decenios. Slo con losavances en los estudios culturales y las lecturas poscoloniales la deshomogeneizacinde las sociedades y culturas de Amrica Latina ha brindado espacio a lecturas mscerteras desvirtuadoras de las abusivas lecturas metropolitanas. Entre stas, ademsde la ya mencionada de Carlos Rincn, destaco una ltima, la de Erna von der Walde,para quien en El Macondismo como latinoamericanismo la ciudad de los espejos olos espejismos, fue extrada de su contexto caribeo y colombiano para convertirla enmito de Amrica. Las diferencias regionales geopoltico-culturales fueron borradaspara expresar una comprensin de regin mgica, no racional, como si esta fuera enesencia la identidad de un subcontinente complejo. La estudiosa sintetiza as ladiscusin:

    El macondismo, para los latinoamericanos, aparece como la formaafirmativa de representar al otro de los europeos y norteamericanos.Empata con los sobrantes del discurso antiutilitarista que nos postula msall, o ms ac, de la racionalidad mercantil del mundo modernizado. Elmacondismo arrastra rezagos de la visin telrica de la raza, llevada a laindolencia y al desorden por una naturaleza indomable. Se apropia delgesto europeo, supuestamente enaltecindolo, para as dar razn al atrasocon respecto de los pases industrializados, remitindolo a unacosmovisin mgica que postula sus propias leyes y se sustrae a laslecturas racionalistas (1998: 226).

    Reivindicacin de Macondo: nuevas lecturas

    En verdad, a los equvocos contribuyeron escritores de la talla de Alejo Carpentier.El autor cubano, en su ataque a los artificios de la imaginacin de los surrealistaseuropeos, con quienes haba entrado en desacuerdo, [39] exalt la realidadmaravillosa de Amrica, unida a la mente privilegiada de sus escritores y artistas,para retratarla. En el prlogo a El Reino de este mundo, al referirse a la gente de laregin, dice que la sensacin de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creenen santos no pueden curarse con milagros de santos (1993: 13), al referirse a lageografa y sus maravillas, lo hace a partir de su experiencia de investigador en Hait,

    dice que A cada paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, adems, que esapresencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio nico de Hait, sinopatrimonio de la Amrica entera (14). Y agrega, por ltimo, que todo acontece

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    gracias a la juventud de Amrica por lo que est muy lejos de haber agotado sucaudal de mitologas. (1993: 16) [40] Esta juventud y el inventario de creencias ymitologas se yerguen en excusas tiles a los crticos del centro para renovar elagotado par civilizacin-barbarie por el de racionalismo-exotismo. Por lo dems,tambin ese patrimonio le sirvi de tesoro a escritores y escritoras atentos a losrditos de la frmula, tal como lo seala la narradora y crtica Helena Araujo en el

    irnico y perspicaz artculo Un mimetismo lucrativo, en el que en el segundoprrafo afilaba pugnaz su crtica para descifrar la receta usada y abusada porescritoras de xito comercial del corte de Isabel Allende, ngeles Mastreta, LauraEsquivel y Laura Restrepo:

    Primero que todo, situar la narracin entre la realidad y la fantasa,haciendo de lo inslito centro de la semntica textual. Luego,concentrarse en el regionalismo novelesco de un casero, una aldea, unaprovincia donde grupos o clanes o sectas rian por el poder durante variasgeneraciones (...)

    Y agregarle un discurso que incluya imgenes irreverentes e intente disimular lo

    irrisorio con datos verdicos y estadsticos (Araujo 1998: 54). El xito de mercadofoment la mmesis de una escritura en la que el show se lo robaron los magos delo real maravilloso, todos varones, [41] como la propia autora y crtica lo habaanticipado en Escritoras Latinoamericanas: Por fuera del Boom? (Araujo 1983:11). Esos varones desparramaron la idea de una Amrica Latina mtica, ignota, lacual, en estricto sentido, haba comenzado con Coln desde el primer viaje. En eseentonces, en La carta, El almirante nombraba maravillosa una realidad en la que lanovedad y el desconocimiento, en parte fundados en la falta de una lengua atada a lasnuevas geografas (Campra 1987, Chiampi 1983) [42], sobrepasaban la racionalidadeuropea que la subsanaba imponiendo una nomenclatura ajena al nuevo mundo.

    Los intrpretes o expertos, instalados en el centro, la metrpoli, como he expuesto

    en el desarrollo de este escrito, han tendido a reducir las especificidades culturales,histricas, geogrficas inherentes a Amrica Latina y a desconocer las alteracionespolticas reducindolas a una empobrecida comprensin general. [43]El resultado esla estereotipacin de realidades e individuos con lo cual se perpeta una idea cuyo fines la afirmacin de una hegemona con la consiguiente exclusin o negacin delestatuto racional de los sujetos pertenecientes a dichas realidades.

    No obstante, las tendencias de la recepcin de los textos han ido cambiando. Enparticular, enfoques basados en estudios culturales han surgido renovados ypunzantes. El crtico Michael Rssner, aunque no da cuenta de la problematizacinde la Historia oficial en Cien aos, s pone el acento en la perniciosa lecturametropolitana. En De la utopa histrica a la historia utpica: reflexiones sobre la

    nueva novela histrica como re-escritura de textos histricos concepta que latendencia actual de la novela histrica, apoyada en el recurso al archivo y losdocumentos histricos, desdice la Historia oficial y deshace la aceptada idea de laAmrica Latina paradisaca y ahistrica; es decir, ligada a la naturaleza. As, lahistoria expresa el anhelo de dejar finalmente atrs el paraso y lo utpico, el mito yla magia, de ser reconocido finalmente como hombres (sic), como los dems, y poreso tambin como seres histricos que se definen y que llegan a la propia identidad atravs del sentido histrico (1999: 73). [44]

    Abundan hoy los esfuerzos tericos y crticos en los que los textos literarios seconciben como artefactos culturales participativos de la dinmica histrica. Elcomplejo tejido de Cien aos de soledad, una vez superado el reductivo

    Macondismo, ha dado origen a lecturas concernidas mucho ms con los juegosautorreferenciales, metaficcionales y pardicos al servicio de cuestionamientos de lahistoria oficial (Hutcheon 1995, Rincn 1993) que convierten esta novela en un

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    anticipo de la novela histrica o detractora de la historia oficial. Aunque Rssner esun crtico del Macondismo, en su artculo, al expresar los contrastes generados por lareciente novela histrica, soslaya esa veta que, acaso por el aturdimiento provocadopor el Macondismo, Cien aoscontena, en especial en el recurrente episodio de lamatanza de las bananeras. Ntese en la cita siguiente cmo Rssner la emprendecontra la frmula mgica de la tendencia ms socorrida del Boom, no obstante, en su

    exposicin desatiende toda la parodia histrica bordada por la novela

    La imagen de literatura del subcontinente que cre el boom en elpblico europeo es totalmente diferente: en el realismo mgico, frmulade marketingbajo la cual se present toda o casi toda esta literatura aqu,no haba lugar para la historia, si no fuera como smbolo u horizonteexterno (1999: 69).

    El antes mencionado pasaje de la versin de la matanza configura la plasmacin deun juego metaficcional en el que la versin oficial de la matanza es deconstruda porla mente alucinada de Aureliano Segundo, cuya versin ser la que se impone en elreferente histrico. Si bien el Macondismo por varios decenios se erigi en estigma y

    en rditos econmicos, el urdido magistral de la novela admite y admitir cada dalecturas inditas, inspirar prstamos locales y globales y activar voces adormecidasen las distintas culturales del mundo sorprendidas por el asombro de que sus propiashistorias ya haban sido fabuladas en tiempos recientes por un autor de un pasperifrico.

    A punto de concluir este itinerario por la crtica de Cien aos, una digresin sehace urgente. En su crtica al Vanguardismo (Los principios ideolgicos delVanguardismo) Georg Lukcs llam la atencin del equvoco resultante deconsiderar el estudio de la forma, de la tcnica de narrar, como una abstraccin quepodra soslayar el hecho determinante de que detrs de toda creacin existe unapregunta: Qu es el hombre? Pero este hombre, despojado de toda su historicidad,

    de su concrecin, podra dar lugar a una ontologa, a una idea perenne del ser,apartada de las relaciones humanas, de sus complejidades y afecciones mutuas, de susrelaciones sociales (1967: 21-22). En esta crtica en la que contra el esencialismo delVanguardismo, se opona la historia interior y las conexiones sociales y humanas,encuentro apoyatura para exhibir la nueva mscara del colonialismo metropolitano.Macondo, estatuido en Macondismo, lo otro, lo extico, fue el trmino usado por lacrtica puesta en cuestin aqu desplazada por la sequa del cansancio racional deEuropa. Con la nueva mscara se dejaban de lado preguntas cruciales de ordenhistrico-cultural: En qu lugar de la abstraccin quedan los lmites histricos y lascontingencias culturales? Hacia dnde viran los individuos de la reginestremecidos por los impactos causados por las imposiciones econmicas e impactosculturales externos? Es su respuesta a dichos imposiciones e impactos concertada de

    igual forma, en tiempo, en fuerza, en el interior de sus comunidades culturales, y sindistingos de clase y posicionamiento social? A cambio se afirmaba la idea de seresausentes de historia.

    Sustraer el individuo de Amrica Latina de sus miserables contextos rurales yurbanos, de sus geografas al da en avances urbanos y en relaciones citadinas, en susrespuestas a las arremetidas metropolitanas, constituy uno de los ltimos binarismoscaros a la Modernidad en su avasallante y prometedor proyecto de darle sentido a unarealidad desde la razn, la europea. Rama lo haba sealado a tiempo en La narrativade Gabriel Garca Mrquez: edificacin de un arte nacional popular cuando llamabala atencin contra las simplificaciones en torno a la idea de una literatura y culturahispanoamericanas, en cuanto esto

    no es otra cosa que una simplificacin que trata de colocar lasaspiraciones comunitarias de una cultura por encima de las realidades

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    objetivas. En los hechos, la unificacin de una cultura, y en particular deuna literatura hispanoamericana, deriva por una parte del manejo de unfondo lingstico, de un tronco lingstico comn; y por otra, de unanormacin extranjera hecha por el rgimen de imitacin de modeloseuropeos que ha seguido la literatura hispanoamericana a lo largo de suextenso perodo de desarrollo (2006: 441).

    1967, como se ha visto, es una fecha emblemtica para los historiadores del Boom.Es el ao de publicacin de Cien aos de soledad, pero es tambin el de otraspublicaciones importantes (Brushwood 1984). Es tambin el ao en el que la redcultural que se haba ido configurando en los aos sesenta se catapulta gracias a laacogida masiva de la novela de Gabo por el pblico. No obstante, el aislacionismo decada pas, del cual se quejaba Donoso (Historia personal1982), y del que todava 25aos ms tarde se queja Alberto Fuguet en su intento por abrirle espacio alMcOndismo urbano, se que disiente del consenso, el del Macondismo, el queuniformiz el referente histrico cultural de Amrica Latina desde los aos sesenta.

    Es 1967 tambin el ao que cierra el ciclo novelstico de un autor que haba

    invertido veinte aos en la configuracin de un proyecto narrativo. Al decir de ngelRama en su valoracin del mismo en relacin con la literatura nacional y la culturapopular, es un proyecto que yo llamara dialctico; un proceso en el cual no hay unaprimera composicin de elementos que se van desarrollando en forma armnica ygradual [...] que corresponde al enfrentamiento de materiales que se destruyen a smismos, y que, simultneamente, generan la posibilidad de unas formas superiores delas cuales emerja la lnea interna zigzagueante que va desarrollando la cultura (2006:441). La complejidad y riqueza cultural, social e histrica de la novela, su carcter deproducto total, es lo que la convirti en centro, en metfora de un referente muchoms complejo que el caribeo recreado por la familia Buenda.

    La comunidad cultural incipiente e indetenible de la poca contribuy al mito al

    tiempo que se benefici del mismo. Fue toda una red cultural. Un intrprete delcontexto de esa poca, Germn Alburquerque, en Los escritores latinoamericanos delos sesenta: una red intelectual guiado por la linterna de otra estudiosa, Ana Pizarro,present los pormenores del significado de tal comunidad cultural en los aossesenta:

    Quiz como nunca antes, los sesenta funcion como una comunidad culturalLatinoamericana con todo lo que esto implica: ampliacin de pblicos y mercados,consolidacin de medios de comunicacin de alcance continental, surgimiento deeditoriales transnacionales, concursos que convocaban a la regin entera, etc (183).

    Angel Rama, por su parte opina que fue ese libro el que dio contextura al an

    fluyente e indeciso Boom, le otorg forma y en cierto modo lo congel como paraque pudiera comenzar a extinguirse (1982: 266).

    En sntesis, la marca temtica y esttica que ms distingui al Boom fue la dehacer narrativa real maravillosa (mgica). Esta marca en los aos sesenta cautiv alpblico europeo y a un sector (el acadmico) de lectores de los Estados Unidos ylogr consolidarse en una identidad que enorgulleci al sub-continente, pero con eltiempo lleg a convertirse en un estereotipo, otro ms, para nada edificante. Loslectores europeos y anglosajones leyeron la narrativa del Boom como una sola, la quehablaba de lo real maravilloso (mgico) de sus geografas y sus habitantes. Vista porla narrativa que entraba en la carrera desbocada de los artefactos de consumo masivo,Amrica Latina era extica, pletrica de narraciones referidas a pueblos atrasados en

    los que sus pobladores no diferenciaban entre la naturaleza y la razn. Pueblossubalternos, pueblos en estado de servidumbre y alejados del progreso logrado por lametrpoli.

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    Pasaran varios decenios y el fallido de no pocos esfuerzos parricidas como los delos escritores citados al comienzo, y otros, para que otras voces amparadas en eldesprestigio de los cnones y las sacralizaciones literarias se plegaran a las realidadesglobales y los avances mediticos virtuales como los de la red internetiana. Sloentonces empez a aflorar en las editoriales una produccin que, si bien, sigueexhibiendo la falta de conocimiento de los vecinos de al lado, se explaya en el caos

    de la ciudad con todos sus desarreglos y enva seales claras de la implausibilidad dehablar de identidades definidas. Ms bien en la (des) orientacin comn de losindividuos, se anidan diferencias de grado. En tal produccin no se encuentra elquines somos? de Macondo sino en el tema de la identidad personal (quinsoy?) de McOndo de (Fuguet-Gmez 1996), ese McOndo sobrepoblado y lleno decontaminacin, con autopistas, metro, TV-cable y barriadas [] ese espacio en elque hay McDonalds, computadores Mac y condominos, amn de hoteles cincoestrellas construidos con dinero lavado y mallsgigantescos. (1996: 15)

    La tarea urgente es escudriar los horizontes de McOndo para entrar a valorar susresistencias, y tambin las grietas perforadas por el desborde salvaje de los flujosglobales.

    Obras citadas

    Abad Faciolince, Hctor (1994): Asuntos de un hidalgo disoluto. TercerMundo Editores, Bogot.

    Ansa, Fernando. Los buscadores del paraso. Anlisis de literaturahispanoamericana(1973-74) 2-3, 137-150.

    Alburquerque, Germn. Los escritores latinoamericanos de los sesenta: unared intelectual. Cuadernos americanos(Jul-Ag / 2004) 106; 4, 183-205

    Araujo, Helena. Un mimetismo lucrativo. Quimera. (Jul 1998) 171, 54-57.

    . Escritoras latinoamericanas: por fuera del Boom? Quimera (Abr1983) 30, 8-11.

    Brushwood, John. (1984). El ao de Cien aos de soledad.La crtica de lanovela iberoamericana contempornea. Universidad Nacional Autnoma deMxico, Mxico.

    Cabrera Infante, Guillermo (1984). Tres tristes tigres. Editorial La OvejaNegra, Bogot.

    Campra, Rosalba (1987): La identidad y la mscara. Siglo VeintiunoEditores, Mxico.

    Cndido, Antonio (1972): Literatura y subdesarrollo. Amrica Latina ensu literatura. Coord. Csar Fernndez Moreno. Siglo Veintiuno Editores,Mxico.

    Carpentier, Alejo (1993): El reino de este mundo. Editorial Andrs Bello,

    Santiago de Chile.

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    Cortzar, Julio (1984):Rayuela. La Oveja Negra, Bogot.

    Chiampi, Irlemar: (1983). El realismo maravilloso. Monte Avila Editores,Caracas.

    De la Campa, Romn (2002): De la reconstruccin al nuevo texto social.Nuevas perspectivas desde/sobre Amrica Latina: El desafo de los estudios

    culurales. Ed. Mabel Moraa.2. ed. Instituto Internacional de LiteraturaIberoamericana, Pittburgh..

    De Llano, Aymar. De Macondo a McOndo. Celehis: Revista del Centrode Letras Hispanoamericanas(1999) 8;11: 103-118.

    Derrida, Jacques (1989):La escritura y la diferencia. 1. Ed. Trad. PatricioPealver. Anthropos, Barcelona.

    Donoso, Jos (1982):Historia personal del Boom. Seix Barral, Barcelona.

    . (1981):El jardn de al lado. Seix Barral, Barcelona.

    Franco, Jean (1986): Historia de la literatura hispanoamericana. Trad.Carlos Pujol. Editorial Ariel, Barcelona.

    Fuentes, Carlos (1969): La nueva novela hispanoamericana. EditorialJoaqun Mortiz, Mxico.

    Fuguet, Alberto y Sergio Gmez, eds. (1996): McOndo. Mondadori,Barcelona.

    Garca Mrquez, Gabriel (1994): Cien aos de soledad 13. Ed EditorialEspasa Calpe, Madrid.

    .Gilard, Jacques. De Los Sangurimas a Cien aos de soledad.Universidad de Medelln(En-Jun 1976) 21, 183-196.

    Giardinelli, Mempo. Entrevista por Willy O. Muoz. Juntmonos en Chile:Congreso Internacional de escritores. Confluencias(Fall /1996) 12:1, 197-201.

    Gonzlez Echeverra, Roberto. Isla a su vuelo definitiva: Carpentier y elrealismo mgico.Revista Iberoamericana86 (enero-marzo de 1974): 9-63.

    Guilln, Claudio (2007): Algunas literariedades de Cien aos de soledad.Cien aos de soledad. Real Academia Espaola. Asociacin de Academiasde la Lengua Espaola, Bogot.

    Gutirrez Girardot, Rafael (1976):Horas de estudio. Biblioteca Colombianade Cultura, Bogot.

    Henrquez Urea, Pedro (1994): Las corrientes literarias en la AmricaHispnica. 1. Reimp: Fondo de Cultura Econmica, Mxico.

    Hutcheon, Linda (1995):A poetics of Posmodernism. Routledge, New York

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    Skrmeta, Antonio (1985): Ardiente paciencia. Editorial La Oveja Negra,Bogot.

    Todorov, Tzvetan. Macondo en Pars. Texto crtico(1978) 11, 36-45.

    Vargas, Germn. Gabo y Cien aos de soledad:autor de una obra que harruido. http://www.eltiempo.com/gabo/home/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_ESPECIALES-3462723.html. (Feb 23 / 2007), Nov 27/2007)..

    Vargas Llosa, Mario (1971): Garca Mrquez:Historia de un deicidio.Barral Editores, Barcelona.

    Walde, Erna von der. El Macondismo como latinoamericanismo.Cuadernos Americanos(Jan-Feb / 1998) 12; 67, 223-237.

    Whitehead, Niel (2002): South America / Amazonia: the forest of

    Marvels. Travel Writing. Ed. By Peter Hulme and Tim Youngs. CambridgeUniversity Press, Cambridge.

    Notas

    [1] Jacques Gilard en De Los Sangurimas a Cien aos de soledad estableceuna comparacin entre las dos novelas, la del ecuatoriano Jos de la Cuadracon la del colombiano. All hace notar esta caracterstica mtica. De lafundacin se llega al Apocalipsis. El destino de la familia asume una forma

    cclica (1976: 192)

    [2] Para Gutirrez Girardot, el Boom se beneficia de la sociedad de masas,cuando se da el paso de la edicin artesanal a una concebida como empresamoderna (1976: 158), pero antes, en los aos 40, las letras de la regin habanexperimentado un cambio radical y profundo que hacen de esta generacindesde el punto de vista potico-terico la ltima novelsticahispanoamericana mientras la de algunos miembros del Boom es ms bienla penltima (1976: 165).

    [3] En la Advertencia de Tres tristes tigres, Cabrera Infante dice: El libro esten cubano. Es decir, escrito en diferentes dialectos cubanos del espaol que

    se habla en Cuba y la escritura no es ms que un intento de atrapar la voz alvuelo como aquel que dice (1984: 8).

    [4] Recordar la infortunada clasificacin de Cortzar entre lector cmplice omacho, el que poda leer a Rayuelaa partir del captulo 13, y el hembra, elque lee en la forma corriente y termina en el captulo 56. (1984: 6) El lectorcmplice preludi el nuevo lector, el que estara motivado a leer un tipo detextos ms desafiante.

    [5] En entrevista oncebida a Rosalba Campra, Cortzar percibi este momentocomo un estado de sensibilidad que se traduca en una expectativa, en undeseo de encontrarse a s mismo, y de encontrar a los escritores que podan

    expresar y traducir lo que el pueblo no puede expresar y traducir, si no esoralmente y de manera privada (1987: 152).

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    [6] EnEl jardn de al lado, la novela en la que Donoso se ocup del Boom y susartimaas publicitarias, casi diez aos luego de su Historia personal del

    Boom, el narrador, Julio Mndez, despus de recibir un rechazo editorial departe de la madrina literaria del Boom, Nuria Moncls (Carmen Balcells?),se queja de que Nuria le reclame aquello mismo que la crtica en su pas: sumundo es demasiado domstico y personal, carente de esa ambicin

    totalizadora que caracteriza la gran novela latinoamericana (1981: 35).

    [7] Esta manera de novelar las inversiones perceptivas: percibir lo cientfico-normal como sobrenatural y lo sobrenatural como real o normal lo condensaRosalba Campra en Los confines de la realidad, captulo de La identidad yla mscara, lugar en el que adverta entonces que El riesgo del estereotipoes grande, y no siempre Garca Mrquez lo evita (1987: 68).

    [8] En Dilogo, libro que convoca a Ricardo Piglia y a Juan Jos Saer, esteltimo autor cuestiona el uso del nmero de personajes de familia comommesis superficial de la escritura de Faulkner tomado como procedimiento:por ejemplo las familias numerosas de Garca Mrquez, que parecen esos

    patricios numerosos que ahora por suerte tienen ya de qu vivir, son unaespecie de visin superficial de Faulkner. (1995: 50) El planteo resultainsuficiente si se conoce el funcionamiento y organizacin familiar de lafamilia caribea colombiana, con lo que, por lo dems, segn el propio Saer,el autor colombiano se excusa contra sus deudas faulknerianas. Todava ms,un relato del corte de Marta Riquelme de Ezequiel Martnez Estrada en elque la casa, el magnolio sembrado en el centro, el creciente nmero depersonajes atados al ambiente del pueblo, el incesto, la prdida de hegemonadel padre, y en el plano de la enunciacin el recurso al manuscrito que esinterpretado por el propio Martnez Estrada con la ayuda de otros cuatroalbaceas, bien podra servir para poner en el centro las deudas de Gabo.Empero, lo que queda sin discusin es el tipo de organizacin familiar en

    ambientes rurales a ambos lados del ocano: el Atlntico y el Pacfico.

    [9] Roa Bastos: La base social productora de esta cultura popular la constituyenestos sectores marginalizados, expoliados y alienados, tipificados comopertenecientes a las capas bajas de la sociedad, sumergidas bajo el nivel delas culturas media y alta: vale decir, sometidos a los condicionamientos de losmecanismos de opresin y represin que la dominacin y la dependenciageneral, como acontece, en distintos grados, en la totalidad de nuestros paseslatinoamericanos (1986: 40).

    [10] Rama identifica la cuna de este lector en los recintos universitarios,masivamente acrecentados en la posguerra por los sectores de la burguesa

    alta y media que asumieron una posicin contestataria durante los aossesenta en la lnea del castrismo revolucionario [] Pero sta, que fue laparte ms activa, no constituy todo el nuevo pblico, ni siquiera la mayorade l, aunque coincidi con l en niveles ms altos de preparacin intelectual,en las concepciones modernizadoras de la sociedad y sobre todo en unaactitud idealista y por momentos irracionalista [] (1982: 245) en cuantoconviven en su actitud las limitaciones de clase con la crtica a las sociedadesprecarias creadas por sus padres.

    [11] En De Macondo a McOndo Aymar de Llano contrasta la esttica deautores del corte de Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo y Garca Mrquez con lade los autores de la ciudad/urbe en la que se reivindica la pluralidad y las

    minoras; tiempo de la revaloracin de las literaturas tnicas y otrasmarginales (1999: 117).

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    [12] Ntese que el comentario es de poca. El crtico no hace distincin entreautor histrico y el narrador del manuscrito.

    [13] En Garca Mrquez: el viaje a la semillaDasso Saldvar registra la travesadel abuelo del autor para instalarse en Aracataca, uno de los centros lgidosde la explotacin bananera () En este pueblo insalubre pero emergente,

    terminaba el largo xodo de veintids meses que los haba arrancado deBarrancas y llevado durante un incierto peregrinaje a travs de Riohacha,Santa Marta y Cinaga (1997: 49). En Barrancas el abuelo, Nicols MrquezIguarn, haba matado en duelo a Medardo Romero, lo que origina su xodo.

    [14] En La estructura, el signo y el juego en el discurso de las cienciashumanas Derrida dice: A partir, pues, de lo que llamamos centro, y que,como puede estar igualmente dentro que fuera, recibe indiferentemente losnombres de origen o de fin, de arkh o de telos, las repeticiones, lassustituciones, las transformaciones, las permutaciones quedan siemprecogidas en una historia del sentido-es decir en una historia sin ms-cuyoorigen siempre puede despertarse, o anticipar su fin, en la forma de la

    presencia (1989: 384).

    [15] En El jardn de al ladoel narrador, Julio Mndez, un escritor de medianoxito literario y comercial que escribe una novela sobre los seis das que pasen la crcel durante la dictadura de Pinochet, instalado en Sitges, Barcelona, aconsecuencia de su condicin de exiliado chileno, viaja a Madrid a pasar elverano en el piso de su amigo, el exitoso pintor Pancho Salvatierra. Desde elinicio de la novela la emprende contra el Boom como moda tirnica editorial.Son sus puntos de mira Fuentes y Garca Mrquez y la editora, NuriaMoncls (Carmen Balcells?), la que le rechaza el manuscrito en dosocasiones.

    [16] En el prlogo de Ardiente paciencia (El cartero de Neruda) Skrmetaarremete contra la escritura del Boom y denuncia la frivolidad en la sociedadde comunicacin generalizada de masas. Una de sus primeras crticas ladirige contra los escritores que siguieron el modelo de escritura de los delBoom:

    En tanto otros son maestros del relato lrico en primera persona, de la noveladentro de la novela, del metalenguaje, de la distorsin de tiempos y espacios,yo segu adscrito a metaforones trajinados en el periodismo, lugares comunescosechados de los criollistas, adjetivos chillantes malentendidos en Borges, ysobre todo aferrado a lo que un profesor de literatura design con asco: unnarrador omnisciente. (1985: 8)

    Ejemplifica su ataque contra los escritores que le precedieron citando el casode Vargas Llosa:

    S que ms de un lector impaciente se estar preguntado cmo un flojorematado como yo pudo terminar este libro, por pequeo que sea. Unaexplicacin plausible es que tard catorce aos en escribirlo. Si se piensa queen este lapso, Vargas Llosa, por ejemplo, public Conversacin en lacatedral, La ta Julia y el Escribidor, Pantalen y las visitadoras y Laguerra del fin del mundo, es francamente un record del cual no meenorgullezco. (1985: 9)

    [17] Entrevistado por Miguel Rojas Mix, Bryce critica a sus pares del Boom:

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    Cuando empiezo a escribir sobre personajes que estn fuera de sus fronteras, enEuropa, en Francia, pero tambin en Italia o Alemania o en EEUU, el puntode partida es la toma de conciencia de que para los escritores del boom, supas funciona casi como un coto privado de caza. Estos escritores escribenestrictamente sobre su pas de origen, nunca sobre la ciudad en la que llevanlos aos viviendo, nunca sobre sus compatriotas en esa ciudad. Para mi la

    gran excepcin fue Julio Cortzar. (1999: 57-58)

    [18] La poeta y narradora uruguaya opina:

    Hay escritores sobrevaluados; no quiero nombres, pero algunos de losescritores del boom me parece que estn considerados en exceso, y es unpoco castrante en relacin con los que venimos despus, porque, claro, elpblico se dirige hacia ellos con expectativas muy marcadas. Son escritoresque han variado muy poco adems, eso, me parece lo ms grave. GarcaMrquez escribe siempre la misma novela, de la misma manera; Cortzarescribe siempre los mismos cuentos; Onetti lo mismo (Ragazzoni 1983: 239).

    [19] En la segunda, en Santiago de Chile, dijo:

    De hecho el boom y los 60 proyectaron esa imagen del mismo modo queteorizaban una revolucin que no hacan. Cosecharon algunos Nobeles. Perohoy, seores, con todo lo que pas, creo que se nos produce un sentimientoambiguo. A mi, por lo menos: hoy que ya soy un hombre grande y les heperdido aquel temor reverencial que les tena hace un cuarto de siglo,contemplo aquello con un poco de nostalgia, legtimamente, pero sobre todolo veo como un mundo bastante frvolo. Hoy ya no buscamos la GRANOBRA, la GRAN NOVELA LATINOAMERICANA, por lo menos en micaso. Apenas soy un escritor de entrecasa, un solitario, un fbico que no va acocteles ni hace lobby para ganar premios. (1996: 198)

    [20] Uso la metfora que uno de los artfices de la canonizacin de Cien aos desoledaden la academia de los Estados Unidos, Seymour Menton, utiliz ensu momento para situar cuatro novelas colombianas como los planetas:

    Mara, Frutos de mi tierray Vorginey Cien aos. Alrededor de stos ttulosgiraban los satlites. Lo curioso del planteo es que el autor parte de la idea decentro o manejo cannico de la literatura para dar por sentado que ese es elorden literario en la novela colombiana: Dentro del concepto de los planetasy los satlites no se hace necesario defender la seleccin de aqullos (1976:8). La visin del crtico es un ejemplo claro del funcionamiento del canon:Contando con los juicios previos de varias generaciones, el exgeta actualpuede proceder a sealar los factores positivos de una obra sin temer que los

    defectos que pueda descubrirle lleguen a cancelar sus cualidades (1976: 7).En realidad, a la fecha de esta declaracin, Cien aos de soledad apenasestaba por cumplir diez aos de publicacin, tiempo escaso para consolidarsus aspectos positivos. En la misma senda de continuar el canon, Mentonsita Cien aos en Historia verdadera del realismo mgico como novelacumbre del realismo mgico, el cual, en su decir, debe usarse segn losrasgos heredados del arte post expresionista. Rasgos configurados por elcrtico alemn Franz Roh desde el ao 1925 y utilizados con frecuencia endistintas partes del mundo (1998: 15). Lo destacable es que Menton sustrae elrealismo mgico como algo intrnseco a la realidad de Amrica Latina y lopercibe un fenmeno de ocurrencia universal inspirado en la pintura alemana,en lo que una vez ms destaca la paternidad metropolitana sobre la mente

    creadora del escritor de Amrica Latina.

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    [21] El grupo de Barranquilla, bajo la batuta de Ramn Vinyes, el sabio cataln,y del periodista y escritor Jos Flix Fuenmayor, fue fundamental en elproceso formativo del escritor. Entre los miembros estaban los escritoresAlvaro Cepeda Samudio, Alfonso, hijo de Jos Flix, Nestor Madrid Malo, elcitado Germn Vargas, y el pintor Alejandro Obregn. El grupo fuenombrado as por Prspero Morales Pradilla en el diario El Espectador. Los

    miembros se reunan en la Librera Mundo de Vinyes y en el caf Colombia.

    [22] Crticos prestigiosos como el espaol Claudio Guilln (+) perciben el vuelouniversal de la novela sin incurrir en comentarios segregacionistas y sindesenraizarla de su contexto de origen. Guilln, basado en la idea decontigidad espacial propuesta por Roman Ingarden, apunta que Macondo,ese espacio reducido, ese minimundo particular, merced al arte de laliteratura llega a ser el mundo entero (2007: CIX).

    [23] Aunque no es el objeto de inters en este artculo, suscribo lasdiferenciaciones establecidas por Irlemar Chiampi en El realismomaravilloso y rechazo las de Seymour Menton en La historia verdadera del

    realismo mgico. Menton afirma que los elementos fantsticos cuando sonpresentados con una base folclrica asociada con el mundo subdesarrolladocon predominio de la cultura indgena o africana es ms apropiado utilizar eltrmino inventado por Carpentier: lo real maravilloso (1998: 30). Lo quehace Menton en su defensa del trmino mgico-realismo es sustraer la idea deuna Amrica privilegiada de maravillas, como lo pensaba Carpentier, yendilgarle a lo real maravilloso la secular falta de desarrollo delsubcontinente. Lo mgico lo entrev universal, en lo que se deslinda de lalectura dominante, el Macondismo, de Cien aos de soledad asociada conirracionalidad, exotismo y subdesarrollo.

    [24] A los tres los clasifica Jean Franco como cultivadores de lo Real

    maravilloso y proceden todos de pases latinoamericanos pequeos quenunca han conocido la organizacin masiva de la gente en fbricas, laclasificacin de los seres humanos para conseguir una eficiente potencialaboral. Proceden de zonas preindustriales(1986: 361)

    [25] No en vano el Boom es asociado con xito econmico, En Espaa y elboom de la narrativa latinoamericana Mario Santana, basado en estadsticasde la UNESCO sobre el perodo 1959-1976 cuando se da un incremento de laproduccin mundial del libro en un 77%, hace notar que el caso espaolpresenta caractersticas propias y excepcionales: el nmero de ttulospublicados en Espaa en esos mismos aos aument a un ritmo cuatro vecesmayor que la media mundial (23). No hay duda del impacto del Boom en

    esta cifra de ventas, pese a que el Boom, ms que hacer visibles a los nuevosescritores rescat a los maestros precedentes.

    [26] Tiene por lo menos la edad de la sofstica. A partir de la oposicinphysis/nomos,physis/tchne, aqulla ha sido trada hasta nosotros a travs detoda una cadena histrica que opone la naturaleza a la ley, a la institucin,al arte, a la tcnica, pero tambin a la libertad, a lo arbitrario, a la historia, a lasociedad, al espritu, etc. (Derrida 1989:389)

    [27] En el artculo South America / Amazonia: the Forest of Marvels NeilWhitehead rastrea los mojones de una continuidad: la amazona como reginindomable, extica, rica y misteriosa vista as desde el siglo XVI cuando Fray

    Gaspar de Carvajal (1541) relat el viaje de la expedicin de Pedro deOrellana a la desembocadura del ro. Tanto el imperio espaol como elportugus sustrajeron las diferencias culturales regionales y promovieron una

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    idea dislocada de Amrica, la extica, fundada en la majestuosidad y misteriode una realidad que desconoca los Andes y otras regiones del sur de las quetambin ha habido profusa escritura, pero ignorada por la metrpoli.Amrica, antes de las sustracciones sealadas, fue vista por pensadores comoFrancis Bacon, Tomas Moro y otros, como el lugar donde podra objetivarsela utopa. Los buscadores del paraso es un temprano y luminoso trabajo de

    Fernando Ansa en el que queda claro el por qu del desajuste del hombre dela regin y su espacio. La injerencia de la accin invasora ha sidodeterminante en crear una relacin conflictiva con el medio.

    [28] En Las corrientes literarias en la Amrica Hispnica Pedro HenrquezUrea lo advirti en los aos cuarenta del siglo XX, cuando puso de presenteel enquistamiento de esta idea en la sociologa popular: En la actualidad, seconsidera que Norteamrica es, en trminos generales, parecida a Europa encuanto al clima; el resto, los vastos y abigarrados territorios de Centro ySudamrica, suelen concebirse vagamente como revoltillo de tierras ms omenos trridas, por ms que la altura o la latitud hagan que una porcinconsiderable de ellas sea templada. (1994: 15)

    [29] Menton en el Preludio de Historia verdadera del realismo mgicoconfiesa su apostasa cultural. Al encontrarse con el escritor en Guadalajara,Mxico, entera a Gabo de que son mellizos, de que nacieron el mismo da yao, aparte de ello lo deja asombrado cuando le agradec haber cambiado miactitud hacia la vida. Le dije que a fuerza de haber enseado sus novelasdurante 25 aos, yo mismo me senta convertido al realismo mgico (1998:9). Es decir, el crtico catequizado por la prdica de lo Real-mgico.

    [30] Aparte de la travesa hecha por hombres de la Conquista provenientes delmando de Francisco Pizarro, cuyos expedicionarios ms renombrados sonPedro de Ursa y Miguel Lope de Aguirre, en su afn por hallar el Dorado,

    esta selva, en los lmites con Brasil, Ecuador y Per, da lugar a una vetaexplorable de textos de la que el primer anticipo colombiano en el siglo XXlo haba dado La vorginede Eustasio Rivera en 1924, luego continuara eltema Toa de Csar Uribe Piedrahita en 1933, y decenios ms tarde textostales comoAntaresde Echeverri Meja en 1949, Pasin vagabundade ZapataOlivella, el reportaje testimonial Perdido en el Amazonasde Germn CastroCaicedo en 1970, Primitivos relatos contados otra vezde Hugo Nio en 1977eHijos de la nievede Jos Libardo Porras en 2000.

    [31] En Garca Mrquez: el viaje a la semilla. La biografa Dasso Saldvarlocaliza el mapa al que corresponde Aracataca, el referente ficcionalizado porGabo. Este territorio fue explorado por el novelista Jorge Isaacs en busca de

    riquezas naturales y era el Gran Magdalena compuesto entonces por losactuales departamentos del Magdalena, el Cesar y La Guajira (1997: 53).

    [32] En su momento de delirios de grandeza el Coronel Aureliano dice elnarrador decida con rdenes breves e inapelables el destino del mundo(Garca Mrquez 1994: 212). Lo que es por supuesto una hiprbole msconfeccionada al servicio de los delirios del personaje que al Tlon UrbisTertius que lleg a ser Macondo segn los crticos.

    [33] Ver adems pginas 101, 103, 106, 176, 202, 220, 222 y 223 de esta edicinen las que se encuentran descripciones fsicas del tipo descrito.

    [34] En su puesta en sitio al fenmeno publicitario del Boom, Gutirrez Girardotsealaba que el producto al ser asociado al xito econmico no es ajeno a las

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    contingencias del mercado, entre ellas la inflacin (1976: 159). La vastaproduccin crtica en torno Cien aosy a su autor ha generado incontablesmuestras de inflacin no slo de la masa crtica, sino del significado.

    [35] Rosalba Campra interpreta estas referencias como un hecho afortunado deintercomunicacin en la regin, cuando la literatura de Amrica Latina

    empieza a verse a s misma como sistema (1987: 112): los autores comienzanleerse entre s, lo que no ocurra antes tal como lo denunciaba Donoso en

    Historia personal del Boom.

    [36] Valga citar las perlas del prrafo final del captulo III, El castao solitarioen el que la palabra estirpe referida a los Buenda, usada en plural, le daconfianza al crtico para establecer descabelladas generalizaciones y hastadesprender una moraleja de la lectura:

    , pero la extensin de la condena de una estirpe a estirpes refleja la ideologapoltica de Garca Mrquez en el momento de escribir la novela. La historiade una estirpe, de una familia, simboliza la historia de la civilizacin

    occidental y de la sociedad burguesa en particular. El mensaje poltico de lasltimas palabras de la novela es que la humanidad ha de sobrevivir, tiene queabandoner su soledad, es decir su egosmo y sus valores burgueses, paratrabajar a favor del socialismo, la creacin de un mundo socialista pobladopor el Nuevo hombre y la nueva mujer socialistas dispuestos a ayudar alprjimo. (1998: 80)

    [37] Carlos Rincn en Los lmites de Macondo rastrea el manejo ficcional dela matanza de las bananeras hecho por la novela, procedimiento luegoreusado por escritores norteamericanos en fecha reciente. Lo entiende comoLa articulacin de la historia silenciada que se consigue dentro de larenarrativizacin del texto ficticio (1993: 17).

    [38] Las memorias de Gaspar Medina en Asuntos de un hidalgo disoluto, a sus72 aos, cuando le dicta el pasado de su vida a su secretaria y esposa,Cunegunda Bonaventura, retrotraen el episodio de la matanza de lasbananeras a travs del conocimiento de que dos miembros de su familiaparticiparon en el desarrollo posterior de los sucesos: los dos hermanos de sumadre. Uno, el obispo de Santa Marta, el otro, prroco de Aracataca. Interesanotar en la novela de Abad Faciolince las actuaciones dispares de los doshermanos frente a los mismos hechos de la masacre. Respecto del obispo,dice Gaspar: Mi to, a peticin del gobierno nacional, expidi unadeclaracin pblica en la que disminua y casi negaba por completo laresponsabilidad de la autoridad y de la tropa en la matanza (1994: 57). La

    obediencia del obispo es recompensada con creces. Por un lado, de Romarecibe carta en la que le comunican el ascenso a Arzobispo y el translado paraMedelln, por el otro, de los Estados Unidos le llega un automvil Chrysler,regalo de la United Fruit Company. El prroco Jacinto corre con distintasuerte, pues Haba incluso publicado un opsculo en el que su versin de loshechos [...] se alejaba mucho de la verdad oficial (1994: 63). De lasautoridades religiosas y oficiales no recibe recompensa alguna, sino castigoen la forma de destierro El nuncio apostlico y el cardenal primado, despusde una seal del ministro de Guerra [...] lo haban confinado como capellnde agua de Dios, un conocido lazareto (1994: 63). En tal lugar es contagiadode lepra por lo que pierde los dedos. Sus manos me asustaban (1994: 63),dice Gaspar cuando lo ve comer o fumar en la mesa.

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    [39] Una comprensin de la relacin de A Carpentier con los surrealistasaparece en el artculo Isla a su vuelo definitiva: Carpentier y el realismomgico de Roberto Gonzlez Echeverra.

    [40] El uso del trmino Real maravilloso por Jean Franco, aunque mucho msapropiado que el de Realismo mgico, tambin incub reducciones. Por un

    lado, igual los relojes del progreso y de las diferencias culturales deAmrica Latina. Por el otro, sustrajo los entornos mitolgicos de realidadesque los verdaderos cultores de lo mgico no estaban interesados enoccidentalizar. Si en algo acierta el Realismo maravilloso es en la captacin yparodizacin de realidades de Amrica Latina con la experiencia y formacinlibresca adquirida en las fuentes de la cultura universal, lo que hacen Fuentes,Garca Mrquez y Carpentier.

    [41] Helena Araujo destina el artculo Escritoras Latinoamericanas: Por fueradel Boom? para inventariar las exclusiones de las escritoras del espectroliterario de la regin. El mimetismo de la frmula de lo Real maravilloso enque incurren algunas escritoras confirma la hegemona falocntrica, la

    difusora del modelo, an a costa del hecho de contar a una escritora comoHelena Garro que enRecuerdos del porvenirlo haba anticipado.

    [42] Varios estudiosos de Amrica Latina coinciden en afirmar que Amricasirvi para plasmar de realidad los sueos y utopas de los europeos. Es unaidea repetida por escritores y crticos tales como Alfonso Reyes y AngelRama. En un estudio ms reciente, Irlemar Chiampi lo recuerda y observa lamanera como los cronistas de Indias estereotiparon la realidad americanacomo maravilla

    Los antecedentes fabulosos prefiguran el discurso americanista, pero sucomienzo, es, en rigor, ese interpretante forjado en el momento del

    Descubrimiento y de la conquista por los cronistas del Nuevo Mundo. Conellos se inicia el concepto de maravilla, recogido de las antiguas tradicionesy rejuveneciendo en el fulgurante momento en que Amrica se hace unreferente real. La significacin eufrica de Amrica para el hombre europeo,que va desde el espectacular impacto del Descubrimiento hasta por lo menoslos fines del siglo XVIII, se hace mediante la incorporacin de mitos yleyendas de los testimonios narrados por los primeros viajeros. Sonfrecuentes en los cronistas expresiones como encantamiento, sueo,maravilla, no se cmo contar, me faltan palabras, que si bien denotanel asombro natural ante lo desconocido, reflejan tambin la falta de referenciapara los nuevos objetos, seres y fenmenos. (1983: 125)

    [43] Carlos Rincn admite el uso de nacin en Cien aossi se le considera comotexto perteneciente a parodias de un particular texto parodiado: la nacin(1993: 20), aquella idea que promulga la modernidad segn lineamientosmetropolitanos. Cien aoscarnavaliza la idea de nacin. Rincn se aparta dela crtica metropolitana que, como bien lo resume Romn de la Campa en suescrutinio del origen y manifestaciones actuales de los estudios subalternosen los Estados Unidos, y sus diferencias, con los de Amrica Latina, elfracaso del proyecto criollista modernizador ha sido el marco sobre el que seclasifican los textos narrativos de los autores hasta el Boom (2002: 98).

    [44] Rssner sostiene que la nueva novela histrica en Amrica Latina esedificada sobre textos anteriores (las fuentes por una parte, la historiografa

    anterior por otra. (1999: 70) Bajo este orden logran una re-escritura detextos pre-existentes, literarios o historiogrficos, llegando as a una

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    superposicin de varios textos que crean un espacio de dilogo intertextual enel que la historia con mayscula se descompone. (1999: 70)

    *Parte de este trabajo fue ledo en the Latin American Studies AssociationXXVII International Congress in the "Literature and Colombian Cinema"en Montral, Canada Sept 7 de 2007.

    Oscar R. Lopez 2008

    Espculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

    2010 - Reservados todos los derechos

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