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Mala Cuea. Mala Cuea. Expresión usada para expresar tener mala suerte, o que algo salió mal por causas no previstas Como te fue? Pucha tuve súper mala cuea, justo se pinchó un neumático y no pude salir a tiempo. www.diccionariochileno.cl No es cuestión de mala cuea, pero pareciera. Que las cosas son así, que no se puede hacer nada, que los poderosos están todos emparentados, que no se puede ir contra la corriente, que es mejor que nada, que dentro de todo no estamos tan mal, que esto, que lo otro y la cosa que sea. A ver. Trabajo en la implementación de un programa perteneciente a un servicio del estado en establecimientos educacionales municipalizados. Tengo un contrato de prestación por servicio a honorarios firmado por un municipio. Lo anterior, no me hace funcionario público. No me hace funcionario municipal y no me hace reconocer como “trabajador” (los honorarios, no somos trabajadores, somos prestadores de servicios, cómo si eso no fuera o no considerara un despliegue de esfuerzos similares a los de los trabajadores) entonces, no me reconoce el código del trabajo con sus cuestionados y acotados beneficios. Sin embargo, a partir de este año, se me obligará a cumplir con un deber de los trabajadores: cotizar en una AFP. Que mala cuea. Se sabe con empiria, lectura de domingo, escucha de radio, conversación de domingo y apreciación de las condiciones de los jubilados que el sistema de AFP es un soberano y reconocido fraude. Los pensionados, reciben un escaso porcentaje de lo que aportaron al sistema. De lo que el sistema les confiscó con la promesa de asegurar sus años de retiro. El estado funciona como

Mala Cuea

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Mala Cuea.

Mala Cuea.

Expresión usada para expresar tener mala suerte, o que algo salió mal por causas no previstasComo te fue?Pucha tuve súper mala cuea, justo se pinchó un neumático y no pude salir a tiempo.

www.diccionariochileno.cl

No es cuestión de mala cuea, pero pareciera. Que las cosas son así, que no se puede hacer nada, que los poderosos están todos emparentados, que no se puede ir contra la corriente, que es mejor que nada, que dentro de todo no estamos tan mal, que esto, que lo otro y la cosa que sea.

A ver. Trabajo en la implementación de un programa perteneciente a un servicio del estado en establecimientos educacionales municipalizados. Tengo un contrato de prestación por servicio a honorarios firmado por un municipio. Lo anterior, no me hace funcionario público. No me hace funcionario municipal y no me hace reconocer como “trabajador” (los honorarios, no somos trabajadores, somos prestadores de servicios, cómo si eso no fuera o no considerara un despliegue de esfuerzos similares a los de los trabajadores) entonces, no me reconoce el código del trabajo con sus cuestionados y acotados beneficios. Sin embargo, a partir de este año, se me obligará a cumplir con un deber de los trabajadores: cotizar en una AFP. Que mala cuea.

Se sabe con empiria, lectura de domingo, escucha de radio, conversación de domingo y apreciación de las condiciones de los jubilados que el sistema de AFP es un soberano y reconocido fraude. Los pensionados, reciben un escaso porcentaje de lo que aportaron al sistema. De lo que el sistema les confiscó con la promesa de asegurar sus años de retiro. El estado funciona como garante de ese movimiento de dinero obligatorio. No me quiero detener en el sistema pero si en los actores. Veamos. El trabajador está obligado a desviar una fracción de su remuneración a la AFP. La empresa recoge ese dinero y lo invierte generando muchas ganancias, luego cuando el trabajador está viejito, la empresa le da una pensión que apenas le alcanza para respirar. El estado, tercer involucrado ayuda a la empresa otorgándole un marco jurídico para que opere muy libremente y genere muchas ganancias. ¿Quién pierde, quién gana?

Ahora, que conocí a esta mujer que es muy linda, inteligente, muy tierna, generosa y divertida, nos dieron ganas de formar una familia. Es muy bonito juntarse y planificar un hogar, la casa, querer pintar las paredes con los colores de los niños y tener un perrito para llevar al parque y de vez en cuando hacer fiestas con los amigos para compartir y pasear en el verano. Entonces nos juntamos después de comer y haciendo la sobremesa del vino, desnudamos nuestros ingresos. Prestos a

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compartir lo bueno y lo malo de la vida, nos dimos cuenta de que hay una porción del dinero que gano por hacer lo que hago, que no llegará jamás a nuestras amorosas arcas. No contaremos nunca, de nunca y cuando digo nunca es ese nunca de que no pasará porque no hay manera de que pase, contaremos con un porcentaje de lo que me gano a través de mi trabajo. Mala cuea porque tengo la obligación de desviar esa fracción de mi remuneración para que una empresa genere muchas ganancias y pueda enriquecerse su dueño y puedan tener buenos sueldos los directores y ejecutivos. Pero nuestra familia tendrá que conformarse con lo que ganemos, luego de pagar ese tributo.

Parece cosa de mala cuea, pero no lo es. Es una desgraciada, soberana y recontramaldita estafa. Un timo, un cuento del tío, una corrompida manera de hacer negocios con el trabajo ajeno, un cagazo, una embetunada de excremento a fuerza y violencia, una bota encima, un puñete en la razón más básica, una patada en la ingle de lo decente, una maldición y el pico en el ojo como dicen los muchachos y yo también. Una injusticia que debe ser resuelta porque no hay muchas cosas que provoquen tanta rabia como cuando te roban el sueldo, sobre todo si el sueldo es poco y no tiene uno los beneficios de los trabajadores que trabajamos para el estado pero que no somos considerados como trabajadores, más que para cortarnos esa fracción de dinero para que otro iluminado por el marco jurídico se ponga más rico. Me está doliendo el contorno del ojo.