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Federación de Educadores Bonaerenses D. F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental e-mail: [email protected] Pág.1 Maldonado, Mónica M. Una escuela dentro de una escuela: un enfoque antropológico sobre los estudiantes secundarios en una escuela pública de los ´90. Buenos Aires, Eudeba, 2000. Ficha Bibliográfica Introducción. Este texto resultado de la investigación realizada en una escuela pública de la Ciudad de Córdoba, Argentina, entre los años 1996 y 1998, busca dar cuenta de ese espacio de in teracción. En este m arco específico se an alizan las relaciones entre los estudiantes de la escuela secundaria las que presenta sus propias particularidades. Abordar un fenómeno como adolescencia-juventud remite a enfrentar categorías relativas, que no tienen una sustancia o esencia que las determine sino que se hallan en estrecha relación con aspectos culturales, socioeconómicos e históricos, que irán otorgándoles formas específicas de presentarse. Las características psciobiológicas son indicadores que sirven para marcar etapas y que no tienen la misma significación simbólica en distintos grupos humanos o en tiempos diferentes. En la vorágine de cambios sociales, económicos, políticos, culturales de este fin de siglo, el adolescente vive profun das transformaciones psciobiológicas. Es atravesado desde lo social por un mundo de incertidumbres, donde los adultos se debaten en encrucijadas de adaptación forzada o intolerancia, con parámetros que desconocen o rechazan, con reglas del juego nuevas, de un juego que no se sabe ni dónde termina. Si el mundo de las relaciones sociales, las significaciones y los vínculos se  presenta ca da vez de manera más co mpleja y lábil par a las generaciones adultas. Cabe  preguntarse: ¿qué modo pa rticular adquiere en los adolescentes, insertos en u na época de crisis, de transición de las estructuras sociales y en un momento vital de mutación individual? ¿Cómo construyen y resignifican –ellos mismos y entre ellos– los vínculos, las relaciones sociales y la comunicación? En este sentido, la pregunta que orienta este trabajo tiene que ver con los procesos y los modos en que los adolescentes se seleccionan y clasifican entre sí, se buscan y se rechazan, se integran y se excluyen, momento en el que ponen en juego prácticas y representaciones sobre “el ot ro” –en este caso sus pares– y sobre sí mismos. En estos procesos de selección, en la re-presentación de sus elecciones, los sujetos  juegan el rol que les fijó su pertenencia a una cultura, a un modo de vida que se internalizó. A través de la formación de habitus los sujetos han sido impuestos e imponen un modo de seleccionar, de clasificar y de experimen tar la realidad. Y es en esta estructuración de la vida donde los saberes inscriptos en su cuerpo se vuelven acto y donde las diversidades sociales y culturales se vuelven desigualdad, pues parecen responder a una lógica “natural” y no a una construcción social estructurada y estructurante. El habitus es un sistema abierto de disposiciones, enfrentado de continuo a experiencias nuevas y , en consecuencia, afectado sin cesar por ellas. Es perdurable más no inmutable. Según l os estímulos y la estructura del campo, el mismo habitus puede generar prácticas diferentes e incluso opuestas.

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Pág.1

Maldonado, Mónica M. Una escuela dentro de una escuela: un enfoque

antropológico sobre los estudiantes secundarios en una escuela pública de los ´90.

 

Buenos Aires, Eudeba, 2000.

Ficha Bibliográfica

Introducción.

Este texto resultado de la investigación realizada en una escuela pública de la

Ciudad de Córdoba, Argentina, entre los años 1996 y 1998, busca dar cuenta de ese

espacio de interacción. En este marco específico se analizan las relaciones entre los

estudiantes de la escuela secundaria las que presenta sus propias particularidades.

Abordar un fenómeno como adolescencia-juventud remite a enfrentar categorías

relativas, que no tienen una sustancia o esencia que las determine sino que se hallan enestrecha relación con aspectos culturales, socioeconómicos e históricos, que irán

otorgándoles formas específicas de presentarse.Las características psciobiológicas son indicadores que sirven para marcar etapas

y que no tienen la misma significación simbólica en distintos grupos humanos o entiempos diferentes.

En la vorágine de cambios sociales, económicos, políticos, culturales de este finde siglo, el adolescente vive profundas transformaciones psciobiológicas. Es atravesado

desde lo social por un mundo de incertidumbres, donde los adultos se debaten en

encrucijadas de adaptación forzada o intolerancia, con parámetros que desconocen o

rechazan, con reglas del juego nuevas, de un juego que no se sabe ni dónde termina.

Si el mundo de las relaciones sociales, las significaciones y los vínculos se presenta cada vez de manera más compleja y lábil para las generaciones adultas. Cabe

 preguntarse: ¿qué modo particular adquiere en los adolescentes, insertos en una época

de crisis, de transición de las estructuras sociales y en un momento vital de mutación

individual? ¿Cómo construyen y resignifican –ellos mismos y entre ellos– los vínculos,

las relaciones sociales y la comunicación?

En este sentido, la pregunta que orienta este trabajo tiene que ver con los procesos

y los modos en que los adolescentes se seleccionan y clasifican entre sí, se buscan y se

rechazan, se integran y se excluyen, momento en el que ponen en juego prácticas y

representaciones sobre “el otro” –en este caso sus pares– y sobre sí mismos.En estos procesos de selección, en la re-presentación de sus elecciones, los sujetos

  juegan el rol que les fijó su pertenencia a una cultura, a un modo de vida que seinternalizó.

A través de la formación de habitus los sujetos han sido impuestos e imponen unmodo de seleccionar, de clasificar y de experimentar la realidad. Y es en esta

estructuración de la vida donde los saberes inscriptos en su cuerpo se vuelven acto y

donde las diversidades sociales y culturales se vuelven desigualdad, pues parecen

responder a una lógica “natural” y no a una construcción social estructurada y

estructurante.

El habitus es un sistema abierto de disposiciones, enfrentado de continuo a

experiencias nuevas y, en consecuencia, afectado sin cesar por ellas. Es perdurable más

no inmutable. Según los estímulos y la estructura del campo, el mismo habitus puede

generar prácticas diferentes e incluso opuestas.

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El espacio social escogido para abordar el problema de las relaciones sociales

entre los adolescentes es la escuela secundaria, en tanto que representa un lugar que

 

entrecruza grupos humanos heterogéneos que portan saberes e historias personales y

sociales diferentes, y que allí deben ser puestas en juego. Pero donde además seencuentra un universo cautivo que tiene que convivir cotidiana y “obligatoriamente”

con un grupo conformado por la institución al azar, dentro del cual, en un proceso queaparece como “natural”, los estudiantes van seleccionando grupos de pertenencia con

fuerte carga significativa para ellos.

En la actualidad las fracturas sociales parecen agudizarse cada vez más y las

distancias entre los distintos sectores sociales crecen, creando un foso que va

desarticulando las capas medias e incorporando a unos pocos al sector de los integrados

al mundo del trabajo y el consumo y a los otros al sector de los carecientes y excluidos.

Mientras desaparecen las clases sociales como grupos identitarios de alianzas y

oposiciones, se agudizan las distancias entre ricos y pobres.

Esta imagen, nueva en nuestra sociedad genera una serie de fracturas en el nivel de

las representaciones sociales mientras se van legitimando nuevas concepciones de losocial.

De ello no está exento el sistema educativo, donde también se ha producido, en el

lapso de los últimos años, una clasificación social diferencial entre escuelas públicas y

 privadas, resignificando ambas categorías.El ajuste, por parte del Estado, en los recursos para mantener la educación pública

y las denuncias y reclamos emprendidos por las agrupaciones gremiales y por losgrupos de padres sobre el desmantelamiento de las escuelas han ido contribuyendo a

conformar una representación social de la educación pública que se va legitimando en eltiempo. Las escuelas públicas son visualizadas como escuelas para pobres, “de

segunda”, mientras que las privadas parecen dar cuenta de “gente pudiente”, con poder,

y como tales están organizadas de modo de ofrecer servicios actualizados “de primera”.Dentro de las aulas, también está presente en los chicos la percepción de que están

en una escuela pobre para pobres.

En este contexto se establecen las relaciones y las luchas dentro de la escuela.

Luchas de la dirección por un proyecto educativo; conflictos de relación llevados al

  plano de lo jurídico a nivel ministerial; conflictos y problemas de vínculo entre los

estudiantes, sujetos de este trabajo.

El contexto.

Los años ´90 o un mundo en transición.

Este trabajo se enmarca en un tiempo de transformaciones sociales profundas,

signadas por procesos de globalización económica, avances tecnológicos vertiginosos,

un nuevo orden internacional y la pérdida de lugares de trabajo de grandes sectores de la

 población del mundo.

Crisis de identidades de los Estados-naciones; de las instituciones que los

conforman; de los sujetos sociales que antes se pensaban como clases, como

trabajadores, como gremios, como patronal, como patriotas, como campesinos, y que

hoy no encuentran patrones identitarios claros ni, menos aún, colectivos. Crisis también

en las identidades individuales, en los roles familiares, en las identidades sexuales.

En la actualidad, las identidades aparecen fragmentadas y problemáticas, en unmundo más heterogéneo y en el cual la industria no marca ya del mismo modo ni con la

misma fuerza la propia clasificación de los sujetos.

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La identidad de obrero se mantiene, pero ya no se deriva más de la experiencia del

trabajo, y la identidad cultural de la comunidad obrera deja su lugar a las

 

identificaciones más vagas y más jerarquizadas, las del consumo, más o menos

frustradas.Todas las categorías parecen hoy ser inapropiadas a la luz de las transformaciones,

en todos los órdenes, y los sujetos se debaten entre las viejas categorías incorporadascomo habitus y las rupturas necesarias.

Como parte fundamental de estos cambios, el Estado en nuestro país ha ido

desentendiéndose de su rol histórico de Estado protector-benefactor, lo cual ha

implicado una ruptura con un tipo de política y de política económica que permitía

cierto consenso entre las distintas capas sociales.

Las características dominantes a nivel del proyecto socioeconómico de nuestro

tiempo conllevan a un continuo aumento de la desigualdad en las posibilidades de los

distintos sectores sociales.

El cambio, en lo económico, se ha traducido en un cambio en la estructura

ocupacional: procesos de desobrerización y descampesinización, con el consiguienteincremento del desempleo abierto, se manifiestan de manera constante y en un proceso

sin retorno, donde gran parte de la población económicamente activa (sobre todo

 jóvenes) va perdiendo las esperanzas y abandonando la búsqueda de empleo.

Desde el discurso de la “economía de mercado”, la responsabilidad dedesocupación y de la disminución de los ingresos es adjudicada al propio desocupado,

en su obsolescencia y su falta de capacitación.Así, toda mejora y seguridad en los niveles de la vida queda absolutamente librada

a las posibilidades individuales de ubicarse en el mercado. Mercado que, por un lado,aumenta y diversifica las ofertas y, por otro, limita las posibilidades reales de acceso

concreto.

Las relaciones entre los adolescentes y la escuela no son ajenas “al aire de estostiempos”, porque el mundo en transición también afecta el cotidiano, modifica la

manera de percibir, pensar y actuar, porque esas modificaciones se van produciendo a

 partir de las relaciones de interacción, en aquello que se selecciona para incorporar, en

la manera en que se lo asimila, en el modo en que se lo resiste.

Desde la antropología es necesario pensar en “Sujetos específicos”, con roles tipo

cambiantes, (que) se relacionan recíprocamente y con el medio físico, en una

comunidad cara a cara, y con una organización social compleja, un largo pasado, un

futuro incierto y una herencia cultural progresiva.

La institución educativa frente a la crisis.

Pensar en términos de institución es hacerlo en tanto poderes “estabilizadores” de

un ser inestable e inseguro (el hombre) que encuentra en ellos su soporte. Estructurascon peso propio que terminan por ser autónomas respecto a las personas.

Pensar en la institución educativa como una institución de “existencia”, en tanto

fundamental para la reproducción de la vida social, es hacerlo, en tanto objetos

contradictorios y paradojales y donde una de esas contradicciones reside justamente en

la escisión de la escuela en dos organizaciones con lógicas diferenciadas de

funcionamiento: lo pedagógico y lo laboral. Espacio del alumno y espacio del docente.

Espacio de la evaluación y acreditación, y espacio del empleo y el salario.

De un Estado constituido como el impulsor principal y casi excluyente de la oferta

educativa, se pasa en las últimas décadas paulatinamente a considerarlo uno más entre

los oferentes en el “mercado” de la educación. Históricamente concebida como una

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obligación y de un derecho inalienable de todos los ciudadanos se la presenta

actualmente como una mercancía, cuyos consumidores se dividen según su capacidad

 

individual de consumo.

Las políticas públicas respecto al problema educativo pasan, en la actualidad, por La Reforma Educativa a nivel nacional y lo que se ha dado en llamar La

Transformación Educativa. Por otra parte la política de transferir los servicioseducativos que dependían de la Nación a jurisdicciones provinciales ha sido una de las

vías de reducción del gasto público nacional y ha funcionado como doble discurso: por 

un lado, se ha hablado de esta devolución a las provincias como expresión de

federalismo, mientras que, simultáneamente, ha sido una manera de acelerar la toma de

responsabilidad por parte de éstas sin una consideración por las características del

contexto de cada jurisdicción o de la capacidad financiera de las provincias.

En ese marco, las escuelas se debaten entre proyectos cruzados, directivas que no

han sido objeto de análisis y discusión en los centros educativos, y son recibidos como

autoritarias por el personal docente; exigencias de investigación sin una formación que

le respalde ni un reconocimiento laboral.Agobiados, los docentes y las instituciones se ven impelidas a responder 

rápidamente a un sinnúmero de requisitorias burocráticas sumadas a la tarea de enseñar-

Las escuelas de ciclo medio agregan a esta realidad una gran cantidad de docentes

que atienden a un número total de alumnos por docente demasiado alto como para poder   pensar en un seguimiento del alumno, del grupo y, menos aún, de una enseñanza

 personalizada.La segmentación producida en el sistema educativo ha traspasado los ámbitos

técnicos y burocráticos y se ha instalado también como preocupación de docentes, padres y alumnos que se resisten a constituir sus identidades sociales en las “escuelas de

segunda” como ciudadanos de “segunda”. El lugar social que ocupa la escuela es

establecido por sus demandantes según una clasificación que tiene que ver con:infraestructura escolar, ubicación geográfica, posición social de la “comunidad

educativa” donde los padres evalúan las consecuencias de que sus hijos vayan a

colegios de primera, segunda, tercera categoría.

La institución escuela, un haz de relaciones y tensiones.

En los momentos de crisis, se llega a comprometer seriamente la tarea

fundamental de la institución y sus agentes llegan a situaciones de conflictos que

vivencian con sufrimiento y malestar.Las instituciones entran en crisis y con ella su capacidad estructurante,

organizadora de las prácticas humanas en su interior. Se rompen los lazos desolidaridad al interior de los colectivos de trabajo, se desatan luchas de poder; se

desarticulan las funciones de contención y sostén que estos colectivos tenían para lossujetos, generándose angustias e imaginarios de peligros específicos. Aparecen y se

generalizan quiebres personales, comportamientos disruptivos.

La escuela como institución de existencia tiene como papel primordial la

socialización de las nuevas generaciones y la transmisión de conocimientos.

Pero, en este marco de cambios, de realidades en mutación, de la pérdida del

sentido que tenían las cosas, de crisis de las instituciones, de sentimientos de exclusión,

de miedo, de desconfianza, cabe repreguntarse sobre el papel de la escuela en los

 procesos de socialización de nuestros jóvenes, especialmente en el aspecto referido al

manejo de su sociabilidad, sus reglas de interacción, su comunicación, sus

representaciones sobre los otros.

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El curso.

El curso: una categoría de la modernidad.

El curso que hoy en la vida cotidiana de las escuelas aparece como algo “natural”

e inherente a la escolaridad, célula constitutiva de la estructura escolar, es un producto

de la modernidad.

La palabra “curso” designa un continente y un contenido, un tiempo y un espacio,

un recorrido y una dirección, un proceso y un grupo humano. Se cambia de edad todos

los años al mismo tiempo que de curso. Antaño se conservaba durante mucho más

tiempo la misma edad, y la duración de la vida, de la infancia, no se dividía en series tan

cortas. El curso escolar se volvió un factor determinante del proceso de diferenciación

de las edades de la infancia y la primera juventud.

En el siglo XIX, los maestros acostumbraban formar sus cursos en función de laedad de sus alumnos. Serán la escuela y sus cursos quienes otorgarán un peso

fundamental a las mínimas diferencias de edad de sus alumnos. Serán la escuela y sus

cursos quienes otorgarán un peso fundamental a las mínimas diferencias de edad en los

sectores burgueses; no así en los sectores populares, donde una vez completada laalfabetización más elemental se ingresaba al mundo del trabajo, que reunía a grupos

distintos en edad y donde los sujetos podían recoger sus relaciones entre un círculo másamplio que el que se ofrecía en los colegios, institutos y academias.

Será la escuela secundaria la encargada, durante el siglo XVIII, de diferenciar y notolerar la coexistencia de clases sociales; ya que este nivel de instrucción queda como

  privilegio de una clase, dando cuenta de su condición social y proporcionando los

canales para su selección y reproducción.El concepto de curso es producto de un proceso histórico largo y complejo que no

responde sólo a intereses pedagógicos, sino a transformaciones en el orden de lo social,

económico y cultural.

El curso toma entidad propia en la modernidad, en una educación fundada en la

separación; como tal es incorporado como categoría en el lenguaje de los educadores.

Separar a los distintos y agrupar a los iguales para organizar la enseñanza.

Sin embargo, una vez incorporado el concepto al lenguaje cotidiano de la escuela,

éste se oscurece y parece hablarnos sólo de unidad –unidad de intereses entre docentes y

alumnos, entre compañeros, entre cursos del mismo nivel– y homogeneidad –etaria,social, cultural, étnica– y a veces, en algunos resabios arcaicos, también unidad y

homogeneidad de género.Separación y unidad, diferenciación y uniformidad, son algunas de las cuestiones

que se confunden desde el sentido común de quienes conformamos las escuelas.Repensar el curso hoy, implica, por un lado, reconocer que hay una historia

incorporada social, cultural e institucionalmente. Historia que no puede soslayarse y

que es necesario desnaturalizar. Unidad y separación coexisten en una relación

dinámica y compleja.

Por otro lado, también supone pensarlo en un escenario móvil, en mutación, que

otorga un matiz particular a un proceso que dramatizan actores originales, confrontados

con circunstancias ambiguas, inciertas, contradictorias.

El espacio dentro del curso juega un papel en las clasificaciones: sentarse adelante

implica una cercanía con el docente, una exposición mayor, menores posibilidades des

establecer “estrategias de evitación”; es, además, atender la clase –es decir, mostrarse

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atento a los dos sentidos, en el de los contenidos y en tanto amable con el docente–.

Esto les vale el mote de “tragas”, “botonas”, a quienes ocupan esos lugares. Los que se

 

ocultan, no estudian y no hacen concesiones con el docente son los del “ultimo”.

Clasificaciones institucionales que operan como categorías incorporadas, internalizadas,que se remontan al S. XVIII, pero que siguen operando sólo que, en la actualidad, con

otra valoración para los estudiantes.Foucault destaca cómo en la modernidad se fabrican, a partir de la disciplina,

nuevos espacios –arquitectónicos, funcionales y jerárquicos a la vez– que buscan ante

todo la distribución de los individuos en el espacio. La escuela organizará en la clase un

nuevo espacio, un espacio hecho para vigilar, recompensar, jerarquizar, un espacio que

asegure una serie de distinciones entre los individuos sujetos del aprendizaje: por su

grado de avance, por su carácter, por su dedicación, por la higiene y la fortuna de la

familia. Filas de estudiantes, los más adelantados adelante y los otros a continuación.

Banco para los ricos y bancos para los pobres. Puestos que se atribuyen a cada colegial

según su desempeño y posición social.

Sobre todo después de 1762 –el espacio escolar se despliega; la clase se vuelvehomogénea, ya no está compuesta sino de elementos individuales que vienen a

disponerse los unos al lado de los otros bajo la mirada del maestro. El “rango” en el S.

XVIII comienza a definir la gran forma de distribución de los individuos en el orden

escolar: hileras de alumnos de la clase, los pasillos y los estudios; rango atribuido a cadauno con motivo de cada tarea y cada prueba, rango que obtiene de semana en semana,

de mes a mes, de año a año; sucesión de las materias enseñadas, de las cuestionestratadas según un orden de dificultad creciente. Y en este conjunto de alineamientos

obligatorios, cada alumno de acuerdo con su edad, sus adelantos o su conducta ocupa yaun orden, ya otro; se desplaza sin cesar por esas series de casillas, las unas ideales, que

marcan una jerarquía del saber o de la capacidad, las otras que deben traducir 

materialmente en el espacio de la clase o del colegio la distribución de los valores o delos méritos. Movimientos perpetuos en el que los individuos sustituyen uno a otros, en

el espacio ritmado por intervalos alineados.

Si bien esas categorizaciones del espacio siguen incorporadas en docentes y

alumnos, provocan una reacción compleja y contradictoria. Por un lado, a quienes se

sientan adelante les interesa ser mirados por los docentes desde esta clasificación

foucaultiana y por ello permanecen en sus lugares. Pero ya no produce una

clasificación positiva entre los compañeros sentarse adelante ni ser el mejor alumno.

Ajustarse a las normas es sólo una estrategia para zafar, para mantener la distancia al

rol, para evadir el conocimiento. De esta manera, en los tiempos de exámenes, loslugares de adelante son requeridos por los “del fondo” para mostrarse interesados ante

los docentes, para que les “ayuden”. Una práctica que a través del tiempo se consolidaen una accionar engañoso, donde los términos se tergiversan y el que estudia es el idiota

y los del “fondo” son los inteligentes porque pueden mantener con menos esfuerzo ladistancia al rol. La búsqueda de mayor conocimiento ya no se presenta como mérito,

sino más bien como descrédito entre los estudiantes de la escuela secundaria.

Paradojalmente, rangos, lugares, casillas, siguen vigentes en los colegios, a veces de

manera real, a veces ideal, mientras son evadidos, criticados, utilizados de manera

consciente y preconciente por los estudiantes.

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El mundo de las relaciones entre “compañeros” o… una escuela

 

dentro de una escuela.

El compañerismo en la escuela: una creencia.

La idea de adolescencia fue creada, construida, inventada en la modernidad y a

 partir de los procesos de escolarización; tiempo durante el cual se fue instituyendo el

concepto de adolescencia como un estadio diferenciado, crítico, de incapacidad y

dependencia.

La prolongación de los períodos de escolarización que se fueron dando a lo largo

del tiempo, unida a la falta de demanda en el mercado de trabajo, fue consolidando esta

concepción de adolescencia como una época de espera, dependiente y a cargo cada vez

más tiempo de los adultos, apoyada por teorías psicológicas y pedagógicas.

El papel crucial de los grupos de pares recién aparece en el siglo XIX, cuando se

ha consolidado la separación de los jóvenes en los colegios, se los ha separado delmundo de las decisiones de los adultos y ha quedado constituido como un sujeto en

espera.

La vida interior de las instituciones educativas, es un entretejido de relaciones y

tensiones, complicidades y competencias, antagonismos y amistades, relaciones de poder y sumisión, y las relaciones entre los estudiantes son parte indiscutible de ella.

El estudiante adolescente aprende tanto o más de las estrategias de interacción noformales que lo que puede aprender de las asignaturas impartidas por la escuela.

Aprende con los chismes, comentarios, burlas, enfrentamientos, solidaridades, y vaconstruyendo su propia relación con el entorno.

La confianza en sí mismo, el lugar social según la posición ocupada, la posibilidad

de comunicación y relación con el otro, las clasificaciones rígidas o flexibles, se iránconstituyendo y consolidando en este espacio de interacción entre adolescentes-jóvenes,

donde se miden fuerzas y unos en relación con los otros van conformando sus

identidades como un trabajo de actores que se va dramatizando en las prácticas

cotidianas.

Cuando de lo que se habla es de conflicto.

En la década del noventa sorprende cada vez más, la cantidad de hechos de

violencia que aparecen en los medios de comunicación masiva y que trascienden losconflictos cotidianos en las escuelas. Agresiones contra los edificios escolares,

agresiones contra profesores y, en gran parte de los casos, agresiones contracompañeros. Agresiones físicas que van desde golpes, amenazas, hasta ataques directos

con armas blancas o de fuego.Sería reducir el problema pensarlo sólo como generado por desequilibrios

individuales fruto de una socialización deficiente en la infancia, o como un mero

  problema de indisciplina que impone la necesidad de sanciones más graves en las

escuelas. No hay unicausalidad en esto, pero esas situaciones de violencia se

incorporan a partir de la experiencia, a partir de poner en acto maneras, modos de

 pensar, percibir y operar sobre nuestro cotidiano. Esas maneras no se aprenden como

espectador cultural, se vuelve acto desde disposiciones que van siendo esculpidas a

 partir de procesos específicos de interacción significativa. Y en ello no pueden quedar 

afuera las clasificaciones que desde lo social legitiman o deslegitiman posiciones

sociales, gustos, saberes, valores.

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Selección y clasificación. Lo que se pone en acto entre los grupos.

 

La pertenencia a un grupo implica negociaciones, transacciones, inversiones en un juego, y es desde el espacio social que se irá definiendo qué capitales se ponen en juego.

La posibilidad de pertenecer a un grupo, de ser adscripto y adscribir a un grupo, se mideen las cantidades de capital puesto en juego, capital socialmente considerado positivo

que regula las distancias, las proximidades, los alejamientos, las incompatibilidades de

todos y de cada uno de sus miembros. Es en la lucha por imponer tal o cual

clasificación donde los protagonistas se unen o dividen, se subordinan o imponen.

En la escuela pública se dan situaciones de encuentros entre chicos de diferentes

sectores sociales. Sin embargo, se presente en este tiempo la necesidad de diferenciarse,

esto habla de que no es tan evidente la diferencia. Es decir, cuando las diferencias son

claras y cada uno tiene garantizadas las maneras de reproducirse en su propio estrato

social, no hay demasiada necesidad de explicitarlo, es algo que aparece a simple vista.

Trayectorias desgarradas y búsquedas de diferenciación.

La escuela pública pone de manifiesto la pobreza en los compañeros, como en

otros patrones corporales y otros gustos.La trayectoria social familiar y personal ha caído en quiebra junto con el descenso

económico de los sectores medios, que ha arrastrado a padres y ha dejado como únicaalternativa el cambio de escuela, “caer” a la escuela pública. Habitus discordantes, por 

ser producidos en condiciones diferentes de las condiciones en las cuales debenfuncionar.

El sujeto que ha sido producto de un mundo social, ahora confrontado con

 prácticas engendradas en otro mundo social, distinto y descalificado, opera con habitusdiscordantes; es decir, con un sentido práctico que no se adapta a su nueva situación,

que desconoce los códigos y las nuevas condiciones objetivas. En este caso, las

trayectorias familiares y personales se muestran desgarradas, fracturadas.

La relación entre el sujeto, producto de un mundo social, con otro mundo social,

distinto y descalificado, producto de un quiebre en las trayectorias, presenta habitus

discordantes, que no se adaptan a su nueva condición y que desconocen los nuevos

códigos; la trayectorias familiares y personales se muestran desgarradas, fracturadas.

Aunque siempre se perpetúen en las disposiciones constitutivas del habitus, las

condiciones de adquisición de las propiedades sincrónicamente detalladas no se evocanmás que en el caso de que exista discordancia entre las condiciones de adquisición y las

de utilización, es decir cuando las prácticas engendradas por el habitus aparecen comomal adaptadas porque se ajustan a un estado anterior de las condiciones objetivas.

Cuando el recurso seguro es el prejuicio racializado.

La escuela parece ser la depositaria de todas las frustraciones; y los compañeros en

el aula –procedentes de otras condiciones sociales dominadas, oriundos, nativos de la

misma– los chivos expiatorios de la situación de desgarro. La escuela pública es el

escenario que pone en evidencia el creciente deterioro económico, social y cultural en

que se hallan sumidos grandes sectores de la población; sectores clasificados al igual

que ella, como “de segunda”; y la resistencia de quienes han sido preparados para

ocupar otro lugar y no han logrado concretarlo. Desgarros que generan angustia, dolor 

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y niveles de agresión y competencia por lograr mostrar la diferencia. La necesidad de

diferenciación adquiere la forma de prejuicios racializados.

 

Pensar el prejuicio como recurso seguro, posibilita encuadrarlo como una

herramienta a la que se recurre cuando no hay al alcance otras maneras claras demostrarse diferente. El prejuicio apela desde el sentido práctico a poner en juego una

serie de preconceptos sobre el otro, aprendidos social y culturalmente y que, siendo  parte de su entorno, son retomados y reactivados, constituyéndose en una actitud

ofensiva cuando el sujeto se siente en riesgo.

Los prejuicios como construcciones dinámicas aparecen, se modifican o se

desvanecen en un grupo a partir de relaciones sociales concretas y procesos históricos

específicos. No sólo son el producto de la confrontación con lo diferente (sea en

términos étnicos culturales o de clase social) sino de las relaciones de poder que tienen

lugar dentro de las mismas sociedades, así como de las situaciones de asimetría entre los

grupos.

Los prejuicios responden a conflictos e intereses de grupo, agudizándose en las

sociedades con mayor división social.Los prejuicios no se generan sólo a partir de los sectores hegemónicos o

dominantes, sino que en los diferentes grupos sociales esos prejuicios son retomados e

inclusive ampliados en función de acortar las distancias con los sectores dominantes.

En sociedades como las nuestras, compuestas por grupos heterogéneos y conmovilidad social ascendente y descendente, los lugares y las posiciones sociales no son

inmutables, y las diferencias físicas pueden llegar a parecer los únicos caminos paradiferenciarse. La situación se potencia cuando las diferencias sociales y las físicas se

han sintetizado durante mucho tiempo, dando lugar al prejuicio racializado que se basaen un sincretismo de lo social y lo físico. Valoraciones negativas, posición social y

características físicas se superponen para clasificar y clasificarse desde el prejuicio

racial.Aparecen juntas las clasificaciones que unen sector social con fenotipo. La

categoría de “negro”, usada cotidianamente en la cultura urbana cordobesa y remarcada

con esta concepción de “negro de adentro”, “negro de alma”, es siempre asociada a

sectores populares, a grupos subalternos y aplicada por quienes no se encuentran es ese

lugar. De esta manera pareciera querer quitársele la connotación de prejuicio racial

adjudicándole la categoría de “negro de adentro” a quienes son “malas personas”, pero

el atributo sigue cabalgando sobre el “negro”. Esa clasificación sólo se utiliza para las

  personas de sectores económicos bajos (con o sin piel morena) o personas de piel

morena de las que se duda de su origen social. Sin duda, el sincretismo de lo social y lofísico se unen para estigmatizar al otro.

Si esa persona guarda su lugar, es respetuosa de la diferencia y se posiciona en lainteracción social de una manera subordinada, es alguien que “se ubica” (en su lugar 

inferior) y puede ser considerada una buena persona. Si esa persona, por el contrario,no se somete, es considerada altanera, desubicada, irrespetuosa, características

inherentes a los “negros de alma”, aquellos que se resisten a ocupar el lugar 

subordinado, que discuten y se presentan a la interacción desde una posición igualitaria.

Posición social y fenotipo se unen así para identificar a las personas y los grupos.

A ello se agregan los patrones acerca del “gusto” (que puede ser “gusto de negro” o

“buen gusto”) que se usan comúnmente para clasificar y descalificar a los sectores

subalternos desde los sectores dominantes y los gustos considerados legítimos.

Y estas clasificaciones entran a la escuela de la mano de docentes, directivos y

alumnos.

5/7/2018 Maldonado Una Escuela Dentro de Una Escuela - slidepdf.com

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Federación de Educadores Bonaerenses

D. F. Sarmiento

Departamento de Apoyo Documental e-mail: [email protected] 

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El prejuicio no se fundamenta en la fuerza del elemento dominante de una relación

social o intercultural sino en la combinación de dos elementos; por una parte la crisis

 

del agente, su debilidad, su sentimiento de menoscabo o de amenaza, y por otra parte, su

capacidad para extraer, en medio de las referencias históricas y culturales o de lainferioridad manifiesta de un grupo ya racializado, los elementos de una identidad no

social, negativa para el otro y positiva para el agente racista.La fuerza del prejuicio, basada en la crisis de los sujetos, en el desgarro de sus

trayectorias, se presenta como un hecho a tener en cuenta, mientras más grande sea la

falta de sentido en la que se constituye el prejuicio y mayor distancia haya entre las

aspiraciones y las condiciones sociales de su reproducción, el sentimiento de fracaso y

de pérdida se incrementa. Si ese sentimiento no puede ser canalizado desde lo social ni

desde lo educativo, el riesgo de consolidación de expresiones racializadas está presente.