MANNHEIM El Hombre y La Sociedad en La Epoca de Crisis

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    E L H O M B R E Y L A

    S O C I E D A D E N L A

    P O C A D E C R I S I S

    K A R L M A N N H E I M

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    A mis maestros y discpulosde Alemania.

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    PREFACIO

    Las investigaciones reunidas en este tomo intentan ha-cer accesibles a una interpretacin sociolgica algunas expe-riencias de los ltimos aos. Tratan de dar forma cientfica alos acontecimientos contemporneos. Este propsito de

    actualizar la investigacin corresponde al sentir de que no esexcesivo hablar en la presente situacin de un examen deconciencia cientfica y que, por tanto, no procede rehuirproblemas que nos plantea nuestra vida. Tal posicin tiene,sin duda, sus peligros. Si bien es cierto que, cada vez ms,tendremos que hacer tema de la Ciencia al proceso social y la

    poltica, no lo es menos que de ello no debe surgir una poli-tizacin de la Ciencia. Justamente, el hombre poltico, en elverdadero sentido, anhela hoy ms que nunca sustraerse a lasdiversas formas de influjo de la poltica diaria y enfrentarsede modo inmediato con las fuerzas sociales activas.

    Las investigaciones han nacido tambin con el carcter

    de ligadas a la situacin1

    , y me doy cuenta de las muchas1 La primera de dichas investigaciones fue expuesta originariamentecomo "Hobhouse Memorial Lecture" en el Bedford College (University

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    deficiencias e insuficiencias que van unidas a empresa tanosada. Pero ni aun en esta forma se hubiera hecho el libro

    sin la valiosa ayuda de mi mujer. Tambin quiero expresaraqu mi agradecimiento a Adolf Lwe: sobre una coinciden-cia de nuestra problemtica y un fondo de experiencia co-mn, las discusiones sostenidas con l me aportaron enmuchas cosas esclarecimientos y acrecimientos decisivos.

    of London), bajo el ttulo Rational and Irrational Elements in Contem-porary Society, y apareci en ingls en la Oxford University Press.

    La segunda investigacin apareci en The Sociological Review, to-mo XXVI, nmero 2, Londres, 1934, bajo el ttulo The crisis of Culturain the Era of Mass-Democraties and Autarchies.La versin de ambas, contenida en este libro, est muy ampliada respectodel texto ingls, y la tercera investigacin se publica aqu por vez primera.

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    ACCESO AL TEMA

    Vivimos unos tiempos que ofrecen al cultivador de lasCiencias sociales, como campo de experiencias nuevas supropia e inmediata actualidad. La Sociologa de la Historia abase de fuentes histricas encuentra muy pronto sus lmitesen la mezquindad de esas fuentes, que la mayor parte de las

    veces slo a travs de interpretaciones de conjunto descu-bren la oculta conexin del acontecer. Claro est que tampo-co la Historia que se vive evita la interpretacin - pero suventaja estriba en poder extraer de la plenitud de lo que noses presente la fisonoma de las cosas y la confluencia de lasfuerzas.

    El conjunto de las esenciales mutaciones que experi-mentamos hoy, slo puede ser captado con acierto cuandolo concebimos como la disolucin de una forma anterior dela Sociedad y como el proceso de edificacin de una nueva.Pero las mutaciones sociales no tienen nunca el carcter deuna construccin radicalmente nueva, ni siquiera en los lla-

    mados perodos revolucionarios, sino que renen lo viejo ylo nuevo en el proceso de transformacin (Umbau). Por eso,la observacin de aquellos acontecimientos y estructuras que

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    surgen de la disolucin de viejos elementos y de su trans-formacin, es no menos importante que la adecuada capta-

    cin de las construcciones radicales. Hablando ya enimgenes, podemos comparar la transformacin social conuna locomotora cuyas ruedas han sido cambiadas de lugardurante el viaje, en lugar de compararla con una casa, quehubiera de edificarse por completo de nueva planta. De aquque, en el proceso de la transformacin, aquellos trastornos

    nacidos de la convivencia de los principios viejos y los nue-vos sean tan instructivos para el conocimiento que esclare-cen como decisivos para la actuacin que ha de acabar conellos.

    La ltima raz de todos los conflictos en la presentepoca de crisis puede encerrarse en una simple frmula.

    Arranca en toda la lnea de las tensiones que surgen del ac-tuar conjunto e irreductible del principio del laissez-faire ydel nuevo principio de la regulacin. Nadie de nosotros po-dra decir hoy de modo cierto qu aspecto tendr la Sociedadfutura, pues sabemos por la Historia que incluso lo radical-mente nuevo viene a ser tambin, al final, slo un elemento

    componente de la realidad ulterior, en cuya elaboracin en-tran siempre ms fuerzas y corrientes que aquella precisa-mente a la que responde, en el mejor caso, un cierto aspectodel edificio. Pero no es menos cierto que hoy ya parece irseaclarando el hecho de que en todas las fecundas luchas delpresente se marcha hacia una forma de Sociedad planificada,

    que puede estructurarse diversamente en los distintos pases,segn constelaciones polticas an imposibles de calcular.

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    Ya es cosa generalmente reconocida que la convivencia,sin un plan, de esos dos principios, da lugar a fuertes colisio-

    nes en el terreno de la Economa y de la Poltica. En mediode una produccin establecida sobre el cambio econmicouniversal creamos con los medios cada vez ms refinados delproteccionismo autarquas econmico-nacionales. El progre-so tcnico, junto con la moderna economa monetaria y cre-diticia, llamada a aumentar el bienestar de las masas, trae, por

    el contrario, su depauperacin en los procesos de crisis ydestruye el mercado de sus propios productos. Centraliza-mos cada vez ms los medios de la soberana estatal, y redu-cimos dentro del rea nacional los ltimos restos de antiguasposibilidades de resistencia; pero el proceso de integracin sedetiene ante las pretensiones de Estados grandes y pequeos,

    que, con los progresivos medios de la tcnica militar, organi-zan, no una poltica mundial, sino la autodestruccin.

    En todos estos fenmenos podemos descubrir siempreel mismo proceso. Las fuerzas y medios que dan forma a laSociedad crecen en una direccin cuya culminacin adecuadaslo podra ser la planificacin en inters de todos. De con-

    tinuo, y con frecuencia inmediatamente antes del paso pr-ximo, del trnsito hacia unidades sociales superiores, estasfuerzas se vuelven en una contraposicin. Pero la ltimaresponsabilidad por este fracaso parece recaer sobre la insu-ficiencia de nuestro pensamiento y direccin equivocada denuestra voluntad poltica. El pensamiento errneo consistir

    en que el hombre moderno no ha reconocido todava elsentido y la direccin de los procesos espontneos de creci-miento en su grado actual, y no ha comprendido que en este

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    estadio de general interdependencia no puede obtener ven-taja, a la larga, ningn participante, con el dao de su contra-

    parte. Sin embargo, la direccin de la formacin de la voluntad poltica, que al mismo tiempo orienta tambin elpensamiento, resulta en el presente equivocada, sobre todoporque las organizaciones colectivas son dirigidas por aque-llos hombres y grupos en los que con mayor dificultad seproduce el cambio de actitud hacia la direccin necesaria,

    por causa de la tradicin o de intereses de corto vuelo.El propsito de este libro es mostrar cmo existen tam-

    bin en el terreno de la Cultura y de las formaciones huma-nas las mismas tensiones que caracterizan la Poltica yEconoma de nuestro tiempo, y con efectos no menos per-turbadores. Incluso tal vez no sean las contradicciones pol-

    tico-econmicas sino una expresin de las faltas de armonaen la disposicin total de la Sociedad. Si las tendencias queimpulsan hacia una economa universal ocasionan, en ltimotrmino, autarquas carentes de viabilidad, y si la integracinpoltica creciente crea Estados nacionales imperialistas, ellose debe a que las relaciones sociales objetivas se reedifican en

    el sentido de un principio nuevo; pero no as el hombre quedebe configurarlas con su pensamiento y conducta.

    Por altas que se valoren en su significacin las faltas deconcordancia econmicas y polticas, y en tanto que a partirde ellas se persigan tan slo las conexiones de conjunto,quedarn siempre ocultos elementos intermedios esenciales

    en la totalidad del acontecer social. Las crisis espiritualessurgidas del cambio de situacin respectiva de las capas so-ciales y de la disolucin social, la sacudida que sufre el edifi-

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    cio social en relacin con ellas, tienen precisamente sus leyesestructurales, como el acontecer poltico y econmico. De-

    bemos tratar de obtener esas leyes estructurales con la mayordedicacin posible, pues en otro caso se nos escapa el hechode que el hombre nuevo (que debe ser el elemento msesencial en el nuevo "proceso de produccin social") ha na-cido inmediatamente en ellas, y nos cerramos entonces elcamino para la mitad ms decisiva del acontecer total. Esto

    no debe malentenderse en el sentido de que quisiramosnosotros obtener el Hombre y la Cultura a partir de su situa-cin social, y contraponerles Poltica y Economa como algoabsoluto. Pero cosa distinta es investigar la dependencia deCultura y vida espiritual respecto de factores econmicos ypolticos, y distinta tambin observar en sus efectos las fuer-

    zas sociolgicas que trabajan inmediatamente en la Cultura.Slo una concepcin muy unilateral de la Sociologa de

    la Cultura pretende darle como misin nica la descripcinde aquellos efectos que afluyen a la Cultura desde la Econo-ma o desde la Poltica. Es una completa aberracin ver en laCultura slo un fenmeno reflejo de las estructuras econ-

    micas. Aun cuando las conexiones econmicas fuesen la"variable independiente" en el proceso de la Historia y qui-siramos ver en ellas el origen de todas las formas de la inte-gracin social y divisin de funciones (lo que no hemos dediscutir aqu), aun entonces quedara como tarea especial lade investigar cmo operan en los distintos terrenos de la

    actividad humana esas formas de socializacin, estimuladaspor la Economa. Tambin en este caso constituiran el ob-jeto ms urgente de la investigacin los efectos de los princi-

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    pios sociolgicos sobre la vida de la Cultura y del alma, yentre ellos, de una parte, el de la competencia, y de otra, el

    de la regulacin. En ellos habra que encontrar la "media-cin" siempre exigida; una correa de transmisin, por asdecirlo, que transporta al terreno de la Cultura, por unaconmutacin correspondiente de las formas de la socializa-cin, los nuevos principios aparecidos en la Economa. Po-dra objetarse que los dos principios cuyos efectos quiere en

    primer trmino perseguir este libro, en distintas direcciones,dentro de lo cultural y lo anmico, a saber: los principios dela competencia y de la regulacin, son en s principios eco-nmicos. Pero esta afirmacin resultara falsa. Son principiossociolgicos generales, slo que (correspondiendo a la espe-cial marcha de nuestro proceso econmico) los hemos des-

    cubierto y observado con rigor, antes que nada, en laEconoma. Su conmutacin e interpolacin podr ser referi-da a transformaciones econmicas, pero su significacinpropia se captar al reconocerlos como formativos en todaslas especies y terrenos de la socializacin.

    Quien quiera observar hoy en este sentido las alteracio-

    nes en lo cultural y los tpicos procesos de transformacindel Hombre, se encuentra colocado, antes de tareas muchoms difciles, frente a la que consiste en seguir los pasos a latransformacin de la Economa. Los acontecimientos eco-nmicos son hoy tan penetrantes, que su significacin pri-maria se aposenta muy pronto en la conciencia de los

    hombres. La inflacin o el paro obrero estructural sonacontecimientos muy impresionantes, y no se necesita nin-guna incitacin especial para que el observador que los vive

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    vea en ellos defectos de funcionamiento en el acontecer so-cial.

    Frente a esto se obstinan hoy, todava, no slo profa-nos, sino tambin cientficos, en negarse a reconocer en lastransformaciones y agitaciones culturales las consecuencias,en anlogo sentido funcional, de ciertas constelaciones so-ciales. Y todava ms resistencias hay que vencer cuandoquieren relacionarse los acontecimientos anmicos y su mo-

    dificacin con procesos sociales. La dificultad no est sloen que el observador medio, al representarse las reaccionesanmicas de los hombres y los fenmenos de Cultura, notiene inclinacin ninguna a proceder cientficamente y pre-guntarse por complejos de causa y estructura. Se aumentatodava con la necesidad de despojar a los fenmenos per-

    ceptibles de su forma aparencial, inmediata y visible; y pen-sarlos envueltos en los correspondientes procesos sociales,casi siempre no al alcance de la mano, sino actuando detrsde la fachada.

    As, no se advierte, por lo pronto, respecto de una opi-nin que se cuaja en la Sociedad, qu es el resultado de un

    proceso de seleccin donde se integran muchas manifesta-ciones vitales de direccin coincidente; el profano piensa quealguien la ha inventado. Una transformacin del carcterpblico nacional en un pas no se revela de modo inmediatocomo producto de un cambio de situacin recproca de lascapas sociales en que los prototipos que influyen sobre el

    pensamiento y los modos de conducta son creados por gru-pos directivos y lites llegados arriba poco a poco o de re-pente. Adems, respecto de un nuevo modo de pensamiento

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    pedaggico, psicolgico, no se advierte de manera inmediataque ha surgido en un complejo de investigacin y vivencia

    que va mucho ms all del individuo aislado. Todo el mundoest de acuerdo acerca de que, en la produccin material,siempre tenemos ante nosotros elementos de la divisinsocial del trabajo entera, pero nadie se reconstruye el proce-so histrico de la divisin funcional de la vida del espritu. Lailusin de la absoluta independencia y originalidad de alguna

    que otra aportacin individual proviene de ese descuido de laautocomprensin sociolgica.

    La tarea propia de la Sociologa es recomponer en suspiezas esta totalidad de estructura de la Sociedad, cuyo deve-nir no se aprecia inmediatamente en los distintos crculos devida, pero que, sin embargo, est en presencia constante. La

    Sociologa de la Cultura y la Teora de la transformacinsocial del Hombre son partes de esa tarea, y nosotros debe-mos comenzar por verter a lo sociolgico cambios inmedia-tamente perceptibles en esos terrenos -es decir, enfocarlascomo piezas parciales en el proceso total de la transforma-cin social. Lo hecho por NEWTON al tomar la manzana

    que cae del rbol, no como una manzana, sino como expre-sin de la ley de la gravedad, todava no ha tenido lugar paralos fenmenos anmicos y culturales. Todava no se han ana-lizado tan a fondo, ni puesto en relacin con otras series desucesos, como para que sea formulado de modo correspon-diente el principio del movimiento y mutacin sociolgica

    que en ellos rige. De la misma manera que no es posibledesarrollar ninguna Teora del dinero si se toma ste en lainmediata concepcin que de l tiene el hombre de la calle, y

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    slo se comienza a entender algo de dinero cuando se tradu-cen las mutaciones en l perceptibles a leyes funcionales

    social-econmicas, as tambin debemos practicar, conse-cuentemente, un tal trabajo de traduccin en los restantesfenmenos del acontecer humano. social. Esto no significaque nosotros rechacemos la validez de toda Psicologa, detoda Esttica, de toda Ciencia jurdica; en otros trminos, decualquiera de las dems ciencias del Hombre, y de toda Teo-

    ra de la Cultura, junto a la Sociologa. Pensamos tan sloque, mientras tanto no se encuentren en condiciones todasestas ciencias particulares de rendir, junto a sus resultadospropios, el trabajo de versin sociolgica, nos sustraern unade las facetas ms esenciales de su objeto. Hoy no se puedeescribir una exposicin sistemtica o histrica del Derecho,

    de la Religin, del Arte, etc., sin ver al mismo tiempo, enesos fenmenos, fenmenos sociales; ni ninguna Psicologani Historia espiritual de contenidos, sin reconocer lo socialen la psique del individuo y de la pluralidad.

    Las siguientes investigaciones representan un primer pa-so en el afn hacia dicho trabajo de versin, realizado sobre

    el terreno de los acontecimientos del presente. All donde secamina hacia el ingreso en el campo de nuevos plantea-mientos de los problemas, lo acertado es robustecer expre-samente la actitud del que busca. Por eso, no aportamos unedificio mental completo. Hemos pensado mucho ms enconsecuentes planteamientos de los problemas, con que se

    pretende reproducir la originaria indiferenciacin de la reali-dad, que en un puro esquematismo o en un sistema cons-truido a la perfeccin. sta es tambin la causa de que no

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    eliminemos contradicciones que derivan de una tal manerade considerar las cosas, pues su fecundidad consiste en que

    estimulan al lector a continuar pensando y observando. Poranlogas razones no se suprimen repeticiones que permitenver el mismo hecho a la luz de otra conexin de problemas.

    El camino hacia las sntesis y hacia el pensar con in-terdependencia -sobre cuya peculiaridad habr de hablarsecon mayor detalle en la tercera investigacin ("El pensa-

    miento en el estadio de la planificacin")- encuentra susmtodos, ante todo, a base de captaciones propias y no en lasimple acumulacin de resultados parciales de ciencias espe-ciales2. La adecuada exposicin ha de partir de planteamien-tos concretos de los problemas que, si no contienen en stambin ya toda construccin estructural, sondean, no obs-

    tante, en todas las direcciones de donde cabe extraer la ori-ginaria pluridimensionalidad de un tal acontecer real. Cadacaptulo arranca, segn esto; de un cierto problema cerradoen s, y aspira a dar poco a poco con la cuestin central denuestro tiempo y con una visin unitaria. En las dos prime-ras investigaciones nos ocupamos de los fenmenos negati-

    vos de la disolucin, las crisis en la vida anmica de lamoderna sociedad de masas, as como de los problemas co-nectados con las ms recientes transformaciones culturales.Slo en la tercera y ms importante investigacin de este

    2 Esto no excluye que, tan pronto como cualquier intento exija una coo-

    peracin entre las distintas ciencias especiales, lo acoja yo de buen grado.Cito aqu slo dos libros americanos: OGBURN (W.),GOLDENWEISER (A.) : The Social Sciences and their Interrelations,Boston, 1927. MEIKLE-JOHN: The Experimental College, Londres,1932. (Ambos con buenas bibliografas.)

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    tomo se trae plenamente a conciencia en qu sentido se danen nuestra situacin de conjunto sntomas negativos y posi-

    tivos, y qu radical cambio de nuestro pensamiento, qudecisiva transformacin social del Hombre se encuentra encurso.

    El libro podra servir de ayuda para aquellos que luchanpor una inteligencia cientfica del presente. De aqu que,tanto los profanos ilustrados como los especialistas, acoge-

    rn, de seguro, favorablemente el que en los pasajes decisi-vos se den referencias bibliogrficas ms abundantes que deordinario, y muy en especial se indiquen las claves donde seencuentra el acceso a las bibliografas decisivas. Se muestraaqu tambin que para la inteligencia cientfica del presentesurgen dificultades, no slo de la multitud de los hechos

    nuevos, sino tambin de la circunstancia de que los resulta-dos ya disponibles de la investigacin estn dispersos enlibros y trabajos monogrficos. Casi siempre nuestras biblio-grafas se ordenan segn especialidades, y no segn el prin-cipio de las conexiones de los problemas. Quien, por lotanto, quiera perseguir las conexiones internas de una cosa,

    necesita examinar y reagrupar de nuevo la literatura.

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    I

    ELEMENTOS RACIONALES E IRRACIONALES

    EN NUESTRA SOCIEDAD

    1

    Hay que saber aprender de la crisis. El problema delHombre y su mutabilidad ha sido puesto de relieve, paramuchos, slo a travs de los acontecimientos de los aosltimos. Con ellos se han quebrado, al mismo tiempo, dosprejuicios: uno, la fe en la permanencia de un "carcter na-cional"; otro, la fe en un paulatino "progreso de la razn en

    la Historia".De pronto, se ha evidenciado que nuestra Psicologa co-

    rriente, y casi siempre tambin la cientfica, trabajan incons-cientemente con supuestos que estn ligados a una Sociedadconsolidada. Se ha visto claro que incluso la ms rigurosaobservacin, tanto del individuo como de las masas, lleva a

    una imagen falsa cuando descuida la correspondiente situa-cin de los agregados y la estructura de la Sociedad que lessirve de soporte.

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    Se da la permanencia del espritu nacional y la lentamutabilidad de los tipos de conducta slo en tanto que la

    Sociedad es constante y en ella se verifican con lentitud loscambios. Se da un progreso de lo razonable y una relegacinde lo catico en nosotros en tanto que estn cumplidas en eledificio social ciertas condiciones y trabajan ciertas fuerzasen esa direccin.

    El esclarecimiento cientfico del papel que juegan en no-

    sotros lo racional y lo irracional es todava ms importanteque la eventual salvacin de la doctrina del espritu nacional,que estaba siempre dictada por esfuerzos inconscientes en-caminados a impedir que el Hombre y la Sociedad salten msall de una situacin dada. Frente a esto, la fe en el progresofue desde siempre el fiador de todo esfuerzo por reedificar el

    Hombre o la Sociedad en direccin hacia algo mejor.El efecto destructor de las vivencias del ltimo perodo

    no consisti en que ciertos grupos y capas en los que hubierapodido presumirse antes el dominio latente de los impulsosirracionales los hayan impuesto manifiestamente ahora, sinoen la falta de "forma" de aquellos otros grupos que hubieran

    podido oponer una resistencia contra un irracionalismo uni-lateral, y que perdieron como de un golpe la fe en el poderde la razn en cuanto formadora de la Sociedad.

    Esta inanidad de los antiguos grupos directores, que almenos desde la Ilustracin haban dado la tnica, puso otravez de relieve lo importante que es la existencia de la fe en la

    propia misin, y que no es en modo alguno indiferente elcmo piensan los grupos humanos sobre la marcha generalde la Historia, sobre su funcin en ella. Tenemos que dispo-

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    nernos, por ello, a crearnos una imagen nueva acerca de laslneas fundamentales del total acontecer.

    Hay que partir para esto, de la insercin en el acontecerhistrico de las ms recientes experiencias sobre el poder delo irracional, verdaderas causantes del desorden. Podra serque la fe en un progreso de la razn en la Historia fuera unpuro desatino. Pero tambin podra ser que la prognosishasta ahora existente de un continuo crecimiento de la razn

    slo haya constituido un componente del total acontecer, yque no antes de ahora se llegue a ver el empuje de los demsfactores que antes estaban tambin latentes ah.

    Es claro que con tales cuestiones vamos a parar a laproblemtica de la Ilustracin. No debemos asustarnos deretroceder hasta las fuentes de nuestra idea del mundo y

    desenvolver de nuevo a partir de ella cuestiones fundamen-tales. Las cuestiones de la Ilustracin -hasta qu punto estdirigida la Historia por la meditacin racional y hasta qupunto por fuerzas irracionales, hasta qu punto tienen lasactividades morales una ocasin de imponerse socialmente,o hasta qu punto son decisivas, en situaciones crticas de la

    Historia, las reacciones ciegas, impulsivas-, todo vuelve a sercuestionable bajo la impresin de los acontecimientos con-temporneos. Hoy tenemos la posibilidad de formular esascuestiones en un sentido mucho ms riguroso que antes.Para nosotros no constituyen ya un tema de especulacionesde Filosofa de la Historia. Desde aquel tiempo se han reuni-

    do una serie de experiencias psicolgicas y sociolgicas, y senecesita slo un bosquejo de conjunto que ponga en su lugaradecuado las visiones de detalle de las dos disciplinas.

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    Quiero comenzar los siguientes razonamientos con unejemplo que permita mostrar en su sentido las tres tesis ca-pitales que introducen a esta investigacin.

    Se representa uno estar apostado en una bocacalle de

    mucho trfico, en una gran ciudad. Alrededor, todo est enmovimiento. Por la izquierda, un hombre empuja fatigosa-mente un carro; por la derecha, un caballo tira de un cochecon gran esfuerzo. Desde distintos lados ruedan autos y au-tobuses. En el aire zumba un aeroplano. En todo esto nohay nada de inslito, nada que hoy produzca sorpresa o

    asombro. Slo cuando se penetra en aquella dimensin delanlisis que deshace la aparente vulgaridad de lo cotidiano secomienza a ver que tambin esas cosas que la costumbre hahecho no interesantes portan conexiones sociales esencialesy ocultan importantes problemas y tensiones sociolgicas, apesar de su casualidad aparente. Carro de mano, coche, au-

    tomvil y aeroplano representan, cada uno por s, medios detransporte tpicos de perodos histricos diversos, y, por lotanto, fases histricas diversas del desarrollo tcnico. A pesarde su diferente aparicin histrica, a pesar de su falta decoetaneidad, se compadecen los unos con los otros, en laescena descrita. Su funcionar coetneo no produce ninguna

    friccin esencial.

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    El historiador del arte, PINDER3, ha sido el primero enobservar, en su terreno, esta "coetaneidad de los no coet-

    neos". De hecho, tampoco en el arte ha de conducir a ten-siones graves, o incluso a crisis, la conjuncin deformaciones y fuerzas de origen diferente. Y as, en una viejacatedral, conviven en paz quiz muros romnicos, columnasgticas y decorado barroco.

    Pero, por ms que en algunos sectores del acontecer so-

    cial y espiritual puedan existir, unas junto a otras, sin fric-cin, creaciones de diversas pocas, hay situaciones en lasque esa esencial falta de coetaneidad produce los ms vivostrastornos. Necesitamos tan slo modificar de manera ade-cuada en nuestra fantasa la escena descrita, para que comen-cemos a ver desde luego la tensin y sus consecuencias

    perturbadoras. Basta con representarse que el avin que haceun momento giraba todava sobre nosotros inofensivo yapacible, arrojase de repente una carga de bombas. En uninstante queda todo arrasado bajo l, destruido todo lo exis-tente. Todo el mundo reconocer que ese cambio del cuadrono significa tan slo, en nuestra situacin, una posible cons-

    truccin mental, sino que pertenece a aquellas representa-ciones de angustia con cuya realizacin contamos de modopermanente.

    Bajo el signo de esta impresin se aniquila tambin in-voluntariamente en nosotros aquel asombro por el progresohumano que era el dogma bsico de las generaciones prece-

    dentes. Es evidente que los hombres han aportado logrosmaravillosos desde el descubrimiento del coche, por lo que

    3 PINDER (W.) : Das Problem der Generation, Berln, 1926.

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    se refiere a las ciencias naturales y ala tcnica. Pero, en otrosterrenos, es el conocimiento humano -nos preguntamos

    nosotros- tan distinto de los das del carro de mano? Nues-tros motivos e impulsos, se desenvuelven realmente en otroo ms alto plano que el de nuestros antepasados?

    Qu significa la accin del aviador que arroja bombas?De seguro, que el hombre aplica los ms recientes resultadosdel espritu de descubrimiento tcnico para satisfacer impul-

    sos y motivos primitivos. As, pues, cuando una ciudad esdestruida con los medios tcnicos del moderno arte militar,ello debe ser atribuido al hecho de que el proceso de la do-minacin tcnica de la Naturaleza se encuentra muchas mi-llas adelantado respecto del proceso de las fuerzas morales ydel saber humano acerca del ordenamiento y direccin de la

    Sociedad. Para dar ahora un nombre sociolgico al hechoindicado en el cuadro expuesto, y hacerlo cientficamenteinvestigable, hablaremos aqu en adelante en tales casos deun desarrollo no proporcional de las capacidades humanas.Tanto el hombre individual como los grandes grupos hist-ricos pueden padecer, incluso sucumbir en ciertas circuns-

    tancias, cuando sus distintas capacidades se desarrollan demodo desigual, no acordes entre s. Lo que nos ha confiadola Psicologa infantil de que un joven puede desarrollarseespiritualmente con inaudita rapidez, mientras que sus juiciosmorales o sus cualidades de gusto permanecen en un planoinfantil, es tambin posible en la vida de los grupos histri-

    cos. Si una tal desigualdad en el desarrollo total es peligrosaya para el individuo, en el seno de una Sociedad tiene queconducir pronto o tarde a la catstrofe.

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    Por eso formulo una primera tesis en el sentido si-guiente: nuestro actual orden social se desplomar si el do-

    minio y autodominio racional del hombre no guarda el pasocon el desenvolvimiento tcnico.

    La falta de proporcin en el desarrollo de las facultadeshumanas tiene un doble sentido. Cuando su tendencia es queen una Sociedad el saber tcnico y de ciencias naturales estmuy avanzado respecto de las fuerzas morales y de la vigi-

    lancia sobre la actuacin de las potencias sociales, hablo deuna falta. de proporcin general en el desarrollo de las fa-cultades humanas. En cuanto al otro sentido, se trata de queaquella razn y moralidad que es necesaria para poder reali-zar las tareas suscitadas por la Economa y la Sociedad, noestn igualmente desarrolladas en todos los grupos y capas,

    por poco complicada que sea cualquiera organizacin social-histrica. A este segundo modo de desproporcionalidad ledesigno desproporcionalidad social de la distribucin de lasfacultades racionales y morales en la Sociedad humana.

    En relacin con ese esclarecimiento terminolgico delfenmeno planteo en seguida una segunda tesis: el desarrollo

    de la racionalidad, de la conformacin de la vida, de los im-pulsos y la configuracin de la moralidad en el proceso socialno es casual y en modo alguno constituye en primer trminoun asunto de individuos concretos y de las dotes que ca-sualmente renan, sino que depende de las tareas suscitadaspor la estructura social de cada momento.

    Si se atiende en primera lnea a esa estructura, se descu-brir que slo la divisin del trabajo y de las funciones so-ciales asigna a los individuos y sus dotes el emplazamiento

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    social que les corresponde, al mismo tiempo que, en ocasio-nes, crea perspectivas de diversa naturaleza para una forma-

    cin de lites en el terreno del saber y de la formacin de lavoluntad. La estructura social es la que en este sentido favo-rece a ciertos grupos y condena a otros a la pasividad atribu-yndoles a unos tareas que les obligan a ciertos actosmentales y decisiones, mientras que a los otros slo les dejaatemperarse a su situacin mediante una renuncia a perspec-

    tivas e iniciativas. Entre los indios por ejemplo, esta distribu-cin funcional de las cualidades espirituales y de voluntadtom precisamente una configuracin de castas, en la que lacasta sacerdotal concentra en s toda la formacin y alto ren-dimiento anmico. espiritual, y la de los guerreros toda lavoluntad de poder. De modo anlogo, aunque no tan crudo,

    la distribucin social de funciones de las fuerzas espiritualesy de voluntad en la Edad Media se haca entre los estamen-tos de la nobleza y del clero.

    Como tercera tesis, podra sostener la siguiente afirma-cin: que hasta ahora todas las ordenaciones sociales pudie-ron permitirse hace valer una desproporcionalidad en la

    distribucin de la ratio y de las fuerzas sociales, porque pre-cisamente descansaban en esa desproporcionalidad social delos elementos racionales y morales. Una Sociedad dominadapor un dspota -para citar el ejemplo extremo, en que puedeobservarse sin complicaciones el actuar de las fuerzas- con-siste en que la mxima perspectiva e iniciativa necesaria para

    dominar la Sociedad se encuentran en el dspota, y los de-ms, los esclavos y subyugados, carecen de una visin sobreel todo y de iniciativas. Frente a esto, la novedad de la Socie-

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    dad moderna consiste en que no puede soportar de manerapermanente las dos citadas formas de la desproporcionali-

    dad: ni la falta general de proporcionalidad y moralidad en ladominacin espiritual del total proceso, ni su desigual distri-bucin social.

    El porqu nuestra Sociedad no puede soportar a la largaestas desproporcionalidades resulta explicable por dos seriesde hechos que precisamente para la Sociedad moderna re-

    sultan esenciales. Por una parte, nuestra Sociedad industrialpone en actividad, cada vez ms, incluso a aquellas capas ygrupos que antes participaban slo de manera pasiva en lavida poltica. A esta activacin enrgica le llamo la democra-tizacin fundamental de la Sociedad.

    Por otra parte, tiene lugar en nuestra Sociedad un fe-

    nmeno que llamaremos el proceso de la interdependencia.Consiste en que los centros de actividad se anudan entre scada vez ms estrechamente. Nos ocuparemos ante todo enel anlisis riguroso de estas dos series de hechos.

    3

    Cada vez son ms las capas sociales que luchan hoy fpor una participacin en la formacin, tanto de la comuni-dad como del Estado, y por una representacin de interesespropia. El hecho de que procedan de masas espiritualmente

    retrasadas resulta funesto precisamente para aquellas litesque antes estaban interesadas en mantener el bajo nivel espi-ritual de las masas. Las capas dominantes se beneficiaban de

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    mantener el bajo nivel espiritual de las masas, en tanto queas podan contar las lites con que la estupidez de las masas

    las mantendra alejadas de la accin poltica. Todava se in-clinan hoy los dictadores a neutralizar despus de su encum-bramiento la voluntad activista de las mismas masas por cuyaactividad poltica llegaron arriba. Si lo consiguen temporal-mente, el aparato industrial acta a la larga desde el trans-fondo en el sentido de activar, y tan pronto como las masas

    penetran por cualquier camino en la poltica se convierte enasunto pblico su insuficiencia espiritual, y ante todo su in-suficiencia en el terreno de la formacin poltica, y se con-vierte en la cuestin del destino de esas lites. Cuando hoytenemos a veces la impresin de que la psicosis de masas rigeal mundo en momentos decisivos, no se debe a que antes

    hubiera en el mundo menos despropsito e irracionalidad,sino a que stas se desenvolvan en estrechos crculos devida, en el terreno de lo privado, y hoy penetran en lo pbli-co y hasta, en casos dados, se encuentran en circunstanciasde dirigirlo a causa de la activacin general producida por laSociedad industrial.

    Mientras la Democracia fue slo una seudodemocracia,mientras slo aflor al mundo de la poltica pequeos gru-pos de la Propiedad y de la Ilustracin y, poco a poco, delProletariado, obr en la direccin de aumentar la racionali-dad, aun cuando no ms que en la direccin racional de lospropios intereses. Pero desde que la Democracia se hizo

    efectiva, es decir, desde que puso en actividad todas las capasde la Sociedad, se transform cada vez ms en lo que MAXSCHELER llam "Democracia de humores"; esto es: que no

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    da expresin a los intereses bien entendidos de los gruposque conforman la Sociedad, sino a los repentinos arrebatos

    de humor de las masas dominadas por "fabricadores de hu-mores". El mundo apareca antes como si se preparase unalucha de intereses cada vez ms aguda -con lo que podaadmitirse que a los intereses racionalizables se les diera gra-dualmente forma social, por medio del compromiso o a tra- vs de una vigilancia superior, en el necesario cambio de

    organizacin de la Sociedad-; pero hoy aparece como si lasmodificaciones futuras hubieran de corresponder a las diver-sas formas de lo irracional. Tales fuerzas de masa empujanen los perodos de agitacin hacia nuevas revoluciones cada vez ms violentas. Aquellos grupos directores que piensanservirse de esas fuerzas, han de quedar cada vez ms someti-

    dos a la ley de ser empujados cuando crean qu iban a em-pujar.

    Vemos aqu una de las causas de la situacin inestableque produce la desproporcionalidad de lo racional. La de-mocratizacin general hace imposible dejar a las masas en suoriginaria carencia de ilustracin. O se quiere la Democracia,

    y entonces hay que llevar a todos a un grado de entendi-miento anlogo siquiera, o se pretende hacer retroceder lademocratizacin, que es lo que persiguen necesariamente lospartidos dictatoriales.

    La cuestin est en saber hasta qu punto se encuentranen contradiccin creciente con las condiciones de vida de la

    Sociedad industrial esos intentos de centralizacin y dominiode la voluntad individual (nicos que la aparicin y existenciade las soluciones dictatoriales puede garantizar).

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    Es difcil, en el estadio actual, obtener un equilibrio delas fuerzas que actan en pro y en contra del avance de la

    democratizacin fundamental. Toda concentracin de laestructura material (Sachapparat), segn las han descritoMARX y MAX WEBER -la concentracin de los medios deproduccin, pero tambin la de los medios poltico-militaresde poder-, amenazan el principio dinmico de la activacinen medida creciente y exige, tanto en el estadio del capitalis-

    mo como en el del comunismo, que dominen pequeas mi-noras. En el primero, con la tendencia hacia unafeudalizacin poltico-econmico-cultural4; en el segundocon la burocratizacin total de las funciones de saber y vo-luntad.

    Prescindiendo de la concentracin y centralizacin de

    capitales, son tres, ante todo, las formas de la monopoliza-cin de posiciones de poder social que se oponen al procesode la democratizacin fundamental:

    a) Mientras que los grupos de lite, dueos del mando,estructuraban antes sus puntos de vista y decisiones en unaorientacin general de vida que era accesible a otros grupos,

    el proceso de la racionalizacin hace subir cada vez ms, y enel ms amplio sentido (segn hemos de mostrar luego aldetalle), el valor de los profesionales especializados y ejerci-tados en la divisin del trabajo. De este modo cada vez seconcentra ms, por razones objetivas (valga la frase), la inte-ligencia social y capacidad de mando en las cabezas de unos

    4 Sobre las perspectivas de una nueva formacin de aristocracia en elcapitalismo, confr. BRINKMANN (C) : Die Aristokratie in Kapitalistis-chen Zeitalter, en Grundriss der Sozialkonomik, Sec. IX, Parte la, pgs.22 y sigts., Tubinga, 1931.

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    pocos polticos, directores de la Economa, tcnicos de laAdministracin y especialistas del Derecho.

    b) De la mano de esta monopolizacin del saber viene laconcentracin del hacer en una burocracia ms separadacada da de las dems capas sociales5. Lo esencial en la dife-rencia entre las disposiciones individuales de la poca liberaly la organizacin burocrtica del presente y futuro prximono es el grado de eficacia del rendimiento de trabajo, las

    formaciones de intereses y las ideas objetivas del fin. Lo de-cisivo es la formacin de una capa burocrtica, de tipo an-logo a las clases, que a la larga se introduce, traspasando elmbito de la Administracin pblica, en la esfera de la Eco-noma y de la Cultura. Como fiel en la balanza entre los gru-pos contendientes de la Sociedad, o como aliada de ciertas

    capas, la burocracia tiende a constituirse a s misma en uni-dad funcional y a asegurar el monopolio de su mando contodas las armas sociales tiles para la clausura de los gruposhasta hacer hereditario el cargo.

    c) Pero para las luchas polticas por apoderarse de la de-cisin en el futuro inmediato la importancia mayor corres-

    ponde a la concentracin de los medios militares de poder.Ya en ordenaciones sociales anteriores este campo ofre-

    ci una ocasin especial de crear un monopolio de poderpara aquellas minoras que se apoderaran de l. La concen-tracin en curso de los medios de lucha hace verosmilmenteque los nuevos dictadores de derecha e izquierda formen una

    5 Confr. para lo siguiente, el captulo sobre "Burocracia", en Winschaftund Gesellschaft, de MAX WEBER, en Grundriss der Sozialkonomik,t. III, Tubinga, 1922.

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    especie de ejrcito de jenzaros con tcnicos militares y espe-cialistas. Al igual de aquel ejrcito en que se fundaba el poder

    turco, cabe que una tropa est tan distanciada socialmente dela poblacin general, que pueda utilizrsela de continuocontra sta. La concentracin de los medios militares amino-ra, pues, las coyunturas de toda especie de rebelin y revolu-cin; pero, tambin, de que se imponga la voluntaddemocrtica de masas6.

    A pesar de esas poderosas contrafuerzas, las perspecti-vas para un progreso de la democratizacin general no sonabsolutamente desesperadas. Las fuerzas que la han creado yla propulsan pertenecen a los elementos indestructibles de laSociedad industrial, y slo pueden ser aniquiladas con ellamisma. El que se haga necesario valerse contra ella de me-

    dios cada vez ms intensos, en el terreno de la formacin deopinin pblica y en los distintos sectores del posible hacer,es la mayor demostracin de que la democratizacin funda-mental est actuando de continuo y surge de la estructuramoderna del tejido de las clulas sociales. Corresponde a lanaturaleza de esta Sociedad el que sus clulas estn siempre

    6 El secreto de la democratizacin verificada en los siglos XVIII y XIXest en el simple hecho de que un hombre significaba un fusil, y la resis-tencia de miles de individuos, miles de fusiles. Hoy en da, no se deter-minan por el nmero de cabezas las unidades de fuerza en lucha, sinopor el hecho de que con una sola bomba pueden ser aniquilados o inti-midados muchos hombres. La garanta de la democratizacin generalestaba, en los aos anteriores, no slo en la industrializacin, sino en el

    "servicio militar obligatorio", que poda ser, sobre todo despus de unaguerra perdida, un medio de insurreccin general. Para el futuro, depen-der todo de la medida en que la nueva tcnica militar necesite, en lo

    venidero, ms all de un ejrcito profesional relativamente pequeo,apoyarse en la poblacin general.

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    impulsadas a buscar nuevos medios de activacin y a apren-der a adaptarse en su tctica aun al mayor peligro, incluso al

    peligro militar7. Y al contrario, la burocracia, tanto polticacomo econmica, slo puede manejar el aparato complicadode la gran Sociedad en tanto que est segura hasta un ciertogrado de la anuencia de las pequeas unidades locales, deexplotacin y de asociacin.

    4

    El segundo peligro, basado en la falta de proporcionali-dad del desarrollo de las fuerzas espirituales y morales, surgede que la Sociedad moderna, a causa de la gran independen-

    cia de sus partes, puede soportar menos que ordenacionessociales anteriores ese empuje irracional caprichoso. Por lodems, la moderna Sociedad es en algn respecto muchoms elstica que Sociedades anteriores, pues a consecuencia

    7 Es calculable de antemano que la concentracin de la tcnica militar y

    de la creacin de los guardias de Corps tendr por consecuencia unanueva estrategia de la propaganda revolucionaria para la disolucin de losejrcitos. Ya se haba observado antes de ahora que con ayuda de lapropaganda revolucionaria, tropas revolucionarias ridculamente armadaspodan triunfar. A este respecto cita, por ejemplo, LASWELL, que en lasublevacin de Cantn. 2.000 soldados de asalto no tenan ms de 200bombas y 27 revlveres. En Shangai, de 6.000 hombres, slo 150 tenanarmas. La guarnicin de Petrogrado estaba muy trabajada ya por la pro-paganda cuando, en 1917, se uni a los bolchevistas. Confr. H. D.

    LASWEEL: The Strategy of Revolutionary and War Propaganda, enPublic Opinion and World Politics, ed. por Q. WRIGHT Chicago, 1933,pg. 215. Adems, sobre la tcnica del moderno golpe de Estado C.MALAPARTE: Technique du coup d'Etat. Pars, 1931. Recientemente,R. POSTGATE: How to make a Revolution, Londres, 1934.

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    del progreso tcnico dispone de grandes reservas. As, porejemplo, los crticos del capitalismo no le hubieran credo

    capaz de sostener durante aos tan gigantescos ejrcitos deparados. Por otra parte, la interdependencia de todas laspartes de la ordenacin moderna la hace ms sensible que,por caso, la economa natural. Cuanto ms rigurosamente seadaptan unas a otras las distintas partes de un gran organis-mo, y cuanto ms fuertemente unidas entre s se encuentran

    las distintas piezas, tanto ms grave en consecuencias es elmenor trastorno. En una red de ferrocarriles bien calculada,por ejemplo, el efecto de los accidentes es de ms conse-cuencias que en el sistema de comunicaciones de las viejaspostas, donde se ha contado ms, desde el comienzo, conimprevistos y con el trastorno de la explotacin.

    En la Rusia de la preguerra, organizada, ms o menos,sobre una economa natural, podan morir en un hambrecientos de miles y aun millones sin que su desgracia se con-virtiera en la desgracia del mundo entero. Por el contrario,en el entrelazamiento mundial de la Economa de hoy lasuperproduccin de un mercado es la desgracia de los dems

    mercados; la locura de un pas es la fatalidad de los dems, ylas erupciones brutales de los humores instintivos de las ma-sas puestas en actividad significan una catstrofe de todas lascapas y de todo el mundo, pues el entrelazamiento del mo-derno organismo social transmite toda falta con aumentadaintensidad8.

    8 Para el principio de la interdependencia confr. MUIR (R.) : The Inter-dependant World and its Problems, Londres, 1932.

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    En una palabra: si en el ms breve tiempo no logramosaleanzar aquel grado de racionalidad y moralidad en el cam-

    po de la autodominacin y la dominacin de la Sociedad quehemos alcanzado en el campo de la tcnica, nuestra Sociedadse habr de hundir por causa de esa falta de proporcionali-dad.

    No seramos socilogos ni cientficos si nos atuvira-mos a un tal diagnstico general y a tal profeca vaga. La

    cuestin aqu planteada del crecimiento de los elementosracionales, y la de su relacin con los elementos irracionalesen nuestra Sociedad, slo puede ser esclarecida mediante lainvestigacin sociolgica, por cuanto sabemos que existendeterminadas relaciones entre el desarrollo de esas fuerzas yciertas situaciones y condiciones sociales.

    Los filsofos y socilogos pensaron primero que en elespritu se daba algo como un rector inmanente de progresogradual de lo racional y moral. Que esto no es cierto, resultacosa clara para quien observe el presente, pues con seguridadpuede decir que en los ltimos decenios, por lo que se refiereal progreso en lo moral y en la racionalidad, antes estamos

    en un momento de retroceso que de progreso. Cada da seve con ms claridad que el mismo espritu humano, llevadode repente a situaciones desfavorables, recae casi sin transi-cin en los estadios anteriores. Pero cuando no nos plan-teamos la cuestin sociolgica en el sentido de una teorafilosfica del progreso -que slo puede ser una fe filosfica

    en un espritu independiente de las situaciones-, tenemos quepreguntarnos ante todo qu situaciones tpicas de una granSociedad industrial elevan por una parte ciertas especies de

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    racionalidad y por otra parte los irracionalismos existentes; y,adems, qu situaciones tpicas cultivan ciertas formas del

    egosmo, as como su trmino opuesto, la capacidad de res-ponsabilidad. Si planteamos la cuestin en este sentido, di-solvemos ese problema filosfico general en conexionesconcretas de tipo sociolgico observables en especial, y quizno sea imposible enunciar en este camino algo sobre la pro-blemtica general que nos ocupa. Nunca podremos contes-

    tar, de seguro, cientficamente a una cuestin: la de qucaminos concretos encontrar cada vez el hombre individualhacia la ratio y la moralidad. Pero podremos diagnosticarmuy bien aquellas situaciones que producen de manera tpicaen la vida del individuo y de las masas conductas racionales eirracionales.

    5

    Antes de aplicarnos a la cuestin esencial sobre de qusituaciones tpicas y caractersticas de la Sociedad industrial

    surgen ciertas formas de la racionalidad, y en su caso de lairracionalidad, nos haremos algunas consideraciones sobre laesencia y los modos de la racionalidad y la irracionalidad.Pocas palabras se usan en manera tan mltiple y contradicto-ria como estas dos. Tendremos que conformarnos con tra-bajar sobre dos de las ms importantes acepciones de

    "racional" e "irracional" -aquellas que a nuestro juicio sonindispensables para el anlisis sociolgico.

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    Los socilogos emplean las palabras "racional" e "irra-cional" en dos significaciones, a las que llamar racionalidad

    e irracionalidad, "sustancial" la una y "funcional" la otra9.9 Nos llevara demasiado lejos el aportar aqu aunque slo fuera la litera-tura ms importante sobre "racional" e "irracional", y ms an intentaruna exposicin de los distintos puntos de vista en esta problemtica. Noslimitaremos, por eso, a indicar las teoras ms usuales para la sociologa.La literatura sociolgica alemana puso en primera lnea, con bastante

    vigor, la pareja conceptual "racional-irracional".

    Los representantes ms destacados son aqu GEORG SIMMEL yMAX WEBER. La Philosophie des Celdes, del primero (Leipzig, 1900),intenta trabajar sobre las consecuencias sociolgicas de la racionalizacinque se da con el dinero. Toda la obra de MAX WEBER se orienta enltimo trmino hacia la cuestin de qu fuerzas sociales han trado laracionalizacin occidental. Para eso usa el concepto "racional" en unamultitud de sentidos, de los cuales el tipo ms conocido es: actividadracional con arreglo a un fin. A pesar del librito de H. J. VON GRAB:Der Begriff des Rationalem in der Soziologie Max Webers, Karlsruhe,1927, necesitamos nuevas investigaciones que aclaren ese tema.

    Junto a la acepcin de lo racional en MAX WEBER, hay que refe-rirse a la distincin de PARETO entre conductas "lgicas" e "ilgicas",adems, a su distincin entre "derivados" y "residuos", importantes es-clarecimientos para la Sociologa del pensamiento poltico. Confr. delltimo, Trait de Sociologie gnrale, Pars-Lausana, 1917, y su LesSystmes socialistes, Pars, 1926, as como el breve resumen de toda suobra en BOUSQUET (G. H.): Grundriss der Soziologie nach Vilfredo

    Pareto, Karlsruhe, 1926.De la literatura anglosajona me parece que son de lo ms fecundo para laSociologa los distintos intentos de J. DEWEYS para determinar el con-cepto del pensamiento; citaremos aqu de entre sus obras slo How We

    Think, Boston, 1933. y Human Nature and Conduct, Nueva York, 1930.En este respecto hay que referirse tambin a G. SANTAYANA: Reasonin Society, 3 edicin, Londres, 1927. Estas teoras consideran siempre larelacin entre Saber y Hacer, problema que, por lo dems, ha sido trata-do a fondo en la literatura alemana, aun cuando de otra manera, bajo el

    ttulo de ldeologienlehre y de Wissenssoziologie. Referencias bibliogrfi-cas, en otros pasajes de este libro. Adems, habra que compulsar aqu lateora de L. T. HOBHOUSE. Confr., entre otros, su libro The RationalGood, A Study in the Logic of Practice, Londres, 1921. De investigado-res ingleses, M. GINSBERG ha tratado tambin este problema en The

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    1) Hacer perceptible lo esencial en la racionalidad "sus-tancial", no es demasiado difcil. Por ella debe entenderse

    simplemente el acto mental en cuanto se esfuerza por abar-car objetividades y situaciones reales, y alcanza en ms omenos este fin. En una palabra: los actos mentales serndesignados como racionales en su sustancia, mientras que eneste respecto aparecer como "sustancialmente irracional"todo lo que, en la conciencia, no tiene la estructura del acto

    mental: estmulos, impulsos, deseos, sentimientos, tanto enel grado de lo inconsciente como en el grado de un funcio-nar conscientemente proseguible.

    2) Pero empleamos la palabra "racional", tanto en la So-ciologa como en el uso diario, en un sentido distinto, cuan-do decimos que esta o aquella industria o burocracia est

    "racionalizada".En tales casos no entendemos por "racional" el hecho

    de que un hombre realice actos mentales, actos de conoci-miento, sino que una serie de actividades se encuentra orga-nizada de manera que conduzca a un fin dado de antemano,por lo que cada elemento en esta serie de actividades recibe

    un valor funcional de colocacin.Una semejante organizacin funcional de una serie de

    actividades puede, adems, ser ptima cuando para alcanzarel fin propuesto sigue el camino ms coro en la disposicinde los medios10. Pero no importa para la organizacin fun-

    Psychology of Society, cap. III; The Role of Reason and Will, 3 edic.,Londres, 1928.10 En adelante, no nos ocupamos de la racionalidad funcional ptima,porque stas no revisten significacin especial para los fenmenos deesta investigacin.

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    cional en este sentido el que ese optimum se alcance, ascomo tampoco el hecho de que el fin a alcanzarse a conside-

    rado como razonable en s, con arreglo a cualquier criterio.Cabe que para alcanzar un fin irracional de salvacin delalma se organicen actividades ascticas de modo que con-duzcan a ese fin o bien a xtasis irracionales: las designare-mos como racionales, justamente por esa organizacin, puesen ella tiene cada actividad un valor funcional de colocacin.

    La racionalizacin de una serie rde actividades presenta,pues, para nosotros, dos criterios:

    a) la ya citada organizacin funcional para un fin; b) unaconsiguiente calculabilidad desde el punto de vista de unespectador o un tercero dispuesto a intervenir.

    A primera vista la distincin entre racionalidad sustan-

    cial y funcional no parece ser tan grande. Se dir que tam-bin la serie racional-funcional de actividades tiene que serplaneada mentalmente por alguien; que tambin tiene que serpensada durante su realizacin por quienes la llevan a cabo,siendo, por consiguiente, ambas formas no ms que aspectosdiferentes de la misma racionalidad. Pero esto no es as, o al

    menos no lo es en todos los casos. Para comprenderlo, bastaacordarse del ejrcito. El soldado raso, por ejemplo, realizacon precisin toda una serie de actos de racionalidad funcio-nal sin tener una idea, ni de la finalidad ltima de sus actos,ni del valor funcional de colocacin de cada acto en el todo.Sin embargo, son racionales-funcionales, pues renen en s

    los dos criterios: estn organizados hacia un fin y pueden serincorporados al propio clculo.

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    Pero no hablaremos de racionalidad funcional de las ac-tividades slo cuando la organizacin es referible en ltimo

    trmino, como en el caso del ejrcito, a la reflexin de ins-tancias situadas detrs de los que actan, sino tambin cuan-do esa organizacin y calculabilidad es referible aregulaciones tradicionales. Sociedades sostenidas por la tra-dicin son tambin racionales en sentido funcional, puestambin en ellas est garantida la calculabilidad, y las activi-

    dades particulares tienen un valor de colocacin a partir delfinal de la serie de actividades. A lo sumo, se puede decir deellas que con frecuencia no estn organizadas todava en elsentido del antes citado optimum...

    Si en la definicin de la racionalidad funcional se cargael peso sobre esa organizacin para un fin, es funcional-

    mente irracional todo lo que destroza y trastorna esa ordena-cin funcional. Dicho trastorno puede no ser producido tanslo por irracionalismos sustanciales, por sueos, y explo-siones de clera de individuos no dominados, para citar loscasos extremos, sino tambin por aquellos actos mentalesque no se acomodan a la serie de actividades de que se trate.

    Un ejemplo explicativo de trastornos provenientes de lairracionalidad sustancial lo tendramos cuando, por ejemplo,los diplomticos de un pas han elaborado cuidadosamenteun plan de accin, eligindolo entre otros, y entonces uno delos diplomticos acta contra el plan y lo destroza por efectode una repentina explosin nerviosa. La racionalidad funcio-

    nal de la serie de actos preparados por el cuerpo diplomticopuede tambin ser perturbada cuando otra serie de actos,preparada no menos cuidadosamente por el Ministerio de la

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    Guerra, vaya en direccin opuesta y la haga ineficaz. Desdeel punto de vista de los diplomticos habr que designar en

    este caso como funcionalmente irracional la racionalizacindel Ministerio de la Guerra. Resulta claro que el trmino"irracionalidad funcional" no caracteriza nunca a una accinen s, sino slo a una accin referida a una finalidad pro-puesta de antemano y desde el punto de vista de la serie deactividades dirigidas a ella.

    Segn estas distinciones, podemos establecer con segu-ridad la siguiente correlacin: cuanto ms ha progresado enuna Sociedad la industrializacin, as como la divisin deltrabajo y organizacin que van estrechamente unidas a ella,tanto ms hay esferas de la actividad humana que se hacenfuncionalmente racionales, y con ello, calculables de antema-

    no. Mientras que en Sociedades anteriores el individuo obra-ba de modo racional-funcional slo ocasionalmente, en laSociedad actual est obligado a obrar as cada vez en mssectores de su vida. Esto nos lleva en seguida a la descrip-cin de una clase especial de racionalizacin que est estre-chamente anudada a la racionalizacin funcional de las

    estructuras de actividad: el fenmeno de la autorracionaliza-cin.

    Por autorracionalizacin quiero expresar un controlsistemtico de los impulsos que el individuo tiene que pro-ponerse de antemano cuando quiere realizar o ser insertadoen una estructura objetiva de actividad funcional-racional. Mi

    conducta, mi dominio de los impulsos y mi regulacin sernmuy distintos si pertenezco a una amplia organizacin en laque toda accin tiene que ser determinada por los dems,

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    que si puedo hacer por m y ante m lo que encuentre con-veniente. Como soldado, tengo que controlar mis impulsos y

    deseos en muy otra medida que si soy un cazador libre queslo acta a impulsos de la finalidad de modo fluctuante, yslo de manera ocasional tiene que mantenerse en violencia -en el momento en que ha de disparar sobre la pieza. El msalto grado de la racionalizacin funcional lo alcanza acaso laSociedad moderna en la burocracia, en que el individuo que

    participa de ella no slo recibe prescrita la realizacin deactividades, la marcha de los actos -esta racionalizacin delrendimiento es mucho ms intensa en la "taylorizacin" delas explotaciones del trabajo industrial-, sino que recibe tam-bin su "plan de vida" en forma de "escalafn" trazado deantemano. La consideracin de la carrera exige un autodo-

    minio mximo, pues abarca, no ya al proceso de trabaj, sinotambin la regulacin reglamentaria de la libertad, de lospensamientos y sentimientos permitidos.

    Vemos, pues, que las diversas formas de la racionaliza-cin funcional estn estrechamente ligadas unas a otras: laracionalizacin funcional de las series objetivas de fines obli-

    gan tambin, en ltimo trmino, a la autorracionalizacin.Pero los efectos anmicos remotos de la racionalizacin ob-jetiva slo se esclarecen bien en una forma de la racionaliza-cin todava ms alejada, cuyo valor suele ser apreciado enmenos de lo que corresponde: la reflexividad. Autorraciona-lizacin no es ya, sin ms, reflexividad.

    Digo que hay, por ejemplo, autorracionalizacin cuandoregulo mis deseos e impulsos originarios en el sentido de unentrenamiento para un fin, o cuando recibo una tcnica de

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    trabajo con sus manipulaciones, una tcnica mental con suspreceptos, e igualmente cuando, por ejemplo, me acomodo a

    ciertas costumbres de consumo de una Sociedad de Econo-ma racionalizada. Frente a esto, reflexividad es ms que unsimple entrenamiento. Es la curva refleja en m mismo delrayo de observacin o de accin, y, por cierto, en inters dela autoconformacin. El hombre reflexiona sobre s, sobresu haber, para transformarse, para reestructurarse. Normal-

    mente, el hombre vive vuelto hacia las cosas que maneja,cambia, quiere hacer, pero no hacia s mismo. Su propiofuncionar queda inobservado Se vive en el acto de experien-cia, se parte de l, sin que normalmente quede captado elsujeto mismo.

    Slo me hago perceptible a m mismo en la reflexin,

    cuando no se me logra sin ms cualquier realizacin objetivay soy rechazado, por as decirlo, hacia m mismo por el nologro. La reflexin, el "observarse a s mismo", "recibir en ssu propia situacin", tiene en estos momentos la funcin deautoorganizacin. Y es claro que hombres que se encuentranen situaciones cada vez ms agudas de las que no pueden

    escapar fcilmente, sino que cada vez han de organizarse denuevo, tienen ms ocasin de observarse a s mismos y a lasituacin en actos reflexivos que hombres que despus dehaber adaptado su impulso vital en unas pocas situacionesdecisivas para ellos, funcionan, por as decirlo, sin roza-miento. Por eso los tipos movibles de la Sociedad -entre

    ellos, los judos- suelen ser ms abstractos y reflexivos quelos que pudieran llamarse "fijos al suelo". Al mismo tiempopuede apreciarse que una Sociedad obligada a realizar cada

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    vez mayores series de pensamiento y accin con arreglo a unfin racional, produce necesariamente en ciertas situaciones el

    tipo humano reflexivo. Tambin se desprende con claridadque es falso el apreciar la reflexividad -segn han hecho mu-chos pensadores romnticos-, sin excepcin, como la activi-dad de los elementos letales. Precisamente la reflexividad es,en la mayora de los casos, un rgano de la vida exigido paraseguir viviendo en cuanto que nos ayuda a adaptarnos me-

    diante la transformacin interior a nuevas situaciones a cuyacomplejidad sucumbe el hombre ingenuo, irreflexivo.

    6

    Vemos, pues, tambin en este caso, que puede fijarsecon bastante precisin el punto de origen sociolgico de laracionalizacin, y que lo forzoso de las distintas formas quereviste nace precisamente de la industrializacin como orga-nizacin especfica de la Sociedad. La industrializacin cre-ciente favorece por fuerza slo la racionalidad funcional, es

    decir, la organizacin de las conductas de los miembros deuna Sociedad en ciertos terrenos. Pero no exige en igual me-dida la "racionalidad sustancial", es decir, la facultad de ac-tuar en situaciones dadas con capacidad de juicio a base deuna propia inteligencia de las conexiones. A quien hubieraesperado de la industrializacin de la Sociedad el aumento de

    la capacidad media de juicio, los acontecimientos de los aosltimos le habrn instruido mejor. La fuerza agitadora de lascrisis y las revoluciones hizo perceptible una tendencia que

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    ya antes estaba ah latente: el efecto paralizador del juicio queproduce la racionalizacin funcional.

    Si al meditar sobre las ms recientes mutaciones se hu-biera tenido ya presente la distincin que acabamos de hacerentre las distintas clases de racionalidad, se habra podido verclaramente que la racionalizacin industrial aumenta la ra-cionalidad funcional, pero ofrece cada vez menos perspecti-vas sociales para la formacin de la racionalidad sustancial,

    en el sentido de la aptitud para formular juicios propios. Msan: si se hubiera pensado hasta el final esta diferencia, sur-gida del esclarecimiento del concepto, entre las dos clases deracionalidad, se habra llegado a la conclusin de que preci-samente la esencia de la racionalizacin funcional es eximir alindividuo medio del pensamiento, de la inteligencia, de la

    responsabilidad, y traspasar esas facultades a los individuosque dirigen la racionalizacin.

    De este conocimiento se desprenden en seguida impor-tantes puntos de vista sobre otros fenmenos de la Sociedadmoderna. El hecho de que el pensamiento de las series deactividades en la Sociedad funcionalmente racionalizada se

    realice en las cabezas de unos pocos organizadores, les ase-gura a stos una posicin de claves en la Sociedad. Unoscuantos ven cada vez ms claro en un campo visual cada vezms amplio, mientras que la capacidad media de juicio delindividuo, despus que ha deslizado hacia el organizador elpoder de decisin, desaparece cada vez ms. Se da en la So-

    ciedad moderna, no slo la ya citada concentracin de laposesin de los medios de produccin en un nmero cadavez ms pequeo de manos, sino tambin la disminucin -

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    antes slo indicada, pero ahora explicada por el mecanismodel acontecer social- de los puestos desde los cuales pueden

    escrutarse las grandes conexiones sociales. Hay, en una pala-bra, cada vez menos "colinas de mariscal" en la Sociedadmoderna, y cada vez resultan accesibles menos individuos.

    De esta situacin se desprende -si se persiguen losefectos remotos del fenmeno- la nueva distanciacin demasa y lites, as como tambin la "demanda de un caudillo",

    que se ha generalizado de modo tan chocante. El hombremedio, con cada nuevo acto de insercin en una serie deactividades funcionalmente racionalizadas, cede un trozo desu mayora de edad y se acostumbra a ser conducido de ma-nera creciente y a renunciar a su propia inteligencia. Y si enpocas de crisis el mecanismo racionalizado quiebra por

    cualquiera de sus partes, el individuo no puede repararlo porpropio conocimiento, sino que comienza a sentir su inanidaden la situacin de angustia que produce la falta de una ideade lo que va a ocurrir. Por otra parte, quisiera desprendersetambin en las situaciones de crisis de la Sociedad, del es-fuerzo que toda comprensin exige para decidir. Para el

    hombre primitivo la Naturaleza era impenetrable, y sus msprofundos sentimientos de miedo procedan de que no podacalcular el gobierno de las fuerzas naturales; de igual manera,para los hombres de la Sociedad industrial sus resultados(crisis econmica, inflacin), apenas inteligibles para l, se vierten en origen de sentimientos primitivos de miedo. El

    perodo liberal del proceso social ofreci una perspectivamucho mayor a la disposicin psquica favorable al desarro-llo de la racionalidad sustancial. Edificada sobre unidades

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    econmicas relativamente pequeas y sobre una moderadapropiedad individual, esta primera poca de la industrializa-

    cin dispona de una lite mucho ms amplia, con cabezasindependientes aplicadas a dirigir su unidad econmica abase de la propia reflexin. A estos directores de interesesindependientes se aada entonces la intelectualidad, relati-vamente independiente. Ambos grupos juntos constituan lagaranta de la racionalidad sustancial.

    7

    Se plantea ahora la cuestin fundamental de si se puedemostrar el origen sociolgico de los elementos irracionales

    de la Sociedad moderna, como de los racionales. La mismagran Sociedad que racionaliza cada vez ms hombres y cadavez ms sectores de la vida humana en vas de la industriali-zacin, amontona en grandes ciudades las grandes masashumanas, y ya sabemos (por la Psicologa de orientacinsociolgica) que el hombre en masa est mucho ms fcil-

    mente expuesto a sugestiones, explosiones de impulso nodominados y regresiones psquicas que el hombre aislado oinserto orgnicamente en pequeas asociaciones, y sostenidoen ellas. As, la moderna Sociedad industrial de masas tiendepor su mecanismo a potenciarlos modos de conducta mscontradictorios en la vida de la Sociedad, as como tambin

    en la vida del individuo.En cuanto gran Sociedad industrial crea el mximo de

    estructuras de actividad racionalmente calculable, ligadas a

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    toda una serie de renuncias a impulsos y desplazamientos;como Sociedad de grandes masas, crea, por el contrario,

    todos los irracionalismos y erupciones que son caractersti-cos de la aglomeracin. Como Sociedad industrial, afinatanto el aparato de relojera de la Sociedad, que la ms pe-quea perturbacin irracional puede tenerlas ms grandesconsecuencias; como Sociedad de masas, trae a la superficielas mayores integraciones de emociones impulsivas y suges-

    tiones, da un carcter de masa al impulso, del que puedetemerse a cada momento que destroce todo el aparato tanafinado. MAX WEBER conoci ya bastante de tales anti-nomias; lo que no poda es predecirlas ms recientes crisisnacidas de ellas. Pero sera falso pensar que esta presencia delas masas tiene que llevar fatalmente y bajo todas las cir-

    cunstancias a las catstrofes que hoy son su frecuente conse-cuencia.

    Se puede oponer siempre a una Psicologa de masassimplificada al estilo de LE BON11, el que los hombres en-

    11 Para el problema de masa e irracionalidad en la Sociedad moderna,

    confr., adems de la bibliografa de la segunda investigacin, PARETO(V.) : Les systmes socialistes, Pars, 1926, t. II, Table anal. des Matires,indicaciones: "Raisonnements par Associations des Ides", "Raisonne-ments et Sentiments comme motifs dterminants des actions humaines","sentiment","sentiments humanitaires", etc. Adems, GHENT (W. J.):Mass and Class. A Survey ol Social Divisin, N. Y., 1904. BELBZE (8.): La neurasthnie rurale, Pars, 1911. CLARENCE MARSH CASE:Instinctive and Cultural Factors -in Group Conflicts, Amer. Journ. ofSociology, julio 1922, vol. XXVIII. TROTTER (W.) : Instincts of Herd

    in Peace and War, Londres, 1915. CONWAY (M.) : The Crowd in Peaceand War, Londres, 1915. WALLACE (G.) : Human Nature in Politics,Londres, 1915. LAWELL (H. D.) : Psychopathology and Politics, Chica-go, 1930. MICHELS (R.) : Psychologie der antikapitalistischen Massen-bewegungen, en Grundriss der Sozialkonomik, IX, I, pginas 241-359,

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    globados en masas concretas estn entregados, de maneraempricamente demostrable, a las sugestiones y contagios, es

    cierto, pero que el gran nmero de los miembros de la So-ciedad no pone en juego ya sin ms sus reacciones irracio-nales y msticas, y, adems, que la irracionalidad no tiene queser bajo todas las circunstancias destructora en la Sociedad.Estamos hoy en condiciones de indicar con toda precisinqu circunstancias sociolgicas son las que producen en las

    masas formas eruptivas de irracionalismo, y bajo qu su-puestos son stas perjudiciales para la Sociedad. Sobre estoslo algunas palabras.

    1) Por lo pronto, el gran nmero no condiciona sloxtasis e irracionalidad. En tanto que se encuentra articuladala gran Sociedad en sus viejas asociaciones orgnicas -como

    en Francia o Inglaterra-, no produce los sntomas de los im-pulsos caticos de masa. El secreto de la articulacin socialen asociaciones orgnicas, visto desde el aspecto psicolgico,consiste en que las emociones impulsivas y formaciones co-lectivas de voluntad, ligadas a esos pequeos grupos, estndirigidas por los deseos de sus respectivas finalidades. Tam-

    bin en relacin con los impulsos vale la ley sociolgica deldivide et impera. El secreto de la tabuizacin y de la forma-cin colectiva de smbolos en la Sociedad primitiva consiste,sobre todo, en que impiden la integracin de sentimientosimpulsivos de masa, vacilantes, y son dirigidos hacia objetosy actividades que, vistos desde el grupo, merecen ser desea-

    Tubinga, 1926. (En el ltimo, tambin amplia bibliografa). Reciente-mente, muy valiosa: ORTEGA Y GASSET: La rebelin de las masas,Madrid, 1930. GLOWER (E.) : War, Sadism and Pacifism, Londres,1933.

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    dos. Slo los sentimientos impulsivos, desatados a conse-cuencia de la disolucin de la Sociedad, que buscan un nue-

    vo objeto en qu ocuparse, tienen aquel carcter eruptivo,aniquilador, que inexactamente se ha tomado como la ca-racterstica de toda especie de psicologa de masas. El es-fuerzo de las modernas Dictaduras en la Sociedad de masasse encamina a ligar mediante la organizacin los sentimientosimpulsivos desencadenados en los perodos revolucionarios,

    y dirigirlos hacia objetos de deseo impuestos. La organiza-cin conscientemente dirigida de los instintos de masa ocupael lugar de las antiguas fijaciones "orgnicas" de sentimientosimpulsivos, formadas poco a poco y mediante la seleccin.Hay que crear, por ejemplo, nuevas religiones, no slo parabatir el viejo alvolo, sino tambin para poder llevar con

    docilidad hacia la direccin propia, mediante huevos smbo-los, el gobierno del impulso. Nos excluimos, antes bien esmuy verosmil, que ya en la Reforma haya actuado ese proce-so, y que despus de la disolucin de la Sociedad feudal de laEdad Media el nuevo poder poltico que se organizaba tuvie-ra tambin necesidad, al mismo tiempo, de ligar y dominar

    en otra forma, con ayuda de una nueva religiosidad, el irra-cionalismo que quedaba en libertad.

    2) Adems, es necesario tener en cuenta que no en todaslas circunstancias es pernicioso lo irracional; por el contrario,es quiz lo ms valioso que el hombre posee, cuando actacomo potente impulso para alcanzar fines racionales objeti-

    vos, o crea valores culturales en forma de sublimacin y cul-tivo, o bien aumenta, como pura vitalidad, el goce de la vida,sin destruir de manera amorfa la vida social. De hecho, una

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    Sociedad de masas bien organizada vela tambin por todasesas posibilidades de la formacin de impulsos. Tanto ms

    necesita abrir caminos para un desahogo de los impulsos,cuanto ms la vida diaria impone, por la racionalizacin, quetodo lo abarca, una continua relevacin de impulsos. En estoha de verse la funcin del "deporte", de las "fiestas" en laSociedad de masas, as como tambin la de los fines cultura-les. Toda gran Sociedad culta ha entendido siempre, hasta

    hoy, dar forma a las fuerzas irracionales en el cultivo y su-blimacin. Ahora puede quedar claro lo que entendemosnosotros por el peligro especfico de lo irracional. Es la si-tuacin de la Sociedad que ha llegado a hacerse de masas,cuando penetran en la poltica los irracionalismos no confi-gurados y no insertos en la estructura social. Esta situacin

    es peligrosa, porque el aparato de masa de la Democracialleva la irracionalidad a puestos donde sera necesaria la di-reccin racional. Con los medios de la Democracia se cum-ple entonces lo contrario de lo que era el sentido originariode la democratizacin. Aqu tenemos de nuevo ante los ojosel proceso que en otro lugar caracterizar ms precisamente

    como "democratizacin negativa"12

    .Pero el hecho de que cada vez penetre ms en la esfera

    de la poltica lo irracional de la psique del hombre-masa notiene causas psicolgicas, sino sociolgicas. Es un problemade Psicologa mostrar qu irracionalismos, convulsiones im-pulsivas en forma de neurosis, etc., se dan en el alma huma-

    na. Es tarea de la Sociologa mostrar en qu lugares puedenpenetrar esos irracionalismos, en une Sociedad dada, y qu

    12 Confr. La segunda investigacin de este libro

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    funcin y forma social toman ah. La Psicologa que trabajasin orientacin sociolgica, al haber descubierto ciertas fuer-

    zas destructivas como, por ejemplo, el sadismo, piensa poderfijar su efecto y significacin, cuando todo depende de lasfunciones que se les haya asignado en una estructura socialdada. En este sentido, puede decirse que nuestra gran Socie-dad industrial no est ella misma racionalizada segn su es-tructura orgnica objetiva. Incluso crea espacio para la

    irracionalidad poltica en forma de empleo de poder. La irra-cionalidad existente en la vida anmica del hombre podra serdirigida hacia otros terrenos para, all, o bien desahogarla, ocrear valores culturales, cuando los puestos que en el edificiopoltico de la Sociedad quedan libres para el empleo de laviolencia, no se encuentren en condiciones de atraer y movi-

    lizar esos elementos psquicos.La gran ordenacin y organizacin, creciente en trmi-

    nos aterradores, como la del orden del trabajo de nuestraSociedad moderna, se encuentra colocada en un medio delarvado empleo de violencia. Nunca podr saberse cundo ycmo aparecer la decisin sangrienta, en lugar de la distri-

    bucin pacfica de funciones en la esfera de la poltica exte-rior, o de compulsar las fuerzas en el interior. Esairracionalidad no aplicada, presente siempre en la estructuraobjetiva de nuestro mundo social, es la que moviliza de vezen vez los instintos de los grupos del hombre-masa. Losmismos hombres que en su esfera de trabajo, en la esfera de

    la divisin y organizacin del trabajo, se encuentran tan ra-cionalizados, pueden transformarse en todo momento endestructores de mquinas y guerreros sin escrpulos.

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    Las races de esa estructura llena de contradicciones lle-gan muy hondo, hasta la Prehistoria. Sabemos por las inves-

    tigaciones de etnlogos y socilogos que todas las Culturasmuy desarrolladas en la Historia surgieron de la conquistaviolenta de comunidades primitivas, casi siempre de pacfi-cos campesinos, por pueblos nmadas. Este elemento deviolencia penetr tanto en la pequea Sociedad de agriculto-res, sin rozamientos antes, que puso su sello en toda su es-

    tructura y domin su ulterior desarrollo. Hasta el da de hoyno se ha disuelto esa contradiccin. Tambin la Sociedadindustrial ha crecido dentro de este molde poltico reguladopor la violencia, y se ha amalgamado con ella. Clculo ycomparacin regulan el proceso de la produccin, la distri-bucin por el cambio; pero la ultima ratio de la sabidura, la

    ltima conclusin en la poltica interior y exterior, es la fuer-za.

    Los psiclogos, en tanto que observan slo al individuoaislado y descuidan su recproca influencia con la Sociedad,se inclinan, como ya se dijo, a indicar como causa de la per-manencia de ese irracionalismo la eterna maldad, los impul-

    sos sdicos en el hombre. Olvidan, sin embargo, que laSociedad ha asignado desde los tiempos nmadas tareas ob-jetivas a esas fuerzas irracionales. Uno de los fines principa-les de esta discusin es mostrar que detrs de toda fuerzaracional e irracional en el alma humana hay, al mismo tiem-po, funcionando un mecanismo social que acta como eli-

    minatorio. Este mecanismo social es el que regula tambinen el individuo la funcin concreta, el crecer y el desplazarsede lo racional e irracional. De aqu se sigue que para trabajar

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    cientficamente esos problemas ha de producirse una colabo-racin ms estrecha entre psiclogos, historiadores y soci-

    logos, pero que tambin el observador de la vida diaria tieneque dirigirse ms hacia este modo de pensar juntos los pro-blemas anmicos y sociales. Tanto la guerra como la revolu-cin social, acechan siempre detrs de la mayor racionalidady clculo, y el mismo hombre es -no a causa de su eternanaturaleza humana, sino por efecto de la ambivalencia pro-

    ducida por la doble naturaleza de nuestra organizacin so-cial- tan pronto un ser calculador que considera hasta elltimo detalle de sus actos, tan pronto un ente eruptivo quese cree autorizado a dar libertad en un momento dado a lascapas ms profundas de la brutalidad y sadismo humanos.

    8

    La misma estructura ambivalente que pudimos observaren el terreno de la racionalidad e irracionalidad de los finespuede mostrarse en el terreno del desarrollo de la moralidad

    humana. Tambin aqu, por un lado, la moderna Sociedadindustrial supone un paso magnfico para educar cada vez enforma ms elevada el sentido de la responsabilidad. De otraparte, la estructura de fuerza de nuestra Sociedad produce elestmulo hacia una irresponsabilidad anloga a la del corto-circuito elctrico. Tampoco aqu ocurre que el hombre tenga

    sin ms, en s y por s, una doble corriente de vida impulsivay que traiga consigo como patrimonio anmico tanto lo malocomo lo bueno. Se pueden mostrar aqu ahora con exactitud

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    los puntos en que los aparatos sociales dominantes fuerzanhoy con frecuencia a los mismos hombres, alternativamente,

    a los distintos modos de comportamiento. Por eso hemos deperseguir ahora ambas series y ver qu mecanismo socialproduce la lnea de la moralidad ascendente y cul las ten-dencias hacia su anulacin.

    Si se quiere caracterizar, aun cuando slo sea en sus ras-gos ms gruesos, la Historia de la moralidad humana, hay

    que observar el hacer del Hombre en los distintos grados desu desarrollo, desde dos puntos de vista. Hasta dnde haalcanzado en cada momento la amplitud de visin y la con-ciencia el entender humano en el hacer social? Hasta qupunto estaba en condiciones el hombre representativo deuna poca de ser portador de responsabilidades? Claro est

    que con estas dos cuestiones no se abarca todo el fenmenode la moral, sino tan slo aquel aspecto de l que es impor-tante para nuestro objeto.

    Tambin al terreno de la moralidad -aun cuando sea conmodificaciones- podemos aplicar el punto de vista de lo fun-cional y lo sustancial. El lado funcional de una moral con-

    siste en aquellas normas con cuya eficacia en el obrar seencuentra garantizado un funcionamiento sin roces para laSociedad. De ellas hay muchas, y varan a comps de la es-tructura de la Sociedad.

    El lado sustancial de una moral est caracterizado porciertos contenidos concretos (leyes de fe, contenidos de sen-

    timiento y de norma) que en su calidad pueden ser comple-tamente irracionales. Podemos distinguir, desde los tiemposms primitivos hasta ahora, dos formas de la prohibicin, de

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    la tabuizacin: las que garantizan el funcionamiento de. laSociedad correspondiente y las que tienen en cuenta ciertas

    posiciones sentimentales, tradicionales, o incluso idiosincra-sias, de un grupo13.

    Cuando ms se racionaliza en un sentido funcional lamoderna Sociedad de masas, tanto ms tiende a neutralizarla moralidad sustancial o a empujarla al camino lateral de lo"privado". En el acontecer pblico quiere limitarse a normas

    funcionales. La idea de la tolerancia no es otra cosa que laformulacin filosfica de la tendencia a desconectar de ladiscusin pblica todos los contenidos de fe subjetivos oligados a un grupo, es decir, los irracionalismos sustanciales,en beneficio de un modo de comportamiento ptimo desdeel punto de vista funcional. Slo cuando los irracionalismos

    sustanciales llegan a triunfar tambin en los dems sectoresde la vida social por el mecanismo de la Sociedad de masasdescrito en la primera parte de esta investigacin, y amenazahundir la racionalizacin, aparece tambin en el campo de lamoral la lucha de creencias, la batalla por contenidos cualita-tivos.

    A nuestro parecer, amplitud de visin y radio de res-ponsabilidad son los dos criterios esenciales con los quepuede perseguirse, ante todo, el cambio de forma de la mo-ralidad funcional.

    En este aspecto cabe distinguir tres principales etapashistricas:

    13 Confr. R. BRIFFAULT: Taboos on Human Nature, aparecido en TheNew Generation, ed. V, F. Calverton y S. D. Schmalhausen, Londr