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Manuscrito Anónimo Llamado Consigna idiota HUDlberto GuzDlán La lluvia no va a tenniriar jamás, c<;>mo tampoco la noche. Ni la lluvia ni la noche nos dejarán descansar en ningún momento. La soledad es la lluvia y la noche. La soledad, junto con el miedo que sentimos por ella, son inmortales. La soledad y el miedo son nues- tros. Consuélate, creo que nuestra inmortalidad radica en ellos. Nosotros somos la soledad y el miedo. Algo de nosotros prevalecerá: la lluvia y la noche. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido mientras nosotros hemos que- dado dentro de una imagen detenida? Tú, allí, viendo la noche lluviosa a través de la ventana, y yo, aqúí, detrás de ti, contemplándote, contemplando también la ven- tana, la lluvia, la noche. ¿Cuánto tiempo ha pasado a partir del comienzo de mi intento de rehacer la historia, tu historia? Pobre de ti que tienes la gracia de haber dejado de esperar el y de haber olvidado. el futuro. Pero también pobre de que no puedo hacer el más modesto de los movimientos. Me mantengo contemplando la lluvia de la noche, a ti que, a tu vez, te mantienes impertérrito, inconmovible, contemplando la lluvia y la noche por la ventana. La lluvia sólo es lluvia; la noche sólo es noche. Nada tiene significado. Eso lo sa- bemos tú y yo que desde hace mucho estamos quietos. Sin embargo todavía somos, por eso he llegado o puedo llegar a la conclusión de que tú no eres, porque no hablas, no piensas, no escribes, no oyes, no caminas, no respiras. . Tu presencia, aquí, cerca de mí, es una mentira. Aunque siempre quedan los residuos. La puta de quejidos lastimeros. La puta madre (No, la puta madre no; a esa échenla a los perros rabiosos.) La puta sí. Porque es la que no engaña. Es la puta. Te compadezco y me compadezco, nos queda la mentira aún, para asirnos, para contar con ella. La men- tira como tal no engaña, es auténtica. Pero, ¿cómo fue que llegamos a esto? La puta madre es la verdad. Blandí un sable. Quise despedazar la noche con su hoja relum- brante. El cuerpo cortado de ella se precipitó sobre el mío cho- rreando sangre. Me llené de ella. Me metí en ella brutalmente. Mi cuerpo sobre (o dentro) del suyo. Su cuerpo cayendo, llevando encima al mío, atrayéndolo, así, al fondo, a la oscuridad, a la luz, a la lejanía. Un quejido largo nos llevó al silencio. La había herido mortalmente desde los primeros golpes. Su sangre espesa y oscura corrió por toda la casa -su aullido de muerte petrificó, y luego desintegró, a la lluvia. Los soles se renovaron; los soles nos rodea- ron, se renovaron rodeándonos. El descanso. Ningún movimiento se llevó a efecto fuera del dominio de la ventana. Una palabra ... ¿qué hubiera significado una palabra entonces? No cuánto tiempo ha pasado. De pronto de!lpierto ... pero lo raro es que no recuerdo cómo o cuándo me dormí. ¿Qué hora e,l Debe de ser ya muy tarde. O muy temprano; también puede muy temprano. Posiblemente ni siquiera estuve lo que se llama dormido. No recuerdo nada. ¿Qué ocurrió mientras tanto? Sir embargo lo de veras importante no viene a ser esto, sino que he despertado con mi cabeza tirada en el suelo, y, en consecuencia, supongo que mi cuerpo también lo está. Lo que voy a hacer es levantanne ... y pedir ... No recuerdo nada. No tengo nada qué pedir. No tengo nada. Pero ... ¿qué pasa aquí? Se están divirtiendo a mi costa. Ya tenía la sensación, desde el acto de abrir los ojos, de tener algo pegado a la piel, al menos la del rostro que junto con el resto de la cabeza es lo único que siento de en realidad. Ahora empiezo a ver claro, han crecido a mi alrededor, y amenazan con sepultarme totalmente, nutridas hileras de esa hierba que se halla en todas par· tes. Aquel pie que se asoma allí, ¿será mío? Siento algo sobre los párpados que me impide abrir bien los ojos Huele a húmedo,. hace frío y el lugar donde estoy parece abando nado. La inmovilidad es el silencio. Si sólo se me permitiera mOlll la mano izquierda, la derecha, un brazo, tocarme la cara, doblar la! piernas, o desdoblarlas, cambiar de postura, quizá. Si tuviera d valor, la fuerza suficiente, para arrancarme de golpe, cueste lo qUl cueste, de mis raíces -porque no me extrañaría venne transfor· mado en una planta. Yo no soy esto. Es inútil, las hierbitas que salen de mi boca no me dejan decir UJIl palabra. Yo soy esto. , Nunca lo he intentado. Me refiero a levantar un dedo, por ejellt plo; lo comprendo, voy comprendiendo más bien. Pues sí, er debe ser. Y si me resolviera ... Total, si después sigo igual, ak mejor hasta alcanzo la tranquilidad (¿la tranquilidad?); penS31l entonces que fue un mal sueño eso de creer que uno tiene piemal, nalgas, pene, pecho, manos ... Además, ahora, es lo único que JDl' queda por hacer. No hay otro remedio, lo he decidido, es cuestiÓl de voluntad, cueste lo que cueste, digo, de voluntad propia, levat tarse y dar unos pasos, reconocer el lugar, presentarme ante mi moverse y quedar quieto, saber que ese pie no es el mío, saber, el fin, que uno es esto.

Manuscrito Anónimo Llamado Consigna idiotavalor, la fuerza suficiente, para arrancarme de golpe, cueste lo qUl cueste, de mis raíces -porque no me extrañaría venne transfor· mado

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Page 1: Manuscrito Anónimo Llamado Consigna idiotavalor, la fuerza suficiente, para arrancarme de golpe, cueste lo qUl cueste, de mis raíces -porque no me extrañaría venne transfor· mado

ManuscritoAnónimoLlamadoConsignaidiotaHUDlbertoGuzDlán

La lluvia no va a tenniriar jamás, c<;>mo tampoco la noche. Ni lalluvia ni la noche nos dejarán descansar en ningún momento. Lasoledad es la lluvia y la noche. La soledad, junto con el miedo quesentimos por ella, son inmortales. La soledad y el miedo son nues­tros. Consuélate, creo que nuestra inmortalidad radica en ellos.Nosotros somos la soledad y el miedo.

Algo de nosotros prevalecerá: la lluvia y la noche.¿Cuánto tiempo ha transcurrido mientras nosotros hemos que­

dado dentro de una imagen detenida?Tú, allí, viendo la noche lluviosa a través de la ventana, y yo,

aqúí, detrás de ti, contemplándote, contemplando también la ven­tana, la lluvia, la noche.

¿Cuánto tiempo ha pasado a partir del comienzo de mi intentode rehacer la historia, tu historia?

Pobre de ti que tienes la gracia de haber dejado de esperar elpa.~ado y de haber olvidado. el futuro.

Pero también pobre de mí que no puedo hacer el más modestode los movimientos. Me mantengo contemplando la lluvia de lanoche, a ti que, a tu vez, te mantienes impertérrito, inconmovible,contemplando la lluvia y la noche por la ventana. La lluvia sólo eslluvia; la noche sólo es noche. Nada tiene significado. Eso lo sa­bemos tú y yo que desde hace mucho estamos quietos.

Sin embargo todavía somos, por eso he llegado o puedo llegar ala conclusión de que tú no eres, porque no hablas, no piensas, noescribes, no oyes, no caminas, no respiras. ~ . Tu presencia, aquí,cerca de mí, es una mentira. Aunque siempre quedan los residuos.La puta de quejidos lastimeros. La puta madre (No, la puta madreno; a esa échenla a los perros rabiosos.) La puta sí. Porque es laque no engaña. Es la puta. Te compadezco y me compadezco, nosqueda la mentira aún, para asirnos, para contar con ella. La men­tira como tal no engaña, es auténtica.

Pero, ¿cómo fue que llegamos a esto?La puta madre es la verdad.

Blandí un sable. Quise despedazar la noche con su hoja relum­brante. El cuerpo cortado de ella se precipitó sobre el mío cho­rreando sangre. Me llené de ella. Me metí en ella brutalmente. Micuerpo sobre (o dentro) del suyo. Su cuerpo cayendo, llevandoencima al mío, atrayéndolo, así, al fondo, a la oscuridad, a la luz,a la lejanía. Un quejido largo nos llevó al silencio. La había heridomortalmente desde los primeros golpes. Su sangre espesa y oscuracorrió por toda la casa -su aullido de muerte petrificó, y luegodesintegró, a la lluvia. Los soles se renovaron; los soles nos rodea­ron, se renovaron rodeándonos. El descanso. Ningún movimientose llevó a efecto fuera del dominio de la ventana. Una palabra...¿qué hubiera significado una palabra entonces?

No sé cuánto tiempo ha pasado. De pronto de!lpierto ... pero lo

raro es que no recuerdo cómo o cuándo me dormí. ¿Qué hora e,lDebe de ser ya muy tarde. O muy temprano; también puede ~

muy temprano. Posiblemente ni siquiera estuve lo que se llamadormido. No recuerdo nada. ¿Qué ocurrió mientras tanto? Sirembargo lo de veras importante no viene a ser esto, sino que hedespertado con mi cabeza tirada en el suelo, y, en consecuencia,supongo que mi cuerpo también lo está. Lo que voy a hacer eslevantanne... y pedir...

No recuerdo nada. No tengo nada qué pedir. No tengo nada.

Pero... ¿qué pasa aquí? Se están divirtiendo a mi costa. Ya teníala sensación, desde el acto de abrir los ojos, de tener algo pegado ala piel, al menos la del rostro que junto con el resto de la cabezaes lo único que siento de mí en realidad. Ahora empiezo a verclaro, han crecido a mi alrededor, y amenazan con sepultarmetotalmente, nutridas hileras de esa hierba que se halla en todas par·tes.

Aquel pie que se asoma allí, ¿será mío?

Siento algo sobre los párpados que me impide abrir bien los ojosHuele a húmedo,. hace frío y el lugar donde estoy parece abandonado. La inmovilidad es el silencio. Si sólo se me permitiera mOlll

la mano izquierda, la derecha, un brazo, tocarme la cara, doblar la!piernas, o desdoblarlas, cambiar de postura, quizá. Si tuviera dvalor, la fuerza suficiente, para arrancarme de golpe, cueste lo qUlcueste, de mis raíces -porque no me extrañaría venne transfor·mado en una planta.

Yo no soy esto.

Es inútil, las hierbitas que salen de mi boca no me dejan decir UJIlpalabra.

Yo soy esto. ,Nunca lo he intentado. Me refiero a levantar un dedo, por ejelltplo; lo comprendo, voy comprendiendo más bien. Pues sí, erdebe ser. Y si me resolviera... Total, si después sigo igual, akmejor hasta alcanzo la tranquilidad (¿la tranquilidad?); penS31lentonces que fue un mal sueño eso de creer que uno tiene piemal,nalgas, pene, pecho, manos... Además, ahora, es lo único que JDl'queda por hacer. No hay otro remedio, lo he decidido, es cuestiÓlde voluntad, cueste lo que cueste, digo, de voluntad propia, levattarse y dar unos pasos, reconocer el lugar, presentarme ante mimoverse y quedar quieto, saber que ese pie no es el mío, saber, elfin, que uno es esto.

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')~f .'''0 ,1OtJ.1 nn'" ~.1y,m 91:

Ahora vamos hombro con hombro.

Hemos andado juntos más que bastante. Nos hemos encontradouno al otro y nos hemos perdido uno al otro tantas veces... Túeres lo mismo que yo y yo no sé ,qué o quién eres tú. No debesignorar que lo que traté de hacer por ti se quedó en eso, en unintento, un intento cruel -por la indiferencia que entraña todoacto en el que no se admite la presencia de la derrota pero tam­poco la de la victoria. Cada pasaje que te conté de tu vida -cadadato que te di- es una mentira. Pero tú lo supiste siempre. (Yotambién, en el fondo.) Sabías que te engañaba, o más bien, quequise inmiscuirte en la realización de un engaño. Las víctimas y losvictimarios seríamos nosotros dos precisamente. Aun en contra detu voluntad (quizá) eso es lo que hemos hecho: un engaño. Sinembargo, esto ha sido lo único cierto. La verdad ha sido nuestramentira.

Tengo que hablar, decirlo todo, porque ahora vamos hombro conhombro. Nos espera el fin. Vamos hombro con hombro hacia él. Acualquier fm atañe un nuevo comienzo.

A nosotros nos espera el comienzo, por eso tememos el fin.Ahora puedo decirlo, ahora puedo decírtelo todo.Me descubro: soy un farsante, otro engañado, y, además, otro

cómplice de la felonía.

Hasta aquí podemos llegar. Sabes que no te traicionaría sin traicio·narme antes a mí mismo. Si lo dudas, acércate, no temas; mira, noes posible avanzar otro paso. La casa termina justamente en estasverjas. Allá, en el fondo del cañón que nos detiene, el que nossepara irremediablemente de aquellas dos torres -como los senosde una mujer-, corre un río caudaloso cuyo lecho no ha sidoconocido aún por nadie. Su nacimiento y su desembocadura sehallan demasiado lejos de nuestros conocimientos, de nuestros cál·culos, de nuestras vidas. Muchos han caído en él. Pero nadie se hasalvado. Quienes se han hundido en sus aguas, por equivocación, obuscando algo, o al tratar, arrogantemente, de vencerlo, no han sa­lido nunca más. Recuerda que nadie, hasta el momento, ha llegadoal otro lado del cañón. Las tierras que rodean las torres -comosenos- son vírgenes. El río es su guardián invencible. Si lograraslibrar las verjas y el peligro del descenso del cañón -que es impo­sible-, el río se encargaría de cortarte el paso en definitiva.

Ahora andamos juntos, dirigimos nuestros pasos hacia el mismopunto, tú y yo, que somos enemigos irreconciliables, tú y yo, quenos hemos asesinado uno al otro muchas veces con la más grandesaña que pueda concebir un ser vivo...

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¿Fue necesario acabar, para encontrarnos verdaderamente? Antes,sólo chocábamos. ¿Fue necesario acabar . ..?

Ahora que andamos juntos, que nuestros cuerpos se sienten entresí, que soy sincero, real, te digo que me perdones, no sé por qué,no me preguntes, no sé, pero perdóname, no sé qué más decir,perdóname.

Perdón, perdón, perdón.

Allá, en el lecho de aquel río inexpugnable permanecen nuestroscuerpos yertos, los cuales se encuentran semiocultos entre lasmuchas plantas acuáticas. Se han convertido en el refugio de al­gunos pequeños monstruos del agua a los que la profundidad in­sondable del río les ha hecho inútiles los ojos. Montañas de roca,escarpadas, los protegen de la corriente aniquiladora.

El sol está tan lejos.

No recuerdo nada.

¿Por qué no ser un vegetal, otro animalejo de los que viven encada parte de mi cuerpo (agarrotado) sin poder moverse por símismos.

Estoy quieto. La arenilla me cubre parcialmente la cabeza y uncostado. Las piernas... no sé, no las veo. Mi cuello debe de estartorcido. Hay plantas alrededor de mí, en las rocas, lejos.

Muy cerca está él. Lo adivino con la cabeza hundida a medias enla arena. Con las piernas metidas entre unas plantas arborescentes,rocosas, parecidas a los corales de mar. ¿Cómo me encuentro yo?No lo imagino; no siento mi cuerpo. Quizá soy sólo una cabeza.Cada vez es más difícil formular ideas. Es como si me hubieranpuesto adormir, pero sin permitirme soñar.

Si pudiéramos derribar la verja, y después cruzar de algún modo laboca del cañón. Pero sé que hay algo de lo que no me he enteradoaún. Esperemos.

Estaba viendo la luna por la ventana. De pronto, estalló. Habíapasado mucho tiempo viéndola; francamente, nunca lo imaginé.Estalló, de pronto. Una gran luz cegó mis ojos.

Lo sabremos. La noche es magnífica.

El cielo se abre en medio de un estruendo espantoso. ¿Lo miras?Surge, entre un manantial de luz, un sapo negro y amarillo, alado,con garras y cabeza de león, que vomita fuego por la bocaza. Su

tamaño es indescriptible. Con un leve movimiento de sus patastraseras se posa, produciendo un largo e intenso temblor de tierra,detrás de las torres que son como los senos de una mujer. El sapoes el cielo. Pero... Sus ojos (de sapo y no de león) saltones, ira·cundos, nos han localizado. Agita las alas agresivamente sin levan·tar el vuelo. El mundo sufre una convulsión.

¿De qué sirve saber si no alcanzaremos nunca nada?

Tengo miedo.

Los pechos encierran, el de la izquierda, a la luna, y el de la de·recha, al sol.

Es un CÍrculo. Somos inmortales. Es esta la verdadera muerte.

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Di un paso adelante sin darme cuenta. (Instintivamente.) El abismome miró, perplejo. Entonces dos monstruos panzudos, cubiertos deescamas, uno negro y otro amarillo, salieron con lentitud del culodel sapo majestuoso. Uno, el amarillo, se dirigió al pecho del ladoIZquierdo y el otro, el negro, al del derecho. Se traparon a ellos.los cubrieron con sus cuerpos gordos y las diez patas que sos­tenían a cada uno.

¿Dónde estás tú? No te pierdas. Ahora que nos habíamos acerocado. No vayas a perderme. Debes de estar por aquí, no muy lejos,todavía. Yo quedo en el mismo sitio ... Si me ves, si me oyes,acércate otra vez. Si dices una palabra te sigo, te sigo. Emite unsonido: gime, llora, respira ... Si te busco me alejaré más de ti. Nodebes reprocharme nada. Solamente quería ayudarte a ti y ayu­danne a mí. (Ingenuamente.) Solamente. Perdóname, otra vez. Tuhistoria no existe. La historia no tiene ningún significado. Todoslos puntos son el centro. Ningún nombre nombra.

¿Me crees? Nuestro triunfo se halla en nuestro fracaso. Yo fra­casé. No pude contarte ninguna historia que pareciera real. Fra­casé. Sí. Esto es un fiasco. Desde el principio cometí errores inca­negibles. Nunca se me ocurrió ponerme de acuerdo conmigomismo; en un momento decía una cosa y en seguida otra distinta.Lo reconozco. Soy un impotente. Tú también. Pero tú lo sabías,yo no. Sin embargo, no me quejo. Ahora ya lo sé. Los victoriososnos dirán: "los derrotados". Aunque yo cambiaría el calificativo.Diría: "los perdedores". Nadie pudo habernos derrotado. ¿Quién,o qué, y cómo iban a hacerlo?

En cambio sí hemos perdido la derrota, el engaño.Ganamos.

Somos los perdedores. Porque hemos perdido el mundo. Porque. perdimos tener qué ganar. Porque ganamos no tener nada quéperder.

Si es por esto que ya no estás aquí, me parece bien. Sabes de so­bra que fui incapaz de hacer una historia que, por supuesto, nomerecías, ¿verdad? Ni yo existo como autor de ella ni tú como suProtagonista. Lograste la evasión. Me arrastraste contigo. Te loagradezco profundamente, me desengañaste. Pero ahora vuelvo ano verte, a no sentirte, a no oírte, a no pensarte... a no tenernada qué ver conmigo, vuelvo a las andadas, soy un extraño... meencuentro extraviado en un pueblo jamás soñado.

La ausencia.

"l'enemos la ausencia.

'VP Vto~V' 0t") ,

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Nos hemos inventado la ausencia.

Es éste el verdadero miedo.

¿Y es éste el encuentro?

Es cierto, me repito, fracasé. Pero aprendí que yo no debía haberabierto la boca. Debiste haberlo hecho tú. A ti te correspondíahabar. Y tú no hablas. La historia debiste haberla hecho tú, crearlaen tu mente, en tu sueño Pero tú no sueñas ni piensas. Tú eresmás grande. Soy igual a ti. Quizá por eso no nos alcanzamos. Esta·mas condenados, así, a la irrealidad.

Tenía mucho qué preguntarte.

Ni la lluvia ni la noche terminan.

¿Dónde estás? Ya no oigo ni tu silencio.

No me veo ni a mí.

Ya no soporto más. Mi cuello es frágily las manos que me estran­gulan son fuertes.

Un resplandor.

La lluvia cae sobre tu cara.

Matar, matar, matar.

Unidos por la sangre.

No me veo ni a mí ya. Alguien habla y piensa con mi voz y conmi mente. Acepto mi equivocación al emprender esta locura. Nohay nada que decir; no hay nada que saber. Un castillo de arena.Un hombre. Dios. La más pequeña ola basta. El mar es infatigable,eteFno. Nos alejamos para encontrarnos. El miedo y el odio sonniños traviesos, crueles, despiadados. Otro castillo de arena. Mispalabras. Las palabras. Las palabras de tu historia. Nuestra historia.La historia. El castillo de arena se derrumba. El viento sopla ligera­mente. Duerme. Te veo viendo al través de la ventana. Estás arriba.Abajo. En el jardín. La luna. Abre las piernas. Entro corno un pezentre las ramificaciones de un coral. El mar. Un terremoto. Laluna estalla. El vacío me acoge. Ni la noche ni la lluvia termina.Yo existo, contigo. Ahora. Antes y después de mí no hay nada.

[Parte de un libro.]

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