Marañón: un liberal en la dictadura - Gregorio Marañon · PDF fileComo escribió José Luis López Aranguren a su muerte: «La lección moral de Marañón fue no sólo personal

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  • Maran: un liberal en la dictadura

    Por Gregorio Maran y Bertrn de Lis, abogado, empresario y acadmico, y Antonio Lpez Vega, historiador (EL MUNDO, 26/03/10):

    La mayor aportacin poltica de Maran fue sin duda haber levantado la bandera del liberalismo, de la libertad, en una poca en que pocos o ninguno podan hacerlo. Miguel Artola.

    A finales de octubre de 1942, Maran regres de su exilio. Fernando Valera, ltimo presidente del Gobierno de la Repblica en el exilio, describi as el tiempo que haban compartido en Pars durante la ocupacin alemana: Ambos desterrados, yo adems perseguido, pude comprobar su alto sentido humano y liberal. l no haba hecho la guerra con los republicanos; no se solidarizaba con sus herosmos ni con sus crueldades, pero s con sus desventuras, y siempre hizo cuanto estuvo a su alcance para remediarlas.

    Su vuelta no fue sencilla. Un tribunal militar tuvo embargado su cigarral toledano hasta 1947 para que respondiese de sus responsabilidades polticas. La depuracin impulsada por la dictadura tampoco le permiti reiniciar su labor acadmica hasta el curso de 1946-1947. Y, sobre todo, tuvo que asumir las inevitables renuncias y claudicaciones que para un liberal comportaba vivir entonces en Espaa.

    El mismo Valera nos dio el siguiente testimonio de aqul trance: Reintegrado a Espaa, se reincorpor a la vida social, universitaria y acadmica; pero se mantuvo discretamente al margen del rgimen, aprovechando los resquicios de libertad que a l le toleraban en razn de su renombre internacional, para proclamar sus ideas liberales, protestar de persecuciones arbitrarias y trabajar por la reconciliacin y concordia de los espaoles. Y nunca neg a los exiliados, ni individual ni colectivamente, la amistad y el respeto.

    En efecto, en la Espaa nacional-catlica de Franco, Maran opt por defender el liberalismo desde el que reivindic la libertad como valor cvico esencial, el respeto y la tolerancia hacia las ideas de los dems, y la espaolidad del exilio frente al discurso de la Antiespaa elaborado por el rgimen. As, escribi en Espaoles fuera de Espaa (1947) que el sueo de la libertad [] es imprescindible para el bienestar de los reinos; porque est unido al instinto de vivir. Se ama la libertad como se ama y necesita el aire, el pan y el amor. En la misma obra, afirm que los emigrados (de ahora) estn amasando otras horas futuras de la historia de Espaa: horas de paz [], no las que nacen en la pasin intil de la revancha.Y en sus Ensayos liberales (tambin en 1947), afirm que el liberalismo implicaba

  • primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jams que el fin justifica los medios.

    Maran hizo mltiples esfuerzos a favor de la recuperacin del exilio. Tambin present en las Academias obras de republicanos que la censura prohiba y mantuvo una estrecha amistad con personalidades como Francesc Camb, Luis Araquistin, Salvador de Madariaga o Indalecio Prieto, quien, en 1956, le escriba: Es la suya la nica voz que me llega desde Espaa para reconfortarme y consolarme. Con algunas excepciones, como la de ciertos sectores del falangismo, el franquismo respet su figura, lo que le permiti amparar a otros espaoles, difundir su propio pensamiento y dar ejemplo de su conducta liberal influyendo, decisivamente, en mbitos intelectuales y universitarios, y a travs de ellos en las nuevas generaciones.

    Como escribi Jos Luis Lpez Aranguren a su muerte: La leccin moral de Maran fue no slo personal y profesional -vocacional-, sino tambin poltica. Y, de arriba abajo, tica severa penetrada de humana comprensin. De esta comprensin brot su profundo liberalismo. Con la desaparicin del doctor Maran ha desaparecido el ms alto poder moderador que, en el orden social, tena hoy Espaa.

    Pero lo cierto es que su implicacin no puede circunscribirse exclusivamente al mbito cultural. Desde un punto de vista poltico, por ejemplo, Maran, tras la revuelta estudiantil de 1956, encabez, junto a Menndez Pidal, los primeros manifiestos que denunciaban desde el interior la situacin poltica y solicitaban el regreso de los exiliados. Siempre crey que la dictadura tendra un papel transitorio como el que haba tenido el rgimen de Primo de Rivera, y as, en sus cartas a los exiliados, fue frecuente su conviccin de lo poco que le quedaba al rgimen de Franco para llegar a su fin. Sin embargo, conforme avanzaban los aos, se fue percatando de su error. Tengo cada da ms arraigada mi fe liberal. No s si ver su reinado en este mundo []. Aqu hay una juventud generosa, entusiasta, con grandes virtudes [] y con virtudes compatibles con todos los modos de pensar. Esta es nuestra gran esperanza para el da en que, por ley natural, sean los que manden en los destinos del pas, escribi a su amigo Indalecio Prieto en abril de 1957.

    Apenas un ao ms tarde, en mayo de 1958, en una entrevista en el diario mexicano Excelsior, sealaba: La situacin de Espaa se encuentra en un momento sumamente crtico, producido por la evolucin de la vida []. Espaa ha crecido. Se va haciendo ms grande y el rgimen no se acomoda a su vigoroso crecimiento. Le viene chico. Por otra parte [], quiz el sentimiento ms frecuente del pueblo espaol es el deseo de convivencia: que los espaoles no

  • estn separados, que no discutan demasiado y, sobre todo, que no se maten los unos a los otros. [] Advierto en los jvenes una profunda inquietud y un deseo de que Espaa sea libre, de que no est atada a ningn acontecimiento de los ltimos que se han registrado en la vida espaola. Sus inquietudes tienden a rechazar las prerrogativas, privilegios y derechos alegados por la participacin en dichos acontecimientos. Aspiran los jvenes, a que se establezca una autntica concordia nacional, sin vencedores ni vencidos en la guerra. [] El mayor reproche que se puede hacer a este rgimen es el no haber dado oportunidad para que se forme una conciencia colectiva, de la nica manera que puede formarse: por medio de la libertad de pensamiento.

    Y ante la pregunta del periodista de cul puede ser la salida de la situacin actual?, Maran contest con el ojo clnico que le caracteriz: Lo ms probable, es que se restaure la monarqua. l no lo vera. Apenas dos aos ms tarde, el 27 de marzo de 1960, muri en su domicilio de Madrid. La multitud que acompa su cortejo fnebre era reflejo de la admiracin, afecto y reconocimiento que todas las Espaas rendan a su figura. Como tambin manifest Fernando Valera: La prdida reciente de don Gregorio Maran ha sido sentida en las tres Espaas: la Espaa Oficial, la Espaa Peregrina y la Espaa Silenciosa. Tanto en la prensa del exilio como en los peridicos del rgimen y las tertulias de los intelectuales rebeldes y amordazados del interior, se ha manifestado el duelo nacional por la muerte del espaol insigne.

    El convencimiento de Maran de que la paz no poda nacer de la pasin intil de la revancha, de que es preciso entenderse con el que piensa de otro modo, de que la libertad constituye una irrenunciable necesidad de la vida cvica, y, finalmente, de que deban ser las generaciones que no hicieron la guerra quienes lideraran el proceso de democratizacin, fueron los pilares fundamentales de la Transicin. Por eso, la Cmara Baja ha declarado, por unanimidad, en vsperas de la conmemoracin del cincuentenario de su muerte, que hoy la Espaa democrtica, representada en el Congreso de los Diputados, recuerda a uno de sus grandes hombres.