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epistemologia
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Marc Bloch
LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO
La historia de los hombres en el tiempoLa historia tiene un campo de estudio muy amplio y
compromete por sobre todo la investigación, es decir, no importa si se proyecta en el individuo o la
sociedad, en hechos recientes o los más durables. Este es el gran dilema del historiador, debe precisar
su campo de estudio especifico.
La historia de los hombresLa historia no es la ciencia del pasado, seria absurdo que este fuera su
objeto. Antiguamente se registraban hechos ligados simplemente por haberse producido en el mismo
momento, luego se fue clasificando de mejor forma. El objeto de la historia son los hombres, por ello
la obra de una sociedad que modifica el terreno según sus necesidades se considera como hecho
histórico a estudia, como también sus instituciones, herramientas, maquinas, etc. (comprendiendo
que detrás de todo eso esta el hombre). Cada ciencia tiene su propio lenguaje estético, la historia
necesita gran finura de lenguaje y un color adecuado en el tono de hablar, donde es imposible
calcular, se impone sugerir.
El tiempo históricoLa historia es la ciencia de los hombres en el tiempo.. A diferencia de otras
ciencias, que si bien no hacen abstracción del tiempo, pero si lo dividen en fragmentos artificiales, la
historia, en su tiempo, conserva una realidad concreta. Por otra parte a la historia no le interesa el
periodo de tiempo que tal proceso duro, sino más bien ubicar ese periodo dentro de las sociedades
contemporáneas a el, contextualizar, precisar el clima de aquel momento. Al ser un tiempo continuo y
de cambio perpetuo, considerando dos periodos sucesivos nacen dos interrogantes, en que medida el
lazo que establece entre ellos el flujo de la duración es mayor o menor que las diferencias nacidas de
la propia duración?, ¿el conocimiento del periodo mas antiguo es necesario para el conocimiento del
mas reciente?.
El ídolo de los orígenesSe ha desarrollado una obsesión por los orígenes, es decir, tratar de explicar
lo más próximo por lomas lejano. Dijo Renan “En todas las cosas humanas los orígenes merecen ser
estudiados antes que nada”. Tratar de buscar “el principio de” aplicado a las realidades históricas no
es abordable, se debe entender entonces por orígenes las causas. Si el pasado se invoca con el afán
de explicar el presente, de manera de justificarlo o condenarlo, entonces entendemos la obsesión de
los orígenes como fruto de la manía de enjuiciar (enemiga histórica). Los viejos etimólogos ocupaban
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las palabras con su significado mas antiguo conocido, sin tomar en cuenta la importancia del porque
la palabra modifico su significado. Un fenómeno histórico nunca puede ser explicado en su totalidad
fuera del estudio de su momento.
Los limites de lo actual y de lo inactualSegún Leibniz “una realidad no se comprende nunca mejor
que por sus causas”. El limite de lo actual e inactual esta muy lejos de regularse por la medida
matemática de un intervalo de tiempo. Se considera la época en que viven como separada de las que
la precedieron por contrastes demasiado vivos para no llevar en si misma su propia explicación.
Comprender el presente por el pasado La ignorancia del pasado no se limita a impedir el
conocimiento del presente, sino que compromete, en el presente, la misma acción. Para que una
sociedad sea determinada por el momento anterior al que vive, sería necesario que los cambios entre
generaciones se produjeran solo entre hijos y padres (sin contacto con generaciones anteriores). Al
trabajar los padres los abuelos crían a los niños, por lo que esto es casi imposible, además los escritos
facilitan más esta transferencia de pensamientos entre generaciones muy alejadas. El hombre a
evolucionado tanto física como psicológicamente, pero de todas formas se conserva una esencia, sin
esta se pierden los esquemas y todo carece de significado. No podemos entender a un hombre si solo
analizamos su reacción frente a las circunstancias particulares del momento, una experiencia única es
siempre impotente para discriminar sus propios factores y por lo tanto para formular una
interpretación.
Comprender el pasado por el presenteLa incomprensión del presente nace fatalmente de la
ignorancia del pasado. El historiador no busca antigüedades por su valor, sino por su capaz de revivir
el pasado (la facultad de captar lo vivo es dominante en el historiador). Es por ello que debe ser capaz
de restituir viejos textos, captando sensibilidades a través de las propias. Ahora bien, al ser una
interpretación, siempre tomamos de nuestras experiencias cotidianas los elementos que nos sirven
para reconstruir el pasado. Bloch señala que muchas veces escucho historias de guerra, pero que no
supo lo que en realidad significaba hasta el momento en que los vivió. Es un error adoptar una
investigación historia por medio del orden de los acontecimientos, se debe empezar “al revés” (según
Maitland); el camino natural de toda investigación va desde lo mejor conocido a lo más oscuro. Para
esclarecer dudas, veces es necesario llegar hasta el presente; para plantear los problemas de cierta
investigación histórica, primeramente se observo y analizó el presente, desde este punto partimos. La
ciencia de los hombres tiene la necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos. La vida
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es demasiado breve y los conocimientos se adquieren lentamente, no se puede tener una experiencia
total, por ello, surgen las especialidades, se debe recordar que en las investigaciones históricas no se
acepta la autarquía entre ellas, es decir, no son independientes.
LA OBSERVACIÓN HISTORICA
Caracteres generales de la investigación históricaEl historiador se halla en la imposibilidad
absoluta de comprobar por si mismo los hechos que estudia, por lo tanto, recurrimos a los
testimonios. Así el conocimiento del pasado será necesariamente “indirecto”. Estos testimonios
resultan ser imágenes de interlocutores que buscan expresar lo que piensan, el individuo percibe solo
un pequeño rincón, limitado por sus sentidos y facultad de atención, por lo tanto, todo conocimiento
de la humanidad extraerá siempre los testimonios de otro una gran parte de su sustancia. Antiguos
historiadores daban mucha importancia a la distancia entre historiador y objeto estudiado, puesto
que al ser una historia de hechos, se quiere volver a registrar con exactitud los actos. Los especialistas
delimitan el conocimiento indirecto al indicar la presencia de un interlocutor, pero el simple
razonamiento que excluye toda posibilidad de una explicación diferente y nos permite pasar el objeto
verdaderamente comprobado al hecho del que este objeto aporta la prueba no exige la interposición
e otro observador. La inducción podrá parecer buena o frágil, se funda en la comprobación de un
hecho y no interviene el testimonio de una persona distinta del investigador. El conocimiento de los
hechos humanos del pasado y de la mayor parte del presente consiste en el conocimiento por huellas,
entendiéndose por la marca que a dejado un fenómeno, un documento, no importa que este sea
inaccesible a la sensibilidad (tampoco es accesible a las sensaciones una mitosis). Cuando el
historiador investiga fenómenos del presente o del pasado inmediato, puede hacer que algunas
huellas vuelvan a existir, a través de los informes de testigos. El pasado es un dato que no se
modificará, pero el conocimiento de este se encuentra en constante progreso, se transforma y
perfecciona sin cesar.
Los testimonios Existen dos tipos de documentos puestos por el pasado a disposición de la historia,
los voluntarios y los no voluntarios. Por ejemplo, las formulas de los papiros de los muertos estaban
destinadas a ser recitadas por el alma en peligro, sin embargo nos entregan información sobre
creencias, religión, cultura, etc., nada de ello tenía que ver con la preocupación de instruir opinión. En
cambio las fuentes narrativas, deliberadamente dedicadas a los lectores, prestan ayuda al
investigador, pero puede tener grados de intencionalidad, por ello, los testimonios no voluntarios son
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los ahora preferidos por el historiador. Esto no quiere decir que estos documentos estén exentos de
error, pero de existir deformación, no fue concebida especialmente para la sociedad. Así estos
documentos permiten suplir las narraciones o contrastarlas si su veracidad es sospechosa. Es por ello
que lo que nos dice el documento expresamente deja de ser el objeto de mayor atención, se prefiere
los que se nos deja entender sin haberlo deseado. Por adulador que sea un testimonio acerca de un
héroe (llegando a exagerar o fantasear), siempre cabe la posibilidad de interrogarle, ya sea sobre
maneras de vivir, de pensar, etc. El historiador debería reunir los documentos, estudiarlos y tratar de
comprobar su autenticidad y veracidad, aunque en realidad nunca se proceda así. Se debe saber
interrogar un documento, es decir, que esta encuesta tenga ya una dirección, dejando de lado la
observación pasiva. Todo cuanto el hombre hace, dice o escribe puede informarnos acerca de el, de
esta diversidad de testimonios se compone una investigación, sería absurdo pensar que los
problemas históricos se valen por un tipo único de documentos, al contrario, estos son de diversa
naturaleza. Debido a esta variedad, las técnicas eruditas actúan según el tipo de testimonio, es por
ello que la historia, como pocas ciencias, debe valerse de tantas herramientas dispares, al ser los
hechos humanos tremendamente complejos. Así es necesario el trabajo en equipo, supliendo un solo
hombre, por una alianza de eruditos por un tema único.
La transmisión de los testimoniosUna de las tareas más difíciles del historiador es reunir los
documentos que cree necesitar, ya que, estos no surgen de la nada, su presencia o ausencia esta
delimitada por las causas humanas que no escapan al análisis y problemas que plantea su
transmisión, encontrándose en juego la perdurabilidad del recuerdo a través de generaciones. La
mayoría de los desastres de la humanidad han ido en contra de la historia, invasiones y revoluciones
se prestan para la destrucción, quema, arruinamiento o robo de documentos. Sin embargo, la
apacible continuidad es mucho menos favorable, son estos cambios los que fuerzan las puertas de
cajas fuertes, obligando a huir a los ministros sin dejar tiempo de ocultar notas secretas.
Lamentablemente la sociedad cuenta con dos responsables del olvido y la ignorancia: la negligencia,
que extravía los documentos y la pasión del secreto, que los esconde y destruye. Es por ello, que
nuestra civilización habrá realizado un progreso el día en que el disimulo ceda su lugar al gusto por el
informe, intercambio de noticias. Finalmente, el explorador de lo actual y el de épocas lejanas
manejan las herramientas de las que disponen, cada caso con sus ventaja y desventajas, el primero,
toca la vida de forma más inmediata y sensible, el segundo en sus indagaciones dispone de medios
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que el primero no, cualquiera que sea la edad de la humanidad que el investigador estudie, los
métodos de observación se hacen casi con uniformidad, sobre rastros y son fundamentalmente los
mismos.
La critica
Bosquejo de una historia del método criticoSe está de acuerdo en no aceptar ciegamente todos
los testimonios, sin embargo el escepticismo no es más estimable ni fecunda que la credulidad. La
crítica basada en el sentido común se desecha por no ser otra cosa que un compuesto de postulados
no razonados y de experiencias apresuradamente generalizadas. El verdadero progreso surgió el día
en que la duda se hizo examinadora, cuando las reglas objetivas elaboraron la manera de escoger
entre la mentira y la verdad. En 1681 se publica De Re Diplomacia, donde fue definitivamente
fundada la crítica de los documentos de archivo. Entre 1680 y 1690 fue común denunciar como moda
el “pirronismo de la historia”, que consistía en no creer a la ligera y saber dudar varias veces lo
mismo. La duda, racionalmente conducida, puede llegar a ser un instrumento de conocimiento. Una
afirmación no tiene derecho a producirse sino a condición de ser comprobada, al igual que el
historiador, si emplea un documento, debe indicar lo más brevemente su procedencia. A medida que
la historia hace empleo frecuente de testimonios involuntarios, dejo de limitarse a calibrar las
afirmaciones explicitas de los documentos. Un arqueólogo ocupa reglas semejantes para probar la
autenticidad de sus hallazgos. El método crítico guía la investigación sin modificar nada de sus
principios, y fue el falso testimonio el que provoco los primeros esfuerzos de una técnica dirigida a la
verdad.
La Persecución de la mentira y el errorDe todo lo capaz de viciar un testimonio, la impostura es lo
más violento. Puede tomar forma de engaño, acerca del autor y de la fecha. Por ejemplo, no todas las
cartas publicadas firmadas por María Antonieta fueron escritas por ella. Luego viene el engaño sobre
el fondo, la estatua de San Dionisio como la de Felipe el Atrevido es la figura funeraria de ese rey,
ejecutada después de su muerte, pero todo indica que el escultor reprodujo un modelo convencional,
que tiene solo el nombre de quien presume representar. Sin embargo, un documento falso puede
decir la verdad, por ejemplo, ciertas actas rehechas con el fin de repetir disposiciones de otras
autenticas que se habían perdido. No basta darse cuenta del engaño, hay que descubrir sus motivos.,
la crítica busca detrás de la impostura al impostor. Otra forma de engaño es sobre un fondo
aproximadamente verídico se agregan detalles inventados. Sin embargo el falso rumor fue creído
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porque era conveniente hacerlo, es decir, contaba con el apoyo de la sociedad actual. Muchos
testigos se equivocan de buena fe, depende de la psicología del testimonio y para que el error de este
testigo sea el de muchas personas, se necesita que el estado de su sociedad favorezca la difusión. No
existe el buen testigo, solo los buenos o malos testimonios. Por ejemplo, en el contexto de la guerra
mundial, no se creía lo que decían los periódicos, ni las cartas porque eran muy vigiladas, por ello la
tradición oral tomo el primer lugar de preferencia, a través de las cocinas que tenían contacto con
camiones que venían de lejos se informaba el popular, tergiversando la información, en este caso se
dio el medio para el cultivo de falsas noticias.
Ensayo de una lógica del método científicoEn la base de toda crítica se inscribe un trabajo de
comparación, el acuerdo entre un testimonio con otro vecino puede imponer conclusiones opuestas.
En el caso de la narración, que un acontecimiento pueda y no pueda ser al mismo tiempo es
imposible en el principio de contradicción, es importante no caer en el término medio (como el caso
del niño copión que pregunto el cuadrado de 2 y un vecino le sopló 4 y otro 8 y creyó que era 6). Se
debe escoger el testimonio desechado y el escogido, sopesando los motivos yendo de lo probable a lo
estrictamente creíble. Otro caso es una carta de donación que dice ser del siglo XII escrita sobre
papel, cuando todos los originales de esa época fueron hallados en pergamino, se debe fijar en las
letras, dibujos, etc. El desacuerdo condena, la idea que guía la argumentación, es que en la misma
generación de una sociedad reina una similitud de costumbres y técnicas demasiado fuertes para
permitir una separación tan radical de la práctica común, el postulado aquí es sociológico, confirmado
por la imperiosa imitación. La semejanza no debe ser excesiva, puesto que de ser así condenaría
también al documento. Es imposible que dos observadores en puntos distintos del espacio y dotados
de diferentes cualidades de atención hayan podido notar los mismos episodios, si las dos narraciones
aseguran haberse basado en la realidad, es necesario por lo menos que una de ellas falte a la verdad.
Así, la crítica se mueve entre estos dos extremos la similitud que justifica y la que desacredita. Toda
originalidad individual tiene sus límites. Pese a la crítica del plagio, entendiéndose por la negación de
repeticiones espontáneas de acontecimientos y palabras, la coincidencia es una de esas
extravagancias que no se dejan eliminar de la historia. Para que la duda venga a ser instrumento de
conocimiento en cada caso debe pesarse con alguna exactitud el grado de credibilidad de la
combinación, en este momento la investigación histórica se encuentra con las probabilidades.
Tenemos crítica estadística, debemos valuar la probabilidad de un acontecimiento, medir las
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oportunidades que tiene de producirse. La probabilidad vive en el porvenir, pero la línea del presente
ha sido imaginariamente retirada hacia atrás, se forma un porvenir de antaño de lo que actualmente
es el pasado. Lo dijo Volney, la mayoría de los problemas de crítica histórica son, ante todo,
problemas de probabilidad, pero de tal magnitud que el más sutil de los cálculos debe confesarse
incapaz de resolverlos. Ahora poseemos una noción de un orden natural que obedece a leyes
inmutables, gracias al paciente trabajo de una experiencia proseguida sobre el hombre mismo,
considerado como testigo; ahora somos capaces de hallar y explicar las imperfecciones del
testimonio, hemos adquirido el derecho de no creerlo siempre, ya que sabemos mejor que en el
pasado cuándo y por qué no debe ser creído. Finalmente, es vergonzoso que el método crítico no
figure en los programas de enseñanza, la historia tiene el derecho de contar entre sus glorias el abrir
un camino a los hombres, elaborando con la técnica crítica del testimonio una nueva ruta hacia la
verdad y por ende la justicia.
EL ANALIZIS HISTÓRICO
¿Juzgar o comprender? Se enfrentan dos problemas, la imparcialidad histórica y la historia como
tentativa de análisis. Hay dos formas de ser imparcial, la del sabio y el juez, el sabio registra ,
arruinando tal vez sus mas caras teorías, el juez interroga a los testigos con el solo fin de conocer los
hechos tal como fueron, sin embargo, cuando el sabio ha observado su tarea acaba, el juez aún debe
dictar sentencia. Nada es más variable que las sentencias sometidas a las fluctuaciones de la
conciencia colectiva o del capricho personal, es por ello la fama de la historia, que sea ganado el título
de más incierta de las disciplinas, porque claro, es mucho más fácil escribir en pro o en contra de
Lucero, pero que difícil es examinar cuidadosamente su alma. Es por ello, que para entrar e una
conciencia extraña, separada por generaciones de nosotros, hay que despojarse de su propio yo.
La tardía opinión de un historiador ya no importa, más nos interesa que su propia elección no lo
sugestionara, hasta tal punto de dejar de considerar que entonces hubiera sido posible otra. Las
ciencias han demostrado más fecundidad y servicio según abandonan el viejo antropocentrismo del
bien y el mal. Las palabras éxito o fracaso no representan más que el papel de ficciones,
perteneciendo al vocabulario de la historia, por estar en relación con seres capaces por naturaleza de
perseguir fines. Por ejemplo, una mutación monetaria, cuyo objetivo era favorecer a los deudores a
costa de los acreedores, calificarla de excelente o deplorable sería tomar partido en el asunto
(transportar el pasado una visión subjetiva actual del bien público). En cambio, si esta operación tuvo
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como resultado el contrario de su objetivo, diremos “salio mal”, certificando honradamente la
verdad. Una palabra domina e ilumina nuestros estudios: “comprender”.
De la diversidad de los hechos humanos a la unidad de las conciencias Comprender no es una
actitud pasiva, para elaborar una ciencia siempre se necesitarán una materia y un hombre. El
historiador escoge y entresaca. Por ejemplo, una inscripción funeraria romana nos puede informar
acerca del estado del latín por medio de las palabras, como se escribía en ese tiempo y por también
deja al descubierto el habla cotidiana, según en el enfoque, de este mismo documento se puede sacar
mucha información (creencia, economía, política, etc.). Debemos ordenar racionalmente las materias
entregadas en bruto, ¿acaso comprenderíamos las fases del latín si la separáramos de su desarrollo
anterior?, lo mismo con las creencias, estas no nacieron de la nada. En la medida en que su
determinación tiene lugar de lo más antiguo a lo más reciente, los fenómenos humanos se gobiernan
por cadenas de fenómenos semejantes. Si las clasificamos por género, debemos entender que las
distinciones establecidas solo existen en la mente, no en la realidad. Así, ninguna ciencia puede
prescindir de la abstracción, como tampoco de la imaginación. La ciencia descompone lo real para
observarlo mejor, combinando e interpretando constantemente, sin embargo, el peligro se presenta
cuando cada proyector, pretende verlo todo solo. El biólogo puede estudiar la respiración, sistema
digestivo y funciones motoras aparte, comprendiendo que forma parte de un todo, el cuerpo entero
es su realidad, pero la materia de la historia es la propia conciencia humana, con conexiones que se
ligan, contaminaciones y hasta confusiones que conforman su realidad. La complejidad recae cuando
debemos pasar a la sociedad que significa un producto de las conciencias individuales, entonces
encontramos de nuevo las perpetuas interacciones. En 1837 Michelet señalaba que de no haber
tenido en cuenta los elementos diversos de la historia (religión, derecho, geografía, Literatura, arte,
etc.) al momento de narrar, su conducta hubiera sido muy distinta, ya que todos estos elementos
gravitan juntos en la unidad de la narración. En 1800 Fustel de Coulanges ejemplificaba con cien
especialistas repartiéndose el pasado de Francia, separados no podrían haber echo historia de
Francia, puesto que les faltaría la vinculación de los hechos, al ser esta también una verdad histórica.
Al igual que un individuo, la sociedad no es un rompecabezas ajustado, si estudiamos los fragmentos
de por sí, no llegaremos jamás al resultado de conjunto, ni siquiera el de los fragmentos mismos. Este
trabajo de recomposición viene después del análisis, como una prolongación de el, y se encarga de
discernir vínculos, apareciendo su trama luego de haber clasificado los hechos en agrupamientos
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específicos. Para comprender la actitud de un vasallo hacia su señor, debo entender también la
actitud de este hacia su Dios. El historiador no sale nunca del tiempo, pero debe considerar las
grandes ondas de fenómenos emparentados que atraviesan la duración de parte a parte, y otras el
momento humano en que estas corrientes se estrechan en el complicado núcleo de las conciencias.
La nomenclatura No se puede limitar a caracterizar en un hombre o sociedad los aspectos
principales de su actividad. En el interior de eso grupos de hechos es necesario un nuevo y más
delicado análisis, y este requiere un lenguaje apropiado capaz de precisar el contorno de los hechos,
capaz de conservar la flexibilidad para adaptarse progresivamente a los descubrimientos, sin
variaciones ni equívocos. La química tiene la suerte de crear su propia nomenclatura, sus símbolos
universales, pero para dar nombre a sus actos, creencias y aspectos de su vida en sociedad, los
hombres no han esperado a verlos convertirse en objeto de una investigación, es por ello que la
historia recibe en su mayor parte su vocabulario de la materia misma de su estudio. Además piensa
según las categorías de su propio tiempo y por ende con las palabras de este. Por ejemplo, si
hablamos de patricios un contemporáneo nos entendería, pero si habláramos de burguesía, ¿cómo
traducir al latín la palabra o idea?, dos orientaciones dividen el lenguaje de la historia. Primero, el
cambio de las cosas está muy lejos de producir siempre cambios paralelos en los nombres, por el
carácter tradicionalista inherente a todo lenguaje y la falta de inventiva. Un ejemplo es el coche, al
hablar de el solo nuestra experiencia puede indicarnos si se trata de un carro arrastrado por caballos
o un vehículo. Las transformaciones operan demasiado lentamente para ser perceptibles a los
hombres, no se siente la necesidad de cambiar de etiqueta porque se les escapa el cambio de
contenido. También los hombres varían en el tiempo o espacio con independencia de cualquier
variación de las cosas. Otro factor son las condiciones sociales que se oponen al establecimiento o
mantenimiento de un vocabulario uniforme, en la actualidad, las hablas regionales se distancian
mucho entre sí. Al no tener un sistema de símbolos aparte el historiador habla exclusivamente con
palabras de su país, tiene forzosamente que traducir y se enfrenta a un problema al designar
instituciones, creencias, costumbres etc., por ejemplo con el “Reich”, palabra tan específicamente
alemana que no tolera la tentativa de traducción en un idioma donde se refleje un pasado nacional
completamente distinto. Muchas sociedades han practicado lo que podría llamarse un bilingüismo
jerárquico, enfrentándose dos lenguas, una popular y otra culta. El vocabulario de los documentos es
un testimonio sujeto a crítica. Una palabra vale mucho menos por su etimología que por el uso que se
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hace de ella, revolución significaba, asociado con la astrología, un movimiento regular que sin cesar
vuelve sobre sí mismo, hoy a cambiado su significado a un sentido más vinculado al humano. Un
problema sería también los efluvios emotivos, ya que las potencias del sentimiento rara vez favorecen
la precisión. Una nomenclatura impuesta al pasado acabará por deformarlo, reduciendo sus
categorías a las nuestras, debemos por conclusión, eliminar las etiquetas, ya que cada historiador
comprende la palabra a su manera, definiendo así, para nosotros mismos. Las batallas, la política
cortesana o la subida o caída de grandes dinastías daban el marco para designar periodos históricos,
bajo sus banderas se ordenaban, como pudiera, arte literatura y ciencias. Hoy es al revés, las
manifestaciones más refinadas del espíritu humano las que por sus variables progresos, dan el tono a
las épocas de la humanidad. Encasillamos períodos por años, metiendo todo en un concepto que mas
tiene que ver con los números, que con algún punto crítico de la evolución humana. Los hombres
nacidos en un ambiente social igual sufren influencias análogas, pero muestran rasgos distintivos de
otras generaciones, hasta desacuerdos muy agudos, esta comunidad de huellas proveniente de una
comunidad de edades forma una generación. Una sociedad es raramente uniforme, se descompone
en medios diferentes y las generaciones no siempre se superponen, existe una falta de sincronización,
por ejemplo durante la adolescencia del padre de Bloch, se era romántico en provincias cuando en
París había dejado de serlo. En la historia hay generaciones largas y cortas, solo la observación
permite darse cuenta cuando y en que puntos la curva cambia de orientación. Una generación
representa una fase relativamente corta, las fases más largas se llaman civilizaciones. En una sociedad
siempre todo se liga e ínter determina, ya sea la estructura social, política o económica, las creencias,
etc. El acento mayor de la sociedad puede modificarse lenta o violentamente, entonces ya operada la
transformación una civilización sucede a otra. A veces la sacudida viene acompañada por una visita
exterior, que viene por lo general, con la inserción de nuevos elementos humanos, por otro lado se
trata de un cambio interior, por ejemplo la generación del Renacimiento, de la que tanto heredamos,
peor sin embargo no es nuestra civilización. El tiempo humano seguirá siendo siempre rebelde a la
uniformidad como al fraccionamiento rígido del reloj.
El positivismo trató de eliminar de la ciencia la idea de causa, no se pudo, toda ciencia piensa en torno
a preguntas y respuestas. Ante un hecho se busca su causa, y esta no es necesariamente el más
necesario para su explicación, se distingue entre todos, porque fue el último, el menos permanente.
Los antecedentes más constantes y generales, por muy necesarios que sean, quedan subentendidos.
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Los antecedentes más particulares, dotados de cierta permanencia, forman las condiciones, la que
representa el elemento diferencial, recibe el nombre preferencial de causa. Por ejemplo, es poco
sensato considerar como antecedente de la caída de alguien la ley de gravedad, diremos entonces
que su causa fue un tropezón. ¿Para qué insistir en antecedentes casi universales?. Los hechos
históricos son por esencia psicológicos, es por ello que en estos hechos se encuentran normalmente
sus antecedentes. Depende del ángulo en que se mire la consideración de causa o condición (Para un
médico la epidemia es causa de un microbio, consecuencia del pauperismo, para un sociólogo la
causa es el pauperismo y los factores biológicos la condición). Las causas en la historia, más que en
cualquier otra disciplina, jamás se postulan, se buscan.
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