Maria Anton Iet a Rivas Mercado

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Maria antonieta, rivas mercado

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  • 66 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO

    Qu es lo que tanto amas en las partidas, Mnalque?Contest: El sabor anticipado de la muerte.

    Andr Gide, Los alimentos terrestres.

    A bordo del tren que la lleva a Nueva York, cuando huyede Mxico en vspera de las elecciones presidenciales, alllegar a Torren el 26 de septiembre de 1929, Antonietale escribe a Manuel Rodrguez Lozano:

    Esta maana tuve la visin clara de una novela, de mi pri -

    mera novela. Estar hecha en la siguiente forma: la figura

    central, una madre sensual y terrible, indirecta; la figura en

    apariencia central, el hijo, que no es sino el actor, malo,

    de un drama heroico, directo, en accin. Con repercusio -

    nes de sus actos en los seres que toca, la esposa, la amante

    ocasional, el amigo a quien traiciona. La madre lo tiene

    fascinado como la serpiente a su presa; su propia natura-

    leza pretende aparecer, est rozando la periferia de la con -

    ciencia sin jams romper el crculo de la esclavitud. La ma -

    dre muere y l queda como boya suelta, sin fuerza para

    tomar su camino, sin impulso suficiente para seguir el

    que su madre le impuso. Un perfecto nufrago. Yo s que

    en esa novela se juntan dos cosas: Gmez Morn, su ma -

    dre, etctera; y mi hijo. Podra llamarse La que no quise

    ser. Estar escrita en captulos que sern, cada uno, una

    unidad, al estilo de City Block de Waldo Frank. Tendr

    de diez a doce captulos. Los personajes, todos, sin con-

    ciencia, sin claridad. La claridad mayor est en la sensua-

    lidad potente de la madre. Si logro esto, y mi dolor me

    hace tan aguda que lo juzgo posible, se la enviar inme-

    diatamente para que la critique. Vea que sigo su consejo.

    No he cesado de trabajar.

    Apenas cruza la frontera falsificando la firma de suesposo para poder salir del pas, desde El Paso, el 28 deseptiembre, Antonieta le asegura al adusto pintor: Ne -cesito hundirme en el trabajo. La inaccin, la falta decreacin, me aterra. [] Maana, me har de mi m -quina y comenzar a dejar en el papel mis entraas. Yainstalada en Nueva York, en el piso 19 del edificio de laAmerican Womans Association una especie de ho -tel con 23 pisos, teatro, series de salones, gimnasio y unesplndido tanque de natacin, le reitera en la si -guiente carta del 6 de octubre de 1929: Mi plan de vi -da es el siguiente: las maanas, dedicarlas a escribir. Ten -go ya de punto la novelita de que le habl y, a modode despedida, le promete: Mi prxima carta no ir sola,llevar consigo el primer captulo de mi novela, que des -de ahora le dedico. Asimismo le menciona que ha acep -tado escribir un artculo de dos mil palabras sobre la mu -

    Antonieta,la que hua

    Fabienne Bradu

    Fabienne Bradu regresa a una de las grandes fi guras trgi-cas mexicanas: Antonieta Rivas Mercado, y reconstruye la bi -tcora intelectual, los grandes proyectos e idea les plasmadosen sus diarios y en sus cartas, en la etapa previa a su ines pe -rado suicidio.

  • jer mexicana para un peridico norteamericano. Unosdas despus, exactamente el 11 de octubre de 1929, lereporta a Manuel Rodrguez Lozano: He trabajado to -do el da. Realmente lo que se llama todo el da: de las10 a las 12 (a las 10 a.m. estuve lista) y de la 1 a las 7.Co rreg y copi la traduccin que le mando. Escrib laresea de Fiesta (una obra de teatro que acaba de ver enBroadway) que le envo tambin para que se la d a Xa -vier Villaurrutia. Y la novela La que no quise ser? Niuna palabra, ni una lnea, menos an el captulo pro-metido. No obstante, en la carta anterior del 6 de octu-bre, le comentaba:

    Ya tengo el esquema de mi novela. Se llamar Crculo, y

    los captulos: Centro, Segmento, Sector, Tangente, Excn -

    tricos, Concntricos; la siento con una precisin geom-

    trica, como teorema demostrable. Hoy la deline, la di -

    buj y esta tarde voy a intentar el primer captulo.

    Ignoramos si se trata del mismo proyecto, cuyo re -bautizo acaso se deba a un contundente influjo de laarquitectura neoyorquina en la retina literaria de Anto-nieta. Lo cierto es que en los das sucesivos, ella echa aandar un mecanismo de diversin laboriosa, que se an -toja consuetudinario a su temperamento. Por las cartasque sigue enviando a Manuel Rodrguez Lozano, se ad -vier te una oscura aceleracin de proyectos y actividades,bastante comn en los maniacos: pretende abarcarlo to -do, quiere hacerlo todo, tiene mltiples apetencias, viveajetreada de da y de noche, a un ritmo ms frenticoan que el shimmy que se baila en los clubes de jazz que,maravillada, visita con Emilio Amero y Federico GarcaLorca. Pero no es solamente la ciudad de Nueva Yorkque contagia a Antonieta con este desenfreno: al lle-narse de compromisos, se antoja que, en el fondo e in -conscientemente, slo aspira a postergar el momentode iniciar su propia obra. As, le relata al estricto pintor,se propone rehacer la traduccin al ingls de la novelaLos de abajo de Mariano Azuela, porque la de Mun guaes psima, y adems, aade, ser quiz posible mon-tarla, aunque me conformara con publicarla. Urge aAndrs Henestrosa que le mande sus leyendas: GarcaLorca me va a ayudar a dramatizar dos o tres. Yo har lastraducciones al ingls. A cambio, apunta en otra cartafechada el 20 de octubre: Voy a hacer la traduccin delos dramas de Lorca al ingls, pues estoy procurando quese monten este invierno. Waldo Frank me autoriza atraducir su novela, que publicar en la Revista de Occi-dente. Acabo de entregar un artculo sobre car pas, elLrico y los danzantes de Mxico. Estoy preparando dosestudios: La malinche y Sor Juana para pu blicarlos eningls, o cree usted que no deba yo escribir en ingls?.Y finalmente: Antes de febrero enviar al Guild seisobras bien escogidas. Basta que acepten una. Las de -

    ms ya tengo quien las edite. Puedo convertirme en elpunto de contacto y fusin de la Amrica del Nor te ydel Sur.

    No es extrao que tres das despus, a mediados denoviembre de 1929, Antonieta ingrese al St. Lukas Hos -pital a causa de una crisis nerviosa aunada a un agota-miento fsico y mental. Sin embargo, antes de la cada,entre el barullo de actividades, apunta una lnea alusi-va a la novela: Pronto le mandar mi novela. No megusta, pero usted dir. Asimismo menciona un dramaque casi est terminado: ser la reconstruccin del jui-cio de Len Toral, el asesino de lvaro Obregn en LaBombilla, o el drama en un acto titulado: Episodio elec-toral, alusivo al asesinato del joven Germn de Campo?Cualquiera que ste sea, Antonieta le asegura a su rigu-roso mentor:

    Ignoro si est bien o mal. S que se ha apoderado de m

    como fiebre y que dormida o despierta me chupa la vi -

    da y que, enferma o sana, no tendr paz si no lo termi-

    no. Lo he trabajado devotamente, procurando tallar en

    lo eterno, bo rrando toda ancdota. De lograrlo podra

    ser obra que fijara un estado que ya Sfocles con su Ant -

    gona nos present.

    Me temo que ninguna de las dos obras dramticasque conocemos, corresponda a lo que Sfocles alcanzcon su Antgona, y hasta parece curioso que su escritu-ra haya despertado en Antonieta semejante fiebre.

    Unos seis meses despus, en julio de 1930, Anto-nieta arriba rocambolescamente a su ltimo exilio: Parsy luego Burdeos, previo a la huida definitiva. Ahora laacapara la reconstruccin de la campaa presidencialde Jos Vasconcelos, que le ha prometido escribir y queella misma se exige escribir para saldar cuentas con M -xico, con ese pas de puercos y rufianes, y porque, ade -ms, si no lo escribe ella, nadie lo har en la forma

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    ANTONIETA, LA QUE HUA

    Antonio Rivas Mercado con sus hijos Antonieta, Amelia, Alicia y Mario, 1920

  • debida. Pero el libro la aburre, ya no cree en la fiebrepoltica que la estremeca meses atrs, ni en el mesasque la haca estremecerse de goce. Una vez ms, una obli -gacin que absurdamente se ha impuesto, posterga elmomento de dedicarse de lleno a su obra de creacin.Pero lo interesante para comprender su constante elu-sin o contemporizacin, es que, en octubre de 1930,Antonieta comienza a escribir un Diario que podraverse como la otra cara, secreta y sincera, de la corres-pondencia que sigue sosteniendo con Manuel Rodr-guez Lozano.

    A ratos, el tono no se diferencia mucho de la ambi-cin que trasudan las cartas al austero pintor. As escri-be en la primera entrada del Diario de Burdeos : En miapartamento actual, enclaustracin voluntaria que fa -vorecen las circunstancias, debo (imperativo) concen-trarme y crear, convertirme en la primera escritora dra-mtica de Hispanoamrica. A lo cual hace eco el prrafoque le enva a Manuel apenas tres meses despus:

    Mi vida a nada se parece ms que a la de usted: un claus-

    tro del cual soy abadesa. Ocho a diez horas de estudio

    diario, un constante arrebato interior, una necesidad de

    medirme con los que en el mundo han sido y la meta

    tan alto que la estrella ms lejana parece baja

    Su mayor limitacin en la escritura del Diario noest en la falta de valor ni de sinceridad, sino en su obs-tinacin por vivir siempre en aquello que haba perci-bido Xavier Villaurrutia: las alturas de la trascendencia.A principios de 1929, es decir, poco despus del cierredel Teatro de Ulises, ste escriba en su propio diario:Antonieta no tiene sino un tono de voz y un tono de es -pritu. Es inflexible. Ha encontrado una manera de mo -ver las manos mientras habla que encaja perfectamentecon su suavidad inflexible. Suave pero inflexible. Meenfadan las personas que no pueden respirar sino un airetrascendente. A Antonieta quisiera verla dejar de serella (o lo que ella cree ser) en alguna ocasin. Creo queno podr. Me arrepiento de escribir esto, pero no por-que lo piense injusto sino porque a Antonieta prefieroquererla que juzgarla. Por esto, el buceo en pos de laverdad ntima que Antonieta se propone develar, r -pidamente deriva hacia los superlativos, la hiprbole yla proclamacin de principios que hacen de su prosa unexasperante enrarecimiento del aliento interior. Reite-radas veces se propone desmenuzar las resistencias yde jar que suban a la superficie las verdades dolorosas,lamentables, vergonzosas, sublimes, de que est hechanuestra humanidad. Los momentos en que afloran esasgrandes verdades son escasos, mientras que las pe -queas verdades de lo cotidiano, que son tambin unamanera de retratar nuestra humanidad, no lo hacen ja -ms. La morralla de la vida est ausente del Diario de

    Burdeos como una significativa resistencia de parte deAntonieta por verse a s misma en una dimensin ca -rente de pathos. Vivir era, para ella, trazar lneas haciaadelante y hacia atrs estas constantes que conjuganpor igual la supersticin y el destino sin reparar casinunca en el hecho de que a una lnea la componeninnumerables puntos. Se dir que soy toda tensin devoluntad, y me he fijado una meta lejana, difcil, en lacual clavo los ojos para no dejarme sentir este abismoque es mi vida, abismo de la soledad anhelada. La ima -gen del arco tensado que apunta a una meta lejana esbastante elocuente de la idea que tena Antonieta de suvida: una flecha que debe dar en el blanco siguiendo unalnea sin curvas que rasga el aire de las alturas en pos deun destino. Incluso cuando habla del instante y de laplenitud, su tono se contagia de los absolutos por loscuales abraza o rechaza la vida: Es vivir, es hoy, es esteinstante en su plenitud lo que me mueve, es ahondarmi conciencia, es recrear mi mundo, y convalecer de ha -ber vivido all donde todo es pasin y choque y aniqui-lamiento. Tierra de sismos.

    Pese al freno que le impone a su vida bordelesa conun cargado plan de estudios tan variado como el do -minio del latn, del griego, del alemn, la vida de Trotsky,la filosofa de Nietzsche, el piano y la educacin de suToito, quiz contagiada esta vez por el ritmo friolentoy la luz clortica de la provincia francesa, ella sola le echacombustible al peligroso motor que puede conducirlaal agotamiento nervioso o, en trminos modernos, al sur-menage. Por ejemplo, advierte en el Diario de octubre:

    Tengo el propsito de escribir y publicar simultnea-

    mente el relato de la campaa y la novela Piedra de sacri-

    ficio, que encierra idntico mdulo atmosfrico. Querra

    que aparecieran para junio prximo, es decir, dentro de

    siete meses, as que habra que contar que fueran a prensa

    en abril. Noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo,

    cinco meses para ordenar y dar forma. Esto quiere decir

    que el primer esbozo deber estar terminado, en ambos,

    para diciembre y los tres meses restantes para pulir.

    Hay en ella una urgencia de llegar adnde?,una presin para producir quin sino ella misma se lapone?, una prisa como si presintiera que el fin se acer -ca. Y qu es esta nueva novela titulada Piedra de sacri-ficio: la misma de siempre, la que nunca escribe, u otra,otra ms como la que proyecta terminar para 1932 ypara la cual ya tiene ttulo: Amantes? Uno se marea le -yendo cmo Antonieta se embriaga a s misma con pla-nes, proyectos, programas de vida, plazos y preguntasintrascendentes: Firmar con seudnimo o mi pro-pio nombre?, escribe pensando en los artculos quepublicar en la revista que Vasconcelos an no funda.Y se contesta, tan seria como valiente: Creo que es pre -

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  • ferible usar mi nombre para que todo lo bueno y lo ma -lo me sea adscrito.

    No hay algo del cuento de la lechera en las cuentasque saca Antonieta? En octubre de 1930, ya visualiza:En el ao de 1935, si Dios no dispone de otra cosa,me trasladar a Pars en donde, en sociedad con JeanneBucher, me dedicar a hacer ediciones de arte y agran-dar su saln de exposiciones, mezclndome en la vidaintensa y superficial de la gente. Pero uno se pregunta:acaso saba Jeanne Bucher de los designios de Anto-nieta? En los cuatro aos que la separan de su asocia-cin con la galerista parisina, Antonieta tiene el prop-sito de crearse una reputacin literaria en Amrica.Tanta es su prisa de vender la piel del oso que, en la lti -ma carta a Rodrguez Lozano antes de su suicidio, fe -chada en Burdeos el 22 de enero de 1931, le dice acer -ca de la mentada novela:

    A medida que vaya teniendo las cuartillas escritas, reanu-

    dando una buena costumbre, se las ir mandando por

    partes, para enviarle fragmentos completos, y no me d

    su opinin sino cuando tenga el total. No creo que el li -

    bro tenga, ni tampoco quiero que pase de 200 pginas,

    formato in octavo, y me gustara que llevara por lo menos

    tres, a lo sumo seis ilustraciones. Pienso tenerlo listo para

    ir a prensa para mayo o junio, sacar una edicin de tres a

    cuatro mil ejemplares y hacerlo llegar a todos los rinco-

    nes de Amrica. Si lo logro, no es difcil que lo haga tra-

    ducir al francs.

    A quin pretende convencer o engaar: al otro quenunca ha cesado de juzgarla y de recriminarla o a s mis -ma que ha acabado por hacer suyas las sanciones delotro? Mientras no puede escribir la novela, absorta co moest en las otras tareas obligatorias y aburridas, se muerepor comenzar a redactar la obra. As, paralelamente alo dicho y dirigido a Manuel Rodrguez Lozano, apun-ta en su Diario, ms o menos en las mismas fechas:

    Tengo el espritu cargado de ella, se dira que se me escri-

    be sola en el sentimiento, restando slo la transcripcin.

    Deseo hacerla con una slida estructura conceptual, 250

    pginas aproximadamente, pero tan bien encubierta por

    el sentimiento que parezca solamente edificada con l.

    Breve, directa, infinita, dejando sin cesar avenidas abier-

    tas en todos sentidos, yendo sin embargo los protagonis-

    tas como cuerpos lanzados en una trayectoria fatal.

    Pero la nica que est con el cuerpo lanzado en unatrayectoria fatal es ella porque est a unos das de reu-nirse con Jos Vasconcelos en Pars. El primero de ene -ro de 1931 a las 12.30 a.m., o sea, simblicamente a lamisma hora en que se disparar una bala en el corazn,termina la revisin de La Campaa de Vasconcelos y

    apunta en su Diario, todava en Burdeos: ya estoydispuesta para volar a la novela tengo la impresin dequien ha cortado una brecha en la maleza: abr camino,despus podr andar con paso largo y flexible. Quiereescribir esa novela que la habitaba como una obsesinduradera y parece que, por fin, ya no hay obstculo en -tre su deseo y la eventualidad. No obstante, encabezan-do la primera pgina del diario de 1931, una interroga-cin algo retrica refleja su temperatura interior: Yno hay ms belleza en ceder al instante violento y vivir elresto del tiempo en austero apartamiento, a convivir sinpasin?. Es decir, una temperatura poco propicia al de -morado y descorazonador proceso de la escritura, parael cual, segn William Faulkner, se requiere diez porciento de talento y noventa por ciento de nalgas. A dn -de conduca el camino que Antonieta senta haber abier -to entre la maleza sino a la Catedral de Notre-Dame?Habr caminado el boulevard Saint Michel con el pa -so largo y flexible que pensaba adoptar en adelante?Por su parte, Jos Vasconcelos recordara el da del reen -cuentro en Pars y el paso regulado, el leve, grato roce

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    ANTONIETA, LA QUE HUA

    Antonieta en la entrada de su casa, 1921

  • de las caderas que liga los cuerpos, sincroniza las almas dedos que se han unido en la ilusin de la eternidad.

    Sin embargo, una breve tregua en su agitacin inte-rior le permite iniciar la tan anhelada novela. La em -pieza el 22 de enero, pero slo para, apenas unos diez dasdespus, volver a caer en cama por agotamiento y de -presin. Las pginas que logra escribir unas 30, re -dactadas con precisin y velocidad atestiguan su ta -lento potencial y una visin moderna, a contracorrientede la literatura mexicana de la poca. Quiero echar unclavado en medio de lo ms puramente mexicano leescribe a Manuel, sin jicarismo, sin que a nadie sele ocu rra hablar de color local, y pretendo hacer dellibro algo humano, humilde, penetrante y translcido,como ciertas maanas de azul que me embriagaron.

    El fatdico 11 de febrero de 1931, en la ltima en -trada del Diario, Antonieta apunta con un dejo de amar -gura: Se ve que Vasconcelos tiene alta estima de mitalento literario, pero no me cree capaz de un sacrificioprolongado. Es Vasconcelos o ella misma quien du -da? Y para desmentir a todos, incluyndose tambin,An tonieta dedica la penltima entrada de su Dia rio aredactar un plan detallado de la novela El que hua. Unplan tan detallado que efectivamente, lo nico que lefalta a esta novela para existir es la carne verbal que re -llenar los intersticios entre un hueso y otro del esque-leto ideado. Es decir, lo que le falta es la verdadera aven -tura de escribir, de crear, palabra tras palabra, un cuerponarrativo, una densa materia ficticia. Le falta vivir la du -racin de la escritura. Sin embargo, Antonieta no fallael contraste brutal, el ms espectacular efecto retrico,

    entre una entrada y la siguiente de su Diario. Despusde redactar la osamenta de la novela, en el ltimo acto delmircoles 11 de febrero de 1931, Antonieta comienzasu relato con la frase ms dramtica que ella haya ima-ginado jams: He decidido acabar. La frase finaldel Diario, tambin digna de la teatralidad que cierraun acto antes de la cada del teln, alude al momentoposterior a su suicidio y a la reaccin anticipada de Vas-concelos: Se quedar Deambrosis acompandolo. Noquiero que est solo cuando le llegue la noticia. De lamisma manera que imaginaba su futuro papel de escri-tora cuando an no haba concluido un solo libro, An -tonieta redacta la frase final de su Diario antes de sabersi ser capaz de cumplir el gesto fatal. Pero esta vez,Antonieta acert el tiro en el blanco de la pgina.

    Das antes de morir, Antonieta apuntaba en el Diariode Burdeos que aspiraba a escribir con la verdad, nicajustificacin de ponerme a escribir. Esa verdad quelleva uno dentro, que alimenta, teme y adora. Esta ver-dad ntima, difcil de forzar, como una virgen. Se an -toja que esa verdad la escribi con su suicidio, pero se -ra demasiado fcil concederle el beneficio de la fraseque ella quisiera dictar desde la ultratumba. Con estoquiero insinuar que, pese a todo lo dicho hasta este mo -mento, quiz ya lleg la hora de sublevarse contra el mi -to que Antonieta nos meti en la mente acerca del pathosque la envuelve como una mortaja de compasiva admi-racin. Al suicidarse a los treinta aos, Antonieta se aho -rr lo ms difcil de la vida de una mujer. Se ahorr, porejemplo, los pequeos y repetidos fracasos que erosio-nan el anhelado trazo de un destino. La cuenta que ellaacumul en su breve e intensa actividad cultural y pol-tica podra parecer exigua con respecto a otras sumas deluchadores ms longevos. Prefiri saldar la deuda, por-que parece que siempre hay que pagar prenda a algo oa alguien, con una grandiosa salida teatral en la que con -virti su suicidio. As se ahorr la retahla del tedio, losabismos del hasto, las piedras en el zapato o los basto-nes en la rueda de la fortuna, la indiferencia y el recha-zo, la flacidez de la carne, las arrugas, las canas, la mermade la memoria y la prdida del pulso y del impulso, elaprendizaje de la paciencia, la imprescindible disciplinay la continuidad de los deseos. Pero tambin se desen -tendi de los destellos del oro de la maravilla, del brillobruido de los corazones de mar y de las vetas azuladasen el secreto monumento al amor. Antes bien, se priva s misma de la risa que lo es todo.

    La vida individual es una aventura extraa y a la vezarcana que parece depender ms de los accidentes quede una lgica o de la necesidad. Imaginemos, entonces,que Antonieta no se hubiese suicidado aquel aciago dade febrero. Hasta qu edad habra vivido? Arriesgaruna cifra rayana en los ochenta no es descabellado enfuncin de la longevidad de los Rivas Mercado y de la

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    Antonieta, su esposo Albert y su hijo Donald Antonio, 1919

  • relativa buena salud de la que gozaba Antonieta. Quaspecto habra tenido a los cuarenta, a los cincuenta, alos sesenta o en la vspera de su deceso natural? A quse habra dedicado si se hubiese sometido a la duraciny a la continuidad? Su carcter se habra modificado oslo se habran acentuado sus defectos, sus insegurida-des y sus obsesiones? Cmo habra reaccionado frentea los relevantes y los insignificantes sucesos del futuroque se ahorr? Habra competido con Frida Kahlo paraacoger a Len Trotsky en Mxico? Habra llorado vien -do las imgenes del Holocausto? Cmo habra reaccio -nado ante la mochera y el fascismo final de Jos Vas-concelos? Habra vuelto a casarse con un senador de laRepblica, un prspero empresario de la posguerra ale-manista, un intelectual carcomido por una neurosis exis -tencial, un mdico de mirada tirnica o habra navega-do de un amor a otro hasta el naufragio definitivo? Sehabra embelesado con los cuadros de Francisco Toledoo con el cine de Jean-Luc Godard? Qu habra estadohaciendo el da en que asesinaron a Kennedy? Le ha -bran gustado los Beatles? Habra salido a la calle a ma -nifestar con los estudiantes en 1968? Habra enterra-do a sus amigos, poco a poco, con la sensacin de queel mundo se estaba vaciando alrededor de ella? Me ha -bra cruzado con ella en una calle de la colonia Romadespus de mi llegada a Mxico? Estara incrustada enel imaginario de Mxico como una de las grandes tr-gicas del siglo XX? Tantas preguntas posibles como des-tinos a esbozar si una sola lnea se bifurca o se estrellaen la palma de la vida.

    Por lo dems, qu irnica y cruel es la vida! Jos Vas -concelos integr el relato de la campaa escrito por Anto -nieta en el volumen de sus memorias titulado El pro-consulado, mencionando de paso que la autora es unatal Valeria y alternando sus esmeradas y exaltadas pa -labras con el informe insulso de un ex vasconcelista nor -teo. Con el ms desenvuelto estilo canibalesco, Vas-concelos no le dej a Antonieta ni siquiera la opcin defirmar su obra con su propio nombre, como ella lo de -seaba, para que lo mejor y lo peor le fuera adjudicado.

    Lo paradjico es que, si bien fall a Antonieta su vo -cacin de novelista, el relato de esta derrota hizo de ellauna de las ms clebres escritoras epistolares en el M -xico del siglo XX. Desde nia soaba con una vocacinque la volviera ms que visible en los escenarios pbli-cos: quera ser bailarina, brillar como una estrella consus piruetas y saltos. Luego, el teatro acapar su pasinhasta el punto de capitanear, junto con los Contempo-rneos, el nacimiento del teatro moderno en Mxico.Refirindose a la aventura del Teatro de Ulises, le co -mentaba con cierto orgullo a Arturo Pani: Con unasfunciones pblicas que dimos, causamos escndalo. Nopersonalmente, sino por las obras que presentamos yCocteau llev la peor parte, porque muy pocos enten-

    dieron su Orfeo. Tambin hubo, ms escandaloso y te -merario aun que el Teatro de Ulises, el saln de baile ElPirata que Antonieta concibi en sus propiedades delCentro Histrico y hasta inaugur bailando un tangocon el pintor Manuel Rodrguez Lozano. Poco despus,la titnica creacin de la Orquesta Sinfnica de Mxico,que puso bajo la batuta de Carlos Chvez, y que consti -tuy la ms duradera de sus empresas pblicas. En po caspalabras, toda su vida se volcaba al mbito ms p blicode la creacin artstica. Su transgresin era imposible dedisimular y este desafo era, precisamente, lo que msle gustaba a Antonieta. Porque, cuando no estaba enci-ma de un escenario, le seduca estar siempre en la pri-mera fila, se embarc en cuerpo y alma en la campaapresidencial de Jos Vasconcelos. Le pareca poco el pa -pel de comparsa annima; siempre quera firmar consu puo y letra cada acto de su dramtico destino. Y has -ta para su suicidio, se depar una actuacin sin par y unescenario nico, sublime, inolvidable.

    El tiempo invirti la huella de Antonieta en la histo -ria de Mxico: del dominio pblico que habit en vi da,la muerte pas a inmortalizarla en el dominio privadode las pasiones. Una vertiginosa voltereta tan irnica yquiz cruel como la vida misma. Mire mi letra, Ma -nuel, no tiembla, escriba Antonieta en una carta. Tam -poco tembl su mano a la hora de su muerte. No sabradecidir si la vida de Antonieta me parece lograda o fra-casada. A ratos, admiro sus empeos intelectuales, perodesapruebo su obcecacin sentimental y en otros, com -parto su bsqueda innegociable del amor absoluto, desu camino de perfeccin, y condeno su falta de em -

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    ANTONIETA, LA QUE HUA

    Antonieta y Federico Garca Lorca en la Universidad de Columbia, Nueva York, 1929

  • pecinamiento en sus empresas artsticas. Sobre todo,me enoja que no se tom el tiempo y el trabajo de cum-plir lo que anunciaba a propsito de un libro de Marga -rita Nelken en diciembre de 1927: cuando una mu jerescribe sobre problemas femeninos, esperamos encon-trar trazas de un estudio autocrtico. La mujer analiza-da por s misma proyectara luz sobre un oscuro cap-tulo de la psicologa. La esencia de la mujer yace en susrasgos diferenciales y ella es la nica que puede definir-los. Cundo veremos iniciar esa labor?. Hubo que es -perar varias dcadas antes que escritoras modernas re -tomaran la iniciativa de Antonieta. De haberlo hechoella en su poca, probablemente nos hubisemos aho-rrado muchas sandeces sobre la naturaleza femenina.No puedo garantizar que la escritura de semejante es -tudio, tan prximo a la autobiografa o la autoficcin,la hubiese curado de sus padecimientos psquicos, peroes posible.

    Si no cumpli la obra narrativa que era legtimo es -perar de ella, en cambio hizo del arte epistolar su prin -cipal legado a las generaciones que le siguieron. Sus mi si -vas son el imn que atrae a los lectores hacia su personay su destino. Las cartas a Manuel Rodrguez Lozanoconstituyen la parte medular de la correspondencia. Elhecho de que l las haya conservado durante muchos

    aos antes de confiarlas a su discpulo Nefero, quizsindique que la quera ms de lo que sus reiteradas reti-cencias daran a pensar. Lo cierto es que Antonieta es -criba dilatadas cartas los domingos. Tal vez odiaba eseda que se entromete como un parntesis hinchado detedio en el ajetreo de la semana, y lo llenaba dejando co -rrer la pluma sobre las hojas casi siempre destinadas alpintor. Tal vez escribirle era como hablar consigo en vozalta, repasar una y otra vez las razones de su imposibledevocin y los pasos hacia su camino de perfeccin.Si las hubo, nunca nadie conoci las respuestas de Ro -drguez Lozano. Ms bien se antoja que, mientras con-vivieron en la Ciudad de Mxico, sus rplicas fueronverbales, a juzgar por las veces en que Antonieta alude asu ltima conversacin o a su ltima confesin. Peseal fervor reiterado, no siempre Antonieta jugaba lim-pio y sus declaraciones de amor podan ser simultneascon otros devaneos que alimentaba para despertar los ce -los del pintor o desprenderse de la enfermiza adiccin.En ambos casos, los intentos eran vanos, tanto por laspreferencias sexuales del pintor como por las recadas dela amanuense. Slo el tiempo, la distancia, el arrebatode Jos Vasconcelos y la precipitacin de los meses fi -nales lograron mitigar la devocin de Antonieta haciaRodrguez Lozano y situarlo en la adecuada calidez dela amistad. A travs de toda su correspondencia que nun -ca imagin que algn da se hara pblica, Antonieta seretrata, se inventa, se confiesa como en pocas pginasde su Diario. Son escasos los aos que cubre la corres-pondencia y la intensidad de sus desvelos semeja la ca -rrera de un tren encarrilado hacia un barranco.

    Asimismo, en ms de una ocasin, Antonieta habaredactado el diagnstico de su propio mal de vivir sinprecisar la causa y las causas de sus dolencias, ni sealara responsables o culpables, y tampoco sin pegar una eti -queta clnica a su estado. La acuidad de su capacidad deautobservacin es tan notable que uno se pregunta porqu las personas con ese don de diagnstico no tienenasimismo el talento para remediar sus padecimientos.As, en una carta a su hermana Amelia, contrasta losdos temperamentos:

    No te comprometas en serio, pero divirtete. Yo nunca

    he sabido hacerlo, para m la vida ha sido sufrimiento y

    trabajo, ste mi diversin y alivio; nunca he podido lle-

    var el alma ligera, siempre me ha ido pesando algo y en

    verdad, a nadie le deseo destino semejante. T tienes me -

    jores disposiciones que yo para ser feliz, aprovchalas. Yo,

    en vista de una realidad espiritual que sola percibo, he ido

    rompiendo con mi comodidad, con mi medio. Parece que

    me persigue y atormenta algn tbano, porque nunca he

    deseado mi satisfaccin. Afortunadamente t no eres as.

    T sabes ser feliz, gozas de las cosas buenas que la vida te

    ofrece sin inquietarte por lo imposible.

    72 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO

    Jos Vasconcelos y Antonieta, 1929