Martin-Barbero, Jesus - Procesos de comunicación y matrices de cultura

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    PROCESOS DE COMUNICACIN YMATRICES DE CULTURA

    ITINERARIO PARA SALIR DE LA RAZN DUALISTAJess Martn-Barbero

    FELAFACS GG

    Ediciones G. Gili, S.A. de C.V.Mxico, Naucalpan 53050 Valle de Bravo, 21. Tel. 560 60 11,

    08029 Barcelona Roselln, 87-89 Tel. 322 81 61,

    28006 Madrid Alcntara, 21. Tel. 401 17 021064 Buenos Aires Cochabamba 154-158. Tel. 361 99 98,Bogot Diagonal 45 N 16 B-11. Tel. 245 67 60,

    Santiago de Chile Vicua Mackenna, 462, Tel. 222 45 67.

    Consejo editorial:

    Joaqun Snchez, Jess Martin-Barbero,Patricia Anzola, Beatriz Sols, Ral FuentesJavier Esteinou, Ftima Fernndez,Francisco Prieto, Cristina Romo.

    (Con el auspicio de WACC)

    Ediciones G. Gili, S.A. de C.V.

    Esta obra se edita segn contrato de coedicin entre EdicionesG, Gili, S.A. de C.V., de Mxico y la FederacinLatinoamericana de Facultades de Comunicacin Social.

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de lacubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse enforma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea ste elctrico,qumico, mecnico, ptico de grabacin o de fotocopia, sin la

    previa autorizacin escrita por parte de la Editorial.

    Impreso en Mxico - Printed in Mxico I.S.B.N. 968-887-118-4

    Impreso en:Impresora Azteca, S. de R.L. Av. Poniente 140, No. 681-1 Col.Industrial VallejoLa edicin consta de 2,000 ejemplares ms sobrantes para reposicin.

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    NDICE

    Introduccin

    I. Lugar de partida: El debate latinoamericano en el inicio de los aos setenta1. Implicaciones de la teora en el proceso de dominacin

    2. Claves tericas en el proceso de apropiacin3. Produccin terica y produccin de sentido

    II. De la transparencia del mensaje a la opacidad de los discursos1. Presupuestos a una teora del discurso de la massmediacin2. Prensa: la forma-mito del discurso de la informacin3. Televisin: la forma-mito del discurso del espectculo1. Cine: las paradojas del ver/leer

    III. De lo popular folklorizado al espesor masivo de lo urbano1. Retos a la investigacin de comunicacin en Amrica Latina2. Prcticas de la comunicacin en la cultura popular3. Memoria e imaginario en el relato popular4. Comunicacin, pueblo y cultura en el tiempo de las transnacionales5. Procesos de comunicacin popular y enseanza de la comunicacin

    IV. De la comunicacin como asunto de medios a la cultura como espacio de identidades1. Pueblo y masa en la cultura: de los debates y los combates1. Nuevas tecnologas, resistencia e identidad2. Innovacin tecnolgica y transformacin cultural3. Televisin, cultura y regin

    V. La cultura como mediacin: comunicacin, poltica y educacin

    Procedencia de los textos

    "Hay momentos en la vida en los que la cuestin de saber sise puede pensar distinto de como se piensa y percibir distintode como se ve es indispensable para seguir reflexionando.

    Irona de los esfuerzos que hacemos para cambiar nuestromodo de ver: creamos alejarnos y nos encontramos en lavertical de nosotros mismos. El viaje rejuveneci las cosas yenvejeci la relacin con uno mismo."

    M. Foucault

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    Introduccin

    Hacer un libro a partir de textos escritos a lo largo de diez aos, con el fin de re-trazar una trayectoria deinvestigacin y reflexin en el campo de la comunicacin/cultura: as me fue formulada la amistosasolicitud que se halla en el origen de este libro y ese es el objetivo de estas pginas. Pero antes de hablarde este libro debo decir una palabra sobre los textos de que est hecho, de lo cargados que estnalgunos puestos que a travs de ellos, desde ellos, he mantenido comunicacin con gentes biendistintas y distantes de nuestro largo "sub"-continente. Extrao campo ste de la comunicacin enAmrica Latina, en el que los problemas tienen que ver con sofisticadas tecnologas pero en el que elflujo de las informaciones sobre su estudio sigue pasando, tanto o ms que por los libros y las revistas,por la "cultura oral" de los encuentros, de los seminarios y por esa otra, tambin oral a su manera, quees la de las canas. Debo referirme pues a los textos porque agruparlos, ponerlos uno tras de otro, es encierta manera ponerlos en serie robndoles algo de su propia vida. S de no pocos que, aunquepublicados en revistas y libros colectivos, le han llegado a la mayora de la gente multicopiados amimegrafo o fotocopiados, con las seas de una lectura anterior en sus mrgenes y en lossubrayados. Y en alguna forma ese proceso de comunicacin "vivido" por los textos debera poder

    incorporarse, explicitarse ahora. Me temo sin embargo que esa explicitacin exigira otro libro quedeber escribir algn da: un libro sobre las lecturas. Dada la imposibilidad de hacer a un tiempo los"dos" libros que me hubiera gustado hacer, hago al menos justicia confesando que en ms de unaocasin la distancia de un texto a otro pas secreta pero decisivamente por aquellas lecturas que meayudaron a descubrir lo que en la distancia haba de trayecto: se del cual rastrear las trazas estelibro.

    El lugar de partida se halla en una reflexin elaborada entre 1975 y 1977 publicada a comienzosde 1978- sobre los logros e impases de la investigacin latinoamericana en comunicacin de masas.De esa reflexin se recogen aqu dos cuestiones: contra qu se luchaba y de qu herramientas sedispona. Se trata de la lucha que por esos aos en Latinoamrica libran las ciencias socialesa las que recin se incorporaba el "campo" de la comunicacin- contra la fascinacincientificista de un funcionalismo omnipresente pero tambin contra la inercia de una dogmtica y

    una escolstica marxistas.Lo que de esa lucha es an hoy rescatable es que se apunta ya, aunque borrosamente, al lugardesdedonde el positivismo hegemoniza: la separacin, el distanciamiento entre el contenido de lo quevivimos y la forma legitimada de lo conocible, y la operacin de seduccin que an sobre sus msencarnizados adversarios aqul ejerce. En cuanto a las herramientas tericas de ese momento materialismo histrico y semiologa estructuralista- se trata de ubicarlas tanto en su capacidad de

    produccin lo que una concepcin totalizante del proceso social y un anlisis de la dimensinsignificante de las prcticas hacen pensable- como de reproduccin: la inercia que conduce areducir la trama del sentido a superestructura o a suplantar el anlisis por una jerga semiticaconvirtiendo las herramientas en objetos de fe o de fascinada complacencia. El tono beligerantede esa reflexin habla ms all de los acentos personales del que escribe- de la manera en que el

    estudio de la comunicacin en esos aos asume el discurso de la denuncia y se articula a l comoa su "forma" de decir la toma de posicin: si la comunicacin es escenario privilegiado de ladominacin, su abordaje como campo de estudio implica plantearse de qu lado se est. El ladonegativo estuvo en que la asuncin de la denuncia condujo a una excesiva generalizacin de losproblemas que tornaba difcil el reconocimiento de la peculiaridad de las situaciones- y a unasensibilizacin apocalptica que unidimensionaliz el sentido de las prcticas. Pero quizs fue eseel costo que hubo de pagarse por empezar a hacer pensable, desbrozable al menos, la trama dedominio que sostiene y carga en estos pases el campo de la comunicacin.

    El primer desplazamiento de la transparencia del mensaje a la opacidad de los discursos sesita an dentro del mismo recorte de campo que realiza la propuesta de partida: el objeto deestudio siguen siendo los medios, es desde ellos que se organiza y es pensada lacomunicacin. Lo que empieza a cambiar es el horizonte de problemas en que los medios

    aparecen al romperse con la inercia terica del modelo aceptado por el anlisis crtico eintroducir articulaciones nuevas. Ello exige que antes de pasar al anlisis hagamos unareflexin sobre los presupuestos. All apunta el texto introductorio buscando reubicar la propuesta

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    que viene de la teora del discurso al interior del debate filosfico en el que la bsqueda de lainterdisciplinariedad deja de ser una estratagema puramente tcnica cmo hacer converger lasvarias disciplinas- para pasar a plantearnos la cuestin de fondo: cmo abordar la cuestin delsentido sin que el abordaje lingstico la positivice, esto es, la neutralice, y sin que su articulacin alas cuestiones del poder y del deseo la carguen en tal modo que la fatalicen. Esa reubicacinpermitir romper con una concepcin de ideologa demasiado deudora de aquella idea demensaje segn la cual la forma transparenta el contenido, con lo que analizar ideolgicamenteel discurso de un medio se reduca a constatar la manipulacin reconstruyendo la frmula.Ahora la cuestin ideolgica se incorpora al anlisis de la trama discursiva del poderque opera enlas complicidades del deseo controlando, esto es, fijando lmites, ritualizando dispositivos,excluyendo zonas de lo decible.

    De los tres textos analticos que se incluyen, los dos primeros investigan el proceso deconstitucin de la forma que la sociedad mercantil "imprime" al discurso dominante: la forma-mito en el discurso de prensa y la forma-rito en el de televisin. La construccin de su formacubre en la prensa un largo recorrido histrico que, arrancando de la informacin requerida yadesde el siglo XVII por los flujos del mercado, halla su "razn" en la doctrina liberal del s.XIXsobre los derechos de la opinin pblica y su modelo actual en la positivista bsqueda de la

    objetividad, bsqueda convertida en obsesin y escisin entre lo serio y lo sensacional conlas que el mito nos asegura el orden del mundo cada da. Otros son los caminos por los que latelevisin llega a su forma, y a los que nos da acceso bsico la antropologa. Puesto que es derepresentacin que all se trata y por tanto de mscaras, de imgenes y magia. El medio que nosinstala "definitivamente" en la actualidad, que "acercndolo" todo lo contemporaniza, saca sufuerza sin embargo de la magia del ver y del tiempo del ciclo, y la repeticin. Es hacindose ritocomo la televisin enchufa la vida a la escena donde transcurre el espectculo: esa danza delobjeto que es la publicidad, de cuya rentabilidad y eficacia la televisin vive.

    El tercer texto analtico aborda el cine en un punto crucial: la oposicin entre lo que ah se da avery lo que el anlisis permite leer. Apoyado en un concepto de relato que conecta la ficcin conla historia, la lectura del film Chinatown permitir sacar a flote las articulaciones de la topografanarrativa con una topologa poltica que se deja leer en el juego de trayectos que atraviesa el verhoradando su evidencia aunque sin suprimir el placer.Segundo desplazamiento: de lo popular folklorizado al espesor masivo de lo urbano. La verdaderaruptura empieza aqu. Ahora ya no se trata de ampliar el esquema o de llenar sus huecos sino desituarse a otro nivel: el de la sensacin de desencuentro entre el trabajo terico y la experienciasocial. Pues ni el desenmascaramiento de la ideologa que estructura los mensajes ni la puesta aldescubierto de los circuitos y las tramas de poder que articulan los medios nos han asomado a laexperiencia, el modo en que la gente percibe, siente y vive los procesos de comunicacin queinvestigamos. Un desencuentro especialmente significativo en pases en los que ni la comunicacinsocialmente relevante tiene su lugar nico en los medios ni lo que pasa por ellos puede sercomprendido por fuera del espacio socio-cultural desde el que los medios son percibidos,mirados, escuchados o ledos. Comienza as una bsqueda que me alejar del territorio acotado por

    las disciplinas que estudian la comunicacin y me pondr en contacto con otros territorios yotros saberes histricos, antropolgicos, estticos desde los que se ir gestando una formaotra de pensar la comunicacin. Y en medio de esa bsqueda una "experiencia" particular meayud a formular globalmente el trabajo de investigacin. Intrigado por el xito de un filmmexicano tituladoLa ley del monte que estaba barriendo todos los records de taquilla en la ciudadde Cal decid con algunos compaeros ir a verlo. En un da entre-semana, en la sesin de la tarde, lasala de cine, situada en el sector popular del centro de la ciudad, estaba llena y ms de hombres quede mujeres. A los pocos minutos de proyeccin nuestro aburrimiento el de mis compaerosprofesores y el mo era tan grande que comenzamos a exteriorizarlo con risas. El film era tanelementalmente melodramtico, su contenido tan explcitamente reaccionario y su lenguajecinematogrfico tan torpe que slo en clave cmica era soportable. La gente que nos rodeaba porel contrario estaba tan metida en el film y tan emocionada que las interferencias producidas por

    nuestras risas y nuestros comentarios les indignaron y quisieron sacarnos de la sala. Avergonzadopor lo sucedido, durante el resto de la proyeccin me dediqu a observar esos rostros dehombres emocionados hasta las lgrimas, viviendo el drama con un placer tan grande! A lo que

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    experiment ese da me he atrevido a llamarlo un "escalofro epistemolgico" que meacompa durante varios meses en forma de pregunta obsesiva: qu tena que ver la pelcula queyo vi con la que vieron ellos?, qu relacin poda existir entre lo que a ellos les produca tantaemocin y a nosotros tanto aburrimiento?, qu vean ellos que yo no vi? Y entonces, de qu lespoda servir la "lectura ideolgica" que nosotros hacamos, en el caso de que furamos capaces detraducirla a su lenguaje, si esa lectura lo sera siempre de la pelcula que nosotros vimos y no dela que ellos vieron? Claro que era una pelcula alienante pero, por encima y por debajo de eso, enalgn sentido, ella afirmaba lo popular, esto es movilizaba un imaginario y conectaba con unasensibilidad tan diferente de la nuestra de intelectuales.

    Una intuicin comenz as a tomar cuerpo emborronando viejas claridades y certezas: y si en nuestrorechazo a la cultura de masa no hubiera solamente la crtica a la alienacin que ella cobija sinotambin el asco hacia esa otra sensibilidad, hacia esa otra experiencia cultural? No estaramos condemasiada frecuencia enmascarando nuestros gustos de clase tras de las etiquetas polticas con lasque rechazamos la cultura masiva, cuando es a la clase que goza esos productos culturales, a suexperiencia vital otra, "vulgar" y escandalosa a la que ese rechazo va dirigido? Al mismo tiempohaba tambin que preguntarse por qu las clases populares invierten, como dice Dufrenne, su deseoy extraen placer de esa cultura que les niega como sujetos. Al ritmo de esa reflexin la intuicin se

    fue tornando idea y proyecto: era necesario mirar el proceso entero de la comunicacin masiva desdeese otro lugar que es lo popular, haba que comenzar a pensar de otra manera las relaciones de lopopular con lo masivo. Por ms desprestigiado que estuviera y en el mundo acadmico lo estaba,por ms oportunista y demaggico que ese trmino pareciera, necesitbamos pensar lo popular enprimer lugar como revulsivo contra las seguridades que nos proporcionaban las teoras formales; y ensegundo lugar estbamos descubriendo que las relaciones de lo masivo a lo popular quiz no eranslo de negacin sino tambin de mediacin. Que lo masivo niega lo popular en la medida en queescamotea y disfraza las diferencias sociales conflictivas, las que vienen de las clases, de las razas, delas etnias, etc.; y en ese sentido lo masivo no es ms que la tramposa imagen de s mismas que lasmasas populares deben interiorizar para que cotidianamente sea legitimada la dominacin que laburguesa ejerce. Pero lo masivo es en otro sentido mediacin histrica de lo popular, de susaspiraciones y sus formas de lucha, de su visibilidad social, de una nueva socialidad que se expresa a

    travs de transformaciones de las expectativas de vida y del gusto de las clases populares.Los textos que aqu se recogen para dar cuenta de ese desplazamiento explicitan algunos momentos desu desarrollo alternando los textos de reflexin uno abordando sobre todo la cuestin del desdednde hacemos investigacin, el otro desplegando el proyecto en las tres direcciones en que se abrenlas relaciones de lo popular a lo masivo con los trabajos de anlisis: sobre prcticas cotidianas decomunicacin en mercados y cementerios, sobre las transformaciones histricas de los relatospopulares. El quinto texto, una entrevista, sita el proyecto en relacin a los usos polticos y alespacio acadmico.

    El tercer desplazamientode la comunicacin como asunto de medios a la cultura como espacio deidentidades es aqul en que estamos y que podramos caracterizar por el esfuerzo en hacerexplcita la redefinicin general del campo de estudio de la comunicacin contenida en la ruptura que

    introduce lo popular. Pues en el campo de la comunicacin lo popular seala no un "objeto" sino unlugar desde el que repensar los procesos, ese lugar desde el que salen a flote los conflictos quearticula la cultura. Pero la relacin comunicacin/cultura desde lo popular slo se abre caminoestallando dualismos a derecha e izquierda. El dualismo que "ilustradamente" opone lo culto a lopopular como sinnimo de inculto, es decir el que le niega a lo popular la posibilidad misma de serespacio productor de cultura. O aqul otro dualismo a partir del cual rescatar lo popular implicaautomticamente condenar lo masivo, y viceversa: para criticar lo masivo necesita idealizar lopopular convirtindolo en el lugar en s de la horizontalidad y la reciprocidad. Y un tercer dualismo enfin, aqul que ha mantenido durante aos separados, en la teora y en las polticas, las cuestiones dela comunicacin y la cultura. Desde la derecha, porque el mbito de la comunicacin masiva puedeser a lo sumo espacio de circulacin divulgacin/vulgarizacin pero nunca de creacin oproduccin cultural; desde la izquierda, porque al hablar de "imperialismo cultural" lo que en verdad

    estaba en juego eran menos procesos de cultura que de reproduccin ideolgica.

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    Ahora lo que se busca es rehacer conceptualmente el campo de la comunicacin viendo en sta unamodalidad constitutiva de las dinmicas de la/s cultura/s, visin a partir de la cual el sentido de lasprcticas comunicativas es referido ms que a los medios, a los movimientos sociales mediante unapuesta en historia de esa relacin. Es claro que este desplazamiento no obedece slo a deslizamientosinternos del propio campo sino a un movimiento general en las ciencias sociales de reencuentro con locultural en cuanto dimensin y dinmica, esto es en cuanto mediacin que articula tanto lassolidaridades polticas como los conflictos sociales. Si en los estudios de comunicacin ese reen-cuentro apenas comienza, hay sin embargo ya buenos sntomas de la profunda renovacin queimplica tanto a la hora de pensar las innovaciones tecnolgicas como las anacronaspolticas.

    Los textos que conforman esta ltima parte son de dos tipos. Una puesta en historia de los debatesen torno a la cultura/comunicacin y de la relacin entre desarrollo tecnolgico y modelos polticos.Y una reflexin sobre la crisis de las identidades culturales, primero en relacin a latransnacionalizacin tecnolgica, y despus al reflotamiento de la cuestin regional y los modelos dtelevisin. El ltimo texto, una entrevista dialogada con dos investigadores brasileos, recoge unaapretada sntesis del trayecto y del nuevo mapa. Y es por las rutas abiertas desde es nuevo mapa pordonde se arriesga un libro que est a punto de salir a la luz pblica cuando estoy terminando estaintroduccin, su titulo dice a la vez el relevo y el enlace con el itinerario aqu trazado: de los medios a

    las mediaciones.

    Cali, mayo de 1987

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    I. Lugar de partida: El debate latinoamericano en elinicio de los aos setenta

    "El sistema: la computadora alarma al banquero que alerta al embajador que cena conel general que emplaza al Presidente que intima al ministro que amenaza al director

    general que humilla al gerente que grita al jefe que prepotea al empleado que despreciaal obrero que maltrata a la mujer que golpea al hijo que patea al perro".E. Galeano

    "La mscara que cubre el rostro, naturalmente, sonre. Pero tras la fachada denacionalismo casi histrico de los teledifusores locales que condimentan con enormescucharadas de folklore y de patriotismo todos los manjares que preparan- hay encambio una labor de antinacionalismo sistemtico que llena los cuatro quintos delespacio que media entre el himno nacional de apertura y el himno nacional de clausurade los programas".

    A. Pasquali

    La reflexin que desde Amrica Latina se hace sobre los procesos de comunicacin masiva en losaos setenta es bien particular. Al tratar de pensar la prctica comunicativa como huella y cifra del

    esquema global de dominacin se encontrar cercada tanto terica como polticamente, debiendooponer entonces su provisionalidad y su impureza a la pseudo madurez y la coherencia puramenteformal de la teora dominante, explicitando su toma de posicin frente a las proclamas deneutralidad. Pero los textos que trabajan la ruptura son pocos frente a la ingente cantidad de losotros, los que en forma sofisticada o descarada traducen, o simplemente cantan las maravillas de lateora oficial. La ruptura, es decir el rechazo y la bsqueda, da lugar a una escritura apasionada,fragmentada, reflejo de la situacin, la posicin y la urgencia.

    Partir de aqu significa empezar por narrar la lucidez, la de esas pocas ideas-fuerza que hanservido de base para agrietar y empezara desmontar el edificio desde el que se viva y se miraba; lasque han posibilitado romper las anteojeras1 y comenzara ver, a extraarse, a asombrarse y a llamar alas cosas por su nombre. A comprender que las teoras tambin tienen dueos y que por tanto

    hablan por y trabajan para su amo. Moraleja: criticar la teora dominante es enfrentar aquelloque racionaliza. Con todas las consecuencias, empezando por esa impureza de que se "carga" eltrabajo terico no como un aadido sino como su entraa. El debate latinoamericano sobre lacomunicacin masiva ha puesto en claro eso, no tanto con la claridad de su discurso cuanto con lafuerza que le da la experiencia histrica de la que emerge y la brutalidad del choque querepresenta.

    La otra cara es la imposibilidad de meter el acontecimiento en la estructura, en los esquemas delmodelo oficial. Las preguntas son otras. Y son precisamente esas preguntas, las que horadando elempirismo y la seguridad que da la tautologa, han puesto al descubierto las trampas: la falsaautonoma de que se dota a la problemtica de la comunicacin tanto en la versin cientifistacomo en la culturalista; la falsa eficacia desde la que se intenta explicar el "subdesarrollo" por lafalta de comunicacin; la ilusin de igualdad, de democracia, con que el esquema oficialenvuelve las relaciones emisor-receptor, y el escamoteo de las condiciones de produccin, es decirde las condiciones histricas de dominacin. En ltimas la trampa es solo una: la que supone elintento de explicar los procesos de comunicacin por fuera de los conflictos histricos que losengendran, los dinamizan y los cargan de sentido. Es evidente que la lucidez no ha estado endecir eso sino en la forma como se ha ligado al proceso de liberacin, en decirlo desde el cercoy el aplastamiento, y desde el proyecto global en que se implica. La originalidad no ha estado enlas palabras sino en aquello de que hablan. La teora critica que se ha ido esbozando no buscacompetir en el mercado de las originalidades sino algo muy distinto: denunciar y dar armas,despertar y trazar estrategias: que lo importante es no perder de vista el carcter histrico yestructural de los procesos, que la dimensin ideolgica de los mensajes es nicamente legibledesde aquellos, y que tanto esa dimensin como la trama mercantil de los "medios" hay que

    mirarla siempre articulada a las condiciones de produccin de una existencia dominada.1 Tomo la expresin de un texto pionero en el balance, el de Luis Ramiro Beltran:La investigacin en comunicacin enLatinoamrica: indagacin con anteojeras?, mimeo, Caracas, 1976

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    Como toda teora viva, la reflexin crtica latinoamericana sobre la comunicacin estatravesada, tensionada por contradicciones mltiples. AI no ser un juego de espejos sino unaprctica, su ndice de verdad, su fuerza, no reside tanto en su validez lgica como en sucapacidad de construir lo real. Y las huellas que ese trabajo de "lo real" deja en lareflexin dan cuenta, en negativo, del esfuerzo por romper el cerco y de la incidencia delas condiciones de produccin sobre el producto. Ello hace necesario tratar de ver hasta qupunto la ruptura lo ha sido, las complicidades que quiz fueron ineludibles en un mo mentopero cuyo ocultamiento lastra definitivamente el avance. Sin que ello signifique colocarse porfuera o por encima de las tensiones que dinamizan el trabajo, sino el esfuerzo por desblocar,por desplazar algunos ejes, y por romper con cierto esquematismo tcnica/ideologa,base/superestructura, etc.- que tuvo su eficacia pero que hoy puede estarse convirtiendo en unaforma de eludir el movimiento de la historia. Y el esfuerzo tambin por acallar la gritera delos tericos de la informacin y de los massmedilogos empiristas y pragmticos cuyo "ruido"nos est volviendo sordos a la palabra que puja por abrirse camino desde el silencio de losdominados.

    1. Implicaciones de la teora en el proceso de dominacinEl sentido y el alcance de la investigacin latinoamericana sobre la comunicacin masiva, lalectura que ella realiza de la teora oficial y sus impases, remiten a una "nueva conciencia" delproceso histrico latinoamericano que hace posible la tematizacin del problema de ladependencia cultural, y en particular el de la produccin de conocimientos, ms all de unaconsideracin que lo reduzca a mero problema de importacin pero ms all tambin de sureduccin a mera reproduccin. Las races de la dependencia cultural estn en la propia historiay no afuera, se halla en esa "cultura del silencio y de la sumisin" que los trabajos de P. Freire,de D. Ribeiro y de F. Fann nos han permitido empezar a comprender2, esto es en lainteriorizacin del colonialismo y su objetivacin en las relaciones sociales. Es esa mismaconciencia la que ha posibilitado desenmascarar lo que las "necesidades" tecnolgicas decomunicacin significan, ms all de su aspecto econmico, como rearticulacin, deformacin-

    imposicin de una socialidad que sintonice y funcione con los requerimientos del desarrollo. Elprestigio y la validez de la teora oficialse insertan ah, beneficindose de la hipoteca que lastra alpensamiento latinoamericano y racionalizando la dominacin cultural, esto es convirtiendo elpasado, la "historia", en razn total de ser para el presente y el futuro.

    De esa mistificacin se despega lenta, difcilmente, reescribiendo la historia general y las historiasregionales de la filosofa3, de las ciencias sociales4, mostrando cmo la falta de un pensamientocrtico y la fcil deriva hacia el dogmatismo se corresponden: "El mtodo aparece como unrecetario artificial y abstracto acerca de las formas del conocimiento social y los resultados de suaplicacin como una dogmtica. El liberalismo lleg a Amrica Latina como una dogmtica como un elenco de valores intocables pero el marxismo tambin. As se configur el fenmenode la transformacin de un pensamiento crtico en una escolstica de izquierda"5. La

    dependencia no estriba entonces en la asuncin de la teora como creen an los defensores de unnacionalismo trasnochado. Lo dependiente es la concepcin misma de la ciencia, del trabajocientfico, y de su funcin en la sociedad. Y an ms la dependencia trabaja en la interiorizacinde la divisin social del trabajo a nivel internacional segn la cual estos pases no pueden permitirseel lujo de hacer ciencia, con aplicar la que hacen los otros estn cumpliendo su papel en lahistoria. La "fuga de cerebros" no es explicable por el solo factor de una mejor remuneracineconmica o las mejores posibilidades en laboratorios, investigacin, etc., es necesario incluir lafascinacin que ejerce lo cientfico, la creencia en la ciencia como "valor universal", comodesinteresado servicio a la humanidad por encima de cualquier diferencia o conflicto histrico.

    2 P. Freir, La pedagoga del oprimido, Montevideo, 1970; D. Ribeiro, Configuraciones histrico-culturales de lospueblos americanos. La Habana 1971; F. Fann,Los condenados de la tierra, Mxico, 1965.3

    S. Bondy, Existe una filosofa de nuestra Amrica? Mxico, 1970.4 E. Veron, Conducta, estructura y comunicacin, en especial los capitules: "Ideologa y sociologa" y "Lasideologas estn entre nosotros", Buenos Aires, 1965.5 Garca, "Puede existir una ciencia social latinoamericana?", enRev. ChasquiNo. 1, p. 34.

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    Atadas por sus privilegios y encandiladas por la mitologa de lo cientfico las lites de poderlatinoamericanas no han tenido el menor inconveniente en renunciar a producir la ciencia y latecnologa que sus pases necesitaban favoreciendo incluso el xodo de los cientficos hacia lasverdaderas "patrias de la ciencia".

    En pocos campos del saber la fascinacin de lo cientfico es tan viva como en el de la

    comunicacin. Y es mucho lo que tiene que ver con ello la incomprensin y la violencia de losataques con que fue recibida la crtica. Al rehusar conformarse con aprehender lacomunicacin como un mero objeto de observacin y al proyectarla en el movimiento de unproceso, el investigador enjuicia la posicin que la burguesa le asigna a la prctica cientfica, ypor ende impugna su propio estatus"6. Porque la proyeccin en el proceso desmantela la purezade lo terico dejando al descubierto el proyecto poltico-econmico que la teora racionalizaparadjicamente naturalizndolo y universalizn-dolo. Lo que los crticos latinoamericanosempezaron a sealar era algo que los empresarios saban de sobra pero que la teora, su "efectode cientificidad", vena a borrar y escamotear: el origen poltico y hasta comercial de lascategoras y de los objetos de ese saber. El desarrollo tanto tecnolgico como "lingstico" delos mass-media, que se inicia en los Estados Unidos al concluir la primera guerra mundial, estdirectamente vinculado a la necesidad que tiene el gobierno de homogenizar las masas en torno al

    consenso que implicaba el proceso blico. La posterior decepcin de esas masas al tenerconocimiento de las manipulaciones de que haban sido objeto no rest la menor fuerza a lacuriosidad y la fascinacin de que se haban cargado los Medios. Y al deseo de los polticos porconocer la influencia que sobre la poblacin haban tenido sus campaas mass-mediatizadas seincorpor el de los industriales y comerciantes por incrementar la eficacia de la publicidad. Elmedio y el discurso son el mismo se trate de los candidatos de turno, de fabricantes deautomviles, de planificadores de la defensa o del comercio exterior. La "ciencia" de lascomunicaciones nace controlada y orientada a perfeccionar y perpetuar "el estilonorteamericano de democracia". Los posibles efectos negativos de los Medios como la"degradacin de la cultura" no son ms que disfunciones que el propio sistema se encargar defuncionalizar.

    Qu tipo de sociedad alberg los primeros experimentos cientficos sobre la comunicacinmasiva?, se pregunta L. R. Beltran, y responde: "Se trataba de una sociedad infeliz, agobiadapor la pobreza, los conflictos sociales y la inestabilidad? En absoluto, se trataba de unasociedad prspera, feliz. Una sociedad en que la individualidad predominaba sobre lo colectivo,la competencia era ms determinante que la cooperacin y la eficacia econmica y la sabiduratecnolgica tenan ms importancia que el desenvolvimiento cultural y la justicia social. Era unasociedad a punto de convertirse en el imperio econmico 'ms poderoso e influyente delmundo"7. La impronta de la teora sociolgica matriz sobre los mtodos de investigacin hasido lcidamente descrita por Mattelart en sus crticas a la "Communication Research"8:desplazamiento del centro de gravedad de la problemtica del Medio de comunicacin a lapsicologa de los receptores, reduccin del criterio de pertenencia de lo investigable al contenidomanifiesto de los mensajes nico contenido detectable empricamente y analizable

    estadsticamente fragmentacin por tanto del mensaje en unidades cuya nica relacinproviene de la sumatoria.

    Pero si el mtodo recorta as las posibilidades de lo investigable las tcnicas de encuesta para lamedicin de los efectos no son sino la contracara de los anlisis de contenido es porque la teoraque lo engendra y alimenta, el empirismo sociolgico, responde perfectamente a una concepcinde la objetividad cientfica como neutralizacin de la operacin de conocimiento, y a un objetivofctico: el mantenimiento del statu quo exigido por los requerimientos del mercado. Es en laarticulacin de esos dos "obstculos" que se encuentra el sustrato epistemolgico del mtodo ysu carcter teraputico: "El hecho de que el sistema salga virgen de dudas pone su marca alconjunto de las tcnicas empleadas, las cuales se convierten as en instrumentos de ajuste del sistema,y quedan destinadas a suprimir los puntos crticos que ponen en peligro el equilibrio social"9.6

    A. Mattelart,La comunicacin masiva en el proceso de liberacin, p. 23.7 L. R. Beltran,Premisas, objetos y mtodos forneos en la investigacin sobre comunicacin en Latinoamrica,p. 9.8 Mattelart,Medios de comunicacin: mito burgus vs. lucha de clases,pp. 37-82.9Ibdem. p. 52.

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    La conclusin tena que ser radical: cambiar de perspectiva exige no slo cambiar de mtodo, yaque una aproximacin crtica al fenmeno de la comunicacin masiva no puede ahorrarse elcuestionamiento de la matriz epistemolgico-terica de esa "ciencia". Lo metodolgico no esautnomo, su coherencia lgica es parte del proyecto terico, de una particular concepcin del objeto apartir de la cual ciertos problemas son formidables y abordables y otros no.

    La coartada del cientifismo consiste precisamente en proporcionar al investigador la oportunidadilusoria de sentirse presente en el proceso social pero sin necesidad de tomar posicin, sin asumiropcin alguna. Frente a esa ilusin, que sin duda puede funcionar psicolgicamente pero que larealidad social tira por tierra, la ruptura terica implica exigencias concretas a nivel del proyectopoltico que gua la investigacin como proyecto general de transformacin de la realidadinvesigable. Y eso tiene incidencia sobre los mtodos y sobre los objetos. Pero no es sobre losobjetos y los mtodos que se opta directa, inmediatamente, sino sobre el proyecto histrico que losmediatiza y dota de sentido y de eficacia. Sin caer en la trampa contraria, la de un politicismoreductor que intenta suplantar el trabajo terico con agitacin poltica. La propuesta crtica consisteen asumir que "slo es 'cientfico', elaborador de una verdad, un mtodo que surja de una situacinhistrico-poltica determinada y que verifique sus conclusiones en una prctica social acorde con lasproposiciones histrico-polticas en las que se pretende inscribirlas"10.

    2. Claves tericas en el proceso de apropiacin

    "El rasgo que debe diferenciar el enfoque de la comunicacin de lasperspect ivas or ig inadas en los pa ses centra les es la concepcintotalizadora del proceso comunicacional. En otras palabras, se trata de concebirla comunicacin en todos sus niveles de funcionamiento como un aspecto delproceso productivo general de la sociedad".

    CIESPAL, documento de la reunin de Costa Rica .

    El empirismo sociolgico fragmenta lo social. Y cada fragmento se autonomiza, se autoregula,tiene dinmica y eficacia propias. Esa fragmentacin, por una parte, fundamenta la creencia en la

    todopoderosa influencia de los fenmenos de comunicacin por fuera de la diferencia de contextossociales en que se produzcan, y por otra posibilita esa pseudo historia de los Medios en la que lastcnicas seran el determinante ltimo de los procesos sociales. El espiritualismo culturalista y elpragmatismo tecnolgico se complementan. Para el culturalismo "loshombres actan por lo quesaben" o sea que el fundamento ltimo de la accin humana est en la formacin que se posee.Aislables del proceso social global los procesos de produccin y consumo de informacin "tienenaspectos sociales". Lo social sera extrnseco.

    Slo que esa abstraccin es demasiado "concreta": la racionalizacin perfecta de los mecanismos queuna determinada forma de sociedad le impone a la comunicacin, racionalizacin de la forma decomunicacin dominante. Forma de comunicacin que corresponde a un modo de producircultura, a un modo de produccin de la vida toda. El esquema de Lasswell11: quindice qu

    por qu canala quincon qu efectos, (que no es tan original como suele creerse pues elesquema de ese esquema se encuentra ya en Aristteles a propsito de la comunicacin retrica)traduce bien a su pesar, a pesar de sus pretensiones de exhaustividad, la parcialidad absoluta de laperspectiva en que se enmarca, la del modelo de comunicacin que la realidad histrica que loalimenta nos impone como nico. Y en su mecanicista simplicidad, como escribe Beltran, nosdescribe la verticalidad y unidireccionalidad de la comunicacin imperante a travs de los mediosmasivos en los que el emisormanda a travs de un canal neutro sobre un receptormudo12.

    La mitificacin de la tecnologa es la otra cara del esquema, la que torna visible su origen. Desde ellalos fenmenos de comunicacin, reducidos a su componente tcnico, son tambin "abstrados",segregados del proceso socio-histrico. La crtica no le niega a McLuhan el valor de sus intuiciones ni

    10 H. Schmucler, "La investigacin sobre comunicacin masiva", en Comunicacin y CulturaNo. 4, p . 511

    L. Lasswell, The Estructure and Fundan of Communicationin Society, New York, 1948.12 Sobre la "perversin" que supone la reduccin de la comunicacin a transmisin unidireccional de informacin, verA. Pasquali: "Sobre algunas implicaciones dialcticas entre informacin y cultura de masas". Revista nacional decultura. Caracas, 1970.

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    el aporte que sus observaciones hacen sobre la especificidad de cada Medio 13. Pero aparte de queesa especificidad no es rescatable por aislamiento sino por su articulacin a los procesos socio-econmicos en que los Medios se producen, lo que la crtica rechaza radicalmente es la pretensin deerigir al componente tcnico en nico determinante histrico, "al trasponer el cambio tecnolgico aldominio social se hace una transposicin tan falsa y reaccionaria como la que hacan los darwnistassociales del siglo pasado al aplicar a la historia las leyes de la biologa"14.

    Lo que las dos "abstracciones" describen es la fetichizacin del fenmeno y del Medio que unasdeterminadas relaciones sociales producen. Versin actualizada de las "fuerzas natura les", al elevarde manera indiferenciada al rango de causalidad social al Medio lo que se borra es toda huella deestratificacin social y de conflicto. De ah que esa versin exija como correlatos sociolgicos losconceptos de "sociedad de masas", "opinin pblica", etc. Y en torno al fetiche se generar lamitologa capaz de alimentarlo y sostenerlo, toda una serie de modelos normativos de la cohesin y laestabilidad, una retrica del cambio que impida cualquier transformacin real, una participacinilusoria en los acontecimientos a travs de la mera informacin o del consumo de los objetospublicitados. Los socilogos funcionalistas constatan algo de esto. Pero ms all de los lamentos queesos socilogos profieren lo que la crtica desmonta es la incapacidad de esa teora para explicar losnexos que articulan la retrica y la mitologa massmeditica a la lgica del mercado y sta con la

    estructura global de produccin. Articulacin al "todo social" entendido no como entidad homogneay equilibrada -idealismo de la estructura parsoniana sino como proceso desgarrado porcontradicciones y conflictos de intereses antagnicos.

    Estructura mercantil de los medios

    Mattelart y Biedma desarrollan una reflexin que desglosa la riqueza del concepto de "formamercanca". Para Mattelart el punto de partida es el proceso de fetichizacin del medio decomunicacin en cuanto actuante, metamorfoseador de las relaciones sociales en cosas, en naturaleza.Con dos consecuencias fundamentales: ocultar el proceso de produccin, de elaboracin de losmensajes y dotar al Medio de una fuerza mgica que no es sino el valor que adquiere desde unarelacin social reificada y traspuesta a l. El proceso de comunicacin, en cuanto proceso de

    intercambio, prolonga y densifica el mecanismo productivo general "as la distancia entre emisor yreceptor es una mera reproduccin del espacio que media entre productor y consumidor"15. Y lapasividad asignada e interiorizada por parte del receptor no es sino un aspecto de la enajenacinsocial de la que participan los dos polos del proceso. El producto-mensaje que el receptor consumelleva ya inscrito en su acabamiento la "marca de fbrica", su carcter mercantil como huella y modeloa la vez del verticalismo y el autoritarismo general que rige las relaciones sociales. Esa marca es la quedetermina la forma misma de su recepcin. Marca que es un lenguaje represivo, coaccionador perono en forma explcita sino disimulada, lenguaje hipnotizante que est en la base del discurso ritual yautoritario con el que una clase encierra, claustra, recorta y controla el mundo como un orden, unalegitimidad inapelable. La expresin ms eficiente y clara es el lenguaje publicitario, ese lenguaje quetransforma sistemticamente las ideas y las cosas reducindolas a su forma mercantil al operativizartodo lo que toca desde el ngulo exacto de la posesin. Y ello a travs de un proceso de

    semantizacin en el que los juegos de las palabras, las hiprboles, los procedimientos de adjetivacin,inocentan el proceso pero sin poder ocultar del todo la "marca de fbrica", esa ideologa que seempea en zanjar semnticamente las diferencias sociales a la vez que las ensancha.

    El otro, el lenguaje de la noticia, el de la "objetividad" del acontecimiento no est menos con-formado por la forma mercanca. La forma-diario, al presentarse y ser consumida como el "reflejofiel de los acontecimientos" est trabajando en la misma lnea de lo publicitario. Todo el proceso deelaboracin, de seleccin, de fragmentacin es escamoteado por la forma en que est construido. Esaprimera lectura que la clase propietaria de los diarios y las agencias realiza sobre el acontecer es"olvidada", descartada. Y lo que el receptor lee es consumido como si esa lectura de clase qu es laescritura del diario no existiera. Pero el proceso real acta, penetra en las conductas de la otra clase enformas concretas d valores, de normas, de intereses. El ejemplo ms brutal es el de la crnica roja"

    13 M. McLuhan,La comprensin de los medios. Mxico, 1969.14 L. Acosta,Penetracin cultural del imperialismo en Amrica Latina. p. 46.15 A. Mattelart,.La comunicacin masiva en el proceso de liberacin,p. 74.

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    esa pgina social de la clase explotada" como certeramente la llama J. M. Martnez, y quepresentada como el espejo de la clase trabajadora convierte la opinin que la burguesa tiene deesa clase en la "opinin pblica", de toda la sociedad. Es as como la burguesa se apropia delacontecer diario y le da la forma de sus intereses" 16 no slo econmicos, sino ideolgicos. Losque convertidos en lenguaje oficial de la informacin controlan los intentos de ruptura, loscontenidos de la "prensa popular" al controlar tanto la forma de su produccin como la de sulectura. Es ah, y no en el mero control de la propiedad econmica de los Medios, que la"libertad de prensa" revela su falacia radical. Biedma ha visto claro: si el lenguaje mismo de la prensaes parte del dominio ideolgico de la burguesa la prensa popular no puede usar la lenguaestablecida, sus palabras le escapan de su control".

    Si la burguesa ha llegado a imponer su lenguaje como el lenguaje de los medios no ha sido porarte de magia sino por otro "arte", el del control de la propiedad, el del monopolio econmico de losMedios. Desde el momento de su nacimiento ha tenido una conciencia muy clara del papel que losMedios iban a jugar, "que la fusin de la fuerza econmica y del control de informacin,fabricacin de imgenes, formacin de la opinin pblica, llmese .como se quiera, llegara a ser lanueva quintaesencia del poder nacional e internacional"17, que los Medios iban a posibilitar nuevas ysofisticadas, ms penetrantes formas de coloniaje a travs de las cuales la dominacin dejara de ser

    sufrida como una opresin para ser recibida como una alianza que convierte al dominador enlibertador. Ahora todo ser en la libertad: de palabra, de empresa, de comercio. Como muestraSchiller, las declaraciones de los presidentes norteamericanos de la post-guerra sobre la libertad depalabra y de opinin terminan siempre en declaraciones sobre la libertad de empresa y de circulacinde las mercancas. La libertad de las comunicaciones se tradujo as en un "paso de gigante" en laliberacin y expansin de los mercados norteamericanos.

    Es la existencia y el desarrollo de la economa misma de mercado, y sobre todo de lanorteamericana, la que est en juego en el proceso de expansin y comercializacin de los Medioscomo lo demuestran los estudios sobre la importancia financiera de las comunicaciones masivas en lareconversin de la industria de guerra y sobre la expansin de la publicidad18. Y es esa presin de laindustria y del comercio la que se "objetiva" en las formas y contenidos de los mensajes. Renunciar aanexionar no es renunciar a controlar. Amrica Latina comienza a conocer el espesor del control noslo ideolgico sino econmico que los grandes medios representan. Los datos aportados porKaplum sobre radio y TV19, por Schenkel sobre la concentracin de la propiedad de los Medios enArgentina, Chile, Colombia, .Mxico y Per20y por Mattelart sobre los satlites educativos21hablanmejor que cualquier otra lectura sobre la trama y el poder mercantil de los medios masivos.

    Trama ideolgica de los mensajes

    El carcter estructural de los procesos de comunicacin masiva y el entramado mercantil de losmedios van a encontrar en la problemtica de lo ideolgico un campo estratgico de convergenciapara el anlisis. Y no hay pretensin en afirmar que esa problemtica va a recibir de la crticalatinoamericana uno de los desarrollos ms sagaces tanto a nivel de su configuracin terica como ensus posibilidades de aplicacin a la investigacin de problemas particulares.

    En el ao 1967 se realiz en Buenos Aires un simposio sobre "teora de la comunicacin y modeloslingsticos en ciencias sociales" coordinado por E. Veron y en el que ese autor present un texto queconstituye el punto de partida de la nueva perspectiva. En ese texto, a la vez terico y prctico, puestoque ofrece la aplicacin del modelo elaborado al anlisis del discurso de prensa, Veron recoge yexplcita una serie de propuestas que en forma menos elaborada aparecen ya en una compilacinde textos publicada con el ttulo Conducta, estructura y comunicacin22. Desde esos primeros

    16 P. Biedma, Comunicacin de masas y revolucin socialista, p. 226.17 H. I. Schiller, Comunicacin de masas e imperialismo yanqui, p. 11.18 A Mattelart, "Hacia la financiacin de los aparatos ideolgicos del 'Estado multinacional", en Comunicacin ycultura.No. 4, pp. 73-117.19 M. Kaplum, Radio. TV y cultura en Amrica Latina. Quito, 1975.20

    P. Schenkei, "La estructura de poder de los medios de comunicacin en cinco pases latinoamericanos" enComunicacin y cambio social, pp. 13-56.21 Mattelart, Agresin desde el espacio, Buenos Aires, 1973.22 E. Veron, "Ideologa y comunicacin de masas", enLenguaje y comunicacin,pp. 133-190.

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    textos lo que se configura es la posibilidad de sacar la problemtica ideolgica del marco clsicode la sociologa del conocimiento que identificaba lo ideolgico con las representaciones y portanto con la problemtica de la conciencia y de los sujetos para inscribirla en el espacio de lacomunicacin a travs del concepto designificacin como dimensin de los hechos sociales. Es todoel campo de la superestructura el que necesita ser repensado a la luz de los nuevos procesoshistricos que la comunicacin masiva configura as como de la ruptura que la lingsticaestructural opera en el espacio de las ciencias sociales. Lo que en ltimas es necesario abandonares una concepcin mecanicista de lo social que reduce la superestructura a puro reflejo de la baseeconmica, y una concepcin idealista por ms materialista que se proclame que subjetiviza elproceso ideolgico en trminos de contenidos de conciencia.

    Segn la nueva perspectiva, lo ideolgico trabaja en el mbito de los procesos y sistemas decodificacin de la realidad y esos sistemas de codificacin "no son meras excrecencias de lascondiciones materiales sino todo lo contrario: constituyen una dimensin central de lascondiciones materiales mismas, puesto que determinan la significacin de las conductas sociales ylas condiciones materiales no son otra cosa que relaciones sociales"23. Frente a una tradicinpertinaz, en la que el positivismo se da la mano con una extendida vulgarizacin del marxismo,Veron sostiene que la significacin no es nada subjetivo y que la distincin

    infraestructura/superestructura ni coincide ni corresponde con la oposicin objetivo/subjetivo.Mattelart por su parte desenmascara esa misma tradicin que como un obstculo impide la justavaloracin de la problemtica de la comunicacin por parte de ciertos sectores de izquierda a losque la herencia mecanicista de un "marxismo ventrlocuo" incapacita para comprender el lugarcapital que lo ideolgico ocupa en un proceso revolucionario: "quiz sea en esta separacincapciosa entre poder material y poder ideolgico, infraestructura y factores superestructurales,donde radica la piedra de toque de las polmicas que no han dejado y no dejarn de presentarse apropsito de nuestro enfoque sobre el lugar que ocupa la comunicacin de masa en la lucha declases"24.

    La ideologa trabaja en el terreno de lo inintencional, es decir no consciente ni voluntario. El modelosociologista es tan insuficiente como el psicologista para dar cuenta del funcionamiento de losfenmenos ideolgicos. Ni pura manifestacin de intereses de grupo ni manifestacin de tensiones ofrustraciones de la personalidad. Veron: "La ideologa es el modo natural de existencia de ladimensin significativa de los sistemas de relaciones sociales"25. Mattelart: "se trata de un estado quelos individuos viven como una naturaleza social y que se impone a ellos por un modo de produccinque impregna todas las relaciones sociales"26.

    Si el modo de produccin en cuanto sistema de relaciones sociales es lo que determina la forma deoperar de lo ideolgico, lo que el anlisis persigue entonces es su principio organizativo, suorganizacin estructural. Y ese principio organizador o esa estructura es precisamente lo que noaparece, lo que no es manifiesto, lo que no es accesible ni a la conciencia de los individuos ni a lastcnicas del anlisis de contenido. Esa estructura se ubica a otro nivel: "latente", "segundo","connotativo". A ese nivel cualquier mensaje, cualquier discurso, cualquier texto est trabajadopor lo ideolgico y es susceptible por tanto de una lectura ideolgica, lo mismo el discurso poltico

    que la revista de modas, el noticiero de TV que el texto cientfico. Lo ideolgico deja de ser unadjetivo atribuible a cierto tipo de discursos atribucin que automticamente negativizaba ese tipode discursos peyorizndolos por relacin a los cientficos segn la vieja dicotoma positivistaremozada por Althusser para ser definido como un nivel de organizacin de lo semntico, un "nivelde significacin" presente en cualquier tipo de discurso, y cuyo modo de operares el de losmecanismos de seleccin y combinacin que la lingstica estructural ha descubierto como las dosoperaciones que dan lugar a los dos tipos bsicos de relacin a travs de los cuales se realiza lasignificacin. El modo de operar da la clave para el nuevo modo de anlisis: lo que se buscar ya nosern las "categoras" clasificatorias de palabras y las cantidades representativas sino las reglassemnticas que rigen la organizacin latente de los mensajes, o mejor las reglas semnticas a partir delas cuales se generan las proposiciones, los mensajes.23

    E. Veron, Conducta, estructura y comunicacin, p. 270.24 A. Mattelart,La comunicacin masiva en el proceso de liberacin, p. 12.25 E. Veron,Ibdem, p. 271.26 A. Mattelart,Ibdem,p. 35.

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    Ahora bien, si cualquier tipo de mensaje es susceptible de una lectura ideolgica, la especificidad y laeficacia de esa lectura depende por entero de su capacidad de vincular las estructuras designificacin descubiertas con "los procesos de conflicto a nivel de la sociedad global" (Veron).Este ser sin duda el punto ms crtico del mtodo. Y no porque tericamente no sea claro, o porquesea discutido en s mismo. Su problematicidad proviene, por una parte, de la articulacin de esteconcepto de ideologa con la propuesta de Marx sobre la dominacin de clase en lo ideolgico.Punto que en su forma ms fecunda, para el momento y aunque no exenta de dificultades, fueplanteado por Mattelart enLa ideologa de la dominacin en una sociedad dependiente y cuyo resumenpodra ser el siguiente: investigar la red semntica, la estructura significante en el plano ideolgico, esinvestigar el principio de organizacin a partir del cual una clase construye su discurso y a travs delcual convierte en proyecto comn su proyecto particular, enmascarando su dominacin aldesvincular ese proyecto de las relaciones sociales de produccin que lo sustentan 27. Por otra parte laproblematicidad del mtodo reside en la tentacin, en el peligro formalista que subyace al anlisisestructural, en su tendencia a encerrar los textos y a hacer del principio de "inmanencia" no unmomento tctico del proceso de investigacin sino su clave, con la consiguiente dificultad paraestablecer las relaciones del texto con su "contexto" histrico-social, con lo que la huida delempirismo resultara en una nueva forma de idealismo.

    Es ese punto el que va a convertir al anlisis estructural en foco de una polmica marxismo vs.estructuralismo cuyas caractersticas en Amrica Latina van a ser muy especiales dada laincidencia directa que las luchas polticas, la presin de los acontecimientos y la urgencia depropuestas prcticas van a tener sobre el campo terico empujndolo hacia las dogmatizaciones,las vulgarizaciones y los oportunismos. Lo que s es indudable es que la convergencia del anlisisestructural con el anlisis que sobre la dependencia se estaba realizando en Amrica Latinaposibilit no slo un tipo de denuncia nuevo sino que abri el campo de las comunicacionesmasivas a un nuevo tipo de investigacin28. Y a travs de esas investigaciones, en muchos casosinconclusas, "cargadas", deficientes, se fue haciendo inteligible, concreta e impugnable la complejared de la dominacin cultural. No slo el trasvase de los modelos, la imposicin de los valoresy las pautas de vida sino la deformacin radical a que es ; sometida la existencia social de estospueblos. Y se empez a sospechar de los "beneficios" y la democratizacin que las comunicaciones

    masivas aportan. Y se empez a enfrentar el proyecto poltico que sustenta al desarrollo tecnolgicosea a nivel rural o educativo. Y hasta hubo gobiernos que declararon persona no grata al PatoDonald y decretaron movilizacin general contra la invasin por satlite.

    3. Produccin terica y produccin de sentido"Si no se retiene sino el momento material, es decir el simple cambio de lamercanca por el oro se deja escapar lo que haba que ver, es decir, lo que seproduce con la forma. Es necesario considerar el proceso entero del lado de laforma, del cambio-de forma que mediatiza el cambio material en la sociedad".

    Marx

    "No es posible comparar el trabajo del sueo y el pensamiento de la vigilia. El trabajodel sueo no piensa ni calcula, en forma general lo que hace es transformar".

    Freud

    En la construccin de una teora crtica de los procesos de comunicacin la semiologa hacomenzado a jugar un papel clave entre los investigadores latinoamericanos. Pero los facilismos ylos slogans amenazan ya con convertir la propuesta semiolgica en una nueva dogmtica que permitaescapar hacia los textos huyendo de la historia, cuando de lo que se trata es de la travesa por aquel"repensado" que constituye el sentido de la produccin tanto en la produccin del sentido como delsinsentido.

    27 A. Mattelart.La ideologa de la dominacin en una sociedad dependientepp 44-54.28

    El ms completo trabajo de organizacin bibliogrfica sobre el cambio de perspectiva en la investigacin decomunicacin masiva se halla en el ya citado texto de L. R. Beltran:La investigacin en comunicacin en Latinoamrica:indagacin con anteojeras? Ver tambin la bibliografa recogida en el No. 1 de la revista LENGUAJES, Buenos Aires,1974.

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    Las trampas de la sospecha

    Hace tiempo la sospecha inici su trabajo. Freud mina la conciencia, Nietzsche la voluntad yMarx la "realidad", la historia. La sospecha sigui hasta invadir los signos, hasta que sea el discursosobre el discurso el sospechado. Se acab la inocencia: el ojo no ve lo que cree ver, el lenguaje nodice lo que dice, el sujeto no es ms que diferencia lograda con objetos, y el objeto ya no es lo que

    est ah sin ms, porque lo que es, es menos que lo que significa y el significar... Todo empez sinembargo ms atrs, cuando el saber y el celebrar se separaron. Cuando se rompi el uno yunas cosas empezaron a representar a otras, y unos hombres a vivir de los otros. Estamosrecogiendo lo sembrado: la paradoja del progreso-fracaso de un pensar que idiotiza porque enlugar de hacer verdad falsea, la paradoja de lo claro-oscuro. Nuestra poca es el fin de laevidencia, o del disfraz que da seguridad. El fin de la imposible humanidad que soara Occidentetantos siglos. El fin del logos griego y la reparticin burguesa de las ciencias que all naca yde todas las bien ordenadas, claras y distintas reparticiones: hasta aqu la poltica, all la economa,ms ac el arte, detrs la tica, esto es filosofa, esto otro ciencia, la materia es distinta de la forma,la prctica nada tiene que ver con la teora, esto es la tierra, aquello el cielo, estos los buenos y losotros los malos. Vivimos o asistimos al nacimiento, o mejor a la fundacin, de una nuevaepisteme, o en todo caso a la disolucin de la vieja. La sospecha ha cumplido.

    El problema es que todo esto lo leemos, lo hemos ledo, lo seguimos leyendo. Es la sospechaescrita-leda. Escrita por unos y leda por otros. De todas formas, el crculo: la sospecha que minalos signos trabaja desde ellos, contra ellos y con ellos. Las palabras-sospecha siguen siendopalabras. Y existe un terrorismo de las palabras, incluidas las palabras-sospecha. Resultado: elretorno de las dicotomas, el retorno de la evidencia. La sospecha que en lugar de fecundar esteriliza,que en lugar de producir, consume. Portadoras de la nueva verdad, salvadoras, las nuevas palabrasse cargan con la magia del fetiche. Mxime cuando esas palabras han nacido y crecido bien lejos,cuando no se han vivido los dolores de su generacin y nos llegan ya hechas, todas limpias y brillantes,tantas veces ya muertas. Los cadveres han sido uno de los ms grandes fetiches de la historia.

    Que nadie se confunda. No estamos convocando a ningn trasnochado nacionalismo, a ningunanostalgia ni purismo. Estamos sospechando de las modas y los slogans. Estamos sospechando de las de

    las modas y los slogans. Porque nada hay ms contrario a la ciencia ni ms parecido que laspalabras haciendo las veces de conceptos, los slogans supliendo al difcil y largo proceso de conocer. Niestamos oponiendo el leer al escribir. Estamos intentando plantear un problema, el de una lectura-escritura consumo, y la necesidad de una lectura-escritura produccin. Es el problema de unauniversidad-mercado, es la necesidad de una universidad-fbrica. Las palabras pueden chocar, noimporta. Lo importante es el problema y la necesidad que encierra.

    Romper con la lectura o escritura-consumo es romper con la ilusin de la inmediatez, de latransparencia, y con una concepcin de las teoras en cuanto objetos mgicos. En la construccinde esas rupturas est empeada actualmente la semiologa. Porque ms ac y ms all del espacioterico que la semiologa inaugura las prcticas significantes est el debate que su irrupcinplantea a las ciencias sociales. El proceso de articulacin de los modelos lingstico, econmico,psicoanaltico- que est en la base de su propia constitucin en cuanto ciencia, slo es posible apartir de una crtica, de un auto-anlisis de los modelos mismos. Porque no se trata de buscaranalogas entre lo" lingstico y lo econmico, entre lo econmico y lo sicoanaltico. Las analogasabundan, son demasiado fciles. Porque en ltimas todo queda igual: las relaciones sonpuramente externas. Desde una perspectiva de compartimientos estancos slo queda la amalgamay el mecanicismo causalista. De ah que la constitucin de la semiologa aparezca como amenaza ano pocas seguridades y certezas. Su trabajo sobre el signo, o mejor sobre el trabajo de lossignos, es de plena crtica radical de la mercantilizacin de las teoras, de los discursos cientficos ensu pretendida auto-validez.

    Plantear la pluralidad de niveles que, como pluralidad de formas de trabajo significante, laborancualquier tipo de texto es romper a la vez el espejismo de la referencia inmediata y unvoca a la"realidad" empirismo y la ilusin de revelar la oculta totalidad de sentido que el discurso realiza

    idealismo. El alcance epistemolgico de la semiologa apenas comienza a ser comprendido.Porque desde una concepcin dogmatizante de lo cientfico es imposible aceptar esa irrupcin que

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    pone en tela de juicio tanto la propiedad privada que ejerce cada ciencia sobre su objeto terico como lacoherencia puramente lgica que auto-valida el discurso.

    Todo trasvase de conceptos adems del peligro de extrapolacin corre el riesgo de arreglar la realidad.El riesgo lo ha corrido la semiologa en lo que se ha llamado su primera fundacin a partir de unmodelo lingstico dominante y acrtico. Pero a tiempo se cay en cuenta. Y paradjicamente es en

    el momento en que se rompe con el fcil "todo es lenguaje" que un antisemioticismo larvado odeclarado comienza a funcionar. Porque habr que repetirlo una cosa es trabajar con analogasy otra muy distinta es desfondar la pretensin terica poniendo al descubierto el trabajo ideolgicoque penetra los textos, cualquier clase de textos, controlndolos.

    Plantear la lectura como actividad, como trabajo, como proceso de produccin significante slo esposible si las diversas "escrituras", sean cientficas, literarias o artsticas, son asumidas en su hacerse,en su transformarse permanente. La fetichizacin de lo terico no es sino un ejemplo de esa negacinal proceso, de esa ocultacin de las condiciones de produccin, o de esa afirmacin de "lo que son lascosas" que tiene su raz en el positivismo ms vulgar. Desde ese cielo de los "valores" que simulancambiar para que todo siga igual es desde el que nos llueven las palabras-tab con su aptitud pararesolver los problemas sin plantearlos, con su carga de pereza mental disimulada malamente tras unaretrica que nada produce por ms moderna o radical que suene. La semiologa tambin ha secretado

    su retrica, y son justas muchas reticencias en la medida en que sospechan de la moda. Pero lo queen ltimas causa tanto alarido y tanta confusin es otra cosa; es el intento de trabajo terico, laproduccin terica que la semiologa exige. Y no ser por eso que la semiologa exaspera? Oser que las teoras son plantas que slo crecen en las metrpolis y que nuestra tarea segn ladivisin internacional del trabajo es aplicarlas?

    La desterritorializacin y sus escndalos

    Lo que ms exaspera a las "mentes claras" es dicen ese revolverle economa a la lingstica opsicoanlisis a la economa.

    Chocan expresiones como "economa del deseo", "produccin deseante", "productividad del texto","lenguaje de la mercanca", "semntica del deseo", "terrorismo del cdigo". Habiendo hecho la

    crtica al uso consumista de esas expresiones intentemos calar en su rechazo.La semiologa no se agota en la vigilancia epistemolgica, e inaugura un espacio de conocimientoque ms que un objeto nuevo es un viejo objeto problematizado en su evidencia o en los aspectossobre los que la evidencia sigue trabajndolo. No es la semiologa la que ha operado la universalsemantizacin de nuestra sociedad ni la que viene a revolver unas cosas con otras. Antes de serproblema terico, el trabajo de los signos es un problema "social"; es en la realidad, que laeconoma, el deseo y el lenguaje estn revueltos. Lo que s hace la semiologa es abatir fronteras parahacer posible la emergencia de una problemtica que, o ha sido slo rozada, o no haba sidoaprehendida en su especificidad: la produccin significante abordada hasta hace muy poco de unamanera mstica o crasamente emprica. La irrupcin de esa problemtica en el campo terico va aafectar a todas las ciencias que de cerca o de lejos tienen que ver con el proceso de la produccin y el

    intercambio de signos, es decir, a las ciencias sociales en su conjunto. La respuesta espontnea ocalculada de esas ciencias ha sido la normal, erigir sus fronteras y defender su feudo, e intentar alargarsus soluciones para darle cobijo al intruso. Sin caer en cuenta, o sin querer admitir, que son suspropios presupuestos los que quedan afectados por la nueva problemtica. Problemtica que,repetimos, no ha inventado la semiologa pero cuya emergencia a nivel terico intenta hacer posible.

    Pero son demasiados fetiches a enfrentar, desde la privatizacin del inconsciente o la reduccinfuncionalista del Edipo en psicoanlisis a la pseudo-dialctica con que es trabajada la metforainfraestructura-superestructura en tanto discurso "marxista".

    Las ciencias sociales tienen poca experiencia de crisis. Su desarrollo pese a la permanente polmicaentre positivismo y dialctica- no ha conocido los sobresaltos que han conocido las ciencias"naturales" ante las problemticas de la relatividad o la indeterminacin. Las ciencias sociales apenassalen de su debate con las ciencias naturales por el derecho a llamarse ciencias, de su complejo deinferioridad. De ah en gran parte la defensa a ultranza de lo logrado por cada una. Perodemasiado cercanas, demasiado "comprometidas" con los cambios que trabajan a su objeto, su

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    validez depende de su capacidad de no dejarse rebasar por la "realidad". Y es esa realidad, la historia,la que mueve el terreno y replantea el estatuto y la territorializacin de los objetos.

    Esa desterritorializacin est afectando al estatuto mismo de la cientificidad con que desde hacetiempo se viene trabajando. La cientificidad ya no puede ser concebida como una caractersticainmanente a un tipo de discurso o de texto, sino como una relacin entre texto y contexto, entre el

    discurso llamado cientfico y sus condiciones sociales de produccin y recepcin. Definitivamente lacientificidad no es una propiedad de las frmulas. Y si la semiologa incomoda no es por abrirsecampo como una ciencia ms, al lado de las otras, sino por esa subversin que introducenexpresiones como las anotadas al comienzo del pargrafo, por el trabajo de desestructuracin yrearticulacin que marcan. Porque lo que se inaugura ms que una nueva ciencia es una forma nuevade trabajo, ms que un nombre o un adjetivo es un adverbio: trabajar "semiolgicamente" objetostradicionalmente adscritos a la sociologa, a la antropologa, a la economa, al psicoanlisis o a laarquitectura. No es el "objeto" en el sentido clsico lo que definir el mtodo sino una problemticaexplicable, asible, investigable desde un mtodo entendido no como un recetario de tcnicas sinocomo una forma compleja epistemolgica, lgica y semntica de apropiacin de esa parcela derealidad.

    Quiz el antecedente que nos hace comprensible la subversin terica que estamos planteando sea la

    "matesis universalis"con que Galileo inaugura la perspectiva renacentista de la ciencia. Lo que seabre paso en el Renacimiento no es tanto una ciencia nueva la fsica sino una nueva forma deentender lo cientfico: trabajar "matemticamente" los fenmenos. De ah que respetandotodas las diferencias nos atrevemos a prolongar la frmula galileana: si la naturaleza est "escrita"matemticamente, la sociedad, la historia lo estn semiticamente. La frmula tiene sentido si larelacin naturaleza-historia es leda desde una perspectiva dialctica, desde la que la oposicin cienciasnaturales/ciencias sociales queda sin piso. Porque la naturaleza es ya historia y la matemtica no essino un modo de trabajar los signos, una de las prcticas significantes.

    Comunicacin y significacin

    Uno de los territorios que ms directamente se ha visto afectado por la emergencia de la nueva

    problemtica es el del estudio de los procesos masivos de comunicacin. Hasta hace poco las recetasestaban claras de parte y parte. Del lado positivista, reduccin de los procesos de comunicacin asu dimensin pragmtico-tcnica: neutralidad ideolgica, causalidad terica, efectos socialesfatalmente benficos, esto es, expanden "la cultura" llevando sus "beneficios" hasta los grupos msmarginados de la sociedad, incitan a la participacin, democratizan aceleradamente la sociedad. Dellado "marxista", reduccin a la dimensin ideolgica-negativa: instrumentos de reproduccinideolgica de la clase dominante no son sino reflejo de la infraestructura econmica a la que sirvenfatalmente alienando a las masas. Con una aclaracin, y es que si los medios son lo que son y hacenlo que hacen es porque estn en manos de la clase dominante, pero cuando cambien de manosentonces s que estarn al servicio del pueblo. El problema es de uso.

    El funcionalismo-instrumentalista que atraviesa sosteniendo ambas posiciones comienza a ponerseen claro. Y lo que ese funcionalismo oculta, impide pensar, es precisamente el trabajo especfico quese produce en los procesos masivos de comunicacin, trabajo que tanto la nocin de "tcnica" comoesa nocin de "ideologa" escamotean. Porque en ambos los procesos son reducidos a los"instrumentos", a las herramientas (y tan herramienta es, desde esas posiciones, la tcnica como laideologa) y sus "efectos", y en ambos herramientas y efectos son inocentados fatalmente, ya sea atravs del idealismo positivista que escinde lo social en compartimientos incontaminados, o de unidealismo pseudo dialctico que sigue soando con el valor de uso soterrado bajo el valor decambio. En ltimas lo que no se quiere ver o se olvida es que lo "mercantil" no es algo que les pasea las cosas sino a las relaciones sociales, y que la "forma mercanca" de la comunicacin masiva, dondeella se inscribe, es en las condiciones mismas de produccin del todo social. Porque el valor decambio no es algo exterior, posterior, aadido al producto sino la forma misma de su produccin.Y entonces lo que pasa en la comunicacin masiva no es el simple reflejo funcional y fatal de lo que

    pasa en otra parte, esa otra parte como instancia separada y todo poderosa es una entidad tan metafsicacomo la idea platnica. Y de lo que se trata en los procesos llamados de comunicacin, deinformacin, culturales o como se quiera, es de la produccin histrica-social de la significacin y no

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    de una mera reproduccin. Significacin que posee una materialidad histrica concreta y unaforma no aadida, ni refleja, sino la que se produce desde una determinada racionalidad, la de lamercanca en nuestra sociedad que domina conformando tanto los objetos como los mensajesporque lo que codifica y domina son las relaciones sociales.

    Si la semiologa ha concentrado una gran parte de su trabajo en el campo de los procesos de

    comunicacin no es porque el tema est de moda sino porque la problemtica que en l emerge eshistricamente un espacio estratgico para pensar las contradicciones desde las que se produce yreproduce nuestra sociedad. Cierto que hay un idealismo del signo que reduce los procesos sociales ajuegos de estructura. Pero no es de eso que aqu se trata sino de la posibilidad de desmontar cualquierproceso de produccin. Y de lo que se trata en esa lgica es de las operaciones y los mecanismossociales a travs de los cuales se engendran las significaciones desde las que los grupos, las clases, lasformaciones sociales viven su experiencia histrica, tanto su trabajo como los lenguajes con que dancuenta de l.

    La problemtica que la semiologa hace emerger incomoda de lado y lado. Porque replantea losesquemas oficiales. Tanto el esquema laswelliano de la fuente-emisor-mensaje-receptor-destinatarioque en su "inocente" lineariedad nos quiere hacer creer que todos los actores del proceso estn a lamisma altura, en igualdad de condiciones, ocultando la dominacin que el emisor ejerce desde el

    cdigo como fuente de poder: "porque lo que es omitido en la estrechez de la moderna teora de lainformacin es que no puede hablarse de cdigo sin que este sea ya el cdigo del Otro; as que es deotra cosa de lo que se trata en el mensaje ya que es en l que el sujeto se constituye y entonces es delotro que el sujeto recibe el mensaje mismo que l emite" (Lacan). Como el esquema infraestructura-superestructura/produccin-reflejo que, convertido en dogma, moraliza los procesos idealizando los"sujetos colectivos" (tanto los dominantes como los dominados) a los que dota de una conciencia yuna voluntad a las que dcilmente respondern las herramientas que la "historia" pone en susmanos: "No pudiendo concebirlos como un nuevo potencial de fuerzas productivas, los medios, eldominio de los signos y la comunicacin, se convierte en un misterio social para la 'izquierda' que sedebate entre la fascinacin y el desprecio: (...) consecuencia del idealismo nostlgico de loinfraestructural y su alergia terica a todo lo que no es produccin 'material' y trabajo'productivo'" (Baudrillard).

    Es curioso que ambas posiciones coincidan en seguir defendiendo la palabra "informacin" comonombre para los procesos de comunicacin masiva. Y con la "informacin" es toda la mitologa de la"objetividad" con la que se estrellan. Y frente a la que la manida nocin de "manipulacin" no hacesino emborronar de psicologismo todo el problema. Pseudoconcepto de "manipulacin" en el quecuriosamente coinciden ambas posiciones. Porque slo si el lenguaje, cualquier lenguaje, hablado,escrito, audiovisual, es pensado como espacio de un trabajo social cuyas condiciones son ocultadaspor ciertas operaciones de ese mismo trabajo, slo entonces el mito estalla. Porque entonces no sonlas "subjetividades", las buenas o malas intenciones, las artimaas del emisor lo que queda aldescubierto sino la racionalidad codificante de un sistema que se objetiva, ese s, en formas yestructuras de significacin que conforman cualquier tipo de mensaje. Y si las informaciones alienanno es porque "engaen", no es porque "detrs" est el informador de pervertida conciencia que quiere

    engaar, sino porque las informaciones estn trabajadas por el mismo cdigo desde el que seproduce la publicidad de los misiles o los cosmticos. El sujeto no habita en la conciencia sino en ese"inconsciente" desde el que el cdigo trabaja tanto las necesidades que el mercado vocifera como losdeseos que pujan por desbordar, por estallar los mrgenes con que el cuerpo social controla,domestica, codifica la libido. La racionalidad es la misma.

    ***

    Retomemos la sospecha. Y retommosla en su punto crucial: la sospecha que mina las palabras.Nunca antes el lenguaje fue objeto de tanto estudio. Porque nunca antes fue tan socialmenteproblema. Normalmente el lenguaje se disuelve en la operacin misma a la que "sirve". Hablado o

    escrito el lenguaje se da como herramienta. Qu pas entonces para que se cargara de la densidadque hoy tiene? Por qu perdi su humilde carcter de herramienta? Porque nunca lo fue. Aldisolverse, al ocultarse, lo que el lenguaje oculta es su trabajo. Frente a los que repiten da a da que

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    la tcnica es neutra, que la tcnica es limpia, inocente, que lo malo es el uso..., la sospecha repite: latcnica trabaja y nos trabaja, la tcnica nos usa. He ah la razn prctica y terica por la que esimposible seguir estudiando el lenguaje corno puro medio de comunicacin y es necesarioinvestigarlo como trabajo clave de la produccin significante. He ah por qu plantebamos al inicioel problema del consumo de palabras, de la lectura-escritura consumo y un ejemplo de ese trabajarsemiolgicamente adscrito a la lingstica.

    Si la sospecha es crucial en este punto es porque estamos criticando al lenguaje con lenguaje. Porquetodo consumo es una forma de produccin y toda produccin una forma de consumo. Y esto no esjugar a la confusin, como pensarn las mentes claras, esto no es jugar "con" las palabras sinodescubrir cmo ellas juegan y sus contradicciones, desmitificarlas para impedir que se tornenabsolutas. Porque slo si en ellas labora un proceso de contradiccin permitirn hablar de las otrascontradicciones. El lenguaje no habita otro mundo que el nuestro y es de ese mundo impuro yconflictivo que estn hechas las palabras. Slo entonces ser posible comprender la pseudoproduccin de tantas producciones. Porque en las teoras pasa algo parecido a lo que sucede en esasfbricas que se limitan a ensamblar.

    Bucear en el estatuto de lo terico es ingrato y difcil. Irremediablemente se nos acusar deteoricistas. Tanto ms fcilmente cuando la tradicin es de pura aplicacin o de repeticin llana y

    simple. Pero exigirle a la Universidad produccin terica no puede hacerse sin poner en crisis elestatuto que lo cientfico posee en su interior. Habr que recordar lo escrito? La cientificidad no esuna propiedad de las frmulas o los textos sino una relacin con ese irreductible "exterior" que es losocial. Porque producir ciencia es producir conflictos, no hay ms que leer la historia. Extraafbrica!

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    II. De la transparencia del mensaje a laopacidad de los discursos

    Primero fue la operacin de desbroce y de sealamiento de un lugar estratgico para el anlisis social.

    Pero la misma necesidad de acotar, de deslindar el nuevo campo, de defender su especificidad, unidoa la precariedad terica y metodolgica los prstamos y las extrapolaciones llevaron en nopocos casos a pretender la comprensin de los procesos de comunicacin/significacin desdeaquella "autonoma de la lengua" que la operacin saussuriana le planteara a la lingstica comocondicin para convertirse en ciencia. Romper con esa ilusin inmanentista ha exigido comenzara explicitar las relaciones de articulacin del anlisis de los discursos con los otros dos nivelesbsicos del proceso social de la massmediacin. Esa articulacin reside, de una parte, en mirar lascondiciones sociales de produccin no como variables exteriores a los procesos de sentido sinocomo constitutivas de esos procesos. Y viceversa, no hay economa que escape a la dimensinsignificante. Desde esa perspectiva se hace superar tanto una concepcin instrumentalista para laque los medios en s mismos no tendran espesor ni materialidad histrica, como aquella idealistaconcepcin de los discursos para la que las luchas sociales acaban reducidas a luchas entre

    discursos. De otra parte, comienza a abrirse camino el estudio de una gramtica del consumo:los modos de ver como formas de lectura inserta en la textura misma del discurso. Los cuatrotextos que siguen dan cuenta, as sea de manera incipiente, de esa otra doble articulacin.

    1. Presupuestos a una teora crtica del discurso de la massmediacinEs necesario comenzar por aclarar de qu se trata. Y decir, en primer lugar, que no se trata deexplicar el acontecimiento por palabras ni de reducir la comunicacin a lenguaje. No se trata dereducir la historia al discurso, sino de leer el discurso, el discurso de los medios masivos en este caso,como acontecimiento. Ya que el discurso, como ha escrito Foucault, "no es simplemente aquelloque traduce las luchas o los sistemas de dominacin, sino aquello por lo que y por medio de lo cual selucha, aquel poder del que quiere uno aduearse". Quiz slo entonces podamos comenzar acomprender en profundidad, el proceso de dominacin que viene del monopolio de la palabra, lagestacin de esa "cultura del silencio" que ya Mart denunciaba en Nuestra Amrica. Esa mismacultura que Paulo Freir en su Pedagoga del oprimido articula explcitamente al discurso del Poder,"poder de los seores de la tierra, de los gobernadores de los capitanes, de los virreyes. Vivimosnuestro perodo colonial casi siempre impedidos de crecer, impedidos de hablar".

    Es esa misma cultura de la sumisin y del silencio la que transformada, con otras formas, continamoldeando la vida y dominando la existencia desde esos nuevos procesos de "comunicacin" en losque la palabra sigue estando de un lado y el silencio del otro, en los que, mejor que nunca, se halogrado hacernos sentir como liberacin lo que nos esclaviza. Sobre ese discurso que continaescamoteando la historia, haciendo aceptable la impostura y saqueando los sueos es sobre el quetrabaja lo que sigue. De eso se trata. Y la teora no es entonces ms que una herramienta para

    desmontar la estructura y el proceso en que se constituye ese discurso, para que deje de ser algoextrao, mgico, algo que no sabemos de donde viene o cmo acta. Para que comprendamos que sinos moldea y nos oprime es desde dentro, desde la complicidad que con l mantiene nuestro sistemacultural y nuestro imaginario; esa tupida red de mitos antiguos y modernos de la que estamoshechos, esa trama de imgenes desde la que trabajamos y deseamos. Porque es ella, esa red, esatrama, la materia prima de que est hecho el discurso de la massmediacin, la materia prima con queel Poder fabrica su discurso.

    Pero entendmonos: no se trata del discurso que pronuncia el Poder, ni de la semntica oficial de lospolticos, sino de ese otro discurso que trabaja cualquier materia significante visual o sonora, cuyoanlisis consiste en descubrir las operaciones a travs de las cuales se constituye y realiza elcontrol. Un anlisis que consiste en oponer lo que habla en el discurso contra lo que dice. Lo queen l se habla, esto es los conflictos sociales, polticos, econmicos, libidinales. Contra lo que dice,

    esto es la retrica de la felicidad, del bienestar, de la libertad, de la paz, etc. Oponer lo que habla en eldiscurso de la massmediacin a lo que dice es descubrir lo que censura y niega, lo que impidenombrar, pero contra lo que no tiene ms remedio que actuar. De esa manera la negacin que opera

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    resulta siendo afirmacin de lo negado. Y lo que es negado fundamentalmente son los gritos de eseotro, los que provienen del silencio de los "receptores", mejor dicho de los dominados, y que loobligan a excederse, a perder el control, a recurrir a una retrica que lo expone y lo tornavulnerable.

    La teora que buscamos no es pues aqulla que, atrapada en la infancia del discurso, padece la ilusin

    de una autonoma falaz que le lleva a pretender explicar los procesos de la comunicacin masiva porfuera de los conflictos histricos que los engendran y los cargan de sentido. Sino aqulla otra capazde articular la investigacin sobre el discurso a la de sus condiciones de produccin, de circulacin yconsumo. Es decir, una teora que comience a establecer relaciones no mecnicas entre los diferentesniveles del proceso comunicativo: de la produccin de los discursos con el rgimen de propiedad delos medios, con los diferentes tipos de relacin que con ellos establecen los aparatos de estado, y conlas modalidades de decodificacin y replica de los distintos grupos sociales a los mensajes recibidos.Pero eso exige replantear no slo las respuestas que durante cierto tiempo nos hemos venido dando,sino incluso las preguntas desde las que interrogamos y formulamos los problemas.

    El discurso como espacio de prcticas

    En el campo de la investigacin de los discursos las nuevas preguntas comienzan por exigir unreplanteamiento de la perspectiva aportada por la lingstica y la semiologa, y ms concretamente dela reduccin del discurso de la comunicacin a relaciones de significacin, de lengua, de estructura.Porque lo que esa reduccin impide pensar es el hacerse del discurso y su trabajo, y por ende su insercinen el proceso histrico y la insercin en l del sujeto pulsional. No se trata de desconocer ahora elaporte de la semiolingstica al permitir romper con una concepcin de lo ideolgico que lo reduca a"ideas", a "representaciones". Es indudable que la concepcin saussuriana d la unidadsignificante-significado oblig a plantearse de alguna manera la materialidad significante de losprocesos, y que su concepto de "valor" lingstico permiti romper con la mecnica positivista.

    A lo que me refiero es a la imposibilidad de reducir el discurso a lo lingstico. El planteamientotiene como base una doble sospecha bien antigua: la de que el lenguaje no dice lo que dice, y la deque el decir no se limita al habla; que el lenguaje dice ms, mucho ms de lo que cree decir, y que

    muchas cosas hablan aunque no sean lenguaje. Modernamente, los "maestros" han llevado lasospecha ms lejos, han hecho de ella un modo de lectura de la profundidad; o mejor, de los"bajos fondos" del lenguaje y los discursos. Marx a propsito de la moneda y la mercanca,Freud con respecto a los sntomas histricos, los lapsus y los sueos, Nietzsche sobre las mscarasde la civilizacin y la moral. En ltimas, es la lectura del trabajo ocultado, de la interpretacinvelada que es cada signo, de la interpretacin que imponen las palabras, de la violencia quehacen a las cosas mientras se encubren bajo el manto inocente de la designacin o de la referencia,de la significacin. En ese mismo tono de lectura, Barths se ha atrevido a escribir hace poco:"no vemos el poder que hay en la lengua porque olvidamos que toda lengua es una clasificacin, yque toda clasificacin oprime menos por lo que no permite decir que por lo que obliga a decir". Si eldiscurso es poder lo es porque produce, y produce porque en l hay materia y hay trabajo, y noslo signos, estructuras de significacin.

    Frente al idealismo discurso sin materia, sin objeto-, frente al materialismo discurso sin sujeto, planteamos el discurso-prctica: lugar en que la lengua se carga y es cargada de historia y depulsin.

    Y no nos estamos refiriendo al discurso "literario" sino al discurso de los medios masivos. Lo queimplica romper con esa reciente mitologa de la Escritura que, oponiendo tajantemente el "lenguajede la comunicacin" al "texto potico" hace de ste el lugar de la produccin, reduciendo aqul al dela mera reproduccin y el sucio comercio. Claro que hay diferencias, pero tambin equivalencias. Yubicando el trabajo y la produccin del lado de la "escritura" se sigue anclados en la misma trampa: lapalabra, el lenguaje, los discursos de la comunicacin son condenados como mera, pasiva transmisinde la informacin. Y as se reintroduce la coartada que consiste en inocentar el discurso de lacomunicacin, ahora ya no desde la mitologa positiva de la neutralidad sino desde su aparente

    contrario. Frente a ello, nuestra propuesta es que al "hundir" el discurso masivo en el espesor de lasmaterias y los cuerpos, y al hacer emerger sus bajos fondos, con lo que nos topamosverdaderamente es con la historia, la historia hecha discurso del poder y del deseo. No de un

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    poder y un deseo abstractos sino de esos bien concretos que amordazan y luchan en la cotidianidadde nuestras masas latinoameric