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8/18/2019 Martínez Pastor - 1985 - Sobre El Simbolismo en Los Autores Latinos Cristianos
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SOBRE EL SIMBOLISMO EN LOS AUTORES
LATINOS CRISTIANOS*
Dice A. Blaise en su conocido Manuel du latin chrétien que lo que en
definitiva constituye la verdadera originalidad del latín cristiano no es su
gramática, sino su estilística, entendida ésta como estudio de la expresi-
vidad y del lenguaje afectivo, en la línea de Bally, Vendries o Marouzeau;
y coloca dicha afirmación en la portada del capítulo que consagra al len-
guaje figurado, al que sigue otro en que aborda el lenguaje afectivo'.
Ponderación semejante, aunque sin afanes comparativos, puede hacerse
afirmando sin peligro de error que una de las principales características
de ese mismo latín es el simbolismo, en el que se amplía el espacio abar-
cado por el lenguaje figurado.
De ahí la importancia de su estudio y conocimiento para la comprensión
de los textos cristianos. Su significado para ellos es comparable, seruatis ser-
uandis, al que tiene la mitología para la recta apreciación de muchos textos
poéticos griegos y latinos. Es, pues, evidente que la tarea de aclararlo posee
sentido eminentemente filológico dentro del área de la interpretación tex-
tual, ya que la claridad que se alcance en la visión del entramado del sim-
bolismo redunda en transparencia de los textos en que se halla.
El término «simbolismo» se emplea aquí en un sentido muy general,
y en lo que atañe a los autores cristianos en dos niveles distintos, el de
la expresión de los mismos escritores y el de su inteligencia explicación
de los textos bíblicos. Para los dos niveles prefirieron ellos el término más
técnico de «alegoría» ( hhyyoeía, allegoria) heredado de la Antigüedad
pagana, aunque tampoco dejaron de usar el de «símbolo» y otros deriva-
dos de él2.
*
El texto de este artículo corresponde en su mayor parte a la conferencia pro-
nunciada por el autor en la Fundación Pastor de Estudios Clásicos el 27 de marzo de
1984 con el título
El simbolismo de los autores latinos cristianos.
Las notas en general
han sido afiadidas.
Cf A.
BLAISEManuel du latin chrétien
Estrasburgo, 1955 p. 40.
Algunos términos aparecen ya en Clem. Alex., Strom. V
4 2 1 4
O. STAHLIN,
340 5-9
ofippohov);
Ibid. VI
2 4 2
STAHL.
423 33-424 4
u v p ~ o h ~ x ó ~ ) ;
bid.
V
9 56 1
STAHL.
364 5-6
uuppoh~x6~) .i he preferido para encabezar estas líneas
el término «simbolismo» a los de «alegoría» o «alegorismo» ha sido sobre todo porque
la oposición que se ha llegado a establecer en los últimos decenios entre tipología
alegoría particularmente entre exégesis tipológica alegórica podría ofrecer ocasión
para entender alegoría y alegorismo en sentido más limitado.
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224
MARCELO MART~NEZ ASTOR
De acuerdo con ellos «simbo ismo» tiene aquí dos acepciones distin-
tas, si bien relacionadas entre sí: se trata en primer lugar del modo de ex-
presión por el que - c o n palabras de las definiciones de la alegoría de la
Antigüedad no cristiana- «se dice una cosa, pero se da a entender otra
diversa^^
o que «manifiesta una cosa, pero sugiere otra ideap4, o «desig-
na una cosa con las palabras, y otra por el sentidos5; y en segundo lugar,
de la interpretación simbólica o alegórica de los textos, en este caso bíbli-
cos, es decir, la que entiende éstos o muchos de sus pasajes como símbo-
los o alegorías en la acepción anterior. La primera -simbolismo expre-
s i v e es la más propia y estricta; la segunda se deriva de la primera y
conserva una referencia a ella.
Por lo demás, como se ve fácilmente, corresponden a procesos que
dentro de la misma dirección tienen sentido opuesto; y aunque son corre-
lativas entre sí, pueden encontrarse en mutua correspondencia o no.
Existe correspondencia entre los dos procesos, cuando un texto dotado de
sentido simbólico, porque su autor pretendió expresarse de ese modo, se
interpreta como tal. Pero falta la correspondencia, cuando una expresión
simbólica expresada conscientemente no es reconocida por el lector o co-
mentador; o también - c a s o frecuente en la historia de la exégesis alegó-
rica tanto pagana como cristiana-, cuando un pasaje en que el autor no
quiso alegorizar se interpreta alegóricamente.
Por otro lado, los maestros de retórica destinguieron ya en la Antigüe-
dad precristiana varias formas o figuras dentro del proceso alegórico: la
metáfora, la imagen o comparación, la alegoría como figura y el enigma,
o «alegoría oscuran según Quintiliano6; nombres éstos clásicos a los que
an
Agustín añade el de parábola7. Además aparecen en la misma
Antigüedad otra serie de términos griegos y latinos que designan ya e1
proceso expresivo o aspectos del mismo, ya el interpretativo, o correla-
tivamente uno y otros.
CJ Ps.-Heracl., Quaest. homer. 5, 2
F.
BUFFIBRE4.
Cf
ocondr.,
neei teónov
L. SPENGEL,
235.
Cf Quint., Inst. VI11 6, 44
-
H. WINTERBOTTOM,72, 3-5. Se podrían añadir
otras definiciones de escritores cristianos, que en el fondo repiten la de Quintitiano.
Cf
Quint.,
Inst.
Vi11
6, 52
WINTERBO~TOM,
73, 25.
Cf Aug., C mend.
10
24
1 ZYCHA
99, 15-16.
Un elenco de ellos puede verse en el índice de «términos técnicos de la alego-
ría» que J . Pépin coloca al final de su estudio Mythe et allégorie París,
1976 ,
pp.
559-
563. Sobre a gunos de estos términos se volverá más adelante.
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SOBRE EL
SIMBOLISMO
N LOS AUTORES LATINOS
CRISTIANOS 225
1
L A EXÉGESIS S IM B~ LI CACRISTIANA
Aunque se acaba de indicar que el simbolismo expresivo es el prima-
rio y el interpretativo el secundario, dirigimos nuestra atención en primer
lugar a este último tal como se manifiesta en los comentarios cristianos de
la Biblia, porque en esta exégesis se tiene sin duda uno de los fundamen-
tos del simbolismo de los autores cristianos considerado en su conjunto.
Ahora bien, una serie de estudios relativamente recientes han distinguido
de modo convincente en la exégesis simbólica de los cristianos dos moda-
lidades o tendencias, diversas en su origen y en sus principios básicos y
desiguales en significado e importancia dentro del cristianismo; la exége-
sis tipológica, específicamente cristiana, y la exégesis alegórica, heredada
de la Antigiiedad pagana9. Vamos a considerar por'separado cada una de
ellas.
A) a exégesis tipológica
Tiene esta modalidad interpretativa como fundamento la referencia
del Antiguo Testamento al Nuevo, que se formula como una relación de
imagen a realidad, de sombra a cuerpo o verdad, de tipo a antitipo, de
lo imperfecto a lo perfecto. Su práctica se encuentra ya en los escritos del
Nuevo Testamento, especialmente en los de San Pablo, y luego en algu-
nos de los primeros escritores cristianos, como San Justino, San Ireneo o
Clemente de Alejandría. Pero su formulación más sistemática se halla en
el De Principiis de Orígeneslo, que además la ejercitó en todos sus co-
mentarios bíblicos; si bien es verdad que, por otro lado, la contaminó con
elementos de la exégesis alegórica no específicamente cristiana .
La exégesis cristiana como tal se oponía directamente a otras corrien-
tes exegéticas: la exégesis judía, la de los gnósticos, y la de algunos
cristianos que se atenían al sentido puramente literal, rechazando el es-
piritual
o
simbólico.
Entre estos estudios hay que destacar los siguientes: J DANIÉLOU,
rigkne,
París, 1948;
Sacramentum Futuri, Études sur les origines de la typologie biblique,
Pa-
rís, 1950;H de LUBAC,
Histoire et Esprit, L intelligence de ~ É cr itu re aprks Origkne,
París, 1950; J PÉPIN,
Mythe et allégorie. Les origines grecques et les contestations ju-
déo-chrétiennes,
París 1958), 19762.
O
Cf
RUFIN,
rig. princ.,
4, 2 y 4, 3, 1-5 M. G~ RG EM ANN S
H
KAPP, 94-752.
Acerca de la interpretación de la Escritura en Orígenes véase
J
DANIÉLOU,
rigene, pp.
137-198;
H .
de LUBAC,
Histoire et Esprit;
M. SIMONETTI,
Principi di Origene,
Turín,
1968,pp 87-92, y las notas a la traducción del texto origeniano citado en pp. 495-521.
Cf. J
DANIÉLOU,
. c . , pp
146-149.
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226 M RCELO M RT~NEZ
ASTOR
Los judíos proclamaban el principio de la literalidad para la interpre-
tación de todo el texto sagrado: ley, profecías, libros históricos. No ad-
mitían en consecuencia a Jesús como Mesías, porque en él no se habían
cumplido las profecías anunciadas para la venida de éste.
La exégesis gnóstica coincidía con la judía en el principio interpre-
tativo de la literalidad, pero llegaba a conclusiones opuestas diametral-
mente a las de los judíos. Mientras éstos rechazaban a Jesús y con él el
Evangelio y todo el Nuevo Testamento, aquéllos concluían de una serie
de pasajes que les parecían indignos de Dios, el Padre de Jesús, que el
Dios y autor del Antiguo Testamento era el Creadoro Demiurgo, imper-
fecto y no santo, diverso del Padre anunciado por Jesús, que era el Dios
bueno y perfecto.
Había además muchos cristianos -Orígenes los llama oi xohhoí (la
masa) y oi h h o ú c n s ~ o ~los simples)- que creyendo en el Dios único
como autor de ambos Testamentos los entendían literalmente. Orígenes
trata de mostrar su inconsecuencia aduciendo el principio fundamental,
formulado antes por el judío Filón de Alejandría, de que la Biblia no
puede afirmar o contener nada indigno de Dios, por lo que muchas veces
es necesario interpretarla en sentido espiritual o anagógico (incluyendo
en éste a veces el sentido figurado, que no deja de ser literal).
La afirmación fundamental que subyace en la exégesis cristiana es que
los dos Testamentos son obra del Dios único y se refieren a Él, que el An-
tiguo Testamento tenía y conservaba, como obra de Dios, un significado
positivo (todo esto frente a los gnósticos), pero que había sido sobre-
pasado y sustituido por el Nuevo, y que sus leyes, profecías y realidades
habían tenido y seguían teniendo en sus expresiones una relación de pre-
figuración y preparación respecto a las de éste (frente a los judíos).
Tal doctrina pertenece a la médula de la afirmación que el cristianis-
mo primitivo hacía de sí mismo12, e incluye el sentido simbólico de las
realidades veterotestamentarias; y en consecuencia es la fuente de una
larga serie de correspondencias entre ambos Testamentos, que comienzan
en los mismos escritos del Nuevo, y halla en el mismo Orígenes esta for-
mulación comprensiva: «Entre los textos de la Ley se pueden encontrar
muchísimos que se refieren a Cristo en figura y en enigma» 3.
Véase el razonamiento de Orígenes en C Cels 2 3 M. BORRET,286 1-
288 30
que me permito parafrasear en «La simbología
y
su desarrollo en el campo
semántico de
lux
en Orígenes-Rufino»
Emerita 41 1973
p.
192.
l3
Orig. n Ioh 13 26 161 C. BLANC,20 40-42.
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SOBRE EL SIMBOLISMO
EN
LOS AUTORES LATINOS CRISTIANOS 7
Para la comprensión del simbolismo en los textos cristianos conviene
tener en cuenta que la referencia de la Escritura en su conjunto a Cristo
- q u e no niega el sentido literal pero sí su exclusividad- está abierta a
diversificaciones en el modo de su realización. Porque en Cristo puede
atenderse a diversos aspectos: a su vida histórica narrada en los Evange-
lios -y todavía cabe distinguir lo exterior de los acontecimientos y el
contenido espiritual de sus misterios; a la vida de Cristo en la Iglesia
como cuerpo suyo- y también aquí se distingue la realidad eclesial co-
lectiva y la vida de Cristo en cada uno de sus miembros; a su Parusía o
futura venida o reino glorioso. En todos estos casos se trata de Cristo y
de lo que trajo consigo. Cada autor puede preferir uno de estos modos de
referencia: son tendencias exegéticas que por otra parte coexisten sin
exclusivismos. Así el Evangelio de San Mateo refiere con frecuencia los
acontecimientos del Antiguo Testamento a los de la vida de Jesús en
esto le siguen bastantes escritores occidentales; otros como Justino em-
palmando más bien con San Juan consideran las realidades veterotesta-
mentarias ante todo como figura de la Iglesia y esta corriente se prolonga
en los escritos catequéticos; Clemente de Alejandría encuentra más bien
en el Antiguo Testamento la prefiguración de Cristo en cada uno de sus
miembros: es la corriente mística característica de la escuela alejandri-
na14; San Ireneo por su parte prefiere la exégesis escatológica centrada
en el futuro reino de Cristo15.
Pero la diversidad de corrientes y realizaciones no debe hacer olvidar
la formulación unitaria antes afirmada en la que todas están comprendi-
das: en el Antiguo Testamento hay una referencia a Cristo el sentido es-
piritual de la Escritura es un sentido cristológico. Y el principio exegético
continúa siendo el mismo cuando las realidades evangélicas ya cristoló-
gicas se consideran a su vez como sombra y figura o como primicias de
los bienes celestes que se revelarán en la segunda venida de Cristo16.
Antes de considerar otro género de exégesis presente también en los
autores cristianos y asimismo fundamental para la comprensión de su sim-
bolismo veamos realizado algo de lo expuesto a propósito de la exégesis
tipológica en un texto de Gregorio de Elvira en el que enuncia los fun-
damentos de su comentario al Cantar de los Cantares:
Iam uero in canticis canticorum figuraliter sub epithalamii carmine quattuor
Salomon introducit personas uirum scilicet et sponsam cum sponsa adoles-
l
El sentido del adjetivo «místico» aplicado a la exégesis no es constante;a veces
se opone
a
«espiritual».
l Cf. J DANIÉLOU.c. p. 164.
l6 Cf.
bid.
PP
172-173 y H de LUBAC .c. pp. 217-227.
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228
MARCELO M RT~NEZ ASTOR
centulas, cum spon so sodalium greges.. Sponsus Christus figuratur et sponsa
ecclesia sine macula et ruga Eos uero qui curn sint fideles, iuxta m od u m
que nd am adepta u identur salutem, animaduerte animas significari credentium et
adolescentulas esse curn sponsa, angelos uero et eos qui peruenerunt in uirum
perfectum, intellige uiros curn sponso
17
Probablemente todo el poema del Cantar de los Cantares poseía en su
origen el sentido alegórico pretendido por el autor y quería expresar de
este modo las relaciones entre Yahvé e Israel, su pueblo elegido. El in-
térprete cristiano aplica, sin embargo, el esquema de la composición tra-
zado sobre los personajes del poema a las nuevas realidades evangélicas,
entendiendo que el esposo representa a Cristo, la esposa a la Iglesia, las
compañeras de la esposa a las almas creyentes que inician el camino de
la salvación, los compañeros del esposo
a
los ángeles y a los perfectos.
Y
sobre este entramado construye el edificio de los cinco libros del co-
mentario. Pero la interpretación posterior es mucho más complicada que
este sencillo esquema, porque detrás de cada detalle y a veces casi detrás
de cada palabra se pretende descubrir un sentido oculto o simbólico, que
puede mantenerse en coherencia o no con el que se ha propuesto para el
conjunto.
B La exégesis alegórica
La observación formulada en las últimas líneas da pie para pasar a
considerar la segunda modalidad de exégesis simbólica cristiana, la llama-
da específicamente alegórica, procedente del judaísmo alejandrino, que
dentro de éste tuvo sus principales representantes en Filón de Alejandría
y Josefo. En efecto, en la diáspora judía de las ciudades del Mediterrá-
neo, y particularmente en Alejandría, se practicó una interpretación ale-
górica de la Biblia que dependía en sus técnicas y en su espíritu de la exé-
gesis alegórica griega de los poemas de Homero y Hesíodo, la cual tenía
tras de sí una larga tradición que se remontaba al s. VI a. C. 18 y esta ten-
dencia interpretativa se incorpor6 como elemento diverso del tipológico,
probablemente a través de Filón de Alejandría, a algunos comentaristas
cristianos, en especial a Clemente de Alejandría y a Orígenes, uno
de
los
más notables teóricos y practicantes de la exégesis cristiana, cuya influen-
cia se extendió a muchos escritores tanto en oriente como en occidente.
Greg. Ilib.
In cant.
praef. 1
V
BULHART 69 1-14.
l8
Acerca de la exégesis alegónca pagana puede verse
J.
PI~PIN
.c.
pp. 83-214.
Sobre la de Filón J DANIÉLOU
.c.
pp. 179-190;Ensayo sobre Filón de Alejandría,
traducción española Madrid 1962 pp. 139-167;E
R .
GOUDENOUGHn Introduc-
tion to Philo Judaeus, Oxford 1962 pp. 134-160; J. PÉPIN
o.c.
pp. 221-242.
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SOBRE EL SIMBOLISMO EN LOS AUTORES LATINOS CRISTIANOS
9
Ahora bien, uno de los principios exegéticos de Filón --y al referirme
a él no entro en la cuestión de la inmediatez de su influjo, sino que lo
nombro como exponente principal del ambiente cultural alejandrino que
influye en la exégesis cristiana- era que
todo
en la Escritura poseía un
sentido simbólico. En esto iba mucho más allá de la exégesis tipológica
practicada en el Nuevo Testamento, para la cual en el Antiguo era posi-
ble encontrar una serie de tipos de las nuevas realidades, pero no todo
detalle era tipológico. En la concepción del judaísmo alejandrino el texto
bíblico se convierte en una gran alegoría, y la tarea propia de la exégesis
era descubrir el simbolismo en cada expresión, circunstancia o pormenor.
Además esta exégesis -y ésta es otra de sus características- busca el
sentido simbólico con preferencia en las realidades de la vida moral, de
modo que la Escritura se contempla como alegoría del alma.
Los comentaristas cristianos podían entender que la vida moral tenía
cabida dentro del sentido eclesial individual; y a veces los desarrollos del
simbolismo moral admiten ser vistos como profundización de este sentido
tipológico. Pero la orientación exagerada y generalizada hacia
1
moral es
causa frecuentemente de interpretaciones rebuscadas.
La división tripartita del sentido total del texto sagrado en literal, psí-
quico o moral, y espiritual, en correspondencia con las tres partes del
compuesto humano, cuerpo, alma y espíritu, y con las tres etapas de su
camino hacia la perfección, la de los incipientes, la de los progredientes
y la de los perfectos, es un intento de sistematización formulado por Orí-
genes y de considerable resonancia en la exégesis cristianalg. Pero su pro-
cedencia filoniana o exclusivamente helenística resulta dudosa, y a los es-
critores cristianos, comenzando por el mismo Orígenes, no les era fácil
atenerse a ella de modo continuo y coherente20. Mayor importancia y co-
nexión con la corriente alejandrina tiene otro procedimiento que pasa
igualmente a la exégesis cristiana, la interpretación de los símbolos inma-
nentes al texto bíblico con interferencia de la cultura helenística, esto es,
en clave propia de ésta. Tal interferencia es natural hasta cierto punto,
aun suponiendo una técnica interpretativa relativamente desarrollada. Se
observa en el simbolismo de los números, diverso en los ambientes bíbli-
co y helenístico, y también en otros sirnbolismos bíblicos. Por citar un
ejemplo, el río, que en la Biblia simboliza la morada del dragón y el do-
minio del mal, puede entenderse en clave helenística como símbolo de la
inestabilidad humana2 .
l
Cf . DANI~LOU,rigene pp. 187-189.
2
C H . d e LUBAC,.c. pp. 150-166 sobre todo pp. 162-164.
21 Cf DANIÉLOU,.c.,
pp.
185-186.
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230 MARCELO
M R T ~ N E Z
ASTOR
Todos estos ingredientes filonianos o helenísticos prescinden de la no-
vedad característica del cristianismo y empalman en cambio con la exé-
gesis alegórica de los mitos paganos. Y en la manera concreta en que los
cristianos les dieron cabida en su exégesis representan un proceso inter-
pretativo de dirección vertical que se eleva de lo sensible a lo inteligible
de acuerdo con la tradición platónica o de lo sensible a lo sobrenatural
en aproximación a las religiones helenísticas. Por ello resultan ajenos a la
tipología cristiana pues aunque ésta incluye secundariamente la antino-
mia entre letra
y
espíritu tiene como fundamental la oposición entre lo
viejo y lo nuevo.de carácter temporal e histórico en la cual como se ha
dicho lo viejo es sombra prefiguración y esbozo de lo nuevo y esto ver-
dad cumplimiento
y
perfección de aquello.
Pero estas dos modalidades de simbolismo interpretativo aplicado al
Antiguo Testamento -la tipológica y la alegórica- no están separadas
una de otra en la mayor parte de los autores sino que se interfieren y su-
perponen. De hecho el mismo término de «tipología» no se remonta más
allá del s. XIX
y
la distinción clara entre los dos modos interpretativos
de la tipología y la alegoría ha sido obra de los últimos decenios como
se ha señalado al comienzo de este apartado. Los autores cristianos grie-
gos o latinos no sólo practicaron una exégesis en la que se mezclaban ele-
mentos tipológicos y alegóricos sino que emplearon los mismos términos
tchhqyoeía
allegoria),
QhhqyoeO
allegorizo)
y otros derivados para de-
signar indistintamente ambas modalidades de la interpretación sim-
b ó l i ~ a ~ ~ .
El espacio que tales exégesis ocupan en las obras de los escritores cris-
tianos no es reducido sobre todo -no es preciso insistir en ello- en los
comentarios y en los sermones y homilías que muchas veces no son en
gran parte otra cosa que explicaciones del texto bíblico dirigidas al pueblo
en moldes de la oratio, pero también en otros géneros como los tratados
doctrinales cuyo contenido y argumentación siempre se intentaba cimen-
tar en la Escritura.
22
A h? qy oe ía aparece por vez primera en este sentido interpretativo en Plut.,
De aud. poet.
4 ,
19 e-f. E ntre los otros términos que tienen que ver con e l simbolismo
interpretativo cristiano algunos proceden d e la tradición pagana, c om o los usados por
San Pablo @o<
mythus)
-valorado negativamente-, xálvyya
uelum) ,
i inóbe~y-
y a imago) , a x ~ áu m b r a ) ;otros son introducidos por el cristianismo, como los del
mismo San Pablo tú no s t ypus ) , que p or su importancia da nom bre al proceso tipo-
lógico, y nv eü pa , fundamento de la expresión esentido espiritual», que s e op on e a la
de «sentido literal». Cf . PÉPIN,o.c.
252
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SOBRE EL
SIMBOLISMO N
LOS
AUTORES
LATINOS
CRISTIANOS
23
1
Pero al mismo tiempo conviene no olvidar que no todos los escritores
latinos cristianos tomaron la misma posición ante el simbolismo inter-
pretativo tanto pagano como cristiano. Y el hecho de que desde Teágenes
de Regio
s.
VI a. C. existiera una exégesis pagana alegórica de los mitos
no es ajeno a tal variedad de reacciones. Entre los escritores latinos
-prescindiendo ahora de los griegos, entre los que se produjeron además
otras posturas- prevalecieron dos actitudes.
Algunos ejercitan poco en sus escritos la interpretación simbólica de
la Biblia, sea tipológica o alegórica, sin dejar por ello de atacar con vehe-
mencia la exégesis alegórica pagana de los mitos. Es actitud bastante
abundante, y por otro lado parece consecuente. En efecto, la oposición
frontal a la práctica de la tradición pagana produce en ellos la natural re-
serva ante la exégesis simbólica cristiana, que se les presenta, como pro-
cedimiento técnico, semejante a aquélla. Los principales representantes
de esta tendencia son los polemistas Tertuliano, Arnobio, Lactancio y
Fírmico Materno.
Otros, por el contrario, echan mano de la exégesis simbólica, tipoló-
gica y alegórica, en sus comentarios de los textos bíblicos; pero atacan y
descalifican lo mismo que los anteriores la alegoría pagana. También és-
tos forman un grupo numeroso, y entre ellos se cuentan los grandes es-
critores de la Iglesia cristiana occidental, San Hilario, San Ambrosio, San
Jerónimo, San Agustín, y otros como nuestro Gregorio de Elvira, Cro-
macio de Aquilea, Máximo de Turín, e t ~ . ~ ~ .
2.
EL SIMBOLISMO EXPRESIVO
Junto al simbolismo interpretativo, como se ha señalado al comienzo
de esta exposición, hay en los escritos cristianos otro género de simbolis-
mo, que no es el de los textos bíblicos ni se explica en su exégesis, sino
que se hace presente en el mismo discurso directo del escritor, pertenezca
éste a los comentarios o a cualquier otro género, sea en conexión con el
sentido simbólico de la Biblia, sea con independencia de él. Es el simbo-
lismo expresivo, que unido al anterior contribuye a dar a los textos cris-
tianos su colorido particular. Sólo a una parte de él se refería A. Blaise
en las palabras antes citadas, puesto que no se reduce al lenguaje figura-
do. En efecto, a veces se habla de modo figurado o simbólico; pero otras
se habla de símbolos, es decir, de realidades objetivas que son símbolos,
por ejemplo, de Adán, tipo de Cristo; del pueblo de Israel, que sobre
todo en su salida de Egipto y peregrinación por el desierto es tipo de la
Iglesia; del cirio pascual, símbolo litúrgico de Cristo resucitado; del mar,
23 Cf . P ~ P I N .c . pp. 26 s
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símbolo bíblico del dominio del mal. A estos dos modos de presencia del
simbolismo en el discurso directo se los puede llamar, con la terminología
de
F. N
Klein, simbolismo del lenguaje y simbolismo o simple-
mente connotaciones simbólicas
y
lenguaje figurado25.
Los símbolos reales -sean objetos o personas meramente nombra-
dos, como es el caso de los ejemplos aducidos, sean descripciones o na-
rraciones que se centran en ellos- tienen las más diversas procedencias:
pueden ser tipos bíblicos conocidos como tales, o símbolos del mundo de
la Biblia, como el mar, o símbolos litúrgicos, como los ritos sacramenta-
les y las materias que se empiean
en
su celebración; o hundir sus r- lces
en la cultura clásica, a veces en la mitología, o coincidir con los de las re-
ligiones helenísticas, o pertenecer al patrimonio común de varias culturas.
Es evidente que la virtualidad simbólica de tales realidades no está ac-
tualizada necesariamente en todas las ocasiones en que se presentan en el
discurso; es el contexto el que determina el surgir efectivo de la conno-
tación junto al significado primario o de diccionario. Sucede algunas ve-
ces que el simbolismo resulta claro incluso para un lector actual; así,
cuando el término o frase o parte del discurso, cuyo significado puede ir
acompañado de una connotación simbólica, va seguido de la explicación
del simbolismo, o cuando se describen los ritos, instrumentos u objetos
simbólicos de una ceremonia religiosa. Un texto concreto puede ilustrar
el primero de estos supuestos: en él se nombra el «oriente» en relación
con la costumbre de los antiguos cristianos de volverse hacia oriente para
orar, e inmediatamente a continuación sigue un desarrollo en el que se
declara y expande su simbolismo:
Inuitaris ut ad orientem semper adspicias unde tibi oritur sol ius-
titiae unde tibi lumen nascitur; ut numquam in tenebris ambules neque
dies ille nouissimus te in tenebris comprehendat . . 26 .
La frase inicial Inuitaris.. ut ad orientem sernper adspicias alude a la cos-
tumbre mencionada, y en ella «oriente» se tomaba en sentido propio o li-
teral; pero la práctica de volverse hacia oriente y el mismo «oriente» dentro
de ella estaban dotados de simbolismo. Por tanto, la formulación
ad orien-
tem puede entenderse en sentido propio, pero al tiempo posee una conno-
tación simbólica, cuya actualización en el texto resulta evidente, pues las pa-
labras que siguen constituyen un desarrollo de ese simbolismo real, aunque
por medio de formas que son ya propias del lenguaje figurado.
Otras veces la actualización de la virtualidad simbólica no queda clara,
al no poder determinarse si la connotación estaba presente de algún
24
Cf KLEIN
ie Lichtterminologie bei Philo von Alexandrien und i.2 den her-
metischen Schriften Leiden 1962 p. 4.
Se dice «connotaciones simbólicas» porque si al nombrar el símbolo se desig-
nara directa y primariamente lo simbolizado se tendría ya una figura del lenguaje e s
decir lenguaje figurado o simbolismo del lenguaje.
26
Rufin.
Orig. in leu. 9 10
A.
BAEHRENS 38 22-24.
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SOBRE EL SIMBOLISMO N LOS AUTORES
L TINOS
CRISTIANOS
233
modo en el autor. Aun entonces es posible que surja en el lector dado
que la mera presencia de los símbolos posibilita lecturas diversas como
acontece con tanta frecuencia en escritos de carácter literario.
En cuanto al lenguaje simbólico o figurado las formas con que apa-
rece son las de la retórica clásica antes enumeradas es decir metáfora
comparación o imagen alegoría y enigma a las que se suma como se ha
notado la parábola; aunque ni el enigma ni la parábola difiere9 en el fon-
do de la alegoría. Únicamente respecto a dos de ellas la comparación y
la alegoría me parece oportuno recordar algunas peculiaridades. En la
comparación los términos o enunciados conservan los significados prima-
rios o propios y no llegan a poseer otros diversos de ellos y la referencia
a otras realidades significadas también en el discurso para ilustrarlas o
demostrarlas se alcanza por una marca externa que suele ser una partí-
cula comparativa o expresiones equivalentes; por eso se distingue en su
dinamismo un comparante y un comparado. Por otro lado si se atiende
a la concepción de la alegoría como forma secundaria derivada de la pro-
longación de la metáfora tal como se manifiesta en unas palabras de
QuintilianoZ7 ue la declara como «metáfora continuada» es preciso ha-
cer en ella una distinción. En efecto hay dos clases de enunciados que
son susceptibles de entenderse como metáfora continuada o serie de me-
táforas entrelazadas unas con otras.
Una de estas clases de enunciados puede ilustrarse con la parábola
evangélica del sembrador que en el texto de San Lucas empieza así: Exiit
qui seminat seminare semen suum. .
a.
Según la explicación que en los
evangelios sinópticos sigue a la parábola la semilla significa la palabra de
Dios y los distintos terrenos en que aquélla cae los oyentesz9. Se tiene
pues en la parábola una metáfora continuada o una serie de metáforas
combinadas. El rasgo distintivo frente a la otra clase de enunciados es que
el conjunto expresivo o sea toda la parábola posee sentido coherente
aun cuando todos sus términos se entiendan de acuerdo con los significa-
dos primarios prescindiendo de la figura del lenguaje plasmada en él.
Para tipificar el otro género de enunciado valga la siguiente frase de
un sermón de Máximo de Turín que se refiere al jardín de José de Ari-
matea en el que sepultaron
a
Jesús:
Flugrabat quidem spiritalis animae eius hortus uaria suauitate uirtutum
sed necdum Christum cum aromatibus in cordis sui secreto posuerat30.
27
Cf Quint. Inst.
IX
2 46 WINT ERB. 98 25-499 2.
28
Cf UC.8 5-8; M atth. 13 3-9; Marc. 4 3-9.
29
Cf. LUC.8 11-15; M atth.
13
18-23; Marc. 4 13-20.
3
Max. Taur. 25 3 A. MUTZENBECHER9 76-79.
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12/17
234 MARCELO MART~NEZ ASTOR
También en esta frase se observa una metáfora continuada o una serie
de metáforas entrelazadas; pero es imposible entenderla en su conjunto,
si todos los términos conservan los significados de diccionario. No obstan-
te, en la unión de las metáforas se reproduce un proceso del orden sen-
sible, como el que se expresa, cuando se dice: «el jardín está lleno de los
aromas de las flores», o «colocaron el cadáver de Jesús con perfumes en
el fondo de una cueva». Esta forma simbólica distinta de la alegoría pro-
piamente dicha es muy frecuente en los autores cristianos; mientras que
las alegorías en sentido estricto, si se prescinde de las que están tomadas
del texto sagrado, son más bien escasas. Para ella, por consistir formal-
mente en la repetición o reproducción de un proceso sensible en un orden
superior, se ha propuesto el nombre de «analogía sensible» o «analogía
intuitivan3 .
La peculiar abundancia del lenguaje figurado en los escritores cristia-
nos la atribuye A. Blaise sobre todo al deseo de expresividad, lo mismo
que otros fenómenos y particularidades del latín de los c r i~ t i a n o s~ ~ .me
parece que nada hay que objetar o añadir a esta observación. Sin embar-
go, aun admitiendo sin reservas por una parte la importancia del talante
expresivo para las figuras del lenguaje, y por otra la variedad de raíces
antes reseñada para los símbolos reales o sus connotaciones simbólicas,
cabe todavía considerar otros aspectos y en concreto señalar dos impor-
tantes fuentes del simbolismo expresivo en estos autores.
La primera es el mismo ejercicio de la exégesis simbólica cristiana. En
los comentarios de un tipo o de una alegoría se siguen empleando de
modo natural los mismos términos del texto comentado, con las determi-
naciones adecuadas, para las realidades que de alguna manera se ven sim-
bolizadas en aquél. Si se entiende que Adán es tipo de Cristo, éste puede
ser designado -y sucede ya en el mismo Nuevo Testamento- como
fu-
turus Adam
o
nouissimus A d ~ m ~ ~ .
i en el comentario de
cant.
11-12:
Ecce hiems transiit.. Flores apparuerunt in terra nostra
la primera frase
se interpreta como expresión alegórica del aplacarse o cesar de las pasio-
nes, vicios o deseos que agitan el alma, surgen espontánea naturalmente
las expresiones simbólicas
hiems perturbationum uitiorum procella desi-
deriorum tempestas uentus doctrinae y
luego en relación con la segunda
frase,
flores uirtutum
etc. Los ejemplos podrían multiplicarse hasta el
3 1
Cf
F.
N .
KLEIN
o.c.
pp. 3-6; también puede verse «La simbología
y
su
de-
sarrollo en e l campo sernántico de
ux
en Orígenes-Rufino~Emerita 41 1973 p. 194
s . pp. 198-203 s.
32
Cf A. BLAISE .c.
pp. 40-41.
33 Cf
Ro m . 5 14; 1 Cor. 15 45.
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13/17
SOBRE EL SIMBOLISMO EN LOS AUTORES LATINOS
CRISTIANOS
35
infinito. Y figuras tales como
nouissimus dam
o
uitiorum procella
per-
manecen a veces en la lengua como metáforas corriente^^^
La otra fuente del simbolismo expresivo a que nos referíamos son las
religiones helenísticas, con las que el cristianismo de los primeros tiempos
compartió el mismo ambiente cultural y religioso. En primer lugar, uno
y otras participan del gusto general por los símbolos y las expresiones
simbólicas, y acuden a los mismos argumentos tradicionales para justificar
el lenguaje simbólico -aunque los cristianos los aplican preferentemente
al simbolismo bíblic-. En segundo término, poseen en común el mismo
acervo de símbolos y expresiones simbólicas. Me limito a recordar bre-
vemente un ejemplo característico, el del simbolismo cristiano de la luz
-me refiero ahora al nivel de la expresión lingüística-, que se convierte
en patrimonio común de los escritores cristianos desde el s. IV, pero que
ya en la primera mitad del s.
111
se encuentra ampliamente desarrollado
en Orígenes. Pues bien, a pesar de que el Antiguo y el Nuevo Testamen-
to ofrecían abundantes y sólidos puntos de apoyo para este desarrollo,
que va surgiendo en gran medida de la exégesis bíblica, las representacio-
nes y expresiones resultantes tienen correspondencia en buena medida en
el judío helenístico Filón de Alejandría y entre los paganos en los escritos
religiosos de Apuleyo y en el sclepius
latino, traducido del griego
probablemente a principios del s. ; de modo que el conjunto de repre-
sentaciones y expresiones que constituyen dicho simbolismo, puede cali-
ficarse como h el en í~ ti co ~ ~ .
3 U S O TÉCNICO-DOCTRINAL LITERARIO D EL SIMBOLISMO
Todo el simbolismo de que se viene hablando, tipológico y alegórico,
real-connotativo y del lenguaje, llena los escritos cristianos, aunque,
como se ha notado a propósito de la exégesis simbólica, en medida diver-
sa según los géneros literarios y los autores. A los comentarios, sermones
y homilías, y tratados de distintas clases, hay que añadir los textos
Cf.
Rufin.
Orig. in cant.
4 BAEH.224 4-11. A propósito de los ejemplos
aducidos puede recordarse la frecuencia del genitivo explicativo llamado también de-
finitivo o epex egético para formular estas metáforas.
Cf .
J. SCHRIJNEN-CH.OHR-
MANN Studien zur Syntax der Briefe des hl. Cyprian, Nimega 1936 pp . 81 SS .;N .
VERH EIJEN
loquentia Pedisequa. Observations sur le style des Confessions de Saint
Augustin,
Nimega 1949 pp. 135 s . ; CH . MOH RMA NNTh e Confessions as a Litterary
Work of Art» en Études sur le latin des chrétiens, 1 Roma 1961 pp. 371-381 p. 376;
«Les origines de la latinité chrétienne a Rom e» en
Études
..., 111 Roma 1965 67-
127 pp. 90
115
5
Cf.
«La simbología
y
su desarrollo.. .» pp. 183-185.
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14/17
236 MARCELO MART~NEZ ASTOR
litúrgicos tanto en las liturgias exteriores a Roma como en la romana
que no obstante su peculiar sobriedad y ponderación contiene partes re-
bosantes de elementos simb6licos los textos literarios particularmente
la poesía lírica y la hímnica con un simbolismo que a partir de las mismas
raíces alcanza una elevación propia del género.
De tal presencia simbólica en los textos quiero detenerme ahora muy
brevemente para ilustrar lo dicho con casos concretos en dos empleos es-
peciales: la aplicación de determinadas representaciones simbólicas a la
expresión del pensamiento teológico y el simbolismo de la poesía cristiana.
La expresión de un contenido ideológico por el uso simbólico de un tér-
mino puede parecer en muchos casos ocasional. Pero otras veces sea por
influjo de formulaciones repetidas en el texto bíblico sea por tratarse de
símbolos de especial vigor en el ambiente religioso helenístico la simboli-
zación cuherente y orgánica de todo un campo semántico sirve de medio de
expresión para amplias áreas del pensamiento de un autor.
Al
proceder
así cada escritor tiene sus símbolos preferidos y expresiones característi-
cas; y conocer el carácter unitario en cierta manera técnico o sistemático
del simbolismo de ¡os términos de un campo facilita sin duda la compren-
sión de sus escritos. Me contento con aludir como ejemplos significativos
a los campos semánticos de la vida del alimento y de la
Si se vuelve la atención hacia la poesía cristiana no se encuentra en
ella la exégesis simbólica directamente pero sí los tipos y símbolos que
de ella resultan con sus connotaciones asi como los símbolos iitúrgicos
combinados todos ellos con las formas del lenguaje figurado. La abundan-
cia de connotaciones y alusiones implícitas por conexiones del contenido
o de la expresión con elementos de la vida cristiana en sus distintos as-
pectos del ambiente cultural o condicionamientos históricos etc.
36 A título de ejem plo pueden verse los siguientes trabajos, que s e refieren a de-
terminados símb olos en algunos autores: «La simbología y su desarrollo en e l campo
semántieo de lux en O rígenes-Rufino», Emerita 41, 1973, pp. 183-208; B . S . BUBACZ
~A ug us tin e s llumination theory and epistemic structuren,
Augustinian Studies
11,
1980, pp. 35-48;
W .
MAGASSClaritas versus obscuritas. Semiotische Bem erkungen
zum W echsel der Zeicheinventare in den Confession es des Aug ustim ,
Linguistica Bi-
blica 48, 1980, pp . 7-18; y en un horizonte más amplio, no limitado a este uso técnico
doctrinal, M . C.
CONROYmagery in the Sermones of Maxirnus of Turin,
Washington
D.C.
1965;
M .
M. van ASSENDELFT
ol ecce surgit igneus.
A
commentary o n the mo r-
ning and evening hymns of Prudentius (Cathemerinon, 1, 2 , and
6 ) ,
Groningen,
1976;
A
V
NAZZAROimbologia e poesia dell acqua e del mare in Amb rog io di Mi-
lano, Nápoles, 1977; A QUACQUARELLIconvergenze simboliche di Aquileia e di
Ravenna», Antichita altoadriatiche 13, 1978, pp. 375-388.
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15/17
SOBRE
EL
SIMBOLISMO N LOS
AUTORES
LATINOS CRISTIANOS
237
es característica del género particularmente como se acaba de indicar
de la poesía lírica
y
de la hímnica. Las combinaciones de los elementos
nombrados y la sencillez o riqueza resultante son nota peculiar de cada
autor.
Basten dos muestras en las que pueden verse plasmadas estas afirma-
ciones a las que casi nos limitaremos a aludir bajo la guía del excelente
conocedor de la poesía latina cristiana que es J. Fontaine. En primer lu-
gar el himno 2 de San Ambrosio que se abre con la invocación a Cristo
como resplandor de la gloria del Padre:
Splendor paternae gloriae
de luce lucem proferens
lux lucis et fons luminis
diem dies illuminans...
7
Aparte de las formas simbólicas claramente perceptibles nota el autor
mencionado la connotación doctrinal
y
catequética de la expresión
d e luce
lucem proferens
que reflejaría la fórmula del Concilio de Nicea
l um e n d e
lumine
rpós
Ex rpotós)
así como la evocación litúrgica del rito pascual
en el que cada lámpara antorcha o vela se enciende con otra. Aparte de
ésta se pueden señalar otras connotaciones bíblicas y doctrinales. El ver-
so primero repite el
splen dor gloriae . .
.
eius
de la
Carta a los Heb reos
que
a su vez recuerda el
ca nd or . . lucis aeternae
del
L i b r o d e la S a b i d u r í ~ ~ ~ .
Lo mismo sucede en la segunda estrofa que continúa sin interrupción la
anterior:
Verusque so l illabere
micans nitore perpeti
iuharque sancti Spiritus
infunde nostris ~ o r d i b u s ~ ~ .
Hay en ella alusiones al
sol iustitiae
de Malaquías40
y
a la representa-
ción del Espíritu Santo como iluminación recibida por el hombre. Más
aún si se tiene en cuenta que el himno corresponde al comienzo del día
se percibe en-todo él una connotación permanente a la luz natural del
37
Ambr. , Hymn.
2,
1
-
G .
M . D REVES, 1.
38
C Hebr. 1, 3:
Qui cum sit splendor gloriae et figura substantiae eius y
Sap.
7 , 2 6 :
Splendor est enim lucis aeternae:
así, con
splendor
casi siempre en San Ambro-
sio, frente al candor de la Vulgata. C Vetus Latina. Die Reste der altlateinischen
Bi
be1 nach Petrus Sabatier..., Sapientia Salomonis 5. Lieferung ed. W .T H I E L Eribur-
go de Brisgovia, 1981, p. 383.
9
Ambr. ,
Hymn. 2,
2 DREV ES, 1.
4 Cf Mal. 4,
2
3 ,
20 .
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16/17
238 MARCELO M A R T ~ N E Z ASTOR
amanecer
y
a su simbolismo cristiano, fundamento de las metáforas y
analogías sensibles tomadas del campo de la luz.
Y si las figuras luminosas vuelven a aparecer en la estrofa final, en la
sexta, en cambio, las metáforas pertenecen al campo de los alimentos:
Christusque noster sit cibus,
potusque noster sit fides,
laeti bibamus sobriam
ebrietatem sp iritus4 .
Las connotaciones evangélicas y litúrgicas resultan aquí evidentes.
En
efecto, la representación de Cristo como alimento en un himno litúrgico
contiene referencia indudable a la Eucaristía
y
a la predicación de la pa-
labra de Dios, e igualmente a las palabras de Jesús en el Evangelio que
fundamentan tales
ex presione^^^;
a su vez, la fe como bebida recuerda las
palabras de Jesús a la Samaritana43,e incluye una referencia a la Euca-
ristía. Los dos últimos versos, por su parte, enlazan con maravillosa me-
sura el tema de la bebida con el de la sobria embriaguez, de orden moral
y místico4.
Si en la poesía hímnica de Ambrosio, que se caracteriza por su sen-
cillez, aunque también por su originalidad y densidad, se superponen
unas a otras figuras del lenguaje, connotaciones simbólicas
y
alusiones de
todo género, no es preciso decir que otro tanto se encuentra,
y
en general
con mayor complejidad, en un poeta como Prudencia. En el himno del
C a th emer in o n ,
que el mismo J. Fontaine ha examinado45, los aconteci-
mientos bíblicos del Éxodo, entendidos como tipos pascuales, ocupan en
amplio desarrollo el centro del poema w. 29-136), precedidos de un elo-
gio de las luces o antorchas que se encienden a diario VV.13-28),
y
se-
guidos del de las lámparas que iluminan la iglesia en la celebración de la
liturgia pascua1 VV.137-148). La tipología bíblica del Éxodo, el simbo-
lismo cristiano del fuego y de la luz y las alusiones a las prácticas y cele-
braciones litúrgicas se suceden y se superponen. Así, a propósito de la
descripción de los fuegos que son productos del hombre lámpara,
4
Ambr., Hymn. 2, 6
DREVES,
2.
42 Cf. Ioh. 6 30-59.
43
C
Ioh. 4, 13.
Cf. J FONTAINE,Prose et poésie: I interférence des genres et d es styles dans
la création littéraire d Ambroise de Milann, en
Études sur la poésie latine tardive.
D Ausone
a
~ i u d e n c e , arís, 1980, pp. 84-130, en particular, p. 123.
45 Pmd., Cath. 5 H . T THOMSON,8-48. Cf. J. FONTAINE,Poésie et litur ie
sur la symbolique christique des luminaires, de Prudence Isidore de Séviiie,,, en
i
des sur la poésie latine tardive... 184-212, pp 192-193.
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SOBRE EL SIMBOLISMO N LOS
AUTORES
LATINOS CRISTIANOS
239
antorcha, cirio , a los que se refiere el poeta en los w 12-15, propone el
autor del trabajo citado, para el poema en general, tres registros o claves
de lectura armónicamente superpuestos: descripción material, orden teo-
lógico espiritual del simbolismo cristiano del fuego, alusiones al «lu-
cernario~ e la liturgia pascua1 a su actualización en el encendido de las
antorchas que se practicaba a diario en algunas pequeñas iglesia@.
Se ha partido en esta exposición de la importancia del simbolismo en
los autores latinos cristianos o al menos en muchos de ellos. No es difícil
que su abundancia produzca en el lector no habituado cierta sensación de
extrañeza
e
incluso desasosiego; porque, además, los abusos arbitrarie-
dades fueron frecuentes, particularmente en el terreno de la exégesis ale-
górica. Lo que he pretendido al separar los dos niveles de simbolismo
trazar las coordenadas en que se mueve la exégesis simbólica, al llamar
la atención sobre la especial relación de connotaciones figuras del sim-
bolismo expresivo con la misma al asomarme a algunas aplicaciones
particulares de este simbolismo, ha sido ofrecer a ese lector no familiari-
zado con los autores cristianos una especie de pauta que pueda servirle
para orientarse en su lectura comprender mejor uno de los aspectos ca-
racterísticos de muchos de sus escritos.
Marcelo MART~NEZPASTOR
Universidad omplutense
6
Cf
FONTAINE .c.
p 193.