Marx, Discurso Sobre Economía Política

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    DISCURSO SOBRE ECONOMA POLTICAEconoma o conoma

    (Moral y Poltica)

    Esta palabra viene de ????s , casa, y de ???s , ley, y originalmente no significa otra cosaque el sabio y legtimo gobierno de la casa, en pro del bien comn de toda la familia. Elsentido de este trmino se ampli ms tarde al gobierno de la gran familia que es el Estado.Para distinguir entre ambas acepciones, en este ltimo caso se le denomina economa generalopoltica, y en el otro, economa domstica o particular. En el presente artculo nosocuparemos tan slo de la primera. Sobre la economa domstica, vase PADRE DEFAMILIA.

    Aun cuando entre el Estado y la familia se diesen tantas relaciones como pretendenalgunos autores, no sera cierto que las reglas de conducta propias de una de esas sociedadesconviniesen a la otra: ambas difieren demasiado en cuanto a sus dimensiones como parapoderser administradas de la misma forma, de modo que siempre existir una diferencia extremaentre el gobierno domstico, en el cual el padre puede verlo todo por s mismo, y el gobiernocivil, en el cual el jefe lo ve casi todo mediante ojos ajenos. Para que, en estos asuntos, lascosas fueran iguales, sera menester que el talento, la fuerza y todas las facultades del padre,aumentasen en razn de la dimensin de la familia, as como que el alma de un poderosomonarca estuviese en relacin con la de un hombre ordinario en igual medida que laextensin de su imperio lo est con la herencia de un particular.

    Pero cmo podra el gobierno del Estado asemejarse al de la familia, siendo tan diferentes

    sus fundamentos respectivos? Por ser el padre fisicamente ms fuerte que sus hijos tantotiempo como su ayuda les es necesaria, el poder paterno parece, con razn, establecido por lanaturaleza. En la gran familia, en la que todos los miembros son naturalmente iguales, laautoridad poltica, puramente arbitraria en cuanto a su institucin, no puede fundarse sino enconvenciones, ni puede el magistrado mandar sobre los otros sino en virtud de las leyes.

    Los deberes del padre le son dictados por sentimientos naturales y de forma tal queraramente le es permitido desobedecer. Los gobernantes carecen por completo de una reglasemejante y slo estn obligados para con el pueblo en aquello que le han prometido hacer ycuya ejecucin el pueblo tiene el derecho de exigir.

    Otra diferencia an ms importante consiste en que por no tener los hijos ms que lo quereciben del padre, le corresponde a ste o de l emana evidentemente todo derecho de

    propiedad. Ocurre total mente al contrario en la gran familia: su administracin general se es-tablece slo para asegurar la propiedad particular preexistente. El principal objeto de todoslos trabajos de la casa es el de conservar e incrementar el patrimonio del padre para que stepueda un da repartirlo entre sus hijos y evitarles lapobreza, mientras que la riqueza del fiscono es sino un medio, a menudo mal entendido, para mantener la paz y la abundancia de losparticulares. En una palabra, la pequea familia est destinada a extinguirse y a dividirse unda en varias familias semejantes; pero como la grande est hecha para durar siempre en elmismo estado, es preciso que la primera aumente para multiplicarse, y no basta con que laotra se conserve, sino que, como es fcilmente demostrable, todo aumento le resulta msperjudicial que til.

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    Por varias razones derivadas de la naturaleza de las cosas, el padre debe mandar en lafamilia. 1) No ha de ser igual la autoridad del padre y la de la madre, pero es necesario que elgobierno sea nico y que

    en caso de divisin de opiniones haya una voz preponderante que decida. 2) Por muyligeras que consideremos las incomodidades propias de la mujer, el que siempre conlleven

    para ella un intervalo de inactividad es razn suficiente para excluirla de aquella primaca,pues cuando la balanza est perfectamente igualada basta una paja para que se incline. Almarido le debe corresponder adems la inspeccin de la conducta de su mujer, pues leinteresa asegurarse que los hijos, a los cuales debe reconocer y alimentar, no pertenezcan aotro sino a l. La mujer, que no tiene nada parecido que temer, no tiene el mismo derecho queel marido. 3) Los hijos deben obedecer al padre, en principio por necesidad y adems porreconocimiento; tras haber recibido de l la satisfaccin de todas sus necesidades durante lamitad de su vida, deben consagrar la otra mitad a subvenir a las de aqul. 4) En cuanto a losdomsticos, stos estn obligados a prestar servicio al padre a cambio de la manutencin queste les proporciona, salvo s rompen el trato cuando ya no les conviene. No dir nada acercade la esclavitud, pues es contraria a la naturaleza y ningn derecho puede autorizarla.

    Nada de todo lo anterior existe en la sociedad poltica, la cual, lejos de tener un intersnatural en la felicidad de los particulares, busca con frecuencia el suyo propio en la miseriade stos. Cuando la magistratura es hereditaria, es a menudo un nio quien manda sobre loshombres; cuando es electiva, las elecciones presentan mil inconvenientes, y tanto en unocomo en otro caso desaparecen las ventajas de lapatemidad. Si tenis un solo jefe, estarisbajo el arbitrio de un amo que carece de razones para amaros; si tenis varios, deberissoportar al tiempo su tirana y sus divisiones. En una palabra, son inevitables los abusos yfunestas sus consecuencias en toda sociedad en la que el inters pblico y las leyes carecenpor completo de fuerza natural y son continuamente atacadas por el inters personal y laspasiones del jefe y dems miembros.

    Aunque las funciones del padre de familia y del primer magistrado deben tender al mismofin, lo hacen por caminos bien distintos; su deber y sus derechos estn hasta tal puntodiferenciados que no es posible confundirlos sin formarse falsas ideas acerca de las leyes fun-damentales de la sociedad y sin caer en errores fatales para el gnero humano. En efecto, si lavoz de la naturaleza es el mejor consejo que pueda escuchar el padre para cumplir bien susdeberes, para el magistrado es slo un falso gua que trata sin cesar de separarlo de sus obli-gaciones y que tarde o temprano lo arrastra a la perdicin y a la del Estado si una sublimevirtud no lo retiene.1 La nica virtud que el padre de familia necesita, consiste en guardarsede la depravacin e impedir que se corrompan sus inclinaciones naturales; por el contrarioson stas quienes pueden corromper al magistrado. Mientras al primero, para obrar bien, lebasta con consultar a su corazn, el segundo se convierte en un traidor cuando hace caso al

    suyo, por lo que deber sospechar de su propia razn sin atenerse a ms regla que la raznpublica, es decir, la ley. La naturaleza ha creado multitud de buenos padres de familia, peroes dudoso que desde que el mundo existe, la sabidura humana haya podido formar a diezhombres capaces de gobernara sus semejantes.

    De todo lo que acabo de exponer se sigue que hay razn en distinguir la economa pblicade la economa particular, y asimismo que, como el Estado no tiene nada en comn con lafamilia, a no ser la obligacin comn para sus jefes de procurar felicidad, no convienen aambos las mismas reglas de conducta. He credo que estas pocas lneas bastaran para echarpor tierra el odioso sistema que el caballero Filmer ha intentado establecer en una obra

    1 La voz de la naturaleza tiende al inters personal o familiar (es por esto que el gobernante civil no debe

    orla, y debe guiarse por la razn).

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    titulada Patriarcha, a la que dos hombres ilustres le han hecho el honor de dedicar sendos li-bros en su contra. Por lo dems, ese error es muy antiguo, pues ya el mismo Aristtelesestim oportuno combatirlo por razones que pueden descubrirse en el primer libro de susPolticas.

    Ruego a mis lectores que distingan bien asimismo entre la economa pblica, de la cual me

    he de ocupar y que llamo gobierno, y la autoridad suprema, que llamo soberana; distincinque consiste en que mientras la segunda posee el derecho legislativo y obliga en ciertos casosal cuerpo mismo de la nacin, la primera slo posee el poder ejecutor y puede obligar tan sloa los particulares.2 Vase POLTICA Y SOBERANA.

    Permtaseme por un momento utilizar una comparacin comn y poco exacta en muchosaspectos, aunque apropiada para hacerme comprender mejor.

    El cuerpo poltico, individualmente considerado, puede entenderse como un cuerpoorganizado, vivo y similar al del hombre. El poder soberano representa la cabeza; las leyes ycostumbres son el cerebro, origen de los nervios y sede del entendimiento, de la voluntad yde los sentidos, cuyos rganos son los jueces y magistrados; el comercio, la industria y laagricultura son la boca y el estmago que preparan la sustancia comn; las finanzas pblicas

    son la sangre de una sabia economa que, desempeando las funciones del corazn, distribuyepor todo el cuerpo el alimento y la vida; los ciudadanos son el cuerpo y los miembros quehacen que la mquina se mueva, viva y trabaje, de modo que cualquier herida que sta sufraen una de sus partes llevara de inmediato una impresin dolorosa al cerebro si es buena lasalud del animal.

    La vida que a ambos corresponde es elyo comn al todo, la sensibilidad recproca y lacorrespondencia interna entre todas las partes. Si cesa dicha comunidad, desaparece la unidadformal o las partes contiguas acaban encontrndose en una simple relacin de yuxtaposicin;el hombre muere o el Estado se disuelve.

    As pues, el cuerpo poltico es tambin un ser moral dotado de voluntad. Esa voluntadgeneral, tendiente siempre a la conservacin y bienestar del todo y de cada parte, es el origende las leyes y la regla de lo justo y de lo injusto para todos los miembros del Estado, enrelacin con ste y con aqullos. Esta verdad muestra, dicho sea de paso, con cunto sentidomuchos escritores consideraron un robo la delicadeza prescrita a los hijos de Lacedemoniapara poder ganarse su frugal alimento, como si todo lo que la ley prescribe pudiese no serlegtimo. Vase, en la voz DERECHO, la fuente de este gran y luminoso principio, que eseartculo desarrolla. Es importante sealar que esa regla de justicia, segura en relacin contodos los ciudadanos, puede resultar defectuosa en relacin con los extranjeros, y la razn deesto es evidente: aunque la voluntad del Estado sea general para sus miembros, no lo es paraotros Estados ni para sus miembros respectivos; para stos resulta ser una voluntad particulare individual cuya regla de justicia deriva de la naturaleza, lo cual est tambin comprendido

    en el principio antes expuesto, ya que en ese caso el cuerpo poltico pasa a ser la gran ciudaddel mundo cuya voluntad general es siempre la ley de naturaleza, y cuyos Estados ymiembros particulares slo son miembros individuales.

    De estas mismas distinciones aplicadas a cada sociedad poltica y a sus miembros sederivan las reglas ms universales y ms seguras para juzgar acerca de la moralidad de todaaccin humana.

    Toda sociedad poltica se compone de otras sociedades ms pequeas y de diferenteespecie, cada una de las cuales posee sus intereses y sus mximas. Pero tales sociedades, quetodos pueden ver por su forma exterior y autorizada, no son las nicas que existen realmente

    2 Esta distincin est mejor planteada en el Contrato Social (1762). Ver en particular Libro III, cap. I.

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    en el Estado: todos los particulares reunidos en torno a un inters comn componen otrastantas sociedades, permanentes o pasajeras, cuya fuerza, aun siendo menos aparente, no esmenos real, y cuyas relaciones, si se examinan con detenimiento, nos proporcionan el verda-dero conocimiento de las costumbres. Se trata de todas aquellas asociaciones, tcitas oformales, que tan variadamente modifican las apariencias de la voluntad pblica mediante la

    influencia de la suya propia. La voluntad de dichas sociedades presenta siempre dos tipos derelaciones: para sus propios miembros, es una voluntad general; para la gran sociedad, es unavoluntad particular. Con frecuencia es una voluntad recta bajo el primer aspecto y viciosabajo el segundo. Cualquiera puede ser al mismo tiempo un devoto, un valiente soldado o unmdico aplicado y un mal ciudadano. Tal determinacin puede ser ventajosa para la pequeacomunidad y perniciosa para la grande. Cierto es que por estar las sociedades particularessubordinadas a aquellas que las incluyen, conviene antes obedecer a stas que a las otras,como cierto es tambin que los deberes de ciudadano preceden a los de senador y los delhombre a los del ciudadano. Pero por desgracia, el inters personal est siempre en razninversa respecto del deber y aumenta a medida que la asociacin se hace ms estrecha y elcompromiso menos sagrado, lo cual es prueba infalible de que la voluntad general es siempre

    la ms justa y de que la voz del pueblo es en efecto la voz de Dios.De ello no se sigue que las deliberaciones pblicas sean siempre equitativas. Pueden no

    serlo cuando de asuntos extranjeros se trata; ya he dicho la razn. As, no es imposible queuna repblica bien gobemada haga una guerra injusta; tampoco es imposible que el consejode una democracia promulgue malos decretos o condene a inocentes, pues jams sucederque el pueblo no seatentado por intereses particulares, presentados como los intereses delpueblo por algunos hombres hbiles valindose de su prestigio y elocuencia. Una cosa es, portanto, la deliberacin pblica y otra la voluntad general. No se me argumente con lademocracia de Atenas porque Atenas no era en realidad una democracia sino, en granmedida, una aristocracia tirnica gobemada por sabios y oradores. Examinad con cuidado loque ocu

    rre en cualquier deliberacin y veris que la voluntad general propende siempre al biencomn, si bien existe siempre una escisin secreta, una confederacin tcita que, en favor demiras particulares, elude la disposicin natural de la asamblea. As pues, el cuerpo social sedivide realmente en otros varios cuyos miembros adoptan una voluntad general que es buenay justa respecto de esos meros cuerpos, pero injusta ymalarespecto del todo del que todosaqullos se desvinculan.

    Vemos con qu facilidad se explican, gracias a estos principios, las aparentescontradicciones propias de tantos hombres colmados de escrpulos y de honor en un aspectoy tramposos y bribones en otro, que desprecian los deberes ms sagrados y son fieles hasta lamuerte a compromisos con frecuencia ilegtimos. Es as como los hombres ms corruptos

    rinden siempre homenaje a la confianza pblica. Es as (tal como se seala en el artculoDERECHO) cmo hasta los truhanes, enemigos de la virtud en la gran sociedad, adoran susimulacro en sus cavemas.

    Al establecer la voluntad general como primer principio de la economa pblica y comoregla fundamental del gobierno, no he credo necesario examinar seriamente si losmagistrados pertenecen al pueblo o el pueblo a los magistrados, ni si en los asuntos pblicosse debe consultar el bien del Estado o el de los jefes. Hace tiempo que la prctica decidi estacuestin en un determinado sentido y la razn en otro, de modo que en general sera una granlocura esperar que aquellos que de hecho son los amos preferirn un inters distinto al suyo

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    propio.3 Parece pues adecuado dividir tambin la economa pblica en popular y tirnica. Laprimera es la de todo Estado en el que impera unidad de inters y voluntad entre el pueblo ylos jefes; la otra existir necesariamente all donde el gobierno y el pueblo tengan interesesdiferentes y, consiguientemente, voluntades opuestas. Las mximas de la segunda estninscritas sobradamente en los archivos de la historia y en las stiras de Maquiavelo. La otras

    slo aparecen en los escritos de los filsofos que tienen la osada de reclamarlos derechos dela humanidad.

    I

    La primera y ms importante mxima del gobierno legtimo y popular, es decir, del quetiene por objeto el bien del pueblo,4 es, por tanto, como ya he dicho, la de guiarse en todo porla voluntad general. Pero para seguirla es necesario conocerla y sobre todo distinguirla de la

    voluntad particular, comenzando por uno mismo; distincin siempre dificil de hacer y para lacual slo la ms sublime virtud puede proporcionar luces suficientes. Como para querer hacefalta ser libre, otra dificultad no menor consiste en asegurar a la vez la libertad pblica y laautoridad del gobierno. Buscad los motivos que llevaron a los hombres, unidos por susmutuas necesidades en la gran sociedad, a estrechar su unin mediante sociedades civiles: noencontraris otro que el de asegurar los bienes, la vida y la libertad de cada miembromediante la proteccin de todos. Ahora bien cmo forzar a los hombres a defender lalibertad de uno de ellos sin atentar contra la de los dems? Y cmo subvenir a lasnecesidades pblicas sin alterar la propiedad particular de los que estn obligados a contribuira ella? Por muchos sofismas con los que coloreemos todo esto, no deja de ser cierto que si sepuede constreir mi voluntad yo no soy libre y que dejo de ser dueo de mi bien desde que

    otro puede tocarlo. Esta dificultad, que debera parecer insuperable, fue salvada mediante lams sublime de todas las instituciones humanas o quizs mediante una inspiracin celeste quele ense al hombre aqu abajo los decretos inmutables de la divinidad. Qu arteinconcebible permiti encontrar el medio de subyugar a los hombres para hacerlos libres;poner al servicio del Estado los bienes, los brazos y hasta la vida de sus miembros sinconstreirlos ni pedirles consentimiento; encadenar su voluntad mediante su propiaconfesin; hacer valer su consentimiento contra sus rechazos y forzarlos a castigarse a s mis-mos cuando hacen lo que deseaban? Cmo es posible que obedezcan sin que nadie ordene oque sirvan sin tener amo, siendo de hecho tanto ms libres cuanto que, bajo una aparentesujecin, uno pierde la libertad slo si sta puede perjudicar a la de otro? Estos prodigios sonobra de la ley. Es tan slo a la ley a quien los hombres deben la justicia y la libertad. Es esesaludable rgano de la voluntad de todos quien restablece, en el derecho, la igualdad naturalde los hombres. Es esa voz celeste quien dicta a cada ciudadano los preceptos de la raznpblica; quien le ensea a obrar segn las mximas de su propio juicio y a no caer encontradiccin consigo mismo. Asimismo es a ella, tan slo, a quien los jefes deben hacerhablar cuando mandan, pues tan pronto como un hombre pretende someter a otro a su volun-tad privada con independencia de las leyes, sale del estado civil y entra de lleno en el puroestado de naturaleza, en el cual la obediencia es prescrita tan slo por la necesidad.

    3 Rousseau no piensa la poltica en funcin de "lo que es", esto es, de los poderes realmente existentes; sino de"lo que debe ser" en justicia. Por esto su progarna de reflexin poltica queda bien expresado =el subtitulo del

    Contrata Social: Principios de Derecho poltico.4 En el Contrato Social lo llamar "(gobierno de la) Repblica". Esto es, sostenido en la voluntad general.

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    As pues, el inters ms urgente del jefe y su deber ms indispensable es velar por laobservancia de las leyes de las que es encargado y sobre las cuales se funda toda su autoridad.Si debe procurar que los otros las observen, con ms razn deber observarlas l mismo, puesgoza de todos sus favores, ya que su ejemplo tiene tal fuerza que, aun cuando el puebloquisiese soportar que el jefe le libere del yugo de la ley, ste deber guardarse de aprovechar

    tan peligrosa prerrogativa, que, adems, otros tratarn inmediatamente de usurparle y amenudo en su propio perjuicio. En el fondo, como todos los compromisos de la sociedad sonrecprocos por su naturaleza, no es posible ponerse por encima de la ley sin renunciar a susventajas, ya que nadie debe nada a quien pretende no deber nada a nadie. Por la misma razn,ninguna exencin de la ley ser jams aplicada por ttulo alguno en un gobierno bienadministrado. Incluso los ciudadanos meritorios ante la patria debern ser recompensados conhonores y nunca con privilegios, pues la repblica acaba en la ruina desde que alguien puedepensar que vale la pena desobedecer las leyes: si la nobleza o el militar o cualquier otro ordendel Estado adoptase una mxima semejante, todo estara perdido sin remedio.

    La potencia de las leyes depende ms de su propia sabidura que de la severidad de losministros, y la voluntadpblica extrae su gran peso de la razn que la dictara. Por esto, Platn

    concibe como importante precaucin poner siempre a la cabeza de los edictos un prembulorazonado que muestre su justicia y utilidad. Y as, en efecto, la primera de las leyes es la derespetarlas: el mejor de los castigos no deja de ser un vano recurso imaginado por espritusmediocres para sustituir por el terror el respeto que no pueden obtener. Siempre se pens queaquellos pases donde los suplicios son ms terribles son tambin aquellos en los que stos sedan con ms frecuencia, de suerte que la crueldad de las penas no significa otra cosa que laabundancia de infractores, y que si se castiga todo con igual severidad se obliga a losculpables a cometer crmenes para escapar al castigo de sus faltas.

    Pero aunque el gobierno no sea el dueo de la ley, ya es mucho con ser su garante ydisponer de mil recursos para procurar que se la venere. En esto consiste simplemente eltalento para reinar. No hay arte alguno en hacer temblar a todos cuando se dispone de lafuerza, ni mucho tampoco en ganarse los corazones, pues desde hace tiempo el pueblo sabepor experiencia dar buena cuenta a sus jefes del mal que le ahorran y adorarlos cuando no leodian.

    Como cualquier otro, el imbcil sumiso sabe castigar los crmenes, mientras que elverdadero hombre de Estado sabe prevenirlos; su respetable imperio se extiende ms sobrelas voluntades que sobre las acciones. Si el hombre de Estado lograse que todo el mundohiciese el bien, no tendra ya nada que hacer y la obra maestra de sus afanes sera la depermanecer ocioso. Cierto es, al menos, que el mayor talento de los jefes consiste en disfrazarsu poder para hacerlo menos odioso y en conducir el Estado de forma tan apacible queparezca no tener necesidad de conductores.

    Concluyo pues en que, as como el primer deber del legislador consiste en adecuar lasleyes a la voluntad general, la primera regla de la economa pblica es la de administrarconforme a las leyes. Y de este modo, para un buen gobierno del Estado bastar con que ellegislador tenga en cuenta toda exigencia derivada del lugar, el clima, el suelo, lascostumbres y la vecindad, as como cualquier circunstancia propia del pueblo que debeinstituir.5 Esto no significa que no quede una infinidad de detalles de polica 6 y economa

    5 Este pasaje expresa de modo sinttico la profunda impresin que causara en el autor la lectura del El Espritude las Leyes, del barn de Montesquieu (1748), como podremos apreciar a lo largo de todo el artculo6 El uso de la palabra "polica" en este y otros contextos del presente texto tiene un alcance mucho mayor que eluso comente en la actualidad. Se refiere a la administracin poltica interna y cotidiana en general, a la "pequea

    poltica", como cuidado del orden en diversos mbitos de actividad. Pan una mejor comprensin del trmino(rescatado por Foucault en su teora de la gubernamentalidad, a fines de los aos '70), ver especialmente M.

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    pendientes de la prudencia del gobierno7, si bien, siempre dispondr de dos reglas infaliblespara conducirse con acierto en tales ocasiones: el espritu de la ley aplicable a los casos porella previstos y la voluntad general, fuente y suplemento de toda ley, que deber serconsultada en defecto de sta. Pero cmo conocer la voluntad general -se me dir- cuandono ha sido explicitada? Habr que reunir a toda la nacin ante cualquier acontecimiento

    imprevisto? Dicha reunin har menos falta cuanto ms seguro est el gobierno de que sudecisin expresa la voluntad general; tambin es innecesaria en tanto que es un medioimpracticable en un gran pueblo y rara vez se necesita cuando el gobierno esbienintencionado, pues los jefes saben de sobra que la voluntad general est siempre a favordel partido que ms defiende el inters pblico, es decir, el ms equitativo, de suerte quebasta con ser justo para tener la certeza de cumplir la voluntad general. Cuando se lecontradice demasiado abiertamente, la voluntad general se hace notar a pesar del terriblefreno de la autoridad pblica. Buscar lo ms cerca posible los ejemplos a seguir en un casosemejante. En China, el prncipe sigue siempre la mxima de quitarle la razn a sus oficialescuando surge un altercado entre ellos y el pueblo.

    Que en tal provincia se encarece el pan: el intendente va a la crcel; que en tal otra hay una

    sedicin, el gobernador es cesado y los mandarines responden con sus cabezas a todo mal queocurra en su jurisdiccin. No se examina de inmediato el caso en un proceso regular, puesuna larga experiencia ensea que se prevenga el juicio de este modo. Raramente hay unainjusticia que reponer por esta causa, y el emperador, persuadido de que el clamor pblico

    jams se eleva sin razn, sabe descubrir, entre los gritos sediciosos, que castiga, las justasdemandas, que son atendidas.

    Ya es mucho lograr que reine la paz y la justicia en toda la repblica; tambin lo es que elEstado permanezca en calma y la ley sea respetada; pero si nada ms se consigue, todo elloser ms apariencia que realidad y al gobierno le ser difcil hacerse obedecer si se preocupaslo por la obediencia. Si bueno es saber emplear a los hombres tal como son, mejor an estomarlos tal y como se necesita que sean. La autoridad ms absoluta es aquella que penetrahasta el interior del hombre y no se ejerce menos sobre la voluntad que sobre las acciones.Cierto es que, a la larga, los pueblos son como los hacen los gobiernos. Sus miembros puedenser guerreros, ciudadanos u hombres cuando el gobierno lo quiera; o bien, populacho ycanalla cuando le plazca, y todo prncipe que desprecie a sus sbditos se deshonra a s mismoal mostrar que no ha sido capaz de hacerlos estimables.8 Formad pues a hombres si querismandar a hombres y si pretendis que las leyes sean obedecidas, haced leyes que puedan seramadas, de forma que para cumplir lo debido baste con pensar que debe hacerse. Este era elgran arte de los antiguos gobiernos en aquellos tiempos pretritos en que los filsofos dabanleyes al pueblo y slo usaban su autoridad para hacerlo sabio y afortunado, admitiendo orechazando con sumo cuidado muchas leyes suntuarias, reglamentos de costumbres y

    mximas pblicas. Ni siquiera los tiranos olvidaban tan importante faceta de laadministracin, de suerte que, mientras los magistrados cuidaban de corregir las costumbresde sus ciudadanos, con igual celo se aplicaban ellos a corromper las de sus esclavos. Masnuestros gobiernos modernos, que creen haberlo hecho todo cuando obtienen riqueza, ni ca-paces son de imaginar que es preciso o posible llegar a tales metas.

    Foucault: Omnes et Singulatim (...). En otra variante, puede verse el uso que el filsofo francs JacquesRanciere hace del trmino en su libro El Desacuerdo.7 Este argumento tiene una fuerte afinidad con la teora del poder de "prerrogativa" del poder ejecutivo,enunciada por John Locke en el capitulo XIV de su Segundo Ensayo del Gobierna Civil (1690).8 Este argumento tiene cierta afinidad con otro expuesto por Baruj Spinoza en el libro V de su Tratado Poltico(1677, pstumo).

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    Segunda regla esencial de la economa pblica, no menos importante que la primera:

    queris que se cumpla la voluntad general?, haced que todas las voluntades particulares aella se orienten; y, como la virtud no es otra cosa que la conformidad de la voluntad particulara la general, lo mismo da decir solamente: haced que reine la virtud.

    Si los polticos estuviesen menos cegados por su ambicin, veran en qu medida esimposible que cualquier ordenamiento pueda marchar segn el espritu de su institucin si noes dirigido por la ley del deber; sabran que el mayor recurso de la autoridad pblica se en-cuentra en el corazn de los ciudadanos y que cuando se quiere mantener el gobierno nadapuede suplantar a las costumbres. Mas que gentes de bien que sepan administrar las leyes,hay, en el fondo, gentes honestas que saben obedecerlas.9 Quien desafa a losremordimientos, no tarda en desafiar a los suplicios, castigo menos riguroso, menos continuoy del que, al menos, cabe la esperanza de escapar. Y por muchas precauciones que se tomen,

    a quien slo le espera la impunidad por su mala accin, siempre encuentra medios para eludirla ley o para librarse de la pena. Cuando todos los intereses particulares se renen en contradel inters general, que no es el de la persona, los vicios pblicos tienen ms fuerza paradebilitar las leyes que la que tienen stas para reprimir los vicios, de modo que, al final, lacorrupcin del pueblo y de los jefes alcanza al gobierno, por muy sabio que ste sea: el peorde todos los abusos consiste en obedecer las leyes en apariencia para poder infringirlas dehecho con mayor seguridad. Poco tiempo tardan entonces las mejores leyes en convertirse enlas ms funestas, y en ese caso valdr cien veces ms que no existieran; seran el ltimorecurso al que acudir. Vanamente se promulga, en tal situacin, edicto tras edicto y reglamen-to tras reglamento; ello slo sirve para aadir nuevos abusos, sin haber corregido losprimeros. Cuanto ms multipliquis las leyes, tanto ms las haris despreciables y todos los

    vigilantes que instituyis no sern ms que nuevos infractores destinados a repartirse elpillaje con los antiguos o hacerse con el suyo propio. As, el precio de la virtud pasa a ser eldel bandidaje: los hombres ms viles son los ms acreditados y cuanto ms grandes son, msdesprecio merecen; la infamia estalla en su dignidad y los honores los deshonran; compran elsufragio de los jefes o la proteccin de las mujeres y venden la justicia, el deber y el Estado; yel pueblo, que no advierte que sus propios vicios son la causa primera de sus desgracias,murmura y clama gimiendo: "Todos mis males vienen de esos a quienes pago para que deellos me guarden".

    Es entonces cuando los jefes se ven forzados a sustituir la voz del deber, que ha dejado dehablar en los corazones, por el grito del terror o el seuelo de un inters aparente con el queengaan a sus criaturas, y cuando hay que recurrir a todas las pequeas y miserables astuciasque ellos llaman mximas de Estado y misterios de gabinete. Los miembros del gobiernoemplean entonces todo el vigor que an les queda en perjudicarse y suplantarse entre smientras se abandonan los asuntos o se resuelven slo cuando el inters personal lo demanday de la manera que ste aconseja. En fin, toda la habilidad de esos grandes polticos consisteen fascinar de tal modo a aquellos de quienes necesitan, que todos creen trabajar por supropio inters cuando en realidad trabajan por el de ellos. Digo el de ellos, en tanto y encuanto el verdadero inters de los jefes consista en aniquilar al pueblo a fin de someterlo yarruinar su bien, asegurndose su posesin.

    9 Advirtase la afinidad con los argumentos sobre la virtud de Montesquieu en El Espritu de las Leyes, libro111, caps. III y IV.

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    Mas cuando los ciudadanos aman el deber y los depositarios de la autoridad pblica seaplican sinceramente a nutrir ese amor con su ejemplo y sus cuidados, todas las dificultadesse desvanecen, y no es difcil administrar sin ese arte cuyo nico misterio es la malicia. Esasalmas ilustres, tan peligrosas como admiradas; todos esos grandes ministros, cuya gloria seconfunde con las desgracias del pueblo, ya no son indispensables; las costumbres pblicas

    sustituyen al genio de los jefes y a medida que el reino de la virtud se va extendiendo, lostalentos parecen menos necesarios. La ambicin misma es entonces deseada ms bien pordeber que por usurpacin: el pueblo, convencido de que sus jefes trabajan slo en pro de sufelicidad, les dispensa por deferencia de trabajar para afianzar su poder, y as la historia nosmuestra en mil ocasiones que la autoridad que el pueblo otorga a aquellos que ama y por losque es amado, es cien veces ms absoluta que toda la tirana de los usurpadores.10 Esto nosignifica que el gobierno deba tener miedo de usar su poder, sino que debe usarlolegtimamente. Mil ejemplos da la historia de jefes pusilnimes o ambiciosos, vencidos pordesidia o por orgullo, pero ninguno que haya acabado mal por limitarse a ser equitativo. Masno debemos confundir moderacin con negligencia, ni dulzura con debilidad. Ser justo exigeser severo; soportar la maldad que se puede reprimir con derecho es como ser malvado con

    uno mismo.No basta con decir a los ciudadanos: sed buenos; hay que ensearles a serlo, y el ejemplo,

    primera leccin al respecto, no es el nico medio. El amor a la patria es el medio ms eficaz,porque, como ya he dicho, el hombre es virtuoso cuando su voluntad particular es en todoconforme a la voluntad general y quiere aquello que quieren las gentes que l ama.

    Parece que el sentimiento humano se evapora y debilita cuando se reparte por toda latierra, de modo que nos afectan menos las calamidades de Tartaria o del Japn que las de unpueblo europeo. En cierta forma, es preciso limitar y reducir el inters y la conmiseracinpara poder activarlos. Ahora bien, como quiera que esa tendencia slo beneficia a los que connosotros conviven, es bueno que la humanidad concentrada entre conciudadanos adquiera enellos una fuerza renovada gracias al hbito de verse y al inters comn que los rene. Verdades que los mayores prodigios de la virtud fueron realizados por amor a la patria. Esesentimiento dulce y vivo que aade la fuerza del amor propio a la belleza de la virtud, le dauna energa que, sin desfigurarlo, hace de l la ms heroica de todas las pasiones. l fue quiendio lugar a tantas hazaas inmortales cuyo resplandor deslumbra nuestros dbiles ojos, y atantos grandes hombres cuyas antiguas virtudes parecen fbula cuando el amor a la patria setoma en escarnio. No nos sorprendamos por ello; los arrebatos de los corazones tiernos leparecen quimeras a quien jams los sinti, y el amor a la patria, cien veces ms vivo ydelicioso que el que se dispensa a la amante, no se puede concebir sino se experimenta, peroes fcil apreciar en los corazones que l inflama y en las hazaas que inspira, ese ardorfulgente y sublime que ya no reluce en la ms pura virtud cuando de aqul se separa. Osemos

    comparar a Scrates con Catn: el primero era ms filsofo y el segundo ms ciudadano.Cuando Atenas ya estaba perdida, Scrates no tena ms patria que el mundo entero; Catnllev siempre su patria en el fondo de su corazn; slo vivi para ella y no pudo sobrevivirla.La virtud de Scrates es la del ms sabio de los hombres, pero entre Csar y Pompeyo, Catnparece un dios entre mortales. El primero instruy a algunos particulares, combati a lossofistas y muri por la verdad; el segundo defendi el Estado, la libertad y las leyes contra losconquistadores del mundo y finalmente dej la tierra cuando ya no vio patria alguna a la queservir. Un digno discpulo de Scrates ser el ms virtuoso de sus contemporneos; un dignomulo de Catn ser, de aqullos, el ms grande. La felicidad del primero ser su virtud,mientras que el segundo buscar la suya en la de todos. Nosotros seramos instruidos por uno

    10 Aqu Rousseau parece pasar por alto la advertencia de Montesquieu en el libro XI de su Espritu de las Leyes,donde precisamente por esto seala: "Quin lo dira? Tambin la virtud necesita limites! "

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    y guiados por el otro, lo cual bastara para decidir la preferencia, pues nunca hubo un pueblode sabios pero es posible lograr que un pueblo sea feliz.

    Queremos que los pueblos sean virtuosos?, empecemos pues por hacerles amar a lapatria; pero cmo podrn amarla si para ellos la patria no representa algo distinto de lo querepresenta para los extranjeros y ella slo les da lo que a nadie le puede negar? Sera an peor

    si el pueblo no pudiera gozar ni siquiera de la seguridad civil, quedando sus bienes, su vida osu libertad a discrecin de los poderosos sin que al pueblo le fuera posible o permitidoatreverse a reclamar las leyes. Sometido as a los deberes propios del estado civil, privado in-cluso de los derechos del estado de naturaleza, y sin poder defenderse por la fuerza, el pueblose vera reducido a la peor condicin en la que un hombre libre pueda verse y la palabrapatria slo tendra para l un odioso y ridculo sentido.11 No hay que creer que sea posibleofender o cortar un brazo sin que el dolor no acuda a la cabeza, ni tampoco que la voluntadgeneral consienta que un miembro cualquiera del Estado hiera o destruya a otro distinto; delmismo modo, no cabe esperar que un hombre con uso de razn se saque a s mismo los ojoscon los dedos. La seguridad particular est de tal modo ligada a la confederacin pblica quesi en nada se estimase la humana debilidad, tal convencin quedara disuelta por el derecho

    en cuanto un solo ciudadano del Estado pereciese por faltarle el auxilio que hubiera podidoprestrsele, si un solo ciudadano hubiese sido sin causa retenido en prisin, o cuando un soloproceso se perdiese por una injusticia evidente; pues cuando se infringen las convencionesfundamentales no hay derecho o inters alguno para el pueblo en mantener la unin social, amenos que ste no fuera retenido por la nica fuerza que produce la disolucin del Estadocivil.

    En efecto, no consiste el compromiso del cuerpo de la nacin en proveer con el mismocuidado a la conservacin del ltimo de sus miembros y a la de todos los dems? Y esmenos causa comn la salvacin de un ciudadano que la de todo el Estado? Si se nos dijeraque es bueno que alguien perezca por todos, yo admirara tal sentencia si la pronunciara undigno y virtuoso patriota consagrado voluntariamente y por deber a morir por la salvacin desu pas; pero si llegara a mis odos que se le permite al gobierno sacrificar a un inocente parasalvar a la multitud12,tomara esta mxima como una de las ms execrables que jams hayainventado la tirana, como la ms falsa que proponerse pueda, como la ms peligrosa quepueda admitirse y como la ms directamente opuesta a las leyes de la sociedad. En lugar deque uno debiese perecer por todos, todos comprometieron sus bienes y sus vidas en ladefensa de todos a fin de que la debilidad particular estuviese siempre protegida por la fuerzapblica y cada miembro por todo el Estado. Despus de suponer que un individuo tras otro essuprimido del pueblo, exigidles a los partidarios de tal mxima que expliquen mejor lo queentienden por cuerpo del Estado y veris que al final lo reducen a un pequeo nmero dehombres que no son el pueblo sino los oficiales del pueblo, los cuales, despus de que se han

    obligado, por juramento particular, a perecer ellos mismos por la salvacin del pueblo,pretenden probar de ese modo que es a ste a quien le toca perecer por la suya propia.Para encontrar ejemplos de la proteccin que el Estado le debe a sus miembros y del

    respeto que le debe a sus personas, se han de buscar tan slo en las ms ilustres y arrojadasnaciones de la tierra, pues casi slo en los pueblos libres se conoce el valor de un hombre.Sabemos cunta perplejidad embargaba a toda la repblica de Esparta cuando haba quecastigar a un ciudadano culpable. En Macedonia, la vida de un hombre era asunto de tanta

    11 Es sta una velada alusin al derecho de resistencia contra la tirana y la opresin? Difcil es decirlo concerteza. Ntese, sin embargo, la fuerte similitud entre este argumento y el desarrollado por J. Locke, no slo enel ltimo captulo, sino tambin en el captulo VII, # 91 de su Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil.12 Se percibe aqu un germen de lo que aquel sutil y riguroso lector de Rousseau que fuera Immanuel Kant

    acuar bajo la forma de la "segunda formulacin" de su Imperativo Categrico, raz de una importantetradicin de deontologa moral. Ver I. Kant: Fundamentacin de la Metafsica de las Costumbres (1785).

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    importancia que su poderoso monarca Alejandro, con toda su grandeza, no se hubieraatrevido a ordenar la muerte de un macedonio criminal mientras el acusado no hubiesecomparecido ante sus conciudadanos para defenderse y no hubiese sido condenado por ellos.Pero fueron los romanos quienes se distinguieron de todos los pueblos de la tierra por losmiramientos del gobierno para con los particulares, as como por su escrupuloso cuidado en

    respetar los derechos inviolables de todos los miembros del Estado. Nada haba entre ellosms sagrado que la vida de los simples ciudadanos; se necesitaba la asamblea de todo elpueblo para condenar a alguien; ni el senado ni los cnsules, con toda su majestad, tenan elderecho de hacerlo, y en aqul, el pueblo ms poderoso de la tierra, el crimen y la pena de unciudadano suponan la pblica desolacin. Y as, pareci tan duro verterla sangre de unciudadano por cualquier crimen, que la ley Porcia conmut la pena de muerte por la de exiliopara todos aquellos que quisiesen sobrevivir a pesar de la prdida de tan dulce patria. EnRoma y en sus ejrcitos se respiraba ese amor entre conciudadanos y ese respeto hacia elnombre romano que elevaba el nimo e inflamaba la virtud de quien tena el honor de lle-varlo. El sombrero de un ciudadano liberado de esclavitud, la corona cvica del que habasalvado la vida de otro, era lo que con mayor complacencia se admiraba en la pompa de los

    triunfos; y es de sealar que, de las coronas que honraban las bellas hazaas guerreras, slo lacvica y la de los triunfadores eran de hierba y de hojas, pues todas las dems eran de oro. Ases como Roma fue virtuosa y se hizo la duea del mundo. Jefes ambiciosos!: el pastortambin gobierna a sus perros y a sus ganados y no es ms que el ltimo de los hombres. Labelleza del gobierno depende de que quienes nos obedecen puedan honrarnos. Por lo tanto,respetad a vuestros conciudadanos y os haris respetar; respetad la libertad y aumentarvuestro poder; no sobrepasis vuestros derechos y stos se harn ilimitados. Sea pues la patriacomo una madre para los ciudadanos, de modo que las ventajas que stos disfrutan en su pasles haga amarlo. Que el gobierno les deje tomar parte en la administracin pblica para quese encuentren como en su casa y slo vean las leyes como garantes de su libertad. Estosderechos, en todo su esplendor, pertenecen a todos los hombres, pero, aun sin apariencia deatacarlos directamente, la mala voluntad de los jefes los anula fcilmente. La ley de la que seabusa, tanto sirve al poderoso de arma ofensiva como de escudo contra el dbil, y el pretextodel bien pblico es siempre el ms peligroso azote del pueblo. Lo ms necesario y quiz loms difcil del gobierno, es esa severa integridad que busca la justicia para todos yprincipalmente la proteccin del pobre contra la tirana del rico. El mayor mal est ya hechocuando existen pobres que defender y ricos que contener. La fuerza de las leyes se ejerce tanslo sobre la equidad, pues son igualmente impotentes ante los tesoros del rico y ante lamiseria del pobre: el primero las elude; el segundo escapa de ellas; uno rasga el velo, el otrolo atraviesa.

    As pues, uno de los ms importantes asuntos del gobierno consiste en prevenir la extrema

    desigualdad de las fortunas, pero no incrementando los tesoros de los que los poseen, sinoimpidiendo por todos los medios que los acumulen; tampoco construyendo hospitales parapobres, sino preservando a los ciudadanos de caer en la pobreza. La desigual distribucin delos hombres en el territorio, con aglomeracin en un lugar y despoblacin en otro; el fomentode las artes de diversin y de pura industria a expensas de los oficios tiles y penosos; elsacrificio de la agricultura al comercio; la necesidad del ciudadano por la mala ad-ministracin de los dineros del Estado; en fin, la extrema venalidad que supone medir elrespeto con los doblones y comprar con dinero la virtud misma: tales son las causas msapreciables de la opulencia y la miseria, de la sustitucin del inters pblico por el particular,del odio mutuo entre ciudadanos, de su indiferencia por la causa comn, de la corrupcin delpueblo y del debilitamiento de todos los recursos del gobierno; males todos, difciles de sanar

    cuando aparecen pero que deben ser prevenidos por una buena administracin a fin de

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    mantener las buenas costumbres, el respeto a las leyes, el amor a la patria y el vigor de lavoluntad general.

    Empero, todas estas preocupaciones resultarn insuficientes si no se comienza aun desdems lejos. Acabo esta parte de la economa pblica por donde debera haber comenzado. Lapatria no puede subsistir sin libertad ni la virtud sin ciudadanos: lo conseguiris todo si

    formis ciudadanos; si no, slo tendris malos esclavos, comenzando por los jefes del Estado.Ahora bien, formar ciudadanos no es asunto de un da y para que se hagan hombres hay queinstruirlos desde nios. Si se me dice que quien tiene hombres a su mando no debe buscarfuera de sus naturalezas una perfeccin que no son capaces de alcanzar; que no debe deseardestruir sus pasiones y que la ejecucin de semejante proyecto no es ni deseable ni posible,mostrar mi acuerdo, pues un hombre sin pasiones es sin duda un mal ciudadano; pero tam-bin hay que convenir en que si no se les ensea a los hombres a amar alguna cosa, esimposible ensearles a amar algn objeto ms que a otro y a preferir lo verdaderamente belloa lo deforme. Si por ejemplo se les ejercita desde temprana edad a no estimar su propiaindividualidad ms que en sus relaciones con el Estado, as como a no percibir su propiaexistencia, por as decir, sino como parte de la del Estado, podrn llegar finalmente a

    identificarse con ese todo superior, a sentirse miembros de la patria, a amarla con eseexquisito sentimiento que el hombre aislado slo consigue por su propio esfuerzo, a elevarperpetuamente su alma hacia ese gran objeto y a transformar as en sublime virtud esapeligrosa disposicin de la que surgen todos los vicios13. No es slo la Filosofa quiendemuestra la posibilidad de esas nuevas orientaciones; la Historia ofrece mil ejemplosresplandecientes: si los ciudadanos son tan raros entre nosotros, es porque nadie se preocupade que los haya y porque an menos se admite la necesidad de formarlos. No es ya tiempo decambiar nuestras inclinaciones naturales una vez que stas han tomado su curso y el hbito seha unido al amor propio; tampoco es tiempo de salir fuera de nosotros mismos una vez que,habindose concentrado el yo humano en nuestro corazn, desarrolla en l esa despreciableactividad que absorbe toda virtud y preside la vida de las almas insignificantes. Cmo podragerminar el amor a la patria entre pasiones que lo ahogan? y qu les queda a los ciudadanosde un corazn dividido entre la avaricia, una amante y la vanidad?

    Desde el primer momento de la vida hay que aprender a merecerla; y como desde elnacimiento se participa de los derechos de los ciudadanos, el instante del nacimiento debesealar el comienzo del ejercicio de los deberes. Al igual que en la edad madura, tambin enla infancia deben existir unas leyes que enseen a obedecer a los otros, y como la razn decada hombre no es el nico rbitro de sus deberes, la educacin de los hijos no se debeconfiar slo a los padres por cuanto sta interesa, ms que a los padres, al propio Estado, yaque segn el curso de la naturaleza, la muerte del padre le arrebata a menudo los ltimosfrutos de esa educacin, mientras que la patria se resiente tarde o temprano de los efectos: el

    Estado permanece, mas la familia se deshace. Si la autoridad pblica, cuando reemplaza a lospadres y se ocupa de tan importante funcin, adquiere sus derechos al cumplir sus deberes,aqullos carecen de razn para quejarse, pues con ello se limitan a cambiar de nombre, demodo que bajo el nombre de ciudadanos dispondrn en comn de igual autoridad sobre sushijos que la que ejercan separadamente bajo el nombre de padres, y no sern menosobedecidos cuando hablen en nombre de la ley que cuando hablaban en nombre de lanaturaleza. La educacin pblica segn reglas dictadas por el gobierno y los magistradosnombrados por el soberano, constituye, pues, una de las principales mximas del gobiernofundamental o legtimo. Si los nios son educados en comn segn el principio de la

    13 Probablemente estos argumentos de Rousseau no hayan sido menos influyentes que los provenientes de la

    tradicin greco-romana en la formacin del concepto hegeliano de Sittlichkeit ("eticidad"), y de la doctrinahegeliana (fuertemente romntica) del Estado. Ver G. W F. Hegel: Filosofa del Derecho (1820).

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    igualdad, se les inculcan las leyes del Estado y las mximas de la voluntad general, se lesinstruye para que las respeten por encima de todo, se ven rodeados de ejemplos y objetos queles hablen sin cesar de la tierra madre que los alimenta, del amor que ella les dispensa, de losinestimables bienes que de ella reciben y de la compensacin que le deben, sin duda seamarn mutuamente como hermanos, jams desearn otra cosa que lo que la sociedad desee,

    sustituirn por hazaas de hombres el vano e intil parloteo de los sofistas y se convertirn unda en defensores y padres de la patria de la que durante tanto tiempo fueron hijos 14.Nada dir acerca de los magistrados destinados a presidir esta educacin que constituye

    sin duda el asunto ms importante del Estado. Sabido es que si se acordasen ligeramentesemejantes seales de confianza pblica y si esa sublime funcin no supusiese para aquellosque hubiesen cumplido dignamente con el resto de sus funciones, el precio de su trabajo, elhonorable y dulce reposo en su vejez y la culminacin de todos los honores, entonces toda laempresa sera intil y la educacin fracasara, pues all donde la leccin no est sostenida porla autoridad y el precepto por el ejemplo, la instruccin resulta infructuosa y la misma virtudpierde su crdito cuando est en boca de quien no la practica. Pero cuntos ilustres guerrerosagobiados bajo el peso de los laureles predican el valor; cuntos magistrados ntegros,

    dignificados con prpura, ensean la justicia en los tribunales; unos y otros formarn asvirtuosos sucesores y transmitirn de edad en edad, a las siguientes generaciones, laexperiencia y el talento de los jefes, el nimo y la virtud de los ciudadanos y la emulacin,comn a todos, para vivir y morir por la patria.

    Slo conozco tres pueblos que en otros tiempos hayan practicado la educacin pblica, asaber: los cretenses, los lacedemonios y los antiguos persas. En todos ellos tuvo gran xito yen los dos ltimos obr grandes prodigios. Cuando el mundo qued dividido en nacionesdemasiado grandes para poder ser gobernadas, la educacin pblica dej de ser practicable yotras razones que el lector puede apreciar fcilmente impidieron su ensayo en los pueblosmodernos. Sorprende que los romanos pudiesen prescindir de la educacin pblica, pero locierto es que Roma fue durante quinientos aos un continuo milagro que el mundo no puedevolver a contemplar. La virtud de los romanos, engendrada por el horror a la tirana y por uninnato amor a la patria, hizo de todas las casas otras tantas escuelas de ciudadanos, y el poderilimitado de los padres sobre los hijos proporcion tal severidad a la vigilancia particular, queel padre, ms temido que los magistrados, simbolizaba el tribunal domstico, el censor decostumbres y el vengador de las leyes.

    Es as como un gobierno atento y bienintencionado, que vele sin pausa por mantener orecordar al pueblo el amor a la patria y las buenas costumbres, previene a tiempo los malesque, tarde o temprano, acarrea la indiferencia de los ciudadanos por la suerte de la repblica ymantiene dentro de estrechos limites ese inters personal que asla de tal modo a losparticulares que el Estado se debilita ante su potencia y nada puede esperar de la buena

    voluntad de aqullos. Cuando el pueblo ama a su pas, respeta las leyes y vive con sencillez,cuesta poco hacerle feliz, y en la administracin pblica, en donde la fortuna intervienemenos que en la suerte de los particulares, la sabidura est tan cerca de la felicidad que seconfunde con ella.

    III14 Difcil es no evocar aqu, entre otras preciosas referencias, la Grandeza y Decadencia de los Romanos de

    Montesquieu; ni, ya en un tono crtico frente a la tradicin antigua de la moral cvica, el discurso de BenjamnConstant de 1819, conocido como "De la Libertad de los Antiguos comprada con la de los Modernos". Ver

    igualmente la nota anterior.

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    No basta con tener ciudadanos y con protegerlos; es preciso, adems, cuidar de susubsistencia. Satisfacer las necesidades pblicas es una consecuencia evidente de la voluntadgeneral y el tercer deber esencial del gobierno. Este deber no consiste, como pudiera parecer,

    en llenar los graneros de los particulares y en dispensarles de trabajar, sino en mantener laabundancia a su alcance de tal modo que para adquirirla, el trabajo sea siempre necesario y jams intil. Dicho deber afecta tambin a todas las operaciones que comporta elmantenimiento del fisco y los gastos de la administracin pblica. As, despus de haberhablado de la economa general en relacin con el gobierno de las personas, nos restaconsiderarla en relacin con la administracin de los bienes.

    Esta parte no ofrece menos dificultades por resolver o contradicciones por superar que laprecedente. Es cierto que el derecho de propiedad es el ms sagrado de todos los derechos delos ciudadanos, y es ms importante, en ciertos aspectos, que la misma libertad, bien seaporque tiende ms directamente a la conservacin de la vida, bien sea porque, como losbienes son ms fciles de usurpar y ms difciles de defender que la persona, debe respetarse

    ms lo que es ms fcil de arrebatar; bien sea, en fin, porque la propiedad es el verdaderogarante de los compromisos de los ciudadanos, pues si los bienes no respondiesen de laspersonas, sera muy fcil eludir los deberes y mofarse de las leyes. Por otro lado, es asimismocierto que el mantenimiento del Estado exige tambin unos gastos, y como el que acepta elfin no puede rechazar los medios, resulta que los miembros de la sociedad deben contribuircon sus bienes a su sostn. Adems es difcil asegurar por un lado la propiedad de losparticulares sin atacarla por otro, y no es posible que los reglamentos que regulan el ordensucesorio, los testamentos y los contratos, no perjudiquen en ciertos aspectos el poder dedisposicin de los ciudadanos sobre sus propios bienes y consiguientemente su derecho depropiedad. Pero adems de lo que acabo de decir sobre el acuerdo existente entre la autoridadde la ley y la libertad del ciudadano, conviene hacer una importante observacin sobre ladisposicin de los bienes que solventar muchas dificultades. Se trata de que, por sunaturaleza, tal como ha mostrado Puffendorf, el derecho de propiedad no se extiende ms allde la vida del propietario, de modo que, desde que muere, su bien deja de pertenecerle, por loque prescribirle las condiciones bajo las cuales podr disponer de l, supone en el fondoalterar en apariencia su derecho y no tanto ampliarlo en efecto.

    En general, aunque la institucin de las leyes que regulan el poder de disposicin de losciudadanos sobre su propio bien corresponde slo al soberano, el espritu de esas leyes, quedebern ser aplicadas por el gobierno, aconseja que los bienes familiares se enajenen o salganlo menos posible de la familia cuando van siendo transmitidos de padre a hijo o de parienteen pariente. Existe una razn cierta de todo ello en favor de los hijos, pues para stos el

    derecho de propiedad sera intil si el padre no les dejara nada, y ms an cuando, por habercontribuido con su trabajo a la adquisicin de los bienes del padre, quedan asociados alderecho de su jefe. Mas, otra razn menos directa y no menos importante es que nada hay tanfunesto para las costumbres y la repblica como los continuos cambios de estado y de fortunade los ciudadanos; cambios que demuestran y originan mil desrdenes que todo lo revuelveny confunden, y por cuya causa, los que han sido educados para una cosa son destinados a otradistinta, y quienes suben o descienden no pueden adquirir las nuevas mximas y luces queconvienen a su nuevo estado, ni mucho menos cumplir los deberes respectivos. Pasar ahoraa ocuparme del objeto de las finanzas pblicas.

    Si el pueblo se gobernase a s mismo y no hubiese intermediarios entre la administracindel Estado y los ciudadanos, stos se limitaran a pagar su cuota en cada ocasin

    proporcionalmente a las necesidades pblicas y a las facultades de los particulares, de modoque, como nadie descuidar jams la recuperacin o el empleo de los mismos, no cabr ni

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    fraude ni abuso en su manejo; el Estado no se ver nunca sobrecargado de deudas ni elpueblo agobiado por los impuestos, o bien, al menos, la seguridad de su empleo compensarla dureza de la tasa. Pero las cosas no pueden marchar as, y por limitado que sea un Estado,la sociedad civil ser siempre demasiado numerosa como para poder ser gobernada por todossus miembros.15Los dineros pblicos deben pasar necesariamente por las manos de los jefes,

    los cuales, aparte del inters del Estado, tienen el suyo particular, que no es el ltimo en seratendido. En cuanto al pueblo, que antes percibe la avidez de los jefes y de sus imprudentesgastos que las necesidades pblicas, murmura por verse desposedo de lo necesario enbeneficio de lo superfluo ajeno y cuando tales maniobras colman su enojo, ni la ms ntegraadministracin logra restablecer la confianza. As pues, si las contribuciones son voluntariasno producen nada y si son obligatorias, son ilegtimas, y en esta cruel alternativa entre dejarque el Estado perezca o tocar el sagrado derecho de propiedad consiste la dificultad de una

    justa y sabia economa.Tras la promulgacin de las leyes, la primera tarea del fundador de la repblica, consiste

    en encontrar fondos suficientes para el mantenimiento de los magistrados y dems oficiales,as como para todos los gastos pblicos. Dichos fondos reciben el nombre de aerarium o

    fisco si es dinero, y dominio pblico si son tierras, siendo este ltimo preferible al primeropor razones evidentes. Quien reflexione suficientemente sobre esta materia no podr opinarde forma distinta a la de Bodino, que considera al dominio pblico como el instrumento mshonesto y seguro para atender las necesidades del Estado. Observemos que cuando Rmulodividi las tierras, lo primero que hizo fue destinar un tercio para tal uso. Reconozco laposibilidad de que un dominio mal administrado termine por no producir nada, pero no es dela esencia del dominio el ser mal administrado.

    Antes de utilizarlo, el fondo debe ser asignado o aceptado por la asamblea del pueblo16 delos Estados del pas, que a continuacin determinarn su uso. Mediante tal solemnidad, queconvierte a los fondos en inalienables, estos cambian, por as decir, de naturaleza, y sus rentasson entonces tan sagradas que la menor desviacin constituye no slo el ms infame de losrobos sino tambin un crimen de lesa majestad. Es una gran deshonra para Roma quedestacase la integridad del recaudador Catn, y que cuando un emperador recompens con al-gunas monedas el talento de un cantor necesitara aclarar que el dinero en cuestin pertenecaa su familia y no al Estado. Pero si existieron pocos Galbas, dnde encontrar algn Catn? ysi algn da el vicio nos deshonra, quines sern los jefes con suficientes escrpulos comopara abstenerse de tocar las rentas pblicas confiadas a su arbitrio y no imponrselas deinmediato a ellos mismos, confundiendo sus vanas y escandalosas disipaciones con la gloriadel Estado y el engrandecimiento de su autoridad con el aumento de poder? En esta delicadaparte de la administracin, es la virtud el nico instrumento eficaz, y la integridad delmagistrado, el exclusivo freno capaz de contener su avaricia. Los libros y las cuentas de los

    regidores sirven menos para descubrir su infidelidad que para encubrirlos, y la prudencia estsiempre menos pronta a imaginar nuevas precauciones que la picaresca a eludirlas. Olvidaospues de registros y papeles y poned las finanzas en manos fieles: es la nica manera de que selleven con fidelidad.

    Una vez establecidos los fondos pblicos, los jefes del Estado son, por definicin, susadministradores, pues dicha administracin es una parte esencial del gobierno, aunque no deigual volumen que las restantes: su influencia aumenta a medida que disminuyen los restantes

    15 Advirtase que Rousseau, el introductor del concepto de la voluntad general como fuente de toda soberanalegtima, es fuertemente escptico respecto de las posibilidades del gobierno democrtico (y ms an en suContrato Social. Ver Libro III, cap. IV). Esto, no debemos olvidarlo, se sostiene en la diferencia que el autorestablece entre soberana y gobierno. Lo que se afirma es, por tanto, la dificultad o imposibilidad de que el

    pueblo en conjunto ejerza el poder ejecutivo (nuevamente, aqu la referencia fundamental es al Contrato Social).16 Dado que ella constituye el sujeto de la soberana y la voluntad general.

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    recursos y se puede decir que un gobierno alcanza su punto mximo de corrupcin cuando nodispone de ms nervio que el dinero. Ahora bien, como en esto el gobierno tiende siempre alrelajamiento, podemos decir que el Estado no subsistir si sus rentas no aumentan decontinuo.

    El primer signo de la necesidad de tal aumento es tambin el primer signo de desorden

    interior en el Estado, de modo que el buen administrador, cuando quiere encontrar dineropara atender una necesidad presente, no olvida indagar la causa remota de esa nuevanecesidad; como el marino que, adviniendo la inundacin del barco, mientras pone en marchalas bombas no olvida buscar y taponar la va de agua.

    De esta regla deriva la mxima ms importante de la administracin de las finanzas, cuales la de dedicar ms esfuerzo a prever las necesidades que a incrementar las rentas. Pormucha diligencia que se arbitre, el auxilio que slo llega tras el mal, y con lentitud, no aliviael sufrimiento del Estado: mientras se piensa cmo remediar un inconveniente, otro distintoaparece, y los nuevos recursos producen nuevos inconvenientes, de suerte que, al final, lanacin se endeuda, el pueblo es oprimido y el gobierno pierde su vigor sin poder hacermucho ms a pesar de contar con mucho dinero. Creo que del buen fundamento de esta m-

    xima derivaban los prodigios de los antiguos gobiernos, los cuales, con toda su parsimonia,conseguan ms cosas que los nuestros con todos sus tesoros, y quizs de ah derive laacepcin vulgar de la palabra economa, que ms bien se refiere al sabio manejo de lo que setiene que a los medios para adquirir aquello de lo que se carece.

    Con independencia del dominio pblico, que moldea al Estado en proporcin a la probidadde quienes lo rigen, si conocisemos suficientemente la fuerza de la administracin general,sobre todo cuando slo hace uso de medios legtimos, nos sorprenderamos de todos losrecursos de que disponen los jefes para prevenir todas las necesidades pblicas sin tener quehacer uso de los bienes de los particulares. Como son los amos de todo el comercio delEstado, nada les resulta ms fcil que dirigirlo de modo que todo est previsto y sin necesidadde tomar parte en l. El verdadero secreto de las finanzas y la fuente de la riqueza consiste enla distribucin de los productos agrcolas, del dinero y de las mercancas en una justaproporcin y segn el tiempo y el lugar, siempre que los administradores sean capaces dealtas miras, admitiendo en ciertos casos una prdida aparente e inmediata a fin de obtenerrealmente inmensos beneficios en un futuro menos prximo. Cuando observamos que, enaos de abundancia, el gobierno paga derechos por la salida del trigo en vez de cobrarlos, yen aos de escasez los paga por su entrada, tenemos que aferramos a los hechos para poderaceptar su certeza y si tales hechos hubiesen ocurrido en el pasado, pensaramos que son unafbula. Supongamos que para prevenir la caresta de aos malos se propusiese la creacin dealmacenes pblicos, en cuntos pases no servira de pretexto para la creacin de nuevosimpuestos el mantenimiento de tan til establecimiento? En Ginebra, tales graneros, creados

    y mantenidos por una sabia administracin, constituyen un recurso pblico para los malosaos y la principal renta del Estado en todo tiempo. Alit et ditat, es la bella inscripcin quepuede leerse en la fachada del edificio. Para exponer aqu el sistema econmico de un buengobierno, consider a menudo el de esa repblica, con la dicha de encontrar en mi patria elejemplo de sabidura y felicidad que deseara reinasen en todos los pases.

    Si examinamos cmo crecen las necesidades del Estado, veremos que ello ocurre, confrecuencia, poco ms o menos como entre los particulares: en menor medida por verdaderanecesidad que por incremento de deseos intiles.17 Asimismo comprobaremos que nor-

    17 Para esta y otras referencias o alusiones sobre el lujo, lo innecesario, y el gusto por lo superfluo (que incluyeel gusto por las artes y el refinamiento cultural), consltese la imprescindible Carta a D`Alambert (1758), uno de

    los primeros textos que hicieron clebre a Rousseau.

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    malmente no se aumenta el gasto como pretexto para aumentar la recaudacin, de suerte queel Estado ganara en ocasiones con el desinters por hacerse rico, pues esa riqueza aparente lees ms costosa que la pobreza misma. Cierto es que cabe poner a los pueblos en ms estrechadependencia si por un lado se les da lo que por otro se les quita, poltica que utilizara Joscon los egipcios; mas tan vano sofisma resulta funesto para el Estado si el dinero no vuelve a

    las mismas manos de las que sali, con lo que lo nico que se consigue con tales mximas esenriquecer a los ociosos con el despojo de los tiles.Una de las causas ms ciertas y peligrosas de tal aumento es el gusto por las conquistas.

    Tal gusto, con frecuencia engendrado por una ambicin distinta de la que parece anunciar, noes siempre lo que parece ser ni es tampoco siempre su verdadero motivo el deseo aparente deengrandecer la nacin, sino ms bien el deseo oculto de aumentar desde dentro la autoridadde los jefes mediante el aumento de las tropas y la diversin que provocan los objetivos de laguerra en el espritu de los ciudadanos.

    Al menos es bien cierto que nada hay tan torcido y miserable como los pueblosconquistadores, cuyos xitos no hacen sino aumentar sus miserias. Aunque la historia no loensease, bastara la razn para demostrar que cuanto ms grande es un Estado, ms fuerte y

    onerosos son sus dispendios, ya que todas las provincias suministran contingente para gastosde la administracin central y, adems, cada una de ellas gasta en su administracin lo mismoque si fuera independiente. Adese a esto que toda fortuna se hace en un sitio y se consumeen otro, lo cual acaba rompiendo el equilibrio entre producto y consumo y empobreciendo amuchos pases para enriquecer a una sola ciudad.

    Hay otra causa del aumento de las necesidades pblicas que tiene que ver con la anterior.Puede llegar un tiempo en que los ciudadanos, ya sin inters por la causa comn, dejen de serlos defensores de la patria y los magistrados prefieran mandar a mercenarios antes que ahombres libres, aunque no fuese ms que para someter mejor a los otros. As ocurri enRoma hacia finales de la Repblica y durante el Imperio, pues todas las victorias de losprimeros romanos, al igual que las de Alejandro, fueron hazaas de valientes ciudadanos que,si era preciso, saban dar su sangre por la patria pero jams llegaron a venderla. Mario fue elprimero que, en la guerra de Yugurta, deshonr a las legiones incorporando a libertos,vagabundos y mercenarios. Convertidos en enemigos de los pueblos en cuya felicidad seempearan, los tiranos formaron tropas en apariencia para contener al extranjero y de hechopara oprimir al habitante. Para crear tales tropas, hubo que quitarle cultivadores a la tierra ypor esa ausencia disminuy la calidad de los productos agrcolas, para cuyo mantenimiento secrearon impuestos que aumentaron su precio. Este primer desorden provoc la protesta delpueblo; para reprimirla hubo que aumentar las tropas y la consecuencia fue la miseria. Cuantoms aumentaba la desesperacin, ms forzoso an era incrementarla a fin de prevenir susefectos. Por otro lado, esos mercenarios, cuya estima poda medirse por el precio por el que

    ellos mismos se vendan, orgullosos de su vileza y con desprecio de las leyes que lesprotegan y de los hermanos a los que quitaban el pan, se creyeron ms honrados por sersatlites del Csar que defensores de Roma. Entregados a una obediencia ciega, crean que elEstado era el pual alzado sobre sus conciudadanos y estaban dispuestos a degollara laprimera seal. No sera difcil demostrar que esta fue una de las principales causas de laminadel imperio romano.

    En nuestros das, la invencin de la artillera y las fortificaciones ha obligado a lossoberanos europeos a restablecer el uso de tropas regulares para proteger las plazas, pero,aunque con motivos ms legtimos, es de temer que su efecto ser igualmente nefasto.Tambin habr que despoblar los campos para formar ejrcitos y guarniciones y paramantenerlos ser preciso asimismo oprimir a los pueblos, y esos peligrosos ordenamientos

    crecen desde hace un tiempo con tal rapidez en nuestros pases que no cabe esperar otra cosa

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    que la despoblacin de Europa y, ms tarde o ms temprano, la ruina de los pueblos que lahabitan.

    En cualquier caso, hay que reconocer que tales instituciones trastocan forzosamente elverdadero sistema econmico, que es aquel que extrae del dominio pblico la principal rentadel Estado, y slo dejan el enojoso recurso de los subsidios e impuestos, de los cuales paso a

    ocuparme.Conviene recordar de nuevo que el fundamento del pacto social es la propiedad y suprimera condicin la de que todos sean mantenidos en el pacfico disfrute de suspertenencias. Verdad es que, segn este mismo tratado, cada cual se obliga, al menostcitamente, a cotizar en las necesidades pblicas; mas, como dicho compromiso no puedeperjudicar a la ley fundamental y presupone que los contribuyentes reconocen la evidencia dela necesidad, resulta que, para ser legtimo, debe ser voluntario, y no mediante voluntadparticular, como si fuese necesario el consentimiento de cada ciudadano de modo que cadacual pudiese aportar lo que quisiera, lo cual ira directamente contra el espritu deconfederacin, sino mediante voluntad general, por pluralidad de votos y en razn de unatarifa proporcional que impida la imposicin arbitraria.

    El principio de que los impuestos no pueden ser legtimamente implantados sin elconsentimiento del pueblo o de sus representantes, ha sido reconocido generalmente portodos los filsofos y jurisconsultos que gozan de cierta reputacin en materia de derechopoltico, incluido el mismo Bodino. Cuando algunos de estos autores establecieron mximasaparentemente contrarias, aparte de motivos particulares fciles de descubrir, aadieron tantascondiciones y restricciones que, en el fondo, la cosa se quedaba exactamente como estaba:que el pueblo pueda negarse o que el soberano pueda no exigir es indiferente en cuanto alderecho y si slo es cuestin de fuerza, es completamente intil indagar si es legtimo o no loes.

    Las contribuciones que se le imponen al pueblo son de dos clases: las reales, que gravan alas cosas, y las personales, que se pagan por cabeza. Ambas reciben el nombre de impuestoso subsidios. Cuando es el pueblo quien fija la suma acordada, se habla de subsidio; cuando loque se acuerda es el producto total de una tasa, se trata del impuesto. Puede leerse en el libroEl espritu de las leyes, que la imposicin por cabeza favorece la servidumbre, mientras quela tasa real conviene ms a la libertad. Esto sera indiscutible si los contingentes por cabezafuesen iguales, pues en ese caso no habra nada ms desproporcionado que una tasasemejante, siendo as que el espritu de libertad consiste sobre todo en la estricta observanciade las proporciones. Pero la tasa por cabeza es exactamente proporcionada a los medios delos particulares, como es el caso de la que en Francia llaman capitation, tasa real y personal ala vez: es la ms equitativa y, por consiguiente, la que ms conviene a los hombres libres. Asimple vista, parece fcil seguir dichas proporciones, puesto que, por referirse a la situacin

    que cada cual tiene en el mundo, las indicaciones son siempre pblicas; pero, adems de quela avaricia, el crdito y el fraude saben eludir incluso la evidencia, es raro que en talesclculos entren todos los elementos que deben entrar. Primeramente hay que considerar larelacin de cantidades por la cual, en virtud de la ley de igualdad, quien posea diez veces msdeber pagar diez veces ms. En segundo lugar, la relacin de usos: la distincin entre lonecesario y lo superfluo. Quien simplemente posee lo necesario no deber pagar nada; la tasadel que tiene algo superfluo puede igualarse, si es preciso, a la suma total de lo que exceda desus bienes necesarios. Ante esto, el ltimo dir que, dado su rango, lo que es superfluo paraun hombre inferior es necesario para l; pero es mentira, porque un Grande tiene dos piernascomo tiene un vaquero, y como l, tan slo tiene un vientre. Adems, ese pretendidonecesario es tan poco necesario para su rango que, si supiese renunciar a l para un fin loable,

    slo merecera el respeto. El pueblo se arrodillara ante un ministro que acudiese a pie alconsejo por haber tenido que vender sus carrozas ante una urgente necesidad del Estado. La

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    ley, en fin, a nadie prescribe la magnificencia y el decoro no es nunca razn contra elderecho.

    Una tercera relacin, que nunca se tiene en cuenta y que debera ser siempre la primera enser considerada, es la de las utilidades que todos obtienen de la confederacin social, la cualprotege fuerte mente las inmensas propiedades del rico y apenas le permite al miserable

    disfrutar de la cabaa que l mismo construy con sus propias manos. No son para lospoderosos y los ricos todas las ventajas de la sociedad? No acaparan stos todos los empleoslucrativos? Y cuando un hombre bien considerado le roba a sus acreedores o comete otrasbriboneras, no tiene asegurada su impunidad? Los bastonazos que propina, las violenciasque comete y hasta las muertes y asesinatos por su culpa, no son otros tantos asuntos que seminimizan y que se olvidan en seis meses? Pero si le roban a ese mismo hombre, toda lapolica se pone de inmediato en movimiento y pobres de los inocentes de quienes sesospeche. Si atraviesa un lugar peligroso no falta la escolta; si se rompe el eje de su silla,todos acuden en su ayuda; si hay bullicio ante su puerta, dice una palabra y todo calla; si elgento le incomoda, hace un gesto y todo se arregla; si un carretero molesta en su camino, susgentes se disponen a molerle a palos, y antes se atropella a cincuenta honrados peatones

    camino de sus asuntos que a un bribn ocioso atrasado en su carruaje. Todos estosmiramientos no le cuestan un cntimo: son el derecho del hombre rico ms que el precio de lariqueza. Cun diferente el cuadro del pobre!: cuanto ms le debe la humanidad, ms le niegala sociedad. Se le cierran todas las puertas, incluso cuando tiene el derecho a que se le abran,y si alguna vez obtiene justicia, es con mayor pena que con la que el otro obtiene gracia. Sihay que hacer un trabajo penoso o reclutar milicia, se le da la preferencia; adems de la suya,soporta la carga de la que su vecino rico queda exento; todos se alejan de l cuando lesobreviene el menor accidente; si vuelca su msero carruaje, en lugar de que alguien le ayude,puede alegrarse si evita al pasar las vejaciones de los acompaantes de un joven duque: enuna palabra, ninguna asistencia gratuita le alcanza precisamente porque no tiene con qupagarla y yo lo tengo por hombre perdido si tiene la desgracia de poseer un alma honesta, unahija amable o un vecino poderoso. Otra cosa no menos importante a la que prestar atencin,es que las prdidas de los pobres son mucho menos reparables que las del rico, as como quela dificultad para adquirir crece siempre en razn de la necesidad. Con nada, nada se hace; es-to es cierto tanto en los negocios como en la Fsica. El dinero es simiente de dinero y elprimer dobln es a veces ms difcil de ganar que el segundo milln. Ms an, todo lo que elpobre paga, lo pierde para siempre y va a parar o vuelve a las manos del rico, y como el pro-ducto de los impuestos va a parar, tarde o temprano, slo a los miembros del gobierno o a susallegados, aunque paguen su contingente, tienen un claro inters en aumentarlos.

    Resumamos en cuatro palabras el pacto social de los Estados: Vosotros tenis necesidadde mi, pues yo soy rico y vosotros sois pobres. Hagamos pues un pacto: yo permitir que

    tengis el honor deservirme con la condicin de que me deis lo poco que os queda a cambiode la pena que me causar mandaros.18

    Si con cuidado combinamos todas estas cosas, veremos que para repartir las tasas demanera equitativa y verdaderamente proporcional, su imposicin no debe hacerse slo enrazn de los bienes de los contribuyentes, sino por la razn compuesta de la diferencia entresus condiciones y el superfluo de sus bienes, operacin muy importante y difcil que cada darealizan multitud de honestos encargados que saben aritmtica, pero que un Platn o un

    18 Un desarrollo pormenorizado acerca de este "pacto espurio", y sus fundamentos, se encontrar en el Discursosobre los Orgenes de la Desigualdad entre los Hambres, clebre texto de Rousseau acerca del estado natural del

    hombre, y su "cada" en el envilecimiento producto del orden social y la propiedad, tambin conocido comoSegundo Discurso, de 1754 (esto es, contemporneo del Discurso sobre la Economa Poltica.)

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    Montesquieu no se hubieran atrevido a llevar a cabo sin temor y sin pedir al cielo luces eintegridad.

    Otro inconveniente de la tasa personal es que se deja sentir mucho y que su duracin esexcesiva, lo cual no impide que est sujeta a muchos inconvenientes, porque en la inspeccino en el proceso es ms fcil ocultar la cabeza que las posesiones.

    De las restantes imposiciones, el censo sobre tierras o falla real siempre se consider comola ms ventajosa en aquellos pases en los que se tiene ms en cuenta la cantidad del productoy la seguridad de la recaudacin que la mnima incomodidad del pueblo. Se lleg a decir quehaba que gravar al campesino para despertarle de su pereza y que no hara nada si no tuviesenada que pagar. Pero en todos los pueblos del mundo, la experiencia desmiente esta ridculamxima. En Holanda e Inglaterra, donde el labrador paga muy poco, y sobre todo en China,donde no paga nada, es donde mejor se cultiva la tierra; por el contrario, all donde ellabrador est gravado en proporcin al producto de su tierra, la deja sin cultivo o se limita aobtener slo lo que necesita para vivir, pues para quien pierde el fruto de su esfuerzo, el nohacer nada significa ganar y exponer el trabajo a una multa es un medio singular de alejar lapereza.

    La tasa sobre tierras o sobre el trigo, sobre todo cuando es excesiva, origina dosinconvenientes tan terribles que acaban despoblando y arruinando el pas en el que seimplanta.

    El primero proviene de la falta de circulacin de especies, pues el comercio y la industriaatraen a la capital todo el dinero del campo y, al romper el impuesto la proporcin que anpoda darse entre las necesidades del labrador y el precio del trigo, el dinero sale continua-mente y no regresa jams: cuanto ms rica es la ciudad tanto ms pobre es el campo. Elproducto de las tallas pasa de manos del prncipe o del financiero a manos de artesanos ycomerciantes, y el cultivador, que slo percibe la menor parte, se agota al final teniendo quepagar siempre igual suma recibiendo cada vez menos. Cmo podra vivir un hombre queslo tuviese venas pero no arterias o cuyas arterias llevasen la sangre a tan slo cuatro dedosdel corazn? Chardin dice que en Persia, los derechos del rey sobre los productos agrcolas sepagan tambin con productos agrcolas. Esta costumbre, de la que cuenta Herodoto que sepractic en ese pas hasta los tiempos de Daro, puede impedir el mal del que acabo de hablar.Pero, a no ser que en Persia los intendentes, directores, empleados y guardas de almacenessean otro tipo de gente distinta a la que son en otros pases, me costara creer que llegasehasta el mismo rey la mnima parte de dichos productos, que los trigos no se echasen a perderen los graneros o que el fuego no acabara con casi todos los almacenes.

    El segundo inconveniente procede de una ventaja aparente que agrava los males antes dedetectarlos. El trigo es un producto agrcola no encarecido por impuestos en los pases que loproducen, y que, a pesar de ser absolutamente necesario, disminuye en cantidad sin que

    aumente su precio, lo cual es causa de que mucha gente muera de hambre aunque el trigo sigasiendo barato, as como de que el labrador sea el nico que carga con el impuesto que nopudo desfalcar del precio de venta. Prstese mucha atencin a no razonar del mismo modocuando se trate de la talla real y de aquellos derechos sobre mercancas que provocan el alzade sus precios, con lo que quienes los pagan en realidad no son los comerciantes sino loscompradores. Y ello porque, por muy fuertes que sean dichos derechos, sin embargo sonvoluntarios, y el comerciante no los paga sino en proporcin a las mercancas que compra, demodo que, como no compra ms que en proporcin a su dbito, es l quien dicta la ley alparticular. Pero, y el labrador que, venda o no, est obligado a pagar a plazo fijo por elterreno que cultiva, no tiene derecho a esperar que se le ponga a su producto el precio que al le plazca?, y, sin embargo, cuando no puede vender su producto para su sustento, tiene que

    venderlo para pagar la talla, de suerte que a veces es la enormidad de la imposicin lo quemantiene el producto aprecio vil.

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    Observad tambin que los productos del comercio y la industria, lejos de hacer la talla mssoportable, por la abundancia de dinero, slo la hacen ms onerosa. No insistir sobre algobien evidente, a saber, que si la mayor o menor cantidad de dinero de un Estado puedeconcederle mayor o menor crdito en el exterior, en modo alguno cambia la fortuna real delos ciudadanos, ni procura en absoluto una vida cmoda. Pero har estas dos importantes

    observaciones: en primer lugar que, a menos que el Estado disponga de productos superfluosy que la abundancia de dinero no provenga de su endeudamiento en el extranjero, lasciudades en las que hay comercio se sienten solas por tal abundancia y el campesino se hacerelativamente ms pobre. En segundo lugar que, cuando sube el precio de las cosas por laemisin del dinero, es preciso tambin que los impuestos suban proporcionalmente, de suerteque el labrador no resulte ms gravado sin tener ms recursos.

    Cierto es que la talla sobre tierras es un verdadero impuesto sobre el producto, y sinembargo, todos aceptan que no hay nada tan peligroso como un impuesto sobre el trigopagado por el comprador; cmo no darse cuenta que el mal es cien veces peor cuando eseimpuesto es pagado por el mismo cultivador? No estamos ante un ataque contra la fuente desubsistencia del Estado? No significa esto provocar directamente la despoblacin del pas y

    a la larga su propia ruina?: la peor escasez para una nacin es la escasez de hombres.Slo un verdadero hombre de Estado puede fijar la base tributaria del impuesto con la

    mirada puesta ms all del objeto de las finanzas, transformar las cargas onerosas en tilesreglamentos de administracin y hacerle dudar al pueblo de si tales instituciones no tienenpor finalidad el bien de la nacin antes que el producto de las tasas.

    Los impuestos sobre la importacin de las mercancas extranjeras que quieren loshabitantes pero que el pas no necesita; sobre la exportacin de las del propio pas cuando nolas posee en abundancia, y sin las cuales no pueden pasar los extranjeros; sobre lasproducciones de artes intiles y en exceso lucrativas; sobre las entradas en las ciudades de lascosas de puro agrado y en general, sobre todos los objetos de lujo, cumplen ese dobleobjetivo. Tales impuestos, que alivian la pobreza e incrementan la riqueza, son los quecontribuyen a prevenir el aumento continuo de la desigualdad de fortunas, la opresin por losricos de una multitud de obreros y de servidores intiles, la multiplicacin de gentes ociosasen las ciudades y la desercin de los campos.

    Entre el precio de las cosas y los derechos que las gravan, hay que establecer unaproporcin tal que la avidez de los particulares no induzca demasiado al fraude a causa de lamagnitud de los beneficios. Asimismo, hay que prevenir la facilidad del contrabando, dandopreferencia a las mercancas menos fciles de esconder. Conviene en fin que el impuesto seapagado por aquel que emplea la cosa tasada y no por quien la vende, pues a ste, la cantidadde derechos con los que se vera gravado le causara ms tentaciones y medios paradefraudarlos. Esto es costumbre desde siempre en la China, el pas con los impuestos ms

    fuertes y mejor pagados del mundo. All el comerciante no paga nada, tan slo el compradorpaga los derechos, sin levantar por ello conspiraciones ni sediciones, ya que los productosnecesarios para la vida, como el atroz o el trigo, estn totalmente libres de impuestos, elpueblo no est en absoluto oprimido y el impuesto slo afecta a gentes acomodadas. Por lodems, todas esas precauciones deben ser dictadas, ms que por temor al contrabando, por elcuidado que el gobierno ha de poner en guardar a los productores de la tentacin deilegtimos beneficios que, tras convertirlos en malos ciudadanos, los tornarn bien pronto engentes deshonestas.

    Establzcanse fuertes tasas por la servidumbre, espejos, araas y muebles, sobre los tejidosy dorados, patios y jardines de mansiones, espectculos de toda especie, profesiones ociosas,como faranduleros, cantores, histriones; en una palabra, sobre todos aquellos objetos de lujo,

    diversin y ociosidad que a todos maravillan y que no pueden ocultarse por cuanto su nicouso es mostrar