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Marx y la Cuestion Judía. La polémica con Bauer. Bruno Bauer en su ‘Crítica de los evangelios sinópticos’, mostraba las contradicciones existentes entre los tres primeros evangelios – los de Marcos, Mateo y Lucas–, porque en algunos de ellos aparecen registrados detalles y milagros que no registran los otros y a su vez se diferencian notablemente del último, el de San Juan. Marx precisamente publicaría su respuesta a dos escritos que Bauer había editado en ese año de 1843 con los títulos ‘La cuestión judía’ y ‘La capacidad de los actuales judíos y cristianos para emanciparse’, así como su ‘Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel’. Citaré dos párrafos de Bauer en los que se percibe ese discurso tan diferente a la argumentación de Marx. Por ejemplo en la utilización muy ligera por parte de Bauer del concepto de “esencia”; porque hablar de una esencia del judío no tiene sentido. Dice lo siguiente: “La cuestión es más bien saber si el judío como tal, es decir, el judío que reconoce, él mismo, que está obligado por su verdadera naturaleza a vivir en una eterna separación de los otros, es capaz de recibir los derechos universales del hombre y acordarlos a los demás. Su religión y sus costumbres lo obligan a una separación eterna. ¿Por qué? Porque ellas constituyen su esencia, pero en tanto que él opone esta esencia a lo que otros consideran su esencia y lo excluyen de ella, su esencia no lo hace hombre sino judío, del mismo modo que la esencia que anima a los otros no los hace tampoco hombres, sino cristianos o mahometanos. Sólo como hombres pueden los judíos y los cristianos comenzar a considerarse y a tratarse mutuamente, si abandonan la esencia particular que los separa y los obliga a la separación eterna, sólo así pueden reconocer la esencia general del hombre y considerarla como su verdadera esencia.” Y unos renglones más adelante: “Mientras sea judío, es preciso que la esencia limitada que hace de él un judío salga victoriosa sobre su esencia humana, que debería ligarlo, como hombre, con hombres, y que lo separe del no judio. [...] La cuestión consiste mucho más en saber si, en el Estado cristiano como tal, hay derechos universales y no solamente privilegios particulares...” Frente a los planteamientos de Bauer, lo que sostiene Marx es básicamente que no existe una “esencia judía”, que no hay una manera excluyente de ser que consista en ser judío, sino que la

Marx y La Cuestion Judía

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Marx y la Cuestion Judía. La polémica con Bauer.

Bruno Bauer en su ‘Crítica de los evangelios sinópticos’, mostraba las contradicciones existentes entre los tres primeros evangelios –los de Marcos, Mateo y Lucas–, porque en algunos de ellos aparecen registrados detalles y milagros que no registran los otros y a su vez se diferencian notablemente del último, el de San Juan.

Marx precisamente publicaría su respuesta a dos escritos que Bauer había editado en ese año de 1843 con los títulos ‘La cuestión judía’ y ‘La capacidad de los actuales judíos y cristianos para emanciparse’, así como su ‘Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel’.

Citaré dos párrafos de Bauer en los que se percibe ese discurso tan diferente a la argumentación de Marx. Por ejemplo en la utilización muy ligera por parte de Bauer del concepto de “esencia”; porque hablar de una esencia del judío no tiene sentido. Dice lo siguiente:

“La cuestión es más bien saber si el judío como tal, es decir, el judío que reconoce, él mismo, que está obligado por su verdadera naturaleza a vivir en una eterna separación de los otros, es capaz de recibir los derechos universales del hombre y acordarlos a los demás. Su religión y sus costumbres lo obligan a una separación eterna. ¿Por qué? Porque ellas constituyen su esencia, pero en tanto que él opone esta esencia a lo que otros consideran su esencia y lo excluyen de ella, su esencia no lo hace hombre sino judío, del mismo modo que la esencia que anima a los otros no los hace tampoco hombres, sino cristianos o mahometanos. Sólo como hombres pueden los judíos y los cristianos comenzar a considerarse y a tratarse mutuamente, si abandonan la esencia particular que los separa y los obliga a la separación eterna, sólo así pueden reconocer la esencia general del hombre y considerarla como su verdadera esencia.”

Y unos renglones más adelante:

“Mientras sea judío, es preciso que la esencia limitada que hace de él un judío salga victoriosa sobre su esencia humana, que debería ligarlo, como hombre, con hombres, y que lo separe del no judio. [...] La cuestión consiste mucho más en saber si, en el Estado cristiano como tal, hay derechos universales y no solamente privilegios particulares...”

Frente a los planteamientos de Bauer, lo que sostiene Marx es básicamente que no existe una “esencia judía”, que no hay una manera excluyente de ser que consista en ser judío, sino que la referencia fundamental del judío ha sido y sigue siendo el dinero; que los judíos se han dedicado al comercio del dinero, a la usura, que se refugiaron en el negocio del dinero. Inclusive, en las monarquías y en los principados absolutistas de Europa se creó desde el siglo XVII la institución del “judío cortesano” (Hofjude), que era quien manejaba la política económica, por lo cual ello resultó en una de las causas del antisemitismo porque el pueblo campesino, que no sabía de economía, con mayor o menor razón le atribuyó al judío la política fiscal, los impuestos que lo agobiaban. Ese capitalismo anterior al capitalismo –como lo llama Abraham León– se personificaba en el judío y por ello dio origen al antisemitismo en el oriente de Europa, en donde una economía campesina, una economía productora de bienes de uso, resultaba siempre supeditada a los préstamos usurarios de los judíos. En Polonia, en Lituania, en Rusia, por ejemplo.

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Y por eso fue allí donde se originó el antisemitismo que luego adoptaron los nazis. Venía de la Rusia zarista de los años ochenta del siglo XIX y llegó a Alemania a través de los barones, de los terratenientes del Báltico que se vincularon al movimiento nacional-socialista. Esa inquina y ese rencor hacia el judío tenía que ver con la supeditación a él de comunidades dedicadas a la economía de bienes de uso, la economía campesina, pues era él quien ejercía esas funciones que luego se universalizaron cuando la usura pasó a ser una práctica corriente de la sociedad burguesa. De ahí la tesis que Marx plantea sobre el problema judío, lo que él llama la “judaización” de la sociedad, al considerar que el fundamento de la religión judía es, según dice, la necesidad práctica, el egoísmo, o sea el ansia de acumulación de riquezas. Como sostiene Marx, “el monoteísmo del judío es por ello en la realidad el politeísmo de las muchas necesidades, un politeísmo que convierte incluso el retrete en objeto de la ley divina. La necesidad práctica, el egoísmo, es el principio de la sociedad burguesa y se manifiesta como tal en toda su pureza tan pronto como la sociedad burguesa ha terminado de engendrar completamente de su seno el estado político. El Dios de la necesidad práctica y del egoísmo es el dinero.” Y más adelante:

“El dinero es el celoso Dios de Israel ante el cual no puede prevalecer ningún otro Dios. El dinero envilece a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercancía. El dinero es el valor general de todas las cosas, constituido en sí mismo. El dinero es la esencia enajenada del trabajo y de la existencia del hombre y esta esencia extraña lo domina y es adorada por él. El Dios de los judíos se ha secularizado, se ha convertido en el Dios del mundo, el cambio es el Dios real del judío. Su Dios es solamente el cambio ilusorio. La concepción que se tiene de la naturaleza bajo el imperio de la propiedad y el dinero es el desprecio real, la degradación práctica de la naturaleza, que en la religión judía existe ciertamente, pero sólo en la imaginación.”

Por lo cual plantea Marx, entonces, que la verdadera emancipación del judío será la emancipación de la sociedad con respecto del judaísmo, respecto del judaísmo que se ha convertido en capitalismo. Este es ya un planteamiento materialista, revolucionario, no un planteamiento racista. El problema no reside en la esencia del judío sino en la estructura de la moderna sociedad capitalista. De ahí que, lo que propone Marx sea la “emancipación humana”, la misma expresión que utiliza en la ‘Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel’ cuando afirma que la tarea del proletariado consiste en llevar a cabo una revolución que elimine el capitalismo, la sociedad de clases y la religión del dinero:

“Porque la esencia real del judío se ha realizado y secularizado en general en la sociedad burguesa, por ello la sociedad burguesa no ha podido convencer al judío de la irrealidad de su esencia religiosa, que no es justamente sino la concepción ideal de la necesidad práctica. Así, pues, no es, por tanto, en el Pentateuco o en el Talmud sino en la sociedad actual donde encontramos la esencia del judío de hoy, no como un ser abstracto sino como un ser altamente empírico, no sólo como la limitación del judío sino como la limitación judaica de la sociedad. Tan pronto le sea posible a la sociedad acabar con la esencia empírica del judaísmo, con la usura y sus premisas, será imposible el judío, porque su conciencia carecerá ya de objeto, porque la base subjetiva del judaísmo, la necesidad práctica, se habrá humanizado, porque se habrá superado el conflicto entre la existencia individual-sensible y la existencia genérica del hombre. La emancipación social del judío es la emancipación de la sociedad respecto del judaísmo1.