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Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos -- ¡que invocan a cada paso en actitud benévola a Marx! -- resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del "orden" que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante " DESTRUCCIÓN DEL ESTADO "Teóricamente", no se niega ni que el Estado sea el órgano de dominación de clase, ni que las contradicciones de clase sean irreconciliables. Pero se pasa por alto u oculta lo siguiente: si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad y que "se divorcia cada vez más de la sociedad", es evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido creado por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel "divorcio". Como veremos más abajo, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente clara por si misma, con la precisión más completa, a base del análisis histórico concreto de las tareas de la revolución. Y esta conclusión es precisamente -- como expondremos con todo detalle en las páginas siguientes -- la que Kautsky . . . ha"olvidado" y falseado. La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de "extinción". Según Marx, el proletariado sólo necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos de extinguirse; y, segundo, que los trabajadores necesitan un "Estado", "es decir, el proletariado organizado como clase dominante". En el "Manifiesto Comunista" se resumen los resultados generales de la historia, que nos obligan a ver en el Estado un órgano de dominación de clase y nos llevan a la conclusión necesaria de que el proletariado no puede derrocar a la burguesía si no empieza por conquistar el Poder político, si no logra la dominación política, si no transforma el Estado en el "proletariado organizado como clase dominante", y de que este Estado proletario comienza a extinguirse inmediatamente después de su triunfo, pues en una sociedad sin contradicciones de clase el Estado es innecesario e imposible.

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Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos -- ¡que invocan a cada paso en actitud benévola a Marx! -- resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del "orden" que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases.

El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante "

DESTRUCCIÓN DEL ESTADO

"Teóricamente", no se niega ni que el Estado sea el órgano de dominación de clase, ni que las contradicciones de clase sean irreconciliables. Pero se pasa por alto u oculta lo siguiente: si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad y que "se divorcia cada vez más de la sociedad", es evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido creado por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel "divorcio". Como veremos más abajo, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente clara por si misma, con la precisión más completa, a base del análisis histórico concreto de las tareas de la revolución. Y esta conclusión es precisamente -- como expondremos con todo detalle en las páginas siguientes -- la que Kautsky . . . ha"olvidado" y falseado.

La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de "extinción".

Según Marx, el proletariado sólo necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos de extinguirse; y, segundo, que los trabajadores necesitan un "Estado", "es decir, el proletariado organizado como clase dominante".

En el "Manifiesto Comunista" se resumen los resultados generales de la historia, que nos obligan a ver en el Estado un órgano de dominación de clase y nos llevan a laconclusión necesaria de que el proletariado no puede derrocar a la burguesía si no empieza por conquistar el Poder político, si no logra la dominación política, si notransforma el Estado en el "proletariado organizado como clase dominante", y de que este Estado proletario comienza a extinguirse inmediatamente después de su triunfo, pues en una sociedad sin contradicciones de clase el Estado es innecesario e imposible.Pero aquí no se plantea la cuestión de cómo deberá realizarse -- desde el punto de vista del desarrollo histórico -- esta sustitución del Estado burgués por el Estadoproletario.

Que la revolución proletaria había de abordar la tarea de "concentrar todas las fuerzas de destrucción" contra el Poder estatal

El primer acto por el cual el Estado se manifiesta realmente como representante de la sociedad entera, es decir la apropiación de los medios de producción en nombre de la sociedad, es al tiempo el último acto propio del Estado. La intervención del Estado en la vida de la sociedad se vuelve superflua en todos los campos, uno después de otro, y cae por sí solo en desuso. El gobierno de los hombres es reemplazado por la administración de las cosas y la dirección del proceso de producción. El Estado no es “abolido”, sino que muere. Bajo esta perspectiva es necesario situar la palabra de orden “Estado libre del pueblo”, en un sentido de agitación que, en un tiempo, tuvo derecho a la existencia y en último análisis, es científicamente insuficiente.

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Es necesario, igualmente, situarse bajo esta perspectiva para examinar las reivindicaciones de los llamados anarquistas, que quieren abolir el Estado de un día para otro.

Para el pensamiento político marxista-leninista, el Estado es el instrumento político transitorio de la socialización, transitorio por la esencia misma del Estado, que es la de un organismo de dominio de una clase sobre otra. El Estado socialista, al abolir las clases, se suicida. 

El estado según Marx, se extingue, a diferencia de la doctrina anarquista de la “abolición” del estado. Hablar de la extinción del estado equivale a esfumar la revolución.  El estado burgués no se extingue según Engels, sino que es destruido por el proletariado, en la revolución. El que se extingue después de esta revolución es el estado o semiestado proletario. El estado es una fuerza especial de represión. Engels al hablar de la extinción y adormecimiento del estado se refiere a la democracia. La democracia también es un estado y también desaparecerá cuando desaparezca el estado.  Todo estado es una fuerza especial para la represión de la clase oprimida. Todo estado ni es libre ni es popular. Marx y Engels explicaron esto reiteradamente a sus camaradas. Engels plantea la idea de la extinción del estado en un pasaje sobre la importancia de la revolución violenta.  Con la suplantación del marxismo por el oportunismo, el eclecticismo presentado como dialéctica, engaña a las masas, les da una aparente satisfacción, parece tener en cuenta todos los aspectos del proceso, cuando en realidad no da ninguna interpretación completa y revolucionaria del proceso del desarrollo social.  Marx y Engels refieren al estado burgués la revolución violenta.  La sustitución del estado burgués por el estado proletario es imposible sin una revolución violenta. Solo es posible por medio de un proceso de “extinción”.

WEBER

La nación como referente de sentido de la acción comunitaria constituye una exigencia por la apertura del esquema de dominación (Weber 2003: 16). A la base del prestigio de pertenecer a la nación encontramos la presión de parte de los dominados por participar de la determinación de los fines colectivos. Este impulso democratizador construye a la comunidad política como la base normativa de las actividades de la administración organizada racionalmente. La acción colectiva adquiere, por medio de la organización burocrática, mayores niveles de eficacia y precisión, es decir, mayores capacidades instrumentales, para la prosecución de los fines de la comunidad política. "La burocratización es el procedimiento específico de transformar una acción comunitaria en una acción societaria racionalmente ordenada" (Weber 1997: 742).

El tipo de dominación legal-racional encuentra el origen de su legitimidad justamente en la combinación entre los contradictorios principios de la democracia y la autoridad. La acción política se constituye como un balance entre estos dos polos, en el sentido de una "aspiración a la participación en el poder, ya sea entre Estados o, en el interior de un Estado, entre los grupos humanos que comprende" (Weber 1997: 1056). De esta manera, la política moderna se organiza burocráticamente, dando origen a los partidos políticos de masas como expresión de los intereses sociales. Todas las luchas por determinar los fines colectivos adquieren, según Weber, las características de una competencia entre partidos políticos, donde el principal objetivo consiste en ejercer control sobre la distribución

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de los cargos en el estado. Es decir, en el tipo de dominación legal-racional la participación es a través de la autoridad. Mediante la participación de los partidos en el estado, éste logra captar la pluralidad de orientaciones de la sociedad, legitimando con ello su propio funcionamiento como agente del interés colectivo de la nación, que contiene el conjunto de los intereses particulares políticamente manifiestos.

La nación como referente de sentido de la acción comunitaria constituye una exigencia por la apertura del esquema de dominación (Weber 2003: 16). A la base del prestigio de pertenecer a la nación encontramos la presión de parte de los dominados por participar de la determinación de los fines colectivos. Este impulso democratizador construye a la comunidad política como la base normativa de las actividades de la administración organizada racionalmente. La acción colectiva adquiere, por medio de la organización burocrática, mayores niveles de eficacia y precisión, es decir, mayores capacidades instrumentales, para la prosecución de los fines de la comunidad política. "La burocratización es el procedimiento específico de transformar una acción comunitaria en una acción societaria racionalmente ordenada" (Weber 1997: 742).

El tipo de dominación legal-racional encuentra el origen de su legitimidad justamente en la combinación entre los contradictorios principios de la democracia y la autoridad. La acción política se constituye como un balance entre estos dos polos, en el sentido de una "aspiración a la participación en el poder, ya sea entre Estados o, en el interior de un Estado, entre los grupos humanos que comprende" (Weber 1997: 1056). De esta manera, la política moderna se organiza burocráticamente, dando origen a los partidos políticos de masas como expresión de los intereses sociales. Todas las luchas por determinar los fines colectivos adquieren, según Weber, las características de una competencia entre partidos políticos, donde el principal objetivo consiste en ejercer control sobre la distribución de los cargos en el estado. Es decir, en el tipo de dominación legal-racional la participación es a través de la autoridad. Mediante la participación de los partidos en el estado, éste logra captar la pluralidad de orientaciones de la sociedad, legitimando con ello su propio funcionamiento como agente del interés colectivo de la nación, que contiene el conjunto de los intereses particulares políticamente manifiestos.