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40 Indumenta 03/2020 Mary Quant en España Págs. 40-55 Francisco-José García-Ramos Resumen: Pueblo fue uno de los diarios más importantes durante el franquismo. En los años sesenta, documentó la aparición de los nuevos ritmos musicales y los cambios en las formas del vestir para llegar a una nueva juventud urbana que demandaba mayor libertad. Entre estos re- portajes, destacan los trabajos fotográficos de Juana Biarnés sobre Mary Quant y la irrupción de la minifalda, midifalda y maxifalda. Mediante una práctica de archivo y el empleo de una metod- ología de carácter historiográfico, se pretende hacer una narración en base a los relatos y repre- sentaciones que Pueblo llevó a cabo sobre la irrupción de estas nuevas prendas en la moda joven y el impacto internacional de la revolución Quant. Palabras clave: Diario Pueblo; Biarnés; Mary Quant; minifalda; midifalda; maxifalda; franquismo; moda. Abstract: Pueblo was one of the most important newspapers during the Franco regime. In the 1960s, it documented the arrival of new musical rhythms and changes in the way of dressing in order to reach a new urban youth that demanded greater freedom. Among these reports, the pho- tograph by Juana Biarnés on Mary Quant and the irruption of the miniskirt, midiskirt and maxiskirt stand out. The research on archives and the use of a historiographic methodology present the stories and representations that Pueblo carried out about the irruption of these new garments in young fashion and the international impact of the Quant revolution. Keywords: Pueblo newspaper; Biarnes; Mary Quant; miniskirt; midiskirt; maxiskirt; Francoism; fashion Mary Quant en España. La mini, la midi y la maxi a través de las fotografías de Juana Biarnés para el diario Pueblo Francisco-José García-Ramos Universidad Complutense de Madrid [email protected]

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Resumen: Pueblo fue uno de los diarios más importantes durante el franquismo. En los años se senta, documentó la aparición de los nuevos ritmos musicales y los cambios en las formas del vestir para llegar a una nueva juventud urbana que demandaba mayor libertad. Entre estos re-portajes, destacan los trabajos fotográficos de Juana Biarnés sobre Mary Quant y la irrupción de la minifalda, midifalda y maxifalda. Mediante una práctica de archivo y el empleo de una metod-ología de carácter historiográfico, se pretende hacer una narración en base a los relatos y repre-sentaciones que Pueblo llevó a cabo sobre la irrupción de estas nuevas prendas en la moda joven y el impacto internacional de la revolución Quant.

Palabras clave: Diario Pueblo; Biarnés; Mary Quant; minifalda; midifalda; maxifalda; franquismo; moda.

Abstract: Pueblo was one of the most important newspapers during the Franco regime. In the 1960s, it documented the arrival of new musical rhythms and changes in the way of dressing in order to reach a new urban youth that demanded greater freedom. Among these reports, the pho-tograph by Juana Biarnés on Mary Quant and the irruption of the miniskirt, midiskirt and maxiskirt stand out. The research on archives and the use of a historiographic methodology present the stories and representations that Pueblo carried out about the irruption of these new garments in young fashion and the international impact of the Quant revolution.

Keywords: Pueblo newspaper; Biarnes; Mary Quant; miniskirt; midiskirt; maxiskirt; Francoism; fashion

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Francisco-José García-RamosUniversidad Complutense de [email protected]

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Introducción

Joana Biarnés (Terrassa, 1935-2018) es una de las figuras clave en la historia del fotope-riodismo español tras la Guerra Civil. Junto a María del Pilar Frías de la Osa, que obtendrá en Madrid el carné de prensa como redactora gráfica con anterioridad a Biarnés (García-Ra-mos, 2016a; 2017; 2018), supone un punto de inflexión en el relato historiográfico sobre el fotorreporterismo español, históricamente do-minado por hombres. A pesar de que ambas podrían considerarse pioneras de la fotografía de prensa profesional, tras las exigencias im-puestas a la prensa por el franquismo, sus figu-ras se han visto desplazadas hacia un espacio marginal y no han formado parte de los gran-des discursos sobre nuestra historia de la foto-grafía hasta años recientes.

Respecto a Biarnés, su figura comienza a reivindicarse en los primeros años del siglo xxi de manos de Mary Nash y Colita (2005) y pos-teriormente por Miguel Gómez (2012). Desde entonces, su trabajo ha sido objeto de estudio de investigaciones doctorales (García-Ramos, 2016a), trabajos académicos (García-Ramos, 2016b; 2017; 2018a; 2018b, 2019; (Carabias y García-Ramos, 2014a; Vega, 2017), proyectos expositivos monográficos (Carabias y Gar-cía-Ramos, 2014b; Conesa, 2017; Casamitjana, 2019) y largometrajes de carácter documental (Moreno y Rovira, 2015).

El comienzo de Biarnés como fotógrafa de prensa se sitúa en 1953. Es junto a su padre Juan Biarnés, también fotógrafo, para cabece-ras como El Mundo Deportivo, Club y Vida De-portiva. Tras matricularse en la Escuela Oficial de Periodistas de Barcelona se convertirá en una de las primeras mujeres en formarse como redactora gráfica y conseguir el carné de pren-sa que exigía el régimen franquista.

Será en octubre de 1963 cuando su vida dé un giro inesperado tras cubrir en Barcelona el certamen de belleza «Cenicienta 1963» para el diario vespertino Pueblo. Emilio Romero, direc-tor de la cabecera, le ofrecerá seguir trabajando

para el diario. En 1964 se trasladará a Madrid para incorporarse definitivamente a la cabecera y firmará sus trabajos como Juanita −posterior-mente Juana− Biarnés.

Acostumbrada a abrirse paso en un mun-do de hombres, su llegada a Madrid implicará también un cambio profesional en cuanto a los temas a tratar en sus reportajes. El deporte pa-sará a un lugar marginal para centrarse en las caras populares del mundo del cine y la can-ción, así como en la irrupción de los nuevos rit-mos musicales y formas de vestir de una nueva juventud urbana que, a medida que avanza la década de los sesenta, interesará cada vez más a Emilio Romero (García-Ramos, 2016b).

Será en estos años en los que Pueblo tie-ne como estrategia convertirse en la cabece-ra favorita de los jóvenes españoles (Pueblo, 25 junio 1968: 3), donde se sitúe el trabajo de Biarnés en relación a la irrupción de una nueva prenda de vestir que amenaza con imponerse entre la juventud española: la minifalda.

Objetivos

Los objetivos de este trabajo persiguen: a) es-tablecer, dentro de su amplio y variado corpus fotográfico para diario Pueblo, un recorrido por una selección de reportajes fotográficos que centran su atención en la irrupción de la minifalda en el contexto de la moda joven de la segunda mitad de los años sesenta; b) con-textualizar estos trabajos dentro de los relatos y discursos de diario Pueblo; c) abordar, con una visión enfocada en la microhistoria de la vida cotidiana, estos discursos e imaginarios para ar-ticular una historia de la llegada y recepción de la minifalda en España.

Metodología

En la séptima tesis sobre filosofía de la historia, Walter Benjamin advierte de algo que parece inseparable de todo proceso de carácter his-toriográfico: «No existe documento de cultura que no lo sea, a la vez, de la barbarie. Y como en sí mismo no está libre de barbarie, tampoco

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lo estará el proceso de trasmisión por el cual es traspasado de unos a otros» (Benjamin, 2009: 43). Partiendo de esta posición, la historia que aquí se propone se entreteje mediante historias menores y cotidianas publicadas en las páginas de uno de los diarios más importantes durante el franquismo. Historias puntuales, singulares, encarnadas en lo personal pero atravesadas, al tiempo, por nuestra historia colectiva.

Esta metodología de carácter historicista im-plicará una arqueología de archivo a través de la cual poder revisualizar, repensar y rescribir nuestra historia más reciente a través de los re-portajes fotográficos de Biarnés para Pueblo. Una constelación de fotografías y crónicas pe-riodísticas en torno a la minifalda que, como fragmentos de una historia inconclusa, confor-man un sistema de imágenes que se entrelazan, más allá de un continuum preciso, por múlti-ples entramados y prácticas discursivas.

No se contemplará la imagen fotográfica original, sino la reproducción mecánica de la fotografía realizada en el propio diario. Con-cebidas como un original en sí mismas, se se-leccionarán las crónicas más significativas para conformar sistemas que articulen el discurso no de forma cerrada y excluyente, sino abier-ta y permeable al resto de reportajes a través de la dys-posición imagen-texto y una utiliza-ción literaria de la fotografía tal y como plantea Didi-Huberman (2008: 208-209).

Una exploración transversal que supone la revalorización del uso de la imagen fotográfica como documento histórico atendiendo tanto al uso y usos del hecho fotográfico como a su va-lor heurístico, de producción de conocimiento, como requiere una investigación de historia de las mentalidades, de la vida cotidiana y del uso y los usos de la fotografía (Sánchez Vigil, 2001; Burke, 2005; Cadava, 2006; Collingwood-Selby, 2009).

De forma complementaria, y ya desde una perspectiva biopolítica, el cuerpo se entenderá como un dispositivo donde la moda −como tec-nología discursiva del «biopoder»− se constituye y despliega como un aparato de verificación de

los discursos hegemónicos sobre el cuerpo, el género, la identidad y la sexualidad al tiempo que, también, tendrá la capacidad de hacerlo en un sentido antinormativo, contrahegemóni-co y contracultural.

En relación al método de trabajo, se ha rea-lizado una práctica de archivo en la hemeroteca de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense (AP, HCCII-UCM) y en la Hemeroteca Municipal de Madrid (AP, HMM) con el objeto de localizar todos los re-portajes publicados por Biarnés en Pueblo. En una horquilla de 1960 a 1974, el resultado fue un total de 1471 reportajes publicados con su firma de 1963 a 1972. Entre ellos, el objeto de estudio se acota a una selección de los repor-tajes que hacen referencia de forma explícita la minifalda, midifalda y maxifalda.

Piernas antes de la Era Quant

La llegada de The Beatles a Madrid y Barcelo-na en julio de 1965, así como la adscripción a lo ye-yé de la juventud española, marcará gran parte de la agenda de Biarnés en la re-dacción de Pueblo tras su incorporación al diario vespertino (García-Ramos, 2016b). Con una mirada entrenada en la prensa deportiva, donde todo sucede con gran rapidez y se exi-ge agilidad e intuición en el disparo, informar sobre lo que ocurre en la calle y los hábitos de la nueva juventud más que un reto será una oportunidad para demostrar en la redacción lo que mejor sabía hacer: mezclarse entre la gente, como una más, siempre preparada para documentar todo lo que sucedía a su alrede-dor sin que nadie lo advirtiera. Atendiendo a los planes de Emilio Romero, Biarnés se aden-tró en las calles, fiestas, boîtes, conciertos y tiendas de discos en busca de temas dignos de acaparar la portada del diario.

Este gran repertorio de imágenes a través del cual Biarnés documenta las nuevas formas de vestir para Pueblo, se alejará de los códi-gos tradicionales de la sección de moda del diario o de los trabajos que recibía de otras

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publicaciones, revistas o marcas de moda para las que trabajaba como freelance. En Pueblo sus trabajos funcionan como ventanas a través de las cuales descubrir el íntimo transcurrir de una jornada entre amigos. Alejada de los platós o estudios de fotografía, la candid photo con sello Biarnés nos da acceso a la intimidad de las personas fotografiadas gracias a un disparo no invasivo y una praxis documental que pasa casi desapercibida.

Esta capacidad para detectar lo nuevo que acontece en la calle puede observarse en sus primeros reportajes, centrados de forma especí-fica en las nuevas formas del vestir: «unos ajus-tados pantaloncitos que llegan justo hasta la ro-dilla y que terminan en una graciosa y picante puntilla» (Pueblo, 9 febrero 1965: 1), «El tobi-llete, nueva moda» (Pueblo, 22 julio 1964: 11), «Piernas y Guardián» (Pueblo, 14 enero 1965: 12) −donde la cámara de Biarnés, situada bajo la mesa, muestra las piernas de una mujer cuya falda ha retrocedido más allá de las rodillas− o «Para las piernas, la moda de este invierno se llama medias-red» (Pueblo-Sábado Revista, 4 noviembre 1967: 11).

Estas estrategias de visibilización de la cor-poreidad como toma de conciencia del poder biopolítico de la indumentaria planteaban un amplio espacio de reivindicación que los di-señadores de la moda joven intentaban con-quistar y que hablaba de una nueva forma de entender la corporeidad. Por otro lado, la acep-tación, normativización y desactivación de lo disidente por el diario será una estrategia habi-tual en las secciones dedicadas exclusivamente a informar sobre los nuevos cambios en el ves-tir. Secciones de moda y mujer como las de So-raya o María Pura Ramos en Pueblo se moverán entre reafirmar un nuevo modelo de mujer en el que la indumentaria actúa como pieza clave para performativizar el género y construir sub-jetividad al margen de la Sección Femenina y la adecuación a la norma mediante escenifica-ciones menos arriesgadas y conservadoras. Un complejo tira y afloja que caracterizaba la línea editorial de Pueblo y que dará reportajes desde posiciones más contenidas a otras mucho más

apegadas al público joven y rupturistas en su maquetación mediante fotomontajes, uso del color y grandes titulares.

Los trabajos de Biarnés se moverán en un espacio más arriesgado, crítico e innovador en su desarrollo conceptual cuanto más aleja-dos estén de las secciones fijas dedicadas a las grandes firmas. El punto fuerte de Biarnés será la calle. Como una auténtica cazatendencias, supo capturar con su cámara los devenires en cuestión de indumentaria de la juventud urba-na −de la que ella misma participaba−, las co-lecciones de los diseñadores más noveles −de quienes se convirtió en buena amiga, como es el caso de Juanjo Rocafort, recientemente falle-cido, o los peleteros Herrero y Rodero− y los estilismos de las celebridades más famosas del momento, como Raphael y Massiel.

En este línea, destacará el reportaje de Candy Johnson, una joven bailarina de veintiún años, soltera, rubia de ojos azules que «rompe 10 pares de medias cada día» (Pueblo, 15 junio 1966: 1). El reportaje explora el lado más re-belde de una mujer, guapa y soltera, a la que denominan «el movimiento continuo». Bailando hasta en el aire, descalza y con las piernas al descubierto, Candy lanza un grito para advertir que la dulzura de su nombre nada tiene que ver con los valores tradicionales asociados a la mujer.

De modo similar, Biarnés presentará a toda página a Sandi Collins, la contramodelo que estaba revolucionando las pasarelas internacio-nales (Fig. 1). Su poder no solo residía en tener las piernas más largas del mundo ni en que las mostrase luciendo alguna de las propuestas de Quant. Para la inquietud de los sectores más conservadores del sistema moda y la perpleji-dad de un occidente en donde la lucha racial era todavía un problema no resuelto, el poder de las piernas de Collins residía en su color:

«Ha nacido en Washington. Es maestra. Tie-ne veintidós años y un novio de Argelia que vive en París. […] Ayer armó un revuelo en la calle Serrano momentos después de haber explicado al periodista que los hombres espa-ñoles se meten con ella. […] Cincuenta y dos

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kilos, desproporcionada, larguirucha, simpá-tica, negra, en la más oscura extensión de la palabra. […] Tiene el corazón del mismo color que todas las personas y el alma blanca de las gentes sencillas que aman por encima de todas las cosas a la Humanidad.» (Pueblo, 4 de julio de 1868: 20)

La mediación del periódico en la maqueta-ción trabajará a favor de una resignificación de la imagen fotográfica que visibiliza los espacios de fricción entre texto e imagen. Las fotografías de Biarnés se centran en las largas piernas de la modelo siguiendo unos códigos afines a la fo-tografía de moda. No obstante, Pueblo siluetea el cuerpo de la modelo, así lo descontextualiza del marco original y construye una nueva ima-gen informativa mediante una composición a modo de collage: «ha aportado a la fotografía el misterio de África, el ritmo de Harlem y el temor de los negros de USA» (Pueblo, 4 julio 1968: 20). Esta técnica, que en Pueblo será cada vez más habitual desde la segunda mitad de la década de los sesenta, será tremendamente efectista en conjunción con los titulares y los textos destacados.

Pero no será Sandi Collins, ni La Gamba ni Twiggy quienes protagonicen los reportajes de moda joven con los que Biarnés conseguirá las portadas de Pueblo. La gente joven de la calle, las jovencitas que asisten a los conciertos o las que simplemente pasean por la ciudad con sus vestidos a la última serán las modelos improvi-sadas de muchos de sus trabajos.

En la primavera de 1966 Pueblo dedica-rá tres páginas completas al reportaje «Cuestión de faldas». Sin ser consciente de la repercusión que esta prenda tendría en un a futuro, Biar-nés aporta las primeras informaciones gráficas de la tímida presencia de la minifalda en Espa-ña (Fig. 2). Lucida por las jóvenes inglesas que estudian en Madrid, el ojo atento de Biarnés y la crónica de Yale hablarán de esta prenda diminuta con simpatía y como signo de una ju-ventud que miraba más hacia Europa que a los campos de Castilla. Un contraste entre lo rural y lo urbano, la tradición y los nuevos aires que proporcionaba el desarrollismo y la presencia del turismo extranjero:

«Se trata de algo simple y amable: la “miniju-pe” (minifalda) está haciendo furor por estas calles de Europa. Aquí tienen tres ejemplos y bien representativos. Solo que España, pues eso, también forma parte de Europa. […] Es-tas escenas callejeras no corresponden a nin-gún país extranjero. No han sido tomadas ni en París, ni en Londres, ni en Roma, ni en Berlín. Las fotos han sido hechas en la capital de España. Juanita Biarnés se ha lanzado a la calle en busca de las chicas de la minifalda.» (Pueblo, 7 de mayo de 1966: 29)

El trabajo de Biarnés y la agencia Mondial Press será recompensado con la reproducción de diez imágenes fotográficas que plantearán la versatilidad de la minijupe en cualquier ám-bito de la vida cotidiana. Una pieza de indu-mentaria que será «tan apta para vestir a las ni-ñas como para la perfecta public relations». Y aunque de momento todavía no gozase de una

Figura 1. Juana Biarnés, “Sandi Collins” en Pueblo, 4 de julio de 1968. [Fuente: AP, HMM]

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amplia promoción en los grandes almacenes, ahí estaba Biarnés para mostrar con su trabajo la sorpresa que cada sábado Pueblo ofrecía a sus lectores:

«La moda, ya se sabe, siempre cuesta trabajo introducirla. Sobre todo aquí, en España, don-de el temor al ridículo limita cualquier evolu-ción revolucionaria. Pero, de un tiempo a esta parte, aunque nuestras mujeres conserven las mismas esencias, no han tenido más reme-dio que ponerse a nivel europeo.» (Pueblo, 7 mayo 1966: 30)

Una de las constantes de Biarnés a la hora de plantear esta personal fashion street photo, será el modo de hacer colisionar los imagi-narios de esa España que mira al pasado con aquella que solo tiene ojos para el futuro. Sus reportajes de moda representan un contexto social en tránsito. Documentan una juventud que buscaba construirse lejos de los espacios legitimados por el franquismo, pero donde to-davía la libertad y la democracia quedaban le-jos como horizonte inmediato.

Esta reflexión sobre una España en lenta transformación, que da la espalda a lo hereda-do y mira hacia un futuro democrático, quedará reflejado en los reportajes frente al cine Espa-ñoleto. En ellos, aprovechando la carga simbó-lica del nombre de la sala como marco de la

puesta en escena, Biarnés usará a maniquíes improvisadas entre las asistentes a los concier-tos para presentar los desfiles de moda juvenil de la boutique madrileña Angie Cat (Pueblo, 3 abril 1968: 32) (Fig. 3).

Emilio Romero, en su estrategia por con-vertirse en el diario de los jóvenes, desde 1967 impulsaría la serie de funciones matinales lla-madas «Pueblo Junior» en el Club Paraninfo, en los bajos del cine Españoleto de Madrid. Tras unos años de feroz crítica a los ritmos yeyés durante 1964 y 1965 −agudizada con la visita de The Beatles a España−, ahora será el mismo

Figura 2. Juana Biarnés La minijupe, en Pueblo, 7 de mayo de 1966. [Fuente: AP, HMM]

Figura 3. Juana Biarnés 10.ª Ed. Paraninfo Pueblo Junior, en Pueblo, 3 de abril de 1968r [Fuente: AP, HMM]

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diario vespertino quien promueva conciertos de grupos como Dobles, Fingers, Los Reflejos, Los Persas, Los Peregrinos, Los Big Togs, Los Iris, Módulo Zeta, Los Halcones, Los Stukas, Los Signos, Los Kraters, Los Diamantes Azules, Los Tickets, Nosotros, Inn Grupo, Los Show, Grupo V o The Brothers.

No es de extrañar, por tanto, que las pá-ginas de Pueblo diesen cabida a reportajes en los que las protagonistas sean, precisamente, estas jóvenes asiduas a los conciertos del Espa-ñoleto. Jóvenes convertidas por un día en im-provisadas maniquíes de la última novedad en moda joven. También será el caso del reportaje dedicado a la última tendencia internacional del verano del 67: el «camisetón». Una prenda que formaría parte de una polémica más am-plia donde no solo estaba en juego la decencia y moralidad, el largo de la falda de la mujer, sino todo lo que la ausencia de tela significaba a nivel biopolítico (Fig. 4):

Sí, señores. Sí, señoras. Aquí está, para su per-sonal regocijo, el último delirio de la moda: El camisetón. Cuatro guapas chicas lo pasea-ron ayer por Madrid, ante la sorpresa de los viandantes. La cosa, por explicarla, es bien sencilla: se trata de suprimir la falda y alargar el jersey. Y hasta sale barata: por cincuenta duros tiene usted un camisetón en una «bouti-que» de moda. (Pueblo, 12 de julio de 1967: 1)

Lady Quant: la minifalda como explosión

Meses después de la llegada del camisetón a Madrid, Biarnés viaja a Londres para realizar un amplio reportaje sobre la revolución Quant: la minifalda y su gama de maquillaje para la gente joven.

«Esta es Mary Quant, graciosa, moderna, como la línea de sus modelos. Juega con los colo-res rojo, blanco y azul. Y como su moda es algo más que unos simples vestidos, lo que ha lanzado es todo un tipo y un estilo; tam-bién ofrece su maquillaje, que crea el tipo de una nueva época.» (Pueblo-Revista, 27 enero 1968: 8)

Pueblo dedicará cuatro páginas completas al reportaje y recalcará en un destacado la autoría de su fotorreportera: «Las fotos han sido obte-nidas en Londres por nuestra redactora gráfica, Juana Biarnés. Y por primera vez, Mary Quant admite una modelo española a la hora de pre-sentar sus colecciones». El reportaje, que será calificado como una «primicia de la moda joven para la gente joven» sitúa a Quant como una diseñadora que aporta «un nuevo sentido de la vida para una ropa también nueva» (Fig. 5).

En marzo de 1968, Mary Quant viajará a Es-paña para presentar sus propuestas de mini-falda en la embajada británica de Madrid. Una presentación no exenta de polémica y que las

Figura 4. Juana Biarnés, El Camisetón, en Pueblo, 12 de julio de 1967 [Fuente: AP, HMM]

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casas de moda italianas intentarán eclipsar or-ganizando un desfile paralelo:

«Mary Quant: batalla de la moda en Madrid. […] Eligió, para atacar, el día de la primave-ra. Mientras, en otras cancillerías, otras mo-das nacionales intentan hacer la guerra a esta criatura nimia, pecosa y singular que cortando la falda de las chicas del mundo entero ha conseguido que el Imperio Británico sea algo más que una causa perdida. El imperio de Mary Quant −la minifalda, la música, los Beat-les− llevan sangre a la anémica libra inglesa. Pero otros países de Europa no se resignan a soportar la supremacía inglesa, ni aceptar a Londres como capital de la moda.» (Pueblo, 22 marzo 1968: 1)

La presentación de Lady Quant, porque Mary ya había sido condecorada con la orden del Imperio Británico, también se intentó de-sactivar mediáticamente programando una rue-da de prensa en el Royal Bus sobre la película Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967). Final-mente, casi todo Madrid acudiría a la cita con Quant. La batalla la había ganado la joven bri-tánica y Pueblo no tendrá reparo en apoyar la victoriosa minifalda en una paradójica y ambi-gua oda a la democracia y al carácter puritano de este juvenil gesto de enseñar las piernas:

«Mary Quant es la democracia, el humor, la sencillez y la puritana picardía. La minifalda es una reacción contra el convencionalismo y el puritanismo inglés. […] Mary hizo una apa-rición fugaz para saludar a la princesa Sofía que presidía el desfile sentada en medio de los embajadores. […] No sabe, naturalmente qué es eso de la moda “Gibraltar”. Pero aña-de, irónica: “la moda es universal”». (Pueblo, 22 marzo 1968: 15)

Un día antes de esta batalla, Biarnés y José Antonio Plaza habían entrevistado a Mary Quant a su llegada a Madrid. El reportaje, en el que aparece Quant con su ejército de «deli-ciosas y disciplinadas chicas» con minifalda y maxicorbata hasta la cintura (Fig. 6), dejará cla-ras las intenciones de la diseñadora: «Minifaldas más cortas para este año» (Pueblo, 21 marzo 1968: 14):

«— Interesa saber cómo surgió en la imagi-nación de Mary Quant la primera idea de la minifalda.

— No fue una idea. Fue una explosión de la juventud. Hacía falta que llegara. La juventud lo pedía a gritos. […] Mi mayor éxito ha sido ser útil a la época en la que vivo.

— ¿Sabe que la acusan de un montón de ma-les de este siglo por culpa de su minifalda?

— ¿Quién me culpa?

Figura 5. Juana Biarnés, Mary Quant, en Pueblo-Revista, 27 enero 1969 [Fuente: AP, HMM]

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— La gente, la sociedad.

— La minifalda no tiene nada que ver con eso. […] Las que no estén de acuerdo, que se cubran hasta los tobillos.»

Con esta última recomendación, Quant alu-día a las propuestas alternativas que el resto de casas de moda intentaban imponer para vencer a una prenda de tan escasa tela y que tanto furor estaba causando entre las jóvenes occi-dentales: «se la dio unos meses de vida y lleva años. La minifalda no debe morir» (Pueblo, 21 marzo 1968: 14).

El parangón de la falda: mini, midi, maxi

Acusada de traer a la sociedad todos los males de este siglo, la minifalda encontró dos com-petidoras que intentaron funcionar como estra-tegias para su desactivación, asimilación a la norma e, incluso, aniquilación: la midifalda y la maxifalda. Un contraataque que ponía de ma-nifiesto que, más que el largo de la falda, lo que se estaba debatiendo era una nueva toma de conciencia hacia el cuerpo y las prácticas identitarias y sexoafectivas de la juventud.

Ejemplo de esta nueva generación serán Blanquita, Miluca, Josele y Mercedes. Cinco amigas que, en el verano de 1967, recorrían en camisetón las calles de Madrid junto a Biarnés. Ellas tenían claro que entre la «maxi», «midi» y «mini» sus piernas eran partidarias de hacer la revolución Quant. Pero no todas las chicas pensaban igual: «Las jóvenes y menos jóvenes de este mundo no se ponen de acuerdo. Y mientras las menos aceptan la falda larga, las que forman mayoría arremeten contra la nueva idea de los creadores de la alta costura con minis menos minis» (Pueblo, 12 julio 1967: 10).

La respuesta que el sistema moda generó para contener el progresivo destape de la pier-na se articuló de dos formas: la primera, por oposición y asimilación a la norma, pasaba la maxifalda, que extendía el largo de la prenda hasta cubrir completamente los tobillos y crea-ba amplios volúmenes y drapeados a conse-cuencia del aumento considerable de tela en su confección. «Algo que de cuajar va a po-ner muy contentos a los fabricantes de paños de Tarrasa» comentará la crónica, sabedora de que Biarnés era natural de esa localidad.

La segunda propuesta, «las minis menos minis», aparecerá como fórmula desactivadora

Figura 6. Juana Biarnés. Mary Quant en Madrid, en Pueblo, 21 de marzo de 1968 [Fuente: AP, HM

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al desplazar el límite tradicional del largo de la falda, que pasaba por cubrir la rodilla justo has-ta el meridiano de la misma. Esta estrategia se concretará con la midifalda, la opción que más afinidades despertó en quienes consideraban el invento de Quant un dispositivo de peligrosi-dad social. Asimismo, para las casas de moda la midifalda permitía permanecer discursivamente en un espacio neutro a falta de saber el futuro de la moda joven:

«Resulta que lo que diga un señor que se lla-ma Marc Boham, sucesor de Christian Dior, importa poco. Boham, que declaró a bom-bo y platillo que lo de la mini era cosa de «snob» y que duraría poco, ha tenido que dar marcha atrás y girar 90 grados el rumbo de sus diseños. ¿Hacia dónde camina, pues, la moda del vestido femenino? Eso muy pronto lo sabremos, pero solo cuando termine esta Revolución Juvenil del Vestido que estamos presenciando este verano de 1967.» (Pueblo, 12 julio 1967: 10)

La convulsión social de la mini será refle-jada en las páginas de Pueblo desde posturas diversas, aunque la tendencia general del diario pasará por su legitimación a través de un am-plio imaginario visual aportado por su equipo de fotoperiodistas y, en casos como el de Sora-ya, por su defensa expresa desde sus páginas de moda.

Los ejemplos más reprobatorios vendrán de las agencias de prensa, que informaban de la posición tomada por la Ciudad del Vaticano, donde la estupefacción de la Iglesia había re-suelto prohibir la minifalda en todo su territorio para obligar a las turistas a cubrirse las piernas con un chal antes de entrar en los territorios de la Santa Sede. En París el problema superaba lo moral para convertirse en una cuestión de deslocalización del foco de la moda y de pér-dida de hegemonía. Asimismo, las noticias que llegaban a Pueblo desde París hablarían de la minifalda como elemento de peligrosidad so-cial, situándola como la causante del aumento de agresiones a mujeres:

«París: la minifalda puede ser prohibida. En una semana provocó 23 agresiones. La Pre-

fectura de Policía de París ha reaccionado oficialmente contra las minifaldas. Reciente-mente advirtió públicamente a las jóvenes: “las minifaldas atraen a los desequilibrados y se les considera responsables del aumen-to de violencias del orden sexual”. Hay una posibilidad de que su porte sea prohibido si los prudentes modistas no logran imponer la nueva moda larga que anuncian para sep-tiembre.» (Pueblo, 25 julio 1967: 31).

La inserción de la minifalda en el ámbito de lo antisocial y lo moralmente reprobable planteaba en España una situación compleja ya que, para las voces más conservadoras, co-lisionaba con la Ley de 15 de julio de 1954 por la que se modifican los artículos 2.º y 6.º de la Ley de Vagos y Maleantes de 4 de agosto de 1933. No obstante, Pueblo mantendría su habi-tual ambigüedad a este respecto. Tras dar una amplia cobertura informativa a Mary Quant, in-formará de las advertencias de las autoridades francesas como aviso de lo que podría suceder en España: «el recrudecimiento de atentados al pudor coincide con la aparición de la minifal-da» (Pueblo, 25 julio 1967: 31):

«Peor es aún el caso de una chica de quince años que se llevaron a la fuerza seis gam-berros. Después de la aventura quedó hos-pitalizada. Los seis agresores pudieron ser arrestados inmediatamente. El mayor tiene diecisiete años y el menor catorce. Los estra-gos de la minifalda han originado una opera-ción conjunta de Policía. Se establecieron 353 puestos de control en los barrios peligrosos. 3.834 coches controlados y 2.712 verificacio-nes de identidad efectuadas con transeún-tes permitieron 46 arrestos» (Pueblo, 25 julio 1967: 31).

Mientras tanto, Blanquita, Miluca, Josele y Mercedes paseaban por Madrid ajenas a todo. Aquí, aunque eran objeto de la mirada de los hombres que se cruzaban a su paso, «lo cier-to es que iban con mucha gracia» (Pueblo, 12 julio 1967: 10). Nada que ver con la opinión de los franceses, para quienes «la chica que enseña su anatomía puede ir hacia algo más»:

«Se lo buscan. Las rodillas puede ser, pero a partir de ahí… por algo se enseña»; “Las chi-

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cas de hoy saben lo que atrae a los hombres. Allá ellas”; “A mi me divierte para las otras, para las mujeres de mi familia no”; “Antes, en ciertos barrios reservados, se localizaban a las mujeres de vida dudosa por el largo de su fal-da. Estas no son profesionales, pero lo mismo da”». (Pueblo, 25 julio 1967: 31)

Por más mensajes reprobatorios e intentos de imponer la maxifalda por parte de las casas de moda francesas, el éxito de la minifalda se-ría imparable. Más si cabe cuando Courrèges se disputaba también el liderazgo de la prenda. Recordemos que fue la propia Juana Biarnés la que decidió llevar a Massiel a comprar a la casa Courrèges de París el vestido que luciría en Eurovisión. En cualquier caso, la crónica de guerra entre la mini, la midi y la maxi será re-cogida por Pueblo ante la expectación de una gran masa de jóvenes que pocas posibilidades tenía de acceder a estas grandes firmas. En esta batalla por el destape de la pierna, Pueblo se inclinará por la defensa de la mini frente a «la puritana maxi» y «el lamentable susurro de las midifalderas»:

«Escuchar o leer que la «midi» es la prenda más adecuada para todos los gustos y, sobre todo, para todas las anatomías, es casi un chis-te. Norteamérica y Alemania, lo dice nuestro propio corresponsal, están conmovidas ante el fracaso que en sus escaparates causa la midi en las clientas de toda edad y condición» (Pueblo-Mujer, 31 octubre 1970: 5).

En esta fiebre informativa sobre los deve-nires de la minifalda, Pueblo se hará eco de la manifestación celebrada en 1970 por más de trescientas adolescentes en Newcastle upon Tyne (Inglaterra) en contra de la maxi y de la midi al grito de: «All the nice girls love a mini». En paralelo, hará saber que en Galerías Pre-ciados la batalla la estaba ganando la midi. No obstante, Pueblo restará importancia al avance de la midi, recalcando en el mismo reportaje el legitimo triunfo internacional de la mini con destacados como «Grecia: pro-falda corta», «En Holanda: la «maxi» es el enemigo público nº1» o «Los ingleses acusan de traición a la prince-sa Margarita por usar la midi». Incluso comple-

mentará su crónica con palabras favorables al uso de la mini por parte de la Iglesia, como las declaraciones de Antonio Aradillas:

«Mujeres, no hagáis perder el tiempo al Se-ñor consultando a los confesores qué vesti-dos son decentes o no. […] Los sacerdotes no entendemos de vestidos. Ni de faldas. No somos «moralistas-modistos» […]. Una mujer vestida de maxi puede constituirse en tenta-ción provocativa mayor que si estuviera ves-tida de “mini” o de “cero-falda”. La intención y otras circunstancias moralizan o desmora-lizan la acción. Creo personalmente que las “maxi”, las “midi” y las “mini” caen en la es-fera de la moral cristiana más que en razón a los centímetros de más o de menos, en razón a las inseguras veleidades que comporta y que presuponen y en función de los excesi-vos gastos inútiles que llevan consigo y que llegan a ser auténticos atentados contra la economía doméstica» (Pueblo-Mujer, 31 oc-tubre 1970: 2).

Esta última consideración de Aradillas, donde denuncia las prácticas consumistas de los españoles indicará como, en términos de Lipovetsky (2002), los grandes núcleos urba-nos ya participaban de una articulación de la moda como sistema abierto. El rechazo al pa-sado y la tradición, la legitimación de lo joven, el culto a la diferenciación y la subjetividad individual o las prácticas consumistas como forma de reafirmar el derecho al cambio por el cambio se convertían en un caldo de cultivo adecuado para la irrupción de efímeras ten-dencias entre los jóvenes y la transformación de la indumentaria en pequeños dispositivos de «microrresintencia» social.

No obstante, y pese a los intentos de apaci-guar la disputa del largo de la falda, la guerra entre la mini, la midi y la maxi alcanzaría, en el comienzo de la nueva década, una magnitud que las páginas de Pueblo amplificarán en sus crónicas:

«La guerra de las faldas ha comenzado. Por un lado están los modistos, dispuestos a que se extienda el reinado de la “maxi”; por otro, jóvenes de todo el mundo que desean la

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continuidad de la “mini”. La resistencia no es pasiva. Muchachas de Inglaterra, Suecia, Fran-cia, Holanda, Grecia e Italia se han lanzado a la calle profiriendo «sloganes» y portando pancartas con lemas como “¡Abajo la «midi”! ¡Viva la «mini»! No tenemos nada que ocultar». Dentro de esta guerra, las anécdotas se suce-den. La misma Casa Blanca se ha declarado partidaria de la “mini” por motivos económi-cos. En Holanda se ha creado una patrulla es-pecial de Policía que tiene por objeto advertir a las chicas que se abstengan de llevar “maxi” cuando monten en bicicleta o moto. En distin-tos países se han formado sociedades pro de-fensa de la «mini». Mientras tanto, en el Salón de la Confección de París se han resumido las tendencias de la moda para 1971. Se puede resumir así: “midi” durante el día y «maxi» por la noche; pero, sobre todo, se verán «shorts» y pantalones cortos en la próxima primavera. Por su parte, el célebre modista André Cou-rrèges ha declarado: “¿No fueron ellas las que quisieron la ropa larga? Pues la llevarán du-rante dos años”». (Pueblo-Mujer, 31 octubre 1970: 1).

Biarnés documentará la presencia en la ca-lle de estas nuevas formas de construir subjeti-vidad a través del vestir y cómo son recibidas por los viandantes en una suerte de experimen-to sociológico a pie de calle. En ocasiones este tipo de trabajo documental lo llevará a cabo con jóvenes anónimas y, en otras ocasiones, con personajes populares. Ejemplo de ello será el proyecto que realice junto a la actriz Rosan-na Yanni cuando en 1965 se embarca en un reportaje que implicaba pasear las propuestas francesas inspiradas en lo Optycal por las calles de la capital:

«Los caballeros se quedaron estupefactos. Y las mujeres indignadas. […] Hubo un castizo que invitó a Rossana a un bocadillo. Ella lo aceptó encantada. Al castizo se le iban los ojos tras la falda de Rossana. Porque hay que aclarar que la falda nueva se lleva cuatro cen-tímetros por encima de la rodilla» (Pueblo, 7 diciembre 1965: 20).

La mini y la Luna

Durante los últimos años de la década de los sesenta, la Guerra Fría desplazaría al espacio toda la tensión política entre ambos bloques. En este contexto, la minifalda pasará de ser la estrella de los guateques juveniles a convertirse en la prenda oficial del espacio intergaláctico. En plena batalla por llegar a la Luna, la mini lu-charía por vencer a la midi y a la maxi. La gue-rra espacial la haría partícipe del discurso legi-timador de un Occidente que simbólicamente se lanzaba a la colonización espacial bajo la amenaza comunista y de sus cosmonautas. Di-señadores como Paco Rabanne o Pierre Cardin se lanzaron a imaginar la moda del espacio. Allí, en las colonias espaciales, en los confines intergalácticos del universo, la mini también quería triunfar.

La rivalidad por llegar los primeros a la Luna hará que la Space Age Fashion sitúe a la mujer al servicio de un aparato simbólico que trabajaba a favor de la supremacía de Estados Unidos y sus aliados frente al bloque comunis-ta. Temerosos de que los rusos llegasen antes a la Luna, al menos mediáticamente el espacio tenía que ser de los aliados.

En este mundo que miraba más allá de los confines del futuro imaginable, Juana Biarnés volverá a demostrar su inagotable creatividad en sus reportajes sobre moda espacial. Defen-sora de la fotografía en exterior y la luz natural, llevará a tres modelos con propuestas futuris-tas de Antonio Nieto hasta el exterior del Pala-cio de la Bolsa. Junto al símbolo del progreso económico, se produce el asombroso aluniza-je ante la incrédula mirada de los transeúntes. Ahí, en el templo donde se fraguó el sueño del desarrollismo y se juega con el futuro económi-co de la nación, las tres modelos recién llega-das de una galaxia lejana nos visitan en misión diplomática luciendo minifaldas:

«¿Podríamos decir que resulta atrevido? Qui-zás, pero habrá que añadir que es maravillo-so. […] Versiones distintas de falda-pantalón. […] Faldas cortas. ¡Y tan cortas! Se detienen a 10 centímetros por encima de la rodilla.

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[…] Grandes sombreros de paja fina y charol blanco que recuerdan un cometa». (Pueblo, 22 abril 1967: 1,26)

Los trajes metálicos, de plástico y de rho-doid de Paco Rabanne también recibirán el ca-racterístico tratamiento de Biarnés de enfrentar dos conceptos contrarios. Aquí, la esencia de lo folclórico español se batirá en duelo con una reconfiguranción futurista de la esencia patria: «El “novamás” de la moda. Invento español: vestidos espaciales» (Pueblo, 12 mayo 1967: 1). Sustituyendo el ring por un tablao flamenco, La Contrahecha, con vestido metálico de Rabanne, luchará contra la pasión y el carácter español de la bata de cola y los faralaes de Dolores de Córdoba.

A modo de conclusión: carta para el señor «X»

A finales de los años sesenta Pueblo ya había manifestado de forma oficial su apoyo a la mi-nifalda: «contra todas las invectivas pacatas la minifalda confirma su insolente y grata sobe-ranía. La juventud del mundo le dijo sí y no es fácil contradecir a la juventud cuando defiende una causa con argumentos tan convincentes» (Pueblo, 2 julio 1968: 3). Ahora, en los albores de 1970, tocaba apoyar al minishort en contra de quienes le consideraban otro signo de deca-dencia social.

Carmen Rigalt y Juana Biarnés plantearán este escenario de lucha en donde a la maxi, la midi y la mini se unía ahora el minishort: «La moda, elemento de discordia. División de opiniones» (Pueblo-Mujer, 9 diciembre 1970: 2). Pero de entre todos los ejercicios de legi-timación, uno de los más contundentes será el llevado a cabo por Soraya y Juana Biarnés el 20 de febrero de 1971. Será contestando a una carta anónima del denominado señor «X», que acusaba a Pueblo de publicar exclusivamente imágenes de minifaldas. Ambas periodistas ar-gumentarán que el diario había sido justo al informar sobre las distintas opciones del largo de la falda:

«Desde estas páginas han salido tantas foto-grafías de “maxis” como de “minis” porque, efectivamente, en nuestra extensa informa-ción y criterio justo de la moda creemos que todas las mujeres tienen el mismo derecho para equivocarse. Por otra parte, el panorama moral que usted alude en su simpatiquísima carta, señor “X”, no nos preocupa demasia-do. Aquí tenemos, en nuestro periódico, un fenomenal cura que escribe en la Página Sép-tima.» (Pueblo- Mujer, 9 diciembre 1970: 5)

Por lo que respecta al short se argumen-tará que es «una prenda llena de gracia para el mundo joven». Pero las palabras del equi-po Soraya-Biarnés irán mucho más allá en su contundente respuesta al señor «X» saliendo en defensa de aquellos hombres que, también, se adscriben a la moda joven:

«De los “jóvenes afeminados», que usted quiere relacionar con las extravagancias de la moda, podríamos citarle, en lo que va de siglo, unos cuantos caballeros que bajo el mismo calificativo ni han sabido, ni han leí-do, ni han visto nuestro periódico. Porque el sentido o sentimiento de los hombres es más una cuestión de hormonas o genes internos que de prendas físicas más o menos atracti-vas. Aquí estaría bien la “X”, pero puesta así “+”, de suma y sigue. De la frontera que us-ted, señor “X”, tenga entre la moda y la moral no son culpables ni los creadores ni nuestras páginas, sino su propio y personalísimo gus-to que nosotros respetamos también «per se-cula seculorum”». (Pueblo-Mujer, 9 diciembre 1970: 5)

Este debate sobre la supuesta feminización de los muchachos a causa de los nuevos rit-mos y la moda joven será también objeto de atención de la cámara de Juana Biarnés. Ejem-plo de ello, para la preocupación e inquietud de tantos otros señores «X», serán sus reporta-jes sobre el minishort para hombres (Pueblo, 1 junio 1966: 1). Y para quienes pensaban que el minipantalón era signo de feminización del hombre y cosa preocupante en las estrategias de reconfiguración de las nuevas masculinida-des de la juventud de los sesenta, en febrero de 1967 Juanjo Rocafort presentaría en Madrid

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una propuesta revolucionaria: la minifalda para caballeros (Fig. 7):

«Juan José Rocafort, uno de los más famosos ye-ye de Madrid, está dispuesto a hacer saltar eso que llaman los moldes sociales. Y para demostrarlo, el revolucionario creador orga-nizó un desfile de la moda juvenil en un club privado. […] La gran novedad del desfile fue la minifalda masculina que está copiada cien por cien de la falda escocesa. […] Y ahí tie-nen ustedes, una moda revolucionaria, cien por cien, que ha sido captada fielmente por la cámara de Juana Biarnés, que de esta for-ma dio fe de que por lo menos durante unas horas en Madrid algunos jóvenes han llevado falda a cuadros.» (Pueblo, 7 febrero 1967: 20)

La posibilidad de ver «a nuestros morenos compatriotas haciendo competencia a los es-coceses» en el triángulo Goya, Serrano y Colón pondría de manifiesto que el mundo del ye-yé «no es sólo un mundo musical: es una forma de entender la vida, desde una canción hasta la forma de comportarse y vestir». Ahora, solo ha-bría que esperar a que el ye-yé hiciera suya la minifalda para caballeros. «No sé si se aceptará esta moda, pero la idea está lanzada», advertía Rocafort a Biarnés (Pueblo, 7 de febrero 1967: 2). Y, en efecto, apenas tres meses después Pueblo daría noticia en su sección «Madrid, lo que pasa» de que la minifalda masculina ya se podía ver por las calles de la ciudad entre el «estupor, curiosidad y admiración» de los vian-dantes (Fig. 8). El sujeto en cuestión, entrevis-tado por una agencia de prensa, será un joven modelo colombiano de 24 años llamado Fer-nando (Pueblo, 16 mayo 1967: 15):

«—¿Por qué lleva minifalda?

— Porque me gusta seguir la moda y, en la actualidad, la moda es llevar esa prenda.

— ¿No le da un poco de vergüenza?

— No, porque no la tengo. Para llevarla, lo único que se necesita es tener valor, mucho valor, y yo lo poseo porque soy libre.

— ¿Le molesta que le miren cuando la va lu-ciendo por la calle?

— No. Me trae sin cuidado.

[…]

—¿Cree que la minifalda masculina puede triunfar en España?

— No, pero quiero ser el pionero.

—¿Es usted lo que se suele llamar «un hijo de papá»

— Soy millonario por parte de padre y, ade-más, un poco vago.»

Desplazado a un afuera de la españolidad y, como «vago», situado en el mismo nivel que los maleantes en cuanto a su peligrosidad so-cial, todo apuntaba a que la minifalda mascu-lina tendría pocos seguidores para la calma de todos los señores «X», muy preocupados, a este respecto, por el devenir del yeyeismo mascu-lino.

Figura 7. Juana Biarnés. Minifaldas para caballeros, en Pueblo, 7 de febrero de 1967s [Fuente: AP, HMM]

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Figura 8. Ace-Prensa. La minifalda masculina, Pueblo, 16 de mayo de 1967 [Fuente: AP, HMM]

Figura 9. S/I. Los Bravos en minifalda, en Pueblo, 1967) [Fuente: AP, HMM]

Será también en ese mismo 1967 cuando el grupo musical Los Bravos aportará un mensa-je explícitamente tranquilizador para todos los señores «X». La banda popularizará la máxima «los chicos con las chicas tienen que estar» y «las chicas con los chicos han de vivir». Aunque para eso −y como documentan las imágenes sobre el largometraje que el grupo musical es-taba rodando en ese momento−, (Fig. 9), los chicos, como las chicas, también tengan que ponerse minifalda.

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