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VALOR DEL MES DE MARZO RESPONSABILIDAD La responsabilidad es un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos, siempre en el plano de lo moral. Una vez que pasa al plano ético (puesta en práctica), se establece la magnitud de dichas acciones y de cómo afrontarlas de la manera más positiva e integral. La persona responsable es aquella que actúa conscientemente siendo él la causa directa o indirecta de un hecho ocurrido. Está obligado a responder por alguna cosa o alguna persona. También es el que cumple con sus obligaciones o que pone cuidado y atención en lo que hace o decide. En el ámbito penal , culpable de alguna cosa, acto o delito. En otro contexto, es la persona que tiene a su cargo la dirección en una actividad. Un ejemplo de situación en la que se puede actuar con responsabili dad es aquella en la cual la persona sabe que va a conducir y no toma bebidas que contengan alcohol . ETIMOLOGÍA La palabra responsabilidad proviene del latín responsum, que es una forma de ser considerado sujeto de una deuda u obligación. La responsabilidad vista desde la filosofía

Marzo Responsabilidad

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VALOR DEL MES DE MARZO

RESPONSABILIDAD La responsabilidad es un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite

reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos, siempre en el

plano de lo moral.

Una vez que pasa al plano ético (puesta en práctica), se establece la magnitud de dichas

acciones y de cómo afrontarlas de la manera más positiva e integral.

La persona responsable es aquella que actúa conscientemente siendo él la causa directa

o indirecta de un hecho ocurrido. Está obligado a responder por alguna cosa o alguna

persona. También es el que cumple con sus obligaciones o que pone cuidado y atención

en lo que hace o decide. En el ámbito penal, culpable de alguna cosa, acto o delito. En

otro contexto, es la persona que tiene a su cargo la dirección en una actividad.

Un ejemplo de situación en la que se puede actuar con responsabilidad es aquella en la

cual la persona sabe que va a conducir y no toma bebidas que contengan alcohol.

ETIMOLOGÍA

La palabra responsabilidad proviene del latín responsum, que es una forma de ser

considerado sujeto de una deuda u obligación.

La responsabilidad vista desde la filosofía

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En la tradición kantiana, la responsabilidad es la virtud individual de concebir libre y

conscientemente los máximos actos posibles universalizables de nuestra conducta.

Para Hans Jonas, en cambio, la responsabilidad es una virtud social que se configura bajo

la forma de un imperativo que, siguiendo formalmente al imperativo categórico kantiano,

ordena: “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la

permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”. Dicho imperativo se conoce

como el principio de responsabilidad.

PRINCIPIOS DE LA RESPONSABILIDAD

El cumplimiento responsable en nuestra labor humana, sea cual fuere, se regiría por

principios como:

1. Reconocer y responder a las propias inquietudes y las de los demás.

2. Mejorar sin límites los rendimientos en el tiempo y los recursos propios del cargo

que se tiene.

3. Reporte oportuno de las anomalías que se generan de manera voluntaria o

involuntaria.

4. Planear en tiempo y forma las diferentes acciones que conforman una actividad

general.

5. Asumir con prestancia las consecuencias que las omisiones, obras, expresiones y

sentimientos generan en la persona, el entorno, la vida de los demás y los

recursos asignados al cargo conferido.

6. Promover principios y prácticas saludables para producir, manejar y usar las

herramientas y materiales que al cargo se le confiere.

ÁMBITO JURÍDICO

La responsabilidad jurídica surge cuando el sujeto transgrede un deber de conducta

señalado en una norma jurídica que, a diferencia de la norma moral, procede de algún

organismo externo al sujeto, principalmente el Estado, y es coercitiva. Son

normas jurídicas porque establecen deberes de conducta impuestos al sujeto por un ente

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externo a él, la regla puede ser a través de prohibiciones o de normas imperativas

inmorales. La responsabilidad es el complemento necesario de la libertad.

El uso jurídico de la palabra proviene de poco antes de la revolución francesa, por

influencia del inglés. El término habría aparecido en el Derecho Constitucional inglés.

Así la responsabilidad debe entenderse, desde la perspectiva de una persona que ejecuta

un acto libre, como la necesidad en la que se encuentra la persona de hacerse cargo de

las consecuencias de sus actos.

El efecto contradictorio de una persona con las normas jurídicas ocasiona una reacción

por parte del Derecho (o la sociedad) contra el sujeto que viola dichas normas. La

manifestación de dicha reacción por parte del derecho se presenta mediante sanciones

impuestas por el Estado.

Ejemplos de la responsabilidad: Manejar con responsabilidad, cumplir con las tareas,

tanto del hogar como colegiales, cumplir con el trabajo, ayudar a nuestros padres, etc.

Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos

Estampilla alemana de 1998 conmemorando el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos

Humanos.

La Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos (o DRDH), se realizó en el

marco de la UNESCO y con el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado para los

Derechos Humanos, y fue proclamada en 1998 para conmemorar el50 aniversario de la

Declaración Universal de los Derechos Humanos en la ciudad de Valencia, Propone

sistemática y exhaustivamente los deberes y responsabilidades colectivos e individuales

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que resulten necesarios para la implementación efectiva y universal de los Derechos

Humanos, en particular, de los consagrados en la Declaración Universal de Derechos

Humanos (DUDH) y en los instrumentos internacionales de derechos humanos

subsiguientes.

HISTORIA

Este documento intercultural y transdisciplinario fue elaborado por un grupo de expertos.

Durante el tiempo en que se estaba finalizando este documento Norberto Bobbio escribió

que el proyecto de una Declaración Universal de Responsabilidades y Deberes Humanos

responde oportuna e inmediatamente a la exigencia sentida más universalmente cada vez

de proclamar oficial y solemnemente este deber. Este documento se dirige no solamente

a los gobiernos, sino también a las organizaciones no gubernamentales y a todas las

instituciones de la sociedad civil que tienen el deber y la responsabilidad de hacer

respetar la efectiva aplicación de los derechos humanos, deberes y responsabilidades

contenidos ya implícitamente en esos derechos.

Las responsabilidades y deberes son aquí considerados tanto a nivel colectivo como

individual. Así Richard Goldstone se refiere en términos generales: los participantes

reconocieron que hay y continúa habiendo responsabilidades personales de los miembros

individuales de la comunidad global... Si bien hay responsabilidades que sólo pueden ser

asumidas colectivamente, la acción moral es individual. Por eso agrega que “como

miembros de la comunidad global tienen derecho a la totalidad de los derechos humanos,

pero también deben a la comunidad ciertas responsabilidades morales. Ellos toman parte

para hacer más universal el disfrute de los derechos humanos. La última decisión para la

acción moral es de los individuos” (véase: id. introducción pp. 25-26).

La DRDH es un documento largo, formulado en inglés, francés y español, y está formada

por un Preámbulo y 42 artículos, los cuales componen sus 12 Capítulos.

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FRASES CELEBRES

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Víctor Manuel Pérez Valera.

Profesor emérito de la Universidad Iberoamericana Cd. de México.

Es conveniente hacer algunas reflexiones sobre la libertad a propósito del

caso Charlie Hebdo que ha suscitado algunas polémicas. La libertad podría

definirse como la capacidad del ser humano de disponer de sí mismo, es decir, de

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autodeterminarse. La libertad tiene importantes aplicaciones en la ética y en el derecho, ni la ética

ni el derecho tendrían sentido si no hubiera libertad. Ambas disciplinas no se contraponen, sino al

contrario, se complementan, ya que el derecho es el mínimo de ética exigible.

Dos fuentes jurídicas del Derecho romano nos han legado dos máximas que ponderan el valor de

la libertad. Paulo en el lib. IV de sus comentarios al Edicto escribió: libertas inaestimabilis res est:

“la libertad es algo inestimable”, y Ulpiano en su comentario a la ley Julia y Papia (Lib. IV) escribió,

resaltando el lado oscuro de la esclavitud, servitutem mortalitati fere comparamus: “casi podemos

comparar la esclavitud con la muerte”. Con ambas libertades tiene que enfrentarse el abogado:

con la libertad exterior en muchos casos del derecho penal, y con la interior, como una cualidad

imprescindible de su quehacer profesional.

Así mismo, dos grandes autores de la antigüedad clásica hicieron una bella ponderación de la

libertad. Fedro concluyó una de sus fábulas con este brillante aforismo: non bene pro toto libertas

venditur auro: “no puede venderse la libertad ni por todo el oro del mundo”, también Epicteto el

gran pensador estoico escribió: “el que tiene el cuerpo libre, pero atada el alma es esclavo… la

felicidad no está en donde algunos hombres ciegos la buscan, no está en la fuerza… ni en el

poder…está en la libertad verdadera… en el absoluto dominio de sí mismo, en la posesión de la

satisfacción y la paz.”

De lo anterior se deduce que la libertad supone la facultad de discernimiento, de cultivar la

sensibilidad ante los valores de las otras personas y de la capacidad de utilizarla con prudencia.

De otro modo la libertad se convierte en libertinaje al no actuar con respeto a los derechos de

otras personas o instituciones. En pocas palabras, no puede existir libertad sin

responsabilidad, y por eso Victor Frankl sugería que, así como se ha levantado una

estatua a la libertad, se debe construir una estatua a la responsabilidad.

Aplicando lo anterior al caso Charlie Hebdo, hay que dejar bien claro que nada justifica el

asesinato de sus caricaturistas, pero debemos preguntarnos si ellos actuaron con prudencia, con

respeto, con responsabilidad, según las normas fundamentales de la ética. La libertad está

condicionada por la verdad, “la verdad nos hará libres”, por la obligación moral y por el derecho

justo. Un bello texto de Unamuno nos ilustra al respecto: “se dice, y acaso se cree, que la libertad

consiste en dejar crecer una planta, en no ponerle rodrigones, ni guías, ni obstáculos, en no

podarla, obligándola a que tome está u otra forma; en dejarla que arroje por sí, y sin coacción

alguna, sus brotes, sus hojas y sus flores. La libertad no está en el follaje, sino en las raíces…” la

verdadera libertad, por consiguiente, no equivale a actuar irresponsablemente a ofender de modo

brutal e injusto. Charlie Hebdo en algunas ocasiones, se autodenominó cínicamente “journal

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irresponsable”. Sabemos que algunas palabras pueden herir más que una puñalada, y si una

imagen vale más que mil palabras, una caricatura provocativa o blasfema puede acribillar más que

un machetazo.

La libertad, según el lema de la revolución francesa debe coexistir con la fraternidad, con el

RESPETO a los demás. Si la libertad de expresión no tuviera límites, si no estuviera limitada por

los valores éticos se podría llegar al absurdo de admitir que los terroristas actuaron también con

libertad de expresión.

CUENTOS DE RESPONSABILIDAD

FELISA EN LA CRISTALERÍA

Don Renato Conde era un jubilado que vivía en un departamento situado en la colonia Roma de la

Ciudad de México. Los fines de semana recibía a sus hijos y sus nietos. Dedicaba los otros días a

leer, tomar café (a veces una copa) con sus amigos, jugar dominó y ver series en la televisión.

También empleaba parte de su tiempo para jugar con Felisa, su mascota, una gatita consentida

hasta el exceso. Aunque le habían recomendado que la inscribiera con un entrenador para

aprender modales, don Renato no hacía caso y dentro de aquella casa Felisa hacía lo que le

venía en gana: saltaba de una silla a otra, arañaba los muebles y se acostaba en la cama del

señor sin permitirle descansar. Cuando salían a pasear a la calle, don Renato la sujetaba con una

correa para evitar que hiciera travesuras.

Una tarde que fueron a caminar don Renato se encontró a don Salvador, un amigo de la juventud.

Felisa aprovechó la distracción de la charla para zafarse y corrió tras un ratón que había visto

pasar. Asustado, el roedor entró a esconderse en Regalos Milton, una famosa cristalería de aquel

barrio. Tratando de capturarlo, Felisa brincaba en los anaqueles, se deslizaba en los aparadores,

metía las patas en las vitrinas. En su loca carrera iba destrozando jarrones de porcelana, copas de

cristal, finos pisapapeles y figuras de cristal cortado ante los aterrados ojos de don Elías, el dueño

de la tienda.

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Al cabo de unos minutos, Regalos Milton era una zona de desastre. Felisa no había logrado

atrapar al ratón pero había ocasionado destrozos por varios miles de pesos. El estruendo fue tan

grande que Don Renato (que seguía platicando) alcanzó a escuchar lo que ocurría y vio, a unos

metros, que don Elías trataba de atrapar a Felisa dándole con un periódico. Don Salvador le dijo:

“¡Mira nada más lo que hizo tu gata! El costo de los daños equivale a todos tus ahorros. Mejor

vámonos para que no tengas que pagar nada.” Don Renato lo miró enojado: “¿Cómo me

recomiendas eso? En primer lugar, no puedo abandonar a mi Felisa a su suerte. En segundo, no

puedo dejar así al pobre hombre que perdió casi todo.”

Decidido, don Renato caminó hasta la entrada de Regalos Milton. Cuando lo vio Felisa saltó para

acomodarse en su hombro. “Vengo a responder por los daños que causó mi mascota” le dijo a

don Elías y le entregó una tarjeta con su nombre y su dirección. Días después don Elías le

presentó la cuenta de los destrozos. Cuando terminó de revisarla, don Renato se percató de que

sólo le estaba cobrando la mitad y le preguntó por qué: “No puedo permitir que usted pierda todos

sus ahorros —le dijo don Elías— y, además, usted necesitará dinero para inscribir a Felisa con un

entrenador.” Los dos ancianos se quedaron platicando sobre sus vidas y Felisa, muy mustia, se

escondió debajo de un colchón.

EL PEQUEÑO ESCRIBIENTE FLORENTINO En Florencia, Italia, vivía una familia compuesta por el padre, la madre y tres hijos. El mayor se

llamaba Carlo. El padre era empleado en los ferrocarriles. Como el sueldo que ganaba no era

suficiente, por las noches trabajaba como escribiente (copiaba a mano cartas y otros

documentos). Lo hacía porque deseaba ofrecer a sus niños la mejor educación posible. Aunque

sabía que Carlo era un poco despistado y disculpaba sus pequeños olvidos, era muy exigente en

cuanto a su desempeño en la escuela. Carlo, por su parte, comprendía el esfuerzo que estaba

haciendo su padre. Sabía, además, que estaba perdiendo la vista por forzarla tanto de noche. En

una ocasión le propuso ayudarlo.

—¡De ninguna forma! —respondió el señor. No quiero que al día siguiente estés cansado y te

distraigas en tus estudios. El pequeño no quedó conforme con la respuesta y planeó hacer algo.

Por las noches esperaba despierto hasta que su padre terminaba su tarea de copista y se

recostaba a descansar un rato. Entonces Carlo se dirigía al escritorio y trabajaba hasta el

amanecer. La situación se prolongó por varias semanas. El padre no se daba cuenta de que las

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copias aumentaban, pues las hacía de forma mecánica y todos los documentos se parecían entre

sí. Cuando fue a entregar el material a quien se lo encargaba, le sorprendió ver que recibía más

dinero del acostumbrado. Con los ingresos extra que obtuvo compró alguna ropa de invierno para

los niños.

Al cabo de un tiempo, el maestro de Carlo se quejó: el niño parecía siempre adormilado y no

ponía interés en los estudios. El padre lo regañó. Pero Carlo no contó su secreto y se siguió

levantando por las noches para trabajar. Al paso de los días se veía cansado y su madre pensó

que quizás estaba enfermo. Una noche, mientras hacía sus copias, el pequeño escuchó ruido. No

prestó demasiada atención y siguió con su trabajo. Al poco rato oyó que alguien suspiraba atrás

de él. Era su padre. El señor lo abrazó y le ofreció una disculpa: —Querido Carlo. De veras que

ya no veo lo que ocurre a mi alrededor. Doy gracias por tener un hijo como tú.

—Adaptación de un cuento de Edmundo de Amicis incluido en Corazón, diario de un niño.

EL APRENDIZ DE BRUJO En un inmenso castillo vivía un hechicero que se dedicaba al estudio de las fórmulas mágicas. No

permitía que nadie fuera a visitarlo y sólo aceptaba la compañía de su joven ayudante, Daniel, un

jovencito moreno y espigado que no entendía lo que hacía su maestro. En una ocasión, el mago

tuvo que salir a un largo viaje en busca de plantas para una fórmula secreta. Antes de partir le

hizo recomendaciones a Daniel: no debía abrir la torre donde él trabajaba, ni tocar sus libros.

También le encargó que limpiara algunas habitaciones del castillo. —Es una gran responsabilidad,

pero sé que podrás cumplirla —le dijo. Los primeros días Daniel siguió las instrucciones. Pero dos

semanas después comenzó a sentir fastidio por las tareas de limpieza. Así que una tarde subió a

la torre. Sobre la mesa halló el libro con las anotaciones del mago. Emocionado por pensar podía

ser un hechicero, se puso la túnica de éste y, subido en un banquito de madera, comenzó a leer.

No entendía las palabras, pero las pronunció en voz alta sin darse cuenta que eran mágicas. De

repente, la escoba y el balde se presentaron y se pusieron a sus órdenes.

Daniel se asustó un poco, pero pensó aprovechar la situación. Para limpiar tenía que cargar agua,

y le daba flojera. Así que les dio instrucciones de hacerlo.

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El balde y la escoba iban y venían, iban y venían. Después de algunas vueltas ya había agua

suficiente y Daniel les pidió que no trajeran más. Pero como sólo entendían palabras mágicas no

le hicieron caso y siguieron trabajando.

Al cabo de un rato el agua cubría el piso y corría escaleras abajo. Llenó las habitaciones e inundó

el castillo pero el balde y la escoba no se detenían. El líquido le estaba llegando al cuello y los

objetos del laboratorio flotaban a su alrededor. “¡Auxilio!” gritó el joven aprendiz. En ese instante

apareció el brujo. Vio lo que estaba pasando y pronunció las palabras necesarias para resolverlo.

El hechizo se detuvo y pronto todo estuvo bajo control. Instantes después el mago reprendió a

Daniel: “Antes que aprender magia y hechicería, tienes que aprender a cumplir con las

responsabilidades que se te encomiendan”.

—Adaptación de la balada El alumno de magia de Johann Wolfgang von Goethe.