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Más allá de la biopolítica Crisis del welfare: deuda e imperio Ester Jordana Lluch El concepto de biopolítica ha sido, sin duda, uno de los conceptos más utilizados en los últimos años para tratar de pensar y caracterizar nuestro tiempo. Pensadores como Agamben, Esposito o Negri y Hardt elaborado, a partir del mismo, sus propios desplazamientos 1 , efectuando elaboraciones propias de ese concepto. Nuestra propuesta va a ser, sin embargo, situarnos en el interior mismo de los análisis efectuados por Foucault en el curso del Nacimiento de la biopolítica, para abrir, desde ellos, algunas líneas para pensar ese “más allá” de la biopolítica a la luz de las recientes transformaciones. Los análisis que Foucault efectúa a finales de los años 70 tienen por objetivo responder de modo muy preciso a una forma precisa de acometer la crítica al Estado: aquella que vendría a considerar la forma Estado, como una instancia que intrínsecamente despliega dinámicas totalizadoras y de control. Una forma de crítica que atribuye fácilmente cualquier ejercicio de poder al carácter fascista o totalitario del Estado. Contra esa “fobia al Estado” Foucault intentará mostrar que si algo caracteriza nuestras sociedades, lejos de una dinámica de extensión y totalización del Estado es más bien su disminución. Lo que vemos aparecer en el siglo XX son dos formas distintas de transformar el Estado de Derecho que había caracterizado el siglo XIX: la primera, por la forma partido, característica que para Foucault está en la raíz del fascismo y del estalinismo; la segunda, por el despliegue de una gubernamentalidad liberal 2 cuya formulación más completa se encuentra en el neoliberalismo que analizará bajo dos formas: el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo americano. Foucault nombra tres modos distintos de gobierno que caracterizarían la transformación gubernamental en el occidente moderno: el modelo de la soberanía 1 Para un exhaustivo recorrido tanto por los textos en que el concepto aparece en Foucault como en las posteriores elaboraciones de los autores véase: SALINAS, A., La semántica biopolítica: Foucault y sus recepciones, Viña del mar, CENALTES, 2014. 2 FOUCAULT, M., Nacimiento de la biopolítica: curso en el Collège de France: 1978-1979, Buenos Aires, FCE, 2007, 225. [ de ahora en adelante, NB]

Más Allá de La Biopolítica

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Texto para la mesa "Crisis del welfare y la deuda" del LII Congreso de Filosofía Joven, #ZaragozaPiensa , de Ester Jordana.

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Más allá de la biopolítica

Crisis del welfare: deuda e imperio

Ester Jordana Lluch

El concepto de biopolítica ha sido, sin duda, uno de los conceptos más utilizados en los

últimos años para tratar de pensar y caracterizar nuestro tiempo. Pensadores como

Agamben, Esposito o Negri y Hardt elaborado, a partir del mismo, sus propios

desplazamientos1, efectuando elaboraciones propias de ese concepto. Nuestra propuesta

va a ser, sin embargo, situarnos en el interior mismo de los análisis efectuados por

Foucault en el curso del Nacimiento de la biopolítica, para abrir, desde ellos, algunas

líneas para pensar ese “más allá” de la biopolítica a la luz de las recientes

transformaciones.

Los análisis que Foucault efectúa a finales de los años 70 tienen por objetivo

responder de modo muy preciso a una forma precisa de acometer la crítica al Estado:

aquella que vendría a considerar la forma Estado, como una instancia que intrínsecamente

despliega dinámicas totalizadoras y de control. Una forma de crítica que atribuye

fácilmente cualquier ejercicio de poder al carácter fascista o totalitario del Estado. Contra

esa “fobia al Estado” Foucault intentará mostrar que si algo caracteriza nuestras

sociedades, lejos de una dinámica de extensión y totalización del Estado es más bien su

disminución. Lo que vemos aparecer en el siglo XX son dos formas distintas de

transformar el Estado de Derecho que había caracterizado el siglo XIX: la primera, por la

forma partido, característica que para Foucault está en la raíz del fascismo y del

estalinismo; la segunda, por el despliegue de una gubernamentalidad liberal2 cuya

formulación más completa se encuentra en el neoliberalismo que analizará bajo dos

formas: el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo americano.

Foucault nombra tres modos distintos de gobierno que caracterizarían la

transformación gubernamental en el occidente moderno: el modelo de la soberanía

1 Para un exhaustivo recorrido tanto por los textos en que el concepto aparece en Foucault como en las

posteriores elaboraciones de los autores véase: SALINAS, A., La semántica biopolítica: Foucault y sus

recepciones, Viña del mar, CENALTES, 2014. 2 FOUCAULT, M., Nacimiento de la biopolítica: curso en el Collège de France: 1978-1979, Buenos Aires,

FCE, 2007, 225. [ de ahora en adelante, NB]

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caracterizaría la forma de poder que acompaña el Estado Jurídico Medieval y que habría

entrado en crisis a finales del XVI; el modelo disciplinario, caracterizaría el ordenamiento

del Estado Administrativo que se forja en torno a los siglos XVII y XVIII; y el modelo

securitario, acompañaría la constitución del Estado de Derecho moderno forjado en torno

al siglo XIX. En lugar de caracterizar analíticamente esas tres formas de gobierno, harto

señaladas y conocidas, vamos a caracterizar un conjunto de líneas fuerza que atraviesan

aquello que hace posible las transformaciones de una forma a otra para tratar, a partir de

ellas, de tomar impulso para caracterizar nuestro presente.

En primer lugar, mutación en torno al siglo XVII a partir de la cual el gobierno va

pasar de ejercerse negativamente a ejercerse de un modo positivo. Desplazamiento que

caracteriza la transformación del modelo soberano en un modelo más complejo donde la

organización del espacio de orden social no se configura ya a partir de un conjunto de

prohibiciones y represiones de ciertos actos. A partir de todo un conjunto de

transformaciones que se configuran en torno al surgimiento de la “razón de Estado”, se

organizará un poder que actúa positivamente, un poder que ordena, que prescribe, que

controla, registra y vigila a la población. En ese marco de la razón de estado surgen las

tecnologías disciplinarias.

En segundo lugar, mutación que acontece a finales del siglo XVIII y principios

del XIX por la que, en el seno de ese mecanismo jurídico y disciplinario, emergerá una

dimensión normativa y reguladora que va a constituir todo un mecanismo binario de

exclusión e inclusión de los sujetos. Gobierno antropológico que, en torno al siglo XIX,

articula el binarismo de la ley y de la regla en torno al individuo normal. Gobierno que,

integrando el liberalismo y el modelo disciplinario, se hará cargo de la seguridad y la

defensa de la sociedad civil en el marco de organización de un modelo capitalista. Un

modo de gobierno que, en sus distintas tensiones y peculiaridades, habían mostrado los

trabajos de Foucault de los años 70.

Sin embargo, del mismo modo que tras los análisis arqueológicos en torno al saber

efectuados en Las palabras y las cosas había llegado a la constatación de una suerte de

mutación o transformación del espacio de saber que indicaba la “muerte del hombre”,

podríamos decir que, más de 10 años después, y por una vía totalmente distinta, los

análisis genealógicos en torno a las diferentes formas de gobierno que atraviesan las

sociedades modernas, le llevan a la misma conclusión. Así pues, todo ese poder normativo

que se había consolidado en torno a las ciencias humanas a través de los mecanismos

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disciplinarios, entra en crisis a partir de la elaboración de una gubernamentalidad que va

a atravesar muy de otro modo la relación del sujeto y la sociedad. Esa forma de

gubernamentalidad es la que analiza en base al ordoliberalismo alemán y el liberalismo

americano. Lejos de repetir los análisis que Foucault efectúa sobre ellos en el curso del

Nacimiento de la biopolítica voy a atravesarlos a partir de algunos rasgos que, creo,

podemos retomar para obtener algunas claves para actualizar esos análisis en términos

contemporáneos.

En primer lugar, es necesario caracterizar la diferencia sustancial que el

neoliberalismo traza respecto al modo en que se articulaba el capitalismo con el Estado

del Bienestar. La diferencia principal es que éste operaba en base a una distinción entre

el espacio económico y el espacio de la sociedad que el neoliberalismo va a reformular.

El Estado del Bienestar tenía como objetivo proporcionar al sujeto una seguridad

entendida en términos amplios: garantizar el derecho educación y la sanidad; ejercer una

vigilancia, control y punición de la delincuencia; garantizar el cumplimiento de los

derechos laborales; efectuar una cobertura en circunstancias particulares como la vejez,

la situación de dependencia, la enfermedad, la viudedad, etc. Respecto al espacio

económico, el Estado del Bienestar debía garantizar que el espacio de libre mercado

funcionase conforme a sus reglas intrínsecas. Ahora bien, lo que el neoliberalismo

reprocha al Estado del Bienestar es que esa independencia no es real. El mantenimiento

impositivo del Estado del Bienestar interfiere en el sistema económico generando

asimetrías intrínsecas. Asimetrías que atañen no tanto a aquellos sujetos en riesgo de

exclusión social sino al contrario, a toda esa gran masa de población que podría

perfectamente costearse todos esos servicios. Así pues, ¿cómo va a solucionarse esa

interferencia de lo social en lo económico para que el juego económico pueda desplegarse

libremente? Fomentando una dinamización del juego económico que involucre a la

población donde lo económico y lo social estén entrelazados y situar, en todo caso, un

umbral donde sí sería necesaria la intervención que es el que impide a algún individuo

participar en el juego económico. Bajo esta perspectiva, el paquete de ayudas sociales

deberá estar destinado a aquellos sujetos que se sitúen por debajo de ese umbral. Por

encima de ese umbral, será el propio juego económico el que posibilite a cada cual

garantizar su cobertura sanitaria, su educación, sus seguros, etc. Por tanto, la población

deja de ser objeto de gobierno en sentido de garantizar su seguridad, proveerla de empleo,

educación y sanidad. No se trata ya de garantizar efectivamente esos servicios a todo el

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mundo sino de garantizar que no queden excluidos de la posibilidad de acceder a ellos a

través del juego económico. Si el Estado del bienestar tomaba como objeto la sociedad

civil, la población en su totalidad, el ordoliberalismo, aun sosteniendo los mismos

principios de “derecho” si se quiere, considera las políticas sociales en base al

mantenimiento de esa dinámica socio-económica a partir de una intervención “por abajo”.

Así pues, por encima del umbral, sujetos económicamente sostenibles que pueden

garantizarse por sus propios medios todos los mecanismos de atención a los distintos

riesgos e infortunios. Por debajo del umbral, ahí sí, intervención social para que aquellos

sujetos que queden excluidos del juego puedan reinsertarse al mismo

Ahora bien ¿cómo debe funcionar la realidad por encima del umbral? Pues bien,

aquí creo que para abrir los análisis de Foucault a las derivas contemporáneas, es

necesario considerar las cosas más bien por el lado del neoliberalismo americano, donde

– como señala Foucault- el liberalismo constituye no tanto una política como una “forma

de ser y pensar.”3 Un modo de ser y pensar que Foucault caracteriza a partir de la teoría

del capital humano de Becker. Un marco teórico a través del cual es fácilmente

aprehensible el alcance de las transformaciones que, bajo ese prisma, pueden establecerse

en torno a las relaciones entre vida y trabajo, entre lo social y lo económico.

En primer lugar, esa teoría va a considerar la economía no como el análisis de un

proceso sino como el análisis de una actividad. Una actividad ejercida por todos los

individuos. Concebido bajo el prisma del capital humano, el trabajo no es una mera

“fuerza de trabajo” que se pondría en circulación en un mercado a modo de mercancía.

Lo que opera a través del trabajo es la transformación de un capital en un ingreso. Se

trata, como está tan de moda decir ahora, de una monetización. ¿Y qué es lo que se

monetiza? ¿Cuál es el capital que, a través del trabajo, se convierte en un ingreso? “el

conjunto de los factores físicos, psicológicos, que otorgan a alguien la capacidad de ganar

tal o cual salario.”4 Un capital que estará compuesto de dos factores: los factores innatos

y factores adquiridos5. Capital genético, pues, por un lado, con toda la problemática que

abre aquí plantear la cuestión de qué campo de mercado abre la posibilidad de

“optimización” de ese capital genético. Capital adquirido, por el otro, donde encontramos

no solo la educación y las competencias profesionales, también los cuidados recibidos,

3 NB, 253. 4 NB, 262. 5 NB, 266.

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las cualidades afectivas y psicológicas, la salud o la buena alimentación pueden leerse

desde esa lógica de la inversión en un capital. El tiempo que los padres dediquen a sus

hijos6 o la migración como modo de obtener mejores ingresos o un mejor status son, desde

esta perspectiva, inversión en el capital humano.

La movilidad de una población y su capacidad de tomar decisiones de

inversión para obtener una mejora en los ingresos, permite reintroducir esos

fenómenos, no como puros y simples efectos de mecanismos económico que

desbordan a los individuo y de alguna manera los ligan a una inmensa

máquina de la que no son dueños; posibilita analizar todos esos

comportamientos en términos de empresa individual, empresa de sí mismo

con inversiones e ingresos7.

En segundo lugar, respecto a los análisis clásicos que atribuían a la mera dinámica de

competencia capitalista la capacidad per se de producir innovación constante, ésta teoría

dirá que de ningún modo puede decirse que la innovación se produce de manera

inmanente. La innovación es efecto del capital humano y, en consecuencia, es necesario

invertir en él. En tercer lugar, bajo el prisma del sujeto concebido en una permanente

acción de experiencias y relaciones que constituyen su capital humano, puede pensarse,

a través de ese vínculo el carácter económico del espacio social. Y aquí tenemos un rasgo

esencial de la caracterización de Becker: ¿Qué hace del hombre un espacio de anclaje

económico? El mero hecho de aceptar la realidad, el hecho de que su conducta “responda

a esta cláusula: que su reacción no sea aleatoria con respeto a lo real”. Por tanto, añade

Foucault, “cualquier conducta que responda de manera sistemática a modificaciones en

las variables del medio debe poder ser objeto de un análisis económico”8 A partir de esos

análisis lo que aparece no es una sociedad disciplinaria ni que funcione bajo la exclusión

en base a la normalización de los sujetos:

En el horizonte de ese análisis tenemos, por el contrario, la imagen, la idea o

el tema-programa de una sociedad en la que haya una optimización de los

sistemas de diferencia, en la que se deje el campo libre a los procesos

oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas

minoritarias, en la que haya una acción no sobre los participantes del juego,

sino sobre las reglas del juego, y, para terminar, en la que haya una

intervención que no sea del tipo de la sujeción interna de los individuos sino

de tipo ambiental”9

6 NB, 270. 7 NB, 271. 8 NB, 308. 9 NB, 303.

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Creo que a partir de estas sucintas caracterizaciones de algunos de los rasgos que Foucault

analiza bajo el liberalismo, es posible pensar algunos desplazamientos importantes. En

primer lugar, bajo la teoría del capital humano aparece un sujeto que se capitaliza a sí

mismo viviendo. Pero no todas las experiencias son susceptible de devenir capital serán

susceptibles de constituir capital humano como tampoco cualquier actividad es

susceptible de ser monetizada.

Dos consecuencias importantes a partir de ahí: primera consecuencia, la redefinición

de la actividad de trabajo desde una lógica inmanente a la dinámica misma. El trabajo no

es tal o cual actividad tipificada, no es tal o cual acción perteneciente a un determinado

espacio de producción. El trabajo es aquella actividad que cataliza el capital humano en

rendimiento económico. Por tanto, todo un conjunto de actividades a las que, desde la

perspectiva clásica del trabajo, no eran traducibles en valor, pasan directamente del lado

de la capitalización. Por tanto, son actividades que, en todo caso, servirán para monetizar

otras. Así las actividades de aprendizaje o aquellas que, al incremental nuestro capital-

empresa (nuestro crédito, nuestra marca, nuestra posición en el mercado/espacio público)

pueden leerse ahora como actividades que obtienen un rendimiento per se, un rendimiento

que, en este caso, no se traduce en renta. Segunda consecuencia, se verá que bajo la

perspectiva del capital humano no puede separarse el trabajo bajo la lógica del trabajo por

cuenta propia o por cuenta ajena. La emprendeduría y de empleabilidad son, simplemente,

dos modos de capitalización distintos. Ambas necesitan y requieren de un capital

susceptible de ser canjeado por renta, sea por cuenta propia o por cuenta ajena.

Lo que va a determinar el espacio que ocupa el sujeto en relación al umbral que

escande la posibilidad de exclusión no es ya la posibilidad o imposibilidad de vender la

propia fuerza de trabajo. El “ejército de reserva” de parados eran necesarios para ejercer

una relación de coacción respecto al trabajo. Por un lado, situando al sujeto en la

necesidad de aceptar, en un momento dado, “cualquier trabajo”, por otro, por la

posibilidad de negociar a la baja los salarios y que se acepte trabajar a “cualquier precio”.

Bajo la lógica del capital humano, la posibilidad de vender o no la propia fuerza de trabajo

no depende simplemente de que alguien necesite comprarla. Es necesario un capital

humano que mantenga al sujeto la condición de canjear éste por dinero, debe mantener

su condición de empleabilidad o, si es el caso, de generar alguna actividad susceptible de

monetizar ese capital. Por tanto, la clásica adscripción a izquierda y derecha del trabajo

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por cuenta propia y el trabajo por cuenta ajena cae. El emprendedor, es la figura

emblemática de la precarización.

En segundo lugar, a partir de esos análisis podemos ver de manera mucho más clara

que el desmantelamiento del Estado del Bienestar no tiene que ver tan solo con un mero

cambio de titularidad de lo público a lo privado. No es una transformación de titularidad.

La transformación que, aun manteniendo la titularidad pública, han atravesado todas las

instituciones estatales tiene que ver con esa transformación social, cultural, ontológica

que supone el neoliberalismo. Las agencias de calificación externa, los certificados ISO,

la desfuncionarización… se trata de un cambio profundo del modo en que los servicios

sociales y la seguridad social se relacionan con la población. De modo más situado, y en

lo que nos atañe, creo que ahí podemos ver el interés que durante estos años ha tenido la

universidad y los centros de investigación. Podemos ver a qué responde la cantinela

permanente de la innovación. Es efecto del cuestionamiento de la perspectiva clásica de

que la innovación es consecuencia inmanente de la dinámica de competencia capitalista.

Por tanto, la lógica de las competencias educativas y las competencias profesionales

forman parte de esas formas de capitalización. Los mooc’s pueden leerse desde ahí como

una suerte de tentativa de redistribución tecnológica de ese saber para que pueda

funcionar de manera deslocalizada y gratuita para aquellos sujetos que quieran invertir en

mejorar su capital humano.

A través de esas transformaciones me parece que hay dos rasgos a los que apuntaban

los análisis de Foucault que son especialmente relevantes para caracterizar ese “pasaje”

contemporáneo un paso más allá de lo biopolítico. Y esos rasgos son, a mi parecer, la

noción de umbral como dinámica de lo real y la noción de un gobierno del medio.

Hemos visto cómo la redistribución neoliberal de la relación entre lo económico y lo

social escandía un umbral en el seno de la población. Un umbral por abajo que, para el

ordoliberalismo, determinaba el espacio de intervención gubernamental. En tanto que

aquello que determina ese umbral es la propia dinámica económica, la consecuencia obvia

es que cualquier sujeto está en riesgo permanente de cruzar ese umbral. Así pues,

escansión de la realidad económico-social a partir de ese umbral dinámico, que ejerce

sobre la población un constante y permanente dinamismo del riesgo. Un umbral que,

podrá verse, no funciona a nivel vertical separando los sujetos incluidos de los excluidos

a partir de los mecanismos de encierro disciplinarios. Se trata de un umbral horizontal

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que cualquiera puede atravesar en cualquier momento. Cualquiera puede estar en

situación de no ser capaz de sostenerse por encima de ese umbral.

Por otro lado, la noción de una gubernamentalidad ambiental. Rasgo que no deja de

ser un paso más en una gubernamentalidad que no ha dejado de constituirse como un

gobierno sin sujeto. El panoptismo, en su dinámica de disposición de tiempos, cuerpos y

espacios, constituía ya un paso en ese sentido. Si en el marco del panoptismo se efectuaba

sobre los sujetos un registro permanente de sus conductas, sus tiempos, sus ritmos, hoy

ese registro no necesita de ningún sujeto agente. Si ese saber panóptico fue condición de

posibilidad de las ciencias humanas, toda esa monumental masa de registro permanente

de datos que constituyen hoy los big data ¿qué formas de saber organizarán y con qué

consecuencias?

Pues bien, me parece que esa noción de umbral ha dejado de situarse en ese espacio

que criba a la población del pueblo. La noción de umbral y de gobierno ambiental se han

articulado de modo que el umbral, lejos de caracterizar la permanencia o caída de los

sujetos sostenidos en ese espacio social y económico, permite, al contrario, establecer las

condiciones situadas de un determinado espacio o ámbito de mercado. El mercado

económico no es un espacio abstracto indiferenciado de competencia e intercambio es,

por el contrario, un espacio de diferencia, de multiplicidad, situado. Y la creación de esos

umbrales forma parte del modo de dinamizar y regular flujos de un espacio a otro. Ese

umbral funciona en numerosos aspectos de lo real:

En primer lugar, en relación a aquellas actividades susceptibles de ser monetizadas en

el marco de la empleabilidad y la emprendeduría. En ese marco, la noción de exclusión

se modifica. Se trata de crear espacios, de definir condiciones de posibilidad a partir de

mecanismos de inclusión/exclusión definidos por un umbral. Más que una exclusión

ontológica que señala otro (el loco, el delincuente, el homosexual) será aquel sujeto que

no alcance por sí mismo ese umbral el que quede auto-excluido y auto-marginado

condenado al destierro no de la sociedad, pero sí de un determinado espacio, ámbito,

campo de mercado.

En segundo lugar, en relación al propio flujo monetario, se crean escenarios de

mercado con sus propias condiciones. No se trata de una crisis de la deuda, se trata de un

escenario de chantaje crediticio por el que las condiciones de posibilidad son fijadas a un

territorio. El crédito se convierte en instrumento de coacción.

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Atendiendo a esos rasgos, parece que esa biopolítica se transforma, en tanto que

aquello que configura el espacio de gobierno se inscribe en lo real mismo. Y lo hace no

bajo la lógica del proceso, ni bajo ninguna suerte de producción de lo real, sino en la

dinamización de un umbral siempre móvil que desde el seno de lo real funciona como un

mecanismo de dinamización a la vez político, económico y social.

En el marco de esta caracterización se verá también que la crítica a ese real no puede

constituirse ya desde una partición binaria de la realidad que la combata desde un sujeto

otro o un mundo otro. No se trata tampoco de combatir la uniformización desde el juego

de la diferencia, en tanto que la diferencia es, justamente, lo que se trata de producir para

luego optimizar. No se trata tampoco de combatir desde los espacios minoritarios en tanto

que éstos son perfectamente tolerados en ese marco oscilatorio. Se trata de intervenir

sobre las reglas del juego. El modo en que esas reglas actúan en ese real y nos inscriben

en él. Como hemos visto, el gobierno de los sujetos se caracterizaba por su aceptación de

la realidad. Por tanto, el rechazo a esa realidad es tan solo la primera condición para no

ser gobernados a través de ella. Se trata, como decimos de intervenir sobre esas reglas en

función de las cuales se ha efectuado ese espacio de conjunción entre lo social y

económico. Si se caracterizaba como gobernable toda conducta que no se mostrase

aleatoria con respecto a lo real, es necesario combatir esa captura en la apertura de

espacios de lo imprevisible. Si esa tecnología gubernamental funciona reinscribiendo en

la dinámica económica toda actividad de los sujetos, es necesario interrumpir esa cadena

infinita de los medios y los fines tomando cada acción, cada actividad, cada relación, cada

sujeto, cada afecto, cada espacio como un fin en sí mismo. Se trata de alterar, de

transformar esas reglas del juego económico. Por tanto, no se trata de provocar una

distancia respecto a lo real que genere un pasaje hacia afuera del mismo. Se trata de un

pasaje hacia afuera ontológico que nos permita cuestionar el juego de esas reglas que nos

hacen ser lo que somos efectuando una transformación a partir de la crítica de nosotros

mismos.