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Crítica de Arte, Pintura, Arte Moderno, La inercia citadina como tema pictórico,
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MATERIA:
CIUDAD
La inercia en la obra pictórica de Sylvia Torres
En la obra de Sylvia Torres la ciudad no es objeto sino sujeto. Y
también sus ambulantes se vuelven de subjetos en objetos. Hay cruces
rítmicos, sin eco. Hay florescencias de metal carnosas y calientes, hay
ciudad indistinguible de sus sombras. ¿Son las sombras habitantes?
Hay individuos de aire y viento por ahí, y gentes de agua transparente
que respiran y palpitan, otros tierra hollándose con el entorno que los
vive, y personajes fuego que se incendian caminando… personajes
todos, la ciudad también, personaje es: máscara, nadie, pero nada que
coagula en ruidos y sonidos, y horizontes que andan por la calle
verticales, pues personaje es para inventarlo, dibujar sus pasos, pintar
sus más activas sombras, llenarlo de la vida que el creador, creadora, le
respira y aspira para que se muestre.
Pintar la ciudad. Sí, pero a golpe de mirada. Traducirle sus colores
mudos a voces rechinantes, transformar sus edificios en verdaderos
habitantes, metaforizar con arte el arcoíris fragmentado con que
arrastra su existencia, la ciudad tan desvalida que necesita curaciones
de estética. La pintura como sanación mutua, del que la pinta, del que
la observa, del que la inventa, del que la crea. Supongamos pues que
habrá de pintarse con materia de ella misma, con muchísima materia,
con plastas que convergen y otras que divergen, con colores que no
existen sino sólo en ella, y llena de inquietud nos mira y turba con su
muchedumbre a veces invisible. Pintar la ciudad interna y la externa,
pintarla haciendo andar a nuestros pies, Pintarla abandonados y
tirados, como un desamparado que ha caído y escucha en el asfalto la
respiración de la ciudad y el latir de tierra que es quien la sustenta.
Sylvia Torres Estrada pinta con certitud y certidumbre, sus ciudades
son verosímiles, se inmovilizan por momentos, para luego continuar
como perpetuamente su ser y su desarrollo. Pintar ciudades es
acariciarlas con ternura, al mismo tiempo que raspar su piel y su
pelleja, herirlas y que broten, que froten la mirada y nos quedan ellas
en nosotros su impresión. Esta muestra deriva como una consecuencia
lógica del mirar como el rey Midas: todo convertirlo en estética.
Refugio de la Torre. 2016.