May Antoinette - La Mujer de Poncio Pilato

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  • Datos del libro

    Ttulo Original: Pilate's WifeTraductor: Ters Loriente, Mireia2007, May, Antoinette2010, Ediciones UranoISBN: 9788499441078Generado con: QualityEbook v0.62

  • Antoinette May

  • La mujer de Poncio Pilato Traduccin de Mireia Ters Loriente

    Argentina Chile Colombia EspaaEstados Unidos Mxico Uruguay Venezuela

    Para mi marido, Charles Herndon

    QU ES LA VERDAD?Poncio Pilato

  • Indice

    ANTOINETTE May. 2La mujer de Poncio Pilato. 2Indice. 3Nota para el lector. 4Prlogo. 5Captulo 1 - Mi don. 5Captulo 2 - Un triunfo. 16Captulo 3 - El Banquete. 28Captulo 4 La voz de Isis. 36Captulo 5 La bsqueda de Isis. 45Captulo 6 - En la casa de Isis. 54Captulo 7 - La iniciacin. 58Captulo 8 - Despus de Isis. 66Captulo 9 - El hechizo. 70Captulo 10 - Himen Himeneo. 79Captulo 11 - Dos pruebas. 90Captulo 12 - La maldicin. 98Captulo 13 - Y una bendicin...., 109Captulo 14 - Todos los caminos conducen a Roma. 116Captulo 15 - La pocin secreta. 124Captulo 16 - Dos pruebas. 133Captulo 17 - La cura de sueo. 142Captulo 18 - Asclepio. 154Captulo 19 - La sierva de Isis. 163Captulo 20 - La eleccin de Marcela. 172Captulo 21 - La venganza de Vesta. 185Captulo 22 - Mi segunda madre. 191Captulo 23 - Titania. 199Captulo 24 - El circo. 206Captulo 25 - Holtan. 216Captulo 26 - Mi eleccin. 226Captulo 27 - El ltimo encuentro. 233Captulo 28 - La Villa de los Misterios. 239Captulo 29 - La diosa Livia. 249Captulo 30 - En el templo del Seor. 258Captulo 31 - Caifs. 265Captulo 32 - El palacio de Herodes. 272Captulo 33 - La doncella de Astart. 282Captulo 34 - La boda. 289Captulo 35 - Opciones. 300Captulo 36 - Un triunfo. 306

  • Captulo 37 - La peticin de Holtan. 313

    Captulo 38 - Mi visin. 321Captulo 39 - Mi decisin. 333Agradecimientos. 346

  • Nota para el lector

    EL periodismo es una carrera maravillosa. Me permite ser lo entrometida que me plazca y hurgar encintas, peridicos y cartas viejos. Mi profesin me permite preguntarle lo que sea a quien sea. Lamayora de las veces obtengo respuestas que se pueden corroborar con otras entrevistas y/o sepueden contrastar con hechos recogidos en algn medio de comunicacin. Explorar el quin, el qu,el por qu y el cmo de las cosas me ha mantenido ocupada desde mi primer trabajo periodstico alos quince aos.

    La curiosidad me hizo pasar de la cobertura de noticias a los perfiles para revistas y a lasbiografas. La mezcla de entrevistas e investigacin de archivos dio como resultado PassionatePilgrim, el drama de la arqueloga Alma Reed enmarcado en la dcada de 1920; Witness to War, lahistoria de la corresponsal de guerra y ganadora del premio Pulitzer Maggie Higgins, y Adventures ofa Psychic, una biografa de la clarividente contempornea Sylvia Browne.

    Un bigrafo debe ser detective, escritor e historiador social a partes iguales. Empec La mujerde Poncio Pilato hace catorce aos del mismo modo que los dems libros: investigando. En estecaso, la investigacin me oblig a volver a la universidad. El Departamento de Lenguas Clsicas deStanford result ser de un valor inestimable. Durante seis aos, estudi con una serie de profesoresbrillantes que me abrieron de par en par las puertas de la Roma y la Judea del siglo I. Me sumerg enla historia, el arte, la filosofa, la literatura, la arquitectura y la mitologa de la poca, y despusvisit los restos del mundo de Claudia en Roma, Turqua, Egipto y Tierra Santa.

    Pero dnde estaba Claudia? Naci, so y muri. Se saba algo ms de la visionaria mujer dePoncio Pilato? Por primera vez en mi vida, la biografa convencional no era suficiente. Pronto vi muyclaro que tendra que adentrarme en el desconocido reino de la imaginacin. Mientras me deslizabahacia un mundo nuevo, todas las preguntas que mi mente de reportera se haca fueron encontrandorespuesta. Lentamente, casi con timidez, Claudia apareci ante m y me permiti explicar su historia.

  • Prlogo

    EN primer lugar, debo decir que no presenci su crucifixin. Si buscas el relato de aquel trgicosuceso, no lo encontrars en mis palabras. Estos ltimos aos se ha armado mucho revuelo alrededorde mi intento de evitarlo y de mi splica a Pilato relatndole mi sueo. Algunos, que no saben nadade lo que realmente sucedi, insisten en verme como una especie de herona. Ahora dicen que elJess de Miriam es un dios o, al menos, hijo de un dios.

    En aquella poca, Jerusaln era un hervidero. Pilato me habra prohibido acudir a una ejecucinpblica, pero desde cundo importan las reglas? Desde cundo el riesgo me haba impedido haceralgo? La verdad es que no poda soportar ser testigo de la agona final de... de... quin era, enrealidad? Despus de todos estos aos, todava no lo s. Algunos judos crean que era el Mesas,mientras que sus sacerdotes lo llamaban agitador de masas. Si su propia gente no se pona deacuerdo, cmo se supona que debamos hacerlo los romanos?

    Recuerdo perfectamente al Pilato de aquella poca: con los ojos azules y la mente tan gil comola espada que le colgaba de la cintura. Estbamos seguros de que Judea slo era el principio de unacarrera ilustre.

    Isis tena otros planes. Fue uno de mis sueos el que nos trajo a la Galia. S, por supuesto quesigo soando. Pero, para variar, esta vez fue un sueo agradable. Me llev de vuelta a Monokos, unpueblo de la costa mediterrnea. Me vi de nia, libre y sin miedo, jugando con las olas y haciendocastillos en la arena. Germnico estaba a mi lado observando, como sola hacer, mientras el vientoagitaba la pluma roja de su casco. Me despert convencida de que en Monokos estaramos bien.

    Mi consuelo son los recuerdos que empezaron aqu. Sentada sola bajo el sol, con las olasrompiendo en la playa, suelo recordar esos das y los trascendentales aos que los siguieron. Minieta Selene vendr a visitarnos. Ayer, un navo romano me trajo su carta. Tienes que explicarmetoda la historia me exiga. Toda.

    Al principio, la idea me hizo estremecer. Cmo poda revelar...? Los das pasan, la bruma meenfra la piel y por la noche se escucha el oleaje. Selene llegar maana. S que ha llegado la horade que hable de lo que pas. Ser bueno dejar las cosas claras.

    Dejarlo todo claro por fin.

    MONOKOS En el segundo ao del reinado de Tiberio (16 d.C.)

    Captulo 1 - Mi don

    Tener dos madres no fue fcil. Selene, que me haba dado la vida, era menuda, morena y femeninacomo un abanico. La otra, su prima alta y de pelo leonado, Agripina, era nieta del divino Augusto.

  • Mi padre era el segundo en rango dentro del ejrcito, slo por debajo del marido de Agripina,Germnico, comandante en jefe del ejrcito del Rin y legtimo heredero del imperio. Al crecer encampamentos militares, mi hermana Marcela y yo solamos pasar muchos ratos en casa de Agripina,donde nos trataba como a sus hijas. Senta predileccin por sus hijos, pero ellos pasaban gran partedel da con maestros que los entrenaban en el manejo de la espada, la lanza, el escudo y el hacha. Laschicas nos quedbamos en casa y ramos como arcilla que ella moldeaba.

    A los diez aos, el incesante parloteo de las chicas mayores me aburra. Qu oficial es msguapo? Qu estola es ms seductora? A quin le importaba? Yo estaba leyendo a Safo cuandoAgripina me arranc el pergamino de la mano. Bajo el sol de la maana, estudi mi perfil.

    Tienes una nariz verdaderamente patricia, pero ese pelo...

    Cogi un peine de oro de la mesa y empez a separar un mechn por aqu y otro por all. Yentonces, mientras yo estaba sentada muy rgida debajo de su dominante mano, empez a cortar. Lasesclavas se apresuraron a recoger los gruesos rizos que caan al suelo.

    As est mucho mejor. Sujeta el espejo un poco ms alto le dijo a Marcela. Que se veala parte de atrs y los lados.

    Agripina siempre tena muchas ideas y estaba convencida de que eran las mejores. Mir aMarcela, que inclin la cabeza en seal de aprobacin. Me haba domesticado la salvaje melena:entresacndome pelo, echndomelo hacia atrs y atndomelo de forma que mis rizos caan como unacascada.

    Agripina me mir detenidamente.

    Eres bastante bonita; no eres guapa como Marcela, pero quin sabe? Volvi a girarsehacia mi hermana. T eres una rosa, eso nadie lo duda, pero Claudia... djame pensar. Quin esClaudia?Empez a rebuscar por los cajones, sacando pauelos y cintas, que iba descartando.Hasta que al final dijo: Claro! Cmo no me haba dado cuenta antes? Eres nuestra pequeavidente, tmida y etrea... Violeta! ste es tu color. Llvalo siempre.

    Llvalo siempre! Agripina era tan imperativa. Su entusiasmo me abrumaba. Y a mam laenfureca.

    Eran tus rizos de nacimiento! exclam furiosa cuando volv a casa cargada con tnicas,flores, pauelos y cintas de color violeta. Y siempre estaban as, y yo en el medio.

    Todava hoy sigo llevando ropa de color violeta y sigo estando orgullosa de mi perfil.

    Por todas partes haba gente que se senta con el derecho, incluso con la obligacin, de imponersu voluntad sobre m. Tata y mam, por supuesto, pero tambin Germnico y Agripina, a quienesllamaba to y ta. Mi hermana Marcela, dos aos mayor que yo, deseaba dominarme, al igual que

  • nuestras primas ricas, Julia y Drusila, y sus hermanos, Druso, Nern y Calgula. Este ltimoaprovechaba cualquier oportunidad para burlarse de m o dejarme en ridculo. Le gustaba chuparmela oreja, y cuando yo le pegaba se echaba a rer. A nadie debe extraar que prefiriera estar sola.

    Quiz fue a partir de esos momentos de soledad cuando me llegaron las visiones. De pequea,sola saber que se acercaba una visita incluso antes de que los criados lo anunciaran. Suceda de unamanera tan natural que me preguntaba por qu los dems se mostraban sorprendidos, o inclusodesconfiados, y se imaginaban que les estaba tomando el pelo. Como aquella habilidad era trivial yno me beneficiaba en nada, no me pareca nada del otro mundo.

    Los sueos eran otra cosa. Empezaron cuando estbamos en Monokos, un pequeo pueblo en lacosta sudoeste de la Galia. Hubo una poca en la que pareca que no poda cerrar los ojos sin que measaltara algn tipo de visin. Eran sueos fragmentados. Apenas recordaba nada y entenda todavamenos, pero siempre me despertaba con una aterradora sensacin de peligro inminente. La frecuenciay la intensidad de esas visiones nocturnas aumentaron; me daba miedo dormirme, y yo misma meobligaba a quedarme despierta casi toda la noche. Y entonces, a los diez aos, tuve un sueo tanhorrible que jams lo he olvidado, ni los acontecimientos que lo siguieron.

    Me vi a m misma en medio de un bosque, un lugar aterrador, denso, oscuro, casi negro. Hojasmojadas golpeaban mi cara mientras respiraba el hmedo olor de la descomposicin y temblaba enmedio del fro. Luch por liberarme, pero no poda; el sueo me tena subyugada. A mi alrededor,hombres extraos y de aspecto aterrador musitaban algo que no entenda. Cuando se acercaron y merodearon, vi que iban vestidos de legionarios, pero, a diferencia de los soldados de nuestraguarnicin, la rabia y la amargura tean sus rostros. Un hombre gigantesco, con la piel picada deviruela, dio un paso adelante, con un joven lobo pegado a sus talones. Aquel hombre horrible gritpidiendo violencia. Los gritos de los dems hombres resonaron en el bosque. Cogi la espada y ladirigi hacia el lobo que estaba sentado fielmente a sus pies. Con un gil movimiento, atraves a ladesprevenida criatura. El lobo grit, o fui yo? En los ltimos y horribles segundos del sueo, ellobo se convirti en mi to. Quien se mora a mis pies era el querido Germnico.

    A pesar de que Tata y mam vinieron enseguida a tranquilizarme, yo no poda borrar aquellahorrible imagen de mi cabeza.

    Alguien quiere matar al to Germnico jade. Tenis que salvarlo.

    Maana, cario. Ya hablaremos maana me prometi Tata, mientras me acariciabasuavemente. Pero la charla de la maana fue muy breve. Mis padres estaban de acuerdo: la pesadillade una nia no era motivo suficiente para molestar al comandante en jefe. Dos das despus, cuandoun mensajero trajo noticias de una amenaza de amotinamiento en Germania, vi que mis padresintercambiaban miradas de preocupacin.

    En aquellos das, mi retiro era una esquina de la playa protegida por rocas. Iba all sola ysaltaba en los charcos, donde nadie me vea, excepto las diminutas criaturas marinas que yo sentacomo mas. Y all fue donde Germnico me encontr. Se sent en una roca, de manera que sus ojosquedaban a la altura de los mos, y me dijo:

  • Tengo entendido que tenemos a una visionaria en la familia.

    Yo apart la mirada.

    Tata dice que no es importante.

    Yo me tomo muy en serio tu sueo y tendr en cuenta la advertencia. Me acarici elhombro con su rugosa mano. Los ojos de color miel de Germnico se entornaron con una sonrisa. Seacerc a m y, con un tono cmplice, como si estuviera hablando con un adulto importante, dijo:Nos vamos a Germania... todos. Agripina est convencida de que su presencia restablecer la moralen aquel desdichado rincn del imperio. Slo Jpiter sabe que esos pobres hombres tienen motivosde sobra para amotinarse. Algunos tienen hijos adultos a los que ni siquiera conocen... Se le apagla voz.

    Qu suceda? Observ la preciosa cara que tena ante m, que ahora estaba preocupada, conlas cejas fruncidas. Tmidamente, le di la mano.

    Germnico sonri.

    T no tienes de qu preocuparte, pequea. Todo saldr bien, lo vers con tus propios ojos.Agripina necesita una acompaante femenina. Le he pedido a Selene que la acompae. Y, como mishijos vienen con nosotros, por qu no ibais a venir tambin tu hermana y t?

    Mam estaba furiosa. En la privacidad de nuestra casa, deca que Agripina era una imprudente y unaridcula.

    Una mujer embarazada de siete meses que emprende un viaje as! le grit a Tata sin saberque yo los observaba desde una glorieta. Su expresin se suaviz cuando lo abraz. Al menos,estar contigo... y no en casa, muerta de miedo. Lo que me preocupa son las nias. Cmo vamos adejarlas aqu si Agripina dice que es bsico que sus hijos vayan con ellos?

    Mir la sala como si la viera por primera vez. Las paredes eran de un tono carmes bruido delque Tata se haba enamorado en Pompeya. Mam hizo que los pintores lo mezclaran para darle unasorpresa, y prob y rechaz muchos tonos antes de quedar satisfecha. Las cabezas esculpidas de losantepasados de la familia observaban discretamente desde sus nichos. Recuerdos de viajes con elejrcito aadan color y nostalgia a la sala. Haba canaps cubiertos con telas de colores vivos,tapices y almohadas en colores verde y violeta. Mam haba creado un paraso en medio de uncampamento militar. Yo no quera dejarlo.

    En el primer tramo del largo viaje, iba en un carro tirado por caballos con mam, Agripina y lasdems nias. Mi yegua castaa Pegaso iba atada a la parte trasera del carro. Jugbamos con palabraspara mantener las mentes ocupadas, pero mi ta hablaba en una voz ms alta de lo habitual,

  • recordndonos continuamente que todo iba bien. Mam no levantaba la voz, pero miraba a Agripinacon rabia. Al final dejamos de jugar, nos dieron unos pergaminos para que leyramos y ellasempezaron a hablar en susurros. Lo que escuch fue horrible: Amotinamiento inevitable. Qu ibaa hacer Germnico?

    Los viedos y los pastos de la Galia dieron paso a los densos bosques de Germania. Losarbustos araaban como dedos que buscan a tientas. Sobre nuestras cabezas, los cuervos nosobservaban. Los jabales se escabullan entre el follaje. Escuch aullidos de lobos. Incluso amedioda, la luz era tan dbil que cre que haba cado en un abismo. Vi que mis primos Druso yNern, que cabalgaban junto a Germnico, miraban a su padre con frecuencia, y l asenta y les dabanimos. Calgula iba por delante, blandiendo la espada contra las sombras.

    A medida que los das pasaban y los lderes nos guiaban por caminos abandonados, lossoldados de a pie, en columna de a dos en fondo, zigzagueaban como una serpiente marina por unsuelo ocenico. El forzado entusiasmo de mam y Agripina me daba ms miedo que el bosque. Insisten montar a Pegaso e ir junto a Druso, aunque el malvado Calgula se burl de m.

    El viaje de un mes a travs de la Galia hasta llegar a Germania se hizo eterno. Por fin llegamosa los alrededores del campamento amotinado de la legin. En silencio, apareci un grupo de hombresbarbudos, con los ojos cautos. No se ve a ningn oficial. Germnico desmont, muy natural, con unaire casi desenfadado. Haciendo un gesto a las tropas para que no se movieran, se acerc a loshombres solo. Tata estaba muy serio y tena la mano en la empuadura de la espada.

    Los amotinados avanzaron, gritando quejas enfadados. Un hombre corpulento envuelto en pielesandrajosas cogi la mano de mi to como si fuera a besarla; pero, en lugar de eso, se la meti en laboca para que Germnico le tocara las encas sin dientes. Otros, con los cuerpos llenos de cicatricesy vestidos con harapos, se giraron y me miraron como si fuera una bandeja de comida. Cuando uno deellos intent coger las riendas de Pegaso, hice que el animal avanzara. Entonces vi una hilera depicas, con una cabeza clavada en cada una. Los oficiales que faltan. El estmago me dio un vuelco.Se acercaron ms soldados amotinados, bloquendonos la salida. Apret las mandbulas, aunque nisiquiera as dejaron de temblar.

    Germnico dio una orden:

    Retroceded y dividos en unidades.

    Los soldados slo se acercaron ms. Vi que los dedos de Tata se aferraban con ms fuerza a laempuadura de la espada y me pregunt si Pegaso notaba el temblor de mis piernas. Druso y Nernse acercaron a su padre. El corazn me lata con fuerza. Iba a pasar. Mataran a Tata y a Germnicoy, con ellos, a Druso y a Nern, que siempre haban sido como mis hermanos mayores, y a Calgula,al que nunca haba considerado como tal. Luego aquellos hombres furiosos vendran hacia m.bamos a morir todos.

    Tata mir a Germnico. El comandante agit la cabeza, se gir y se subi a lo alto de una roca.Mientras observaba tranquilamente toda la escena, me pareci muy noble all con su armadura y sus

  • guardas, con la pluma del casco agitndose al viento. Habl en voz baja, obligando a los furiosos acallarse, y rindi tributo al emperador Augusto, que haba fallecido recientemente. Elogi lasvictorias de Tiberio, el nuevo emperador, y habl de las glorias pasadas del ejrcito.

    Sois los emisarios de Roma por el mundo les record. Qu ha pasado con vuestrafamosa disciplina militar?

    Yo te ensear lo que ha pasado. Un veterano entrecano y con un solo ojo avanz y se quitel peto de cuero. Los germanos me hicieron esto le ense la cicatriz en el vientre. Y tusoficiales me hicieron esto se gir y le mostr la espalda llena de cicatrices.

    Gritos de rabia resonaron mientras los hombres clamaban contra Tiberio.

    Germnico debera ser el emperador gritaron los cabecillas. Eres el legtimo heredero.Lucharemos contigo hasta Roma. Muchos apoyaron la idea, agitaron los escudos y gritaron:Llvanos a Roma! Juntos hasta Roma! Se apelotonaron alrededor de la roca. Me estremeccuando vi que empezaban a golpear los escudos con las espadas, el preludio del amotinamiento.

    Germnico desenfund la espada y la coloc frente al pecho.

    Prefiero morir a traicionar al emperador.

    Un hombre alto y fornido, con el cuerpo lleno de cicatrices, se abri camino y le ofreci supropia espada.

    Usa la ma. Est ms afilada.

    Mientras la furiosa muchedumbre rodeaba a Germnico, Agripina se abri camino hasta l. Uncorpulento soldado mucho ms alto que ella intent bloquearle el paso, pero ella se limit aempujarlo con su barriga de embarazada, desafiando a cualquiera a levantarle una mano. Lasprimeras filas se abrieron. Veteranos llenos de cicatrices que, hasta haca un momento estaban conlas armas en alto, lentamente las bajaron.

    Mientras los soldados le abran paso, Agripina se acerc altiva hasta la roca donde estaba sumarido. Cuando los hombres se calmaron, pap y yo desmontamos. Mam y Marcela bajaron delcarro y se colocaron junto a nosotros. Mam, con los enormes ojos marrones todava ms grandes,cogi a Tata por el brazo. Con una sonrisa de confianza, me cogi de la mano y, por encima delhombro, le dijo a Marcela que me cogiera de la otra mano. Estbamos todos temblando.

    Todos los ojos se giraron hacia Germnico. Pareca tan valiente, con la voz clara y sincera.

    En nombre del emperador Tiberio, firmo la retirada inmediata de aquellos que hayan servidoveinte aos o ms. Los hombres con diecisis aos de servicio se quedarn, aunque sus obligacionesse limitarn a defender el campamento de los ataques. Se les doblar la paga.

  • Los soldados ayudaron a Agripina a subir a la roca. Se coloc junto a su marido, formando uncuadro precioso encima de la piedra plana.

    Germnico, vuestro lder y el mo dijo ella, es un hombre de palabra. Lo que promete, locumple. Lo conozco y digo la verdad. Se qued all de pie, orgullosa, con la cara serena a pesardel silencio que acogi sus palabras.

    Al final, un hombre grit:

    Germnico! Otros se le unieron, e incluso hubo quien lanz el casco al aire. Sus vtorescasi me hicieron llorar.

    Hemos tenido suerte dijo Tata despus. Qu hubiera pasado si nos hubieran exigido lapaga all mismo?

    Germnico haba inspirado a los amotinados, y Agripina tambin; incluso mam lo admiti. Yaunque me costara entenderlo, hasta Calgula recibi elogios. Haba nacido en un campamentomilitar, llevaba sandalias militares y se mezclaba en la instruccin con los soldados desde quegateaba. Calgula significaba sandalias pequeas. Ahora, casi nadie se acordaba de que suverdadero nombre era Cayo.

    Al cabo de una semana, los rumores de que las tropas germanas se acercaban hicieron que loshombres se unieran. Se decidi que las mujeres tenamos que marcharnos a la pequea poblacin deColonia, a sesenta kilmetros. Nuestras dos familias fueron hacinadas en lo que antes haba sido unaposada, aunque era demasiado pequea para tantas personas. Odiaba nuestra vivienda estrecha ypolvorienta. Odiaba no saber qu pasaba en el frente. Echaba de menos el mar. Los gruesos pinosque nos rodeaban por los cuatro costados me impedan ver el Rin, y tambin impedan que losdbiles rayos del sol de invierno llegaran al suelo. La nieve, que al principio vimos como magiapura, acab significando suciedad y un fro que calaba hasta los huesos. Estaba abatida.

    Vea cmo, da a da, Agripina estaba ms gorda. Todos decan que iba a tener un nio. La ideala animaba y la ayudaba a combatir el intenso fro que ni siquiera el fuego lograba alejar. Lainformacin sobre la operacin militar, que ahora ya estaba a cientos de kilmetros al noreste, eraespordica y poco fiable. Y, al final, dej de llegar. Dnde estaban las tropas? Qu estabapasando?

    Una noche, un grito de animal en agona mortal me despert. Cuando me levant, el suelo estabafro como el hielo. Me puse mi nuevo abrigo de piel de lobo, muy caliente, y segu los horriblesgritos hasta la habitacin de Agripina. Cuando llegu, me qued all de pie, sin saber qu hacer,temblando tanto del miedo como del fro, hasta que se abri la puerta y sali mam.

    Uy! Me has asustado! dijo, y estuvo a punto de soltar el cuenco que llevaba en las manos. Vuelve a la cama, cario. Slo es el hijo de Agripina, que ya llega. Cualquiera que la escuchedira que es el primer nio que nace en el mundo. Y es el sexto que pare.

  • Como era incapaz de imaginarme a Agripina sufriendo en silencio, no dije nada. La partera,regordeta como una perdiz, pas por nuestro lado tan deprisa que sus dos ayudantes apenas podanseguirla. Iban detrs de ella sin aliento, una con un cuenco en la mano, y la otra con una bandeja deungentos.

    Ya no tardar me asegur mam. Vuelve a la cama.

    Cerraron la puerta. Me gir, obediente, pero no consegua alejarme del misterio que se escondatras la puerta. Despus de lo que pareci una eternidad, los gritos de Agripina cesaron. Habanacido el beb? Cuando abr la puerta, sin hacer ruido, me asalt el olor de aceite caliente ymembrillo mezclado con menta fuerte. Mam y las dems, con los rostros plidos y demacrados,estaban alrededor de la cama de Agripina.

    No lo entiendo susurr mam. Est tan llena como la propia Venus. Estas mujeres estnhechas para tener hijos.

    La partera agit la cabeza.

    Puede que parezca Venus, pero ser mejor que recemos a Diana. Est en sus manos.

    Contuve el aliento. El estado de Agripina era tan grave que slo poda salvarla una diosa? Lapartera levant la cabeza, sorprendida.

    Vete, nia, este no es lugar para ti.

    Qu pasa?

    Un parto de nalgas dijo, con la voz ms suave.

    De repente, Agripina se despert, se incorpor, con el pelo despeinado y los ojos desesperadosen una cara sudorosa.

    Este nio... este nio... me est... matando! dijo entre jadeos.

    No! escuch mi voz como si estuviera lejos. No vas a morir. Sin darme cuenta, habacruzado la habitacin y estaba junto a la cama de Agripina. Estaba teniendo una visin, aunque estababorrosa, como si la viera a travs de aguas revueltas. Cuando se hizo un poco ms clara me quedquieta. Te veo con un beb... una nia.

    Mam se acerc a Agripina.

    Lo has odo? Afrrate a sus palabras.

    Ella y la partera la levantaron y Agripina qued en sus brazos. La visin haba desaparecido.De repente, el cuerpo de Agripina se contrajo. Levant la cabeza, con el pelo hmedo y los ojos de

  • un animal aterrado y grit:

    Diana! Diosa, aydame!

    El olor a sangre, ftido aunque suave, invadi la habitacin cuando la partera levant algooscuro y arrugado. Le dio unos golpes al beb en el culo y la recompensa fue un llanto desconsolado.

    Mire, domina, mire. La nia tena razn. Tiene una hija sana.

    Pero Agripina estaba tirada en la cama, como muerta. Mam estaba llorando, en silencio. Leacarici la mano.

    No te preocupes. La ta se pondr bien. Lo s.

    Nunca tendr un hijo le dije a mi madre a la maana siguiente.

    Sonriendo, ella me coloc bien un mechn rebelde.

    Espero que no lo digas por una visin. No me gustara que te perdieras el momento ms felizen la vida de una mujer.

    Feliz? Querrs decir horrible! Por qu iba alguien a querer pasar por eso?

    Ella se ri.

    Si yo no lo hubiera hecho, t no estaras aqu.

    Cuando volvi a hablar, lo hizo en un tono ms pensativo.

    El parto es una prueba, un baremo de la valenta y la resistencia de una mujer, igual que laguerra para los hombres. Cuando una mujer se prepara para dar a luz, no sabe si sobrevivir.

    Mir los ojos marrones aterciopelados de mam; los gritos de Agripina todava resonaban en micabeza.

    Tener hijos es nuestra obligacin para con la familia y el imperio me record. Por quno vas a visitar a Agripina? Quiz te deje coger en brazos a su nueva princesa.

    La voz de mam volva a ser dura. Supuse que Agripina volva a ser la mujer altanera desiempre.

    Pasaron semanas sin tener noticias del ejrcito. Y un da, por fin, lleg un mensajero. Era unadolescente delgado y nos dijo que Germnico haba sometido a los salvajes germanos. Yo loescuchaba, rebosante de orgullo y felicidad. Al seguir avanzando, las tropas de Germnico habanllegado al bosque de Teutoburgo donde, seis aos antes, la dcima parte del ejrcito romano haba

  • perecido salvajemente.

    Cuando fuimos a enterrar a nuestros muertos, vimos esqueletos por todas partes el chico seestremeci. Sus cabezas estaban atadas a los troncos de los rboles. No sabamos si los huesoseran de amigos o desconocidos, pero qu importaba? Todos eran nuestros hermanos.

    Unos das despus le abr la puerta a otro correo que llegaba sin aliento. Con los ojos rojos demiedo, describi una situacin que rozaba la desesperacin. Arminio, el general responsable de lamatanza, estaba escondido en un peligroso pantano cerca del lugar de la batalla. Germnico estabadecidido a encontrarlo.

    Pronto empezaron los rumores. Hombres heridos llegaron a nuestra puerta. Haban cortado alejrcito, lo tenan rodeado. Los desertores que huan gritaban que las fuerzas germanas venan ainvadir la Galia. Y que pronto llegaran a Roma. A nuestro alrededor, los habitantes del pueblo,presos del pnico, insistan en destruir el puente sobre el Rin. Agripina hizo acopio de fuerzas parasalir de la cama y puso fin a los comentarios.

    En ausencia de mi marido, yo estoy al mando anunci. El puente seguir en pie.

    Los heridos que volvieran a pie, con palos a modo de muletas, lo necesitaran muy pronto.Agripina improvis un hospital de campaa con su propio dinero y pidi a todo el mundo, desdenobles hasta campesinos, que ayudaran. Yo me dedicaba a repartir vendas y agua, a lavar las heridasy a dar de beber a los afiebrados. Entonces volvieron las visiones. Aunque no tena ningnconocimiento mdico, ni se me daba bien aquello, pareca que, con slo mirarlos a la cara, podadecir quin sobrevivira y quin no.

    A ltima hora de mi segundo da en el hospital, me sent junto a un soldado que no deba sermucho mayor que yo. Su herida pareca superficial, un alivio despus de tanta sangre. Le sonre y leofrec agua. Sus labios dibujaron una sonrisa de respuesta cuando alarg las manos para coger elvaso. Y entonces, lentamente, su cara redonda se transform, ante mis ojos, en una calavera.Horrorizada, me levant.

    Qu sucede? pregunt l, con el vaso en la mano y mirndome con curiosidad, con suaspecto normal otra vez. Me invent una excusa y sal corriendo. Obligndome a creer que haba sidouna imaginacin ma, continu con la ronda. Al da siguiente me enter de que el chico haba muertodurante la noche.

    Y sucedi otra vez. Y otra. A pesar de la alta competencia del personal que Agripina habaconseguido reunir, los hombres cuyas calaveras se aparecan ante mis ojos acababan muertos.Cuando le ocurri a un joven soldado al que apreciaba especialmente, sal llorando del hospital.

    Sub a un gran peasco desde donde se vean las oscuras aguas del ro e hice un esfuerzo portranquilizarme. Fue all donde Agripina me encontr. Yo apart la mirada porque no saba qu decir.Mi ta, con su seguridad propia de una reina, no entendera el miedo que senta cada da, la sensacinde impotencia al verme de pronto poseda por aquellas horribles imgenes. Asent cortsmente y me

  • levant.

    No te vayas me dijo, acaricindome ligeramente la mano. Veo que ests preocupada. Espor las visiones, verdad? Tienes un don.

    S susurr. No es ningn don, es una maldicin.

    Pobrecita. Agripina mene la cabeza. Por lo que tengo entendido, la visin te escoge ati. No la puedes alejar.

    Y qu saco con prever algo horrible si no puedo hacer nada por cambiarlo?

    Eso puede darte mucho poder sugiri ella.

    No! No quiero saber cosas malas dije, haciendo un esfuerzo sobrehumano por contener laslgrimas que se me acumulaban en los ojos.

    Entonces, reza me dijo. Pide no ver ms de lo que puedas soportar. Pide coraje paraenfrentarte a tu destino.

    Gracias por entenderme. A mam y a Marcela no les gusta hablar de mis visiones. Las ponenerviosas.

    Yo no me pongo nerviosa casi nunca Agripina haba recuperado su tono imperioso. Sermejor que volvamos al hospital. Nos necesitan.

    Suspir al pensar en todos aquellos hombres jvenes y en sus asustadas almas que estaban listaspara salir volando.

    Estn llegando muchos. Temo por el resto, por mi padre y... por Germnico.

    Las visiones te dicen algo?

    Yo mene la cabeza.

    Nunca me dicen nada cuando les pregunto.

    Entonces, te lo dir yo sonri con seguridad. Hace poco que ha llegado un mensajero.Estaba a punto de anunciar las noticias cuando te he visto salir corriendo. La situacin se ha puesto anuestro favor. Germnico sac a los germanos del pantano. Pronto volver, victorioso, con suejrcito. Y yo les estar esperando en el puente.

    Mi padre... est a salvo?

    Ella dibuj una amplia sonrisa, tranquilizndome.

  • Cuando la escuch hablar de la victoria, sent cmo un escalofro me recorra todo el cuerpo,pero haba algo ms...

    Ests segura de que el to Germnico est a salvo?

    S respondi ella mientras se levantaba. Pronto podrs verlo.

    Agripina tena razn. Tata volvi y Germnico fue recibido como un hroe conquistador,aunque la imagen del joven lobo segua presente en mi mente, con la cara helada de sorpresa yangustia.

    Captulo 2 - Un triunfo

    En dos das, Marcela pas de jugar con muecas a jugar con hombres. Nuestra vieja criada, Priscila,se rea... cuando mam no poda escucharla. Pero se equivocaba. Marcela no haba cambiado, nitampoco los hombres. Desde que yo recordaba, los veteranos cubiertos de cicatrices siempre lamiraban, e incluso los nios hacan volteretas a su paso.

    Con el tiempo pude identificar el halo de placentera satisfaccin que la acompaaba como elperfume. A los doce aos, slo saba que Marcela era especial. Aunque era amable y cariosa conlas dos, los ojos castaos de mam solan posarse en mi hermana. Agradecida por la libertad que esome daba al no ser yo la elegida, me preguntaba qu era lo que mi madre planeaba.

    Una tarde de primavera, Agripina le regal a Marcela su primer vestido de adulta. Era unatnica de color escarlata del mejor lino egipcio, anudada a los hombros, y una delicada estolavioleta.

    Pocas pueden llevar esos dos colores juntos dijo Agripina. Obviamente, sus hijas Drusila yJulia no podan porque, si no, mi hermana no habra sido la destinataria de ese regalo.

    Encantada con su buena suerte, Marcela sali corriendo a la calle. Desde el balcn de lahabitacin de mam, la vi alejarse bailando por delante del cuartel. De cada edificio por el quepasaba, se asomaba al menos un oficial, sonriente, que la saludaba con la mano y corra a su lado.

    Marcela tiene muchos amigos le coment a mam.

    Ella apart la mirada del telar que tena delante. Cuando sigui la direccin de mis ojos, susbrillantes cejas se fruncieron.

    Amigos! Ve a buscar a Priscila. Dile que traiga a Marcela a casa ahora mismo!

    Aquella noche, mientras jugaba detrs de un canap donde nadie me vea, observ cmo mamle serva una copa de vino a Tata. l tir unas gotas en el fuego para los dioses y luego se acerc lacopa a los labios.

  • Mi favorito sonri. Y no lo has aguado.

    Mam le devolvi la sonrisa.

    Marcela est ms guapa cada da, no crees? pregunt ella con una voz neutra e informal.

    La mitad del campamento est enamorado de ella.

    La sonrisa de mam desapareci.

    Tanta atencin se sube a la cabeza de una chica. En una guarnicin de tropas tan grosera comosta, puede suceder cualquier cosa.

    Pap dej la copa en la mesa de golpe, manchando el delicado mantel.

    Ningn soldado con un dedo de frente se arriesgara a...

    Querido, qu te mova a ti a esa edad? Seguro que no era el cerebro.

    Selene! Esto no es un cuartel.

    No, no lo es, pero puedo utilizar otras palabras con las que ests ms familiarizado.

    De la boca de mi mujer, no..., no de momento. Recuerdas aquel permiso...?

    En Capri? La voz de mam era ms suave. Por supuesto. All concebimos a Claudia.

    Contuve el aliento y me acerqu un poco ms.

    Eras preciosa. Todava lo eres... cuando no frunces el ceo.

    Y quin no lo fruncira? La Galia es mejor que aquellos congelados bosques germanos, perosigue siendo provinciana, y est muy lejos de Roma. Jams pens que estaramos aqu tanto tiempo.Y encima est Agripina. No puedes imaginarte lo que...

    Bueno, bueno, pero si lo hace con buena intencin. Las nias suelen ensearme las cosasbonitas que les regala. Justamente hoy, Marcela me ha enseado una tnica preciosa.

    Migajas! Eres un hombre, un soldado, cmo vas a entenderlo? A veces me pregunto sihombres y mujeres estamos hechos los unos para los otros. Quiz sera mejor que viviramos encasas separadas y nos visitramos de vez en cuando.

    Tata chasque la lengua.

  • Eso no funcionara. Tu casa estara en Roma.

    Y la tuya en una tienda militar. Mam tambin se ri. Supongo que tendremos quearreglrnoslas as. Se acerc al canap de Tata y se hizo un hueco junto a l. Pero tienes queentenderme le acarici la mejilla. Quiero algo ms para las nias. La naturaleza de Marcela esprovocativa. No puedes culpar a los jvenes soldados por responder... Y ahora que es una mujer...

    Una mujer? Tata pareca sorprendido.

    Una mujer repiti mam con firmeza. Ha llegado la hora de dar los pasos necesariospara asegurar su futuro. La chica cautiva a la gente, tanto a hombres como a mujeres. Los dejaembelesados. Una esposa as sera un lujo para cualquiera... Por qu no para Calgula?

    No me gusta ese chico. No me importan esas malditas sandalias; hay algo raro en l. No escomo sus hermanos mayores, y no se parece en nada a su padre.

    Mucho mejor respondi mam. Deja que sus hermanos lo arriesguen todo en la guerra yarrastren a sus mujeres de campamento en campamento. Marcela podra llevar una vida magnfica enla corte.

    La corte de Tiberio?

    Por qu no? Es el centro del mundo. Por qu no iba a poder disfrutar de todo lo que Romapuede ofrecerle?

    Quiz... si tiene el estmago suficiente para tantas intrigas. Pap se relaj. Adems, porqu estamos hablando de esto? Agripina querr a una chica rica para su nio mimado.

    Ya lo s admiti mam, pero a ella le gusta Marcela. El chico est tan mimado. Llegadoel momento se casar con quien l quiera, tenga dote o no. Despus de todo, no es como si estuvieradestinado a ser emperador.

    Apret los puos cuando se me apareci la imagen de Calgula. Pero lo ser. Lo vi en lo alto dela tarima del emperador, y Marcela no apareca por ningn lado. Dnde estaba? Y Druso y Nern?Si Calgula era emperador, dnde estaban sus hermanos? Sacud la cabeza porque no quera vernada ms.

    Pap se encogi de hombros.

    Ya tendremos tiempo de sobra para hablar de esto despus de la campaa de primavera.Germnico ha prometido que quiere volver a cruzar el Rin. Su cara se ilumin ante la idea.

    Pero Tata no pudo librar su batalla. Tiberio lo impidi. De manera inesperada, el emperador orden

  • que Germnico volviera a Roma. Ya te has sacrificado suficiente por tu pas escribi. Hallegado la hora de que la gente te presente sus honores. Se ha organizado un triunfo para conmemorartus victorias.

    Roma estaba encantada con la generosidad de Tiberio. Sin embargo, en la Galia conocamos losverdaderos motivos. El emperador estaba celoso del xito militar de su pariente y de la inmensapopularidad que ello le haba proporcionado. La nica forma de frenar la adoracin por el hroe eratraerlo a casa, ofrecerle un triunfo como quien le da un hueso a un perro, y luego asignarle otrodestino ms discreto.

    Germnico envi varias cartas, pidindole al emperador un poco ms de tiempo:

    Danos un ao ms para completar la subyugacin de Germania.

    Tiberio fue categrico.

    Tu triunfo se celebrar en los Idus de agosto [13 de agosto].

    Germnico, Tata, los oficiales y la mayora de los soldados se quedaron abatidos. Las mujeresno hicieron ningn esfuerzo por ocultar su alegra. Todo el mundo pensaba o hablaba de Roma. Yohaba salido de la ciudad siendo casi un beb y tena muchas preguntas que nadie tena tiempo deresponder.

    Pronto emprendimos el camino de vuelta, una cabalgata de carruajes, carros, carretas ycaballos. De da, pareca que la fila de legionarios no tena fin. Y, por la noche, la luz de losnumerosos fuegos pareca un manto de estrellas. Un da, justo antes del amanecer, Tata y yo subimosa una colina para contemplar juntos el paisaje. Cuando mir hacia las temblorosas luces queiluminaban la oscuridad, me sent transportada al Monte Olimpo. Seguro que slo los dioses vean laTierra de aquella forma.

    Los campos cultivados y los pueblos pequeos, diseados segn el patrn romano con unosbaos pblicos, un foro, un gimnasio y un teatro, dieron paso a terrenos ms agrestes cuando empeznuestro ascenso por las zonas montaosas. Incluso a finales de julio, largas lenguas de nieve teanlos picos ms altos. Al estar a menudo rodeados de niebla, slo podamos avanzar lentamentesiguiendo estrechos desfiladeros. Un da, la rueda de una carreta resbal sobre una placa de hielo ycay al abismo, llevndose con ella a las aterradas mulas al abismo, mientras no paraban derebuznar. Los gritos de los pasajeros que vean que caan al vaco, prisioneros germanos, resonaronen mi cabeza durante horas.

    Esa noche acampamos junto a un templo dedicado a Jpiter.

    Cmo soporta vivir aqu arriba? le pregunt al sacerdote que estaba en la puerta. Estoes el fin del mundo.

    Pero estamos ms cerca de nuestro dios me respondi l con solemnidad. Mira, puedes

  • or sus rayos. Una luz irregular ilumin el cielo al tiempo que la tierra temblaba. Dej caer unamoneda en su cofre y entr dentro corriendo. Me arrodill frente al altar y escuch cmo mspersonas depositaban monedas en el cofre, y estuve convencida de que todo el mundo haba dadoalgo. Rec para que Jpiter nos estuviera mirando y tuviera en cuenta nuestras piadosas splicas y elhomenaje que le estbamos rindiendo.

    Cuando iniciamos el lento descenso de los Alpes, empec a percibir cambios que al principioeran sutiles, pero pronto empezaron a ser evidentes. Por fin dejamos atrs el hielo y la nieve. El valleque tenamos a nuestros pies estaba cubierto de tonos rojizos y naranjas. El sol brillaba con msfuerza y las sombras eran ms estrechas. Marcela y yo nos miramos, soando con las risas y lafelicidad que traera la luz dorada. Mam nos abraz.

    S, queridas. Esto es Italia. Ya casi estamos en casa!

    Roma era un desafo, una provocacin; se atreva con todo y prometa todava ms. Las estrechascalles apestaban con un olor muy caracterstico: una embriagadora mezcla de perfume, ajo, especias,sudor e incienso. Y todo esto acompaado de baladistas, mendigos, escribas y narradores populares.Vi comerciantes por todas partes, y los oa gritar sus mercancas con una meloda contagiosa. Losporteadores, cargando con grandes paquetes a sus espaldas, maldecan a cualquiera que se interponaen su camino. Casi todo el trfico era a pie, porque en las puertas de la ciudad raras veces dejabanentrar a los carruajes. Los que podan permitrselo viajaban en literas cubiertas, con esclavos quecorran delante para ir abriendo camino.

    Incluso a los doce aos ya vi a aquella gente, arrogante y con poder, como una especie distinta.Cmo podan no serlo? La apestosa, sucia, conflictiva y brillante Roma era, como mam habadicho, el centro del mundo, y todo hombre o mujer que viviera fuera de esos muros era menos porello. Ahora entenda por qu a mam no le gustaba vivir en la Galia, o en cualquier otro lugar,porque yo tambin estaba perdidamente enamorada de la ciudad.

    Lgrimas de orgullo me humedecieron los ojos porque entrbamos en aquella gloriosa capitalcomo hroes, y sus altivos habitantes nos rendan homenaje. Los escogidos eran mi to, mi queridopadre y todos los hombres que haban servido bajo sus rdenes. A unas veinte millas de Roma, losromanos ya empezaron a flanquear los caminos, a menudo hasta con cinco filas de personas a cadalado, gritando y lanzndonos flores. Tuve la sensacin de que toda la poblacin de la zona habasalido a darnos la bienvenida. Un arco gigantesco que se haba levantado cerca del templo deSaturno proclamaba la gloria de Germnico. La multitud enloqueci cuando nuestra procesintriunfal pas por debajo de l.

    Germnico y pap haban organizado perfectamente nuestra entrada. Primero iban loscorredores, con ramas de laurel como recordatorio de las numerosas victorias. Los seguan loscarromatos, ms de un centenar, llenos con botines de templos germanos o con escudos y armas delos enemigos. Otros cargaban llamativos retablos de batallas, o reflejaban el espritu de Romasometiendo a los dioses de los ros germanos. Otro carromato transportaba a una princesa y a su hijo,

  • ambos con una cadena al cuello. Tras ellos empezaba la interminable procesin de prisionerosencadenados.

    Mi familia iba en una esplndida carroza flanqueada por soldados a caballo. La armadura degala de pap brillaba bajo el sol. Mam lo miraba orgullosa; su triunfo personal era que ni Marcelani yo llevbamos regalos de Agripina. Yo llevaba mi primer vestido de adulta. La tnica sin mangas,un chitn de un color azul lavanda plido, caa con pliegues desde los hombros hasta los tobillos.Una cinta plateada me ataba la estola violeta justo por debajo de los pechos; contena el aliento elmximo tiempo posible para que parecieran ms grandes. Como segua siendo una nia, a pesar demi nueva dignidad, compart el triunfo con Hcate, y la coga en brazos de vez en cuando para que elcachorro tambin disfrutara del espectculo.

    Germnico iba en la ltima y ms elaborada carroza. Estaba esplndido con su armadura doradaestampada en relieve con la figura de Hrcules matando a un len, y la capa roja brillante como lasangre bajo la luz de la maana. Agripina estaba a su lado, con su pelo rojizo ondeando al viento.

    Detrs de ellos estaban sus hijos: Druso, Nern, Calgula, Drusila, Julia y la pequea Agripila.

    Apuesto a que no se celebraba un recibimiento as desde que Augusto regres de vencer aMarco Antonio en la batalla de Accio dijo Tata, con la cara sonrojada de orgullo por sucomandante en jefe.

    El corazn me lata con fuerza cuando me gir para saludar a Drusila y a los dems. Justo en esemomento, un hombre se subi a su carroza. Observ con curiosidad cmo sostena una corona doradasobre la cabeza de Germnico. Sus labios no dejaban de moverse pero, con tanto ruido, eraimposible saber qu estaba diciendo.

    Quin es? le pregunt a Tata. Qu est diciendo?

    Es un esclavo de palacio que enva Tiberio. Es una costumbre.

    Una costumbre que se practica en raras ocasiones coment mam. Le aconseja aGermnico que mire hacia atrs.

    Mirar hacia atrs? Por qu debera hacerlo? pregunt Marcela. Yo nunca miro haciaatrs.

    Es un recordatorio le explic mam. A veces, el futuro llega sigilosamente del pasado ynadie se lo espera. El esclavo le est advirtiendo a Germnico que no sea demasiado arrogante oconfiado respecto al futuro. Ningn mortal conoce su destino. Puede que un da sea un hroe, y que alda siguiente caiga en desgracia o incluso muera.

    Jams olvidar mi primera visita al Circo Mximo. Los acontecimientos de aquel da cambiaron mi

  • vida, pero, en aquel momento, slo poda pensar en lo grande que era.

    Despus del triunfo, mi familia recibi una invitacin para compartir el palco imperial con elto y padre adoptivo de Germnico, el emperador Tiberio, y la madrastra de la madre de Agripina, laemperatriz viuda Livia. Habamos ido al circo juntos por el tnel imperial que sala de palacio. Unavez dentro, la inmensidad de aquel lugar me dio vrtigo. All donde mirara vea caras, miles decaras. Haba gente por todos los lados, sentados en filas, de pie, gritando y empujndose.

    Las trompetas anunciaron nuestra llegada y, por un segundo, el estadio enmudeci. Y entonces,la multitud gru como si fuera un enorme animal salvaje que hubieran soltado. Cuando Tiberio yLivia entraron en el palco, la gente los recibi con aclamaciones, pero se quedaron en nada ante elrecibimiento que los romanos dieron a Germnico y a Agripina. El grito de Ave! Ave! Ave! seescuch desde todas las filas del anfiteatro. Germnico sonri, una sonrisa infantil de sorpresa ysatisfaccin, y levant el brazo. La gente empez a gritar ms fuerte y ms deprisa. Agripina, al ladode su marido, con los ojos brillantes, levant ambos brazos como una actriz aceptando los aplausosde su pblico.

    El rugido fue disminuyendo a medida que el resto del grupo fue entrando en el palco. Empezarona distribuir frascos de perfume y saquitos de hierbas dulces para intentar bloquear el hedor queproducan cerca de doscientos cincuenta mil romanos reunidos a nuestro alrededor. En los asientosms altos, donde mi vista apenas alcanzaba, estaban los pobres ms pobres, pero los que estabanjusto encima de nosotros estaban reservados para los heridos de guerra. Cuando vi a uno de loshombres a los que haba atendido en Colonia, lo salud con la mano mientras la fanfarria detrompetas anunciaba la llegada de las vrgenes vestales. El gento volvi a gritar, unos brevessegundos, mientras las figuras vestidas de blanco hacan su entrada en el primoroso palco.

    Otra oleada de vrtigo se apoder de m cuando observ el vasto mar de caras. El poder y elnerviosismo se respiraban en el aire, igual que el sudor. Ningn gladiador se haba hecho con elfavor del pblico desde que Vitelio haba perecido en la arena haca varias semanas. Poda percibirla impaciencia de la gente, la tensin camuflada bajo las risas y las conversaciones. Las trompetasvolvieron a sonar, anunciando un desfile de combatientes y artistas.

    Mira! exclam Marcela, sealando a los aurigas que entraron, uno detrs de otro, cuatrocarros que colocaron uno al lado del otro. Cmo era posible que sonrieran con aquella confianza?El combate de hoy era un sine missione. La vida de cada uno de los gladiadores dependa de matar asus contrincantes antes de la puesta de sol.

    La primera parte del espectculo se dedic a la lucha entre animales. Como nunca haba visto unelefante, qued maravillada ante su tamao, su fuerza y su astucia. Seguro que la fanfarria de lastrompetas poda orse desde ms all de las murallas de la ciudad. Mi alegra desapareci cuando via los entrenadores lanzar dardos ardiendo contra los animales hasta que, enfurecidos por el dolor y larabia, empezaron a pelear entre ellos, cornendose y pisotendose. La carnicera era lo peor quehaba visto o que me hubiera podido imaginar. Incluso desde nuestro palco de honor, era imposiblesalvarse del polvo y de ese olor... Sangre, vsceras y excrementos apestaban todava ms bajo elintenso calor de agosto. Me tap las orejas, en un intento de bloquear los furiosos berridos, los gritos

  • de agona. Pero no lo logr, eran ensordecedores. Al final, un animal qued de pie en medio de lacarnicera. Una manada de unos cincuenta elefantes haba muerto. Mientras unos enormes carrostirados por bueyes retiraban las bestias muertas, el elefante victorioso se arrodillaba frente al palcoimperial como le haban enseado.

    La matanza de felinos salvajes me pareci todava peor. Tuve que morderme los labios para nogritar cuando los hombres con antorchas hicieron salir a los animales a la arena. Abrasados por elfuego y acosados por las puntiagudas espadas, los exticos felinos grueron furiosos y empezaron aaraarse entre ellos con las zarpas. A pesar de su agilidad y su valor desafiante, al final fueinsoportable. Las panteras negras me recordaban a mi gatita Hcate. No pude soportarlo y me girpara secarme las lgrimas que me resbalaban por las mejillas. Soy la hija de un soldado, debo serfuerte, me record y volv a girarme.

    De vez en cuando deslizaba la mirada hacia Tiberio, que estaba casi tumbado en su asiento debajo deun dosel de color prpura. El emperador tena un cuerpo muy bien formado, con unos hombrosparticularmente impresionantes. Me pareci que tena unos rasgos atractivos. Qu se sentira alsaber que tu cara estaba impresa en monedas y monumentos de todo el mundo? Sin embargo, a pesardel poder y privilegio de los que gozaba, vi tristeza. Jams ha sido feliz. Su vida es una tragedia.No entenda por qu debera saber eso precisamente yo, al igual que no entenda por qu una personatan poderosa no tena todo lo que quera.

    Tiberio levant la cabeza y nuestras miradas se encontraron. Me sent como si lo hubiera estadoobservando desnudo y me hubiera descubierto. Me sonroj hasta la raz del pelo y apart la mirada,aunque ahora fue a parar a las manos de Calgula, que jugaban con los pliegues de la tnica de mihermana. Sorprendida, me pregunt por qu Marcela no le daba una bofetada.

    Otra fanfarria de trompetas anunci la entrada de los gladiadores. Majestuosos por un momento,caminaron hasta colocarse frente al palco imperial. Mirando a Tiberio, dijeron al unsono:

    Los que van a morir te saludan.

    Pap y Germnico se miraron.

    Uno no escucha eso con frecuencia dijo Tata.

    Va a ser una pelea hasta el final le record mi to.

    El emperador asinti con indiferencia, con el sol reflejndose en los numerosos anillos quellevaba en las manos mientras golpeaba ausente los brazos de la silla. Los gladiadores se colocaronpor parejas y se dispusieron a pelear.

    Se pasaron unas tablillas de cera entre el pblico para que la gente escribiera el nombre de sufavorito y el dinero que apostaban. Todo el mundo participaba, no slo el pueblo llano sino tambin

  • senadores y caballeros, e incluso las vrgenes vestales.

    Sabas que tenemos a una profeta entre nosotros? le pregunt Germnico a Tiberio.Cuando celebramos los juegos de regimiento, Claudia siempre escoge al ganador.

    De veras? Esa ratita? La emperatriz levant la vista de la tablilla de cera. Hasta esemomento haba ignorado por completo a mi familia. Por qu nos odia tanto? Los ojos verdes deLivia destilaban desdn. No es tu primer circo?

    Estoy seguro de que reconocer a un ganador cuando lo vea le asegur Germnico.

    Y quin ganar hoy, seorita orculo? Tiberio se inclin hacia delante, con una chispa deinters iluminando aquella cara que, hasta ahora, haba permanecido impasible.

    No... No... No puedo hacerlo as intent explicarle. No s algo slo porque quierasaberlo.

    Entonces, cmo lo sabes? insisti Tiberio.

    A veces, el ganador se me aparece en sueos o me viene de repente a la mente.

    La emperatriz ri con desdn mientras daba unos golpes en el hombro a su hijo con un abanicode marfil.

    Tiberio la ignor.

    En tal caso, chales un vistazo a ver quin te viene de repente a la mente me ret,sealando hacia los gladiadores que estaban en la arena.

    Totalmente cohibida, cerr los ojos y le lanc una plegaria a Diana: Que la Tierra se abra bajomis pies y me trague.

    Claudia tiene suerte con sus elecciones, pero nosotros no damos alas a sus fantasas seapresur a explicar mam.

    Algunos s que lo hacemos se ri Germnico. Sus elecciones nos han dado mucha suertea los chicos y a m.

    Calgula se burl de m mientras me volva a sentar, muy angustiada.

    Siempre supe que te lo estabas inventando.

    No me lo invento!

    Seguro que no. El emperador, con sus sorprendentemente delicadas manos, me cogi y me

  • sent en un espacio que l mismo hizo en su silla, junto a l. Por qu no te fijas cuidadosamenteen esos hombres? Si ves al ganador, dnoslo.

    No ver nada. Adems, qu va a saber Claudia? Calgula, que haba apartado sus ojos deMarcela, dio un golpe en la silla con sus sandalias.

    Ya basta, Calgula! grit Germnico. Si no sabes ser educado con Claudia, levntate ysintate con la plebe.

    Tata me acarici el hombro para tranquilizarme.

    Todos sabemos que slo es un juego que te gusta mucho. Por qu no intentarlo ahora?

    No es un juego, es una farsa insisti Calgula, ignorando la advertencia de su padre.

    Lo mir. Apart los rizos sueltos que me caan en la frente con un gesto brusco, me gir hacialos hombres de la arena y estudi cada rostro minuciosamente. Intent respirar hondo. Imgenessueltas venan a mi mente, pero all, mirando a aquellos hombres que esperaban la seal paraempezar a pelear, no vi nada. Desesperada, cerr los ojos. Y entonces... s, apareci una cara. Unacara poco habitual, con los pmulos altos y el pelo rubio, muy rubio. Me pareci tan guapo comoApolo. Y lo ms importante, sonrea victorioso. Abr los ojos y mir a los gladiadores. Los cascosles cubran el pelo, pero reconoc aquella cara y la piel clara.

    Es se dije sealando. El tercero empezando por el final. l ser el ganador.

    No lo creo se burl Livia. Mira lo joven que es. No debe tener ms de veinte aos. Unoo dos embistes y estar fuera.

    Ests segura, Claudia? me pregunt pap. El favorito es Ariston, el del final.

    Mis ojos siguieron su dedo. Ariston pareca muy fuerte. Era un poco ms alto que el chico queyo haba escogido y tena la espalda mucho ms ancha. Y ahora, mientras los miraba a todos, me dicuenta de que el chico rubio era el ms delgado de todos. Aunque era corpulento, alto y de espaldasanchas, al lado de aquellos impresionantes veteranos pareca casi frgil. Lo nico que poda hacerera encogerme de hombros.

    Es lo que he visto.

    Slo ests presumiendo me acus Calgula.

    Llevas dinero encima, chico? le pregunt Tiberio.

    Seor, tengo catorce aos.

    Muy bien. Pues apuesto cien sestercios contra lo que lleves encima a que el hombre que

  • Claudia ha escogido ganar.

    Tiberio, no slo tienes mal ojo para los gladiadores sino que, encima, eres un despilfarradorlo increp Livia.

    Si ests tan segura, qu te parece si t y yo tambin apostamos? propuso Germnico.

    Acepto respondi la emperatriz. Qu te parecen doscientos sestercios contra miscincuenta?

    De acuerdo asinti Germnico.

    Mam y pap se miraron con preocupacin. Incluso Agripina estaba callada. Marcela se meacerc y me apret la mano.

    Espero que tengas razn. Ese gladiador es demasiado guapo para morir.

    Marcela! exclam mam, pero a los dems les hizo gracia y las risas relajaron un poco latensin.

    Lo que sucedi a continuacin ya es leyenda. Empez de forma rutinaria. Los hombres estabanen igualdad de condiciones. Los retiarri llevaban redes y tridentes, y los secutori, espadas yescudos. Cada uno de ellos se mova lentamente, con cautela, mientras intentaba ganarle la posicin asu adversario. Las parejas pelearan hasta que uno de los dos muriera, y el ganador peleara con otrogladiador hasta que slo quedaran dos, la ltima danza de la muerte.

    Cuando la pelea empez, Tiberio envi a un esclavo para que reuniera informacin sobre mieleccin. El joven secutor se llamaba Holtan. Era un prisionero dacio que acababan de trasladar aRoma. Nadie saba nada de l. Era poco probable que alguna vez hubiera participado en un ludus.

    La extraeza de Holtan con la arena qued patente desde el principio.

    No durar ni una ronda coment Livia.

    Tem que la emperatriz tuviera razn. Sin ninguna formacin de la escuela de gladiadores, quposibilidades tena? Despus de unos movimientos de espada a modo de tentativa, el jovengladiador, que haba apartado los ojos del rival por un segundo para mirar a las gradas, fue abatido.El otro gladiador se dispuso a entrar a matar. Tiberio mene la cabeza enfadado y se gir para pedirms vino. En ese momento, Holtan volvi a ponerse en pie, espada en mano. La blandi a un lado y aotro, para confundir a su adversario, y entr a matar, atravesndole el pecho a su contrincante. Apartir de entonces, fue como una reencarnacin de Hrcules.

    El gento se emocion y, a nuestro alrededor, slo se escuchaba una pregunta: Quin es esehombre? Tiberio me dio unos golpecitos de aprobacin en el hombro. La orquesta no paraba detocar, un acompaamiento frentico para el drama que se estaba viviendo en la arena. Las trompas y

  • las trompetas resonaban. Una mujer se encorv sobre el rgano de agua, y su cara cambi de rosa aroja mientras impulsaba furiosamente los fuelles. Personas vestidas de Caronte iban de un lado a otrogolpeando con mazos las cabezas de los gladiadores vencidos. Plutn, el rey del Infierno, losreclamaba. Todos los cuerpos se retiraban por la Porta Libitinensis mientras la matanza continuaba.Al principio me tap los ojos para no ver la pelea brutal, pero pronto la emocin del gento mecontagi su locura.

    Al otro lado del anfiteatro, alguien coloc una improvisada pancarta. Sent un escalofro deemocin en todo el cuerpo cuando le las palabras garabateadas: HOLTAN DE DACIA. Grit contodas mis fuerzas. Todos gritamos. Tiberio se levant varias veces y grit con los dems:

    HOLTAN! HOLTAN! HOLTAN!

    Por increble que parezca, aquel joven desconocido venci a uno tras otro hasta que sloquedaron l y Ariston. Con cuidado, empezaron a caminar en crculos. Ariston se lanz hacia delante,atrapando a Holtan con la red y lanzndolo al suelo. Con el tridente levantado, se prepar paramatarlo. Cerr los ojos. A mi lado, Marcela grit; los gritos de todo el mundo resonaron por todaspartes. Abriendo los ojos lentamente, vi que Holtan rodaba hacia un lado y evitaba el arma deAriston por un centmetro. Ya volva a estar de pie, blandiendo la espada y atacando. Un embiste enel costado y se acab. Holtan se coloc encima de la figura postrada de su oponente, esperando elveredicto de Tiberio.

    El emperador se gir hacia m.

    Bueno, jovencita, es tu campen. Qu quieres que haga?

    La emocin de la gente era palpable. Muchos mostraban su propio veredicto: pulgares haciaabajo.

    Venga, dale a la gente lo que quiere: otro cadver me dijo Livia.

    Y justo entonces, el gladiador vencido abri los ojos. Aunque su ensangrentada cara erainexpresiva, sent su ruego. Quera vivir. El corazn me lata con fuerza mientras senta todos losojos del estadio puestos en m. Con una tmida sonrisa, levant el brazo... con el pulgar hacia arriba.Mitte. Tiberio asinti y levant su pulgar junto al mo.

    Captulo 3 - El Banquete

    Durante el banquete que sigui al circo fui una herona... al menos en mi crculo familiar. Agripina yGermnico me presentaron a muchos de sus amigos. Obviamente, las familias ms importantes deRoma les tenan aprecio y los respetaban, y ya muchos anticipaban el ascenso de la pareja al tronoimperial. Aunque la gloria reflejada en sus personas era embriagadora, cuando la conversacin girhacia personas y lugares que no conoca y empezaron a hacer bromas que yo no entenda, me retir.

    Durante un buen rato pase por el palacio, disfrutando de la magnificencia que me rodeaba.

  • Haba cientos de velones en las paredes y las mesas que iluminaban a las elegantes mujeres; algunasllevaban vestidos romanos, y otras, vestimentas orientales ms exticas. Llevaban el pelo recogidoen pirmides o torres o adornado con flores. Los hombres tambin iban muy elegantes; muchosllevaban togas con amplias cenefas, mientras otros llevaban tnicas de colores vivos con mediaslunas doradas en las sandalias que les llegaban a las rodillas.

    Tiberio haba tenido el capricho de invitar a Holtan. Yo esperaba conocerle, as que lo busqu,pero lo vi rodeado de nuevas admiradoras. Estaba compartiendo el canap con una mujer cuyaspiernas, enredadas con las de l, eran casi tan largas como las del gladiador. El pelo le caa sobre elpecho como una madeja dorada. Acaso me imagin por un instante que l... me estaba mirando?

    All cerca, Druso y Nern observaban a un par de bailarinas nubias. Las manos de los chicosestaban posadas tranquilamente sobre la empuadura de oro de sus espadas ceremoniales, peroabran los ojos como platos cada vez que un delicado velo caa al suelo. Yo volva a pasardesapercibida. Marcela, con la cara colorada de emocin, se estaba sobando con Calgula. Drusila yJulia, escondindose y persiguindose entre los canaps, me hicieron un gesto con la mano para queme uniera a ellas.

    Nadie nos prestaba atencin, pero nosotros pudimos ver destellos de cosas que jamshubiramos imaginado. Ms de una vez me pregunt: Por qu los adultos se ponen tan tontos?Algunas veces me sorprenda, pero tambin me diverta. Nunca en la vida haba visto a un adultocompletamente desnudo; me refiero a un adulto de verdad y no a un bailarn esclavo. Una personavino a llevarnos a la cama demasiado pronto.

    Era una mujer bajita y rellenita, muy distinta a las esbeltas esclavas de la corte, y tampoco tenael aire de seguridad de stas.

    Dnde estn Marcela y Calgula? pregunt. Entrecerr los ojos, nerviosa, mientras losbuscaba por toda la sala.

    Qu importa? contest ofendida por su intrusin.

    La esclava pareca indecisa.

    Tu madre me ha ordenado que os cogiera a todos y os llevara a la cama. Se enfadar.

    Por qu mam nos estaba haciendo eso? Era muy temprano. Ergu la espalda e intent que mivoz sonara como la de una adulta.

    No te preocupes. Marcela y Calgula son lo suficientemente mayores como para encontrar suscamas sin la ayuda de una niera.

    Por qu no vas a buscarlos y los traes? sugiri Drusila.

    Estaba claro que la esclava no iba a arriesgarse a que mam la riera.

  • Con unos andares de lo ms bruscos, nos llev por un amplio pasillo con incrustaciones degata y lapislzuli. Llevamos a Julia y a Drusila hasta sus habitaciones, donde sus propias criadas lasestaban esperando. Me desped de ellas y segu a la esclava por el pasillo. All ya no estaba tan bieniluminado. Las sandalias resonaban contra el suelo de mrmol, y la luz que llevaba la mujer reflejabasombras en las paredes cubiertas de frescos. Me pareci que tardbamos una eternidad en llegar a ladiminuta y escondida habitacin que nos haban asignado a Marcela y a m. Al menos, haba doscamas. Hice salir a la criada y me acost en una. Al recordar el brillo de emocin en los ojos de mihermana, me pregunt con inquietud: Dnde est?

    Cuando, por fin, me dorm, tuve un extrao y preocupante sueo. Me hund ms y ms en uninsondable mundo lleno de figuras oscuras que lloraban. Quines eran? Por quin lloraban tandesconsoladamente? Era por m, tena que ser por m, pero qu haba hecho? Por qu esosfantasmas me daban la espalda? El aire era pesado y me aprisionaba. Grit, me costaba respirar. Lasfiguras plaideras fueron desapareciendo lentamente. Estaba sola. Todo estaba oscuro excepto unapequea candela encendida. La llama era dbil y delicada. Ahora tambin se haba apagado. Laoscuridad daba miedo. Estaba atrapada, encerrada. Luch como una loca por liberarme, grit y aralas paredes hmedas. Nadie respondi ni acudi en mi ayuda. Entonces supe que la que estabaencerrada en aquella oscura cripta no era yo. Era Marcela... atrapada en la oscuridad, abandonada ysola.

    Mi propio grito me despert. La luz del sol entraba por una pequea ventana. Mir la cama deMarcela. Estaba vaca, intacta. El terror se apoder de m. Justo cuando sala de la cama, la puerta seabri de golpe. Mi hermana entr en la habitacin, despeinada y con la cara roja de haber estadollorando. Mi despreocupada respuesta a la criada la noche anterior reson en mis odos mientras mihermana intentaba explicarme, entre lgrimas, lo que haba pasado.

    Ha sido horrible dijo entre sollozos. La abuela de Calgula entr en la habitacin!Nos... descubri. Estaba ah de pie, junto a la cama, la emperatriz, con esos dos enormes guardiasque la siguen a todas partes. Ahora lo sabr todo el palacio. Mam dice que ser mi ruina. Laemperatriz me ha llamado puta. Me odia... Creo que odia a nuestra familia. Dice que es culpa ma...pero no es cierto. Calgula lleva meses detrs de m...

    Calgula? la mir sorprendida. Por qu fuiste con ese estpido? Adems, a qu vienetanto revuelo? Solamos hacer la siesta con nuestros primos a menudo. Dormir con Calgula no puedehacerte dao.

    No estbamos durmiendo.

    Tard unos segundos en entenderla; o quiz es que no quera entenderla.

    Lo has hecho? Has dejado que Calgula...? Oh, Marcela, qu asqueroso!

    No es asqueroso consigui dibujar una sonrisa entre las lgrimas. Es incluso ms...

  • Me estremec.

    Nadie va a hacerme eso nunca. Ya me gustara ver a alguien intentndolo!

    Marcela suspir. Puso esa expresin de superioridad que yo tanto odiaba.

    Qu sabes t? Slo eres una nia!

    Slo eres dos aos mayor que yo le record.

    Ella volvi a suspirar.

    S, pero son los dos que importan. Marcela ech agua en un lavamanos y se lav los ojos. Hermanita, qu me van a hacer?

    No tardamos demasiado en descubrirlo. A los pocos minutos, Livia entr en nuestra habitacinseguida de sus dos guardias. Apenas quedaba espacio entre las cuatro paredes para mam, que venadetrs de ellos, con la cara plida y demacrada. Agripina se qued en la puerta, en segundo trminopor una vez en su vida. Pareca sentirse culpable. Supe que no necesitaba la visin para saber que elcastigo de Marcela sera horrible.

    En realidad, nadie poda imaginarse la decisin de Livia.

    La enviar a las vrgenes anunci con regocijo.

    Las vrgenes? Marcela abri la boca, como si le faltara aire. Abri los ojos hasta el lmitey palideci. Me acerqu a ella, temerosa de que fuera a desmayarse, pero Marcela permaneci firmey con la mirada fija en la emperatriz.

    Una sonrisa cruel ilumin la cara de Livia.

    All saben cmo tratar a las putitas indisciplinadas. Mam rode a Marcela con los brazos,sin decir nada. Agripina, vmonos. La emperatriz dobl un dedo. Una esmeralda brill con unode los primeros rayos de sol. Se gir de forma muy seca y sali de la habitacin seguida de sus dosguardias, unos hombres gigantescos y negros como el bano. Agripina sali detrs de ellos, con lacabeza gacha, sin mirarnos a ninguna de nosotras. Qu le pasaba? Era nuestra ta, nuestra amiga.Por qu no se haba enfrentado a Livia? Mam y Marcela se quedaron abrazadas, llorando ensilencio, y no se dieron cuenta de que me vesta y sala corriendo por la puerta.

    Siempre haba credo que mi padre poda hacer cualquier cosa. Ahora, mientras me acercaba albanco del jardn donde estaba sentado, empec a tener mis dudas. Tena los hombros cados y la caraescondida entre las manos.

  • Tata, no hay nada que podamos...?

    Levant la cabeza, me tom de las manos y me hizo sentarme a su lado.

    Livia es la emperatriz. Su palabra es la ley. Ir contra ella es ir contra Roma.

    Pero Tiberio es el emperador.

    Y el hijo de Livia. Crees que se enfrentar a ella por algo tan trivial? Pap coloc undedo encima de mis labios, para sellar la protesta. Trivial a sus ojos.

    Me qued sentada en silencio durante un rato, buscando ideas y descartndolas una tras otra. Eljardn, a rebosar de colores veraniegos, se burlaba de m y obligaba a mis ojos a desplazarse hasta elfinal del jardn, desde donde nos vigilaba una enorme estatua de mrmol del Divino Augusto. En supecho estaba dibujado el mundo entero, una constelacin de conquistas: Partia, Espaa, Galia,Dalmacia. Pap, a quien le encantaba explicar historias de la guerra, se haba asegurado de queconociera perfectamente cada victoria. Un cupido a los pies de Augusto recordaba a todo el mundoque el emperador era descendiente de Venus. Mam se haba encargado de explicarnos el mito.Como miembros de la misma familia, nosotros tambin reclambamos nuestra descendencia de ladivina antepasada.

    Si Augusto estuviera vivo, esto no pasara me atrev a decir. l detendra a Livia.

    Tata mene la cabeza con tristeza.

    Quin sabe? Cuando muri la ltima vestal y todo el mundo se apresur a poner a sus hijas asalvo de la lotera, Augusto jur que si alguna de sus hijas fuera elegible, propondra su nombre.

    Escuch una risa socarrona y me gir. Mam se haba acercado por el camino y ahora estabajusto detrs de nosotros.

    Slo lo dijo porque Agripina y Julia estaban casadas. El emperador siempre quera darlecciones de moralidad, a pesar de que todo el mundo sabe que haba dejado a su mujer y a su hijapequea para llevarse a Livia y a su hijo del lado de su marido.

    Para, Selene! exclam pap, haciendo una seal hacia m.

    No me haba perdido ni una palabra, y cada una supona una preciosa pieza para completar elpuzzle. El antiguo escndalo explicaba la hostilidad de la emperatriz viuda hacia Agripina, la nietade Augusto de aquel primer matrimonio. Al parecer, esa hostilidad se extenda hasta nuestra lejanarama de la familia. No tena otra cosa mejor que hacer que perseguir a los parientes pobres?

    La emperatriz se cree muy lista, pero su plan no funcionar. Marcela es demasiado mayor les record. La orden la rechazar.

  • Mam se sent a mi lado.

    La vestal mxima no protestar cuando note el peso de la bolsa de monedas de Livia.

    Dud unos segundos, intentando encontrar las palabras. Marcela haba sido mi ventana al mundoadulto. Hablar con los padres era mucho ms complicado.

    Pero toda la idea est mal. Marcela no es... virgen.

    La plida cara de mi madre se sonroj.

    Eres muy joven y es complicado hablar de estas cosas, pero ya sabes bastante... suspir.Es cierto, las principiantes son muy jvenes. Casi nadie se atrevera a cuestionar su virginidad. Slose exige que no sean deformes, sordas o mudas. Y que ambos padres estn vivos y que ninguno de losdos sea un esclavo. As que ya ves que Marcela rene todas las condiciones excepto una.

    Pero protest es la ms importante. Livia est engaando a la diosa.

    Mam se encogi de hombros, impotente.

    Un detalle clave que no preocupa a la emperatriz.

    Y qu pasa con Agripina? Cmo puede quedarse all de pie y contemplar todo esto sindecir nada?

    Mam mene la cabeza.

    Creo que Agripina lamenta sinceramente todo esto de las vrgenes, pero Livia ha jugado muybien las cartas de la ambicin de Agripina. Le ha prometido un buen matrimonio para Calgula, almismo tiempo que la ha amenazado con un terrible escndalo si todo este asunto no se soluciona a sugusto. Nadie quiere un escndalo, pero mi pobre y querida Marcela... Su vida se ha terminado.

    Abrac a mam, que haba empezado a llorar.

    Tiene que ser una vestal para siempre?

    Es como si fuera para siempre. El servicio es de treinta aos. Pasado ese tiempo, una vestalpuede volver al mundo, pero muy pocas lo hacen. La mayora sigue prestando servicio a la diosahasta que mueren.

    Treinta aos! exclam. Marcela ser una vieja.

    S.

    Mir aturdida a mi alrededor. No haba nada que hacer, nadie a quien acudir... y entonces me

  • vino a la cabeza... Calgula! Si haba alguien que poda ayudarnos, era l. Un da en Roma mebastaba para ver que Calgula era el nico nieto por el que la emperatriz senta debilidad. Slopensar en l me venan ganas de vomitar. Pero qu otra opcin tena? Ya se haba tomado unadecisin. Y l era el nico que poda cambiarla.

    Cuando consegu llegar a los suntuosos aposentos de Calgula, hice salir al criado que haba en elpasillo y, despus de respirar hondo, abr la puerta del cubiculum. Calgula estaba estirado en unaenorme cama con la espalda apoyada en una pirmide de almohadas cubiertas por una piel deleopardo. Cuando vi las sbanas revueltas me vino una arcada. Eran de seda negra.

    Calgula me sonri.

    Vaya, hola, Claudia! Te gusta mi habitacin? A tu hermana s que le gust.

    Lo que le has hecho es horrible.

    Marcela no pensaba lo mismo dobl los brazos debajo de la cabeza y no borr para nadaaquella burlona sonrisa de su rostro. Por qu has venido?

    Por tu culpa, la emperatriz quiere castigar a Marcela. La va a obligar a convertirse en unavestal.

    En serio? Qu gracioso! Sonri encantado mientras, con los dedos, jugaba con los flecosde una almohada. Mi primer desfloramiento y ahora ella se convertir en la virgen ms pura. Esome convierte en una especie de dios.

    No es una broma! Estamos hablando de la vida de Marcela. Debiste suponer que alguien osdescubrira.

    Solt una sonora carcajada.

    Quera que Livia nos descubriera. Envi a uno de los criados a buscarla. Por qu no? Nuncaes demasiado temprano para empezar a forjarme una reputacin.

    Lo mir con incredulidad. Quera lanzarme sobre l, araarlo, morderlo y golpearlo. Queramatarlo por su asquerosa insolencia y por su desconsiderada crueldad. Cerr los puos con fuerza.

    Pero Marcela te gusta le record, al final, cuando pude articular palabra. Siempre hasido detrs de ella. Pens que, cuando te enteraras del problema que tiene, querras ayudarla.

    Ah, bueno, me gusta bastante dijo mirndome detenidamente.

    Se me aceler el corazn.

  • Entonces ser fcil. Slo tienes que casarte con ella.

    Casarme con ella? Calgula se ech a rer con amargura. No creo. Es una chicaagradable, muy agradable, pero un poco altiva para mi gusto. Ninguna de las dos sabis cul esvuestro lugar. T, Claudia, con esos aires de superioridad, eres la peor. No entiendo por qu mispadres te aprecian tanto. Quin te has credo que eres, viniendo aqu a decirme lo que tengo quehacer?

    Baj la mirada con la certeza de que slo haba conseguido empeorarlo todo. Era intil.

    Dnde estn ahora tus famosas visiones? me pregunt Calgula. Con una floritura, apartlas sbanas. Te han enseado alguna vez algo as?

    Oh! grit, con las mejillas encendidas, mientras contemplaba su cuerpo desnudo.

    Calgula se ri, con los ojos brillando de orgullo.

    Vamos, Claudia, t siempre tienes algo que decir. No ests impresionada?

    Una violenta nusea se apoder de m. Apret los dientes.

    Eso es todo? consegu preguntarle. Haba odo que eran ms grandes.

    El templo de Vesta es un impresionante edificio redondo con cpulas doradas que representa elhogar, con la sala circular rodeada de preciosas columnas corintias. El da de la iniciacin deMarcela, dos sacerdotisas, con trajes y velos blancos, nos recibieron en la entrada. Marcela, erguiday noble, camin con ellas hasta el palacio contiguo. Estbamos muy orgullosos de su valenta. Nadiehabra adivinado que aquella chica se haba pasado la noche en vela, llorando hasta que ya no lequedaban lgrimas.

    Una hora despus, nos reunimos con ella en la sala principal. Iba vestida de blanco como lasdems. Pap tom la temblorosa mano de mi hermana y la llev hasta la tarima donde Tiberioesperaba frente a la llama sagrada. Marcela jams haba estado ms guapa, con sus ojos azules casidel color de las violetas cuando su mirada se cruz con la del emperador.

    Pap se apart cuando la vestal mxima le indic a Marcela que se pusiera de rodillas.Ejerciendo de Pontifex Maximus, Tiberio dio un paso adelante. Apoy las manos en el brillante pelonegro de Marcela y pronunci las palabras rituales:

    Te amata, capio! Querida, tomo posesin de ti.

    Lentamente, mechn a mechn, fue cortando los rizos de Marcela. Como tena mucho pelo y muy

  • largo, pareci que Tiberio tardaba una eternidad.

    Sentada entre mis padres, con una mano entre las suyas, intent controlar mi llanto. A vecesmiraba a mam, a quien las lgrimas le resbalaban por las plidas mejillas. El rostro de pap estabaserio, pero, de vez en cuando, tambin vi cmo se le humedecan los ojos. Agripina tuvo ladelicadeza de no mirar, pero Livia y Calgula no hicieron ningn esfuerzo por disimular su alegra.Ambos parecan estar disfrutando cada segundo. A veces se daban codazos. Y una vez incluso serieron. Mi hermana pareca inmune a todo. Cuando vi caer el ltimo mechn y cmo le cubran lacabeza con el velo, la Marcela que haba conocido toda mi vida desapareci ante mis ojos.

    Captulo 4 La voz de Isis

    El da despus de la iniciacin de Marcela, Tiberio nos sorprendi a todos con un anuncio:Germnico iba a recorrer el imperio. Y Tata lo acompaara.

    Al cabo de una hora, mam estaba empaquetando todas nuestras cosas. Apenas poda creer loque vea mientras la observaba moverse de un bal a otro, doblando esto, descartando aquello.

    Seguro que tenemos que ir con ellos?

    Mam levant la cabeza del montn de tnicas que tena delante y se apart un mechn de peloque le caa sobre la frente.

    Has perdido la cabeza? Te imaginas a tu padre negndose a acompaar a Germnico?

    No, igual que no poda imaginarme que mam se negara a acompaar a pap, a pesar de que ellargo viaje y el encierro en el barco con la inevitable proximidad de Agripina parecan intolerables:su defeccin dola ms que la de Livia y el asqueroso de Calgula. Desde que tena uso de razn, mita siempre haba estado ah: mandona, generosa, irritante y adorable. Cmo iba a perdonarle algunavez su traicin?

    Los preparativos para el viaje estuvieron listos enseguida. Demasiado deprisa. Escuch queTata le deca a mam:

    Tiberio deba tenerlo planeado desde haca meses.

    Nos quedaba muy poco tiempo para estar con Marcela. Fueron unas horas agridulces; la chispade mi hermana se apagaba ante mis ojos. Como vestal, todo el impetuoso encanto de Marcela debadesaparecer. A pesar de que las sacerdotisas vestales son veneradas por encima de las dems, vivenalejadas del mundo y se espera de ellas que vivan con la misma castidad que la propia diosa.Mientras estaba sentada con mi hermana en la antesala de mrmol del gran templo, me di cuenta deque, aunque Vesta y su llama sagrada protegen la casa, la familia, e incluso Roma, no haba ningunaestatua de ella en ningn sitio. Vesta es invisible.

    Hay tantas cosas que memorizar se quej Marcela. Las oraciones divinas de Vesta no se

  • pueden escribir, las aprendemos palabra por palabra. Y los rituales son de lo ms complicado. Sicometes un error, tienes que volver a empezar la ceremonia desde el principio. Tardar diez aos enaprenderla entera.

    Qu valiente era por ponerse a bromear en ese momento. Me obligu a rerme.

    En serio, qu haces?

    Te lo acabo de decir dijo con un atisbo de su viejo brillo en la mirada. No es pararerse, te lo prometo.

    Mi corazn sinti lstima por ella. Haba hecho un gran esfuerzo por ver la nueva vida deMarcela con buena cara. Las vestales eran figuras muy respetadas, y sus palcos en el circo o en elteatro eran los segundos mejores, despus del imperial. Podan recibir visitas y podan pasear cuantoquisieran, siempre que no respondieran a ningn hombre. Aquello me gustaba. Tambin me gust sutraje blanco; tena un corte precioso y era de la mejor seda. Entonces me di cuenta de que el aspectoetreo slo era romntico porque acentuaba su distancia del mundo. La enormidad de aquellasituacin me super una vez ms: Marcela, la traviesa y vital Marcela... la habamos perdido, elmundo la haba perdido. Le esperaba una vida de encierro.

    Y despus? me obligu a preguntar.

    Diez aos practicando esos rituales.

    Y luego?

    Podr ensear a las novicias. Marcela sonri temblorosa ante mi incredulidad. S, lavida aqu consiste en eso. Treinta aos de rituales se le humedecieron los ojos. Pero eso no eslo peor.

    Y qu es?

    Las vestales son muy amables... empez a sollozar. Pero es que es un mundo tan...femenino.

    Una vez a bordo del barco, mis padres y Agripina entraron en una rutina que me sorprendi mucho.Pap era educado y deferente como siempre, y mam no pareca ni ms ni menos resentida con ellaque siempre. Aunque una abierta falta de respeto era impensable, yo educadamente ignoraba losintentos de Agripina por volver a la antigua familiaridad y la evitaba en la medida de lo posible.

    Al principio, el ruido rtmico de los tambores del barco me molestaba. Despus apenas loescuchaba. Slo por la noche, en mi litera, era consciente de la cadencia constante que haca que losesclavos no dejaran de remar. Al pensar en los ochocientos hombres que se encargaban de los remos

  • del barco en turnos continuos, reconoc algunas similitudes entre su suerte y la ma. A m no mecontrolaba ningn capataz, pero acaso era menos esclava? Roma era la duea de todos nuestrosdestinos.

    El barco de Germnico, un quinquerreme impresionante, navegaba en el centro de una guardiade honor formada por seis trirremes, con las velas de color prpura izadas sobre los cuatro mstilesde cedro del Lbano. Los esclavos de las galeras daban gracias a Neptuno por la brisa marina querefrescaba su labor.

    Continu con mis estudios, compartiendo profesor con Julia y Drusila. Todas echbamos demenos a Marcela. Brillante, aunque no como estudiante, haba animado muchas de las tediosas horasde estudios con sus ocurrencias. Nern y Druso tampoco estaban, porque eran oficiales primerizos ensus primeros destinos de servicio; Nern estaba en Cartago, y Druso en Espaa. Mi consuelo era queCalgula ya no estudiaba con nosotras. A sugerencia de Germnico, el experto del barco, es decirTata, instruy al joven en el uso del escudo y la jabalina. Odiaba la idea de que mi padre fuera quienmejorara las habilidades mortales del seductor de Marcela. Pero la desagradable irona empeorcuando Tata acept sin rechistar la orden de su superior. Porque era una orden, por mucho que lodisfrazara de sugerencia.

    En el pasado, a la hora de jugar a cualquier cosa, siempre bamos Marcela y yo contra nuestrasprimas. Ahora, cuando Julia y Drusila me buscaban para jugar a los dados, nuestro juego preferido,senta todava ms la ausencia de mi hermana. Era mejor perderme en algn pergamino y dejar queotra historia me llevara lejos de all. Ni siquiera Roma poda interferir en eso.

    Tendida en la cubierta superior, dejando que el mar calmara suavemente mis resentimientos, losdas pasaban con tranquilidad. Perdida en los espejos paralelos del cielo y el mar, llenabapergaminos con poemas y odas al espumoso milagro del nacimiento de Venus. Hija de Jpiter y deuna ninfa marina, Venus haba emergido como una adulta del tumulto de su unin. Debajo de mis pies,cinco pisos de esclavos remaban en hileras utilizando enormes remos en un ejercicio que les exigatoda la fuerza y msculo de sus cuerpos. De vez en cuando abandonaba mi camastro para bajar amirarlos. Escalonados, algunos de pie y otros sentados, se inclinaban sobre el remo, agarrndolo confuerza y gruendo al unsono mientras iban hacia delante y luego hacia atrs, respondiendo con todassus fuerzas al insistente ritmo del tambor. A veces me vibraban las sienes.

    El tiempo cambi sin avisar. Una serie de tormentas azotaron nuestro barco, haciendo que todoslos pasajeros tuvieran que quedarse bajo cubierta. Aunque casi todos estaban mareados, la agitacinme entusiasm. A pesar de las rdenes de pap, sub la escalerilla para ver cmo las gigantescasolas rompan contra los costados del barco.

    El cielo se aclar cuando llegamos a Nicpolis, pero no pudimos seguir porque tuvimos queatracar en el puerto con serios daos provocados por las tormentas. El timn, que estaba al borde delcolapso, necesitara una reparacin a fondo. Germnico quera aprovechar la parada para visitar elgolfo de Accio. Su abuelo, Marco Antonio, haba participado en la gran batalla marina que aqu sehaba librado... y haba perdido frente a Augusto. Pap organiz de inmediato una expedicin ymuchos de los oficiales partieron en busca de los restos del campamento de Antonio. Me encant

  • cuando Calgula insisti en acompaarlos. Aunque tena rdenes estrictas de Germnico de tratarmecon respeto, se burlaba de m sin piedad. Yo intentaba ignorarlo, y la mayor parte del tiempo loconsegua, pero justo la noche anterior haba descubierto una rata muerta entre las sbanas de militera. Cuando se la coloqu frente a la cara, l me agarr las muecas con fuerza, me atrajo hacia ly con los ojos brillantes me dijo:

    Ve con cuidado, madama Sibila. La prxima vez ser una rata viva.

    No te atreveras dije, liberndome de sus garras. No me haba hecho ninguna graciacompartir un estrecho camarote con mis padres, pero ahora me alegraba. Ni siquiera Calgula searriesgara a despertar la ira de Tata.

    La maana que la compaa de exploracin parti, me despert con unos retortijones muyintensos. Cuando me levant de la cama, contuve la respiracin ante las manchas rojas en lassbanas. Mam entr en el camarote justo en ese momento. Sonri, porque lo haba visto enseguida, yme abraz.

    Ya ha empezado. Cmo te sientes? me pregunt acaricindome la espalda.

    Duele, como si algo me estuviera apretando muy fuerte.

    Mam asinti.

    A algunas nos pasa eso. Cuando tengas tu primer hijo, apenas te doler.

    Hice una mueca, pensando en que para curar un dolor se necesitaba uno mayor. A peticin de mimadre, volv a subir a la litera. Ella sali del camarote, pero enseguida volvi con una esclava quetraa sbanas limpias y ropa. Mientras la chica haca la cama, mam me explic detalladamente loque tendra que hacer cada mes. Menudo engorro! Mi vida de libertad haba terminado para siempre.

    Las mujeres romanas tienen que ser fuertes me record mam. Jams nos doblegamosante el dolor. Seguimos adelante con nuestras obligaciones. Dud unos segundos y luego aadi:Pero como es tu primera hemorragia... Se gir y sali de la cabina con la esclava. Instantes mstarde volvi sola, con una jarra y dos tazas. Sorb de la que me ofreci y descubr que era vino sindiluir, ligeramente caliente. El intenso sabor me calent el cuerpo. Estaba bueno. Me estir en lacama recin hecha sintindome querida y mimada.

    Mam cogi una silla plegable y se sent.

    Yo tena diecisis aos me confes. Tan tarde que pens que jams me convertira enuna mujer. Y entonces por fin sucedi... el da de la Matronalia. Imagnate! Y los dioses quisieronque aquel da llevara una tnica blanca. Una esclava me lo susurr al odo. Todava me estremezcocuando pienso cuntos debieron verme. Tu abuela dijo que era un buen augurio. Dijo que convertirseen mujer el da ms sagrado para Juno me traera buena suerte en el matrimonio, y as ha sido.

  • Seguimos hablando y bromeando. E, incluso mientras me rea con mam, pensaba en Marcela.Si pudiera estar aqu con nosotras, pero, al cabo de un rato, una sensacin de somnolencia seapoder de m. Mam recogi la jarra y las tazas de encima del bal y sali del camarote sin hacerruido.

    Lo prximo que vi fue a Agripina a mi lado.

    Buenos das, Domina dijo guindome un ojo como una camarera. En una mano tena unjarrn de cristal exquisitamente tallado, y en la otra, un delicado collar de granates color rojo sangre.

    Yo me apart.

    Agripina apoy, con delicadeza, dos dedos llenos de anillos encima de mis labios apretados.

    No tiene sentido, Claudia. No puedes seguir huyendo de m, igual que no puedes huir de loshechos de la vida. Ahora eres una mujer y tienes que empezar a comportarte como tal. Tienes muchoque aprender respecto a ser una adulta, igual que yo, que sigo aprendiendo.

    Aquellas palabras me sorprendieron. Agripina se portaba como si lo supiera todo. Observ ensilencio cmo colocaba el jarrn en un nicho del tabique.

    Te he trado estos regalos como smbolo de tu paso a la edad adulta. Es un placer meexplic, abrochndome el collar alrededor del cuello. Adis, nia; bienvenida, hermana.

    Yo me mantuve firme, negndole la mirada.

    S, ya lo s Agripina suspir. Me culpas por lo que pas, pero yo no fui la causa.Marcela conoc