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Mayúsculas y chiqueadores E n el féisbuc encuentro muchos “académicos” que sufren, se enojan, befan porque alguien no acentúa las mayúsculas. Les retiembla en su centro la pantalla de enojo y desesperación. No pueden comprender cómo hay gente que se atreve a escribir sin saber que las ma- yúsculas deben llevar tilde. n n Arriba he puesto comillas como chiqueadores a la palabra académicos por aquello de que nuestros abue- los –y todavía mucha gente del pueblo– los usan, según ellos, para mitigar padecimientos. Magia de la medicina tradicional que ahora cabe en la definición de medicina alternativa. Quizá valga la pena aclarar para los feisbuqueros, que son tan modernos, tan cultos, tan correctos y que su- fren tanto porque algunos no acentuamos las mayúscu- las –también llamadas versales–, que un recurso popular como son los chiqueadores se reduce a remedios que los viejos se aplicaban y se aplican en las sienes. Se pegan a los lados de la cabeza como las comillas se aplican a los lados de las palabras escritas. En Mé- xico les decimos chiquiadores. Una etimología cuestio- nable es chipilli, que significa hierba medicinal, según el glosario de Angel María Garibay, en la Historia ge- neral de las cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún. El tema de tildar o no las mayúsculas no es privativo de los juzgados de la corrección en la red social. Salta en muchos ámbitos, por eso vale la pena comentarlo aquí. Yo creo que lo puso en el campo de las polémicas el que ahora, gracias a la computadora, resulta fácil acentuar. No era así antes, sobre todo en la palabra impresa. La imprenta antigua, si se le hubiera exigido, habría acentuado las versales. En las cajas (secciones de los chibaletes donde se almacenaban los tipos móviles) ha- bía casilleros con las unidades para ello. Sin embargo no existía tal exigencia y las mayúsculas no se tildaban. Se superó el paso tipográfico de los tipos móviles con la invención del linotipo que componía, por ejemplo un libro, no letra por letra sino en líneas de letras conso- lidadas. El problema era que los teclados de la nueva tecnología no incluían las mayúsculas con tilde. Así que persistió la costumbre de no acentuar. Sin embargo, como en las cajas, en el linotipo existía la posibilidad de tildar las versales si aparecía esta exi- gencia. Contaba, fuera del teclado, con un recurso que se llamaba especialidades. Allí se encontraban las ma- yúsculas acentuadas. Empero, usarlas restaba ritmo a la velocidad con que el operario trabajaba, una razón más para prescindir de las vírgulas o tildes. De nueva cuenta, ni los autores, ni los impresores ni los lectores de antes se preocupaban por hacerlo y, para dolor de cabeza de los partidarios de tildar las letras de gran tamaño, traeré un ejemplo extremo. Tengo a la vista la portada de un libro cuyos rótulos aparecen en mayúsculas: Agustín Yáñez. Archipiélago de mujeres. Ediciones de la Universidad Nacional Au- tónoma de México. Para escándalo de los censores de la red no aparece la vírgula en las palabras Agustín, Yáñez, Archipiélago, Autónoma ni México. El volumen fue im- preso en 1943. En las páginas del interior las versales tampoco están tildadas. El “académico” feisbuquero que vea esa portada su- frirá la falta de cinco rasguillos sobre las mayúsculas. La máxima casa de estudios de México, la UNAM, y uno de los mayores escritores de la literatura mexicana y a-ca- dé-mi-co de la lengua, Agustín Yáñez, no sufrieron por ver que aquellas versales iban sin su rasguillo que cono- cemos como acento. El tema de tildar o no las mayúsculas no es privativo de los juzgados de la corrección en la red social. Salta en muchos ámbitos, por eso vale la pena comentarlo aquí. 56 SIGLO NUEVO Saúl Rosales / / / / Correo-e: [email protected] NUESTRO MUNDO

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Mayúsculas y chiqueadores

En el féisbuc encuentro muchos “académicos” que sufren, se enojan, befan porque alguien no acentúa

las mayúsculas. Les retiembla en su centro la pantalla de enojo y desesperación. No pueden comprender cómo hay gente que se atreve a escribir sin saber que las ma-yúsculas deben llevar tilde.deben llevar tilde.deben

Arriba he puesto comillas como chiqueadores a la palabra académicos por aquello de que nuestros abue-los –y todavía mucha gente del pueblo– los usan, según ellos, para mitigar padecimientos. Magia de la medicina tradicional que ahora cabe en la defi nición de medicina alternativa.

Quizá valga la pena aclarar para los feisbuqueros, que son tan modernos, tan cultos, tan correctos y que su-fren tanto porque algunos no acentuamos las mayúscu-las –también llamadas versales–, que un recurso popular como son los chiqueadores se reduce a remedios que los viejos se aplicaban y se aplican en las sienes.

Se pegan a los lados de la cabeza como las comillas se aplican a los lados de las palabras escritas. En Mé-xico les decimos chiquiadores. Una etimología cuestio-nable es chipilli, que signifi ca hierba medicinal, según el glosario de Angel María Garibay, en la Historia ge-neral de las cosas de la Nueva España de Bernardino de Sahagún.

El tema de tildar o no las mayúsculas no es privativo de los juzgados de la corrección en la red social. Salta en muchos ámbitos, por eso vale la pena comentarlo aquí. Yo creo que lo puso en el campo de las polémicas el que ahora, gracias a la computadora, resulta fácil acentuar.

No era así antes, sobre todo en la palabra impresa. La imprenta antigua, si se le hubiera exigido, habría acentuado las versales. En las cajas (secciones de los chibaletes donde se almacenaban los tipos móviles) ha-

bía casilleros con las unidades para ello. Sin embargo no existía tal exigencia y las mayúsculas no se tildaban.

Se superó el paso tipográfi co de los tipos móviles con la invención del linotipo que componía, por ejemplo un libro, no letra por letra sino en líneas de letras conso-lidadas. El problema era que los teclados de la nueva tecnología no incluían las mayúsculas con tilde. Así que persistió la costumbre de no acentuar.

Sin embargo, como en las cajas, en el linotipo existía la posibilidad de tildar las versales si aparecía esta exi-gencia. Contaba, fuera del teclado, con un recurso que se llamaba especialidades. Allí se encontraban las ma-yúsculas acentuadas. Empero, usarlas restaba ritmo a la velocidad con que el operario trabajaba, una razón más para prescindir de las vírgulas o tildes.

De nueva cuenta, ni los autores, ni los impresores ni los lectores de antes se preocupaban por hacerlo y, para dolor de cabeza de los partidarios de tildar las letras de gran tamaño, traeré un ejemplo extremo.

Tengo a la vista la portada de un libro cuyos rótulos aparecen en mayúsculas: Agustín Yáñez. Archipiélago de mujeres. Ediciones de la Universidad Nacional Au-tónoma de México. Para escándalo de los censores de la red no aparece la vírgula en las palabras Agustín, Yáñez, Archipiélago, Autónoma ni México. El volumen fue im-preso en 1943. En las páginas del interior las versales tampoco están tildadas.

El “académico” feisbuquero que vea esa portada su-frirá la falta de cinco rasguillos sobre las mayúsculas. La máxima casa de estudios de México, la UNAM, y uno de los mayores escritores de la literatura mexicana y a-ca-dé-mi-co de la lengua, Agustín Yáñez, no sufrieron por ver que aquellas versales iban sin su rasguillo que cono-cemos como acento.

El tema de tildar o no las mayúsculas no es privativo de los juzgados de la corrección en la red social. Salta en muchos ámbitos, por eso vale la pena comentarlo aquí.

56 • S I G L O N U E V O

Saúl Rosales ///// / / Correo-e: [email protected]

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