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Conciencia lingüística de José Rizal en Noli me tangere Revista Española del Pacífico, Nª 9, 1998, pp. 181-190. José Rizal (1861-1896) es uno de los héroes patrios para los filipinos, quizá el mayor (1). Murió ajusticiado, acusado de «delitos de rebelión» en un Consejo de Guerra celebrado en octubre de 1896. De hecho, su muerte, tan cercana al inicio de los movimientos de insurrección, implica que su participación, a partir de la creación de la Liga Filipina en 1892, tuvo que ser más ideológica y teórica que práctica, pero no por ello menos efectiva. Había permanecido desde 1892, exiliado, en Dapitán, en Mindanao, donde le visitaron miembros del Katipunan separatista. En 1895 Rizal pidió incorporarse como médico al ejército español que luchaba en Cuba. La ruta hacia ese destino pasaba por Barcelona. Desde esa ciudad, ya detenido, fue repatriado a las Filipinas (2). El idioma materno de José Rizal fue el tagalo; luego, sus estudios primarios y secundarios, con los jesuitas de Manila, se desarrollaron en español. Igualmente cursó estudios de Filosofía y Letras y de Medicina en la Universidad de Santo Tomás. Fue a Madrid para concluirlos, en 1882. Al mismo tiempo, aprendió dibujo en la Academia de San Fernando y se aplicó al conocimiento de lenguas: francés, italiano, inglés y alemán. Entre 1883 y 1887, año de la publicación, en Berlín, de su novela Noli me tangere, viajó por Europa. El mestizo Rizal recuerda al mestizo Inca Garcilaso. En 1560 y con veintiún años, Garcilaso se trasladó a Montilla (Córdoba), y dejó atrás el mundo de su madre, si bien se aplicó a recordarlo y describirlo en los Comentarios Reales: el origen de los incas, cuya primera parte se editó en Lisboa en 1609. Pero, al mismo tiempo, su condición de hombre renacentista le permitió traducir los Diálogos de amor de León Hebreo del italiano al castellano. El filipino Rizal se [1]

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Conciencia lingüística de José Rizal en Noli me tangere

Revista Española del Pacífico, Nª 9, 1998, pp. 181-190.

José Rizal (1861-1896) es uno de los héroes patrios para los filipinos, quizá el mayor (1). Murió ajusticiado, acusado de «delitos de rebelión» en un Consejo de Guerra celebrado en octubre de 1896. De hecho, su muerte, tan cercana al inicio de los movimientos de insurrección, implica que su participación, a partir de la creación de la Liga Filipina en 1892, tuvo que ser más ideológica y teórica que práctica, pero no por ello menos efectiva. Había permanecido desde 1892, exiliado, en Dapitán, en Mindanao, donde le visitaron miembros del Katipunan separatista. En 1895 Rizal pidió incorporarse como médico al ejército español que luchaba en Cuba. La ruta hacia ese destino pasaba por Barcelona. Desde esa ciudad, ya detenido, fue repatriado a las Filipinas (2).

El idioma materno de José Rizal fue el tagalo; luego, sus estudios primarios y secundarios, con los jesuitas de Manila, se desarrollaron en español. Igualmente cursó estudios de Filosofía y Letras y de Medicina en la Universidad de Santo Tomás. Fue a Madrid para concluirlos, en 1882. Al mismo tiempo, aprendió dibujo en la Academia de San Fernando y se aplicó al conocimiento de lenguas: francés, italiano, inglés y alemán. Entre 1883 y 1887, año de la publicación, en Berlín, de su novela Noli me tangere, viajó por Europa.

El mestizo Rizal recuerda al mestizo Inca Garcilaso. En 1560 y con veintiún años, Garcilaso se trasladó a Montilla (Córdoba), y dejó atrás el mundo de su madre, si bien se aplicó a recordarlo y describirlo en los Comentarios Reales: el origen de los incas, cuya primera parte se editó en Lisboa en 1609. Pero, al mismo tiempo, su condición de hombre renacentista le permitió traducir los Diálogos de amor de León Hebreo del italiano al castellano. El filipino Rizal se formó en la tradición cultural española y, desde ella, amplió su perspectiva con el conocimiento de Europa.

Lo que nos proponemos en este trabajo es analizar la conciencia lingüística que refleja su novela Noli me tangere (1887). Por «conciencia lingüística» entendemos el sentimiento de Rizal, expresado en el texto, respecto de su lengua materna, el tagalo, del castellano y de otras lenguas. También su opinión sobre el uso del castellano por parte de los filipinos de diversas clases sociales; su opinión sobre la política lingüística seguida por los religiosos en Filipinas. Este trabajo sigue un método empleado en una investigación de años sobre los textos cronísticos (3) y unas bases teóricas que sustentan el trabajo de un equipo de investigación (4).

A continuación procedemos a la descripción de las referencias a este tema, que son tan numerosas en Noli me tangere (5) que, a nuestro juicio, proporcionan una línea nueva para ahondar en la interpretación de la crítica social y política que contiene el texto.

Sin embargo, no todos los datos son igualmente ilustrativos. Por ejemplo, ¿hay algo más natural que, si el narrador o un personaje mencionan un objeto, una planta, o algo que se da en Filipinas, y lo hace con su nombre «filipino», acompañe esta mención -con la [1]

conjunción disyuntiva o- del nombre español? El lector europeo, de este modo, alcanzará la comprensión. Veamos dos ejemplos (6):

«Quedaban algunos postes de telégrafos antes de llegar al bantáyan o garita.» (pág. 115)           «Provisto de su panalok, o sea, la caña con la bolsa de red.» (pág. 126)

Una observación parecida es acompañar la voz nativa con la referencia a que es así en tagalo, es así en ese lugar, es algo común allí. Proponemos dos ejemplos (7):

«La gloria que la Madre de Dios adquiere con las ruedas de fuego, cohetes, bombas y morteretes o bersos, como allí se llaman.» (8) (pág. 36)

          

«Era lo que los tagalos llaman kayumangingkaligátan, esto es, moreno pero de un color limpio y puro.» (pág. 85)

Otro testimonio de la lengua propia de la mayor parte de los personajes lo brindan las alusiones a la «lengua de tienda» (págs. 38, 168 y 220), o las expresiones de ella:

           «Jele jele bago quiere.» (9) (pág. 20)           

La editora la define en otra nota como «caló ermitense», «dialecto muy gracioso y gráfico del castellano en Filipinas».

Resultado de la voluntad de reflejar la realidad es, asimismo, reproducir versiones deformadas de palabras o frases del español, puestas en boca de filipinos:

«Cuando nos casamos, telegrafiamos a la Peñínsula.» (pág. 22)           «-¡Naku! ¡Susmariósep! (10) -exclamó el soldado persignándose, y estirando a su compañero-, ¡vámonos de aquí!» (pág. 355)

De hecho, el escaso conocimiento que muchos nativos alcanzaban del castellano es puesto de relieve con insistencia:

«La única que recibía a las señoras era una vieja, prima del Capitán Tiago, de facciones bondadosas y que hablaba bastante mal el castellano. Toda su política y urbanidad consistían en ofrecer a las españolas una bandeja de cigarros y buyos, y en dar a besar la mano a las filipinas, exactamente como los frailes.» (pág. 10)

          

pues le servirá al autor para demostrar que este uso defectuoso marginal, reduce al hablante a moverse en el círculo de los iguales, círculo del que no podrá salir:

«Para acabar con este capítulo de comentarios, y para que los lectores vean siquiera de paso qué pensaban del hecho los sencillos campesinos, nos iremos a la plaza, donde bajo el entoldado conversan algunos, uno de los cuales, conocido nuestro, es el hombre que soñaba en los doctores en Medicina.

          

     -¡Lo que más siento -decía éste- es que la escuela ya no se termina!     -¿Cómo?, ¿cómo? -preguntan los circunstantes con interés.     -¡Mi hijo ya no será doctor sino carretero! ¡Nada! ¡Ya no habrá escuela!     -¿Quién dice que ya no habrá escuela? -pregunta un rudo y robusto aldeano de anchas quijadas y estrecho cráneo.     -¡Yo! Los Padres blancos han llamado a Don Crisóstomo «plibastiero» (11). ¡Ya no hay

[2]

escuela!     Todos se quedaron preguntándose con la mirada. El nombre era nuevo para ellos.     -Y ¿es malo ese nombre? -se atreve al fin a preguntar el rudo aldeano.     -¡Lo peor que un cristiano puede decir a otro!     -¿Peor que «tarantado» y «saragate»?     -¡Si no fuese más que eso! Me han llamado varias veces así y ni siquiera me ha dolido el estómago.     -¡Vamos, no será peor que «indio» que dice el alférez!     El que va a tener un hijo carretero se pone más sombrío; el otro se rasca la cabeza y piensa.     -¡Entonces será como «betelapora» que dice la vieja del alférez! Peor que eso es escupir en la hostia.      -Pues, peor que escupir en la hostia en Viernes Santo -contestaba gravemente- Ya os acordáis de la palabra «ispichoso», que bastaba aplicar a un hombre para que los civiles de Villa-Abrille se le llevasen al destierro o a la cárcel; pues «plibestiero» es mucho peor. Según decían el telegrafista y el directorcillo, «plibestiero» dicho por un cristiano, un cura o un español a otro cristiano como nosotros parece «santusdeus» con «requimiternam», si te llaman una vez «plibustiero», ya puedes confesarte y pagar tus deudas pues no te queda más remedio que dejarte ahorcar. Ya sabes si el directorcillo y el telegrafista deben estar enterados: el uno habla con alambres y el otro sabe español y no maneja más que la pluma.Todos estaban aterrados.-¡Que me obliguen a ponerme zapatos y no beber en toda mi vida más que esa orina de cabello que llaman cerveza, si alguna vez me dejo llamar «pelbistero»! -jura cerrando sus puños el aldeano- ¿Quien? ¡Yo rico como D. Crisóstomo, sabiendo el español como él, y pudiendo comer aprisa con cuchillo y cuchara, me río de cinco curas!-¡Al primer civil que vea yo robando gallinas le llamo «palabistiero»... y me confesaré en seguida! -murmura en voz baja alejándose del grupo uno de los campesinos.» (págs. 203-204).

En la novela hay varias alusiones a la enseñanza del español a los filipinos, y se alternan las visiones positivas:

     «Para remediar aquel mal de que le hablaba, traté de enseñar el español a los niños porque además de que el Gobierno lo ordenaba, juzgué que sería también una ventaja para todos. Empleé el método más sencillo, de frases y nombres, sin valerme de grandes reglas, esperando enseñarles la gramática cuando ya comprendiesen el idioma. Al cabo de algunas semanas los más listos casi ya me comprendían y componían algunas frases.» (pág. 99)

          

con las más críticas, basadas en lo inapropiados de los textos, o en lo absurdo de un aprendizaje memorístico. Son testimonios parecidos a los que se habían dado en la América española:

     «Dicen que en Alemania estudia el hijo del campesino ocho años en la escuela del pueblo; ¿quién querrá emplear aquí la mitad de ese tiempo, cuando se recogen tan escasos frutos? Leen, escriben y se aprenden de memoria trozos y a veces libros enteros en castellano, sin entender de ellos una palabra; ¿qué utilidad saca de la escuela el hijo de nuestros aldeanos?» (pág. 98) [186]

          

     «Quise hacer, ya que ahora no me podían amar, que al menos conservando algo útil de mí, me recordasen después con menos amargura. Ud. ya sabe que en la mayor parte de la escuelas, están en castellano los libros, a excepción del Catecismo tagalo, que varía según la corporación religiosa a que pertenece el cura. Estos libros suelen ser novenas, trisagios, el catecismo del P. Astete, de los que tanta piedad sacan como de los libros de los herejes. En la imposibilidad de enseñarles el castellano ni de traducir tantos libros, he procurado sustituirlos poco a poco por cortos trozos, sacados de obras útiles tagalas, como el Tratado de Urbanidad de Hortensio y Feliza, algunos manualitos de Agricultura, etc., etc. A veces yo mismo traducía pequeñas

[3]

obritas como la Historia de Filipinas del P. Barranera y las dictaba después, para que las reuniesen en cuadernos, aumentándolas a veces con propias observaciones.» (pág. 102-103)

Estando la educación en manos casi exclusivas de las órdenes religiosas, no es de extrañar que sean los frailes el fácil blanco de afiladas críticas de Rizal por lo que respecta al trato que se le da al nativo, a la consideración que merece al que lo adoctrina. Un caso destacado es el de un sermón, de cuya descripción elegimos tres fragmentos:

                «La primera parte del sermón debía ser en castellano y la otra en tagalo: 'loquebantur omnes linguas'.» (pág. 173)

          

     «De la segunda parte del sermón, o sea, del tagalo, no tenemos más que ligeros apuntes. El P. Dámaso improvisaba en este idioma, no porque lo poseyese mejor, sino porque, teniendo a los filipinos de provincias por ignorantes en retórica, no temía cometer disparates delante de ellos. Con los españoles ya era otra cosa: había oído hablar de reglas de la oratoria y entre sus oyentes podía haber alguno que hubiese saludado las aulas, acaso el señor Alcalde Mayor; por lo cual escribía sus sermones, los limaba y después se los aprendía de memoria y se ensayaba unos dos días antes.» (pág. 177)«Y terminó su exordio con el trozo que más trabajo le costara y que plagiara de un gran escritor, el Sr. Sinibaldo de Mas.» (pág. 176)

No sorprende que Rizal, hombre cultivado, conociera el trabajo de Sinibaldo de Mas y Sans, ministro de España en China, sobre los ideogramas. Fue autor de muchas obras, entre las que destacamos: Sistema musical de la lengua castellana, Barcelona, 1832; Estado de las Islas Filipinas en 1842, Madrid, 1843; Pot-pourri literario, Manila, 1845. Esta última obra contiene: «L'idéographie. Mémoire sur la facilité de former une écriture générale au moyen de laquelle tous les peuples de la terre puissent s'entendre mutuellement sans que les uns connaissent la langue des autres» (Macao, 1844).

     En Noli me tangere se plasma el desprecio experimentado hacia el indígena, al que se llega a considerar indigno de la lengua colonizadora:

                «El sacristán mayor se interpuso, él se levantó y me dijo serio en tagalo: -«No me uses prendas prestadas; conténtate con hablar tu idioma y no me eches a perder el español, que no es para vosotros. ¿Conoces al maestro Ciruela? Pues, Ciruela era un maestro que no sabía leer y ponía escuela». (pág. 99)

          

Del mismo modo, se muestra la otra vertiente, el proceso por el que pasaban los que, para mejorar de condición, optaban por abandonar el uso de su lengua:

                «La alfereza tosió, hizo señas a los soldados para que se fuesen y, descolgando el látigo de su marido, dijo con acento siniestro a la loca:

          

     -¡Vamos magcantar icau! (12)     Sisa naturalmente no la comprendió y esta ignorancia aplacó sus iras. Una de las bellas cualidades de esta señora era el procurar ignorar el tagalo, o al menos aparentar no saberlo, hablándolo lo peor posible: así se daría aires de una verdadera orofea (13), como ella solía decir. Y ¡hacía bien!, porque si martirizaba el tagalo, el castellano no salía mejor librado ni en cuanto se refería a la gramática, ni a la pronunciación. Y ¡sin embargo su marido, las sillas y los zapatos, cada cual había puesto de su parte cuanto podía para enseñarla! Una de las palabras que le costaron más trabajo aún que a Champollión los jeroglíficos, era la palabra Filipinas.» (pág. 221)

[4]

El conocedor de la trama de la novela recordará el dramatismo que se quiso imprimir a esta escena, que opone la mujer filipina pomposa -que se beneficia del poder de los españoles, así como del poder de un sector de la población filipina, que oculta su ignorancia en una «españolización» grotesca-, a la filipina miserable y enloquecida que va tras el paradero de sus hijos. La crudeza de la vejación es doble, porque a la orden despótica de que cante, se suma la voluntariamente impuesta barrera lingüística. Esta es la razón de que la escena se describa tan pormenorizadamente:

                «Aventuras parecidas sucedían cada vez que se trataba del lenguaje. El cabo, que veía los progresos lingüísticos de ella, calculaba con dolor que en diez años su hembra perdería por completo el uso de la palabra. En efecto, así sucedió. Cuando se casaron, ella entendía aún el tagalo y se hacía entender en español; ahora, en la época de nuestra narración, ya no hablaba ningún idioma: se había aficionado tanto al lenguaje de los gestos, y de éstos escogía lo más ruidosos y contundentes, que daba quince y falta al inventor de Volapük (14).

          

     Sisa, pues, tuvo la fortuna de no comprenderla. Desarrugáronse un poco sus cejas, una sonrisa de satisfacción animó su cara: indudablemente ella ya no sabía el tagalo, era ya orofea.     -¡Asistente, di a ésta en tagalo que cante! No me comprende, ¡no sabe el español!     La loca comprendió al asistente y cantó la canción de la Noche.» (pág. 223)

Otras veces el narrador advierte al lector de la posibilidad que el personaje tiene de expresarse en una y otra lengua, o en una variante, sin que se identifique su lengua materna real:

                «Como Elías había previsto, el centinela le paró y le preguntó de dónde venía.                -De Manila, de dar zacate a los oidores y curas -contestó imitando el acento de los de Pandakan.     Un sargento salió y enteróse de lo que pasaba.     -¡Sulung! -díjole éste-, te advierto que no recibas en la barca a nadie; un preso acaba de escaparse. Si le capturas y me le entregas te daré una buena propina.     -Está bien, señor; ¿qué señas tiene?     -Va de levita y habla español; con que ¡cuidao!» (pág. 340)

El disponer de las dos lenguas, y usar una u otra también responde a la voluntad del autor de reproducir la complicidad entre los personajes:

                «-¡Me habéis salvado la vida -dijo éste en tagalo comprendiendo el movimiento de Ibarra-, os he pagado mi deuda a medias y no tenéis nada que agradecerme, antes al contrario. He venido para pediros un favor... [189]

          

     -¡Hablad! -contestó el joven en el mismo idioma, sorprendido de la gravedad de aquel campesino.» (pág. 189)

El conocimiento lingüístico de José Rizal le permite explayarse en la reproducción gráfica de la lengua tagala:

                «-Y ¿en qué idioma escribe Ud.? -preguntó Ibarra después de una pausa.                -En el nuestro, en el tagalo.     -Y ¿sirven los signos jeroglíficos?     -Si no fuera por la dificultad del dibujo, que exige tiempo y paciencia, casi le diría que sirven mejor que el alfabeto latino. El antiguo egipcio tenía nuestras vocales; nuestra

[5]

o, que sólo es final y que no es como la española, sino una vocal intermedia entre o y u; como nosotros, el egipcio tampoco tenía verdadero sonido de e; se encuentran en él nuestro ha y nuestro kha, que no tenemos en el alfabeto latino tal como lo usamos en español. Por ejemplo: en esta palabra mukhâ -añadió señalando en el libro- transcribo la sílaba ha más propiamente con esta figura de pez que con la ha latina, que en Europa se pronuncia de diferentes maneras. Para otra aspiración menos fuerte, por ejemplo, en esta palabra hain, en donde la h tiene menos fuerza, me valgo de este busto de león, o de estas tres flores de loto según la cantidad de la vocal. Aún más, tengo el sonido de la nasal que tampoco existe en el alfabeto latino españolizado. Repito que si no fuera por la dificultad del dibujo, que hay que hacerlo perfecto, casi se podrían adoptar los jeroglíficos, pero esta misma dificultad me obliga a ser conciso y a no decir más que lo justo y necesario; este trabajo además me hace compañía, cuando mis huéspedes de la China y del Japón se marchan.» (pág. 142)

Llegados a este punto, estamos en condiciones de asegurar que José Rizal, en Noli me tangere, manifiesta tener un alto grado de conciencia lingüística, pues advierte la importancia que para los hombres tiene el dominio de un sistema lingüístico, y el peso de la lengua del colonizador que, aprendida y usada por el colonizado, al tiempo que se le hace lengua propia, desbanca la lengua nativa. Es consciente de que el español mal aprendido deja al filipino en una situación de inseguridad, pero que también siente inseguridad al hablar el tagalo, la que produce una sensación de inferioridad lingüística.

Desde una perspectiva literaria, Rizal sabe sacar rendimiento narrativo al hecho sociolingüístico de abandonar la lengua propia para adoptar la lengua más prestigiosa, la que vehiculará con más rapidez el ingreso en una capa privilegiada, como saca provecho a la actitud de desprecio del filipino hacia otros filipinos que siguen usando su lengua. Asimismo refleja con agudeza la superioridad humana del que sabe discernir el momento adecuado y el interlocutor adecuado para usar una de las dos lenguas, español y tagalo.

En resumen, si Noli me tangere es una novela que conlleva una fuerte crítica de la situación de la Filipinas colonial, debemos reconocer que, en parte, la crítica que percibe el lector está canalizada a través de un planteamiento lingüístico, del que José Rizal es plenamente consciente.

NOTAS

(1) El Rey Juan Carlos I, en su reciente viaje a Filipinas, recibió la Gran Cruz de la Orden de los Caballeros de Rizal. La Orden ha valorado su defensa de la democracia y sus esfuerzos por alcanzar la paz en el ámbito de las relaciones internacionales.

(2) La persona interesada puede consultar “Rizal. Breve esquema biográfico”, Revista Española del Pacífico, Nº 6/Año VI, 1996, pp. 33-45, de Pedro Ortiz Armengol. El mismo autor prologó Rizal. Dos Diarios de juventud (1882-1884), Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1960.

(3) Pueden consultarse nuestros trabajos Aspectos lingüísticos del Descubrimiento y de la Conquista, Madrid: CSIC, 1988, y La comunicación entre españoles e indios: palabras y gestos, Madrid: Mapfre, 1992.

[6]

(4) La base teórica y los resultados alcanzados pueden verse en Emma Martinell Gifre – Mar Cruz Piñol, La conciencia lingüística en Europa. Testimonios de situaciones de convivencia de lenguas (ss. XII-XVIII), Barcelona: PPU, 1996.

(5) Citaremos por la edición de la Biblioteca Ayacucho, núm. 10, Caracas, Venezuela, 1976, con prólogo de Leopoldo Zea. La edición y la cronología son de Margarita Russotto. Recomendamos la lectura del prólogo y, en especial, la del apartado II, que lleva por título “¿Para qué el castellano?”.

(6) Hay otros casos en las páginas 118, 150, 179, 334.

(7) Hay otros en las páginas 8, 122, 126, 150, 193.

(8) Los subrayados son míos.

(9) “Se dice del que aparenta no querer lo que precisamente apetece” (Así se dice en la nota del texto).

(10) “Contracción de ‘Ina Ko; ¡Jesús, María y José!” Una exclamación tagala de sorpresa, admiración o terror.” (Nota del texto).

(11) Se trata de la palabra filibustero, con cuya forma se va jugando a lo largo del diálogo. Luego aparecen sospechoso y vete a la porra.

(12) “’Canta tú’, en mal tagalo.” (Nota del texto).

(13) Está en lugar de europea.

(14) “Lengua comercial universal inventnda por el profesor suizo J.M. Schleyer en 1885. Pronto cayó en desuso, siendo reemplazada por el esperanto.” (Nota del texto).

Observaciones actuales (2014)

. En 1997 Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg sacó una edición de Noli me tangere.

Puede leerse la novela en formato electrónico en http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/67927391093470562465679/

. Hay una versión digitalizada de la traducción al inglés de 1912 en el Proyecto Gutemberg. Localizable en http://www.gutenberg.org/files/6737/6737-h/6737-h.htm

Contiene un Glosario, que reproduzco a continuación, porque lo considero de utilidad

Glossary

[7]

abá: A Tagalog exclamation of wonder, surprise, etc., often used to introduce or emphasize a contradictory statement.

abaka: “Manila hemp,” the fiber of a plant of the banana family.

achara: Pickles made from the tender shoots of bamboo, green papayas, etc.

alcalde: Governor of a province or district with both executive and judicial authority.

alferez: Junior officer of the Civil Guard, ranking next below a lieutenant.

alibambang: A leguminous plant whose acid leaves are used in cooking.

alpay: A variety of nephelium, similar but inferior to the Chinese lichi.

among: Term used by the natives in addressing a priest, especially a friar: from the Spanish amo, master.

amores-secos: “Barren loves,” a low-growing weed whose small, angular pods adhere to clothing.

andas: A platform with handles, on which an image is borne in a procession.

asuang: A malignant devil reputed to feed upon human flesh, being especially fond of new-born babes.

até: The sweet-sop.

Audiencia: The administrative council and supreme court of the Spanish régime.

Ayuntamiento: A city corporation or council, and by extension the building in which it has its offices; specifically, in Manila, the capitol.

azotea: The flat roof of a house or any similar platform; a roof-garden.

babaye: Woman (the general Malay term).

baguio: The local name for the typhoon or hurricane.

bailúhan: Native dance and feast: from the Spanish baile.

balete: The Philippine banyan, a tree sacred in Malay folk-lore.

banka: A dugout canoe with bamboo supports or outriggers.

Bilibid: The general penitentiary at Manila.

buyo: The masticatory prepared by wrapping a piece of areca-nut with a little shell-lime in a betel-leaf: the pan of British India. [8]

cabeza de barangay: Headman and tax collector for a group of about fifty families, for whose “tribute” he was personally responsible.

calle: Street.

camisa: 1. A loose, collarless shirt of transparent material worn by men outside the trousers.

2. A thin, transparent waist with flowing sleeves, worn by women.

camote: A variety of sweet potato.

capitan: “Captain,” a title used in addressing or referring to the gobernadorcillo or a former occupant of that office.

carambas: A Spanish exclamation denoting surprise or displeasure.

carbineer: Internal-revenue guard.

cedula: Certificate of registration and receipt for poll-tax.

chico: The sapodilla plum.

Civil Guard: Internal quasi-military police force of Spanish officers and native soldiers.

cochero: Carriage driver: coachman.

Consul: A wealthy merchant; originally, a member of the Consulado, the tribunal, or corporation, controlling the galleon trade.

cuadrillero: Municipal guard.

cuarto: A copper coin, one hundred and sixty of which were equal in value to a silver peso.

cuidao: “Take care!” “Look out!” A common exclamation, from the Spanish cuidado.

dálag: The Philippine Ophiocephalus, the curious walking mudfish that abounds in the paddy-fields during the rainy season.

dalaga: Maiden, woman of marriageable age.

dinding: House-wall or partition of plaited bamboo wattle.

director, directorcillo: The town secretary and clerk of the gobernadorcillo.

distinguido: A person of rank serving as a private soldier but exempted from menial duties and in promotions preferred to others of equal merit. [9]

escribano: Clerk of court and official notary.

filibuster: A native of the Philippines who was accused of advocating their separation from Spain.

gobernadorcillo: “Petty governor,” the principal municipal official.

gogo: A climbing, woody vine whose macerated stems are used as soap; “soap-vine.”

guingón: Dungaree, a coarse blue cotton cloth.

hermano mayor: The manager of a fiesta.

husi: A fine cloth made of silk interwoven with cotton, abaka, or pineapple-leaf fibers.

ilang-ilang: The Malay “flower of flowers,” from which the well-known essence is obtained.

Indian: The Spanish designation for the Christianized Malay of the Philippines was indio (Indian), a term used rather contemptuously, the name Filipino being generally applied in a restricted sense to the children of Spaniards born in the Islands.

kaing̃in: A woodland clearing made by burning off the trees and underbrush, for planting upland rice or camotes.

kalan: The small, portable, open, clay fireplace commonly used in cooking.

kalao: The Philippine hornbill. As in all Malay countries, this bird is the object of curious superstitions. Its raucous cry, which may be faintly characterized as hideous, is said to mark the hours and, in the night-time, to presage death or other disaster.

kalikut: A short section of bamboo in which the buyo is mixed; a primitive betel-box.

kamagon: A tree of the ebony family, from which fine cabinet-wood is obtained. Its fruit is the mabolo, or date-plum.

kasamá: Tenants on the land of another, to whom they render payment in produce or by certain specified services.

kogon: A tall, rank grass used for thatch.

kris: A Moro dagger or short sword with a serpentine blade.

kundíman: A native song.

kupang: A large tree of the Mimosa family.

kuriput: Miser, “skinflint.”

[10]

lanson: The langsa, a delicious cream-colored fruit about the size of a plum. In the Philippines, its special habitat is the country around the Lake of Bay.

liam-pó: A Chinese game of chance (?).

lomboy: The jambolana, a small, blue fruit with a large stone.

Malacañang: The palace of the Captain-General in Manila: from the vernacular name of the place where it stands, “fishermen’s resort.”

mankukúlan: An evil spirit causing sickness and other misfortunes, and a person possessed of such a demon.

morisqueta: Rice boiled without salt until dry, the staple food of the Filipinos.

Moro: Mohammedan Malay of southern Mindanao and Sulu.

mutya: Some object with talismanic properties, “rabbit’s foot.”

nakú: A Tagalog exclamation of surprise, wonder, etc.

nipa: Swamp-palm, with the imbricated leaves of which the roots and sides of the common Filipino houses are constructed.

nito: A climbing fern whose glossy, wiry leaves are used for making fine hats, cigar-cases, etc.

novena: A devotion consisting of prayers recited on nine consecutive days, asking for some special favor; also, a booklet of these prayers.

oy: An exclamation to attract attention, used toward inferiors and in familiar intercourse: probably a contraction of the Spanish imperative, oye, “listen!”

pakó: An edible fern.

palasán: A thick, stout variety of rattan, used for walking-sticks.

pandakaki: A low tree or shrub with small, star-like flowers.

pañuelo: A starched neckerchief folded stiffly over the shoulders, fastened in front and falling in a point behind: the most distinctive portion of the customary dress of the Filipino women.

papaya: The tropical papaw, fruit of the “melon-tree.”

paracmason: Freemason, the bête noire of the Philippine friar.

peseta: A silver coin, in value one-fifth of a peso or thirty-two cuartos.

[11]

peso: A silver coin, either the Spanish peso or the Mexican dollar, about the size of an American dollar and of approximately half its value.

piña: Fine cloth made from pineapple-leaf fibers. Provincial: Head of a religious order in the Philippines.

querida: Paramour, mistress: from the Spanish, “beloved.”

real: One-eighth of a peso, twenty cuartos.

sala: The principal room in the more pretentious Philippine houses.

salabat: An infusion of ginger.

salakot: Wide hat of palm or bamboo and rattan, distinctively Filipino.

sampaguita: The Arabian jasmine: a small, white, very fragrant flower, extensively cultivated, and worn in chaplets and rosaries by the women and girls—the typical Philippine flower.

santol: The Philippine sandal-tree.

sawali: Plaited bamboo wattle.

sinamay: A transparent cloth woven from abaka fibers.

sinigang: Water with vegetables or some acid fruit, in which fish are boiled; “fish soup.”

Susmariosep: A common exclamation: contraction of the Spanish, Jesús, María, y José, the Holy Family.

tabí: The cry of carriage drivers to warn pedestrians.

talibon: A short sword, the “war bolo.”

tapa: Jerked meat.

tápis: A piece of dark cloth or lace, often richly worked or embroidered, worn at the waist somewhat in the fashion of an apron: a distinctive portion of the native women’s attire, especially among the Tagalogs.

tarambulo: A low weed whose leaves and fruit pedicles are covered with short, sharp spines.

teniente-mayor: Senior lieutenant, the senior member of the town council and substitute for the gobernadorcillo.

tikas-tikas: A variety of canna bearing bright red flowers. [12]

tertiary brethren: Members of a lay society affiliated with a regular monastic order, especially the Venerable Tertiary Order of the Franciscans.

timbaín: The “water-cure,” and hence, any kind of torture. The primary meaning is “to draw water from a well,” from timba, pail.

tikbalang: An evil spirit, capable of assuming various forms, but said to appear usually in the shape of a tall black man with disproportionately long legs: the “bogey man” of Tagalog children.

tulisan: Outlaw, bandit. Under the old régime in the Philippines the tulisanes were those who, on account of real or fancied grievances against the authorities, or from fear of punishment for crime, or from an instinctive desire to return to primitive simplicity, foreswore life in the towns “under the bell,” and made their homes in the mountains or other remote places. Gathered in small bands with such arms as they could secure, they sustained themselves by highway robbery and the levying of blackmail from the country folk.

zacate: Native grass used for feeding livestock.

Algunas referencias bibliográficas:

. Francisco Caudet, "Noli me tangere y la Filipinas colonial", en Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), nº 396, junio 1983, págs. 581-599.

. Martín Rodrigo y Alharilla, “La ‘cuestión Rizal’. La memoria del gobernador general Despujol (1892)”, Revista de Indias, 213, 1998, pp. 365-384.

. Ana Cristina Cuadro García, “Entre la utopía y la posibilidad. La sociedad filipina de finales del siglo XIX a través de Noli me tangere de José Rizal”, Temas para la Educación, nº 8, mayo, 2010. Localizable en la red.

. María J. Sánchez, La novela realista al servicio de “la propaganda”: Noli me tangere de J. Rizal y Doña Perfecta de B. Pérez Galdós”, Actas del XXXIX Congreso de AEPE. Localizable en: http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/congreso_39/congreso_39_17.pdf

. Julio Pérez Serrano, “Características de la población de las Islas Filipinas en la segunda mitad del siglo XIX”. Localizable en la red.

. Martín Rodrigo, “Acerca de las relaciones económicas entre Cataluña y Filipinas tras la apertura del Canal de Suez”, Imperios y naciones en el Pacífico / coord. por María Dolores Elizalde Pérez-Grueso, José Maria Fradera Barceló, Luis Alonso Álvarez, Vol. 1, 2001 (La formación de una colonia: Filipinas), págs. 541-561.

[13]

. Joan Garrabou, Presència catalana a les Filipines, Barcelona: Publicacions de la Abadia de Montserrat, 1998.

. Emili Giralt Raventós, La Compañía General de Tabacos de Filipinas, 1881-1981, Barcelona: Compañía General de Tabacos de Filipinas, 1981.

El edificio de la Compañía en Barcelona es hoy (2014) un hotel

Un hecho lingüísticamente relevante (patronómicos)

“La existencia de apellidos filipinos de origen español se debe a un decreto de 1849”, Juan Hernández Hortigüela(de la pág. web de Asociación Cultural Galeón de Manila)

Los apellidos de origen español que ostentan la mayoría de filipinos no pro-ceden en general, del mestizaje hispano-filipino, sino de un decreto del siglo XIX que obligaba a los habitantes de las islas a tener y usar apellido.

Los apellidos de origen español se deben a un decreto del Gobernador de Filipinas, Capitán General D. Narciso Clavería y Zaldúa, del 23 de noviembre de 1849, ratificado por la Corona el 28 de enero de 1850. Este decreto trataba de regularizar los apellidos y nombres patronímicos, del que carecían la mayoría de filipinos, con objeto de confeccionar un patrón estadístico para poder distinguir las familias y sus miembros, y de esta manera, entre otros objetivos, permitiera cobrar impuestos a los habitantes que tuvieran obligación de pagarlos.

Para la realización de este patrón, se facilitó un listado alfabético de 60.662 apellidos diferentes, españoles, que se repartió por todos los pueblos filipinos, para que los padres de familia, o los más ancianos de cada familia escogieran apellidos para sus familiares. El proceso fue muy laborioso, y el Gobernador Clavería no lo llegó a ver finalizado. Se dieron casos curiosos en algunos pueblos en los que las autoridades locales decidieron

[14]

publicar solamente los apellidos que empezaban por una letra concreta; y como consecuencia de ello, anecdóticamente, los apellidos de la mayoría de los habitantes de ese pueblo, comenzaban por la misma letra.

El Gobernador D. Narciso Clavería, nacido en Gerona en el año 1795, excelente militar ("Artillero Distinguido") desempeñó su gobernación de Filipinas con el mayor esmero, buena administración y justicia, así como su inquebrantable fidelidad a la Corona. Además del importante decreto que hemos mencionado, es justo citar también sus exitosas incursiones de pacificación contra la piratería mora establecida en las islas de Joló. De otra parte, se debe a este buen Gobernador la modificación del calendario filipino para adaptarlo al europeo, con el que tenía 1 día de diferencia desde el siglo XVI. Así, se suprimió el día 31 de diciembre de 1844 (se pasó del día 30 de dicho mes al 1 de enero de 1845) al objeto de adecuar el calendario al de la metrópoli.

Debido a su quebrantada salud, motivada por una disentería y complicada por problemas de hígado, tuvo que ser trasladado a España donde pocos meses después falleció, el 26 de junio de 1851, a los 56 años de edad. La Corona le distinguió con el título de Conde de Manila.

El Conde actual es:

José de Roda-Clavería y Cassinello, Conde de Manila

Destacamos la figura de Clavería porque es el responsable, en última instancia, de los apellidos actuales en Filipinas

Miguel Luque Talaván, “Narciso Clavería y Zaldúa: Gobernador y Capitán General de las Islas Filipinas (1844-1849)”, Revista Complutense de Historia de América, 23, [15]

1997, pp. 209-246. El apartado 5 trata del Decreto de cambio de apellidos (1849), Apellidos castellanos para casi todos (pp. 237-242). La investigación de Luque Talaván se localiza en la red: http://revistas.ucm.es/index.php/RCHA/article/viewFile/RCHA9797110209A/28953 Narhttp://revistas.ucm.es/index.php/RCHA/article/viewFile/RIncluimos a continuación tres artículos de Emma Martinell y Rafael Cala Carvajal que publicó El Eco de Sitges. Uno de ellos trata del paso de Rizal por Barcelona, donde fue embarcado, ya prisionero

[16]

José Rizal, Mi último adiós

Poema escrito en la víspera de su ejecución (30.12.1896) Rizal no le puso título; sí lo hizo su amigo Mario Ponce.

Adiós, Patria adorada, región del sol querida,perla del Mar de Oriente, nuestro perdido edén,

a darte voy, alegre, la triste, mustia vida;y fuera más brillante, más fresca, más florida,

también por ti la diera, la diera por tu bien.

En campos de batalla, luchando con delirio,otros te dan sus vidas, sin dudas, sin pesar.El sitio nada importa: ciprés, laurel o lirio,

cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio.La mismo es si lo piden la Patria y el hogar.

Yo muero, cuando veo que el cielo se coloray al fin anuncia el día, tras lóbrego capuz;

si grana necesitas, para teñir tu aurora,¡vierte la sangre mia, derrámala en buen hora,

y dórela un reflejo de su naciente luz!

Mis sueños, cuando apenas muchacho adolescente,mis sueños cuando joven, ya lleno de vigor,

fueron el verte un día, joya del Mar de Oriente,secos los negros ojos, alta la tersa frente,

sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor.

Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo.¡Salud! te grita el alma que pronto va a partir;

¡salud! ¡Ah, que es hermoso caer por darte vuelo,morir por darte vida, morir bajo tu cielo,

y en tu encantada tierra la eternidad dormir!

Si sobre mi sepulcro vieres brotar, un día,entre la espesa yerba, sencilla humilde flor,

acércala a tus labios y besa el alma mía,y sienta yo en mi frente, bajo la tumba fria,de tu ternura el soplo, de tu hálito el calor.

[17]

Deja a la luna verme, con luz tranquila y suave;deja que el alba envíe su resplandor fugaz;

deja gemir al viento, con su murmullo grave;y si desciende y posa sobre mi cruz un ave,

deja que el ave entone su cántico de paz.

Deja que el sol, ardiendo, las lluvias evaporey al cielo tornen puras, con mi clamor en pos;deja que un ser amigo mi fin temprano llore;

y en las serenas tardes, cuando por mí alguien ore,ora también, oh patria, por mi descanso a Dios.

Ora por todos cuantos murieron sin ventura;por cuantos padecieron tormentos sin igual;

por nuestras pobres madres, que gimen su amargura;por huérfanos y viudas, por presos en tortura,

y ora por ti, que veas tu redención final.

Y cuando, en noche oscura, se envuelva el cementerio,Y solos sólo muertos queden velando allí,no turbes su reproso, no turbes el misterio:tal vez acordes oigas de cítara o salterio;

soy yo, querida Patria, yo que te canto a tí.

Y cuando ya mi tumba, de todos olvidada,no tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,

deja que la are el hombre, la esparza con la azada,y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada,

en polvo de tu alfombra que vayan a formar.

Entonces nada importa me pongas en olvido;tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré;

vibrante y limpia nota seré para tu oido:aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido,constante repitiendo la esencia de mi fe.

Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores,querida Filipinas, oye el postrer adiós.

Ahí, te dejo todo: mis padres, mis amores.Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores;

donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.

Adiós, padres y hermanos, trozos del alma mía,amigos de la infancia, en el perdido hogar;dad gracias, que descanso del fatigoso día;

adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría;adiós, queridos seres. Morir es descansar.

[18]

[19]

Leopoldo Zea Aguilar (México, 1912-2004)

Del prólogo a la edición manejada de Noli me tangere

II

¿PARA QUE EL CASTELLANO?

DÉCADAS MÁS TARDE, que no llegan a los cien años de lo escrito por José Rizal, en 1961, Filipinas recordaba a su héroe sacrificado, al autor intelectual de su revolución de independencia. Recordaba el centenario del natalicio de su prócer. Que había nacido en Calamba un 6 de julio de 1861. Martí, su par al otro lado de nuestra América, había nacido pocos años antes, un 28 de enero de 1853. Los festejos del centenario se cerraron con un Congreso en el que intelectuales de diversas partes del mundo hablaron de la polifacética obra del prócer filipino. Escritor, pintor, escultor, hombre que hablaba y escribía en francés, inglés y alemán, así como leía el latín. Pero, ante todo, hombre que hablaba, como lengua propia, el castellano. En castellano había escrito la obra por la cual fue condenado. Libros, cartas, conferencias, discursos y proclamas expresados en español. El español que había aprendido desde su niñez y que con el tagalo formaba su lenguaje. El español, lengua que le era entrañable, propia. La lengua en que se expresó haciendo sus estudios en Madrid, en la España de la cual se sentía hijo y de la cual se sabía parte. En español había escrito la obra con la que denunció las lactas del cerril coloniaje hispano: Noli me tangere, El Filibusterismo y sus anotaciones a los Sucesos de las Islas Filipinas del Dr. Morga.

Habían pasado cien años desde el día en que había nacido José Rizal. Filipinas, al término de la Segunda Guerra en la que había sido devastada por el militarismo japonés; Filipinas, foco de resistencia contra ese militarismo japonés y punto de regreso del ejército estadounidense para expulsar a los nipones del Pacífico, había ahora alcanzado la independencia. El imperio estadounidense consideraba que los filipinos ya estaban suficientemente educados y cristianizados. Pero era una independencia concedida en forma un tanto desairada. Los filipinos se sentían incómodos viendo cómo el derrotado Japón era tratado benignamente por sus vencedores, fortaleciendo su desarrollo y creando las posibilidades del llamado milagro japonés. Lo cual no sucedía con los sufridos aliados filipinos, mantenidos bajo lo que después de la guerra se llamó subdesarrollo.

La República de Filipinas, al fin liberada, ofrecía un gran homenaje al forjador de su liberación. Salvo que el castellano, la lengua que había hecho suya el prócer filipino, era una especie de lengua muerta. Únicamente los más viejos de los filipinos cultivaban la lengua que en nada era ya útil en las Filipinas que alcanzaban su independencia. Entre ellos don Leoncio Rizal, sobrino nieto del héroe, quien con su familia mantenía viva la llama de la lengua del ilustre abuelo. Al igual que Aguinaldo, el guerrillero que en enfrentó a las tropas españolas y se volvió contra las tropas de los Estados Unidos cuando éstas retiraban las banderas de los insurrectos y plantaban la de las barras y las estrellas. En este homenaje a Rizal, Aguinaldo recordaba aún, usando la lengua de Cervantes, las batallas en la selva y pantanos filipinos contra el nuevo invasor.

El español, lengua épica, pero que ya no era comprendida por las nuevas generaciones de filipinos cuya sociedad había sido firmemente insertada en el sistema propio del nuevo colonialismo. Por ello la publicación de la obra de Rizal difícilmente

[20]

llegada a un pueblo que se había visto obligado a cambiar el español por el inglés, manteniendo sólo como algo propio el tagalo, la otra lengua de Rizal. Las Filipinas, colonizadas y cultivadas por España, como habían sido colonizados y cultivados los pueblos de esta nuestra América, eran arrancadas definitivamente de la cultura en la que aún se había formado el creador de su independencia. Lengua de los Bolívar, Morelos, San Martín, O'Higgins, Bello, Lastarria, Sarmiento y Martí era ya lengua extraña para el pueblo de Rizal. Es esta situación, precisamente, la que ha creado la obligación, para quienes hemos conocido la obra del prócer filipino, de recuperar para la literatura y el pensamiento de nuestra América una obra que, por muchos conceptos, forma parte de la misma. Recuperando con ella el espíritu de todo un pueblo, inclusive por encima de las barreras del lenguaje. Acaso, también, como puente entre nuestra América y el resto de los pueblos a los que ahora denominamos Tercer Mundo.

Rizal, al igual que muchos de los libertadores de nuestra América, se empeña en obtener la comprensión de su pueblo por España. Se resistirá a la ruptura con la nación y el pueblo que admira, pese a sus representantes en Filipinas. Por ello el tagalo se resiste a renunciar al castellano que le abría las puertas de comprensión de un mundo y una cultura que considera propios. Es en el castellano, heredado de España, que también fustiga y denuncia a los representantes de un orden que se negaba a aceptar al pueblo filipino. Expresión de esta absurda incomprensión de la Metrópoli lo será la misma condena a muerte del héroe filipino por haber escrito y publicado críticas a un sistema que acabaría por originar la insurrección. No era España, para Rizal, la madrastra que sus representantes en las Islas se empeñaban en mostrar. No era ella la que se oponía a que los filipinos aprendiesen el castellano. Son grupos de intereses, personificados en la guardia civil y el fraile, los que se empeñan en provocar la irritación de un pueblo que, al fin, acabará sublevándose; sólo para caer bajo otro dominio. "Si la madre enseña al hijo su idioma para comprender sus alegrías -dice Rizal-, sus necesidades o dolores, España como madre enseña también su idioma a Filipinas, pese a la oposición de sus miopes y pigmeos que, asegurando el presente, no alcanzan a ver el porvenir, no pesan las consecuencias; nodrizas raquíticas, corrompidas y corruptoras, que tienden a apagar todo sentimiento legítimo que, pervirtiendo el corazón de los pueblos, siembre en ellos los gérmenes de las discordias para que se recoja más tarde el fruto, el anapelo, la muerte de las generaciones futuras". Tales palabras dice Rizal en la propia España, en Madrid, en el homenaje ofrecido a dos pintores filipinos que triunfan en la Madre Patria. Quiere hacerse oír, negar la falsa y sumisa felicidad en que se suponía vivían los filipinos. Este discurso, pronunciado el 25 de junio de 1884, será el inicio de las denuncias que iba a hacer queriendo evitar la ruptura que sabía un buen día iba a ocurrir.

Pero Rizal, con estas palabras, y lo que sería su obra posterior, especialmente el Noli me tangere, preparaba también la firma de su sentencia de muerte. "España está allí, allí donde deja sentir su influencia bienhechora -agrega Rizal-, y aunque desapareciese su bandera, quedaría su recuerdo, eterno, imperecedero. ¿Qué hace un pedazo de tela roja y amarilla, qué hacen los fusiles y los cañones, allí donde no hay fusión de ideas, unidad de principios, concordancia de opiniones"...? Dos razas, dos pueblos, pero una sola nación es lo que busca Rizal con sus denuncias. "...Dos razas que se aman y se quieren, unidas, moral, social y políticamente, en el espacio de cuatro siglos, para que formen en lo futuro una sola nación en el espíritu, en su deberes, en sus miras y privilegios". "...Dos pueblos que en vano separan los mares en el espacio, dos pueblos en los cuales no germinan las simientes de desunión que ciegamente siembran los hombres y su despotismo"1.1    ?José Rizal, "Discurso en el banquete dado en honor de [21]

Rizal escribe, igualmente en Madrid, que para qué quiere un filipino el castellano. ¿Para qué puede servirle el idioma de hombres que lo desprecian y lo explotan?, se pregunta. ¿Para qué aprender un lengua que habla de libertad y de dignidad si la una y la otra son vistas como extrañas al pueblo filipino? "¿Para qué necesitamos saber castellano -dice-, si tenemos nuestra rica lengua tagala, la visaya, la ilocana, etc.? ¿Para qué necesitaremos el castellano? ¿Para saber hermosos cuentos y teorías de libertad, progreso y justicia y quedarnos después con las ganas? ¿Para entender las leyes, saber nuestros derechos y encontrarnos después en la práctica con otras leyes y otras cosas bien diferentes? ¿Para qué nos servirá saber el castellano? Con Dios nos entendemos en todos los idiomas". "¿Para comprender los insultos y juramentos de los guardias civiles? Para eso no hay necesidad de saber el español: basta saber comprender el lenguaje de los culatazos, y tener el cuerpo un poco sensible. Y de qué nos servirá, si está prohibido contestar",2. Si los frailes se oponen a la enseñanza del castellano entre los indígenas, mejor para los indígenas, dice Rizal. Mejor porque no sentirán la humillación, no se sabrán distintos de los hombres que reclaman para sí dignidades que se niegan a reconocer en otros hombres. La protesta de Rizal se asemeja a las muchas protestas que ha hecho, antes que él, otros hombres en la América que ha sufrido también el despotismo imperial. Protestas también semejantes a las que todavía se escuchan, a lo largo del llamado Tercer Mundo, contra naciones que han enarbolado las banderas de la dignidad del hombre y de la autodeterminación de los pueblos. Pero que también niegan su reclamo a otros pueblos, a los pueblos que sólo son vistos como instrumentos de sus intereses.

los pintores filipinos Luna e Hidalgo”, pronunciado en Madrid el 25 de junio de 1884.

2    ?José Rizal, "Pensamiento de un filipino"[22]

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