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Mérida Semana Santa 2013

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Publicación Oficial de Semana Santa de Mérida 2013

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Queridos cofrades, miembros de Hermandades, familiares y amigos vuestros:

Al escribiros estas líneas, como todos los años, no puedo alejar mi pensamien-to de los acontecimientos que vive la Iglesia universal y de los problemas que aquejan al mundo global en que nos encontramos.

Respecto de lo que concierne a la Iglesia universal es muy importante recor-dar que el Papa Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe. Nos explica su finalidad diciéndonos, primero, que es un tiempo muy oportuno para purificar y fortalecer la propia fe en Jesucristo nuestro Señor y en su obra de salvación. En segundo lugar que este es un tiempo en que debemos trabajar apostólicamente para que la fe en el salvador del mundo llegue a los que nos rodean y que todavía no le conocen, o que tienen de Él una idea equivocada.

Estas dedicaciones, principales en el Año de la Fe, han de ser, también, preocu-pación y ocupación nuestra a lo largo de la vida entera. Es el Señor mismo quien nos lo ha mandado diciéndonos: “Id al mundo y predicad el Evangelio” (Mt. 28, 19). Y no ha puesto límite de tiempo.

Es lógico pensar que difícilmente puede cumplir este mandato quien no ha de-sarrollado su fe, quien tiene una fe débil, o quien la tiene mal orientada. Sabe-mos, además, que nosotros mismos necesitamos profundizar cada día en la fe cristiana para vivir más intensa y acertadamente nuestra existencia terrena. No podemos conformarnos con el nombre de cristianos. Debemos llegar a ser verdaderos testigos de Jesucristo. De lo contrario no llegaremos a entender los mandamientos y la autoridad de Jesucristo cuando nos enseña el camino que él ha trazado para que le sigamos.

El Evangelio es la manifestación de Dios en Jesucristo, su Hijo Unigénito he-cho hombre para redimirnos del pecado y enseñarnos el camino de la vida que nos abre a la esperanza. Cuando recibimos el mandato de hacer discípulos de Jesucristo predicando el Evangelio no se nos pide simplemente una buena ac-ción que nos ayude a crecer en santidad por la obediencia al Señor que nos lo manda. La predicación del Evangelio es una acción que va más allá de nosotros mismos porque repercute en nuestro prójimo abriendo sus horizontes de vida y de esperanza. Predicar el Evangelio es una auténtica obra de caridad; más todavía, es la mayor y mejor obra de caridad que podemos hacer a nuestros semejantes.

La predicación del Evangelio ayuda a las personas a conocer a Dios, a tener experiencia del amor infinito que nos tiene, y a entendernos a nosotros mismos. Jesucristo, hombre verdadero además de Hijo de Dios, es nuestro modelo y la expresión más rica de nuestra identidad humana. Sólo conociendo a Dios y uniéndonos a Jesucristo podemos llegar a descubrir el sentido último de las cosas y de cuanto nos acontece. Para entender esto bastaría con leer el santo Evangelio. A ello os invito encarecidamente en este Año de la Fe.

El hombre que vive sumergido en la cultura dominante, aunque en muchos ca-sos parezca tener fuerza para encontrar la libertad y la felicidad al margen de Dios, le necesita más que nunca. Son abundantes y muy grandes los problemas que nos ha tocado vivir, y grande la pluralidad de opiniones y de campañas de mentalización ideológica que nos asedian constantemente. Por ello resulta har-

Un año muy especialto difícil que cada uno se sienta sufi-cientemente libre y capaz para orien-tar su propia vida, la de su familia y la de quienes dependan de él en cada momento. Son muchos los que viven esclavos de los apetitos, de las cosas que hacen pensar engañosamente en la felicidad. Se suceden las experien-cias deseadas que, sin embargo, no logran sacar al hombre del patio ce-rrado que es uno mismo.

Es necesario que los cristianos to-memos conciencia de que venimos de Dios y a Dios vamos; de que sólo en Dios podemos encontrar el senti-do de la vida y de la muerte, de lo que nos ocurre y de lo que hacemos, del presente y del futuro. Sólo unidos a Él podemos hallar la paz interior en me-dio del dolor, del éxito y de la turba-ción. Sólo en Él seremos capaces de encontrar motivos de esperanza y la posibilidad de una vida eterna y feliz.

Respecto de los problemas que aque-jan al mundo, especialmente en estos años, los Obispos hemos hablado re-petidas veces y no queda espacio en este artículo para abundar en ello. Baste decir que son tantos y tan va-riados los factores que motivan y en-tretienen la crisis actual que resulta imprescindible pensar, no solo en lo errores humanos que los han causa-do sino también en la falta de criterios inspirados en las realidades trascen-dentes. En hombre de espaldas a Dios y abandonado a sí mismo se deshu-maniza. Y esta deshumanización pro-voca muchísimos de los males cuyas derivaciones nos aquejan.

Los preparativos para la celebración de los actos principales de cada Co-fradía y Hermandad han de llevar unidos los esfuerzos por purificar y afianzar nuestra fe, y por darla a co-nocer a quienes nos rodean.

Santiago García Aracil Arzobispo de Mérida-Badajoz

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Saluda del Arzobispo 3, Saluda del Vicario Episcopal 5, Saluda del Alcalde 6, Saluda del

Delegado Episcopal 7, Saluda del Arcipreste de Mérida 8, Saluda del Presidente de la Jun-

ta de Cofradías 9, Artículos, Piedad y religiosidad popular 10, Un Viernes Santo en Mérida, según Pierre Léonce, viajero fran-

cés de la segunda mitad del S. XIX. 14, El Cristo de la Fe 17, El crismón en la Mérida tardorromana: Un símbolo cristiano sobre

soportes varios 18, La nueva evangelización 19, El año de la fe y las cofradías 20, La Importancia de los Grupos Jóvenes 22,

Historia de la Semana Santa 23, La Pasión de Cristo, oculta en los cuadros de Luis Morales 25, Domingo de Resurrección del

Señor 28, María de Nazaret, mujer creyente 30, Vivir la fe: Adhesión a Cristo 31, IX Las Flores 32, Gracias, muchas gracias,

hermanos cofrades de Mérida 33, Madre del mayor dolor y amor 34, Paz y bien 35, Andas de Nuestro Nazareno 36, El com-

promiso 36, Vivencias de Semana Santa 37, La espiritualidad del Padre Cristobal 37, La historia jamás contada 38, El último

recorrido 38, Brillante jornada de convivencia y unidad 39, Cumpliendo con nuestro compromiso solidario 40, La antigua car-

nicería de la calle El Puente 41, Cofradías, Cofradía del Calvario 43, Cofradía del Nazareno 44, Cofradía Ferroviaria 45,

Cofradía Infantil 46, Cofradía del Prendimiento 47, Cofradía de la Vera Cruz 48, Cofradía de las Tres Caídas 49, Cofradía de

las Lágrimas 50, Cofradía de la Cena 51, Pregones, Pregón de Semana Santa 2012 52, Pregón del Costalero 2012 56

Sumario

• Edita: Junta de Cofradías de Mérida.• Portada: Estación de Penitencia de la Cofradía del Santísimo

Cristo de las Tres Caidas. Autor: Brígido Fernández.• Coordinación: Mario Hernández Maquirriaín.• Fotografías: J. M. Romero, Manuel Molina Bolaños,

Mario Hernández Maquirriaín y Archivo Junta de Cofradías, Brígido Fernández. D.L.: BA-137_2013

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“Ahora es el tiempo favorable”, nos dice el apóstol Pablo. El camino cuaresmal hacia la Pascua es el tiempo oportuno: Tiempo de cambio. Tiempo de conversión. Tiempo de perdón. Tiempo de misericordia. Tiempo de fe. Tiempo de esperanza. Tiempo de solidaridad. Tiempo de cari-dad. Tiempo de justicia. Tiempo de amor. Tiempo de Dios.

Se acercan los días santos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Los días en que los templos y las calles de nuestros pueblos y ciudades se llenan de pasos penitenciales de Cristo y María Santísima, que gritan a coro la fe del Pueblo de Dios: “Creo en un solo Señor Jesucristo”.

Creemos en Jesús de Nazaret, el Cristo, el hombre que pasó haciendo el bien y murió en una cruz por amor a la humanidad. Aquél a quien Dios Padre ha constituido Señor y Mesías.

Él es la razón de nuestra fe. Él es el motivo de nuestra esperanza. Él es el Dios que se hace humano y nos invita a la fraternidad. El mismo Dios a quien veneramos bajo un sinfín de advo-caciones, y que “por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día”.

En el Año de la Fe somos invitados de un modo especial a volver la mirada a Jesucristo y a con-fesar nuestra fe con la vida y con la palabra. Hemos sido engendrados para la Vida en la cima del Calvario. Hemos sido comprados a precio de la sangre de Cristo, que nos ha salvado. Y esa sangre, derramada por nosotros, nos une y nos lanza a confesar que el Hijo de Santa María de Nazaret, la Virgen Madre, es nuestro único Señor; que sólo ante Él inclinamos nuestra rodilla.

En Él confiamos, en Él esperamos y ante Él ponemos nuestras vidas en estos días de crisis. Porque sabemos que sólo Él es digno de fe y que solamente en Él tendrán salida nuestros problemas y desesperanzas. Porque tenemos la certeza de que viviendo como vivió y murió Jesús de Nazaret, el Cristo, podremos encontrar solución a nuestros problemas. Porque so-mos conscientes de que viviendo como Él quiere, desde el amor, desde la caridad, desde la solidaridad y la justicia, así, y sólo así, abriremos nuevos caminos de esperanza y de futuro.

Porque sabemos que creer en Jesucristo nos compromete a ser solidarios con el ser humano, a ser justos, a ser hombres y mujeres de corazón abierto… en este Año de la fe volvamos de nuevo a Jesucristo y convirtamos nuestras Estaciones de Penitencia en una confesión de fe y en una manifestación pública de una existencia coherente con la fe que profesamos.

Porque “ahora es el tiempo favorable”… hagamos de nuestras vidas un canto a la misericordia del Dios que nos ama y nos salva en Jesucristo y nos invita a compartir el dolor de los crucifi-cados, a la espera de la Resurrección.

Que nuestro mejor reclamo para quienes se acercan hasta nosotros sea una fe comprometida en luchar codo a codo con todas las personas de buena voluntad para devolver la esperanza a quienes la perdieron.

¡Feliz Camino Cuaresmal! ¡Feliz Pascua de Resurrección

Creo en un solo Señor, Jesucristo

Francisco Manuel Sayago BrazoVicario Episcopal de Mérida y Tierra de Barros

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Los monumentos milenarios de Mérida vuelven a ser privilegiados testigos de las escenas de la Pasión, que las Hermandades y Cofradías emeritenses ac-tualizan cada Semana Santa; un acontecimiento que forma parte de nuestro patrimonio religioso, espiritual y cultural. Esa perfecta unión de Hermandades y Patrimonio histórico-artístico de la ciudad es lo que caracteriza a nuestra se-mana de Pasión.

Es emocionante contemplar cómo las cofradías procesionan por el Puente Ro-mano, junto al Templo de Diana o bajo el Arco de Trajano, que se convierten por una semana en escenarios singulares; o contemplar al Cristo de la O entre antorchas que le guían hasta el Anfiteatro, donde tiene lugar un acto único en el mundo, un Vía Crucis que presencian miles de personas en un absoluto silencio que sobrecoge.

Por eso también, la Semana Santa es la seña de identidad de Mérida junto con la Mártir Santa Eulalia, una fiesta que se ha ido regenerando en los últimos años, debido sobre todo al gran trabajo de la Junta de Cofradías, y de las nuevas Hermandades y Cofradías de la ciudad, que han ido surgiendo desde distin-tos barrios como San Juan, Nueva Ciudad o República Argentina. Esa perfecta unión de Hermandades

Y de ahí que la Semana Santa de Mérida sea Fiesta de Interés Turístico Nacio-nal, y aspire a serlo de carácter Internacional lo antes posible. Para eso traba-jamos de forma conjunta la Junta de Cofradías y el Ayuntamiento, que siempre ha dado una importancia significativa a la misma. Así lo ha demostrado con el nombramiento de un delegado municipal de la Semana Santa, con la cesión del local de la antigua Carnicería de la calle El Puente a la Junta de Cofradías, brin-dando recursos como la Imprenta municipal, o con la llamada que ha hecho al mundo empresarial y hostelero para que colaboren en una celebración religiosa pero que trae también consigo beneficios para la ciudad desde el punto de vista turístico, cultural y económico.

Pero la semana Santa es religiosidad sobre todas las cosas y, en tiempos com-plicados, las Cofradías han dado ejemplo de ayuda a los paisanos, recogiendo toneladas de alimentos y repartiéndolas a los necesitados. Ese, sin duda, debe ser el principal mensaje, que entre todos hagamos un mundo más justo.

Pedro Acedo PencoAlcalde de Mérida

Saluda del Alcalde

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Tú y yo hemos sido bautizados con un bautismo de agua y fuego, el bautismo de Jesús, superior al de Juan. Desde aquel día también nosotros somos hijos de Dios. Es la dignidad más grande, el honor más inesperado, que ser alguno puede recibir. El evangelio de Juan nos dice: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos, lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros”.

Necesitamos asimilar e interiorizar esta verdad tan grande: Dios nos quiere tanto que nos ha hecho sus hijos en el Hijo. Este descubrimiento debe llevarnos a vivir coherentemente y con gratitud nuestra filiación divina. Con nuestras pro-pias vidas debemos testimoniar el regalo recibido. Nuestras vidas, nuestro es-tilo cristiano de vivir, no pueden sino testimoniar de que “somos hijos de Dios”.

Por el Bautismo fuimos consagrados al Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta consagración o dedicación al Dios Trinidad no es temporal, sino para toda la vida, por esa razón el Bautismo no se puede repetir, ni la Confirmación, ni el Sacramento del Orden.

El Bautismo es algo muy serio, no debemos llevar a nadie al mismo, si no es-tamos dispuestos a educar y acompañar espiritualmente al que pretendemos bautizar. Demasiados “bautizados” viven como si no fuesen cristianos, y me temo que esta incoherencia se da también en nuestras filas cofrades, y eso que el ser cofrades debe añadir un plus al sustantivo cristiano.

En este año en que la Imagen Santísima de la Soledad, Patrona de la ciudad de Badajoz, va a ser coronada canónicamente, le pido por todas la Hermandades, Cofradías y Agrupaciones parroquiales de nuestra Archidiócesis de Mérida-Ba-dajoz, que nos alcance la gracia de vivir como hijos de Dios.

Pedro María Rodríguez GallegoDelegado Episcopal para las Hermandades y Cofradías

Hijos de DiosCada año me asomo a vuestra Re-vista, para animaros en la ardua y encomiable tarea que la Iglesia os ha encomendado en su parcela llamada Cofradía o Hermandad. Siempre os animo para que vuestras vidas como cofrades y hermanos, sean coheren-tes con ese título. En este año santo de la Fe mi insistencia es mayor, ya que cada vez me convenzo más de la necesidad que tenemos los cristianos de vivir nuestra condición de seguido-res de Jesús como verdadera pasión. Son muchas las razones que tenemos para vivir nuestra fe con auténtica ilu-sión, y hoy quiero fijarme en nuestra condición de hijos de Dios.

Hay quien alardea de una fe gigante en las imágenes de sus titulares, y dedi-can gran parte de su tiempo y su dine-ro en las mismas, sabiendo que sólo son, aunque muy queridas y venera-das, imágenes. En ellas manifiesta su devoción y cariño a quienes dichas imágenes representan. No olvidemos que la fe no es sólo sentimientos, sino seguimiento coherente en el estilo de vida que nuestros Titulares nos pro-ponen, y que la Santísima Virgen nos indicó en las Bodas de Caná de Gali-lea: “Haced lo que Él os diga.”

Os invito a visitar el río Jordán allá por los años treinta de nuestra Era Cris-tiana. Un hombre, con fama de profe-ta, vestido de pelos da camellos y ce-ñido con un cinturón de cuero estaba bautizando. De toda Judea acudían a él. Era un bautismo de penitencia; y allí también, entre aquella multitud, acudió el que no tiene pecado y vino “quitar el pecado del mundo”, Jesús de Nazaret. Al salir Jesús del agua, se abre el cielo, y bajó el Espíritu Santo en forma de paloma sobre Él, y vino del cielo una voz: “Este es mi Hijo, mi Predilecto”.

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Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato: Padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día…”Nunca se ha expresado tan claramente la sensibilidad a los problemas del hombre que se advierte en los pensadores recientes como en los documentos de la Iglesia a lo largo de las últimas décadas, especialmente en la constitución pastoral del Vaticano II sobre la situación de la Iglesia en el mundo contemporáneo “Gaudium et spes”

La exposición inicial de la constitución es una descripción del estado actual de la hu-manidad: El hecho brutal es que el hombre ha dado pasos gigantes hacia el progreso. En virtud de ello la imagen del mundo se ha visto trastornada y el primero en sufrir los contragolpes de este cambio acelerado ha sido el mismo hombre.

Y describe las antítesis de los principales cambios, con su contrapartida: crecimiento prodigioso de las riquezas y de la economía por un lado, hambre y miseria de una gran parte de la humanidad por otro; sentimiento fuerte de libertad y de autonomía, junto con la presencia múltiple de esclavitud social y psíquica; conciencia de la solidaridad universal, y por otra parte rupturas sociales, raciales, políticas, ideológicas y guerras…

Ante un cambio tan rápido y profundo, ¿qué pasa con el hombre? El hombre se ve dividido entre la esperanza y la angustia. ¿A qué tantos esfuerzos terrenos? ¿Para qué la técnica? ¿Para qué el progreso?

La conclusión de este análisis de los cambios sociales, psicológicos, políticos, econó-micos, morales y religiosos de la humanidad sirven para la reflexión a todo el resto del documento: “Ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que consideran con nueva penetración las cuestiones más fun-damentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?” (n. 10).

El número 18 prolonga la reflexión sobre un problema particularmente dramático: el de la muerte. “El máximo enigma de la vida humana es la muerte”. En efecto, la muerte es la angustia inscrita en el horizonte del hombre de hoy.

Por razones históricas, por razones culturales, por razones filosóficas y por una razón eterna, a saber: la angustia animal, humana y espiritual ante la muerte, el hombre -grandeza y miseria a la vez- se debate ante la muerte como ante un enigma insoluble e insoportable: “Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte” .

De este modo el hombre se siente hecho a la vez para morir y para no morir, dentro de una existencia abocada a la disolución.

El eje nuclear de la fe cristiana sobre el sentido de la muerte humana está centrado en el misterio de Jesucristo, muerto y resucitado.

Ante este abismo que se presenta al hombre en el misterio de la muerte sólo puede responder otro abismo: el del misterio cristiano.

Dios no ha hecho al hombre para la muerte, sino para la resurrección; así se afirma y se supera al mismo tiempo la muerte. La muerte es un paso que abre a la “comunión eterna” con Dios. Cristo fue el primero que atravesó la muerte para librarnos de ella.

La muerte cristiana es el acto en el cual acaba de madurar la existencia humana, to-mando su sentido definitivo. La muerte es la posibilidad de una “comunión en Cristo” con todos los que han muerto con él y en él. De este modo, donde el hombre no puede ya decir nada, la fe en aquel que es la resurrección y la vida nos enseña que el hombre

“Gaudium et spes”:

es arrastrado, más allá de la muerte, ha-cia la vida eterna (n. 18).

Después de hablar de los que rechazan esa relación íntima y vital del hombre con Dios (ateísmo), la Gaudium et spes, pre-senta a Cristo, al “hombre nuevo”, como la verdadera respuesta al misterio del hombre. La frase esencial es la primera: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo en-carnado”.

Cristo aparece como la clave del enigma humano, el que descubre su sentido, ya que es el hombre nuevo, el nuevo Adán de la nueva creación y del nuevo estatuto de la humanidad.

En los párrafos siguientes se presenta a Cristo como aquel que restauró en el hombre la semejanza con Dios, alterada por el pecado, como “el redentor que, por su sangre libremente derramada, nos mereció la vida”, de forma que cada uno puede decir: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”, como la salvación de los cristianos, renovados interiormente y conformados con Cristo por el don del Espíritu y como la salvación de todos los hombres de buena voluntad, asociados también al misterio pascual.

El capítulo termina así: “Éste es el gran misterio del hombre que la revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cris-to y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del evan-gelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hi-jos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba! ¡Padre!”(n. 22).

Es el misterio de Cristo el que fi-nalmente revela el misterio del hombre al hombre. Su verdad es que él es hijo y está llamado a entrar en la vida trinitaria, en la vida de Dios.

Jorge Sánchez Muriel Arcipreste de Mérida

El misterio del hombre y el misterio de Cristo Muerto y Resucitado

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Estamos en tiempos de aniversarioEstimados Cofrades.

Estamos en tiempos de aniversario, en especial el de aquel vendaval de aire fres-co que supuso para la Iglesia el Concilio Vaticano II, y nos viene a la memoria aquella llamada de la Iglesia, a través de la Constitución Lumen Gentium: “Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos. Así, todo laico en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instrumento de la misión que la misma Iglesia en la medida del don de Cristo”.

Grave compromiso. Somos cristianos y cofrades, y en la mayoría de nuestros estatutos se recoge nuestra responsabilidad en promover el culto divino, nuestro itinerario de perfección, y el amor fraterno. Cierto es que cada Cofradía es hija de su tiempo, y que la respuesta en lo accidental, no en lo esencial, ha sido dis-tinta, y que por mor de los tiempos y del estado de bienestar, se ha minimizado esta última faceta, centrándonos más en el ornato y la puesta en la calle de la catequesis que conmemora los misterios de la Pasión Muerte y Resurrección de Cristo, además de incidir en los últimos tiempos en la formación, aunque aún de manera insuficiente, para dar respuesta a las nuevas exigencias de una sociedad más racionalizada.

Pero he aquí que nuestra sociedad ha sufrido un duro golpe que ha convulsionado todos nuestros cimientos, y muchos ciudadanos están volviendo los ojos hacia la única institución que atiende a todos por igual, sin preguntar credo o religión: nuestra Iglesia, su Iglesia. En este sentido hemos podido comprobar con gran sa-tisfacción como nuestros Cofrades emeritenses han acompasado su respuesta al signo de los tiempos, implicándose cada vez más con sus Cáritas, raciona-lizando sus gastos e implicándose de manera decisiva en la labor asistencial, como marcaban nuestros primitivos estatutos: el Amor Fraterno.

Hace muy pocos días, su Santidad Benedicto XVI, en la audiencia concedida a la Soberana y Militar Orden de Malta, mundialmente conocida por sus programas sociales, exponía: “Vuestra preciosa obra benéfica…no es simple filantropía sino la expresión eficaz y el testimonio vivo del amor evangélico”.

Estas palabras tienen hoy un especial significado, ya que celebramos el Año de la Fe, esa fe en cuya conservación y acrecentamiento debemos tener una especial implicación los cofrades, ya que es nuestra especial responsabilidad, también a través de la veneración a nuestras imágenes, la de mantener, acrecentar y restaurar la fe de los vacilantes, mediante nuestras palabras y hechos, y no per-mitir, como decía Isaías, que se apague la mecha humeante, ese a veces tenue hilo conductor, que mantiene a los hermanos más alejados con el mensaje del Salvador

Así, siguiendo en magisterio de su Santidad, debemos y podemos, actuar en el mundo: “por las vías maestras indicadas por el Evangelio: la fe y la caridad, para reavivar la esperanza”.

Todo un programa para tiempos de crisis.

Agustín Velázquez JiménezPresidente de la Junta de Cofradías

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“Que cada hermano tenga una ca-misa como alba hasta los pies, que tenga su capilla, para que vayan cu-biertos y no se les conozca, abierta por detrás, para la disciplina del Jueves después de la Zena (Jueves Santo), con su disciplina. Y que los cofrades de la dicha vayan de cuer-po y los pies descalzos, alumbrando a los disciplinantes. Y las mujeres cofrades vayan con sus velas a libra de cera”.1

La riqueza con que Iglesia vive en sus di-ferentes momentos y tiempos litúrgicos es indudablemente una auténtica invita-ción a que los cristianos podamos apro-vechar lo que de ella se dimana para cre-cer y profundizar en nuestra fe tanto individual como colectiva. Por ello al lle-gar este año la invitación para escribir en “vuestra” Revista de la Semana Santa en Mérida, en estos momentos tan intere-santes por los que la Iglesia pasa, he querido aprovechar la oportunidad de in-vitarles a que miren y vean en las Cofra-días, lo que desde su lenguaje histórico es capaz de aportar y especialmente du-rante los que llamamos en el tiempo his-tórico la Edad Moderna extremeña es de-cir, el periodo que abarca desde el siglo XVI al XVIII y de manera especial, en un tipo de cofradía que hoy se asume con las cofradías y hermandades que realizan sus actos públicos en los días fuertes de la Semana Santa, las llamadas Cofradía de Penitencia.

1 A.D.C. Libro de Reglas y Ordenanzas de la Cofradía de la Vera-Cruz (Acehuche) 1536. Número 26. Tomado de Iglesias Aunión, P. en “Memoria Ecclesiae”. Separata XXXIV. Oviedo, 2010.

en el fenómeno de la pública disciplina durante los tiempos modernos. Extemadura: siglos XVI-XVIII

Piedad y religiosidad popularLa Historia de todo ello, ha dado lugar a interesantes estudios sobre la Mérida cofrade donde podemos conocer este fe-nómeno de la pública disciplina en cofra-días como la Vera-Cruz o de la Sangre ya existente en el siglo XVI; antes de ella, las referencias históricas2 sobre el Santísi-mo Cristo de la O venerado en la Conca-tedral desde 1480 y que presidió multitud de procesiones con disciplinantes con motivaciones para incentivar la piedad popular; las ya estudiadas igualmente en el siglo XVII en la iglesia de Santa Eulalia con otra Cofradía de la Sangre advocada bajo el nombre de Santísimo Cristo de los Remedios (hay otras interesantes refe-rencias como en 1659 el Descendimiento o la Cofradía del Calvario con referencias históricas en 1667) para adentrarnos en el siglo XVIII con la Cofradía del Santísi-mo Cristo de la Injurias y en 1762 la co-fradía de clérigos del Cristo de la O.

Las cofradías penitencialesen el concepto de “tiempo moderno extremeño”Indudablemente un espacio de divulga-ción y opinión como la presente revista emeritense es buen lugar para poder acercarnos desde el mirador del tiempo al ayer cofrade siendo para ello extensivo en el espacio geográfico pero dentro de la realidad de Extremadura. Comprender y analizar el fenómeno de las cofradías como vehículo de expresión de la religio-sidad y la piedad popular desde la menta-lidad del hombre moderno extremeño empieza por ser una realidad gracias al aporte documental que la Iglesia nos conserva en sus archivos diocesanos.

Las cofradías de penitencia que a lo largo de los años he podido es-tudiar para el caso extre-meño tienen

un origen y un sentido que responde a la misma idea de cofradía que abarca desde lo más popular a las altas instituciones jerarquizadas de la Iglesia en la Edad Moderna (recordemos entre los años

2 Como no aconsejar al lector interesado los estudios que han realizado en torno a la historia de las cofradías emeritenses José Luís Mosquera, Ángel de las Heras García de Vinuesa, Navarros del Castillo y Francisco Tejada Vizuete.

1456 a 1808 aunque se generaliza aco-tando entre los siglos XVI al XVIII).

Cuando se estudian las disposiciones eclesiales durante estos momentos en los que nos podemos olvidar hay un eje central que es el Concilio de Trento (1545-1563), el deseo es claramente el de educar en la fe al pueblo para que aprenda a vivir esos momentos trascendentales en la vida de Cristo como son su Pasión y Muerte (excluimos la Resurrección por-que hablamos de cofradías de penitencia pública) y donde generalmente no existía por parte del clero una aliento a las prác-ticas que en sus libros de regla se descri-ben.

El acto público de la disciplina: un acontecer en la historia de las mentalidadesPero, ¿sabemos cómo era en Extremadura esa práctica de la pública penitencia? En primer lugar hemos de señalar que las conocidas en la historia como cofradías de sangre regulaban una tipificación cla-ra en cuantos a los hermanos, los cuales podían ser: mayordomo-alcaldes; hermanos de sangre que eran los que auténticamen-te se disciplinaban es decir, se aplican un autocastigo que consistía generalmente en la flagelación: “…que ningún hermano se discipline ni pueda vestirse en la proce-sión hasta los diez y siete años…”3 Estos hermanos a diferencia del resto pagaba una cantidad que oscilaba entre medio real y media libra de cera y debían ser aceptados como tales hermanos de sangre por el resto de los hermanos cofrades en su totalidad. Debían ir confesados y co-mulgados para esta práctica: “Y que todos los hermanos vayan confesados y comulga-dos a la dicha procesión pena de una libre de zera…”4

Junto a ellos, estas cofradía de penitencia recogían también a los hermanos de luz o de vela; hermanos de espalda o portadores; hermanos de ronda (encargados de auxiliar a los hermanos que se disciplinaban); hermanos de asiento. Con unas reglas muy bien estructuradas y fundamentales se detalla el momento de la mencionada disciplina y hemos querido tomar ejem-

3 A.D.C. Libro de Reglas y Ordenanzas, 1521-1679. Número 21. En Iglesias Aunión, P. de “Memoria Ecclesiae”. Separata XXXIV. Oviedo, 2010.4 Ibíd. Nota 3.

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plo de algunas cofradías donde todos sus miembros lo hacían:

“En la noche del Jueves Santo, con discipli-nantes y una cruz, todos los hermanos cofra-des han de disciplinarse estando sin pecado. E aquellos que no se disciplinasen, lo harán después de la procesión. Aquellos cofrades que fuesen a la procesión y realizaran alguna otra actividad, serán penados con una libra de cera”5

Actos de penitencia que obviamente hemos de comprenderlo en el mismo acontecer histórico y que como actos de carácter pú-blico y festivo marcaron a las denominadas cofradías durante la Extremadura de la Edad Moderna (que es lo que se pretende con esta pequeña reflexión) y que nos conducen a la misma definición y entendimiento de lo que era una cofradía de pasión, penitencia o san-gre y en un momento de mentalidad colecti-va donde era aceptada (no así por la Iglesia que no veía con buenos ojos estos actos) y para ese momento dentro del Tiempo Litúr-gico que es la Semana Santa.

5 Dicha descripción aparecen en varios Libros de Regla de cofradías extremeñas de diversas localidades. Obra: Historia de la Comarcar de Lácara. Del Medioevo a los Tiempos Modernos. Tomo I. Diputación Provincial de Badajoz. 1ª Edición 2000. Autor: Pablo Iglesias Aunión.

Es cierto que no todas las cofradías que entran en la tipología de penitencia reco-gían entre sus reglas y como actos públi-cos la disciplina y/o flagelación. Lo cierto es que este acto conlleva entenderla como algo realmente que guarda elementos simbólicos que pertenecen a un mundo o universo totalmente sacralizado y secu-larizado imposible obviamente de aplicar hoy en día. Cuando hablamos de hermanos disciplinantes jamás lo hacemos –quiero

dejar este aspecto muy claro y así lo he podido estudiar en la documentación his-tórica manejada- sobre clérigos o sacer-dotes sino siempre en “hombres del pueblo” del estamento generalmente llano aspec-to que a los historiadores e investigadores nos llama siempre la atención en el deseo de encontrar una simbiosis entre discipli-na e inculturación. Que en las cofradías de disciplina predominan las advocaciones de la Vera-Cruz y que allí donde existía una cofradía bajo este nombre en cual-quiera de los siglos de la Edad Moderna es muy probable que se diera este fenómeno.

Las llamadas cofradías de sangre son expresiones propias de una cultura, de un medio y de unos hombres que se ritualizaban bajo unos patrones –insis-

to- sacralizados: la disciplina o el dis-ciplinante que realiza tales actos está plenamente convencido de que lo que hace es una forma de dar gracias a Dios, de expresar su sentido de pertenencia a la Iglesia y al pueblo cristiano imitan-do determinados aspectos de lo que le ocurrió a Cristo durante su Pasión. Que la implicación de la Iglesia no iba más allá de proporcionar al hermano disci-plinante unos medios sacramentales (confesión, comunión, Eucaristía en ge-neral) pero que jamás alentaba a tales comportamientos. He podido estudiar sermones o pláticas cuaresmales don-de se enciende el ánimo del hermano cofradeante el paralelismo de lo que se iba a hacer y la pasión de Cristo pero sin una clara alusión y ánimo a ello aunque indudablemente abre el debate sobre el grado de implicación del clero en todo este proceso (aspectos para un estudio mucho más profundo y en otro marco).

Lo cierto es que se pone en relación al hombre con sus semejantes ya que lo que queda claro es que no nos encontramos ante un hecho individual sino que hay que entender la práctica de la disciplina igual que debemos entender a las mismas co-fradías en general es decir, como algo público producto de un fenómeno propio de la mentalidad medieval-gremial/mo-derna-tridentina. Una vez más nuestras cofradías se nos presentan como una forma de entender el “qué” en cuanto a los medios de conductas utilizados por el hombre moderno extremeño en materia de religiosidad y por tal, este fenómeno de la disciplina encaja dentro de lo que las mismas cofradías nos aportan para la Historia de las Mentalidades en las que como he indicado al principio, Mérida ha sido y es buen ejemplo cofrade de todo esta mentalidad religiosa.

Sea pues de la mano de las Cofradías en su medio de expresión moderno y utili-zando la metodología histórica como he-rramienta para acercarnos en el tiempo, la forma de desearles a todo los emeri-tenses en generaL y al pueblo cofrade de Mérida en particular, una feliz Pascua de Resurrección:

“Debemos ser bien conscientes de que este co-loquio, entre el pasado, el presente y el futuro nunca podrá darse por concluido y que, cual-quier interpretación se queda corta respecto a la grandeza del texto bíblico.”

Benedicto XVI (Joseph Ratzinguer): La infancia de Jesús, Editorial Planeta. Bar-celona, 2012.

Pablo Iglesias AuniónLcdo. Historia Moderna.

Profesor de Religión Católica.

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El XIX fue el siglo de la literatura de via-jes, sobre todo de viajes por España, destino preferido por muchos viajeros, destacando franceses e ingleses, por el halo de leyenda y exotismo que rodeaba a nuestro país. Viajes que ya se realizan por placer y recreo, olvidando un poco la formación intelectual (la idea del grand tour), que dan lugar a numerosas guías y manuales que sirven de apoyo a poste-riores viajeros1.

Los relatos de los viajeros extranjeros que recorrieron España durante el siglo XIX, plantean muchas cuestiones sobre las formas de vida, los tipos humanos, las costumbres, las creencias, las ma-nifestaciones populares y las formas de organización social, a veces condiciona-das por la literatura, las ideas y creen-cias preconcebidas, al tiempo que ofre-cen sus impresiones sobre el paisaje y monumentos que van encontrando en su recorrido.2

La mayoría de las veces retrataban lo pintoresco, contribuyendo a crear una

1 FREIRE, Ana Mª: España y la literatura de viajes en el siglo XIX, Anales, 24 (2012), pp. 67-82.2 ORTEGA CANTERO, Nicolás: Los viajeros románticos extranjeros y el descubrimiento del paisaje de España, RDTP, 67-2 (2002), pp. 225-244.

Un Viernes Santo en Méridasegún Pierre Léonce Imbert, viajero francés de la segunda mitad del S. XIX.

imagen inventada y distorsionada de Es-paña, que perdura hasta bien entrado el siglo XX. Los viajeros franceses destacan sobre todo la religión, exagerando las manifestaciones populares, hasta crear una imagen supersticiosa y fanática del pueblo3.

Todas estas ideas se ven reflejadas en Pierre Léonce Imbert, viajero francés que recorre España y pasa por Mérida du-rante 1873, plasmando sus vivencias dos años más tarde en su obra “L’Espagne, splendeurs et misères: voyage artistique et pittoresque”.

Lo primero que llama la atención a Léo-nce Imbert entrando en Mérida es una escena llena de pintoresquismo, donde un pintor dibuja una acuarela bajo la pro-tección de un guardia, que sable al viento, repele y contiene a una treintena de curio-sos, casi todos niños “que no están vestidos más que con una hoja de parra. Cuando hace calor, van desnudos, hasta la edad de la pu-bertad”. Otra escena un tanto curiosa es la siguiente: una señora francesa y su hija se encuentran, cerca de la antigua fortaleza

3 SERRANO, Mª del Mar: Viajes y viajeros por la España del siglo XIX, Cuadernos Críticos de Geografía Humana, 98 (1993).

que baña el Guadiana (la Alcazaba), con un muchacho bien parecido, “en traje de Adán salido de las manos del Creador”, que lleva en el hombro un manojo de adelfas que ha recogido en las islas. En lugar de huir como un salvaje avergonzado de su desnudez, el joven que va a caballo enci-ma de las flores, saluda a las señoras sin experimentar la menor vergüenza, y habla distendidamente con ellas.

Menciona de pasada los monumentos ro-manos emeritenses (...la ciudad es rica en ruinas romanas. El arco de triunfo de Traja-no, el notable puente que conduce a Badajoz, los restos de los templos de Marte y Diana, el anfiteatro, la naumaquia, el circo y los Mi-lagros...), describe las viviendas (...las ca-sas son bajas, abovedas en su mayor parte, frescas en verano, pero frías en invierno...), costumbres (...los cerdos están por todas partes, gruñen un saludo amistoso, bus-can bajo las mesas; parecen formar par-te de la familia. Se les degolla delante de las puertas, en plena calle...), al igual que algunos paisajes (...las cigüeñas constru-yen sus nidos en los campanarios y tejados...la Plaza está rodeada de arcadas y repleta de árboles...una palmera se alza junto a un anti-guo convento que hoy sirve como cobertizo...el campo es agradable y seguro...).

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Misterio de la Pasión y Muerte de Jesucristo.Imbert describe el Viernes Santo de Mé-rida como una especie de teatro, cuyo escenario es la Plaza de España, donde el sacerdote, con un lenguaje histriónico que intenta remover conciencias, va dan-do paso a los distintos personajes y pasa-jes que conforman la Pasión.

Lo narra de forma un tanto descreí-da y escéptica, en tono jocoso, haciendo hincapié en el fanatismo religioso. Así, comienza que anualmente, en Mérida, la Hermandad de la Pasión reúne a los pá-rrocos de la provincia y saca a subasta el discurso que debe ser pronunciado en la Plaza, delante del Ayuntamiento.

El Viernes Santo, desde el amanecer, la multitud llena la Plaza Mayor. El predica-dor sube a una tosca tribuna, hecha con dos cajones de embalar, colocados uno horizontalmente y el otro verticalmente. Las estatuas de Jesús y de las figuras evangélicas más importantes están or-denadas al fondo, contra la pared de la Casa Consistorial.

Reina un absoluto silencio entre la au-diencia. En la parte superior de la torre forrada de azulejos, una cigüeña en su nido inclina curiosamente la cabeza.

El sacerdote comienza el acto con una elocuente improvisación, haciendo pos-teriormente un gesto con su pañuelo para anunciar a Cristo. Cuatro hombres lo levantan y el Redentor del mundo lle-ga, con un vestido de terciopelo púrpura ribeteado en oro. Su larga peluca se di-vide en el centro de la cabeza; una cuer-da de cáñamo envuelve su cintura; sus brazos, piernas y cuello son articulados, como los de todos los otros personajes alegóricos.

Exclama el predicador: “Vean a este noble mártir, admirad la expresión dolorosa pinta-da en sus inefables facciones... Pueblo, ¿no se os remueven las entrañas delante de Dios que va a morir por vosotros?... Contémplalo con una mirada bañada de lágrimas, porque pronto, por desgracia, no lo verás más...”

El sacerdote pronuncia a continuación una perorata patética sobre la Pasión. De repente, suena un dúo de tambor y trom-peta; una ventana se abre bruscamente, y el sacristán vestido de dominó rosa, el rostro cubierto por un antifaz, canta ri-mas con un tono monótono: “Yo, Poncio Pilatos, condeno a la pena de muerte a Jesús de Nazareth, andador de grandes caminos, falso rey de los judíos”. Cristo se inclina bajo la sentencia. Otras dos ventanas se abren, dos niños vestidos de ángeles claman con una voz estridente: ¡Multitud,

su sangre lavará tus pecados! (Esta esce-na constituye un claro precedente de las tradicionales sentencias, que se escenifi-caban desde un balcón frente a la iglesia de Santa María, en la que unos angelitos representaban escenas de la Pasión)4.

Unos hombres disfrazados agarrotan a continuación al maniquí, le ponen una pequeña escalera en el brazo y lo coro-nan de espinas.

El orador agita nuevamente su pañue-lo y hace señas a la Virgen para que se acerque, diciendo: “¿Quién es esta mujer que camina tristemente por las calles de Je-rusalén?... ¿No será la Virgen?... Pues sí, es ella misma, que viene de ver a su desdichado hijo...”

La estatua se mueve con movimientos cadenciosos. Un velo de religiosa ondea en su vestido de terciopelo negro ador-nado con bordes de plata. “¡Qué dolor in-decible va a torturar su gran alma!” prosi-gue el cura muy emocionado, “Ven, pobre madre, ven; llora por este querido hijo que muere para el perdón de nuestros pecados; dale el beso de despedida...”

Los porteadores de Cristo y de la Virgen se inclinan los unos sobre los otros, las dos estatuas se abrazan, y los especta-dores prorrumpen en sollozos. “¿Dónde está San Juan?” continua el sacerdote, “¿Ha abandonado, en la hora suprema, a su Amado Salvador? ¡No, no, aquí está!”. San Juan corre y hace una genuflexión. Su peluca se desparrama sobre un hábito

4 VELÁZQUEZ JIMÉNEZ, Agustín: La Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno, Stmo. Cristo de los Remedios y Ntra. Sra. del Mayor Dolor. Notas para la historia de una cofradía en Mérida, Mérida, 1996, p. 28.

de monje de paño rojo. Todos los santos sucesivamente rinden ho-menaje a su Maestro.

El orador mira entonces justo de-lante de él y prosigue: “Todavía hay una santa mujer, que lamenta-blemente camina por las calles de Jerusalén... Me parece reconocer-la... De hecho, es Santa Verónica que desea limpiar el rostro de su Dios...”. Una nueva figura se pre-senta avanzando con la ropa en-rollada y los brazos extendidos. “Acércate, santa y digna mujer” continua el sacerdote, “Vienes a enjugar el rostro de nuestro Divino Redentor”. Los portadores acer-can Santa Verónica a Cristo, uno de ellos tira de una cuerda y tres cabezas aparecen sobre la ropa desplegada. Santa Magdalena y los otros desfilan por turno.

Finalizado su discurso, el pastor invita a su rebaño a visitar la er-mita del Calvario, donde debe te-

ner lugar la crucifixión. Todo el mundo va hacia allí. Sale un nuevo Cristo, todo des-nudo, completamente articulado, y el sa-cerdote lo clava en el patíbulo en medio de los gritos y gemidos de la asistencia.

El Domingo de Pascua, Jesús resucita delante del Ayuntamiento. Los Santos llegan para reconocerlo y le saludan tres veces; la Virgen lo abraza y el mismo pre-dicador pronuncia un discurso que impi-de oír los disparos de fusil que en señal de alegría, se producen desde todos la-dos.

Afortunadamente esta ya no es la imagen de la Semana Santa emeritense.

Fabián Lavado Rodríguez

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“Si tuvierais fe haríais las cosas que yo hago y aún mayores” (Jn 14,12)La Cuaresma es el itinerario interior y ex-terior del creyente y de la Iglesia. La Cua-resma en sí misma no tiene significado. Es necesaria para despertar del sueño, des-alojar a los ídolos, re-convertir el corazón, entrar en el desierto personal, acompañar –vivencialmente- al Cristo de la Pasión y convertirla en “kairós”, es decir “tiempo de gracia” (2 Cor 6,2). Y todo como camino hacia la meta, la “luz personal”. Ahí cobra toda su dimensión espiritual.

Y la Pascua es la meta de la “peregrina-ción” –palabra que procede de “per” = por y agra” = campos- realizada por los campos de la fe. Al final no es el “mon-te” Calvario, sino el “monte” de un Tabor permanente, el Cristo Resucitado. Y así se cumple la afirmación paulina: “El mismo Dios que dijo: Resplandezca la luz desde el seno de las tinieblas, la ha hecho res-plandecer en nuestros corazones, dán-donos a conocer por ella la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo” (2 Cor 4,6).

La meta, pues, es la Pascua. Y la Pascua es Cristo. “Cristo que es nuestra vícti-ma pascual, ya ha sido sacrificado” (1 Cor 5,7). Cristo Resucitado es el Cristo de la historia: se encarnó, nació, vivió, murió y resucitó. El “Cristo histórico” no se opone al “Cristo de la fe”. Yo creo en el hombre, Jesús de Nazaret y creo en el hombre-Dios, icono del Padre (cf Jn 14,9). Creo en “Cristo, imagen del Dios invisible, primogénito de todo lo creado…, y primogénito de los que han de resuci-tar” (Col 1, 15,18).

La Cuaresma y la Pascua – 2.013, que tienen entidad espiritual y eclesial en si mismas, adquieren redoblado valor, se sobredimensionan en este año que es el “Año de la fe”. El “Año de la fe” que Be-nedicto XVI programó el 11 de octubre de 2011 con la Carta apostólica “Porta fidei; que inauguró el 11 de octubre de 2.012, no ha llegado todavía a su ecuador. Es una gracia vivir este año de Gracia.

La Cuaresma ha debido ser la “Cuaresma del Año de la fe”. Es decir, la misma de siempre y a la vez única. Cuaresma como ejercicio de fe purificada, re-formada, formada. Cuaresma como esfuerzo, as-cesis en la lucha contra el descreimien-to, en la purificación de nuestras “creen-cias”, para que sean CREER libre. La fe no es del carbonero, sino la del buscador del rostro de Dios, del peregrino hacia la experiencia del Dios vivo y verdadero.

Y la Pascua – 2013, que tiene toda su ra-zón de ser en la celebración gozosa del misterio pascual, que es la Celebración de las celebraciones; el Sábado santo, la Vigilia de todas las vigilias; el Domingo de Resurrección, el DOMINGO = Dies Domi-ni, Día del Señor y todos los domingos del año debe ser eco reverberación del Cuer-po luminoso de Jesús. Y así cada domin-go es la “pascua semanal”. La Pascua, dentro de que “todos los días son Viernes santo” (Martín Descalzo) es el gozo del triunfo de Cristo que a todos nos afecta, es la eclosión de la alegría, porque “Dios es alegre” (Martín Descalzo). Alegría que es fruto del Espíritu en la tierra del cre-yente (cf Gal 5,22), una alegría “que nadie os puede arrebatar” (Jn 16,22).

La Pascua – 2.013 es la “Pascua del Año de la fe”. No importa que el promotor de esta gracia se haya escondido a los ojos de la gente siguiendo a Pablo: “Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3,3). No importa. La Iglesia continúa su singladura a pesar del cambio de ti-monel. La Pascua de la fe. La Pascua es celebración de la fe en el Resucitado, es la fiesta del Perdón: “A quienes perdo-néis…” (Jn 20,22) y es la fiesta de la Paz: “Cristo es nuestra Paz” (Ef 2,14). La Pas-cua es la celebración de la fe: “¿Porque has visto crees? Pues ¡Felices los que crean sin haber visto” (Jn 20,29).

En el “Año de la fe” el Espíritu nos in-terpela y la Iglesia nos acompaña. Las diócesis, las parroquias, las comuni-dades eclesiales y los cristiano de a pié estamos llamados a re-evangelizarnos, a recuperar las esencias y las llamadas del Concilio Vaticano II, muchas de sus virtualidades están inéditas o desdibu-jadas. En el “Año de la fe” las Cofradías tienen igualmente un reto, un quehacer, una misión. Nadie da lo que no tiene. El mundo cofradiero vive la fe en penitencia y muestra su fe al pueblo de Dios desde la mediación de sus imágenes y símbolos y presencia orante.

El “Año de la fe” debe ser un alto en el ca-mino, una evaluación de nuestra vida cre-yente, un tomarnos el pulso de nuestro latido eclesial. En una sociedad en parte “laicizada”, en una cultura que se revela como subcultura que enerva y domestica la libertad y la vida, en una sociedad ma-nipulada por muchos medios adultera-dos conculcando la más elemental deon-tología, todos los creyentes y ahora, en nuestro caso, nuestros Co-frades, deben asumir la llamada de la Iglesia para ser testigos en el “atrio de los gentiles”, el reto de nuestro mundo en donde muchos

como entonces nos gritan: “¿Dónde está tu Dios?” (cf Salmo 42,4) y el compromiso de cuestionarnos el por qué y el para qué de nuestra vida religiosa.

En el “Año de la fe” podemos responder a estos o parecidos interrogantes:

¿Me he tomado en serio lo del “Año de la fe como creyente y cofrade? ¿Cómo estoy participando en formación y vivencias so-bre la fe? ¿Qué compromisos he asumido o voy a asumir respecto a esta llamada?c ¿Cuestiono mi fe, reconozco que es débil, pobre, no comprometida? ¿Cómo es mi fe, es decir la fe de la Iglesia: viva, ope-rante, madura, contagiosa, misionera, eclesial, cierta, católica? ¿Cómo es mi fe: pobre, débil, infantiloide, oculta, vergon-zante, miedosa, replegada, de-formada, no formada, contaminada? ¿Vivo la fe con libertad y obsequio a Dios, una fe agra-decida e incondicional? ¿Mi formación se capacita para defender las verdades de Dios y al Dios de las verdades, para poner una Palabra de Dios allí donde tantos po-nen palabras contra Dios, para sembrar de claridades —dentro de la oscura cla-ridad de la fe— allí donde otros siembran tinieblas y opacidades?

“Et sic de caeteris”, que decían los anti-guos: “Y así, de otras cosas”.

El Cristo de la fe, el Cristo de la Pasión al que creo, el Cristo de la resurrección que fundamenta mi fe, es el Cristo que da ra-zones para la vida, para la muerte y para el más allá de la muerte. Es el Cristo que siempre fue el Verbo, Palabra creadora en los inicios (cf Jn 1,1), el Cristo Pala-bra encarnada en el débil cuerpo de una joven (cf Lc 1,35), Palabra de vida en su evangelio (cf Jn 6,66), el Cristo de la Eu-caristía –no en imagen de madera-, sino en misteriosa carne eucaristizada, que me nutre y me “endiosa”, me adentra en el misterio.

El Cristo de la fe que nos dice:“Si tuvierais fe, aunque sólo como un grano de mostaza, cambiarías el monte de lugar” (Mt 17,20).“Mujer, grande es tu fe, que te suceda lo que pides” (Mt 15,28).“Todo es posible para el que tiene fe” (Mc 9,24)“El que cree en mí, jamás tendrá sed” (Jn 6,35).“Mi padre quiere que todos los que crean en el Hijo tengan vida eterna y yo los re-sucitaré en el último día (Jn 6,40)“El que crea en mí hará también las co-sas que yo hago e incluso cosas mayo-res” (Jn 14,2)En el “Año de la fe” vivamos de, con, por, para, desde la FE.

Antonio Bellido Almeida.

El Cristo de la Fe

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Nos asomamos nuevamente a esta Cua-resma, tiempo de conversión y de fe. Una Cuaresma que, para nuestra hermandad, supone un punto y seguido en la intensa actividad que venimos desarrollando du-rante todo el año.

Plasmar y desgranar en esta página todo lo realizado desde la Cuaresma anterior sería, realmente, interminable. Anima-dos por las buenas sensaciones vividas el pasado año, al ser reconocidos como la mejor organización procesional del Lunes Santo, continuamos travesía, sin perder el rumbo y a velocidad de cruce-ro, hemos intentado vivir intensamente la Hermandad haciendo que sea lugar de encuentro familiar de todos nuestros hermanos. La Junta de Gobierno que con orgullo presido ha sido el principal motor para cada una de las cuestiones que he-mos llevado a cabo. Y es que no hemos parado, desde aquella fallida convivencia en la Casa de Campo, que solucionamos en las instalaciones de nuestra Casa Hermandad donde todos nuestro herma-nos compartieron mesa y mantel, acom-pañados de miembros de otras herman-dades que, como siempre, nos tienen a bien acompañar y que son parte, también de nuestra familia.

No paramos en verano reuniendo, para todo Mérida, al mítico Grupo Vanagloria en el Albergue Municipal, en una noche de encuentros y sensaciones. Continua-mos en Cuaresma con nuestra Escuela Cofrade, en la que los más pequeños em-

El crismón en la Mérida tardorromana:Un símbolo cristiano sobre soportes variados

piezan a entender y a valorar la impor-tancia de la vida en una Cofradía.

Y no paramos en la mejora y consolida-ción de nuestros enseres. En este caso, con la profunda reforma a la que hemos

sometido al Palio de Nuestra Señora del Rosario con el fin de aligerarlo de peso y dotarle de un movimiento más rítmico y cadencioso. En este último caso, desta-car que el paso de la Virgen será el gran protagonista de este año pues, el Lunes Santo, podremos ver a Nuestra Señora con un precioso manto y una saya a juego

con las bambalinas que han sido sufra-gadas por nuestra hermana María del Carmen Gil a la que, desde estas pági-nas, agradecemos sus desvelos y aseso-ramiento en todo lo que acontece a los enseres de nuestra Hermandad.

Los costaleros de la Entrada en Jeru-salén, que se alzaron con el premio a la “mejor chicotá” del Parador y Cope el pa-sado año, tampoco se han estado quie-tos. Así, se nombró una nueva directiva que se puso a trabajar en otro pequeño proyecto: la adquisición de unos nuevos faldones para el paso en color rojo que, sin duda, darán más solemnidad y empa-que al conjunto procesional.

Pero no todo es trabajo, hemos tenido tiempo para encuentros y convivencias que iremos desarrollando a lo largo de todo el año. Todo ello sin olvidar que so-mos parte de la Iglesia y que, como Co-fradía, pertenecemos a la Concatedral de Santa María de Mérida, todo un honor y privilegio.

Os animo a que viváis intensamente los días de Cuaresma y Semana Santa, que sintáis la hermandad como lo que es, vuestra familia, un colectivo en el que, cada día, todos debemos ser más herma-nos en un único corazón y con un único objetivo: vivir la Fe y acrecentar nuestro compromiso cristiano.

Con vuestra ayuda, con vuestros consejos, con vuestras iniciativas, la Cofradía Infan-til está, y estará más viva que nunca.

Rafael Sabio González Conservador del Museo Nacional

de Arte Romano de Mérida

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Evangelizar.Nada mejor, para clarificar el contenido de estas reflexiones, que empezar por definir qué es eso de “evangelizar”. Una primera definición podríamos formularla diciendo que, Evangelizar es, anunciar el Evangelio. Pero esta definición, por genérica, nos re-sulta poco esclarecedora ya que, no entra en los contenidos de esa evangelización. Tenemos la suerte de contar con una des-cripción autorizada y clarividente de esta nueva evangelización debida, ¡nada me-nos! que a nuestro entrañable Benedicto XVI quien, (siendo todavía Cardenal), afron-taba el tema en una Conferencia en Roma (10/XII/2000), en la que describe, tanto su contenido, como al indispensable Autor de la misma. Estas son sus palabras: “La vida humana no se realiza por sí mis-ma. Nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto incompleto, que es preciso seguir rea-lizando. La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo este proyecto de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad?Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino porque, “he venido a evangelizar a los pobres”- Y, la pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supo-ne y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la cien-cia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona”.Las palabras del Papa son diáfanas y apun-tan a la esencia de la evangelización: “mos-trar a los demás el arte de vivir según Cristo”. Aún reconociendo que ese arte, por dere-cho propio, sólo lo puede realizar Cristo, no es menos cierto que esta tarea la en-comendó El a la Iglesia. Y, algo muy impor-tante: en esta tarea estamos implicados todos los cristianos, sin excepción, aunque, en el ejercicio de la misma, reconozcamos características especiales, a los que la ejercen en función de su especial misión ministerial.

La “nueva” evangelizaciónCuaresma 2013

“Nueva” evangelización.¿Cómo hemos de entender nosotros eso de, “nueva” evangelización?Clarificado el concepto de Evangelización, que nos ha ofrecido Benedicto XVI, nos queda claro que, en lo que respecta al con-tenido de la misma, ¡no cabe inventar nada! ¡Nos viene dado por Cristo en su totalidad! Entonces, ¿cómo hemos de entender esa “novedad” de la Evangelización?“La Iglesia - nos dice el Cardenal Ratzinger - evangeliza siempre y nunca ha interrum-pido el camino de la evangelización. Cada día celebra el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de vida, la palabra de Dios, y se compromete en favor de la justicia y la caridad…….Pero, gran parte de la humanidad de hoy no encuentra, en esa evangelización permanente de la Iglesia, el Evangelio, es decir, la respuesta convincente a la pregunta: ¿cómo vivir?Por eso hemos de buscar, además de la evange-lización permanente, nunca interrumpida y que no se debe interrumpir nunca, una nueva evangelización, capaz de lograr que la escuche ese mundo que no tiene acceso a la evangelización “clásica”. Todos necesitan el Evangelio. El Evan-gelio está destinado a todos y no sólo a un grupo determinado, y por eso debemos buscar nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos.Pero, ¡sin llamarse a engaño! No debemos confundir “nueva evangelización” con que, a través de esos nuevos y más refinados métodos vamos a atraer inmediatamente, a las grandes masas que se alejaron de la Iglesia. No, no es esta la promesa de la nueva evangelización. Ese necesario es-fuerzo por buscar nuevos caminos, deberá ir acompañado de los medios de siempre: los que nos enseñó Cristo, los que pusieron los Apóstoles, los que practicaron los San-tos: la entrega, el sacrificio, la oración, los Sacramentos. Y sin olvidar que, las gran-des cosas – como nos enseña Cristo con la Pa-rábola del grano de mostaza – suelen empezar por un granito y que, los movimientos de masa son siempre efímeros. A este propósito, nos recuerda también Benedicto XVI lo siguiente:Desde luego, san Pablo, al final de su vida, tuvo la impresión de que había llevado el Evangelio hasta los confines de la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dis-persas por el mundo, insignificantes según los criterios humanos. Pero…, ¡fueron la leva-dura que penetra en la masa y llevaron en su interior el futuro del mundo! (cf. Mt 13, 33).

Tres contenidos esenciales para la nueva evangelizaciónJunto a la búsqueda de esos nuevos cami-nos – a los que se refiere el Cardenal Ratzinger

– que hemos de buscar para hacer atracti-vo al hombre de hoy el mensaje evangélico, en la nueva Evangelización, son indispen-sables estos tres contenidos:1. ConversiónHay que plantear la necesidad de conver-sión. El “convertíos” de Juan el Bautista, corroborado por Cristo: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc. 1, 15) son de la esencia de la Evangelización. Y, convertirse, según la palabra griega, utilizada en el texto evan-gélico, es cambiar de mentalidad. Es como si Cristo nos dijera: Abandona ya tu forma humana de ver las cosas, y deja entrar mis juicios en tu propia vida.Alguien, comprobando la falta actual de coherencia de muchos cristianos, ironizó: “Antiguamente, se bautizaba a los convertidos y ahora tenemos que convertir a los bautiza-dos”. Es una constatación de que, en nues-tra evangelización, se ha descuidado esta esencial exigencia del cristiano. 2. Jesucristo, Dios y hombre verdaderoPuede parecer de “perogrullo” recordar que sólo “en Cristo y por Cristo” es posible una auténtica evangelización. “porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvo”(Hechos 4:7-12) Pero, hay que puntualizar, ¡qué Cristo es el que predicamos! En la referida Conferencia, Benedicto XVI advertía que…, había que evi-tar la tentación, de hoy en día, de reducir a Jesu-cristo, el Hijo de Dios, sólo a un “Jesús histórico” al que, sin negarle explícitamente la Divinidad, se le considera un Jesús hecho a la imagen de sus au-tores, que dista mucho del Dios vivo del que nos habla San Pablo (II Cor. 4,4 y Col. 1,15) 3. Reino de los Cielos y Vida eternaEl tercer elemento esencial en la Evange-lización es, el contenido del “Reino de los Cielos” predicado por Cristo, que se inicia en esta vida con nuestra integración a la Iglesia y que culmina con la bienaventuran-za de la Vida eterna. En su mensaje se nos presenta a un Dios Creador y Padre provi-dente que invita a todos sus hijos y trata de iluminarlos, protegerlos con sus Precep-tos respetando su libertad para, al mismo tiempo, darles ocasión de merecer. Pero que un día, juzgará nuestra vida para apar-tar definitivamente de El a quienes despre-ciaron sus múltiples “silbidos amorosos” y para remunerar, con la Vida eternamente feliz, a quienes se esforzaron por hacer su voluntad, que es lo que El quiere para todos y para lo que dio su vida por nosotros.

Guillermo SotoPárroco Emérito de Cristo Rey

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Nuestras procesiones nacen para servir, como espíritu de fe. Forman parte de una fiesta religiosa. Son la expresión concreta y dramática de un dogma: el dogma de la Redención. Hay que resaltar este ca-rácter como consustancial de nuestra Semana Santa, porque sin él la fiesta ca-rece de causa y contenido.

Un aspecto muy peculiar es, sin duda, la supervivencia, en este país, de los tres dogmas a los que ha dado singular relie-ve el espíritu de nuestro pueblo. Prime-ramente, el de la Eucaristía, con la fiesta del Corpus que, a través de la modalidad hispánica, acredita su esencia litúrgica con la grandeza procesional de las Cus-todias; con la innovación dramática de un género teatral único en las letras univer-sales —el “auto sacramental”—. En se-gundo lugar, el dogma de la Inmaculada Concepción, profesado y proclamado por Espala siglos antes de su definición ca-nónica y estampado en los “sin pecados” de nuestras cofradías.

En fin, el dogma de la Redención para cuya exhibición litúrgica y popular creo España sus procesiones de Semana San-ta, respondiendo a ese dinamismo que necesitaba fe en los siglos imperiales. A la agitación del mundo externo debía corresponder una profunda tempestad en el espíritu y para ello no bastaban los templos. Era preciso ensancharlos en las calles y plazas. Se necesitaba, diríamos, que Dios muriera a plena luz, entre ge-midos y gritos de muchedumbres. De esa fe que mueve montañas, de esa piedad emotiva y fuerte, nació nuestra Semana Santa como demostración pública de que se creía y adoraba, hasta en los últimos rincones de la ciudad, el supremo miste-rio del destino humano.

La fe, hondamente sentida en el interior del individuo, se concretó en la Herman-dad, en la reunión piadosa de un grupo social que se proponía honrar con su de-voción a una imagen. Porque el cofrade quería dar pruebas públicas de que oraba y meditaba la Pasión del Salvador y hacía penitencia. Salía así a la calle en traje de oración y de arrepentimiento, con su luz y disciplina. Como sale ahora, esencial-mente, después del paso de los siglos. Pero entonces, como ahora, se cumplían además otros fines piadosos.

La Cofradía en la calle representa una predicación pública, es como una misión popular que propone a los espectadores, no sólo el ejemplo de la oración y de la penitencia, sino la contemplación direc-ta de los misterios de la Redención. La

La fe en una imagen. Santísimo Cristo de los

Remedios.

El año de la fe y las cofradíasCofradía enlaza a los hermanos de todas las clases sociales con fuertes vínculos de cristiana fraternidad. Aparte de la fiesta de Semana Santa, la Hermandad vive todo el año. A través de sus múltiples actos religiosos, de sus novenas, de sus septenarios, de sus triduos...., con sus comuniones fervorosas y sus típicas pro-testaciones de fe procura la perfección espiritual de sus miembros, los ejercita en obras de misericordia y coadyuda a su vida cristiana individual, familiar y social.

¿Quién puede dudar de este carácter reli-gioso de las Cofradías como instituciones canónicas sometidas a la autoridad ecle-siástica con sus Estatutos, sus obligacio-nes sacramentales, sus obras de cari-dad, su ejecutoria de servicio a la Iglesia?

También es verdad que en las Cofradías, como en todas las instituciones secula-res, ha habido algunos casos de irregula-ridades que nadie puede justificar. El celo de los Prelados ha servido para refrenar-las y corregirlas, restableciendo el pres-tigio de la Fe y de la piedad en nuestras tradicionales procesiones.

Pero conviene precisar y distinguir cier-tos matices en la expresión pública del sentimiento religioso popular. Existe en-tre las clases sociales más cultas una fe hondamente sentida, cimentada a través de una educación familiar y para la cual la Semana Santa representa una fiesta de profundo significado religioso. Esta fe cuaja en la Hermandad sólidamente cris-tiana, que conoce el ejercicio constante de la piedad, que practica los sacramen-tos, que siente, en fin, la doctrina de la Iglesia en toda su amplitud. Pero hay, en las masas populares, una fe que es sólo rudimentario anhelo de creer, una fe incipiente, producto de escasa o nula educación religiosa, porque, a lo sumo, apenas dejo huellas en el alma la simple contemplación de los misterios de la Se-mana Santa en su tránsito procesional, o la atracción sentida, por mimetismo de familiares o extraños, hacia una imagen o una Cofradía. Es natural, por tanto, que a la fe pulcramente cristiana de la gran mayoría cofradiera responda un sentido del orden, del silencio, de la penitencia…, pero no es tampoco extraño que de esa otra fe mínima del pueblo menos culto se derive, en algunos caso, una interpreta-ción poco correcta, en contradicción con el rigor y austeridad que deben acompa-ñar a toda procesión penitencial. Parece lógico que esta rudimentaria religiosidad popular suscite legítimamente graves reparos, porque en definitiva, es inacep-table como estado permanente del espí-ritu; pero no por eso hay que arrancarla

como maleza inútil. Hay, por el contrario, que enderezarla, porque ahí está la sen-sibilidad de la gracia. Un gran hinojero que meditó y escribió mucho sobre la Se-mana Santa, el inolvidable canónigo de la Catedral de Sevilla, Muñoz y Pabón, hizo resaltar el valor inmenso de este senti-miento religioso oscuro e indefinido de las clases humildes al sintetizar, en una graciosa frase, el significado de esta fe: “Al macareno lo juzgará Dios en macare-no”. Esto es, al hombre que no ha tenido la suerte de poseer una educación cris-tiana completa, Dios habrá de juzgarle de acuerdo con los talentos que le dio. Por-que Él, en su infinita misericordia, hará penetrar la gracia en el ala sencilla de ese humilde mortal por el breve resquicio de la simple devoción.

¿A cuántas almas no han salvado la devo-ción a una imagen o Cofradía? El amor es casi siempre el gran móvil de una futura fe consciente, operante y salvadora. Al pueblo que mucho ama, podría decirse, remendando la frase evangélica, mucho se le perdona. Por eso, cuando hemos oído clamar a un hombre: “Yo soy ateo, pero mi Cristo… es el mejor del mundo” no nos hemos congraciado con el posible donaire de la frase; hemos pensado, en cambio, que acaso en esa mera alabanza externa del Cristo está la simiente de la gracia divina, el inicial camino hacia una fe, prenda de salvación.

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La importancia de los grupos jóvenes

Más no se crea que todo es incorrecto, ilógico o desequilibrado en las mani-festaciones de esa fe popular. Quien se adentra, en los días de Semana Santa, y se mezcla con la gente sencilla, po-drá encontrar expresiones geniales en el comentario callejero. Entonces podrá valorar el efecto misional que un paso o una imagen producen en el espíritu del hombre del pueblo. Y tendrá en sus ma-nos una antología de frases felices, una gama de apreciaciones de profundo sen-tido religioso, rescoldo, tal vez, de una fe más culta, de una más profunda y cimen-tada devoción.

No puede calificarse sin más i más de paganía esa fe dramática y barroca, ese trato familiar e íntimo con las imágenes y los misterios de la Redención. Ni tampo-co esa concepción clara, alegre y de gran fiesta con que el pueblo asiste a la Sema-na Santa, cual si paradójicamente se ale-grara de ella. A tristeza litúrgica es para nosotros alegría. ¡Alegría de la suerte de Dios! Quien no valúa esta idea, no puede alcanzar lo que representa y significa la fe del pueblo. Los semanasanteros sien-ten la alegría de la muerte. Y en el caso de Dios, su muerte significa aurora de

redención. En el fondo, esta alegría de la muerte divina coincide con el tono jubilo-so con que la Iglesia exclama su exultet el Sábado de Gloria, en el que llama “fe-liz” a la culpa que nos valió la gloria de tan excelso Redentor.

Existe, pues, como inspiradora y creado-ra de nuestra Semana Santa, y a la par, como continuadora de su tradición en los siglos, una fe ardiente, agitada, robusta, madre de una piedad que se basa en la oración u la penitencia. Y ella es la que caracteriza a nuestra fiesta como fun-damentalmente religiosa y litúrgica, sin que le reste prestancia y dignidad el en-

cuadramiento en la psicología típica del pueblo, que, sobre todo, es maestro en la sabiduría del amor y del llanto, y en la ciencia de la alegría cristiana.

Por todo ello, la fe y las Cofradías en Es-paña, a lo largo de los siglos, se han per-petuado, incluso, sorteando tempestades revolucionarias, para en la actualidad ser la expresión más barroca y permanente de los sentimientos primigenios de un pueblo.

La fe y las Cofradías siguen, hoy, de la mano, siendo un ejemplo claro de “Her-mandad”, y manteniendo los principios por los que, estas últimas, fueron crea-das: La fe en Dios… y las Cofradías pro-pagadoras e impulsoras de esa fe.

Mérida, Cuaresma del 2013-02-28

Norberto García-Camarero Hernández

Mayordomo del Santísimo Cristo de los Remedios.

la fe y las Cofradías en España se han perpetuado para en la actualidad ser la expresión más barroca y permanente de los sentimientos primigenios de un pueblo.

La calidad de una Cofradía no sólo se mide por la riqueza de su patrimonio artístico, sino fundamentalmente por la riqueza de su patrimonio humano, es decir por todos los que forman par-te de ella. Y en efecto una parte im-portantísima dentro de ésta son los jóvenes.

De este modo se hace casi necesaria la importancia de los denominados Grupos Jóvenes en las Cofradías, mo-tor de renovación de la Hermandad, siempre abiertos y que se convierten en un polo de atracción para la juven-tud en el que con ilusión, fe, compro-miso y esfuerzo se llegue a los objeti-vos que se marquen. Un ejemplo claro de esto son las actividades que se han organizado y desarrollado por estos grupos en las diferentes hermanda-des; actividades destinadas a la for-mación, a la oración y a la convivencia, permitiendo que los hermanos tengan una participación más activa en la vida de nuestra Iglesia y de nuestra Cofra-día. Fomentando esa vida en comuni-dad que nos exige nuestra fe cristiana.

Se deben comenzar a abrir las puertas a los jóvenes que llegan a las herman-dades, para que estas pasen de ser tradicionales, donde funcionan más bien como instituciones que dan más importancia a imágenes, reglas,... que

a los propios hermanos; a hermandades adaptadas a la Iglesia y a la juventud, que permitan estar en contacto con la Parroquia, estableciendo actividades de formación y caridad, sin descuidar nun-ca los conceptos cofrades, y creando una Hermandad que no espera a sus jóvenes hermanos, sino que sale a su encuentro .

Los jóvenes enamorados de nuestra Se-mana Santa, deben de ir y trabajar en las hermandades, conviviendo con los hermanos y aprendiendo de los mayo-res. Mayores que deben de atraer a los

jóvenes hacia las cofradías, invitarlos a implicarse, ofrecerles un lugar don-de compartir su fe y ayudarles con su ejemplo a crecer como cristianos.

Teneis una gran responsabilidad, pues sois el espejo en el que nos miramos mu-chos jóvenes de esta ciudad.

Agustín Delgado DonosoCofradía Infantil

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Con la expresión Semana Santa nos re-ferimos a dos realidades distintas, aun-que relacionadas, de una parte, la reme-moración de los últimos días del Jesús histórico en este mundo, y más concre-tamente, al tiempo transcurrido desde la cena que celebra con sus discípulos, el apresamiento, el juicio condenatorio, la crucifixión y la muerte; de otra parte, la Semana Santa es el tiempo de la cele-bración de procesiones. Ambas terminan el Domingo de Resurrección, con la fiesta de la Pascua, o del paso del Señor; pero la primera empieza el Jueves y la segun-da el domingo anterior, el Domingo de Ramos: propiamente ninguna son una semana pues las celebraciones litúrgi-cas sólo ocupan cuatro días, mientras las procesiones se extienden a ocho.La palabra Pascua, muy utilizada por los evangelistas al relatar los hechos de Je-sús en esos días, y que sirve para aportar un dato fidedigno en la cronología histó-rica de la vida de Jesús, ha conducido a que se entienda que la Pascua cristiana es la continuación de la Pascua judía. Veamos primero el origen de la fiesta de la pascua entre los judíos. Esta celebra-ción surge antes de que existiera propia-mente el judaísmo, y representa un caso claro de sincretismo entre dos fiestas paganas de orígenes distintos y una fies-ta religiosa judía, la más importante de su religión. De las fiestas paganas, una correspondía a pueblos agricultores, se-dentarios, que celebraban la llegada de una nueva cosecha de trigo; la otra pro-cedía de pueblos ganaderos, nómadas que practicaban la trashumancia y que, cuando llegaba la primavera y parían las ovejas, antes de iniciar su retorno a los asentamientos del estío, inmolaban un cordero y derramaban su sangre sobre las cuerdas de sus tiendas como conjuro para preservarlos de cualquier mal. En-tre ambas celebraciones rituales no hay ninguna relación, sólo que se producían con la llegada de la primavera; sin em-bargo, en algunos textos bíblicos se de-talla como estas fiestas se celebraban en días consecutivos: la Pascua, o fiesta del cordero, empezaba el 14 de nisán y la fiesta de los ácimos al día siguiente.Los judíos habían unido los dos rituales y les habían dado un significa absoluta-mente nuevo y diferente de los origina-les, como se explica en el Éxodo, porque lo que ahora conmemoran ellos es el paso de todo su pueblo de la esclavitud en Egipto a la libertad en Israel, y así di-cen los textos bíblicos: Durante siete días comerás ácimos, y no se verá en tu casa pan fermentado; no se verá pan fermentado en todo tu territorio. Aquél día, darás a tu hijo esta explicación: esta es la memoria de lo que

Historia de la Semana SantaYahvé hizo por mi cuando salí de Egipto (Ex; 13, 7-8). El pan ácimo ya no es ahora símbolo de la cosecha sino que represen-ta un hecho histórico, el de que los egip-cios apremiaban al pueblo para apresurar su marcha…cogió pues el pueblo la masa antes de que fermentara y envolviendo en sus mantos las artesas que la contenían, se las echaron al hombro ….cocieron ellos, en forma de tortas ácimas, la masa que saca-ron de Egipto, porque no había fermentado. Expulsados de Egipto sin la menor demora no habían podido procurarse provisiones para el viaje (Ex; 12. 32-39). El sacrificio ritual del cordero tam-bién tiene una narración bíblica: Tomad del rebaño para vuestras familias e inmolad la Pascua. Tomando un manojo de hisopos, lo mojáis en la sangre del cordero, untáis con

ella el dintel y los postes de las puertas…Así, cuando Yahvé recorra Egipto para castigar-lo, al ver la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará de largo por vuestras puertas y no permitirá al exterminador entrar en vuestras casas para herir (Ex; 12, 21-24), y sigue, cuando hayáis entrado en la tierra que Yahvé os dará, según su promesa, guar-dareis este rito. Cuando os pregunten vues-tros hijos: ¿Qué significa para vosotros este rito?, les responderéis: Es el sacrificio de la Pascua de Yahvé, que pasó de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a Egipto, salvando nuestras casas (Ex, 12, 25-27).El judaísmo no pretendía hacer de la re-petición anual de estos ritos una prácti-ca de culto, y , menos aún, una tradición cultural, sino que pretende que cada uno, personalmente, se sitúe anímica e intelectualmente ante el acontecimiento mismo, haciendo historia viva, de modo que establezca una comunión en cada uno entre el presente y el pasado, para asumir de modo vivo la actitud de sus an-tepasados. Por ello, la fiesta de la Pascua era la celebración más importante entre los judíos.En el II tomo del Jesús de Nazaret, de J:Ratzinger-Benedicto XVI, centrado en el estudio de esos últimos días de la vida de Jesús, afirma que la Pascua cristia-na no es la Pascua judía, porque la cena de Jesús con los apóstoles no fue una cena de Pascua, según las prescripciones rituales del judaísmo, pero por la riqueza de los dones

que Jesús entregó en ella, así como los men-sajes que pronunció, muy pronto fue consi-derada como la Pascua de Jesús (pg.-138). Es más, toma una cita de Josef Andreas Jungmann para distinguir entre esa cena y la misa, porque lo que la Iglesia celebra en la Misa no es la última cena, sino lo que el Señor ha instituido durante la última cena, confiando a la Iglesia el memorial de su muerte sacrifical (pgs. 168-169).Hay Pasajes evangélicos que inducen a pensar que la Pascua de Cristo es la mis-ma de los judíos; esta confusión, en gran medida, se debe a los problemas existen-tes para fijar objetivamente la cronología de aquellos días, y a este respecto señala Ratzinger-Benedicto XVI las divergencias entre los sinópticos y San Juan, que se explican parcialmente por la existencia y uso de calendarios distintos, y acep-tando como la versión más probable la narración de San Juan, y así puntualiza cómo en el proceso de Jesús ante Pilatos, las autoridades judías aun no habían comido la Pascua, y por ello se mantenían cultual-mente puros,….y la crucifixión no tuvo lu-gar el día de la fiesta, sino la víspera, lo que significa que Jesucristo murió a la hora en que se sacrificaban en el templo los corderos pascuales (pg.135).

La Pascua CristianaLa rememoración de los días en Cristo sufrió la pasión, muerte y resurrección, era sentida vivamente entre los primeros cristianos, que pronto fueron destacan-do diversos aspectos en la liturgia para destacar esos hechos, y así, la Pascua es la fiesta principal del año cristiano, que desde el siglo II se empezó a cele-brar anualmente, y además, conscientes del valor religioso de esos hechos que se conmemoraban, se inició la costumbre de hacer los días anteriores a la fiesta una preparación especial mediante la oración, el ayuno y la penitencia, tiem-po que ahora constituye la Cuaresma, la cual termina inmediatamente antes del Triduo Pascual, el cual comienza el Jueves Santo con la conmemoración de la institución de la EucaristiaEn el siglo IV, en Jerusalén, ya se cele-braba una eucaristía en conmemoración de la Última Cena y del sacrificio en la cruz, que se efectuaba en el Gólgota, en la basílica del Martyrion. Poco a poco, se fue extendiendo esta celebración a toda la Iglesia, aunque hasta el siglo VI no aparecen testimonios de que se hiciera en Roma.El Viernes Santo está dedicado a la pa-sión y muerte de Jesucristo, y en el siglo IV, en Jerusalén, ya constituía una jorna-da dedicada íntegramente a la oración, a

En el II tomo del Jesús de Nazaret, de J:Ratzinger-Benedicto XVI, afirma que la Pascua cristiana no es la Pascua judía

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la veneración de la columna de la flage-lación y luego los fieles iban al Gólgota donde el obispo les mostraba la cruz.El Sábado Santo era un día de oración, que terminaba con la Vigilia Pascual y la celebración de la Resurrección de Jesu-cristo.A principios del siglo IV había una gran confusión entre los cristianos sobre cuándo había de celebrarse la Pascua de Resurrección, y fue en el Concilio de Nicea (325), en el que se acordó que la Pascua se celebrara siempre en domingo y que no coincidiera nunca con la Pascua judía, que es independiente del día de la semana. La Pascua de Resurrección se celebraría siempre el domingo posterior al equinoccio de la primavera, lo que su-cede entre el 22 de marzo y el 25 de abril.Desde los primeros tiempos del cristia-nismo, una parte importante del rito de la Pascua de Resurrección era la adminis-tración del bautismo a los catecúmenos, los nuevos cristianos. Pero, poco des-pués, se modificó esta liturgia al intro-ducir dos nuevos ritos, de carácter más simbólico que propiamente sacramental: se amplía la bendición del agua, que sus-tituye a la administración del bautismo, y se da gran importancia a la bendición de la luz, el cirio pascual.La preparación espiritual de los cristia-nos para celebrar la Pascua, hizo que, desde el principio, los días previos al Domingo de Resurrección se hicieran oraciones y ayunos; y además no sólo se prestaba una atención especial a los ca-tecúmenos, sino que también eran objeto de atención aquellos fieles que estaban en pecado y debían reconciliarse, por lo que estaban obligados a hacer pública manifestación de su arrepentimiento, lo que se producía en ceremonias públicas fuera del templo, las cuales eran segui-das por grandes multitudes.Este hecho será uno de los que propicien la celebración de procesiones y ceremo-nias independientes de las del Triduo Sacro (como lo llamaba San Ambrosio en el siglo IV), y era como se llamaba a los días del Jueves, Viernes y Sábado Santo, y que ahora llamamos Triduo Pascual. Por eso el ánimo que inspira esas proce-siones era el de la penitencia, y penitentes eran y son los que hacen las procesiones, y los costaleros que cargan los pasos, y donde además vemos como se acentúa el espíritu penitencial al verlos caminar descalzos, o con cadenas en los pies. O portando una cruz.Por otra parte, desde la Edad Media, los gremios de artesanos, que eran institu-ciones principalmente de ayuda mutua y de defensa de sus privilegios gremiales, solían tener unas cofradías dedicadas al culto a las imágenes de sus santos pa-tronos, a las que sacaban en procesión el día de su festividad. Eran, pues, procesio-nes independientes de la Iglesia y caren-tes del espíritu penitencial, pues en ellas

predominaba un carácter lúdico-festivo, pero que no dejaron de ser precedentes del hecho procesional.Sabemos cómo en la Edad Media surgie-ron, alrededor del siglo XIII, hermandades de flagelantes, que organizaban procesio-nes en las que entonaban cánticos pe-nitenciales a la vez que se disciplinaban públicamente. También había cofradías cuyo objetivo era atender a los enfermos y apestados en los hospitales, enterrar a los ajusticiados y a los pobres de solem-nidad, y que durante la Semana Santa, con hábito de penitencia, acompañaban por las calles, con hachas encendidas, a las imágenes de la pasión montadas so-bre unas sencillas andasTambién propiciaría la aparición de her-mandades penitenciales la práctica de-vocional del Vía Crucis.Durante el siglo XVI aun se conservaba en muchas catedrales el rito de la expulsión de los penitentes el Miércoles de Ceniza, que algunos interpretaban como una for-ma de administrar el sacramento de la penitencia cuando seguía la reconcilia-ción en la mañana del Jueves Santo.

El Concilio de TrentoSerá el Concilio de Trento (siglo XVI) el que aporte un cambio notable, porque ahora será la Iglesia la que impulse la organización de cofradías penitencia-les, especialmente como una de las vías para luchar contra la Reforma luterana, uno de cuyos principios era el de que el hombre se salva sólo por la fe, sin nece-sidad de realizar buenas obras. Frente a esto, el Concilio tridentino proclamó que, además de la fe, las buenas obras eran necesaria para la salvación, y, en con-secuencia, cuando el hombre peca debe reconciliarse con Dios por medio del sa-cramento de la Penitencia, y además el hombre puede expiar sus culpas a través de la mortificación corporal, la oración y la limosna, lo que se facilitaba con los desfiles procesionales de cofradías peni-tenciales.Pero no sólo fue la justificación por la fe lo que enfrentaba a los católicos con los protestantes, sino que también éstos llamaban idolatras a los católicos, acu-sándolos de adorar imágenes. Para es-clarecer este conflicto, la catequesis que se hizo fue, por un lado, explicar que las imágenes no son ídolo; que una imagen es una forma representativa, que nos recuerda a una persona o a un hecho determinado, pero, de ninguna manera, es objeto de adoración; mientras que un ídolo recibe adoración porque es asumi-do como un dios, un falso dios, y eso en el mundo católico está completamente des-cartado en relación con cualquier ima-gen. En los países en los que se consoli-dó la Reforma protestante, la religiosidad popular experimentó profundos cambios, al desaparecer el culto a la Virgen María

y a los santos, así como la devoción eu-carística, y esto influirá en los países que permanecen en el catolicismo porque la religiosidad popular será orientada con un carácter antiprotestante.Pero ya antes de Trento, en el siglo XV, habían emergido, por iniciativa de los franciscanos, las hermandades, o cofra-días, de la Vera Cruz, que procesionaban en la noche del Jueves al Viernes Santo, con una simple cruz a la que acompaña-ban los penitentes disciplinándose. Durante el siglo XVII, se irá produciendo una marginación de los principios origi-narios de las cofradías y hermandades, disminuyendo las penitencias públicas y la práctica de la caridad fraterna, a la vez que las procesiones se convertían en muestras ostentosa de lujo y riqueza, porque se sustituyeron las sencillas imá-genes por otras de gran valor artístico que procesionaban sobre pasos lujosos que sustituyeron las pequeñas andas. Hay que reconocer que, al margen de su mayor o menor vinculación con el espíri-tu penitencial, se produjo un incremento notable del número de imágenes que se sacaban en las procesiones, como una respuesta contrarreformista, y que este hecho impulsó el desarrollo de escuelas y talleres de imagineros que pasaron a la primera fila por su valor artístico.

Periodos adversosPero la vida histórica de los españoles va a conocer algunos períodos sumamente adversos para la vida religiosa y el arte procesional de la Semana Santa, será primero la invasión napoleónica, con el robo y expolio de muchas obras de arte, no sólo de imágenes sino de todo lo que encontraron de valor en las iglesias; lue-go fueron las desamortizaciones y clau-suras de conventos, que pone en entre-dicho el presunto sentido patriótico de los adquirentes de esos bienes porque, salvo alguna muy contada excepción, hi-cieron un uso destructor de esos bienes marginando totalmente su valor artístico, como , por ejemplo, con el convento de la Antigua de los franciscanos descalzos, que pasó a convertirse en un establo con el hundimiento de la mejor bóveda gótica de crucería de Mérida. Finalmente, la II República (1931-1939) también fue pró-diga en quema de iglesias y destrucción de bienes de carácter religioso, lo que es verdaderamente sensible dentro del tema que abordamos pero que es de va-lor mínimo frente a la persecución per-sonal a los católicos en la que muchos miles perdieron su vida sencillamente por ser católicos

Febrero 2012,

José Antonio Ballesteros Díez.

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El día 20 de diciembre del 2012, el mar-tillo de la sala de Subastas Retiro de Ma-drid golpeaba la mesa y cerraba la venta de uno de los cuadros más populares de Luis de Morales, la llamada “Virgen gita-na”. Se había mantenido la expectación hasta el final, y cuando se alzaba, para finalizar la subasta del lote, sin puja, una llamada telefónica se lo adjudicó por el precio de salida, 550.000 euros. La ten-sión contenida hizo que los empleados de la Sala irrumpieran en aplausos.

¿Qué tiene que ver un delicado cuadro de una Virgen con el Niño, del extremeño Luis de Morales, con la Pasión de Cris-to, para que lo traiga a estas páginas? Mucho más de lo que pudiera parecer a simple vista.

oculta en los cuadros de Luis de MoralesLa Pasión de Cristo,

Hay dos nombres de pintores extremeños que tienen su puesto, por derecho pro-pio, en cualquier Historia de Arte: Luis de Morales y Francisco de Zurbarán. El cordobés Antonio Acisclo Palomino en el S.XVIII, en su libro “Parnaso español pintoresco laureado”, definió a Luis de Morales como “Divino”, con cuyo sobre-nombre ha pasado ya a todos los libros de arte. Y lo definió de tal manera, no tanto como después se ha pretendido, por la exquisitez de su pintura, que también; “Porque hizo cabezas de Cristo con tan gran primor, y sutileza de los cabellos, que al más curioso en el arte ocasiona a querer soplarlos, para que se muevan; porque parece que tiene la misma sutileza que los naturales”. Sino sobre todo; “porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas”.

A Luis de Morales, pese a su popularidad, e importancia, se le ha estudiado poco, esto ha llevado a una visión superficial de su obra, y a la consideración de su pin-tura, como; “anacrónica”, casi residuo de una estética anclada en lo medieval, y encaminada a una clientela popular e iletrada. Nada más alejado de la reali-dad, a poco que se estudie su obra, y los personajes que constituían su clientela, esta consideración se torna, en todo lo contrario; la suya, es una pintura llena de misterio, de simbolismo, de mensajes ocultos, sobre todo Pasionistas y destina-da a un público culto, innovador e inquie-to en lo religioso, al tanto de las noveda-des bibliográficas que a veces, rozaban la ortodoxia, se encontraban bordeando la prohibición o se encontraban en el “Índi-ce” de libros prohibidos.

Así pues frente a la engañosa aparien-cia, de un pintor de imágenes de dulces rostros de la Virgen, su obra está llena de interrogantes, que comienzan incluso con su propia vida, ya que aunque se le supone nacido en Badajoz, hacia 1515, hay algunos, como Jusepe Martínez en el s. XVII, que afirman que pudo hacer-lo en Sevilla. Fuera como fuere, su vida transcurre en la capital pacense, en un período en la que en ella hay una gran ebullición en lo intelectual y religioso, en cuyo ámbito sobresale la figura de S. Juan de Ribera, al que luego sustituirá un personaje como Diego Simancas, inquisi-torial y dogmático. Sus actuaciones van a coartar estas inquietudes e influyen, in-directamente, en la obra del pintor, cuyos mensajes crípticos permiten toda clase de conjeturas a los estudiosos.

Esta es una época en la que el obispo de Badajoz S. Juan de Ribera, que poseía una espléndida biblioteca con obras de astrología, artes mágicas y ocultismo, propicia corrientes místicas en las que hay una preferencia por la oración mental privada, frente a la pública, y un afán por la consolación espiritual teniendo como horizonte la contemplación de los hechos de la Pasión. Este deseo de padecer con Cristo se plasma en el “Audi Filia”,

“En que se comienza a tratar de la consi-deración de Cristo nuestro Señor, y de los misterios de su vida y muerte; y de la mu-cha razón que hay para nos ejercitar en esta consideración; y de los grandes frutos que de ella nos vienen. Los que mucho se ejercitan en el propio conocimiento, como tratan a la continua, y muy de cerca.

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….

Lo cual nos enseña San Bernardo (Ad fra-tres de Monte Dei) diciendo: «Cualquiera que tiene sentido de Cristo, sabe bien cuan expediente sea a la piedad cristiana, cuánto convenga, y cuánto provecho le trae al sier-vo de Dios y siervo de la redención de Cris-to, acordarse con atención, a lo menos una hora del día, de los beneficios de la Pasión y Redención de nuestro Señor Jesucristo, para gozar suavemente en la conciencia, y para asentarlos f ielmente en la memoria.» Esto dice San Bernardo; el cual así lo hacía.”

Libro que acabaría en el Índice de libros prohibidos, y que escribió el que luego sería santo, Juan de Ávila, que permane-ció en Badajoz desde 1547 hasta media-dos de los cincuenta, en que es traslada-do a Évora, y cuya presencia juntamente con la de S. Juan de Ribera, influye enor-memente en la vida y los movimientos místicos e intelectuales del momento.

Uno de los mejores poemas de la lengua castellana el “Soneto a Cristo Crucifi-cado”, aunque es considerado anónimo s, todo parece apuntar que surgió de la mano de Juan de Ávila.

No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temidopara dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal maneraque aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara,lo mismo que te quiero te quisiera.

Todo este ambiente Pasionista y carga-do de simbología, puede verse en sus cuadros, a poco que se conozcan las circunstancias en las que vivió Luis de Morales, cuyo principal mecenas, mien-tras permaneció en Badajoz, fue el futuro Patriarca y Virrey de Valencia. No es de extrañar encontrar mensajes sublimina-les en gran parte de sus cuadros; desde la oración y meditación privada, frente a la pública, preconizada por las corrientes oficiales de la Iglesia, que se ve refleja-da en el rostro pensativo de la Virgen, pasando por aspectos tan “peligrosos” en aquellos momentos de sospechas he-réticas, como el incluir el horóscopo del Niño Jesús, que realizara Girolamo Car-dano, y que fue rechazado por la Iglesia, en el que se marca el futuro de la Pasión, en un aparentemente emotivo y dulce cuadro denominado, “La Sagrada fami-lia”, pero en el que pese a la apariencia de un escena maternal cargada de dulzu-ra, nos muestra a un Niño Jesús con los ojos cerrados, como muerto, y fajado con unos pañales que mas bien dan la impre-sión de un niño amortajado, mientras la Virgen fija en Él una mirada entristecida y meditabunda, como adivinando los tris-tes momentos, que habrían de venir, de su Pasión y muerte.

Bastaría analizar la mayoría de los cua-dros de Luis de Mo-rales, teniendo en la mente estas premi-sas, para ir descu-briendo mensajes ocultos, que nos acercan a un pintor, que siguiendo las pautas más avanza-das de la religiosidad de la época, conside-ra que las pinturas que realiza deben tener un sentido “utilitario”, la de ser el vehículo que pro-picie la meditación y la oración, y no sola-mente convertirse en un elemento decora-tivo-devocional.

Así pues, si nos fi-jamos en el cuadro, con el que, con el relato de su subas-ta, comenzaba estas líneas, también pue-den apreciarse estos

mismos elementos ocultos que hacen más interesante la obra de Luis de Mo-rales, más allá de la belleza de su arte.

Esta “Virgen del Sombrero con niño”, lla-mada la “gitana” por su vestimenta, pese a la apariencia, casi tópica navideña, oculta en su expresión toda una serie de claves, que nos llevan a un pensamiento místico, casi perseguido, en este período, como es el “pasionismo”. Por una parte, llama la atención la imagen de una Vir-gen vestida de gitana, cuya etnia, es el paradigma del “nomadismo”. Con ello nos trae a la mente, no sólo el relato bí-blico de la Huída a Egipto, sino también la fugacidad de la vida, y el tránsito de la misma, pensamiento muy en boga en el misticismo de su época, pero ya, como todo pensamiento religioso, sospechoso de desviación de la recta doctrina, a los ojos de los inquisidores. Pero quizás uno de los aspectos más significativos sea el sentido “pasionista”. La Virgen está tris-te, pensativa, como “adivinadora” (quizás también de ahí la estética de “gitana”, habituales adivinas y lectoras del futuro) de lo que le deparará al Niño, mientras sus manos señalan, delicadamente, el pie y el costado de Cristo, en cuyos luga-res se producirán las heridas de la cruz, cuyo símbolo, para confirmar tales pen-samientos, enarbola el Niño.

Dejo al lector esa labor, que ahora se llama interactiva, de ir descubriendo por sí mismos todos los misterios, que tras la belleza del rostro de unas Vírgenes pensativas y maternales, ocultan el pen-samiento de la premonición de los pade-cimientos en la Cruz, de Cristo, cuya in-tencionalidad iconográfica es la misma, que la exhibición por las calles de nues-tras ciudades de los pasos procesionales, en los que la belleza de la imaginería re-ligiosa, nos ha de llevar a la meditación de la Pasión de Cristo.

Carmelo Arribas Pérez

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Vigilia PascualCon la celebración de la Vigilia Pascual, se inicia el tercer día del Triduo Sacro. A pesar de ser la más importante del año, no es popular. Lo explica los largos años de alejamiento.

“Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor” (Ex 12,42). Los fieles aguardan, como recomienda el Evangelio: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámpa-ras. Vosotros estad como los hombres que aguardan a su Señor, vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame” (Lc. 12,35-36)

Primera parte: Rito de entrada

Lucernario Si cada tarde, en Vísperas, cantamos a Cristo como Luz, como Sol que no conoce ocaso, en esta noche de Pascua, desde la oscuridad total, entonamos nues-tra alabanza entrañable a Cristo bajo el símbolo del Cirio y la Luz. El brilla en medio de las tinieblas con su nueva vida. Y nos la conta-gia a toda la comunidad.

El nos ha dicho: “yo soy la luz del mundo; quien me sigue, no anda-rás en tinieblas”. Esta noche, más que nunca le podemos gritar no-sotros nuestra alabanza: “Luz de Cristo, Demos gracias Dios”. “¡Oh luz gloriosa…”

El rito del fuego se hace fuera de la iglesia. Incisiones en el Cirio de las cifras del año 2013, o los granos de incienso. Cirio grande y hermoso, nuevo cada año… Pro-cesión con las aclamaciones. Y progresiva iluminación en el tem-plo que permanece a oscuras.

Pregón PascualDebe ambientar y dar el tono fes-tivo y lírico para introducirnos a la

Domingo de la Resurrección del SeñorEl Sábado Santo es el segundo día del Triduo Pascual, día de silencio. Silencio de Dios. Silencio de la Iglesia. El órgano no suena, ni tampoco las campanas. No se celebra la Eucaristía ni los sacramentos. La comunidad cristiana ora y medita junto al sepulcro y se une a la Soledad de la Madre.

celebración. Cantado o declamado por el diácono u otro seglar. El asamblea puede intercalar alguna aclamación cantada. Su contenido es como sigue:

Invitatorio: alegría de la fiesta (ángeles, la tierra, la iglesia universal, la asamblea local) cuyo motivo es ser la fiesta de la luz por la victoria de Cristo.

Síntesis de la Historia de la Salvación pascual: la Pascua, profetizada por el Antiguo Testamento (cordero del éxodo, el paso del mar rojo, la columna de fue-go) ; la Pascua realizada en el Nuevo Tes-tamento ( Cristo del verdadero Cordero, los fieles iluminados y salvados por El, representado en el Cirio).

Himno a la noche santa (en que Cristo re-sucita, Israel ha sido liberado, la Iglesia santificada y los fieles llenos de dones) .

Y proyección al futuro, pascua y parusía (que el lucero matinal, Cristo, en su veni-da encuentre ardiendo este Cirio)…

Segunda parte: Liturgia de la palabraSon nueve lecturas. Se proclama la Sal-vación que Dios ofrece a la humanidad, culminando con el anuncio de la resu-rrección del Señor.

Dios habla y el hombre responde: Gran-des maravillas que Dios hizo con su pue-blo:

Grupo Primero. 1ª Lectura: Vió Dios que todo lo había hecho y era muy bueno Gé-nesis 1, 1-31; 2, 1-2. Respuesta: Salmo 103 o 32. Oración

2ª Lectura: Sacrificio de Abrahán, nues-tro padre en la fe. Génesis 22, 1-18.

Respuesta. Salmos 15,5 y 8.9-10.11. Oración

3ª Lectura: Los israelitas entra-ron en medio del mar a pie en-junto. Exodo 14, 15-15, 1.

Respuesta: Ex 15, 1-2.3-4.5-6. 17-.18. Oración

Grupo segundo. 4ª Lectura: Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor. Isaías 54, 5-14. Respuesta: Salmo 29, 2 y 4. 5-6.11 y 12ª y13b. Oración

5ª Lectura: Venid a mí, y vivirèis; sellaré con vosotros alianza per-petua. Isaías 55, 1-11. Respues-ta: Is. 12, 2-3. 4bcd. 5-6. Oración

Grupo tercero. 6ª Epístola: Cris-to una vez resucitado de entre lso muertosa, ya no muere más. Respuesta: Salmo 18, 8. 9. 10. 11. Oración

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7ª Evangelio: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? Lucass 24, 1-12. Ho-milía.

Tercera parte: Liturgia del Sacramento. Los de la Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación, EucaristíaEsta noche, después del camino cuares-mal y del catecumenado, se celebran, antes de la Eucaristía, los sacramentos de la iniciación cristiana: el bautismo y la Confirmación. La Palabra anterior-mente proclamada, se celebra sacra-mentalmente esa misma salvación, con los sacramentos. Palabra y Sacramento, en ritmo interior lleno de dinámica, que esta noche tiene todavía mayor impor-tancia.

Cuarta parte: Liturgia BautismalLa celebración está compuesta de estos elementos: Las letanías de los santos; La bendición del agua: larga, si hay bautizo, y la corta sino no lo hay; La renovación de las promesas bautismales; El signo de la aspersión con un canto bautismal; y La oración Universal de los fieles (bautiza-dos): que es el ejercicio por parte de la comunidad de su sacerdocio bautismal, intercediendo ante Dios por toda la hu-manidad: es una oración a la que hoy hay que dar relieve.

Quinta parte: Liturgia EucarísticaLa celebración eucarística es la culmina-ción de toda la Noche Pascual. El Señor Resucitado nos hace partícipes de su Carne y de su Sangre, como memorial de su Pascua.

Preparación de las Ofrendas. Puede ser una pausa (musical con órgano festivo); y si hay neófitos no párvulos, sería bueno que ellos llevaran los dones al altar.

Memorial del sacrificio. Cantar el ce-lebrante el prefacio, las palabras del Relato o la doxología final. Amén de la asamblea cantada. El canon romano por la glosa que tiene para esta noche o el Canon IV que es un repaso entusiasta de la toda la Historia de la Salvación.

Participación en la comunión. Esta no-che, es muy conveniente que sea bajo las dos especies.

Sexta parte: Despedida de la comunidadCantando el doble aleluya, pero esta no-che empieza una fiesta que dura cin-cuenta días.

Día de Pascua y Octava

Oficio de la Resurrección (Domingo).Desde el siglo IV en Jerusalén y Antio-quia este oficio para conmemorar la Re-surrección; ya que la Misa sigue el año litúrgico, aunque la conmemore. Es un recuerdo de la visita de las mujeres al se-pulcro para embalsamar. El anuncio del Angel. Van al amanecer del día.

Egeria lo describe así: La gente esperaba en el atrio el segundo canto del gallo (a las cuatro y media) Llega el Obispo y los ministros. Se cantan tres salmos respon-soriales (aleluya) . El solista del 1ª era un sacerdote. Salmo 135: Exódo, prefigura-ción de la Redención El 2º era un diácono, Salmo 115, Rompiste mis cadenas y el 3º un clérigo, Salmo 117 (118), No he de mo-rir y v. 24, Este es el día que actuó el Señor. O bien, los salmos del Reino aplicables a la Resurrección, 92, 95 y 97. Los Santos Padres lo aplican a Cristo; puesto que co-mienza a reinar con la Resurrección.

Se tomaba un incensario de pie (como oblación) y se colocaba junto al sepulcro. El Obispo se situaba en la puerta del se-pulcro y leía el evangelio, que comenzaba con la muerte y terminaba con la Resu-rrección. Antes iban a la cruz del calvario. Después del evangelio los bendecía.

Es un oficio dramático, porque quiere re-presentar lo que ocurrió. : Los tres sal-mos, en honor de los tres días que estu-vo en el sepulcro; el incienso representa los perfumes de las mujeres; el Obispo como representante del Angel y la pro-cesión a la Cruz, símbolo glorioso, por eso ésta en la Catedral de Oviedo este llena de piedras preciosas. El sepulcro en nuestras iglesias es el altar. Se usa el incensario de cadena, por eso es honor del sepulcro (Altar).

Estos ritos lo copian en occidente: el Am-brosiano, casi igual, el griego, parecido con un salmo menos y el romano en el oficio de Maitines con tres nocturnos, un evangelio y antífona Aleluya.

Pero también queda reflejado en el oficio de Laudes:

En Antioquia que se componía del Salmo 62 y la Oración de los fieles, llegando San Basilio a señalar dos fines: 1. consagrar los primeros momentos de nuestro ser y 2. Llenarse de alegría por el recuerdo de Dios (v. 2). Cuando San Juan Crisóstomo lo interpreta, dice que este salmo es una medicina que cura y perdona los peca-dos. Purifica por un acto de amor, como el de la tarde por la contrición.

En Cesara aparece con una tradición dis-tinta. San Basilio dice que comienza: 1. Un Salmo penitencial, (50). Un cristiano que no vive alegre, debe examinar que se olvida del concepto verdadero de Dios. Nada de religión, de angustia y tristeza, con el mis-mo sentido de “purificación”. Se alegran los huesos quebrantados. No se pierde la alegría. 2. Salmo matinal (62) Aquí pierde el carácter purificatorio, por el salmo (50) y se van cambiando por los matinales 37, 87 (88); 102 y 142. y en el rito griego 5, 7-12 y en el Hispano 107, 3. 3. Canto bíblico. La 2ª parte del canto de los tres Jóvenes. En el rito ambrosiano se suple por el salmo 50. 4. Los salmos 148-150 tienen la finalidad de asimilarse al misterio de la Resurrección; ya que viene de la vigilia. El sentido esca-tológico se resalta y es la mejor manera de recordar a los difuntos ya que llegaron y a causa de la oblación del incienso. Por e so se canta el Benedictus para hacer referen-cia a un Santo, Zacarías.

Segunda misa de Pascua. Secuencia. Es recomendable sustituir el acto peni-tencial por la aspersión del agua. Todos los días de la Octava de Pascua para la liturgia constituyen como un solo día con el domingo de Resurrección.

El Triduo Pascual termina con las II Vís-peras. La costumbre de realizar procesión con las II Vísperas Solemnes del Domin-go de Pascua es muy antigua. El oficio comenzaba con los nueve Kyrie eleison cantados como en la Misa de Pascua, in-cluso algunas veces con el tropo corres-pondiente lux et origo. Después del tercer salmo todo el coro iba en procesión a la capilla bautismal, donde se cantaban el cuarto salmo y el Victimae paschali y el Magnificat. A continuación la procesión se encaminaba a la gran cruz a la entrada del coro y desde allí, después de cantar el quinto salmo y el Magnificat, al sepulcro vacío, donde el oficio concluía.

Teodoro A., López LópezCanónigo archivero

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Según cuenta el padre Félix Moracho, S.J., en su libro “La Virgen María, es Ma-ría de Nazaret”, y en concreto en el capí-tulo tercero, en el que centro este escrito “María de Nazaret, Mujer Creyente”.

Se encontraba el padre Félix Moracho dando un retiro espiritual a un grupo de señoras, y hablaba de María de Nazaret, la Madre de Jesús, el Hijo de Dios que “nació de mujer”, es carne y sangre de María. Ella concibe y da a luz a Jesús en una situación de extrema pobreza: “y lo acostó en un pesebre” (Lc. 2,7), vive en Nazaret hasta los treinta años, está al pié de la Cruz (Lc. 23, 1-5) crucificado en-tre dos bandidos. Y María de Nazaret: “la Virgen María, la madre de este Jesús, es una mujer del pueblo, pobre, humillada, a quién costó lágrimas y sangre del cora-zón permanecer firme en la fe y aceptar la voluntad de Dios sobre Ella y su Hijo”.

Ante todo esto, algunas señoras, dijeron, que no insistiera en las dificultades que pasó la Virgen María, porque Ella es In-maculada, sin pecado, y como tal, no po-día sufrir las consecuencias del pecado ¡Lo decían tan convencidas!. Ante esta situación de confusión, tuvo que hacer varias aclaraciones, con delicadeza.

—Con estas afirmaciones, se ocultaba a la “María” de los Evangelios, su historia. Suprimían la humanidad y la libraban del valor ejemplar que había sido su vida.

María de Nazaret, la Virgen María, por Gracia de Dios, “ha sido preservada de la herencia del pecado original” (Juan Pablo II – La Madre del Redentor). Pero eso no quiere decir, que no tuviera tentaciones, pruebas, sufrimientos..., lo que ocurre es que con la Gracia de Dios, lo superó y lo venció en la lucha diaria. Ella respondió a Dios “con todo su yo humano, femenino” (Juan Pablo II).

La Virgen María, tiene su historia en los Evangelios. La fe de María de Nazaret: se fía y entrega a Dios, “Mira, vas a concebir, darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin” (Lc. 1, 31-33). La propuesta que se le hace es clara y depende de su libre con-sentimiento.

María de Nazaret responde, lógicamente: ¿Cómo sucederá esto si no vivo con un hombre? (Lc. 1. 14). Ya estaba prometida

María de Nazaret, mujer creyente” “con José, pero hasta que no pasara un año como prometidos, no podían tener relaciones maritales, ni siquiera podían verse, sin testigos ¿Qué pasaría por la cabeza y el corazón de María? Seguro, que oscuridad, pero la FE, que le llenaba plenamente, la llevó a decir “SÍ”.

María de Nazaret ha escuchado a Dios en su corazón. Se ha fiado de Él. “Cúmplase en mí lo que has dicho”(Lc. 1, 38). María de Nazaret concibió. Dios se hizo carne en su vientre, dio a luz a Jesús de Naza-ret, hijo de Dios y de María: “DICHOSA TU QUE HAS CREIDO” (Lc. 1, 45). Obedeció e hizo la voluntad de Dios.

Recordemos el Camino de la Fe de María de Nazaret. En la “Redemptoris Mater”, Juan Pablo II afirma: “María ha pronunciado este fiat por medio de la fe, por la fe se confió a Dios sin reservas y se consagró total-mente a sí misma..., a la persona y a la obra de su Hijo” (nº 13).

¡Como nosotros! Porque así es nuestra fe... ¿o no?

La Fe de María de Nazaret fue puesta a pruebacontinuamente, porque el Ángel le había dicho que su hijo sería el Hijo del Altísimo.

Pero ¿dónde está el Hijo del Altísimo? ¿es ese trocito de carne palpitando que nace de su vientre en medio de una gran pobreza, que María de Nazaret recoge en sus brazos y limpia ayudada por José? (Lc. 2, 7).

¿Ese es el camino para reinar: huir a Egipto? Porque Herodes lo busca para matarlo (Mt. 2, 13-15).

María de Nazaret, CREE, alimenta al bebé, lo consuela si llora, lo limpia, lo arropa y lo abraza fuertemente porque hace frío.

¿Dónde queda el TODOPODEROSO? Por-que durante la mayor parte de su vida, Jesús de Nazaret, bebé, niño, adolescen-te, joven, hombre maduro, no se distin-gue de los demás.

¿Dónde está el Santo Hijo de Dios? Dios calla: el silencio de Dios.

Cuando Jesús , a los doce años, se queda en el templo, hablando con los doctores; al encontrarlo José y María, les responde incluso de una forma un poco dura: ¿por qué me buscabais?

María de Nazaret, no ve, no oye, no pal-pa, no comprende a Dios en su hijo Jesús. Pero por la Fe, sigue en contacto con su hijo, bajo el mismo techo, peregrinan-do con una fe que va creciendo en Ella, desde la infancia que acabamos de ver, si-guiendo en los años ocultos de Nazaret, y culminando en los años de predicación de Jesús, acompañándole hasta la muerte.

María de Nazaret sigue creyendo ante lo absurdo del sufrimiento y de la muerte. Su hijo, el que tiene que ser rey, grande, como oyó en la Anunciación, lo ve ahora, colgado de un madero, porque ha sido condenado, por decir que es “el Hijo de Dios”(Mc. 14 53-65) y ahí está Ella, María, al pié de la Cruz, esperando contra toda esperanza ante los insondables designios de un Dios que parece contradictorio y absurdo.

María de Nazaret, impotente ante el mal, sigue con Jesús: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”(Mc. 15, 34). Pero Dios nunca falla. Jesús desde la Cruz nos dice a todos: “MIRA A TU MADRE” (Jn. 19, 27). ¡Somos hijos de María de Nazaret, la mujer, la madre de Jesús, que creyó en Dios y se fió de Él más allá de la muerte, creyendo que Dios nunca falla.

Y esta y no otra, es la Madre de Dios, la primera cristiana.

Y esta es la verdadera devoción a María de Nazaret, parecernos a Ella en la fe vi-vida.

Consideremos: Jesús nos dice, “Mira a tu Madre”.

—¿Como tiene que ser nuestra fe, miran-do la fe de nuestra madre María, mujer del pueblo?

María de Nazaret fue siempre de Dios. En cualquier circunstanciade su vida estuvo de acuerdo con Dios, se fió de Él.

—¿Como seremos nosotros siempre de Dios a pesar de las dificultades y tenta-ciones que se nos presentan en la vida? Reflexionemos sobre estas dos últimas cuestiones, para que podamos hacer realidad en nuestra vida:

“A JESUS SIEMPRE CON MARÍA”

Feliz Cuaresma, Semana Santa y Pascua.

Manoli Gallego ÁlvarezVocal de Formación de la Franciscana

Hdad. de la Vera Cruz.

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Podemos entender la fe de varias formas, hay veces que usamos la expresión como: “Tengo fe en ti”, “tengo fe en que todo saldrá bien”, etc. Esa fe lo vemos como fiarse de algo o de alguien, por ejemplo: Nos fiamos del con-ductor del autobús que nos lleva a algún si-tio, el enfermo que se fía del médico cuando este le manda algún medicamento para su curación. Todos de alguna manera nos fia-mos unos de otros ya que sin confianza no podríamos vivir. Pero la fe que nos ocupa es la que nos lleva a adherirnos a Jesucristo, y la podemos ver de distintas maneras:

-Una fe basada en lo que otros dicen y hacen, o bien, una fe responsable que da sentido a nuestra vida.

-Una fe que se queda dentro de nosotros mismos y que nos aleja del mundo o una fe capaz de comprometernos con ella dándo-la a conocer a los demás, especialmente a los que tenemos más cerca (familia, ami-gos, compañeros de trabajos, vecinos…).

-Una fe que la vivimos de una manera indi-vidual como tratándose de un asunto par-ticular entre Dios y yo, o una fe vivida en comunión con los demás abierto con los demás cristianos, que debe ser reforzada y apoyada, porque una fe que no es vivida en comunión termina por debilitarse.

En definitiva la fe es la aceptación a Dios manifestado en su Hijo Jesucristo.

Es bueno preguntarse como cuando Je-sús le pregunto a sus discípulos: “Y voso-tros quien decís que soy Yo”.

¿Qué decimos nosotros de Jesucristo cuando se nos pregunta?, ¿Qué significa Jesús en nuestra vida?, ¿Cómo es mi fe?, ¿Cómo la vivo?, ¿Necesito purificarla?

La fe es la respuesta que caracteriza a los cristianos a adoptar un estilo de vida semejan-te al de Jesús, que te lleva a vivir los valores del Evangelio y cuya meta es llegar a Dios.

Podríamos decir que vive la fe:

-El que ama a Dios.

-El que ama a los demás y lleva el evan-gelio.

-El que es desprendido y no es egoísta y vive para sí mismo.

-El que sigue a Jesús con alegría, por-que si no sirves con alegría difícilmente la puedes contagiar a los demás.

-El que actúa con armonía, sabe perdonar y hace que motive a la gente a perdonar…

Vivir la fe: Adhesión a CristoLa fe la debemos de cuidar, fortalecer-la y regarla constantemente, ya que no está exenta de estar tentada, vivimos en una situación complicada con un fuerte desarraigo religioso, en una sociedad en lo que lo religioso “no se lleva”, llevado por el consumismo, el poder, el dinero, el querer ser “algo” o “alguien”, en ser bien visto por los demás, una fe que como di-ría Jesús en la parábola del sembrador, que cae entre espinos, y los espinos cre-cieron y la ahogaron, si no procuramos fortalecer la fe se terminará por alejarse de Dios, acabaría en una fe muerta.

Según las indicaciones de la Congre-gación para la Doctrina de la Fe, Mons. Ricken nos da una serie de consejos para reforzar la fe.

1. Participar en la Santa Misa. El Año de la Fe quiere promover el encuentro perso-nal con Jesús. En el modo más inmedia-to, esto tiene lugar en la Eucaristía. Una participación regular en la Misa refuerza la propia fe a través de las Escrituras, el Credo, las oraciones, la música sagrada, la homilía, recibiendo la Comunión y for-mando parte de una comunidad de fe.

2. Confesarse. Como para la Misa, los ca-tólicos reciben fuerza y profundizan su fe celebrando el sacramento de la Peniten-cia y Reconciliación. La confesión llama a volver a Dios, a expresar dolor por las caí-das y a abrir la propia vida al poder de la gracia sanadora de Dios. Perdona las he-ridas del pasado y da fuerza para el futuro.

3. Conocer las vidas de los santos. Los santos son ejemplos válidos para todos los tiempos de cómo vivir una vida cris-tiana, y suscitan una esperanza infinita. No sólo eran pecadores que incesan-temente buscaban caminar hacia Dios, sino que ejemplifican también las mo-dalidades con las cuales servir a Dios: la enseñanza, el trabajo misionero, la cari-dad, la oración, y sencillamente esforzar-se por agradar a Dios en las acciones y decisiones ordinarias de la vida cotidiana.

4. Leer la Biblia cada día. La Biblia ofre-ce un acceso directo a la Palabra de Dios y narra la historia de la salvación de los hombres. Los católicos rezan con las Es-critura (siguiendo el método de la Lectio Divina u otros) para sintonizarse me-jor con la Palabra de Dios. No se puede prescindir de la Biblia para un sano cre-cimiento durante el Año de la Fe.

5. Leer los documentos del Concilio Va-ticano II. El Concilio Vaticano II (1962-1965) ha traído una gran renovación en la Iglesia. Una renovación en la celebración

de la Misa, en el rol de los laicos, en la auto-comprensión de la Iglesia y en la re-lación con los otros cristianos y con los no cristianos. Para llevar adelante la re-novación, los católicos deben conocer lo que enseña el Concilio y cómo enriquece la vida de los creyentes.

6. Estudiar el Catecismo. El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado exacta-mente 30 años después del comienzo del Concilio, trata en un solo libro los dog-mas de fe, la doctrina moral, la oración y los sacramentos de la Iglesia Católica. Es un verdadero recurso para crecer en la comprensión de la fe.

7. Voluntariado en la parroquia. El Año de la Fe no puede limitarse al estudio y a la reflexión. El sólido fundamento de las Es-crituras, del Concilio y del Catecismo debe traducirse en acción. Un óptimo lugar para comenzar es la parroquia, ya que los carismas de cada uno ayudan a construir la comunidad. Todos son bienvenidos para convertirse en ministro de acogida, músi-co litúrgico, lector, catequista y muchos otros roles de la vida parroquial.

8. Ayudar a los necesitados. La Iglesia exhorta a los católicos a donaciones de caridad y a socorrer a los necesitados du-rante el Año de la Fe, ya que en el pobre, el marginado y el vulnerable se encuen-tra Cristo personalmente. Ayudarlos nos conduce cara a cara con Cristo y cons-tituye un ejemplo para todos los demás.

9. Invitar a un amigo a Misa. El Año de la Fe tiene ciertamente una relevancia global, y quiere promover una renova-ción de fe y de evangelización para toda la Iglesia, pero un cambio real tiene lu-gar a nivel local. Una invitación personal puede realmente marcar la diferencia para alguien que se ha alejado de la fe o se siente ajeno a la Iglesia. Todos co-nocemos personas así: por eso es bueno poder invitarlas amigablemente.

10. Encarnar las Bienaventuranzas en la vida de todos los días. Las Bienaven-turanzas (Mt. 5, 3-12) ofrecen un rico programa para la vida cristiana. Poner-las en práctica es muy útil para ser más humildes, más pacientes, más justos, más transparentes, más misericordiosos y más libres. Es precisamente el ejemplo de fe vivida el que atraerá hacia la Iglesia en el Año de la Fe.

José Ramón MatasFranciscana Hdad. de la Vera Cruz

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La adquisición de las flores para el ador-no de los pasos, siempre era un capítulo importante que traía de cabeza a la Co-fradía. Si la Semana Santa estaba cerca de San José, mal, estaban muy caras; si antes peor, porque el frío las helaba; si era muy tarde, el calor las quemaba. En cualquier caso, siempre eran caras, y un capítulo importante en las depauperadas arcas de cualquier cofradía, si bien es cierto que muchas veces los propios cos-taleros sufragaban una parte importante de ellas, o que personas muy devotas de ciertas imágenes, como solía ocurrir con el caso del Nazareno, corrieran íntegra-mente con los gastos.

Aquel año ya se notaban duramente los efectos de la crisis, y se debatió en la Junta de Gobierno la posibilidad de realizar un gesto testimonial ante los hermanos más necesitados: que los dos “buques insignias” de la Cofradía, el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno y el del Santísimo Cristo de los Remedios, procesionaran con plantas silvestres y el importe de sus flores fuera donado a Cáritas, para que lo destinara a los fines que creyera oportuno a favor de los mas necesitados de Mérida.

El debate fue intenso. No se quería que esta actuación se interpretara como una medida demagógica, ni como un modo de imponer una decisión a todas las de-más cofradías, ni como un ejemplo, ya que todas las cofradías trabajaban, codo

IX Las flores

a codo con sus parroquias y sus Cáritas para paliar los efectos de la crisis entre sus parroquianos. Seguramente alguno también lo podría interpretar como una medida de ahorro de tesorería, que evi-dentemente no era el caso, ya que los fondos no se ahorrarían, se entregarían en efectivo.

Al final, por unanimidad, se decidió adoptar esta postura testimonial, y así se

comunicó a los Cofrades y al pueblo de Mérida. Pocos días después, una llamada telefónica puso en un brete al Hermano Mayor: una mujer, a la que llamaremos Alicia, quería donar todas las flores del paso del Nazareno. Y no era la primera vez que lo hacía.

Alicia, una mujer sencilla, viuda y con posibles, muy, muy devota del Nazareno, aunque también muy, muy sencilla, que nunca ha querido salir del anonimato, se brindaba, una vez más, a sufragar ínte-

“No veré al Nazareno caminar sobre un manto rojo de claveles, pero con ese dinero aliviarán a personas que sufren, por las que Él vino a dar su vida.

gramente el coste de las flores del paso de la venerada talla de Jesús Nazareno.

Una comisión fue a hablar con ella, por-que no querían desai-rarla, ni herir a quien ofrecía tan generosa donación, y le expli-caron el porqué de la decisión: era un gesto testimonial hacia la gente que lo estaba pasando mal, y con ese dinero se podrían hacer muchas cosas. Ahora no podía el Nazareno, ni el San-tísimo Cristo de los Remedios, por res-peto a esos mismos necesitados, salir con su habitual adorno de flores, aunque fue-ran donadas. Ellos

le explicaron que no era una medida de ahorro, pues estaban seguros que si se anunciara públicamente que no tenían dinero para las flores de los dos pasos, legión de devotos suyos acudirían al atrio para llenar de flores las dos canastas.

Alicia lo pensó y meditó, y dio a los pre-sentes una auténtica lección de genero-sidad y sentimientos cristianos:

—Me han convencido,— dijo—, ahora lo entiendo, y tienen razón, pero para que la cofradía, a la que me siento orgullo-samente ligada, no sufra merma en sus presupuestos, díganme cuánto se hubie-ran gastado, y yo muy gustosa les daré el dinero para Cáritas. Cierto que este año no veré al Nazareno caminar sobre un manto rojo de claveles, pero me haré la idea de que con ese dinero aliviarán a algunas personas que sufren, aquellas precisamente por las que Él vino a dar su vida. Gracias por vuestra propuesta, y contad conmigo.

Y así, efectivamente, Alicia ese año no pudo ver a su Nazareno caminando sobre el manto rojo, esta vez era verde, verde alegría, verde esperanza, pero a ella le pareció que su paso era más vivo, más fuerte, más alegre, como si flotara sobre un manto de solidaridad.

Agustín Velázquez Jiménez

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Cuando a un niño se le hace un regalo en presencia de su madre, inmediatamente ésta le pregunta: “¿Cómo se dice, niño?”, y el niño, muy educado, responde: “¡Gra-cias!”. Ese niño acaba de recibir una de las lecciones más preciosas de su vida: saber ser agradecido.

La gratitud debiera ser una de las virtudes y uno de los valores más apreciados y más cultivados en nuestra sociedad, pero no es así por desgracia, o al menos así lo perci-bo yo. Hoy, muchas personas se creen con “derecho” a recibir aquello que necesitan, y lo exigen casi de forma insultante. Esta forma de ser embrutece las almas, los co-razones y las mentes y las hacen incapaz de decir, como el niño, “¡gracias!”.

Cuando decimos gracias solemos incluir tres elementos: reconocimiento de que un regalo ha sido recibido; apreciación expre-sada en agradecimiento y buena educación.

Gracias, muchas gracias,hermanos cofrades de Mérida

En nombre de los más pobres y necesi-tados de Mérida que atienden nuestras Cáritas parroquiales, en nombre de los numerosísimos voluntarios que en ellas trabajan, en nombre de mis compañeros sacerdotes: ¡GRACIAS HERMANOS CO-FRADES Y COFRADÍAS DE MÉRIDA!

Gracias por vuestros regalos en forma de comida para los pobres y necesitados de Mérida; gracias por el esfuerzo que ha-céis para ayudar, privándoos de las flores que son expresión de amor a vuestras queridísimas imágenes del Señor o de la Virgen Santísima, sacando tiempo de donde no lo hay para recoger, repartir, trasladar…, los alimentos conseguidos; gracias por la nobleza y generosidad de vuestros corazones, por vuestra sensibi-lidad con este grave problema de la po-breza que sufrimos de forma acuciante.

Y como tenemos buena educación, GRA-CIAS. Habéis hecho posible que a mu-chas familias no les falte lo necesario. No os canséis nunca de esta labor; además ahora tenemos el comedor social como objetivo, os esperamos en esta ilusión.

Termino con una pequeña reflexión, por si a alguien le sirve.

La Palabra de Dios nos enseña que los bienes no son para acumular, sino para compartir. El anhelo de Jesús es que viva-mos en comunión, como hermanos. Y esa comunión también toca nuestros bienes. El amor de Dios se hace visible entre no-sotros en el compartir la vida y las cosas que administramos. El compartir los bie-nes con los demás, es un signo contun-dente de la presencia de Dios en nuestras vidas. Nuestra opción por Dios, que es amor y comunión, nos lleva buscar vivir la comunión de bienes y a denunciar el afán de tener, de acumular y de dominar.

¿Con qué gestos concretos podemos cons-truir y favorecer una economía fraterna, basada en los valores de la caridad, la uni-dad, la solidaridad y la comunicación de los bienes? El gesto fundamental es vivir el Evangelio, que implica también una opción de comunión con los más desfavorecidos, con los olvidados y excluidos de la socie-dad. La propuesta de esta reflexión y gra-titud es que juntos dejemos que la Palabra de Dios nos enseñe que sólo en el compar-tir realizamos y hacemos plena la vida.

Guillermo Díaz Manzano.Responsable Arciprestal de Cáritas.

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Cuando observo, Madre, tu imagen del Mayor Dolor, descubro cómo el escultor ha sabido plasmar el rostro,-espejo del alma, decimos-, del dolor humano, subli-mado por un gran amor. ¿Qué representa ese icono? Sé que un icono o imagen es un signo que sustituye al objeto mediante su significado o representación. Esa es la definición.

Tu imagen representa, para mí, tu vida. Elegida por Dios desde el principio; tu concepción inmaculada; tu elección para ser la madre de su Hijo Redentor ¡Qué bonito y agradable contemplarte así! Pero aquí empieza tu calvario amoroso que culminará con la muerte de Jesús, tu hijo, el Hijo de Dios Encarnado.

¡Cómo sufrirías tu embarazo, obra del Espíritu Santo y la situación ante tu es-poso José, familiares y vecinos! Después, el nacimiento de tu Hijo en aquella cueva abandonada, en las afueras de la aldea. La presentación de tu Hijo en el Tem-plo a los cuarenta días, según ordenaba la ley judía, y la profecía de Simeón: “…

Madre del mayor Dolor y Amoruna espada traspasa-rá tu alma”. La huida a Egipto para salvarle de la horrible perse-cución a los inocen-tes por el poderoso Herodes. La pérdida de tu Hijo, Jesús, en el Templo. ¡Qué días de angustiosa incer-tidumbre, de congo-ja. ¿Serías capaz de dormir? ¿Te temiste lo peor? Estoy seguro que rezarías y con-fiarías muchísimo en Dios. ¡Qué duro el “hágase en mí según tu palabra”! Qué duro cuando te afecta hu-manamente, pero al mismo tiempo, qué seguridad te ofrece-ría el amor confiado en el Dios-Amor. Por eso el amor busca-dor de madre te llevó a encontrar al Amor encarnado de Dios, tu hijo Jesús. Comenza-rías a entender que su “misión” requeriría la inevitable separación. Me imagino que te lo contaría en esos años de silencio evangélico, cuando crecía junto a

ti y tu esposo, en tu hogar. ¿Lo entendiste bien?

¡Madre! ¿Qué hacer cuando Jesús, tu hijo encarnado, se “nos esconde, desapare-ce”? Pues nos invade la angustia, el des-asosiego. Me pregunto, ¿por qué no ha-cemos como Tú? Buscarle sin descanso, sufriendo con paciencia y orar. Hacer ac-tuar nuestra fe y amor. Pues Tú nos ense-ñas que Él no falla, que volverá a aparecer. Recuerdo lo que un día le dijo a los asusta-dos apóstoles, cuando zozobraba la barca: “Hombres de poca fe, ¿por qué dudáis?”

¡Qué sensación de opresión y angustia cuando se marchó de tu casa! Tenía que ocuparse ya de “las cosas de su Padre”. Era su misión. Creo que tu soledad la su-frirías con fe, con amor. De nuevo la obe-diencia a Dios. De nuevo el “fiat”. ¡Qué ejemplo de fe a Dios en tu viudez, en tu soledad, pero de fortaleza en el amor.

El culmen de todo, Madre, es la pasión, crucifixión y muerte de tu hijo Jesús, el Dios Amor-Encarnado en tus entrañas.

Vendría a tu memoria la profecía de Si-meón: “una espada traspasará tu alma”.

El Papa Juan Pablo II, comentando la 4ª estación del Viacrucis, nos decía sobre tí “…María se encuentra con su Hijo en el camino de la cruz. La cruz de Él es su cruz, la humillación de Él es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. Es el orden humano de las cosas. Aquellas palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cua-renta días se cumplen en este momento. Alcanzan ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por esta invisible es-pada hacia el Calvario de su Hijo. Hacia su propio Calvario”.

¡Madre! En la Cruz, tu Hijo Jesucristo, muestra hasta el culmen su Amor por los hombres. También es en la Pasión donde tú, Madre del Mayor Dolor, nos muestras tu amor, amando con dolor el querer de Dios.

Se ha dicho que la piedra de toque del amor es el dolor. Y tu sufrirías muchí-simo viéndole sufrir, pues en obedien-te amor al Padre, aceptas su dolor y el tuyo propio, porque es la salvación de los hombres: ésta es la medida de tu amor por nosotros. Tan real y concreto que en la misma Cruz, Jesús te dijo: “Mujer, ahí tienes a tus hijos” (lo expreso en plural) “Ahí tenéis a vuestra Madre” (sigo repi-tiéndolo en plural).

¡Madre del Mayor Dolor y Amor!: te ne-cesitamos. Te necesitamos como Madre sobrenatural para esta vida sobrenatural de relación con Dios. ¿Podríamos tener mejor Madre en la gracia que la que el propio Dios escogió para su Hijo?

Por eso te invoco con este título: MADRE DEL MAYOR DOLOR Y AMOR. Quiero lle-nar mi vida con lo único que puede lle-narla: el amor, la fe y la esperanza de la vida de Dios, la que disfrutas como inter-cesora junto a Él.

Nos admira tu Maternidad, Virgen Dolo-rosa por haber sufrido como sufriste, por haber amado como amaste y amas.

¡Cómo me gustaría parecerme a ti, MA-DRE DEL MAYOR DOLOR Y DEL MAYOR AMO!

Juan Silos MonteroVicario Parroquial

de Santa Eulalia de Mérida

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La Indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en lo referente a la culpa, que gana el fiel, convenientemente pre-parado, en ciertas y determinadas con-diciones, con la ayuda de la Iglesia, que, como administradora de la redención dispensa y aplica, con plena autoridad, el tesoro de Cristo y de los Santos.

Existen dos tipos o clases de Indulgen-cias: La Plenaria, que libera al hombre de la pena temporal; y la Parcial, que salda sólo una parte de esa pena. Esto es en virtud e intención del penitente y según lo dispuesto por la Iglesia.

Las Indulgencias se pueden considerar como un complemento al Sacramento de la Reconciliación, por su estrecha y directa relación con el tema del pecado personal y sus consecuencias. La confe-sión perdona el pecado; las indulgencias liberan de una de las consecuencias del pecado: la pena temporal. La confesión es lo principal; las indulgencias, lo se-cundario.

Creyendo los religiosos franciscanos que sería muy provechoso para la Iglesia y para su Orden la fundación en Mérida de un monasterio, y comunicada la idea por Fray Diego de Ercado al provincial Fray Antonio De Guzmán, este la aprobó e in-mediatamente se solicitó el permiso real que Carlos V firmó el 18 de Mayo de 1528.

Una de las cofradías más queridas, más propiciadas y más propagadas por los franciscanos fue la Vera+Cruz, madre de todas las cofradías penitenciales y como en tantos lugares de la península, tam-bién se fundó una en nuestra ciudad de Mérida, hecho que debió producirse en 1535. Era una Cofradía de Sangre y pro-cesionaba su titular, una Cruz verde des-nuda, en la noche del Jueves Santo.

Desgraciadamente, al suprimirse el mo-nasterio con las leyes desamortizadoras de Mendizábal en 1835, se impide que llegue hasta nosotros los Estatutos y da-tos de la Hermandad emeritense. Pero si se tienen de otras Cofradías de la misma advocación, también propiciadas por los hijos de San Francisco. Las de la Vera+-Cruz de Oliva de Mérida, aprobada el 24 de Mayo de 1537 yla de Don Álvaro, el 22 de Abril de 1540.

Las Reglas y Estatutos de la Herman-dades y Cofradías de la Vera+Cruz, en general, abarcan los mismos contenidos y normas. La Cofradía de Mérida no ten-dría por que ser una excepción y sus pre-

Paz y bien

ceptos y principios son los mismos que los de las demás.

Estas Hermandades y Cofradías de la Vera+Cruz se vieron favorecidas por mul-titud de gracias e indulgencias que les otorgaron los Papas Julio II, en 1508, y León X, en 1515.

En el primer tercio del Siglo XVI se sus-cita la controversia sobre la convenien-cia de que existieran los disciplinantes en las procesiones y sobre si ello con-tribuía a la ejemplaridad y fervor que tales procesiones debían ofrecer. La controversia vino a ser resuelta el 7 de Enero de 1536, con Bula del Papa Paulo III, transmitida de viva voz, “vivae vocis oráculo”, al Cardenal del Título de la Santa Cruz de Jerusalén, Don Francisco De Quiñónes (1475-1540), General de los franciscanos, por la que el Papa conce-de importantes gracias e indulgencias a todos los cofrades de la Vera+Cruz, si-milares a las que se ganaban visitando, personalmente, las iglesias de Roma el día de Viernes Santo. Esta resolución re-cogida por escrito por el Cardenal, fue seguidamente remitida el 5 de febrero de 1536, a la Cofradía de la Vera+Cruz de Toledo, junto con una carta del Doctor D. Pedro Ortiz, en las que este explicada las razones de tales privilegios y daba normas para su disfrute.

Posiblemente a raíz de estos hechos las Hermandades y Cofradías de la Vera+-Cruz, reforman sus Reglas pidiendo co-pia de estos documentos a la Cofradía toledana y Carta de Hermandad con ella.

Algunas reformas consistieron en esta-blecer, definitivamente, hacer Estación de Penitencia en la tarde noche del Jue-ves Santo, recogiéndose alrededor de la una de la madrugada del Viernes Santo.

“E que hagamos la procesión el Jueves Sancto en la noche con asistencia de la Hermandad como es uso y costumbre. E los oficiales de la nuestra Cofradía nom-bren los cofrades que han de portar las insignias, e que el prioste aderece con la mayor decencia, e los alcaldes conviden a los clérigos para el Sermón. E otrosi, que los cofrades tomen disciplina o iluminen con sus hachas”

La Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz y María Santísima de Nazaret de Mérida, felizmente recuperada y re-fundada con fecha 22 de Marzo de 1985, y distinguida con el título de “Francisca-na”, dados sus orígenes primigenios, por el Superior de la Provincia Bética de la Orden Franciscana, el 25 de Septiembre de 2009, es por lo tanto legítima heredera de las gracias e indulgencias que hemos contemplado.

“Toma tu Cruz y Sígueme”

F. Javier Gallego Álvarez. Franciscana Hdad. de la Vera+Cruz.

ReferenciasCatecismo de la Iglesia Católica. 1992. Historia de Mérida y pueblos de su comarca. 1974. D.Vicente Navarro del Castillo. www.veracruzsevilla.org

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Hemos renovado el camino por donde pasas Nazareno, para que tus torturados pies sufran menos su dureza.

Hemos sustituido las baldosas de la Via Dolorosa por un fino manto de flores, so-bre madera nueva y tallada, procurando hacer mas mullido tu caminar. Tu huella queda profunda por el peso de la Cruz.

Hemos dorado esta madera que tie-ne que soportar Tu exigua figura y esta Cruz tan pesada. Con este dorado,signo

Andas de nuestro nazarenodiferente que destaca, queremos decir al mundo de Tu grandeza, para enaltecer aún mas tu humildad.

Hemos plasmado alrrededor de estas andas,distintas escenas de Tu pasión por nosotros, para que nos recuerden a todos, lo que ofreces por nuestra reden-cìon.

Hemos aumentado en sus varales el nú-mero de huecos, para que entren mas caballeros porteadores, que con tanta devoción te ayudan a Tí Nazareno, a llevar nuestros pecados.

Hemos querido decirle al pueblo de Mèrida que estamos ahì contigo. Que re-novamos nuestra promesa de ayudarte, acompañarte, vivir y sufrir contigo este penoso caminar.

Hemos pedido ayuda y muchísimos devo-tos Tuyos, han querido contribuir a la ad-quisición de estas nuevas andas de una manera muy peculiar. Esta ayuda se ma-terializa en pequeños trocitos de madera

que poco a poco le van dando forma. Así va naciendo todo este conjunto de subli-me sentimiento de solidaridad.

Cada uno de vosotros vereis reflejada en un hermoso libro, que la Cofradia guar-dará celosamente como libro de actas, vuestra preciadìsíma aportación.

Cada pedazo de madera,cada astilla por pequeña que sea, irá guardando a lo lar-go de los años, íntimos pensamientos, retazos de penitencias, gotas de sudor sufrido. Dirán de la vida de sus protea-dores, de su Fé en Tí Nazareno, de sus peticiones, de sus promesas.......

Ayudarles a portarlo, dirigirles en tan delicada tarea, estar entre ellos en tan precioso momento, constituye para mì el privilegio primordial de mi vida.

Ángel Fernández Chacón.Mayordomo

de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Los cofrades olvidamos, por norma ge-neral, el compromiso que adquirimos al hacernos hermanos de una Cofradía. Nos hacemos hermanos por vinculación familiar, por lazos de amistad, por de-voción a una imagen... por mil motivos pero, al hacernos hermanos hacemos un Juramento de Reglas que, posteriormen-te, olvidamos.

Queda muy bonito, solemne, el acto de imposición de la Medalla de la Herman-dad. Nos sentimos hasta importantes y olvidamos que ese simple gesto, el de colgarte tu medalla de la Hermandad al cuello, significa mucho más, es la identi-ficación exterior como hermano de la Co-fradía y junto al resto, elemento distintivo de los que nos consideramos hermanos.

Pero el compromiso queda ahí, en un juramento de Reglas. Posteriormente olvidamos una cuestión fundamental: que somos parte de la Hermandad. Ol-vidamos que la Hermandad la formamos cada uno de los cofrades, que cada uno de los cofrades somos, en definitiva, co responsables de su funcionamien-

El compromisoto, de la buena marcha de la misma. En la mayoría de los casos considera-mos, erróneamente, que la Hermandad es propiedad o responsabilidad única-mente de la Junta de Gobierno. La Junta debe gestionar la Hermandad, movilizar los recursos, preparar programas... pero los hermanos somos los que debemos estar en el desarrollo de todas esas cuestiones. No es la Junta de Gobierno la que debe preparar, en exclusiva, los pasos para las Estaciones de Penitencia, ni tampoco es la que debe asistir, úni-camente, a los cultos a los titulares, ni a cualquiera de las actividades que, a lo largo del curso cofrade, se desarrollan, como los ensayos de costaleros que, le-jos de ser una pérdida de tiempo, son la mejor formación física de cara a la Es-tación de Penitencia y fomentan la her-mandad entre todos los costaleros de la cuadrilla. Aquí aprendemos todos, nadie nace sabiendo.

No podemos, ni debemos, pertenecer a una Hermandad simple y llanamente para acudir con nuestro hábito a la Es-tación de Penitencia, ese debe ser el fin último. Debemos participar en la vida de

la Cofradía, aportar ideas, sugerencias y trabajar como el que más para que todo se desarrolle con la solemnidad y religio-sidad que deben regir nuestros actos.

Acercarnos a la parroquia, visitar a nues-tros Sagrados Titulares, participar en los cultos y cumplir con nuestras obligacio-nes de Caridad son pilares que deben sustentar al verdadero hermano cofrade.

Si lo hacemos por hobby, nos equivoca-mos de sitio. Hay muchas asociaciones donde tendríamos cabida pero, las her-mandades, forman parte de la vida de la Iglesia.

Por ello, un mayor compromiso por par-te de los Cofrades sería el ingrediente perfecto para que nuestra Semana Santa vaya más allá de la Estación de Peniten-cia, tenemos que hacer cofradías vivas, activas y solidarias. Este año hemos vivi-do muchos ejemplos en este sentido pero aún queda mucho camino por recorrer.

Mario Hernández Maquirriaín

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En la fecha del nacimiento del Padre Cristóbal en Mérida en 1638, en pleno Siglo XVII, la Iglesia estaba inmersa en una espiritualidad basada en la paz y se-guridad que proporcionaba el mas allá. Entonces la muerte, el juicio, el infierno y la gloria daban seguridad religiosa, que las gentes cumplían con fidelidad a unos principios y mandamientos, que si no los cumplían, se transformaban en una ame-

naza para la persona. Había que ganarse a pulso la salvación del alma. El esfuerzo personal era incuestionable para salvar-se. No se daba nada gratis. La preocupa-ción más importante para las personas era el pecado. Del pecado venían todos los males. La gracia era recibida por la persona que colaboraba con sus buenas obras. La gente tenía controlados los pe-cados posibles. No se vivía la alegría y la

La espiritualidad del Padre Cristoballibertad de espíritu de los hijos de Dios, sino que el peso del pecado y de la cruz aplastaban las verdaderas vivencias de la fe de las personas, con un temor servil a Dios y una serie de represiones morales.

Creo que en sus primeros tiempos el Pa-dre Cristóbal estuvo sometido a una es-piritualidad como la que acabo de citar, hasta que descubrió que nuestro cristia-

nismo es una religión de gracia, que to-dos nos salvamos por la gracia de Dios y no por los méritos propios de cada uno. La gracia de Dios actuó sobre la natura-leza del Padre Cristóbal sin destruirla ni sustituirla, sino que la perfeccionó ha-ciendo su vida cada vez mas humana.

Ya en el siglo II, San Agustín decía que el principio de la salvación está en Dios y

el hombre con sus propias fuerzas nada puede hacer, si no acoge la gracia de Dios.

La Iglesia no había definido bien hasta en-tonces la doctrina católica sobre la gra-cia. Todavía hoy muchos cristianos que piensan que la gracia hay que merecerla, y en muchos movimientos eclesiales está presente rechazándose la gratuidad. Se condiciona la gracia de Dios al comporta-miento humano. El Padre Cristóbal bien supo distinguir el concepto de gratuidad, entregándose a los más pobres y exclui-dos en la época que le tocó vivir. El vivió en su propia carne el amor de Dios, su misericordia y su compasión para con el prójimo. No se basó en sus propias fuer-zas sino en la gracia que viene de arriba. Fue Santo por la acogida de la gracia en su pobre naturaleza.

Mérida, marzo 2013

Ignacio Constantino Cabanillas

Nuestro cristianismo es una religión de gracia, todos nos salvamos por la gracia de Dios y no por los méritos propios de cada uno.

Cae la tarde, los labradores regresan del campo, unos montados en sus jumentos y otros a pie, la campana de la pequeña er-mita de los mártires nos invita al quinario y nos abre sus puertas cerradas durante todo el año a excepción de la semana de pasión.

En aquella pequeña iglesia están los pasos que saldrán durante la Semana Santa por el pueblo y servirán de inspiración al predi-cador para los sermones. Un padre jesuita, subido al púlpito, nos recuerda y actualiza los hechos ocurridos en la primera Sema-na Santa, y nos invita con todo género de ejemplos a la conversión.

La iglesia está llena y no sólo de personas mayores sino también de jóvenes y de ni-ños. Éstos, apiñados, tenemos nuestro lu-gar reservado en el suelo del presbiterio.

Visto con la perspectiva de ahora me parece casi imposible que niños de diez y doce años escuchásemos, con intensa atención, la pre-dicación del sacerdote durante más de media hora y, así, los cinco días del quinario.

Personalmente puedo decir que a mi me hicieron mucho bien. Me enseñaron a pro-ponerme puntos de lucha y superación y fue, tal vez, una de las cosas que más me animaron para irme después al Seminario.

Vivencias de Semana Santa

¡Con cuánto fervor acudía los viernes de cuaresma al vía crucis!

Medio pueblo acompañaba por las calles la imagen del crucificado que llevaban los vecinos con dos faroles encendidos a cada lado. En cada estación cantábamos las le-trillas de un vía crucis que me ayudaba a hacer oración y a amar a Jesús, y que volví a encontrar cuando vine a la Parroquia de San Juan y aún cantamos los viernes de cuaresma.

La Semana Santa es de las cosas que más recuerdo de mi niñez y que mayor bien me hizo, orientando mi vida hacia la vocación sacerdotal. Por eso creo que hemos de cuidar con esmero la religiosidad popular, porque son las manifestaciones de una fe que se lleva dentro, que hay que orientar

y purificar con una buena formación, pero que de ninguna manera podemos menos-preciar.

¡Cuántas veces he visto llorar a personas jó-venes y mayores ante el paso de un Cristo o de una imagen de María Santísima! ¡Cuántos muchachos después de tantas horas debajo de un paso, después de un duro sacrificio, salen pletóricos de alegría cuando terminan el recorrido! aunque tal vez no asomen por la iglesia. En su interior hay algo, un sentimien-to religioso, un amor tal vez a su Cristo o a la advocación de su virgen.

En nosotros sacerdotes y cristianos más for-mados está el saber descubrir como orientar ese sentimiento noble que hay en muchas de nuestras gentes y darles una formación más acorde con los nuevos tiempos donde ya no sirve la fe del carbonero para esta genera-ción racionalista y laica.

Éste ha de ser nuestro reto para el año de la fe, así se harán realidad las palabras de las Sagradas Escrituras:”La caña cascada no se quebrará y el pábilo vacilante no se apagará”

Juan CascosPárroco de San Juan Bautista

y María Auxiliadora

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Se levanta por la mañana temprano, es-tos días está de asueto, pero en su ca-beza sólo circula un pensamiento. Desa-yuna en casa, junto a su familia, quien le pide constantemente que no se ‘pegue’ esas palizas constantes. Un comentario habitual de quien te quiere, porque esta-mos acostumbrados a recibir resultados de todas nuestras acciones. Resultados tangibles. Pero en su labor, no se ven los resultados de forma física, pero sí se sienten, que es aún más importante. Tras el desayuno se despide, sin casi hora de regreso. Volverá a mediodía, eso si tiene tiempo. Y en el corto camino hacia su destino repasa mentalmente las accio-nes que debe emprender hoy. Tiene una mañana ajetreada, y seguramente con cierta ansiedad. La misma que ilusión, ingredientes indisolubles cada año en su labor. No ostenta cargo, tampoco ejerce de responsable público, ni privado. Pero sin él, sería imposible nuestra Semana Santa. Él, además, da sentido a lo que durante 365 días se predica a boca llena. Y él, conoce, lo ingrato, a veces, de su ta-rea. Pero los tiempos están cambiando. Cuando llega al lugar de encuentro, a veces se siente a la espera de ser orde-nado. Conoce lo que hay que hacer a la perfección, pero su disciplina y respeto le frenan hasta recibir la orden concreta y correcta. Y a partir de ahí: un sin parar.

La historia jamás contadaLimpiar, mover, trasladar, volver a lim-piar…Presta sus manos a la Hermandad, porque desde el primer día, hasta el úl-timo, sus manos ya no le pertenecen, son de la Cofradía. Y así hasta la salida procesional, quizás el momento menos importante de todos, pero la guinda al trabajo realizado. Ha hecho hermandad, ha vivido en hermandad y se ha sentido en hermandad.

Esta historia impersonal se repite año tras año en cualquier atrio, interior de capillas, Casa Hermandad o parroquias emeritenses. Son historias que no sue-len tener reflejo en revistas analíticas y reflexivas sobre la Semana Santa de Mé-rida, pero que merecen, incluso, hasta alguna foto de portada. Porque el trabajo de muchos de estos jóvenes, en su mayo-ría, es la base fundamental que susten-ta cualquier Cofradía de la ciudad. Ellos sienten la hermandad no como una institución, sino como un estilo de vida. Para ellos es más importante convivir, trabajar y vivir la pasión y su fe que portar cualquier vara de mando. Pero las cosas están cambiando para estos ‘hermanos’. Como los tiempos, las hermandades en los últimos años han abierto los ojos (aún algunas siguen con su ceguera) a estos jóvenes que se desviven en sentir la her-mandad al cien por cien.

Porque las estructuras anquilosadas for-madas por sagas familiares que no sólo ostentan cargos directivos, sino que in-cluso deciden quién, cómo y cuándo ser ‘hermano’ están desapareciendo. Porque algunas Cofradías están comenzando a compartir el sentimiento cofrade entre todos sus hermanos. Desde el que pone un solo clavel en el paso hasta el que luce su capa con esplendor por las ca-lles de Mérida. Porque las hermandades emeritenses están renovándose, pero no en las directivas, que quizás sea lo me-nos importante, sino en su actitud frente al fiel, al hermano, al devoto. Porque mu-chos de esos jóvenes que han trabajado en hermandad desde jóvenes ahora se sienten parte protagonista de una vida de fe, de trabajo y de dedicación hacia su Cofradía.

Y aunque suene a la historia de siempre, mucho tienen que ver en este cambio los aires renovados en algunas Cofradías, que están dejando a un lado corsés y es-tigmas familiares que huelen a medievo. La Iglesia debe estar abierta a quien presta sus manos a cambio de nada. Y en las Cofradías se está consiguiendo. Aún hay trabajo por hacer. Mientras tan-to, seguiremos contando historias ‘jamás contadas’ que merecen el reconocimien-to de los hermanos emeritenses.

Paco VadilloPeriodista.

“In memorian a Vicente Ramos Rodríguez”“No hay hombre que tenga potestad so-bre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee”. Eclesiastes 8:8

El 24 de febrero de 2013 un AMIGO nos dejó de forma inesperada Vicente Ramos Rodríguez, Secretario de la Cofradía del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Misericordia.

La familia que formamos esta Junta de Gobierno perdió un hermano, una perso-na muy querida por todos. Amigo de sus amigos y siempre pendiente de todos, una persona reservada, ordenado en sus tareas, y servicial. Siempre se podía con-tar con él cuando se le necesitaba.

El último recorrido

El día que falleció recordábamos cosas de Vicente, y su primo reía al recordar lo que les sucedió en una Estación de Penitencia. Vicente cargaba su farol junto a la cruz de guía; como miembro de la Junta de Go-bierno conocía perfectamente el recorrido de la procesión y viendo cómo se equivoca-ban sus hermanos de dirección su voto de silencio le impedía advertir que se estaban equivocando; su primo, acercándose a él le decía al oído que debía romper su voto de silencio, que él no se lo diría a nadie, pero Vicente, mirándole a los ojos tras su verdu-guillo no decía palabra.

Una semana antes de dejarnos, recorri-mos juntos el itinerario que esta cofradía realizará el Miércoles Santo para apuntar todas aquellas cosas que pudieran obsta-culizar nuestro paso, mi hijo iba enfadado por tener que andar por todas esas calles aguantando nuestra tarea, viendo su enfa-do, Vicente cerró el recorrido en la plaza, queriendo invitar a ese chiquillo con cara seria a un refresco allí mismo. Esa fue la última vez q estuvimos juntos, el destino ha querido que nuestro Señor lo acoja en sus brazos justo el día del cumpleaños de ese chiquillo, mi hijo, e igualmente el des-tino quiso que fuera enterrado el día del cumpleaños de su único hermano. A veces el destino es caprichoso, y ese destino ha querido que el Miércoles Santo nuestro amigo Vicente viva la Estación de Peniten-cia desde un sitio de honor, de la mano de nuestro Señora.

Te echaremos de menos Hermano.

Francisco González PérezHermano Mayor de la Cofradía el Santí-

simo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Misericordia.

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Aunque la semana había estado entrada en agua, la confianza de los cofrades en que el tiempo iba a dar una tregua, hizo posible que se más de trescientos cofra-des, procedentes de todas las herman-dades, disfrutaran de una extraordinaria jornada de convivencia y confraterniza-ción en una única cofradía, la Junta de Cofradías de Mérida.

Comenzaba la jornada en torno a la mesa del Señor, una Eucaristía en la que, como nos comentaba el Apostol San Pablo, somos partes de un mismo cuerpo, el cuerpo de la Iglesia. Seguida-mente se dio paso a la jornada festiva, en armonía. Risas, anécdotas, conver-saciones sobre la futura Cuaresma y Se-mana Santa, iban llenando cada rincón de las instalaciones municipales. Las migas extremeñas se convirtieron en el plato común en torno al cual, continuó una grata jornada.

Los más pequeños pudieron disfrutar de actividades especialmente diseñadas para ellos, un castillo hinchable emergió para dar rienda suelta a la algarabía in-fantil que, impaciente, esperaba su “par-cela” particular en la convivencia. Y llegó el concurso de costaleros, un concurso en el que todas las cuadrillas fueron una, demostrando que las largas jornadas de ensayo dan sus frutos y fomentan la uni-dad y la hermandad. Un simpático con-curso que tuvo su momento más signi-ficativo cuando los niños mostraron que

ellos, el futuro, se preparan para tomar riendas, bajo la atenta y emocionada mi-rada de sus padres y de los costaleros veteranos que, con un fuerte aplauso, ru-bricaron la unidad del ambiente.

La jornada terminó con la satisfacción del camino iniciado, un camino en el que

Brillante jornada de convivencia y unidadde las Hermandades de Mérida

se hace necesario el remar en la misma dirección. Un buen inicio para afianzar los lazos de hermandad entre todos, in-dependientemente de las devociones particulares, una única cofradía para una única Semana Santa.

La Hermandad del Calvario demostró su extraordinaria capacidad de organiza-ción, pendiente de todos los detalles para que, hasta en los sorteos de regalos, es-tuviera representada cada una de las Hermandades. Un gran trabajo reconoci-do por todos los presentes y un listón que quedó muy alto para futuras ediciones.

Mario Hernández Maquirriaín

El sábado 26 de enero, el Albergue Juvenil “El Prado” de Mérida, acogió la I Convivencia Cofrade de Mérida, organizada por la Hermandad del Calvario por encargo de la Junta de Cofradías de la Ciudad que, con el objetivo de fomentar los lazos de unión entre las diferentes hermandades, pretende que, anualmente, se celebre una actividad de este tipo.

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Las Hermandades y Cofradías emeriten-ses han venido realizando a lo largo del último trimestre del 2012 un amplio pro-grama solidario con el objetivo de ayudar, en mayor o menor medida, las necesida-des de tantas familias que lo están pa-

sando mal en estos tiempos.

De esta manera, se han desarrollado las tradicionales recogidas de alimen-tos en las sedes de las hermandades. Así mismo, se ha optado por activida-des atractivas que invitaran aún más a realizar un ejercicio de solidaridad. De esta manera, destacan besamanos solidarios a los titulares en los que, en lugar de recoger donativos, se han re-cogido alimentos; Pastorada Navideña con migas solidarias a cambio de ali-mentos y ensayos solidarios por parte de los costaleros en los que, con los pa-sos de la hermandad, se han paseado (y recogido) los kilos de alimentos en las calles de la feligresía.

En total, las hermandades emeritenses han recaudado 4527 kilos de alimentos,

Cumpliendo con nuestro compromiso solidario

1102 litros (aceite azúcar) y se han con-seguido 30 bolsas de Navidad para 30 familias con la colaboración de la Banda de Cornetas y Tambores La Pasión, que celebró una tamborada cofrade solidaria por las calles de Mérida en los días pre-vios a la Navidad.

A ellos hay que sumar los más de 4000 kilos recaudados por la Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia, pertene-ciente a la Agrupación Arciprestal que, durante el Trecenario a la Mártir o do-nando el dinero de las flores de su paso, pudieron alcanzar este objetivo.

Destaca el programa “Cofrades Solida-rios” que, mediante suscripción y pago de una pequeña cuota anual, va intentan-do paliar las necesidades de las distin-tas Caritas de la ciudad. Los alimentos recogidos por las Hermandades han ido destinados a las Caritas Parroquiales de cada una de ellas, mientras que la Junta Local de Cofradías ha hecho lo propio con Caritas interparroquial.

También con los inmigrantesPero no todo ha sido la búsqueda y reco-pilación de alimentos. Los cofrades eme-ritenses se vuelcan con los inmigrantes. A iniciativa del Vicario Parroquial de Cristo Rey, Don Juan Andrés Calderón, Delegado Episcopal para la Cooperación Misionera en nuestra Archidiócesis, pro-puso a la Cofradía del Calvario colaborar

en conjunto con la comunidad parroquial, en el proyecto que se venía desarrollando desde la Delegación Episcopal para las Migraciones.

Este proyecto consiste en reunir el pri-mer domingo de cada mes a toda la comunidad de inmigrantes de la ciudad y los pueblos colindantes en un mismo templo, en este caso el de Cristo Rey, con fin de compartir la Eucaristía en comuni-dad, ofreciendo en este campo un amplio abanico de participación a la comunidad extranjera y una posterior convivencia, en la que los fieles de distintas nacionalida-des, nos dejan un poquito de su cultura y sus tradiciones, resultando un ambiente enriquecedor y muy acogedor.

La Hermandad del Calvario, instó al resto de hermandades a colaborar en dichas actividades aportando, cada mes una, todo los víveres necesarios para la ce-lebración de la convivencia e intentando instaurar un ambiente de total integra-ción y solidaridad con el resto de herma-nos, una invitación que ha sido bien reci-bida por todas las Hermandades.

Mario Hernández Maquirriaín

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Uno de los anhelos de la Junta de Co-fradías ha sido, desde siempre, el poder contar con una sede en la que poder cus-todiar toda su documentación, celebrar actividades, conferencias, exposiciones, en definitiva, un punto neurálgico de la Semana Santa de Mérida. El pasado 19 de junio surgía la posibilidad de contar con las instalaciones del edificio de la antigua Real Carnicería, un edificio emblemático y ubicado en pleno centro de Mérida. La Junta de Cofradías solicitaba entonces al delegado de Cultura, Ángel-Pelayo Gor-dillo Moreno, la posibilidad de que este edificio fuera cedido a nuestra entidad para todos esos fines. Tras pasar por la preceptiva Junta de Gobierno y dar ésta el visto bueno, se iniciaron los trámites con el Gobierno de Extremadura tras lo

La antigua Carnicería de la calle El Puente,

cual, el pasado 25 de febrero, la Junta de Cofradías recibía de manos del alcalde de la ciudad, Pedro Acedo, las llaves de su nueva sede.

El presidente de la Junta de Cofradías, Agustín Velázquez mostró el agradeci-miento del mundo cofrade hacia este gesto del equipo de gobierno y augura una mejor organización para las Her-mandades, ahora que podrán contar con un lugar donde guardar sus enseres y reunirse de manera colectiva: “Según re-coje el convenio, siempre que la Junta de Cofradías no esté ocupando la sala de ex-posiciones, el local se podrá utilizar para otros fines sociales de la ciudad, para que sea un local compartido y abierto a los ciudadanos de Mérida. Agradezco,

El Alcalde hace entrega de las llaves.

nueva sede de la Junta de Cofradíaspor tanto, al Ayuntamiento esta generosa cesión”

El alcalde destacó en la firma del conve-nio, que desde el Ayuntamiento se le dará todo el impulso posible a la Semana Santa, compensando con apoyo y esfuerzo la falta de subvenciones que ha ocasionado esta situación de crisis. En este caso, se trata de un edificio de gran valor arquitectónico que el Consistorio ha preferido ceder para una mejor causa: “Entendemos que la ocasión lo merecía y se podía ceder a quien sabe-mos que le va a dar buen uso y para otros que puedan surgir. Es un loca imprescindi-ble, en el centro de la ciudad, para dar un buen apoyo a la Semana Santa”.

Según recoge un artículo de Magdalena Ortiz y José Antonio Peñafiel publicado en la revista de la pasada Feria de Sep-tiembre, el edificio fue construido por el

Concejo de Mérida en el siglo XVI para abastecimiento a la población local. Cuando se levantó el Mercado de Cala-trava a finales del siglo XIX perdió su uso y quedó como almacén.

A mediados del siglo XX se creó en este lugar la biblioteca municipal. Sin embar-go, ante el auge del turismo en 1966 se puso a disposición del Gobierno central para crear una oficina de información, con lo que el Ayuntamiento perdió la titularidad. Con la cesión de las com-petencias a la Junta de Extremadura el inmueble pasó a la administración regio-nal, que lo ha empleado para la Editora Regional, la Biblioteca del Consorcio y el Festival de Mérida, entre otras funciones.

En la fachada principal, en la calle Puen-te, se puede contemplar un arco de gra-nito coronado por los escudos de Carlos V, el blasón antiguo de Mérida y el del corregidor Hernán Álvarez de Meneses.

Mario Hernández Maquirriaín

El Alcalde con los representantes de la Junta de Cofradías.

La firma sella la cesión.

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Semana Santa de Mérida

La Pasión por MéridaFiesta de Interés Turistico Nacional

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Hace alrededor de 2.000 años, el Monte Calvario se hizo presente de un modo no-torio en nuestras vidas cristianas.

Salvando las distancias y extrapolando la historia a nuestros tiempos, El Calvario si-gue muy presente entre los cristianos y más concretamente en la vida de nuestra ciudad.

La que popularmente conocemos como Hermandad del Calvario tiene en ese Cal-vario su seña de identidad más propia, desde la Parroquia en la que se encuentra erigida canónicamente, Parroquia del Cal-vario (Cristo Rey), hasta la calle donde tie-ne su sede (calle Calvario) y, curiosamente, el punto exacto donde se encuentran sus dependencias es donde estaba ubicada la antigua y desaparecida Ermita del Calvario.

Será por ello, que cuando toca vivir un Calvario, también le toca a esta cente-naria hermandad. Durante la historia de nuestra longeva hermandad siempre he-mos tenido días gloriosos (los que más) y otros no tanto, pero de los que, con el empeño y el trabajo de muchos herma-nos, se ha vuelto a llevar a nuestra queri-da hermandad donde siempre estuvo y de donde nunca debió faltar.

Es justo en ese momento en el que nos encontramos, aunando fuerzas para darle plenitud y vida a esta hermandad que, además, aprovecha este movimien-to para, haciendo suyos los diferentes Calvarios que tristemente nos aporta la sociedad, sentirse cercana a sus herma-nos, sensible al entorno hostil que azota actualmente en cualquiera de nuestros círculos, como consecuencia de la pro-funda crisis con la que convivimos y que, cada día, nos acerca una nueva realidad ante nuestros ojos.

Por lo mismo, no quiere ni debe mirar para otro lado y, con esta intención, ha profundizado y redoblado sus esfuer-zos en adaptar el Programa de Caridad establecido por el Equipo de Gobierno que actualmente rige la hermandad, en concreto por la Vocalía de Caridad, ofre-ciéndose directamente al que más lo ne-cesita y situándose a pie de calle, desa-rrollando actividades tales como Ensayos Solidarios de sus costaleros, recogiendo alimentos (más de 200 kg) por las ca-lles de “El Barrio”, alimentos que fueron directamente a Cáritas Parroquial, al igual que la “Tamborada Solidaria”, con

Hermandad del Santísimo Cristo del Calvario, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísima Virgen de los Dolores y María Santísima de la Amargura.

Un Calvario Solidario.... un Calvario Vivo!!!el lema “Haz que suene tu €uro...”, por las calles más comerciales de la ciudad, con la colaboración inestimable de la Banda de CC y TT “ La Pasión”, actividad con la que sufragamos más de 30 Bol-sas de Navidad para otras tantas familias necesitadas, para que esas fechas todos pudieran ver un poquito de luz en su par-ticular calvario.

Además de este esfuerzo individual, esta hermandad, con el resto de hermanda-des y cofradías de Mérida, trabajan codo con codo, de modo común y unitario, para, a través de las entidades pertinen-tes, paliar en la medida de lo posible to-dos los calvarios que lastimosamente se van generando cada día.

Del mismo modo, hemos abierto las puertas a los inmigrantes, ofreciéndoles esa parcelita necesaria para que, vivien-do tan lejos de sus casas y en muchos casos, de sus familias, sientan el calor de un entorno agradable y que su viven-cia en nuestras tierras nos les suponga ningún calvario.

También dedicamos mucho de nuestros esfuerzos al ámbito más estrictamente cofrade, con una Vocalía de Cultos potente, que trabaja con ahínco para celebrar con la mayor de las digni-dades los Cultos a nues-tros diferentes Titulares, así como la Misa por los Difuntos de la Hermandad y no apartarnos de la so-lemnidad y el recogimiento propios de esos momento únicos en el entorno del Calvario.

Desde la Vocalía de Ma-nifestaciones Públicas hemos conseguido que, para que nuestras Esta-ciones de Penitencia se vivan como un Calvario en Cristo, mostrando una au-téntica Catequesis en la calle, todos nuestros pasos ensayen en fechas tempra-nas y no dejar nada al azar, además de recuperar una de las tradiciones que po-pularmente más ha vivido la ciudad: la Cruz de Mayo. Tradición que, en colabo-

ración con la Parroquia del Calvario y la A.A.V.V. de “El Barrio”, nos llevó a reme-morar momentos inolvidables.

También hemos tenido, a lo largo de todo el año, distintas convivencias con nuestros hermanos, excursiones, pere-grinaciones y muchos proyectos que van tomando forma y que seguramente co-miencen a ver la luz en esta Cuaresma.

En definitiva una HERMANDAD DEL CAL-VARIO MUY VIVA, caritativa y solidaria, que tiene como único fin que sus herma-nos vivan a través de Cristo y su Madre, las realidades de un momento difícil, para así, unidos y remando en una única dirección, soportar los diferentes Calva-rios que de un modo u otro se nos puedan ir presentando.

Feliz Cuaresma y Feliz Semana Santa.

J. Manuel González MejíasComisión Gestora Hermandad del

Calvario

Oración en el Huerto. Hermandad del Santísimo Cristo del Calvario, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísima Virgen de los Dolores y Ma-ría Santísima de la Amargura

Semana Santa de Mérida

La Pasión

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Estimados cofrades:

En la Asamblea General de Hermanos, celebrada el pasado día 7 de febrero, pu-dimos dar cuentas a cuantos quisisteis y pudisteis acompañarnos del estado general de la Cofradía, así como de sus balances de cuentas y presupuestos para el presente ejercici o, y queremos daros las gracias por vuestro incondicional res-paldo.

A raíz de ella, quedó convocada la Asam-blea General de elecciones, en las con-diciones establecidas por el Nuevo Es-tatuto Marco, para el próximo día 19 de abril. Os animamos a todos a participar en ellas.

Como ya anunciamos en esta Asamblea, los planes son muchos y las ganas de acometerlos, también, pero una vez más hemos de priorizar nuestras actuaciones, pues las necesidades son otras. Estamos pasando tiempos duros, tiempos doloro-sos, en los que las palabras crisis, paro, desahucios, se han puesto de moda, y las palabras son palabras, pero cuando estas tienen rostros, hay que actuar. Los cofra-des no podemos arrugarnos, sino al contrario, tenemos que ponernos a trabajar y tratar de ser austeros y solidarios.

El pasado año, ya tomamos una decisión valiente, que a lo mejor no fue entendida por todos. Los pasos de nuestros titulares: Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Santísimo Cris-to de los Remedios, procesio-naron por las calles de Mérida únicamente con adorno floral silvestre. Fue un gesto testi-monial, una llamada de aten-ción hacia nuestros hermanos que sufren privaciones No un gesto de ahorro, como alguno quisiera entender, pues tal y como nos comprometimos, el importe íntegro de lo que la cofradía se hubiera gastado en las flores, fue entregado a Cáritas Interparroquial, antes de salir el primer nazareno del atrio de Santa Eulalia. Cree-mos que la experiencia fue hermosa, y comprendida por quienes tenían que compren-derla, por ello esta Junta de Gobierno ha decidido que este año, sean los cuatro pasos los

Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor.

que salgan sin exorno floral y, como es de ley, el dinero sea entregado a Cáritas, para que lo destine al fin social que crea más conveniente, porque oportunidades no le van a faltar.

En este mismo ámbito de actuación, la Cofradía se encuentra comprometida en el proyecto Cofrades Solidarios, y los resultados son esperanzadores, hemos conseguido aportar una pequeña ayu-da, pues siempre será insuficiente, a las Cáritas de Santa Eulalia, San Juan, San Francisco de Sales, San José, a la Interparroquial, al centro de Acogida Padre Cristóbal de Santa Catalina, y a la Asociación de San Vicente Paul. Los resultados, más de 4.000 kilos/litros de alimentos solidarios de los Cofrades Nazarenos que, poco a poco, vamos re-tomando el espíritu fraternal que ani-maba a nuestros antecesores cuando fundaron las cofradías. Pero queda mucho por hacer, animaros, cuesta muy poco.

Y, hablando de fundadores, no podía de-jar de mencionar el excepcional acon-tecimiento que se avecina en relación

con nuestros antecesores. Como bien sabéis, la cofradía se funda en torno a la carismática imagen de Jesús Nazareno, aquella que presidía la capilla del Con-vento-Hospital del mismo nombre, que erigieron los Hermanos de Jesús Na-zareno, cuyo fundador fue el emeriten-se “Padre Cristóbal de Santa Catalina”, cuya beatificación de producirá en Cór-doba el próximo día 7 de abril. Ante este acontecimiento extraordinario, como es la subida a los altares de un paisano, los cofrades nazarenos, y todos los co-frades emeritenses en general, no po-demos permanecer indiferentes, por lo cual nos sumaremos con alegría a todos los actos a celebrar y a la peregrina-ción para su beatificación. Hoy, más que nunca, cuando arrecian los vientos que atacan a los más desfavorecidos, hemos de volver la mirada hacia el ejemplo de este carismático emeritense, entregado a los más necesitados, con una inque-brantable fe, que resumía en su célebre proclama, utilizada como lema en sus casas hospitalarias:

“Tu Providencia y mi fe, han de tener esto en pie”

Nuestro Padre Jesús Nazareno. Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor.

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La Semana Santa del 2012, tuvo una no-vedad, la cual sorprendió y alegró a mu-chos semana santeros, la participación de nuestra Cofradía con la imagen de San Juan Evangelista del paso del Descendi-miento, en la procesión del Domingo de Resurrección y encuentro con Ntro Padre Jesús Resucitado.

Todo esto ha sido gracias a la invitación de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Na-zareno, Stmo Cristo de los Remedios y Ntra. Sra. del Mayor Dolor, y al sueño que compartían los dos Hermanos Ma-yores de que ambas Cofradías, Agustín Velazquez Jimenez, por parte de la del Nazareno, y José Antonio Clavo Vadillo, por parte de la Ferroviaria, ya que nos unen mas cosas que a otras cofradías, compartimos misma sede canónica, y participamos en todos los actos que nos invita la parroquia conjuntamente.

En definitiva, tenemos una finalidad com-partida, dar culto a Ntro Señor Jesucristo y a su Stma. Madre, la cual realizamos con distintas advocaciones, pero ningu-na de ellas desmerece, por tanto, que realicemos una procesión conjunta las dos cofradías, no es una cosa anormal, pues nuestros pasos llevan el orden de la pasión, Nazareno, Crucificado, Dolores, Descendimiento, Angustias, Esperanza y Resurrección.

Desde aquí volvemos a darles las gracias por su invitación y les recordamos que pueden contar con nosotros para todos aquellos actos que realcen nuestra Se-mana Santa, y esperamos que no sea el primer y último año, sino que sigamos juntos haciendo este camino que hemos empezado.

Pero vamos a hablar un poco de la his-toria de la imagen. La talla de San Juan Evangelista, al igual que el resto de imágenes que componen el paso del Descendimiento de Ntro. Señor, llegó a nuestra ciudad en la primavera de 1948, realizando su primera estación de peni-tencia en la Semana Santa de dicho año. En un principio todas las imágenes eran vestida de gracia con policromía sencilla.

Todas ellas, fueron realizadas por el es-cultor natural de Don Benito y residen-te en Castilleja de la Cuesta (Sevilla),

Cofradía Ferroviaria de Descendimiento, Santísima Virgen de las Angustias y Nuestra Señora de la Esperanza

San Juan Evangelista en la Procesión del ResucitadoD. Juan Blanco Pajares, el cual una vez acabados sus estudios de Bellas Artes en Madrid, decidió presentarse en 1935 a la Cátedra de Bellas Artes en la Academia de San Fernando y tras aprobar el teóri-co, obtuvo la Medalla de Oro de la Exposi-ción organizada para tal evento y con ello la plaza de Catedrático. El comienzo de la dura contienda civil española, le privó de acceder a ella. En el año 1952, se res-tauró, al igual que el resto de imágenes, excepto la de Sta María Magdalena, cam-biándole la policromía sencilla, por otra con pan de oro estofado.

En este periodo de tiempo, el altar de nuestra Cofradía, estaba situado entre el cuadro de las ánimas y la capilla de la Milagrosa, estando al culto el paso al completo, exceptuando José de Arima-tea, Nicodemo y Santa María Magdalena.

En los años sesenta debido a que pesaba bastante las imágenes, y que desentona-ban con las de Ntra. Sra de la Esperanza y Stma Virgen de las Angustias, se volvió a restaurar, haciéndo-la en ese momento imagen de vestir, siendo una imagen de cuerpo entero.

A principios del año 1966, se recogen todas las imáge-nes en la Capilla del Bautismo, es-tando San Juan en el suelo delante de Ntra Sra de la Es-peranza, de lo cual hay fotografía, pero posteriormente, se recogen en la ha-bitación que había encima de la mis-ma, con el resto de los enseres de la Cofradía, tanto San Juan Evangelista como Ntra. Sra. del Amor Hermoso.

En 1991, y debido a las obras de restau-ración de la Basílica

de Santa Eulalia, las imágenes de Ntra. Sra. de la Esperanza y Stma. Virgen de las Angustias, se traslada su culto a la Parro-quia de Ntra Sra de los Milagros en el Polí-gono Nueva Ciudad, y San Juan Evangelista y Ntra Sra del Amor Hermoso, se vuelven a poner al culto en la capilla de San Bartolo-me, en la barriada del mismo nombre, en donde actualmente siguen estando.

Esta es en síntesis la historia de nues-tra imagen, que como nunca se le ha visto la cara procesionando, debido a su situación mirando a la talla del Cristo, y debido a que muy pocos son los que que-dan y se acuerden de haberla expuesta al culto, muchos creían que era una imagen nueva la cual procesionaba por primera vez, con comentarios que como los fe-rroviarios habíamos adquirido otra nueva imagen, pues no queridos emeritenses, San Juan Evangelista realizó su prime-ra estación de penitencia en la Semana Santa de 1948.

Descendimiento de Nuestro Señor. Cofradía Ferroviaria de Descendimiento, Santísima Virgen de las Angustias y Nuestra Señora de la Esperanza.

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Nos asomamos nuevamente a esta Cua-resma, tiempo de conversión y de fe. Una Cuaresma que, para nuestra hermandad, supone un punto y seguido en la intensa actividad que venimos desarrollando du-rante todo el año.

Plasmar y desgranar en esta página todo lo realizado desde la Cuaresma anterior sería, realmente, interminable. Anima-dos por las buenas sensaciones vividas el pasado año, al ser reconocidos como la mejor organización procesional del Lunes Santo, continuamos travesía, sin perder el rumbo y a velocidad de cruce-ro, hemos intentado vivir intensamente la Hermandad haciendo que sea lugar de encuentro familiar de todos nuestros hermanos. La Junta de Gobierno que con orgullo presido ha sido el principal motor para cada una de las cuestiones que he-mos llevado a cabo. Y es que no hemos parado, desde aquella fallida convivencia en la Casa de Campo, que solucionamos en las instalaciones de nuestra Casa Hermandad donde todos nuestro herma-nos compartieron mesa y mantel, acom-pañados de miembros de otras herman-dades que, como siempre, nos tienen a bien acompañar y que son parte, también de nuestra familia.

No paramos en verano reuniendo, para todo Mérida, al mítico Grupo Vanagloria en el Albergue Municipal, en una noche de encuentros y sensaciones. Continua-mos en Cuaresma con nuestra Escuela Cofrade, en la que los más pequeños em-piezan a entender y a valorar la impor-tancia de la vida en una Cofradía.

Y no paramos en la mejora y consolida-ción de nuestros enseres. En este caso, con la profunda reforma a la que hemos sometido al Palio de Nuestra Señora del Rosario con el fin de aligerarlo de peso y dotarle de un movimiento más rítmico y cadencioso. En este último caso, desta-car que el paso de la Virgen será el gran protagonista de este año pues, el Lunes Santo, podremos ver a Nuestra Señora con un precioso manto y una saya a juego con las bambalinas que han sido sufra-gadas por nuestra hermana María del Carmen Gil a la que, desde estas pági-nas, agradecemos sus desvelos y aseso-ramiento en todo lo que acontece a los enseres de nuestra Hermandad.

Real Hermandad y Cofradía Infantil de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, Santísimo Cristo de las Injurias y Nuestra Señora del Rosario.

A velocidad de cruceroLos costaleros de la Entrada en Jeru-salén, que se alzaron con el premio a la “mejor chicotá” del Parador y Cope el pa-sado año, tampoco se han estado quie-tos. Así, se nombró una nueva directiva que se puso a trabajar en otro pequeño proyecto: la adquisición de unos nuevos faldones para el paso en color rojo que, sin duda, darán más solemnidad y empa-que al conjunto procesional.

Pero no todo es trabajo, hemos tenido tiempo para encuentros y convivencias que iremos desarrollando a lo largo de todo el año. Todo ello sin olvidar que so-mos parte de la Iglesia y que, como Co-fradía, pertenecemos a la Concatedral de Santa María de Mérida, todo un honor y privilegio.

Os animo a que viváis intensamente los días de Cuaresma y Semana Santa, que sintáis la hermandad como lo que es, vuestra familia, un colectivo en el que, cada día, todos debemos ser más herma-nos en un único corazón y con un único objetivo: vivir la Fe y acrecentar nuestro compromiso cristiano.

Con vuestra ayuda, con vuestros conse-jos, con vuestras iniciativas, la Cofradía Infantil está, y estará más viva que nun-ca.

Emilio F. Nova RamosHermano Mayor

Santísimo Cristo de las Injurias. Real Hermandad y Cofradía Infantil de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, Santísimo Cristo de las Injurias y Nuestra Señora del Rosario.

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Después de 21 siglos se sigue oyendo en todo el universo, como un eco de sono-ridades negras, las palabras de nuestro Señor Jesucristo en la noche de su pren-dimiento: ¿A quién buscáis? Esta Sema-na Santa vuelven a sonar en nuestros oídos y corazones sus palabras: ¿A quién buscáis comunidad cristiana de Mérida, a quien buscáis Parroquia de San Francis-co de Sales, a quien buscáis Cofradía del Prendimiento, a quien buscáis hermanos y hermanas cofrades de Mérida...?

Todo aquel tropel de gentes, en aquel huerto de olivos anochecido, cubiertos por las sombras de la traición de Judas, que hacía más negra la noche, respon-dió: “A Jesús, el Nazareno”.

Buscan a un simple hombre, al hombre de Nazaret. No habían descubierto en to-dos aquellos años al Hijo de Dios. Se han quedado a mitad de camino. Solo buscan a un HOMBRE. ¿Y nosotros?

Jesús nos quiere ayudar, una vez más, para que hagamos el descubrimiento, para que encontremos lo que todo ser hu-mano busca a la larga o a la corta: a DIOS.

Un Dios que me trasciende, que está más allá de mi muerte. Que no puede faltar. Que es necesario. Porque si no, todo se nos hunde, todo se derrumba y queda-mos sepultados entre los escombros de nuestras miserias y pequeñeces.

Solo desde esa trascendencia, que siem-pre existe y nunca muere, porque es la existencia misma, “Soy el que soy”, po-demos entender y dar sentido, al sin sentido de nuestro ser, que queriendo vivir siempre, nos morimos. ¿Por qué me muero, si no quiero morir?

Jorge Manrique no quería perder su tiempo, su poco tiempo, para salir de la locura de este pensamiento trágico: “No gastemos tiempo ya en esta vida mez-quina por tal modo, que mi voluntad está conforme con la divina para todo; y con-siento en mi morir con voluntad placen-tera, clara y pura, QUE QUERER HOM-BRE VIVIR CUANDO DIOS QUIERE QUE MUERA, ES LOCURA”

¿A quién buscáis? Y las gentes de la no-che, gritaron: “A Jesús, el Nazareno” Y Jesús para ayudarles y ayudarnos en su búsqueda, en medio de la oscuridad, les contestó y nos lo afirma hoy: “Yo soy”.

“Yo soy” es el nombre con que Dios se manifestó y reveló a Moisés en el desier-to: “Yo soy el que soy”. No soy el que exis-

Cofradía del Prendimiento de Jesús y Nuestra Señora de la Paz

te, sino YO SOY LA MISMA EXISTENCIA, donde la muerte no tiene cabida, ni sen-tido; solo tiene cabida y sentido, la VIDA.

La respuesta a la inquietud, al desaso-siego, a la tristeza, a la desesperanza del hombre al descubrir su contingencia, es decir, que no es necesario, que está abo-cado a la muerte, donde nos encontra-mos todos: el pobre y el rico, el sabio y el ignorante. La respuesta total, absoluta y necesaria a esta inquietud, desasosiego, tristeza y desesperanza, es: DIOS; el que todo lo trasciende, el que va más allá de las cosas y de la vida, el que es la existen-cia misma: “YO SOY”.

El tropel de gentes que buscaba al Se-ñor no entendió una respuesta tan alta. ¿Y nosotros? Había demasiada oscuri-dad, porque Judas les acompañaba con las tinieblas de su traición. Hoy también están nuestras tinieblas en forma de falta de formación, de falta de fe auténtica, de compromiso real, de consecuencia bau-tismal, de compromiso, de aceptación de las realidades diarias… Era de noche, nos ha dicho San Juan. En realidad, la noche era Judas. Hoy, ¿seguimos siendo noso-tros la noche?

Ya lo sabéis, mi buenos hermanos, para entender y entrar en esta revelación del Prendimiento de nuestro Señor, tenemos que renunciar, en primer lugar, a las ti-nieblas de nuestras grandes o pequeñas traiciones.

Así, entrando en el “YO SOY”, en la misma existencia, ha-bremos vencido nuestra con-tingencia y nuestra muerte. Y nuestros miedos y temores quedarán vencidos por la “nueva vida”: la RESURREC-CIÓN, porque nos habremos sumergido y bañado en la misma existencia del exis-tente: en el “YO SOY”.

Judas no lo entendió; le dio un beso de traición, y Cristo le llama amigo. ¡Qué man-sedumbre en la mirada de Jesús a éste pobre desgra-ciado! ¡Con qué amistad, con qué amor miraría a Judas! ¡En vano! Poco después, des-esperado y en la oscuridad de la noche, se ahorcó.

El camino, pues, para llegar al existente y nosotros a la inmortalidad, es DIOS y su AMISTAD. Seamos amigos de

Dios, sé su amigo, que Él, amigo tuyo y mío quiere ser: “Ya no os llamaré siervos, sino que os llamaré amigos, porque todo cuanto he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer” Él es: “YO SOY”, la existencia misma, y a ella se llega por la amistad. No por la traición. Sí, por la amistad. Y a la amistad por el trato diario.

La Santísima Virgen no debió ver a Jesús en aquella noche del prendimiento. En la casa de Caifás lo condenaron a muerte y ahí mismo lo encerraron, atadas las ma-nos. Fue esa noche una noche muy larga para María, en la que no pudo dormir ni siquiera un momento.

¡Madre de la Paz, qué noche de insom-nio y lágrimas tuviste que pasar cuando apresaron a tu Hijo Jesús! Que todos, en recuerdo de esa noche de profunda amargura para ti, aprendamos lo que Él quiere de nosotros: caminar a nues-tro lado, vivir con nosotros, crecer en su amistad y ser sus testigos en este tiem-po convulso, secularizado, que hemos de compartir con otros hermanos para lle-varles la esperanza de la Vida eterna.

Guillermo Díaz ManzanoHermano Mayor

de la Cofradía del Prendimiento

Nuestra Señora de la Paz. Cofradía del Prendimiento de Jesús y Nuestra Señora de la Paz.

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Un año más llega la Cuaresma y nues-tra ansiada Semana Santa, donde cada Hermandad sale a la calle con sus pasos, realizando su Estación de Penitencia.

Pero la labor de una Hermandad no es sólo procesionar sus pasos, sino traba-jar durante el resto del año en formarse, participar en los Sacramentos y en ayu-dar a los más necesitados.

A mi, como Hermano Mayor de la Ve-ra-Cruz, me gustaría que todos los her-manos participaran en la Cena del Señor, antes de participar en nuestra Estación de Penitencia.

Como no podría ser de otra forma, nues-tra Hermandad tiene como uno de sus pilares fundamentales la caridad y está comprometida con las personas que más lo necesitan de nuestro entorno.

Tenemos un grupo de voluntarias que colaboran con Cáritas, tanto en la Parro-quia de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, donde estamos establecidos como Cofra-día, como en la Parroquia de los Santos Servando y Germán, que regentan los Franciscanos, y a los que nos unen an-cestrales lazos, y en la que se colabora con la recogida y reparto de alimentos a familias necesitadas.

Este año una de nuestras medidas es suprimir todos los arreglos florales de nuestros pasos y destinar el dinero pre-visto para los mismos a la compra de alimentos no perecederos con destino a Cáritas Parroquial.

Desde aquí me gustaría invitarles a todos que se sumen a esta campaña de solida-ridad y nos ayuden a incrementar lo que nuestra Hermandad pueda aportar.

Sin más desearos que tengáis una Cua-resma y una Estación de Penitencia fruc-tífera, en la espera de una Pascua plena de esperanza.

“Toma tu Cruz y Sígueme”

Juan Francisco Salguero Martínez

Hermano Mayor

Franciscana Hermandad y Cofradía de nazarenos del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y María Santísima de Nazaret

La caridad en las hermandades

María Santísima de Nazaret. Franciscana Hermandad y Cofradía de nazarenos del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y María Santísima de Nazaret.

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Estimados Cofrades, otro año más me dirijo a vosotros en estas fechas previas a la Semana de Pasión. Este año me gusta-ría aprovechar estas líneas para destacar lo importante que es la Semana Santa para la ciudad de Mérida.

La Semana Santa es la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Re-surrección de Jesús de Nazaret. Por ello, es un período de intensa actividad litúr-gica dentro de las diversas confesiones cristianas. Durante esa semana tienen lugar numerosas muestras de religiosi-dad popular a lo largo de todo el mundo, destacando las procesiones y las repre-sentaciones de la Pasión. Es una semana que vivimos intensamente los cristianos; momentos de recogimiento, fe y devoción son propios de estos días. Esta vivencia de fe atrae a un gran número de turis-tas, que nos visitan durante esas fechas para contemplar nuestras estaciones de penitencia y disfrutar de lo que la ciudad les ofrece.

A pesar de la situación económica que nos afecta, la afluencia de turismo a la ciudad de Mérida en la Semana Santa del 2012 hizo que la ocupación hotelera rozara el 100% , según datos de la Direc-ción General de Turismo. La ex Consejera de Industria, Turismo y Comercio, Dolo-res Hernández, se mostraba muy satis-fecha por estos datos según declaraba a la prensa (elPeriodico Extremadura, 9/04/2012). Hernández decía que “la cla-ve de estos buenos datos es la perfecta unión de las Cofradías y Hermandades con el Patrimonio Histórico-Artístico de Mérida. Eso hace que nuestra ciudad sea única y eso el visitante lo sabe, lo conoce y cada día lo valora más”.

Teniendo en cuenta estos datos cabe ha-cerse una pregunta...si la Semana Santa de Mérida tiene una elevada repercusión económica para nuestra ciudad ¿por qué entonces no se nos presta el sufi-ciente apoyo institucional para seguir funcionando como veníamos haciendo hasta ahora? Desde aquí quiero hacer un llamamiento a la reflexión sobre este tema...no podemos retroceder en lo has-ta ahora conseguido, debemos trabajar al unísono para seguir recogiendo los frutos de nuestro trabajo y nuestra fe.

Para finalizar, deciros que el Papa Bene-dicto XVI dio inicio en octubre al Año de la Fe. Esto nos brinda la oportunidad de reflexionar y volver al mensaje del Evan-gelio. La Fe debe ser el motor que nos mueva en estos tiempos de dificultades,

Cofradía del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Misericordia

debe ser el pilar en el que nos apoyemos para seguir adelante con nuestra lucha diaria.

Recibid un cordial saludo de la Junta de Gobierno.

Francisco González PérezHermano Mayor

Nuestra Señora de la Misericordia. Cofradía del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra

Señora de la Misericordia

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Estimados hermanos en Cristo, un año mas el olor a incienso nos adentra en la cuaresma y nos invita a la conversión y a la penitencia para después morir y re-sucitar con Cristo. El año de la Fe donde más que nunca los cristianos debemos dar testimonio de ello, una fe que noso-tros como hermandad representaremos en la calle el próximo martes santo. Un año donde las dificultades acechan más que nunca a nuestra sociedad y a nuestro entorno, es por ello por lo que debemos confiar, abrazarnos a la Cruz de Cristo y cobijarnos bajo el manto sagrado de María. Los cristianos debemos dar tes-timonio de la fe en Cristo y ayudar a todo aquel que nos necesita.

Nuestros barrios de San Juan y María Auxiliadora, necesitan mas que nunca la ayuda de su hermandad, barrios afecta-dos por la situación que nos esta tocan-do vivir. Barrios que cada martes santo tiemblan de emoción, orgullo y fe cuando su hermandad esta en la calle. Este año seguro que serán muchas las mira-das y las peticiones que nuestros her-manos lanzaran al contemplar a Jesús de la Humildad y a María Stma. de las Lágrimas. Desde aquí les queremos transmitir que la hermandad siem-pre estará presente para tenderles una mano y ayudarles en todo lo que ne-cesiten.

Como bien hemos dicho antes cada Martes Santo, San Juan y María Au-xiliadora laten de emoción y de fe cuando ven a su hermandad en la calle, una her-mandad que se va fraguando poco a poco, dos barrios unidos que sola-mente el paso del río Albarregas les

Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Nuestra Señora de las Lágrimas

Una hermandad en sus barriossepara. Cada año son más los que se acercan a la hermandad para tender-nos una mano, aun recordamos muchos la llegada a nuestros barrios de María Stma. de las Lágrimas por el año 1990, fue un momento único e irrepetible, ver como dos barrios esperaban en la plaza de San Juan a su Madre de las Lágri-mas, el momento culmen fue cuando en la misma plaza las puertas del camión, que ese día sirvió de trono para Nuestra Señora, se abrían y todos podíamos con-templar la belleza inigualable de María, fue un momento de emoción, de alegría y de fe, ese fue uno de los primeros mo-mentos donde se empezó a fraguar una hermandad de barrio.

Día tras día nos sentimos mas arropados por nuestros barrios, humildes, sencillos, sin lujos, sin plata ni oro, pero si carga-dos de fe, humildad y sentimiento, donde la palabra barrios y hermandad caminan juntos de la mano, con sus caídas y tro-

piezos pero también con sus alegrías y sa-tisfacciones por el trabajo bien hecho. Por eso este año a través de estas líneas que-remos agradecerles a nuestros barrios de San Juan y María Auxiliadora y a nuestros hermanos/as, su fidelidad, colaboración, disponibilidad, entrega, amor, fe y pasión con la que se entregan a su hermandad. No olvidéis nunca que esta es vuestra hermandad y nosotros trabajamos y se-guiremos trabajando por ella y por todos vosotros, para que nuestra barca, en la que estamos todos, llegue a buen puerto y a pesar de las tempestades nunca se hun-da. Gracias a todos/as.

Y por ultimo desearos que paséis una Se-mana Santa desde la fe, la oración y el amor a Ntro. Señor Jesús y a Ntra. Ma-dre Maria, para que ellos sigan dándonos fuerzas para seguir el camino que nos ha tocado vivir.

La Junta Gestora

Nuestro Padre Jesús de la Humildad. Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Nuestra Señora de las Lágrimas

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Da comienzo la Semana Santa de este año 2013 y nos disponemos a rememorar un año más, la Pasión, muerte y resurrección de nuestro señor. En este sentido, nuestra hermandad juega un papel muy impor-tante en la Semana de Pasión de Mérida, recordando, la institución de la Eucaristía.

“tomó pan y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “esto es mi cuer-po, que se entregará por vosotros. Haced esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cena, diciendo: “este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que be-báis, en memoria mía”. Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. (1Cor 11, 23 26).

La Cena con los apóstoles, es uno de los momentos importantes en la vida terrena de Jesucristo, es una descripción de la últi-ma comida que tuvo Jesucristo con sus dis-cípulos antes de su arresto y crucifixión en una cruz romana hace más de 2.000 años.

Esta contiene muchos principios signifi-cativos, y continúa siendo una parte im-portante de la vida cristiana en todo el mundo.

He aquí algunos hechos destacados que cambian vidas, como los registra el evan-gelio de Lucas. Primero, Jesús predice que sufrirá al acabarse la cena y que será Su última comida antes de finalizar Su obra para el reino de Dios (Lucas 22:15-16).

Segundo, Jesús les da a Sus seguidores símbolos para recordar Su cuerpo y Su sangre, sacrificados por toda la humani-dad. “Y tomó el pan y dio gracias, y lo par-tió y les dio, diciendo: ‘Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.’” (Lucas 22:19).

Tercero, Jesús nos ofrece un principio importante para vivir la vida cristiana: Sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve (Lucas 22:26).

Finalmente, Jesús le da esperanza a sus seguidores: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi rei-

Cofradía de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Patrocinio

Sagrada Cena de Jesúsno, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lucas 22:29-30).

Todos estos siglos, la Última Cena ha ins-pirado a gente a vivir por fe en Jesucristo, sirviendo a otros, en lugar de seguir las in-fluencias del mundo y esperar ser servido.

La Última Cena tuvo lugar en la noche de la preparación de la Pascua judía, un tiempo sagrado para la nación judía en recuerdo de cuando Dios salvó a los ju-díos de la plaga de muerte de todos los primogénitos en Egipto.

Jesús dispuso la cena intencionadamen-te, instruyendo a Sus discípulos dónde celebrarla. Sus doce discípulos estuvieron con Él durante y después de la comida. Es aquí cuando Jesús hace la predicción de que Pedro negaría conocerle tres veces antes de que el gallo cantara en la maña-na, lo que resultó cierto. Jesús también predijo que un discípulo, Judas Iscariote, le traicionaría, lo que también fue cierto.

La Última Cena fue una reunión para que Cristo fraternizara con sus discípulos por última vez antes de su arresto y crucifixión. El pan es el símbolo del cuerpo de Jesús; nunca debemos olvidar que fue dado por nosotros. El vino representa la sangre de Jesús; nunca debemos olvidar que de-rramó su vida por nosotros. Jesucristo ha ofrecido a todo el mundo el regalo de su vida, muerte y resurrección.

Después de la Cena, Jesucristo voluntaria y obedientemente, permitió ser sacrifica-do brutalmente en una cruz de madera. Hizo esto para reconciliar a cada uno de nosotros con Dios, pagando el precio de nuestros pecados, lo que no hubiéramos podido hacer jamás por nosotros mismos.

A cambio, Jesús nos hace un simple pe-dido, que recordemos este acto de amor que Él hizo por nosotros. Jesucristo no tenía que morir por nosotros. Sin embar-go, lo hizo porque Él valora cada vida en la tierra y desea ver a cada uno de nosotros sentados a Su mesa en el cielo algún día.

Nosotros como cofrades, miembros de la iglesia y de la Hermandad de la Sagrada Cena debemos estar y sentir orgullo de poder enseñar en nuestra ciudad dando forma catequética la última cena de Je-sús, debemos dar ejemplo de esta entre-ga, ya que Jesús ofreció como sacrificio su vida, expresión de servicio elevado a la máxima potencia, nosotros podríamos imitarlo y seguir sus enseñanzas ponien-do nuestra vida al servicio de nuestros hermanos , sobre todo en estos tiempos de dificultad que nos ha tocado vivir.

Hagamos de esta Semana Santa, un sen-timiento interior de fraternidad con nues-tros hermanos, con una de las armas que Jesús puso a nuestra disposición. El Amor.

Luis Manuel Pérez Colomo

Sagrada Cena. Cofradía de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Patrocinio.

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María Santísima de Nazaret que con tu mirada maternal iluminas este salón y en tu honor quiero ser instrumento, útil, de este pregón, con tu venia

Amigos y amigas de Cofradías y Herman-dades, que sois conexión con las señas de identidad de mi ciudad, estimados emeritenses, buenas y serenas noches.

Estimada Trinidad Nogales, profesional íntegra, persona de gran humanidad, eres un lujazo, no sólo para el gobierno extremeño sino para quienes tenemos la suerte de contar con tu amistad.

Antes de empezar, mi gratitud a Chema, cronista e hijo de cronista, capataz del Cristo de la O, por tus palabras; se te nota en la mirada el reflejo de las cosas de mi ciudad, de la que no eres especta-dor sino protagonista. Hoy, te ha podido más el afecto que tu condición de histo-riador, te prometo…

Deber de justicia. Pablo, gracias, porque contigo aprendí, aprendí que en la pro-cesión lo importante es salir con el alma limpia y el corazón despejado. Aprendí que si una estación de penitencia no nos acerca a Dios, no vale la pena hacerla, aprendí a compartir afanes e ilusiones, aprendí a ser Cofrade. (A luchar por ser Cofrade.) Y quiero seguir aprendiéndo-lo…a tu lado

Vayamos al Pregón, con vuestro permiso, me pongo los guantes blancos, me abra-zo a mi Cruz de Guía, me alineo con los faroles y al toc toc de mi Hermano Mayor, comienza la procesión.

No puedo mirar atrás, porque si girara la cabeza los brazos de la Cruz de Guía chocarían con el capirote, quien coge la Cruz tiene que mirar adelante, siempre adelante, mirar atrás es un atraso, quien no avanza retrocede.

Por detrás, se oyen tambores y corne-tas, (porrom pom), se que están ahí, no los veo, pero los presiento. Pasaron los tiempos en los que decían que nos acompañaban Bandas de pitios y porra-zos, después vino la Banda de Música de Guareña, las Sagradas Vestiduras y, aho-ra, suena a música celestial

En silencio. Presiento que algo extraordi-nario va a ocurrir.

En silencio. ¿A qué huele el silencio?, a azahar e incienso

Pregón 2012

Hoy, nos vestimos de Domingo de Ramos. Comienza la Semana Santa, la primave-ra ha llegado, gloriosa, a las naranjas de Publio Carisio. Los pequeños nazarenos de la Borriquita, ese Infantil júbilo de túnicas blancas y rojas, aún llevan las palmas que han recibido a Jesús por las calles de Jerusalem…

Si te alegras, Señor, del ruido ronco, de este recibimiento que con las palmas te damos, advierte que te dan todos los ramos, para darte el viernes, desnudo el tronco.

La barriada de los mirlos ve doblar por lo alto de San José a su Cruz de Guía, mien-tras, por allá abajo, la Borriquilla -con sus pequeños nazarenos- se enseñorea de la Plaza de España, nosotros, noso-tros ya estamos cenando.

¿Por qué somos nazarenos? ¿Por qué lo hago? Porqué salimos todos los años

Cuando Ana y Mario me animaban para esta honrosísima misión, supongo que no más por militante capillita, forofo del costal, cuando LuisMa, mi hermano del alma, me decía fíate de mí y …

Decía Rilke que la infancia era la autén-tica patria.

Mi mamá me hizo de los castillos. Es un recuerdo que no se me cae de la memo-ria.

Me hizo de los castillos y no de los mo-raos, los más cercanos a la barriada de las Abadias y los chinos —cuando no

eran de China sino alguien cercano—, la barriada donde me crié…Unos “moraos” amamantados por la familia De las Heras a quien Mérida debe un reconocimiento, un homenaje y un aplauso sincero.

Quizás me hizo por la devoción de mi mamá a Nuestra Señora del Mayor Dolor, que mis primos Jorge y Andrés portaron durante tantos años…

La Virgen de Javier Baviano Giner en Santa Eulalia...

Madre de infinito amor,nazarena y hebrea,Consuelo del que en Ti espera,redención a su dolor,quien pudiera en tu loor,anidar en tu peana,y nacer, cada mañana,con el alba a tu mirar,cautivo en el palomar,de tu planta soberana.

Mis padres me dejaron unas enseñanzas marcadas por el ejemplo, un legado de li-bertad, fe, y compromiso, que es la mejor herencia. Por eso cuando nos vestimos, prendida en la túnica, como una oración, como la soga de los ataos, van los re-cuerdos de una familia, de esa infancia que ahora se prolonga en los hijos y es-peras verla en los nietos. Esos pequeños nazarenos que serán, si Dios quiere, san-gre de mi sangre. La sangre de un cofra-de solo se da cuando se recibe

Un rito: Siempre subiendo esa rampa de juegos, infancia y devoción. Hay ritos si-

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lenciosos que no se aprenden sino que se heredan, van incorporados en las venas, en la genética emeritense, se ven hasta en detalles nimios, esa forma de suje-tarse el antifaz al rostro, el capirote en la cabeza, la faja de penitencia, el cordón nazareno…

Mi madre con la cantimplorita (no exis-tían botellas de plástico), caramelos de Mártir y el Rosario en la mano, arma poderosa que uso toda su vida. Yo iba de procesión y mi mamá, de penitencia.

Si se levantan los vientos de las tenta-ciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a María. Si te agitan por las olas de la so-berbia, de la mentira, de la ambición, de la envidia, mira a la Estrella, llama a Ma-ría. Si la ira, la avaricia, el placer arras-tran con violencia tú alma, mira a María. Si te turba el recuerdo de tus pecados, la enormidad de tus crímenes, te confunde la fealdad de tu conciencia, te aterra la idea del horror del juicio, te sumes en la sima sin fondo de la tristeza, en el abis-mo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No perderás el camino si la sigues, en-contrarás la esperanza si la ruegas. Si te tiene de su mano, no caerás.

Ver con los ojos de la Fe. Esto no es una suerte de más allá laico; nuestra fe es compartida por muchos, pero debe ser respetada por todos. No se puede pre-tender arrinconar nuestras creencias en la intimidad de nuestro hogar, en la pri-vacidad de nuestras conciencias; nues-tros capirotes son la punta de lanza de nuestros corazones, y eso, no se puede esconder.

Vamos a levantar a la de los ojos verdes para que toda Mérida la vea. Y la ciudad se asombre ante tanta belleza. ¿Quién la olvida si la ha visto?

Ahorita, voy y vengo con añoranzas. Y digo bien ¡ay Dios! ahorita porque el pregonero, ni puede ni quiere quitarse del pensamiento, os lo digo en confian-za, que aquí me falta alguien. Porque mi primer nazareno, ese que comenzó con-migo, que llevé de la mano a la misma edad que me llevaron a mí, está ahora en México y parece como que me falta el aire cuando le traigo a mi recuerdo…cuanto te quiero hijo, cuanto te quiero…aunque no está tan lejos y, lo sé de su parte, a estas horas está rezando por su padre…

Por qué hablo de mi hijo primogénito?, porque a diferencia de otros días festivos, la Semana Santa me trae a la memoria recuerdos del ayer infantil y adolescente, de aquellas sombras que fuimos, de al-gunos desengaños de la vida. La Semana Santa sobrevive porque no hay lanzada que pueda con ella. De la Cruz a la Luz solo hay un paso.

Acudimos para restregarnos los ojos de la incredulidad, para ver y creer como Santo Tomás, para encontrar en esa mi-rada la respuesta a muchas de nuestras preguntas. El Paso de nuestra vida. Altar ambulante.

No es posible entender lo que ocurre en nuestras calles si sólo se ven con ojos in-diferentes.

Hay una ética y una estética de la Se-mana Santa que no se puede escribir, ni describir, es algo que se siente, te duele y te hace feliz.

Es una manera de ver la vida que no muere, que se reinventa.

Son crujíos de maderas, suspiros de cos-talera, lágrimas de cera, sendas de naza-renos, voz ronca de Juan Manuel o José Antonio para que el paso no roce el din-tel, cigüeñas que parecen aplaudir con el pico la salida de la Hermandad, son palo-mas que vuelan bajo y casi rozan los ca-pirotes, son cosas que pasan en Mérida, donde todo se acaba ya de noche, entrada la madrugada

La Semana Santa cambia por los pies, por esa forma de andar tan peculiar que tienen los pasos del tiempo. El rachear de los costaleros, Avanzan los nazare-nos con el pasito racheado, ese pasito trianero y en Semana Santa quiere decir universal, que va engañando a las ca-lles, desandando los caminos de la vida andados.

Una Semana Santa no es igual a otra y, entre una y otra, cabe la nostalgia, que se va por el camino mas corto hacia la Sierra de Carija

Dejadme un momento que coja fuer-zas, que tome aliento: A Ti, Salud de los enfermos, Refugio de los Pecado-res, Consuelo de los Afligidos, Auxilio de los Cristianos, Causa de nuestra alegría

¿Porqué somos nazarenos?

Dice Prada que el hombre no puede ca-minar sin apoyarse en algo, y ese bastón nos lo da la fe.

La Virgen, hilo conductor de la Semana Santa, de la Cena a la Resurrección.

¿En dónde estaba María, cuándo tomó el Pan el Hijo y a sus apóstoles dijo: “Hacedlo en memoria mía”?, Sí, ¿dónde estaba María?,¿En qué lugar se encontraba?. A los apóstoles animaba, que la Madre del Rabbí, estuviera presente allí, muy cerca: comulgando en otra mesa,la que Mérida le ofrece,esa dónde el Pan que en su crisol se cuece y, de tan puro, no pesa. Allí, donde el cáliz de la promesa va por distintos senderos. Y la fe de los nazarenos en sus lágrimas distingo, cuando Ella sale el domingopor las calles de la Argentinacon su pureza divinamecida por sus costaleras.

La devoción a la Semana Santa queri-dos paisanos, el trato familiar con Ella, no puede ser un detalle decorativo en nuestra vida personal, una costumbre pintoresca, una tradición más o menos folclórica. La devoción a la Virgen, si es auténtica, tiene por fuerza que revolucio-nar la vida de cada uno de nosotros, jaz-mín que aroma nuestro camino y, como consecuencia, la vida y el ambiente ciu-dadano; tiene que trastornar los valores que se cotizan; poner patas arriba nues-tra escala de prioridades. Creedme, ami-gos, porque Mérida es una ciudad donde lo insólito puede pasar siempre

Sobre la cerviz de los costaleros, en an-das te llevamos María

¿Porqué somos nazarenos?

Una de las mejores definiciones de la Se-mana Santa la dio el insigne Joaquin Cano: La Semana Santa, la vida es una semana. Una semana donde, a lo largo de los años, ocurre de todo, dicha, gozo, tristeza, pelliz-cos de emoción, recuerdos, zapatos nuevos en domingo de Ramos, la teba de la prime-ra comunión, los apretones de una bulla en la Puerta de la Villa, el frío relente de una madrugá en las traseras del Teatro Roma-no, los costaleros descargando el paso, el amor y ¡hay mi Gitana! hasta el desamor.

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Demasiada hermosura para tan pocos días.

Me rindo ante la Madre que dio a luz a quien hace llorar a los hombres de barba dura, hombres que lloramos sin ser dé-biles ni cobardes. Ven, ven, ven y mírame, verás que cosa más grande

María proclama que el Señor es grande. Quiere que Dios sea grande en el mun-do, que sea grande en su vida. Y comenta Benedicto XVI: “No tiene miedo de que Dios sea un competidor en nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro es-pacio vital. Ella sabe que, si Dios es gran-de, también nosotros somos grandes. [Dios] no oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamen-te entonces [es cuando] se hace grande con el esplendor de Dios. Ella se dirige a nosotros diciendo: “No tengas miedo de Dios. Ten la valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Ten la valentía de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y no resul-ta aburrida, sino llena de infinitas sorpre-sas, porque la bondad infinita de Dios no se agota jamás”

Ayudadme a buscar la belleza del evan-gelio popular de Mérida, la Pasión Eme-ritense

Ayudadme a hacer ver que nosotros no sacamos a nuestro Dios para divertir a la gente, para que los turistas le hagan sólo fotos, No somos anónimos encapucha-dos, sino seguidores del dulcísimo Naza-reno, ese con la cabecita ladeá, el Señor de Mérida. Ese, que me dice

Pídeme que soy muy ricoy aunque con la cruz me vespor mucho que tú me pidasmucho más yo te daré.

Pues yo te pido que me ayudes a vivir co-herentemente.

Vivir no es una rutina, es un milagro inse-parable de la incertidumbre.

Te pido que nos alejes del demonio mudo, que no nos avergoncemos de hablar de ti. Que hablemos porque solo hablando nos pueden oir. Que demos razón razonada de nuestras convicciones (“Si no dais testimonio de mi yo no existo”). Que nos exhibamos como somos. O rg u l lo s o s de nuestro modo de vida, de nuestras creencias, de nuestras tradiciones, de nuestra familia.

Porque esta época, amigos míos, necesi-ta testigos. Necesita compromisos, y no sólo por la carrera oficial.

Jesús el Nazareno tiene pocos amigos aquí abajo. Le ven muchos pero le tratan pocos ¡Cómo para que encima nos aver-gonzamos del Nazareno!. Hay que tratar-le y para tratarle hay que rozarle….

Suena el martillo, el Pregón –como el paso- se levanta.

Balanceándose al toc toc de los respon-sables del tramo

Ya se ven los nazarenos, pero no sé si van por el camino más corto o dando un ro-deo pero van…

En la esquina de Berzocana el paso de Nuestra Señora del Rosario se paró y los ojos de Nuestra Madre se detuvieron en el niño que le lanzó un beso. Yo lo ví, estaba ahí. Y los ángeles de las esquinas del Paso, sonrieron. Es lo que tienen los ángeles que entran en este mundo y, a veces, nos llenan de una emoción jamás sentida

Herodes tiene un palacio,pero Tú Rosario tienes un cielodónde se funde sin duelola cera con el topacio.La tarde se va despaciodejando Berzocana en calma.Ten, Rosario mi alma,que al repetirse la historiano sé si estoy en la gloriao en mi Mérida del alma

Rosa temprana, pomo de aromas, estre-lla reluciente de la mañana…aquí está mi hermana de la sevillana Cofradía de La Estrella

Ay María mira si te quiero que por que te llaman rosa, me voy a meter a jardinero

Hermano a ti me dirijo, si tus ojos se en-cuentran una madrugada con mi paso, escucha en silencio nuestras pisadas, mira llega Jesús de Medinaceli soberano y detrás su Madre, ese Cristo de Medi-naceli, de Dª Bati, y Dª Pochola, que me parece decir: ¡Menuda-cruz-te-he- qui-tado-de –encima, yo a ti!

Veo al Crucificado al final de todos mis caminos, sólo Él y yo sabemos de mis miedos, cobardías y anhelos. Veo belleza entre tanto dolor y tragedia.

Iglesia en camino: en el arte siempre hay una mitad invisible que explica muchos porqués.

“Quien mantiene la capacidad de ver la belleza, no envejece nunca”, escribió Ka-fka. Y comenta el Papa: “Si nuestros ojos permanecen abiertos a la belleza de la creación de Dios y nuestras mentes a la belleza de su verdad, entonces podremos verdaderamente esperar seguir siendo jóvenes y construir un mundo que refleje algo de la belleza divina”

La procesión se escapa como un suspiro, oro que luego reluce.

Miradla. Y vedla o, mejor, contempladla, y después, sobran elogios. Y valen piropos quienes ante ella pasan: Bendita sea tu pureza….

Solo le falta respirar, dicen (admirados ante la imagen), ¿Qué sólo le falta respi-rar?, pues, a mí, curiosamente, muchas veces lo que me quita es la respiración

Entre tanta túnica y antifaz, hay un su-blime tufillo a amor y amistad. Antifaz y túnica cosidos con las lágrimas de los flecos finales de la vida y las entretelas del recuerdo que nunca se irá.

Y esto va por ti, Patro, que el Domingo de Ramos llorarás y reirás en esos cielos que nunca perderemos. Va por ti Patro y por todas las costureras que bordaron nuestras túnicas, ajustaron nuestras ca-pas e hilaron nuestros capirotes. Va por vosotras, Costureras, y por la Madre que os parió, porque sin vosotras iríamos desnudos, desvalidos, huérfanos de tela y de alma.

En una esquina de la Plaza veo la seño-rial estela de los pequeños nazarenos. Y detrás el Paso. Ahora por la Plaza del Rastro empieza el regreso.

Mientras, en la calle Concepción, los Castillos se han quedado desamparados, no están las monjas celestes que ampa-raban al Nazareno, esas Concepcionistas Franciscanas desvelos de Pepe Arenas

Niño GorditoHay un rincón en mi pueblo,que no se lo cambio a nadie, a mitad de la calle Concepción, en el aire, en el aire

Esas monjas que vestían como la Cofra-día del otro lado del Guadiana

Quien me presta una escalera para su-bir a tu paso, emular al cirineo y darte un abrazo, Cristo de las Tres Caídas. Hay Antonio Campos, Antonio Campos

Al mismo tiempo, por las esquinas del callejón de la Amargura el viento arru-

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lla un rumor que puede escucharse, por toda Mérida, si se presta atención. Allí, un nazareno de la Cofradía de la nostal-gia de las cosas perdidas, y halladas, en ese Callejón amargo, una noche, mien-tras pasaba el crujío del Calvario buscaba razones en su corazón…

Nuestro pobre corazón, Madre nuestra, que queremos que de verdad sea grande. Decía Antonio Machado:

Poned atención:un corazón solitario no es un corazón.Y es que estamos hechos para amar. “Quien no ama mientras vive –escribe el poeta- ya está muerto”.

Va avanzando la Semana Santa, el sol, restalla en la Rambla, cuando los Ferro-viarios sacan a la Virgen de las Angus-tias….esa que desprende olores de aza-har e incienso;

«Si la angustia que a mi cuerpo acosa algun día mi alma inundara, a tus plantas Señora suplicara el perdón que en tus manos reposa».

Sólo hay silencio, que lo llena todo, mien-tras Mérida se despereza llorando

Tu Señora nuestra, tus angustias evocan la Santa Cruz, el madero en el que tu Hijo quiso morir cosido con clavos. La Cruz nos habla de lo que en nuestra vida, y en las vidas de los demás, hay de dolor, de sufri-miento, de hambre, de guerras, de cala-midades. ¡Qué difícil es aceptar las cruces cuando llegan en forma de enfermedad, de muerte, de pobreza, de desempleo, de dolor! Tú, Madre nuestra, con tu mirada dulce y serena, nos muestras que el dolor y la cruz estuvieron entretejidos con tu vida, pero que no tienen la última palabra. Que la última palabra es la victoria de la resu-rrección. Esa es la fe de los cristianos. Dice C.S, Lewis que el dolor, físico o moral, las cruces del alma o las cruces del cuerpo, tantas veces oscuro e inesperado, incom-prensible, atroz, puede ser el megáfono de Dios, el altavoz de lo alto, para despertar a un mundo sordo, que nada quiere saber de Él. La cruz entonces puede transfigurarse en luz. Una luz que nos hace ver las cosas como son, en su verdadera realidad, como Dios las ve. Aunque el mal parezca inevita-ble, el bien siempre triunfará porque Dios escribe la historia.

Avanza el Pregón ¿Porqué somos nazarenos?; abrazado al madero, parece que tengo respuesta y solución, por una razón profunda, rotun-da y sobrenatural;

Soy nazareno porque quiero, porque me da la real gana, soy nazareno por católi-

co, por emeritense, porque me da la ro-mana voluntad, porque vale la pena, vale la pena, vale la pena

Vale la pena veros, nazarenos…y todavía me impresionáis más ahora en el reco-rrido de vuelta, cuando los costaleros ya han entrado en calor y cuando el peso se reparte mejor. Cuando el ritmo de la pro-cesión y la vida lo marca el paso.

Y es que hay que tener muchas ganas, muchas, para elevar ese Paso a plomo sobre la cerviz de los costaleros que, a fuerza de coraje, no lo llevan sobre cos-tales sino sobre corazones.

Aunque se empiece, paradójicamente, con el pié izquierdo, la avanzada mas grandes siempre la da el derecho.

Las revirás no son más buenas porque duren más; las revirás son más buenas por el esfuerzo de ese instante final, démonos prisa por atravesar la vida sin arriar el paso. En una sola chicotá. Y no hagamos caso a eso de que la procesión, siempre, siempre, va por dentro, y por fuera, como la belleza.

El repechón final, con versos de Jesús Delgado Valhondo.

Vamos hermanos, subiremos juntosQue el último escalón casi se alcanzaQue llevamos dolor y unos asuntosY, debajo del brazo, la esperanza.

Cae la tarde en Mérida, en mi barriada, fue-ra no suenan tambores pero aquí, dentro, se está en la gloria, a la gloria nazarenos.

Tenemos que terminar. Madre nuestra, Reina de Nazaret, tú que eres la Madre del que todo lo puede, pide a tu Hijo, a Jesús, que haya pan y paz en cada hogar de esta tierra; Tú, que como todas las madres, siente predilección por el hijo más desvalido, más necesitado, y quizá más perdido, no te olvides de quienes padecen alguna enfermedad más grave, algún problema más agudo, alguna incom-prensión o soledad más lacerante.

¡Nazareno, una hebilla menos!

El Dios del tiempo y de la historia tiene un reloj sin límites, sin manecillas ni se-gundero; el relojero sabe que hace 2012 años comenzó la cuenta delante.

Míranos con compasión. No nos dejes, Madre nuestra.

Oigo, detrás de mí una voz familiar, ¡Venga, papá que entramos, que estoy cansáito ya!.

La única luz es la de la luna. Penumbra mística. Silencio atronador.

Cabeza a la derecha / despacio ahora / ánimo valientes.

Escucho una jaculatoria estremecedora a la Cruz de Guía de mi hermandad, miro entre el gentío y, como siempre, como siempre,

¡A las estrellas, nazarenos!

Yo no sé que es lo que pasa, que extra-ña provocación alumbra la madrugada cuando los cofrades, cirio y tambor, que tan alegres salieron, entregan sus cirios llorando. El hachón, consumío está.

Que si, que estoy terminando, que ya huele a cirio apagao.

Como siempre, como toda la vida, como todos los años, mi hermano me está es-perando….

Me planto delante la puerta y veo a los nazarenos entrar, sostengo la Cruz, la abrazo antes de despedirme de ella ya.

Estate, Cruz conmigo,siempre, sin jamás partirte,Y, cuando decidas irte,llévame Cruz contigo,porqué el pensar que te irás,me causa un terrible miedo,de si yo sin ti me quedo,de si tú sin mi te vas

Cuando en el dintel pienso que se entor-na, escucho una voz popular: He dejado delante de ti una puerta siempre abierta que nadie puede cerrar….

El penúltimo de los latidos de los corazo-nes costaleros acompaña.

No saldrán ahora de mi boca las palabras “he dicho o he terminado”, porque este pregón es abierto, ni sé, ni lo intento ni quiero acabarlo, este pregón es abierto para cuando tú, emeritense, quieras cul-minarlo, te lo dejo sin punto y final, con un hasta siempre como corolario

Ahora, sencillamente, miro a María, que aparece ante nosotros como en Lourdes o en Fátima, elevada, una Señora levan-tá, levantá a pulso, con alma y con calma, con ese alma con la que, este humilde nazareno, os agradece –de todo corazón- que le hayan permitido ser Pregonero de nuestra Semana Santa

Y, un aviso, cofrade,

¡Nazareno!, nunca digas hasta el año que viene…eso será …si Ella quiere.

Rafael Angulo Sanchis.

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Autoridades, Sr. Vicario Episcopal, De-legados Municipales, Presidente de la Agrupación Arciprestal de Hermanda-des y Cofradías de Mérida, Sacerdotes, Concejales, Hermanos Mayores, Familia, Amigos, hermanos todos, gracias por vuestra presencia y gracias, de manera especial a Mario Hernández Maquirriaín, organizador de este evento por darme la oportunidad de ofrecer este “Pregón del Costalero” que, cada año, y debido a cuantos me han precedido en este noble cometido, han hecho del mismo un acto de referencia cultural, religiosa y cofrade en nuestra querida ciudad.

Buenas noches.

Sé que estoy entre amigos, entre herma-nos, con “buena gente”, por eso me vais a permitir alguna concesión, como es dedicar este Pregón a mi padre que en el cielo, desde su lucero, me escucha-rá esta noche atentamente, pues fue él, cuando yo era un niño, quién de su mano, con discreción, con cariño y ternura me adentró en el mundo cofrade que él co-noció, que me dio a conocer y que me ayudó a madurar. Y ¿Cómo no? También dedicarlo al resto de mi familia, sin cuyo apoyo y anhelo, hoy por hoy sería para mí, imposible haber llegado a donde he lle-gado. ¿Qué hubiera sido de mí sin voso-tros? Y sin los buenos amigos, que tam-bién he podido comprobar que los tengo buenos, buenos de verdad.

Y me faltáis vosotros costaleros y costa-leras, portadores y portadoras, hombres y mujeres de pasos,los que hacéis del do-lor, del sudor y del sacrificio la mejor de las plegarias.

¡¡¡VA POR VOSOTROS!!! ¡¡¡POM, POM, POM!!! ¡Moraa! ¡Vamonos! ¡A esteee! ¡¡¡POM!!!

Venimos a pregonar, para anunciar en voz alta, para alabar en público hechos y cualidades, para divulgar y proclamar, en definitiva, para dar a conocer algo que no queremos, por nada del mundo, que permanezca oculto ni en secreto, lo que-remos contar para que sea conocido por todos, lo queremos pregonar.

Y cada uno lo pregonamos a nuestra ma-nera, como diría el inmortal Luis Chami-zo, como cada uno se de maña y así nos cuenta un mozo, en un fragmento, de la Semana Santa de Guareña:

Pregón del Costalero 2012Eja que lo cuente como se dé maña, qu’en en jamás jué’l muchacho pal pueblo pa Semana Santa. Y endispués que lo iga, ya puedes endilgarle en las cosas cristianas y enseñale bien el Catecismo pa que no barbarice a sus anchas. Cuéntalo, muchacho; ¿qué pasa pol pueblo por Semana Santa?

—Pos verá osté, padre, pasan muchas cosas; yo no sé si sabré yo explicalas: anti to, lo qu’a mi más me gusta son las prucesiones: ¡qué cosa más maja!: unas parigüelas mu grandes, mu finas, mu bien jatiadas, y en lo arto una Vigen mu moza, mu güena, mu santa, qu’asin me lo icían tós los que pol pueblo la prucesionaban. Iba mucha gente, con velas mu largas, en dos carrefilas po los enceraos pa dale compaña; y en el medio curas y tamién ceviles con las escopetas a la funeralia, por si alguno de mala nacencia juera osao en llegar a insultala. ¡Qué Vigen más güena, qué Vigen más moza, qué Vigen más santa! ...

Corría la Cuaresma de 1.983, cuando en un escaparate cualquiera vi un cartel en el que se solicitaban portadores para el paso del Stmo. Cristo del Calvario – Yacente. Uno que por aquellos entonces apenas contaba veinte años, no se lo pensó dos veces, y, momentos más tardes, en unas oficinas de Galerías de la Heras en la Calle Piedad me estaba proban-do la túnica correspondiente, ésta túnica que aún conservo, y así fue como me ví enrolado en aquella primera cuadrilla de Cristo Ya-cente, al que portaría durante unos cuantos Viernes Santos. También realicé alguna in-cursión en los pasos de palio, concretamente en la Virgen de la Amargura, también en sus inicios, cuando ni se igualaba, ni se ensayaba, ni se organizaba nada como ahora, con lo que no repetí la experiencia.

Pero tanto en un lugar como en otro quiero destacar lo que en ambos casos siempre me mantuvo unido a la hermandad, mi con-dición de Cofrade y todo lo que ello significa.

Esta noche nos ha convocado aquí el costal, la trabajadera, el varal …, pero no olvidemos nuestra condición de miembros de una Her-mandad o Cofradía, y lo que es aún mucho más importante, que somos miembros de la Iglesia y que estamos integrados en la misma mediante el Sacramento del Bau-tismo, normalmente, desde la más tierna infancia.

Al recibir el Sacramento del Bautismo pa-samos a ser hijos adoptivos de Dios y por tanto miembros vivos del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Un Cuerpo, del que Je-sucristo es la cabeza. Nuestra principal preocupación debe ser, por tanto, actuar siempre de acuerdo con la Cabeza de la Iglesia, al igual que ocurre en todos los demás cuerpos vivos. Los que no siguen las leyes orgánicas limitan la vitalidad y el equilibrio del cuerpo, reduciendo su forta-leza y capacidad de acción.

Es, por ello, sumamente necesario que los cristianos, y los cofrades como tales, nos es-forcemos constantemente en estar unidos y coordinados con esa Cabeza de la Iglesia que nos dirige. Jesucristo ha dicho: “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Y nos deja claro que seguirle no es algo que se pueda realizar a distancia, sino que requiere la cercanía y la voluntad de una progresiva intimidad con Él. Para lo cual Je-sucristo nos regaló la Eucaristía, memorial de su Pasión, Muerte y Resurrección cuyos misterios constituyen el centro de atención y principal devocionario de nuestras Herman-dades y Cofradías.

En la Eucaristía, Jesucristo se hace pre-sente, a través de lostiempos, el mismo y único misterio de la Redención que Él llevó a término en la Cruz obedeciendo plena-mente al Padre como Hijo Unigénito suyo. Por este motivo, la Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida cristiana y debe ocu-par un lugar central de nuestro programa como personas y como cofrades. Jesucris-to mismo dice claramente: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,56). Y por si no hubiese quedado su-ficientemente claro, para que entendamos la decisiva importancia que tiene para los cristianos la participación en la Eucaristía, Jesús añade: “Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 53). Lo cual quiere decir lo mal que se verá quien se aleje de la participación en la Sagrada Eucaristía, es decir, en lo que tradicional-mente venimos llamando entre nosotros como la Santa Misa.

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Pero volvamos al inicio de todo, al punto de partida, al comienzo de nuestra procesión como cristianos, a esa primera “levantá” que supone el Sacramento del Bautismo.

Todo nace con el Bautismo. Perdona el pe-cado original, todos los pecados y todas las penas debidas al pecado.

Tentados por el diablo Adán y Eva trans-gredieron el mandato divino. Perdieron la capacidad de vivir en el mundo siendo sus señores y dominándolo sin sufrimiento al-guno. Pero sobre todo perdieron la capaci-dad de acercarse a Dios con la libertad y la seguridad con que antes lo hacían. Habían roto el lazo que les daba acceso al Creador y no podían llegar a Dios. Esto, habiendo sido creados a su imagen y semejanza y desti-nados a la felicidad, ya desde el principio en un paraíso terreno hasta llegar al celestial, suponía la muerte espiritual.

De esta muerte sólo podía librarles Alguien capaz de unir nuevamente al hombre con Dios. Ese Alguien no podía ser otro nada más que Jesucristo, Dios y hombre verda-dero, que en todo se hizo semejante al hom-bre menos en el pecado y entró en la historia para ser nuestro maestro y salvador.

Como el pecado había consistido en una desobediencia radical y completa a Dios, Pa-dre y Creador, se hacía necesario un acto de obediencia que superara el agravio cometi-do y que fuera capaz de abrirnos de nuevo el camino hacia Dios. Y esto es lo que hace Jesucristo, mediante un acto de obediencia plena al Padre y, por tanto, cumpliendo su voluntad hasta las últimas consecuencias. Por eso muere en la Cruz por nosotros. Las Sagradas Escrituras nos dicen que Jesús, estando en el Huerto de los Olivos, en ora-ción, intuyó lo que se le venía encima una vez fuese prendido, juzgado y condenado; y era tan clara y estremecedora la sensación del dolor que le amenazaba, que se dirigió al Padre sudando sangre y suplicándole an-gustiosamente: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi volun-tad, sino la tuya” (Lc 22, 42). ¿Cuantas veces no habremos pensado abandonar, a conse-cuencia del cansancio físico, antes de finali-zar la procesión? Pero nuestro compromiso de llevar sobre nuestros hombros al Hijo de Dios y a María su Madre, fue más fuerte. Y se hizo la voluntad del Padre. Y Jesucristo, a pesar de ser el Hijo único y predilecto, Dios y hombre verdadero, murió en la cruz. Pero como era Dios, resucitó al tercer día por su propio poder; y así consumó nuestra reden-ción y así dispusimos de la posibilidad de acceder a Dios, de pedirle ayuda y recibir el perdón de nuestros pecados.

Estos dones, inmerecidos por nosotros y alcanzados por Jesucristo, nos llegan en el Bautismo que habíamos denominado en nuestro particular argot de hombres y mu-jeres de pasos como primera “levantá” de nuestro procesionar como personas de Fe,

como protagonistas de “chicotás” de vida de creyentes.

Protagonistas y beneficiarios de una miseri-cordia divina tan grande como su amor, que para que pudiéramos recuperar la gracia divina cuando la hubiéramos perdido por los sucesivos pecados personales, instituyó el Sacramento de la Penitencia o del Perdón. Acudir a él es la muestra de nuestro recono-cimiento como pecadores y de nuestra cohe-rencia con la gracia recibida en el Bautismo.

Pero continuemos con nuestra “chicotá”, con paso firme, de frente, de costero a cos-tero o “tos por igual”, procesinando.

Y sigamos haciéndolo como hijos adoptivos de Dios Padre, ymiembros de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo del que Él mismo es la Cabeza.

Como parte integrada en el Cuerpo de Cris-to debemos los cofrades, por pura coheren-cia, mantenernos fieles a la Cabeza de ese cuerpo.

Esto nos debe hacer pensar en que las li-mitaciones e imperfecciones que nos des-agradan en la Iglesia, porque nos parecen impropias de su dignidad como Cuerpo de Cristo, y como mensajera de su evangelio y transmisora de la gracia de la redención, son debidas a nuestras propias faltas, a nuestras personales limitaciones y pecados. Si todos entendemos esto, la Iglesia tendría menos detractores, y la solución a muchas de sus imperfecciones sería más fácil. Esta responsabilidad, que nos concierne a todos, nos afecta especialmente a los cofrades. Somos miembros de Asociaciones Públicas de la Iglesia y, por ello, la representamos de alguna manera con nuestras acciones y con nuestro comportamiento.

Obedecer a la Cabeza que es Cristo, supone hacer su voluntad. Pero esta voluntad no es esclavitud, servilismo o sometimiento. Es, o debe ser, sencillamente, consecuencia del amor que debemos tener a Dios. Por eso Jesucristo nos dice: “Si me amáis, cumpli-réis mis mandamientos” (Jn 20, 15). Porque los mandamientos que debemos cumplir con obediencia y alegría son las indicacio-nes que nos permiten vivir de acuerdo con nuestra condición de hijos adoptivos de Dios, creados a su imagen y semejanza, y redimidos por Cristo con su muerte y resu-rrección. Los mandamientos de la Ley de Dios, y de la Iglesia, son las indicaciones que nos permiten seguir el camino que nos haga lograr la paz interior y la esperanza y feli-cidad y el disfrute de la gloria del cielo. De igual modo que en nuestro caminar como hombres y mujeres de pasos, como costa-leros y portadores obedecemos ciegamente las órdenes que el capataz nos hace llegar a través de su voz y del llamador.

Este amor a Dios, difícilmente puede hacer-se presente en nosotros, si no le prestamos

la escucha, la mirada, la atención y la reve-rencia que merece. Sólo conociendo a Dios, según nuestras posibilidades, podremos admirarle. Sólo admirándole seremos ca-paces de amarle y de disponernos a obede-cerle. Sólo obedeciéndole y acercándonos a Él con la confianza que nace de saber que nos ama llegaremos a crecer en intimidad con Él. Entonces, el amor a Él será el senti-miento dominante en nuestra vida y la fuer-za que nos llevará a permanecer unidos a Jesucristo en un solo Cuerpo.

¡La Vigen, la Vigen! … Ella dende arriba de las parigüelas que la porteaban, lo mesmo a los ricos, lo mesmo a los probes, a tós miraba con la mesma cara; y … ¡corci! a mí me paecía qu’ a nusotros mejó nos miraba, paeciendo icirnos con aquellos ojos cuajaos e lágrimas: “¡Peirme, muchachos, peirme con gana, pa que Dios sus conceda a vusotros lo que os jaga falta!”

Y junto a Jesús, la gran intercesora, María, la Virgen guapa, buena y santa, la que con cariño, delicadeza y mimo mecemos por las calles y plazas de nuestra ciudad, la que le-vantamos hasta el cielo y a la que gritamos,

¡¡¡GUAPA, GUAPA, GUAPA!!!

María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, que intercede por nosotros ante el Padre, lo mismo, por pobres que por ricos, por grandes que por pequeños, seguro que por los que más lo necesitan, por todos.

¡¡AL CIELO CON ELLA!!!

Y seguimos pregonando, anunciando en voz alta, alabando en público divulgando, proclamando, publicando, dando a conocer nuestra Fe, porque no queremos que per-manezca oculta ni en secreto, queremos darla a conocer a los cuatro vientos y como cada uno nos demos maña.

También con el redoble del tambor y el re-quintear de corneta de tantas y tantas ban-das que en la Semana Santa acompañan a nuestros pasos, y que con su música ayudan a mecer con cariño, mesura y mimo nues-tros Sagrados Titulares. Y al igual que pre-gonamos hoy arrimados al costal y mañana lo haremos para anunciar la Semana Santa emeritense, tenemos que recuperar nues-tro ahora aparcado Pregón Musical de Se-mana Santa, pionero en su género en la re-gión, después habrán llegado certámenes, veladas, encuentros o conciertos musicales de cien maneras y colores, pero ninguno pa-rangón de aquellos Pregones Musicales que proclamaban nuestra Semana Mayor en el incomparable marco del Teatro Romano, con Jesucristo y Santa María como testigos, entre milenarias piedras ante la mudez de la antigua Roma.

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De los cuatro puntos cardinales de la geo-grafía extremeña pasaron bandas de todos los estilos y modalidades así como de va-riados y lejanos puntos de la piel de toro, nuestra plural y querida España, Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, Murcia... ¿Por qué no continuar?

Soplan tiempos de crisis y todo son contra-tiempos para organizar estos eventos, pero para la Organización Juvenil Española, la O.J.E., responsable del acto, nunca hubo empresa fácil, “nos gusta lo difícil”, cantan sus jóvenes gargantas, aunque requiere del apoyo y respaldo de instituciones, Autorida-des Civiles y Religiosas y ¿como no? de los hombres y mujeres de las Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad.

“Per aspera ad astra”, por la dificultad hacia las estrellas. Que implica la superación de lo negativo, la renovación del espíritu y la va-loración de una victoria obtenida a costa de grandes sacrificios.

Y continuamos procesinando, nuestra Es-tación de Penitencia sigue su andadura “le-vantá” tras “levantá”, “chicotá” tras “chico-tá”, el varal, la trabajadera se hacen sentir sobre el cuerpo, pero no importa, el dolor, el sacrificio son ofrecidos cual plegaria por quien dio su vida para reconciliarnos con el Padre y por su Santísima Madre, María, la que vela para que no nos falte de nada.

Jesucristo cumple su misión y nos prepara el camino para que nosotros cumplamos la nuestra, elige a Pedro para fundar la Iglesia terrenal de la que formamos parte junto al Cuerpo místico de Cristo: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18).

Es en esta Iglesia terrenal dónde esta-mos llamados los cofrades a ser testigos de Jesús, a cumplir nuestra misión como personas de Fe, especialmente en estos tiempos en los que se levantan voces que-riendo lanzar la idea de que la vida cristiana, tal como la enseña la Iglesia, es contraria al progreso, a la libertad y a la autonomía del hombre y de la mujer. Algunos piensan y quieren que la vida de Fe se reduzca sólo a la intimidad de las personas, como si fuera un simple sentimiento incomunicable, inútil para orientar nuestros comportamientos en la Iglesia y en el mundo. El hombre descu-bre el camino hacia su plenitud, hacia su verdadera felicidad y su auténtica integra-ción social, caminando en la Verdad que es Jesucristo. Los cristianos, en general, y los cofrades, en particular, debemos man-tenernos firmes y contentos de predicar el Evangelio con obras y palabras. Como dice San Pablo: “Ay de mí si no evangelizare” (1Cor 9, 16).

Y junto a nuestra misión evangelizadora, los cofrades, los hombres y mujeres de pasos, sí, los mismos que nos ajustamos el cos-

tal y la faja o nos enfundamos la túnica y el cubrerostro, tenemos la responsabilidad de atender las realidades temporales pro-pias del mundo que nos ha tocado vivir. En el entorno familiar, en el mundo laboral o estudiantil, en los campos civiles, político, sindical o empresarial o de otras acciones; el hombre de Fe, el cofrade, que lo es, debe procurar intervenir para que en ellas brillen la verdad, la justicia, el amor y la paz. Esta es misión de toda la Iglesia y nosotros for-mamos parte indiscutible de ella.

A cumplir con la misión encomendada se llega mediante el conocimiento de la pala-bra, mediante la oración y mediante la parti-cipación en los sacramentos, especialmen-te en la Eucaristía. Esto nos llama a revisar sinceramente nuestra atención a lo que es prioritario en nuestra vida si no queremos caer en la incoherencia de llevar una vida contraria al nombre de cristianos que tanto nos honra.

La misión encomendada es permanente y continua, por eso nos exige coherencia, no me vale hora ser cristiano hora dejo de serlo, somos cofrades con túnica y sin tú-nica, con costal y sin costal, a todas horas, cristianos y miembros de la Iglesia en todo momento, para lo fácil y para lo difícil.

El mundo sigue derroteros de seculariza-ción que no siempre logran la soñada li-bertad social que buscaban; algunos creen que arrancando de nuestras vidas nuestros símbolos cristianos o anulando los criterios de vida ofrecidos desde la Fe lo pueden con-seguir.

Si bien es verdad que no es deber de la Igle-sia dirigir el orden temporal, no lo es me-nos, el derecho de todo ciudadano y de las instituciones que conforman la sociedad a intervenir en la vida y en la opinión pública. Y en esa intervención, cada persona, cada institución, tienen derecho, de acuerdo con las libertades fundamentales, a manifestar su criterio y a obrar según su conciencia y sus convicciones, aunque no sean acordes con la cultura dominante o con los intereses políticos del poder constituido. Esta forma de pensar y de actuar es mal entendida por algunos, como si nosotros, cofrades, testi-gos de Jesucristo, tuviéramos que guardar silencio absoluto respecto de las acciones sociopoliticas; como si quisiéramos ingerir-nos en campos ajenos a nuestra misión.

Tenemos el deber de iluminar el orden tem-poral según la Luz de Cristo expresada en el Evangelio y mantenernos fieles al magiste-rio de la Iglesia. Para ello es necesaria una vez más la practica de la oración y de los sacramentos reforzada por una sólida, co-herente y continua formación cristiana.

Se hace necesaria, por tanto, nuestra acción decidida y decisiva ante nuestros enemigos para llevarlos a su confusión y procurar el

triunfo de la religión y a la unidad de los ca-tólicos.

Pero no vamos a hacerlo desde el integris-mo o iniciando una cruzada, ¡no!; lo ha-remos desde la practica de la caridad. No sólo la caridad de dar al que lo necesita, que también, sino, la caridad de perdonar y so-brellevar las faltas de los demás con amor fraternal. “Padre, perdónalos porque no sa-ben lo que hacen” (Lc 23, 34).

Yo tamién lo qu’a mí más me gustaes cuando se juntan dambos en la praza, la Vigen aquella y el Resucitao. ¡Chacho, qué estrumpicio cuando me la es-tapan!... Al bori sin bori, prencipian los curas, y tlon tlon, tolón tolón, toitas las campanas, y tachinda, chinda, tós los de Pulío, y las escopetas jarriando descargas, y... estas cosas, padre, no son pa contao, no son pa explicalas; tié osté qu’ir otro año pa velas ti osté qu’ir con mi madre y mi hermana, pa enterase de toas las cosinas que pasan pol pueblo por Semana Santa.

Y hasta aquí hemos venido a pregonar, a anunciar en alta voz, a alabar en público los hechos y cualidades de los hombres y mujeres de pasos, a dar a conocer nuestra Fe de cofrades, de cristianos, a divulgar, a proclamar el mensaje de Amor de Je-sucristo.

Y para ello, poco hubo de cosecha propia, re-busqué en los barbechos de Luis Chamizo, recolecté en la variada siembra de Monse-ñor García Aracil y en los extensos y ricos campos de su Santidad Benedicto XVI.

La procesión llega al templo, los últimos esfuerzos nos mostrarán las últimas “chi-cotás” que se quedarán en nuestras retinas, en nuestro corazón... Jesús y María están a las puertas de casa, entran como manda la tradición en nuestra patria… (Suena el Him-no Nacional)

La Estación de Penitencia ha terminado, nuestra procesión por la vida, por la Fe con-tinúa...

He dicho.

¡¡¡ POM !!!

Mérida a 23 de Marzo de 2012, Francisco Ja-vier Gallego Álvarez

Festividad de Santo Toribio de Mogrovejo.

-Luis Chamizo. El Miajón de los Castúos -Semana Santa en Guareña. 1921. -Mons. Santiago García Aracil. Identidad y Misión Eclesial de los Cofrades en la Iglesia y en el Mundo. Enero 2012. -Benedicto XVI. Mensaje para la Cuaresma 2012. Febrero 2012.

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