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7 MAYO de 2015 Como en otras ocasiones, LRA organizó una mesa redonda para ofrecer a sus lectores informa- ción y análisis acerca de temas importantes vinculados a nuestra realidad rural y agraria. En esta oportunidad, el tema tratado fue el de las agroexportaciones. En la mesa redonda participaron Lo- renzo Castillo, gerente de la Junta Nacional del Café; José Chlimper, economista, empresario agroexpor- tador y exministro de Agricultura; Manuel Glave, doctor en economía e investigador principal de Grade; y Luis Paz, agrónomo y asesor de la presidencia ejecutiva de Sierra Exportadora. Los resultados de la mesa redonda se ofrecen luego de una breve presentación histórica de la agroexportación en el Perú. Antecedentes de la agroexportación en el Perú La economía del país ha estado vinculada a las agroexportaciones durante una parte importante de su historia. Hasta el siglo XVIII, las exportaciones principales eran de metales, aunque ya se enviaba cacao a la metrópoli 1 . En las pri- meras décadas del siglo XIX se exportaba chancaca —producida en las haciendas azucareras de la costa central— a Chile. Luego de la independencia, las exportaciones agrarias adquirieron más importan- cia: al cacao se agregaron el café, la cinchona (para la extracción de quinina), el algodón, el azúcar, la lana de oveja y la fibra de alpaca. Después de la guerra con Chile, la producción de caña de azúcar y de algodón fue el motor de la moder- nización de la agricultura costeña y, también, de la formación de latifundios. En 1930, el valor de las exporta- ciones de algodón, azúcar y lanas era similar al de las que procedían de las mineras, y en los años si- guientes las superaron largamen- te 2 . «En cualquier otro periodo de la historia del Perú —leemos en una publicación de 1941—, de la Conquista en adelante, un estudio sobre la economía habría debido comenzar con algún mineral o fósil; con el oro, la plata o el guano. Hoy, el Perú es un pueblo eminentemente agrícola» 3 . En los últimos años de la década de 1950 y comienzos de la siguiente se alcanzaron los picos de exportación de la fibra de algodón (hasta 127 000 toneladas en 1962) 4 y azúcar y derivados (638 000 tone- Mesa redonda La agroexportación en el Perú Son decenas de miles los agroexportadores, pero muy heterogéneos y reciben apoyo diferenciado del Estado Fernando Eguren / Ricardo Marapi

mesa redonda La agroexportación en el Perú - · PDF filela historia del Perú —leemos en una publicación de 1941—, de la Conquista en adelante, un estudio sobre la economía

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Como en otras ocasiones, LRA organizó una mesa redonda para ofrecer a sus lectores informa-ción y análisis acerca de temas importantes vinculados a nuestra realidad rural y agraria. En esta oportunidad, el tema tratado fue el de las agroexportaciones. En la mesa redonda participaron Lo-renzo Castillo, gerente de la Junta Nacional del Café; José Chlimper, economista, empresario agroexpor-tador y exministro de Agricultura; Manuel Glave, doctor en economía e investigador principal de Grade; y Luis Paz, agrónomo y asesor de la presidencia ejecutiva de Sierra Exportadora. Los resultados de la mesa redonda se ofrecen luego de una breve presentación histórica de la agroexportación en el Perú.

Antecedentes de la agroexportación en el PerúLa economía del país ha estado

vinculada a las agroexportaciones durante una parte importante de su historia. Hasta el siglo XVIII, las exportaciones principales eran de metales, aunque ya se enviaba cacao a la metrópoli1. En las pri-meras décadas del siglo XIX se exportaba chancaca —producida en las haciendas azucareras de la costa central— a Chile. Luego de la independencia, las exportaciones agrarias adquirieron más importan-cia: al cacao se agregaron el café, la cinchona (para la extracción de quinina), el algodón, el azúcar, la lana de oveja y la fi bra de alpaca. Después de la guerra con Chile, la producción de caña de azúcar y de algodón fue el motor de la moder-

nización de la agricultura costeña y, también, de la formación de latifundios.

En 1930, el valor de las exporta-ciones de algodón, azúcar y lanas era similar al de las que procedían de las mineras, y en los años si-guientes las superaron largamen-te2. «En cualquier otro periodo de la historia del Perú —leemos en una publicación de 1941—, de la Conquista en adelante, un estudio sobre la economía habría debido comenzar con algún mineral o fósil; con el oro, la plata o el guano. Hoy, el Perú es un pueblo eminentemente agrícola»3. En los últimos años de la década de 1950 y comienzos de la siguiente se alcanzaron los picos de exportación de la fi bra de algodón (hasta 127 000 toneladas en 1962)4 y azúcar y derivados (638 000 tone-

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La agroexportación en el Perúson decenas de miles los agroexportadores,

pero muy heterogéneos y reciben apoyo diferenciado del estadoFernando Eguren / Ricardo Marapi

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ladas en 1963)5. Contribuyó a ello la expansión de la frontera agrícola en la costa, con irrigaciones, que amplió las áreas de producción de ambos cultivos: el algodón en un 45 % y la caña en un 42 %6.

Con la expropiación de las plan-taciones cañeras y algodoneras por la reforma agraria, ejecutada entre 1969 y parte de la década de 1970, las exportaciones agrícolas se redu-jeron en forma signifi cativa. El al-godón decayó, convirtiéndose en un cultivo de importancia secundaria, y gran parte de la producción fue absorbida por la industria textil7. Otro tanto ocurrió con las lanas.

En cambio, la producción y las exportaciones de café —cultivado principalmente en la selva alta— se incrementaron a partir del inicio de los años sesenta.

La agroexportación en tiempos recientes

En la década de 1990 se inicia un nuevo periodo en las agroexporta-ciones, más amplio y diversifi cado que los anteriores. En términos de valor, es una historia de éxito. Entre 1994 y 2014, el valor total de las exportaciones agrícolas pasó de USD 476 millones a USD 5079 millones. El valor de las exporta-

ciones de los productos agrícolas «tradicionales» se multiplicó por 3.4 veces, y por nueve veces el de los «no tradicionales».

El principal producto de ex-portación agrario por valor es el café, seguido por el espárrago y el conjunto de frutales. Los cultivos andinos están representados por la quinua y la tara.

La ampliación de la frontera agrí-cola en la costa está estrechamente ligada al incremento de las agroex-portaciones «no tradicionales»: las cerca de un cuarto de millón de hec-táreas incorporadas a la agricultura costeña gracias a las grandes obras de irrigación, incrementaron en más de un tercio las áreas cultivables de esta región8.

En este crecimiento exponencial de las exportaciones han cumplido un papel muy importante las grandes empresas agroindustriales. Este proceso se ha acompañado de una verdadera revolución tecnológica y de gestión, y también de una rápida concentración de la propiedad de la tierra por corporaciones que ha dado lugar a lo que podría llamarse neolatifundio.

En la gestación y consolidación de este poderoso sector agroex-portador, el Estado ha cumplido un papel decisivo al crear, a lo largo de las dos últimas décadas, favorables condiciones lega-les (Constitución de 1993; Ley 26505, de tierras; Ley 27360, de fomento de inversiones; entre otras), económicas (menor tasa de impuesto a la renta; importan-tes inversiones fiscales), sociales (régimen laboral más flexible y menos oneroso) e institucionales (agencias del Estado al servicio de la agroexportación: Prompex; agregados comerciales; ferias internacionales; delegaciones ofi-ciales; tratados de libre comercio).

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Tradicionales No tradicionales Total

Exportaciones agropecuariasValor FOB (millones USD)

Fuente: BCR.

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LRA: ¿Cuál es la percepción que tienen acerca de la actual situación que atraviesa la agroexportación en el Perú?

Luis Paz: Sin duda, es un motor de desarrollo, a pesar de que estamos hablando solo de 160 000 hectáreas en la costa dedicadas a la agroexpor-tación [sobre cerca de un millón de hectáreas en la región]. Es un motor que ha influido notablemente en el in-greso de divisas, la generación de más empleo y una mejor remuneración, y que ha aumentado el valor del patri-monio de los propietarios de la tierra, muchos de los cuales las alquilan o las venden a mejores precios.

Manuel Glave: Hay dos ideas fuerza sobre el tema. Una primera se ubica en un ámbito histórico: la agricultura de exportación ha jugado un rol central en el dinamismo eco-nómico de la sociedad peruana en diferentes momentos de la historia republicana. Por ejemplo, el boom del algodón, del azúcar y el de la fibra de lana. Después hubo una caída de la agricultura de exportación en los sesenta y setenta, luego de la reforma agraria, lo que la hizo dejar ese rol estratégico, el que fue asumido por otros sectores, como la industria de la harina de pescado y la minería. En los noventa, la agricultura de exportación vuelve a asumir un rol estratégico con otros rostros, otros cultivos y otras características. Entonces, es una actividad estratégica en el largo plazo y que explica el dinamismo histórico del país en diferentes momentos La segunda idea que hay que destacar está vinculada con la coyuntura actual: es una actividad muy hetero-génea, no solo porque en los últimos quince años hayan reaparecido los neolatifundios, sino porque, en gene-ral, hay diferentes cadenas de valor que articulan a diversos actores. Ahí

viene una gran inquietud: ¿cuáles son los incentivos de política pública dirigidos a los diferentes tipos de agroexportadores? En un reciente artículo de LRA, se señala que más del 90 % de las unidades agrope-cuarias que exportan están confor-madas por pequeños agricultores1. Pero, al hablar en términos de valor de exportación, las 600 empresas más grandes explican el 90 % del

valor de la agroexportación. Sin embargo, desde el punto de vista de número de unidades productivas, es necesario contar con políticas públicas diseñadas para promover una agricultura de exportación más eficiente, sostenible, y que tengan impacto en diversos objetivos y no solamente en la generación de divisas. ¿Cuáles son los efectos de no promover cadenas de valor que abarquen un mayor número de unidades productivas?

José Chlimper: Considero esen-cial el desarrollo de esta nueva agri-cultura de exportación, que es distinta a las de los sesenta y setenta. Es esen-cial por una razón: en el Perú existen 30 millones de estómagos que pueden consumir, en promedio, un kilo de

alimentos al día; es decir, estamos hablando de 30 000 toneladas diarias. Según el último Censo Nacional Agrario (Cenagro), existen cerca de 2 300 000 unidades productivas entre campesinos, agricultores, empresas y todas las formas; o sea, cada agricul-tura debe atender a aproximadamente 13 estómagos. No hay forma de que un agricultor pueda salir adelante si su mercado es, en promedio, de

solo 13 consumidores. Recordemos que en el Perú solamente somos 30 millones de habitantes; por eso, si queremos sostener a esas 2 300 000 unidades, la única forma es atender a 1500 millones de estómagos en el mundo, para que, en promedio, cada agricultor tenga más de 600 consumi-dores como un mercado posible para poder salir de la pobreza. Ahí está la importancia de la exportación. No es un tema ideológico, sino práctico. Desde esa perspectiva, considero que el desarrollo de la agricultura de exportación es fundamental, dada la actual estructura, porque 2 300 000 unidades productivas no deben aten-der solamente a un pequeño mercado de 30 millones de ciudadanos.

Respecto a la cifra de Luis Paz, sobre las 160 000 hectáreas en la

Luis Paz: «El pequeño agricultor tiene dificultades para negociar porque un

comprador europeo o norteamericano no quiere comprar un solo contenedor,

sino que pide la garantía de comprar en mayor cantidad y de manera continua.

Un pequeño agricultor que produce solo un contenedor va a tener problemas

en vender. Es necesario tener políticas para incentivar una serie de facilidades

para que los pequeños productores puedan ampliar sus parcelas y mejorar

su economía de escala».

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costa dedicadas a la agroexportación, quiero destacar que, de los USD 5500 millones en productos agroindustria-les exportados en el último año, más del 20 % vienen de la sierra y la selva: cacao, café y quinua. ¡Con esos tres ya tenemos más de mil millones de dólares!

Lorenzo Castillo: Lo novedoso de la década de 1990 hacia adelante es que la agroexportación cambió de escenarios y actores. El eje agroex-portador ya no está entre los produc-tos llamados tradicionales —salvo el café, que está incluido en ese ru-bro—, sino que está concentrado en productos hortícolas y frutícolas. Esta dinámica ha originado empleo ma-sivo, criterio de rentabilidad, enfoque empresarial en la gestión y, por cierto, una relación de privilegio en políticas e incentivos en relación con otros sectores. Este tipo de agricultura es el que tiene más futuro en relación con otros productos. El tema que nos preocupa es la existencia de una segmentación artifi cial que afecta a un gran número de pequeños agricul-tores rurales. Los actuales incentivos gubernamentales están concentrados en la llamada agricultura no tradicio-nal, mientras que en la agricultura tradicional, donde está el café, existen carencias y diversos problemas. El gran desafío es realizar un proceso de transparencia en la cadena de valor, donde todos los actores de la cadena podamos compartir riesgos y benefi -cios. En la medida en que reduzcamos esos problemas de diferencia, el país tendrá una agricultura sostenida y potente. Necesitamos acabar con ese tratamiento diferenciado porque la agricultura es una sola y todos deben tener iguales oportunidades de desarrollo.

José Chlimper: Creo que no hay políticas diferenciadas con base en si el destino es de exportación o es

nacional. Lo que sucede es que hay una correlación, no causalidad, donde el pequeño productor tiende a ser más informal, por lo cual no le afectan los benefi cios tributarios y laborales que contiene la ley, a la cual sí se acogen los grandes exportadores, por ser formales. Me explico: un productor pequeño informal —es indistinto si exporta o no—, usualmente no les da uniformes, ni transporte, ni seguridad social a sus trabajadores y no los tiene en planilla; entonces, ¿de qué le sirve el régimen laboral del sector agrario? Igualmente, si no paga impuestos, ¿de qué le sirve el régimen tributario o la devolución anticipada del IGV? En la ley y en las políticas no hay, pues, distinción entre agricultura de exportación y la que no lo es. Lo que sucede es que al informal no le conviene usar la ley.

Manuel Glave: El tema de la informalidad y la formalidad me

parece central. Lorenzo preguntaba si existen políticas diferenciadas que benefi cian solo a algunos actores. José contesta, directamente, que la ley no discrimina ni hace diferencias respecto a si un productor exporta o no, sino que dicha ley diferencia cuándo un productor es formal o informal. El desafío está, por con-siguiente, en contar con políticas que lleguen a este gran universo de pequeños productores no formales, porque si seguimos apostando por un régimen universal en el mundo de la formalidad, nunca vamos a llegar a ese sector aún informal.

LRA: Hay una gran diversidad de productores agrarios que ex-portan; sin embargo, existe la idea de que la agroexportación está asociada, principalmente, a la gran dimensión en la tenencia de tierras, es decir, a los latifundios. ¿Acaso el modelo de la gran escala

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Por ejemplo, los agricultores de ProCitrus tienen 50 hectáreas en promedio; es decir, no tienen latifun-dios. Ellos se han asociado y ahora son los principales exportadores de palta, a pesar de que empezaron con cítricos. La economía de escala es, entonces, fundamental. Sin ella, los pequeños productores tendrán dificultades para cumplir con las normas de calidad, investigación y competitividad.

Manuel Glave: En realidad, es un tema de percepción esta asociación de la agroexportación con la gran dimensión y el nuevo latifundio capitalista. En la actualidad, el prin-cipal producto de agroexportación continúa siendo el café. Recordemos que los productores de café y cacao tienen, en su gran mayoría, menos de 5 hectáreas de cultivo en promedio. Habría que preguntarse: ¿cuánto del crecimiento de la agroexportación se explica por el neolatifundio capi-talista y cuánto por la pequeña agri-cultura informal de exportación? Las cifras nos dicen que el crecimiento de la agroexportación no tradicional es de diez veces y el de la tradicional (como el café y el algodón) es de tres a cuatro veces. Por eso, es necesario destacar que el crecimiento del sec-tor agroexportador en los últimos quince años también se explica por el dinamismo de ese pequeño productor. Hay, pues, un tema de percepción.

José Chlimper: ¿Por qué está

asociada la agroexportación a la gran dimensión? Por el mercado. La respuesta no está en todos los casos relacionada ni con la economía de escala ni con la productividad. La respuesta está en el mercado. Nosotros hemos hablado mucho de oferta, pero nos olvidamos de la de-manda, de aquellos 1500 millones de estómagos que existen en el mundo

es un requisito para la agroexpor-tación?

Luis Paz: En el programa Sierra Exportadora hemos apoyado a los pequeños agricultores, individuales o asociados; sin embargo, tenemos muchas dificultades porque el nivel de confianza entre ellos no es fácil. Hemos trabajado con la Cooperativa Coopain Cabana, en Puno, que tiene 700 pequeños productores de qui-nua. En muchas partes, la mayoría de productores venden su quinua a USD 4.50 el kilo, mientras que en dicha cooperativa han logrado venderla a USD 6.50 porque la calidad de su producto es alta gracias a que tienen un gran trabajo de certificación orgánica. Ellos aún no están a cargo de la exportación, sino que colocan su producto a través de exportadores con experiencia y conocimiento en el proceso. Lo ideal es que en el futuro la cooperativa empiece a hacerlo.

Eso es importante para el aspecto de la negociación. Las grandes empre-sas, como Camposol, Virú y otras, tienen ventajas en la negociación. Sin embargo, el pequeño agricul-tor tiene dificultades para negociar porque un comprador europeo o norteamericano no quiere comprar un solo contenedor, sino que pide la garantía de comprar en mayor cantidad y de manera continua. Un pequeño agricultor que produce solo un contenedor va a tener problemas en vender. Hay formas de trabajar con la pequeña agricultura, pero es necesario tener políticas para incen-tivar —lo que plantea La Revista Agraria en varios de sus artículos— una serie de facilidades para que los pequeños productores puedan ampliar sus parcelas y mejorar su economía de escala. Para ello, se necesita financiamiento y asesoría. Los que manejan grandes extensio-nes también tienen otras ventajas.

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y que tenemos que alimentar. Pon-gamos un ejemplo: cuando uno llega a otro país con un contenedor de quinua, el comprador (que puede ser un supermercado) no tiene tiempo para atendernos por varios factores: tiene que abastecerse 52 semanas al año, atender la oferta de otros países, comprar otros granos, etc. Así, el mercado mundial está estructurado de tal manera que nos obliga a los peruanos a pensar en las facilidades que debemos darles a nuestros propios productores para que se organicen en unidades grandes y puedan atender esta demanda. Tam-

bién es importante el tema de las certificaciones a los productos que exportamos. Un pequeño productor no cuenta con los recursos (tiempo y dinero) para certificarse porque los costos son muy altos. Es ahí donde los gobiernos regionales y locales deberían intervenir con políticas sobre el tema; incluso, que la cer-tificación corra a cargo del Estado.

También quiero referirme al térmi-no neolatifundio capitalista. Quiero recusar ese concepto. Una cosa es la gran extensión agraria, como Virú, Agrokasa, Camposol, etc., donde tenemos grandes extensiones, pero hay que recordar que los principales terratenientes del Perú son las co-munidades. El 60 % de la tierra está

en manos de ellas. La comunidad de Olmos, luego de cederle más de 100 000 hectáreas al Proyecto Olmos, aún tiene más de 300 000 hectáreas. Los segundos grandes tenedores de tierras son las coopera-tivas azucareras, que actualmente casi no exportan. Hay que destacar que la actual hortifruticultura —que exportó el año pasado cerca de USD 1982 millones— se ha desarrollado sobre desiertos y no les ha quitado tierras a los valles tradicionales. En algunos casos, como Chavimochic, ha reci-bido el apoyo del Estado. Recuso el uso de la palabra latifundio porque,

desde una perspectiva histórica, ar-rastra unas relaciones sociales dentro de la unidad productiva. Y eso es lo que ya no hay. Las nuevas y grandes extensiones están tremendamente vigiladas por esos 1500 millones de consumidores de otros países, que exigen no solo que les embarquen toneladas de productos, sino también que se respeten ciertas condiciones ambientales, sociales y laborales. Las auditorías son muy severas y per-manentes. Entonces, ya no arrastran esa carga de la palabra latifundio. Yo prefiero hablar de la gran extensión agraria con modo capitalista.

Lorenzo Castillo: Quiero refe-rirme a los conceptos y al lenguaje

discriminatorio que se utilizan para calificar a la agricultura como «tra-dicional» o «no tradicional». Este es un enfoque que está vinculado con el uso o no uso de la tecnología: la «tradicional» es calificada como obsoleta porque no usa tecnología, mientras que la «no tradicional» sí la usa y es considerada como la única viable. Hay que superar este enfoque discriminatorio. En la ac-tualidad existe un gran número de actores, entre grandes y pequeños, que se dedican a la agroexportación. Por ejemplo, en el sector caficultor tenemos 130 empresas registradas como exportadoras ante la Superin-tendencia Nacional de Administra-ción Tributaria (Sunat); de estas, 80 son de organizaciones de pequeños productores. El gran desafío es cumplir con los retos del mercado internacional: estándares de cali-dad, inocuidad, trazabilidad, entre otros. Para un pequeño productor individual esto es inviable debido a un tema de estructura de costos. Por otro lado, quiero resaltar que una de las grandes contribuciones de la pe-queña agricultura de exportación se da en el proceso de descentralización económica y política del país. En pueblos como Putinapunco, en Puno, el café se desarrolló gracias a la ar-ticulación de pequeños productores para hacer una economía de escala, la cual es clave para articularse de manera sostenible en la exportación.

Manuel Glave: Otro gran dilema actual de la agricultura llamada no tradicional y de gran escala es el tema de los recursos hídricos. Por ejemplo, el caso de Ica es dramático. En general, esa agricultura de gran escala y alta eficiencia tecnológica depende del acceso y provisión de recursos hídricos, pero el Estado no ha terminado de establecer reglas claras para ello. Esta situación ge-nera escenarios conflictivos, como

manuel Glave: «¿Hasta qué punto la gran propiedad genera un cambio de tal magnitud en el paisaje social y político de un territorio, que termina siendo “propietario” de centros po-blados e incluso hasta del mismo alcalde? Definitivamente, se están generando cambios en la identidad de la población local cercana a esta gran propiedad. ¿Hasta qué punto estos cambios son positivos o negativos?».

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cierra el caño. Donde no se paga el agua es en aquellos valles donde la usan mal y donde existe informalidad. Lo que existe es un pésimo manejo por parte del Estado y una debilidad institucional. En los últimos años hubo avances gubernamentales para mejorar la gestión de los recursos hídricos e incluso existe actualmente una nueva ley; sin embargo, esta no se cumple porque no hay una institu-cionalidad para hacer que se cumpla. Los que más respetan esta ley son los agricultores formales, mientras que los informales la incumplen.

LRA: Se ha hablado mucho de las ventajas, pero también existen desventajas y efectos generados por este modelo de gran agroexporta-ción. ¿Cuáles son los inconvenien-tes que tiene este modelo? ¿Cuáles son las externalidades negativas que encuentran ustedes?

Luis Paz: Hay que destacar la necesidad de contar con más mercados para nuestra producción, porque esta sigue incrementándose. Por ejemplo, veamos las cifras del crecimiento es-pectacular de la quinua en los últimos años10, e igual sucede con la uva, la palta y otros productos. Tenemos una gran capacidad de producción para el mundo y no solo para el Perú. ¿Qué

hacemos para que la pequeña agricul-tura mejore su producción, su calidad y pueda exportar? Una estrategia del programa Sierra Exportadora es pro-mover que los empresarios exporta-dores de la costa apoyen con capaci-taciones, por ejemplo, a los pequeños productores de palta de Huancavelica y Ayacucho, de una o dos hectáreas. Al mejorar la productividad y la calidad, también aumentan los precios y ambos actores ganan.

Lorenzo Castillo: La agroexpor-tación ha desarrollado un proceso innovador en la agricultura, lo que el Estado no ha podido hacer. La inversión en el acceso a tecnología es un factor importante en el futuro de la caficultura y donde el Estado tiene la responsabilidad de cumplir un rol. En la actualidad no con-tamos con recursos humanos con capacidades y competencias para la innovación y el soporte técnico. Esta es una inversión que debe realizarse en el mediano plazo. Los centros tecnológicos no están a la altura de la demanda y en el café enfrentamos graves problemas para desarrollar procesos de renovación. En el tema de la innovación, el Estado no tiene claridad para realizar incentivos a fin de que la agricultura peruana tenga un mayor acceso a la tecnología. Por ejemplo, el café ha sufrido estragos debido a la roya amarilla, que ha devastado el sector. Para introducir un germoplasma nuevo y planto-nes in vitro, los caficultores tienen que pagar un 18 % de IGV. Otros sectores agroexportadores reciben exoneraciones para la adquisición de sus insumos, pero los caficultores están obligados a pagar estos im-puestos si quieren salvar sus plantas. La pequeña agricultura no se podrá desarrollar mientras la estructura de costos sea impactada por factores del entorno, que son los que generan las mayores dificultades. Estos son

lo que ocurre entre Huancavelica e Ica. También existe una percepción de que los agricultores exportadores capitalistas «se la están llevando fácil» porque no están pagando el costo real de oportunidad de los recursos hídricos, ya sea en Chavi-mochic, Olmos o por la napa freática de pozos subterráneos en Ica. Existe una percepción crítica de que la agricultura de gran escala está sien-do demasiado beneficiada por los incentivos. A la sociedad peruana, en general, hay que explicarle que el tema de la agricultura de exportación

no solamente se refiere a las grandes unidades capitalistas, sino también a las decenas de miles de productores de pequeña escala que también le dan un dinamismo al sector.

José Chlimper: Con respecto al comentario de Manuel acerca del agua, quiero recordar que el agua es de la Nación y la administra el Estado. Aquí no hay derechos reales de agua, como sí existen en Chile o Estados Unidos. En el Perú, la agro-exportación no tiene un beneficio en el tema del agua porque sí paga las tarifas que establece el Estado. En Chavimochic se paga 2.5 céntimos por metro cúbico; si no se paga, se

José Chlimper: «Recuso el uso de la palabra latifundio porque, desde una

perspectiva histórica, arrastra unas relaciones sociales dentro de la unidad

productiva. Y eso es lo que ya no hay. Las nuevas y grandes extensiones

están tremendamente vigiladas por esos 1500 millones de consumidores

de otros países, que exigen no solo que les embarquen toneladas de productos,

sino también que se respeten ciertas condiciones ambientales, sociales y

laborales».

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elementos claves para sostener y desarrollar la pequeña agricultura exportadora.

José Chlimper: Como toda acti-vidad económica, la agroexportación también genera externalidades, y mientras más crece la primera, las segundas son más grandes y tienen un mayor impacto. Por ejemplo, en el ámbito de la logística, el Perú ex-porta más de 160 000 contenedores que, para llegar al puerto del Callao, pasan por las pistas y carreteras de la ciudad de Lima, representando una fuerte carga de tráfico para las

poblaciones urbanas. Una segunda desventaja tiene relación con el tema del mal uso y abuso de los agroquímicos. El agro mal hecho es mucho más contaminante que la minería informal, pues el destino de su producción es el consumo. La agricultura de la gran empresa capitalista está sujeta a los controles ambientales del mercado y sí cumple estándares altísimos porque cada embarque atraviesa varios controles. Pero existen otras unidades produc-tivas que abusan tóxicamente de los agroquímicos: no hay ningún control sobre el uso, aplican los plaguicidas y a los tres días dichos cultivos ya están en el mercado. Allí hay una bombita de tiempo. Espero que en

el Perú podamos controlar cada vez más este problema.

Manuel Glave: ¿Hasta qué punto la gran propiedad ocasiona un cam-bio de tal magnitud en el paisaje social y político de un territorio, que termina siendo «propietario» de centros poblados e incluso hasta del mismo alcalde? Definitivamente, se están generando cambios en la iden-tidad de la población local cercana a esta gran propiedad. ¿Hasta qué punto estos cambios son positivos o negativos? En muchos casos, espe-cialmente en las grandes extensiones

de monocultivos como caña y palma, con más de 5 000 o 10 000 hectáreas, se está produciendo una externalidad negativa, no solo en el aspecto del impacto ambiental negativo por el uso de un monocultivo, sino también en el del fuerte impacto en la iden-tidad territorial de las poblaciones locales. Por otro lado, insisto en el tema del uso de los recursos hídricos: es necesario que en el Perú tengamos la capacidad de realizar balances hí-dricos integrales en cada valle. Hasta que eso no quede claro, siempre existirá la inquietud y percepción de que las grandes empresas exporta-doras vienen beneficiándose de una externalidad ambiental sin pagar el costo real de oportunidad del agua.

Notas1 Anexo estadístico del Compendio de

historia económica del Perú. Tomo 3. Economía del periodo colonial tardío. Lima: IEP/BCR, 2010, p. 414.

2 Nelson Manrique. «Historia de la agri-cultura peruana», en Compendio de historia económica del Perú. Tomo 5. La economía peruana entre la Gran Depre-sión y el reformismo militar 1930-1980. Lima: IEP/BCR, 2014, p. 161.

3 El Perú en marcha. Ensayo de geografía económica. Lima: Banco Italiano, 1941, p. 118.

4 El área sembrada de algodón llegó a cubrir más de un cuarto de millón de hectáreas anuales entre 1960 y 1964.

5 La presencia del capital extranjero en las haciendas azucareras era predominante, salvo en Cayaltí y Pomalca.

6 Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram. Perú. Crecimiento y políticas en una economía abierta. Lima: Mosca Azul / Fundación Friederich Ebert / Universi-dad del Pacífico, 1985, p. 351.

7 A partir de 1976, el volumen de algodón consumido internamente por la industria textil superó el volumen exportado. Fer-nando Eguren. «Evolución de la produc-ción algodonera», en Fernando Eguren, Jorge Fernández Baca, Fabián Tume. Producción algodonera e industria textil en el Perú. Lima: Desco, 1981, p. 122.

8 En el ámbito nacional, en el periodo intercensal, las áreas irrigadas se in-crementaron de 1 729 000 hectáreas a 2 580 000 hectáreas. En el año censal 2012, el 70 % de estas tierras esta-ban trabajadas. El 57 % —1 469 000 hectáreas— de las tierras bajo riego están en la costa, concentrados en seis departamentos (Piura, Lambayeque, La Libertad, Lima, Ica y Arequipa), pero no todas están efectivamente cultivadas. En los predios censados de la costa había 207 000 hectáreas no cultivadas por falta de agua; las áreas cultivadas eran 939 000 hectáreas. (Fuente: Resultados definitivos del IV Cenagro.)

9 Según el último Cenagro, el número de exportadores agrarios en el país supera los 16 000, de los cuales el 96 % son agricultores y solo el 4 % empresarios (artículo de La Revista Agraria 171: «El boom agroexportador, pero ¿de qué productores?».

<http://bit.ly/1zmm0>).10 El salto de las exportaciones de quinua ha

sido notable: de USD 31 millones en 2012 a USD 196 millones en 2014 (Gestión, 23/02/2015). El Minagri estima que en 2015 se llegará a los USD 200 millones (Gestión, 28/05/2015).

Lorenzo Castillo: «Los actuales incentivos gubernamentales están concentrados en la llamada agricultura no tradicional, mientras que en la agricultura tradicional, donde está el café, existen carencias y diversos problemas. Necesitamos acabar con ese tratamiento diferenciado porque la agricultura es una sola y todos deben tener iguales oportunidades de desarrollo».