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Metacomunicación y Reflexividad en los medios de comunicación

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Meta-comunicación y reflexividad en los

medios de comunicación

Ricardo Álvarez, Nicolás Pereira Julio de 2012

A veces, se tiende a pensar que el ejercicio del periodismo debe caracterizarse por su rol

conciliador u objetivo. Sin embargo, el concepto de objetividad, que implica mirar desde fuera

un mundo que es independiente del observador y que a la vez debe ser aprehendido por éste,

ya no tiene validez de acuerdo a las nuevas teorías de la comunicación. “La objetividad no

existe” es lo primero que se dice en la universidad.

Siguiendo este supuesto, Paul Watzlawick desarrolla a través del Constructivismo la idea

de que la dualidad entre mundo y ser humano no existe, centrándose en la relación que el

individuo tiene con la realidad. En ese sentido, señala que la realidad se genera cuando el ser

humano es capaz de nombrar objetos, establecer relaciones entre ellos, con lo que

inconscientemente termina generando una imagen de realidad a la que se adscribe pero que

no se da cuenta que él mismo construyó. Así, lo que puede ser considerado como “objetivo” o

“imparcial” se vuelve problemático. Que las cosas puedan ser nombradas no se debe

simplemente a su existencia, sino al sentido que el hombre le entrega. Es decir, se debe a las

relaciones que éste establece con las cosas; de esta manera es capaz de otorgar sentido,

elaborar conceptos y formular distinciones. Sin embargo, la mayoría de las veces caemos en el

error de que la forma en que vemos el mundo debe ser la correcta, nos guiamos por el “sentido

común”, porque si la mayoría de la gente ve lo mismo que nosotros, se trata de una realidad

absoluta, olvidando por completo que somos nosotros mismos quienes definen lo que nos

rodea.

Con esta teoría constructivista se establece que en el mundo en que vivimos, nos

relacionamos y organizamos; hace referencia más al punto de vista del observador que al

verdadero modo de ser del mundo. O sea que el mundo no es objetivo en sí o no somos

capaces de acceder a esa objetividad, sino que el mundo o nuestras imágenes de mundo son

el producto de la construcción que el mismo observador hace de éste, realizando atribuciones

de sentido.

“El sentido y el orden fueron puestos en el mundo por un acto de atribución humana y que

sólo entonces son descubiertos “ahí fuera” como supuestos hechos... Por consiguiente, lo que

llamamos realidad no lo descubrimos nosotros, sino que lo creamos completa y propiamente

nosotros mismos” (Watzlawick, 1992, p. 171)

Por lo tanto más que hablar del mundo como tal debemos hablar de las imágenes del

mundo o de la realidad

“Quien sufre emocionalmente, sufre precisamente no por la realidad “real”, sino por su

imagen de la realidad. Sin embargo, esta imagen “es” para él la realidad y su sentido “es” el

auténtico sentido de la vida” (Watzlawick, 1992, p. 173)

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Entonces, se establece que observador y mundo observado no admiten una separación,

están unidos, uno define al otro y se influyen mutuamente, son parte de un todo.

“Reflexionar indica un acto de pensamiento que nos permite abstraernos para observar,

debatir consigo mismo y tratar de explicar nuestras acciones. Es mirar críticamente lo que se

hace, justificar cada una de las decisiones tomadas y profundizar desde el cuestionamiento

propio que nos permita rectificar o tomar decisiones que pretenden, en todo caso, mejorar

nuestras prácticas.” (Chacón: 2006, p. 51)

Sin embargo, a veces se puede creer que ciertas premisas son verdaderas porque

concuerdan con el sistema al que se adscriben, (porque tienen coherencia, porque son

objetivas, verdaderas) olvidando que dichos sistemas no son algo exterior o independiente,

sino que han sido creados intencionalmente por el mismo ser humano. Es lo que ocurre con los

números y con la ciencia en general. Así, llevando al plano del periodismo, el problema de la

reflexividad puede afectar las concepciones que tenemos de la realidad; se pueden provocar

paradojas y círculos viciosos.

Los medios, por ejemplo, caen en las profecías auto-cumplidas, “mecanismo de realización

como una suposición o predicción que por el sólo hecho de haberse llevado a cabo convierte

en real a aquel supuesto y de esta manera cierra el círculo confirmando su propia exactitud.”

(http://iser-isec.com.ar/el-rol-de-los-medios)

“A partir de una premisa dada, se derivan aquellas consecuencias aparentemente

ineludibles, que son atribuidas a la realidad y no a la premisa...Para comprender el mundo

objetivamente y llegar así a un conocimiento del mismo sin contradicciones, coherente , es

necesaria una absoluta distinción entre objeto (mundo) y sujeto (el observador)” (Watzlawick,

1992, p. 175)

Este es un ejemplo al que recurren los medios en contadas ocasiones, por ejemplo, con las

imágenes de saqueos durante el terremoto en Chile el 2012. Si los noticieros de la televisión

chilena no hubiesen bombardeado a las personas, exacerbando el sin sentido, seguramente la

ciudadanía no hubiese buscado métodos para tratar de sobrevivir. Si todos saqueaban había

que imitar al grupo pues si uno lo hacía primero ¿por qué los demás no? El desorden ya estaba

desatado en un par de días, mismos días en los que la televisión se dedicó a nutrir el contexto

de caos y tragedia, confirmándose a sí misma su discurso.

Por lo tanto, la formación ética del periodismo y que tanto se recalca en las escuelas de

formación no se relaciona sólo con la honestidad y el buen oficio, sino que también con tomar

conciencia de las consecuencias que nuestro trabajo puede generar a la audiencia. Llevando a

las personas al desorden, el pánico o el sin sentido.

El concepto de meta-comunicación y sus maneras de llevarlo a la práctica inciden de

sobremanera en el ejercicio periodístico al momento de transmitir ciertas formas de mensaje.

En el periodismo, más importante que lo que se dice, en ocasiones cuenta más el cómo se

dice. Esto puede llevarse a la práctica en los casos en que la información está cargada con

fuertes factores emocionales y que podrían ser sensibles al espectador. Por poner un ejemplo

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claro, y llevándolo a un caso relativamente reciente que quedó plasmado tanto en medios

escritos como audiovisuales.

En septiembre de 2011, ocurrió un accidente aéreo en la isla de Juan Fernández en que

fallecieron veintiuna personas, entre ellas, el animador de televisión Felipe Camiroaga. Este

caso era de especial cuidado en el trato periodístico, ya que el comunicador involucrado era

una persona de gran presencia mediática y querido por la población.

Apenas se supo de la desaparición del avión CASA 212, muchas personas comenzaron a

expresar su sentimiento de apoyo hacia el equipo de Televisión Nacional, iniciando cadenas de

oración en algunos casos. Conforme pasaban las horas y la certidumbre respecto de las

dimensiones mortales que había alcanzado el accidente se hacían latentes, más eran las voces

que aseguraban que en algún lugar de la isla se hallaba vivo parte del equipo que viajaba en el

avión.

Sin embargo, a la mañana siguiente del accidente, el diario “Las Últimas Noticias” titulaba a

portada completa “El último vuelo del Halcón”. Esto, sin duda, fue una noticia desalentadora

para muchas de las personas que se resistían a la idea de que “Felipe” había muerto. Muchas

de esas personas se negaban a aceptar lo presentado por el medio.

Conforme seguían pasando los días se reveló la noticia: no había sobrevivientes y ya se

hallaban los primeros restos humanos. Al momento en que se confirmó el desenlace trágico del

accidente, la reacción en los medios no se hizo esperar. En Televisión Nacional el periodista

encargado de comunicar la información, Mauricio Bustamante, quien fuera amigo de Felipe

Camiroaga no pudo mantener la compostura mientras daba cuenta del hecho, lo que de por sí

no es algo reprochable, sino todo lo contrario.

La forma en que fue informada esta noticia en TVN fue especialmente particular, ya que

generó empatía en la población y la resignación de los televidentes más reacios a aceptar que

su compañía matutina no estaría más con ellos. Es interesante contrastar la forma de presentar

la noticia entre TVN y Las Últimas Noticias, ya que una de ellas fue aceptada mayormente por

la gente.

En el proceso de comunicación realizado por el canal estatal inciden factores que escapan

al contenido del mensaje pero que al mismo tiempo le hacen más válido. Primero, la fuente de

la información. La estación que informaba era la misma en que trabajaba el animador, por lo

tanto, eran los más afectados, pero al mismo tiempo eran quienes tenían mayor credibilidad o

“autoridad” para informar para la percepción de la gente. Si se hacía un muestreo, la mayor

parte de las personas se informó de la tragedia a través de TVN. Lo segundo, el mensaje iba

cargado con un alto grado de emotividad por parte de sus emisores; la evidente tristeza de

ellos, quienes se llegaron a “quebrar” ante las cámaras hizo más creíble el mensaje para los

espectadores, que veían en el sufrimiento de los colegas de Felipe una correlación, “si están

así es porque es cierto”.

“Un organismo responde al mismo „estímulo‟ de manera diferente en contextos diferentes”

(Bateson, 1972, p. 319). Esta sentencia explicita el por qué las personas tomaron como más

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creíble a la fuente de TVN y no a la de LUN. Factores como la cercanía de los mismos a los

accidentados como la emotividad del mensaje propiciaron una mayor aceptación del mensaje.

No menos importante es la retroalimentación que hizo el canal respecto de la idea de

tragedia. Comparado con otros accidentes de igual o mayor número de víctimas fatales

(recordemos el caso Antuco o los accidentes carreteros de Tur-Bus) la mediatización y

tratamiento que dio el medio hacían, en cierta forma, del accidente una tragedia de un alcance

inimaginable; por lo mismo, la gente tomaba esa impresión. No era un accidente cualquiera, no

eran “jóvenes fallecidos” ni “víctimas fatales”, eran “Felipe Camiroaga y veinte tripulantes”, “La

delegación de Juan Fernández”. No era “un” accidente, era “el” accidente, y la población

asumió esta perspectiva sin mayor cuestionamiento. “Si sale en la tele debe ser cierto”.

La realidad como tal no puede existir por sí sola, sino que debe ser construida y

representada por alguien, ya que sea consciente o no, no es una construcción que quede a la

deriva. Siempre habrá diversas construcciones de realidad otorgadas por el conocedor como

tal, influenciada principalmente por las circunstancias que le rodean, tal como los habitantes de

la caverna de Platón.

Llevando esto a un ejemplo práctico, se puede comparar la “realidad” de un mapuche

desde su perspectiva respecto de la de un santiaguino residente en el sector alto. Claramente

el significado de los hechos y la forma en que estos transcurren variará, no por voluntad

directa, sino por un pre-condicionamiento de lo que “son” las cosas. Un enfrentamiento en

Ercilla para un mapuche será un intento legítimo de recuperar no lo que es suyo, sino a lo que

pertenece. Esta idea de mutualidad entre naturaleza y hombre no existe en las concepciones

culturales del santiaguino, quien pensará que el terreno fue comprado y que el mapuche debe

irse a vivir a otro lado, o bien, podrá pensar que el terreno fue usurpado ilegítimamente y que

debe compensársele con dinero (como se ha hecho hasta ahora). Para uno, su vida está ligada

al lugar en que vive, perteneciendo a él no como un ente separado, sino que como uno solo,

visión muy diferida del pensamiento occidental tradicional.

En este caso no puede existir una objetivación de la realidad puesto que la realidad de por

sí es una idea subjetiva. Conocemos el mundo sólo acorde a nuestros sentidos, y lo que

escapa a estos no es realidad sino a través de la abstracción. Un ejemplo claro de esto es,

como menciona Watzlawick, el sentimiento.

Una persona que siente algo por otra persona no lo hace por una razón explicable a través

de objetivaciones lógicas. Para poder entender el sentimiento de amistad entre dos personas

es necesario realizar un proceso de abstracción. Sin éste, no se podría explicar

satisfactoriamente por qué escogemos a una persona como amigo y no a otra. Es por lo mismo

que es tan difícil apoyar a alguien que sufre por amor, ya que su nivel de abstracción respecto

de la otra persona es totalmente distinto al del observador. El sentido que brinda a quien quiere

varía inmensamente comparado con el de las demás personas, aunque ambas declaren que “lo

quieren”. La pareja de alguien no tendrá la misma noción de ese “alguien” que la madre o el

mejor amigo de él o ella.

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Por lo mismo, es necesario para un entendimiento más equilibrado del mundo realizar

cierto proceso reflexivo, ya que de lo contrario no habría cambio alguno en la concepción que

tenemos del mismo. Aplicándolo al ejemplo anteriormente citado, al momento de la ruptura de

la relación, el sujeto debe realizar un proceso reflexivo profundo que permita re-reconocer la

realidad y mutarla, ya que de no hacerlo, estaría atado de por vida a esa persona.

Ahora, ¿Cómo influye una meta-comunicación en el proceso reflexivo? Inicialmente, si se

quiere producir un proceso reflexivo profundo la comunicación no puede ser ligera ni mucho

menos “objetiva”, ya que para un replanteamiento de la “realidad” debe haber preferentemente

un quiebre emocional, una catarsis. Por lo mismo, habrá factores que propiciarán el proceso y

otros que lo inhibirán.

Llevando esto a un ejemplo, en una relación de amistad con una persona, el tono de voz al

hablar temas aleatorios suele ser de compadrazgo y camaradería, en un contexto en que la

cercanía y el ritmo de la conversación suelen ser animados. Sin embargo, cuando se quiere

comunicar un tema serio, por ejemplo, una mala noticia, el tono de voz es distinto, el ritmo de la

conversación es más lento y la cercanía suele ser mayor.

Si alguien se dirige a un amigo para comunicarle del fallecimiento de un ser querido sería

muy poco apropiado hacerlo en tono jocoso con una sonrisa, ya que fuera de no producir

empatía alguna, podría incluso conllevar una reacción adversa hacia el emisor. Lo mismo

sucede al comunicar malestares físicos. Si bien el mensaje es el mismo (“tengo ganas de

vomitar”, por ejemplo) la manera de comunicarlo es distinta a que si se quisiera comunicar otra

cosa. El mensaje va acompañado de gestos y una tonalidad de voz acorde al contexto.

“Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital

cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa, pero carece de una semántica

adecuada en el campo de la relación. Por el contrario, el lenguaje analógico posee la semántica

pero no una sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones.”

(Watzlawick, 1992, p. 68)

Tomado de esta manera, y llevado hacia el ejercicio periodístico, es sumamente importante

saber desarrollar estas herramientas comunicativas, principalmente un lenguaje analógico

apropiado, ya que independiente del contenido digital de un mensaje, su contextualización será

la que decidirá la aceptación del mismo y desembocará en la credibilidad o no del comunicador

en cuestión. Por lo mismo, en las escuelas de periodismo no debiese enseñarse sólo una

redacción apropiada sino que también una contextualización adecuada para diversos casos

comunicativos, con el fin de lograr un proceso exitoso y transformarse en personajes creíbles a

la hora de transmitir una información. No sirve de nada un mar de conocimientos si no se tienen

las herramientas necesarias para darlo a conocer de forma apropiada.