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Mi primer amor, un gran error 1 - Nahuel A. Lopez · Un recuerdo viene a mi mente: golpes, sangre en el suelo, gritos de súplica, lágrimas de dolor, un hombre golpeándome y

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Mi primer amor, un gran error 1

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Nahuel A. Lopez

Mi primer amor,un gran error

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© Nahuel A. Lopez, 2016E-mail: [email protected]

© El Emporio Libros S.A., 20169 de Julio 182 - 5000 CórdobaTel.: 54 - 351 - 4117000 / 4253468 / 4110352E-mail: [email protected]

Diseño de tapa: María Kokolaki

Hecho el depósito que marca la Ley 11723ISBN: 978-987-26291-3-7

Impreso en Córdoba, ArgentinaPrinted in Córdoba, Argentina

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada otransmitida de manera alguna ni por ningún medio o procedimiento, incluidos lareprografía y el tratamiento informático, sin permiso previo por escrito del editor.

Se terminó de imprimir en GRÁFICA SOLSONA SRLArgensola 1942 - Tel./Fax (0351) 4723231

en el mes de julio de 2016 - Córdoba - Argentina

Nahuel, Lopez Mi primer amor, un gran error / Lopez Nahuel. - 1a ed . -Córdoba : Palabras, 2016. 184 p. ; 23 x 15 cm.

ISBN 978-987-26291-3-7

1. Narrativa Argentina. I. Título. CDD A863

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Para Brenda y Dámaris, por su amistad.Para Melina, por estar desde el comienzo.

Para Silvia, por compartirme tus conocimientos.Para mi primer amor, por tanta tristeza inspiradora.

Para mi mamá, Patricia, por ayudarme a creer en mí mismo.

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Mi habitación está oscura. En este momento, me encuentroparada sobre una silla de madera española. La sábana de prince-sas que me regaló mi mamá para mi cumpleaños número quincese desliza suavemente desde el candelabro hacia mi cuello.

Mi mirada se encuentra perdida en los mosaicos negros yblancos de mi habitación. La visión se torna borrosa con cadalágrima y recuerdos de mi pasado vienen a mi mente una y otravez.

Siento frío, tengo miedo; sostengo la sábana con fuerza, temoque la silla se rompa y que todo se termine, sin ser yo la quedecida sobre mi vida.

Un recuerdo viene a mi mente: golpes, sangre en el suelo,gritos de súplica, lágrimas de dolor, un hombre golpeándome yuna mujer observando, sin hacer nada, solo de pie, allí, miran-do.

1Asedio de recuerdos

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No quiero hacerlo, sé que puedo salir adelante. En el fondosé que puedo vivir sin él, o no… no lo sé, estoy confundida.

¿Cómo podría soportar verlo con otra persona? ¿Cómo po-dría verlo feliz sabiendo que pudo serlo conmigo? Pudimos serfelices juntos.

Nicolás es el amor de mi vida, es la única persona que amé ybueno, que aún amo de verdad. Me imagino a Nicolás con otrapersona y, simplemente, quiero morirme. Sí, no quiero otra cosa.

¿Por qué? Esa es la pregunta que me formulo. Después dela vida de mierda que tuve. Él era mi esperanza, mi salvación,mi todo. Quizá no existe lugar en este mundo para mí, no enca-jo, soy una pieza de otro rompecabezas.

¡Ya no puedo soportarlo!Una vez más, otro recuerdo viene a mi mente, esta vez, el

recuerdo es de cuando todo comenzó...

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2Una amiga incondicional

Estaba sentada en un banco del colegio, al final de la fila, enel fondo del salón de clases. Nunca me gustó sentarme adelan-te, atrás pasaba desapercibida.

Mi mejor amiga, bueno, mi única amiga, se acercó por uncostado y se echó en la silla.

Fiorella, mi mejor amiga desde sexto grado, era rubia, alta,tenía labios prominentes, poseía los ojos tan azules como el marCaribe y sus pestañas parecían postizas. ¡Ag! ¡Cómo envidiabasus pestañas!

A diferencia de mí, una chica de diecisiete de no más de unmetro setenta de alto, ojos cafés y color de pelo castaño claro,los chicos la amaban. En cambio a mí, sin nada en especial, ordi-naria como cualquier otra, todos me ignoraban.

En fin, Fiorella me ha apoyado siempre desde que tengomemoria. Jamás me dejó de lado, jamás me usó y algo aún

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más impresionante, nunca, pero nunca, contó mis secretos.Jamás...

Estaba terminando los ejercicios de matemática, cuatri-nomio cubo perfecto, repulsión total, mientras ella chateaba conun tal Nicolás Dómine.

El sonido de las uñas golpeando la pantalla táctil de su telé-fono inteligente no me dejaba concentrar en los ejercicios. Apa-rentemente, no sabía usar las yemas de los dedos.

—¿Se puede saber por qué tanto tic, tic?—¿Te acuerdas de Nicolás? El chico que te mencioné hace

un par de meses.Me quedé pensativa por un momento, intentaba recordar

quién era ese tal Nicolás, pero nada, ni un recuerdo de él.—No, no me acuerdo.—Mi primer... ya sabes... con el que perdí mi virginidad —

me contestó sin titubear, sin una mínima sensación de vergüen-za.

Por supuesto que lo recordaba, era el estúpido mujeriegoque la había usado solo por sexo... solo por una noche de placer.Me sentía muy airada, me molestaba muchísimo que Fiorellaestuviera hablando con él después de todo lo que le había he-cho. Ella misma me dijo que solo la usaba, que no la quería, quese juntaba con una distinta todos los fines de semana y la idiota,aun así, continuaba hablándole. ¿Por qué? ¡¿Porque fue con élcon quien perdió su virginidad?! No tenía ningún tipo de senti-do lógico ni emocional; era patético.

—Pero Fiore —le dije preocupada—, él te usó y ¿aun así lehablas?

—Sí Lu, quiero salir, quiero divertirme por ahí, fuera de estepueblito perdido en la nada. Él tiene auto, con veinticuatro años

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puede conducir legalmente, a lo mejor me pueda llevar a clubesen Buenos Aires, hacerme entrar a lugares para mayores deedad, no lo sé... solo imagínalo.

No pude dejar de pensar en lo bueno que sería salir de Pa-raje del Viajero e ir a Buenos Aires: al teatro Colón, a discote-cas, a los más lindos cines, a visitar la Argentum Tower... esta-ba en una nube de pensamientos e ilusiones que a mí no mecorrespondían. De todas formas, no podía dejar que Fiorella sefuese con ese patán, debía impedirlo de una forma u otra.

—No quiero que vayas con él —imploré—. ¿Por qué no es-peras hasta que seas mayor de edad? Solo falta un año.

—No quiero esperar —me respondió entusiasmada—. ¡Quie-ro libertad ya! A la vida hay que disfrutarla, Lucila.

Sus gestos pronunciando cada arruga, articulación e inclusodesperfectos de su rostro, hicieron que esas palabras entrarana mi mente y allí se quedaron en forma de pensamiento, ha-ciendo eco, una y otra vez: A la vida hay que disfrutarla.

Al rato, las palabras se vieron interrumpidas por un recuer-do de cuando tenía ocho años: me pegaba brutalmente, se des-quitó conmigo porque mamá salió y no regresó a horario. Megolpeó en la cara, uno de mis pómulos se lastimó, luego otrogolpe en la boca y, sin querer, mordí mi labio inferior... estabatirada en la cama mientras él decía:

¡Qué castigo haberte tenido! ¿Dónde está la puta de tu ma-dre? ¡¿Dónde?!

Tapaba mis oídos con ambas manos, no quería escucharlomás. Me hacía sentir como algo fallido, como algo que nuncadebió nacer. En lugar de sentirme un regalo de la vida, me ape-naba saber que, para él, yo era un error. ¡Tenía solo ocho años,por Dios!

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¿Cómo se supone que voy a disfrutar la vida así?, pensé.La voz de Fiorella interrumpió mi mal recuerdo:—¡Ey! ¿En qué estarás pensando? ¿Te gustó la idea?No pude evitarlo, una lágrima cayó de uno de mis ojos. La

cara de felicidad de Fiorella se tornó seria y preocupada. Dejó elcelular sobre el banco y me secó la lágrima con un pañuelodescartable. Como una buena amiga estuvo allí para mí. Entre-tanto, yo la miraba, mi cara lo decía todo, mostraba que guar-daba dolor, un gran dolor y, al mismo tiempo, se notaba queagradecía a Fiorella por cuidarme.

Dicen que los ojos son la ventana al alma, yo agrego que lamirada es el habla del corazón.

—¿Qué pasa, Lu?—Nada, es solo que...El timbre sonó. Fiorella me miró con compasión y al instan-

te añadió:—Tengo que irme. Te escribo más tarde. Quiero que luego

vengas a mi casa y me cuentes por qué estás así... y, amiga, tediré lo mismo que tú me dices cuando estoy decaída: ten encuenta que los monstruos que acechan tu vida hoy, solo seránnostálgicos recuerdos mañana.

Tomó su mochila y el celular, me dio un beso en la mejilla yse dirigió hacia la salida.

Seguramente estaba distraída con otra cosa, por eso no de-dicó atención a lo que estaba por manifestar. Ella solía ser así dedesatenta.

Finalmente, todos se habían ido. Me encontraba sola en elsalón de clases.

Estuve cavilando por unos minutos lo que había sucedido.Fui al baño, sequé mis lágrimas y pensé que no había razón

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para estar triste. Debía concentrarme en cosas importantes,como el colegio. Quería tener buenas calificaciones para ganaruna beca y, de esa manera, el día de mañana, salir de Paraje delViajero e ir a una buena universidad. Ansiaba cumplir mi sueñode convertirme en una arquitecta prestigiosa, diseñar los edifi-cios más lujosos y altos del mundo.

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3Mujeriego

Después del almuerzo, me dirigí a mi habitación y me tirésobre la cama. Revisé mis redes sociales desde el celular:Facebook, nada; Twitter, nada; Tumblr, nada; Instagram,nada... chequeé también Line, Whatsapp e incluso los mensajesde texto; nadie me había escrito.

Dejé mi celular sobre el cubrecama, miré hacia el techo yaposté por discurrir. Pensaba en lo bueno que sería si Fiorellafuese a Buenos Aires, pero ese chico era cualquier cosa, no po-día ir con él.

El celular vibró, era un texto de Fiorella:

¡Lu! Quizás esta noche me junte con Nicolás paradar una vuelta. Está por la zona. Ven con noso-tros.

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Bajé el celular a mi pecho, por un momento me dije que po-día salir con ellos, pero pensándolo bien, conociendo... bueno,después de lo que me había contado Fiorella sobre Nicolás, noiba a ir con ellos. ¡Vaya a saber de lo que ese chico era capaz!

Tomé el celular y escribí:

No puedo Fiore, ya conoces a mis padres, sabescomo son. No me dejarían.

Claro que eso fue mentira, sabía muy bien que ellos no medirían nada. Podría haber huido sin que el pez se diera cuenta,pero no quería saber nada acerca de evadirme con ellos, ni detomar el papel de pincha globo toda la noche.

¡Vamos! ¡ESCÁPATE! No se darán cuenta. Por mí, porfis...

Sentía culpa. No quería dejarla ir sola, pero tampoco podíahacer algo que no me agradaba...

Mi texto fue cortante:

Lo siento Fiorella, no puedo. No insistas.

Está bien, no hay problema. Escríbeme más tar-de. ¿Sí?

Intenté despejar la culpa de mi cabeza y me senté a hacer latarea del colegio, pero, de una forma u otra, no podía dejar depensar en lo que podría suceder esa noche...

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Cerca de medianoche, el celular sonó. Empecé a golpear lacama en busca del mismo, pero no podía localizarlo. Finalmen-te, después de varios intentos, lo hallé. Lo tomé, me quité elpelo extremadamente despeinado y enredado de la cara e in-tenté leer de quién provenía la llamada. El código de área noera de mi pueblo ni de los alrededores. Me atreví a atender,bueno, es que nunca atendía llamadas de extraños.

Por fortuna era Fiorella:—¡Eh! Hola Lucila, soy yo, Fiorella. Te hablo desde el celu-

lar de Nicolás. Estamos a dos cuadras de tu casa. ¿No quieresque pasemos a buscarte? —Fiorella, estoy durmiendo... —le dijecon voz ronca, la voz que varios tenemos al haber estado des-cansando por un tiempo prolongado.

—Dale amiga, por favor. Vamos a tomar una cerveza nadamás. Te lo prometo, es solo eso.

—No, Fiorella, mañana tengo que levantarme temprano, nojodas. ¡Carajo!, déjame dormir.

—Está bien. Qué mala onda eres.Antes de que colgara, pude escuchar la voz de Nicolás:Déjala, si no quiere venir que no venga, más diversión para

nosotros.Acoplé mi celular al cargador y continué durmiendo.Al día siguiente, en la primera hora, de Física, me contó todo:—Anoche la pasé como nunca. ¿Por qué no viniste? —me

preguntó con tono de enojo.—Te dije que no quería salir con ustedes, no lo quiero a ese

chico, me cae mal, discúlpame... no entiendo por qué anocheinsistías tanto; si digo no es no.

—Bueno, está bien. Después de todo, menos mal que no vi-niste. Lo hicimos.

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—¡¿Lo hicieron?! —exclamé con furia.—Sí, ya sabes lo que pasa cuando mezclas ginebra, vodka y

gin tonic. Estuvimos hablando mucho. Sigue siendo frío al igualque siempre. Mientras lo hacíamos, me sentía incomoda, noquería, fui manipulada, no solo por él, sino por mí misma. Dudoque solo haya sido culpa del alcohol. Para empeorar la situa-ción, después de que acabamos, él simplemente se alejó... sefue, así de la nada. Me dejó en frente de casa y se despidió conun chau. Eso fue más frío que el iceberg que hundió al Titanic.

Su cara se tornó atribulada, sus ojos se inundaron de lágri-mas y su voz se volvió algo desolada.

La abracé y, con tono de seguridad, agregó:—¿Qué haces? Estoy bien, no me afecta en lo absoluto. Un

consejo ¿sí? La primera vez que tengas relaciones hazlo con al-guien que en realidad te ame, con alguien especial... y siéntetelista ¿sí? ¿Me lo prometes?

—Bien, te lo prometo; pero ¿por qué?—Desafortunadamente, siempre vas a mantener un lazo

emocional muy grande con la primera persona con que lo ha-gas, no solo lo digo yo, tengo amigas que te lo pueden confirmar.Pero también, lamentablemente, hay muy pocas personas querespeten eso y no está bueno que al otro le importen un bledotus sentimientos. Me gustaría ser, aunque sea, amiga de Nico-lás, pero para lo que a mí fue mi primera vez, para él fue solouna noche de sexo más, alguien más para agregar a su lista dechicas que desvirgué. Es horrible. Él fue mi primer chico, peroyo no fui su primera chica. Es... es...

Nos abrazamos otra vez. Pensé en eso por un largo tiempo,incluso cuando llegué a casa no podía quitarme ese pensamien-to de la mente.

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Estaba decidida, sabía que era lo mejor, es decir, me lo de-cía Fiorella quien salía con un chico distinto todas las semanas.

Mi primer novio; mi primer amor, sería único.

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4El mensaje

Habían pasado cuatro días desde que Fiorella tuvo su en-cuentro con Nicolás.

Estaba en mi habitación sentada en la computadora hacien-do mis tareas. A veces sentía que no tenía un respiro. Necesita-ba salir, aunque sea a dar un paseo por la orilla del río, perono… debía estar en mi habitación estudiando. Mantener un pro-medio superior a nueve era realmente difícil, pero no importa-ba, mis sueños estaban primero que nada y, si quería una becagalardonada, debía esforzarme.

Mi celular vibró. Era un Whatsapp de un número que des-conocía:

Hola. Soy Nicolás. ¿Cómo estás? Me estoy hos-pedando en la casa de mis primos acá en Paraje delViajero.

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El estúpido se atrevió a escribirme, pensé.Pero ¿para qué? ¿Qué quería? ¿Por qué me estaba escri-

biendo a mí?Mis ansias de saberlo no se contuvieron. Tomé el celular y

le respondí:

Ah… hola… ¿qué Nicolás?

Fingía que no sabía quién era. Al hablar tanto con Fiorella alrespecto era imposible quitar su espantosa imagen de mi men-te.

Ella me contaba que era rubio y que su pelo era muy suave;que tenía ojos claros y que ejercitaba mucho su cuerpo. ¡Lo tra-bajaba al ciento por ciento! Además, claro, de detallar que erasúper inteligente… en pocas palabras, un irresistible total. Físi-camente, el chico soñado.

De todas maneras, yo no quería que él supiera eso, no sé,por el simple hecho de que era un maldito desgraciado y no selo merecía… no meritaba ninguno de mis halagos ni mucho me-nos quedar como una tonta.

Al rato me respondió:

Nicolás, el chico que salía con tu amiga Fiorella.

Ah… sí, ahora me acuerdo. ¿Qué necesitas?

Nada, bueno… mira, Fiorella me tiene cansado.f Yo no quiero saber nada con ella, la verdad esque no es buena persona… con el tiempo te daráscuenta.

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¡Ag! La sangre que circulaba por mis venas parecía hervir.No podía tolerar que estuviera hablando así de mi mejor amiga.Agarré el celular con fuerzas y, mientras sollozaba por toda lasituación, escribí:

Mira maldito hijo de puta. Tú eres un muje-riego de mierda que lo único que te importa es po-der disponer de alguien para tener sexo todos losfines de semana. Fiorella es mi mejor amiga desdeque éramos niñas y es una amiga incondicional. Amí no me importa lo que ustedes hagan o dejen dehacer, o que ella sea tan estúpida para dejarse ma-nipular por un incompetente como tú, pero a mí nome lo digas. No quiero saber nada. Así que te lo pidopor única y última vez: no me escribas, no quierosaber más nada de ti. Chau. Suerte.

Estuve esperando unos minutos por su respuesta. Penséque iba a escribir su testamento, ya que, el letrero de escri-biendo… no desaparecía de la pantalla.

Finalmente su mensaje llegó:

¡¿Y tú?! ¿Quién te crees que eres para hablarme deese modo? Yo te hablé bien. Veo que estás loca aligual que la tarada de tu amiga, las dos pueden irsebien despacito a la mierda. Podría contarte cosasde tu amiga que te matarían de un paro cardiaco.CHAU IMBÉCIL.

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Lancé el celular con fuerza sobre la mesa de luz. Solo habíauna persona en este mundo que me trataba como basura y esapersona, no era Nicolás. Sus insultos me hicieron derretir laslágrimas almacenadas en mi interior.

Al día siguiente, lo primero que hice al entrar al aula fuemostrarle los mensajes de Nicolás a Fiorella. Sentía que teníaque hacerlo.

—No le hagas caso, Lu. Está así porque yo decidí parar. Ayerle mandé un texto diciéndole que no lo quiero ver más, que nuncava a cambiar y que yo ya no quiero ser más su musa, su con-suelo, aunque debo admitir que me gustaba su forma de la viejaescuela. También le dije que quiero algo estable, salir con al-guien que me cuide, que me proteja, que me ame y dejar desentirme como desecho espacial. Porque así es como me sientocuando estoy con él.

—¡Ay Fiore! Te felicito. No sabes lo feliz que me hace escu-charte decir eso —le dije exaltada, aunque admitiendo que es-taba un poco desconcertada.

Minutos después, en la hora de Inglés, mi Smartphone vi-bró. Lo tomé cuidadosamente del bolsillo y encendí la pantalla.Era un Whatsapp de Nicolás.

¡Og! ¿Y ahora que quiere este chico, pensé.

¡Buen día, Lu! Perdón por lo de ayer. Estuvepensando y me di cuenta de que fui un cretino. Nodebí decirte todo eso. La verdad es que me sientomuy mal. Sé que no me creerás, porque después detodo lo que me dijiste, supe que te dijeron cosas demí que, en realidad, no son ciertas. Espero que al-gún día podamos hablar en persona y aclarar nues-tro malentendido. Que tengas un hermoso día.

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Bajé el celular a las rodillas y miré al frente. Me dejó bo-quiabierta este Nicolás. Quién iba a decir que un patán como élse podía disculpar de esa manera. Hasta me hacía pensar quelas cosas que decía eran ciertas.

—¿Quién te manda mensajes Lu? —me preguntó Fiorella,sorprendida—. No recuerdo que algún chico te escribiera.

La miré fijamente y percibí algo raro en ella, algo que nohabía notado antes, como si fuera otra persona. Veía falsedaden sus gestos y también tuve una sensación de humillación ha-cia a mí.

¿Acaso estaba dejándome llevar por las cosas que me escri-bió Nicolás y estaba descubriendo algo en ella que antes sim-plemente me negaba a ver? ¿O solo era un mero producto demi imaginación revuelta?

El mensaje de Nicolás me cambió. Tenía una visión diferen-te de Fiorella y no era para nada buena…

—¿Hola? Te hice una pregunta —insistió ante mi falta derespuesta.

—Nadie Fiore, son solo unos primos míos que viven en Méxi-co. Parece que quieren venir de vacaciones. Espero que no, soninsoportables, sobre todo el de cuatro años. Es el niño más into-lerante de la tierra.

—Ah… —me respondió, aparentemente, fingiendo interés.

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5El plan perfecto

Una semana había pasado desde que Nicolás me envió esemensaje. Por alguna razón no podía sacármelo de la cabeza. Sehabía convertido en un ente que no se quitaba de mi pensar.

Solo fue un mensaje, un mensaje de disculpa y no existíarazón para pensar en él todo el tiempo, al menos no de buenamanera. Era enfermizo, no podía enfocarme en cosas impor-tantes como estudiar para los exámenes. Estábamos a media-dos de octubre y los profesores tomaban evaluacionesenergúmenamente y yo, simplemente, no podía concentrar-me.

Me hallaba indecisa, no sabía qué hacer, tenía una idea enmi mente, pero no sabía si ejecutarla, estaba bloqueada. Pensa-ba que quizás Fiorella no era lo que aparentaba, pero al mismotiempo recelaba. Fue mi amiga desde que teníamos siete años.No podía creerlo, era difícil de imaginar.

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Eso era lo que me fastidiaba. Lo más probable era que Ni-colás me estuviera manipulando para que desconfiara de Fiorella.Lo hacía con ella, ¿por qué no podría hacerlo conmigo? Al mis-mo tiempo, me preguntaba cuál sería su propósito. ¡¿Para qué?!Y allí es cuando volvía a desconfiar de Fiorella.

Tenía que salir del campo de la duda. Nicolás dijo que podríadecirme cosas de Fiorella que me matarían. ¿Qué serían esas co-sas? Tenía que averiguarlo y la única forma de hacerlo era hacer-me amiga de él, usarlo, como de seguro él usaba a otras chicas…

Al fin me había decidido, iba a ejecutar el plan. Tomé micelular, busqué su mensaje en Whatsapp y guardé su número:

¡Ey, Nicolás! Lo siento, no debí tratarte de esa ma-nera. Yo no soy así. Nunca trato mal a las per-sonas, ni mucho menos las insulto, soy una chicaculta, chapada a la antigua como dicen aquí en elpueblo.

Su perfil pasó de Últ.Vez hoy a las 11:32 a en línea.Era el momento justo para empezar a hablar y averiguar

cosas de Fiorella y, al mismo tiempo, vengarme severamentede Nicolás por manipular a tantas chicas.

Hola Lucila. Buenas tardes. No te preocupes, ya espasado.

¿Te importa si empezamos de cero? Ya sabes, comodijiste: dejemos el pasado en el pasado, hagamosde cuenta que aquí no sucedió nada y…

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¿Y?

Y nada. Quizás podamos ser amigos.

Pero si ni siquiera te conozco.

Es verdad, pero podríamos llegar a conocernos,salir a tomar algo, no sé. ¿Qué te parece?

Mm… me parece bien, tengo que hacer nuevos ami-gos en el pueblo.

¿Lo dices por lo que pasó con Fiorella?

Sí. Perdón que sea tu amiga, pero no es buena per-sona, créeme: es manipuladora, egoísta, hipócrita,extremadamente egocéntrica… las personas así memolestan mucho.

Lo sé. Últimamente noto algo raro en ella, algo delo que antes no me percataba. Quizá me manipula,no lo sé, pero el otro día comentó algo que me hizosentir inferior y después de pensarlo relajadamen-te, siempre hace ese tipo de acotaciones y, la ver-dad, antes no me molestaban, a lo mejor no lo que-ría ver, pero ahora empiezan a hacerlo.

Pero ¿por qué? ¿Por qué dejas que ella te manipu-le?

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Esa pregunta me hizo pensar y conocía cuál era la razón,pero lo que no sabía era si debía decirle la verdad a Nicolás o no.

Después de meditarlo por un rato, me di cuenta de que si ledecía la verdad pura, quizás le daría un poco de pena y eso faci-litaría el acercamiento.

Es porque no tengo tantos amigos y ya sabes.

Ah… te entiendo.

¡¡No, no lo entiendes!! No sabes lo difícil que es que-rer acercarse a alguien y no saber qué decir, po-nerse nervioso, tartamudear, hacer chistes malos,es horrible.

Créeme, te comprendo. Cuando tenía tu edad oquizás cuando era un poquito más chico que tú, tam-poco tenía amigos. No sé cómo será acá en Pa-raje del Viajero, pero en Buenos Aires, los chicoseran muy malos. Me acuerdo que me pegaban, metiraban con gaseosa y se reían todo el tiempo. Has-ta yo me reía, siempre se me escapaba esa risitanerviosa: ji, ji, ji… era terrible, pero hasta ese en-tonces no sabía cómo enfrentarlos.

Pensé:¡GUAU!Me costaba mucho creer que Nicolás, ¡Nicolás!, había pasa-

do por eso. ¡Él! El chico que tenía el cuerpo más hermoso delmundo, los dientes más parejos del país y que sin duda sabíasonreír muy bien para las fotos, él. Increíble.

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¡Ah! ¿Y qué pasó? ¿Cómo te convertiste en el ac-tual Nicolás? Digo, no pareces un chico que sufrebullying en la universidad.

Supongo que la universidad es diferente. Pero medi cuenta de que el problema era yo. Yo dejaba queme insultaran: por ser delgado, porque mi familiaes adinerada o por mi escoliosis. Sí, tenía escoliosiscuando iba al secundario. Después empecé a ir algimnasio, no para convertirme en otra persona,sino para convertir mi yo, en alguien que soñabaser. Quería ser mejor, mejor persona, tener me-jor cuerpo, cuidarme, ya sabes…

Oh. ¿Y dejaron de burlarse?

Simple: al que se burlaba, le pegaba, ja, ja… pero sí,con el tiempo dejaron de hacerlo.

Ja, ja… qué gracioso.

¿Te parezco gracioso? Pero, ¿no me detestabas?(Chiste)

Lo sé y supuse que era un chiste. No era necesarioponerlo entre paréntesis.

Bueno, perdón.

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¿Qué te parece si salimos esta noche, a dar una vuel-ta en tu ?

Ah… ¿Tengo que poner el auto?

Eh… yo no tengo uno, respondí. Además tengo die-cisiete, mis padres no firmarían el permiso para laLicencia de Conducir, ni siquiera si los drogara, ja,ja, ja…

Está bien, no importa, de todas formas en este mo-mento estoy empacando. Me vuelvo a Buenos Ai-res. Mis primos son insoportables y mañana tengofacultad.

Uh… ¿cuándo vuelves?

Nunca. Al menos que tú quieras que nos veamosun día de estos.

Ja, ja, ja… mmm… veremos. Adiós y buen viaje.

Chau, suerte y cuídate.

¡Oh por Dios! Nada mal este Nicolás, pensé. La verdad queno se parece en nada a lo que Fiorella me había contado.

Había oscurecido. Tomé una chocolatada con galletas unta-das en mantequilla de maní y me fui a la cama.

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