7
EL ESTADO MENTAL / Publicación: diciembre 2015 MI QUERIDA ESPAÑA Ingrid Guardiola ¿Tan malo es crear riqueza? Seguro que habré prevaricado, yo qué sé…”. Jesús Gil Se acercan elecciones generales y en todas las cadenas de la TDT brillan los políticos como estandartes de la democracia. Son rostros de sonrisas de mármol con aires de paternidad homicida, calculadamente disimulada. Son aquellos que nos invitan a la fiesta constitucional de la libertad condicionada, los que no pagan la fiesta ni los platos rotos ni la música de fondo. Son los padres de la Cultura de la Transición, los hijos y herederos de la dictadura, los subalternos de Europa y sus finanzas. Jesús Quintero los llevó a todos ellos y a sus consortes mediáticas, financieras y reales al paredón de la radio y de la televisión, tanto en cadenas públicas (TVE, Canal Sur, Telemadrid) como privadas (Antena 3). Mercedes Moncada acaba de recoger en el documental Mi querida España (2015), que puede verse en la plataforma de cine online Filmin, algunas de sus 5.000 entrevistas. Moncada construye una “fábula de la España bajo el reinado de Carlos I”, como ella misma indica, de 1981 hasta el momento presente. Se trata de un relato de la Transición

Mi Querida España

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Artículo publicado en la revista El Estado Mental el 12 de diciembre de 2015 http://www.elestadomental.com/diario/mi-querida-espana

Citation preview

Page 1: Mi Querida España

EL ESTADO MENTAL / Publicación: diciembre 2015

MI QUERIDA ESPAÑAIngrid Guardiola

“¿Tan malo es crear riqueza? Seguro

que habré prevaricado, yo qué sé…”.

Jesús Gil

Se acercan elecciones generales y en todas las cadenas de la TDT brillan los políticos

como estandartes de la democracia. Son rostros de sonrisas de mármol con aires de

paternidad homicida, calculadamente disimulada. Son aquellos que nos invitan a la

fiesta constitucional de la libertad condicionada, los que no pagan la fiesta ni los

platos rotos ni la música de fondo. Son los padres de la Cultura de la Transición, los

hijos y herederos de la dictadura, los subalternos de Europa y sus finanzas. Jesús

Quintero los llevó a todos ellos y a sus consortes mediáticas, financieras y reales al

paredón de la radio y de la televisión, tanto en cadenas públicas (TVE, Canal Sur,

Telemadrid) como privadas (Antena 3). Mercedes Moncada acaba de recoger en el

documental Mi querida España (2015), que puede verse en la plataforma de cine

online Filmin, algunas de sus 5.000 entrevistas. Moncada construye una “fábula de la

España bajo el reinado de Carlos I”, como ella misma indica, de 1981 hasta el

momento presente. Se trata de un relato de la Transición y de la Tardotransición desde

su “establishment democrático”, como diría Vázquez Montalbán, y desde una cierta

retaguardia protagonizada por militantes de izquierdas radicales y personajes

desclasados varios.

Jesús Quintero practicó, a lo largo de toda su carrera, un periodismo político y

poético, a través de entrevistas que funcionaban como ficciones políticas reales, no

sólo por sus escenografías teatrales que ensalzaban esa naturaleza decadente y ficticia

del imaginario político y social de la época, sino también a través de su propia figura

de “loco de la colina”, ataviado como un bandolero lorquiano o un poeta

decimonónico y, sobre todo, por el variopinto arsenal de personajes que desfilaron

ante sus micrófonos, donde Adolfo Suárez tenía tanto que decir como El Risitas. A

Page 2: Mi Querida España

Quintero en TVE lo censuraron y lo vetaron en 2007, Sanidad lo denunció en 1988

porque entrevistar a gente como Rafi Escobedo o Jon Manteca significaba fomentar

las drogas, la prensa machacó su carácter libre y egocéntrico, las televisiones

autonómicas (EiTB, TV3) le robaron sus invitados más frikis, y algunos de sus

entrevistados (desde Mujica en 1988 en El Perro Verde o Albert Rivera en 2007 en un

capítulo de La noche de Quintero dedicado a “personajes que se han desnudado por

alguna causa”), son ahora protagonistas de capítulos de Salvados. Para Quintero la

radio nocturna tiene el color del césped porque sólo hay fútbol y en la televisión

actual se trabaja para el zapeo y es delito hacer pensar.

La España que ha cartografiado Quintero es la España de la picaresca del Lazarillo,

del sainete, del esperpento valle-inclanesco, de las greguerías de Don Ramón, la

España berlanguiana, de El Inquilino de Nieves Conde, de Amanece que no es poco,

aunque no siempre amanezca en un “imperio donde no se pone el sol”. Pero, sobre

todo, es la España de Felipe González, de Areilza, Sáenz de Ynestrillas y Gutiérrez

Mellado, de Aznar y Zapatero, de Gunilla Von Bismarck, Boadella y la Duquesa de

Alba, de Polanco y de Botín, de ETA, el GAL y los GRAPO, de Josep Piqué y de

Jesús Gil, de Carrillo y Anguita, de Mario Conde y de los condenados, marginados de

una sociedad hipócrita, machista y desigual donde, como dice Lluís Llach en el

documental, se dan razones sociales (palmaditas en la espalda), pero no legales.

Todos ellos son los protagonistas de nuestra historia y de la de los programas de

Quintero. Es la CT o “cultura de la transición” (según el análisis de Guillem Martínez

& co. en el libro homónimo) en todo su esplendor lo que destilan las entrevistas, es

esa ficción, esa “batida en una finca llamada transición”, como dice la canción. Es la

“España de las vendas negras sobre carne abierta” que cantó Cecilia, la que “pierde

los dientes, el maquillaje y el trabajo” que ahora canta Pablo und Destruktion, la “de

plomo o plata”, como dice Pepe Oneto en el documental.

Las entrevistas no se desarrollan ni en su casa ni en la del invitado, como hace el star

del old system Bertín Osborne, sino en un plató convertido en tabernáculo kitsch.

Quintero lanza preguntas aparentemente casuales que adentran al invitado en la

incómoda prisión del acto de conciencia y del sentido común. “¿Le diría al soldado

que él es España?”, le suelta a Gutiérrez Mellado, ministro de defensa entre 1976 y

1981; “¿Los periodistas seremos libres con usted?”, le pregunta en 1993 a un Aznar

Page 3: Mi Querida España

que se posiciona contra una “ley mordaza” que actualmente ha aprobado su partido.

También le pregunta si España es “una, grande y libre” mientras a Felipe González

(2002) le cuestiona si “Euskadi terminará en una mesa”, a Zapatero (2003) “qué

atentados ha habido realizados por árabes” y, ante la respuesta de “ni uno”, “si están

buscando el primero”, y a Ana Botella “si su marido (Aznar) se arrepiente de la foto

de las Azores con Bush y Blair después del 11-M”. “Usted es el primer poderoso que

viene aquí, usted ha colocado a los socialistas”, le dice a Juan Luis Cebrián, ex jefe de

los servicios informativos de RTVE, ex director de El País y vicepresidente de

PRISA, mientras sonríe y saborea un cigarrillo.

Gonzalo Puente (1993) critica los desproporcionados privilegios de la Iglesia, también

en materia de “miedos” de comunicación; José Junyent (1988) dice que a la banca no

se le exigen responsabilidades mientras generan millones de beneficios hasta que un

día presentan un “expediente de crisis” y el Estado la rescata. José Antonio Zarzalejos

habla sobre la connivencia entre periodistas y políticos; Leopoldo Abadía (2010)

sobre el hecho que nadie sabe lo que sube la deuda española y Pepe Dueto (2005)

indica que no hay banquero que no esté procesado o enjuiciado (desde entonces todos

han sido indultados menos Mario Conde). Pilar Urbano y Julio Anguita argumentan

el fallido golpe de Estado de Tejero como un “golpe blando” en el que todos estaban

compinchados menos Suárez y Tejero, un “borboneo”, una sacudida orquestada desde

Alemania y los Estados Unidos. Ricardo S. De Ynestillas echa de menos a Don

Pelayo para reconquistar España y, a la vez, defiende a Zapatero, mientras Jon

Idígoras (ex dirigente de Herri Batasuna) indica que la paz es que se articulen

herramientas democráticas para que el pueblo decida. Beatriz de Orleans y Jesús

Aguirre, duque de Alba, hacen recuento de títulos mientras Encarnación (jornalera y

militante del SOC) se reapropia de fincas vacías. También hay espacio para activistas

LGBT, la rapsoda Gabriela, para el Sabio de Tarifa, vagineras, abuelas del Betis,

testigos de Jehová, adictos a las drogas y otras especies humanas en extinción. Parece

que nada de lo que se habló haya pasado de moda, la cartelera social emite los

mismos problemas.

Una figura que recorre el documental como un fantasma o un fantoche al que aún no

se le ha acabado el guión es Felipe González, que en 1982 elogia al rey y dice que hay

que pensar en la futura España que dejarán a sus hijos; en los noventa justifica la

Page 4: Mi Querida España

razón democrática a través de la superación de la Guerra Civil; en 2002 habla contra

la autodeterminación del País Vasco y de Cataluña; en 2003 sermonea sobre la

superación de la crisis industrial y presenta una banca saneada y en perfecto estado de

salud que ha costado al Estado dos puntos de Producto Interior Bruto, mientras envía

recuerdos a Botín. Los casos de corrupción que han rodeado a Felipe González son

numerosos, pero aún así, en la memoria muchos ciudadanos, aún permanece como

aquel sevillano de retórica inmaculada. Tenemos el olvido que nos merecemos, y así

nos va. El olvido histórico es para la Transición (y para el transitar) la herramienta

que hace que, cambiando todo, ese todo siga igual.

Mientras tanto, las chirigotas y cuplés del carnaval de Cádiz (¡ay, la Constitución de

Cádiz de 1812!), con sus letras satíricas que recogen la actualidad socio-política,

sirven de entremés a las entrevistas. También las elecciones han sido, muchas veces,

un entremés entre el mal conocido y el mal por conocer. Se acerca el 20 de diciembre,

habrá que vaciar las cenizas de las urnas, barrer las del espectáculo televisivo de las

tertulias políticas, decidir entre vestir de domingo o de luto, y ensobrar y depositar en

las urnas ese pequeño pedazo de esperanza, prematuramente envejecida, que nos

regaló nuestra querida Transición.