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El modelo de formación ciudadana del CED: una apuesta por materializar el enfoque de la Educación para el Desarrollo –EpD- Ana Yudy Morán Matiz: En el marco de la responsabilidad social de Uniminuto, el Centro de Educación para el Desarrollo-CED, es la unidad académica encargada de liderar la formación en responsabilidad social de los estudiantes de todos los programas de la universidad, bajo el enfoque pedagógico de la Educación para el Desarrollo y con un modelo conceptual y pedagógico de formación ciudadana. Para el CED, el proceso de práctica en responsabilidad social se configura con una triple finalidad: ser un ambiente de aprendizaje para los estudiantes de Uniminuto que realizan su práctica, desarrollar con los estudiantes procesos de formación ciudadana con poblaciones vulnerables que son atendidas por organizaciones sociales de diferentes Localidades de la ciudad de Bogotá en Colombia, contribuyendo además al fortalecimiento de las mismas. Es así como el CED enfoca, a través de los docentes y de los estudiantes de la práctica en responsabilidad social, todo su esfuerzo al fortalecimiento institucional de las organizaciones que propenden, desde cualquier enfoque o postura ideológica, por procesos de superación de la pobreza, la exclusión y la injusticia social, bajo parámetros de la defensa de los derechos humanos, la paz y la inclusión. Principalmente, se centra en organizaciones de origen y funcionamiento comunitario en un territorio dado, cuyos servicios están orientados a la población vulnerable de las comunidades de su área de influencia. (Morán, 2011) Para alcanzar y materializar dichos fines, el CED ha venido

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El modelo de formación ciudadana del CED: una apuesta por materializar el enfoque de la Educación para el Desarrollo –EpD-Ana Yudy Morán Matiz:

En el marco de la responsabilidad social de Uniminuto, el Centro de Educación para el Desarrollo-CED, es la unidad académica encargada de liderar la formación en responsabilidad social de los estudiantes de todos los programas de la universidad, bajo el enfoque pedagógico de la Educación para el Desarrollo y con un modelo conceptual y pedagógico de formación ciudadana. Para el CED, el proceso de práctica en responsabilidad social se configura con una triple finalidad: ser un ambiente de aprendizaje para los estudiantes de Uniminuto que realizan su práctica, desarrollar con los estudiantes procesos de formación ciudadana con poblaciones vulnerables que son atendidas por organizaciones sociales de diferentes Localidades de la ciudad de Bogotá en Colombia, contribuyendo además al fortalecimiento de las mismas.

Es así como el CED enfoca, a través de los docentes y de los estudiantes de la práctica en responsabilidad social, todo su esfuerzo al fortalecimiento institucional de las organizaciones que propenden, desde cualquier enfoque o postura ideológica, por procesos de superación de la pobreza, la exclusión y la injusticia social, bajo parámetros de la defensa de los derechos humanos, la paz y la inclusión. Principalmente, se centra en organizaciones de origen y funcionamiento comunitario en un territorio dado, cuyos servicios están orientados a la población vulnerable de las comunidades de su área de influencia. (Morán, 2011)

Para alcanzar y materializar dichos fines, el CED ha venido desarrollando una serie de investigaciones, que le han permitido fundamentar su actuación tanto en la comunidad universitaria, como en las organizaciones sociales que acompaña. En este sentido, desarrolló una investigación que obtuvo como resultado la estructuración del modelo de formación ciudadana que se presenta en este artículo y el diseño de una Caja de Herramientas para la Formación Ciudadana en la que se concretaron las apuestas conceptuales, pedagógicas y didácticas de dicho modelo. El proceso de formación ciudadana, basado en el enfoque de la Educación para el Desarrollo –EpD- se orienta hacia el fortalecimiento del ejercicio pleno de la ciudadanía tanto en la perspectiva local como en la global, mediante el desarrollo de procesos de reflexión y análisis crítico y propositivo sobre la realidad, ética ciudadana, derechos humanos y la cultura de la Noviolencia, entre otros que se derivan del enfoque. 

El tipo de ciudadanía que se quiere promover.

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La ciudadanía para el CED responde al proceso por medio del cual los individuos y los colectivos se apropian (en términos de derechos y deberes) de su contexto local, global y planetario, lo cuestionan, proponen y ejecutan alternativas de transformación social. A partir de esta definición el modelo de formación ciudadana, parte de entender que la ciudadanía no puede estar relacionada únicamente a la dimensión jurídica que le ha embestido culturalmente, centrada en la titularidad de derechos y en la posibilidad de ejercerlos en la práctica. En la concepción de este modelo, se apunta a un modelo integral en el cual se incorporan otras tres dimensiones fundamentales: la disposición del ciudadano a desplegar una actitud abierta al reconocimiento critico de su entorno, la inclinación emotiva del ciudadano para actuar sobre su entorno asumiendo compromisos solidarios con los otros y la acción organizada de los ciudadanos en un horizonte de incidencia asertiva, constructiva y noviolenta. 

Así, este modelo asume un modelo integral de ciudadanía compuesto por dos grandes dimensiones: la ciudadanía crítica y la ciudadanía activa.

La ciudadanía crítica parte de entender la ciudadanía como un proceso en construcción, que inicia con la posibilidad que tienen los sujetos para releer la realidad, identificando los intríngulis de la misma, los fenómenos que la componen, la diferencia con respecto a otras realidades, las diferentes visiones que de la misma realidad existen, y las relaciones interdependientes que la conforman. Esta perspectiva de ciudadanía invita a la evaluación permanente y cotidiana de las formas en que se presenta el orden socialmente establecido, y a valorar las actitudes de resistencia que los diferentes actores asumen frente a una reproducción rutinaria de tal orden. 

La orientación crítica se orienta no sólo a fomentar una actitud de discusión y de auto comprensión histórica de la realidad, sino que pone en juego la necesidad de generar posturas claras frente a la misma. Es decir, la toma de posición por parte del sujeto respecto a las alternativas que los distintos acercamientos discursivos le proponen, teniendo en cuenta que cada individuo tiene -de acuerdo a su contexto e historia de vida- diferentes concepciones y maneras de valorar la realidad. 

Una vez el ciudadano ha puesto en juego la ciudadanía crítica, toma fuerza la perspectiva activa, que también tiene sus delimitaciones e implicaciones. El origen de esta perspectiva tiene que ver con las críticas que en la actualidad se le han hecho al ejercicio de la ciudadanía, relacionadas principalmente con el mero cumplimiento formal de los derechos, pues se ha demostrado que este no basta para mantener viva una democracia.

La perspectiva activa es entendida desde dos puntos de vista: como capacidad

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emotiva y como capacidad de agencia. Lo primero se refiere a la necesidad de rescatar la importancia de la emoción como el motor primario de la acción; en este sentido se suscita en los ciudadanos la necesidad de identificar y manejar asertivamente las emociones que les genera la realidad, en particular aquellas emociones asociadas a procesos de injusticia social, desigualdad, pobreza y exclusión social. Asimismo se invita a reconocer que los sujetos no solamente se relacionan desde la razón con su realidad, sino que principalmente lo hacen mediatizados por la emoción, por lo cual también es importante reconocer dichas emociones en los otros, pues hay que recordar que es desde la ética de la otredad que uno se configura en relación a los otros. 

Lo segundo, el elemento de capacidad de agencia, está vinculado con las posibilidades reales de participar de manera contundente, es decir, incidiendo en los procesos de desarrollo social, y ello se sitúa en un plano de información y de fomento de habilidades y conocimientos específicos para la participación, la organización social, la acción colectiva, y la acción en redes sociales, respondiendo a los principios filosóficos de la Noviolencia. 

El ejercicio de la ciudadanía crítica y activa es entendido como el proceso de configuración de la ciudadanía plena. El proyecto de una ciudadanía plena atraviesa el conjunto de las demandas de la sociedad en lo local y lo global, y perfila una ciudadanía que busca convergencias amplias para promover un diálogo en favor del establecimiento de un nuevo orden que integre todas las dimensiones del ser humano y del desarrollo, a través de redes de alcance más amplio para transformar la realidad; pero que también dé importancia a lo cotidiano, a la dignidad de las personas y a la reconstrucción del tejido social.

Efectuadas las precisiones conceptuales previas, a continuación se presenta gráficamente, el proceso de formación ciudadana, que el CED ha venido desarrollando con el fin de promover el ejercicio pleno y responsable de la ciudadanía en los sujetos de formación.

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Etapas del modelo de formación.

1. Conociendo la realidad. 

El modelo plantea que para que un ciudadano llegue a tener posturas críticas frente al mundo que le rodea debe, en primer lugar, conocer el medio en el que se desenvuelve, su entorno, su hábitat, su modus vivendí; en fin, reconocerse como un ser histórico, cultural y social en relación a otros y a otra serie de realidades distintas o parecidas a la suya. Pero no se trata sólo de que el ciudadano reconozca su entorno más inmediato, sino que esté en capacidad de reconocer las relaciones multidimensionales, complejas y dinámicas que se dan en él, identificando así mismo que a su alrededor existe un sinnúmero de realidades, y cosmovisiones y que éstas están ligadas no sólo a procesos locales sino de manera interdependiente a muchos de tipo global.

En esta etapa del proceso, la invitación es a que el individuo se inquiete frente

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a esa realidad que está redescubriendo y resignificando y se pregunte sobre los aspectos sociales, políticos, culturales y económicos que generan o agudizan situaciones de pobreza, desigualdad y exclusión social, inequidad e injusticia social. Para ello es necesario que entienda y se cuestione frente a las relaciones de poder que se tejen en el territorio y por las relaciones de interdependencia local – global, tratando siempre de trascender las lógicas de causa y efecto y preguntarse acerca de las intencionalidades, las acciones y las consecuencias (positivas y negativas) de dichas relaciones.

Este ejercicio requiere, en primer lugar, que el individuo reconozca que esas realidades y relaciones las construyen seres humanos que en su individualidad y como sujetos de una construcción social, histórica y cultural cuentan con especificidades propias de género, estrato, etnia, procedencia, necesidades e intereses. Especificidades que se deben desarrollar en relación con los demás en plena libertad, lo que requiere, en segunda instancia, asumir el derecho al libre desarrollo de la personalidad individual y colectiva, en el marco de las relaciones con los demás. 

No obstante, es importante comprender que ese ideal de reconocer en el otro su individualidad y diferencia cultural y social ha sido desestimada históricamente, llevando a unos a creerse y sentirse superiores a los otros por su diferencia de clase, status, color de piel, raza, género y edad, entre otros. Ello ha generado una serie de desigualdades y exclusiones sociales de tipo estructural en la vida cotidiana que vienen dadas no sólo en la relación entre países ricos y pobres sino dentro de las mismas estructuras sociales de cada territorio como son, entre otros, la estratificación social, la distribución del gasto social, el desequilibrio laboral entre hombres y mujeres, la violencia social y política, la pobreza, la desigualdad entre sistemas educativos y de salud, etc.

Todos estos aspectos permiten que el individuo sea consciente de las dinámicas que suceden en su entorno y los hitos históricos que han dejado huella en los procesos sociales actuales. Situación que se logra en la medida en que se analiza críticamente lo que sucede en el mundo, se conversa con otros al respecto, se pregunta y se indaga. En fin, cuando se recupera la preocupación por conocer a profundidad los aspectos básicos del medio en el que se vive.

Cuestionando la realidad.

En segundo lugar, el modelo plantea que un aspecto fundamental para llegar a ser un ciudadano crítico es la necesidad de cuestionarse la realidad en sí misma, el orden establecido, la institucionalidad, lo aparentemente dado. Este cuestionamiento tiene un claro objetivo y es llevar al individuo a ser consciente de que las cosas no tienen que ser así porque histórica, social o culturalmente

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se ha establecido que así sea, sino que es el individuo y principalmente el colectivo el que hace su historia y el que la puede transformar. En palabras de Freire:

“La capacidad de observar, de comparar, de evaluar para escoger mediante la decisión, con lo que, interviniendo en la vida de la ciudad, ejercemos nuestra ciudadanía, se erige, por tanto, como competencia fundamental. Si mi presencia no es neutra en la historia, debo asumir del modo más críticamente posible su carácter político, (…) debo utilizar todas las posibilidades que tenga para participar en prácticas coherentes con mi utopía y no sólo para hablar de ella” (Freire, 2001: 43).

Como puede observarse, este tipo de planteamientos está impregnado tanto por las tesis de la pedagogía histórico-crítica, como por la mirada que sobre la educación despliega muy especialmente en toda su obra el eminente pedagogo brasilero Paulo Freire, para quien “la lectura de la palabra y la lectura del mundo van irreversiblemente unidas” (Freire, 1986: 11). Esto implica que los ciudadanos no sólo deben conocer la realidad, sino leerla y cuestionarla, revisando los textos, los contextos y los pretextos con que ella se configura.

Para que este proceso se dé es necesario incorporar la pregunta como herramienta indispensable para el desarrollo del pensamiento crítico, el cuestionamiento de la realidad y la formulación de propuestas de transformación social.

Emocionándose ante la realidad.

En tercer lugar, el modelo plantea que el ciudadano, en el momento en que re-conoce la realidad, se reconoce a sí mismo y a otros en ella como sujetos sociales y la cuestiona tomando una posición frente a lo que descubre día a día a través de sus interacciones; lo que ve, escucha y vive, lo hace como un ser humano que se relaciona a través de la razón, pero también y esencialmente a través de la emoción. 

Emociones que, como plantea Whittaker, se encuentran influidas por el ambiente social en el que habita el individuo. Así, la manera de pensar, la percepción sobre los demás, las actitudes, la expresión de emociones, entre otros, tienen una base en las relaciones sociales que el ser humano establece desde el inicio de su vida (whittaker, 1984).

Es por ello que, una de las preocupaciones que lleva a que en el modelo se plantee la emoción como parte inherente y a rescatar en el proceso formativo del ciudadano, es la minimización y rechazo que culturalmente se le ha venido dando a la emoción como motor de la acción. No obstante, el alcance del

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modelo es llegar a rescatar, mediante el proceso pedagógico, algunas de las emociones que pueden llevar al individuo a ser parte activa de procesos de transformación social. 

Es así como, en primer lugar, se hace un llamado a revivir la indignación frente a las problemáticas sociales asociadas a procesos de injusticia e inequidad social. Pero esta indignación no puede quedarse sólo en la queja sino que debe estar revestida o acompañada de sentimientos y sueños de restitución y de justicia social. Como decía Freire: “las verdaderas acciones éticas y genuinamente humanas nacen de los sentimientos contrarios y sólo de ellos: del amor y de la rabia” (Freire. 2001:53).

Pero no sólo se trata de sentir indignación para ser sensible frente a las situaciones socialmente deplorables, se requiere, por otra parte, superar el miedo que inmoviliza. Para esto, y en segundo lugar, es necesario hacer uso de otra emoción fundamental para ser ciudadanos críticos y activos, y es la de la esperanza en que las cosas pueden ser distintas y de que se puede ser protagonista de ese cambio. Como decía Mariátegui, 1994, “La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia, está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del Mito”. (Mariátegui, 1994, p: 35)

Incidiendo en la realidad.

En cuarto y último lugar, el modelo plantea que para que un individuo pase de ser un ciudadano crítico que conoce la realidad y la cuestiona, llegando a indignarse por aquellas cosas que le parecen injustas para consigo y los demás, a ser un ciudadano comprometido con los procesos de transformación de la realidad social, es necesario que actúe asertiva y decididamente.

Para que ese proceso sea asertivo, el modelo plantea que, en primer lugar, es necesario que el ciudadano no sólo este en capacidad de entender la lógica y la intencionalidad de las acciones y argumentos de los demás, sino que además sea capaz de construir y sustentar argumentos sólidos, coherentes y ordenados. En segundo lugar, que la ciudadanía activa se construye con y a través de los otros en una común-unidad, lo que implica propiciar procesos de participación organizada que logren superar el radio de asistir a… por el de influir en… los espacios de participación institucionales, políticos, económicos, sociales y culturales. Para ello cobra fuerza el ámbito de la acción colectiva y la generación de redes, es decir, la puesta en marcha de acciones colectivas planificadas y orientadas a influir o incidir políticamente en las decisiones que le afectan a la comunidad o a la sociedad en general. 

Cabe anotar que el llamado de este modelo a la actuación ciudadana se

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enmarca en los límites de la Noviolencia , que implican actuar decidida y pacíficamente; es decir, es una invitación a actuar de manera no violenta, pero contundentemente. 

Cabe señalar que si bien el modelo se presenta por etapas, los procesos de conocer la realidad, cuestionarla, generar y manejar emociones frente a ella e incidir en su transformación, no suelen presentarse de manera lineal, sino que interactúan de modo dinámico y complejo, tal como es la realidad en sí misma. Adicionalmente, este proceso permite volver a releer dicha realidad. Es decir, es un proceso continuo, dinámico y complejo a su vez. 

Para llevar a cabo el modelo planteado se partió de algunos conceptos claves que lo sustentan y orientan. Entre los más relevantes están los de ciudadanía, democracia, responsabilidad social, interculturalidad, Noviolencia, cohesión social, acciones ciudadanas e incidencia política. 

Adicionalmente, se definieron los criterios pedagógicos y didácticos que deberían orientar el proceso formativo, recogiendo en todo caso los postulados y planteamientos hechos desde el enfoque de la EpD. En esta forma, para concretar la apuesta y, en términos generales, el modelo de formación, se diseñó y estructuró la Caja de Herramientas para la Formación Ciudadana, organizada en cuatro módulos que dan cuenta de los procesos establecidos dentro del modelo. Estos módulos son:

1. Lo que debemos saber para ser ciudadanos críticos. 

2. Cómo ser ciudadanos reflexivos y críticos.

3. Para ser ciudadanos activos, nos auto conocemos y ponemos en el lugar de los otros. 

4. Comprendo lo que otros sienten y me involucro a través de acciones específicas.