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Modernidad 2003 Lic. Elena Isbel Rozas - Página 1 de 12 MODERNIDAD El nuevo orden social - La razón como fuerza fundante La modernidad y su crisis permanente - Evolución de la ciencia y el pensamiento Lic. Elena Isabel Rozas - 2003 Pasaje del feudalismo a la modernidad y el capitalismo Bajo el feudalismo, el mercado se fue desarrollando lentamente, a partir de las rutas comerciales que existían desde antiguo y las que se fueron abriendo con el tiempo y los descubrimientos geográficos. Si bien el mercado llegó a tener un peso en lo social más allá de lo que estaba previsto bajo el régimen feudal, la burguesía necesitaba que el mercado siguiera creciendo y consolidándose y esto no era posible bajo esas condiciones políticas: caminos (diseñados en función de las necesidades de los señores feudales y no de la distribución de productos y en un estado de abandono muy marcado), aduanas (cada feudo cobraba sus propias tasas), régimen de trabajo de la tierra para el señor, títulos hereditarios, etc. El nacimiento del estado absolutista fue una estrategia para compensar esta situación entre otras cosas (dado que se proponía centralizar las funciones estatales, restando poder a los señores), pero la burguesía necesitaba competir en un mercado en condiciones de igualdad y necesitaba individuos políticamente libres e iguales ante la ley, para que compitieran en el mercado vendiendo su fuerza de trabajo y no priorizaran el trabajo para el señor feudal, el estado o para sus comunidades. La reforma protestante iniciada en el s XVI había iniciado la crisis de un sistema político asentado en el poder de la iglesia. Los descubrimientos geográficos habían conmovido un orden social, económico y cultural que se mostraba eterno, al demostrar que la Tierra no era plana y que había mucho territorio y recursos de que apropiarse. El Renacimiento (s XV y XVI) mostró las posibilidades de la individualidad creadora, constituyendo la base de ideologías de libertad y de mayor justicia social. El racionalismo cartesiano instaló al sujeto pensante, a la razón como punto de partida de toda verdad y, lo que es muy importante también, la idea de sujeto como interioridad (sentando las bases de la dicotomía individuo-sociedad / mundo interno-mundo externo). Así, el iluminismo fue la consecuencia como ideología política, de diversas corrientes de pensamiento filosófico, gnoseológico, político, económico, cultural e incipientemente científico. El iluminismo (Voltaire, Condillac, Diderot, Montesquieu, Rousseau, entre otros) postula que el principio por el que el hombre debe regir su conducta no es la autoridad del rey o la fe en Dios, sino la propia capacidad de razonamiento. Plantea que la razón es un atributo de todos los seres humanos y esto nos hace iguales, libres y autónomos. El individuo es la célula básica de la sociedad. Ante la injusticia del sistema feudal, ellos postulan derribar todas las instituciones y construir nuevas, basándose en criterios que respondan no a la fe o la autoridad, sino a la razón. Son los ideólogos de la revolución francesa, que coincide ideológicamente con los intereses políticos de los ingleses (que se habían situado a la cabeza de la revolución industrial), con las corrientes de la filosofía que se preguntaban cómo es el conocimiento (racionalistas y empiristas), con los intereses económicos de la burguesía, etc. El programa de la modernidad Son muchas vertientes que convergen y logran espacio porque coinciden en la necesidad de reorganizar económica, cultural, política y socialmente a Europa. Todas afirman que el nudo, el corazón de la nueva realidad debe pasar por la razón. Para la burguesía, se trata de racionalizar la economía, aplicando el cálculo racional para maximizar la eficiencia en todos los aspectos del proceso de producción (cuestión que hasta el momento no era tenida en cuenta, dado que la vida cotidiana no había estado organizada bajo la lógica de la maximización de la ganancia y la producción ni la estandarización racional de la experiencia que se configurará a partir de todos los cambios sociales y tecnológicos). La filosofía quiso representar al mundo racionalmente, más allá el principio de verdad a partir de la fe y la autoridad. Para la política, se trataba de reconstruir las instituciones basándose en la nueva unidad social: el individuo 1 racional, con ciudadanos libres e 1 Es este el momento histórico en que surge la categoría de individuo, concebido no como sujeto desde un punto de vista psicoanalítico (esto sucederá más adelante, con Freud) sino como célula básica de la sociedad,

Modernidad (artículo del 2003)

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recorrido histórico-social sobre las mutaciones en el orden social y en el conocimiento, en la subjetividad y la representación en el origen de la sociedad burguesa

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Modernidad 2003 – Lic. Elena Isbel Rozas - Página 1 de 12

MODERNIDAD

El nuevo orden social - La razón como fuerza fundante

La modernidad y su crisis permanente - Evolución de la ciencia y el pensamiento

Lic. Elena Isabel Rozas - 2003

Pasaje del feudalismo a la modernidad y el capitalismo

Bajo el feudalismo, el mercado se fue desarrollando lentamente, a partir de las rutas

comerciales que existían desde antiguo y las que se fueron abriendo con el tiempo y los descubrimientos geográficos. Si bien el mercado llegó a tener un peso en lo social más

allá de lo que estaba previsto bajo el régimen feudal, la burguesía necesitaba que el

mercado siguiera creciendo y consolidándose y esto no era posible bajo esas condiciones

políticas: caminos (diseñados en función de las necesidades de los señores feudales y no

de la distribución de productos y en un estado de abandono muy marcado), aduanas

(cada feudo cobraba sus propias tasas), régimen de trabajo de la tierra para el señor,

títulos hereditarios, etc. El nacimiento del estado absolutista fue una estrategia para compensar esta situación entre otras cosas (dado que se proponía centralizar las

funciones estatales, restando poder a los señores), pero la burguesía necesitaba competir

en un mercado en condiciones de igualdad y necesitaba individuos políticamente libres e

iguales ante la ley, para que compitieran en el mercado vendiendo su fuerza de trabajo y

no priorizaran el trabajo para el señor feudal, el estado o para sus comunidades.

La reforma protestante iniciada en el s XVI había iniciado la crisis de un sistema político asentado en el poder de la iglesia. Los descubrimientos geográficos habían conmovido un

orden social, económico y cultural que se mostraba eterno, al demostrar que la Tierra no

era plana y que había mucho territorio y recursos de que apropiarse. El Renacimiento (s

XV y XVI) mostró las posibilidades de la individualidad creadora, constituyendo la base de

ideologías de libertad y de mayor justicia social. El racionalismo cartesiano instaló al

sujeto pensante, a la razón como punto de partida de toda verdad y, lo que es muy importante también, la idea de sujeto como interioridad (sentando las bases de la

dicotomía individuo-sociedad / mundo interno-mundo externo). Así, el iluminismo fue la

consecuencia como ideología política, de diversas corrientes de pensamiento filosófico,

gnoseológico, político, económico, cultural e incipientemente científico.

El iluminismo (Voltaire, Condillac, Diderot, Montesquieu, Rousseau, entre otros) postula

que el principio por el que el hombre debe regir su conducta no es la autoridad del rey o

la fe en Dios, sino la propia capacidad de razonamiento. Plantea que la razón es un atributo de todos los seres humanos y esto nos hace iguales, libres y autónomos. El

individuo es la célula básica de la sociedad. Ante la injusticia del sistema feudal, ellos

postulan derribar todas las instituciones y construir nuevas, basándose en criterios que

respondan no a la fe o la autoridad, sino a la razón. Son los ideólogos de la revolución

francesa, que coincide ideológicamente con los intereses políticos de los ingleses (que se

habían situado a la cabeza de la revolución industrial), con las corrientes de la filosofía que se preguntaban cómo es el conocimiento (racionalistas y empiristas), con los

intereses económicos de la burguesía, etc.

El programa de la modernidad

Son muchas vertientes que convergen y logran espacio porque coinciden en la necesidad

de reorganizar económica, cultural, política y socialmente a Europa. Todas afirman que el

nudo, el corazón de la nueva realidad debe pasar por la razón. Para la burguesía, se trata de racionalizar la economía, aplicando el cálculo racional para maximizar la eficiencia en

todos los aspectos del proceso de producción (cuestión que hasta el momento no era

tenida en cuenta, dado que la vida cotidiana no había estado organizada bajo la lógica de

la maximización de la ganancia y la producción ni la estandarización racional de la

experiencia que se configurará a partir de todos los cambios sociales y tecnológicos). La

filosofía quiso representar al mundo racionalmente, más allá el principio de verdad a partir de la fe y la autoridad. Para la política, se trataba de reconstruir las instituciones

basándose en la nueva unidad social: el individuo1 racional, con ciudadanos libres e

1 Es este el momento histórico en que surge la categoría de individuo, concebido no como sujeto desde un punto de vista psicoanalítico (esto sucederá más adelante, con Freud) sino como célula básica de la sociedad,

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iguales ante la ley. Para la cultura, se trataba de liberar las capacidades individuales2.

Desde el punto de vista de la vida cotidiana, la razón permitía destrabar las viejas

relaciones comunales que ataban al individuo a la tierra y a la comunidad,

aislándolo/ligándolo a otros individuos en calidad de ciudadano, como parte de la

sociedad. Para el conocimiento y la ciencia, la razón fue la base para conocer con certeza

a la naturaleza para controlarla.

En resumen: estamos acostumbrados a entender a la revolución industrial como el único punto de partida de la modernidad y el capitalismo. Sin embargo, es importantísimo

entender que es la noción de “razón” lo que está en el centro del cambio, en tanto

imaginario social radical, sociedad que se inventa a partir del desarrollo de ciertas

prácticas, se instituye a sí misma e inicia, entre otros procesos, el de la racionalización

de la vida económica (que llevará a la revolución industrial).3

Como dice Nicolás Casullo, la razón es otro idioma reinstitucionalizando al mundo; la modernidad es un mundo de representaciones basado en el imperio de la razón, a partir

del que se construyó un nuevo escenario.

La modernidad y la noción de razón implicó una revolución de la vida cotidiana.

El proyecto de la modernidad se basa en grandes relatos legitimadores:

- Protagonismo del sujeto moderno como enunciador racional de la verdad (la verdad

ya no es enunciada por Dios ni por sus representantes en la Tierra).

- Horizonte teleológico para la realización de la historia, en el sentido de que hay una concepción del devenir de la humanidad como emancipador de los hombres y las

sociedades y que aseguraba a mediano o largo plazo y a partir del progreso:

- mayor producción de bienes

- mayor variedad de bienes

- igualdad en la distribución de la riqueza:

La nueva realidad mostraba que era posible producir mayor variedad de productos y en mayor cantidad, de modo de satisfacer más necesidades de más seres humanos.

Reorganizar el modo de producción (el modo de organizarse de los hombres para

producir lo necesario para sobrevivir) bajo una forma que iba a ser capitalista, fue una de

las promesas de la modernidad.

La promesa de la razón y de la ciencia

La configuración del nuevo orden social y económico planteaba la necesidad de

controlar a la naturaleza para poder desplegar su lógica; el incipiente sistema de

producción requería ponerla a su servicio para poder crecer, además de lograr que

todos los seres humanos se sometieran a un orden de vida basado en el sistema de

producción de un modo completamente diferente al del mundo feudal.

Para ello, el sentido común feudal y la fe como modo de conocimiento debieron mutar

hacia lo que luego fue el conocimiento científico, cuya racionalidad fue la base de una certeza análoga a la hasta entonces había dado la idea de Dios. El nuevo orden social

reconoció al conocimiento como su horizonte, a la razón como su guía y a la ciencia

como su instrumento. En este sentido, la ciencia es hija de la filosofía y del Estado

moderno (correspondiente a la sociedad burguesa).4

como persona (ciudadano) por un lado y como sujeto psíquico (a partir de Descartes y su idea de

interioridad, lo que instalará el problema de la percepción, la cognición, etc.) 2 Por ejemplo en la pintura, el desarrollo de la perspectiva lineal permite crear la ilusión del realismo que está en la base de la concepción del espacio como anterior e independiente de los objetos que se sitúan en

él; es decir, un espacio abstracto e inerte. Lo mismo sucedió con el tiempo a partir de la invención del

cronómetro. El individuo se apropia de sus capacidades y “sale a conquistar el mundo natural”. 3 La relación entre normas sociales, prácticas, representaciones colectivas o individuales y subjetividad es

compleja, recursiva. Las nuevas prácticas públicas y privadas presuponen alguna transformación en las

representaciones colectivas y en las subjetividades para poder realizarse; al mismo tiempo, tales prácticas instituyen nuevas producciones de sentido y modifican posicionamientos psíquicos en sus actores, a la vez

que construyen nuevas representaciones colectivas. 4 En el origen del pensamiento racional, éste se articula con el origen del estado, que surge en la Antigüedad

por la necesidad de que haya un órgano superior, que se coloque por encima de los sectores sociales y dirima los conflictos entre ellos. La lucha entre hordas lleva al dilema de vencer o perecer, lo que pone en

peligro la continuidad de la especie humana. El dilema se problematiza, dando lugar a la solución superadora

del surgimiento de un estado que no imponga por la fuerza la razón de un sector sobre otro, sino que, coercitivamente, convenza a un sector de las razones del otro.

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El naciente Estado moderno, como expresión de la nueva organización social, apoyará

el desarrollo de la ciencia, cuya función fue entonces, establecer relaciones entre

distintos tipos de fenómenos para comprender y predecir el comportamiento de la

naturaleza (más adelante, también se ocupará del mundo humano). Por eso las

ciencias que tendrán mayor impulso en esa época serán las naturales (física, química y

biología), ya permiten conocer para controlar a la naturaleza.

La consecuencia de esto es que en la primera versión de la ciencia, para que un conocimiento fuese considerado científico debía ser universal y comprobable (debía dar

certeza). “Conocimiento universal” significa conocimiento que es válido para cualquier

tiempo (pasado, presente o futuro) y lugar (o área del universo); “comprobable”

significa que es un conocimiento verificable en todos los casos, por cualquier persona,

mediante procedimientos empíricos preestablecidos.

Esto corresponde a la concepción moderna de sujeto: cualquier persona pueden arribar a las mismas conclusiones a partir de su capacidad de observación y su razonamiento5.

Por otra parte, esto corresponde también al hecho de que se considera que el ser

humano puede alcanzar un conocimiento absoluto y definitivo de cualquier fenómeno;

que la ciencia avanza a partir de acumular conocimiento en forma lineal e

ininterrumpida. (El ser humano, a partir de la ciencia, va “conquistando”

paulatinamente a la naturaleza.)

La filosofía tiene en esa época una misión fundamental que cumplir, que es demostrar la validez de la razón y sobre todo de la ciencia como forma de conocimiento.

Desarrollar el orden industrial es una empresa que requiere del nuevo conocimiento

instrumental que aporta la ciencia y de todos los capitales que estaban circulando

desde el orden anterior, que tenían que reorganizarse en función de otra lógica, de otra

forma de existir.

La filosofía demuestra al mundo que la forma de conocimiento válida es la razón y la ciencia, a través de corrientes filosóficas y políticas importantes como el iluminismo. La

filosofía demuestra la validez de la ciencia ante la ciencia misma, cuando nace la

epistemología en su versión de disciplina filosófica que se ocupa de los fundamentos

del conocimiento científico en tanto criterios de cientificidad del conocimiento. Es la

rama de la filosofía que va a decir cuándo un conocimiento es científico y cuándo no.

Con el tiempo, se llegará al extremo de afirmar que algo es conocimiento cuando es científico y si no lo es, no es conocimiento.

Internamente la filosofía discute también la validez de la ciencia, cuando se desarrolla

la rama de la filosofía llamada gnoseología. Gnoseología es la disciplina filosófica que

estudia los fundamentos del conocimiento en general6. Incluye corrientes como los

pragmáticos, los racionalistas, los empiristas, los objetivistas, etc. Se desarrolló un

debate muy importante entre los filósofos sobre si la ciencia es posible o no es posible

como modo de conocimiento (si es posible “conocer” el mundo mismo). Incluso se llegó a una crisis importante porque los filósofos no podían demostrarse a sí mismos la

validez de la ciencia como conocimiento desde la gnoseología.

Es la discusión entre racionalistas y empiristas, cuyos debates llegan a una

contradicción profunda por la cual, la ciencia no era posible. La ciencia, para dar

certeza, debía establecer conocimientos universales y comprobables. Los empiristas

sostenían que la ciencia debía establecer leyes generalizando a partir de muchos casos

particulares comprobados. Pero esa generalización (inducción) no es válida desde el punto de vista lógico. No podemos afirmar que todos los loros sean verdes porque

hayamos visto millones de loros verdes. Por lo tanto, no pueden universalizar.7

Los racionalistas por su parte, sostenían que la ciencia establecía la verdad de los

casos particulares, haciendo deducción a partir de una ley general. Si la ley es

verdadera y la deducción es correctamente realizada desde el punto de vista lógico, el

caso particular también es verdadero. Pero no pueden comprobar nunca la verdad de

las leyes generales. No podríamos afirmar que todos los loros son verdes porque no podemos comprobarlo en todos los casos actuales, pasados y futuros.

Poco más adelante, Kant plantea que el eje de la discusión no debe ser si la ciencia es

posible o no, porque de hecho, la ciencia existe: es un hecho que los científicos hacen

5 Siempre que sea capaz de respetar “el método”. Cfr. Descartes. 6 Ya en el siglo xx, se retomará esta inquietud desde otra corriente dentro de la Epistemología. 7 Hume llegará a postular que el conocimiento es un hábito. Es decir, que en verdad no conocemos los

hechos sino que nos hemos acostumbrado a suponer que un hecho “a” es la causa de un hecho “b”, porque

“a” sucede antes que “b”. La causalidad sería una especie de ilusión. Esto, porque no podemos hacer inducción, generalizar que siempre que se dé “a”, se dará “b”.

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ciencia (establecen correlaciones entre distintos fenómenos para comprender y

predecir el comportamiento de la naturaleza). Lo que tenemos que hacer, dice, es

demostrar cómo es posible que la ciencia funcione, cómo funciona efectivamente. A

partir de esto él desarrolla la Crítica de la razón pura, en la que postula que lo que

conocemos son los fenómenos (la realidad según como la representa nuestro

entendimiento), pero no las cosas en sí mismas (noumeno), que permanece

incognocible8. Kant es quien demuestra filosóficamente las condiciones de posibilidad y

los límites de la ciencia y por eso es considerado uno de los más grandes filósofos de la

modernidad. Pero Kant es quien legitima filosóficamente lo que veremos en seguida

como la castración cognitiva.

La castración cognitiva

Estos debates (desarrollados en un contexto de profundas transformaciones

institucionales, económicas, políticas, ideológicas y tecnológicas) implicaron un proceso profundo de reordenamiento de las formas de representación. Hasta entonces, los

fundamentos, las explicaciones de aspectos importantes de la realidad y de la vida

cotidiana (la fe, la pasiones, las tradiciones, la pregunta por el origen, el vínculo

orgánico del ser humano con la naturaleza, etc.), eran abordados por el conocimiento

filosófico sin poder responder del modo racional, riguroso y sistemático que necesitaba

la naciente modernidad, al modo que luego construiría la ciencia. La teología y los mitos habían interpretado esas realidades por vías legítimas en épocas en que la

filosofía era minoritaria como forma de conciencia social.

Cuando la razón se instaló como único camino a la verdad, apareció como tan

necesariamente omnipotente que con ella se pretendió dar respuesta a todos los

aspectos hasta entonces relegados por el pensamiento; desde ella, el progreso humano

no tenía límites en el imaginario social.

Pero finalmente, también la razón y la ciencia sufrieron la castración cognitiva de la que habla Denise Najmanovich9. Se vieron obligadas a renunciar a la causa primera y

conformarse con la causa eficiente de los fenómenos. A describir sin explicar: Si

pretendemos explicar un fenómeno hasta sus principios originarios, nos adentramos en

un laberinto de preguntas imposible de responder exhaustivamente (siempre es posible

preguntar el porqué de la última respuesta). Newton sufrió al tener que aceptar la

existencia de fronteras infranqueables para su ciencia, que había nacido bajo la modernidad con la ilusión de alcanzar el conocimiento absoluto, la perspectiva de Dios.

Como dice Najmanovich, Newton lo sufrió porque era el punto de inflexión, la bisagra

entre dos mundos. La generación siguiente de científicos, ya no tuvo conciencia de los

límites del conocimiento y los aceptó como algo natural y dado. Sus descripciones

fueron tomadas como explicaciones universales, obvias, absolutas y eternas. Lo que no

era racional fue barrido bajo la alfombra de la no razón, la no ciencia; dejó de existir, ya que las otras formas de conocimiento (teología, mito, incluso filosofía) fueron

consideradas no-conocimiento.

Las nociones de tiempo, espacio, explicación y causa sufrieron una transformación

radical en el imaginario social y condujeron al establecimiento de un nuevo orden que

posteriormente fue llamado “objetivo”. Lo que hoy nos resulta obvio fue el fruto de una

dolorosa revolución intelectual y tecnológica, ligada a los procesos histórico-sociales e

institucionales que se produjeron en el pasaje del medioevo a la modernidad. Hubo transformación de valores, de modos de representación, de sistemas vinculares, de

estilos cognitivos, de perspectivas teóricas y estéticas. Sólo al estabilizarse el nuevo

orden, sus representaciones comenzaron a parecer naturales (y no culturales).

La visión del mundo feudal era otra, tanto para el intelectual como para el hombre de

la calle, tanto para el comerciante como para el religioso. Por ejemplo, “medida”

proviene del latín mederi, que significa curar. Tiene la misma raíz que moderación, una de las nociones griegas más importantes de la virtud, así como el término meditación,

que se relaciona con una mente en un estado de armoniosa medida. La medida se

relacionaba con un orden o armonía interno de las cosas. En la concepción del mundo

moderno, medir significa comparar las cualidades un objeto con un patrón externo

(construido y consensuado) y tiene que ver con la racionalización del mundo (el cálculo

8 Más adelante y en elaboraciones más complejas, Hegel dirá que la palabra es la muerte de la cosa; Lacan planteará el registro de lo real como impensable... 9 Najmanovich, D. De el tiempo a las temoralidades.

http://www.denisenajmanovich.com.ar/htmls/0600_biblioteca/index.php?cantidad=5&top=15&cuantos=24&top=20

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racional).10

La modernidad barrió con la medida interna y se quedó con la externa, privilegiando lo

cuantitativo. Sólo las propiedades mensurables de los objetos serán objeto de ciencia

(y consideradas parte de la realidad). Objetos inodoros, incoloros, insípidos; objetos

abstractos. Un mundo lavado de cualidad, un mundo desencantado, al decir de Denise.

El mundo objetivo es un mundo alejado de la experiencia humana cotidiana. Es un

mundo inventado por un sujeto que se piensa a sí mismo como observador neutro y luego confirmado por esa peculiar relación con la naturaleza que es el diálogo

experimental. Eliminada la subjetividad del sujeto, se perdió también la sensualidad del

objeto, que fue reemplazado por su representación.

La castración cognitiva implicó la imposibilidad de responder a la pregunta por el

origen y por la novedad, la imposibilidad de preguntarse por las condiciones en que se

generan los fenómenos, dado que el medio, el entorno, pasó a ser considerado inerte,

inmóvil y eterno (y por lo tanto, no participa en la configuración del fenómeno). Podríamos decir que fue bajo las condiciones de la experimentación, que aisló a los

objetos de su medio para poder analizarlos, con lo que se creyó que el medio no

participa en la generación del fenómeno. La castración cognitiva implicó también la

imposibilidad de incluir al sujeto-subjetivo y la imposibilidad de dar cuenta de las

cualidades sensibles del mundo, porque no fue considerada la forma en que el sujeto

construye al objeto que percibe. El ser humano se situó fuera del universo que percibía, para poder observarlo “objetivamente”, bajo una perspectiva similar a la de

“Dios” y así también se diluyó la pregunta por el sujeto mismo (lo que tendrá fuertes

consecuencias para las futuras ciencias sociales).

Así fue como en la representación del mundo, éste pasó a existir fuera de la mente de

los individuos e independientemente de su voluntad y del hecho de que éstos lo

conozcan o no, cuestión diferente del hecho de qué conocemos del universo y la

realidad, cómo concebimos esa realidad y cómo configuramos el conocimiento y nuestra percepción del mundo. La naturaleza, el universo, fue pensado como una

máquina en eterno funcionamiento, regular e inmodificable (esta concepción se

relaciona con la exigencia de un conocimiento universal y verdadero: posible si el

universo no cambia). La imagen o metáfora era la de un universo que funcionaba como

una máquina, como un reloj. Es decir que hay un pasaje desde concebir al universo

como una obra divina (y por lo tanto perfecto, eterno, regular, uniforme y con el ser humano en el centro como criatura privilegiada e integrada armoniosamente a ese

universo) a concebirlo como una máquina, compuesto de partículas elementales,

imagen parecida pero sin vida (no animista) con el ser humano separado de esa

naturaleza a la que se enfrenta para conocerla y controlarla desde afuera.

El nuevo orden social

Así como en el surgimiento de la ciencia como institución moderna se produce una

reorganización de lo anterior que se torna fundante pero que en la práctica no resulta ser

como las ideas habían pretendido, en todos los órdenes las organizaciones de la vida

feudal son abolidas y la institucionalización moderna (secularización) se instala,

configurando códigos (de procedimiento, jurídicos), prácticas, representaciones y en

general, lo que Foucault llamará dispositivos, que reorganizan la vida cotidiana de arriba

a abajo.

Algunos ejemplos:

En lo jurídico, el código napoleónico no sólo barrió con los procedimientos, las prácticas y

representaciones en relación a lo judicial propias del orden feudal (ya no se basaron en la

voluntad divina o real) sino que también barrió con las promesas políticas hechas a las

masas durante la revolución: por ejemplo, luego de la consigna de “libertad, igualdad,

fraternidad”, las mujeres, que habían ejercido un rol protagónico durante la revolución, no sólo no obtuvieron su derecho al voto sino que judicialmente cayeron bajo la tutela

masculina. Señalemos también que el código napoleónico fue el modelo paradigmático de

los códigos jurídicos de todos los nacientes estados occidentales modernos.

Por lo demás, Foucault señala cómo antes del código napoleónico, los primeros diseños

en cuanto a lo jurídico respondían a criterios racionales, pero en la práctica lo que se

10 Najmanovich nos hace ver que tiempo, espacio, masa, son términos que imaginamos que representan

entidades concretas. Pero son una compleja construcción mental, cuya única concretud reside en que

estamos acostumbrados a medirlos con relojes, reglas y balanzas. Son producto de la modernidad; categorías que están en el sujeto y no en el objeto.

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configuró fue un ordenamiento (con sus correspondientes dispositivos) que no respondió

a lo racional en abstracto, a las buenas intenciones en las ideas, sino a una síntesis entre

diversas racionalidades prácticas que cayó en las trampas de las categorías dicotómicas

de la episteme moderna, los vericuetos del poder, la conformación de los discursos

modernos y otras necesidades más mundanas que las ideas filosóficas.

En cuanto a las relaciones sociales, en la era feudal, los lazos que unían a los hombres

con sus semejantes eran muy diferentes a los que se establecieron con la modernidad: se trataba de lazos comunales, por los que la identidad misma de los seres humanos

estaba muy ligada a su comunidad de pertenencia; se consideraban parte de una

comunidad. La familia era una familia amplia, que funcionaba además como unidad

económica (en general, cultivando una parcela de tierra para el señor feudal). La vida de

las personas transcurría en la mayoría de los casos en la misma localidad, prácticamente

sin conexiones con el resto del mundo, por lo que su representación del universo era en este sentido, bastante estrecha. La vida cotidiana estaba muy ligada a la naturaleza y era

muy estable. Estos son sólo algunos rasgos.

Pero con la revolución industrial, las personas son obligadas a abandonar su tierra y

emigrar hacia las ciudades, que crecían vertiginosamente. Allí vivirían hacinados,

desconectados de sus vínculos anteriores, sin la seguridad que otorgaban sus anteriores

esquemas referenciales y por lo tanto con una sensación de profunda incertidumbre,

obligados a vender su fuerza de trabajo en condiciones absolutamente inestables, a diferencia de lo que había sucedido hasta entonces. El contrato social vigente en el

mundo feudal había sido abolido y esta muchedumbre que pululaba en las ciudades tenía

que ser reorganizada por las nuevas relaciones económicas, políticas y jurídicas. Así nace

el contrato social moderno, por el que cada ciudadano es considerado la célula básica de

la sociedad (separado de su familia amplia y su comunidad) y se compromete a resignar

parte de la libertad individual en favor de un acuerdo general que permita la convivencia y otorgue poder al estado como garante del respeto de ese pacto.11

La modernidad organizó nuevos lazos, nuevos contratos para los seres humanos: para

los que estaban en condiciones de trabajar (los “normales”) nació el contrato salarial;

para las mujeres y niños, nacieron las formas de tutelaje jurídico; para los “anormales”

(los locos, los delincuentes, los enfermos, etc.) nacieron los contratos asilares

(hospitales, cárceles, hospicios, etc.). Según su condición, a cada uno su contrato. La familia como institución fue reorganizada también bajo la forma de la familia nuclear

(institución que perdura hasta que recién en nuestros días parecería entrar en crisis) y es

otra forma de contrato.

De esta forma, con la modernidad el ámbito público queda diferenciado del privado, lo

racional de lo vivencial y afectivo, lo económico de lo comunitario, el individuo de la

sociedad, el adentro del afuera, etc.

Escuela pública, partidos políticos, el trabajo, sindicatos, asociaciones patronales, la recreación, el mercado, el sujeto, el gobierno, la salud... todo lo que hace a la

organización de la vida humana es reconstituido en función de criterios de racionalidad.

Si hay algo esencial, fundante en la modernidad, es la fuerza arrasadoramente

instituyente de la razón.

El sujeto moderno

En la concepción moderna, el ser humano es un ser racional, autónomo, libre. Es

individuo y ciudadano, célula básica de la sociedad. El ser humano puede, por medio de

sus sentidos y su razonamiento, conocer un objeto, que es algo que existe fuera de él e

independientemente de su voluntad. El individuo registra los datos del objeto y razona a

partir de ellos, con lo que descubre la verdad del objeto.

El sujeto moderno tiene gran confianza en el progreso humano y en su propia capacidad

de progreso individual a partir del esfuerzo, la constancia y el trabajo.

Desde un punto de vista colectivo, a partir de la crítica de la realidad (dado que puede

conocer al objeto y por lo tanto controlarlo), el ser humano puede mejorarla

constantemente, para alcanzar la felicidad en un futuro (sentido teleológico). Se puede

luchar por un mundo mejor y esto otorga a la vida individual un fuerte sentido de

pertenencia y de validez, de legitimidad y también de responsabilidad. Esta idea está en

11 Justamente, las ciencias sociales nacerán a fines del siglo XIX para pensar una forma de controlar a estas

masas, colaborando con “el orden y el progreso”. Trabajarán bajo el modelo de las ciencias naturales, que tanto éxito cosechaban con su método positivista de lógica y experimentación “objetiva y racional”.

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la base de la noción de status social propia de la sociedad capitalista, dado que el status

social está relacionado con el grado de responsabilidad social que implica ocupar una

posición, ejercer un rol determinado.

El sujeto se piensa como conciencia de la historia que protagoniza y reordena en tanto

sujeto del saber. A partir de aquí, nacerán todas las teorías de la representación social,

del derecho, la ciencia política, la sociología, etc.

La socialización tendrá un fuerte acento disciplinario tal como lo describe Foucault, instaurando una fuerte moral que controla la conciencia e instala una inquisición interna.

Desde un punto de vista individual, el esfuerzo personal y el trabajo son la base de la

construcción de un futuro íntegro y pleno, en una sociedad caracterizada por una fuerte

movilidad social (este también es un rasgo muy distinto al del mundo feudal) y donde el

status social y el rol social desempeñado marca fuertemente la identidad y la

responsabilidad individual.

La naciente modernidad plantea optar entre el conocimiento y la fe. El mal y el bien son

producto de una historia construida por hombres y no por los designios divinos. El sujeto

pasa al centro de la escena de la historia, que ya no es una escena estática, que promete

progreso, orden social y emancipación cada vez mayores. Todas estas son características

absolutamente diferentes a las del sujeto feudal, que en rigor, no existía en el feudalismo

como algo autónomo, en el sentido de que hasta la propia identidad estaba fuertemente

ligada a la comunidad de pertenencia.

A la vez, el sujeto moderno padece un conflicto permanente entre realidad y

representación, en el sentido de que ya no hay certeza porque las representaciones que

el hombre construye, pueden fallar. A esto se suma la responsabilidad que le cabe en la

construcción del mundo, ya que ha abandonado el tutelaje divino y no es parte de la

naturaleza como un todo armónico, sino que ahora se opone a ella como su

conquistador. Así, lo que caracteriza al hombre moderno es la angustia, la internidad, la vivencia de soledad, la incertidumbre, la necesidad de expresión y la culpa.

El retorno de lo reprimido

La razón somete la totalidad del universo a su lógica. Destierra de la realidad todo lo que

no puede someter al control del conocimiento: el carácter místico, los deseos, las

transgresiones (y los transgresores), lo no explicable objetivamente.12 La razón nombra cosas y hechos y en este sentido las crea, dado que los edificios de representación

racional, sistemática, rigurosa que la ciencia crea, el mundo simbólico, define ahora lo

que las cosas son. La naturaleza, las cosas y los cuerpos, aparecen ahora como

representación abstracta de algo que ya no es en su cualidad sino en su objetividad. Este

es el orden simbólico, el orden de la ley, de lo que dice qué es y cómo es; el orden de la

teoría, donde el lenguaje determina a la realidad; donde la realidad está hecha de

lenguaje.

Pero por otra parte, para instituirse y sostenerse, los dispositivos de poder, las nuevas

instituciones modernas, necesitan algo más que el peso de lo simbólico: se necesitan

representaciones colectivas, mitos sociales, cristalizaciones de sentido y rituales que

hablen no a las conciencias sino a las pasiones y, en consecuencia disciplinen los

cuerpos. Este universo de significaciones (imaginario social efectivo) hace que „los

conscientes e inconscientes se pongan en fila‟. Los mitos que una sociedad instituye son cristalizaciones de significación, que operan como organizadores de sentido en el

accionar, el pensar y el sentir de los individuos. En su relación, lo simbólico y el

imaginario social, en los dispositivos institucionales, prescriben qué y cómo deben ser las

formas de los lazos sociales: desde los contratos laborales hasta las relaciones

sentimentales; instituyen tanto las relaciones materiales como las subjetivas de las

personas. Son una verdadera fuerza material del campo social.

Sin embargo, por más que lo simbólico y el imaginario social efectivo pretendan la inexistencia de lo que no entra en su lógica, lo real de la vida, de la experiencia y la

vivencia cotidiana, está ahí y sigue operando y teniendo efectos que si no son

escuchados, retornan como síntomas. Se hace presente tanto en la angustia individual

como en las angustias y luchas colectivas. Las cuestiones de fe, los mitos populares, las

prácticas transgresoras, lo catalogado como anormal, las reivindicaciones sociales,

sobreviven y hacen oír su voz reclamando un lugar en la realidad racional, en el orden simbólico. Denuncian que la razón no puede dar cuenta de estos aspectos y tampoco

12 Foucault habla de un triple decreto de prohibición, inexistencia y mutismo.

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puede eliminarlos. Las conductas colectivas surgen como un síntoma al que las nuevas

ciencias del hombre deben atender.

Justamente las corrientes filosóficas del romanticismo (que son vistas como una reacción

conservadora pero que no negaban la modernidad sino que la criticaban, mostrando su

mismo modernismo) señalan que hay un lado oscuro, que ha quedado oscurecido,

tapado, negado, pero que no por eso deja de tener efectos. Tratan de reintroducir lo

irracional, que escapa al dominio de la razón, a partir del rescate del arte como forma de relación y de conexión con la realidad. Introducen las nociones de patria o nación como

camino para que el individuo pueda identificarse con alguna totalidad, a falta de

comunidad feudal.

Marx denuncia que el programa moderno no se cumple en lo social, porque se produce

más, pero no hay distribución de la riqueza: “Hoy en día, todo parece llevar en u seno su

propia contradicción... El dominio del hombre sobre la naturaleza es cada vez mayor; pero, al mismo tiempo, el hombre se convierte en esclavo de otros hombres o de su

propia infamia... Todos nuestros inventos y progresos parece dotar de vida intelectual a

las fuerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza

material bruta.”

En esto último, coincide con Nietzsche, quien ya casi sobre el s XX, denuncia el fracaso

del programa moderno en sus promesas de realización individual. Para él, el hombre

moderno es rebaño homogéneo, producto de la camisa de fuerza social. Rechaza la democracia, el periodismo, los movimientos sociales, etc. El tipo de hombre que vale la

pena es el poeta (poiesis: creación). Ser hombre es ser alguien digno de sí mismo, que

se construye y crea a sí mismo y que tiene su propia tabla de valores. Pero esto supone

una ruptura (aquí anticipa a Freud en lo que significa matar al padre): cortar con toda

referencia anterior, con toda paternidad.

Las ciencias sociales intentarán hacer una lectura racional de la realidad para colaborar con el orden y el progreso, controlando a las masas de individuos dispersos. Lo mismo

sucede con las corrientes filosóficas y políticas tanto industrialistas y positivistas (a favor

de la modernidad y el capitalismo) como progresistas y de izquierda (marxismo y

socialismo) o las románticas. Todas son profundamente modernas, confían en la razón,

en el progreso, en lo teleológico, en las explicaciones que abarquen la totalidad y en las

acciones consecuentes. La razón fue siempre la base de la redención de lo humano, aunque se discutiera el orden social, económico y jurídico.

El mundo creado por la modernidad y su racionalidad no puede sostener que distribuye

uniformemente la riqueza; no puede sostener que las creencias compartidas y las

representaciones que creó son irrefutables; la sensibilidad y la creatividad del hombre,

por el contrario, enfatizan la incertidumbre, la angustia y dan lugar al síntoma social (ya

analizado por Marx) e individual (analizado por Freud). Y esto tiene lugar justamente en

un mundo que imaginó homogeneización y felicidad universales como fruto del progreso.

Las guerras mundiales, ya en el siglo XX, son síntoma del fracaso del programa moderno

y de la racionalidad humana como capacidad para dar cuenta de la realidad como un

todo y organizarla, haciendo del mundo un lugar de felicidad para el hombre. Por lo

demás, el estado de crisis es un rasgo del pensamiento moderno desde su nacimiento y

no una novedad posmoderna: la modernidad, desde sus diversas corrientes y

realidades, se cuestionó a sí misma permanentemente, siempre estuvo en crisis, aún en los períodos de mayor estabilidad económica.

Otras crisis en el pensamiento moderno

A partir de las guerras mundiales del s xx, en todas las manifestaciones del pensamiento

humano se cuestiona a la modernidad: la razón instrumental ha cumplido su programa

(dominar a la naturaleza) pero no hay distribución de la riqueza obtenida y el hombre no

logró alcanzar un estado de bienestar.

Tanto los herederos de Nietzsche como de Marx, cuestionan la modernidad. Lo mismo los

movimientos estéticos como el dadaísmo y el surrealismo. En las ciencias naturales

surgen nuevos paradigmas a partir de Einstein. En la epistemología surgen los primeros

cuestionamientos en torno a lo que se denomina contexto de descubrimiento y

aplicación. (Las primeras anomalías de la ciencia positivista habían surgido en relación

con la flecha del tiempo, ya a mediados del s XIX.)

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En las ciencias sociales, a partir de Saussure y su lingüística estructural, ni el mundo de

lo humano, ni el lenguaje, ni las teorías, dejarán de ser pensados como estructuras,

independientemente de que los pensadores adhieran o no a la corriente estructuralista.

El lenguaje empieza a ser pensado como mediador fundamental entre la sociedad y los

individuos (una estructura que media y explica a las otras dos). La realidad humana es

abordada en muchos casos ya no en términos de interacción: se trata de una interacción

simbólica.

En el campo de la psicología se produce un desplazamiento del interés por lo psicológico

hacia lo psíquico, a partir de los desarrollos freudianos y se instala el psicoanálisis como

disciplina, pero haciendo una relectura de la obra de Freud, de donde surge como

corriente fundamental la escuela psicoanalítica inglesa (kleiniana).

En el campo de la sociología, se produce una vuelta a las fuentes y una relectura de la

teoría social de Marx, para investigar la crisis del orden mundial. Se desarrolla el neomarxismo, cuyo exponente máximo es Althusser.

Se acentúa la tendencia ya presente a ejercer la transdisciplina en el pensamiento y

unidisciplina en la aplicación y la praxis.

Marshall Berman dice que en el s XX el proceso de modernización se expande para

abarcar prácticamente todo el mundo. La cultura consigue triunfos espectaculares en el

arte y el pensamiento. Por otra parte, a medida que el público moderno se expande, se rompe en una multitud de fragmentos que hablan idiomas privados inconmensurables. La

idea de la modernidad pierde buena parte de su resonancia y su profundidad y pierde su

capacidad de organizar y dar un significado a la vida de las personas: los seres humanos

han perdido la capacidad de reconocerse como participantes y protagonistas del arte, del

pensamiento y de la historia de su tiempo. La perspectiva se achata, orientando el

pensamiento hacia polarizaciones rígidas y totalizaciones burdas. Las visiones abiertas de la vida moderna son reemplazadas por visiones cerradas.

Para la mayoría de los críticos de la modernidad del siglo XX, la sociedad moderna no sólo

es una jaula determinista, sino que todos los que la habitan están configurados por sus

barrotes. El hombre moderno como sujeto con iniciativa propia, independiente y racional,

ha desaparecido. Berman critica a los pensadores que se transforman así en

justificadores del orden al plantear que si los sujetos están desprovistos de dignidad interior, la jaula no es una prisión; sólo ofrece el vacío que necesitan. Incluye en esta

crítica a la nueva izquierda a través de la figura de Marcuse (1898-1979), para quien en

el hombre unidimensional, los conflictos sociales y psíquicos han sido abolidos por un

estado de administración total.

Señala Berman que a partir de este punto, en la década del 60 se abren dos caminos

para el pensamiento moderno que tiene una visión crítica de su tiempo: la búsqueda de

una vanguardia que estuviera totalmente fuera de la sociedad moderna (como si ello fuera posible) porque, al no haber sido alcanzados por la modernidad, podían ser

revolucionarias. Un segundo camino fue el escepticismo y la desesperación.

El pensamiento moderno tuvo en la década del 60 tres vertientes: la afirmativa, la

negativa y la marginada.

El modernismo que intenta marginarse de la vida moderna fue proclamado en las artes:

el arte es el arte en sí, puro y autorreferido, sin relación con la vida social. Esta corriente no tuvo mucha sobrevida.

La visión del modernismo negativa era la de una revolución permanente contra la

existencia moderna, sin preocupación por la reconstrucción, sin propuestas. Esta imagen

adquirió credibilidad a medida que se caldeaba el clima político, convirtiéndose en

característica de todas las fuerzas de rebelión. Berman, analiza que esta visión lleva a un

modelo de sociedad exento de problemas y de crisis (como si fuera posible en la

modernidad) y que esto coincide con el conservadurismo, que apuesta por un mundo donde nada quebrante la visión racional del mundo burguesa.

La visión afirmativa del mundo moderno, coincidió en parte con la aparición del arte pop.

Se trató de abrir los ojos a la vida que se vive. Romper las barreras entre el arte y la

vida cotidiana, el comercio, la tecnología. Romper las barreras de las especialidades y

combinar diversos medios. A veces, estos pensadores se llamaron posmodernistas. Su

ideal era abrirse a la inmensa variedad y riqueza de cosas, materiales e ideas que el mundo moderno producía inagotablemente. Recreó la apertura al mundo de los

pensadores del s XIX, pero no recuperó la actitud crítica.

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Después de los 70 se produce una nueva crisis en el pensamiento en general y en las

ciencias naturales y sociales, pero debida ahora al fracaso de los postulados del

pensamiento progresista o de izquierda en general (y no de la visión afirmativa de la

racionalidad burguesa de la modernidad), que hace síntoma en el fracaso de los

movimientos revolucionarios de la década del 60 y 70 y también en la radicalización de

las concepciones del materialismo europeo o neomarxismo (en general, Althusser y el PC).

En las ciencias naturales surge el concepto de paradigma a partir de Thomas Kuhn.

En epistemología se produce la quiebra del absoluto epistemológico positivista y surgen

las corrientes del pensamiento complejo.

En psicoanálisis entra en crisis la corriente kleiniana y se vuelve a Freud con una nueva

relectura, de la que surge principalmente Lacan.

En psicología se destaca Piaget.

En las ciencias sociales, se profundiza la tendencia a la transdisciplina y se conforman

nuevas corrientes de pensamiento, con pensadores entre los que se destacan, para la

Psicología Social, Castoriadis, Bourdieu, Berger, Luckmann, Foucault, entre otros, y

surgen también pensadores de la posmodernidad, como Guattari y Deleuze o Lipovesky.

Las corrientes de pensamiento después de los 80

En la perspectiva de Nicolás Casullo y su planteo de que el estado de crisis es un rasgo

del pensamiento moderno desde su nacimiento y no una novedad posmoderna, las

argumentaciones posmodernas que señalan el fracaso de las grandes promesas

representan un nuevo acto de racionalidad moderna. Son importantes, en tanto permitan

rediscutir la problemática esencial: la característica que adquiere en el presente la crisis

de la modernidad. En este contexto, dice, el debate modernidad/posmodernidad hace explícito un proceso de profunda desrealización de la historia (no se cumplió). Sin

embargo, esta cultura de la utopía tecnoinformática de mercado, de la crisis de los

grandes relatos ideológicos de la razón moderna, del itinerario teórico hacia el sujeto

barrado (Lacan), repone desde el sujeto, la discusión sobre sí mismo. Paradojal escena

donde lo trágico moderno reasume su vigor, a partir de imaginar a su criatura (el sujeto,

el individuo) extinguida o sobreviviente. “No hay sujeto más presente, moderno, omnicomprensivo, redentor, que aquel que en la modernidad vivió como festejo o

canción fúnebre la barbarie de su propio olvido, el extravío de sus verdades. Lo planteó

la razón moderna y antes los designios celestiales.”

Marshall Berman hace otro tipo de observaciones, criticando que a partir de los 80,

muchos intelectuales se han sumergido en el mundo del estructuralismo, que deja la

cuestión de la modernidad de lado. Otros adoptaron una mística del posmodernismo y

hablan como si todos los sentimientos, la expresividad, el juego, la sexualidad y la comunidad acabaran de ser inventados. (No se trataría de esto, sino de que estos

aspectos no son tenidos en cuenta por la razón instrumental y permanecen en la parte

del programa moderno que no fue realizado.)

Mientras tanto, dice Berman, los científicos sociales (en realidad, especialmente las

corrientes estadounidenses) han abandonado la tarea de construir un modelo que

pudiera responder a la vida moderna. Han optado por dividir la modernidad en una serie de componentes separados (industrialización, construcción del estado, urbanización,

desarrollo de mercados, formación de una elite) y se opusieron a cualquier intento de

integrarlos en un todo. Esto los libró de totalizaciones vagas pero también de un

pensamiento crítico. El eclipse del problema de la modernidad significó la destrucción de

una forma vital del espacio público. Apresuró la desintegración de nuestro mundo en una

agregación de grupo privados de interés material y espiritual, habitantes de mónadas sin

ventanas, muy aislados.

La de Berman es una lectura diferente a la de Casullo sobre la situación del pensamiento

después de los 80. Para Berman se ha perdido la capacidad crítica intrínseca a la

racionalidad moderna. Para Casullo, no.

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Notas sobre el pensamiento posmoderno

Las corrientes del pensamiento llamado posmoderno (denominación acuñada por

Lyotard), señalan la emergencia de nuevas reglas de juego que tienen efectos

importantes en las formas de interacción:

- Ya no habría la búsqueda de algo que homogeneice la realidad, que permita pensarla

como un todo. La fragmentación y desarticulación es una característica de la

modernidad; la imposibilidad de lograr una visión total. Por lo tanto, a cada sector de la realidad, corresponde una lógica diferente.

- Se niega que las representaciones como los conceptos estén ligadas necesariamente a

la experiencia sensible; los conceptos no dan cuenta de la realidad, sino de una

construcción social de la realidad, sólo una posible.

- El pensamiento posmoderno niega el sentido teleológico de la existencia social e

individual propio de la modernidad.

- El pensamiento posmoderno valoriza el presente. Hay un deslizamiento del sentido de

la historia a partir de la pérdida del sentido teleológico, por el que la historia aparece

como un conjunto de elementos históricos descontextualizados y desarticulados entre

sí, que sólo son decorativos.

- Borra la separación entre la cultura de elite y la cultura de masas.

- No hay confianza en la ciencia, fundamentalmente a partir de las críticas al contexto

de aplicación de las teorías científicas.

- Surge una subjetividad diferente, caracterizada por la insatisfacción y capaz de pasar

de un objeto a otro sin satisfacerse. Hay una emocionalidad menos pasional, ligada a

poder disfrutar del presente, pero que a la vez busca intensidades.

- La valoración del status social ya no corresponde al rol desempeñado y la

responsabilidad y compromiso que implica, sino al nivel económico al que permite

acceder. Se pierde el capital simbólico de la sociedad en manos del capital instrumental, del mercado.

- Desaparece la sociedad disciplinaria y surgen otros controles sobre los ciudadanos,

que tienen que ver con una enorme gama de propuestas sobre las que el sujeto

planifica su vida. Masividad de estímulos y de ofertas con un modo de control de las

conductas. Esto a partir de una subjetividad acorde a un capitalismo tardío,

consumista.

- Con esta situación colaboran los medios de comunicación de masas y los avances

informáticos.

- La globalización borra las fronteras nacionales y culturales. La TV, formadora

destacada de subjetividad, globaliza la subjetividad y la cultura.

Críticas del pensamiento moderno al posmoderno

Los pensadores posmodernos afirman que las representaciones como los conceptos no dan cuenta de la realidad, sino de una construcción social de la realidad, la que

corresponde a la lógica racional burguesa. En este punto hay un gran debate, dado que

los pensadores modernos acusan a los posmodernos de apuntar a la irracionalidad, a no

respetar ciertas lógicas racionales que los modernos no ven porqué abandonar: la

posibilidad de dar cuenta de una razón ampliada, que supere la formalización abstracta y

las dicotomías del racionalismo moderno clásico, lo que no implica abandonar la razón como instrumento que permita dar cuenta de la realidad. Hay grandes esfuerzos por

construir racionalidades que respondan al modelo de la red, o de la inconsistencia, etc.

(en general, el llamado pensamiento complejo).

Más allá de las diversas formas de conciencia social a lo largo de la historia humana, la

razón ha sido el instrumento que permitió al hombre (a partir de su actividad)

relacionarse con la naturaleza de modo autoconciente, produciendo el mundo y

produciéndose en el mismo acto, constituyéndose en sujeto esencialmente cognoscente. La dialéctica entre lo productor y lo cognoscente es esencial al ser humano.

Entre otros, Jameson postula que así como Lenin analizó el capitalismo imperialista, hoy

Tony Negri es quien analizó al capitalismo actual, bajo el concepto de Imperio.

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Comentarios desde el ECRO de Enrique Pichon Rivière

Lo primero que es necesario tener en cuenta es que Enrique Pichon Rivière fue testigo y

protagonista de la crisis del pensamiento de posguerra, pero ya no de la crisis posterior a

los 60/70. Sin embargo, es necesario recuperar las características cualitativas del

pensamiento pichoneano para pensar en un enfoque operativo de la situación actual.

Pichon es un pensador profundamente moderno. Fue un vanguardista absoluto. Su

concepción del sujeto es fundamentalmente moderna; lo mismo su concepción del mundo y del sentido de la historia. Cuando Pichon habla de la sociedad moderna es muy

claro en el hecho de que vivimos en una sociedad del envase, una sociedad de la

representación, donde confundimos la representación con la realidad efectiva.

Como señala Gladys Adamson, en Pichon la subjetividad es concebida como un sistema

abierto al mundo, siempre estructurándose. Pero esto no es así porque esa sea una

actitud sana u operativa, sino porque la subjetividad no es una interioridad ni una exterioridad. El sujeto hace sistema con el mundo. El sujeto es descentrado en el vínculo,

habla más allá de sí y produce socialmente, con otros. Por eso para Pichon, la clausura y

la estereotipia, son enfermedad; porque implican un cerrarse al mundo en el que, como

sujetos modernos, interactuamos construyéndolo y en el mismo acto de construirlo,

construyéndonos.

El ECRO es un sistema abierto, que responde en una visión anticipada, a la lógica de los

paradigmas de la complejidad, donde deben efectuarse rectificaciones y ratificaciones a partir de la praxis; es decir que está dominado por una actitud autocrítica. Es aquí donde

aparece Pichon en su condición de genio, anticipando problemáticas en la década del 60

que sólo a partir de finales de los 70 aparecen como hegemónicas en el campo intelectual

y de las ciencias sociales.

El planteaba que debemos pensar a la subjetividad en su condición moderna y a la

sociedad como estructura en permanente cambio y que tiende a la fragmentación de las significaciones sociales. Gladys Adamson recuerda que por ello Pichon plantea que así

como necesitamos un esquema referencial, un sistema de ideas, modelos de sentimiento

y acción que guíen nuestra acción en el mundo, necesitamos que este sistema opere

también como un sistema abierto que permita su modificación.

Consideramos que Pichon no hubiera renunciado a su identidad moderna ante la crisis de

los años 80 y los cuestionamientos posmodernos. Hubiera tomado los aportes del pensamiento complejo y de las corrientes más importantes de la psicología social de hoy:

construcción social de la realidad (que en la versión de Berger y Luckmann reconoce

como antecedente justamente a G. Mead) y teoría crítica. Habría considerado las

reformulaciones en cuanto a la conceptualización del lenguaje, a las nuevas corrientes

psicoanalíticas, todos los desarrollos actuales de las ciencias sociales. Habría continuado

reformulando el ECRO a partir la praxis del colectivo profesional de la Psicología Social.

Bibliografía general:

G. Adamson: La Psicología Social frente al tercer milenio.

Bergman, Marshall: Introducción. La Modernidad: ayer, hoy y mañana

Castoriadis, Cornelius: La institución imaginaria de la sociedad

Casullo, Nicolás: Prólogo a Debate modernidad-posmodernidad

Foucault, Michel: Microfísica del poder; Saber y verdad; La verdad y las formas jurídicas Hobsbawm, Eric: Biblioteca de historia contemporánea

Najmanovich, Denise: Del tiempo a las temporalidades; El lenguaje de los vínculos; La

representación; El sujeto encarnado. La metamorfosis de la ciencia.

www.denisenajmanovich.com.ar

Pichon Rivière, Enrique: El proceso grupal; Psicología de la Vida Cotidiana

Rozas, Elena: clases sobre epistemología y sobre nuevos paradigmas; Apuntes

personales sobre historia social, moderna y contemporánea; Apuntes personales varios.