Monk 05 - Los Pecados Del Lobo

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    Hester Latterly iba sentada en el tren, mirando por la ventanilla los paisajes despejados delas tierras bajas escocesas.El sol de principios de otoo asomaba entre las brumas por encima del horizonte. Eran pocoms de las ocho de la maana y los campos sembrados de rastrojos seguan cubiertos por un

    manto de niebla, por encima del cual, como si ninguna raz los atara al suelo, parecan flotargrandes rboles cuyas hojas, prendidas de ramas solitarias que despuntaban aqu y all,empezaban a adquirir apenas un tono bronce. Las casas que se vean eran de piedra gris yslida. Se habra dicho que surgan de la misma tierra, una sensacin nueva para alguienacostumbrado a los colores ms suaves del sur. All no haba tejados de juncos ni paredesenyesadas conforme a un mismo estilo, sino chimeneas altas y humeantes, tejados depizarra recortados contra el cielo y grandes ventanales que titilaban a la luz de la maana.Haba regresado a casa tras la muerte de sus padres, hacia el final de la guerra de Crimea,casi un ao y medio atrs. Le hubiera gustado quedarse en Scutari hasta el amargo final,pero la tragedia familiar hizo necesaria su presencia. Desde entonces, procur poner enprctica los nuevos mtodos de enfermera que con tanto dolor haba aprendido; no sloeso, intent reformar las caducas ideas inglesas respecto la higiene hospitalaria a partirde las teoras de la seorita Nightingale. A cambio de sus esfuerzos, la despidieron pordogmtica y desobediente. No poda alegar nada en su defensa contra ninguno de los doscargos. Era culpable.Su padre haba muerto en desgracia tanto social como financiera. No le dej dinero, comotampoco a su hermano Charles. ste, por supuesto, la hubiera mantenido con su propiosueldo y la habra alojado en su casa junto con l y su esposa, pero Hester no podatolerarlo. En el transcurso de poco tiempo, se coloc como enfermera privada y, cuando elpaciente se hubo recuperado, ella busc otro empleo. Algunos trabajos eran ms agradables

    y otros menos, pero nunca pas ms de una semana desocupada; viva de sus propios

    ingresos.Aquel verano haba vuelto a desempear un cargo en el hospital, aunque por poco tiempo, apeticin urgente de su amiga y a menudo patrona lady Callandra Daviot, quien requiri supresencia porque la muerte de la enfermera Barrymore haba puesto al doctor KristianBeck en peligro de arresto y procesamiento. Cuando el asunto qued resuelto al fin, secoloc otra vez como enfermera privada, pero de nuevo concluy el trabajo y tuvo quevolver a buscar empleo.Encontr el puesto a travs de un anuncio de un peridico de Londres. Una importantefamilia de Edimburgo buscaba una seorita educada, con cierta experiencia comoenfermera, para acompaar a la seora Mary Farraline, una mujer mayor de salud delicadapero no crtica, durante un viaje a Londres de seis das de duracin y, despus, de regreso

    a Edimburgo. A ser posible, una de las damas de la seorita Nightingale. Todos los gastosdel viaje, por supuesto, correran a cuenta de la familia, y se pagara una generosaretribucin por los servicios prestados. Haba que enviar las solicitudes a la seora BairdMcIvor, Ainslie Place, 17, Edimburgo.Hester nunca haba ido a Edimburgo -la verdad era que jams haba estado en Escocia-y laidea de realizar aquellos viajes en tren la seduca en extremo. Escribi a la seora McIvordetallando su experiencia y preparacin, as como su deseo de ocupar el puesto.Recibi respuesta cuatro das ms tarde y junto con la aceptacin de su solicitud haba unbillete de segunda clase para el tren nocturno a Edimburgo. El billete iba fechado para elmartes siguiente; saldra de Londres a las nueve y cuarto de la noche y llegara a Edimburgoa las nueve menos veinticinco de la maana. Un carruaje la recogera en la estacin deWaverley y la llevara a la casa de los Farraline, donde pasara el da trabando conocimientocon su paciente. Aquella misma noche, ella y la seora Farraline tomaran el tren a Londres.

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    Hester se haba informado acerca de la ciudad, ms que nada por curiosidad, aunque apenasllegase a Edimburgo tendra que volver a partir, al menos el primer da. Quiz al regresarde Londres con la seora Farraline pudiera quedarse un par de das. Tendra todo el tiempopara ella y podra visitar Edimburgo. Le haban dicho que, pese a ser la capital de Escocia,era una poblacin mucho ms pequea que la ciudad del Tmesis; slo contaba con ciento

    setenta mil habitantes frente a los casi tres millones de Londres. De todos modos, setrataba de una ciudad muy distinguida, la Atenas del norte, clebre por su erudicin,sobre todo en los mbitos de medicina y leyes.El tren traquete y tom la curva de la va con una sacudida. Cuando el aire se despej,Hester vio a lo lejos los tejados oscuros de la ciudad, sobre la cual se cerna el perfilescabroso del castillo encaramado a un gran peasco y, al fondo de todo, el resplandorplido del mar. Aunque no tena ninguna razn de ser, un estremecimiento de emocinrecorri su cuerpo, como si estuviera a punto de vivir una gran aventura en lugar dedisponerse a pasar un solo da en una casa desconocida antes de emprender sus habitualestareas profesionales.El viaje haba sido largo e incmodo, por cuanto en un vagn de segunda clase no existaningn tipo de intimidad y el espacio era exiguo. Como es natural, se pas la noche sentada;le dola todo el cuerpo y slo durmi a ratos. Se levant, se alis la ropa y, con la mayordiscrecin posible, se recompuso el tocado.Entre chorros de vapor, chirridos de ruedas, gritos y portazos, el tren lleg por fin a laestacin. Tom su escaso equipaje, una sola bolsa de viaje donde nicamente caban unamuda y los artculos de neceser, y se dispuso a bajar al andn.El aire fro la azot con tanta fuerza que contuvo el aliento. Haba bullicio por todas partes,gente que llamaba a gritos a los mozos, vendedores de peridicos chillando, el traqueteo delas vagonetas y de los carros. La chimenea escupa carbonilla y un fogonero mugrientosilbaba alegremente. El vapor inundaba el andn y un hombre lanz una maldicin cuando el

    cuello limpio de la camisa se le tizn.A Hester la invadi una sensacin de euforia incontenible y, con bro impropio de una dama,apur el paso por el andn hacia la escalera que conducan a la salida. Una mujergrandullona, ataviada con un vestido austero y toca de encaje, la mir con desaprobacin y,entre aspavientos, coment al hombre que estaba a su lado que no saba adonde ira a pararla juventud. Nadie saba ya comportarse. La gente mostraba unos modales desconcertantes

    y todo el mundo expresaba sus opiniones demasiado a la ligera, ya fueran fundadas o no. Encuanto a las mujeres jvenes, tenan en la cabeza las ideas ms disparatadas que se pudieraimaginar.-S, querida -dijo el hombre con aire distrado mientras segua buscando un mozo quecargase con el vasto equipaje de ambos-. S, estoy seguro de que tienes razn -aadi al

    darse cuenta de que ella se dispona a continuar.-De verdad, Alexander, a veces pienso que no me escuchas en absoluto -se quej, irritada,la mujer.-Oh, claro que te escucho, querida, claro que te escucho -contest l mientras se volva deespaldas y haca seas a un mozo.Hester sonri para s y subi por la escalinata que conduca a la salida. Tras entregar elbillete, sali a la calle. Tard slo unos instantes en localizar el carruaje que haba ido arecogerla; el cochero era el nico que se iba fijando en todas las caras. Lo vio titubear almirar a una mujer joven, ataviada con un sencillo vestido gris y cargada con una sola valija.Hester la adelant y se dirigi al hombre.-Disculpe, viene usted de parte de la seora McIvor? -pregunt.-S, seorita, as es. Y usted debe de ser la seorita Latterly, que acaba de llegar deLondres para acompaar a la seora.

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    -S, soy yo.-Bueno, en ese caso tendr ganas de llegar a la casa y sentarse a tomar un desayunodecente, supongo. No creo que sirvan nada en esos trenes, pero nosotros lo arreglaremos,

    ya lo creo que s. Traiga, le llevar la bolsa.Hester se dispuso a objetar que la bolsa no pesaba nada, pero el cochero se la cogi sin

    escucharla y, tras cruzar ambos la calle, la ayud a subir al carruaje y cerr la puerta. Elviaje fue demasiado corto; le habra gustado ver algo ms de la ciudad. Sin embargo, selimitaron a atravesar el puente hasta Princes Street y despus descendieron por laavenida, con las exquisitas fachadas de casas y tiendas a la derecha y la ladera verde delparque a la izquierda. Delante se divisaba el monumento a Scotty, arriba de todo, elcastillo. Torcieron a la derecha en direccin a la parte alta y, tras un breve trnsito porcalles georgianas, llegaron a Ainslie Place. El nmero diecisiete era idntico a las casas quelo flanqueaban por ambos lados: una mansin de cuatro pisos con grandes ventanales, mspequeos cuanto ms altos, en una fachada de simetra perfecta; proporciones dotadas degracia y holgura, as como del gusto Regency para la simplicidad.El carruaje se detuvo en la parte trasera; al fin y al cabo, era ms una sirvienta que unainvitada. Se ape en el patio antes de que el cochero llevara el vehculo y el caballo a losestablos y camin hacia la puerta. sta se abri sin que le diera tiempo a llamar al timbre y,al otro lado, un limpiabotas la contempl con inters.-Soy Hester Latterly, la enfermera que va a acompaar a la seora Farraline durante elviaje -se present.-Ah, s, seorita. Si quiere entrar, avisar al seor McTeer.Sin aguardar respuesta, el muchacho la gui por la cocina hasta el pasillo, donde casi se diode bruces con un mayordomo de rostro adusto y expresin lgubre.-As que usted es la enfermera que ha venido para acompaar a la seora a Londres -dijocomo si Londres fuera el camposanto-. Ser mejor que entre. Mirren se ocupar de la bolsa,

    sin duda. Supongo que le apetecer comer algo antes de ir a ver a la seora McIvor. -Lacalibr con la mirada-. Y tambin querr lavarse y peinarse un poco.-Gracias -acept ella con timidez, sintindose ms desaliada de lo que haba credo hastael momento.-Bien, si quiere ir a la cocina, la cocinera le dar algo de desayuno. Alguien vendr abuscarla cuando la seora McIvor est lista.-Vamos -dijo el limpiabotas alegremente, a la vez que giraba sobre sus talones paraconducirla de nuevo a la cocina-. Cmo son los trenes, seorita? Yo nunca he subido a uno.-Mtete en tus asuntos, Tommy -orden el mayordomo con aspereza-. Deja en paz lostrenes. Ya has limpiado las botas de vestir del seor Alastair?-S, seor McTeer, las he limpiado todas.

    -Entonces te buscar algo que hacerHester dio cuenta de un desayuno excelente en una esquina de la gran mesa de la cocina ydespus la acompaaron al pequeo dormitorio que le haba sido asignado, situado junto alcuarto de los nios, donde haban dejado su bolsa de viaje. Se lav la cara y el cuello y, denuevo, se recompuso el tocado.Sin ms demora, acudieron a buscarla, y el taciturno McTeer la gui por una puerta forradade pao verde hasta un gran vestbulo con el suelo de losas blancas y negras, como untablero de ajedrez. Las paredes estaban forradas de madera y media docena de cabezas deanimales, expuestas como trofeos, adornaban la pared, casi todas de ciervos rojos. Sinembargo, lo que llam la atencin de Hester fue el retrato a tamao natural de un hombre,situado justo enfrente de ella. Dominaba la habitacin, no slo por el colorido, digno deadmiracin, sino por el carcter que se adivinaba tras aquellas facciones pintadas. Tena lacara alargada y los ojos grandes, de color azul claro, la nariz delgada y aquilina y una boca

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    amplia y de contornos borrosos, detalle que proporcionaba al retrato un extrao aireambiguo. El pelo rubio caa sobre la frente como un plumazo de color tan deslumbrante queeclipsaba toda la penumbra circundante, hecha de roble y dorados, as como la miradavidriosa de los ciervos muertos mucho tiempo atrs.El mayordomo la gui al otro lado del vestbulo y salieron a un pasillo donde, tras dejar

    atrs varias puertas, se detuvieron ante una al fin. El hombre llam, abri y se hizo a unlado para cederle el paso.-La seorita Latterly, seora, la enfermera de Londres.-Gracias, McTeer. Por favor, entre, seorita Latterly.La voz era suave, de timbre agradable y con algo de acento; el tono mesurado, culto ytirando a monocorde de la alta sociedad de Edimburgo.La sala, en su mayor parte, estaba decorada en tonos azulados, animados en las paredes yen la alfombra con un motivo floral indefinido. Los amplios ventanales daban a un jardnpequeo y la luz de la maana proporcionaba a la habitacin un ambiente fro, pese a que elfuego arda en el hogar. La nica ocupante era una mujer esbelta de treinta y tantos aos, yHester, en cuanto la vio, comprendi que deba de guardar parentesco con el hombre cuyoretrato adornaba el vestbulo. Tena el mismo rostro alargado, nariz y boca grandes, peroen su gesto no haba ni asomo de indecisin. Sus labios dibujaban un bonito contorno y susojos azules eran serenos y directos. Llevaba la melena rubia peinada con la severidad al uso,pero el tono clido le otorgaba una gracia que no habra posedo con un color de pelo menosresplandeciente. Pese a todo, el rostro no era hermoso; desprenda una autoridaddemasiado patente y la mujer no se molestaba en disimular su inteligencia.-Por favor, entre, seorita Latterly-repiti-. Soy Oonagh McIvor. Le escrib en nombre demi madre, la seora Mary Farraline. Espero que el viaje desde Londres haya sido agradable.-S, gracias, seora McIvor, muy agradable, y disfrut mucho mientras dur la luz del da.-Cunto me alegro. -Oonagh sonri con inesperada cordialidad y el gesto transform su

    semblante-. Los viajes en tren a veces son fatigosos y de lo ms antihiginico. Ahora estoysegura de que le apetecer conocer a su paciente. Debo advertirla de algo, seoritaLatterly: mi madre parece gozar de una salud excelente, pero casi todo es cuento. Se cansacon ms facilidad de la que admite y la medicina que toma es esencial tanto para subienestar como, seguramente, para su supervivencia. -Habl con tranquilidad, pero en suvoz se trasluca el deseo de recalcar la importancia de aquellas palabras-. Es muy fcil deadministrar -sigui diciendo-, un brebaje sencillo, desagradable al gusto, pero cualquierdulce que tome despus bastar para quitar el mal sabor. -Alz la vista hacia Hester, quesegua de pie ante ella-. Es fcil que a mi madre se le olvide tomarla si se encuentra bien,pero, si cayera enferma por culpa de su mala cabeza, sera demasiado tarde para reparar eldescuido y posiblemente su bienestar saliera perjudicado de manera permanente. Estoy

    segura de que lo entiende.Aunque haba dicho que estaba segura, en su cara se lea una pregunta.-Claro -se apresur a confirmar Hester-. Muchas personas prefieren pasar sin medicinas sipueden, y calculan mal sus fuerzas. Es comprensible.-Estupendo. -Oonagh se levant. Era tan alta como Hester, esbelta pero en absolutodelgada, y se mova con gracia pese a la rigidez de sus faldas amplias.Cruzaron el vestbulo y Hester no pudo sustraerse a mirar otra vez el retrato. El rostro latena hechizada, no poda apartar de su pensamiento la ambigedad de aquel semblante. Lehabra costado decir si le gustaba o no, pero, desde luego, no podra olvidarlo.Oonagh sonri e hizo ademn de detenerse.-Mi padre -dijo, aunque Hester ya se lo haba imaginado. Advirti el temblor de la voz deOonagh y comprendi que tras ste se ocultaba una profunda emocin reprimida con celo,tal como las mujeres de su clase, supuso, deban de hacer siempre en presencia de

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    extraos, y de criados-. Hamish Farraline -prosigui Oonagh-. Muri hace ocho aos. Mimarido dirige la empresa desde entonces.Hester abri la boca sorprendida, pero en seguida se dio cuenta de lo inconveniente de sureaccin y volvi a cerrarla.No obstante, Oonagh haba reparado en el gesto. Sonri y levant la barbilla una pizca.

    -Mi hermano Alastair es el procurador fiscal -explic-. Acude a la empresa tan a menudocomo puede, pero sus deberes lo mantienen ocupado la mayor parte del tiempo. -Repar enla confusin de Hester-. El fiscal. -Su sonrisa se ensanch hasta curvarle los labios-. Algoas como lo que en Inglaterra llamaran el fiscal de la Corona.-Oh! -Aun a su pesar, Hester estaba impresionada. Todo lo que saba de derecho se lodeba a Oliver Rathbone, el brillante abogado que conoci a travs de Callandra y Monk yrespecto a quien albergaba unos sentimientos muy contradictorios. Sin embargo, aquello erade ndole personal. Profesionalmente, senta una profunda admiracin por l-. Ya veo. Debende estar muy orgullosos de l.-S, desde luego. -Oonagh camin hasta la escalera y aguard hasta que Hester lleg a sualtura; entonces empez a subir-. El marido de mi hermana pequea tambin trabaja en laempresa. Se le da muy bien todo lo relacionado con la imprenta. Tuvimos mucha suerte deque decidiera entrar a formar parte del clan. Siempre es conveniente que una empresaantigua, como la de los Farraline, quede en familia.-Qu imprimen? -pregunt Hester.-Libros. Toda clase de libros.En lo alto de la escalera, Oonagh ech a andar por un rellano alfombrado en rojo turco y sedetuvo ante una de las muchas puertas. Tras llamar con brevedad, la abri y entr. Aquellahabitacin era del todo distinta a la sala azul del piso inferior. Estaba decorada en tonosclidos, amarillos y bronces, como si la inundara la luz del sol, aunque el cielo, al otro ladode unas cortinas estampadas con motivos florales, se haba teido de un gris amenazador.

    Unos cuantos paisajes enmarcados en dorado decoraban las paredes y tambin haba unalmpara ribeteada en oro, pero Hester apenas tuvo tiempo de reparar en los objetos. Lamujer que las aguardaba sentada en una de las tres butacas floreadas atrajo toda suatencin. Pareca alta, quiz ms que Oonagh, y descansaba con la espalda erguida y labarbilla alta. Tena el pelo casi blanco y su rostro alargado reflejaba un aire de inteligencia

    y sentido del humor fascinantes. No era demasiado guapa, ni siquiera en su juventud debide ser una belleza -tena la nariz demasiado larga, la barbilla algo corta-, pero la expresinde su rostro haca olvidar todas las imperfecciones.-Usted debe de ser la seorita Latterly -aventur con voz clara y firme. Antes de queOonagh pudiera presentarlas, continu-: Soy Mary Farraline. Por favor, entre y sintese.As que ha venido usted para acompaarme a Londres y asegurarse de que me comporto

    como mi familia desea?El rostro de Oonagh se ensombreci un instante.-Madre, slo nos preocupa su bienestar -se apresur a decir-. A veces se le olvida tomar lamedicina y-Tonteras -la interrumpi-. No se me olvida. Es slo que no siempre la necesito. -Obsequia Hester con una sonrisa-. Mi familia es muy exagerada -explic en tono jovial-. Pordesgracia, cuando empiezas a perder las fuerzas fsicas, la gente tiende a pensar que hasperdido el seso tambin.Oonagh lanz a Hester una mirada entre paciente y cmplice.-Estoy segura de que mi presencia es del todo innecesaria -dijo Hester, que le devolvi lasonrisa a su vez-, pero espero ser capaz, al menos, de hacerle el viaje un poco menosengorroso, aunque slo sea llevando y trayendo cosas y asegurndome de que se siente agusto.

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    Oonagh se relaj un poco; baj los hombros como si hasta aquel momento hubiera estado entensin sin reparar en ello.-No creo que haga falta una enfermera de Florence Nightingale para eso. -Mary sacudi lacabeza-. Pero me parece que no podra contar con mejor compaa. Oonagh dice que estuvousted en Crimea. Es verdad?

    -S, seora Farraline.-Bueno, sintese. No hay ninguna necesidad de que est ah plantada como una criada. -Seal la butaca situada frente a ella y sigui hablando mientras Hester obedeca laindicacin-. As que trabaj usted como enfermera de guerra. Por qu?La pregunta tom a Hester demasiado por sorpresa para dar una respuesta pronta. Nohaba vuelto a plantearse la cuestin desde que su hermano Charles le preguntara porprimera vez por qu quera embarcarse en algo tan peligroso e intil. Aquello, desde luego,sucedi antes de que la fama de Florence Nightingale dignificara un poco la profesin. A lasazn, dieciocho meses despus de la paz, slo la Reina superaba a Florence Nightingale encuanto al respeto y a la admiracin que despertaba en el pas.-Vamos -dijo Mary, divertida-, debe de existir una razn. Las jvenes no hacen las maletas

    y abandonan familia y amigos para partir a tierras extranjeras, sobre todo a unas tanhostiles, sin una razn de peso.-Madre, pudiera tratarse de algo muy personal -protest Oonagh.Hester ri con ganas.-Oh, no! -les respondi a ambas-. No tuve ningn desengao amoroso ni me dejaronplantada. Quera hacer algo ms til que limitarme a permanecer en casa cosiendo ypintando, cosas que adems no se me dan bien, y mi hermano pequeo, que estaba all desoldado, me haba contado las terribles condiciones en que se hallaban, supongo Supongoque iba con mi carcter.-Justo lo que imaginaba. -Mary asinti con un movimiento de la cabeza casi imperceptible-.

    Las mujeres no suelen tener muchas aspiraciones. La mayora de nosotras nos quedamos encasa a dos velas, literal y metafricamente. -Se volvi a mirar a Oonagh-. Gracias, querida.Ha sido muy atento de tu parte encontrarme una acompaante apasionada y aventurera yque posee adems la valenta de seguir sus impulsos. Estoy segura de que me voy a divertirdurante este viaje a Londres.-Eso espero -dijo Oonagh con voz queda-. No tengo ninguna duda de que la seorita Latterlyla cuidar muy bien y resultar una compaa interesante. Ahora ser mejor que le pida aNora que muestre el botiqun a la seorita Latterly y le ensee cmo preparar la dosis.-Si de verdad crees que es necesario -Mary se encogi de hombros-. Gracias por venir,seorita Latterly. Estoy deseando verla en la comida, y despus en la cena, claro, quetomaremos temprano. Creo que nuestro tren sale a las nueve y cuarto, y habr que estar all

    al menos media hora antes. Saldremos de aqu a las ocho y cuarto. Demasiado pronto parapoder cenar con calma, pero esta noche no habr ms remedio.Pidieron permiso para retirarse y Oonagh acompa a Hester al vestidor de la seoraFarraline, donde le present a la doncella de la dama, Nora, una mujer delgada, morena y demaneras circunspectas.-Encantada, seorita -dijo mirando a Hester con cortesa y, aparentemente, sin el menorasomo de envidia o resentimiento.Oonagh las dej solas y, durante media hora, Nora le estuvo enseando a Hester elbotiqun, tan sencillo como Mary haba dicho. Slo contena una docena de ampollas llenas delquido. Deba administrar una por la maana y una por la noche hasta el regreso. Las dosis

    ya estaban preparadas, no haba que medirlas. Bastara verter el contenido de la ampolla enel vaso que contena el botiqun para tal efecto y cuidar de que la seora Farraline no loderramase sin querer o, lo que sera peor, no creyese que ya haba tomado la medicina e

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    ingiriese una segunda dosis. Aquello, tal como Oonagh haba sealado, poda resultar graveen extremo, tal vez incluso fatal.-Usted es la encargada de la llave. -Nora cerr el botiqun y le tendi la llave a Hester,atada a tina cinta roja-. Por favor, culguesela del cuello, as no la perder.-Claro. -Hester obedeci y se meti la llave dentro del corpio-. Una idea excelente.

    La enfermera se hallaba sentada de lado en la nica butaca del vestidor; Nora estaba depie junto a los armarios. Las maletas de Mary se hallaban desperdigadas donde la doncellalas haba dejado. Dado que hasta la ltima falda era de un gnero exquisito, media docenade trajes ocupaban un espacio enorme. Una dama, que se vea obligada a cambiarse al menostres veces al da -desde el traje de diario hasta algo apropiado para salir a comer, ms elvestido de tarde, el del t y el de la cena-, no poda viajar con menos de tres maletasgrandes, como mnimo. Ya slo las enaguas, camisolas, lencera, medias y zapatos requeranuna entera.-No tendr que ocuparse de la ropa -le inform Nora con orgullo de propietaria-. Yo mecuidar de eso. Hay una lista donde aparece todo el equipaje detallado, y alguien de la casade la seorita Griselda se encargar de deshacerlo. Bastar con que le haga el tocado a laseora Farraline por la maana. Se puede ocupar de eso?-S, desde luego.-Bien. Pues ya no puedo ensearle nada ms.Un leve ceo ensombreci el rostro de la mujer.-Falta algo? -pregunt Hester.-No, no, nada. -Nora sacudi la cabeza-. Es slo que me gustara que no se fuese. No soypartidaria de los viajes. No veo la necesidad. Ya s que la seorita Griselda se acaba decasar y que est esperando su primer hijo. A la pobre le preocupa que algo salga mal, a

    juzgar por lo mucho que escribe ltimamente, pero hay gente as. Lo ms seguro es quetodo vaya bien y de todas formas la seora no puede hacer nada.

    -Est delicada la seorita Griselda?-Cielos, no, slo le ha dado por preocuparse. Estaba perfectamente hasta que se cas conese seor Murdoch, que se da tantos humos. -Se mordi el labio-. Oh, no debera decir eso.Seguro que es muy buena persona.-S, supongo que s -dijo Hester sin conviccin.Nora la mir con una sonrisa.-Me atrevera a decir que le apetece una taza de t -ofreci-. Son casi las once. Habr algoen el comedor, si quiere.-Gracias. Me parece que aceptar.Sentada a la mesa de roble alargada slo haba una mujer pequea que, por lo que Hestercalcul, deba de andar por los veintitantos. Tena el pelo muy oscuro, tupido y brillante, la

    tez morena, realzada por unos buenos colores, como si acabara de llegar de un paseovivificante. No era el tono de cutis que se llevaba, al menos no en Londres, pero a Hester,acostumbrada a la palidez generalizada, le pareci un cambio agradable. Los rasgos de lamujer eran correctos y a primera vista parecan slo bonitos, pero una observacin msatenta revelaba en ella un aire de inteligencia y determinacin muy personales. Adems,quiz no anduviese por los veintitantos, sino por los treinta.-Buenos das -salud Hester con timidez-. La seora Farraline?La mujer alz la vista como sorprendida de la intromisin, pero en seguida sonri y susemblante cambi por completo.-S. Quin es usted? -No lo dijo molesta sino con curiosidad, como si la aparicin deHester fuera un milagro y una sorpresa deliciosa-. Por favor, sintese.-Hester Latterly. Soy la enfermera que va a acompaar a la seora Mary Farraline aLondres.

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    -Ah, ya. Le apetece un t? O prefiere cacao? Y galletas de avena o de mantequilla?-T, por favor, y las galletas de mantequilla parecen deliciosas -acept Hester mientras sesentaba en la silla de enfrente.La mujer sirvi t y se lo tendi a Hester; a continuacin le ofreci la bandeja con lasgalletas de mantequilla.

    -Mi suegra tiene las suyas en el piso de arriba -sigui diciendo-, y por supuesto todos loshombres se han ido a trabajar. En cuanto a Eilish, an no se ha levantado. Nunca estlevantada a esta hora.-Se encuentra mal?Nada ms decirlo, Hester se dio cuenta de que haba hecho una pregunta indiscreta. Si unmiembro de la familia se quedaba en la cama casi hasta la hora de comer, no era asuntosuyo.-Dios bendito, no! Cielos, no me he presentado. Qu negligencia por mi parte. Soy DeirdraFarraline, la esposa de Alastair. -Mir inquisitivamente a Hester para comprobar si aquellaexplicacin tena sentido para ella y ley en su expresin que saba de quin le hablaba-.Despus est Oonagh -continu-, la seora McIvor, quien le escribi; Kenneth y Eilish, laseora Fyffe, aunque yo nunca pienso en ella como tal, no s por qu; y por ltimo ladyGriselda, que ahora vive en Londres.-Ya veo. Gracias.Hester dio un sorbo al t y mordi una galleta. El sabor superaba incluso al aspecto;cremosa y aterciopelada, se deshaca al contacto con la lengua.-No se preocupe por Eilish -prosigui Deirdra en tono amigable-. Nunca se levanta a unahora decente, pero est perfectamente. Basta mirarla para darse cuenta. Una personaencantadora y la mujer ms adorable de Edimburgo, casi con toda probabilidad, perotambin la ms perezosa. No me interprete mal, la tengo en gran aprecio -aadi alinstante-, pero no niego sus defectos.

    Hester sonri.-Si slo buscsemos la perfeccin, estaramos muy solos.-Coincido plenamente con usted. Haba visitado antes Edimburgo?-No. No, ni siquiera conoca Escocia.-Ah! Siempre ha vivido en Londres?-No, pas algn tiempo en Crimea.-Dios bendito! -Deirdra enarc las cejas-. Oh. Oh, claro. La guerra. S, Oonagh dijo algo decontratar a una enfermera de la seorita Nightingale para acompaar a mi suegra. Noentiendo por qu. Slo hay que darle una dosis de nada de su medicina, no haca falta unaenfermera de guerra para eso! Fue hasta all en barco? Debi de tardar siglos. -Puso malacara y tom otra galleta-. Ojal el hombre pudiera volar. Entonces no habra que rodear

    frica, bastara con atravesar Europa y Asia directamente.-No hace falta rodear frica para llegar a Crimea -observ Hester con delicadeza-. Esten el mar Negro. Atraviesas el Mediterrneo y subes por el estrecho de Bsforo.Deirdra desech el comentario con un gesto de su mano pequea y fuerte.-Pero hay que rodear frica para llegar a la India o a China. Es lo mismo.A Hester no se le ocurri ninguna respuesta apropiada y devolvi la atencin al t.-No encuentra esto terriblemente insulso despus de haber estado en Crimea? -pregunt Deirdra con curiosidad.Hester habra considerado el comentario mera chchara de no haber visto el inters quereflejaba el rostro de Deirdra y la inteligencia que asomaba a sus ojos. Se plante cmoresponder a la pregunta. Las tareas de enfermera a menudo eran aburridas, aunque no sepoda decir lo mismo de los pacientes. Sin duda echaba de menos la sensacin de peligro yreto constantes que la haba acompaado en la guerra de Crimea, y tambin la camaradera;

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    pero, por otra parte, se haba librado del hambre, el fro, el miedo y de unos sentimientosterribles de rabia les apetece malgastar las energas en cosas as, sea cual sea su tipo devida. Era envidia el curioso retintn que adverta en la voz de Oonagh?-Posee usted una sorprendente capacidad de anlisis -observ en voz alta, enfrentndose ala mirada fija de Oonagh-. No creo que nunca me lo haya expresado a m misma con tanto

    acierto. Confieso que en ocasiones me he sentido casi ahogada por la necesidad deobedecer. Me haba acostumbrado a la accin inmediata, aunque slo fuera porque no habanadie a quien recurrir y la urgencia de la situacin no admita la mnima demora.Deirdra la observaba con atencin, el inters plasmado en el rostro y el t olvidado.Oonagh sonri como si, por algn motivo, la respuesta la hubiera complacido.-Debe de haber visto mucha desolacin y cantidades ingentes de dolor -coment-. Porsupuesto, alguien que se dedica a la medicina siempre tendr que enfrentarse a la muerte,pero un hospital no se puede comparar con el campo de batalla. En ese sentido, volver acasa le debi de suponer un alivio. Termina uno por endurecerse al ver tantas muertes?Hester lo pens unos instantes antes de contestar. La mujer no era de las personas quemerecan, ni aceptaban, un comentario trillado o una respuesta poco sincera.-No es que te endurezcas -dijo con ademn pensativo-, pero aprendes a controlar tusemociones, y despus a no hacerles caso. Si les prestases demasiada atencin, acabaraspor sentirte tan desgraciada que dejaras de ser til a los vivos. Aunque la compasin es unsentimiento natural, a una enfermera no le sirve para nada cuando hay tanto trabajoprctico que hacer. Las lgrimas no extraen las balas ni entablillan las extremidades rotas.Una expresin de calma se extendi por la mirada de Oonagh, como si le hubierandespejado una duda irritante. Se levant de la silla, sin terminar el t, y se alis la falda.-Estoy segura de que es usted la persona perfecta para acompaar a madre a Londres. Ellala encontrar muy estimulante y tengo plena confianza en que usted la cuidar de maravilla.Gracias por ser tan franca conmigo, seorita Latterly. Me deja del todo tranquila. -Mir el

    reloj de bolsillo que penda de una cinta en su hombro-. An falta un poco para la comida.Le gustara descansar en la biblioteca? All se est caliente y nadie la molestar, si es quele apetece leer un rato.Mir un instante a Deirdra.-Oh, s. -Deirdra se levant tambin-. Supongo que ser mejor que vaya a repasar lascuentas con el seor Lafferty.-Ya lo he hecho -replic Oonagh al instante-, pero an no he decidido el men de maanacon el cocinero. Podras hacer eso.Si a Deirdra le molestaba que su cuada se apropiase el papel de seora de la casa, laexpresin de su rostro no la delat.-Oh, muchas gracias. Odio los nmeros, son muy aburridos, siempre lo mismo. S, desde

    luego, hablar con el cocinero.Tras decir eso, obsequi a Hester con una sonrisa encantadora y se retir.-S, me gustara mucho leer un rato -acept Hester.No haba sido una invitacin exactamente, pero no tena nada mejor que hacer, as que sedej guiar a una biblioteca muy elegante, forrada de libros por tres lados, la mayoraencuadernados en piel y estampados en oro. Le llam la atencin que varios de los volmenesms bonitos, al igual que muchos de los encuadernados en tela normal, hubieran sidoimpresos por Farraline & Company. Abarcaban gran variedad de temas, tanto histricoscomo de ficcin. Muchos autores conocidos estaban representados, vivos y del pasado.Escogi un libro de poesa, se acomod en uno de los amplios sillones y abri el volumen. Enla sala reinaba un silencio casi absoluto. A travs de la pesada puerta no se filtraban losruidos de la casa; slo se oa el leve crepitar del fuego en el hogar y el choque ocasional deuna rama contra la ventana cuando el viento la empujaba contra el cristal.

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    Perdi la nocin del tiempo y se sobresalt cuando, al alzar la vista, vio a una joven de pieante ella. No haba odo la puerta.-Lo siento, no quera asustarla -se disculp la mujer. Muy esbelta y bastante alta, unoolvidaba su silueta en cuanto reparaba en el rostro. Era una de las personas ms hermosasque Hester haba visto jams, de rasgos graciosos y delicados, aunque llenos de pasin.

    Tena la piel blanca, con el resplandor peculiar de una tez otoal, y el cabello ondulado comoun halo salvaje alrededor de la cabeza, en los tonos variados de las hojas secas-. Laseorita Latterly?-S -respondi Hester, recuperndose de la sorpresa. Dej el libro a un lado.-Soy Eilish Fyffe -se present la joven-. He venido a decirle que la comida est servida. Leapetecer comer con nosotros?-S, por favor.Hester se levant y, al recordar que deba devolver el libro a su lugar, dio media vuelta.Eilish agit la mano con impaciencia.-Oh, djelo. Jeannie lo pondr en su sitio. An no sabe leer, pero encontrar el hueco.-Jeannie?-La doncella.-Ah! Pensaba que era -Hester se interrumpi.Eilish se ech a rer.-Una nia? No Bueno, s. Supongo que s. Slo es una de las criadas. Anda por los quince,eso cree ella. Est aprendiendo a leer.Se encogi de hombros al decirlo, como quitando importancia al tema. A continuacinesboz una sonrisa deslumbrante.-Los nios son Margaret, Catriona, y Robert.-De la seora McIvor?-No, no. Son de Alastair. Es mi hermano mayor, el fiscal.

    Al decirlo, torci un poco el gesto, como si lo hubiera venerado hasta muy recientemente.Hester saba bien cmo se senta la muchacha; le bastaba con pensar en su hermano mayor,Charles, que siempre haba sido una pizca rgido y posea demasiado sentido del ridculo.-Alee y Fergus estn internos en el colegio. Son los hijos de Oonagh y mucho me temo queno tardarn en enviar a Robert tambin.Abri la puerta que daba al vestbulo. No mencion su propia familia y Hester dedujo que nola tena. Quiz an no se hubiese casado.El almuerzo no era una comida formal y, cuando Eilish hizo pasar a Hester al comedor y leseal la silla que le estaba destinada, toda la familia presente en la casa se hallabareunida. Mary Farraline ocupaba la cabecera de la mesa y Oonagh los pies. Enfrente deHester se sentaban Deirdra y un anciano tan parecido al retrato del vestbulo que la

    enfermera se sorprendi a s misma observndolo desconcertada. Sin embargo, slo tenanen comn el colorido y los rasgos: el mismo pelo rubio, que clareaba a pasos agigantados, lapiel blanca, la nariz refinada y la boca sensible. Por dentro el hombre era totalmentedistinto. Tambin sufra heridas en el alma, pero no despert en Hester la sensacin deincertidumbre que le haba dado el retrato; careca de ambigedad. Transmita, eso s, unprofundo dolor, una desdicha interior que lo haba arrollado y a la cual se haba rendidopese a conocer exactamente su origen. Tena los ojos azules y algo hundidos y miraba alfrente sin fijarse en nadie en particular. Se lo presentaron como Hctor Farraline y sereferan a l como el to Hctor.Hester se sent y fue servido el primer plato. La conversacin era agradable y ms o menossuperficial; cumpla su funcin a la perfeccin: crear un clima simptico sin apartar de lacomida la atencin de los comensales. Con discrecin, Hester ech un vistazo a las caras,que tanto tenan en comn y en las cuales las circunstancias y el carcter haban dejado

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    huellas tan distintas. Slo Deirdra y Mary no pertenecan a la familia por nacimiento.Mientras que las mujeres Farraline eran esbeltas, rubias y sobrepasaban en mucho laestatura media, Deirdra era pequea y morena, con tendencia a engordar. Sin embargo, sucara reflejaba una intensa concentracin interna, un aire de emocin controlada que leproporcionaba una calidez ausente en las dems. Responda cuando la cortesa lo requera,

    pero no haca comentarios por propia iniciativa. Al parecer, sus pensamientos la tenanabsorta.Eilish hablaba de vez en cuando, como movida por los buenos modales. En los intervalos, sesuma en meditaciones tambin. Hester se sorprendi mirando una y otra vez a Eilish, quizporque su hermosura atraa la vista, pero tambin porque le pareca distinguir un aire detristeza a travs de la frgil mscara de cortesa e inters.Eran Oonagh y Mary las encargadas de sacar un tema agradable e inofensivo tras otro.-Cunto dura el viaje, madre? -pregunt Deirdra, que se volvi hacia Mary en cuanto fueservido el plato principal.-Unas doce horas -contest Mary-, aunque pasar la mayor parte durmiendo, as que se mehar mucho ms corto. Creo que es un excelente modo de viajar verdad, seorita Latterly?-Desde luego -asinti Hester-. Aunque de camino aqu no vi gran cosa, me imagino que lospaisajes son preciosos, sobre todo en esta poca del ao.-Tendremos que regresar de da en el viaje de regreso -sugiri Mary-. As podr mirar porla ventanilla todo el camino. Si no llueve, ser bonito de verdad.-No s por qu te vas -dijo Hctor Farraline, que hablaba por primera vez. Tena una vozmagnfica, de timbre sonoro, y aunque arrastraba algunas palabras se adivinaba que cuandoestaba sobrio deba de poseer una diccin hermosa, con la cadencia dulce y melodiosa delescocs del norte, no el acento montono de Edimburgo, como Mary.-Griselda la necesita, to Hctor -le explic Oonagh con tono paciente-. Las mujeres,cuando esperan su primer hijo, atraviesan un momento muy delicado. Es frecuente

    encontrarse mal y sentir cierta aprensin.Hctor pareci confundido.-Aprensin? Por qu? No le proporcionarn los mejores cuidados posibles? Pensaba queeran personas acomodadas, una familia de buena posicin social. Eso me dijo el jovenCornial.-De buena posicin social! Los Murdoch? -solt Mary con socarronera, enarcando lasplateadas cejas y con una expresin de sorpresa en el rostro-. No digas tonteras, querido.Son de Glasgow. Nadie digno de tener en cuenta ha odo hablar de ellos jams.-Han odo hablar de ellos en Glasgow -intervino Deirdra al vuelo-. Alastair dice que es unafamilia conocida y desde luego tienen mucho dinero.Eilish sonri a Hctor un instante y en seguida baj los ojos.

    -Madre ha dicho nadie digno de tener en cuenta -dijo con voz queda-. Me parece que esoexcluye a todo Glasgow verdad, madre?Mary se sonroj una pizca, pero no se dej amilanar.-Quiz no a todo, pero s a la mayor parte. Creo que hay unas zonas bastante agradableshacia el norte.-Ya saba yo. -Eilish sonri hacia el plato.Hctor frunci el entrecejo.-Y entonces por qu no viene a casa a tener el nio, donde podemos cuidar de ella? Si enGlasgow no hay nadie digno de tener en cuenta, qu hace en Londres? -Tras aquellamuestra de lgica excntrica se volvi hacia Mary con mirada acuosa y expresinconfundida, a punto de montar en clera-. Deberas quedarte y Griselda debera venir acasa y tener a su hijo en Escocia. A ver por qu ese cmo se llame? -Arrug el rostro-.Cmo se llama? -Mir a Oonagh.

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    -Cornial Murdoch -apunt ella.-S. -l asinti-. Eso es! A ver por qu ese Colin Murdoch?-Cornial, to Hctor.-Qu? -Se haba perdido por completo-. De qu ests hablando? Por qu me interrumpesuna y otra vez y despus repites mis palabras?

    -Tmese un vaso de agua. -Oonagh acompa las palabras con la accin; sirvi un vaso y se lotendi.El hombre hizo caso omiso y volvi a beber vino. No sigui hablando. Hester tuvo la fuerteimpresin de que haba olvidado lo que iba a decir.-Quinlan dice que van a reabrir el caso Galbraith -se atrevi Deirdra a romper el silencio,pero de inmediato su rostro se crisp, como si deseara haber escogido cualquier otro temade conversacin.-Quinlan es el marido de Eilish -explic Oonagh a Hester-, pero l no est relacionado conla ley, as que yo no dara mucho crdito a esa informacin. Estoy segura de que slo es uncotilleo.Hester esperaba que Eilish saliera en defensa de su marido e insistiera en que haba dichola verdad, o en que l no escuchara, y mucho menos repetira, un cotilleo. Sin embargo,guard silencio.Hctor sacudi la cabeza.-A Alastair no le va a hacer ninguna gracia -dijo con aspereza.-Ni a nadie. -Mary pareca disgustada y un ceo surc su frente-. Cre que todo eso habaacabado.-Espero que s -se mostr convencida Oonagh-. No pienses en eso, madre. Slo son ganas dehablar. La cosa se ir olvidando cuando vean que no pasa nada.Mary la mir con gravedad, pero no contest.-Sigo pensando que preferira que no fueras a Londres -insisti Hctor sin dirigirse a nadie

    en particular. Se le vea triste y ofendido, como si el viaje fuese un duro golpe para l.-Slo sern unos das -contest Mary mirndolo con una expresin sorprendentementetierna-. Necesita que la tranquilicen, querido. Est muy preocupada sabes?-No enriendo por qu. -Hctor sacudi la cabeza-. Tonteras. Quines son esos Munro?No la van a cuidar bien? Ese Colin Munro no tiene un mdico?-Murdoch. -Oonagh apret los labios con impaciencia-. Cornial Murdoch. Claro que tiene unmdico, y sin duda comadronas, pero lo que importa es cmo se siente Griselda. Adems,madre slo estar fuera una semana.Hctor se sirvi ms vino y no dijo nada.-Tienen nuevas pruebas en el caso Galbraith? -pregunt Mary a la vez que se volva haciaDeirdra con una arruga en el entrecejo.

    -Alastair no me lo ha comentado -contest Deirdra con expresin sorprendida-, y si lo hahecho no me acuerdo. Cre que haba dicho que cerraron el caso por falta de pruebas.-As es -asegur Oonagh con firmeza-. La gente lo comenta slo porque el procesamiento deGalbraith habra levantado un gran escndalo, siendo quien es. Siempre hay quienes envidiana las personas de su posicin y hablan ms de la cuenta, tengan motivos o no. El pobrehombre ha tenido que marcharse de Edimburgo. Eso debera acabar con las murmuraciones.Mary la mir como si fuera a decir algo. Despus cambi de idea y baj la vista hacia elplato. Nadie volvi a aadir nada. Durante el resto de la comida slo se hicieroncomentarios sueltos y, una vez concluida, Oonagh sugiri que tal vez Hester quisieradescansar unas horas antes de emprender el viaje de vuelta. Si le apeteca, slo tena quesubir la escalera principal y dirigirse al dormitorio que le haban reservado.Hester acept agradecida, y se dispona a subir la escalera cuando se encontr otra vez conHctor Farraline. Parado a medio camino, se apoyaba en el pasamanos con todo su peso, la

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    expresin acongojada y, bajo la tristeza, una profunda ira. Miraba el retrato expuesto en lapared opuesta, al otro lado del vestbulo.Hester se detuvo en la escalera ante l.-Es muy bueno, verdad? -coment como dando por sentado que l opinaba lo mismo.-Bueno? -respondi el hombre con amargura, sin volverse a mirarla-. Oh, s, muy bueno.

    Muy guapo, ese Hamish. Se consideraba un gran tipo. -Su expresin no cambi y l no semovi; se qued aferrado al pasamanos, con el cuerpo medio echado hacia ste.-Quera decir que es un buen retrato -se explic Hester-. No conozco al caballero, porsupuesto, as que no puedo hablar de l.-A Hamish? Mi hermano Hamish. Claro que no. Lleva muerto ocho aos, pero con eseretrato ah colgado no tengo la sensacin de que haya muerto, para nada. Es como sisiguiera con nosotros, momificado. Debera construir una pirmide y plantarla encima de l.Es buena idea. Un milln de toneladas de granito. Como tumba, una montaa! -Muy despacio,se dej caer hasta quedar sentado en el escaln con las piernas extendidas a lo ancho, demodo que le impeda el paso a la mujer. Sonri-. Dos millones! Qu aspecto tiene un millnde toneladas de roca, seorita, seorita?La mir con aquellos ojos grandes y extraviados.-Latterly-apunt ella.l sacudi la cabeza.-Qu dice, muchacha? Lateral? Un milln de toneladas es un milln de toneladas! Delado, de frente, desde cualquier perspectiva!Parpade.-Mi nombre es Hester Latterly -dijo ella despacio.-Cmo est usted? Hctor Farraline.Fue a hacer una reverencia, cay al peldao inferior y choc con los tobillos de ella. Lamujer retrocedi.

    -Cmo est usted, seor Farraline?-Alguna vez ha visto las grandes pirmides de Egipto? -pregunt l con inocencia.-No. Nunca he estado en Egipto.-Debera ir. Es muy interesante. -Asinti varias veces con sendos movimientos de cabeza yella temi que siguiera resbalando.-Lo har, si alguna vez se me presenta la ocasin -le asegur.-Cre que Oonagh haba dicho que haba estado usted all. -Se concentr con todas susfuerzas, arrugando las facciones-. Oonagh nunca se equivoca, nunca. Es una mujersorprendente. Nunca discuta con Oonagh. Lee tus pensamientos como cualquiera leera unlibro.-Pas una temporada en Crimea. -Hester retrocedi otro peldao. No quera que el hombre

    se precipitase sobre ella si volva a perder el equilibrio, peligro que pareca inminente.-Crimea? Por qu?-La guerra.-Oh.-Estaba pensando -Iba a preguntarle que si le dejaba pasar, cuando oy a su espalda lospasos discretos de McTeer, el mayordomo.-Y por qu fue a la guerra? -Hctor no quera renunciar al misterio-. Es usted una mujer.No puede luchar!Se ech a rer, como si la idea le divirtiese.-Vamos, seor Farraline -dijo McTeer con firmeza-. Suba a su dormitorio y tindase unrato. No se puede pasar toda la tarde ah sentado. La gente tiene que pasar.Hctor lo ahuyent con impaciencia.

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    -Lrguese, hombre. Tiene cara de presidir el duelo en un funeral. No tendra peor aspectosi se tratara del suyo.-Lo siento, seorita. -McTeer mir a Hester consternado-. Es un poco fastidioso, peroinofensivo. No la molestar, salvo por el parloteo. -Agarr a Hctor por debajo de losbrazos y tir de l para incorporarlo-. Venga, no querr que la seora Mary le vea

    comportndose como un tonto, verdad?La mencin del nombre de Mary tuvo un efecto inmediato sobre Hctor. Lanz otra miradade odio al retrato y dej que McTeer lo ayudase a ponerse de pie. Juntos, remontaron laescalera lentamente y Hester pudo seguirlos sin hallar ms obstculos.Hester se durmi, aunque no tena intencin de hacerlo, y al despertar sobresaltadadescubri que era hora de prepararse para una cena temprana y de dejar la bolsa de viajeen el vestbulo, junto con la capa, listas para la partida.La cena estaba servida en el comedor, pero en aquella ocasin haban puesto la mesa paradiez y Alastair Farraline ocupaba la cabecera. Era un hombre de porte imponente y Hesterlo identific al instante porque el parecido familiar resultaba extraordinario. Tena elmismo rostro alargado e idntico pelo rubio con unas entradas considerables, la nariz larga,muy aquilina, y la boca grande. Su estructura sea recordaba ms a la de Mary que a la deltipo del retrato, y al hablar revel una voz profunda y sonora, su rasgo ms llamativo.-Cmo est usted, seorita Latterly? Por favor, sintese. -Seal la silla que quedabavaca-. Estoy encantado de que haya aceptado acompaar a madre a Londres. Todos nossentiremos ms tranquilos en lo que concierne a su bienestar.-Gracias, seor Farraline. Har lo que est en mi mano por asegurarme de que tenga unviaje agradable.Se sent y sonri al resto de los comensales. Mary ocupaba los pies de la mesa. A suizquierda haba un hombre que deba de andar por los cuarenta, tan distinto a los Farralinecomo Deirdra. Tena un crneo considerable y una mata de cabello espeso le cubra la

    cabeza con una onda apenas insinuada. Sus ojos asomaban bajo unas cejas prominentes yoscuras, la nariz era grande y recta y la boca revelaba tanta pasin como fuerza devoluntad. Era un rostro interesante, distinto a cualquier otro que Hester pudiera recordar.Mary se percat de que lo estaba mirando. Se lo present con una sonrisa cariosa.-Mi yerno, Baird McIvor. -A continuacin se volvi hacia el hombre ms joven, que estabasentado a su derecha, ms all de Oonagh. Obviamente, aquel era un miembro de la familia;el colorido era el mismo, el rostro posea igual ambigedad y dejaba traslucir idnticossentidos del humor y vulnerabilidad-. Mi hijo Kenneth. Y mi otro yerno, Quinlan Fyffe.Mir al frente, hacia el ltimo que le haban presentado. Aqul tambin era rubio, perotena el pelo blondo, casi de color plata, y llevaba los ricillos cortados muy cortos. De caraalargada, la boca pequea y bien dibujada, destacaba la nariz muy recta y un poco grande

    para el conjunto. Era un rostro inteligente y meticuloso, el de un hombre que oculta tantocomo dice.-Encantada -dijo Hester con cortesa.Todos contestaron y se inici una conversacin forzada e intermitente mientras les servanel primer plato. Le preguntaron por su viaje desde Londres y ella contest que haba sidoexcelente y les agradeci su inters.Alastair frunci el entrecejo y mir a su hermano pequeo, que pareca tener mucha prisaen acabar el plato.-Hay mucho tiempo, Kenneth. El tren no sale hasta las nueve y cuarto.Kenneth sigui comiendo y no se volvi para mirar a Alastair.-No voy a ir a la estacin. Me despedir de mi madre aqu.Hubo un momento de silencio. Oonagh tambin dej de comer y volvi la vista hacia l.-Voy a salir -aclar Kenneth en un tono algo desafiante.

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    Alastair no se dio por satisfecho.-Adonde vas? Cmo es que cenas aqu y no puedes ir a la estacin con nosotros paradespedirte de madre?-Qu ms da que me despida de ella aqu o en la estacin? -pregunt el otro-. Si ceno aques para despedirme de ella cuando se vaya y no antes de cenar. -Sonri como si su

    respuesta no admitiera discusin.Alastair torci el gesto, pero no dijo nada ms. Kenneth sigui engullendo a toda prisa.Les sirvieron el segundo plato y, mientras coman, Hester estudi los rostros condiscrecin. Saltaba a la vista que Kenneth estaba pensando en su cita, fuera cual fuese. Sinmirar a derecha ni a izquierda, dio cuenta del plato. Despus se qued sentado conmanifiesta expresin de impaciencia mientras aguardaba a que la criada lo retirara ysirviese el siguiente. En dos ocasiones alz la vista de repente como si fuese a hablar, yHester adivin que, de haberse atrevido, habra pedido que le sirvieran su parte porseparado, antes que a los dems.Hctor comi muy poco, pero vaci dos veces la copa de vino. Antes de llenrsela portercera vez, McTeer mir a Oonagh a los ojos. Esta sacudi la cabeza con un movimientocasi imperceptible, gesto que Hester sorprendi slo porque la estaba mirandodirectamente. McTeer retir la botella y Hctor no dijo nada.Deirdra mencion una cena importante que se iba a celebrar y a la que deseaba asistir.-Para la cual, sin duda, necesitars un vestido nuevo -dijo Alastair con irona.-Sera de agradecer. -Deirdra asinti-. Slo intento hacerte quedar bien, querido. Noquerrs que la gente piense que la esposa del fiscal se hace arreglar los vestidos de unafiesta a otra.-Es poco probable -coment Quinlan con una sonrisa-. Has estrenado por lo menos seisvestidos este ao, que yo sepa.Sin embargo, no lo dijo con reproche, slo pareca divertido.

    -Como esposa del fiscal, asiste a muchos ms acontecimientos sociales que la mayora denosotros -argument Mary para quitar hierro al tema. A continuacin aadi entre dientes-:Gracias a Dios.Baird McIvor la mir sonriendo.-No le gustan las cenas oficiales, madre?Lo pregunt como si ya conociese la respuesta. En su semblante moreno se trasluca risa altiempo que un gran cario.-No -reconoci ella, con los ojos brillantes-. Detesto aguantar a un grupo de gente dndoseaires, sentados alrededor de una mesa y comiendo con modales exquisitos, opinando consolemnidad de todo y de todos. A menudo tengo la sensacin de que si descubriesen aalguien gastando una broma lo multaran de inmediato y despus le pediran que se fuese.

    -Exagera, madre. -Alastair sacudi la cabeza-. El juez Campbell es un poco seco, su mujer,bastante engreda y el juez Ross tiende a quedarse dormido, pero la mayora de ellos noest mal.-La seora Campbell? -Mary enarc las cejas plateadas y adopt una expresin altiva-.Jams en toda mi vida haba odo nada semejante! -exclam en un tono muy afectado-.Cuando yo era pequea, nosotros jamsEilish solt una risilla y mir a Hester. Al parecer, se trataba de una broma familiar.-Cuando ella era pequea, su abuelo venda pescado en los muelles Leith y su madre hacarecados para el viejo McVeigh -dijo Hctor con una mueca.-No! -Oonagh no daba crdito a sus odos-. La seora Campbell?-S Jeannie Robertson, se llamaba entonces -le asegur Hctor-. Una nia con trenzasmorenas hasta media espalda y agujeros en las botas.Deirdra lo mir con inters renovado.

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    -Lo recordar la prxima vez que me mire de arriba abajo con desdn.-El viejo se ahog -continu Hctor, disfrutando del protagonismo-. Tom una copita dems y cay de los muelles una noche de diciembre. El veintisiete, creo que fue. S, milochocientos veintisiete.La impaciencia de Kenneth pudo al fin con sus miramientos y pidi a McTeer que le trajera

    el postre antes que a los dems. Mary frunci el entrecejo. Alastair abri la boca comopara decir algo, pero advirti que su madre lo miraba y cambi de idea.Oonagh coment algo sobre una obra que se estaba representando en la ciudad. Quinlan ledio la razn y Baird lo contradijo de inmediato. El tema era de lo ms trivial, y sin embargoa Hester le sorprendi advertir en el tono de ambos una animosidad de ndole personal,como si estuvieran discutiendo algo de gran importancia. Mir el rostro de Quinlan y vio quesu mirada se endureca y que apretaba los labios al tiempo que apartaba la vista. Frente al, Baird se sumi en sus pensamientos con expresin contrariada y los puos apretados. Sedira que en su interior albergaba un intenso dolor.Eilish no miraba a nadie. Tena la vista fija en el plato, el tenedor a un lado, la comidaolvidada.Nadie dio muestras de advertir nada fuera de lo normal.Mary se volvi hacia Alastair.-Deirdra dice que van a reabrir el caso Galbraith. Es verdad?Alastair levant la cabeza muy despacio, adoptando una expresin tensa y recelosa.-Rumores -solt entre dientes. Mir a su mujer, que estaba sentada al otro lado de la mesa-Si repites esas cosas contribuyes a que las personas ignorantes se pongan a especular, loque puede arruinar una reputacin. Lamento que no pienses un poco las cosas antes dehablar.Mary puso mala cara al or la afrenta, pero no dijo nada.Las mejillas de Deirdra se rieron de rojo y tens los msculos de la garganta.

    -No lo he comentado con nadie, slo con los presentes -dijo airada-. No creo que la seoritaLatterly vaya corriendo a contrselo a nadie de Londres. Jams han odo hablar deGalbraith! De todas formas, es verdad? Van a reabrirlo?-No, claro que no -respondi Alastair, enfadado-. No hay pruebas. En caso contrario, nuncalo habra desestimado.-No hay nuevas pruebas? -insisti Mary.-No hay ninguna clase de pruebas, ni viejas ni nuevas -contest Alastair con tono tajante ymirndola directamente a los ojos.Kenneth se levant de la mesa.-Disculpad. Tengo que irme o llegar tarde. -Se inclin y dio a su madre un beso superficialen la mejilla-. Buen viaje, madre. Dele un beso a Griselda de mi parte. Ir a buscarla a la

    estacin a su regreso. -Mir a Hester-. Adis, seorita Latterly, me alegro de haberlaconocido y de que madre se encuentre en tan buenas manos. Buenas noches.Con un gesto de despedida, sali de la habitacin y cerr la puerta.-Adonde va? -quiso saber Alastair, irritado. Pase la mirada por los comensales-.Oonagh?-No tengo ni idea -repuso sta.-A ver a una mujer, supongo -sugiri Quinlan con una sonrisa bailando en la comisura de suslabios-. Sera lo normal.-Y por qu no sabemos nada de ella? -pregunt Alastair-. Si la est cortejando,deberamos saber quin es! -Fulmin a su cuado con la mirada-. T lo sabes, Quin?Quinlan abri mucho los ojos, sorprendido.-No. Claro que no! Slo es una conjetura basada en la lgica. Quiz me equivoque. Puede quehaya ido a jugar, o al teatro.

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    -Es tarde para ir al teatro -apunt Baird al vuelo.-Ha dicho que llegaba tarde! -se justific Quinlan.-No. Ha dicho que llegara tarde si esperaba a que acabsemos todos -lo contradijo Baird.-Slo pasan unos diez minutos de las ocho -terci Oonagh-. Quiz vaya a un teatro de aqucerca.

    -Solo? -dijo Alastair con tono de desconfianza.-A lo mejor ha quedado con alguien all. De verdad, tan importante es? -medi Eilish-. Siestuviese cortejando a alguien, nos lo habra dicho, siempre que estuviera haciendoavances-Quiero saber quin es antes de que haga ningn avance! -Alastair le lanz una miradaasesina-. Para entonces sera demasiado tarde!-No te enfades por algo que an no ha sucedido -dijo Mary con determinacin-. AhoraMcTeer, traiga el postre y acabemos la comida en paz antes de que la seorita Latterly y

    yo salgamos hacia la estacin. Hace una noche estupenda y vamos a tener un viaje muyagradable. Hctor, querido, me hars el favor de pasarme la crema? Estoy segura de queme apetecer crema con el postre, sea cual sea.Con una sonrisa, Hctor la complaci y el resto de la cena transcurri entre charlaintrascendente. Al fin lleg el momento de levantarse, pronunciar las despedidas, tomar losabrigos y el equipaje y dirigirse al carruaje que aguardaba.

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    -Vamos, madre. -Alastair tom a Mary del brazo y la gui entre el gento hacia el tren condestino a Londres, enorme y reluciente en el andn, las puertas con sus bonitos pomos delatn abiertas, los vagones brillantes descollando ante ellos conforme se aproximaban. Lamquina solt otro chorro de vapor-. No se preocupe, an tenemos media hora -dijoAlastair de inmediato-. Dnde est Oonagh?

    -Ha ido a ver si el tren saldr puntual, creo -respondi Deirdra a la vez que se arrimaba unpoco a l para ceder el paso a un mozo que empujaba un carro cargado con cinco maletas.-Buenas, seorita. -El mozo hizo ademn de llevarse la mano a la gorra-. Buenas, seor,seora.-Buenas -contestaron con aire ausente.Daban por supuesta la deferencia, pero aun as la experimentaban como una intromisin ensu intimidad familiar. Hctor estaba de pie con el cuello del abrigo subido, acusando el fro,la mirada fija en la cara de Mary, aunque ella estaba medio vuelta hacia el otro lado. Eilishcaminaba hacia la puerta abierta del vagn, muerta de curiosidad. Baird vigilaba las tresmaletas de Mary y Quinlan trasladaba el peso de un pie al otro, como si estuvieraimpaciente por acabar con todo aquello.

    Oonagh volvi, titube un instante mirando a Alastair y a su madre alternativamente y, acontinuacin, como si acabara de decidirse, tom a Mary del brazo y juntas avanzaron porel andn hasta llegar al vagn donde la anciana tena hecha la reserva. Hester las sigui a unpar de metros de distancia. Mary slo estara ausente una semana, pero incluso asresultaba inoportuno que una extraa, una empleada, hiciera notar su presencia. Susdeberes no haban empezado.Por dentro, el coche era totalmente distinto al vagn de segunda clase en el que Hesterhaba viajado a la ida. No se trataba de un gran espacio con asientos duros y rectos, sino deuna serie de compartimientos separados, cada uno con dos asientos individuales, mullidos yenfrentados, en los cuales cabran con comodidad tres personas sentadas o, maravillosaidea, una persona acurrucada, con los pies encogidos bajo las faldas, durmiendo con ciertacomodidad. Al parecer viajaran solas, a salvo de las intromisiones, pues al echar un vistazodescubri que el compartimiento estaba reservado para la seora Mary Farraline y

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    compaa. Hester ya se estaba animando. Aquella noche iba a ser muy distinta del largo yagotador trayecto de ida, durante el cual haba dormitado poco y mal. Se sorprendi a smisma sonriendo ante la perspectiva del viaje.Mary, al entrar, se limit a echar una ojeada a su alrededor. Era de suponer que ya habaviajado en vagones de primera clase y aqul no despertaba en ella un especial inters.

    -El equipaje est en el furgn de equipajes -inform Baird desde la entrada, mirando aMary a los ojos, algo que no sola hacer cuando se diriga a otras personas-. Se lodescargarn en Londres. Puede olvidarse de l hasta entonces.Coloc un pequeo neceser y el botiqun en la rejilla portaequipajes.Alastair le lanz una mirada irritada, pero despus decidi no molestarse en hablar, como sitodo estuviera dicho ya y no sirviese de nada; o quiz considerando que no vala la penarepetirlo en aquellas circunstancias. Tena toda la atencin puesta en su madre. Parecapreocupado y de mal humor.-Creo que lleva todo lo que necesita, madre. Espero que el viaje se desarrolle sin incidentes.-No mir a Hester, pero era obvio a qu se refera. Hizo ademn de besar a Mary en lamejilla y despus pareci cambiar de idea y se incorpor-. Griselda ir a buscarla, porsupuesto.-Cuando vuelva estaremos aqu esperndola, madre -dijo Eilish con una sonrisa ligera.-Lo dudo, querida. -La expresin de Quinlan delataba a las claras sus sentimientos-. Llegara las ocho y media de la maana. Cundo te has levantado a esa hora?-Me levantar si alguien me despierta -se defendi Eilish.Baird abri la boca y volvi a cerrarla sin hablar.Oonagh frunci el entrecejo.-Claro que s, si te esfuerzas un poco. -Se volvi hacia Mary-. Bueno, madre, lleva todo lonecesario? Hay calientapis aqu?Mir al suelo y Hester la imit. Calentadores de pies. Qu idea tan maravillosa. En el viaje

    de ida, los pies se le quedaron tan helados que casi dej de notarlos.-Los he pedido -se extra Quinlan con las cejas enarcadas-. Deberan estar.-Aqu est -anunci Oonagh a la vez que se agachaba para sacar una gran botella de piedra.Estaba llena de agua caliente y tambin de un producto qumico que al parecer, cuando seagitaba la botella con fuerza, devolva al lquido algo del calor perdido durante la noche-.Aqu tiene, madre, es cmodo y caliente. Coloque los pies encima. Dnde est la manta deviaje, Baird?Obediente, el otro se la tendi. Ella envolvi a Mary con la prenda. Dej una segunda en elotro asiento. Nadie haca mucho caso de Hester; al parecer, no esperaban que empezase atrabajar hasta despus de la partida del tren. La enfermera coloc su maleta donde noestorbase, se sent en el asiento de enfrente y aguard.

    Uno por uno, todos se fueron despidiendo y se alejaron por el pasillo. Oonagh fue la ltimaen abandonar el compartimiento.-Adis, madre -dijo en voz baja-. Yo me ocupar de todo mientras est fuera, y lo har talcomo lo hara usted.-Qu cosas ms raras dices, querida. -Mary sonri divertida-. Pero si ya te ocupas de todoen casa. Ahora que lo pienso, creo que llevas hacindolo bastante tiempo. Y, te lo aseguro,nunca se me ha pasado por la cabeza preocuparme.Oonagh la bes muy superficialmente y despus dirigi a Hester una mirada serena ydirecta.-Adis, seorita Latterly.Acto seguido, se march.Mary se acomod en el asiento en una postura algo ms relajada. Como es natural, ibasentada de cara a la mquina y sera Hester quien viajara de espaldas todo el camino.

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    Asom una mueca al rostro de Mary, como si sus ltimas palabras no hubieran sido del todociertas.-Est preocupada? -dijo Hester al instante, mientras se preguntaba si poda hacer algopor tranquilizarla. Mary Farraline no slo era su paciente, tambin le inspiraba una simpatanatural.

    Mary se encogi de hombros con un movimiento casi imperceptible.-Oh, no, en realidad no. No se me ocurre ningn motivo sensato de preocupacin. No tienefro, querida? Por favor, use la otra manta. -Seal hacia donde Oonagh la haba dejado-. Lahan trado para usted. La verdad, tendran que habernos dado un calientapis para cadauna. -Chasc la lengua entre los dientes, con enfado-. Estoy segura de que ste bastarpara las dos. Por favor Pngase justo enfrente de m y apoye los pies en la otra mitad. Nodiscuta conmigo. No puedo estar cmoda si s que usted va ah temblando. He tomadotrenes en la estacin de Edimburgo con suficiente frecuencia para conocer bien susincomodidades.-Ha viajado mucho? -pregunt Hester a la vez que se mova para sentarse donde Mary lehaba indicado y hallaba alivio para sus pies, ya helados, en el calentador.Fuera del compartimiento, las puertas se estaban cerrando y el mozo gritaba algo, aunquesu voz se perdi cuando la mquina escupi vapor con un siseo. El tren traquete y ech aandar con un tirn; a continuacin fue ganando velocidad muy despacio y por finabandonaron la bveda de la estacin para salir a la oscuridad del campo.-Antes s -contest Mary con expresin nostlgica-. A todo tipo de lugares: Londres, Pars,Bruselas, Roma. Incluso fui a Npoles en una ocasin, y a Venecia. Italia es muy hermosa. -Sonri y el recuerdo le ilumin el rostro-. Todo el mundo debera ir al menos una vez en lavida. A ser posible alrededor de los treinta. Entonces uno es lo bastante adulto para darsecuenta de las maravillas que est viendo, para experimentar el pasado que lo rodea y que dapeso al presente; y, sin embargo, es an tan joven como para que el sabor enriquezca la

    mayor parte de su vida. -El tren dio una fuerte sacudida y prosigui la marcha a msvelocidad-. Es una pena que la vida te ofrezca sus milagros cuando an eres demasiadojoven y vas demasiado atolondrado para reparar en ellos. Es terrible darse cuenta tarde delo que uno tiene.Hester estaba considerando el peso de aquella reflexin con tanto inters que no contest.-Pero usted tambin ha viajado -sigui Mary, posando sus ojos brillantes en el rostro deHester-. Y en unas circunstancias mucho ms interesantes que las mas, al menos en sumayor parte. Oonagh me ha dicho que estuvo usted en Crimea. Si los recuerdos no le causandemasiado dolor, estara encantada de escuchar sus experiencias. Lo reconozco, ardo endeseos de hacerle preguntas. Ya s que se considera impropio y estoy segura de que es demala educacin curiosear, pero soy vieja y no me preocupan los convencionalismos.

    Hester encontraba las preguntas de muchas personas mal planteadas y basadas enprejuicios nacidos en la paz y la ignorancia de Inglaterra, donde la gran mayora slo sabalo que decan los peridicos. Aunque aquellas informaciones aumentaban los conocimientosde la gente y sus posibilidades de hacer crticas y plantear dudas, seguan careciendo de lapasin y el horror que acompaaban a la realidad.-Le he despertado recuerdos dolorosos? -dijo Mary de inmediato, en tono dearrepentimiento.-No, en absoluto -neg Hester, ms por cortesa que atenindose a la estricta verdad. Susrecuerdos eran claros y complejos, pero casi nunca se sorprenda a s misma anhelandoescapar de ellos-. Me temo que puedan resultar aburridos para la gente porque algunos meafectan tanto que tiendo a repetirme acerca de las injusticias y omito los detalles queharan el relato ms interesante.

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    -No me interesa nada un relato ponderado e imparcial. Eso puedo leerlo en cualquier diario.-Mary sacudi la cabeza con fuerza-. Cunteme lo que sinti. Qu le sorprendi ms? Quera lo mejor y qu era lo peor? -Hizo un gesto de rechazo con la mano-. No me refiero alsufrimiento de los hombres, lo doy por supuesto. Me refiero a usted.El tren avanzaba a un ritmo constante, de regularidad casi relajante.

    -Las ratas -contest Hester sin dudarlo-. El sonido de las ratas al caer de las paredes alsuelo; eso y el fro del despertar. -El recuerdo, al expresarlo, fue tan vivido que emborronel presente y casi dej de notar la clida manta que la envolva-. No era tan terrible una vezestabas levantada y en danza, concentrada en el trabajo; pero desvelarte en mitad de lanoche, cuando haca demasiado fro para volver a dormir, por muy cansada que estuvierasse es el recuerdo que ms a menudo me asalta. -Sonri-. Despertarme caliente,arrebujarme con las mantas y or el sonido de la lluvia en el exterior, sabiendo que no hayningn otro ser vivo en la habitacin, slo yo Eso es una maravilla.Mary ri con unas carcajadas sonoras de puro regocijo.-Qu facultad tan sorprendente es la memoria. Las cosas ms peregrinas nos traen a lamemoria pocas y lugares que dbamos por perdidos en el pasado. -Se arrellan en elasiento, con la cara relajada y la mirada extraviada en sus recuerdos-. Sabe?, nac un aodespus de la cada de la Bastilla-La cada de la Bastilla? -pregunt Hester, desorientada.Mary no la mir, sino que sigui contemplando la sbita imagen que, al parecer, su mentehaba evocado con gran nitidez.-La Revolucin francesa, Luis XVI, Mara Antonieta, Robespierre-Ah! S, claro.Pero Mary segua perdida en sus memorias.-A esa poca me refiero. El Emperador tena subyugada a Europa. -Baj la voz con respeto,tanto que el traqueteo de las ruedas contra las traviesas casi la ahogaba-. Estaba en el

    canal, a treinta kilmetros de Inglaterra; y slo la Armada se interpona entre susejrcitos e Inglaterra y despus Escocia, claro. -La sonrisa de sus labios se hizo msamplia y, pese a las arrugas que le surcaban el rostro y al cabello plateado, Mary desprendaun resplandor y un aire de inocencia infinitos, como si los aos transcurridos hubiesendesaparecido y fuese una joven capturada por un instante en el cuerpo de una anciana-.Recuerdo cmo nos sentamos. Esperbamos la invasin en cualquier momento. Los ojos detodo el mundo estaban vueltos hacia el este. Haba vigas en lo alto de los riscos yalmenaras listas para ser incendiadas en cuando el primer francs pisara la orilla. A lo largode toda la costa, hombres, mujeres y nios observaban y aguardaban con armas caseras alalcance de la mano. Habramos luchado hasta que el ltimo de nosotros hubiera cado antesde permitirles que nos conquistasen.

    Hester se mantuvo en silencio. Para ella, Inglaterra haba sido un lugar seguro durante todasu vida. Poda imaginar cmo se hubiera sentido de haber abrigado el temor a que unossoldados extranjeros marchasen por las calles quemando casas y arrasando campos ygranjas, pero slo era una conjetura, no se poda equiparar a la realidad. Incluso en lospeores das de Crimea, cuando el ejrcito aliado iba perdiendo, siempre supo que enInglaterra reinaba la paz, que era un lugar inexpugnable y, salvo por algunos disgustoscaseros, tranquilo.-Los peridicos publicaban terribles caricaturas suyas. -La sonrisa de Mary se ensanch uninstante y despus desapareci de repente. Se estremeci y mir a Hester a los ojos-.Cuando los nios se portaban mal, las madres los amenazaban diciendo que vendra Bony yse los llevara. Contaban que coma nios pequeos y en algunos dibujos apareca con unaboca enorme, un tenedor y un cuchillo en las manos y Europa en un plato.

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    El tren redujo la marcha considerablemente al remontar una cuesta empinada. Una voz dehombre grit algo ininteligible. Son un silbato.-Y despus, cuando tuve mis propios hijos en Edimburgo -continu Mary-, la gente asustabaa los nios desobedientes con historias de Burke y Hare. Qu curioso, verdad?, ahoraparece mucho ms siniestro. Dos irlandeses, que empiezan vendiendo cadveres a un mdico

    para que ensee anatoma a sus alumnos, pasan a mayores saqueando tumbas y acabanasesinando.El tren volvi a ganar velocidad. La anciana mir a Hester con curiosidad.-Por qu el asesinato para diseccionar cadveres resulta ms escalofriante que elasesinato por robo? Despus de que todo saliera a la luz, en 1829, y Burke fuera ahorcadoSabe que a Hare no lo colgaron? Por lo que yo s, sigue vivo. -Se estremeci-. En fin, comoiba diciendo, recuerdo que poco despus una de nuestras doncellas desapareci sin decirnada. Nunca supimos adonde haba ido (lo ms probable es que se fugase con algn hombre),pero como es natural los otros sirvientes dijeron que Burke y Hare la haban capturado yque estaba cortada en trocitos en alguna parte!Se arrebuj con el chal, aunque en el coche no haca ms fro que antes y seguan con lospies apoyados en el calentador y envueltas en la manta.-Alastair andaba por los doce entonces. -Se mordi el labio-. Oonagh tena siete, una edadsuficiente para or las historias y comprender el terror que inspiraban. Una noche deinvierno, a una hora avanzada, se desat una tormenta terrible. O un trueno y me levantpara comprobar si todo iba bien. Los encontr a los dos en la habitacin de Oonagh,sentados en la cama, acurrucados bajo la manta con una vela encendida. Comprend lo queocurra. Alastair haba tenido una pesadilla. Le pasaba a veces. Se fue a la habitacin deOonagh con la excusa de comprobar si ella estaba bien, pero en realidad para que loconsolara. Oonagh tambin estaba asustada; an puedo ver su rostro, la piel blanca, los ojosabiertos con desmesura. Le explicaba a Alastair que haban ahorcado a Burke, que estaba

    muerto y nunca despertara. -Solt una carcajada spera-. Estaba completamente segura;lo describi con todo detalle.Hester se imagin la escena. Dos nios sentados juntos, ambos aparentando tranquilizarsemutuamente y contndose en susurros horrores sobre ladrones de cadveres, resucitados,asesinos furtivos en callejones oscuros y la mesa ensangrentada del disector. Losrecuerdos as calan hondo, quiz bajo la superficie de la conciencia, pero compartir ese tipode cosas forja una confianza que excluye a los que llegan ms tarde. Ella no haba vividomomentos as con su hermano mayor, Charles. l siempre tenda a mantener las distancias,incluso desde la poca ms temprana que ella alcanzaba a recordar. Fue con James conquien comparti aventuras y secretos, pero haba muerto en Crimea.-Lo siento -se disculp Mary con voz queda, y las palabras se abrieron paso entre los

    pensamientos de Hester-. He dicho algo que la ha apenado.No era una pregunta, sino una observacin.Hester se sobresalt. No haba pensado que Mary prestase mucha atencin a su persona,aparte de la circunstancial, y desde luego no la suficiente para reparar en su sentimientos.-Quiz abordar el tema de los resucitados no ha sido lo ms afortunado -dijo Mary conarrepentimiento.-En absoluto -le asegur Hester-. Estaba pensando en los dos nios juntos y recordaba a mihermano pequeo. Mi hermano mayor siempre ha sido algo presuntuoso, pero James eradivertido.-Habla de l en pasado. Ha fallecido? -La voz de Mary adopt un sbito tono amable,como si, a su pesar, supiera bien lo que era el dolor.-S, en la guerra de Crimea.

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    -Lo lamento mucho. Sera una tontera decir que s cmo se siente, pero me hago una idea.Mataron a un hermano mo en Waterloo. -Pronunci la palabra con deferencia, como siposeyera cierto carcter mstico.Para muchas personas de la edad de Hester, aquella actitud habra resultadoincomprensible, pero ella haba odo hablar a demasiados soldados de aquel combate como

    para que no la recorriese un estremecimiento. Fue la mayor batalla campal de Europa, elocaso de un imperio, el final de los sueos, el principio de la edad moderna. Hombres detodas las nacionalidades se dejaron la piel luchando, tanto que los campos quedaronsembrados de muertos y heridos; como dijera lord Byron, los ejrcitos de Europaamalgamados en un cementerio rojo.Alz la vista y sonri a Mary para hacerle ver que comprenda, al menos en parte, lamagnitud de sus palabras.-Entonces, yo estaba en Bruselas -record Mary torciendo el gesto-. Mi marido formabaparte del ejrcito, era comandante de los Royal Scots GreysHester no oy el resto. El traqueteo de las ruedas del tren sobre las vas ahogaba algunaque otra palabra, y ella tena el pensamiento puesto en el hombre del retrato, la onda depelo rubio y aquel rostro sensible que transmita un aire tan ambiguo de poder yvulnerabilidad al mismo tiempo. No costaba imaginarlo, alto, erguido, elegante y fiero con suuniforme, bailando toda la noche en algn saln de Bruselas, consciente todo el tiempo deque por la maana tendra que cabalgar hacia una batalla donde se decidira el auge o lacada de naciones enteras y de la cual miles de hombres no volveran y otros tantosregresaran a casa ciegos o lisiados. A continuacin record un cuadro donde aparecarepresentada la carga de los Royal Scots Greys en Waterloo, la luz reflejada en loscaballos blancos que corcoveaban en plena batalla campal, las crines al viento, y los jinetesvestidos de escarlata echados hacia delante mientras el polvo y el humo de las armasoscurecan el fondo de la escena.

    -Debi de ser un hombre estupendo -dijo en un impulso.Mary pareci sorprendida.-Hamish? -Suspir con suavidad-. Oh, s, s que lo era. Me parece otro mundo; hace tantotiempo de lo de Waterloo Llevaba aos sin pensar en ello.-Sali indemne de la batalla? -A Hester no le dio apuro preguntarlo porque saba que elhombre llevaba muerto slo ocho aos, y haban transcurrido cuarenta y dos desdeWaterloo.-Se hizo unos cuantos cortes y contusiones, pero nada que se pudiera llamar herida -contest Mary-. Hctor acab con una bala de mosquete en el hombro y un corte de sableen la pierna, pero se cur en seguida.-Hctor?

    Por qu le sorprenda tanto? Cuarenta y dos aos antes, Hctor Farraline deba de ser unhombre muy distinto del borrachn al que haba conocido.Mary tena la mirada perdida, triste, tierna y plagada de recuerdos.-Oh, s, Hctor era capitn. Era mejor soldado que Hamish, pero, al ser el hermano menor,su padre le compr un rango inferior. No posea la elegancia de su hermano, ni su encanto, ycuando todo termin fue Hamish quien destac por su iniciativa y ambicin. l puso enmarcha la imprenta Farraline.Estaba de ms aadir que el mayor hered todo el dinero de la familia. Todo el mundo losaba.-Su prdida debi de afectarles mucho.La luz se extingui en el rostro de Mary, que adopt una expresin formal, como siestuviera considerando el modo de recibir el psame.

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    -S, por supuesto. Gracias por decirlo. -Se irgui ms en el asiento-. Pero ya hemos habladodemasiado de los viejos tiempos. Me gustara or ms cosas de sus experiencias. Lleg aconocer a la seorita Nightingale? Una lee tanto sobre ella hoy en da Se lo prometo, sedira que en ciertos crculos se la reverencia an ms que a la propia Reina. Realmente estan extraordinaria como dicen?

    Hester se pas casi media hora rememorando sus experiencias con tanta exactitud como lefue posible. Habl del dolor y de las prdidas, de la necedad y el miedo constante, del frocortante en invierno y del hambre y el cansancio durante el asedio. Mary escuchaba conatencin, interrumpindola slo para pedir ms detalles, limitndose a asentir a menudo.Hester le describi el calor y la intensidad del verano, las barcas blancas de la baha, laelegancia de los oficiales y de sus esposas, los galones dorados al sol, el aburrimiento, lacamaradera, las risas y las veces que no se atreva a llorar por miedo a no poder parar yanunca. Despus, a peticin de Mary, apurando la memoria y entre carcajadas y ancdotas, lehabl de personas concretas a las que haba admirado o despreciado, amado u odiado, ytodo el tiempo Mary escuch con la mayor atencin, con sus ojos claros fijos en el rostrode Hester. Entre tanto, el tren traqueteaba y daba sacudidas, reduca la marcha a causa dealguna pendiente y volva a ganar velocidad. Estaban completamente aisladas en un mundoconstituido por la luz de las lmparas, los sonidos metlicos y los vaivenes a travs de laoscuridad, los campos invisibles al otro lado de las ventanillas. Viajaban abrigadas por lasmantas, con los pies casi en contacto sobre el calentador de piedra.En una ocasin el tren se detuvo del todo y ambas descendieron al glido aire nocturno, notanto para estirar las piernas, aunque les vino bien, como para aprovechar los lavabos de laestacin.De regreso al tren, mientras sonaba el silbato y la mquina escupa un chorro de vapor alcobrar energa, volvieron a taparse con las mantas y Mary le pidi a Hester que prosiguierasu relato.

    La enfermera la complaci.No pensaba hacerlo, pero se sorprendi a s misma hablando con vehemencia de losarraigados ideales que traa al volver, de su fuerte deseo de reformar las anticuadas salasde hospital inglesas y sus prcticas obsoletas.Mary sonri con nostalgia.-Si me dice que lo consigui, empezar a dudar de su relato.-Y hara bien. Me temo que me despidieron por arrogante y desobediente.No hubiera querido revelar aquel detalle. No pareca lo ms indicado para ganarse laconfianza de una paciente, pero Mary ya era mucho ms que eso y las palabras se leescaparon sin darse cuenta.Mary ri con unas carcajadas sonoras y alborozadas.

    -Bravo. Si todos nos limitsemos a obedecer rdenes, an no se habra inventado la rueda.Qu hizo al respecto?-Qu hice?Mary lade la cabeza una pizca, con expresin de burlona perplejidad.-No me diga que se limit a aceptar el despido como una buena chica y se quit de en mediosin rechistar! Estar haciendo valer sus derechos de un modo u otro, no?-Bueno, no -Vio cmo la consternacin se iba apoderando despacio del rostro de Mary-.No, porque ha habido otras batallas -continu a toda prisa-. Por Por otros tipos de

    justicia.Mary abri los ojos con inters renovado.-S?-Ejem Yo -Por qu le haca tan poca gracia contarle que ayudaba a Monk? No haba nadareprobable en colaborar con la polica-. Conoc a un inspector de polica que estaba

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    investigando el asesinato de un oficial del ejrcito. Todo indicaba que se iba a producir unaterrible injusticia-Y usted fue capaz de evitarlo? -se adelant Mary-. Sin embargo, despus no retom lacuestin de la reforma de la enfermera?-Bueno -Hester advirti que se sonrojaba un poco mientras vea en su mente el rostro de

    Monk, de ojos oscuros y pmulos grandes y altos, con tanta claridad como si lo tuvierasentado en el asiento de enfrente-. Bueno, hubo otro caso poco despus. -Pronunci estaspalabras con cierta torpeza-. Y de nuevo se trataba de una injusticia. Yo me hallaba ensituacin de colaborarEn los labios de Mary se dibuj una leve sonrisa.-Ya veo. Al menos, creo entenderlo. Y, claro, tras se vendra otro Cmo es ese policasuyo?-Oh, no es nada mo -neg al instante, con ms vehemencia de la que habra deseado.-No? -Mary pareca poco convencida, pero sonrea divertida-. No est encariada con l,querida ma? Dgame, cuntos aos tiene y cmo es?Se plante un momento si deba decir la verdad, que Monk no saba cuntos aos tena. Unaccidente le arrebat la memoria y estaba recuperando la nocin de s mismo fragmento afragmento, a lo largo de meses que ya se haban convertido en un ao, y ms. Era unahistoria demasiado larga y no le corresponda a ella contarla.-No estoy del todo segura -respondi para eludir la cuestin-. Alrededor de cuarenta, dira

    yo.Mary asinti.-Y su apariencia, su manera de ser?Intent ser sincera e imparcial, lo que resultaba ms difcil de lo que haba pensado. Monksiempre despertaba emociones contradictorias en su interior, admiracin por su agudeza,su valor y su amor a la verdad, e impaciencia, incluso rechazo, por su piedad para con los

    sospechosos, pero no para con sus colegas si eran menos perspicaces, si posean menosagilidad mental que l o estaban menos dispuestos a correr riesgos.-Es bastante alto -empez a decir insegura-. En realidad, muy alto. Camina muy erguido, loque le da un aspecto-Elegante? -apunt Mary.-No O sea, s, es elegante, pero no era eso lo que iba a decir. -Era ridculo que seenredase as con las palabras-. Creo que la palabra que estaba buscando es gil. No esguapo. Sus facciones son correctas, pero transmite una seguridad que Iba a decir que separece a la arrogancia, pero no es verdad. Es arrogancia, simple y llanamente. -Respirhondo y continu antes de que Mary pudiera interrumpirla-. Sus maneras son bruscas. Vistemuy bien y gasta demasiado en ropa porque es vanidoso. Expresa su parecer sin importarle

    en absoluto la reaccin de los dems. No tiene paciencia con la autoridad, ni la respeta, ydedica poco tiempo a aquellos que son menos capaces que l, pero no tolera la injusticia unavez ha reparado en ella y busca desenmascarar la verdad a toda costa.-Un hombre singular, por lo que cuenta -observ Mary con inters-, y usted parececonocerlo muy bien. Lo sabe l?-Monk? -pregunt Hester sorprendida-. No tengo ni idea. S, supongo que s. Casi nuncanos andamos con rodeos.-Qu interesante. -En la voz de Mary no se adverta ni sombra de sarcasmo, slo unafascinacin genuina-. Y est enamorado de usted ese Monk?A Hester se le encendieron las mejillas.-Claro que no! -neg con calor, y not que le arda la garganta al pronunciar las palabras. Porun momento, pens que se iba a echar a llorar como una tonta. Habra sido humillante y delo ms ridculo. Deba aclarar el malentendido que sin duda haba suscitado en Mary-. Nos

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    unen algunas cosas porque creemos en las mismas causas y ambos estamos dispuestos aluchar contra la injusticia -resolvi con firmeza-. En lo que concierne a los asuntosamorosos, a l no le gustan las mujeres como yo. Prefiere -Trag saliva al evocar unrecuerdo ntido y particularmente doloroso-. Prefiere las mujeres como mi cuada, Imogen.Es muy guapa, muy dulce, y sabe cmo mostrarse encantadora sin recurrir a aspavientos. Se

    las arregla para despertar en el otro el deseo de protegerla. No quiero decir que sea unaintil, no s si me explico.-Ya veo -dijo Mary, moviendo la cabeza en seal de asentimiento-. Todos hemos conocidomujeres as en algn momento de la vida. Sonren a un hombre y al instante l se sientemejor persona, ms guapo y mucho ms valiente que antes.-Exacto!-As que ese Monk es un bobo en lo que a mujeres se refiere.Era una afirmacin, no una pregunta. Hester prefiri no responder a eso.-Yo me inclino ms por alguien como Oliver Rathbone -prosigui la enfermera, sin estarconvencida de que sus palabras fueran del todo ciertas-. Es un abogado muy distinguido-De buena familia, sin duda -coment Mary en tono monocorde-. Y honorable?-No especialmente, por lo que yo s -contest Hester a la defensiva-. No obstante, supadre es una de las personas ms agradables que he conocido. Me siento reconfortada slocon recordar su cara.Los ojos de Mary se agrandaron.-Ya entiendo. Lo he interpretado mal. Rathbone no carece de inters. Cunteme ms.-Es tambin terriblemente inteligente, aunque no de la manera habitual. Est muy seguro des mismo y su sentido del humor no carece de sarcasmo. Una nunca se aburre con l yreconozco que no siempre s lo que est pensando, pero podra jurar que a veces suspensamientos no coinciden con sus palabras.-Y est enamorado de usted? O tampoco lo sabe?

    Hester sonri con suficiencia y record aquel beso sbito e impulsivo con tanta nitidezcomo si hubiera tenido lugar haca slo una semana y no un ao.-Creo que definirlo as sera demasiado fuerte, pero me ha dado motivos para pensar que nocarezco de atractivo para l -fue su respuesta.-Oh, excelente! -exclam Mary, que sin duda se estaba divirtiendo-. Y esos dos caballerosno se caen muy bien entre s, me equivoco?-No, no se equivoca -convino Hester con una satisfaccin que la sorprendi-. Pero no creoque su antipata tenga nada que ver conmigo; o, al menos, muy poco -aadi.-Todo esto resulta muy emocionante -dijo Mary, contenta-. Lamento que vayamos a pasar

    juntas tan poco tiempo, me perder el final.Hester not que le arda el rostro otra vez. Se senta muy confusa. Haba hablado de sus

    sentimientos como si estuviera viviendo un romance. Acaso deseaba que as fuera? Laavergonzaba su necedad. De ninguna manera poda casarse con Monk, aunque ste se lopidiera, cosa que no hara; se pasaran la vida riendo. Adems, el hombre tena demasiadascosas que no le gustaban. No se lo haba comentado a Mary -le pareca una deslealtad-, peroMonk posea una vena cruel que la horrorizaba; en su carcter existan aspectos oscuros,impulsos en los que ella no confiaba. No poda comprometerse con un hombre as, debalimitarse a ser su amiga.Y se casara con Oliver Rathbone si algn da l se dejaba llevar por una emocin tanarrebatadora como para pedrselo? Debera. Desde luego, pocas mujeres reciban ofertastan atractivas, sobre todo pocas a su edad. Tena casi treinta aos, por el amor de Dios!Slo las solteras ricas podan aspirar a casarse a esa