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MONOGRAFÍA BREVE DEL ARCHIPIÉLAGO DE SAN ANDRÉS, PROVIDENCIA Y SANTA CATALINA Tatiana Herrera Rodríguez Claudia Mosquera Rosero-Labbé Ana María Murcia Sotelo

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MONOGRAFÍA BREVE DEL ARCHIPIÉLAGO DE

SAN ANDRÉS, PROVIDENCIAY SANTA CATALINA

Tatiana Herrera Rodríguez Claudia Mosquera Rosero-Labbé

Ana María Murcia Sotelo

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MONOGRAFÍA BREVE DEL

ARCHIPIÉLAGO DE SAN ANDRÉS,PROVIDENCIA Y SANTA CATALINA

Tatiana Herrera Rodríguez

Claudia Mosquera Rosero-Labbé

Ana María Murcia Sotelo

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Preparación editorialClaudia Mosquera Rosero-Labbé, Coordinación Editorial

Kilka Diseño Gráfico, Maquetación

Ana Virginia Caviedes Alfonso, Corrección de estilo

Bogotá, 2019

Impreso en Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio,

sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Monografía breve del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina

Primera edición, mayo de 2019

ISBN impreso: 978-958-48-6499-4

ISBN digital: 978-958-48-6502-1

© Tatiana Herrera Rodríguez

Claudia Mosquera Rosero-Labbé

Ana María Murcia Sotelo

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Contenido

Índice de figuras 6

Índice de tablas 7

Datos geográficos 9

Geografía física: ubicación y caracterización geográfica 9

Ecosistemas terrestres y marítimos 9

Flora 12

Fauna 18

Reserva de biosfera Seaflower 20

Historia del Archipiélago 27

Hitos históricos: línea del tiempo 27

Siglos xvi-xix 33

Ocupaciones 33

Presencia española 34

Constitución de Cúcuta 37

Fuertes 38

Abolición de la esclavitud 39

Nuevas administraciones 40

Construcción de nación 40

Siglo xx 41

Canal de Panamá: pérdida del control territorial 42

Intendencia nacional 42

Tratado de Bárcenas-Esguerra 48

Puerto libre 48

Movilizaciones de la población: migraciones y diásporas 49

Narcotráfico 52

Crecimiento poblacional 54

Constitución de 1991 61

Balance a finales del siglo 62

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Siglo xxi 63

Continuación de la fragmentación del territorio: litigio Colombia-Nicaragua 63

Plan para San Andrés, Providencia y Santa Catalina 65

Exploración de hidrocarburos 71

Proceso de asentamiento 71

Estructura de la población durante el proceso de asentamiento (siglos xvii y xix) 77

Clases sociales 80

Apellidos 82

Colonos 83

Indígenas 83

Esclavizados 84

Cultura 89

Diversidad Cultural 89

Construcción de la identidad raizal 90

Mitos y leyendas 96

Creencias religiosas 96

Celebraciones 100

Rituales: bautizos, matrimonios y velorios 101

Bautizos 101

Matrimonios 102

Velorios 102

Alimentación 102

La territorialidad y la cultura del mar 104

Pescadores y navegantes 109

Pescadores 111

Navegantes 115

Constructores de casas en madera y constructores de embarcaciones 118

Cultura política 119

Otras prácticas culturales 120

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Discusión sobre el uso del creole como lengua 125

Pensamiento 131

Influencia religiosa 131

Influencia política 133

Influencia académica 135

Vivienda isleña 139

Características de la vivienda 139

Orígenes, influencias y desarrollo 140

Ubicación 142

Evolución y forma 142

Decoración y mobiliario 144

Significado cultural del patio 145

La vivienda en la actualidad 146

Economía 153

El sector agropecuario y la seguridad alimentaria 153

La historia económica del Archipiélago 154

Economía actual 156

Propuestas desde la población raizal 158

Situación actual del Archipiélago 161

Población 161

Educación 162

Salud 165

Servicios públicos 165

Seguridad y convivencia: condiciones de seguridad y violencia intrafamiliar 167

El turismo en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina 169

El turismo desde la declaratoria de Puerto Libre 172

Algunas problemáticas 174

Referencias 179

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Índice de figuras

Figura 1. Ubicación del Archipiélago en relación con el mar Caribe 10

Figura 2. Ubicación del Archipiélago en relación con el mar Caribe 11

Figura 3. Cobertura de la tierra Isla de San Andrés 15

Figura 4. Cobertura de la tierra Islas de Providencia y Santa Catalina 16

Figura 5. Delimitación de la reserva Seaflower 21

Figura 6. Mapas históricos del Archipiélago 30

Figura 7. Zona Costera del Virreinato de la Nueva Granada 36

Figura 8. Mapas de poblamiento de San Andrés en el siglo xx 57

Figura 9. Mapa de migraciones 78

Figura 10. Cat boat en regata 117

Figura 11. Louis Aury 134

Figura 12. Hazel Robinson 136

Figura 13. Lugar de vivienda de los residentes encuestados (n = 61) 142

Figura 14. Porcentaje de viviendas según servicio público con que cuentan Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina 150

Figura 15. Ocupados, posición ocupacional 157

Figura 16. Ocupación semana anterior. Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina 158

Figura 17. Porcentaje de actividades económicas en el pib 159

Figura 18. Participación porcentual del sector Servicios de Hotelería y Restaurantes dentro de los pib departamentales, a precios corrientes del 2010 170

Figura 19. Evolución histórica de la población del Archipiélago, 1951-2005 170

Figura 20. Turistas llegados a San Andrés, 1960- 2001 171

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Índice de tablas

Tabla 1. Características físicas de las islas del Archipiélago 12

Tabla 2. Especies vegetales presentes en el Archipiélago 17

Tabla 3. Especies animales presentes en el Archipiélago 18

Tabla 4. Propuesta de acciones a la problemática pesquera, ejes o dimensiones temáticas. Propuestas para el manejo pesquero del amp sur rb Seaflower 24

Tabla 5. Resumen de ciclos de poblamiento en el Archipiélago 27

Tabla 6. Los Fuertes 39

Tabla 7. Población de San Andrés en el siglo xx 55

Tabla 8. Población de Providencia en el siglo xx 55

Tabla 9. Avances en el Plan para el San Andrés, Providencia y Santa Catalina 65

Tabla 10. Población de Providencia de los siglos xvii al xix 79

Tabla 11. Población de San Andrés de los siglos xvii al xix 79

Tabla 12. Población de Santa Catalina en el siglo xviii 80

Tabla 13. Comida típica del Archipiélago 103

Tabla 14. Variables generales de viviendas 148

Tabla 15. Variables referentes a las viviendas (servicios públicos) 149

Tabla 16. Composición del empleo por sectores en San Andrés 1994-1996. 154

Tabla 17. Establecimientos educativos del Archipiélago 163

Tabla 18. Turistas llegados a San Andrés, 1960-2001 171

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DATOS GEOGRÁFICOS

“Cada sociedad, así como produce su propia historia, produce también su propia geografía”.

loraine vollmer (1997)

Geografía física: ubicación y caracterización geográfica

Las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina conforman un archipiélago que se encuentra ubicado en el mar Caribe (figura 1); constituyen un departamento y tienen como capital a San Andrés. Son el pedazo antillano del país, y su existencia le provee a Colombia un extenso territorio marítimo que llega a los 250.000 km² de mar territorial. La superficie terrestre tiene un total de 52,5 km² repartidos así: San Andrés 26 km², Providencia 17,2 km², Santa Catalina 1 km² y los cayos, bancos e islotes suman 8,3 km² (De Armas, 2012, p. 4).

Se encuentra, más exactamente, al suroccidente del mar Caribe y al noroeste del territorio continental nacional a una distancia 480 millas náuticas de la costa Atlántica de Colombia y a unas 140 millas náuticas de Nicaragua, por el costado oriental, por lo cual se puede observar que el Archipiélago está mucho más cerca de Centroamérica que de Colombia (figura 2). De hecho, San Andrés está situada a 619 km de Cartagena, a 273 km de Colón (Panamá), a 241 km de Puerto Limón, Costa Rica, y a 136 km de Bluefields, Nicaragua (Abello y Giaimo, 2000, p. 5). En términos de meridianos, el departamento se ubica entre los 12° y 16° de latitud norte y los 78° y 82° de longitud oeste (Gobernación de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012, p. 32).

El Archipiélago está compuesto por varias islas, cayos y bancos coralinos: Johnny Cay, Rose Cay, Rocky Cay, Haynes Cay, Cotton Cay, Cayos Hermanos, Crab Cay, Cayo Basalto, Cayo Vaca, Albuquerque Cay, East-Southheast o Courtown Cay, Grasey Cay, Grunt Cay, bancos de Roncador, Serrana, Serranilla y Quitasueño (Ratter, 2001). El grupo de islas, cayos e islotes se ubica sobre una plataforma cuyo origen se debe a procesos vulcanológicos y coralinos.

Ecosistemas terrestres y marítimos

El Archipiélago se ubica en la zona de transición entre los trópicos húmedos y secos. La temperatura promedio es de 25 °C y se presenta estación seca entre diciembre y

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Figura 2. Ubicación del Archipiélago con relación al mar Caribe. Fuente: Díez (2015).

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junio. La isla de San Andrés es de origen coralino y Providencia es de origen volcá-nico. Las características de las islas se pueden resumir en la tabla 1.

Tabla 1. Características físicas de las islas del Archipiélago

Isla Características

San AndrésSuave topografía. El relieve se conforma por una serie de colinas y una plataforma coralina que constituye una planicie a lo largo de la costa. Tiene 12,8 km de largo y 3,5 km de ancho.

ProvidenciaTopografía fuertemente quebrada con paisaje montañoso. El relieve está constituido por una serranía que va desde Diamond Hill hasta Marshall Hill. Hay escasez de tierras planas en la isla.

Santa CatalinaIsla rocosa y muy quebrada. Junto con Providencia suman una superficie aproximada de 25 km².

Fuente: Vollmer (1997, pp. 17-19).

Originalmente las islas tenían una vegetación de bosque seco tropical en tran-sición a bosque húmedo tropical, con especies como cedros gigantes, caobos, palo de Brasil, fustic y mangles. Pero, debido al poblamiento humano, los bosques fueron reemplazados por palmeras de cocos y pastos. Las aguas marinas que rodean al Archipiélago tienen un área de 2.000 km², compuesta por plataformas arrecifales, de islas y cayos, y un área de aguas oceánicas (Vollmer, 1997, p. 19).

Flora

Como se señaló antes, geográficamente el Archipiélago se ubica a unos 720 km del noroeste de la costa colombiana y a 110 km de la costa nicaragüense. Desde el punto de vista biogeográfico, esta ubicación le permite características particulares a nivel de composición florística, desatacándose la presencia de plantas propias de la plataforma continental centroamericana y las Antillas. Por tal razón, la flora establecida sobre el Archipiélago se ha gestado compuesta por una rica mezcla de especies propias de la zona de vida de bosque seco y de bosque húmedo tropical.

Partiendo de la premisa de que una zona de vida se puede clasificar a partir de la asociación de grupos vegetales, integrados en una división natural del clima, los cuales pueden llegar a presentar fisionomías similares en cualquier parte del mundo si se consideran las condiciones edáficas y etapas sucesionales, los factores que se tienen en cuenta para clasificar una región son: la evapotranspiración, la precipitación y la altitud; los límites de las zonas de vida están definidos por los valores medios anuales de estos factores. Por tanto, es importante mencionar que

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la clasificación de zonas de vida considera únicamente la similitud en la fisionomía, es decir, solo se considera la apariencia de su vegetación y no contempla la compo-sición florística de la vegetación presente. Con base en lo anterior y considerando lo descrito por Rodríguez et al. (2012, citado en Pizano y García, 2014), en la región Caribe el Bosque seco Tropical (Bs-T) está presente en la franja costera que incluye los bosques insulares de Tierra Bomba, Islas del Rosario, San Bernardo, San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

Según el sistema de clasificación ecológico de Holdridge (Espinal y Montenegro, 1977; Díaz y Lowy, 1992) los límites ambientales del bosque seco tropical son: rango altitudinal de 0 a 1.000 m s. n. m., temperatura superior a 24° C y una precipitación media anual entre 1.000 y 2.000 mm. Sin embargo, es posible encontrar en muchos casos sitios más húmedos o más secos, incluso áridos (Espinal y Montenegro, 1997). Estos límites corresponden con los encontrados en el Archipiélago: la periodicidad de las lluvias presenta uno o dos periodos marcados de sequía al año. La pérdida del follaje es una de las principales adaptaciones fisiológicas de las plantas a este tipo de ecosistemas con un marcado déficit de agua. Existen otras adaptaciones es-tructurales generalizadas entre las plantas, como la presencia de hojas compuestas y foliolos pequeños, corteza de los troncos lisa y presencia de aguijones o espinas (iavh, 1995).

En general, la vegetación de esta zona de vida se encuentra altamente interve-nida: el Bs-T ha sido reemplazado por pasturas arboladas, bosques fragmentados muy intervenidos y vegetación secundaria en diferentes estados de sucesión, espe-cialmente sobre áreas que presentan una topografía más elevada. Los altos niveles de intervención antrópica han llevado a un estado avanzado de perturbación donde únicamente es posible identificar pequeños relictos de bosques1.

Estudios realizados han encontrado altos niveles de endemismo y betadiversi-dad, como resultado de las presiones de selección asociadas a una estacionalidad marcada (Dirzo et al., 2011). Algunas de las especies forestales más representativas son: Indio desnudo (Bursera simaruba), Dinde mora (Maclura tinctoria), Samán (Pi-thecellobium Samán), Caracolí (Anacardium excelsum), Diomate (Astronium graveolens), Cedro (Cedrela odorata), Dorancé o Martín Galvis (Senna reticulata), Matarratón (Gli-ricidia sepium), Algarrobo (Hymenaea courbaril), Piñón de oreja (Enterolobium cyclocar-pum), Payandé (Pithecellobium dulce), Iguá (Pseudosamánea guachapele), Guayacán roble

1 Algunas estimaciones señalan que de los 80.000 km2 originales de bosques secos a semihúmedos que había en Colombia solo quedan cerca de 1.200 km2. Se considera que, de las seis regiones que originalmente ostentaban bosque seco en Colombia, actualmente es la llanura Caribe la que cuenta con mayor cobertura, seguida por la región seca del río Magdalena y el Valle Geográfico del río Cauca.

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(Tabebuia pentaphylla), Hobo (Spondias mombin) Azafrás (Bursera graveolens), Algarrobo (Prosopis juliflora), Chel (Ceiba pentandra), Cumulá, Carreto (Aspidosperma polyneuron), Capote (Machaerium capote), Carrapo (Bulnesia carrapo), Búcaro (Erythrina poeppigiana), Aromo o pelá (Acacia farnesiana), Guásimo (Guazuma ulmifolia), Guamo (Inga edulis), Trébol (Platymiscium pinnatum), Jagua (Genipa americana), Chaparro (Palicourea rigida), Retamo (Parkinsonia aculeata), Leucaena (Leucaena leucocephala), Yarumo (Cecropia sp), Olivo (Capparis odoratissima). Totumo (Crescentia cujete), Palo cruz (Brownea ariza), Cla-vellina (Caesalpinia pulcherrima), Vainillo (Senna spectabilis), Garrapato (Lonchocarpus sericeus), Roble (Tabebuia chrysantha).

Otra forma de detallar el medio biótico presente en el Archipiélago es la cober-tura vegetal, la cual a nivel espacial se puede entender como “la capa de vegetación que se ubica sobre la superficie del suelo que cuenta con diferentes características fisionómicas y ambientales”. Por tanto, se pueden identificar desde pastizales has-ta coberturas arbóreas densas (bosques naturales). Además, se incluyen espacios artificializados, es decir, espacios surgidos como resultado de la acción directa de acción antropogénica, como es el caso de cultivos y asentamientos humanos. Desde el punto de vista funcional, es posible considerar una expresión de interacción en-tre factores físicos y bióticos sobre un determinado espacio (Espinal y Montenegro, 1977). También, son el resultado de la asociación espaciotemporal de elementos biológicos vegetales característicos, los cuales conforman unidades estructurales y funcionales (Etter, 1994).

En esa medida, las comunidades vegetales formadas son el resultado de la intervención de diversas condiciones, principalmente edáficas, donde factores medioambientales como el clima, la disponibilidad de agua y nutrientes juegan un papel importante sobre las diferentes especies que habitan estos espacios. La identificación de las coberturas de la tierra presentes en el Archipiélago se realizará según la metodología Corine Land Cover, propuesta por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) (figuras 3 y 4).

A continuación, se realiza la descripción de las coberturas identificadas: • Áreas Agrícolas Heterogéneas: son unidades que reúnen dos o más clases

de coberturas agrícolas y naturales dispuestas en un patrón intrincado de mosaicos geométricos que hace difícil su separación en coberturas indivi-duales; los arreglos geométricos están relacionados con el tamaño reducido de los predios, las condiciones locales de los suelos, las prácticas de manejo utilizadas y las formas locales de tenencia de la tierra. De manera general, y debido al uso histórico dado, esta cobertura predomina ampliamente en la isla de San Andrés, donde se pueden encontrar cultivos de coco, yuca, plátano y frutales.

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Figura 3. Cobertura de la tierra Isla de San Andrés. Fuente: Ideam (2010).

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Figura 4. Cobertura de la tierra Islas de Providencia y Santa Catalina. Fuente: Ideam (2010).

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• Bosques: son áreas naturales o seminaturales constituidas principalmente por elementos arbóreos de especies nativas o exóticas. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao), esta cobertura comprende los bosques naturales y las plantaciones. De manera general, este tipo de cobertura se identifica en su mayor propor-ción en zonas de colinas altas, donde se pueden apreciar algunos individuos aislados de ceiba, indio desnudo, guácimo, jobo y cedro, entre otros.

• Lagunas costeras: esta cobertura corresponde a superficies de agua salada o salobre, separadas del mar por tierras sobresalientes u otras topografías similares. Pueden tener comunicación con el mar de manera permanente o temporal a través de canales, barras de arena y zonas de pantanos costeros.

Sobre este sector del Archipiélago predomina la cobertura de vegetación secun-daria; según la metodología Corine Land Cover adaptada para Colombia, esta uni-dad comprende un grupo de coberturas de tipo natural o producto de la sucesión natural, cuyo crecimiento es arbustivo y herbáceo, desarrolladas sobre diferentes sustratos y pisos altitudinales, con poca o ninguna intervención antrópica. En esta clase se incluyen otros tipos de cobertura tales como vegetación principalmente arbustiva con dosel irregular y presencia de arbustos, palmas, enredaderas y vege-tación de bajo porte: esta cobertura se presenta principalmente luego de varios años de la intervención original, posteriormente a los procesos de abandono de áreas intervenidas. Sin embargo, en las zonas altas de ladera, especialmente en el cos-tado de barlovento, predominan bosques achaparrados muy densos, con arbustos de baja altura, lo cual está relacionado directamente con las condiciones naturales del terreno y no con procesos de intervención.

Tabla 2. Especies vegetales presentes en el Archipiélago

Flora

Mangos: mango de azúcar, barriga llena, tía Raquel, mango común y número once.

Frutales: jobo, mamoncillo, tamarindo, ciruela, grosella, icaco, coco, naranja, aguacate, limón, pan de fruta, patilla, melón, pepino, banano, plátano, guanábana, chirimoya y ahuyama.

Yuca, plátano, pimentón, ñame, tomate y ají habanero.

Flores: San Joaquín, Curazao o bougainvillea y carboneros.

Fuente: Díez (2014, pp. 362-363).

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Fauna

Al igual que las plantas, la fauna presente en este bioma (tabla 3) ha desarrollado formas adaptativas para enfrentar las elevadas temperaturas, las limitadas posi-bilidades de encontrar agua, la alta competencia y los hábitats reducidos. Dichas adaptaciones fisiológicas y comportamentales incluyen mecanismos tales como: regulaciones en la temperatura corporal, conservación de agua, hibernación tem-poral, reproducción tardía, cambios de dietas y migración, para el caso de los ma-míferos, o desarrollo de mecanismos fisiológicos que permiten reducir la pérdida de agua por respiración, para el caso de los insectos.

El Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina hace parte de la región biogeográfica Neotropical, donde se cuenta con la misma unidad biogeográ-fica, pero con diferencias en cada isla en cuanto a la composición faunística. Esto se debe a que San Andrés es de origen coralino y está más cerca de Centro América, mientas Providencia y Santa Catalina son de origen volcánico, con mayor cercanía a las islas Caribe (McNish, 2011, p. 25). No obstante, en todas las islas se presenta un endemismo muy alto.

Tabla 3. Especies animales presentes en el Archipiélago

Fauna

186 especies de aves; 23 residentes

10 especies de mamíferos (1 venado extinto, 6 murciélagos y 3 ratas introducidas)

2 especies de reptiles endémicas

273 especies de pescado identificadas

Una rana

23 especies de anfibios y reptiles

Fuente: McNish (2011, p. 26).

La introducción de especies se debe principalmente al poblamiento humano reciente. El venado fue la primera especie en desaparecer y todas las especies de tortugas marinas están en peligro de extinción. Aunque en la década de 1990 au-mentaron considerablemente las investigaciones sobre fauna y las actividades de protección y conservación, aún se requieren más estudios tanto cualitativos como cuantitativos para establecer un censo real de las especies presentes y los requisitos mínimos para la permanencia de cada especie (McNish, 2011, pp. 133-153).

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Una de las principales problemáticas es la destrucción y la fragmentación de los hábitats y la introducción de especies exóticas. Dicha destrucción de los hábitats naturales está íntimamente relacionada con el aumento del turismo y, con esto, la construcción de infraestructura que destruye ecosistemas (Caicedo, 2014).

En el turismo masivo se afecta fuertemente la fauna terrestre, sin que existan estrategias de mitigación. Ante esto, se propone una idea de turismo alternativo:

1. Observación de aves en las islas, fomentando un turismo que tenga en cuenta la fauna del Archipiélago.

2. Fortalecer la protección de los ecosistemas a través de los mecanismos exis-tentes: ƚ La Reserva de Biosfera Seaflower: que busca promover un desarrollo

sostenible basado en los esfuerzos locales de la comunidad y la ciencia en general.

ƚ El sistema de Parques Nacionales Naturales: el Archipiélago tiene el parque Old Providence McBean Lagoon, con el manglar mejor conser-vado de las islas (McNish, 2011, p. 161).

ƚ El sistema de Áreas Marinas Protegidas: el Archipiélago cuenta con área marina protegida de 40.000 km2, que contiene plataformas insulares, complejos arrecifales, atolones, fondos duros y blandos, áreas laguna-res, manglares y extensas praderas marinas.

ƚ aica (Áreas Importantes para la Conservación de Aves): estos sistemas poseen especies amenazadas, migratorias o congregacionales, favora-bles para la conservación y la gestión. En el año 2004, el Archipiélago fue declarado como aica, factor que ha llamado al ecoturismo y los es-tudios científicos (McNish, 2011, pp. 164-165).

ƚ Sirap (Sistemas Regionales de Áreas Protegidas): que son las reservas forestales encontradas en las islas.

ƚ Las reservas naturales de la sociedad civil: son áreas dedicadas por vo-luntad de los propietarios de predios a la conservación de muestras de los ecosistemas naturales.

Como estrategia de solución se propone el ecoturismo, que permite el estableci-miento de alternativas de producción y el desarrollo de un turismo sostenible, así como una diversificación de la economía local (McNish, 2011, p. 185). Dicho ecotu-rismo debe estar basado en la valoración de la naturaleza y la cultura:

que tenemos uno de los arrecifes oceánicos más extensos y productivos del mundo; que nuestras islas son la casa de numerosas especies de aves y lagartos; que nuestros 300.000 km2 de mar están llenos de cen-tenares de especies de peces, corales, invertebrados y reptiles marinos;

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que el archipiélago es un área de aves y reptiles endémicas, un centro de alto o muy alto endemismo marino. (McNish, 2011, p. 1)

Este tipo de turismo también puede contribuir a enfrentar nuevos proyectos de exploración y explotación de hidrocarburos en el Archipiélago, que arriesgan todo el patrimonio cultural y natural de las futuras generaciones.

Reserva de Biosfera Seaflower

El 10 de noviembre de 2000, el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Colombia) fue declarado Reserva de Biosfera por el Program of Man and the Biosphere (Programa del Hombre y la Biosfe-ra, mab), de Unesco. Desde entonces hace parte de la Red Mundial de Reservas de Biosfera con el nombre de Seaflower. (Coralina, 2016)

Dicha declaración hace parte del esfuerzo de sectores sociales y académicos del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina por promover un modelo de desarrollo alternativo, basado en el aprovechamiento cuidadoso del ca-pital natural, que ya se encuentra afectado por diversas consecuencias ambientales. Buscan que se fomente un desarrollo sostenible, así como actividades de conser-vación (Guerra González, 2013, p. 17). A partir de esta declaración, la sociedad ha empezado a buscar modelos alternativos de desarrollo como el turismo sostenible o el ecoturismo, sin dejar de entender que:

Para la comunidad raizal sanandresana, la sostenibilidad es parte de sus prácticas tradicionales, de su lenguaje, religión, fiestas, sistemas cognitivos, su forma de organización social, económica y política, etc. (Aguado, 2010, pp. 75-76)

Desde que se determinó que San Andrés sería Puerto Libre en 1959, las islas experimentaron las graves consecuencias de los cambios económicos y sociales del aumento del turismo, de la construcción desmedida de infraestructura hotelera y comercial, de la superpoblación producto de las migraciones y de la precariedad de los servicios. La Unesco declaró al Archipiélago Nueva Reserva Mundial de Biosfera, al denominarla Reserva de Biosfera Seaflower el 9 de noviembre del año 2000 (figu-ra 5). Las funciones básicas de la reserva son reducir la pérdida de biodiversidad, mejorar la calidad de vida y elevar las condiciones sociales, económicas y culturales necesarias para un medio ambiente sostenible (Jackson, 2011, p. 16). Las actividades productivas, turísticas y de servicios se transformarían brindando un nuevo tipo de turismo internacional con bajos impactos ambientales y mejores beneficios sociales (Abello y Giaimo, 2000, p. 27).

Los criterios que tuvo en cuenta la Unesco para reconocer al Archipiélago como Reserva de Biosfera fueron: alta biodiversidad, posibilidades de ensayo y demos-

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Figura 5. Delimitación de la Reserva Seaflower. Fuente: Restrepo y Ramírez (2001, p. 35).

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tración del desarrollo sostenible con la participación de la comunidad, suficiente importancia para la conservación, capacidad administrativa para implementar el plan de zonificación y manejo de la reserva. La declaratoria considera modificar el modelo de desarrollo vigente, las formas de ocupación del suelo y el aprovecha-miento de los recursos (Restrepo y Ramírez, 2001, p. 34).

Los ecosistemas marítimos y costeros del Archipiélago representan un paraíso natural con diversas especies biológicas. Los tres ecosistemas que tiene son: arre-cifes coralinos, manglares y pastos marinos. Esta reserva representa el 78% del área coralina en el país y allí se encuentran 85 especies de corales, 100 especies de es-ponjas, 270 especies de peces, 4 especies de tortugas marinas y más de 180 especies de aves (Jackson, 2011, p. 15).

Sin embargo, ¿cómo alcanzar el objetivo de sostenibilidad de la Reserva de Bios-fera Seaflower (rbs) sin comprometer actividades económicas como el turismo ni la calidad de los ecosistemas de los cuales depende la comunidad? Hay que tener en cuenta que el ente encargado de administrar los recursos naturales de la rbs es la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina).

No obstante, se han presentado varias situaciones inconvenientes: una de esas incluye a los extranjeros que llegan a “las islas para disfrutar del turismo de sol y playa, mientras que, por razones de ecoturismo, aspectos culturales e históricos no se expresan con un mayor interés” (Guerra González, 2013, p. 90). Esta situación ha puesto en peligro la biodiversidad que se presenta en las playas. Así mismo, el impacto ha sido grande debido a la cantidad de turistas que se ha presentado en los últimos años.

En cuanto a la Reserva de la Biosfera, Coralina (2016) ha identificado las si-guientes amenazas:

• La deforestación y erosión causadas por el pastoreo del ganado.• Las quemas de cobertura vegetal para siembra.• El relleno de tierras bajas con el objetivo de ganar espacio.• La disposición inadecuada de residuos, que reduce la calidad del agua dis-

ponible.• La sobreexplotación del recurso pesquero, especies del arrecife y herbívo-

ros marinos.• La proliferación de la urbanización ilegal y tugurios.• Los daños físicos ocasionados a los corales y pastos marinos por embarca-

ciones varadas, el anclaje de las mismas y por contacto (Santos-Martínez et al., 2013, p. 34).

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Actualmente existe una gran preocupación por parte de la población isleña frente al destino de la reserva, puesto que el 19 de octubre del 2014 se creó el Distrito de Manejo Integrado (dmi) que elimina las Áreas Marinas Protegidas. De acuerdo con Archbold (2015b), los recursos naturales del Archipiélago se pondrían en manos del Gobierno central. Estos cambios están contemplados en la Resolución N.° 977 del 2014 del Ministerio de Ambiente y podrían generar conflictos entre la población isleña y el Estado.

Según Robinson (2015), la Reserva de Biosfera sigue presentando retos y desa-fíos después de 14 años de declarada. Aún no hay una apropiación total por parte de la comunidad de lo que significa y representa ser una Reserva de Biosfera y tampoco se ha ejecutado lo planeado. Varias son las causas de esta situación: 1) desorden urbanístico; 2) generación descontrolada de basuras; 3) falta de un sentido de per-tenencia; 4) ejercicio de prácticas poco amigables con el ambiente; 5) precariedad de procesos formativos en asuntos étnicos y ambientales.

Se han presentado algunas propuestas en relación con el plan de manejo pes-quero de la zona sur de la Reserva de Biosfera Seaflower. Una propuesta se elaboró a mediano plazo entre pescadores y técnicos de identidades estatales buscando de-sarrollar la pesquería artesanal como una actividad sociocultural rentable, en San Andrés - zona sur am (Santos-Martínez et al., 2013, p. 56). En la tabla 4 se muestran las acciones que se propusieron a partir de las cinco dimensiones estudiadas de la pesca: natural, social, económica, política y sustentabilidad.

Las propuestas del plan de manejo pesquero de la Zona Sur del área marina protegida deben contribuir a consolidar el plan de manejo pesquero de toda la Reserva de Biosfera Seaflower, y requieren ser im-plementadas de acuerdo con los nuevos escenarios políticos, socioe-conómicos y naturales en favor de la sustentabilidad de la actividad para el beneficio de la comunidad de las islas. (Santos-Martínez et al., 2013, p. 66)

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Tabla 4. Propuesta de acciones a la problemática pesquera, ejes o dimensiones temáticas.

Propuestas para el manejo pesquero del amp sur rb Seaflower

EJES ACCIONES

1. Dimensión Natural

1.1 Reducir el esfuerzo pesquero1.2 Establecer medidas para el control del número de pescadores1.3 Respetar la zonificación de las amp1.4 Mejorar control y vigilancia, incluyendo pescadores artesanales1.5 Establecer medidas de regulación y ordenamiento de peces1.6 Generar alternativas productivas para los pescadores en épocas vedas y cierre1.7 Fortalecer el monitoreo pesquero involucrando a pescadores artesanales1.8 Mayor inversión por parte del Estado para investigación y recuperación de ecosistemas

2. Dimensión Social

2.1 Divulgar la reglamentación pesquera2.2 Vincular jóvenes a la pesca2.3 Desarrollar programas de capacitación en liderazgo y emprendimiento de jóvenes2.4 Fortalecer el cooperativismo y la asociatividad para el mejoramiento de la seguridad del pescador y su familia2.5 Vincular el núcleo familiar a la actividad pesquera y la cadena productiva2.6 Incrementar programas de educación ambiental para todos los participantes de la cadena productiva

3. Dimensión económica

3.1 Implementar mecanismos de mercado adecuado de los productos para obtener un mejor precio (terminal pesquero)3.2 Incrementar y generar nuevos controles en vedas y cierres de la pesca3.3 Capacitar en transformación de productos pesqueros3.4 Tecnificar los motores para bajar los costos de las faenas3.5 Generar un subsidio para el combustible de los pescadores artesanales3.6 Emplear el manejo empresarial del gremio solidariamente3.7 Mejorar la competitividad del pescador para el mercado de los productos pesqueros (local, regional, internacional).3.8 Buscar nuevas alternativas para los pescadores. Ej.: pesca deportiva, turismo, acuicultura

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EJES ACCIONES

4. Dimensión política

4.1 Cumplir los planes y compromisos institucionales4.2 Controlar y vigilar los desembarques industriales y la pesca

ilegal para la pesca, el desembarque y la comercialización de industriales e ilegales

4.3 Tener mayor representación de pescadores artesanales en la Junta Departamental

4.4 Crear de programas que vinculen a los pescadores artesanales como vigilantes del mar con acompañamiento de la autoridad competente

4.5 Dar exclusividad para artesanales (organizados) en pesquerías de régimen especial

5. Dimensión sustentabilidad

5.1 Realizar investigaciones holísticas que aporten soluciones a la problemática y generen actividades productivas

5.2 Incrementar los programas de formación desde el nivel de pescadores hasta doctorado

5.3 Desarrollo de modelos sustentables en torno a las pesquerías

Fuente: Santos-Martínez et al. (2013, p. 61). Propuesta para el plan de manejo pesquero de la Zona Sur del área

marina protegida en la Reserva de Biosfera Seaflower.

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HISTORIA DEL ARCHIPIÉLAGO

Hitos históricos: línea del tiempo

Para una comprensión global de la historia del Archipiélago es importante desa-rrollar un relato general con los hitos que definieron los cambios en la población y el territorio de las islas (figura 6) y, al mismo tiempo, especificar algunos detalles de esta descripción general. Por este motivo, se presenta a continuación un relato general que desarrolla una línea de tiempo sobre los eventos más importantes su-cedidos en las islas y de los periodos más importantes, para entender el desenvol-vimiento de los protagonistas en la historia del Archipiélago.

Vollmer (1997) analiza la historia del poblamiento del Archipiélago a partir de lo que denomina ciclos de poblamiento. Esta categoría es útil para comprender glo-balmente los momentos significativos en la historia de las islas en los cuales “los encuentros entre distintos grupos sociales y culturales produjeron nuevos paisajes con nuevas significaciones” (p. 9). Podríamos resumir estos ciclos hasta mediados del siglo xx como se muestra en la tabla 5.

Tabla 5. Resumen de ciclos de poblamiento en el Archipiélago

CICLO PERIODO HITOS NOTABLES

El territorio miskito

?-1629

Comunidad indígena de los miskitos provenientes de Centroamérica. Aunque no habitaban el territorio accedían al archipiélago en búsqueda de tortugas, langostas, caracol gigante y peces, así como para el aprovisionamiento de madera. Su intervención en el medio natural fue mínima. Los indios miskitos mantuvieron relaciones amistosas con los corsarios y contrabandistas que llegaron paulatinamente de Europa (Holanda y Alemania), pues Providencia se convirtió en un punto de referencia para la navegación.

Las avanzadas de la colonización

1629-1677

Colonización puritana: entre 1627 y 1629 arriba un grupo de puritanos ingleses provenientes de las Islas Bermudas, o Somer Islands, en un barco comandado por Elfrith y Cammock. Con este último capitán se quedaron 30 hombres en busca de tierra fértil, pues las plantaciones de tabaco habían dejado de ser rentables. Esta población hacía parte de empresas coloniales impulsadas por el partido puritano que se oponía a la corona inglesa.

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CICLO PERIODO HITOS NOTABLES

Las avanzadas de la colonización

1629-1677

A la ocupación de los puritanos le siguió una sociedad basada en la esclavitud: los esclavizados fueron llevados a las islas a raíz de la muerte de los sirvientes contratados por la compañía y los obstáculos para la migración de campesinos. Los esclavizados fueron traídos por piratas y contrabandistas que intensificaron sus actividades para proveer a los colonos de fuerza de trabajo.El endeudamiento con comerciantes holandeses y los obstáculos políticos de Inglaterra dificultaron la vida de la colonia puritana. El asalto a embarcaciones españolas, por parte de piratas ingleses y holandeses, provocó que España realizase varios ataques a Providencia, siendo tomada finalmente por Francisco Díaz Pimienta, en 1641. Se inicia un periodo de ocupaciones militares de españoles (21 años) e ingleses (15 años) en Providencia.

El siglo del olvido

1677-1780

Durante casi un siglo el Archipiélago solamente es visitado esporádicamente durante cortas expediciones. Se tienen noticias en diferentes documentos sobre el abandono de la isla hasta 1730.En 1730 se inicia un repoblamiento de las islas por parte de personas del caribe anglófono, las Islas Británicas y África Occidental. Aquí se dio el origen de la población raizal o nativa del Archipiélago. Este repoblamiento se llevó a cabo en la isla de San Andrés y luego en Providencia, las islas Corn y la Costa de Miskitos.

El poblamiento raizal

1780-1953

Periodo de colonización y esclavitud: en 1780 aparece un documento en el que el Capitán Kemble describe la existencia de 12 familias conformadas en gran parte por mulatos. Se consolidó la economía de plantación, con esclavizados traídos por Francis Archbold en 1788. En 1789 España busca expulsar a los colonos ingleses de la isla, pero la población isleña pide no ser expulsada a cambio de someterse al rey de España, convertirse al catolicismo y no comerciar con Jamaica. Con la ayuda del intérprete del rey, Thomas O´Neill, la petición es aceptada hasta 1795. La sociedad quedó bajo dependencia del mundo hispano.

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CICLO PERIODO HITOS NOTABLES

El poblamiento raizal

1780-1953

En 1795 recibe la categoría de Puerto Menor dependiente de la Audiencia de Guatemala. El 20 de noviembre de 1803 el Archipiélago pasa a jurisdicción del Virreinato de Nueva Granada. En 1811, durante la Guerra de Independencia de Colombia, el gobernador es sustituido por un Cabildo Municipal. En 1822 el Archipiélago se incorpora al territorio colombiano y pasa a llamarse Cantón de la Provincia de Cartagena. Desde 1788 se mantuvo comercio de contrabando con los ingleses a la par de un comercio legal con Cartagena. Se llevan a cabo revueltas por esclavizados maltratados en 1799 y 1841. Las islas de San Andrés y Providencia son pobladas por los colonos con la instauración de caseríos y caminos veredales. En 1818 el corsario y contrabandista Luis Aury se tomó el Archipiélago, izó la bandera de Buenos Aires y Chile y se instaló durante tres años en Providencia.Entre 1823 y 1853 florece el cultivo de algodón y el contrabando. Entre 1830 y 1880 se presenta una migración paulatina de población de las Islas Caimán, puesto que Providencia era un puerto obligado para los barcos que iban hacia la Costa de Miskitos. En 1847 el reverendo Phillip Beekman Livingston funda la primera iglesia bautista en La Loma. El Gobierno colombiano ordenó por ley la abolición de la esclavitud en 1851. En las islas, por presión del pastor bautista Livingston, la legislación se cumple en 1853. La liberación de esclavizados modificó la tenencia y el uso de la tierra. El algodón se sustituyó por coco, que era más compatible el trabajo en las pequeñas propiedades. La sociedad isleña vivió una bonanza de este cultivo entre 1873 y 1906 gracias a la exportación de coco a Estados Unidos. En 1912 el Gobierno colombiano expide la Ley 52 mediante la cual el Archipiélago se separa del departamento de Bolívar y se convierte en intendencia nacional. Se inicia el proceso de colombianización en las islas. Desde 1926 hasta 1975 la misión católica asumió la educación en las islas. En 1928 el Gobierno colombiano realizó el Tratado de Bárcenas-Esguerra.En 1932 una plaga de ratas afecta a los cocoteros en San Andrés.En 1943 se prohíbe el inglés en los colegios y los documentos públicos.

Fuente: Vollmer (1997).

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Mapa histórico de San Andrés (1631).

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Mapa histórico de Providencia (1640).

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Mapa histórico de Providencia (1648).

Figura 6. Mapas históricos del Archipiélago. Fuente: Ratter (2001, pp. 59-62).

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Siglos xvi-xix

Ocupaciones

En 1513 arriban al Archipiélago Diego de Nicuesa y Alonso de Ojeda, gobernadores de Veragua (Nicaragua, Costa Rica y parte de Panamá) y Nueva Andalucía (costa de Colombia y Venezuela) por orden del imperio español2. Solo hasta 1610 llegaron los primeros colonos de Holanda y luego, entre 1627 y 1629, los colonos puritanos de Inglaterra (Díez, 2014, p. 14). En 1633 llegaron los primeros esclavizados quienes por malos tratos llevaron a cabo una revuelta en 1638.

En 1635 hubo un intento de invasión española. Comenta Díez (2014, p. 27) que durante este mismo año los puritanos presentes en Providencia y Santa Catalina se fueron rumbo a Inglaterra, luego de que la Compañía decidiera que el sur de Con-necticut en Estados Unidos era un mejor destino para colonizar. Las islas cayeron en el olvido durante un tiempo después de este abandono.

El 24 de mayo de 1641 se dio, finalmente, la ocupación exitosa de Providencia por parte de España, a cargo de Francisco Díaz Pimienta (Ratter, 2001, p. 75). Esta acción fue motivada por la indignación de los españoles ante los asaltos de pira-tas a sus embarcaciones. El comandante Díaz Pimienta confiscó un botín, logró la rendición de los colonos, capturó y expulsó del Archipiélago una población de 40 hombres libres y 600 esclavizados. Los puritanos fueron devueltos a Europa y los es-clavizados fueron llevados a Cartagena como botín de guerra (Vollmer, 1997, p. 36).

Entre 1641 y 1670 los españoles que quedaron encargados después de la toma se dedicaron a reforzar las defensas que ya habían construido los puritanos, de este modo lograron crear un gran sistema de defensas. Así, el antiguo Fuerte Warwick se convirtió en el fuerte de Santa Teresa y alrededor de Santa Teresa se levantó la fortaleza de San Lorenzo; durante la época de Aury, San Lorenzo fue reconstruido y se llamó fuerte de La Libertad y más adelante fuerte Aury. En Santa Catalina se edificaron el fuerte de San Jerónimo, el fuerte Santiago, la batería de San Mateo y la plataforma de La Concepción; en Providencia se construyeron el fuerte San José, la batería de San Agustín y la batería de Santa Cruz (Díez, 2014, p. 33).

Edward Mansvelt tomó las islas de Providencia y Santa Catalina el 26 de mayo de 1666, junto con Henry Morgan, y obtuvieron un botín de 150 eslavos, 5.000 pesos y las joyas de los habitantes. Debido al conocimiento del valor estratégico para el comercio español, España recuperó las islas el 17 de agosto de 1666 bajo el mando

2 Vollmer (1997) señala que no hay consenso entre los historiadores, pues no se tiene claro si fue Cristóbal Colón o Diego de Nicuesa. Solo se tiene certeza de que, desde 1542, San Andrés y Providencia figuran en la Carta Universal.

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del sargento mayor de la Guarnición de Portobello, José Sánchez Jiménez (Díez, 2014, pp. 55-57). Hacia 1677 terminó el interés temporal de España y de Inglaterra por apropiarse del territorio (Vollmer, 1997, p. 39).

En 1780 se encontraban en San Andrés 12 familias, conformadas en gran par-te por mulatos, descendientes de habitantes que llegaron en 1730. En contraste, Díez (2014) señala que el conocimiento de la presencia de esta población data de una visita que realizó a finales del siglo xvii, casi un siglo atrás, el norteamericano Stephen Kembell, quien reportó la presencia de pocas familias de diferentes na-cionalidades y que, en contraposición con este reporte, una expedición española enviada desde Cartagena en 1688 informó que las islas estaban deshabitadas (p. 73).

Presencia española

Las monarquías española e inglesa firmaron el fin del conflicto en la Convención de 1786. El tratado hace un llamado a la evacuación de ingleses de las comunidades a lo largo de la Costa de los Mosquitos, los cuales se reconocieron oficialmente como territorios españoles (Deshawn, 2009, p. 23). A partir del Tratado de Versalles el Vaticano asumió el poder de repartir el nuevo mundo y es así como el Archipiélago quedó en manos de España (Díez, 2014, p. 80).

A pesar de la petición dirigida al rey español por parte de los colonos, la Corte envió un barco en diciembre de en 1789 para evacuar los colonos restantes con la ayuda del capitán español Juan Castelú y su intérprete irlandés Tomás O’Neille (Vollmer, 1997). Era común que irlandeses y españoles fueses aliados, pues en am-bos países se profesaba el catolicismo y se consideraban enemigos de los ingleses protestantes (Díez, 2014, p. 81). O’Neille se quedó en la isla y ayudó a los colonos a realizar una nueva petición a la corona española (Deshawn, 2009, p. 24) bajo la condición de convertirse al catolicismo y obedecer a España. En 1792 los colonos obtuvieron una respuesta afirmativa de la corona española por medio de la Real Orden del 12 de abril de 1792 (Díez, 2014, p. 81). No obstante, años después muchos colonos aún no hablaban español ni se habían convertido al catolicismo, por lo que se mantuvo una fuerte identidad británica (p. 27).

La corona española encargó al gobernador de Cartagena convertir a San Andrés en un puerto menor, libre de derechos de importación y exportación; luego puso a las islas bajo la jurisdicción del Reino de Guatemala con la gobernación de Tomás O’Neille y solo hasta 1803 las islas fueron devueltas a Cartagena bajo el Virreinato de Nueva Granada (Deshawn, 2009, p. 24).

Díez (2014) señala el importante papel que O’Neill tuvo en todas estas deci-siones y la manera como aportó a las islas después de su retorno en 1801, luego de haber sido retirado de su cargo de gobernador por parte del capitán general de

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Guatemala bajo el pretexto de que, durante la guerra entre España e Inglaterra, entre 1798 y 1800, no había terreno qué defender. El mandato del irlandés en las islas se conoce como la Época O’Neill.

El archipiélago quedó a la deriva hasta 1801 cuando O’Neill regresó y tomó de nuevo las riendas. Se dedicó a extender el cultivo del algodón en las islas, hecho que les permitió figurar en los mercados de Europa y América. Exportó naranjas a las costas vecinas y fortaleció el cultivo de hortalizas, tabaco y árboles frutales. Además, logró para San Andrés la categoría de puerto menor y exención de impuestos de importación y exportación. (Díez, 2014, p. 84)

Debido a las quejas sobre los maltratos por parte de españoles y los rumores de contrabando de algodón que desarrollaba O’Neill, los colonos ingleses que habían permanecido en las islas hicieron que el 26 de marzo de 1806 estas fueran tomadas nuevamente por los ingleses. A pesar de que O’Neill trató de defenderse fue tomado por la retaguardia y se entregó para evitar el derramamiento de sangre. El capitán John Bligh izó en San Andrés la bandera inglesa y O’Neille fue enviado a Cartagena donde fue sometido a un consejo de guerra del cual fue exonerado. Bligh dejó como gobernador de las islas a James Ogle May.

Sin embargo, la alianza entre España e Inglaterra para enfrentar a Napoleón facilitó la reanudación del Gobierno español sobre las islas. De este modo, O’Neille retomó su posición el 17 de octubre de 1807 y se dedicó a incentivar el cultivo de coco para sacar a la población de la crisis, hasta su retiro en 1809 a causa de los rumores de revolución contra la colonia española (Díez, 2014, pp. 89-90).

O’Neill escribió una carta a las autoridades aconsejándoles que dejaran las islas en manos de los ingleses y explicándoles que no tenía el suficiente conocimiento por haber estado asilado. Aunque el Gobierno entendió la situación, se encontraba impedido para dar solución al asunto debido a las luchas independentistas que tenía que enfrentar y tomó la decisión de dejar las islas en manos de los colonos ingleses, pues eran quienes mejor las conocían y, además, se interesaban en ellas. De esta manera, fue designado para gobernar el capitán Luis García y, luego, un cabildo local conformado por ciudadanos ilustres que gobernó hasta la llegada de Luis Aury (Díez, 2014, pp. 90-91).

Uno de esos ciudadanos fue Miguel González Sarmiento, quien fue gobernador del Archipiélago desde 1810 hasta 1816, después de Tomás O’Neille. Estaba apoyado por el cabildo responsable de enfrentar cualquier ataque de corsarios o piratas, problemas económicos o rebeliones de esclavos. Manuel González también estaba preocupado por la prohibición de importar esclavos, que habían llegado en gran número de Jamaica.

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Durante 1816, el corsario y pirata William Mitchell tuvo su base en Providencia y detentaba tanto poder sobre la población que ni siquiera las autoridades de San Andrés tenían el poder suficiente para enfrentarlo directamente. Mitchell decidió en este año atacar a San Andrés para capturar al gobernador Miguel González Sar-miento pues eran enemigos de vieja data. En menos de tres días había ganado el control total de la isla y se retiró a su barco con el botín y los esclavos capturados (Cuming, 2015, p. 70). Mitchell se retiró en 1819 a Cuba.

En 1818 el corsario francés Louis Michel Aury ocupó Providencia cuando dio su apoyo a los líderes hispanoamericanos en la lucha por la independencia de España. De esta manera, convirtió a la isla en una base privada que ayudó a financiar las guerras en el continente. Las reglas de Aury se impusieron a los isleños, incluida aquella que estipulaba saquear los barcos que se acercaban a la isla. Por tal razón, a pesar de que Aury brindó su apoyo a Simón Bolívar este le escribió en 1821 que recibir la ayuda de corsarios degradaba la bandera, por lo que le obligó a abandonar las islas colombianas (Deshawn, 2009, p. 29).

Desde otra perspectiva, Aury fue un corsario noble que, más allá de servir a sus propios intereses, quiso servir a su patria y apoyar la labor de Bolívar. Es así como Aury le ofreció ayuda a su enemigo Luis Brión con el fin de proteger un cargamento de municiones dirigidas al Libertador que servirían para enfrentar a los españoles. De esta manera, se entregó a la causa de Bolívar ocupando el Archipiélago para desalojar a los españoles (Díez, 2010, pp. 161, 168). El italiano Agustín Codazzi fue un gran amigo de este héroe rechazado por el Libertador.

A pesar de sus solicitudes de reconocimiento y el apoyo a su causa, Simón Bo-lívar sentenció en 1821 a Aury y le solicitó que partiera de Colombia, pues no se re-quería del servicio de un corsario (164). A pesar de las transformaciones que realizó en el Archipiélago en infraestructura, Aury no figura dentro la lista de próceres de la historia y no se le otorgó el reconocimiento de su entrega a la causa libertaria. Aun así, en Providencia existe el legado de su presencia en las islas.

Juan Bautista Faiquere y Severo Courtois reemplazaron a Aury en 1821 hasta que el concejo decidió unirse a la Nueva República de la Gran Colombia el 23 de junio de 1822, aceptando con firma la Constitución de Cúcuta (Cuming, 2015, p. 75).

Constitución de Cúcuta

En 1822 los isleños de San Andrés y Providencia reconocieron la Constitución de Cúcuta y se unieron a la República de la Gran Colombia, pasando a llamarse Can-tón de la Provincia de Cartagena. Durante esta época el gobierno se trasladó a San Andrés bajo el mando de Juan Bautista Faiquere, dejando así a Providencia y Santa Catalina en un letargo (Díez, 2014, p. 171).

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Archbold (2015a) señala que varios historiadores sugieren que la población is-leña se anexó voluntariamente al país a través de la Constitución de Cúcuta. No obstante, para esa época, las dos terceras partes de la población estaban constitui-das por esclavizados, ante lo cual surgió la pregunta por saber quiénes realmente tomaron la decisión de anexarse al país. El autor indica que esta decisión fue to-mada por una pequeña élite letrada con la intención de permanecer en las islas y mantener sus beneficios por medio de lo que define como seducción. “Los anglosa-jones que permanecen en el Archipiélago lo harán estableciendo algunos acuerdos con las autoridades españolas, lo que demostraría una vez más que las relaciones de poder operarían más en un escenario de acuerdos y consentimientos que desde el ejercicio de la fuerza” (p. 72).

Fuertes

La construcción de fuertes fue un elemento fundamental en las diversas coloniza-ciones y ocupaciones. Dichos fuertes permitían la protección contra invasiones de otras poblaciones que no fueran las que estuvieran dominando o controlando en el momento. La mayoría de los fuertes y baterías de cañones fueron construidos en Providencia en el lado del sotavento de las islas en la costa este. En 1670, Henry Morgan destruyó los fuertes de Providencia y tiró los cañones al mar. Algunos de estos se pueden ver todavía en el lecho del mar enfrente del fuerte Warwick. Otros pocos aún penden del risco de los acantilados. Actualmente, las únicas ruinas sig-nificativas de los fuertes de Providencia se encuentran en Santa Catalina (Cuming, 2015, p. 93).

Los principales fuertes fueron:Fuerte Roca Negra- Protegiendo el costado sur de la aproximación al puerto en la base de Monte Prospero, llamado así por el color de la roca sobre la cual estaba construido.Fuerte Brooke- Situado en el lado occidental de Santa Catalina, llama-do así en nombre de Lord Brooke, Robert Greville (1608-1643).Fuerte Darley- Ubicado más al norte en Santa Catalina, bautizado así por Henry Darley (1596-1671),Fuerte Henry- En la colina entre Agua Dulce y Suroeste, llamado así por Henry Rich, conde de Holanda (1590-1649), hermano del Conde de Warwick, quien fuera ejecutado en 1649.Fuerte Warwick- El principal fuerte de Santa Catalina custodiando la entrada del puerto, denominado así por Robert Rich, segundo Conde de Warwick (1587-1658) (Cuming, 2015, p. 93).

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Como se ve en la tabla 6 el nombre de los fuertes cambió a medida que domi-naban los españoles o los ingleses. Sin embargo, la funcionalidad fue igual para los dos bandos, sin desconocer que los ingleses fueron los principales constructores de estas estructuras de defensa.

Tabla 6. Los fuertes

Puritan (1630-1641) Spanish (1641-1670) Codazzi (1819)

SANTA CATALINA

Gun battery (protecting the bridge)

Fuerte de la Cortadura San Gerónimo

Battery between bridge and Warwick Fort

Plataforma de San Mateo

Warwick Fort El Castillo, Plataforma Santa Teresa La libertad (Fort Aury)

Battery at sea level below Warwick Fort

Plataforma de San Agustín

Gun battery at Morgan´s Head Plataforma de la Limpia Concepción La Nacional

Fort BrookePlataforma de Nuestra Señora de Guadalupe

Plataforma de San Salvador

Darley’s Fort Plataforma de Santa Cruz or Fuerte de San José

PROVIDENCIA

Fort Henry, Southwest Bay El Americano

Gun battery at Fresh Water Bay Plataforma de la Aguada Grande

El Relampago

El Rayo

Black Rock Fort, Mount Prosperous

Plataforma de Santiago Inconquistable

Fuente: Cuming (2015, p. 94).

Abolición de la esclavitud

Según Wilson (2004) la esclavitud fue abolida en 1853 coincidiendo con la forma-ción de la primera iglesia organizada: la Iglesia bautista se instauró en 1847 en San

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Andrés (p. 63) y la Iglesia católica fue instaurada hasta mediados del siglo xx con la incursión del Gobierno colombiano al Archipiélago. Estos datos difieren con lo planteado por Ratter (2001), quien informa que la primera comunidad bautista fue fundada al regreso de Estados Unidos de Philip Beekman Livingston, en 1834, y la Iglesia católica hizo su aparición en 1902 con los primeros jesuitas.

Nuevas administraciones

Las islas fueron descuidadas durante la lucha por construir las repúblicas ameri-canas: los oficiales del Gobierno de la Gran Colombia prestaron poca atención a las necesidades de la población isleña. Hasta 1868 las islas fueron un cantón adminis-trado por Cartagena y solo entonces fueron nombradas como uno de los seis territo-rios nacionales bajo el Gobierno federal, reconociéndose así su posición estratégica (Deshawn, 2009, p. 30). El Gobierno central ejerció su poder en el Archipiélago mediante el nombramiento de prefectos por parte del presidente. Los concejos municipales se ocupaban de los asuntos locales y el Gobierno central pagaba los salarios de los prefectos, misioneros, profesores de escuelas y se encargaba de la construcción de escuelas, el servicio postal y la protección pública. En 1886 San Andrés y Providencia fueron trasladados nuevamente al departamento de Bolívar (Deshawn, 2009, p. 31).

Construcción de nación

En el periodo que Vollmer (1997) denomina El Poblamiento Raizal, tuvieron origen una serie de procesos que dieron forma a la actual relación entre el Archipiélago y Colombia. Deshawn (2009) realiza un análisis profundo de la historia de San An-drés y Providencia entre el periodo de 1870 y 1930, cuando inició la incorporación de la cultura isleña a la nación colombiana en el marco de una agenda homogenei-zadora del Estado colombiano: se impuso la lengua española, la cultura hispánica y el catolicismo romano sobre la lengua inglesa afro caribe y la religión protestante.

Esta imposición fue realizada por la coalición liderada por Rafael Núñez hacia la década de 1880 durante su programa de reformas conocido como La Regeneración. Bajo la Constitución de 1886 el Archipiélago fue administrado por el departamento de Bolívar: con la esperanza de garantizar sus derechos, el 23 de enero de 1887 los concejales isleños dieron la bienvenida a esta nueva administración y elogiaron a Rafael Núñez. En la Regeneración se promulgó la centralización administrativa, y una alianza entre el Estado y la Iglesia católica que promovía la identidad nacional colombiana basada en el idioma español, la cultura hispana y la moral católica (Deshawn, 2009, p. 49). Era necesario para el Gobierno detener la creciente identi-

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ficación de los isleños con el idioma inglés y la religión protestante. Deshawn (2009) citando a Ramírez (1890):

En 1890 el Prefecto Juan C. Ramírez en su informe anual ofreció una idea de la administración pública de las islas. Llamó la atención a sus superiores sobre el hecho de que en las islas 3.000 habitantes eran protestantes de habla inglesa e instó al Gobierno a tomar las medidas necesarias para incorporarlos a la nación. “Puede decirse que este pue-blo es extranjero en su [propia] patria”, destacó Ramírez. “Estas cir-cunstancias”, explicó, “unidas a las relaciones comerciales que tienen con los Estados Unidos, explican fácilmente el deseo que manifiesta de pertenecer a esa nación. Solo por fuerza ellos aceptan el título de colombiano”. (p. 51)3

De acuerdo con la información entregada por este prefecto, los funcionarios departamentales estaban tratando de eliminar las diferencias étnicas a través de una escuela pública abierta. Su argumento se basaba en que las escuelas públicas contribuyeron al desagrado que sentían los isleños por los funcionarios. Entre 1890 y 1910 la vida pública de las islas estuvo marcada por penuria fiscal, malas comu-nicaciones, escuelas inadecuadas y una ruptura cultural entre los funcionarios del territorio continental y los isleños (Deshawn, 2009, p. 53).

Siglo xx

Los sucesos históricos del periodo analizado por Deshawn (2009) son importantes en la medida en que permiten comprender la distinción étnica creada por los ac-tores políticos, entre los isleños y los continentales colombianos, distinción que se acentuó fuertemente durante el siglo xx. Esta diferencia frente al otro colombiano fue el resultado de decisiones tomadas por parte del Estado para ejercer control en el territorio insular. Así mismo, en esta historia las élites han jugado un papel preponderante para movilizar procesos políticos e identitarios en el Archipiélago.

3 Traducción propia. El original dice: “In 1890 Prefect Juan C. Ramirez in his annual report offered insight into public administration on the islands. He called his superiors “attention to the fact that the islands” 3.000 inhabitants were English-speaking Protestants and urged the government to take the necessary steps to incorporate them into the nation. “It can be said that these people are foreigners in their [own] country”, stressed Ramirez. “These circumstances”, he explained, “in addition to the commercial ties that they have with the United States, easily explain the desire they have to belong to that nation. Only by force do they accept the title Colombian”.

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Canal de Panamá: pérdida del control territorial

Un hito que marcó el siglo xx fue la secesión de Panamá en 1903. La pérdida de una parte del territorio nacional despertó en el Gobierno central una alarma ante la amenaza de continuar perdiendo territorio, en especial de aquellos lugares más alejados donde la legitimidad de la administración estaba debilitada o no existía. La construcción del Canal de Panamá significó el inicio de un temor, que se acrecentó a lo largo del siglo xx, frente a la soberanía sobre el territorio nacional; ese temor desencadenó una serie de decisiones y transformaciones en los ámbitos adminis-trativo, económico, político, cultural y social de las islas.

La construcción del Canal de Panamá por parte de Estados Unidos (1904-1913) ofreció empleo y migración a los isleños. El conocimiento del idioma inglés les fa-cilitó la obtención de trabajo en las obras. Durante la crisis de producción cocotera se generó también una fuerte migración de isleños en búsqueda de oportunidades laborales hacia ese país y hacia la costa colombiana.

Algunos isleños presionaron para que el Archipiélago también se separara de Colombia. Por noticias de prensa se sabía el interés en las islas por parte de Estados Unidos y Japón. Se presentó entonces un deseo entre los isleños de pertenecer a otra nación, ante el descontento por el desinterés mostrado por el Gobierno colombia-no. En noviembre de 1903 un grupo de isleños enviaron una petición al Gobierno panameño de anexar las islas a su país (Deshawn, 2009, p. 63).

Otro elemento para comprender la distinción étnica entre isleños y colombia-nos continentales es el rol que desempeñaron las élites isleñas en el proceso de la construcción de nación. Desde 1870 reclamaron la separación de Colombia para poder unirse a Estados Unidos y Panamá; algunos eventos que lo confirman son el envenenamiento de agentes federales que administraron San Andrés, la petición a Estados Unidos para pedir ayuda financiera después del huracán de octubre de 1908 que devastó San Andrés y la invitación al Gobierno panameño para que ane-xara las islas (p. 4). De esta manera, las disputas territoriales a lo largo de la historia del Archipiélago han impactado la manera en que se han formado y presentado las identidades raciales y nacionales (p. 9). Así mismo, las disputas y negociaciones sobre la lengua y la religión llevaron a los isleños a aferrarse a las instituciones anglo-caribeñas y consolidar una identidad más local (p. 15).

Intendencia nacional

Otra manera en la que el Gobierno colombiano hizo presencia en las islas durante el siglo xx fue por medio de la Intendencia (creada en 1912) cuyos puestos importan-tes eran ocupados por funcionarios traídos del territorio continental colombiano.

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Ante el temor a la posible pérdida de las islas por el descontento de los isleños, las peticiones a Panamá para anexar las islas y los intereses de países como Estados Unidos y Japón en el territorio, el presidente Carlos Restrepo eliminó el territorio del departamento del Bolívar y envió una comisión para recoger información sobre las islas con el fin de ayudar al Gobierno insular.

Archbold (2015a) describe la creación de la intendencia nacional a partir de los siguientes parámetros: a) el marco geopolítico en el área tras los acontecimientos del istmo de Panamá; b) el proyecto centralista y conservador de la Regeneración que trata de asegurar un territorio con el que tiene problemas de legitimidad; y c) las inconformidades de los habitantes de las islas frente a la administración central (p. 78). La intención de la intendencia nacional era acercar las islas al resto de la nación.

El 27 de noviembre de 1911 el presidente Restrepo nombró a Santiago Guerrero para realizar el censo nacional en el Archipiélago y la descripción de las caracte-rísticas sociales y económicas de las islas, con el fin de tener un mayor conoci-miento del territorio que iba a gobernar. Guerrero encontró serios problemas de infraestructura que confirmaban el descontento de los isleños frente al gobierno departamental de Bolívar, que no había generado progresos materiales en las islas (Deshawn, 2009, p. 64). Esta información causó más preocupación en la medida en que Guerrero observó la presencia creciente de estadounidenses comprando predios. Por ello presentó un proyecto para crear una nueva administración en San Andrés y Providencia, regulada por las autoridades federales de Bogotá, que se conocería como la intendencia.

Las élites del Archipiélago apoyaron la iniciativa aceptando las promesas de Restrepo para mejorar sus relaciones con el Estado colombiano. A partir de este apoyo al cambio de administración, los líderes isleños recibieron intimidaciones del gobierno departamental de Bolívar, que declaró que los habitantes del Archi-piélago eran incapaces de autogobernarse en un intento por mantener su autoridad frente a un territorio con potencial comercial debido a su cercanía con Panamá. Contra la resistencia del gobierno departamental de Bolívar, el Gobierno federal convirtió al Archipiélago en Intendencia nacional por medio de la Ley 52 de 1912, autorizada por el presidente Carlos Restrepo.

El 1.° de enero de 1913 las islas inauguraron su nueva situación administrativa. Entre 1913 y 1930 se construyeron varias obras públicas: carreteras, muelles, puen-tes y escuelas, pero también se desenvolvieron luchas en el terreno político por la agenda de la administración. En el intento por mejorar las comunicaciones con el continente y ante las quejas por el mal servicio de correo que se prestaba en las islas, el Gobierno construyó una estación de telegrafía en San Andrés en 1914. Esta

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estación se cerró durante la Primera Guerra Mundial y se volvió abrir en 1920 para comunicarse con el Ministerio de Gobierno.

En 1913 se construyó un edificio para la intendencia, una casa-cárcel en San Andrés y un muelle en Providencia. Así mismo, se promovió la salud pública y el saneamiento; se desecaron pantanos, se construyeron cisternas, se promovió el uso de letrinas y se educó a la población estudiantil. En cuanto a la seguridad, los funcionarios tenían una impresión positiva frente al comportamiento de los is-leños como personas respetuosas y bien educadas, a pesar de que se presentaron riñas con funcionarios y casos de maltrato policial, lo que hizo más conflictivas las relaciones entre los isleños y las autoridades. De otra parte, la soberanía también fue defendida a raíz de la incursión de pescadores de otros países que se llevaban animales de los cayos del Archipiélago sin licencia alguna. Sin embargo, por falta de ayuda de parte del Gobierno federal para aumentar la seguridad, este esfuerzo fue infructuoso (Deshawn, 2009, pp. 88-89).

Tanto en los estudios de Ratter (2001) y Wilson (2004) como en la percepción actual de los habitantes, se hace manifiesta la idea de que el Archipiélago fue aban-donado durante largo tiempo por el Gobierno colombiano y que, cuando fue re-clamado por su posición estratégica, se convirtió en un dolor de cabeza para la identidad isleña, pues se instauró un proceso de colombianización:

Los funcionarios de Bogotá trataron de corregir décadas de abandono y de la mala gobernanza y consolidar su autoridad en las islas a tra-vés de la nacionalización. Las autoridades continentales la llamaron “colombianización”, que era un programa destinado a la conversión de la población isleña al catolicismo, enseñándoles el idioma español e inculcando el orgullo cívico y las costumbres hispanas. (Deshawn, 2009, p. 162)4

Dicho proceso no hubiese sido posible sin la intervención de la Iglesia cató-lica, que se impuso en la educación de los niños con el objetivo de eliminar toda conexión con un pasado protestante e inglés. De este modo, el lenguaje creole y la religión protestante se vieron socavados por la religión católica como única repre-sentante de la “madre patria” colombiana.

Sin embargo, no podemos hablar de un proceso completamente forzoso de in-troducción de la cultura colombiana a las islas. El plan del Gobierno de imponerse

4 Traducción propia. El original dice: “Bogotá officials sought to correct decades of neglect and poor governance and consolidate their authority on the islands through nationalization. Mainland authorities called it ‘Colombianization’, which was a program aimed at converting the island population to Catholicism, teaching them the Spanish language, and instilling civic pride and Hispanic customs”.

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en el Archipiélago estuvo aparejado de la “seducción” a los isleños por medio de ofertas de trabajo y becas de estudio en el interior del país, lo que llevó a la con-versión de protestantes al catolicismo (Archbold, 2015a)5. “Muchos de ellos dicen que ellos no ‘decían de veras’ realmente su catolicismo pero estaban simplemente explotando la situación. Quienes permanecen protestantes tildan a los renegados como católicos de ‘oficio’ (job catholics)” (Wilson, 2004, p. 50).

La aculturación en todos los niveles se convirtió en un objetivo clave del Estado colombiano para recuperar las islas. Debido a las sugerencias de los funcionarios colombianos después de sus visitas a San Andrés, como la del oficial de la marina Emilio Eitón, se dio inicio a una misión católica. El 2 de enero de 1913 los sacerdotes británicos James Fitzpatrick, James Rogan y Herbert Keane llegaron a San Andrés para liderar la misión. Esto con el objetivo, por parte de las autoridades colombia-nas, de reemplazar a la misión católica estadounidense que había desde 1910 con los josefinos, misionarios de Mill Hill de Baltimore, quienes habían heredado la misión del sacerdote Timoteo San Juan, quien a su vez había continuado la labor del padre Albert Stroebele que ya había iniciado en 1901 la primera misión católica, pero que tuvo mucha resistencia por parte de la iglesia bautista (Deshawn, 2009, pp. 124-125).

La conversión de varios de los isleños al catolicismo trascendía la intención de buscar beneficios ante las promesas de las autoridades colombianas y respondía a serias discriminaciones por parte de la intendencia, por medio de estrategias como la negación de los matrimonios bautistas que convertían a los hijos en ilegítimos y les impedían heredar las tierras de sus padres. Para evitar estos actos discrimina-torios los isleños se convertían al catolicismo (Deshawn, 2009, p. 153).

Los misionarios de Mill Hill tuvieron que enfrentar toda suerte de obstáculos económicos hasta que pudieron recibir fondos recaudados en Europa y Estados Unidos, con los que construyeron en San Andrés el templo Sagrada Familia, en 1915 (Deshawn, 2009, p. 133). A estos obstáculos se sumaron las acciones del intendente Gonzalo Pérez y de los funcionarios continentales en contra de los misioneros y las estrategias de calumnia por parte de las iglesias bautistas y adventistas (Deshawn, 2009, pp. 134, 136). A pesar de la conversión de varios isleños al catolicismo por parte de esta misión, los funcionarios consideraron que debían ser reemplazados por sacerdotes colombianos, por lo que en 1926 se nombró la orden española de los capuchinos para tomar la misión católica en el Archipiélago liderada por los

5 Esta noción de seducción es utilizada por Archbold para referirse a la “idea del poder como un conjunto de relaciones, que lejos de recurrir a la fuerza y a la coerción, despliega unas estrategias, utiliza elementos más sutiles como la seducción, establece redes en el interior de la población y que se multiplica desde diferentes expresiones de la subjetividad” (2015a, pp. 18-19).

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sacerdotes Eugenio de Carcagente, Cristóbal de Canals, David de Castellfort, Carlos Vicente María de Orihuela y Antonio de Novelda (Deshawn, 2009, p. 139).

Paralelamente a esta conversión religiosa se llevó a cabo una intervención en la educación de los isleños que apoyaría los objetivos de la administración central. Para los funcionarios colombianos las escuelas en el Archipiélago se convertirían en espacios que transmitirían la lengua española y producirían ciudadanos pa-trióticos. Para los funcionarios, la educación recibida por profesores nativos o ja-maiquinos estaba fortaleciendo la cultura anglocaribe, las costumbres británicas y estadounidenses, y promoviendo la religión protestante. Así que en 1913 el inten-dente Gonzalo Pérez abrió varias escuelas en el Archipiélago. La apertura de estas escuelas llevó a reformular el plan de estudios con la inclusión del idioma español, la historia colombiana y las enseñanzas católicas (Deshawn, 2009, p. 143).

Aunque se presentaron obstáculos en este proyecto educativo por la falta de inversión y la precariedad de las escuelas, el mayor obstáculo para los funciona-rios fue la resistencia de los isleños. Los padres se negaron a enviar a sus hijos a las escuelas a aprender de una religión en la que no habían nacido (Deshawn, 2009, p. 145). De ese modo, los hijos fueron sacados de escuelas públicas e inscritos en colegios privados religiosos dirigidos por bautistas y adventistas. Ante este desafío, en 1916 el intendente Manuel Leal hizo la enseñanza del español, la historia y la geografía colombianas obligatorias (Deshawn, 2009, p. 147).

En la búsqueda del control de las escuelas públicas, el 26 de mayo de 1927 lle-garon las primeras monjas capuchinas para liderar los colegios de niñas y los sa-cerdotes se concentraron en los colegios de niños (Deshawn, 2009, p. 150). Estos maestros se dedicaron a promover todas las celebraciones colombianas y lograron convertir cada vez más isleños a la religión católica. Frente a esta situación, los bautistas reaccionaron contratando a Noel Gonçalves, de la Guyana Británica, para reavivar la oposición (Deshawn, 2009, p. 151). Con los ataques de la intendencia, en 1930 la policía atrapó a Gonçalves acusándolo de desprestigiar a la Iglesia católica y a los funcionarios locales, y el inspector de escuela, José Múnevar, sustentó el cierre de las escuelas religiosas con el Artículo 13 de la Ley 56 de 1927 (Deshawn, 2009, p. 152). Sin embargo, a pesar de los intentos de las autoridades por colombianizar el Archipiélago, los isleños no aceptaron el proyecto cultural del Gobierno (Deshawn, 2009, p. 153).

En el aspecto político, desde 1923 se desenvolvieron disputas por el poder entre la élite de las islas y los funcionarios encargados de la intendencia. Francis Newball, líder isleño, representó un sector del Archipiélago y se enfrentó ante funcionarios por las carencias en su administración. Los conflictos se desataron por el nombra-miento en cargos públicos. Los consejos municipales anteriores habían tenido va-

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rias autoridades departamentales. Con el fin de recuperar los consejos, los isleños trataron de ejercer más influencia sobre la administración pública. Así se destinó más dinero a obras públicas y escuelas (Deshawn, 2009, p. 71).

Algunos isleños también se indispusieron contra los líderes raizales en la me-dida en que consideraban que estaban contradiciendo la agenda de la intenden-cia impidiendo que se aprendiera el idioma del país. Aun así, el Gobierno federal intensificó su administración en las islas y nombró intendentes no isleños, hecho que provocó irritación entre la élite isleña. Memoriales de quejas y peticiones se presentaron entre 1924 y 1930, lo cual influyó en la manera en que los isleños cons-truyeron su identidad y se reconocieron como marginales de la nación colombiana (Deshawn, 2009, pp. 110-111).

Varios isleños buscaron establecer las relaciones armoniosas con el Gobierno central y superar los conflictos que se habían presentado entre funcionarios. Así,

En estos memoriales, los isleños se presentaron como ciudadanos co-lombianos leales que buscaban fortalecer los vínculos entre las islas y tierra firme cerrando las brechas en la distancia, la cultura y el lenguaje entre las dos regiones. Al hacerlo, los peticionarios trataron de contra-rrestar las imágenes públicas, que se encuentran principalmente en la prensa de Cartagena, representándolos como separatistas e ingo-bernables. Con el fin de convencer a las autoridades de Bogotá que no agitaban por ambiciones personales, y que sus peticiones de una mejor gobernanza fueron arraigados en las demandas de la ciudadanía, los isleños adoptaron una estrategia retórica que enfatizaba su identidad colombiana. (Deshawn, 2009, p. 112)6

Los isleños manifestaron su lealtad a Colombia y su deseo de participar en los asuntos políticos del Estado colombiano. El objetivo era llamar la atención del Go-bierno en Bogotá y denunciar el mal comportamiento de los intendentes, en espe-cial el comportamiento sexual que llevaba a los funcionarios a seducir a las hijas de los isleños. No obstante, la participación política de los isleños no fue satisfecha por el Gobierno central. Para el Gobierno federal los isleños no eran ciudadanos

6 Traducción propia. El original dice: “in these memoriales, islanders presented themselves as loyal Colombian citizens who sought to strengthen the ties between the islands and mainland by bridging the gaps in distance, culture, and language between the two regions. In so doing, the petitioners sought to counter public images, found primarily in the Cartagena press, depicting them as separatist and ungovernable. In order to convince Bogotá authorities that they were not agitating for personal ambitions, and that their pleas for better governance were rooted in demands for citizenship, islanders adopted a rhetorical strategy that emphasized their Colombian identity”.

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sino sujetos inferiores que debían ser educados y aculturizados para llevar a cabo el proyecto político colombiano (Deshawn, 2009, p. 117).

Tratado de Bárcenas-Esguerra

En 1928 el Gobierno colombiano realizó el Tratado de Bárcenas-Esguerra por me-dio del cual le cedió a Nicaragua las Islas Corn y la Costa de Miskitos. Este tratado buscaba garantizar un futuro reclamo de territorio y establecer los límites ma-rítimos entre Nicaragua y Colombia. Esto afectó a los isleños, pues se generó un sentimiento de pérdida. En 1932 una plaga de ratas afectó a los cocoteros en San Andrés lo que, sumado a la crisis comercial, produjo una crisis económica en el Archipiélago, por lo cual varios habitantes migraron a Panamá y la costa colom-biana (Vollmer, 1997, p. 65).

Puerto libre

Hacia mediados del siglo xx los puestos administrativos fueron otorgados cada vez más a los isleños de Providencia, gracias al consentimiento del Gobierno central de Bogotá y como estrategia para ampliar los métodos de seducción para introducir la cultura colombiana. El aparato de Gobierno estaba entonces conformado por el alcalde, el secretario, el personero, el recaudador de impuestos, el registrador, el policía municipal, tres secretarios asistentes, una cartera, un juez y un fiscal res-ponsable del coso que encorralaba a los animales, ocho policías comandados por un sargento y el capitán de puerto (Wilson, 2004, p. 51). Sin embargo, estas nuevas oportunidades laborales trajeron consecuencias en las trasformaciones sociales de las islas, pues los isleños cada vez más fueron reemplazando su actividad agrícola por una actividad comercial y administrativa lo que generó otro tipo de expectati-vas (Vollmer, 1997, p. 87).

En 1953, el presidente Gustavo Rojas Pinilla declaró a San Andrés un puerto libre mediante el Decreto 2965 de la Ley 13 de 1953, en el que declara que las im-portaciones no pagarían aranceles. Retornando a los ciclos de poblamiento, que propone Vollmer (1997) para comprender el desarrollo histórico del Archipiélago, podemos establecer el ciclo del puerto libre en un periodo que va de 1953 has-ta 1991. Convertir a San Andrés en puerto libre tuvo como objetivos promover el desarrollo económico del Archipiélago e incorporar las islas como espacio social, político, económico y cultural del territorio colombiano (Vollmer, 1997, p. 70). De otra parte, el proceso se experimentó de manera diferente en Providencia y Santa Catalina por lo cual trasformaciones demográficas y territoriales se dieron en me-nor intensidad allí.

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Al volverse puerto libre, San Andrés se convirtió en un destino turístico atracti-vo para la compra de electrodomésticos y otras mercancías libres de impuestos. Así mismo, la transformación de la dinámica económica permitió el retorno de isleños que habían migrado previamente a Panamá y la costa colombiana durante la crisis del coco (Vollmer, 1997, p. 66). También se llevaron a cabo transformaciones en in-fraestructura y la luz eléctrica llegó a la isla, lo que significó un alto costo ambiental por el manejo de la planta de energía en la Bahía Hooker.

La transformación de San Andrés en puerto libre trajo repercusiones y profun-das transformaciones en la estructura de la población y la formación del paisaje, así como problemas en el ambiente (Vollmer, 1997, p. 70). A pesar de esta transforma-ción económica para el país, los sanandresanos continuaban sufriendo serios pro-blemas en la isla, como la falta de comunicación, la sobrepoblación, la expropiación de la tierra y la marginación raizal en el sector laboral del turismo (Deshawn, 2009, pp. 156-157). Los isleños pasaron de ser pobladores independientes a empleados o desempleados del sector turístico que se estaba implantando en la isla. De esta esta manera se incrementó un resentimiento hacia el Gobierno colombiano y se acuñó la palabra pañaman para referirse a los continentales. Vollmer (1997) lo explica así:

El exagerado aumento de la población, junto con la ausencia total de planificación urbana, llevaron a problemas de salud, educación, vivien-da y desempleo, problemas que no sólo incluyeron a las clases más po-bres de la comunidad isleña sino también a los inmigrantes que fueron llegando con muy pocos recursos económicos. Estos hechos agudizaron, por una parte, el conflicto de clases porque crearon descomposición en la sociedad dando origen al lumpen y, por otra parte, contribuyeron a abrir la brecha entre los nativos y los pañas (o spaniards, los nuevos isleños de origen continental). (p. 87)

Nuevamente los isleños acudieron al Gobierno central en busca de ayuda para enfrentar esta situación. A finales de la década de 1960 los isleños presentaron un manifiesto separatista ante la Oficina de Refugiados de la onu con un respaldo de 10.000 firmas y en Bogotá nació el Club Archipiélago Unido. Ante la presión de la población isleña el Gobierno colombiano instauró políticas de integración y como respuesta a las posturas de independencia en 1972 el Congreso declaró al Archipié-lago “Intendencia especial” (Díez, 2014, p. 291).

Movilizaciones de la población: migraciones y diásporas

Históricamente se han presentado muchas movilizaciones de población que han dado forma a la sociedad del Archipiélago. De manera general, los orígenes de estas movilizaciones se pueden resumir así: 1) creación de la Compañía de Providencia

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en 1629 por parte de los puritanos; 2) ocupación intermitente por parte de ingleses y españoles durante el siglo xviii; 3) ocupación por parte de piratas y filibusteros; y 4) la llegada de plantadores jamaiquinos y esclavizados finalizando el siglo xviii (Archbold, 2015a, pp. 118-119).

Sirios, libaneses, palestinos y algunos judíos comenzaron a llegar en la déca-da de 1950. Algunos desde Antioquia y Barranquilla y otros directamente desde el Medio Oriente. Siendo comerciantes de profesión, comenzaron a controlar la gran parte del flujo comercial de San Andrés. A pesar del incremento de su poder, esta población mantuvo sus costumbres culturales en círculos cerrados y permanecie-ron aislados de la cultura isleña. En la misma década llegaron colombianos de Bo-lívar, Atlántico y Antioquia (Vollmer, 1997, p. 71). Esta migración involucró sectores tales como los obreros, comerciantes, profesores de escuelas y de colegio, servicio doméstico, entre otros (Restrepo y Ramírez, 2001, p. 14).

En los años sesenta y setenta llegaron más colombianos con la expectativa de oportunidades por el desarrollo de San Andrés. De la costa atlántica llegó mano de obra y personal del servicio para trabajar en el sector hotelero. El Gobierno garan-tizó vivienda y educación a esta población para promover la política de colombiani-zación (Vollmer, 1997, p. 71-72).

En la década de los ochenta la migración a las islas continuó, en menor volu-men, pero sin ningún control ni planificación. De acuerdo con un estudio realiza-do con inmigrantes en San Andrés (González, 2004), la población que llegó en los años ochenta provenía principalmente de la región Caribe colombiana: Luruaco (Atlántico), Valledupar (Cesar), Banco (Magdalena), Magangué (Bolívar), Tolú (Su-cre), Pivijai (Magdalena) y Cartagena (Bolívar). Esta migración fue analizada no a través de individuos, sino de toda una clase social —clase media baja— que llegó al Archipiélago en busca de mejores oportunidades (p. 211).

En 1985 llegó población del Valle del Cauca. Algunos tenían relación con la red de narcotráfico que se consolidó en esa época. El Archipiélago era un atractivo para invertir en finca raíz y ubicarse estratégicamente en un territorio con conexión a rutas del comercio mundial.

Abello y Giaimo (2000) establecen una serie de implicaciones para la isla de San Andrés, a raíz del fenómeno migratorio, que pueden resumirse en:

• Especulación con el suelo urbano y rural.• Importación masiva de mano de obra proveniente del territorio continental.• Grandes construcciones que obtuvieron permisos con la ayuda irregular

de funcionarios.• Construcción de una visión sobre la isla como paraíso, que atrae la migración.

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Para controlar las olas migratorias que se presentaron en el siglo xx se creó la Oficina de Control, Circulación y Residencia (occre) mediante el Decreto 2762 de 1991. Esta instancia surgió a partir del Decreto 2762 de 1991, adoptado por el Go-bierno para reglamentar el control de la densidad poblacional del departamento del Archipiélago y dar solución al problema de sobrepoblación generada desde la declaratoria de puerto libre. Su objetivo fue garantizar el estándar poblacional sos-tenible acorde con la extensión territorial y la limitación de los recursos naturales del departamento del Archipiélago (occre, s. f.).

La sobrepoblación, resultado de las migraciones, ha derivado en otras con-secuencias que afectan tanto a isleños como a inmigrantes. De aquí ha surgido el conflicto, mencionado en otros apartados, entre los que nacieron en las islas y quienes han llegado a ella en los últimos sesenta años. A los inmigrantes venidos del territorio continental colombiano se les ha denominado de manera despectiva pañamanes, para diferenciarlos de la población nativa.

Bastante se ha escrito sobre la condición de los isleños, pero poco sobre la con-dición de los pañamanes o colombianos inmigrantes. Un estudio que analiza esta condición (González, 2004) señala el proceso de exclusión al que se han visto some-tidos estos habitantes que llegan a las islas en busca de oportunidades para mejorar su calidad de vida. En relación con las acciones políticas ejercidas por la población raizal en la búsqueda de su reconocimiento, se han derivado consecuencias para la población no nativa o raizal:

Ya que la no-inclusión dentro de un grupo políticamente dominante no permite a éstos la posibilidad de la legalidad, que se refleja en la no aceptación laboral, difícil obtención de vivienda y en pertenecer no cultural sino políticamente a un grupo social, influyendo en la autoi-dentificación étnica. (p. 202)

De otra parte, es importante hacer referencia al papel que han jugado, no solo las migraciones, sino también las diásporas de la población en la historia del Archi-piélago. Como señala Archbold (2015a, p. 19), se ha desarrollado en el Archipiélago un fuerte ejercicio de biopolítica en el control de las poblaciones a través de estas movilizaciones; es imposible comprender la sociedad isleña sin examinar tanto las dinámicas de las diásporas históricas como los movimientos migratorios contem-poráneos. Desde la perspectiva de este autor, las diásporas “operarían como el deto-nante desde donde irrumpen los referentes identitarios de diferentes grupos huma-nos sometidos a las presiones del colonialismo y otras relaciones de poder” (p. 118).

Varias generaciones de isleños han tenido la oportunidad de viajar a otros paí-ses, tanto de Centroamérica como a países de habla inglesa, gracias a las oportuni-dades laborales ofrecidas en proyectos como la construcción del Canal de Panamá,

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a los beneficios otorgados por el Gobierno colombiano en programas de becas, o a los esfuerzos económicos de sus familias para formarse profesionalmente, teniendo en cuenta el valor que ocupa la educación como mecanismo de reputación en la sociedad isleña. Por ejemplo, Estados Unidos se convirtió en un destino ideal para la formación universitaria de las familias de élite, que brindan facilidades de acceso a los jóvenes isleños por su conocimiento del inglés estándar.

Buena parte de estas personas han retornado a las islas para ejercer sus profe-siones o invertir el dinero ejerciendo, así como aquellos que pudieron trabajar en el Canal de Panamá:

muchos nacidos en el archipiélago entran a formar parte del privilegia-do grupo que trabaja a órdenes de los norteamericanos. Se diferencian de los otros trabajadores panameños por encontrarse labrando en la Zona del Canal. Son los llamados zonians y a este grupo pertenecen dos generaciones de trabajadores sanandresanos/providencianos o naci-dos en Panamá y de padres sanandresanos/providencianos. (Archbold 2015a, p. 98)

Narcotráfico

El narcotráfico incrementó su poder en las islas en la década de 1980, pues los ac-tores ilegales adquirieron bastantes predios, y trajeron mucho dinero que afectó la economía y la cultura isleña. Esta migración fue frenada durante los años noventa por la caída de los carteles de la droga en el país (Vollmer, 1997, pp. 72, 75). Sin em-bargo, a largo plazo las consecuencias de la presencia del narcotráfico se han dejado sentir en los valores e intereses de la juventud isleña:

el caso de San Andrés Isla es un paradigma de esta situación, ya que podría afirmarse que, a la par de los factores históricos y geográficos mencionados anteriormente, existen otra suerte de condiciones socia-les y culturales que han configurado un orden social permisivo con las prácticas ilegales y que se han instaurado como parte de una dinámica cultural que permea todas las capas de la sociedad, pero que impacta fundamentalmente a la población joven que se involucra en este tipo de actividades. Así, la búsqueda del reconocimiento y el ascenso social, la necesidad de acceder a bienes y artículos de lujo, que de otra manera no podrían ser conseguidos, y la búsqueda de una vida con comodidades en un territorio que ha sido históricamente descuidado por el Estado y ajeno a las regulaciones formales en las actividades económicas han propiciado la permanencia y expansión del fenómeno del narcotráfico

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que, por definición, también viene acompañado de formas específicas de violencia y control territorial y social. (Mantilla, 2011, p. 61)

De acuerdo con Mantilla (2011) la condición de los países ubicados en el Ca-ribe ha propiciado un contexto favorable para el desarrollo de actividades ilícitas como el tráfico de drogas (p. 42). El territorio isleño tiene una relación histórica y geográfica con el mar Caribe, estuvo localizado en la ruta de los galeones en el periodo colonial y sirvió a los intereses de los piratas, insertándose de este modo en los intercambios comerciales legales e ilegales y los procesos de dominación de las potencias europeas. Al mismo tiempo, los habitantes adquirieron destrezas en la navegación a lo largo de su estadía en el territorio insular, lo cual se ha conver-tido en un rasgo cultural aprovechado por las actividades ilícitas para el tráfico de drogas (p. 60).

Es así como el Archipiélago, que se encuentra en una situación geográfica es-tratégica, abrió un canal para que el narcotráfico, que se volvió viral en las últimas décadas del siglo xx en Colombia, llevara a cabo sus transacciones ilegales en rutas hacia Europa y Estados Unidos:

En medio de estas posibilidades o tendencias del tráfico, se puede ubi-car a San Andrés como un punto de paso estratégico de drogas, que se encuentra especialmente cercano al corredor centroamericano, es decir, a la ruta actualmente más activa para el tráfico ilegal que ope-ra en esta región. En este sentido, la ubicación geoestratégica del ar-chipiélago lo dota de una ventaja comparativa importante cuando se trata de hablar de la “salida Caribe” de las drogas que provienen de la Colombia continental. A su vez, la isla permite establecer una fácil conexión con las islas del Caribe occidental más activas en el negocio del narcotráfico: Jamaica, Puerto Rico, Haití y República Dominicana. (Mantilla, 2011, p. 50)

De este modo, San Andrés cumple un rol específico en la cadena de narcotrá-fico que conecta a Colombia con el resto del mundo. De acuerdo con el estudio de Mantilla (2011), gran parte de los estupefacientes no entran al territorio insular. En cambio, San Andrés actúa para los traficantes como un lugar de abastecimiento en el mar, así, generalmente, no se toca el territorio isleño.

El abastecimiento se refiere principalmente a combustible, a través de lanchas para transportes mucho más veloces que pueden llegar a otros países, y drogas, para la cadena de narcotráfico que usa la ruta del caribe y Centro América. Es así como el Archipiélago se ha venido especializando como un lugar de reabastecimiento, aprovechando sus 250.000 km² de mar territorial, la Zona Económica Exclusiva y

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las fronteras marítimas que comparte con Panamá, Costa Rica, Nicaragua y Hon-duras (Mantilla, 2011, p. 51).

Para la primera década del 2000 el negocio del narcotráfico encontró en el Ar-chipiélago un lugar propicio para extenderse y aprovechar las condiciones geo-gráficas y sociales. Mantilla (2011) describe las características que permitieron la expansión del narcotráfico en este sector del caribe:

• La situación geográfica permite el puente entre los países productores y los países consumidores de drogas ilícitas.

• La gran fragmentación territorial de la región ha permitido un mayor mar-gen de maniobra por parte de los traficantes.

• Bajo costo de las operaciones de tráfico por la región y estabilidad social y política que hace que la región esté menos expuesta a conflictos sociales.

• El lavado de dinero y el tráfico han sido facilitados por el turismo constante y el desarrollo de la banca externa.

• Los altos niveles de corrupción y la presencia de relaciones de informalidad y contrabando influyen y, a la vez, son influidos por el narcotráfico (p. 43).

Aunque bajo el mandato del Álvaro Uribe, y su Política de Seguridad Democráti-ca, se impuso un crecimiento del pie de fuerza, los índices de criminalidad asociada al narcotráfico se mantuvieron estables en el Archipiélago y los asesinatos, que se presumen relacionados con las bandas producto del proceso de desmovilización de paramilitares, aumentaron. A las condiciones para la expansión del narcotrá-fico anteriormente descritas se suma la ineficiencia en la política de reinserción y desmovilización, que no tomó en cuenta la configuración del orden social del Archipiélago, y, por otro lado, el mantenimiento de una política que buscaba atacar el problema de manera punitiva y militar sin tomar en consideración las problemá-ticas de pobreza y marginalidad en las islas (Mantilla, 2011, p. 54).

Crecimiento poblacional

El crecimiento de la población fue desmesurado durante las últimas décadas del siglo xx (tablas 7 y 8). Por supuesto, esto afectó la densidad poblacional de la isla teniendo en cuenta su pequeña extensión (26 km²). Con el tiempo, este crecimiento tuvo consecuencias negativas en la tenencia de la tierra por parte de los nativos, un cambio en las relaciones económicas y un deterioro del hábitat (Vollmer, 1997, p. 75).

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Uno de los procesos que llegó aparejado al poblamiento masivo de las islas en la segunda mitad del siglo xx es la ocupación de suelo para urbanización. Antes de esta época, los pobladores se asentaron de manera dispersa en los alrededores de las islas y las viviendas se ubicaron de manera lineal sobre los caminos (Abello y Giaimo, 2000, p. 9). En los años sesenta se dio inicio al proceso de urbanización cuyo núcleo central se presentó en North End, alrededor del cual surgieron vi-viendas, hoteles y almacenes; lo que se denomina un poblamiento concentrado en “forma de aceite”. Así, en los barrios de inmigrantes se formaron construcciones precarias en los patios que eran arrendados por los isleños con la condición de construir con materiales no duraderos. Un crecimiento lineal se dio en otros sec-tores como San Luis y La Loma (p. 10).

Esta concentración ha tenido dos formas: la del patio isleño tradicional y la de la malla en forma de espina de pescado. En la primera, en toda el área de una antigua finca pequeña se empiezan a construir viviendas, hasta ocupar prácticamente todo el espacio sin trazado de calles, solo caminos peatonales en donde a veces no cabe ni siquiera un motoci-clista. En la segunda forma, a partir de vías precarias sin afirmar y con algún trazado preliminar, se establecen viviendas conectadas por una sola ruta de acceso a la calle principal. (Abello y Giaimo, 2000, p. 10)

El inicio de los asentamientos planificados se da con el Instituto de Crédito Te-rritorial (ict) en 1960 con la construcción de 18 viviendas en el sector de Cabañas de Altamar. Con la participación de Planeación Intendencial se da inicio al estudio para construir viviendas en el sector de Los Almendros en 1972 y para 1976 se da ini-cio de la construcción de viviendas para 132 familias (Abello y Giaimo, 2000, p. 16).

Entre 1970 y 1985 se rellenaron los pantanos y se construyó infraestructura en cemento para el turismo naciente. Como lo explica Vollmer (1997), esta urbani-zación se realizó a través de la subdivisión de las casas isleñas, construcción de vivienda privada en Sarie Bay, proyectos de vivienda masiva en áreas de relleno de pantanos y manglares en Los Almendros y El Bight, proyectos de autoconstrucción del ict y de las Juntas de Acción Comunal, y la creación de sectores catalogados como subnormales (pp. 76-77).

A partir de 1985 la construcción se desaceleró para iniciar la ocupación cerca al centro y las playas. En la actualidad hay una escasa oferta de suelos y espacio, lo cual afecta la posibilidad de compra a las generaciones futuras y de terreno para cultivos de subsistencia.

Estas transformaciones físicas (figura 8) se tradujeron en transformaciones sociales y económicas que desplazaron a los nativos de su propia tierra. Hacia la década de los ochenta se produjo una toma de conciencia de ser isleño, una reafir-

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Figura 8. Mapas de poblamiento de San Andrés en el siglo xx. Fuente: Vollmer (1997, pp. 92-93).

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mación de la identidad del grupo como etnia que se expresó en el fortalecimiento del inglés y del creole como lengua materna, en una permanencia del puritanismo bien sea como practicante católico o protestante, en una reafirmación cultural ba-sada en la discriminación racial, en la continuidad del sistema de discriminación por prestigio y en la estructura de la vivienda (Vollmer, 1997, p. 88).

Constitución de 1991

La nueva Constitución, con las aperturas frente al reconocimiento cultural y la descentralización de la administración, se presentó como una oportunidad para los isleños de cambiar su horizonte político, social, económico y cultural en un momento de crisis originado por las transformaciones que se venían dando desde la mitad del siglo xx.

Como se mencionó anteriormente, las peticiones de los isleños respecto al ex-cesivo poblamiento fueron consideradas en la Constitución de 1991. De este modo, el Archipiélago fue elevado a la categoría de departamento y a través del Artículo 310 se dispuso de un régimen especial que buscaba ayudar a la comunidad nativa dándole prioridad a los temas demográficos y ambientales. Así mismo, los isleños podrían escoger sus gobernantes, crear sus propios partidos políticos, manejar su propio presupuesto y crear sus propias políticas (Vollmer, 1997, p. 98). El 27 de oc-tubre de ese mismo año se eligió gobernador para un periodo de tres años.

A partir de la política de apertura económica, San Andrés dejó de ser el único puerto libre del país: sus actividades económicas principales, el comercio y el tu-rismo, entraron en crisis. Además, toda esa actividad económica ya había afectado profundamente el medio ambiente con construcciones aceleradas sin planifica-ción, el incremento de la población y la contaminación del agua y el paisaje.

A raíz de esta crisis y la oportunidad que brindó la Constitución de 1991, el Artículo 37 de la Ley 99 de 1993 creó la Corporación Regional para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Corali-na) cuyo objetivo es proteger y conservar los recursos naturales del Archipiélago, planificar el uso del suelo y los recursos del mar, fomentar la integración de las comunidades nativas y otras actividades dirigidas a velar por el rescate ambiental de las islas. A partir de esto, durante la década de los noventa se dio paso a una serie de acciones que buscaron frenar las afectaciones generadas en las islas en varios ámbitos (Vollmer 1997):

• Con el Artículo 310 el Archipiélago obtuvo la facultad de controlar la inmi-gración en su territorio y corregir el problema de densidad poblacional. El 13 de diciembre de 1991 se creó la Oficina de Control de Circulación y Residencia (occre).

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• El 19 de febrero de 1993 se sancionó la Ley 47 de 1993 que buscaba fortalecer la identidad de la cultura isleña. Gracias a esta ley se oficializó la lengua inglesa en el Archipiélago, se ordenó la enseñanza bilingüe y se determinó la creación de una universidad por parte del Ministerio de Educación para impartir conocimientos relacionados con las actividades de las islas.

• En marzo 19 de 1994 se dio inicio a la construcción de la Universidad Cris-tiana.

• El 9 de mayo de 1994 se entregó a la Unesco la propuesta de Reserva de Biósfera para el Archipiélago.

• El 30 de agosto de 1994 el partido político raizal s.o.s. interpuso y ganó una tutela que prohibió la construcción de nuevos hoteles o establecimientos comerciales mientras no se expidiera un nuevo plan de ordenamiento te-rritorial.

• En octubre de 1994 se realizó en Providencia una marcha cívica para pro-testar contra la construcción de un centro vacacional en los manglares de McBean.

• En julio de 1995 se congeló la construcción en San Andrés por tres años.

Balance a finales del siglo

El siglo xx fue para el Archipiélago un tiempo de cambios profundos y acelerados, en un intento forzoso del Estado por integrar el territorio a la Nación y de la comu-nidad isleña por enfrentar la transformación de su cultura y sus costumbres. La visibilización de las islas ante el país y ante el mundo produjo consecuencias ne-gativas para la vida social y natural, por lo cual varios debates se abrieron en torno a la búsqueda de soluciones para reparar los estragos del comercio, el turismo, la delincuencia y las migraciones. Al mismo tiempo, el proceso continuo para la construcción de identidad raizal en la comunidad de las islas ha significado la pre-sencia de un conflicto con el otro migrante, proveniente del territorio continental colombiano, reconocido como “paña” y con los comerciantes extranjeros, lo cual ha creado relaciones de opuestos que atentan contra la convivencia y estabilidad de la sociedad.

Un modelo que explica la situación de aislamiento relativo que ha experimen-tado la isla de San Andrés durante el último siglo podría extenderse a la isla de Providencia, teniendo en cuenta que conforman un mismo territorio insular. Dicho modelo se denomina “plataforma continental” y explica la idea según la cual el Ar-chipiélago está unido al continente a través de un puente. Este puente sería lo que se denominó a mediados de los años cincuenta del siglo xx “puerto libre”, y que buscaba solucionar los problemas de las islas convirtiendo a San Andrés en plata-

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forma comercial. Básicamente, los problemas atribuidos a este modelo se centran en las crecientes demandas de recursos, especialmente de agua, acumulación de basuras, degradación de ecosistemas naturales y la pérdida de la calidad del paisaje (Avello y Giaimo, 2000, p. 7).

Otro modelo, que se opone al anterior, surgió a inicios del siglo xxi, es el de “isla”, que actualmente es implementado por Coralina para ejercer las normas am-bientales vigentes en el país y generar un modelo de desarrollo sostenible. Este modelo intentaba abrir la fachada de las islas al Caribe y a Centroamérica para implementar un modelo de desarrollo específico basado en la cultura de los isleños y en la idea de desarrollo sostenible (Avello y Giaimo, 2000, p. 8).

Siglo xxi

El inicio del siglo xxi se dio con la declaratoria del Archipiélago como Reserva Mun-dial de la Biosfera en el año 2000. De acuerdo con el análisis realizado por James (2014), después de la disminución de visitantes en la década de los noventa, en la primera década de este siglo (2000-2012) se han evidenciado dos tendencias: entre el 2000 y el 2009 se vio una lenta recuperación del turismo de visitantes de extranjeros y la agudización del narcotráfico. A partir del 2010 hubo un incremento considerable del turismo gracias a los turistas nacionales. Esto ha generado efectos sobre el medio ambiente insular y presión antrópica sobre los recursos naturales (p. 219). A esto se suma la pérdida de una parte del territorio marítimo que ha pren-dido las alarmas del Gobierno nacional frente a la situación de la población isleña.

Continuación de la fragmentación del territorio:

litigio Colombia-Nicaragua

A pesar de los avances en materia constitucional, los conflictos en términos de terri-torio en el Archipiélago persisten. Aunque Nicaragua ha reclamado el Archipiélago como suyo desde el siglo xix, el 19 de noviembre del 2012 la Corte Internacional de Justicia (cij) con sede en La Haya falló sobre el litigio marítimo de los límites entre Colombia y Nicaragua. El fallo determinó cambiar la antigua frontera marítima de-terminada por el Tratado Esguerra-Bárcenas, firmado en 1928, en el que se acordó el meridiano 82° como límite marítimo. Esto significó la pérdida de una gran por-ción de mar y una reacción de tristeza del pueblo colombiano (Díez, 2014, p. 244).

El proceso de litigio se inició en el año 2001 con la demanda que presentó Nica-ragua contra Colombia ante la cij. Este organismo internacional asumió el litigio por la celebración del Pacto de Bogotá, suscrito el 30 de abril de 1948, en el que los países del continente americano se comprometían a resolver sus diferencias rela-cionadas con el territorio ante este organismo (Archbold, 2015b, p. 19).

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Los orígenes de las contiendas territoriales se encuentran en las ocupaciones que se han hecho por parte de los países europeos desde el descubrimiento del Archipiélago. Archbold (2015b) refiere un documento de 1807 en el que las islas de San Andrés y la Costa de Mosquitia quedan dependientes del Virreinato de Santa Fe. Este último territorio entró en grave crisis años después, lo cual dio como resultado su pérdida debido a la toma por parte del Gobierno de Managua y la celebración del tratado Bárcenas-Esguerra en el cual Colombia entregó la Costa de Mosquitia (pp. 22-23). A partir de este tratado se dio inicio al fraccionamiento del pueblo creole ubicado en este amplio sector del Caribe, hecho que implicó para sanandresanos y providencianos perder su conexión con otras comunidades creole y sus familias originarias (p. 59).

El tratado Bárcenas-Esguerra fue establecido entre Colombia y Nicaragua el 24 de marzo de 1928. El objetivo era fijar los límites entre los dos países y evitar cualquier reclamación futura. Sin embargo, el 1.° de febrero de 1980 el Gobierno sandinista declaró inválido el tratado, esto dio origen a un conflicto diplomático con Colombia. Así, el 5 de diciembre del 2001, Nicaragua presentó finalmente la de-manda contra Colombia ante la cij, ambos países expusieron luego sus argumentos de ejercicio de la soberanía sobre las islas, pero todo terminó, de manera negativa para Colombia, con la decisión del año 2012 por parte de la cij.

La decisión de la cij causó una gran conmoción en el país, pero por supues-to en mayor medida en la población del Archipiélago, debido a las consecuencias económicas y culturales que podrían llegar a afectar a los pescadores y a la comu-nidad raizal en general. Como lo expresa Archbold (2015b) en su análisis sobre el conflicto territorial entre Colombia y Nicaragua, la decisión de la cij se basó en un total desconocimiento del territorio ancestral de la población nativa y produjo un fraccionamiento del pueblo creole. Según Archbold (2015b), la nación colombiana desperdició casi cien años de un proceso político para consolidar su posición en esta parte del territorio nacional (p. 58).

Este mismo autor (2015b) advierte la despreocupación que tenía el Estado fren-te a la demanda establecida en el año 2001: debió ser revisada una vez la cij dio a conocer el fallo de excepciones preliminares, el 13 de diciembre del 2007. Colombia le solicitó a la cij que se declarara impedida para pronunciarse sobre el reclamo de Nicaragua, pero la respuesta fue que, si bien no podía fallar sobre la soberanía en las islas, tenía toda la competencia para realizar la delimitación marítima. Esto debió ser una primera alerta ante lo que se venía para el país en el año 2012.

El evento se ha convertido en un argumento la labor de defensa de la población isleña, que se inició desde finales del siglo xx. De hecho, varias han sido las recla-maciones reflejando el descontento de la población de las islas por no ser consul-

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tada ni representada en la defensa que presentó Colombia ante la cij (Archbold, 2015b). La negación por parte de la cij para que la población participara del proceso de litigio descansa en el artículo 34 de la carta de esa instancia, según el cual el tribunal solo se relaciona con Estados (p. 67). En esta medida, a la población creole se le arrebató un espacio de participación en las decisiones que guiarían el destino de su territorio; por un lado, debido a que el Gobierno colombiano pareció no re-conocer su autonomía e importancia durante la toma de decisiones, y, por otro, en la medida en que no es un Estado independiente.

Plan para San Andrés, Providencia y Santa Catalina

A partir del fallo de la cij del 19 de noviembre del 2012, el Gobierno de Juan Ma-nuel Santos y los gobiernos locales del Archipiélago dieron inicio a la formulación e implementación de acciones adicionales y complementarias que conformarían el Plan para San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Entre el 2011 y el 2014 se multiplicaron las inversiones por parte del Gobierno nacional con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los isleños. Este plan consistía en invertir 200.000 millones de pesos para financiar proyectos turísticos, de educación, servicios y cul-tura, y subsidiar a los pescadores afectados por la pérdida del territorio marítimo. Con base en las necesidades de las islas, algunas de las inversiones y de los avances realizados hasta el año 2014, son los que se muestran en la tabla 9.

Tabla 9. Avances en el Plan para San Andrés, Providencia y Santa Catalina

ÁREA AVANCES

Sector Transporte, comprometido con San Andrés

• Circunvalar San Andrés. Se han invertido $41.000 millones. Avance 75%.

• Circunvalar Providencia. Se han invertido $22.280 millones. Avance 92%.

• Dragado canales de acceso para puertos de San Andrés y Providencia. Invías suscribió convenios por más de 30.000 millones. Como permitirá la entrada de buques más grandes, se reduce el costo transporte mercancías y disminuye el precio para habitantes de la isla.

• Combos de maquinaria. $1.530 millones para hacer mantenimiento de vías: ya se adquirieron cinco importantes maquinarias.

• Estudio de movilidad y propuesta de sistema de transporte integrado. El Departamento Nacional de Planeación hizo convenio con la Universidad Nacional para estudio con recomendaciones.

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ÁREA AVANCES

Acciones por la movilidad entre San Andrés y Providencia

• Satena. Subsidios por $5.100 millones. Se han beneficiado 60.700 personas.

• Servincluidos (transporte aéreo). Subsidios para 42.000 personas (23.700 turistas y 19.000 residentes).

• Conocemos Navegando (transporte marítimo). Subsidios por $1.955 millones, que benefician a 36.200 personas.

Vivienda para San Andrés Islas

• Subsidios para mejoramiento de vivienda urbana. 170 subsidios para mejoramiento de vivienda en proyecto San Andrés Living Island for All.

• Subsidios para vivienda nueva urbana. Se aumentó el número de salarios mínimos para el subsidio de vivienda nueva de 70 a 100.

• Subsidios para vivienda rural. Convenio con el Banco Agrario en Providencia por $5.000 millones. Se beneficiarán 136 familias.

Agua potable y saneamiento básico en la isla

• Se adelanta la construcción del Alcantarillado del Distrito No. 4 (Natania), en San Andrés, (inversión de $28.387 millones). Avance: 16%. Cobertura de alcantarillado pasa de 0 al 100% en esta área, lo que implica un incremento del 44% al 73% en la prestación del servicio en la isla. Se benefician 24.000 personas.

• Construcción de acueducto para Providencia y Santa Catalina. Inversión de $16.402 millones. Avance de obra: 60%. Se aumenta la cobertura del 60% al 82% de la población: 9.100 habitantes. Habrá servicio continuo toda la semana y con buena calidad de agua.

Turismo: el fuerte de San Andrés

• Montaje de proyecto piloto de piscicultura marina en San Andrés y Providencia. La consultoría está finalizada y se presentará en San Andrés.

• Dotación de 46 motores de 4 tiempos a pescadores artesanales (27 en San Andrés y 19 en Providencia). Se vieron beneficiados 46 pescadores artesanales.

• Entrega de 148 kits de seguridad marítima para pescadores artesanales: linterna, flashes, salvavidas, localizadores satelitales, alarmas de pánico y radio de comunicaciones, entre otros. Se beneficiaron 148 pescadores.

• Subsidios para pescadores artesanales. Son 6 pagos mensuales por $1.800.000 cada uno. Se han realizado 5.621 pagos a 1.166 pescadores.

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ÁREA AVANCES

Turismo: el fuerte de San Andrés

• Proyecto productivo para pescadores industriales. Convenio entre el Departamento para la Prosperidad Social, la Unidad de Gestión de Riesgo y la Cámara de Comercio de San Andrés. Se prevén seis pagos de incentivo de $600.000 cada uno, y la puesta en marcha del proyecto productivo. Se beneficiarán 70 pescadores que trabajaban en buques industriales.

• Capacitación en fortalecimiento de cooperativas y asociatividad. Se han capacitado 905 pescadores en San Andrés y 298 en Providencia, para un total de 1.203.

• Granja experimental – Acuaponía, con el apoyo del sena. • Fondo de Seguro Pesquero: se han cubierto los barcos pesqueros

industriales.• Apoyo combustible para pesca industrial que busca financiar el 50%

del costo del combustible. En total 24 embarcaciones se han visto beneficiadas con esta iniciativa.

• Alternativas de Maricultura en Providencia. Se logró con la cooperativa Fish and Farm de Providencia. Se han creado 12 empleos directos. Se realizan experimentos con una diversidad de especies para generar mejores resultados en condiciones de cautiverio.

• Cangrejo negro en Providencia. Beneficia a 123 familias de Providencia y Santa Catalina.

Educación para San Andrés Islas

• Becas de educación superior. Con una inversión de $34.500 millones de pesos se otorgaron créditos condonables para 700 alumnos: 600 para pregrado y 100 para posgrado. Se cubre el 100% del valor de la matrícula y se da un subsidio de sostenimiento.

• Inversión en infraestructura y dotación educativa. Entre 2010 y 2014 se pusieron en marcha nueve proyectos de infraestructura.

• Programa de Inmersiones en el Exterior. Se financió la inmersión de 15 docentes de inglés en Edimburgo (Gran Bretaña) por tres semanas, para fortalecer la enseñanza de inglés.

• Programa de inmersión en inglés en Providencia. Se beneficiaron 357 docentes y se vincularon 59 posadas nativas y 33 trasportadores locales. Se espera promover a 368 docentes de básica y media del nivel B1 (pre-intermedio) al nivel de competencias B2 (intermedio) dentro del programa de formación.

• Formación en procesos de enseñanza-aprendizaje de creole y de la cultura criolla en la educación preescolar y básica.

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ÁREA AVANCES

Cultura: el valor de San Andrés

• Casa de la cultura de La Loma en San Andrés. Finalizado.• Casa Lúdica en San Andrés. Inversión de $3.000 millones.• Apoyo al Sunset Fest de Providencia.• Teatro Midnight Dream de Providencia. Fue inaugurado en marzo

del 2014. Está dotado con equipos de última tecnología y tiene capacidad para 263 personas.

• Centro de producción de contenidos culturales laso y Residencia de creación, producción y emprendimiento Old Providence Sound Setters. Participaron 27 creadores, gestores y emprendedores colombianos, 4 brasileros y un equipo de 7 tutores expertos. Líneas de trabajo: producción musical, audiovisual, diseño gráfico y gestión de estrategias comerciales y digitales.

• Dotación de la Casa de la Cultura de Providencia. Salas de cómputo dotadas de nuevos equipos y mobiliario.

Atención a primera infancia y jóvenes en San Andrés Islas

• Centro de Desarrollo Infantil en La Loma, en San Andrés. Beneficiará alrededor de 82 niños y niñas.

Deporte y recreación

• Estadio de béisbol para niños. Inversión que supera los $1.036 millones, escenario entregado a la Gobernación.

• Realización de juegos de Mar y Playa, 2013. Contaron con la participación de más de 1.000 deportistas en 10 disciplinas deportivas.

• I Juegos Deportivos del Caribe Colombiano, 2015. • Programas de entrenamiento en baloncesto, béisbol y fútbol.

Se busca apoyar la asistencia de las delegaciones de fútbol y baloncesto al festival deportivo de Colón, en Panamá, y la compra de implementos deportivos para beneficiar aproximadamente a 500 niños y niñas del departamento.

• Intercambios deportivos. Proyecto en marcha desde el 2012. 46 jóvenes del Archipiélago han participado en intercambios en Jamaica, Estados Unidos de América y Austria en las disciplinas de atletismo, baloncesto y voleibol.

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ÁREA AVANCES

tic: San Andrés conectado

• Equipos de cómputo y formación de docentes. 1.050 computadores y 4.710 tabletas. Beneficia a más de 9.000 niños y niñas de 23 sedes educativas. Se redujo de 20 a 2 la relación de niños por computador en el departamento.

• Aulas digitales. 20 aulas digitales interactivas, 11 aulas de lectura interactiva. Se benefician más de 10.000 estudiantes.

• Banda Ancha. 1.212 accesos a internet para hogares de estrato 1 y 2, y 4 accesos para instituciones públicas. Proyecto en proceso de instalación.

• 4 puntos Vive Digital. Con este proyecto se han beneficiado 2.900 personas.

• 9 quioscos Vive Digital. Instalación de 6 quioscos en Providencia y 3 en San Andrés.

• Subsidio a la tarifa de Internet para hogares de estratos 1 y 2. Se benefician 725 hogares.

• Conectividad en Providencia. Implementación de radioenlace que conecta a San Andrés y a Providencia, y un anillo de fibra óptica alrededor de Providencia. Se beneficiaron 42 instituciones con servicio de Internet y se entregaron equipos de cómputo a 25 mipymes del sector turístico. También se entregaron kits educativos a 5 instituciones educativas.

• 280 computadores para instituciones educativas de Providencia y Santa Catalina. Tres instituciones educativas de Providencia y Santa Catalina y se beneficia a 952 alumnos.

Energía para San Andrés

• Estudio de factibilidad para implementación de tecnologías de potencial térmico oceánico. Incluye conversión de energía térmica oceánica, aire acondicionado basado en agua del fondo oceánico.

• Diseño de Programa de Eficiencia Energética en San Andrés. Desarrollo de proyectos pilotos sobre eficiencia energética.

• Proyecto generación de energía combinada con soluciones de agua potable y/o aguas residuales usando como fuente la energía solar.

• Subsidios de energía. San Andrés cuenta con 19.300 beneficiarios de este subsidio. Se subsidia consumo de hasta 800 kwh/mes, en el resto del país esa cifra es 173 kwh/mes.

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ÁREA AVANCES

Salud para San Andrés

• Mejoramiento, recuperación, dotación biomédica e industrial y de infraestructura de la red prestadora de servicios de salud de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Se benefician el Hospital Amor de Patria, el Hospital Local de Providencia y los Puestos de Salud de La Loma y San Luis de San Andrés. Inversión: $4.000 millones.

• Expedición del Decreto 2273 del 11 de noviembre del 2014 que permitirá realizar transferencias de recursos del Sistema General de Participaciones para subsidiar la prestación del servicio de salud de manera directa.

Asuntos de población y territorio

• Ordenamiento territorial con enfoque de derechos Raizales. Se han contratado 15 profesionales en San Andrés y 8 en Providencia y Santa Catalina para la elaboración de los insumos. Proyecto en ejecución.

• Registro de población. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (dane) ya cuenta con los resultados preliminares, pero se realizará un tercer levantamiento para reducir la cantidad de hogares que no han sido encuestados.

• Acompañamiento a Consultas Previas: en especial para la ampliación del aeropuerto, el parque de energía eólica de Sopesa, la “planta de residuos sólidos urbanos de Sopesa” y el dragado del puerto de la isla de San Andrés.

• Estatuto raizal. El Ministerio del Interior está apoyando la formulación participativa.

• Caracterización de la población raizal. Con base en los resultados del registro de población del dane, se pretende identificar las condiciones socioeconómicas y demográficas de la etnia raizal, así como el estado de su cultura.

• Estación de Bomberos de Providencia. Proyecto pendiente de que la alcaldía entregue la documentación completa para iniciar procesos en Fonade.

Defensa: protección en San Andrés Islas

• Escuela de policía raizal. Inaugurada en febrero del 2013 (se graduaron 30 policías con el grado de patrulleros). Se encuentran en proceso de formación 31 estudiantes con beca (matrícula, equipo y bonificación mensual).

• Estación de Guardacostas de Providencia. Inversión: $8.600 millones.

Empleo y formación para el trabajo en las Islas

• Adecuación y puesta en funcionamiento de simuladores de navegación full mission gama media del sena. 84 aspirantes para la cualificación y calificación con experticia en maniobras de atraque, desatraque y conducción de embarcación.

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ÁREA AVANCES

Acceso al crédito

• Banco Agrario. 77 créditos por valor de $1.482 millones, entre otros destinos, para financiar el costo de faenas de pescadores industriales.

• Bancoldex. Cupo especial de crédito para las empresas del Archipiélago que mejora las condiciones de financiación para los empresarios.

Fuente: Elaboración propia con base en Urna de Cristal (2014).

Exploración de hidrocarburos

Colombia y Nicaragua tienen la intención de llevar a cabo exploraciones en busca de hidrocarburos en el territorio marítimo que corresponde a la Reserva de Biósfera Seaflower. Ha sido la acción de tutela llevada a cabo por el Archipiélago la que ha detenido estas exploraciones y el intento de Nicaragua de desarrollar este proyecto en el año 2013 (Archbold 2015b, p. 16). Sin embargo, comenta Archbold (2015b), no deja de preocupar la ambivalencia frente al destino de la Reserva Seaflower en la decisión tomada por la cij, puesto que una buena parte de esta quedará del lado de Nicaragua y se desconoce si se seguirán otorgando bloques de exploración de hidrocarburos, ya que la Agencia Nacional de Hidrocarburo (anh) ha reconocido que se están haciendo pruebas de sísmica en el Archipiélago (p. 102).

Proceso de asentamiento

Comprender el proceso de asentamiento del Archipiélago y la historia de este te-rritorio nos lleva a un pasado cargado de significados, asignados por la población actual y que están fuertemente vinculados, pues se trata de una historia muy ideo-lógica, que muestra una preocupación por lo que los isleños perciben como sus principales problemas en relación con su pasado y a su ambiente: su origen, su heterogeneidad racial y sus implicaciones sociales, y su aislada y anómala posición política de la cual proviene su posición cultural ambigua (Wilson, 2004, p. 66)

Podemos hablar de varias fases en la historia de poblamiento, con respecto a esas tensiones entre diferentes actores de ocupación: antes de la llegada de los eu-ropeos, se tiene registro de la presencia en el Archipiélago de pobladores Miskitos provenientes de la costa de lo que hoy es Nicaragua, Costa Rica y Panamá (Vollmer, 1997). Las incursiones de estos indígenas tenían como objetivo la caza de especies animales y el aprovechamiento de madera, sin llegar a habitar el territorio. Díez (2014), en su historia periodística, señala que:

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Sin embargo, para Wenceslao Cabrera Ortiz, el verdadero descubridor fue Olano, cuya nave fue arrojada hacia las costas de Honduras por una tormenta y fue así como el día de Santa Catalina, el 25 de noviembre de 1510, se tropezó con la isla que lleva su nombre. A la otra gran isla que halló la bautizó Providencia, según el Santoral Católico. (p. 9)

En la época de la Colonia se vivió un periodo de inestabilidad debido a las suce-sivas etapas de colonización, emigración, recolonización, conquista y reconquista (Ratter, 2001, p. 55). A los europeos, aunque tardaron algún tiempo en estabilizar-se, podría señalárseles como los primeros pobladores sedentarios del territorio. Los primeros europeos en llegar al territorio fueron colonos holandeses en 1610, seguidos por puritanos ingleses años más tarde, quienes se establecieron por más tiempo (Ratter, 2001). De acuerdo con Wilson (2004), pudo haber sido usada por piratas y contrabandistas holandeses a inicios del siglo xvii, pues se tiene registro de su existencia en la Carta universal, publicada en 1527, y en el mapa de Rötz bajo el nombre de Santandes.

Deshawn (2009) establece el inicio de la colonización puritana con el desem-barco, en 1629, de los capitanes ingleses Sussex Cammock y Daniel Elfrich a las islas de Henrietta, nombre que dieron los holandeses a San Andrés en honor a su reina (Díez, 2014, p. 14). Elfrich regresó a Inglaterra, pero hizo una parada en Bermudas para informar a su hermano en ley sobre el hallazgo, quien prometió a Nathaniel Rich y otros posibles inversores la potencialidad de las islas para la producción de tabaco, planteando la posibilidad de superar a Bermudas.

Es así como en 1630 se firmó por patente real la carta de la Compañía de la Isla de Providencia, que permitió la llegada de los primeros pobladores de Bermudas y, luego, el 11 de febrero de 1931, la llegada de entre 90 y 100 hombres en el Seaflower desde Inglaterra. Díez (2014) indica que, luego de la plaga presentada en Londres, el conde de Warwick reunió a varios hombres y recibió el registro de cédula el 4 de diciembre de 1630 bajo el nombre de “Compañía de agentes de la ciudad de West-minster para la plantación de las islas de Providencia, Catalina, Henrietta o Andrea y las islas adyacentes que quedan sobre la costa de América”.

Para Archbold (2015a), la conformación de esta empresa: es el inicio de una de las más largas disputas por estos enclaves; la presencia inglesa en el Caribe es una extensión de la naciente modernidad europea y un desafío a la hasta entonces indiscutida hegemonía española en otros lugares del hemis-ferio. (p. 30)

La Compañía estuvo dirigida por Robert Rich, Conde de Warwick; sir Nathaniel Rich, Conde de Holland; los lores Brooks y Saye-Sole, junto con el señor John Pym.

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Este grupo obtuvo la autorización, el 28 de septiembre de 1629, de tomar Provi-dencia y Santa Catalina. El germen de esta compañía se encuentra en la propuesta fechada el año 1623 por el secretario Conway con el fin de “la constitución de una empresa en las Antillas para enviar a la gente desocupada y proteger esta zona para desarrollar el comercio en ellas, así fuera una intervención abierta o en secreto” (Díez, 2014, p. 13). El objetivo de la Compañía era crear un refugio para las vícti-mas del régimen eclesiástico en Inglaterra (p. 17). Los puritanos llevaron consigo un credo vinculado al trabajo, el ascetismo y la austeridad bajo el auspicio de la “Compañía de Aventureros de la Ciudad de Westminster, para la plantación de las islas de Providencia o Catalina, Enriqueta o Andrea, y las islas adyacentes situadas sobre la costa de América” (Wilson, 2004, p. 57).

Las personas que viajaron en el Seaflower eran hombres en capacidad de em-barcarse tanto mayores como jóvenes; varios eran galeses que fueron clasificados en trabajadores o plantadores que debían cultivar la tierra y compartir ganancias con la Compañía; artesanos que debían también compartir sus ganancias con de-recho a carne, bebida y cinco libras anuales; y aprendices o sirvientes que hacían un contrato por cierto tiempo y recibían alimento, bebida y ropa. Después de una travesía difícil, los hombres se organizaron en familias de seis a siete miembros libres, sin criados y con un jefe (Díez, 2014, p. 16). Los colonos ingleses llegaron por Bermudas y encontraron un suelo propicio en las islas para iniciar una colonia en el nuevo mundo. Su primer asentamiento lo construyeron sobre la Bahía Catalina, hoy conocida como Old Town, y fue bautizado bajo el nombre de New Westminster, donde se ubica actualmente Pueblo Viejo; luego, construyeron un poblado en Santa Catalina y otro en Bottom House (Vollmer, 1997, p. 32).

Todos aspiraban un contrato de dos o tres años en el que al final podían recibir sus propios criados, pero las condiciones del trópico hicieron que el sistema se volviera opresivo y el trabajo esclavizador (Vollmer, 1997, p. 17). Los colonizadores cultivaron tabaco, índigo, rubia y algodón, para exportar, y batatas, fríjoles, higos, naranjas, yuca, plátano, piña y bananos, para su subsistencia, además de criar aves y cerdos. También se comerciaba con holandeses y franceses la madera de cedro y caoba (Vollmer, 1997, p. 32). Deshawn (2009) señala que se establecieron en cuatro tipos de colonos: “Cultivadores con parcelas de 30 a 50 hectáreas; artesanos, traba-jadores asalariados; sirvientes que trabajaban para los hacendados; y los militares, hombres o corsarios que protegían a la colonia de los ataques extranjeros”. (p. 18)7

7 Traducción propia. El original dice: “Planters with plots of 30 to 50 acres; artisan wage laborers; indentured servants who worked for the planters; and the military men or privateers who protected the colony from foreign attacks”.

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A estos pobladores les siguieron comerciantes y puritanos que huían de la per-secución anglicana en Inglaterra. Los comerciantes británicos descubrieron cómo lucrarse por medio de la piratería y saquearon barcos del tesoro español “en el nombre del Señor”, aprovechando de este modo la situación estratégica de la isla (Ratter, 2001, p. 58). Por este motivo, Providencia se convirtió en una guarida de piratas como Henry Morgan.

La piratería y el contrabando intensificaron sus actividades con la llegada de los esclavizados, pues traían a estos para comercializarlos con los colonos. Debido a la necesidad de fuerza de trabajo, los puritanos compraban los esclavizados a los tra-ficantes holandeses (Deshawn, 2009). De este modo, Providencia se convirtió en la época de la Colonia en un centro de tráfico de esclavizados para el Caribe, dirigido por piratas y contrabandistas, y en una base fortificada para la piratería que para 1634 contaba con 40 piezas de artillería (Vollmer, 1997, p. 35).

Después de 1636 la idea de los primeros colonos de establecer una colonia pací-fica se desvanece y la isla se convierte en un centro de comando de guerra contra los barcos y puestos de avanzadas españoles. Los fallidos asaltos de los españoles hacia las islas fueron pretexto para aumentar los ataques a los barcos de españoles que navegaban desde Cartagena y Portobelo a lo largo de la Costa de Mosquitos por la ruta a La Habana (Cuming, 2015, p. 54). El primer intento de los españoles de ocu-par Providencia se registra en el año 1635 y el segundo (mucho más grave) en 1640.

Hacia 1639 las islas fueron visitadas por el afamado pirata William Jackson, quien las utilizó como base para sus operaciones (Díez, 2014, p. 31). Los ingleses for-tificaron a Providencia con 49 cañones y nueve fortalezas para hacer guerra corsaria contra los españoles, con el fin de obtener ganancias gracias a la patente otorgada por la compañía colonizadora (Percival, citado en Díez, 2014, p. 34).

En 1640, el capitán general Don Melchor de Aguilera mandó 800 soldados por-tugueses y españoles, así como 200 negros y mulatos para tomarse la isla. Sin em-bargo, 100 de sus hombres fueron asesinados y muchos más resultaron heridos. El gobernador de la isla, Andrew Carter, decidió ejecutar a los prisioneros españoles que quedaron, siendo aproxidamente asesinados 300 españoles. Dicho acto no solo fue despreciable y abominable para los españoles sino para la misma Inglaterra (Cuming, 2015, p. 56).

El rey de España tomó cartas en el asunto y solo después del tercer ataque de flotas españolas, en 1641, los españoles se apoderaron de Providencia, siendo aban-donada tiempo después. Esa toma estuvo a cargo del almirante Francisco Díaz Pi-mienta quien entró en acción el 17 de mayo con 1.400 soldados, 600 marineros y artilleros. La estrategia fue atacar al amanecer para tomar a los defensores por sorpresa. La batalla no duró mucho y el almirante Pimienta decidió respetar la vida

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de los colonos y enviar los hombres a España (a diferencia de lo que había hecho el capitán Carter). Cuando los españoles se tomaron Providencia, designaron a Don Gerónimo de Ojeda como el nuevo gobernador. Sin embargo, después de 1641 “las autoridades en Panamá usaron la isla de Providencia para librarse de personas indeseables del continente, convirtiendo esta en prisión de delincuentes y mujeres con mala reputación” (Cuming, 2015, p. 58).

Por lo tanto, el Gobierno colonial de España no logró en este corto periodo de tiempo establecer una población hispana y católica en Providencia (Ratter, 2001, p. 63). La toma de Jamaica por los ingleses en 1665 da comienzo a la “época de los bucaneros” y, por la posición estratégica con respecto a la Costa de Mosquitos y la ruta entre Cartagena, la Habana y Providencia eran la base ideal para las opera-ciones de los ingleses. Muchas personas se unían a los barcos de los bucaneros con la esperanza de hacer fortuna. Sin embargo, esta situación abría las compuertas a invasiones de grupos heterogéneos de bandoleros y criminales comunes (Cuming, 2015, pp. 58-59).

Hasta 1670 Providencia pasó por varias manos, entre las cuales se destacan las del bucanero Edward Mansfield (que ocupó Providencia en 1660). Mansfield tenía la esperanza de recibir refuerzos desde Jamaica para conservar Providencia como base para atacar a los españoles, pero esto nunca sucedió. Ante la llegada de este bucanero, los españoles reaccionaron rápidamente, asaltaron la isla y se la tomaron nuevamente (Cuming, 2015, p. 60).

Luego, el pirata Henry Morgan le echó el ojo a la isla de Providencia por su lo-calización estratégica para atacar a Panamá (Wilson, 2004, p. 59). Con el objetivo de vigilar la ruta de los navíos y de dominar el territorio desde las Antillas, el 24 de diciembre Morgan desembarcó en Providencia con 1.000 hombres y el comandante español Ramírez de Leyva fue obligado a rendirse con sus 200 hombres. La toma fue muy fácil por el poco esfuerzo que hicieron los españoles que se encontraban allí para defenderla (Cuming, 2015, p. 61).

Allí enterró su botín, en lo que se conoce actualmente como la Cueva de Mor-gan, con la ayuda de sirvientes que después decapitó para ocultar sus riquezas (Díez, 2014, p. 68). Morgan no expulsó a los soldados ni a los 90 colonos que había, por lo cual pudo haberse conformado entonces el primer núcleo de ancestros de los habitantes de Providencia (Cabrera, 1980, citado en Vollmer, 1997, p. 39). Morgan partió de Providencia en 1671 con rumbo a Panamá.

En 1670 se firmó el tratado de Madrid entre Inglaterra y España para restringir la piratería y después de unos años finalizó el periodo de la bucanería, dejando unas pérdidas considerables: “se calcula que entre 1655 y 1671 más de cincuenta

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ciudades y villas fueron arrasadas por los bucaneros además de una gran cantidad de barcos” (Cuming, 2015, p. 63).

Desde 1677 hasta 1780 no se presentaron más colonizaciones8. Sin embargo, se sabe que desde 1680 la isla perdió importancia para Inglaterra y que España había logrado su objetivo de prevenir que sus enemigos usaran Providencia como base. El bucanero francés William Dampier pasó por San Andrés en 1681 y declaró que la isla estaba deshabitada, pero que dicho lugar podría ser útil como fuente de madera para construir botes con los enormes árboles de cedro que allí había (Cuming, 2015, p. 63).

Aunque no se tiene mucha información sobre este periodo, Vollmer (1997) in-dica que en 1730 llegaron nuevos habitantes provenientes de las Islas Británicas del Caribe, que fue la semilla de la población raizal o nativa del Archipiélago. También llegaron algunos de los primeros descendientes de los puritanos de Maryland (Díez, 2014, p. 77). Este nuevo periodo de poblamiento se llevó a cabo en San Andrés. Pero fue solo hasta el periodo 1787-1788 que se dio el repoblamiento de Providencia.

En 1780 se encontraban en San Andrés 12 familias, conformadas en gran par-te por mulatos, descendientes de habitantes que llegaron en 1730. En contraste, Díez (2014) señala que el conocimiento de la presencia de esta población data de una visita que realizó a finales del siglo xvii, casi un siglo atrás, el norteamericano Stephen Kembell, quien reportó la presencia de pocas familias de diferentes na-cionalidades y que, en contraposición con este reporte, una expedición española enviada desde Cartagena en 1688 informó que las islas estaban deshabitadas (p. 73).

Con el aumento en la demanda de algodón, a partir de 1782, y la necesidad de obra esclava para las plantaciones, se intensificó el tráfico esclavista en todo el Archipiélago, razón por la cual llegaron esclavizados del Caribe anglófono y África Occidental (Vollmer, 1997, p. 47). A San Andrés también llegaron ingleses desalo-jados de Belice a partir del acuerdo firmado entre España e Inglaterra para acabar los conflictos por el Caribe Occidental.

Entre 1830 y 1880 se presenta una migración paulatina de población de las Islas Cayman, puesto que Providencia era un puerto obligado de los barcos que iban hacia la Costa de Miskitos (Vollmer, 1997, p. 56). Así mismo, durante el auge del coco, entre 1873 y 1906, el poblamiento del territorio experimentó cambios por

8 Vollmer (1997) hace referencia a la escasez de documentos históricos que aborden este periodo de la historia del Archipiélago. El único documento directo es un escrito del capitán William Campers, quien pasó por San Andrés en 1680 y la encontró deshabitada aunque se percató de que los jamaiquinos iban frecuentemente a cortar cedro para construir barcos. En 1688 una expedición llevó noticias desde Cartagena acerca del abandono de la isla de San Andrés. Otro documento evidencia la propuesta del gobernador de Costa Rica a España de poblar el Archipiélago y señala la presencia de algunos ingleses que construían pequeñas embarcaciones.

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la llegada de esclavizados liberados de Jamaica y Curazao, pastores, comerciantes y marineros norteamericanos y chinos (p. 62).

En San Andrés, los pobladores se asentaron en fincas conectadas por caminos veredales. Los plantadores se establecieron en el filo de La Loma y sobre el mar en San Luis. Esta última era la zona de embarque y desembarque de los cocos y La Loma era el centro de actividades orientadas por la Iglesia bautista. Los predios de los esclavizados se ubicaron al norte y al este de la isla. Los puertos oficiales eran El Cove y North End. En North End estaban los almacenes de víveres y objetos impor-tados. Si bien no se presentaban diferencias de clase entre los sectores, la

distinción se observaba en las viviendas (Vollmer, 1997, p. 62). Por otra parte, en Providencia, los habitantes se asentaron en caseríos ubicados

en las partes planas alrededor de la isla, cerca de la desembocadura de los arroyos. El poblado principal se ubicó en Bahía Catalina y la comunicación con los otros ca-seríos se hacía a través de una trocha que rodeaba la isla (Vollmer, 1997, p. 48). Con la abolición de la esclavitud los sectores de Bottom House y Southwest Bay quedaron en manos de la población negra (p. 62).

Estructura de la población durante el proceso de asentamiento

(siglos xvii-xix)

Para la época de Archbold (1790) a Francis Archbold, el más rico y único católico, Juan John, Andrés Brown, y José Hygges, quienes eran protestantes. Había 30 per-sonas en esas cuatro familias y estaban servidos por 21 esclavizados de ambos sexos, descritos como negros y mulatos (Peralta, 1890, p. 138, citado en Wilson, 2004, p. 59). En el inicio del siglo xix ya había una población de 300 personas, muchas de las cuales provenían de Jamaica (tablas 10, 11 y 12).

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Tabla 12. Población de Santa Catalina en el siglo xviii

Sexo/Año 1789

Mujeres -

Hombres -

Colonas/os 10

Esclavas/os 12

Indígenas -

Total 22

Fuente: Deshawn (2009, pp. 19, 25).

Clases sociales

Las élites se conformaron por descendientes de las familias que se asentaron a finales del siglo xviii y principios del siglo xix. A finales del siglo xix la sociedad del Archipiélago estaba estratificada en términos de clase, color, cultura y género tal como lo describe Deshawn (2009):

La élite en ambas islas consistía mayormente en capitanes de mar de color de pequeñas embarcaciones comerciales y de tortugas, los pro-pietarios de tierras de largos caminos del coco y comerciantes. Estos comerciantes también sirvieron como intermediarios, vendiendo co-cos, caparazón de tortuga y otras materias primas a los comerciantes norteamericanos y jamaicanos a cambio de los bienes que, a su vez, vendían a los consumidores locales. Mantuvieron un comercio regional vibrante con los asentamientos de habla inglesa a lo largo de la Costa de los Mosquitos, así como Jamaica, las Islas Caimán y Estados Unidos. El resto de los habitantes eran en su mayoría pequeños agricultores negros que ganaron dinero en efectivo de la venta de cocos y otros culti-vos agrícolas, así como de la pesca de tortugas. Si bien estas actividades económicas les otorgaron cierta protección contra la coacción laboral, la mayoría de los isleños se encontraron endeudados con el sector de la élite que controlaba los términos de comercio. (pp. 41-42)9

9 Traducción propia. El original dice: “The elite on both islands consisted mostly of colored sea captains of small trading and turtle vessels, landowners of large coconut walks, and merchant traders. These merchant-traders also served as middlemen, selling coconuts, turtle shell, and other raw materials to North American and Jamaican traders in exchange for goods that in turn they sold to local consumers. They maintained a vibrant regional trade with English-speaking settlements along the Mosquito Coast as well as Jamaica, the Cayman Islands, and the United States. The rest of the inhabitants were mostly black smallholders who earned cash from selling coconuts and other agricultural crops, as well as turtle fishing. While these economic activities

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Las élites acumularon su riqueza gracias a su participación en la industria del coco, la industria marinera y las carreras profesionales de sus hijos, quienes re-cibían la educación en países como Estados Unidos y Jamaica (pp. 43, 46). Para delimitar su espacio social, las élites establecieron normas y códigos que derivarían en varias de las manifestaciones culturales que caracterizan el Archipiélago, como la lengua:

Especialmente en San Andrés, las élites insulares adoptaron un com-portamiento cultural y los valores que buscaron para distinguirse de la mayoría de los isleños. Tomaron gran orgullo al hablar el inglés están-dar; las élites nunca hablaron criollo entre sí o con los extranjeros. La élite isleña asumió, correctamente, que los visitantes norteamericanos no les gustaba el idioma local. (Deshawn, 2009, p. 45)10

Tras la adhesión a Colombia, durante la Constitución de Cúcuta, se comenza-ron a distinguir dos clases sociales determinadas por la raza y una estructura de opuestos. De este modo la clase baja estaba definida por:

Esclavizados originalmente traídos a las islas, de piel muy oscura, con un naciente creole de inglés mezclado con africanismos y con poca o ninguna educación. Practicaban sus costumbres y tradiciones basadas en los duppies y en los poderes de la danza, la música, los tambores y sus dioses. Extremadamente pobres y dedicados a los trabajos en las tierras de la clase alta y como sirvientes domésticos. Ubicados en su mayoría en Casa Baja [Bottom House] y Suroeste [South West Bay]. A la clase alta la distinguían las posesiones de significativos terrenos (más de cinco acres), eran plantadores, de complexión más clara. Se re-fería a ellos como blancos, claros o faires y con buen cabello, que quiere decir liso, y con facciones más europeas. También algunos descendien-tes de blancos nacidos en las islas o fruto de las continuas mezclas con esclavizados. Tenían la piel un poco más clara que los esclavizados y, por esta razón, se les denominó con el nombre de brown, que significa café. Aun se les conoce así a los habitantes de color menos pigmentado. El grupo, ya nativo, adoptó posteriormente, con la llegada de las religio-nes tradicionales, sobre todo la bautista, la expresión de respetabilidad,

afforded them some protection against labor coercion, most islanders found themselves indebted to the elite sector that controlled the terms of commerce”.

10 Traducción propia. El original dice: “Especially on San Andrés, island elites adopted cultural behavior and values that sought to distinguish them from the majority of islanders. They took great pride in speaking standard English; elites never spoke Creole to each other or with foreigners. The island elite assumed, correctly, that North American visitors disliked the localized language”.

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asociada con ciertos comportamientos y estilos considerados más apro-piados como hablar bien el inglés estándar, atender las enseñanzas de Cristo, evitar la promiscuidad, si era posible permanecer en un matri-monio monógamo y tener buenas maneras con los parientes y vecinos de la comunidad. (Díez, 2014, p. 172)

La formación de élites en el Archipiélago intensificó la segregación racial y la exclusión social. Aunque la agricultura de coco abrió las puertas para la movilidad social, las élites de San Andrés no permitieron a los antiguos esclavizados y personas sin tierra beneficiarse de esta producción.

Apellidos

Una ruta hacia la comprensión de la visión isleña de los orígenes poblacionales de estas islas son los apellidos que siguen vivos hoy en día. Como lo relata Ratter (2001, p. 66) citando a Petersen (1989), Francis Archbold, un capitán escocés católico que se mudó en 1787 a Providencia junto con su familia y esclavizados, se convirtió en uno de los troncos principales de referencia para las familias que poblaron la isla, así como los Mitchell y los Pomare. Díez (2014) indica que, en 1793, según el reporte de un enviado desde Santa Fe de Bogotá del Gobierno de España, en Providencia había cuatro familias de apellidos Archbold, John, Brown y Hygges.

Además de la hija de su esposa escocesa que murió en el parto, el capitán esco-cés tuvo tres hijas y tres hijos en las islas, todos de madres desconocidas, al parecer, sus esclavas. Alrededor del ancestro europeo se fue creando un manto de superiori-dad que se fue diluyendo a lo largo de las generaciones (Díez, 2014, p. 123). Debido a la patrominia, derecho que tenían los amos de imponer el nombre y apellido a sus esclavizados, el apellido Archbold fue tomado por los esclavizados como Archibold (con “i”) para diferenciarse de sus amos, pero con el tiempo esta práctica se olvidó y actualmente los isleños escriben el apellido como el original (p. 131).

Aury también fue una figura clave en los orígenes de los apellidos relevantes de los isleños. Los hombres que conformaban su flota eran soldados británicos que provenían de Kingston (Jamaica), Nueva Orleans, Puerto Príncipe, St. Thomas y la costa de La Mosquitia. Estos marineros se quedaron en el Archipiélago y se convir-tieron en las cabezas de las familias más importantes. Entre ellos se destacan Simon Howard, William Newball, John Britton, John Robinson y un hombre de apellido McBean (Díez, 2014, pp. 149-150). Simón Howard se enamoró de Ana Pabla de los Ríos, una indígena que llegó de Simití (Bolívar) y de esta relación resultaron siete hijos que conformaron un tronco familiar de ascendencia indígena y británica.

En San Andrés, explica Deshawn (2009), las familias de élite se reconocían por los apellidos Bents, Bowies, Corpuses, Forbes, Livingstons y Mays; en Providencia,

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se identificaron a los Archbolds, Newballs, Robinsons y Howards (p. 42). Cuando los esclavizados comenzaron a ser liberados en 1834, muchos de estos adoptaron los apellidos de sus antiguos amos, lo que dio nacimiento a nuevas generaciones que se autorreconocen como descendientes de ingleses. De hecho, Archbold (2015a, p. 37) hace referencia a manuscritos que describen los levantamientos de esclavizados ocurridos en las islas y registran los datos de 30 cimarrones sanandresanos en don-de se puede observar el listado de algunos apellidos de uso común en la formación de la sociedad actual, tales como Bent, Lever, Walter, Peterson, Forbes, Archbold, McKeller y Wilson.

Colonos

Como se señaló anteriormente, los primeros colonos en las islas fueron puritanos ingleses interesados en iniciar una nueva vida en una tierra fértil. Estos colonos se mezclaron eventualmente con los esclavizados negros traídos de África y al aban-donar las islas dejaron como legado su cultura, idioma y religión (Gallardo, 1986, citado en Ratter, 2001, p. 66). Providencia fue muy importante para la historia del Archipiélago en los primeros siglos de la Colonia por su situación estratégica y la calidad de sus suelos, lo que permitió a los colonos puritanos desarrollar sus culti-vos y generar una red comercial con el Caribe.

Luego de la expulsión de los colonos puritanos por el español Díaz Pimienta, algunos de los colonos escaparon a St. Kitts, en Tobago, otros permanecieron en las regiones de la costa Caribe de Centro América, por lo cual es probable que hacia inicios del siglo xviii regresaran a las islas (Vollmer, 1997, p. 37).

Ya hacia finales del siglo xvii arriban plantadores jamaiquinos que constitu-yeron un régimen de plantación diversificada que contó con un buen número de esclavos. Según Archbold (2015a, p. 36), este evento es importante para comprender los orígenes de la sociedad creole en el Archipiélago.

Los colonos españoles fueron pocos, puesto que a España nunca le interesó realmente colonizar el territorio. Solo utilizaba a Providencia como un punto es-tratégico para controlar el espacio marítimo. Los españoles tuvieron controlada la isla por un periodo de 19 años desde 1641, que fue el único periodo de la historia de Providencia en que hubo ocupación de población católica e hispana (Parsons, 1985, citado en Vollmer, 1997, p. 38).

Indígenas

Durante la época Prehispánica, el Archipiélago fue un punto logístico y estratégico para los indios Miskitos de las costas centroamericanas (Vollmer, 1997, p. 16). Los indios Miskitos pertenecieron a la familia Miskito Sumo Matapalpa, habitantes de

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la Costa de Miskitos, conocida actualmente como La Mosquitia o Costa de los Mos-quitos (Nicaragua, Costa Rica y Panamá). Díez (2014), citando a Tomás Ayón (1956), comenta que la denominación de “mosquitos” no se deriva de la proliferación de insectos “sino de una horda de zambos, o indios mezclados con negros existentes allí, que los españoles llamaron moscos, los filibusteros musties y los ingleses mosqui-tos”. Cuenta Vollmer (1997, p. 26) que los miembros de esta comunidad fueron los primeros pobladores del Archipiélago, lo que podría ser un indicio de la presencia de indígenas.

Debido a la minoría de las mujeres en las colonias del Caribe, se tuvo conoci-miento de incursiones por parte de corsarios en la costa de Nicaragua y Honduras para robar mujeres indias y llevarlas a las islas de San Andrés y Providencia (Ratter, 2001, p. 67). Los habitantes de San Andrés que quedaron luego de la incursión es-pañola mantuvieron contacto con los indígenas de la Costa de Miskitos, por lo cual se relacionaron con mujeres indígenas para aumentar la población (Vollmer, 1997, p. 37). Los indígenas de la Costa Moskitos también refugiaron ocasionalmente a los esclavizados que escapaban de Providencia (Deshawn, 2009, p. 19).

Esclavizados

Los puritanos ingleses no podían ofrecer salarios suficientes a sirvientes y artesa-nos, y se negaron a recompensar a los criados por sus trabajos en las obras públicas de isla (Deshawn, 2009, p. 18). Por tal razón, y a raíz de la necesidad de fuerza de trabajo, los colonos importaron esclavizados africanos11. A pesar de que ya se habían introducido esclavizados a la isla, traídos de Bermudas en 1633 por el gobernador Phillip Bell, la Compañía de la Isla de Providencia estuvo reacia a la esclavitud por temor a que se viera afectada la estabilidad económica de su comunidad al presen-tarse levantamientos y fugas de esclavizados.

Los primeros esclavizados llegaron a Providencia con el arribo del capitán es-cocés Francis Archbold. Díez (2014) señala que en 1787 la corona hispana le otorgó a Archbold una concesión de tierra con licencia para cultivarla en Providencia y Santa Catalina, y en 1788 llegó a las islas acompañado de su hija de tres años y de 21 esclavizados. Esto hacía parte de un plan de España para permanecer en lugares estratégicos y evitar la presencia de ingleses. Para obtener esta licencia, Archbold tuvo que declararse vasallo del rey de España y católico. Tiempo después (1805), para pedir protección al gobernador británico de Jamaica, el capitán reveló que

11 “La esclavitud es un sistema de explotación económico, destinado a obtener los mayores excedentes posibles con mano de obra trabajando en las plantaciones sin remuneración alguna. Está relacionada con diferentes oleadas de grupos humanos sacados forzosamente de sus lugares de origen por las distintas potencias coloniales europeas” (Archbold, 2013, p. 10).

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siempre fue un súbdito inglés, aunque había vivido y trabajado en Providencia y Santa Catalina (p. 122).

Teniendo en cuenta las relaciones cercanas con la isla de Jamaica, principal mercado comprador de esclavizados, “la mayoría de los esclavizados que desem-barcaron en Providencia y Santa Catalina provenían de la Costa de Oro, de los re-conocidos ashantis que la tribu fanti vendió a los británicos” (Díez, 2014, p. 121). Ar-chbold se convirtió en un comerciante de esclavizados y contribuyó al poblamiento de las islas con esclavizados (p. 123).

Sin embargo, otra versión señala que los esclavizados llegaron al Archipiélago en 1633 desde la isla Tortuga para explotar madera de tinte. Debido a los malos tratos y la violencia, algunos esclavizados se fugaron y en mayo de 1638 llevaron a cabo una revuelta (Vollmer, 1997, pp. 35-36). Esta rebelión fue una de las primeras ocurridas en el Caribe (Díez, 2014, p. 133).

Con la colonización llevada a cabo por España en 1641, los esclavizados de los puritanos fueron enviados a Cartagena. Se presentó una nueva intensificación del tráfico esclavista hacia 1782 con el auge de los cultivos de algodón, esclavizados traídos del caribe anglófono y África Occidental. Esta oleada se dio por el arribo de los plantadores jamaiquinos. Debido al maltrato recibido y las pésimas condicio-nes de vida de los esclavizados, se presentaron dos revueltas significativas en 1799 y en 1841 (Vollmer, 1997, p. 48). Algunos esclavizados fueron castigados después de las revueltas y otros lograron escapar a la Costa de Mosquitos hasta el fin de la esclavitud en las islas. Algunos escapados formaron comunidades cimarronas en Palmeto Grove en Providencia y Battle Alley en San Andrés (Deshawn, 2009, p. 33).

Los esclavizados trabajaron en las plantaciones de algodón, tabaco, caña de azúcar, maíz, café, entre otros cultivos, de los puritanos ingleses que arribaron a la isla. Algunos esclavizados recibieron tierras por parte de sus amos para el cultivo de sus propios productos (Wilson, 2004). En general, los esclavizados vivían en Casa Baja o Bottom House, en Providencia, y se trasladaban en sus jornadas de trabajo a San Andrés por medio de canoas, pues era común que los terratenientes tuvieran sus fincas allí (Díez, 2014, p. 129); trabajaban de lunes a sábado y los domingos se dedicaban a cultivar los productos destinados a su subsistencia (p. 130). En 1840 los esclavos eran el segundo bien más costoso después de las casas privadas (Cuming, 2015, p. 90).

Muchos esclavizados escapaban del maltrato de sus amos y se refugiaban en la Gruta de Palmito, ubicada en Bottom House, al sureste de Providencia. Bottom House se convirtió en un tipo de palenque con características especiales: los amos podían entrar y salir igual que los esclavizados, pero después de las seis de la tarde

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no se podía cruzar la frontera, señalada por un árbol de totumo ubicado en la salida de Bottom House hacia el norte de la Isla Grande (Díez, 2014, p. 133).

Deshawn (2009) apunta que hacia los años cuarenta del siglo xix casi la mitad de la población de las islas de San Andrés y Providencia era esclavizada, y la mayor parte estaba en San Andrés. Los esclavizados vendían los excedentes de sus cosechas para tener ingresos; esto benefició especialmente a las mujeres esclavas, quienes tomaron un papel activo en el mercado informal y accedieron así a una oportuni-dad de independizarse de los dueños de esclavizados (p. 32).

La esclavitud fue oficialmente abolida en 1853, aunque se presentaron libera-ciones años atrás de acuerdo con testamentos hallados que datan de 10 años antes, e incluso antes (Wilson, 2004). Por ejemplo, Philip Beekman Livingston a su regreso de Estados Unidos, en 1834, liberó a los esclavizados de su familia por solicitud de su madre, María Archbold, quien vivía en Jamaica, y también solicitó que se dividiera la tierra entre él y los esclavizados (Deshawn, 2009, p. 34).

Un hecho en el proceso de liberación de los esclavizados fue la ley del Parla-mento Inglés que suprimió la trata de esclavizados en 1807, y posteriormente la supresión de la esclavitud por parte de los ingleses en 1838, hecho que influyó en la liberación de los esclavizados de la familia Livingston Archbold. Estas liberaciones coincidieron, además, con la puesta en marcha de la primera iglesia bautista en San Andrés, hacia 1847, establecida por Philip Beekman Livingston.

A partir de la abolición de la esclavitud, el mestizaje se hizo más frecuente, puesto que, como en otras colonias del Caribe, las mujeres eran minoría (Ratter, 2001, p. 67). De acuerdo con Vollmer (1997), quien cita a Pedraza (1986): “El proce-so esclavista fue, sin duda, ‘el gestor de las características étnicas de la población raizal’. Desde el momento en que se abolió la esclavitud podemos considerar que ya estaban definidos los componentes básicos de la población, que fueron comple-mentados por migraciones posteriores” (p. 57).

Un hecho importante que modificó las relaciones entre antiguos amos y anti-guos esclavizados fue la introducción del coco en la economía de las islas. Algunos exesclavizados lograron independizarse económicamente y mejorar su calidad de vida. Sin embargo, con el tiempo, las élites obstaculizaron el avance de los isleños negros y buscaron todas las formas para apropiarse de la tierra (Deshawn, 2009, pp. 39-40). Archbold (2015a) refiere justamente que, a pesar de la liberación y el intento de la iglesia bautista por educar a esta población, las estructuras de domi-nación continuaron vigentes a través de la práctica religiosa que se convirtió en un aliado del proyecto colonizador. Es así como

este nuevo esquema que consolida el poder pastoral de los bautistas en el archipiélago permite a los ex esclavos acceder a la pequeña propie-

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dad, participan de forma limitada de los beneficios de la explotación de sus productos agrícolas, pero los rasgos de desigualdad y subalternidad en la que venía inserta su población desde el inicio de las actividades coloniales se mantienen vigentes. (p. 55)

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Cultura

Diversidad cultural

La diversidad cultural en San Andrés se presenta por los distintos procesos que, desde la primera llegada de pobladores, ha originado que empiece a constituirse como una zona de confluencia de personas de distintos lugares del mundo. El prin-cipal enclave económico que se generó en la región fue la creación de plantaciones de azúcar, tabaco, cacao, café y banano. Estas plantaciones por lo general utilizaron mano de obra esclava, principalmente de negros y negras que eran traídos de Áfri-ca. La influencia africana, además de una presencia indígena fuerte en el Caribe, no permitió que la cultura caribeña hiciera parte del proyecto decimonónico de construcción de nación. En cambio, siguió conformándose una sociedad cultural-mente diversa en donde confluyen culturas indígenas, afros, criollos, judíos, árabes y gitanos que han llegado a la región caribeña, sumados a todos los mestizajes que se han presentado durante siglos.

La diversidad cultural ha generado en el territorio un legado diverso, dinámico, cambiante e intercultural con orígenes disímiles: africanos, europeos, asiáticos y americanos. Al ser un territorio que fue disputado por españoles, ingleses, ho-landeses y franceses durante dos siglos, ha atraído gran cantidad de grupos inmi-grantes de diferentes partes del mundo. Esta coexistencia de varias culturas en la isla hace difícil compartir un solo imaginario, al presentarse interacciones, sincre-tismos y mezclas constantes entre esta diversidad de culturas. Por ello mismo, el tiempo caribeño es elástico y amplio como el mar, así como las personas caribeñas son seres abiertos al mundo, sin tantos prejuicios y condicionamientos a los perfiles de la vida cotidiana. Especialmente, los isleños consideran el tiempo-espacio como un todo; como si se detuviera el mundo y cualquier cosa pudiera ocurrir (Leotteau, 2009, p. 35).

No obstante, San Andrés y Santa Catalina tienen en su mayoría población afro-descendiente; pues, además de las personas descendientes de los esclavos africa-nos, con la declaratoria de Puerto Libre por el presidente Rojas Pinilla en el año de 1953, fue principalmente población de la costa Caribe quien migró al territorio insular; proceso al que se le denomina La continentalización de la isla de San Andrés. A pesar de los conflictos entre los raizales y los nuevos que iban llegando, se puede afirmar que en la isla habitan los siguientes grupos étnicos:

• Raizales: antiguos- tradicionales.• Pañas: colombianos, principalmente de la costa Caribe.

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• Turcos: sirios-libaneses.• Fifty-fifty y half-half: mezclas de población raizal y demás grupos culturales.• Otras colonias: entre las que se encuentran los judíos, los italianos y los

argentinos (Torres, 2010).

Construcción de la identidad raizal

Lo raizal es un término que se empezó a utilizar en la década de 1980 por parte de los isleños para nombrarse a sí mismos como un grupo que posee raíces ancestrales en el territorio. Raizales o hijos de raíz son los antiguos descendientes de la isla que no han llegado por inmigración o adopción recientes. Tienen una tradición cultural con fuertes elementos afrocaribes, compartida con otras poblaciones del Caribe occidental y culturas anglófonas. Es un pueblo autóctono, con territorio y lengua propia: el creole.

Los pañas son los colombianos continentales que llegaron recientemente a la isla principalmente desde Bolívar, Antioquia y Atlántico, en búsqueda de mejores oportunidades económicas y laborales. Llegaron a trabajar esencialmente en labo-res de construcción e infraestructura de la isla. Es un grupo heterogéneo, pero con una característica en común: el deseo de seguir residiendo en la isla y no volver a sus lugares de origen por adquirir una mejor calidad de vida. Dentro de los extran-jeros están los árabes musulmanes y algunos que hablan español.

Aunque en el último censo del 2005, los raizales solo representaban el 35,63% de la población total, a estos habitantes iniciales la colonización inglesa les dejó una lengua y unas costumbres que constituyeron la base sobre la que este pueblo se ha ido pensando y desarrollando. Aunque parezca un porcentaje bajo, hay que tener en cuenta el cambio demográfico en la isla: de 5.675 habitantes en 1951, aumentó a 55.426 en el 2003. Esto convirtió a los raizales en minoría de su propio territorio. Este crecimiento poblacional se debió a un aumento de la natalidad después de la declaratoria de Puerto Libre y la llegada de inmigrantes (Torres, 2010, pp. 50-54).

Las categorías culturales de cada grupo étnico son cada vez más escuchadas y debatidas en torno al objetivo de posicionarse en un campo social que se encuentra en disputa por la necesidad de garantizar la supervivencia en la isla. Sin embargo, estos aspectos diferenciadores de los grupos disminuyen con las constantes uniones interétnicas, los intercambios culturales, la hibridación cultural y la movilidad que se vive en las prácticas cotidianas de los habitantes. Los diversos discursos cultura-les han contribuido para construir una cultura de paz y convivencia en el territorio insular.

No obstante, desde el reconocimiento de los raizales como grupo étnico se han empezado a presenciar conflictos culturales; sobre todo desde el establecimiento

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del estatuto raizal que invisibiliza a los demás grupos culturales presentes en la isla. El estatuto raizal, reivindica al pueblo raizal como una etnia angloafricana, el creole como lengua propia y el territorio insular de propiedad de estos habitantes. Se expone cómo ha disminuido la cultura raizal por la sobrepoblación y el agota-miento de los recursos naturales, deseando volver a un pasado mejor por medio del tejido de la historia común. En el estatuto, los otros se ven como simples invasores y seres instrumentalizados por el Estado con el fin de hacerle daño a la cultura raizal.

Los raizales siempre le recriminaron a los continentales que nunca apren-dieron el idioma de las islas y los continentales les recriminan a los raizales que manejan el discurso más radical, afectando una convivencia pacífica. Aunque el conflicto no ha llegado a la cotidianidad, los continentales piensan que el estatuto raizal demuestra intolerancia al concebir a los demás habitantes de la isla como ciudadanos inferiores, cuando, en general, todos tienen derechos, además de que no los acogen en sus reclamaciones ante el Estado (Polanía, 2005).

Para los raizales, la tierra es un bien familiar heredado sin títulos ni legisla-ción propiamente escrita, mientras que para los continentales tener un lote y una vivienda propia legalizada es fundamental. Tanto los raizales como los continen-tales piensan que los árabes son una comunidad solidaria y con gran competencia comercial, pero cerrados y, por lo general, corruptos. A pesar de estos incipientes conflictos culturales los fifty, o half and half, han creado nuevos valores, creencias y necesidades a partir del hecho de tener uno de los padres raizal y el otro no; contribuyendo aún más al sincretismo cultural. Ha sido el choque cultural el que ha creado un sentido de pertenencia y reafirmación de la cultura isleña (Polonía, 2005, pp. 118-119)

Actualmente, con el impulso del turismo y el comercio en la región, se ha segui-do presentando la llegada masiva de foráneos que buscan oportunidades laborales con estas nuevas actividades productivas. Este turismo ha llevado lentamente a la disminución significativa del renglón agrícola y agrario en la economía, y con esto al aumento de la importación de productos de primera necesidad, además de presenciarse mayores conflictos por la sostenibilidad ambiental en la isla, la dis-tribución de los recursos que llegan con el turismo, la distribución de las tierras, la ubicación espacial de los diversos grupos étnicos y demás aspectos importantes.

Vale la pena resaltar un elemento que se ha conformado a lo largo de este siglo y que, por su puesto, tiene sus orígenes desde la misma llegada de los primeros pobladores al Archipiélago. Se trata de la construcción en curso de la identidad raizal que se fortaleció en las dos últimas décadas del siglo xx gracias a los avan-ces en materia jurídica sobre la protección de derechos de las poblaciones étnicas. Las reivindicaciones de la población del Archipiélago, frente a siglos de olvido por

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parte del Gobierno central y su falta de reconocimiento, comienzan a tener eco a partir de la expedición del Decreto 473 de 1986, durante el mandato de Belisario Betancur, el cual buscaba la protección de la población nativa de las intendencias y comisarías y, por otro lado, de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, donde se resaltó el discurso alrededor de la plurietnicidad y multiculturalidad (Archbold, 2015b, p. 33).

Ahora bien, para hablar de identidad valdría la pena retomar la estructura de sentimiento hacia la tierra por parte de los pobladores planteada por Wilson (2004), en la medida en que los isleños basan su existencia y su relación con los otros de acuerdo con la posesión de la tierra. La identidad isleña está, entonces, vinculada a este factor determinante.

La isla no existe como un mero recurso de subsistencia, sino como un símbolo y como parte integral de la existencia, dando a cada isleño su identidad por encima y contra el resto del mundo. De ahí se deriva que, parte de la identidad isleña del individuo se gana por su propiedad de, y su pertenencia a, una parte específica de la isla. (Wilson, 2004, p. 94)

Un elemento importante que constituye la identidad del Archipiélago es la concepción de raizalidad. Vale la pena retomar los orígenes de esta identidad que Vollmer (1997) relaciona con el periodo que va de 1730 a 1853 y que abarca la llegada de nuevos habitantes que repoblaron las islas provenientes del caribe anglófono. De este modo,

la formación actual de la población nativa o raizal del Archipiélago es el resultado de este proceso de poblamiento que se cumplió sobre la base económica de grandes plantaciones de cultivos de exportación como las que florecían en la época en todo el Caribe Británico. (p. 46)

De acuerdo con Robinson (s. f.),esta rica diversidad compuesta por inevitables diferencias pero tam-bién de muchas coincidencias, han creado una identidad caribeña, que descansa entre otras características en su insularidad, un conjunto de sentimientos definidos por el aislamiento, el tamaño del territorio, y por el cúmulo de prácticas materiales e inmateriales traídas, creadas y mezcladas en razón de las necesidades de supervivencia a través del tiempo. (p. 3)

El término raizalidad “describe y expresa, ante todo, un sentimiento de ser de la tierra de las Islas, un sentido de pertenencia al Archipiélago Lejano, la manera de caracterizarse como la población originaria y en la forma de ratificarse como dife-rentes del resto de los colombianos y del mundo” (Robinson, s. f.). A este respecto comenta Díez (2014) que

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desde el momento en que Philip liberó a sus esclavizados e instó al resto de terratenientes a hacer lo mismo, es posible asegurar que estaban ya definidos los componentes étnicos, complementados en porcentaje mucho menor por migraciones posteriores. La confluencia de la raza inglesa, la española, la miskita y la africana, con un leve aporte de los jamaiquinos y algunos habitantes de Gran Caimán, dio como resultado un nativo que llevaba en sí mismo la herencia de todas estas culturas y que fue definido como isleño raizal. (p. 185)

La idea de raizalidad está fuertemente articulada con la idea de lo creole, la cual busca expresar la herencia de una multiplicidad de culturas, así que en oca-siones pareciera que significan lo mismo. Se tiene como denominador común una referencia al pasado en la herencia y la raíz de la cultura. En todo caso, ambas son reivindicadas por la sociedad isleña para reconocerse como comunidad étnica. Ar-chbold (2015a) dice al respecto que

en el archipiélago de San Andrés y Providencia lo creole podríamos con-cebirlo como un conjunto de prácticas culturales afines a un grupo cer-cano a los 35.000 habitantes en la actualidad. Estas afinidades incluyen formatos identitarios básicos como el lenguaje, práctica religiosa, acti-vidades relacionadas con la agricultura y la pesca, pero sobre todo con una forma de ver y entender la vida desde unas cosmovisiones propias. Se reivindica un sentido de pertenencia afincado en una historia co-mún que se extiende a los tiempos coloniales, desde donde se proyecta ese temprano crisol que se percibe hoy en sus rasgos identitarios. (p. 51)

Por supuesto, la construcción de la identidad de una misma comunidad su-pone una diferenciación con otra. De este modo, la comunidad raizal ha buscado diferenciarse de aquellos que no han nacido en las islas y cuyas costumbres pueden afectar la cultura de la población que lleva varios siglos habitando el territorio. De ahí la importancia en las categorías que designan la comunidad y los conflictos resultantes en la búsqueda de la diferenciación, como lo expresan las siguientes palabras de una residente del Archipiélago:

Uno de los problemas que tenemos es que nos falta un nombre adecua-do para designarnos. Primero nos decíamos isleños pero cuando empezó a llegar gente de otras partes a la isla comenzamos a darnos cuenta que ellos también adoptaron ese nombre. Nos llamamos entonces nativos, pero las personas que llegaron tuvieron hijos que nacieron aquí y éstos también dicen que son nativos. Por eso, desde los años ochenta se em-pezó a usar el término raizal para referirse a nuestro grupo étnico. Pero ese apelativo tampoco parece adecuado. Queremos, pues, un nombre

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propio como lo tienen las naciones indígenas de Colombia y otras como los esquimales o los kamaks en Nueva Caledonia en el Pacífico. (Restre-po y Ramírez, 2001, p. 44)

Archbold (2015a) propone pensar esta construcción identitaria como un pro-ceso de diferencia cultural con los colombianos continentales que se inició en la década de los ochenta con el proceso migratorio y la búsqueda de referentes iden-titarios por parte de la comunidad isleña que se miraba a sí misma en el espejo de los inmigrantes (p. 115).

Así, lo raizal como referente identitario comienza a afianzarse en la medida que los creoles empiezan a localizar los elementos de una di-ficultad que tienen con el Estado, haciendo en énfasis en la diferencia frente a lo colombiano, diferencia que parte de un nosotros sí somos de aquí, nuestra cultura es diferente, nuestras raíces se encuentran en esta tierra. (p. 115)

Partiendo de este autorreconocimiento como comunidad, con identidad propia del Archipiélago, surge el Estatuto Raizal, impulsado por el Movimiento Raizal a mediados de los años ochenta, cuyo objetivo es reivindicar al pueblo creole. Este es el resultado de un proceso que inició con la Constitución Política de 1991 y que otorgó normas especiales a la comunidad del Archipiélago para reivindicar los años de olvido por parte del Estado colombiano: “El Estado además busca relegitimarse, otorgándole a estas categorías [comunidad étnica negra y raizales] ciertos derechos y beneficios para hacer de ellas sus aliados y así consolidar su soberanía en territo-rios que han estado bajo disputa” (Rivera, 2002, p. 14).

En la nueva Carta Constitucional, surgió el artículo 310 que previó la fijación de normas legales en distintas materias como la administración, la inmigración, el comercio y el fomento económico; de allí salió el Decreto 2762 de 1991 para la creación de la occre, que determinaba quién tenía derecho a fijar su residencia en el Archipiélago, quiénes podían adquirir el derecho a residir de manera per-manente o temporal y cómo se perdía ese derecho; la Ley 47 de 1993 mantuvo las condiciones de puerto libre, de mares y cielos abiertos, y creó el centro financiero internacional, la zona franca industrial y turística, reguló la explotación de recursos pesqueros, creó una contribución especial por el uso de la infraestructura pública turística, definió las condiciones para la protección de la cultura y el patrimonio cultural, estableció normas para la protección de los recursos naturales y creó la junta que, por la Ley 99 de 1993, se convirtió en el consejo directivo de Coralina. La Ley 99 de 1993 ratificó el carácter especial del territorio y creó este organismo para dirigir el proceso de planificación territorial (Restrepo y Ramírez, 2001, p. 23); pos-teriormente surgió el estatuto de ley raizal, en el año 2000 (González, 2004, p. 199).

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Ahora bien, el proceso de formación de la identidad no solo ha supuesto una diferencia con otro extranjero o continental, sino una diferencia al interior de la misma comunidad isleña. Rivera (2002) realiza un análisis de la sociedad de Pro-videncia y su proceso en la construcción de una identidad imaginada a través de negociaciones, identificaciones y articulaciones con la sociedad, el Estado y la Na-ción12. De acuerdo con esta autora, la sociedad de Providencia se encuentra “divi-dida y jerarquizada entre unos que reclaman ascendencia inglesa —en su mayoría de élite— y otros percibidos o que se autoperciben de origen africano. Algunos más, por su parte, se piensan como mestizos” (p. 15). La identidad que se construye en Providencia, y también en San Andrés, se soporta en un discurso de la etnicidad legitimado por la Carta Constitucional.

No obstante, de acuerdo con Rivera (2002), este proceso de empoderamiento de la categoría étnica se ha presentado de manera conflictiva para la comunidad de Providencia por varios factores. En primer lugar, los providencianos guardan dolorosos recuerdos de la asimilación cultural de la que fueron objeto; por tal razón rechazan la identidad nacional y recuerdan el discurso hegemónico de la Carta Polí-tica de 1886, a partir de la cual se propuso el mestizaje como mecanismo de ascenso social ubicando jerarquías donde los negros e indígenas estaban en la base de la pirámide social. En segundo lugar, la etnicidad promovida por la Constitución de 1991 tiene un carácter predominantemente indígena, lo que ha llevado a los provi-dencianos a seguir este arquetipo con la dificultad de incluir la particularidad que ha sido la colonización de la isla, o a resistirse a este arquetipo indigenista y perder los beneficios y derechos asociados a él. En tercera instancia, el lugar privilegiado que se le ha otorgado a las comunidades negras de Colombia, a partir de la Ley 70, ha mezclado la posición de los afrodescendientes de otras regiones con los raizales del Archipiélago, desconociendo así la historia propia de las islas y las necesidades de los habitantes dada su condición insular, tanto de San Andrés como de Providen-cia, las cuales han desarrollado procesos históricos distintos y con implicaciones diversas (pp. 14-16).

12 La autora utiliza el concepto de “comunidad imaginada” para señalar que “su visibilidad y reconocimiento se logra por la vía de la recreación de su identidad imaginada, y éste es un proceso de construcción, no un dato natural presentado para abogar ante el Estado, una vez ha sido abierto este nuevo espacio en nombre de sus derechos. El actor étnico que negocia hoy con el Estado tiene que construirse —imaginarse— para representar bien su papel al momento de ser puesto en acción. Y esta construcción está llena de conflictos, pues implica la puesta en escena de múltiples actores que, desde sus posiciones diferenciadas de poder, sus intereses, su vivencia histórica y sus memorias se representan socialmente de formas disímiles y muchas veces contradictorias, dificultando el logro de la construcción de una única identidad imaginada de corte étnico que no sólo los represente a todos, sino que, además, permita reivindicar los derechos de cada uno” (Rivera, 2002, pp. 48-49).

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Mitos y leyendas

El paisaje montañoso de Providencia se explica por una leyenda isleña, según la cual...

Un día el diablo vino a visitar la isla y, al quedar embelesado con tan-ta belleza natural, se estrelló contra una de sus montañas rocosas y la partió. Con el golpe contra lo que hoy en día se llama Split Hill, se le quebraron sus cachos. Estos se multiplicaron y se esparcieron por toda la isla. Se volvieron espinas enormes de un árbol muy abundante que los isleños llaman cockpur por su semejanza a las espuelas que tienen los gallos. Estas espinas, apareadas como cachos a lo largo de las ramas, se resguardaron por furiosas hormigas que solo con que el caminante mueva una hoja, se precipitan a millares sobre él y penetran hasta la piel produciendo un intenso dolor. (Vollmer, 1997, p. 18)

Los mitos y leyendas que representan la identidad isleña se han ido constru-yendo desde los inicios del poblamiento a partir de historias originarias de las re-ligiones europeas y africanas, las cuales permitieron dar un significado a las expe-riencias de vida en el territorio insular. Una de las narraciones más representativas es la de la araña Anansi. Los cuentos alrededor de esta araña provienen de África y permitieron a los esclavizados traídos desde ese continente sobrellevar la travesía de horror a la que fueron sometidos para llegar a América.

Anansi es una astuta y tramposa araña que siempre logra engañar a un tigre; representa las habilidades de una especie más pequeña, pero fuerte. Anansi es amarilla, tiene patas negras, no tiene sexo definido, puesto que en algunos cuentos aparece como galán o como madre. Se le conoce como Miss Nansi, Old Nanci o Beda Anansi (Brother Nansi, en criollo). Estas historias provienen de la tradición Ashanti, pues los esclavizados traídos a la Región Caribe pertenecían a los grupos fantis, ashantis y ewes de la Costa de Oro (Díez 2014, 120).

Creencias religiosas

Aunque la primera comunidad religiosa en la isla fue bautista, desde 1926 em-pezaron a llegar misiones católicas con el objetivo de educar y evangelizar a los habitantes de la isla, con el fin de integrar este territorio a la nación colombiana. Actualmente, con la llegada de inmigrantes, existe una diversidad religiosa, por la presencia de católicos, bautistas, adventistas, testigos de Jehová, pentecostales, bautistas hispanos y musulmanes. La mayoría de los raizales son protestantes (re-sistiendo a la evangelización católica) y la mayoría de los continentales, católicos.

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Por ello, aunque la religión protestante y la religión católica son las religiones predominantes en el Archipiélago hay un tercer elemento en contra del cual la Iglesia cristiana se ha enfrentado y son las creencias provenientes de los cultos africanos que proceden de la presencia de esclavizados que hubo alguna vez en las islas y la relación con cultos del Caribe.

Los puritanos definieron el credo durante el periodo de la Colonización. Luego de la pérdida de su poder no hubo una definición religiosa clara, pues las iglesias eran usadas como bodegas para el contrabando inglés, y el comercio de madera y pesca permitió la entrada de personas bastante heterogéneas a las islas (Pedraza, 1988, citado en Ratter, 2001, p. 67).

Para Díez (2014), con la llegada de los piratas a las islas, la misión religiosa de los puritanos ingleses decayó completamente hasta desaparecer. Ante este vacío de creencias, las prácticas traídas por los esclavizados desde África florecieron. Bottom House se convirtió en un templo de adoración de los dioses ashantis todos los días a las seis de la tarde, con danzas, cantos, alabanzas y sacrificios de gallos. El exor-cismo de los espíritus malignos (duppies) y los cuentos de Anansi orientaron la vida de la comunidad por mucho tiempo (Díez, 2014, pp. 177-178).

Para el siglo xix el esfuerzo evangelista en la isla se fortaleció con la llegada de Philip Beekman Livingston, nacido en Providencia y enviado a estudiar a Estados Unidos. En ese país él se afilió a una iglesia bautista en Manhattan (Turnage, 1975, p. 21). A su regreso en 1834, emancipó a los esclavizados de su familia por solicitud de su padre —en otras versiones de la historia se trata de la madre— y se dedicó a catequizar, a enseñar a leer y a escribir a la población esclava, y luego fundó la pri-mera comunidad bautista de San Andrés (Ratter, 2001, p. 68).

Beekman Livingston logró la emancipación de los esclavos formando una coo-perativa que permitiera que ellos se rehusaran a vender sus productos a los co-merciantes blancos. Pues ellos, por lo general, no pagaban dichos productos o, si lo hacían, era a un precio mínimo por estos. De esta manera, ellos empezaron a tener un mayor control sobre el comercio y a alcanzar algún grado de prosperidad en esta época. El pastor Livingston recibió a los antiguos esclavos en su iglesia y siempre los trató como personas iguales. Además de haberse casado con una mujer negra: Miss Josephine Pomare, la persona que le ayudaba a él y a su anterior esposa, Ann Eliza O’Neille, a cuidar los niños, la casa y en los quehaceres del hogar (Turnage, 1975, p. 27).

Por su parte, la Iglesia católica hizo su aparición en el territorio insular a inicios del siglo xx, exactamente en 1902, con la llegada de jesuitas que bautizaron a los primeros 32 isleños (Ratter, 2001, p. 50). En esto pudo haber una gran influencia del prefecto Ramírez que, en 1890, comunicó a sus superiores sobre la influencia

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de las escuelas públicas en la antipatía que sentían los isleños por los funcionarios, ya que eran dirigidas por personas de habla inglesa y protestantes.

El Gobierno central remitió a la isla la comunidad de los capuchinos, con quie-nes los jesuitas tuvieron fuertes tensiones. El objetivo de los capuchinos era colom-bianizar las islas y gracias al apoyo del Gobierno impartieron educación gratuita y otorgaron becas para practicantes de la religión católica. Este proceso educativo se dio entre 1926 y 1975 (Vollmer, 1997, p. 64).

Con respecto al grupo étnico raizal, esta población tiene una mayor influencia de la religión protestante; es la iglesia la que convoca a la comunidad, es el agente de conciliación mediador entre los habitantes y la guía de acción de sus creyentes. También se cuenta con aspectos de religiosidad popular con la creencia en los espí-ritus caribes (los difuntos bushdoctors y duppies) y las prácticas mágicas como la obeah (que es el conocimiento de los signos de la naturaleza, la manipulación de plantas medicinales, el manejo e interpretación de los sueños y la creencia en espíritus). En la religiosidad raizal no se puede dejar de lado la influencia de los orishas, de las dei-dades yorubas en la magia y otras presencias africanas (Universidad Nacional, 2006).

La religión en la isla se mueve por la fe que mantiene a la gente viva y unida. La primera iglesia bautista se encargó por mucho tiempo de la educación de la isla y llegó con el objetivo de luchar en contra de la esclavitud y los maltratos que se presentaban en las plantaciones, promoviendo el igualitarismo de los habitantes. Las primeras iglesias católicas y adventistas empezaron a llegar desde el año de 1902 como una ayuda para la colombianización de la isla. A pesar de la estructura de esta relación, la Iglesia bautista ha jugado un papel importante en la defensa de la identidad y la cultura isleña. Este hecho también está muy relacionado con que la Iglesia bautista se encuentre mayoritariamente entre la población raizal.

Desde los principios del trabajo bautista en San Andrés, miembros de la Iglesia ya estaban viviendo en Providencia en una casa construida por esta. En el siglo xx, una de las principales preocupaciones de los bautistas fue la educación de los niños, al tratar de compensar la influencia religiosa de la Iglesia católica romana. Para lograr este objetivo se encargaron de la construcción de algunas escuelas en las islas. La Iglesia bautista era bastante estricta haciendo cumplir una conducta propia entre los miembros. Aquellos que pertenecieran a la Iglesia no podían ir a bailes, usar o beber licores, ir a salas de billar, participar en juegos o carreras de caballos y, finalmente, no podían comprar boletas de loterías o chances. El pastor también intentaba corregir algunos hábitos de entierro, evitando que se siguieran los cultos que practicaban los descendientes de africanos que cantaban y bebían alrededor del difunto toda una noche (Turnage, 1975, pp. 67- 68).

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Las iglesias se han considerado como un lugar de encuentro e interacción so-cial. Además de que estas siempre han estado involucradas en asuntos políticos y sociales, siendo los pastores los primeros defensores de la autonomía de los isleños ante el abandono estatal de siglos. Las iglesias también desempeñan un papel fun-damental en la socialización de la información dentro de la comunidad. Con la gran diversidad religiosa, se percibe en la isla una aparente tolerancia entre católicos, bautistas, adventistas y musulmanes (Guevara, 2005, p. 95).

Uno de los principios que ha difundido la Iglesia bautista en el pueblo raizal es la igualdad de todas las personas; sobre todo, después del periodo de esclavitud. Existen otros dos principios que operan en la lógica de la cultura raizal: la respetabili-dad y la reputación. Diferentes estudios han caracterizado al pueblo raizal y a los otros grupos culturales de la isla por estos principios sociales que regulan y estructuran el comportamiento de los habitantes.

• la igualdad: Es un principio que viene desde el credo bautista y na-ció por la preocupación de lograr la inclusión de todos los antiguos esclavos. Este principio de igualdad aún se mantiene a través del gran sentido de solidaridad y la valoración del otro. Este principio da cohesión a la sociedad isleña, que se basa en la concepción de la libertad del espíritu; coexistencia a través de la igualdad expresada en el parentesco, la posesión de la tierra, los trueques y el compar-tir. Esto último es lo que más se ha ido perdiendo con el tiempo: el principio de igualdad también se puede observar en la costumbre de los isleños de dividir su pescado, carne, vegetables, huevos y frutas con sus vecinos o allegados. La Iglesia bautista solía dar dinero, me-dicinas y cuidados médicos a las personas miembros de ella que se encontraran enfermos o postrados en la cama (Turnage, 1975, p. 65). En las ceremonias religiosas solía repartirse el vino y el pan a todos de una manera equitativa, reforzando de esta manera el sentido de pertenencia e igualdad.

• la respetabilidad: Es la diferencia basada en la estratificación social. ¿Quién es más respetable que los demás? Este conjunto de valores es atribuido principalmente a las mujeres, teniendo en cuenta su dedicación al hogar, el pudor, la fe, la humildad, la sencillez, entre otros criterios. La iglesia es la que legitima el conjunto de valores que conforman este principio.

• la reputación: Entendida como la búsqueda de cohesión social a partir de la igualdad. Este conjunto de valores es atribuido principal-mente a los hombres en torno a temas como la educación, la virilidad

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(no solo la potencia sexual, sino también la forma de conquistar, la responsabilidad), la galantería, la personalidad, entre otras cualida-des. (Universidad Nacional, 2007, pp. 15-19)

Para los isleños, estos principios han cambiado rápidamente en los últimos tiempos porque los jóvenes ya no siguen los mismos preceptos culturales, así que las dinámicas de cada uno de estos se han ido transformando. Los jóvenes cada vez van adquiriendo más los vicios de los continentales y dejando a un lado las prácticas de la cultura raizal. Por eso muchos autores afirman que el turismo y la migración incontrolada han puesto en peligro al pueblo raizal. No obstante, no se tiene en cuenta que gran parte de las últimas políticas públicas solo han buscado fortalecer a este pueblo étnico, relegando a otros grupos culturales. Estas políticas han sido impulsadas por la Ley 473 del 11 de febrero de 1986 que busca la protección y la preservación del patrimonio nacional de San Andrés como parte independiente del territorio nacional con historia, idioma y cultura propia (ley promulgada por presión y resistencia del pueblo raizal).

Las creencias religiosas tienen una influencia determinante en la población del Archipiélago. Gracias a ellas se han definido códigos y costumbres que siguen los habitantes; por ejemplo, que los sábados son los días de credo para los adventistas y los domingos lo son para los bautistas y católicos. Estos días los seguidores se vis-ten de manera formal. Las misas católicas se hacen en inglés y español, y los oficios bautistas o adventistas se hacen en creole (Rivera, 2002, p. 96).

Celebraciones

El argumento de Wilson (2004) acerca de los valores de la reputación y la respeta-bilidad que predominan en la isla de Providencia y que jerarquizan a la población se sustenta en el análisis de diversas actividades culturales particulares de esta co-munidad. Una de estas es la fiesta, en calidad de actividad organizada, planificada y concebida para realizarse en la morada de una persona o familia. De acuerdo con su clasificación, plantea tres tipos de fiestas: la fiesta de invitación, la fiesta pagada y la fiesta pública.

La primera se caracteriza porque la organiza una pareja en su hogar y la lista de invitados es cuidadosamente diseñada y aprobada por cada uno. Esta costumbre proviene de una familia migrante de Suecia, los Sjogreens, quienes fueron recono-cidos por sus espectaculares fiestas en Providencia.

Por otra parte, una fiesta pagada, si bien es privada, se cobra por la entrada; el objetivo de este tipo de fiesta es recaudar dinero, por lo cual tiene un carácter más abierto. La noticia de la fiesta es comunicada de manera informal, así que no hay invitaciones a familias específicas.

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Finalmente, la fiesta pública es generalmente pagada por el Gobierno para la celebración de una fecha nacional. Si bien asiste toda la población, el nivel de aten-ción a los invitados difiere entre las personas de clase alta y las personas de clases populares (Wilson, 2004, pp. 134-138).

Rituales: bautizos, matrimonios y velorios

Los rituales de la vida personal y social que marcan las diferentes fases de la vida son experimentados en las islas con una serie de rituales sociales transmitidos de generación en generación y se originan en la religión de los habitantes provenientes de Europa, África y la región Caribe. Si bien la religión ha sido una variable impor-tante al definir actividades alrededor de los rituales como el bautizo, el matrimonio y el velorio, las prácticas culturales no se pueden desligar de la cultura del mar y las expresiones resultantes de la insularidad.

Bautizos

El acto del bautismo tiene un fuerte contenido religioso por la influencia de la Igle-sia bautista en las islas y, al mismo tiempo, una relación conceptual con el mar en el que se desarrolla este ritual. orfa (2013) resalta, en su estudio sobre las mani-festaciones culturales de la identidad raizal, el fuerte componente espiritual y la creencia en un ser superior de la población isleña.

El bautismo es un acto simbólico de purificación en que muere el pecado y nace una nueva vida. Es practicado por bautistas, feligreses de Misión Cristiana y adventistas del Séptimo Día y se realiza en el mar cerca de las playas donde el agua es clara: allí los bautizados son sumergidos y emergidos (orfa, 2013, pp. 63-64). Esta práctica tiene una connotación simbólica en donde los pecados lavados son llevados por agua corriente para no volver jamás.

Aunque existen variaciones de los ritos y de las preparaciones de una iglesia a otra, en general no hay una edad específica para los bautizos. No obstante, suelen preferirse adolescentes para que las personas entiendan exactamente su respon-sabilidad al morir al pecado y que, al bautizarse, se asume el compromiso de vivir una vida para Cristo (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Esta práctica inició en las islas con los procesos de evangelización y ha perdu-rado en las diferentes denominaciones religiosas presentes. Aunque en la Biblia se señala que esta práctica debe hacerse en río, la situación del Archipiélago permitió la adaptación del ritual al mar. Cada una de las iglesias escoge una playa de su pre-ferencia para realizar la ceremonia (las menos concurridas o playas principales). Sin embargo, aunque se trata de una manifestación esencialmente religiosa, es

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una práctica cultural aceptada, conservada y apropiada por la población de las islas (orfa, 2013, p. 64).

Matrimonios

A diferencia del carácter jerárquico de los tipos de fiestas expuesto por Wilson (2004), en los eventos sociales relacionados con los ciclos de la vida no están acen-tuadas las diferencias sociales. Las bodas se realizan en el hogar de los novios y el costo lo asumen las familias. La ceremonia se lleva a cabo en la iglesia y la recep-ción en una de las casas de los novios juntos con sus familiares y amigos. Se ofrece comida y refrescos y se comparte un baile (p. 138).

Apunta Robinson (s. f.) que los preparativos en torno al matrimonio recrean las creencias supersticiosas de la identidad raizal, así,

[…] el vestido de la novia no puede ser visto ni por extraños y menos por el novio antes de la boda, la torta principal de matrimonio no se distribuye sino entre los familiares y amigos más cercanos días después de la celebración toda vez que una prenda de la novia o una porción de la torta en manos enemigas pueden ser causantes de desgracias en la vida de la nueva pareja.

Velorios

Por su parte, los velorios son menos organizados y su duración depende de la hora de la muerte. Cuando el pastor o sacerdote realiza los ritos y el médico confirma la muerte, un joven cabalga alrededor de la isla anunciando la muerte de la persona. Anteriormente era usado el Conch Shell Blowing, o concha de caracol, como medio de comunicación oral para transmitir la noticia del fallecimiento (orfa, 2013, p. 57).

La casa del fallecido es arreglada cubriendo espejos, cerrando ventanas, de-teniendo relojes y alistando el cuerpo. Mientras tanto, los acompañantes alistan sillas, preparan café y galletas para atender a los asistentes. Durante la noche se cantan himnos, se bebe café, se cuentan historias y el carpintero trabaja en el patio haciendo el ataúd. Se trata de un momento en el que la gente de toda la isla se junta para dar consuelo y apoyo (pp. 139-140).

Alimentación

La alimentación en el Archipiélago se compone de platos con influencias prove-nientes de los primeros pobladores anglosajones, africanos y miskitos. La relación con el océano es un factor que determina la dieta de los isleños por su acceso directo a la comida de mar. De igual forma, la religión ha sido una importante influencia

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en la significación que se le ha asignado a los alimentos. Entre la comida típica se encuentran los platos de la tabla 13.

Tabla 13. Comida típica del Archipiélago

TIPO DE COMIDA DENOMINACIÓN EN ESPAÑOL DENOMINACIÓN EN INGLÉS

Platos fuertes

Rondón Run down

Sopa de cangrejo Crab soup

Bola de cangrejo Crab balls

Cangrejo relleno Crab backs

Empanadas de cangrejo Crab patties

Cangrejo guisado Stewed crab

Bola de caracol Conch balls

Ensalada de caracol Conch salad

Pescado guisado Stewed fish

Langosta guisada Stewed lobster

Caracol guisado Stewed conch

Salpicón de pescado Minced fish

Cerdo guisado Stewed pork

Pollo guisado Stewed chicken

Postres

Torta de plátano Plantain tart

Torta de pan Bread pudding

Torta de fruta de pan Breadfruit cake

Pastel de limón Lemon pie

Pastel de coco Coconut pie

Pastel de auyama Pumpkin pie

Torta de auyama Pumpkin cake

Torta de jengibre Ginger cake

Torta volteada de piña Pineapple upside-down cake

Torta de navidad Christmas fruit-cake

Budines de diferentes frutas Puddings of various fruits

Galletas de miel de caña Sugar cake

Dulces de grosella, ciruela, coco y piña

Stewed fruits of jumbalin, plum, coconut or pineapple

Bebida láctea similar al kumis sour milk drink

Peto-colada de maíz Corn beverage

Otros

Torta de yuca Bami

Pan de coco Coconut bread

Galletas de la jornada o panecillos Journey cakes

Roscón Bun

Fuente: Díez (2014, p. 307).

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Un alimento muy consumido en el Archipiélago se conoce como run down: se asemeja al pancoger de los españoles o al sancocho de los antioqueños, y se compone de frutos de mar y tierra. Se mezclan caracol pala (conch), cangrejo o pescado, yuca, batata dulce, ñame, cuatrofilo o bosco (plátano verde y maduro), pan de fruta, ahuya-ma, cola de cerdo (picteil) y, en ocasiones, iguana y rocko. Se prepara en un caldero sobre leña. En la leche de coco se coloca albahaca, pimienta y picante al gusto. Se agrega poco a poco cada ingrediente y se cubre con arepuesla de harina (dumplings), receta traída desde New Orleans y de origen británico (Díez, 2014, p. 303).

El journey cake es un alimento importante para la población del Archipiélago y es un pan de molde hecho a base de coco. Se preparaba en otros lugares de heren-cia anglosajona para la jornada de trabajo, de allí su nombre. Según la costumbre de la población raizal protestante, la comida del domingo debía prepararse con anticipación para dedicar el día a los ritos y la oración. El jon-ny-cake —transforma-ción del nombre original— se convirtió en la comida típica del domingo (Sánchez, 2009, p. 77).

La fruta de pan (artocarpus altilis) es un fruto de crecimiento silvestre en el Ar-chipiélago. En las islas se conoce como breadfruit, es de gran tamaño y tiene un diá-metro máximo de 30 cm. Este fruto es de consumo generalizado local. Se sirve frito o cocido como acompañamiento y se consume cuando aún está verde (Universidad Nacional de Colombia, s. f.). También se prepara en postres y crece en los patios de varias viviendas isleñas.

La territorialidad y la cultura del mar

Como la región Caribe ha conformado su identidad e integración a partir del colo-nialismo y las diásporas, el Caribe insular tiene una experiencia común azucarera esclavista que ha reflejado distintos cambios en el uso y apropiación de la tierra, pasando desde una despensa natural para indígenas Misquitos y Arawaks, las plan-taciones (algodón, azúcar, cacao), hasta el turismo y el comercio. Con el crecimiento poblacional que trajeron estas oleadas y la constante llegada de personas, los isleños nativos empezaron a ser una minoría marginada en su propio territorio. Esta pér-dida del territorio de la población raizal por otras personas no raizales ha acarreado problemas de sostenibilidad ambiental en la isla (Padilla, 2010).

La herencia indígena y la apropiación territorial se ven reflejadas en la cuestión de la tierra como soporte de la diferenciación social. En la isla de San Andrés, luego de las plantaciones con mano de obra esclava, que dejaron gran influencia negra, empezaron a ser comunes en la población los cultivos de pan coger de pequeña escala para el autosostenimiento de las familias isleñas. Después de la abolición de la esclavitud, los amos en su mayoría dieron pequeñas parcelas a sus esclavos,

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efectuándose una división de las plantaciones y grandes terrenos en fincas de au-tosostenimiento y subsistencia. Actualmente el 67% de la isla cuenta con pequeñas parcelas de trabajo familiar y el 37% de los productores solo se dedica a la labor agropecuaria, mientras que el 59% lo alterna con otras actividades para el sosteni-miento de cada familia (Torres, 2010).

El estudio de Wilson (2004) realiza un análisis etnográfico de Providencia y refleja la importancia de la tierra para la constitución de la familia y la propiedad de la población isleña. Además, la tierra es un referente de identidad que ancla a los pobladores al lugar donde viven, los relaciona con sus parientes y les otorga un soporte de apropiación del territorio que habitan.

La vida y la posesión de una parte de Providencia es lo que hace a una persona diferente de cualquier otra, y al mismo tiempo identifica a aquellos quienes son como uno mismo. Poseer un pedazo de tierra es mirado como un derecho de nacimiento, particularmente para un hombre. Esto asegura una fuente de vida y la aceptación por la comu-nidad, un lugar donde descansar la cabeza en paz. Cuando se vive en el extranjero a donde no se pertenece y en donde a menudo no se es aceptado, este conocimiento de que se posee un pedazo de tierra en Providencia es quizás el único factor importante en la preservación de la identidad de un hombre. (p. 73)

La posesión de un pedazo de tierra representa la relación con toda la isla y con otros isleños que también pertenecen a la isla. De esta manera, la tierra asigna un grado de igualdad entre todos aquellos que son isleños, que se manifiesta como un sentimiento de comunidad y familia (Wilson, 2004). El patrón de asentamiento está basado en la pertenencia de la tierra a las primeras familias que habitaron Providencia —Archbold, Davidson, Mckellar, Henry, Livingston— y la subsiguiente división de esta, por el reparto a los esclavizados liberados y, a su vez, por la división que han hecho estos al heredar a sus hijos e hijas.

Según Wilson (2004), la tierra es el trampolín a la riqueza: permite a los isleños, una vez reciben la parte que les corresponde de la herencia, trabajarla, generar un excedente y comprar más tierra o invertir en otros negocios, como el comercio, por ejemplo. Sin embargo, es importante tener en cuenta la relación con la tierra que se ha impuesto, tanto en Providencia como en San Andrés, después de la apertura del puerto libre. La llegada de comerciantes, inversionistas, extranjeros —colom-bianos y no colombianos— ha impulsado la compra de tierras para la construcción de locales, hoteles y viviendas de recreo, y muchos de los isleños han vendido parte de sus tierras con la idea de hacer parte de esta nueva ola de desarrollo. Al contrario de sus expectativas, esa expropiación los ha colocado en desventaja al perder buena

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parte de sus tierras. Esto teniendo en cuenta que las islas son pequeñas y cada vez es mayor el porcentaje en posesión de los no isleños.

Sin embargo, es importante tener en cuenta las ideas sobre la territorialidad que tienen tanto los isleños como los inmigrantes. Gonzales (2004) señala que para los isleños la idea de territorialidad tiene un carácter cultural en donde lo relacio-nado con el suelo se maneja con base en la herencia o a través de traspasos verbales. Los nativos son los dueños del suelo de las islas. Por el contrario, para los inmigran-tes o pañamanes, percibidos como otros invasores, lo más importante en relación con la tierra es la posesión legal de un lote y una vivienda, que les dé un soporte frente a la exclusión por ser de afuera.

La comunidad raizal refuerza su vínculo con la tierra a través del mantenimien-to de conocimientos ancestrales. Uno de ellos es el manejo de plantas medicinales y su uso; principalmente siguen indicaciones dadas en sueños, para controlar dis-tintas enfermedades. Muchos raizales cultivan estas plantas en sus propias parcelas o jardines para usarlas en sus contextos cotidianos. Este conocimiento de plantas medicinales es heredado a través de la tradición oral: quienes poseen este conoci-miento en su mayoría son mujeres que transmiten la creencia popular de las pro-piedades curativas de las plantas. Este tratamiento con plantas medicinales es más favorable por el costo económico y su probada efectividad, además de que algunos medicamentos farmacéuticos tienen efectos secundarios (Díaz, 2013, pp. 74-78).

Esto confirma la práctica de la agricultura en la isla y cómo estas labores agrí-colas permean igualmente en el contexto cultural de sus habitantes. Sin embargo, después de la declaratoria de la isla como Puerto Libre, esta economía de subsis-tencia agrícola ha ido pasando poco a poco a una economía basada en el comercio de importación/exportación; actualmente la producción agropecuaria es bastante reducida y genera menos del 1% de los empleos. La agricultura también empezó a ser menos frecuente en la isla desde el terremoto de 1941 que afectó gravemente las cosechas; las enfermedades que empezaron a ser comunes en las plantas por la degradación de los suelos, la intensificación de la producción que los agotó, la presencia de ganado que lo compactó y asoló, y el aislamiento de la isla de 1943 a 1945 por la Segunda Guerra Mundial y las medidas proteccionistas asumidas por los gobiernos centroamericanos.

Ante este choque cultural, salió una nueva categoría identitaria: la insularidad, que ayuda a explicar cómo grupos, que en sus primeros momentos de contacto pre-sentaban características diferenciadoras, después de años de convivencia pueden volver propias costumbres que no lo eran. La territorialidad como mecanismo de identificación es donde las personas construyen los espacios y conservan la cultura propia, trasladando hábitos, costumbres y estilos de vida a los nuevos territorios

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donde se asientan. Es así como se explica que los africanos en América reinventaron tecnologías, economías y formas de organización social y crearon nuevas costum-bres y concepciones en la isla. Ver la insularidad como territorialidad es una forma distinta de manejo del espacio social y físico, así como una cercanía concreta con el mar y sus prácticas culturales (Torres, 2010, pp. 94-96).

La insularidad hace que las relaciones interpersonales sean mucho más cercanas y directas y el aislamiento favorece la creación de un nosotros. Por ello, este concepto tiene que ver con tres principios fundamentales:

• La “pequeñez” del espacio que crea procesos de decisión más personales y cercanos, unión y una posible democracia popular informal, gracias a la par-ticipación directa.

• El aislamiento natural, pero también social crea una conciencia espacial, un sentido de pertenencia y una identificación con el territorio.

• La previsibilidad de un sistema social: una estrecha malla de relaciones interpersonales crea identidad colectiva y sentimiento de independencia (Guevara, 2005, pp. 46-48).

Es por ello que la territorialidad está relacionada con la apropiación simbólica y la identidad de los habitantes de la isla: la tierra es vista como más que un recurso económico y de subsistencia, es un lugar en donde se establecen vínculos afectivos y sociales. La posesión de la tierra para los raizales significa igualdad, autonomía y libertad: por eso se percibe a los inmigrantes como invasores, más aún con un porcentaje significativo de predios en mano de extranjeros. Muchas familias rai-zales que tenían sus pequeñas parcelas desde que sus ascendientes esclavos fueron dotados de tierra, las han vendido con el auge del turismo o las han perdido por ex-propiación estatal después de un incendio que ocasionó la perdida de gran cantidad de documentos de propiedad. De manos estatales pasaron luego a comerciantes, agencias de turismo o empresas.

Con respecto a la ubicación socio-espacial de la isla, los asentamientos de la Loma y de San Luis son los de mayor antigüedad. El de la Loma es un asentamiento principalmente agrícola y el de San Luis es en su mayoría de comerciantes y pes-cadores, quienes son más abiertos y menos puritanos que los habitantes de la Loma. En estos dos lugares, aún habitan descendientes de los primeros pobladores de la isla. El centro o North End ha sufrido un proceso de ocupaciones sucesivas después de la declaratoria de puerto libre; este lugar lo ocupan familias de diferentes pro-cedencias y su actividad económica está concentrada en el comercio. Estos tres asentamientos cuentan con principios, costumbres y organizaciones religiosas di-vergentes, aunque se están relacionando, intercambiando y produciendo mezclas constantemente entre los habitantes de estos tres espacios (Díaz, 2013, p. 32).

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Es necesario recordar que en el año 2000 la Unesco designó al Archipiélago de San Andrés como Reserva de Biosfera, enmarcando la necesidad del desarrollo sos-tenible y la protección de los recursos naturales que se encuentren en la isla. Esto crea necesariamente, la configuración de otro tipo de relaciones con este territorio, enmarcadas en el discurso de la sostenibilidad y las prácticas productivas ecológi-cas, en contraposición al desgaste ambiental producido por la sobrepoblación y el turismo. Uno de los recursos que debe ser protegido y cuidado por los habitantes de la isla es el agua, pero este recurso ya tiene toda una significación y una apropiación simbólica por parte de las personas que habitan este territorio.

Como el territorio es primordialmente la relación del espacio geográfico con los sujetos individuales o colectivos, en este espacio también se ven reflejadas las relaciones con los recursos naturales y, entre ellos, el agua y el manejo cultural de este preciado recurso. En la isla de San Andrés, el aspecto de insularidad al estar rodeados de agua es la vida que transcurre, el insumo que alimenta y una fuente de poder. El aumento del turismo ha traído graves problemas en cuanto a la oferta, calidad y depuración del agua, hasta el punto de que gran parte del agua potable que se consume es traída del continente. Estos problemas se han presentado por la limitada disponibilidad de agua dulce subterránea debido al tamaño de la isla, el desconocimiento de los acuíferos que conlleva a la sobreexplotación, el poco apro-vechamiento de otras fuentes de agua potable, el desperdicio y la contaminación generada por los asentamientos humanos (Aguado, 2010, p. 46).

A pesar de estos problemas, la cultura del agua se manifiesta en las viviendas y las familias, pues el agua es considerada como un bien preciado del cual se depende para sobrevivir. Antes, la mayoría de los habitantes se abastecían de pozos naturales de agua subterránea; sin embargo, estos han ido desapareciendo. Ahora el agua de lluvia es una de las principales fuentes de agua en la isla y su aprovechamiento es parte integral de la cultura y la sociedad sanandresana. Para recoger esta agua de lluvia, las personas utilizan cisternas o envases y canales en los techos de las casas para acumularla. En este contexto, se pueden diferenciar dos tipos de usos de este recurso:

• El agua de lluvia: denominada el agua de Dios. Se usa principalmente para labores domésticas como cocinar, lavar, bañarse, etc.

• El agua de los pozos que aún quedan: se usa para el aseo, las plantas y la ducha en época de verano, en viviendas que no tengan canales o cisternas en los techos.

Este modo de aprovechamiento del agua es usado más que todo por los raizales, pues la población inmigrante, por tener diferentes costumbres, no utiliza de mane-ra significativa el agua de lluvia. Así mismo, los turistas utilizan agua del acueducto,

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de las plantas desalinizadoras, de los hoteles y de los carrotanques. Estos lugares diferenciados de donde proviene el agua para los habitantes muestran cómo el agua es un indicador de calidad de vida y de estatus socioeconómico, pues la mayoría de los raizales no tienen acceso al acueducto en la isla. No obstante, algunos inmigran-tes han empezado a hacer uso de cisternas en los techos para hacer recolección de agua de lluvia; aunque algunos de los materiales usados disminuyen la calidad del agua (Aguado, 2010, p. 56).

Pescadores y navegantes

El mar cumple un papel fundamental para la reproducción social y cultural de los raizales, pues estos se consideran como gente del mar, pescadores y navegantes, así como gente de tierra, agricultores y recolectores de cangrejos. Hoy, sin embargo, están más integrados a las dinámicas nacionales a través de los empleos estatales.

Estas relaciones con el mar han tenido tres momentos históricos: el primero fue la importancia de las tortugas en el mercado colonial, que, aunque fue una actividad practicada principalmente por colonizadores europeos, fue apropiada y recreada por los esclavos africanos. Existe una importante memoria raizal con respecto a técnicas especiales y a recetas de tortugas. Los raizales solían intercam-biar tortugas y huevos de aves marinas por productos que no se obtenían en la isla como ropa y herramientas.

El segundo momento histórico fue la relación cercana que desarrolló la isla de San Andrés con las Islas Caimán, pues durante años estas poblaciones intercambia-ban e iban adquiriendo una cultura marítima compartida: por ejemplo, los catboats son una influencia de navegación de las Islas Caimán. Finalmente, están las migra-ciones laborales masculinas a otros lugares del mundo, cuando las mujeres perma-necieron en la isla haciéndose cargo de la pequeña navegación (canoas y catboats) para conseguir los alimentos de la familia. La navegación dio una apropiación social de los espacios marinos con una carga cultural muy importante: la construcción de catboats y canoas suele ser realizada por la población, siendo más utilizadas las canoas para la navegación pequeña y los catboats solo para las competencias que se realizan, denominadas regatas. Estas regatas son el evento sociocultural de mayor relevancia para la comunidad raizal (Márquez, 2014).

Esto muestra que los territorios marítimos no son simplemente un espacio del mar delimitado, sino que son áreas nombradas, conocidas, usadas y defendidas. La relación con el mar muestra un conjunto de relaciones desde las prácticas, de saberes sobre salud para el cuerpo y el espíritu, representaciones de libertad, aven-turas, alegrías, estrategias de supervivencia, interacción y, sobre todo, como el eje de su identidad (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014). Estas distintas significacio-

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nes que los habitantes le dan al mar están relacionadas directamente con el uso y apropiación de estos espacios:

• El mar como una fuente de alimento. Esto ha permitido un aprovechamien-to de los productos locales y una gastronomía extensa con diversidad de re-cetas con pescados y tortugas. Una de las comidas tradicionales del pueblo raizal es el rondón que, además de ser una comida típica, es un evento que suele ser colectivo e importante. Aunque anteriormente se conservaban los alimentos a través de los pescados salados y ahumados estos se siguen consumiendo, así ya no sea necesario este tipo de conservación.

• El mar como un ente que está relacionado con la medicina tradicional, ade-más de los imaginarios del mar, el agua salada y el pescado asociados con el bienestar. Así mismo, se habla de propiedades curativas de los baños del mar y la arena de playa. Uno de los productos más utilizados es el aceite de hígado de tiburón para las enfermedades pulmonares.

• El mar provee elementos necesarios en la vida cotidiana como los abanicos y las esponjas marinas, las conchas, utilizadas para instrumentos de viento y para la construcción tradicional, y las algas como abono orgánico para las huertas.

• El mar y el litoral son espacios de encuentro, recreación y celebración. La playa es un espacio de encuentro colectivo en torno a las actividades de la pesca, así como de las celebraciones tradicionales: los paseos de playa, la carrera de caballos y las ceremonias religiosas (bautizos). De igual mane-ra, también se encuentran las regatas de Hoks Boats y Cotton Boats que se practicaban especialmente en Semana Santa y eran la recreación de ni-ños y mayores. Aunque esta práctica ha disminuido, el Cat Boat Race se ha mantenido, siendo catalogado como una de las expresiones que debe con-siderarse representativa de patrimonio nacional (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

• Algunas veces el mar trae elementos flotantes que se utilizan en la vida cotidiana. Suelen ser restos de naufragios, árboles o tanques plásticos.

• El mar en la percepción de la gente es parte fundamental de la cultura y, sobre todo, el fundamento de sus vidas. Existe un apego, un afecto y un sentido común de la necesidad e importancia del mar en el contexto coti-diano (Márquez, 2014):El mar es nuestra vida…, el mar es lo más importante para nosotros los Raizales… por el mar llegamos aquí… somos el mar… el mar es nuestro patrimonio… el mar es inspiración poética de emociones espiritua-

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les pero también… materiales, porque nos provee sus productos para nuestra subsistencia. (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014)

Es por esto que los habitantes del Archipiélago adquieren oficios y conocimien-tos marino-insulares; los hombres, además de extraer el sustento económico para sus familias, han ido aprendiendo el oficio de la construcción de embarcaciones. Adicionalmente, han adquirido un gran conocimiento acerca de la navegación y las mujeres tienen todo un cuerpo de conocimiento acumulado sobre la gastronomía relacionada con la actividad de la pesca (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Por esta razón la relación de los isleños con el mar trasciende los roles ejercidos para la subsistencia y el entretenimiento, y se convierte en un eje de la identidad y el patrimonio cultural del Archipiélago (orfa, 2013). El fuerte vínculo con el mar ha tejido el modo de vida de los isleños desde los primeros poblamientos de las islas. El mar se ha convertido en el medio por el cual los isleños llegaron al territorio, se comunican con el mundo y les provee alimentos y otros suministros (pp. 19-20).

En la cultura isleña el mar es un referente vital que constituye la identidad de los pobladores y les permite construir su relación con el mundo. El mar define re-laciones, percepciones, modos de subsistencia y roles sociales relevantes de pesca-dores y navegantes. El territorio del Archipiélago está definido también por el mar:

en el caso de las islas, ese territorio no son únicamente las partes te-rrestres donde se construyen las casas y donde muchos desarrollan las actividades diarias. Los isleños raizales viven en pequeñas islas donde la tierra es escasa, pero, en cambio, están rodeados de mar. Es por eso que el territorio raizal también es el mar, del cual dependen tantas co-sas de la vida cotidiana isleña. Entonces, la memoria también une a los isleños con el mar. (Márquez, 2013, p. 28)

De acuerdo con el informe de la orfa (2013), la población isleña consultada priorizó las manifestaciones y prácticas relacionadas con lo marino como el prin-cipal y más importante elemento de la cultura raizal. En esa medida constituyen un conjunto de saberes, conocimientos ancestrales y prácticas culturales que se concentran en categorías puntuales: 1) conocimientos tradicionales sobre la pesca en el pueblo raizal (sus habilidades, secretos y utensilios); 2) la embarcación cat boat (o catboat como verá más adelante) y el Cat Boat Race; 3) el Conch Shell Blowing (concha de caracol para comunicar mensajes); y 4) el bautismo en el mar. A continuación, presentaremos estas y otras manifestaciones culturales de la población isleña.

Pescadores

Después de la abolición de la esclavitud, los esclavos y sus descendientes empezaron a conformar sociedades campesinas autosuficientes que practicaban la agricultu-

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ra y la pesca, primordialmente. La pesca artesanal es para el consumo familiar, aunque después de la declaratoria de puerto libre la pesca empezó a especializarse con nuevas prácticas y técnicas más eficientes, buscando una venta regular de sus productos al turismo.

Las zonas de pesca de los isleños están más allá del arrecife. Las zonas de pes-ca son conocidas como los bancos Quitasueño, Serrana, Roncador, Sudsueste, Es-tesudeste, Serranilla, Bajo Nuevo y Bajo Alicia. Para poder alcanzar esas grandes distancias los isleños desarrollaron habilidades para la marinería y la navegación (Márquez, 2013, p. 65). En Providencia se ubican alrededor de toda la isla: Fresh Water Bay, Smoothwater Bay y Santa Isabel (Márquez, 2005, p. 32).

Según Márquez (2013), la pesca es un fundamento de la cultura isleña y el sus-tento de varias familias en el Archipiélago. Actualmente, existen pescadores de aguas poco profundas, que suelen pescar sardinas; pescadores de agua profun-das, que requieren una mayor exigencia y habilidad; y buzos, que son cazadores submarinos. Esta actividad es exclusivamente masculina por la exigencia física, y precisamente eso ha llevado a que sea una expresión de masculinidad y una marca de reputación.

Existen también los pescadores con otras artes, quienes realizan pesca con ar-madijos de peces de tamaño pequeño para autoconsumo; esta práctica es una he-rencia de Jamaica. Finalmente, los pescadores raizales de los islotes del Norte que se han ido apropiando de amplias áreas de ecosistemas marinos (Márquez, 2014).

Los pescadores han pasado por una transición técnica importante al imple-mentar de novedades tecnológicas para la especialización de la pesca: de las em-barcaciones de vela han pasado a lanchas de madera y finalmente a lanchas de fibra de vidrio. El uso de los métodos y artes para la pesca ha ido variando desde la mitad del siglo xx gracias a la introducción de materiales con la apertura del Puerto Libre. Así, por ejemplo, los cordeles de algodón fueron reemplazados por los cordeles de plástico y el uso de canoas o cat boats por lanchas con motores fuera de borda (orfa, 2013, pp. 30-31).

La pesca es la actividad que predomina en el Archipiélago, de la cual no se pue-de prescindir al estar rodeado del vasto océano: por siglos ha sido parte del modo de subsistencia de los isleños y se ha convertido en uno de los roles más significativos para la población. La pesca, como se dijo anteriormente, se considera una actividad predominantemente masculina y se realiza con la ayuda de artefactos como canoas, redes fijas y trampas. Wilson (2004) lo expresa de la siguiente manera en su estudio sobre Providencia: “La pesca es muy tranquila y se hace tanto por deporte como para la subsistencia. Como lo expresa mi amigo Isaac: —fuera del arrecife no hay

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mujer que te moleste, es tan buen deporte como una botella de Jom-s Toddy (ron)—” (p. 48). Sin embargo, actualmente ya hay mujeres que participan de la pesca.

Los conocimientos tradicionales sobre la pesca se desarrollan en torno a varios momentos o actividades. El primer momento se trata de la actividad de pescar para la subsistencia y del proceso enseñanza-aprendizaje de generación en generación de ejercicios como la búsqueda y preparación de la carnada.

Desde niños observábamos cómo nuestros padres salían en sus canoas a buscar la comida diaria, por ello en todos los hogares isleños había implementos de pesca… todos aprendíamos a pescar comenzando níti-damente desde la orilla y así paulatinamente mientras crecíamos, hasta convertirnos en adultos. (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014)

El segundo momento es la preparación, fabricación y utilización de objetos e instrumentos como la nasa (fishpot), la caja de vidrio (waterglass), el cordel de mano con anzuelos y la canoa o cat boat. Un tercer momento lo constituye el conjunto de saberes, técnicas y costumbres alrededor de la pesca, como la trasmisión de los co-nocimientos de la ubicación de los bancos de pesca; los cambios del tiempo, de las corrientes y de la temperatura del agua; los días y horarios de faena; la marcación para la ubicación de las nasas; el manejo de mareas y las fases lunares; y los siste-mas de autocontrol para la preservación de las especies (orfa, 2013, pp. 29-30). La labor de pescar trasciende el hecho de obtener las especies y abarca un conjunto de saberes.

Volverse pescador no solo consiste en aprender a manejar cordeles o arpones, a sumergirse varios metros conteniendo la respiración o a tener paciencia bajo el sol, también hay que aprender a descifrar el mar, los vientos, las corrientes y los peces. Hay que desarrollar la vista hasta que lo uniforme adquiera sentido y se convierta en un mapa de indicaciones, hitos, lugares. (Márquez, 2005, p. 41)

Algunos de estos conocimientos tradicionales con respecto a métodos de ubica-ción y marcación para las jornadas de pesca son: la triangulación, donde se marca el lugar en el mar referenciándolo con un sitio u objeto en la tierra, y la marca del sitio de pesca abundante, que solo se confía a los hijos, hermanos o personas cercanas, denominada el landmark (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014). De esta manera, se va constituyendo una especie de croquis mental del espacio marítimo.

Al momento de arribar al sitio de la faena, se hace una especie de ritual que ayuda a garantizar la jornada. A dicho ritual se le denomina el scent up, donde, por lo general, se desmenuzan cangrejos, se introducen en una concha de caracol vacía, abriendo orificios de 2 o 3 cm, y se deposita fuera de la borda. Allí los peces llegan por el olor y caen en la trampa. Además de este ritual, en la memoria ancestral de

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los pescadores también es importante el tipo de carnada preferida, el momento del ciclo lunar y la marea (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Se pescaba en goletas y cat boats; también pescaban con línea de mano y nasas (trampas), para la subsistencia. Las nasas se hacían con bejuco de hierro y canasto, sin embargo, como este último material ha ido escaseando, desde los años sesenta se empezó a utilizar el alambre dulce y el plástico. La utilización de las nasas permi-tía la selección de los peces y devolver vivos al mar las especies más pequeñas. Esta fue una práctica de autocontrol por parte de los pescadores respecto a la extracción sin depredación (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Con respecto a la influencia del ciclo lunar, dicen que en la luna nueva es la mejor fase para desarrollar la actividad de la pesca. Así mismo, los pescadores saben que la marea crece en la mañana y alcanza su nivel máximo al medio día; es preci-samente en este crecimiento cuando se facilita la captura de peces. Finalmente, a través del comportamiento de ciertas especies, el pescador raizal puede pronosticar cambios y el estado del tiempo. Por ejemplo, cuando los caracoles se entierran en la arena, significa la cercanía de los temibles vientos del norte, es decir la predicción de un mal tiempo (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

A partir de conocimientos como estos, el raizal aprendió a convivir con el mar y a utilizarlo para su sustento respetando sus reglas y códigos de comportamiento. La pesca artesanal es para la subsistencia y la seguridad alimentaria, no para la explotación comercial o industrial; como ahora se quiere desarrollar no se respeta el equilibrio y el ecosistema marino. Aun cuando los métodos han ido variando e innovándose, la mayoría de los pescadores y navegantes reconocen que estas prác-ticas tradicionales no deben olvidarse ni perderse porque hacen parte de su propia cultura marina (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Dentro de esta cultura marina, los isleños fueron reconocidos como famosos cazadores de tortugas, las cuales eran un objeto de intercambio por productos forá-neos. La caza de tortugas la combinaban con la agricultura y la cría de animales domésticos (Márquez, 2013, p. 52). El conocimiento de la técnica para la captura de tortugas fue recibido de los indígenas miskitos de Nicaragua y de los vecinos de las Islas Cayman (orfa, 2013, p. 31). Si bien la caza de tortugas desapareció por la prohibición establecida debido al peligro de extinción, los isleños siguen acudiendo a diversos tipos de técnicas de pesca que conservan de sus antepasados y otras a las que se han ido adaptando. Estas técnicas son:

• Pesca a profundidad con palangre vertical, deep water fishin’ o sounding: con-siste en lanzar una línea de plástico con varios anzuelos con carnada a una gran profundidad. Antes se hacía a mano y actualmente muchos usan ma-nivelas para reducir el esfuerzo. Se utilizan sistemas de posicionamiento

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global (gps) y fishfinders (usa reflejo de las ondas sonoras) para localizar los sitios de pesca y los peces.

• Pesca somera con línea y anzuelo, shallow water fishin’ o line fishin’: consiste en lanzar una línea de plástico (antes con línea de algodón) con varios anzuelos con carnada a poca profundidad. Se capturan especies arrecifales.

• Buceo o divin’: sumersión en el mar para la caza de especies marinas. Puede hacerse a pulmón o tanque, aunque este está prohibido en el Archipiélago. Se usa equipo de buceo, arpón (fishin’ gun) y gancho (hook).

• Nasas o fishpot: se trata de una trampa para peces, con una o varias entradas, que se coloca en el fondo del mar. Originalmente se hacía con fibras vege-tales, pero actualmente se fabrican con alambre; muy pocos pescadores comerciales las usan (Márquez, 2013, pp. 62-63).

Un instrumento que se ha usado en la pesca por parte de los isleños es el wa-terglass, un cajón de madera de 12 por 12 pulgadas con un fondo de vidrio que, al posarlo sobre la superficie del mar, permite observar el fondo marino. Este elemen-to era utilizado especialmente para ubicar la presencia de tortugas. Otra técnica aprendida por los pescadores fue la tortuga falsa, la cual se tallaba en madera y se colocaba en el agua para que flotara y aparentara ser una tortuga hembra para atraer tortugas macho que salían a la superficie (orfa, 2013, pp. 32-33).

Vale la pena mencionar que, con la pérdida del mar con Nicaragua, la población se movilizó defendiendo la necesidad de la navegación y la pesca para su sosteni-miento, además de la pérdida de la soberanía alimentaria y las relaciones culturales que vienen con estas actividades (gastronomía, fiestas). Los habitantes de la isla no dependen del turismo, sino principalmente de los recursos económicos o naturales de los océanos que los rodean (Márquez, 2014).

Navegantes

El océano, además de proveer a los isleños elementos para la subsistencia, se con-vierte en un espacio para la diversión y la exposición de sus habilidades. La na-vegación es una actividad de suma importancia para los isleños, especialmente para la población de Providencia (Wilson, 2004), en la medida en que se expresan valores como la respetabilidad con la participación en las carreras de canoas. Las canoas son embarcaciones de vela y su importancia radica en que: “las apuestas son siempre grandes y, contrario a las carreras de caballos, las carreras de canoas proveen un sentido de participación de la comunidad, ya que las canoas, además de estar identificadas con sus propietarios, se identifican con las comunidades” (Wilson, 2004, p. 54).

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Los navegantes son reconocidos en relación directa con sus embarcaciones. De ahí que la navegación esté fuertemente unida a la construcción de canoas y botes. Los conocimientos para navegar y construir dependen de la transmisión de generación a generación y son reconocidos actualmente como uno de los mayores patrimonios a rescatar en el Archipiélago:

La navegación es un arte que se aprende con los años. El arte de ver el mar y de entenderlo, de leer sus cambios y saber qué puede ocurrir, el arte de construir embarcaciones, de saber unir las piezas para hacer un modelo que sirva para lo que se necesita. (Márquez, 2013, p. 29)

La navegación es un rasgo cultural que identifica a la población raizal. Comenta Márquez (2013) que la navegación tradicional del Archipiélago se viene consolidan-do desde hace 400 años, debido a que los isleños son descendientes de marinos, navegantes y pescadores (p. 31). En la memoria compartida permanece la actividad tradicional de construir embarcaciones y navegarlas. Los tipos de embarcaciones de mayor uso en las islas han sido:

• Goletas: estas embarcaciones unieron en tiempos anteriores el Archipié-lago con lugares del Caribe como Bluefields, Puerto Limón, Bocas del Toro, Colón y Cartagena. Algunas fueron construidas en San Andrés desde el si-glo xviii y otras fueron traídas desde Islas Cayman. Aunque ya no se usan, actualmente siguen vivas en la memoria de los abuelos.

• Canoas: estas embarcaciones son heredadas de los indígenas de la región (Centro América) y fueron llevadas por los colonizadores británicos a las islas del Caribe. Hasta hace 20 o 30 años eran canoas indígenas llevadas desde Nicaragua y Panamá al Archipiélago y acondicionadas por carpin-teros isleños.

• Catboats o cat boats (figura 10): provienen de las Islas Cayman alrededor de los años veinte (orfa, 2013, p. 47). El conocimiento de las canoas por parte de los colonos británicos permitió crear nuevas embarcaciones con la suma de los conocimientos indígenas, europeos y africanos. El acondicionamien-to de las embarcaciones se hizo para cazar tortugas (Márquez, 2013, pp. 32-35). Esta embarcación le ha servido al providenciano para las faenas de pesca artesanal, el transporte de mercancías, como medio comunicación entre Providencia y Santa Catalina y, finalmente, como un objeto recreativo (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Estas últimas, aparte de la pesca, han sido usadas para realizar regatas y en-tretener a la población isleña. Después de que los cat boats dejaron de usarse para pescar, por la introducción de lanchas con motor, empezaron a diseñarse especial-

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mente para correr. Se importaron velas y mástiles de mayor tamaño y materiales más resistentes (Márquez, 2013, p. 58).

Figura 10. Cat boat en regata. Fuente: Márquez (2013, p. 58).

Los catboats representan parte de la identidad isleña, puesto que el uso que se les dio para la pesca se extendió al uso recreativo y lúdico. Los cat boats son usados para llevar a cabo las competencias denominadas cat-boat-races, que dan origen a apuestas, cábalas y predicciones, todo en un ambiente festivo del que participa toda la comunidad. Generalmente, se llevan a cabo los sábados. El sujeto protagonista es un capitán calificado que reúne conocimientos y habilidades alrededor de la pesca, la navegación guiada por el viento y las corrientes (orfa, 2013, p. 44). Con el tiempo, esta práctica se convirtió en uno de los entrenamientos más representati-

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vos de la población de Providencia y Santa Catalina y una parte importante de sus manifestaciones culturales (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014)

Esta práctica se originó de manera espontánea en las faenas de pesca artesanal que emprendían los pescadores hacia el sitio de pesca (fishing ground). Se hacían apuestas para establecer qué pescadores podían llegar primero a los sitios de pesca y volver al punto de partida, dependiendo de sus destrezas, pericia en el manejo del viento, las velas, los remos y las corrientes. De este modo, se hacía más entretenida la jornada pesquera (orfa, 2013, p. 45). Antes de la llegada de los cat boats prove-nientes de la Islas Cayman las regatas se hacían en canoas (Márquez, 2005, p. 36).

Constructores de casas en madera y constructores de embarcaciones

La madera ha sido un material primordial para el desarrollo cultural del Archi-piélago, y así es valorado por los isleños. La madera les ha brindado techo y formas de transportarse, por lo cual el trabajo que adelantan constructores, carpinteros y artesanos ha sido reconocido como una de las expresiones culturales de la iden-tidad isleña.

Los intercambios comerciales durante el siglo xviii consolidaron la expresión arquitectónica y permitieron la llegada de comerciantes, médicos y los primeros constructores de casas. Los constructores se ubicaron al norte de San Andrés, y así la arquitectura depende del transporte marítimo debido a la necesidad de mate-riales, las herramientas y el mobiliario heredado de los barcos (Sánchez, 2009, p. 79). Uno de los constructores más reconocidos fue el capitán de goletas jamaicano Palmerston Coulson, quien impulsó la construcción de casas y goletas en San An-drés a principios del siglo xx (p. 80).

Por otra parte, los constructores de embarcaciones adquieren, por supuesto, todo su reconocimiento en el contexto del mar y de la necesidad que tienen los pobladores de medios de transporte para la pesca. Aunque las embarcaciones con motor fuera de borda han ido desplazando desde mediados del siglo xx a las canoas y los catboats, estas embarcaciones aún existen en las islas y son utilizadas para los eventos de carreras. Por eso es que las embarcaciones construidas por artesanos carpinteros aún tienen vigencia y valor para la población.

La construcción del cat boat se hace con el método de caleteo, en el cual se usan tablas de cedro o caoba, con una medida de 1x4 pulgadas, dentro de las cuales se introducen fibras de origen natural. Las fibras se mezclan con aceite y las tablas se unen con puntillas de cobre. Al contacto con el agua la madera se dilata y las fibras quedan atrapadas entre las dos aguas, con lo que se evita la filtración (orfa, 2013, p. 48). Todo esto se enriquece con la vistosidad del color azul de las embarcaciones y sus velas multicolores desplegadas (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

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A pesar de que estas embarcaciones eran traídas de Gran Cayman a principios del siglo xx, hacia los años cincuenta comenzaron a construirse en Providencia (orfa, 2013, p. 49). De acuerdo con la investigación de orfa (2013) la construcción de un cat boat se considera un ritual: esta labor implica para el constructor la elabo-ración del croquis mental, el corte del árbol de cedro, el tratamiento de la madera y el armado de las piezas. Al final del proceso se coloca el nombre otorgado por el propietario y un número para la suerte (p. 48). Además, integra un cúmulo de cono-cimientos, saberes y costumbres ancestrales (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

En la década de los setenta llegaron desde el continente pequeñas lanchas construidas en marine plywood y luego los isleños comenzaron a construir lanchas de madera que fueran adecuadas para adaptarles motor. Los constructores di-señaron modelos propios que son actualmente distintivos: Landel Robinson Model (Márquez, 2005, p. 85). Los constructores de embarcaciones reconocidos en Provi-dencia han muerto y la tradición de construir embarcaciones está en vías de des-aparecer. Las embarcaciones en madera han sido reemplazadas actualmente por las lanchas de fibra de vidrio que empezaron a llegar en la década de los ochenta (Márquez, 2005, p. 85).

Cultura política

El aumento de la cultura política en la comunidad raizal se ha visto enmarcado por dos hechos importantes: el reconocimiento que se da en la constitución de 1991 a la diversidad cultural presente en el país, y ser una comunidad cansada del descuido y la poca cobertura de servicios básicos. En las últimas elecciones en la isla se observó un bajo abstencionismo de los votantes. También las estrechas relaciones interper-sonales que se construyen en la comunidad raizal llevan a una participación más directa, es decir, a una democracia popular informal.

Sin embargo, su tendencia organizativa no está enmarcada en la vinculación a organizaciones formales, sino a acciones informales como manifestaciones, paros y protestas, que se han hecho recurrentes en los últimos años. Los raizales tie-nen antipatía por las grandes estructuras y organizaciones políticas, prefiriendo lo comunitario como un legado de igualdad, solidaridad y amistad. Desde la nueva Constitución, los raizales se construyen en los nuevos y legítimos interlocutores con el Estado (Castellanos, 2006, pp. 80-85)

Es importante hacer énfasis en el Movimiento sos (Son of the Soil) que nació en los años ochenta con el objetivo de defender los derechos del pueblo raizal como grupo étnico: el derecho a vivir con dignidad en sus territorios y a la autodetermi-nación del pueblo isleño. A partir de este movimiento se empezó a usar el término raizal reivindicando los derechos humanos y ancestrales del pueblo de San Andrés

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y Providencia. Para este movimiento, los raizales son aquellas personas cuyas raíces culturales están relacionadas con costumbres y tradiciones de los antiguos pobla-dores. Debido a la aparición de distintas organizaciones raizales, se conformó una agrupación, el amen-sd, que busca:

• La defensa del modelo de desarrollo sostenible.• La cultura y la territorialidad del pueblo raizal.• El derecho a la autodeterminación y de asumir el control de su propio de-

sarrollo o destino (Ortiz, 2013, pp. 74-77).Con respecto a la colonia árabe, existen dos tipos diferenciados: aquellos adap-

tados a la cultura sanadresana, que hablan español y se relacionan con los demás habitantes, y otros más alejados, que hablan casi exclusivamente árabe y practican la religión musulmana. Sin embargo, la participación política que ejercen en la isla no implica relaciones institucionales ni estatales, sino que se desarrolla en un ámbito privado y comunitario, relacionado con la solidaridad religiosa. Aunque los continentales también ejercen una solidaridad religiosa en el ámbito más cercano, ellos sí presentan vinculaciones con diferentes entidades estatales; sin embargo, su cultura política es diferente a la que ejercen los raizales. Desde los continentales, esta significa la igualdad ante la ley, y desde los raizales, es la libertad de espíritu y la igualdad de pares.

En general, para todos los grupos culturales las prácticas políticas tienden hacia una participación comunitaria y social que se da en el ámbito de una territorialidad preponderante en el uso de formas tradicionales de participación política. Esto se puede dar por los siguientes factores: como rezagos de la democracia representa-tiva, la búsqueda de una participación inmediatista para resolver lo cotidiano y una tensa relación del Estado con la comunidad. Igualmente, para estos grupos lo público está altamente estigmatizado y confundido con la política y la corrupción (Castellanos, 2006)

Otras prácticas culturales

Antes de enfatizar en las prácticas culturales recientes, es fundamental poder men-cionar una práctica antigua en los raizales ampliamente reconocida por la pobla-ción del Archipiélago. Es la utilización de la concha del caracol como medio de comunicación a distancia cuando aún no existían tecnologías modernas. Para este fin se utilizaba un caracol adulto, preferiblemente un “Broad Leaf” y se soplaba lentamente el aire para lograr el sonido que se buscaba. Para cada acontecimiento o evento había un sonido diferente (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

Esta práctica es un legado de los indígenas Miskitos, que se utilizó para anun-ciar la llegada de los piratas y más tarde entró a formar parte de las expresiones cul-

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turales de los pobladores; por medio de la concha de caracol anunciaban el arribo de pescadores después de sus faenas, la noticia de algún fallecimiento, el aviso de un incendio, la bienvenida de un visitante o para despedir a una persona no grata. El sonido largo significaba una faena abundante y productiva; el sonido largo varias veces sin interrupción anunciaba la llegada de un barco al puerto, y un sonido corto quería anunciar un incendio (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

A finales de los años sesenta y principios de los setenta empezaron a utilizarse equipos de sonido, automóviles y maquinaria; con esto la práctica de la concha del caracol empezó a disminuir. La misma comunidad raizal ha sugerido que dicha práctica es parte del patrimonio cultural que puede rescatarse ocupando un espa-cio en las ceremonias de inicio de los eventos culturales (Ministerio de Ambiente y orfa, 2014).

En el Archipiélago se reconocen otras prácticas culturales que se originan del sincretismo entre los antiguos ritos de los esclavizados y el fuerte proceso de cris-tianización al que se sometió a la población. Las peleas de gallos y las carreras de caballos se convirtieron en algunas de las tradiciones más importantes de las islas. Las peleas de gallos tienen lugar cada sábado en la gallera de Bottom House, a veces en la playa Suroeste o donde pueda improvisarse (Díez, 2014, p. 130). Por su parte, las carreras de caballos que se realizan en las playas aún se llevan a cabo en Provi-dencia y son una tradición típica heredada de Luis Aury (p. 168).

Las tómbolas son fiestas que se realizan los días festivos. Las más reconocidas son las que se hacen en la playa Manzanillo, en Providencia, y las más famosas son las que se hacen el viernes santo, el 25 de diciembre y el 1.° de enero. Las familias se reúnen para preparar el rondón y disfrutar de música (Rivera, 2002, p. 95).

Además de estas prácticas culturales, existen otras que no han sido descritas y explicadas ampliamente, pero que son igualmente importantes para entender la cultura sanandresana:

• La predominancia musical en la isla de ritmos como el reggaeton, el reggae, el dance hall y el vallenato. En las casas más tradicionales aún existe un fuerte gusto por los ritmos de percusión africana, de la música y danza tradicional denominada mentó-shotisse.

• El fuerte proceso de mestizaje, con preferencia de los hombres extranjeros de unirse o tener hijos con madres raizales.

• A pesar de que la mujer está relacionada al ámbito doméstico y el hombre al ámbito público, estos roles de género van cambiando según las uniones interétnicas o la posición social de las parejas. Las uniones interétnicas son frecuentes, pero la mayoría siempre se asumen culturalmente como raizales y más desde las últimas políticas públicas.

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• Una organización social en extensas familias rizomáticas, no nucleares, don-de son bastante frecuentes los lazos de familiaridad no consanguíneos. Esta clase de parentesco es uno de los pilares del principio de igualdad y de solidaridad.

• El cambio cultural en los jóvenes, que se involucran en problemáticas so-ciales como el narcotráfico, la delincuencia y la violencia. Además, dejan a un lado las significaciones ancestrales de sus antepasados (Torres, 2010).

Finalmente, hay que tener en cuenta que los raizales siempre han sido dife-renciados del resto del país por su filiación protestante, su lengua criolla de base africana/inglesa, su piel negra, el espiritualismo, el igualitarismo y las creencias mágicas soterradas de descendencia africana (Universidad Nacional, 2006).

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Discusión sobre el uso del creole como lengua

La lengua es un referente cultural que permite a un pueblo establecer lazos y ex-presar su pensamiento y concepción del mundo. En el Archipiélago, la lengua no solo se ha constituido en un elemento cultural representativo de la comunidad isleña, sino que se ha convertido en un espacio político de reflexión alrededor de la construcción de la identidad raizal: tanto del pasado colonial de potencias europeas anglosajonas que implantó el uso del idioma inglés, como de su transformación en una lengua que combinó elementos de este idioma con algunos de la lengua africana de los esclavizados.

El pasado colonial protagonizado por las potencias europeas anglosajonas ha incidido profundamente en el uso del inglés. Esta lengua sirvió para comunicarse durante varios siglos y los esclavizados fueron mezclándola con su lengua original africana. Debido a la presencia que ejerció el Estado colombiano durante el siglo xx, a través de la educación católica, en 1943 se prohibió el inglés en los colegios y en los documentos públicos (Vollmer, 1997, p. 64). A partir de ese momento palabras del español también fueron introducidas al creole.

El proceso de colombianización en el siglo xx representó una ruptura en el uso de la lengua y una imposición del español como lengua nacional. Esta decisión afectó profundamente la estructura de pensamiento de los isleños, quienes compartían y transmitían sus conocimientos en esta lengua. Es así como

en ese momento se comienza el rompimiento del idioma, que era eje fundamental de cohesión cultural. Alrededor del idioma giran todos los demás elementos que permiten a una cultura tejer sus entrañas. Alrededor de el [sic] vienen las manifestaciones, los íconos del ima-ginario colectivo que se pueden ir elaborando. La lengua es un factor fundamental, y con la implantación del español se rompe bruscamente con este eje cultural. A partir de ahí el choque es más frontal, y ha sido el que más ha deteriorado la calidad de la educación. (Abello y Giaimo, 2000, p. 35)

Por ello, en San Andrés se puede establecer la utilización de tres lenguas: el inglés, el creole y el español, con usos diferenciados en las prácticas cotidianas. Aunque el creole es reconocido como una de las dos lenguas criollas del país, no ha logrado desplazar al español como la lengua materna de los isleños, por la migra-ción de pobladores del interior del país.

El inglés llega con la colonización inglesa, pero con la llegada de la comunidad bautista (1845) empieza a influir notablemente en la formación académica y moral

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de la isla. De esta manera se pregona la moral religiosa protestante, y la lengua inglesa como la “lengua de la cultura”. La comunidad bautista hizo del inglés un claro elemento de identificación social. Por ello, y aunque esta lengua ha perdido influencia en la isla, se sigue utilizando para las prácticas religiosas, principalmen-te las que tienen que ver con la iglesia bautista.

A la mayoría de los habitantes el inglés es la lengua que más les agrada, y la con-sideran superior a las otras dos lenguas. El prestigio otorgado al inglés estándar en la región ofrece un contraste agudo con los valores negativos asociados a la lengua criolla (Universidad Nacional, 2006). Este hecho también está relacionado con el sistema educativo colonial que siempre le dio superioridad a la cultura democrática anglosajona (Estados Unidos) y a su lengua frente a las sociedades latinoamericanas propensas a dictaduras militares (Iriarte, 2010).

La valoración del inglés estándar tiene efectos económicos y culturales. Un es-tudio económico (Yabrudy, 2011) analizó la discriminación étnica en San Andrés de acuerdo con los ingresos que reciben los habitantes y encontró que “el manejo de una segunda lengua (inglés) por parte de los raizales, condición que mejora la calificación y, por ende, la remuneración del capital humano perteneciente a esta etnia” (p. 253). Por tal razón el uso del inglés estándar se ha considerado un mecanismo de ascenso social. De igual forma, la importancia que tiene el inglés estándar para la cultura isleña no ha desaparecido y se toma como referencia para la construcción de una identidad raizal de una parte de la población. Archbold (2015a) llama la atención sobre este particular que se relaciona directamente con un pasado colonial, así, comenta que

es bastante curioso ver cómo una ocupación relativamente corta como la de los puritanos, se haya convertido con el tiempo en un punto de referencia de gran importancia para muchos habitantes del archipié-lago y que el imaginario colonial y sus narrativas hayan pesado tanto en la forma de verse así mismos los isleños. De allí que sea bastante improbable, aproximarse a lo creole sin considerar sus relaciones con Inglaterra y el resto del Caribe anglófono en sus prácticas culturales y en la conformación de sus identidades. (p. 31)

Actualmente, hay pobladores que hablan inglés estándar, creole y español en di-ferentes contextos. El español es utilizado en los espacios públicos como el sector co-mercial, las oficinas públicas y las escuelas. El inglés estándar es usado en la iglesia, en la cotidianidad como elemento de distinción social, en situaciones formales, en la galantería hacia las mujeres y para el diálogo con extranjeros (Botero, 2007, p. 280).

La lengua creole se basa en el inglés, francés, español, holandés y portugués; es una lengua de contacto que surgió en el marco de las plantaciones donde etnias

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de diversos orígenes formaron un pidgin (lengua simplificada, creada y usada por individuos de comunidades que no tienen una lengua común, ni conocen sufi-cientemente alguna otra lengua para usarla entre ellos) que facilitaba la comuni-cación entre sí. Esta lengua de base lexical inglesa utiliza arcaísmos que ya no se usan en el inglés estándar y palabras de una amplia gama de lenguas africanas. Es eminentemente oral, dinámica y no tiene una escritura establecida para todos los creole-hablantes (Universidad Nacional, 2006).

El creole es la lengua materna del grupo étnico raizal y, aunque ha dejado de utilizarse en muchos espacios (el 22,38% de los raizales no hablan el creole), aún es importante en las situaciones informales y cotidianas de los habitantes. Actualmen-te, no solamente los raizales usan el creole, sino que es un rasgo predominante de otros grupos culturales. La lengua criolla a diferencia de la lengua inglesa tiene un valor cultural significativo y, sin embargo, ha sufrido adjetivos descalificantes por más de un siglo: como una lengua errada o un dialecto “simple”, cuando en realidad es un complejo sistema lingüístico que ha tenido origen en la diversidad de culturas y el encuentro de estas antes, durante y después del proceso de colonización.

Las lenguas criollas no solo son innovaciones lingüísticas importantes, sino que están relacionadas con el contexto social en que nacieron. Los esclavizados que lle-garon a San Andrés crearon formas lingüísticas a partir de su propio bagaje cultural para sobrevivir y comunicarse. Por ello, el idioma raizal tiene en su base histórica la lengua materna de los africanos esclavizados. Muchos lingüistas han hablado del creole a partir de tres momentos que no son lineales, sino que fueron descontinuos en su desarrollo: la jerga o código de contacto que se dio ante una variedad de len-guas, para facilitar la comunicación a través del léxico, gestos y señas; el pidgin que asumía una mayor complejidad, al formarse oraciones más largas; y finalmente, la criollización, que es cuando ya las normas lingüísticas se han fijado siguiendo un sistema organizado de reglas que los habitantes comparten y tienen interiorizado.

Después del establecimiento de esta lengua criolla, se han dado dos imposi-ciones fuertes frente al creole: 1) la superioridad del inglés por la educación de la iglesia bautista que buscaba remover los valores culturales africanos e imponer los ingleses. No obstante, lo que aconteció fue una reelaboración de lo africano y la creación de la lengua y la cultura raizal actual. 2) La castellanización y el modelo de puerto libre, que disminuyó notablemente los espacios de producción y reproduc-ción de la lengua criolla materna. Ante esto, muchos lingüistas afirman que uno de los más graves problemas para el mantenimiento lingüístico y cultural es cuando la población hablante es convertida en una minoría, como es el caso de los raizales por la sobrepoblación. Además de que al idioma raizal nunca se le ha dignificado ni legitimado, sino humillado y degradado en distintos contextos (Jay Pang, 2014).

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La lengua creole de las islas está permeada por los idiomas criollos del caribe, gracias a las relaciones con otras comunidades caribeñas durante la colonia bri-tánica; “en sí mismo, por su sintaxis y morfología, puede decirse constituye otro idioma, pese a contar con un léxico inglés” (Friedman, 1989, p. 145, citado en Ratter. 2001, p. 107). Al creole se han integrado palabras del castellano gracias al contacto de los isleños con población hispanoparlante de Centro y Suramérica. De manera general,

el creole es una lengua oral —es decir, que no posee un sistema de escri-tura alfabética— de base Akán y lexicada en inglés, que históricamente ha sido discriminada por el Estado colombiano por ser un inglés mal hablado por diferenciar a sus habitantes del resto de la población colom-biana al no hablar español como lengua materna. (Botero, 2007, p. 279)

Se ha presentado un fuerte debate sobre el uso de la lengua creole, primero, por su falta de reconocimiento frente a las instituciones, y, segundo, como un ele-mento cultural constitutivo del pueblo raizal en su lucha por ser reconocido como comunidad étnica e identidad cultural. Desde finales de la década del noventa, la comunidad realizó el pacto de involucrar la lengua materna —inglés y creole— en los métodos de enseñanza de la primera infancia de manera transicional, aunque no se ha establecido completamente la enseñanza del creole en los establecimientos educativos (Robinson, 2015, p. 79).

Sin embargo, no todo el conjunto de la comunidad está de acuerdo con la res-petabilidad y el prestigio del uso del creole o Lengua Criolla, como la denomina un estudio realizado alrededor del panorama sociolingüístico de Providencia y Santa Catalina (Abouchaar, Hooker y Robinson, 2002). Para algunas personas, la Lengua Criolla es importante para la vida, la cultura y la identidad, pero no es apta para la escritura y la expresión del pensamiento. El estudio mencionado identificó que para la población consultada la Lengua Criolla no es una herramienta efectiva para la adquisición de nuevos conocimientos, no contribuye al desarrollo profesional de los estudiantes ni a la promoción laboral, además, no es efectiva como instrumento de comunicación por fuera del contexto de las islas (p. 79).

No obstante, el creole se continúa transmitiendo a través de la oralidad, a lo que ha contribuido fuertemente en los últimos años la reivindicación del pueblo raizal. Según Botero (2007), el aprendizaje de esta lengua se realiza por medio de la ejem-plificación: los niños y niñas observan y repiten lo que ven en sus hogares. En este sistema de aprendizaje, las personas mayores gozan de gran respeto, porque son quienes albergan y transmiten la cultura heredada a través de sus relatos. Aunque existe una gramática del creole sus hablantes se niegan a usarla por varias razones: les parece ajena, no comprenden cómo la lengua se puede representar caligráfica-

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mente, las reglas gramaticales impiden jugar con el sonido y, al ser transcrita, pue-de suceder que otras personas intervengan en sus discusiones y decisiones (p. 285).

De lo anterior se desprende la importancia que tiene para la cultura de la po-blación del Archipiélago el poder de la palabra oral, poder que se legitiman unos a otros a través del uso del creole. A pesar de los años de imposición del español, el creole tiene un papel que continúa representado a la comunidad isleña. Así,

la población isleña puede caracterizarse como oral dada la naturaleza oral, musical y teatral de su lengua: el creole, pero desde hace más de un siglo, la Iglesia —primero la bautista y luego la católica— se ha en-cargado de los procesos alfabetizadores de esta población ligados a una política de control y a una necesidad de las iglesias de expandir la fe. Esto significa que los isleños hablan una lengua materna de tipo oral de ascendencia africana e inglesa, rica en repeticiones y silencios, que está acompañada por un lenguaje corporal, por la historia común de un pueblo, por los chistes, el canto, la música y la danza, y por un sis-tema de conocimientos y de transmisión de conocimientos; mientras que hablan, leen y escriben unas lenguas secundarias: el inglés y el español, que también cargan consigo todo un acervo cultural. (Botero, 2007, p. 287)

Finalmente, el español es la lengua que se considera activa en la isla —y en mucho menor grado el creole—, siendo el idioma que se maneja en el comercio, los bancos, el aparato estatal y lo más trascendental: la educación. Del año 1926 a 1975 en las escuelas de San Andrés se empezó a enseñar el español, y el creole de los is-leños fue rechazado por considerarse un “inglés incorrecto”. Esta deslegitimización buscaba que fuera imperante el orden colombiano a través del español y la religión católica. Aunque el creole y el inglés aún persisten en ambientes mucho más redu-cidos, esta diversidad lingüística da pie para mostrar la resistencia de las culturas que se han ido conformando para defender no solo su territorio, sino también su forma de comunicarse.

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Pensamiento

En el Archipiélago han nacido y habitado grandes pensadores y pensadoras que han influenciado el rumbo de la historia de las islas. Desde la religión, la docencia y la labor social, han sido reconocidos varios personajes, a quienes es necesario resaltar aquí para evidenciar las líneas de pensamiento que han influido en la formación de la identidad isleña.

La religión ha promovido corrientes de pensamiento cuya influencia ha sido determinante en la educación y formación de líderes protagonistas de reformas so-ciales en el Archipiélago. Estas reformas, por supuesto, responden al contexto social que se ha instalado en el territorio desde siglos atrás y que involucra decisiones po-líticas, económicas y culturales como la abolición de la esclavitud; la llegada de las iglesias bautista, adventista y católica; y la creación de la intendencia y el proceso de colombianización que se llevó a cabo en las islas. En este sentido, la religión se ha presentado como una respuesta para la construcción de una nueva sociedad que, en muchas ocasiones, careció de la protección de una autoridad gubernamental.

En líneas generales, puede decirse que el pensamiento en el territorio insular, como una construcción social, ha sido el resultado de luchas sociales y posiciones de la población frente a los cambios a los que se han visto enfrentados, cambios que provienen de las relaciones entre diversas naciones y regiones que se han en-contrado a lo largo de su historia (ingleses, norteamericanos, africanos, españoles, nicaragüenses, panameños, colombianos, etc.). En este proceso pueden figurar algunos nombres que abanderan el clima social de su época y representan giros importantes en el pensamiento isleño. A continuación, se presentan algunos de estos personajes, representantes de una época por medio de su aporte religioso, político e intelectual.

Influencia religiosa

Philip Beekman Livingston es un personaje emblemático para el Archipiélago, fue la primera persona conocida que liberó esclavizados en las islas (1834), promulgó la alfabetización y llevó la primera iglesia bautista a San Andrés (1847).

Nació en Providencia el 16 de enero de 1814 en la familia de un corregidor en la época de Luis Aury, el señor Philip Beekman Livingston y su esposa Mary Arch-bold, la primera hija de Francis Archbold. Su niñez la vivió durante la adhesión del territorio a Colombia, posteriormente la familia se mudó a Jamaica, donde inició estudios que luego continuó en Estados Unidos e Inglaterra. En el tiempo de la liberación de esclavizados que se inició en Inglaterra, la madre de Philip lo envió

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a Providencia a liberar a los esclavizados de la familia en 1834. Philip no regresó a Jamaica y se instaló en Providencia, allí contrajo matrimonio con Ann Eliza O’Neill, hija de Thomas O’Neill (Díez, 2014, pp. 179-180).

Díez (2014, p. 185) asegura que la liberación de los esclavizados adelantada por Beekman influyó en los terratenientes de las islas para que hicieran lo mismo. En ese proceso se definieron los componentes étnicos de la población: así, la confluen-cia de ingleses, miskitos, españoles, africanos, jamaiquinos y caimaneses dio como resultado al nativo definido como isleño raizal. La liberación de los esclavizados generó un cambio de actitud en la población que se reflejó en una nueva visión hacia el trabajo y el ahorro.

Una vez se llevó a cabo la liberación, Philip Beekman fundó la primera iglesia bautista en el Archipiélago, con la colaboración del Comité Bautista Americano de la Misión Home (Díez, 2014, p. 186). La llegada de esa iglesia tuvo una fuerte acogi-da gracias a la participación de antiguos esclavizados negros, la integración de los elementos religiosos africanos que permitieron la conservación de las memorias ancestrales —interpretación de sueños, receta de plegarias contra los duppies, lectu-ra de señales del tiempo y conocimiento de plantas medicinales— y la atención de problemas de salud por parte del pastor Livingston (Friedman, citado en Díez, 2014, p. 188). Adicionalmente, la educación impartida en aritmética, lectura y escritura por parte del pastor motivó la adición de más seguidores a esta iglesia.

La cohesión familiar y grupal ha sido un rasgo de la población de origen africa-no que se expresó en la solidaridad de estas nuevas comunidades religiosas (Díez, 2014, p. 189). Esto, sumado a la experiencia de la abolición de la esclavitud y la formación de la Iglesia bautista que promovió la educación, sentó las bases para un nuevo tipo de sociedad con una visión propia del mundo. Después de la abolición de la esclavitud la población isleña encontró en la educación un mecanismo de ascenso social y una oportunidad para construir una sociedad diferente.

De esta manera, se estableció un sistema de enseñanza que tuvo su origen en la Iglesia bautista y que más adelante seguirían las Iglesias adventista y católica, en sus diversas corrientes a inicios del siglo xx, con los josefistas, el misionero italoameri-cano Alberto Strobelliy y el reverendo David de Castellfort como representantes, y, posteriormente, con los capuchinos y el apoyo recibido por el Gobierno en la Misión Católica. Aunque la educación pública se instauró en 1871 en las islas gracias al pre-fecto enviado por el Gobierno de Colombia, Eduardo Mamby, las tres iglesias han orientado la vida espiritual y educativa de la población isleña (Díez, 2014, p. 201).

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Influencia política

Uno de los personajes más controvertidos en la historia del Archipiélago de San An-drés, Santa Catalina y Providencia ha sido la figura de Louis-Michel Aury (figura 11); el corsario francés que ayudó con la causa independista de las Américas. Su figura ha sido desdibujada y olvidada por la historia oficial: Louis-Michel Aury fue como-doro de la República de Cartagena, uno de los libertadores de la Nueva Granada y, para muchos, el proclamador de la independencia de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Beraud, 2005).

Querido por muchos, y odiado por otros que afirman que Louis Aury estableció un régimen tiránico en las islas, lo que se puede afirmar fehacientemente es que este personaje influenció notablemente en la independencia de la Nueva Granada. Además, le dio visibilidad al Archipiélago: los corsarios de la época eran marinos profesionales que saqueaban los barcos que llevaban las riquezas de América a Es-paña, para financiar al Estado que los avalaba además de un reconocimiento eco-nómico previamente pactado (Beraud, 2005). Es decir, que los Estados les daban a los particulares licencia para que actuaran en su nombre, saqueando y robando, para luego hacer una repartición del botín (Constaín, 2013).

En ese papel de corsario, Louis-Michel Aury empezó a financiar las guerras que empezaban en contra del dominio español en México, Nueva Granada y Chile. A partir de esto, intentó en vano obtener el reconocimiento de Simon Bolívar mien-tras daba batallas por la libertad de Chocó, Panamá y otras repúblicas centroameri-canas. Sin embargo, este reconocimiento nunca se dio: al contrario, Bolívar siempre afirmó que no se necesitaba la ayuda de un corsario, pues según el libertador esa no era una labor digna. Louis Aury estableció su base de operaciones en San Andrés y Providencia, a partir de las cuales organizó y lanzó múltiples ataques a cargueros españoles (Beraud, 2005).

Louis Aury estableció una economía floreciente en las islas y una organización política propia en el Archipiélago. Gracias a su ocupación, San Andrés, Providencia y Santa Catalina fueron los primeros territorios libres de la Nueva Granada. Según Beraud (2005), al contrario de lo que dicen otras fuentes, Aury no se oponía al deseo de los isleños de formar parte de la Nueva Granada, sino que al contrario defendía al Archipiélago de intrusos, y por ello su lucha se puede considerar más patriótica. Louis-Michel Aury es recordado como uno de los próceres de la independencia de la Nueva Granada por los habitantes del Archipiélago, por la importancia que les dio a las islas (Constaín, 2013).

En el proceso de colombianización, el proyecto era evangelizar a la población isle-ña y erradicar cualquier vestigio de la tradición anglosajona a través de la religión, el idioma y la educación, algunos personajes influyentes del territorio insular res-

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pondieron. Surgieron entonces opiniones que dieron pie al debate por la cuestión de hacer parte o no del Estado colombiano. Uno de los medios para ejercer este pensamiento fue la prensa.

Francis A. Newball es recordado por su intensa campaña para separar el terri-torio del Archipiélago del departamento de Bolívar a inicios del siglo xx. Gracias a su labor como periodista en el periódico The Searchlight promovió la aprobación de la Ley 52, que creó la intendencia de San Andrés y Providencia. Más tarde se convirtió en el primer intendente nativo del Archipiélago (Díez, 2014, p. 200).

El periódico fue fundado en 1912 como herramienta para defender los intereses de los isleños frente a la gobernación de Bolívar, luchar por el mejoramiento de las islas y la promoción de derechos y garantías constitucionales, así como denunciar actos oficiales que lesionaban la integridad y los derechos de los habitantes locales (Castellanos, 2006, pp. 43-44). Finalmente, a través de este periódico, se iba for-mando una opinión ciudadana más integrada y clara con respecto a los asuntos políticos de las islas.

Francis Newball apoyaba vehementemente la creación de una intendencia en el Archipiélago para que las islas no continuaran bajo el régimen departamental.

Figura 11. Louis Aury. Fuente: Beraud (2005).

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Aunque se buscaba mayor autonomía del Archipiélago, lastimosamente en los pri-meros años después de la aprobación de la ley 52 lo que cambió fue el origen de la dependencia político-administrativa; simplemente luego fue el Gobierno central el que nombraba y removía al intendente. No obstante, la ley 52 marcó el comienzo de la relación político-administrativa con el centro del país.

Influencia académica

Entre los personajes más influyentes y reconocidos en las islas se encuentra la his-toriadora Virginia Archbold. Esta mujer fue una importante influencia para las relaciones entre Colombia y el Archipiélago, pues fue designada por el Gobierno del general Rojas Pinilla para intermediar con la población isleña en el proceso de cedulación que se llevó a cabo en todo el país. El mandatario le ofreció estudios en Bogotá después de conocerla en un evento en las islas.

El Ministerio de Gobierno patrocinó estudios de comercio, mecanografía, ta-quigrafía, correspondencia y ortografía a Virginia, y la Registraduría los cursos de reseña y dactiloscopia (Díez, 2014, p. 272). Después de estudiar y trabajar en Bogotá, Virginia regresó en 1976 a las islas. A partir de entonces se ha dedicado a mantener las tradiciones y a debatir la historia oficial. Fue concejal por tres periodos: 1976-1978, 1978-1980 y 1995-1998 (Díez, 2014, p. 277).

Virginia Archbold fue una de las encargadas de crear el festival folclórico y cul-tural de la Vieja Providencia en el año 1973. Dicho festival se estableció el 23 de junio porque en esa fecha de 1822 el cabildo de la Vieja Providencia decidió en forma libre y espontánea la adhesión del Archipiélago a la constitución de Cúcuta, quedan-do integrado a la naciente República colombiana. Esta situación se produjo por la necesidad de los isleños de pedir ayuda diplomática al Gobierno colombiano para liberarse de los corsarios franceses, que habían establecido un “régimen tiránico” sobre los isleños. En esta fecha la reconocida historiadora suele explicar a los estu-diantes de las islas la historia, la cultura y las tradiciones del municipio, así como la importancia de esta fecha para los habitantes del Archipiélago (Lunazzi, 1995).

Otro personaje importante por la influencia académica en el Archipiélago es la escritora y periodista Hazel Robinson Abrahams (figura 12). Hazel nació en San Andrés en 1935 y decidió estudiar para poder escribir y narrar el pasado ignorado de las islas a las demás poblaciones (Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, s. f.). La escritora se ha dedicado a proyectos de etnoeducación y fomento cultural. Sus li-bros, a través del género de la novela, han mostrado las relaciones entre la religión y la política, una documentación de la empresa de navegación característica del Archipiélago a través de los siglos y “el afán por inscribir a la mujer en el destino

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del Archipiélago, como testigo, protagonista y narradora de eventos que allí se han dado” (Patiño, 2014, p. 40).

Hazel Robinson ha dado a conocer aspectos de la vida e historia del Archipiéla-go, mostrando el vínculo histórico y cultural que las islas han tenido con diversos países, áreas y continentes. A través de las pocas menciones que hace sobre la perti-nencia a un gobierno o nación, la autora ha mostrado el olvido del Gobierno central a las islas y su desarrollo en todos los aspectos. Ante esta situación, Hazel Robinson ha dado a conocer tanto las intimidades de la comunidad isleña como el lugar que la sociedad ocupa en un contexto político y cultural más amplio (Patiño, 2014, p. 44).

Figura 12. Hazel Robinson. Fuente: Revista Aleph (2016).

Otros dos académicos importantes para el Archipiélago son el historiador Jairo Archbold Núñez y la bióloga June Marie Mow. El primero, nacido en San Andrés Isla en 1958, ha sido docente, conferencista, escritor de ensayos, columnista y colabora-dor en la radio cultural. Sus dos últimos libros han estado enfocados en el análisis sobre el fallo de la Haya que le concede gran parte del mar de las islas a Nicaragua (Lunazzi, 2015). June Marie Mow ha contribuido notablemente a la conservación del medio ambiente en las islas, siendo consultora internacional y exdirectora de la Corporación para el desarrollo sostenible del Archipiélago de San Andrés, Pro-videncia y Santa Catalina (Red desarrollo y cultura, s. f.).

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Vivienda isleña

“La historia de la isla permanece viva en sus casas tradicionales. Ellas son el testimo-nio en pie de los modos de vida y las tradiciones de sus antiguos pobladores, y son,

por tanto, parte de la historia de su gente; de quienes allí vivieron y de quienes la habitan. Algunos de ellos ya no están, pero sus casas permanecen como memoria de

una historia propia y a la vez compartida”.

clara eugenia sánchez (2004)

Características de la vivienda

Rastrear los orígenes y el desarrollo de la vivienda isleña nos permite acercarnos cada vez más a la comprensión de lo que constituye la identidad raizal del Archi-piélago. Por supuesto, la vivienda isleña es una de las múltiples manifestaciones del pueblo raizal, pero involucra una concepción del mundo y un acercamiento a los orígenes del asentamiento en las islas a través de sus elementos estilísticos y técnicas constructivas. De este modo, “es símbolo de estatus tener una casa que represente la identidad de la arquitectura isleña del Caribe. Tener una casa que represente la identidad de la arquitectura isleña del Caribe confiere ‘respetabilidad’” (Vélez, 2006, p. 37).

Para la población raizal el estilo de la vivienda es uno de los contenidos de iden-tidad junto a otros aspectos como la lengua, la concepción de la propiedad, la mú-sica, la religión, la estratificación y las relaciones de parentesco y amistad.

Estos factores actúan como refuerzos del grupo como etnia ante la pre-sencia continental. Al perder el isleño el control sobre los medios de producción, la tierra y la producción agrícola y pesquera, por la pre-sencia del continental, de extranjeros y por la acción estatal, se acelera la diferenciación de clases en la isla y se excluye al isleño del control gubernamental y la primacía electoral con la subsecuente pérdida de autonomía frente a su territorio. (Ramírez, 2008, citado en García, 2010, p. 86)

Por lo tanto, para la población raizal el estilo de sus viviendas es representativo de su cultura, costumbres y creencias en el marco de la reivindicación de sus de-rechos como grupo étnico.

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Orígenes, influencias y desarrollo

Señala Vollmer (1997) que al empezar el poblamiento de las islas no se presentaban diferencias de clase entre los sectores, pero sí una distinción de prestigio que se reflejaba en las características de las viviendas. Para Sánchez (2009) la vivienda en madera que se encuentra en San Andrés tiene su origen en el poblamiento que se dio entre los siglos xviii y xix en el Caribe, por lo que guarda una gran semejanza con la arquitectura vernácula de lugares como Bocas del Toro y Colón (Panamá), Puerto Limón (Costa Rica), Bluefields (Nicaragua) e Islas de la Bahía (Honduras), ciudades con las que se mantuvo un fuerte intercambio comercial y cultural (p. 6).

Anota Vélez (2006) que los amos y esclavizados adaptaron los espacios y las for-mas de la arquitectura doméstica británica. De este modo, materializaron en ma-dera lo que en Europa se había construido en materiales como la piedra durante los siglos xii y xiii, y el ladrillo a finales del siglo xix en la arquitectura victoriana (p. 8). Díez (2014) sitúa específicamente la influencia de la arquitectura, tanto de la vivienda como de los monumentos religiosos, en la iglesia bautista que fundó su primera construcción en el sector de La Loma, en San Andrés (p. 213). Esta arqui-tectura anglosajona se diferenciaba radicalmente de la que resultaba de la cultura hispano-católica, por la cual la ciudad se organizaba en torno a la iglesia y la plaza central y los materiales que se utilizaban eran piedra, tapia y elementos pesados.

A inicios del siglo xix el poblamiento de las islas se desarrolló a través de las fincas que se iban ubicando en el camino principal. Una vez fueron liberados los esclavos y la población aumentó, las casas se construyeron al lado de los mismos caminos y, de este modo, se dio un poblamiento lineal. Con la repartición de tierras, las fincas fueron quedando alejadas de las viviendas. Las viviendas principales se construyeron en grandes patios en donde se mantenía contacto visual entre las casas que pertenecían a personas del mismo núcleo familiar (Abello y Giaimo, 2000, p. 9).

Para la segunda mitad del siglo xix se definió la disposición geográfica de San Andrés y se adoptaron rasgos victorianos y técnicas anglosajonas de construcción. Estos elementos y otros rasgos culturales, como las creencias y apellidos, fueron en-tonces heredados por los esclavizados libertos de sus antiguos amos (Sánchez, 2009, p. 7). “La vivienda también se estandarizó a partir de la liberación de los esclavos, cuando se dio cabida a la incorporación de técnicas constructivas reservadas hasta entonces a los propietarios adinerados” (Díez, 2014, p. 213).

En el importante trabajo de Wilson (2004) sobre Providencia, realizado durante la década de los sesenta, podemos observar la arquitectura tradicional de la isla aún presente. Las casas estaban construidas con madera, importada en su mayoría de Nicaragua, y su estilo iba desde cabañas de un solo piso y un solo cuarto hasta casas de dos pisos con balcón. Casi ninguna casa tenía en ese entonces ventanas con vidrio

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y todas tenían contraventanas que permanecían abiertas durante el día. Los techos eran de zinc corrugado, cuya forma servía para recoger el agua lluvia. Hasta esa dé-cada el tipo de poblamiento de San Andrés fue lineal, es decir, las casas se construían sobre los caminos y a corta distancia entre sí (Abello y Giaimo, 2000, p. 9).

Para finales de los años sesenta podía observarse la introducción de una ar-quitectura diferente, a base de concreto a causa de la apertura del puerto libre y la llegada masiva de comerciantes continentales. Esta nueva arquitectura era de concreto por la seguridad que requerían los productos libres de impuestos que se iban a ofrecer a los turistas, dejando de lado la arquitectura tradicional a base de madera. Se empleó entonces a obreros continentales traídos de las costas colom-bianas, puesto que esta nueva forma de hacer viviendas no era conocida por los isleños cuyas habilidades se desplegaban con el uso de la madera y no del cemento (Wilson, 2004).

Según Vélez (2006), la conformación de una ciudad para el comercio y el tu-rismo fue resultado del debate de la arquitectura moderna en ese momento, pero que se implementó con defectos. De esta manera, en North End, donde se han presentado las mayores modificaciones a las viviendas (Sánchez, 2004), se confi-guró una ciudad de aspecto contemporáneo, en función de las vías, sin considerar la inclusión de aspectos ambientales como parques y arborización. En esta zona se ubicaron los edificios oficiales, la zona hotelera y algunas viviendas (Vélez, 2006, p. 26). De este modo, al argumentar acerca de la influencia predominante de la arquitectura internacional que se vivía a mediados del siglo xx, define la confor-mación del Archipiélago así:

Consideramos que aquí, tanto en San Andrés como en Providencia y Santa Catalina, siempre ha habido una forma de urbanización alterna-tiva a la ciudad compacta, que surge desde la repartición de los terrenos de los primeros pobladores entre sus esclavos libertos y que ha permi-tido una simbiosis orgánico-espontánea en este caso, de la ciudad con sus servicios y el campo con su verdor y su extensión, en donde los cam-pesinos se tornaron ciudadanos sin abandonar sus parcelas. La ciudad en sus orígenes se conforma, de acuerdo con la tradición anglosajona, de manera dispersa y es antítesis de la ciudad compacta en trama de damero de la herencia española. […] Paralelamente a esa ciudad tradi-cional isleña surgió una huella urbana en el norte con las características de la ciudad continental, que presenta parámetros continuos y calles sinuosas que siguen los accidentes geográficos y topográficos. (Vélez, 2006, p. 29.)

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Ubicación

Sánchez (2009), en su estudio sobre la vivienda isleña tradicional de San Andrés, señala que las casas se fueron localizando sobre los ejes viales siguiendo el modelo anglosajón de disposición longitudinal sobre las vías principales (p. 95). Las facha-das se ubicaban de cara a la vía. Así, las viviendas se posicionaron sobre La Loma, con una amplia vista sobre la isla hacia el oeste en Cove Sea y hacia el este en Har-mony Hall Hill; sobre la costa en North End; en la zona de San Luis; vía Circunvalar (p. 9). De esta manera, las vías principales, que antes del siglo xx eran caminos que comunicaban los asentamientos, se conformaron en el punto de referencia para ubicar lo que hoy se identifica como vivienda tradicional en San Andrés.

Por otra parte, la arquitectura en Providencia está ubicada de una manera dis-persa y la interpretación de la nueva producción arquitectónica no ha sido exitosa, dado que se retoman algunos detalles y se olvidan disposiciones del espacio. En el caso de Santa Catalina las viviendas se ubican en hilera frente al mar y en una vía peatonal (Vélez, 2006, p. 32).

En la actualidad, existe una fuerte concentración poblacional hacia el norte de la isla. Las residencias o viviendas se encuentran localizadas principalmente con el sector del centro (North End), seguido por las viviendas tradicionales de San Luis y la Loma (Guerra González, 2013, p. 91). Dicha información se encuentra ilustrada en la figura 13.

67%Centro

10%Loma

23%San Luis

Figura 13. Lugar de vivienda de los residentes encuestados (n = 61). Fuente: Guerra González (2013).

Evolución y forma

Las primeras casas tenían piso de tierra, paredes y techo de palma. Las camas se ajustaban con colchones de hojas de plátano y no había utensilios más allá de los instrumentos para cocinar, como totumas y ollas de hierro. Luego de la liberación, los barcos hacia Jamaica calaban en el Archipiélago y allí se inició el intercambio

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de cosas con el Caribe (Sánchez, 2009, p. 12) lo que fue enriqueciendo los objetos decorativos de las viviendas.

Con el tiempo, y luego de que isleños regresaran de trabajar en el Canal de Pa-namá, las viviendas de palma fueron reemplazadas por construcciones de madera y techo de zinc. El tamaño dependía de los recursos de los propietarios y, pronto, quie-nes podían importaban los muebles desde Colón, en Panamá (Sánchez, 2009, p. 12).

La representatividad de la arquitectura isleña radica en el uso de la madera y en la aplicación de técnicas constructivas asociadas a este material, que se adecuan a las condiciones particulares del clima, la geografía, la cultura y el paisaje isleños (Sánchez, 2004, p. 48). De esta manera, se dio una “eficiente utilización de una tec-nología liviana y fácilmente adaptable, denominada entramado de madera” (p. 109). Así, por ejemplo, la inclinación y orientación de los techos y aleros quebrados y la ubicación de las ventanas se ajustan a la dirección de los vientos y buscan proteger las viviendas de los huracanes.

A partir de 1950 con la declaración de puerto libre comenzó un periodo de transformaciones aceleradas: empezó, como se mencionó anteriormente, la in-troducción de materiales como cemento, bloque, tejas y aceros (Sánchez, 2004, p. 107). Es así como la cisterna reemplaza al tonel de madera, los pilotes de hormigón sustituyen a los de madera, y el cemento y el bloque se usan para las ampliaciones de cocinas y baños (p. 108).

La unidad básica de la casa se expandió horizontal y verticalmente: se elevó del suelo para albergar locales comerciales. Los espacios de la cocina de leña y la letrina, que se encontraban en el patio, se han puesto más cerca de los espacios de la casa gracias a los avances tecnológicos como la estufa de kerosén y el sanitario de cerámica (Sánchez, 2009, p. 27). De igual forma, se presenta un crecimiento hacia la fachada principal, al extenderse el alero que cubre el porche o balcón frontal del primer piso (piazza). En la parte posterior aparecen los dormitorios para los padres y para los hijos (p. 30).

En el trabajo de identificación de inmuebles que interpretan la complejidad del patrimonio cultural de San Andrés, Sánchez (2004) señala que las casas se agru-pan en conjuntos correspondientes a los sectores de la isla. Hay algunos de estos conjuntos que están en relación directa con la vía y otros que están en la relación directa con los patios (p. 32). Las casas de estos conjuntos comparten las siguientes características arquitectónicas:

El balcón aparece en uno, dos o tres costados. El altillo se formaliza de diversas maneras en cinco tipos de techos. La piazza puede estar al fren-te o en dos costados y es en el primer piso o planta baja. El repertorio de las características específicas propias de esta arquitectura se expresa

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también en la dirección de los techos: tienen el techo a dos aguas (caí-das de las faldas) o a cuatro aguas. La escalera exterior remata en el balcón. Otras particularidades arquitectónicas que comparten son los aleros quebrados, el remate de cubierta cap house, y otros componentes arquitectónicos que caracterizan con un lenguaje particular caribe las fachadas frontal, posterior y lateral. (Sánchez, 2004, p. 32)

Según Sánchez (2009), puede hablarse de seis variaciones en la forma de la casa isleña que se relacionan con la forma de la cubierta. Dado que las casas estaban hechas con teja de palma se requería de una pendiente muy alta que se conservó en el diseño de las casas una vez fue introducida la teja de zinc. Estas formas son:

• Unidad básica: tejado a dos aguas de base rectangular alargada con variantes.

• Shed roof: ático de volumen alargado con ventanas hacia la fachada más larga.

• V top: forma típica de la casa isleña.• Darma: ático con balcón con ventanas y puerta hacia la fachada más

larga.• Garat: ático que sobresale de la cubierta, la cual tiene un remate per-

pendicular al de la fachada con ventanas al frente.• Round top: planta casi cuadrada y de techo a cuatro aguas, en cruz o

a ocho aguas. (pp. 32-33)En el proceso de evolución, las casas adquieren carácter urbano al estar co-

lindantes con la vía, lo que se demuestra con la presencia del andén. En el sector urbano aparece el uso comercial de las viviendas de familia en donde algunas veces se mantienen ambos usos (Sánchez, 2004, p. 114). De allí que sea importante el uso del cemento incorporado en la época del puerto libre, necesario para la elevación de las viviendas en un piso más, para la introducción de locales comerciales.

Decoración y mobiliario

La evolución de la forma de la casa vino aparejada de detalles decorativos de estilo victoriano en las columnas de la piazza, los balcones, las barandas, las escaleras y los dinteles de puertas y ventanas. Los colores de las casas se conservan en su mayoría hasta hoy, y son los mismos colores de las goletas que llegaban años atrás al Archipiélago: ocres, grises, azules y verdes. Estos colores se deben, por un lado, a la disponibilidad de pigmentos de la época y, por otro, a la cultura y costumbres originarias de la religión puritana de los primeros pobladores según la cual las casas debían ser sobrias y discretas (Sánchez, 2009, p. 37).

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Al principio la madera de las casas se protegía con barnices, lacas naturales o se calafateaban con brea, del mismo modo que se hacía en los barcos. A inicios del siglo xx se comenzó a producir en Colombia esmalte brillante: debido a ello las casas fueron pintadas con mayor diversidad de colores. Esto abrió la posibilidad para que la pintura que se convirtiera en una impronta expresiva y cultural de la identidad alegre de la arquitectura del Caribe (Vélez, 2006, p. 67).

La decoración de las casas tenía influencia de lo colonial americano, donde se combinaban muebles clásicos de China y Alemania (Sánchez, 2009, p. 12). Este mobiliario era traído por los barcos comerciantes del caribe y paulatinamente se convirtió en la referencia estética de la población isleña.

Es interesante observar que, considerando las múltiples influencias debido a la llegada de colonos y visitantes provenientes de diversas partes del mundo, las investigaciones han identificado la influencia de elementos culturales de China. Sánchez (2009) elabora un trabajo alrededor de esta influencia en la decoración de las viviendas isleñas y como parte de la identidad raizal, a este respecto comenta que tal influencia se transformó en

un elemento doméstico que acabó siendo para muchos el símbolo de la intimidad familiar y su hospitalidad. Al entrar en varias casas de la isla para recoger los testimonios de sus abuelos y sus familias, encontraron que un rincón del comedor reposaba una antigua cómoda que se dice que procedía de la China y que contenía la vajilla: el china closet. […] en toda casa isleña debía haber un china closet… el frágil y precioso legado de muchas familias isleñas a sus descendientes. (p. 7)

El china closet era un armario de distintas calidades, precios y tamaños. Se uti-lizaba para guardar la vajilla usada en ocasiones especiales y exhibirla gracias a las puertas de cristal (Sánchez, 2009, p. 14). En la actualidad se conservan algunos china closet en las islas. Este mobiliario llegó con la inmigración de chinos a San Andrés a principios del siglo xx (p. 6).

Significado cultural del patio

Las casas isleñas se caracterizan por estar ubicadas en medio de un espacio amplio que se conoce como patio y donde se llevan a cabo buena parte de las actividades y la vida doméstica. Según Sánchez (2009, p. 41) la relación entre el interior y el exterior se considera la característica más importante de la casa isleña en San Andrés. La importancia de la relación con el exterior se manifiesta en la conexión de los patios de las casas entre sí, pues estas se reunían por grupos familiares o comunidades. De allí que una de las particularidades de la arquitectura sanandresana fuera la

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organización en grupos que se identifican por sus vínculos familiares y la ocupación tradicional por sectores (Sánchez, 2004, p. 29).

El patio se organizaba en zonas de cultivo, zonas de animales y árboles fruta-les. En algunos casos el patio albergaba lápidas de la familia, pues los cementerios llegaron después de 1928 con la misión capuchina (Sánchez, 2009, p. 42). Para fi-nales del siglo xx, después de un proceso de introducción de tecnología, comercio y turismo que modificó las construcciones de San Andrés, el patio se confinará a la parte trasera de la casa (p. 60).

Wilson (2004) realiza un análisis de Providencia no solo desde la perspectiva de las clases sociales sino de la división sexual del trabajo, es decir, de cómo a mujeres y hombres se les asignan tareas diferentes e incluso valores diferentes que deben portar. Así, la respetabilidad corresponde adquirirla a las mujeres y la reputación a los hombres. En este sentido, los espacios están también cargados de un valor determinado y cuyo uso difiere según se es hombre o mujer. La casa está vinculada a la mujer y los bares o tiendas a los hombres. La casa, el patio y la cocina son del dominio de las mujeres adultas que deben estar confinadas allí, mientras los hom-bres tienen libertad de moverse más allá de la casa (2004, p. 228).

Podríamos decir que, con esta división de espacios, relacionada con los sexos, el patio ha adquirido un significado cultural importante entre los lugares que com-ponen la vivienda. Es, como lo sugiere Wilson (2004), una infraestructura con un significado femenino por estar bajo el dominio de la mujer adulta. A diferencia del hombre que depende del mundo de los hombres que se convocan en la playa o tabernas para posicionar su existencia social, “el mundo social de las mujeres está concentrado en el hogar o en el patio aledaño” (p. 243).

La vivienda en la actualidad

En la actualidad el hacinamiento en el que viven los continentales es una muestra de la incapacidad estatal para suplir demandas de vivienda para la población del Archipiélago. Aunque al principio se les dio a los continentales las posibilidades de trabajo, vivienda y condiciones adecuadas para que pudieran habitar la isla, la sobrepoblación ha aumentado considerablemente las dificultades de conseguir vivienda (Aguado, 2010, pp. 44-69). A partir de 1993 la cantidad de viviendas se incrementaron un 24,7% por la llegada de inmigrantes (Pomare, 2014). A pesar de esta situación, los continentales han tenido un mejor acceso a viviendas y servicios públicos que los raizales (Castellanos, 2006, p. 41).

Después de la constitución de 1991, al aumentar la importancia de las eleccio-nes, los poderes electorales dentro del Archipiélago empezaron a utilizar la práctica de capturar el favor de votantes con el ofrecimiento de viviendas. No obstante, los

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más favorecidos ante esta “práctica electoral” fueron un grupo de continentales y extranjeros que llegaron sin vivienda al Archipiélago (Castellanos, 2006, p. 72). Sin embargo, en los últimos años una de las quejas de los continentales es que los subsidios de vivienda son solo para los raizales; aquellos que pertenecen al nivel 1 y 2 del Sisben. Ante esta problemática, según el Plan de desarrollo departamental del 2008, los continentales se han organizado a través de las juntas de acción comunal con el fin de:

gestionar recursos para la construcción de vivienda en lo cual no coinciden con la población raizal. Se considera que el sistema organizativo raizal, de acuerdo a los beneficios logrados a la luz de la Constitución de 1991, está enfocado a intereses más amplios debido a que, el raizal siente la necesidad de recuperar su identidad (idioma, cultura, etc.) considera-dos actualmente como minoría étnica. (Torres, 2010, p. 113)

Por lo tanto, mientras para los continentales ha sido más importante la legiti-mación notarial de sus lotes y viviendas, la población raizal ha buscado mantener sus tradiciones y costumbres a través de los derechos reconocidos en la constitución de 1991 (Torres, 2010, p. 113). Pues en la nueva carta política mediante el artículo 310 se redescubre el Archipiélago, sus gentes y tradiciones mediante la recuperación de elementos tradicionales como la vivienda y el control de la población (Jay Pang, 2014, p. 52).

En la última década se han hecho algunos planes estatales para poder contri-buir al difícil acceso a viviendas y la sobrepoblación en el Archipiélago. Un ejem-plo de estas iniciativas es el plan integral de largo plazo para la población negra/afrocolombiana, palenquera y raizal del 2006, que buscaba crear un programa di-ferenciado de construcción o mejoramiento de vivienda para la población raizal que incorporara sus particularidades étnico-culturales, así como mecanismos de crédito acorde con las realidades de la dinámica regional (Torres, 2010, p. 110). Sin embargo, según las últimas estadísticas del dane del 2014 se muestra que la situa-ción de vivienda para la población aún es precaria y bastante complicada.

Según estadísticas del 2003, el 14% de las viviendas del departamento conta-ban con los tres servicios básicos principales: energía, acueducto y alcantarillado. Donde el 81,5% de las viviendas no tenían alcantarillado, el 30,1% no contaban con acueducto y solamente se tenía una buena cobertura de energía eléctrica, siendo que el 98,5% de las viviendas contaban con este servicio (Castellanos, 2006, p. 101) (figura 14). Ya según estadísticas del dane 2013-2014 algunas de estas cifras han ido cambiando:

• De un cubrimiento de la energía eléctrica del 98,5% en el 2003, ya en el 2014 se registra que solo el 94% de viviendas cuentan con este servicio

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• Se encuentra que la recolección de basuras ha mejorado considerablemen-te, donde el 96% de viviendas la tienen.

• Del 70% de viviendas con acueducto pasa a solo el 40% de hogares con este servicio, muchas familias siguen recogiendo el recurso tradicionalmente a través del agua lluvia.

• La única cifra que se mantiene es que solo el 20% de las viviendas cuentan con alcantarillado. En esta situación, se registra que varios usuarios son renuentes a conectarse a este servicio por los altos costos de la conexión (Pomare, 2014, pp. 26-29)

Las tablas 14 y 15 muestran el contraste de la anterior información suminis-trada.

Tabla 14. Variables generales de viviendas

San Andrés y Providencia. Número de viviendas

Zona San Andrés Providencia

CENTRO 11.031

LA LOMA 2.368

SAN LUIS 1.541

TOTAL 14.940

CENTRO 832

FRESH WATER BAY 62

SOUTH WEST BAY 177

BOTTON HOUSE 299

SAN FELIPE 107

ROCKY POINT 169

SANTA CATALINA 70

TOTAL 1.716

Fuente: dane. Insumos para el pot y el eot (2013).

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Tabla 15. Variables referentes a las viviendas (servicios públicos)

Acceso a servicios

SAN ANDRÉS (14940*)

Electricidad Alcantarillado Basuras Acueducto

Zona SI NO SI NO SI NO SI NO

CENTRO 9988 91 2878 7198 9686 390 3750 6357

LA LOMA 2073 41 53 2061 2014 100 1274 844

SAN LUIS 1338 15 61 1262 1302 51 381 972

TOTAL 13399 147 2992 10521 13002 541 5405 8173

PROVIDENCIA (1716**)

Electricidad Alcantarillado Basuras Acueducto

Zona SI NO SI NO SI NO SI NO

CENTRO 635 11 14 632 601 45 279 369

FRESH WATER BAY 40 0 0 40 37 3 17 23

SOUTH WEST BAY 125 3 3 125 118 10 63 65

BOTTON HOUSE 221 7 3 225 208 20 125 103

SAN FELIPE 81 1 1 81 77 5 44 38

ROCKY POINT 128 2 1 129 119 11 32 99

SANTA CATALINA 57 1 35 23 52 6 23 35

TOTAL 1287 25 57 1255 1212 100 583 732

TOTALES 14686 172 3049 11806 14214 641 5988 8905

Fuente: dane. Insumos para el pot y el eot (2013).

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150

Energía eléctrica Recolección basuras

AlcantarilladoAcueducto

Porc

enta

je

Año

1993 1999 2005 2013

97,1 98,6 98 98,1

77,7

9396,9 95,8

29

19,5 18,813,6

70

47,7

40,5

20,2

100

90

80

70

60

50

40

30

20

10

Figura 14. Porcentaje de viviendas según servicio público con que cuentan Archipiélago de San

Andrés, Providencia y Santa Catalina.

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Economía

El sector agropecuario y la seguridad alimentaria

Actualmente la actividad agropecuaria tiene un carácter marginal, es un sector bastante estático y la producción es para autoabastecimiento. La economía agrí-cola de San Andrés estaba sustentada en sistemas tradicionales de subsistencia, practicados con conocimientos tradicionales sobre los usos diversos de las espe-cies vegetales apoyados en la combinación con faenas de pesca que aseguraba la alimentación básica para la población. La condición de autosuficiencia alimenta-ria comenzó a deteriorarse rápidamente desde 1953 con la declaratoria del puerto libre, que impulsó el desarrollo del comercio y el turismo, pero trajo un alto costo de los insumos agropecuarios y una rápida reducción del tamaño de los lotes. Esto se sumó al contrabando, la presión por inmigración, la baja fertilidad del suelo, el envejecimiento de los frutales, y otros factores que actuaron en detrimento de la seguridad alimentaria de las islas, como los precarios sistemas de manejo de agua de riego (Polanía et al., 2004, p. 27).

Esta situación ha creado una dependencia de los productos agrícolas traídos del continente, pues con el detrimento la agricultura local dejó de sustentar a la población. Sin embargo, aún se ejerce la actividad agrícola en pequeñas explota-ciones (0,5 - 2,0 ha) con producción de plátano, yuca, malanga, chonque o bore, frutales como guanábana, tamarindo, mango y aguacate, y cucurbitáceas como melón, patilla, pepino, ahuyama y hierbas para diferentes usos. La mayoría de las familias que dedican tiempo a la actividad agropecuaria no derivan sus ingresos de ella, sino que por lo general trabajan en el sector público o el comercio (Polanía et al., 2004, p. 28) (tabla 16).

Teniendo en cuenta que la seguridad alimentaria es la capacidad de obtener un suministro estable y sostenible de alimentos suficientes, los componentes en cuenta para evaluar este aspecto son:

• Suficiencia: depende del volumen de producción, de las exportaciones e importaciones. Se relaciona en el hogar con la disponibilidad de alimentos en los mercados locales o de la producción local, siendo importantes los efectos climáticos y las variaciones.

• Estabilidad: debe existir estabilidad de la producción y de los precios.• Acceso: dificultades por razones tanto económicas (pobreza, altos precios

de los alimentos) como físicas (carreteras pobres o infraestructura de mer-cado) (Polanía et al., 2004, p. 96).

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Se ha podido establecer que la producción agrícola en San Andrés es básica-mente de pancoger y los alimentos que se cultivan no pueden sostener toda la po-blación de la isla. La canasta básica de alimentos de los productores agropecua-rios en San Andrés está conformada por 15 alimentos con volúmenes de consumo desbalanceados e índices de inseguridad alimentaria. No cubre los mínimos de calorías, pero sí excede los niveles de proteínas, aunque el consumo de los alimen-tos producidos por los mismos productores (yuca, batata, plátano, mango, patilla, banano, etc…) ayudan a cubrir la brecha de calorías (Polanía et al., 2004, p. 129).

La historia económica del Archipiélago

Tanto San Andrés como Providencia fueron islas elegidas por los puritanos debido a la fertilidad de sus suelos, condiciones adecuadas para la actividad agrícola y su posición estratégica para la defensa del territorio y el comercio con otras comunida-des del Caribe. Los primeros cultivos fueron de tabaco, aprovechando los suelos de origen volcánico, pero luego de la incursión del pillaje se abandonó esta actividad. Los puritanos que permanecían en Providencia proveían de algodón a los corsarios que llegaban a las islas con alimentos. En la fase de pillaje la isla de San Andrés se encontraba deshabitada (Ratter, 2001, p. 70).

Tras la liberación oficial de los esclavizados, en 1853, la estructura de cultivos se transformó tanto en San Andrés como en Providencia. A medida que Providencia

Tabla 16. Composición del empleo por sectores en San Andrés 1994-1996

Sector1994 1995 1996

# % # % # %

Turístico y oferta complementaria 5.860 41,3 8.619 50,0 6.546 36,7

Comercio 3.682 25,9 3.416 19,8 3.221 18,1

Público 2.537 17,9 2.995 17,4 5.664 31,7

Otros servicios 1.009 7,1 1.216 7,1 1.250 7,0

Industria 435 3,1 313 1,8 414 2,3

Financiero 369 2,6 316 1,8 348 2,0

Construcción 139 1,0 219 1,3 249 1,4

Primario 158 1,1 140 0,8 150 0,8

Total 14.189 100 17.324 100 17.842 100

Fuente: Polanía et al. (2004). El sector agropecuario y la seguridad alimentaria en San Andrés Isla.

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iba perdiendo importancia, San Andrés iba ganado reconocimiento por parte de Estados Unidos, debido a las exportaciones de copra. Los esclavizados que antes trabajaban en las plantaciones de algodón, una vez fueron liberados optaron por ser cultivadores y convirtieron las plantaciones en bosques de palmas de coco. De este modo, la importancia asignada a Providencia por su ubicación estratégica se trasladó al suelo plano y fértil de San Andrés (Ratter, 2001, p. 72).

En 1835 San Andrés adquirió protagonismo económico por ser productor y ex-portador de coco hacia los Estados Unidos (Wilson, 2004). Deshawn (2009) afirma que no hay claridad sobre la manera en que las palmeras de coco reemplazaron los cultivos de algodón; según la tradición oral, un huracán ocurrido en 1908 arrasó con los cultivos de algodón; otra versión sugiere que el primer jefe político, Antonio Escalono, introdujo el cultivo de coco (p. 35).

Desde la primera década del siglo xix Estados Unidos y Gran Bretaña comenza-ron a incorporar el coco a su producción de dulces, aceites y margarinas (Deshawn, 2009, p. 36). Debido a estos vínculos comerciales con Estados Unidos, se presenció una fuerte influencia de la cultura norteamericana en San Andrés.

El coco, además de ofrecer una economía para los esclavizados liberados, se convirtió en una gran industria durante el siglo xx, tanto, que permitió al Archi-piélago convertirse en uno de los mayores proveedores de coco del país. Según Deshawn (2009), para el siglo xx las élites de San Andrés consolidaron su control sobre la industria del coco y obstaculizaron el camino de los isleños negros para poder independizarse económicamente. Las trasformaciones económicas y socia-les no cambiaron la manera de gobernar de los funcionarios desinteresados en el Archipiélago. Esto recaería en la reflexión por parte de las élites para lograr una influencia política (p. 47). Entre los años 1903 y 1912 la élite agitó contra el Gobierno departamental de Bolívar, especialmente a partir del aumento del impuesto a los cocos, implementado el 10 de octubre de 1911, y se empeñó en escribir editoriales reclamando un cambio de Gobierno.

La demanda de coco se vio afectada por una plaga de ratas y varios años de se-quía, pero en 1934, gracias al impulso del Gobierno colombiano al gravar la impor-tación de copra al país, se le dio una ventaja a San Andrés sobre otros productores del Caribe que habían entrado en competencia por la gran demanda de coco. A diferencia de San Andrés, Providencia mantuvo su economía en la producción de frutas, la pesca y la navegación.

La transformación total de la economía de las islas se produjo con la apertura del puerto libre en 1953, por orden del presidente General Rojas Pinilla. El comer-cio y el turismo se posicionaron como las actividades económicas principales en las islas hasta la actualidad, lo que reemplazó en gran medida a la agricultura y la

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pesca, actividades que representaban gran parte de los ingresos de la población hasta ese entonces.

A partir de la apertura del puerto libre, quienes manejaban el comercio en las islas fueron desplazados por los nuevos empresarios continentales y extranjeros, que contaban con mayor capital, mayor experiencia en comercio y una red de con-tactos más amplia. Estos factores hicieron que los isleños perdieran el rol protagó-nico que tenían en la economía de su isla en el último siglo (Yabrudy, 2011, p. 251).

Economía actual

Desde la declaratoria de puerto libre el turismo y el comercio han sido las princi-pales actividades económicas del Archipiélago, fomentándose de esta manera el desarrollo capitalista y pasando de una economía de plantación a una economía del resort. Esta economía cuenta con ventajas comparativas, el clima y las playas, como con ventajas competitivas, bajos salarios, exenciones fiscales, entre otras (García, 2010, p. 79). Sin embargo, la actual economía del resort ha causado diversas pro-blemáticas, entre las que se encuentran:

1. La explotación económica hecha por multinacionales de los recursos natu-rales del Archipiélago por la depredadora imposición turística.

2. La baja remuneración de la mano de obra.3. El irreparable deterioro ambiental.4. El desplazamiento de la población raizal para darle paso a nuevas infraes-

tructuras turísticas y comerciales. Los raizales poco participan de esta nue-va economía.

5. El movimiento migratorio ilegal hacia el territorio raizal.6. La competencia de los grupos étnicos para obtener una distribución equita-

tiva de los recursos comunes (García, 2010, p. 79); la comunidad extranjera sirio-libanesa prácticamente maneja la economía de la isla (Castellanos, 2006, p. 32).

7. El modelo de desarrollo enfocado en el turismo y el comercio incentivó mi-graciones, urbanizaciones y deterioro ambiental (Castellanos, 2006, p. 32)

La población raizal ha perdido una gran cantidad de tierras con el sector hote-lero. Igualmente, la agricultura y la pesca de subsistencias han disminuido nota-blemente. El comercio ha dejado relegada la actividad agropecuaria, pero dándole poca participación de la población raizal y quedando en manos de extranjeros e inmigrantes. Esta situación ha ido produciendo un desequilibrio social y un des-plazamiento cultural. En estos momentos, el grupo étnico raizal es el que domina el sector público (transporte, cargos públicos y administrativos) mientras que los continentales dominan el turismo y el comercio (Torres, 2010, p. 176).

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Sin embargo, a diferencia de San Andrés y su gran infraestructura hotelera, en Providencia el impacto del turismo ha sido menor: la distancia no ha estimulado la llegada de comerciantes y hoteleros. Por lo tanto, en Providencia lo que se presenta es una industria más local con pequeños hoteles, cabañas y posadas nativas. En este lugar, las organizaciones raizales buscan evitar que el modelo de desarrollo que ha impactado fuertemente a San Andrés llegue a Providencia a afectar de manera irreversible a la isla y sus habitantes (Guevara, 2005, p. 66).

La Reserva de Biosfera Seaflower busca un desarrollo equilibrado entre el sec-tor turístico, la pesca y la agricultura, fomentándose de esta manera el consumo doméstico y la exportación de bienes y servicios (Jay Pang, 2014, p. 71). En esta vía, el plan de desarrollo departamental ha buscado la transformación de la actividad pesquera artesanal en una actividad rentable y competitiva, una mayor asistencia técnica y capacitación, así como una mayor capacidad productiva de la población rural (Torres, 2010, p. 115).

No obstante, en las estadísticas del registro poblacional del dane (2014) se muestra que lograr este equilibrio no será tan fácil ante las actividades económicas imperantes en el Archipiélago.

Ocupación

Porc

enta

je

Otr

a ac

tivi

dad

Pen

sion

ado,

jub

ilad

o

Ofi

cios

del

hog

ar

Hab

ía tr

abaj

ado

ante

s

Bu

scan

do

pri

mer

a ve

z

Inca

pac

idad

Est

ud

ian

do

Trab

ajan

do

60

50

40

30

20

10

0

1993 1999 20132005

Figura 15. Ocupados, posición ocupacional. Fuente: Elaboración propia con base en dane (2014).

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En la figura 15 se muestra que el porcentaje de personas trabajando ha dismi-nuido, pero así mismo han aumentado otras actividades como el estudio o los ofi-cios del hogar, presentándose en el Archipiélago algunas disminuciones en las tasas de desempleo (dane, 2014, p. 47). Mientras tanto, la figura 16 se puede observar la disminución de empleados, obreros y patrones, en contraposición al aumento de los trabajadores por cuenta propia, más que todo en el sector informal.

Posición ocupacional

Obrero,empleado

Patrón,empleador

Cuentapropia

Empleadodoméstico

Trabajadorfamiliar

Porc

enta

je

80

70

60

50

40

30

20

10

0

1993 1999 20132005

64,7

64,9 71

,467

,5

10,5

10,4 15

,24 4,

44,

2

1,1

0,7

1,1

1,1

1,5

0,3

19,3

19,4

10,7

27,5

Figura 16. Ocupación semana anterior San Andrés, Providencia, Santa Catalina. Fuente:

Elaboración propia con base en dane (2014).

Finalmente, en la figura 17 se encuentra, como se afirmaba anteriormente, que el comercio es la actividad más fuerte en el Archipiélago, mientras que la agricul-tura, la ganadería y la caza ocupan uno de los últimos lugares.

Todo esto lleva a comprobar que existe poca inversión en la economía tradicio-nal, así como escaso relevo generacional; la mayoría de los jóvenes han empezado a dedicarse al turismo y al comercio (Pomare, 2014). No solo para obtener mayores ingresos económicos, sino porque estas dos últimas actividades económicas han remplazado las demás en el Archipiélago.

Propuestas desde la población raizal

Debido a los grandes problemas económicos que enfrenta la población raizal, por medio del Estatuto Raizal se ha buscado que la economía del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, se reorganice a partir de la vida digna de su

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población raizal. Deberá establecerse a partir de la unidad familiar y comunita-ria del raizal un sistema económico integral en el Archipiélago, cuya base sea el turismo receptivo, cultural, ecológico, científico y recreativo, agrícola, pesquero y adicionalmente comercio de importación y exportación (Polanía, 2005, p. 82).

Por otro lado, se busca que toda explotación de recursos mineros y pesqueros otorgue el 25% del volumen extraído a la comunidad raizal, así como que los em-pleadores o contratistas deben garantizar que el 50% de sus puestos de trabajo serán ocupados por dicha comunidad. Finalmente, en las peticiones de la comunidad rai-zal está la necesidad de que las pequeñas empresas y microempresas de los raizales sean exentas de los impuestos prediales (Polanía, 2005, p. 82). Dichas peticiones hacen parte de la movilización y lucha de la comunidad raizal en busca de la reivin-dicación de sus derechos ante el sistema económico imperante en el Archipiélago.

Porcentaje

0 5 10 15 20 25

Act

ivid

ades

eco

nóm

icas

Comercio, reparar, vehículos

Hoteles y restaurantes

Transporte, comunicaciones

Administración pública y defensa

Servicios comunitarios

Construcción

Educación

Inmobiliarias

Servicios sociales, salud

Hogares con servicio doméstico

Electricidad, gas y agua

Industrias manufactureras

Pesca

Intermediación financiera

Agricultura, ganadería, caza

Org. Extraterritoriales

21,5

20,6

12,6

12,3

5,3

5,2

5

4,7

3,2

2,4

2

1,8

1,8

1,2

0,50

Figura 17. Porcentaje de actividades económicas en el pib. Fuente: Elaboración propia con base en

dane (2014).

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Situación actual del Archipiélago

Población

De acuerdo con el censo del 2005 realizado por el dane, el departamento del Archi-piélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina cuenta con una población de 70.554 personas, de las cuales 35.044 son hombres y 35.510 son mujeres. Para el año 2016 se estimó una población total de 77.101, donde 38.366 son hombres y 38.735 son mujeres (dane 2005a), esto es, 49,7% y 50,2% respectivamente. Considerando que la superficie terrestre es de 52,5 km² se puede señalar que hay una densidad poblacional para el año 2016 de 1.343 habitantes/km².

Con base en estas cifras, para el año 2016 serían 71.946 personas las que habita-rían en San Andrés y 5.155 en Providencia. Con esta estimación se podría decir que aproximadamente el 93% de la población del departamento se encuentra viviendo en la isla de San Andrés (dane, 2005a).

Según el Perfil elaborado por el dane en el año 2010, producto de los resultados de este mismo censo, el 39,4% de la población residente el Archipiélago se reconoce a sí misma como raizal, el 17,6% se reconoce como negro, afrocolombiano, mulato o afrodescendiente, y el 0,1% como indígena (dane, 2010).

La distribución de la población por área, para el año 2016, se presenta de acuer-do con las proyecciones de población del Censo del 2005 de la siguiente manera: en San Andrés se encuentran 53.214 personas viviendo en la cabecera o área urbana y 18.732 personas en el resto o área rural; en Providencia habitan 2.284 personas en el área urbana y 2.871 personas residen en el área rural (dane, 2005b). El 73,9% de la población de San Andrés estaría habitando para el año 2016 el área urbana y, teniendo en cuenta la proporción de esta área en la isla en lo referente a sectores que se reconocen como tal (North End), puede decirse que existe una gran concen-tración de la población en una pequeña parte del territorio.

Respecto al tipo de vivienda, según la Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana 2015 realizada por el dane (2015), en el Archipiélago hay 17.000 hogares, de los cuales el 54,5% habita en casas, el 37% en apartamentos y el 8,6% reside en otros tipos de viviendas tales como cuartos, carpas, tiendas, vagones, embarcacio-nes, refugios naturales, entre otros.

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Educación

El Archipiélago se ha caracterizado por tener uno de los índices más altos de alfa-betismo en relación con el resto del país. La sociedad de las islas desde hace varios siglos ha valorado la educación como un factor preponderante que permite el as-censo social. En este sentido, fue fundamental la labor que desempeñó la iglesia bautista en el desarrollo del sistema educativo.

Con base en la caracterización que se realizó sobre el sector educativo para el año 2012 (De Armas, 2012), la Secretaría de Educación del Archipiélago cuenta con 569 personas para su funcionamiento y la prestación del servicio en todas las áreas administrativas que le compete. En cuanto a la atención directa a los estudiantes, existen nueve establecimientos educativos en la isla de San Andrés y tres en Pro-videncia (tabla 17).

Se cuenta con 421 docentes en propiedad, seleccionados en los siguientes car-gos: 6 rectores, 403 docentes y 12 coordinadores. También se tiene el apoyo de 41 docentes de los 1.278 en propiedad y 77 docentes en provisionalidad para atender 9.853 estudiantes (De Armas, 2012, p. 14). No obstante, uno de los factores identi-ficados que inciden en la problemática de la educación se relaciona con la carencia de un cuerpo docente capacitado en nuevas técnicas pedagógicas y la ausencia de nuevas generaciones de docentes (Robinson, 2015, p. 77).

En relación con la cobertura en educación básica y media, se reporta en el Ar-chipiélago un índice del 68,6% para el año 2012 (Robinson, 2015, p. 74) y una mayor deserción en el nivel secundario, así como un aumento de cobertura en la media con el ingreso de jóvenes y adultos para completar su ciclo de formación en hora-rios nocturnos (Gobernación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012a, citado en Robinson, 2015, p. 77).

Según el diagnóstico realizado en el año 2015 (Robinson) sobre varios aspectos del Archipiélago, el problema del sector educativo radica principalmente en la ca-lidad y la pertinencia. Si bien el departamento ha trabajado en la educación para la primera infancia, lo ha hecho de manera discontinua entre los años 2010 y 2011. Según este estudio, se presenta una serie de factores que inciden en los cambios que experimenta un grupo que necesita atención especial por su ingreso temprano a la educación: ingreso de madres al mundo laboral para el mejoramiento de la eco-nomía del hogar y el embarazo no deseado en adolescentes (Robinson, 2015, p. 75).

Algunos factores que afectan el desempeño académico de los estudiantes son: el creciente desinterés y la falta de dedicación de tiempo de los padres en los procesos de formación de sus hijos, sumado al uso de Internet para la ejecución de tareas con base en el denominado “copiar y pegar”, sin que en este proceso entre en juego el desarrollo de la capacidad de análisis crítico (Robinson, 2015, p. 75). A estos facto-

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163

Tabla 17. Establecimientos educativos del Archipiélago

ESTABLECIMIENTOS EDUCATIVOS SEDES

Flowers Hill Bilingual School

Escuela Bautista Central La Esperanza

Escuela Misión Cristiana

Flowers Hill Bilingual School

Escuela Bautista Emmanuel

Instituto Bolivariano

Escuela El Esfuerzo

Escuela San Antonio

Instituto Bolivariano

Técnico Departamental Natania Técnico Departamental Natania

Institución Educativa Técnico Industrial

Escuela Antonio Nariño

Sede principal

Concentración Preescolar Urbana

Centro De Educación Media Diversificada Cemed Antonia Santos

Sede única

Centro Educativo BombonaEscuela Boyacá

Escuela Bombona

Institución Educativa El Carmelo Sede única

Institución Educativa de La Sagrada FamiliaEscuela San José

Sede única

Institución Educativa Antonia Santos El Rancho

Phillip Beekman Livingston Senior

Rubén Darío

El Rancho - Sede Principal

Institución Educativa JunínConc. Simón Bolívar

Sede Principal

Institución Educativa Brooks Hill Bilingual SchoolEscuela Acción Comunal Barrack

Sede Principal

Institución Educativa María InmaculadaInstitución Educativa María Inmaculada - Sede Principal

Fuente: Gobernación de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (2012).

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res se añaden problemáticas relacionadas con infraestructuras: se encuentran en condiciones precarias, requieren de mantenimiento y adaptaciones para la crea-ción de ambientes más amigables que faciliten un mejor acceso al conocimiento. Los estudiantes tampoco cuentan con espacios y actividades extracurriculares al-ternativas para la continuidad de su proceso formativo en artes, deporte y demás asignaturas (p. 76).

En relación con la pertinencia de la educación, esta sigue los mismos paráme-tros de calidad de la educación regular de cualquier ciudad del interior del país. Esto implica un detrimento de las necesidades de las comunidades étnicas protegi-das por la Ley General de Educación, que permite la libertad de cátedra y establece un marco específico para la etnoeducación (Robinson, 2015, p. 76). Como conse-cuencia de lo anterior, los estudiantes experimentan dificultades en competencias de lectoescritura en lengua castellana, en matemáticas y en el enfoque étnico para el afianzamiento de su identidad (p. 77). Se presenta una inadecuada implementa-ción de currículos bilingües y la soledad de los docentes en el proceso de instrucción diaria (p. 80). “En los contenidos curriculares no se evidencia que los docentes hagan énfasis en las diferencias culturales del pueblo raizal respecto a la nación colombiana a través de la enseñanza de la historia de las islas, las problemáticas culturales, ambientales, entre otros” (p. 81).

Se ha identificado una alta deserción de estudiantes que entran temprana-mente al mercado laboral. De acuerdo con el estudio de Robinson (2015), algunas de las causas para que esta situación se presente son: 1) el ambiente turístico no es propicio para la formación escolar, pues fomenta el ocio y la desocupación; 2) la frecuente migración hacia otros destinos interrumpe el proceso educativo y afec-ta el desempeño de los jóvenes; 3) existe desmotivación de los estudiantes como consecuencia del clima escolar poco interesante; 4) ausencia de personal docente capacitado y de actitud para la enseñanza; 5) el ausentismo de los padres, la falta de responsabilidad con el hogar y la difícil situación económica afectan el desarrollo psicosocial del estudiante y su rendimiento en la escuela (p. 78).

Respecto a la educación superior, se cuenta con cinco de estas instituciones en San Andrés. La tasa de cobertura en educación superior es del 25,7%, lo que equivale a 1.755 de 5.038 estudiantes existentes en el grupo poblacional en edad de acceder a la educación superior (17 a 21 años) (Gobernación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012, p. 47). La Universidad Nacional de Colombia, Sede Caribe, ofrece 45 programas en pregrado. Semestralmente, la Universidad Nacional ofrece 40 cupos. Sin embargo, la permanencia y la continui-dad de los estudiantes en los programas académicos de educación superior se ven afectadas por las difíciles condiciones socioeconómicas (Robinson, 2015, p. 82).

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Salud

De acuerdo con el diagnóstico elaborado en el Plan de Desarrollo del Archipiélago 2012-2015, según la afiliación al Sistema General de Seguridad Social en Salud, se cuenta con una población total de 57.718 afiliados a los diferentes regímenes de salud. El 57% de la población tiene el tipo de afiliación contributivo, el 42% es subsidiado y el 1% es de excepción (p. 54). En lo concerniente al Conpes de Fron-tera, el diagnóstico de Robinson (2015, p. 83) señala que el Archipiélago posee una cobertura del 10%, muy por debajo del promedio nacional.

Las enfermedades que generan mayor mortalidad y morbilidad en la comu-nidad de las islas son el dengue clásico y el hemorrágico, seguidos por infecciones respiratorias agudas y enfermedades diarreicas. Tales afecciones se encuentran asociadas a la deficiencia en los servicios públicos y de saneamiento básico, la si-tuación de pobreza y la exclusión social (Robinson, 2015, p. 83). De otra parte, Ro-binson (2015) señala que, mientras por un lado existe una población adulta con malos hábitos alimenticios y sobrepeso, por otro, los infantes menores de 5 años que se encuentran en los niveles más bajos del Sisben, 1 y 2, están en riesgo de des-nutrición (20%) y desnutrición crónica (0,7%) (p. 83). Existe un alto porcentaje de mortalidad por accidentes de tránsito causado por motocicletas y violencia entre bandas (p. 85).

A pesar de estas problemáticas, el sistema de salud no cuenta con la infraes-tructura y talento humano suficiente y necesario para la prestación de un servicio eficiente y de calidad (Robinson, 2015, p. 84). Los pacientes graves deben ser tras-ladados hacia la costa colombiana o hacia el interior del país, lo que aumenta los costos de la salud (p. 85). En el Archipiélago hay un hospital de primer nivel que funciona en la isla de San Andrés. Providencia cuenta con un hospital cuyo manejo administrativo y de recursos financieros depende del departamento y del Sistema General de Participaciones (sgp) pero no existe una planta de especialistas para la atención de enfermedades específicas (p. 86).

Servicios públicos

Según el Plan Departamental de Desarrollo 2012-2015 el sistema de acueducto en San Andrés se abastece por medio de aguas subterráneas, aguas marinas y aguas lluvias. La comunidad hace uso de estas aguas a pesar de los altos niveles de sali-nidad y mala calidad. Existen también pozos privados con permisos de concesión de Coralina para actividades comerciales. La red de distribución se encuentra di-vidida en cuatro sectores principales: North End, La Loma, El Cove y San Luis. La empresa Proactiva tiene autorización para la explotación de 40 l/s y en la actualidad

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tiene una captación de 24 l/s, aproximadamente. Hay baja calidad por la falta de mantenimiento en redes, inadecuado almacenamiento del agua, contaminación, deterioro del recurso y mal uso de fuentes alternas.

En Providencia y Santa Catalina el 80% de las viviendas se encuentran conecta-das al acueducto municipal. El servicio de agua llega a algunos sectores de las islas en un promedio de 2 días al mes alrededor de 12 horas. Se tiene una demanda de agua potable de 14 l/s, de los cuales la planta de potabilización produce 8 l/s. Sin embar-go, la baja cobertura y la poca calidad se deben a la inexistencia de redes de tubería madres para algunas zonas altas de la isla y al bajo suministro de agua (Gobernación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012b, p. 94).

En cuanto al alcantarillado, el Plan de Desarrollo 2012-2015 señala que San An-drés tiene una cobertura aproximada de entre el 32% y el 43% en el sector de North End, pues allí se presenta la mayor concentración urbana y de población (Goberna-ción del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012b, p. 93). En Providencia el servicio de alcantarillado no se presta porque solo existe un 20% de sistema instalado, la población utiliza pozos sépticos y un 5,6% descarga al mar. De otra parte, Santa Catalina cuenta con 659 metros lineales de red de alcantarillado con dos estaciones de bombeo y planta de tratamiento de aguas residuales (p. 94).

Las mayores problemáticas identificadas son baja cobertura, deficiencia de re-des, falta de gestión de recursos económicos, altos costos del servicio y renuencia de algunos sectores de la comunidad para conectarse al sistema de acueducto y alcantarillado. El inadecuado tratamiento de aguas residuales obedece a la falta de recursos económicos, de políticas puntuales y de seguimiento y control sobre el tema. Esto genera una disposición inadecuada de las aguas residuales, afectación a la salud ambiental en la zona rural y las zonas no conectadas, contaminación de acuíferos y afectación de la salud pública (Gobernación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012b, p. 93).

El servicio de aseo tiene tres componentes: 1) recolección, transporte, barrido y limpieza de vías y áreas públicas, prestado por la empresa de aseo Trash Busters S. A. E.S.P., que opera bajo el esquema de libre competencia; 2) disposición final, bajo la operación de la Unidad de Servicios Públicos del Departamento; y 3) limpieza de playas y zonas verdes, actualmente bajo la responsabilidad de la Gobernación Departamental, a través de la Unidad Administrativa Especial de Control de Ser-vicios Públicos (Gobernación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012b, p. 93).

En Providencia el servicio de aseo es deficiente para los caminos vecinales de la isla. La disposición final se realiza en el sitio denominado Blue Lizard, operado en la actualidad por el municipio. Todos los días se procesan 3,5 toneladas de re-

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siduos sólidos (Gobernación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, 2012b, p. 94).

Seguridad y convivencia: condiciones de seguridad

y violencia intrafamiliar

El Plan de Desarrollo 2012-2015 señala que el crimen y la violencia constituyen un grave problema social y los índices de delincuencia van en aumento, lo que obvia-mente afecta a toda la población. Entre los años 2007 y 2011 hubo un incremento de los homicidios que pasaron de 8 a 22. Factores como la intolerancia, falta de reso-lución de conflictos, guerras ente grupos organizados al margen de la ley (pandillas y narcotráfico) explican este incremento (p. 153).

La Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana 2015 (dane, 2015) señala que para el año 2014, en San Andrés, 2.000 personas mayores de 15 años han sido víctimas de algún delito: hurto a personas, hurto a vehículos, hurto a residencias, lesiones personales y extorsión. De estas personas el 50% son hombres y el 48% mujeres. El grupo etario en el que más personas han sido víctimas de algún delito se encuentra entre los 50 años y más, con una representación del 34,4%, seguido del grupo etario comprendido entre 15 y 29 años, con una representatividad del 27%.

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El turismo en el Archipiélago de San Andrés,

Providencia y Santa Catalina

El turismo mundial se ha incrementado considerablemente después de la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por un dinamismo global, una expansión geográfica y una contribución económica a los países. De 1995 al 2013 el turismo mundial se ha incrementado más del doble, considerándose el mayor negocio internacional después de los productos químicos, los productos alimentarios y la industria au-tomotriz. Específicamente en Colombia, el turismo es el tercer sector productivo después del petróleo y el carbón: el Caribe colombiano es la región líder pues en este sector se ubican los principales destinos visitados por turistas nacionales y extranjeros: Cartagena, Santa Marta y San Andrés (James, 2014, pp. 15-17).

A pesar de que el Archipiélago recibe más de 500.000 turistas al año y de que presenta una tasa de crecimiento anual superior al promedio nacional, “el 66,9% de los isleños enfrenta altos niveles de pobreza y un gran porcentaje de la pobla-ción recibe ingresos muy bajos” (James, 2014, p. 16). Esto es debido a que se ha ido incrementando el porcentaje de la población que presenta Necesidades Básicas Insatisfechas (nbi), pasando del 33,31% en 1993 al 40,9% en el año 2005. Según da-tos del Sisben, la población con altos niveles de pobreza ha aumentado del 40% al 55%. Aunque el 50% de la mano de obra ocupada del Archipiélago se ha empleado en actividades relacionadas con el turismo y el comercio, según el dane (2012), de los 25.000 ocupados, más de 5.000 están subempleados y cerca del 70% reciben ingresos mensuales de menos de 1,5 salarios mínimos, y solo el 18% de la población ocupada gana más de dos salarios mínimos (James, 2014, p. 23).

El Archipiélago se caracteriza por ser el departamento más dependiente del turismo, donde la participación del sector Hotelería y Restaurantes dentro del pib departamental es más del 20%, en comparación con los demás departamentos (fi-gura 18). A pesar de esta alta participación del turismo en el pib departamental, el aumento de la población (figura 19) y el número de turistas llegados a las islas (figura 20 y tabla 18) han causado una gran variedad de problemáticas, que se verán con detalle más adelante.

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170

0 5 10 15 20 25

Amazonas

Arauca

Bogotá

Boyacá

Caquetá

Cauca

Chocó

Cundinamarca

Guaviare

La Guajira

Meta

Norte de Santander

Quindío

San Andrés y Providencia

Sucre

Valle

Vichada

30

Figura 18. Participación porcentual del sector Servicios y Restaurantes dentro de los pib

departamentales, a precios del 2010. Fuente: Elaboración de Johannie James (2014) con base en

cifras del dane.

1951 1964 1973 1985 1993

70.000

60.000

50.000

40.000

30.000

20.000

10.000

01999 2005

5.675

16.731

22.983

35.936

50.094

57.32459.573

Pob

laci

ón d

el A

rch

ipié

lago

Figura 19. Evolución histórica de la población del Archipiélago, 1951-2005.

Pese a que el turismo genera ingresos al Departamento, estos recursos no se están distribuyendo entre la población local, por lo cual es necesario el fomento de otro tipo de desarrollo dentro de la isla, como la promoción del turismo sostenible a partir de la flora y fauna que se encuentra en las islas (James, 2014, pp. 23-24).

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Tabla 18. Turistas llegados a San Andrés, 1960-2001

Año 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968

Total 54.217 54.299 60.100 86.058 73.976 40.936 66.400 73.029 59.011

Año 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977

Total 77.286 78.671 109.612 105.729 122.847 160.080 108.599 146.822 178.699

Año 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986

Total 195.237 188.493 204.762 217.964 275.628 239.429 227.899 251.143 296.641

Año 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995

Total 318.694 295.627 300.973 307.488 299.708 299.644 392.285 393.733 365.550

Año 1996 1997 1998 1999 2000 2001

Total 432.973 409.959 413.365 369.256 348.538 306.083

Fuente: Meisel (2003, p. 13).

3 5 7 9 11 23

Año

25 27 29 31 33 35 37 39 4117 19 21

45.000

40.000

35.000

30.000

25.000

20.000

15.000

10.000

5.000

0

13 15

Can

tid

ad d

e tu

rist

as

Figura 20. Turistas llegados a San Andrés, 1960-2001. Fuente: Aguado (2010).

El impacto del turismo y la explosión del crecimiento demográfico han causado la degradación de los recursos naturales por la sobreexplotación del capital natural, la destrucción del hábitat del manglar (Guerra González, 2013, p. 159), la escasez de

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agua, la acumulación de basuras sobre todo en las zonas costeras, la degradación de los ecosistemas naturales y la pérdida en la calidad del paisaje (Aguado, 2010, p. 45).

De igual manera, la promoción de políticas del Estado a nivel central no ha ayudado a mitigar o controlar esta situación; la promoción de hoteles de cadena con exenciones de impuestos hasta de 30 años y la ausencia de control efectivo en el número de turistas profundiza esta problemática. La infraestructura hotelera, está ubicada en recursos costeros de mayor biodiversidad, marginalizando de esta manera a comunidades tradicionales que se ven obligadas a avanzar sobre bienes naturales de mayor susceptibilidad y rareza.

El turismo desde la declaratoria de Puerto libre

Desde que en 1953 se declaró la isla como puerto libre y por medio de la ley 127 de 1959 se impuso un nuevo modelo de desarrollo con el que el Gobierno nacional pretendía integrar la vida del Archipiélago al continente colombiano a través del comercio y el turismo, se estableció un cuartel de infantería de marina, una su-cursal del Banco Popular, la creación de 50 becas a los mejores estudiantes para estudiar en el territorio continental, la elevación de los sueldos a los maestros que quisieran enseñar allí, entre otras medidas. De igual manera, la creación de puerto libre fue impulsada y gestionada por la debilitada clase comercial de San Andrés que dominaba el comercio del coco y que vio en esta situación una oportunidad de dinamizar el desarrollo local (James, 2014, pp. 58-59).

La crisis de la economía cocotera se dio ante la lenta comunicación marítima, una comunicación aérea inexistente, una deficiente comunicación interna, la fuer-za laboral envejecida y problemas en cuanto a los servicios básicos como educación y salud. Todos estos factores hicieron que la gente apoyara la declaratoria del puerto libre para reorientar la economía local, que pasa de ser una economía agroexpor-tadora hacia el turismo como actividad económica (James, 2014, p. 62).

Se generó una inversión del capital privado en la construcción de infraestruc-tura hotelera y comercial (en 1962 se inició la construcción de la primera infraes-tructura hotelera en San Andrés, y en Providencia las primeras excursiones de tu-rismo se iniciaron en 1958) (James, 2014, p. 65), así como se empezó a marginar a la población local —los raizales— de las principales actividades económicas relativas al comercio y al turismo, relegando de esta manera la agricultura y la pesca y pro-duciendo la pérdida de territorialidad de la comunidad isleña (Aguado, 2010, p. 71).

Dicha declaratoria a partir de incentivos comerciales y fiscales fomentaba a partir del Gobierno una visión de vocación de San Andrés sustentada en favorecer el turismo recreativo. De 1930 a 1975, se concentraron los esfuerzos en el fortale-cimiento de la demanda interna de productos agrícolas, abandonando el sector

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agrícola exportador y local (James, 2014, p. 82). Por ello, el distanciamiento del proceso productivo agropecuario por parte de la población nativa se presentó ante una disminución del área destinada para la producción agrícola y un aumento de la población nativa dedicada a las actividades de comercio y turismo.

Sin embargo, en esta época el Gobierno poco hizo, pues el poder económico seguía en manos de extranjeros, excluyendo a la población de la dinámica eco-nómica, el detrimento cultural y la pérdida de sus tierras. La llegada del turismo internacional fue grande durante los años sesenta y la primera mitad de los años setenta. Sin embargo, este se empezó a reducir desde la segunda mitad de la déca-da de 1970. Es así, como en la década de 1980 se intensificó la llegada de un nuevo turismo nacional ante el proceso de masificación del turismo que se adelantaba en América Latina (James, 2014, pp. 85-124).

El modelo del puerto libre empezó a colapsar a partir de la constitución de 1991, que establecía el modelo de apertura económica, restando ventajas competitivas a los productos vendidos en las islas, que hasta el momento habían disfrutado de exenciones tributarias. Estas exenciones habían permitido ofrecer precios más ba-jos en comparación con los precios en el continente. No obstante, la apertura econó-mica aumentó la competitividad con los servicios y productos dados en el territorio continental. Con las medidas implementadas, las importaciones experimentaron una sustancial caída y se buscó implementar una reacomodación económica a par-tir de las construcciones de hoteles cinco estrellas en las islas y el ofrecimiento de otros servicios turísticos que pudieran competir, como el llamado paquete todo incluido (James, 2014, pp. 175-192).

Aunque la constitución le otorgó a la población de las islas autonomía política, administrativa y fiscal,

en lo económico, la nueva constitución enfrenta al Archipiélago el reto de cambiar su modelo de desarrollo. Por un lado, la política de apertura económica e internacionalización de la economía acaba con los privile-gios del puerto libre, y por el otro, la imposición de la búsqueda del de-sarrollo sostenible entra en contradicción con el desarrollo consumista y depredador que se ha venido dando en las islas. (James, 2014, p. 206)

Después de la crisis económica por la nueva apertura contemplada en la Consti-tución, entre los años 2000 y 2009 se evidenció una lenta recuperación del turismo por la afluencia de visitantes extranjeros, así como la agudización de problemas so-ciales como el narcotráfico. A partir del 2010, se dio un incremento significativo en el número de turistas nacionales, generando grandes efectos sobre el medio insular como una presión antrópica sobre los recursos naturales. El repunte en el turismo internacional experimentado entre el 2003 y el 2006 en el Archipiélago pudo de-

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berse a la identificación a nivel internacional como uno de los pocos lugares seguros en Colombia para la visita de personas extranjeras (James, 2014, pp. 219-223).

De igual manera, desde el 2009 se produjo un vertiginoso crecimiento por la implementación del Plan Estratégico de Turismo formulado por el Ministerio de Turismo, Industria y Comercio, que tenía como propósito el mejoramiento de la competitividad, el crecimiento sostenible y el desarrollo económico y social de las regiones. Con este propósito, se estableció el Decreto 2755 del 2003 que generó la exención del impuesto de la renta hasta el 31 de diciembre del 2032, como estímulo tributario a las inversiones en construcción de nuevos hoteles y remodelaciones o ampliaciones. Por lo tanto, este decreto ha sido aprovechado por varios hoteles para realizar remodelaciones a instalaciones y fachadas (James, 2014, pp. 235-237)

Algunas problemáticas

Actualmente, el sector turístico en la isla está dominado por cadenas hoteleras que dominan gran parte del mercado y se concentran en los planes todo incluido, que dejan pocos recursos a las islas, más allá de los pocos empleos que pueden generar para sus habitantes. El 44% de los hoteles que operan en la isla, correspondiente a los 15 hoteles más grandes, no tributan en el departamento, sino que pagan los impuestos en otras ciudades del país. Por ello,

la declaración del Archipiélago como Reserva Mundial de la Biosfera exi-ge un compromiso adicional con el desarrollo sostenible del territorio insular, pero la estructura actual de la economía no favorece este tipo de desarrollo. La concentración de los dos principales sectores econó-micos en manos de multinacionales y cadenas comerciales, además de desestimular la inversión privada, limita la irrigación de ingresos a la economía local a aquellos generados por el empleo. (James, 2014, p. 246)

De igual manera, la Secretaría de Turismo registra los turistas que ingresan a la zona, pero no cuántos de estos salen o cuántos de ellos se quedan ilegalmente en el Archipiélago. Todas estas situaciones han producido una pérdida de la calidad de vida (Pomare, 2014, pp. 19-24).

Según la Controlaría General de la República, el grave deterioro de la isla se debe principalmente al mal manejo de basuras y a la explotación no regulada de los acuíferos por parte de los hoteles. Los habitantes sienten que el modelo turístico de la isla no promueve la conservación de las áreas naturales de manera efectiva, siendo los planes turísticos todo incluido excluyentes y poco respetuosos con las for-mas de vida de las comunidades donde se desarrollan las actividades y los servicios (Guerra, 2008).

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De igual manera, la Procuraduría General de la Nación encontró que los cayos Bolívar y Albuquerque presentan afectaciones que amenazan la continuidad de sus ecosistemas y se ha acentuado la desaparición de las aves que habitaban allí. Por esta razón, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina ordenó en el 2016 el cierre de estos cayos para el turismo. En la inspección realizada por la Procuraduría se señaló que en dichos lugares se encontraron residuos sólidos, aguas residuales, letrinas, daño de manglares con vertimiento de aceites de cocina, tala de vegetación para instalación de carpas, afectación de la fauna y sobreexplotación pesquera. Con el cierre, se ha buscado la recuperación del ecosistema y la reforestación de los manglares afecta-dos (El Espectador, 2016).

El deseo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo en el posconflicto es el aumento del turismo sin medir la capacidad de carga de las islas y los riesgos por el exceso combinado de población y visitantes. El crecimiento del turismo en San Andrés nunca ha sido organizado, donde los intereses colectivos se han visto nece-sariamente perjudicados en contraposición con los intereses de quienes se lucran del crecimiento enfermizo (Márquez, 2017, El isleño).

Para Ana María González (2002), otra de las problemáticas presentadas es que la comunidad sigue creyendo que el turismo debe seguir desarrollándose para pro-mocionar un avance económico, dejando en último término la promoción de acti-vidades culturales (p. 48). En la investigación que realizó los resultados mostraron que mientras a los nativos les atraen más los aspectos relacionados con el turismo como se ha venido presentando, a los continentales les interesaría intentar un tu-rismo enmarcado en modelos compatibles con la naturaleza.

Por esta razón, Ana María González (2002) enfatiza que:el discurso retórico de cambiar de modelo de desarrollo, modificar el tipo de turismo, respetar los ecosistemas, hacer las cosas mejor para estar en armonía con la naturaleza, no tiene ningún sentido, mientras las comunidades y los individuos no tengan la capacidad para recono-cer que hay que hacer otra clase de cosas y replantearse un cambio de valores. (p. 108)

No obstante, en un diagnóstico poblacional realizado en el 2014 por Maritza Po-mare, se afirma que las comunidades tradicionales buscan una mayor inversión en la parte agrícola, así como una recuperación del uso de la tierra. Con esto, plantean como posible alternativa al turismo actual, el agroturismo. Se presenta un rechazo por parte de esta población, a los turismos exclusivos y masivos que generan pro-blemáticas como: la prostitución y el daño a la naturaleza (p. 43).

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Para ello, muchos raizales ya han ido buscando y desarrollando estrategias para un turismo más amigable con el medio ambiente como piscinas naturales, parques ecológicos rodeados con frutales, senderos y nuevos lugares que han sido adecuados por la población para satisfacer los intereses de los turistas, preservando el medio ambiente y cumpliendo las exigencias de las autoridades (Moreno, 2014). Es nece-sario buscar un equilibrio entre el número de turistas, la capacidad de carga y la garantía de la sostenibilidad. Dicho equilibrio resulta de una mejor organización del sector del turismo, así como de un trabajo con las comunidades (Márquez, 2017).

Para el Estado como para los habitantes del Archipiélago es visible que se re-quiere de un cambio en el modelo de desarrollo económico actual, dirigiéndolo a un nuevo esquema que privilegie un escenario como el de diversificación con-junta y sostenible. Dicho modelo propone la construcción de un cogobierno y una coadministración de los recursos con la comunidad, así como la integración de lo público con lo común, para tener un esquema de origen local y ajeno a los intereses particulares (Guerra González, 2013, p.162).

Se hace necesario poder apoyar la pequeña hotelería para que promueva la conservación de los recursos, la interculturalidad real y una mayor participación económica de la población local, estimulando, de esta manera, las buenas prácticas mediante el otorgamiento de sellos de calidad ambiental a los establecimientos turísticos respetuosos de los recursos naturales (Guerra, 2008, Semana).

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