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Facultad de Filosofía y Letras (UBA) Maestría en Análisis del Discurso Seminario La confluencia del discurso humorístico-literario en algunas publicaciones periódicas y en algunos escritores argentinos Dictado por el Dr. Eduardo Romano –2º cuatrimestre 2008– Algunas reflexiones sobre el discurso humorístico de Roberto Arlt Análisis de los textos publicados en la revista Don Goyo Ricardo Terriles

Monografía Arlt en Don Goyo

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Análisis de los trabajos de Arlt publicados en la revista "Don Goyo".

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Page 1: Monografía Arlt en Don Goyo

Facultad de Filosofía y Letras (UBA) Maestría en Análisis del Discurso

SeminarioLa confluencia del discurso humorístico-literario en

algunas publicaciones periódicas y en algunos escritores argentinos

Dictado por el Dr. Eduardo Romano–2º cuatrimestre 2008–

Algunas reflexiones sobre el discurso humorístico de Roberto Arlt

Análisis de los textos publicados en la revista Don Goyo

Ricardo Terriles

Junio 2009

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Introducción

En este trabajo retomo y amplío la presentación que realizara, junto con Arlenka Klas, en el marco del Seminario. Oriento mi trabajo hacia la caracterización del humor arltiano tal como aparece en los textos que publicara en Don Goyo.

En esta perspectiva, recurro a la bibliografía crítica para contextualizar el análisis, y considero sus aportes para una caracterización del discurso humorístico de Arlt en esa etapa de su producción.

La sección de análisis aborda la totalidad de los textos publicados en Don Goyo. He preferido un acercamiento más extensivo que intensivo en vistas de la imposibilidad de acceder al material en su contexto de aparición (los ejemplares de Don Goyo), entendiendo que el recorrido transversal por todos los textos permite, al menos, construir una caracterización relativamente precisa del discurso humorístico arltiano.

La revista Don Goyo

Don Goyo era una publicación humorística que, según Sylvia Saítta, se inscribía en la línea de Caras y Caretas: para esta autora, se trataba de “una revista de entretenimientos, popular y miscelánea, cuyo modelo es la ya clásica Caras y Caretas” (Saítta, 2008: 48). Publicada por la Editorial Haynes (con la que Arlt seguirá vinculado a lo largo de toda su vida), la revista comienza a aparecer en octubre de 1925, y a fines de 1925, reconocía vender 40.000 ejemplares, lo cual constituye una “buena cifra de lectores” (Romano, 2007: 7). La dirección de Don Goyo era responsabilidad de Conrado Nalé Roxlo, que era amigo de Arlt desde la adolescencia. Si bien Arlt ya había incursionado en la labor periodística, la participación en Don Goyo fue el primer trabajo estable y rentado vinculado con el periodismo.

Eduardo Romano nos da una semblanza más completa de la publicación. Se trata de una publicación que se pretende “no política”, pero que trasunta, sin embargo, una ideología más bien conservadora, lo que puede advertirse en sus críticas al radicalismo en ese momento gobernante, y en la construcción del personaje que da título a la publicación, fundado en estereotipos (icónicos y textuales) propios del discurso de los dominantes social y económicamente.

En lo que hace al tipo de intereses de la publicación, más allá de la escritura humorística, Romano señala que se le daba lugar a cuestiones del espectáculo, dando espacio a “actrices de los escenarios de variedades y, en menor cuantía, a los actores del cine norteamericano” (2007: 5). Ahora bien, con respecto al humor, la publicación se nutre de trabajos nacionales y extranjeros. Sylvia Saitta menciona a los escritores nacionales: colaboran en la revista Luis Cané, Eduardo Mallea, Juan José de Soiza Reilly, Pozzo Ardissi, Alfonsina Storni, Manuel Ugarte, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez, quien envía sus notas desde París (Saitta, 2008: 48-9). Romano agrega otros nombres a la lista (Edmundo Montagne, Pablo Suero, Josué Quesada, Pedro Herrero) y señala que la publicación rescataba, periódicamente, “algunas firmas de humoristas-costumbristas de la generación anterior, como Fray Mocho o Félix Lima” (Romano, 2007: 7). También nombra a las “muchas plumas extranjeras” que solían aparecer en las páginas de Don Goyo: Guy de Maupassant, Marcel Prévost, George Courteline, Pierre Mac Orlan, Pérez Bojart, Fernández Flores, Mark Twain.

Retomando las observaciones en relación a la posición política del semanario, Romano dirá que en 1926 –momento en el que Arlt comienza a trabajar– “el debate literario desplaza bastante al político” (2007: 7), cuestión que podría asociarse con la llegada de Marinettí a nuestro país (a Buenos Aires). En general, –por lo que sugiere

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Romano– la posición ante esta vanguardia es de burla1. Más allá de este giro temático, señala Romano otros tópicos humorísticos abordados por la publicación: “el semanario centró su comicidad en otras costumbres cambiantes: las modificaciones que la velocidad del automóvil imponía al ritmo callejero y cierta ‘masculinización’ de la mujer, cuyo símbolo era el corte de melena a la garçonne. En tal sentido, se destacan las periódicas colaboraciones de Sofía Espíndola (…) alarmada por el desdibujamiento de límites precisos entre ambos géneros” (Romano, 2007: 9).

La participación de Arlt en la publicación: aportes de la crítica

1. Diferencia de enfoques: la cuestión del contexto Hay, en los materiales críticos con los que he trabajado (García, 1996; Romano, 2007; Saítta, 2008), un punto de coincidencia que, a pesar de su carácter aparentemente trivial, permite trazar una línea de demarcación entre los enfoques, señalando así una orientación para el análisis. En los tres trabajos se intenta establecer algún tipo de relación entre los textos de Arlt publicados en Don Goyo y el resto de su producción. Ahora bien, es el modo y alcance de esta relación lo que marca las diferencias.

En el caso de García, ya la manera de situar a los textos indica su abordaje:

La serie de veintidós notas que se inicia con la ‘Epístola de los baúles’ fue publicada a partir de enero de 1926 en la revista Don Goyo, dirigida por Conrado Nalé Roxlo. Estos textos son, por ello, de ejecución ligeramente ulterior a la de su novela inicial, El juguete rabioso, cuya primera edición es de octubre de 1926; que su rescate valga, entonces, para complementarla y, sobre todo, para asistir al proceso formador de los perfiles típicos de la ciudad, línea directriz de la estética arltiana.. (1996: 8)

Poco más adelante, agrega: “Suerte de ensayos o borradores de trabajos más ambiciosos, la mayoría de estas obras constituyen simplemente bosquejos de tipos: en ellas el componente narrativo se encuentra casi ausente, siendo la descripción de formas y comportamientos de los personajes lo que prevalece (ibídem). Más allá de que se pueda discrepar con su análisis2, queda claro que García está interesado en Arlt escritor (novelista, cuentista, dramaturgo) y no tanto en su labor periodística,

El trabajo biográfico de Sylvia Saítta propone un enfoque diferente3, que ya no pone la atención solamente en el Arlt literato, y que busca contextualizar la producción

1 En varias de las notas de Arlt aparece el sintagma “la nueva sensibilidad”, siempre usado de modo irónico o burlón.2 En mi opinión, los textos que más pueden vincularse con la novelística de Arlt son los que mayor desarrollo narrativo tienen. Así, uno podría inscribir a “Mi traje y el teniente coronel”, “La aventura con el cosmético”, “El gallinero matemático” y “El Regimiento 8º ‘Cazadores de Queso’” en el universo del Bildungsroman picaresco propio de El juguete rabioso, mientras que “El dinamitero” se inscribe en el imaginario de Los siete locos-Los lanzallamas. Curiosamente, estos textos –los más trabajados desde el punto de vista narrativo– no son los más aptos para estudiar el discurso humorístico de Arlt, ya que centran toda su “gracia” en la anécdota que relatan.3 Tal como indica la propia autora: “Esta biografía se propone iluminar a Arlt, no sólo como un escritor de novelas, cuentos, obras teatrales y crónicas periodísticas, sino principalmente como una figura histórica, como una trayectoria que implica una peculiar condensación de ciertos problemas de la sociedad y de la cultura. Me propuse pensar a Arlt como una nueva figura de intelectual, producto de la masificación y comercialización de la prensa y de la literatura, tensionado por las definiciones estéticas y políticas que el período que abarca su vida imponía a sus intelectuales. A través de su trayectoria como escritor y periodista, y de sus intervenciones públicas, me propuse cuestionar la difundida imagen romántica que identifica a Arlt con los atormentados personajes de su ficción y comenzar a desmitificar la construcción de una imagen de escritor advenedizo en la literatura, poco reconocido y relegado por sus pares o la crítica.” (Saítta, 2008: 10)

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y las intervenciones arltianas en el horizonte de su época. Saítta dice que las notas quincenales que Arlt publica en Don Goyo son “antecedente de sus aguafuertes porteñas” (2008: 48), pero –quizás por el alcance de su trabajo– no avanza en ese camino de contextualización.

Es en el trabajo de Romano donde encontramos la profundización de dicha senda. Romano coincide con Saítta en señalar los nexos entre los textos publicados en Don Goyo y las Aguafuertes, pero agrega una cuestión de importancia:

Se trata de un tipo de notas periodísticas que, en gran medida, anticipan lo que serán, a partir de mayo de 1928, las Aguafuertes que escribe para el diario El Mundo, pero con la salvedad de que están destinadas a un Semanario Humorístico Argentino y exigen ser leídas, por tanto, en atención a un hipertexto con el cual el lector aspiraba a divertirse. (Romano, 2007: 4)

Entiendo que este señalamiento es un punto importante para orientar el análisis4, en la medida que lleva la necesidad de contextualizar al territorio en que ubicaré mi trabajo, vale decir, las características del discurso humorístico arltiano en sus trabajos en Don Goyo.

2. Elementos para la caracterización del humor arltiano en Don GoyoLa diferencia de los abordajes críticos trabajados se manifiesta, en este nivel, en términos de las pistas que proveen para cernir los rasgos característicos del humor arltiano en esta etapa de su producción. Así, la biografía de Saítta destaca el rasgo autobiográfico5 de los textos, en tanto que “se caracterizan por ser relatos breves, escritos en primera persona, con marcado acento autobiográfico. Arlt narra pequeños episodios de su adolescencia y juventud o, con ironía, toma a personas reales, miembros de su familia o conocidos del barrio de Flores, y los convierte en personajes de situaciones absurdas” (Saítta, 2008: 49).

Por el tipo de enfoque –más “inamanentista”–, el prólogo de García deja como saldo algunas observaciones de interés. Algunas refieren a un rasgo común a la obra de Arlt (y presente en los textos publicados en Don Goyo), la descripción de tipos sociales, a los que García se refiere en términos de “fauna urbana”. Para iluminar la especificidad del trabajo de Arlt, García recurre a una comparación con Quiroga. Así, señala que mientras el personaje de Quiroga es presentado por el narrador en dos planos temporales –un pasado épico y un presente degradado–, en el caso de Arlt

… sólo contamos con la fase actual del personaje, es decir, aquella contemporánea a la mirada del narrador. También aquí esa mirada directa implicará un marcado carácter degradativo, aunque el mismo se logre, principalmente, mediante la exageración en el trazo del rasgo tanto físico como moral. Por eso el tipo arltiano posee una dimensión caricaturesca que se halla muy atenuada o es directamente inexistente en el quiroguiano. Además, en el caso de Arlt se observa un método reforzador del proceso descripto: la

4 A decir verdad, el planteo de Romano reclama, para un análisis minucioso, la confrontación con el contexto de la publicación (vale decir, el “hipertexto”), con vistas a (1) analizar comparativamente el estilo humorístico de Arlt en relación con el de los otros autores, (2) analizar la articulación entre las diferentes “materias significantes” en cada uno de los textos, vale decir, el modo de emplazamiento del texto escrito, las imágenes que lo acompañan, etc.5 Ahora bien, la misma Saítta señala que Arlt contribuyó a forjar una imagen mítica de sí mismo, “porque está más preocupado por la construcción de una imagen pública acorde a lo que él considera que debe ser el retrato de un escritor, que por dar un testimonio verdadero de su propia vida” (Saítta, 2008: 9). En ese sentido, podría decirse en términos de Bajtin que el rasgo autobiográfico en los textos de Don Goyo, más que reflejar la propia vida de Arlt, la refracta en la clave picaresca que utilizara, más o menos para la misma época, en El juguete rabioso.

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conjunción de fórmulas expresivas rígidas (el sermón, la carta de pésame, la carta abierta, la apología, etc.) con un contenido extravagante o un emisor marginal. ” (García, 1996: 8-9)

García agrega: “La autonomía entre marginación del tipo y centralidad del género discursivo elegido para expresarlo profundiza el efecto caricaturesco y constituye un mecanismo generador de comicidad” (García, 1996: 9).

Un poco más adelante García nos proporciona una descripción de los mecanismos puestos en juego por Arlt en estos textos humorísticos, y hace una apreciación acerca de ese humor. Para ello se basa en observaciones de Omar Borré, quien señalaba la presencia de anticlimas en la obra de Arl:

Se observa entonces una constante bastante marcada en los textos pertenecientes a la serie de Don Goyo: adoptar una forma discursiva solemne o por lo menos muy codificada para dar cuenta de su contenido ridículo… ese parecería ser uno de los mecanismos fundamentales del humorismo arltiano por ese entonces, aunque los resultados –hay que reconocerlo– no siempre sean parejos. De todos modos, el uso de fórmulas fijas provenientes de la religión… para referirse a comisionistas y tenderos… constituye un caso indiscutible de efecto de anticlima operado ente forma y contenido y, además, de lo que dimos en llamar estética del baúl o conjunción en un mismo ámbito textual de elementos disonantes, dispares” (García, 1996: 11).

Si las observaciones de Saítta surgían a partir de los textos más narrativos, y las de García de los textos predominantemente descriptivos, en Romano aparece otro corte, que enfoca en los aspectos “metaliterarios” de los textos, vale decir, en las diferentes tematizaciones del quehacer literario que aparecen en los textos, y que contribuyen a la construcción del posicionamiento del propio Arlt.

Romano indica que “Arlt usó estas notas… para construir un perfil literario de sí mismo que lo convenciera y distinguiera” (Romano, 2007. 12), señalando que el procedimiento epistolar6 “le ofrecía un nexo de intimidad, un interlocutor muy cercano” (ibídem). En esta línea, y ya en las conclusiones de su trabajo, dirá Romano que “Arlt compone un perfil determinado de escritor a través de buena parte de estas notas. Por fuera de los que escriben gracias a sus rentas familiares o personales y de los que se embanderan en el artepurismo o el arte social, sin llegar ninguna síntesis dialéctica superadora” (Romano, 2007: 15).

Del examen de la crítica trabajada surgen una serie de consecuencias para el análisis. En primer lugar, el hecho de que, más allá de las restricciones que suponen el hecho de disponer solamente de los textos tal como aparecen en una compilación, se debe orientar el análisis hacia la búsqueda de la especificidad del discurso humorístico arltiano en este período de su producción. Por otra parte, Saítta y Romano nos inclinan a prestar atención a la disposición enunciativa por medio de la cual Arlt se va construyendo como autor, mientras que García aporta pistas de ingreso al horizonte de los recursos de estilo que Arlt pone en juego para construir su discurso humorístico.

Aproximación general al análisis de los textos

6 Este aspecto enunciativo será considerado en la sección de análisis.

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Si bien construir una clasificación coherente de los textos parece ser una tarea difícil –y, en cierto sentido, ociosa7–, me parece necesario, a modo de primer acercamiento al corpus, el examen de algunas de sus regularidades8.

Los textos se reparten en tres formas genéricas principales9. En primer lugar tenemos textos de tipo narrativo, que por lo general remiten a anécdotas de talante autobiográfico. En segundo lugar aparecen textos que se inscriben en el género epistolar10, suerte de “cartas abiertas” en donde el autor entabla diálogo con personajes diversos. Finalmente, encontramos textos más descriptivos, que se concentran en el género del retrato.

Cabe señalar, retomando el planteo de Romano acerca del “nexo de intimidad” que se establecía entre autor y público, que esa suerte de “contrato de cercanía” se manifiesta también en las formas genéricas que no recurren al procedimiento epistolar. En ese sentido, el hecho de que los textos narrativos sean relatados por lo general en primera persona, y que se sitúe su anécdota en el horizonte autobiográfico funciona en la misma dirección. Lo mismo puede decirse de las intervenciones por las que el autor interpela a sus lectores en los textos descriptivos. Al respecto, y como ejemplo, podemos considerar el comienzo de “El hombre feliz”:

Sí, aunque a ustedes les parezca mentira lo que yo les voy a decir, insisto en comunicarles:

El hombre feliz tiene camisa, y es confitero con camión para repartir sus pastas, y tiene una mujer gorda y fea y una niñita preciosa… y ha comprado… ¡oh, asómbrense ustedes!... ha comprado y con eso demuestra que es absolutamente feliz, ha comprado ya su sepultura. (Arlt, 1996 [1926]: 79)

Desde el punto de vista de los temas abordados, la descripción de la “fauna urbana” (como la llama G. García), ya sea en su variante pequeñoburguesa o en la marginal (delincuentes, conspiradores) tiene un lugar importante. Dentro de este espectro temático podemos considerar, como un tópico específico, la cuestión del mundo literario. Por otra parte, y como señalé anteriormente, los textos narrativos remiten, de modo predominante, a lo que aparece como autobiográfico. Finalmente, las cuestiones municipales ocupan también un lugar entre los textos.

Desde el punto de vista retórico, Arlt recurre a la repetición, a la comparación y al contraste. En esas comparaciones y contrastes, suele ser hiperbólico. Por otra parte, tenemos recursos más específicos del discurso humorístico, como la ironía, el sarcasmo o la caricatura. En la sección siguiente, en la que profundizo el análisis, veremos cómo estos recursos se ponen en juego.

7 Dado que la clasificación de los textos, bajo el supuesto de la regularidad, oscurece la historicidad de su aparición. 8 Me inspiro para esto –bastante libremente– en las elaboraciones de Oscar Steimberg quien, buscando criterios para la descripción de géneros y estilos, delimita tres planos –temático, retórico y enunciativo– en donde pueden observarse rasgos invariantes. No obstante, reconozco los límites de la categorización genérica: el primer obstáculo metodológico que presentan es su grado de abstracción (los textos concretos suelen presentar cruces o hibridaciones genéricas); el segundo, la historicidad de los géneros.9 Hablo de “formas genéricas” en sentido amplio, en principio por los argumentos expuestos en la nota previa. Para pensar estas “formas genéricas” considero principalmente la situación enunciativa que construyen y el modo del discurso predominante. Considero que las tres formas genérica que describo abarcan la casi totalidad de los textos, con las excepciones de “Fantásticos proyectos para modernizar a Buenos Aires”, texto más bien expositivo en clave paródica, y “Nuestra policía, la mejor del mundo”, que remeda el texto de una obra teatral.10 Incluiría en esta categoría el texto “A un poeta bien vestido”, parodia de alabanza que sigue un esquema enunciativo similar al de la epístola.

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Análisis de los textos

“Epístola de los baúles” (26/01/1926)En este texto epistolar, el destinador responde a su destinatario (quien le habría anunciado que pensaba mudarse a la ciudad en donde residía el destinador, y que podemos asumir que se trataría de Buenos Aires11), para señalarse la inconveniencia de trasladarse “con exiguo equipaje”. Los baúles aparecen como signo de respetabilidad, por lo cual se ironiza acerca del trasfondo material de un valor social (tener baúles –tener posesiones materiales, es lo que hace “respetable” a una persona, lo cual se enfatiza hasta sugerir que lo que en realidad tiene valor son las posesiones). Un recurso repetido a lo largo del texto es establecer el “efecto de sentido” que la ostentación de la posesión de baúles produce en diversos personajes. En un lenguaje un tanto arcaizante12, el autor marca el contraste entre el carácter filisteo de los personajes y el cambio de actitud que les produce la contemplación de los baúles:

“El hotelero más protervo y bellaco, la menestrala más sórdida y taimada se enternecen en tu presencia, mejor dicho, en presencia de tus baúles; los mucamos se derriten por servirte, y hasta el último galopín de cocina sueña en serte útil, y se honra con tus baúles. (Arlt, 1996 [1926]: 67)

En la medida que el destinatario pareciera dedicarse a las artes literarias (“¿dónde ha quedado tu sutileza estética y esa ‘nueva sensibilidad’ de la que haces alarde?”), el texto también ironiza sobre el contraste entre la respetabilidad burguesa y las aspiraciones artísticas. Esta temática es resaltada por la anécdota que “en abismo”, se refiere hacia el final del texto (la del poeta que narra su incomodidad cuando, al casarse con una mujer “poderosa en dinero”, pretende ocultar que todas sus pertenencias –sus escritos– caben en una caja de zapatos).

“Epístola a los genios porteños” (23/02/1926)La temática es la vanidad de los escritores. Se trata de un texto en donde el destinador se burla de los escritores de Florida y de Boedo, a quienes se dirige alternativamente en la epístola. Al hacerlo, trabaja por oposición, dando cuenta de los tics de cada grupo, que se señalan por medio de elementos lingüísticos que, en vez de parodiar13, categorizan por contraste (“Si usted se pasea por Florida…” versus “si usted democratiza por Boedo”. Se advierte el recurso al sarcasmo:

Yo no discuto que no sea usted un genio. Más aún, habiendo leído su libro de versos cojos y su novela jorobada, aunque usted, a simple vista, me demostró que no es un genio, yo, por una razón psicológica que está más allá de todas las razones humanas, admito que usted es un genio; más aún, afirmo que usted es un genio, que tiene que se un genio…, y esto me deja tranquilo, feliz y contento. (Arlt, 1996 [1926]: 69)

También aparece la ironía, como puede verse en lo que sigue:

11 Hay que tener en cuenta que los textos aparecían firmados. Dicho paratexto (Genette) ancla la significación, y por lo tanto construye el horizonte de expectativa que permite asumir que se trata de una carta que un porteño le dirige a un habitante del interior.12 Que contrasta, por lo demás, con el vocativo por el cual el destinador interpela a su destinatario (lo llama “Hermano”).13 Sin embargo, hay un rasgo paródico cuando se imita el modo en que los escritores de Florida hablan de Ramón Gómez de la Serna.

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Y usted, en Florida, barredor y dogmático como sumo pontífice de las letras, lo descuartiza a Dostoievsky y lo reduce a Tolstoi a las dimensiones de una lenteja, mientras que usted, en Boedo, me explica cómo Flaubert escribía sus novelas y lo fácil que le sería a usted, naturalmente, si usted quisiera, ser un literato superior a Flaubert. Mas yo lo entiendo, su genialidad, su democracia, no le permiten descender tanto. (Arlt, 1996 [1926]: 70)

En el remate del texto, se dice que, por encima, de sus diferencias, todos estos escritores, aún considerando “burros” a los jurados del concurso literario municipal, no dejan de enviar sus trabajos. Arlt subraya que es por eso que los escritores mandan sus escritos al concurso: vale decir, alude al dudoso valor de escritores que apuestan a ser juzgados por ineptos. Entiendo que, por estos rasgos, nos encontramos ante un texto satírico14.

“Mi traje y el teniente coronel” (02/03/1926)Se trata de una anécdota personal, vale decir, se inscribe en una temática autobiográfica (podemos ver en este texto remisiones a El juguete rabioso, y, por ende, pensarlo en la serie genérica novela de aprendizaje/picaresca). En ese marco, la narración da lugar a la descripción caricaturesca de tipos sociales: el retrato del teniente coronel, el sastre, los reclutas. La escena de la comida de los reclutas es típicamente picaresca15:

En efecto, había dado en la filantrópica ocurrencia de civilizar a los reclutas de mi compañía, compuesta de hombres de la sierra. Estos trogloditas, cuando tomaban la sopa, a coro hundían la nariz en la gaveta. De pronto uno levantaba la cabeza, miraba, y luego volvía a sumergir la nariz en el plato, haciendo “fua-fua”. Y era tal el ruido, que no parecían hombres, sino bestias cornudas bebiendo en una pileta. Y yo, para infundirles mejores costumbre cogía un pan, lo reblandecía suficientemente en mi sopa, y luego al que llevaba la batuta en hacer “fua-fua” con la nariz, a éste le estrellaba el proyectil en el cráneo.

Una lluvia de caldo y miga hacía respingar a los trogloditas, que se limpiaban el cogote con gesto taciturno.

Otras veces, para variar, era un trozo de grasa el que se plantaba en un testuz, y la frecuencia de estos bombardeos mantenía inquietos a los hombres de las cavernas, que devoraban con la cabeza levantada. (Arlt, 1996 [1926]: 73)

La anécdota refiere a un traje que el narrador, sin haber terminado de pagar, ha debido empeñar, y despliega los modos en que el narrador no solo consigue eludir el pago, sino también recuperar el traje. La mostración de la desfachatez y el cinismo del narrador se encaminan en la construcción de esa imagen de “enfant terrible” que Arlt plantea en su “Autobiografía humorística”.

El recurso a la ironía se repite a lo largo del texto. Por ejemplo, con un tinte paródico que podría remitirnos a la historia bíblica del “hijo pródigo”, y hablando del sastre: “Ni un padre para encontrar a su hijo perdido habría hecho más diligencias que mi sastre, y ahora su alma se regocijaba santamente en mi mansedumbre” (73).

“El poeta triste” (23/03/1926)

14 Para las nociones de sátira y parodia, me apoyo en los planteos de Linda Hutcheon.15 Se advertirá en el pasaje una “mezcla de lenguas” típica de Arlt, donde aparecen un hispanismo arcaizante (“cogía el pan”) al lado de una fórmulas coloquial más adaptada al castellano rioplatense (“al que llevaba la batuta”).

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Si bien tiene forma de relato, se diferencia de las anécdotas de corte autobiográfico, más realistas. Se trata de algo más cercano a lo maravilloso y, en cierto sentido, a la fábula. Aparece el recurso del contraste, que a veces se combina con el sarcasmo:

Era gordito, era sonrosado, tenía propiedades y escribía versos… versos tristes… lo cual no le impedía tener buen apetito, ser gordito y administrar sus rentas con la prudencia de un judío y la malicia de un genovés. (Arlt, 1996 [1926]: 76)

El contraste opera entre la espiritualidad y lo material, entre el ánimo triste y los intereses carnales/materiales que parecen ir en dirección contraria. El efecto sostenido del contraste se presenta también en el recurso al oximoron:

–¡Qué delicioso, qué triste, qué fino –y lo adoraban al gordito, porque él les proporcionaba una tristeza de buen gusto en píldoras doradas, la angustia en sachets azucarados, el sufrimiento dosificado en licor de cacao. Y era un placer padecer semejante tristeza, y era un goce experimentar la tal angustia. ¡Ah, pícaro gordito! (Arlt, 1996 [1926]: 76)

El texto trasunta una retórica del exceso, se estilizan (en el sentido de Bajtin) ciertos rasgos de modo hiperbólico (la tristeza excesiva, que de ese modo es puesta al mismo tiempo en duda en términos de su autenticidad). Se trata de una alegoría grotesca, en la que se oponen la veleidad poética y el bienestar material.

“El hombre feliz” (30/03/1926)Se trata de un retrato de este hombre feliz (un confitero), su esposa, y sus propiedades. Asociar la felicidad con la posesión tiene que ver con la lógica del contraste, ya trabajada en textos anteriores, entre lo espiritual y lo material. En este sentido, el texto ironiza sobre esta asociación filistea entre felicidad y propiedad, al tiempo que deja asomar ciertos elementos característicos de la concepción arltiana del amor y el matrimonio. En este caso, la armonía de la pareja, fundada en su común interés por el dinero, es motivo de ironía:

–Parece que le va bien a Ciona.Y claro que le va bien, claro. No hay matrimonio más feliz que ellos sobre la tierra.

El momento más sagrado, para ambos, es aquél de la noche, cuando después de bajar las cortinas del comercio, cuentan las entradas del día. Ambos se corrigen con afectuosa severidad, ambos cuentan turnándose el mismo paquete de dinero. Y graves, serios, estremecidos de una alegría que Dios Padre, como buen judío y comerciante, les manda a ellos desde sus alturas. (Arlt, 1996 [1926]: 81)

La ironía también se cruza con el sarcasmo:

¿Se dan cuenta ahora ustedes de que son felices? Ellos gozan como un sediento el agua que va a beber, el espectáculo de su comercio y la respetabilidad que los rodea, gozan los espejos tan limpios en los muros, gozan la consideración de la gente que envidia su prosperidad, ellos gozan esas visitas que les hacen los otros comerciantes de la parroquia el domingo del lunes, esas visitas en que sólo se habla de dinero y con un placer dice de la “quiebra de Fulano”. (Arlt, 1996 [1926]: 81)

“Espartaco Nasón” (20/04/1926)

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En este texto se cruza la anécdota con el retrato: el narrador cuenta cómo se frustra su encuentro con una “amiga” (el narrador, que es un hombre casado, se reúne con “amigas” para “discutir sesudos temas trascendentales”) por la aparición del personaje del título, un joven ingenuo con veleidades literarias.

Es interesante observar, en este texto, algunas operaciones “metatextuales”: al principio del texto, el narrador, entablando el diálogo con sus lectores, señala que cuando algo merece ser contado, puede hacerse “acreedor a que un señor director de revistas lo lea, y le diga al autor: ‘Hombre, qué asunto bueno éste’” (83). Más adelante, el narrador interpela16 a un amigo suyo, que habría construido una clasificación de “la gente que uno encuentra por la calle”, para ubicar al joven Espartaco en la categoría de “aguafiestas”, lo cual, de algún modo, resume el argumento del relato.

Cuando el narrador describe al joven Espartaco –en especial su nariz, remarcada por el nombre que le ha dado al personaje– recuerda a Quevedo. El retrato de Espartaco está trazado con ironía, y se marca el contraste entre el candor del joven y la “viveza” del narrador en el terreno de las relaciones sentimentales (Espartaco está de novio desde hace cuatro años pero no ha besado nunca a su novia, mientras el narrador, casado, se entrevista con amigas). Este contraste puede advertirse en el cierre del texto, que se formula como “envío”, donde el narrador le habla directamente a Espartaco, en tono levemente burlón:

“Espartaco grandioso…, sabio…, ingenuo Espartaco. Yo, que no encontrado aún ninguna orientación; yo, que no creo que existan orientaciones, no puedo orientarte. Sigue solo tu camino, que es el más bonito, el más iluminado por las claridades del Dios Vivo. Corazones sencillos y nobles como el tuyo, siempre tienen a sus espaldas un ángel custodio que sonríe. Eso sí, Espartaco, no le enseñes tanta álgebra a tu novia…” (Arlt, 1996 [1926]: 85)

“Guía para místicos” (04/05/1926)Desde el punto de vista temático se trata de una descripción de tipos, en este caso se describes dos ocupaciones laborales, las del tenedor de libros y la del cobrador (se recordará que Remo Erdosain se dedica a este último menester: pueden advertirse ciertos tópicos –por ejemplo, las tentaciones a las cuales está sometido el cobrador– que en Los siete locos son presentados en tono trágico).

En este texto es posible advertir, si no una parodia, al menos cierta relación intertexual con textos religiosos:

¡Quizás nunca se dio en un hombre tan desencuadernado de aspecto, tal armonía de pobreza evangélica”

En efecto: un cobrador pregona, con su figura, su historia de hambre y fatigas. Y su aspecto, como el de los santos y profetas que en los festines se presentaban para aterrorizar a los reyes, su aspecto espanta a los taberneros, pone lívidos a los mercaderes, y no hay tratante que soporte con serenidad, la presencia de ese hombrecillo maltrecho, cuya figura recuerda la quiebra y el ejemplo del camello al que le será más fácil pasar por el ojo de una aguja que al rico por las puestas del paraíso. (Arlt, 1996 [1926]: 88)

16 Esta interpelación, de por sí, es interesante. Habría que revisar los trabajos narratológicos de Genette para ver si éste ha considerado este recurso, pero me parece que, por analogía, se lo puede asociar con “la mirada a cámara” en el discurso cinematográfico, que señala una suerte de interrupción del pacto ficcional por el cual la narración transcurre.

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Como señalé en la sección anterior, Arlt establece un contrato de cercanía con sus lectores: en este texto puede verse esto con claridad, a través del cúmul de interpelaciones al lector.

“Epístola a un provinciano” (11/05/1926)Este texto guarda relación, por la forma génerica y los rasgos temáticos, con las dos primeras epístolas elaboradas por Arlt: se trata de una carta dirigida a alguien que piensa viajar (a Buenos Aires), alguien que tiene pretensiones de escritor, y que piensa encontrar en la ciudad y su mundo literario oportunidades. El autor intenta convencer a su destinatario de que su proyecto es inviable, y, al darle un cuadro de la situación, construye un escenario en el que se mofa del quehacer del literato, aun cuando se reconoce en dicho colectivo.

Aparecen comentarios sarcásticos, como el que le dirige a su destinatario: “Supongo que usted no es un botarate, a pesar de sus versos, su novela y sus cuentos” (89). Con un leve toque de ironía, el comentario sarcástico que sigue también señala –como sugiere Romano– la manera en que Arlt se permite –indirectamente– referirse al mundo literario para delinear su propia posición :

“Cierto es que la Sociedad Protectora de lo Bello, la cual organiza concursos, cuyos premios son apetecibles, pero, por lo general, no sabe lo que hace. Esta sociedad se compone de algunos truhanes, dos o tres políticos, un general retirado y varias damiselas histéricas. En resumen, una bolsa de gatos afrancesados, porque hoy es la moda y lo “chic”. El refinamiento de lo “chic” es tener una cocinera que hable en francés y una mucama que lea a Marcel Proust. Además impera el mulatismo. De no se sabe qué parte han venido adolescentes negros, e introdujeron en la gente la preocupación de la “nueva sensibilidad”. Enumerarle todo lo que despotrica esa gente, sería confeccionar un atlas de frenopatía, o una guía lombrosiana. (Arlt, 1996 [1926]: 90)

“A un poeta bien vestido” (18/05/1926)Aquí tenemos una parodia (del género epidíctico, si se quiere), con orientación satírica. Se trata de una alabanza o elogio que, por vía de la repetición y la hipérbole, va construyendo el retrato del “poeta bien vestido”: una vez más, se presenta el contraste entre los valores espirituales y materiales: en tanto que las palabras elogiosas e hiperbólicas refieren, no a las virtudes poéticas del “vate” en cuestión, sino a su indumentaria, se sugiere que sus valores como poeta son nulos.

La repetición de una frase se escande a lo largo del texto dándole un tono oratorio, pero desde su primera aparición, refleja la ironía: “¡Qué grande, qué hermoso, qué genial que eres, dentro de tu sobretodo de auténtico paño inglés!” (92). El recurso a arcaísmos y la referencia a los dioses olímpicos contribuye a construir el tono laudatorio.

Como en el caso de la “Epístola de los baúles”, aquí la descripción recurrente de un objeto –el sobretodo del poeta– amplificada con hipérboles recurrentes, tiende a reforzar el contraste irónico entre las posesiones y los valores artísticos, generando comicidad por sus excesos:

Uno se imagina la República al borde de una guerra civil. De pronto tú entras al Senado con el sobretodo, subes a la tribuna, te quitas la bufanda, te suenas las narices, gargajeas a un rincón…y hablas…, hablas siete horas seguidas…Tu rostro está pálido y todos los ojos inmóviles en el sobretodo, que te concede un aspecto augusto, vierten lágrimas. (Arlt, 1996 [1926]: 93-4)

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“La aventura con el cosmético” (15/06/1926)Se trata de un relato en primera persona, y la anécdota relatada bien podría inscribirse en el marco genérico de la “novela de aprendizaje” de tono picaresco (en ese sentido, el texto puede inscribirse en el imaginario de El juguete rabioso). El elemento de humor está en la broma que se le gasta al turco –broma que resulta, hasta cierto punto, del azar– y en las descripciones de los turcos: “Y seis caras torvas con doce ojos miliunanochescos, me devoraban entre las ruedas de las bicicletas” (97).

Cabe señalar que la mayoría de los textos narrativos –bien elaborados en tanto tales–, que por lo general remiten al universo ficcional de las novelas de Arlt, son los que menos rasgos humorísticos presentan, ya que todo el efecto humorístico parece centrarse en la anécdota.

“El gallinero matemático” (29/06/1926)Se trata de un cruce entre el retrato y la narración con ribetes autobiográficos –y, en ese sentido, se inscribe en una línea similar a la del texto anterior. Hay recurso a la ironía y el sarcasmo, como puede verse al inicio del texto:

Mi padre es un humorista en serio, lo que, en verdad, no deja de ser un espectáculo tragicómico; pues a un hombre que siendo loco no es loco, y que debe ser forzosamente loco, se lo puede clasificar de humorista serio. (Arlt, 1996 [1926]: 98)

“Episodios tranviarios” (13/07/1926)En este texto el narrador presenta una serie de viñetas costumbristas con los recursos humorísticos usuales, si bien el tono es más benigno. Se recurre a la situación de un viaje en tranvía para catalizar los encuentros y desencuentros de personas, o mejor dicho, de sus intereses opuestos en el crisol metropolitano.

El uso del contraste (el apuro del viajero frente a la lentitud del pescador, la suciedad de los carboneros frente a la pulcritud del “dandy”, el hecho de conseguir un asiento y la presión para cederlo) marca la tónica del texto.

Aparece el recurso a los juegos de palabras, un rasgo bastante reconocido en los análisis del humor. Así, cuando el motorman detiene, inesperadamente, el tranvía para aguardar el ascenso del pescador (“Esto en cualquier otra circunstancia parecería que era pedir peras al olmo; pues bien: yo creo ahora que el olmo da peras”, 101).

La descripción de la irrupción de los carboneros es semejante, en su estilización caricaturesca, a la escena de la comida en “Mi traje y el teniente coronel”:

De pronto, una gavilla de forajidos tiznados entran en el coche como si fueran a conquistarlo. Esos hombres son todos negros, menos los dientes que les relucen blancos. La gente se oprime, espantada. Un polvo de carbón flota en el aire. El dandy, que impasible hubiera mirado a un moribundo de pie junto a su asiento, se levanta de inmediato cuando ve que un carbonero se va a sentar a su lado. Y en la cara de cada uno de esos demonios negros hay una alegría fantástica, una alegría que muestra los dientes blancos, mientras la gente observa con tristeza las machas negras que le han dejado en la ropa los codos de los carboneros. (Arlt, 1996 [1926]: 102)

“Pensamientos de un propietario” (20/07/1926)

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A modo de un narrador omnisciente que puede explorar los pensamientos de sus personajes, en este texto se trabaja la descripción de un tipo social que pertenece al universo literario de Arlt. Una vez más, el apego a la propiedad es marcado como un rasgo típicamente pequeñoburgués, y, como en “El hombre feliz” se juega irónicamente con la sublimación de ese apego:

Una propiedad causa goces infinitos. Los placeres pueden dividirse en materiales y espirituales.

Goces materiales son los que se obtienen cuando con dinero contante y sonante se hace edificar una casa sin que quede en ella nada por terminar. Eso es vulgar y revela falta de imaginación.

Goces espirituales son aquellos otros que se disfrutan cunado apenas se tiene dinero para hacer construir la pieza, una sola pieza, que en el plano forma parte de un estupendo chalet.

Entonces uno mira la pieza, el plano y el futuro.Se goza soñando en el mañana, un mañana que se compone de cuatro habitaciones,

techo de tejas francesas y piecita para la sirvienta. (Arlt, 1996 [1926]: 104)

“Un fantástico compañero de viaje” (31/08/1926)Otra narración que, si bien no tiene mucho de autobiográfica, presenta un personaje típicamente arltiano (el hombre que busca la “salvación” económica a través de proyectos quiméricos), en un entorno también arltiano (el tren en viaje hacia el suburbio). El personaje le propone un negocio delirante al narrador, mientras viajan en tren. Como señalé anteriormente, textos narrativos de este tipo parecen encontrar su valía en la narración misma, pero no en su carácter humorístico, que a lo sumo se filtra en la estrambótica propuesta de negocios del compañero de viaje.

“El dinamitero” (07/09/1926)Este relato claramente puede inscribirse, desde lo temático, en el horizonte de Los siete locos (la sociedad secreta cuyos fines manifiestos difieren de los reales), con un rasgo (la traición final de Samuel) que lo acerca a El juguete rabioso.

Adolece de la falta de humor ya señalada en otros comentarios sobre los textos que, desde el punto de vista narrativo, son los más logrados. El peso humorístico se coloca en la narración de la broma que se le hace a Samuel.

Es uno de los pocos textos en donde la voz narrativa se desdibuja (solo el entrecomillado hace entender que el narrador nos está refiriendo una historia que le han contado), rompiendo con la línea del contrato de cercanía.

“Epístola de un L.C. erudito al Jefe de Policía” (05/10/1926)Esta epístola –que posiblemente vincule con un hecho policial de la época17– está marcada desde el vamos por un rasgo de humor satírico, el que hace de su destinador una figura extraña, delictiva y erudita a la vez.

Dicho ladrón erudito –que se permite citar, dicho sea de paso, al Buscón de Quevedo18– se dirige al Jefe de Policía (por intermedio de Don Goyo, lo cual contribuye a darle un efecto de verosimilitud al texto) para que, paradoja humorística, se respeta el “buen nombre y honor” de los ladrones porteños.

17 El delito ha de haberse cometido en Vicente López, fuera del radio de la ciudad.18 Y que también entremezcla entre sus palabras términos lunfardos.

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El sesgo satírico del texto se advierte con claridad en lo que sigue:

“Señor Jefe de Policía, quiero dejar constancia de esto: nosotros los ladrones, a pesar de nuestro mal nombre, somos buenas personas. Tenemos lo que en una sociedad bien constituida y burrera se exige al más ínfimo ciudadano, al más desesperado pato: un oficio.

“Más aún: si nosotros no existiéramos, ustedes no tendrían razón de ser; los periódicos, que tanto se venden en los días que sucede una gran macana, no disfrutarían de esa ganga, y periodistas, fotógrafos, modestos botones y cejijuntos tiras y gordos batidores, tendrían que jugarla de veras, si no fuera por nosotros, que somos el grano de mostaza del que parla la Escritura…, el Nuevo Testamento. (Arlt, 1996 [1926]: 113)

La ironía está presente, por ejemplo cuando el ladrón le dice al Jefe de Policía que en Buenos “disfrutamos de todas las garantías necesarias para el ejercicio de nuestra profesión liberal” (115).

“Fantásticos proyectos para modernizar a Buenos Aires” (12/10/1926)Otro texto de cometido satírico, porque de algún modo critica la política municipal, que suele crear puestos o cargos de dudosa utilidad.

Al proponer una serie de proyectos fantásticos (que, de paso, dan cuenta de cierta crítica de costumbres) presenta su faz humorística por lo descabellado de las iniciativas. Así, se propone por ejemplo la instalación de una “jaula para chismosas” o de un “quiosco para desesperados”.

Una vez más, aparece la burla a las nuevas tendencias artísticas y literarias. Cuando se propone construir un conjunto de sierras de cemento armado para cercar la Costanera se dice que al pie de ellas podrían instalarse “hoteles campestres, manicomios de inventores, arroyitos desinfectados con creolina y calesitas para los poetas de la nueva sensibilidad” (Arlt, 1996 [1926]: 118).

“Nuestra policía, la mejor del mundo” (19/10/1926)Desde el punto de vista enunciativo, se trata de un que remeda la estructura de una obra teatral. Los personajes son ladrones que discurren acerca de las virtudes de la policía. Hay una cuestión satírica, ya visible desde el título. Así, por ejemplo, uno de ellos dice que “El progreso de las ciudades se pone de manifiesto por su opulencia, y su pulencia se comprueba por el número de atentados que se cometen contra ella.” (119)

Un elemento interesante es la remisión intertextual a la “Epístola de un L.C. al Jefe de Policía”, que contribuye a señalar la continuidad entre los textos del autor.

“Cartas de pésame” (02/11/1926)Se trata de un conjunto de cuatro pequeñas cartas, en las que campea cierto humor negro (en especial en la última). Las cartas –precedidas por un paratexto que permite situar a destinador y destinatario– remiten al mundo marginal de delincuentes y “sableadores”.

Hay algo de parodia y bastante ironía en las cartas. Por ejemplo, la primera de las cartas toma el tinte de un elogio fúnebre, para ponderar las virtudes de un delincuente víctima del garrote vil. Este delincuente pasa sus últimas horas “en la capital jugando al naipe con el capellán y el carcelero, porque el bendito decía que la ociosidad es la madre de todos los vicios” (Arlt, 1996 [1926]: 124).

Como indiqué más arriba, la última carta se acerca al humor negro. Un presidiario le escribe a una viuda, recordándole que fue el asesino de su tercer esposo,

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para que la viuda lo recompense “por los servicios prestados”. No conforme con ello, le sugiere:

“Si usted se piensa casar una cuarta vez y necesita un hombre de bien y de toda confianza para despachar a su cuarto marido, avíseme, que en este mes está por salir en libertad un íntimo amigo mío, hombre limpio y práctico para la faena. (Arlt, 1996 [1926]: 126)

“El ensanche de la calle Corrientes. Queja extraordinaria al Intendente” (16/11/1926)Se trata de un texto híbrido, porque por un lado se inscribe en el género epistolar, pero los “casos” que expone para justificar la oposición de ciertos ciudadanos al ensanche de la calle dan lugar a descripciones de tipos un tanto exorbitantes que parecieran salirse de la parodia de la “carta de queja”.

Vuelve la burla al campo literario, cuando se dice que Nené, un mercero inventor de las corbatas “color de neurastenia”, ha perdido la cabeza por frecuentar una cervecería que se ha inaugurado al lado de la mercería: “Dice que quiere ser poeta de la nueva sensibilidad” (Arlt, 1996 [1926]: 129)

“El regimiento 8º ‘Cazadores de Quesos’” (01/02/1927)A semejanza del caso de “El dinamitero”, este relato, si bien está narrado en primera persona, desdibuja la presencia del enunciador (que se inscribe de todos modos en la narración, señalando implícitamente que participó del relato de la anécdota).

Por el tipo de temática (escenas de la vida de los reclutas), puede asociarse con “Mi traje y el teniente coronel” y, en ese sentido, remitirse al horizonte temático de El juguete rabioso. En ese sentido, hay un efecto cómico que recuerda a la picaresca, cuando se compara el robo de quesos con el asedio a una posición enemiga :

“A la entrada, y como para tentar nuestro apetito, había algo que tenía pretensiones de torre romana con veleidades de minarete y obelisco: era esto una torre construida con quesos blancos y tiernos. Arriba de la torre, un letrero decía: “Pruebe este delicioso producto de la Industria Nacional”.

“La muchachada se apelotonó junto al mostrador, y como la alegría de no tener dinero es poderosa en recursos sutiles, pronto, y como si una trompa invisible hubiera tocado a saqueo, los muchachos empezaron a echarse al bolsillo y entre los pechos cuanta cosa había al alcance de sus manos.

(…) De más está decir que la torre se rindió a nuestro coraje, y que de ella ni los cimientos quedaron.” (Arlt, 1996 [1927]: 130-1)

“Autobiografía humorística” (14/12/1926)19

En este texto Arlt se presenta a sí mismo a través de una serie de anécdotas que, de algún modo, encajan en la definición de “enfant terrible” que el mismo texto postula. Las anécdotas remiten –con toques risueños pero también con ciertos rasgos de desmesura– a la infancia del escritor, dando cuenta de sus travesuras, de su amor infantil, y de sus inicios como escritor, ligado al pago en dinero.

Hay referencias metatextuales, como cuando señala que, según los vaticinios de su astrólogo, su personalidad es melancólica y huraña, cuestión que lo incomoda porque

19 Adjunto copia facsimilar de este texto –obtenido en el sitio de la Biblioteca Virtual Cervantes– a fin de su contraste con otro texto autobiográfico de Arlt, que trabajo en las conclusiones de mi trabajo.

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el escribe “en una revista que es humorística y no melancólica” (133). También hacia el final de la autobiografía, cuando, dirigiéndose al Director de la revista, le dice que son tantas las andanzas que le sucedieron desde los diez años, que ocuparían “sin exagerar, diez volúmenes”, por lo cual decide terminar ahí con el texto.

A modo de conclusión

“A los diecisiete años –escribe Nalé Roxlo– , Arlt jugaba al cínico y al salvaje, y lo hacía muy bien, pero con el ademán, la sonrisa y el tono de la voz nos estaba diciendo que era un juego. Tenía un sentido feroz

del humor, pero humor al fin. Su expresión, de una gran riqueza de matices, peinaba el violento contrapelo de lo que decía.” (Citado en Saítta, 2008: 24)

Anteriormente he citado a Romano cuando decía que “Arlt usó estas notas… para construir un perfil literario de sí mismo que lo convenciera y distinguiera” (Romano, 2007. 12). No puedo sino suscribir a dicho planteo.

El humor de Arlt en Don Goyo tiene ese “carácter feroz” que de algún modo se trasunta en el comentario de Nalé Roxlo que he colocado como epígrafe de esta sección. Un humor cargado de ironía, paródico a veces, con más frecuencia satírico, inspirado de algún modo en la tradición picaresca en la que se inscribe su primera novela.

Pero más allá de su humor, Arlt construye un personaje, Roberto Arlt. Un personaje que se crea y se recrea a lo largo del tiempo. Valga como elemento comparativo una autobiografía publicada en Crítica Magazine un año después de la Autobiografía humorística publicada en Don Goyo:

Me llamo Roberto Christophersen Arlt, y nací en una noche del año 1900 bajo la conjunción de los planetas Saturno y Mercurio.Me he hecho solo. Mis valores intelectuales son relativos, porque no tuve tiempo en formarme. Tuve siempre que trabajar y en consecuencia, soy un improvisado o advenedizo de la literatura. Esta improvisación es la que hace tan interesante la figura de todos los ambiciosos que de una forma u otra tienen la necesidad instintiva de afirmar su yo.Creo que la vida es hermosa. Sólo hay que afrontarla con sinceridad, desentendiéndose en absoluto de todo lo que no nos hace mejores, pero no por amor a la virtud, sino por egoísmo, por orgullo y porque los mejores son los que mejores cosas dan.Actualmente trabajo una novela que se llamará Los siete locos, un índice psicológico de caracteres fuertes, crueles y torcidos, por el desequilibrio del siglo.Mis ideas políticas son sencillas. Creo que los hombres necesitan tiranos. Lo lamentable es que no existan tiranos geniales. Quizás se deba a que para ser tirano hay que ser político y para ser político un solemne burro o un estupendo cínico.En literatura sólo leo a Flaubert y a Dostoievsky, y socialmente me interesa más el trato de los canallas y los charlatanes que de las personas decentes. (En Saítta, 2008: 60)

Las diferencias de tono son evidentes, pero el desparpajo, la ironía y la intensidad son igualmente reconocibles.

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Bibliografía

Arlt, R. (1996) El resorte secreto y otras páginas. Buenos Aires: Simurg.Beristáin, H. (2006) Diccionario de retórica y poética. México. Porrúa.García, G. (1996) “Prólogo” en Arlt, R. El resorte secreto y otras páginas. Buenos

Aires: Simurg.Romano, E. (2007) Artículo sobre Arlt en Don Goyo, en revista Hispamérica (dato

faltante).Saítta, S. (2008) El escritor en el bosque de ladrillos. Buenos Aires: Debolsillo.