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1 SANACIÓN INTERIOR DEL SACERDOTE Mons. ALFONSO URIBE JARAMILLO Conferencia en el Retiro mundial de Sacerdotes – Roma – Octubre de 1984

Mons. Alfonso Uribe j. Sanación Interior Del Sacerdote

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    SANACIN INTERIOR

    DEL SACERDOTE

    Mons. ALFONSO URIBE JARAMILLO

    Conferencia en el Retiro mundial de Sacerdotes Roma

    Octubre de 1984

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    Palabra de Dios en el Evangelio Segn San Juan Yo os aseguro que llorareis y os lamentareis, y el mundo se alegrar. Estaris tristes, pero vuestra tristeza se convertir en gozo. La mujer cuando da a luz, est triste, porque le ha llegado su hora, pero cuando el nio le ha nacido, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. Tambin vosotros estis tristes ahora, pero volver a veros y se alegrar vuestro corazn y nadie os podr quitar vuestra alegra. Aquel da no me preguntaris nada. Yo os aseguro: Lo que pidis al Padre en m nombre, os lo dar. Hasta ahora nada le habis pedido en mi nombre. Pedid y recibiris, para que vuestro gozo sea colmado (16, 20-25). Seor Jess: creemos que T ests aqu en medio de nosotros porque nos hemos reunido en tu nombre y t siempre cumples tus promesas. Nos has trado aqu para sanarnos interiormente del pecado y de todas las heridas que hemos recibido en nuestro interior a lo largo de nuestra vida. Tambin ahora nos dices como a tus primeros Sacerdotes. Estaris tristes pero vuestra tristeza se convertir en gozo. Te pedimos que tu promesa se cumpla hoy y durante estos das en todos y en cada uno de nosotros. Envanos tu Espritu de Amor para que sane todas las heridas interiores y nos de l corazn nuevo que l nos anunci por medio del profeta Ezequiel (36, 26). Pon tus palabras en tus labios y en el corazn de mis hermanos sacerdotes. Gracias por todo lo que nos ha dado y por todo lo que vas a darnos a lo largo de este Retiro. Que tu Madre Santsima que es nuestra Madre espiritual ruegue ahora y siempre por nosotros sus hijos. I- Demos comienzo a esta reflexin con las palabras de S. Pedro: Ceos los lomos de vuestro espritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurar mediante la Revelacin de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldis ala apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, ms bien, as como el que os ha llamado es Santo, as tambin vosotros sed dantos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: seris santos, porque Santo soy yo (I Pe. 1,13-17). S. Pablo en 2 Corintios nos traza el ideal que debeos procurar vivir en el ejercicio de nuestro Sacerdocio Ministerial: Como cooperadores suyos que somos no recibis en vano la gracia de Dios. Nos presentamos en todo como Ministros de Dios: con mucha constancia en tribulaciones; en fatigas, desvelos, ayunos; en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en Espritu Santo, en caridad sincera, en la palabra de verdad, en el poder de Dios (II Cor. 6, 1-8)

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    Pedro puede hablar con tanto nfasis de La Santidad en toda la conducta porque recibi la plenitud del Espritu Santo en Pentecosts (Hch. 2,4) y porque saba que este Espritu de DIOS que ha sido derramado sobre toda carne (Hch. 2,17) es el Santificador de la Iglesia y puede renovar a todo el que lo reciba y se abra a su accin divina.

    Pablo llen a cabalidad este programa de perfeccin como Ministro de Cristo porque desde su conversin oy de Ananas estas palabras: Me ha enviado a t el Seor Jess, el que se le apareci en el camino por donde venias, para que recobres la vista y seas lleno del Espritu Santo. (Hch. 9,17).

    He aqu nuestra gran necesidad, hermanos sacerdotes: llenarnos del Espritu Santo, recibir su poder para poder ser siempre sus testigos y serlo en todas partes (Hch. 1,8) y entregarnos sin reservas a su accin renovadora y santificadora.

    l nos ha trado aqu y este es el don que quiere regalarnos en este

    encuentro. Vivimos un momento privilegiado del Espritu, dijo Pablo VI (Ev. N. Nro. 75) y lo estamos viviendo en Roma en estos das de gracia. Aqu el Seor nos dice en este retiro: Santificaos y sed santos, pues Yo soy Santo (LEV. 11, 44).

    El Espritu Santo nos ha trado aqu para regalarnos un encuentro especial

    con Cristo, el Seor de nuestras vidas. Un encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazn palpitante con el Resucitado, segn las lapidarias palabras de S.S Juan Pablo II en Santo Domingo

    II- Se me ha sealado como tema para esta reflexin. La sanacin de las

    heridas de la vida, ya que las heridas que hemos heredado o que hemos recibido a lo largo de nuestra existencia dificultan nuestra vida cristiana y, por lo mismo, tambin nuestro crecimiento en la santidad. Estas heridas nos llevan a cometer acciones y a tener actitudes pecaminosas que perjudican el ejemplo de Santidad que como Sacerdotes estamos especialmente obligados a dar a los dems. Felizmente, Cristo que rompi las cadenas del pecado, de la enfermedad y de la muerte puede curarnos de todas estas heridas y liberarnos para que podamos conseguir la bondad y la entrega total por amor al servicio de los dems.

    Mi experiencia personal con el campo de la Renovacin Espiritual a lo largo

    de tres lustros me ha permitido descubrir progresivamente, entre otros grandes beneficios y frutos, este de la sanacin interior que el Seor est efectuando en muchos corazones heridos.

    La Pastoral Sacerdotal experimenta un gran cambio y se enriquece

    extraordinariamente cuando, por la accin renovadora del Espritu Santo empezamos a profundizar en estos dos grandes verdades: a) Qu Jess es el Salvador de todo el hombre y de todos los hombres, y b) que l es el mismo ayer, hoy y siempre (Hch. 13, 8).

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    Mientras vivamos, al menos en la prctica, con la idea de que a Jess slo

    le interesa una parte de nuestro ser y no tengamos la fuerza del Espritu Santo que nos permita ser testigos de la resurreccin de Jess y de su constante accin en nosotros por medio de su Espritu, realizaremos un ministerio muy pobre y limitado.

    Como Pastores del pueblo de Dios debemos estar convencidos que la

    eficacia de nuestro ministerio depender fundamentalmente de nuestra santidad personal. Las palabras del Seor: El que permanece en M como yo en l, ese da mucho fruto, porque separados de m nada podis hacer (jn. 15,5) debe ser la primera norma de pastoral en todos los tiempos y para todos los sacerdotes.

    Pero nos encontramos diariamente con el hecho de que a pesar de estar

    convencidos de esta verdad y del deseo sincero de conseguir la santidad no la alcanzamos por varias razones, una de las cuales es frecuentemente la falta de Sanacin interior.

    Somos sacerdotes heridos profundamente en nuestro interior, y llenos de

    resentimientos que nos impiden experimentar el amor esponsal de Cristo Y ser canales de ese amor para un mundo que tanto lo necesita.

    Para que un corazn sacerdotal pueda recibir el amor del Espritu y pueda

    comunicarlo a sus hermanos requiere recibir mediante un proceso de sanidad interior la desintoxicacin del odio que ha ido acumulando.

    Nuestra santidad es el fruto del Amor del Espritu y de su crecimiento en

    nosotros, pero para lograr esto se requiere tienen un corazn sano. Tambin a los Sacerdotes de este siglo XX, lo mismo que a los primeros

    consagrados por Jess, el miedo nos acosa frecuentemente y nos impide confiar ms en su poder y en su amor y disfrutar con plena alegra interior de su presencia amorosa en nuestras vidas y en nuestro ministerio.

    Es el miedo el que nos impide dar nuestro si total Cristo y decidirnos por la

    santidad que l nos exige. Esta santidad no crece son en un corazn sano y libre de temores infundados.

    Muchos padecemos complejos de diversa ndole que alejan ms y ms de

    nosotros el ideal de la Santidad y nos inmovilizan o dificultan el seguimiento generoso del Seor que nos invita a estar con l y a caminar con El. En una palabra nos falta esa libertad interior que nos ha conseguido Cristo y que realiza en nosotros su Espritu. Porque el Seor es el Espritu, y donde est el Espritu del Seor, all est la libertad (II Cor. 3,17).

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    Nuestra santidad empieza por la liberacin del pecado y de todas aquellas ataduras que l ha dejado en nosotros. Empieza con la sanacin del pecado y de todas las heridas que l nos ha causado en nuestro interior.

    El Sacerdote americano John Powell S. J. describe en su libro He Tuched

    Me su experiencia cuando recibi la gracia del encuentro personal con Jess y empez a crecer en oracin y en unin con El.

    En los das siguientes, escribe, empec a orar con una intensidad nueva.

    Durante todo el da invitaba a Jess para que entrase a todas las habitaciones de mi casa. Le dije que estaba listo a admitir mi bancarrota, mi impotencia para dirigir mi vida y para encontrar paz y gozo. Invit constantemente al Espritu Santo para que derrumbase los muros y destruyese las barricadas que haba levantado. Ped a este Espritu Santo que me librase el hbito de la rivalidad, de la insaciable hambre de buen xito y de la necesidad de alabanza y de adulacin. Lo que sucedi casi inmediatamente, slo puede compararse con una primavera. Fue como si hubiese salido de un largo y frio invierno. Mi corazn y mi alma haban sufrido todas las arideces, la oscuridad y la desnudez de la naturaleza en invierno. Ahora en esta primavera del Espritu pareca que las venas de mi alma se deshelasen y que la sangre empezaba de nuevo a correr a travs de mi alma. Empezaron aparecer nuevo follaje y nueva hermosura en m y en torno a m. Fue como si hubiese unos anteojos nuevos para poder ver todo aquello que haba permanecido oscuro hasta entonces. Con la visin de la fe el mundo aparece amable y maravilloso. Es el universo de Dios. Los dems ya no parecen amenazantes. En verdad son mis hermanos y hermanas porque Dios es nuestro Padre y Jess es nuestro hermano (Pg. 53).

    Sin ninguna duda nuestro salador y liberador Jess quiere en ese Retiro

    sacamos del invierno en que tal vez hemos estado sumidos y regalamos una primavera espiritual que nos permita disfrutar en plenitud de su amor y abrirnos generosamente a la accin santificadora de su divino Espritu.

    El, que quiere sanar nuestro interior enfermo y nuestros corazones

    enfermos para que veamos la santidad como la gran meta de nuestra vida y como la constante exigencia de nuestro Sacerdocio Ministerial.

    III-Frente a la innegable, pero desconocida realidad de nuestro mundo

    interior enfermo que dificulta nuestra santidad personal y el logro mejor de un Ministerio de santificacin, nos encontramos con la maravillosa realidad de la sanidad interior que nos ofrece Jess y que realza en nosotros por su espritu cuando creemos en ella y la pedimos con humildad y con fe.

    Jess tom este nombre porque vino para salvar al pueblo de sus pecados

    (Mt. 1,21).Con razn el Bautista lo Seal con estas palabras: he aqu el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn. 1,29), y sabemos como con sacrificio redentor nos compr y su Sangre nos purifico de todo pecado (I Jn. 1,7).

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    La liberacin que realiza Jess en los hombres es la de pecado y la de todas las secuelas que el pecado ha dejado en todo el mbito de la persona humana.

    En el Cap. 61 de Isaas halamos el pasaje que un da leer Jess en la

    Sinagoga de Nazaret, terminada la cual dir hoy se ha cumplido esta Escritura que acabis de or (LC. 4,21). E Espritu del Seor est sobre m, por cuanto que me ha ungido Yahveh, me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberacin y a los reclusos la libertad; a pregonar ao de gracia de Yahveh para consolar a los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza; aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espritu abatido (Is. 61,1-4)

    Pudiramos decir que este es el texto clsico para mostrar la Sanacin de

    las heridas interiores que realiza el Seor. Mdico de almas y de cuerpos, como la llama con razn la Liturgia de las Horas. El Salmo 147 nos dice que el Seor: Sana a los de roto corazn y venda sus heridas:

    Jess es el Buen Samaritano que vino al encuentro del hombre herido y

    despojado para compadecerse de l, curar las heridas de su cuerpo y de su espritu y prodigarle ahora en su Iglesia todos los cuidados que requiere para conseguir su salvacin integral (Cfr. 10, 31 y ss.)

    S.S. Juan n Pablo II en su Carta Apostlica Salvifici Doloris nos ha descrito

    muy bien este amor redentor de Jess: En su actividad mecnica en medio de Israel, Cristo se acerc incesantemente al mundo del sufrimiento. Pas haciendo el bien; y este obrar suyo se diriga, ante todo, la los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones fsicas: tres veces devolvi la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto del cuerpo como del alma (N. 16).

    Conoce muy poco a Dios quien no ha profundizado y no cree en su infinito

    amor al hombre: As am Dios al mundo que le dio a su Hijo unignito para que todo el que crea en El no perezca, sin que tenga vida eterna (Jn. 3,16). Y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento (Ef. 3,19) y que nos am y se entreg a si mismo por nosotros (Gal 2,20).

    No hay dolor humano que sea ajeno al amor redentor de Cristo. El, como

    escribe S. Mateo citando a Isaas: Tom nuestras flaquezas y carg con nuestras enfermedades (8, 17) Solamente el amor Sacerdotal de Cristo poda y puede llegar a todo el mundo enfermo de nuestras emociones para sanarlo y restaurarlo.

    Y la razn de esto es muy clara. El pecado que es desamor, nos ha herido

    terriblemente en toda nuestra persona y estas heridas solamente pueden ser

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    curadas por el amor que abrasa el corazn de Cristo. Slo el amor sana lo que hiri el pecado.

    Los sacerdotes podemos tener varios impedimentos que no nos permiten

    abrirnos plenamente a la accin santificadora del Espritu Santo. Estos son principalmente: el odio o el resentimiento que hemos ido acumulando desde el principio de la existencia, el miedo, el complejo de inferioridad y el de culpa.

    Mientras estemos enfermos interiormente por cualquiera de estas heridas o

    por varias de ellas no podremos abrirnos plenamente el amor de Dios que realizar la santidad en nosotros. San Pablo ha escrito con gran visin a los Efesios que EL Padre nos ha elegido en Cristo para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (Ef. 1,4).

    Ahora bien, en El Evangelio, especialmente en el segn San Juan,

    encontramos las manifestaciones de la accin sanadora de Cristo en estas reas interiores. Ser muy benfico para nosotros y para nuestra pastoral descubrir con la luz del Espritu Santo la riqueza de Sanacin interior que encierra el ministerio de Jess, tal como aparece en los evangelios.

    Empecemos por la Sanacin del odio y de los resentimientos. El captulo

    IV de S. Juan nos describe la manera admirable como Jess, a travs de un dilogo de salvacin como son todos los suyos. Sana tan profundamente el odio racial de la Samaritana, que sta termina dejando su cntaro a los pies de Jess y corre a la ciudad para decir a la gente: Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho (4, 29) Muchos samaritanos creyeron en Jess por las palabras de esta mujer (V. 39).

    Como Cambiara nuestro mundo, enfermo de odio, si nosotros los

    sacerdotes nos sanramos interiormente en el encuentro amoroso con Cristo y enseramos a los dems a dialogar con El. Esa debe ser nuestra mejor pastoral. Una pastoral de amor que nos sane y que sane a la humanidad que est cada da ms enferma de odio y sed de venganza. Y porque Jess sabe, mejor que nadie, que solamente el amor puede sanar interiormente nos impuso como una de las primeras exigencias del Reino amar a los enemigos (MT. 5,44) y puso como distintivo de sus discpulos: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (Jn. 15,22). Y para que podamos cumplir su ley de amor nos da su Espritu que derrama el amor en nuestros corazones(Rom 5,5).

    En nuestra bsqueda de la Santidad acerqumonos a Jess para que nos

    desintoxique el odio y sane las heridas que hemos recibido, con la efusin de s Espritu de Amor, que cambie nuestro corazn de piedra por el de carne conforme a lo que ha prometido por medio del profeta Ezequiel (36,26) .Slo l puede darnos ese corazn nuevo que tanto necesitamos. Para empezar a renovarnos necesitamos estrenar corazn.

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    Otro gran obstculo para llegar a la Santidad es el miedo que hemos ido acumulando y que llega hasta impedir nuestro acercamiento a Jess y l apertura a su accin salvfica.

    En el cntico de Zacaras encontramos estas palabras: Recordando el

    juramento que jur a nuestro padre Abraham, de concedernos que libres de manos enemigas, podamos serle sin temo r en santidad y justica (LC. 1, 73-76). Con razn dedica Jess gran parte DE Ministerio Salvfico a la libracin del miedo en sus distintas manifestaciones.

    En el Cap. 3 de San Juan vemos como Nicodemo, el que busca a Jess de

    noche por miedo a los judos, recibe una sanacin tan radical que en el Cap. VII vemos como defiende a Jess en pleno Sanedrn (v. 50) y despus de la muerte del Seor pide autorizacin a Pilato ara retirar de la Cruz su cuerpo.

    Y cunto hace Jess para quitar el miedo de sus Apstoles Soy yo. No tengis miedo (Jn. 6,20) les dijo un da y lo mismo tiene que decirnos ahora y frecuentemente a sus sacerdotes. No temas, pequeo rebao, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el Reino (Lc. 12,32), son las mismas palabras que hoy nos dice para alentarnos. Por qu ests con tanto miedo? Cmo no tenis fe? Tuvo que decirles un da cuando ellos atemorizados lo desierta y le dicen Slvanos que perecemos (Mt. 8,25).

    Antes de la pasin consuelo y anima a sus apstoles con estas palabras:

    Tambin vosotros estis tristes ahora, pero volver a veros y se alegrar vuestro corazn y nadie os podr quitar vuestra alegra (Jn. 17,22) Y el da de su Resurreccin cuando se les aparece Jess lo primero que hace es sanar su miedo para que puedan disfrutar del gozo que el Resucitado va a comunicarles al llenarlos de su Espritu

    Dos veces les dice: La paz sea con vosotros (Jn. 20, 19-21). La preocupacin que tiene hoy Jess con nosotros, sus Sacerdotes, es la

    misma. Quiere sanar nuestros temores, desea regalarnos s paz, alejar el desaliento, tranquilizarnos cuando estamos despavoridos e inseguros. En una palabra nos ofrece el amor de su corazn sacerdotal como el gran remedio para sanar nuestros temores infundidos, ya que como escribi S. Juan en su Primera Carta: No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira al castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor (I. Jn. 4,18).

    Con frecuencia hallamos en los evangelios pasajes preciosos e los cuales aparece el amor compasivo y misericordioso del Seor que no solamente perdona el pecado, sino que tambin sana las heridas y complejos que ha dejado en las personas. En el Cap. XV de S. Lucas vemos la bondad infinita de nuestro Padre, rico y prdigo en misericordia, que no slo perdona de corazn a su hijo sino que sana

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    sus heridas al correr, echarse a su cuello y besarlo efusivamente (Lc. 15, 20). As sanado podra el hijo prodigo disfrutar de la fiesta de perdn amoroso que celebr enseguida su Padre (LC. 15,23) Con idntica bondad sana la confusin de la Adltera a quien dice: Tampoco yo te condeno. Vete y no peques ms (Jn. 8,11). Y este evangelio segn San Juan al que bien podemos llamar de la Sanacin interior, termina con la descripcin de la liberacin del complejo de culpa que realiza Jess en la persona de Pedro. Este Apstol neg tres veces a su Maestro junto a una hoguera en la casa del Pontfice. Ya haba sido perdonado cuando llor amargamente su pecado, Pero ahora recibe de su Seor la Sanacin del complejo de culpa cuando junto a otra hoguera tres veces puede decir a Cristo que lo ama y que lo ama ms que los otros. As perdonado y sanado, podr cumplir su misin y como vicario apacentara las ovejas y los corderos del Buen Pastor (S. J. 21, 15 y Sig.) Este mismo S. Pedro que conoce tan profundamente el poder Sanador de Cristo escribi en su Primera Carta: Confiadle todas vuestras tribulaciones, pues El cuida de vosotros (5,7).

    Hermanos Sacerdotes: Nuestras vidas cambian profunda y radicalmente cuando por accin del divino Espritu tenemos el encuentro Personal con el Seor resucitado y nos entregamos con fe a su plena accin salvadora. Lo que hizo ayer en este campo de la sanidad interior, lo hace ahora con nosotros porque l es el mismo y cumple la promesa de estar siempre con nosotros. Si recibimos el Espritu de gracia y de oracin que nos ha prometido el Padre por medio del Profeta Zacaras (12.10) y por l llegamos a ser hombres de oracin que como Mara escojamos la mejor parte y pasemos mucho tiempo a los pies del Seor para escuchar su palabra (Lc. 10,38), El ira realizando un maravilloso proceso de sancin interior y nuestro corazn, sin heridas, podr recibir todo el amor de su Espritu para ser santos y ser canales DE santidad para muchos. Llevemos como el mejor regalo de este regalo de este Retira Sacerdotal la promesa que un da el Seor hizo a Israel y que, hoy, la repite a cada uno de nosotros: He aqu que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curar y les descubrir una corona de paz y de seguridad (Jer. 33,6).

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    Oracin

    Seor Jess estamos delante de ti, Nuestro Seor y Salvador con todas nuestras heridas interiores, pero con una gran fe en tu poder, en tu amor y en tu fidelidad. Sabemos y creemos que T tomaste nuestras flaquezas y cargaste con nuestras enfermedades. (Mt. 8,17).

    Somos los heridos que hoy acudimos con confianza a tu Amor de buen Samaritano para que tengas compasin de nosotros, vendes nuestras heridas y eches en ellas el vino y el aceite de tu Amor que todo lo sana. Haz que siempre te busquemos en la oracin personal, litrgica y comunitaria para que en un dilogo amoroso contigo avance siempre en nosotros el proceso de Santidad interior. Pero que sea principalmente en el Sacramento de la reconciliacin y en tu Eucarista donde busquemos y hallemos esta sanacin que tanto necesitamos.

    Que el Amor de tu Espritu sane todas las heridas que el desamor ha causado en nuestro interior. Sana nuestros corazones rotos para que puedan abrirse con alegra a la accin santificadora de tu Espritu. Y termino con la preciosa oracin de San Columbano:

    Seor, t mismo eres esa fuente que hemos de anhelar cada vez ms, aunque no cesemos de beber de ella. Cristo Seor, danos siempre esa agua, para que haya tambin en nosotros un surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna. Es verdad que pido grandes cosas, quin lo puede ignorar? Pero t eres el Rey de la gloria, y sabes dar cosas excelentes y tus promesas son magnficas. No hay ser que te aventaje. Y te diste a nosotros; y te diste por nosotros.

    Por eso te pedimos que vayamos ahondando en el conocimiento de lo que

    tiene que constituir nuestro amor. No pedimos que nos des cosas distintas de ti. Porque t eres todo lo nuestro: Nuestra vida, nuestra luz, nuestra salvacin, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro Dios. Infunde en nuestros corazones, Jess querido, el soplo de tu Espritu e inflama nuestras almas en tu amor, de modo que cada uno de nosotros pueda decir con verdad: Mustrame al amado de mi alma, porque estoy herido de amor.

    Que no falten en m esas heridas, Seor. Dichosa el alma que est as

    herida de amor. Esa va en busca de la fuente. Esa va a beber. Y por, ms que bebe, siempre tiene sed. Siempre sobre con ansia, porque siempre bebe con sed. Y as siempre va buscando con amor, porque halla la salud en las mismas heridas. Que se digne dejar impresas en lo ms ntimo de nuestras almas esas saludables heridas el compasivo y bienhechor mdico de nuestras almas, nuestro Dios y Seor Jesucristo, que es Uno con el Padre y el Espritu Santo por los siglos de los siglos. Amn.