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Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 129 Moreira, R. (2007), Pensar e ser em Geografia. Ensaios de história, epistemologia e ontologia do espaço geográfico, Contexo, São Paulo, 189 p., ISBN 978-85-7244-366-1 Ruy Moreira, profesor de Geografía de la Univer- sidad Federal Fluminense (UFF), en Niterói, Rio de Janeiro, Brasil, estudió la maestría 1 en Geogra- fía en la Universidad Federal de Rio de Janeiro y en 1994 el doctorado en Geografía Humana en la Universidad de São Paulo. Forma parte de una generación de geógrafos que, desde fines de los años setenta y mediados de los ochenta desarro- llaron un movimiento crítico de renovación del discurso geográfico en Brasil, 2 dentro del cual se encontraron personajes como: Manuel Correia de Andrade, Milton Santos, Armando Corrêa da Silva, Orlando Valverde, Carlos Walter Porto-Gonçalves, Roberto Lobato Corrêa, Antonio Carlos Robert de Moraes, Ariovaldo Umbelino de Oliveira, los cuales alimentaron y alimentan las discusiones teóricas y epistemológicas. 3 Estas discusiones vieron uno de sus puntos álgi- dos en los debates que se llevaron a cabo en el Tercer Congreso de la Asociación de Geógrafos de 1978, en Fortaleza, cuando Carlos Walter Porto-Gonçal- ves escribió “La Geografía está en Crisis. Viva La Geografía”. Este movimiento dice Ruy Moreira (2007) por lo menos desde 1974, ya presentaba 1 El título de la tesis presentada en 1984 fue Movimento operário e a relação cidade campo no Brasil. 2 Ruy Moreira, por ejemplo, publicó una docena de libros entre 1982 y 2009 en Brasil. 3 Es interesante observar que dentro de este grupo de geó- grafos, Armando Correa da Silva y Milton Santos fueron los principales autores que llevaron la batuta de la discusión de la geografía en Brasil, no sólo con sus libros y artículos, sino asesorando alumnos, como se puede ver en la tesis de maestría de Carlos Porto-Gonçalves, que lleva por título Os limites dos limites do crecimento: análise do relatório do Clube de Roma, de 1985, de la cual fue asesor Milton Santos. La tesis de Ruy Moreira, de doctorado, fue bajo la dirección de Armando Corrêa da Silva, al igual que la de Antonio Carlos Robert Moraes. signos de ebullición, que se expresaba por ejemplo, en las propuestas que publicaba Armando Corrêa da Silva 4 en: O espaco Fora de Lugar, de 1978. Es preciso decir que la renovación de la geo- grafía brasileña se enmarcó dentro de un proceso más amplio de re-democratización que vivía el gran país del sur, después de casi veinte años de vida en un orden dictatorial-militar (1965-1985). Lo que motivó un clima de participación de la sociedad brasileña, teniendo a las universidades como locales privilegiados del debate público nacional (Moraes: 2008:11). En los cuales se inició un movimiento de apertura en los discursos políticos, donde los departamentos no serán ajenos. Lo que dio pauta, no sólo para que se critique la fuerte tradición empirista, conservadora, que hasta ese momento mostraba la geografía, sino, para que se pasara, como dice Moraes (2008), “de la resistencia […] a la ofensiva, en un movimiento que se presentaba, al mismo tiempo, como político y teórico” (p. 11). Es en ese movimiento de ofensiva cuando apa- recen autores como Milton Santos, con: Por uma Geografía Nova, de 1978 y Novos Rumos da Georgafia Brasileira, 1982; Ruy Moreira con: O que é a Geo- grafia de 1981 5 y Geografia: Teoria e Critica. O saber 4 Armando Corrêa da Silva es uno de los pioneros en Brasil en reflexionar sobre la ontología del espacio (Martins, 2007). 5 Es importante mencionar la autocrítica que realiza Moreira sobre este libro, pues dice: el contenido del libro y los términos discursivos son una reflexión del clima de los debates acalorados promovidos por el Das y las secciones del AGB, en los años inmedia- tamente siguientes al 3 er ENG. Lo que hice en el libro fue transportar el clima intelectual de los auditorios al papel, lo que me permitió escribirlo de una sola sentada, en algunos días de Octubre de 1981. Usado como material didáctico en las escuelas secundarias por los estudiantes de geografía, que lo tienen hoy como un

Moreira, R. (2007), - igeograf.unam.mx · de Roma, de 1985, de la cual fue asesor Milton Santos. La tesis de Ruy Moreira, de doctorado, fue bajo la dirección de Armando Corrêa da

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Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 129

Moreira, R. (2007),Pensar e ser em Geografia. Ensaios de história, epistemologia e ontologia do espaço geográfico,Contexo, São Paulo,189 p., ISBN 978-85-7244-366-1

Ruy Moreira, profesor de Geografía de la Univer-sidad Federal Fluminense (UFF), en Niterói, Rio de Janeiro, Brasil, estudió la maestría1 en Geogra-fía en la Universidad Federal de Rio de Janeiro y en 1994 el doctorado en Geografía Humana en la Universidad de São Paulo. Forma parte de una generación de geógrafos que, desde fines de los años setenta y mediados de los ochenta desarro-llaron un movimiento crítico de renovación del discurso geográfico en Brasil,2 dentro del cual se encontraron personajes como: Manuel Correia de Andrade, Milton Santos, Armando Corrêa da Silva, Orlando Valverde, Carlos Walter Porto-Gonçalves, Roberto Lobato Corrêa, Antonio Carlos Robert de Moraes, Ariovaldo Umbelino de Oliveira, los cuales alimentaron y alimentan las discusiones teóricas y epistemológicas.3

Estas discusiones vieron uno de sus puntos álgi-dos en los debates que se llevaron a cabo en el Tercer Congreso de la Asociación de Geógrafos de 1978, en Fortaleza, cuando Carlos Walter Porto-Gonçal-ves escribió “La Geografía está en Crisis. Viva La Geografía”. Este movimiento dice Ruy Moreira (2007) por lo menos desde 1974, ya presentaba

1 El título de la tesis presentada en 1984 fue Movimento operário e a relação cidade campo no Brasil.2 Ruy Moreira, por ejemplo, publicó una docena de libros entre 1982 y 2009 en Brasil.3 Es interesante observar que dentro de este grupo de geó-grafos, Armando Correa da Silva y Milton Santos fueron los principales autores que llevaron la batuta de la discusión de la geografía en Brasil, no sólo con sus libros y artículos, sino asesorando alumnos, como se puede ver en la tesis de maestría de Carlos Porto-Gonçalves, que lleva por título Os limites dos limites do crecimento: análise do relatório do Clube de Roma, de 1985, de la cual fue asesor Milton Santos. La tesis de Ruy Moreira, de doctorado, fue bajo la dirección de Armando Corrêa da Silva, al igual que la de Antonio Carlos Robert Moraes.

signos de ebullición, que se expresaba por ejemplo, en las propuestas que publicaba Armando Corrêa da Silva4 en: O espaco Fora de Lugar, de 1978.

Es preciso decir que la renovación de la geo-grafía brasileña se enmarcó dentro de un proceso más amplio de re-democratización que vivía el gran país del sur, después de casi veinte años de vida en un orden dictatorial-militar (1965-1985). Lo que motivó un clima de participación de la sociedad brasileña, teniendo a las universidades como locales privilegiados del debate público nacional (Moraes: 2008:11). En los cuales se inició un movimiento de apertura en los discursos políticos, donde los departamentos no serán ajenos. Lo que dio pauta, no sólo para que se critique la fuerte tradición empirista, conservadora, que hasta ese momento mostraba la geografía, sino, para que se pasara, como dice Moraes (2008), “de la resistencia […] a la ofensiva, en un movimiento que se presentaba, al mismo tiempo, como político y teórico” (p. 11).

Es en ese movimiento de ofensiva cuando apa-recen autores como Milton Santos, con: Por uma Geografía Nova, de 1978 y Novos Rumos da Georgafia Brasileira, 1982; Ruy Moreira con: O que é a Geo-grafia de 19815 y Geografia: Teoria e Critica. O saber

4 Armando Corrêa da Silva es uno de los pioneros en Brasil en reflexionar sobre la ontología del espacio (Martins, 2007). 5 Es importante mencionar la autocrítica que realiza Moreira sobre este libro, pues dice:

el contenido del libro y los términos discursivos son una reflexión del clima de los debates acalorados promovidos por el Das y las secciones del AGB, en los años inmedia-tamente siguientes al 3er ENG. Lo que hice en el libro fue transportar el clima intelectual de los auditorios al papel, lo que me permitió escribirlo de una sola sentada, en algunos días de Octubre de 1981. Usado como material didáctico en las escuelas secundarias por los estudiantes de geografía, que lo tienen hoy como un

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Edgar Talledos Sánchez

posto em questão, de 1982, y Antonio Carlos Robert de Moraes con: Geografía. Pequena historia critica, de 1981.6 Estas obras representaron un esfuerzo por reescribir la historia de la Geografía que se había producido en Europa, desde una perspectiva crítica. Como manifiesta Moreira, cuando se auto-describe:

Ruy Moreira […] es parte de un número creciente de profesores que se niegan a tener en la geografía una praxis de alienación de los hombres. Com-ponen por consecuencia, parte del movimiento que ve a la geografía reintegrarse en la vida de los que construyen la sociedad con su trabajo […] (Moreira, 1981:114).

A partir de la producción de la década de los ochenta y noventa, Moreira consolida los pasos que seguirán sus trabajos de principios del siglo XXI,que se enmarcaron en una posición crítica de izquierda. Entonces realizará lecturas de autores como: Estrabón, Élisée Reclus, Paul Vidal de la Blache, Jean Brunhes, Max Sorre, Richard Harts-horne, Jean Tricart Pierre George, Yves Lacoste, Paul Claval, además de Immanuel Kant, Karl Marx,

texto de lenguaje “difícil”, casi esotérico […]. La historia de este libro es un indicio denotativo de la trayectoria seguida por la renovación (Moreira, 2007:39).

En 2009 apareció una nueva edición revisada y actualizada de este libro, la cual según el autor:

difiere sustancialmente de la primer edición de 1981, ya que la primera parte fue enteramente reescrita, man-teniendo un breve resumen histórico del pensamiento geográfico y una parte epistemológica, ampliando ele-mentos nuevos. La segunda parte, fue poco modificada. También se actualizó la bibliografía. El espíritu del libro es el mismo, conservando su formato de síntesis y su propósito de mostrar una geografía como una forma particular de conocimiento, no ajena de los sueños de los hombres de vivir una sociedad más igualitaria y humanamente justa (Moreira, 2009:4).

6 Con respecto a esta obra Manoel Fernandes de Sousa Neto, menciona:

En principio la obra apareció para llenar una laguna sur-gida con las reformas curriculares que fueron impulsadas por el movimiento de crítica cuando las preocupaciones se colocaron en el orden del día y la teoría se ponía el papel de luchadora, en el campo de batalla contra una fuerte tradición empirista (Neto, 2007:12).

Friedrich Engels, Rosa Luxemburg, Georg Lukács, Jean-Paul Sartre, Karel Kosik. De ahí saldrán tra-bajos como: O discurso do Avesso, para a critica da Geografia que se ensina, publicado em 1987, en O circulo e a Espiral, a crise paradigmática do mundo moderno, publicado 1993,7 y en Para onde vai o pensamento geográfico? Por uma epistemología crítica, publicado en 2006, por la editorial Contexto.

Estas obras representan el camino del autor en el proceso de escritura y reflexión de su pensamiento, ya que cada uno de estos libros se corrige, se amplía, se reescribe, para proporcionar un mejor funda-mento a su posicionamiento teórico y político, den-tro de la geografía. Ya que Moreira considera que es importante contribuir a un diálogo serio y conciso dentro y fuera de la geografía, que ofrezca alterna-tivas teóricas a los geógrafos contemporáneos, por eso publica en Pensar e ser em Geografia. Ensaios de historia, epistemologia e ontologia do espaço geográfico una serie de textos escritos entre 1978 y 2006.

Este conjunto de artículos que ahora se reúnen en forma de libro, son reelaborados y repensados, luego de 28 años de publicarse para diferentes revistas, conferencias y congresos, llevados a cabo en Brasil. Uno de los objetivos del autor, con la pu-blicación de este libro, es sumergirse en los antiguos y nuevos debates del pensamiento geográfico, así como en los caminos que ha emprendido en sus diferentes vertientes, como la ontología. Además de crear una epistemología crítica, que vaya en contra de los postulados positivistas y conservadores, de los trabajos que muchos geógrafos están acostum-brados a realizar.

Ya que según Moreira, es necesario tener pre-sente que existe un significado teórico y político cuando se utilizan los conceptos, pues:

ningún pensamiento, ninguna idea, ninguna “reflexión” que tenga objeto contenido puede ser

7 En 2004 Moreira efectúa una reedición de estas dos obras, en la cual realiza una redistribución de los temas examinados: O circulo e a Espiral pasa a ser un estudio básicamente de la estructura Naturaleza-Hombre-Economía, dejando para O discurso de Avesso la temática de la naturaleza más filosófica. Esto lleva a que el primero pase a tener el subtitulo de A critica da Geografía que se ensina 1 y el segundo Para a critica da Geografía que se ensina 2.

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Pensar e ser em Geografia. Ensaios de história, epistemologia e ontologia do espaço geográfico

completamente neutro. Todo pensamiento tiene un contenido, un objeto. Y al mismo tiempo, es una voluntad, una elección (Lefebvre, 1986:35).

De acuerdo con esta premisa, este geógrafo carioca, tiende las bases de la presente obra, bajo una lectura cuidadosa y crítica frente a los autores más representativos (Elisée Reclus, Paul Vidal de la Blache, Jean Brunhes, Paul Claval, Max Sorre, Pierre George, Milton Santos, Yves Lacoste, Henri Lefebvre) y que alimentaron el debate dentro de los geógrafos brasileños. La argumentación de la obra está guiada por dos líneas principales: una crítica de los trabajos que realizaban los geógrafos tradicio-nales brasileños y un rescate de los autores clásicos.

Bajo estos argumentos están seleccionados los textos que se reúnen en este libro, organizado en tres secciones: Historia, Epistemología y Ontología. La primera aborda la historia de la ciencia geográ-fica, del perfil de sus profesionales y del espacio, la segunda analiza los aspectos de la epistemología, los pensadores y los conceptos fundamentales de la geografía, en la última se presenta el diálogo que se establece en torno a la relación entre epistemología/conocimiento y ontología/existencia mostrando aquí la problemática de la existencia y del ser, con los nuevos enfoques que esto provoca en la geogra-fía (Moreira, 2007:10).

La primera sección del libro la integran los artículos: As formas da geografia e do trabalho do geógrafo no tempo; luego: A renovação da geografia brasileira no período 1978-1988 y por último: A sociedade e suas formas de espaço no tempo. En el primer capítulo (originalmente escrito para ofrecer una conferencia en la Asociación de Geógrafos Bra-sileños (AGB) sección Niterói, en mayo de 1993 y publicado en el Boletín Fluminense de Geografía en 1994), la discusión está encaminada en el trabajo del geógrafo a través de la historia, su papel en las diferentes etapas de la humanidad. Ya que según el autor: “Cada época de la historia tiene su propia geografía y un perfil propio del geógrafo”, de esta manera, se muestra el recorrido de los geógrafos en la historia hasta llegar a la segunda y tercera revolución industrial como él las denomina. En A renovação da geografia brasileira no período 1978-1988 (luego publicado en la revista GEOgraphia del

año 2000),8 se analiza el recorrido que experimentó en los años enunciados, donde la geografía brasileña incorporó un sentido político en los estudios y una fuerza teórica a sus argumentación, retomando a autores como: Lacoste, Lefebvre, Santos y Quaini que a través de sus obras van a desempeñar un papel seminal en este proceso. En el capítulo que cierra la sección de Historia: A sociedade e suas formas de espaco no tempo (publicado en la revista Ciencia Geográfica en 1998)9 Moreira elabora una argumentación del panel de los grandes cuadros espacio-temporales que constituirán las formas geográficas en la historia, su evolución estructural y las tensiones espaciales en el tiempo.

La segunda sección que titula Epistemología, la componen cuatro capítulos. Abre con: A Geo-grafia serve para desvendar mascaras sociais. Sigue: As categorias espaciais da construção geográfica das sociedades. Después: Conceitos, categorias e prin-cípios lógicos para o método y o ensino da geografia. Continúa con O dialogo com os humanos e os físicos y termina con Por um mundo experimentado por in-teiro. En el primer capítulo10 señala que “el espacio es historia”, estatuto epistemológico sobre el cual la geografía debe erigirse como ciencia, ya que, el espacio es parte fundamental del proceso social y de la estructura de control de la sociedad. Por eso la geografía al tener al espacio como objeto de estudio (con el cual también se puede dialogar con las de-más ciencias), es una ciencia eminentemente social. En As categorias espaciais da construção geográfica

8 Este texto fue escrito en 1988, en el contexto de las expec-tativas levantadas por la realización del Encuentro Nacional de Geógrafos de ese mismo año. En 1992 vio su primera edición en el Boletín Prudentino de Geografía (Moreira, 2007:23 y 37).9 Publicado originalmente en el periódico Espacio Geográ-fico en 1995 y reelaborado para ser publicado en este libro (Moreira, 2007:57).10 Trabajo escrito inicialmente en el momento cumbre de la etapa de renovación, en 1979, a partir de la intervención en la mesa redonda sobre las tendencias de la ciencia geográfica, realizada en XIII Congreso Interuniversitario de Geografía, de la Unión Paulista de Estudiantes de Geografía (Upege), Presidente Prudente, en octubre de 1978. Fue publicado en las revistas Territorio Livre, número 1, febrero de 1979, de laUpege, y en Encuentros con la Civilización Brasileña, de 1979 (Moreira, 2007:79).

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Edgar Talledos Sánchez

das sociedades (trabajo que se publica por primera vez en la revista de GEOgraphia de 2001), el autor parte del principio que las prácticas geográficas son categorías empíricas, y por eso son también media-ciones que hacen de la comprensión del espacio, la compresión de la sociedad y de la teoría del espacio una teoría de la sociedad.

En Conceitos, categorias e princípios lógicos para o método y o ensino da geografía11 texto que vio la luz en 1987, centra la preocupación en torno a los conceptos que sin ninguna preocupación se han utilizado en los salones de clase de geografía, que ha derivado además en una educación que no se preocupa ni por generar conocimiento sistemático, ni una actitud de consciencia crítica de los hombres y de las mujeres en su búsqueda de una nueva forma de sociedad. El texto que cierra la segunda sección; O dialogo com os humanos e os físicos: Por um mundo experimentado por inteiro (presentado originalmen-te en el Simposio Teoría y Método en Geografía Física, en el 5o Congreso Brasileño de Geógrafos en 1994), estudia la preocupación existente entre los geógrafos sobre la unidad de la ciencia geográfica. Ya que parte del hecho que el: “geógrafo siempre operó, opera todavía hoy, con un concepto externo y matemático de espacio, tiempo, hombre y natu-raleza”, que son hijos directos de la física mecánica creada entre los siglos XIII y XVII. En este punto la concepción de Kant respecto del espacio y de la naturaleza es determinante en la concepción que adquirió la geografía con Humboldt y Ratzel.

La última sección del libro que tiene por título Ontología, el autor cierra la exposición con cuatro capítulos: primero: O mal-estar espacial no fimdo século XX,12 segundo: Ser-tões: o universal no regionalismo de Graciliano Ramos, Mario Andrade

11 Escrito que tiene como base el texto Conceitos, categorías e principios lógicos para a reformulación da geografia que se ensina, publicado originalmente en los Anales del Encuentro Nacional de Ensino de Geografia, en 1987.12 Una versión de este texto sirvió para la intervención realizada en el Seminario Interdisciplinario O Mal-Estar no Fim do Seculo, organizado por la Escuela Brasileña de Psicoanálisis Bahia/Pólo Feira de Santana y la Universidad Estatal de Feira de Santana-BA, en mayo de 1997, publicado bajo el título Mídia, existência e hegemonia en los Anales del Seminario (Moreira, 2007:141).

y Guimarães Rosa,13 tercero: A identidade y a repre-sentação da diferencia na geografia,14 y finalmente Sociabilidade e espaço: as sociedades na era da terceira revolução industrial.15 El capítulo que abre la sec-ción, parodia a Freud, con su estudio “el malestar de la cultura”, ya que, para Ruy Moreira, también existe un malestar geográfico, un mal-estar deter-minado por el modo de ser-estar-espacial, creado en la cultura occidental, en donde “el hombre está mas no es espacio”. Para este autor, existe una re-lación entre el espacio y existencia que es necesario clarificar. Dar cuenta de ese problema ontológico significa que la geografía está en un gran dilema, pues siendo una forma de ver al hombre en un mundo por la vía del espacio ¿cómo ver el mundo como mundo-del-hombre si el espacio es de él un dato orgánicamente apartado? En el capítulo Ser-tões: o universal no regionalismo de Graciliano Ramos, Mario Andrade y Guimarães Rosa, da vida geográ-fica a la literatura, a las novelas que trabajan con la misma dimensión espacio-temporal de lo real, sobre todo para entender que en esa interacción se evidencia con más claridad el espacio-tiempo como modo de ser-estar-del-hombre-en–el-mundo, por-tando geograficidad.16 Apunta el autor que: “no existe novela, que pueda hablar de la problemática humana -al contrario la problemática humana es un tema tanto de la literatura como de la historia y de la geografía- fuera de su contexto espacio temporal” (Moreira, 2007:144).

En el penúltimo capítulo A identidade y a repre-sentação da diferencia na geografía, de la sección y

13 Este texto es la reunión de dos trabajos desarrollados en la línea de investigación de geografía y literatura, publicados entre 1992 y 1996 (Moreira, 2007:159).14 Texto publicado originalmente en la revista GEOgraphia, número 1 de 1999.15 Trabajo escrito inicialmente para la mesa redonda “Pers-pectivas de la Geografía Latino-Americana en el siglo XXI”, como parte del programa del X Encuentro de Geógrafos de América Latina (EGAL), realizado en la Universidad de São Paulo, en marzo de 2005 y publicado en la revista Diseño y Sociedad, núm. 18, 2005, de la UAM-Xochimilco.16 Para Ruy Moreira se entiende como: “la combinación ser-espacio-tiempo, la experiencia del espacio y del tiempo, que define como modo espacial de la existencia del hombre” (Ibid.:157).

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Pensar e ser em Geografia. Ensaios de história, epistemologia e ontologia do espaço geográfico

del libro, parte del hecho que la identidad eliminó al espacio, lo cual no ha permitido que la diferencia se vea de manera dialéctica. Por tanto, para él se debe partir de la identidad para la diferencia, de la diferencia para la identidad, del significado al signi-ficante y, viceversa, partiendo del presupuesto que la identidad también es diferencia, de la ausencia también es presencia y lo homogéneo que también es heterogéneo. El último capítulo: Sociabilidade e espaço: as sociedades na era da terceira revolução industrial tiene el propósito de situar el concepto de sociabilidad de Lukacs con las proximidades de lateoría geográfica, en particular con conceptos de género de vida, de Vidal de la Blache y medio cien-tífico técnico de Milton Santos, e incorporarlos a la reflexión sobre las formas nuevas del espacio geográ-fico que se avecinan. Considera que la intervención de este tipo de argumentación de la investigación geográfica se hace necesaria e indispensable, sobre todo porque las formas de organización del espacio tienden a ir en los años futuros por dos direcciones posibles, opuestas y distintas; una en los grandes complejos del capital, y la otra en la complejidad creada en el ámbito de las comunidades (Ibid.:181).

Pensar e ser em Geografia. Ensaios de história, epis-temologia e ontologia do espaço geográfico, es un libro construido y documentado que, al ser una serie de textos reelaborados en diferentes periodos de la vida intelectual del autor y reescritos para publicarlos en conjunto, permite observar la coherencia teórica y crítica en los postulados que ofrece. Y aunque no podemos dejar de decir que presenta una compo-sición desigual en los capítulos que integran las secciones del libro y que la obra es una lectura bási-camente de algunos geógrafos franceses del siglo XX, tampoco se puede negar que este geógrafo carioca, como lo menciona Sandro de Oliveira Safadi, en la reseña que realiza de este mismo libro en la revista Ateliê Geográfico de la Universidad Federal de Goiás, actualmente es uno de los mayores responsables de la reflexión del pensamiento geográfico en Brasil (Safadi, 2008:144) y ofrece además una contribu-ción, no sólo para entender las luces y las sombras de las lecturas que se han tenido de los geógrafos clásicos, sino también para introducirnos en los nuevos debates de la ontología y de la epistemología de la ciencia geográfica.

RefeRencias

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Edgar Talledos SánchezPosgrado de Geografía

Facultad de Filosofía y LetrasUniversidad Nacional Autónoma de México

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Licona Valencia, E. (coord.; 2007),El zócalo de la ciudad de Puebla. Actores y apropiación social del espacio, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Puebla, México,171 p., ISBN 968-863-9001

Ernesto Licona Valencia es profesor-investigador del Colegio de Antropología Social perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y doctor en antropología por la Universidad Autónoma Metropolitana. Los temas de investigación que estudia son: las formas de apropiación social, la identidad urbana y el patrimonio cultural. El zócalo de la ciudad de Puebla que se presenta aquí es una integración de estudios y de opiniones realizadas con la participación de profesores investigadores dentro de un proyecto de investigación en ese nicho académico.

El libro es un tratado sobre un espacio con-creto de la ciudad de Puebla, el primer cuadro, conocido como zócalo.1 En este espacio emergen diferencias en el uso, la apropiación y el signifi-cado otorgado por sus actores. De acuerdo con Licona, las prácticas espaciales van conformando el espacio social. Esta obra reúne cinco ensayos que tienen como eje temático la apropiación de un espacio urbano por diferentes actores sociales.

El primer capítulo intitulado: Espacio y cultura: un acercamiento al espacio público Ernesto Licona examina los conceptos espacio, espacio público y

1 Proviene del latín socoulus y tiene varias acepciones, la más común es aquella base o pedestal ubicada en la parte infe-rior de una edificación con objeto de realzar los elementos que predominan en una obra arquitectónica. La antigua plaza de armas de la ciudad de México se le nombró zócalo porque durante una de las estancias de Antonio López de Santa Anna en la presidencia del país, se edificó una base para la construcción de una columna conmemorativa que nunca se edificó. A partir de ese hecho se le denominó así. Por extensión, a varias plazas del país se les conoce con el nombre de zócalo, aunque no tengan ningún rasgo arquitec-tónico que así las defina. De manera estricta, el uso de este vocablo fuera del contexto urbano de la capital mexicana es una implantación cultural aceptada en este libro.

actor urbano. “El ámbito donde se sustentan las relaciones sociales, donde se estructuran identida-des o sociabilidades y se construye un tipo de dis-cursividad” (pp. 14 y 15) es el espacio; el cual está estrechamente relacionado con el espacio público que es fundamentalmente de encuentro y alteridad, es el sitio donde la socialidad se excede, es donde se extienden las relaciones sociales de la urbanidad. El espacio público es una esfera micro pública que sintetiza la vida en la ciudad, sus principales actores son sujetos urbanos.2

Sugiere usar el término “actor urbano”, el cual se vinculará con el espacio de acuerdo con la es-cala social, la biografía individual, las preferencias religiosas y sexuales, así como el capital cultural3 adquirido y movilizado en la práctica social. De manera breve pero concisa realiza un análisis sobre el binomio espacio y cultura a través de los aportes de la escuela de Chicago, Henri Lefebvre, Manuel Castell, Michel-Jean Bertrand y Michel de Certau. Refiere planteamientos que combinan la estructura física urbana con lo simbólico desde la antropología mexicana. Desde la óptica de Licona, María Ana y José Carlos Aguado logran concretar esta dualidad, por lo que examina la relación territorio y significa-dos. Concluye el artículo proponiendo “entender

2 Este concepto procede del politólogo John Keane (2006), de un complejo espacio público-privado y Estado-nación concibe tres esferas públicas: las micro públicas, correlativas a espacios locales; las meso públicas millones de personas interactuando a nivel Estado-nación; y las macro públicas, que relaciona centenares de millones y aun de billones de personas involucradas en disputas de poder de alcance supranacional. 3 Por capital cultural se debe entender el acervo de valores que tiene cada sociedad. Se parte de la idea que toda sociedad fundamenta su estructura en un grupo de valores y que éstos hacen la diferencia con otros grupos sociales.

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El zócalo de la ciudad de Puebla. Actores y apropiación social del espacio

el espacio como un sitio físico que funciona como escenario localizado donde sujetos sociales fabrican sentidos” (p. 34).

En el corazón de la ciudad, el segundo capítulo del libro escrito por Gloria A. Tirado Villegas, se describe la capital de Puebla desde la historia y el urbanismo. Por medio de un estudio de larga duración, la autora involucra el trabajo de archivo en la búsqueda de lo simbólico en la plaza princi-pal de la ciudad, como un lugar mágico, hecho de memoria e historia. Desde ahí revela la formación histórica de la plaza de armas, muestra las modi-ficaciones físicas y sociales en su arquitectura a lo largo de su existencia. El centro de la ciudad es un lugar emblemático cargado de símbolos históricos superpuesto a través de los usos que le han dado los poblanos, connotado como el centro de la ciudad siempre ha generado distintas respuestas en sus asiduos visitantes.

Maritza Urteaga Castro Pozo presenta el texto Usos y apropiaciones del zócalo por jóvenes. Apoyán-dose en trabajo etnográfico, describe e interpreta las formas en que se usa y apropia el zócalo por jóvenes. Por medio de sus prácticas culturales y espaciales plantea la interrogante sobre el condicionamiento que impone la arquitectura sobre este espacio pú-blico. La autora presenta un estudio de la cuestión sobre el tema en otras ciudades de México. En esta revisión conceptual apunta tres aspectos que arroja la investigación.

La primera, las prácticas espaciales de los jóvenes están enmarcadas en ámbitos no siempre diseñados para tal fin. La segunda, las prácticas culturales y espaciales se refieren a una heterogeneidad de colec-tividades o identidades juveniles. La tercera, tiene relación con el “olvido” de una población como son los jóvenes, lo cual obliga a la autora a profundizar en las estrategias, estilos de uso y apropiación de los espacios públicos. En general, el grupo de estudio que se analizó exhibe un conjunto de conductas que cuestionan el uso de ese mismo espacio por parte de los adultos.

En el cuarto capítulo Hombres, Espacio, so-ciabilidad, se muestra a través de un enfoque de género y de sexualidad cuáles son los actores que tienen prácticas sociales en el zócalo de la ciudad. Mauricio List Reyes, autor del ensayo, expone de

qué manera se territorializa un espacio como es la plaza principal de Puebla por medio de las prácticas sociales del género masculino. El artículo combina distintas escalas, no sólo se remite a las prácticas de los hombres, sino que examina las relaciones regionales identificando la realidad de su zona de estudio. El artículo cuestiona la concepción de mas-culinidad e identifica la manera en que los hombres desde su diversidad se apropian del espacio, lo usan, lo transitan, en general, lo viven.

El zócalo, un espacio público el cual está sobre reglamentado, aun con esta limitación es un lugar de encuentro y socialización. La manera de definir el territorio es a través de recorridos, trayectorias, itinerarios, permanencias dadas en el uso cotidiano. Estas formas de regulación han provocado que sujetos sexo diversos4 creen lugares clandestinos donde socializar. Eso ha permitido crear lenguajes crípticos a fin de posibilitar el ejercicio de su orien-tación y expresión sexual. Sin embargo, su presencia no se remite a zonas privadas, su propia existencia ha producido que se ocupen espacios públicos. De esta manera el autor expone el zócalo de Puebla como un espacio público donde coexisten múltiples relaciones sociales que expresan diversas formas de uso y apropiación que no tienen un solo sentido.

En las huellas de la fe en la catedral de Puebla, Luis Arturo Jiménez Medina nos acerca a la cate-dral de Puebla describiendo el uso del interior de este edificio. El artículo se compone de historias, biografías y experiencias de sujetos anónimos que acuden a un recinto como es la catedral. Del uso religioso se desprenden los significados que revelan la manera de apropiarse de las distintas zonas de este edificio, el fin es elaborar una “tipología de cre-yentes”. La manera de caracterizar a los creyentes es un trabajo que se conforma a través de las actitudes, posiciones corporales, señales, gestos y horarios frente a lo sagrado.

El autor perfila tres aspectos en su artículo. En el primero el territorio está marcado por una inscripción en la cultura; el segundo delimita un área de distribución de instituciones o prácticas

4 Individuos con diferentes orientaciones sexuales y maneras plurales de expresar su sexualidad: gays, lesbianas, bisexuales, travestidos, queers y, por supuesto, heterosexuales.

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José Antonio Ramírez Hernández

culturales; y por último, el territorio es apropiado subjetivamente como objeto de representación y apego afectivo, como un símbolo de pertenencia socio territorial. En un territorio como es la catedral de Puebla, bajo la perspectiva del autor, afloran un cúmulo de asociaciones espirituales, sagradas y mitológicas filtradas por un conjunto de ritualiza-ciones que permiten reconocer a este edificio como de alta significación, pues es donde se comunica lo “divino” con los visitantes.

El libro presentado tiene la intensión de mostrar un pasado y presente de un sitio tan representativo como lo es la antigua plaza de armas. Para este tra-bajo se utilizaron fuentes de información orales (los trabajos están basados en entrevistas), se conjugan con diarios de campo, observación participante y archivos históricos, complementados por la habi-lidad interpretativa de cada autor. El libro cuenta con fotografías del centro de la ciudad que son de distintas épocas. La bibliografía está limitada a la antropología, en fuentes locales y en algunos casos regionales. No hay una reflexión o perspectiva internacional del tema.

Por otra parte, una de las ideas que sobresalen después de la lectura del libro, es la porosidad con que los centros históricos, el espacio público, el uso y apropiación de áreas de la ciudad son estudiados entre las ciencias sociales. Todos ellos forman los temas de la agenda de la geografía durante la última década, sólo que Licona y el grupo de autores en-tregan un ejercicio desde la antropología, dejando de lado a otras disciplinas.5

El libro coordinado por Licona, por tanto, no cuenta con una comunicación real con otras dis-ciplinas. Anotamos para ejemplificar dos casos, en primer lugar, pensando desde la ciudad, la geografía de la percepción ha renovado los temas como es la experiencia urbana, con teorías y propuestas meto-dológicas que se han aplicado en otras disciplinas.6

5 Sin embargo, no es el único trabajo con esta característica refractaria. La compilación que presenta Alejandro Mercado Celis (2010) es notable, porque en los capítulos se desconoce el trabajo geográfico que desde sus orígenes históricos, teó-ricos y académicos tiene al espacio como objeto de estudio.6 Lo urbano en geografía no sólo se ha vinculado a las prác-ticas, intereses y contexto de la sociedad dando cuenta de la continuidad social, sino también se ha incursionado en

Un segundo caso, continuando con la ciudad, sobre el espacio público hay una discusión constante sobre la complejidad de una sociedad relacionada con la organización económica y financiera, las transformaciones de los espacios vividos a espacios donde las reestructuraciones trasnacionalizadas se desbordan por el consumo (Latham et al., 2009; López, 2006).

Por último, el libro no contiene ningún mapa, que es una de las ausencias del proyecto de inves-tigación que dio origen al libro. Conviene recordar que las ciencias sociales han tenido dos giros para responder ante problemáticas sociales: tanto lo cultural como lo espacial han traído consigo la revaloración del territorio y la sociedad, y es aquí donde la generación de mapas ha ocupado su lugar central y expresa la complejidad que emerge de cualquier investigación. El mapa, pensado como una tecnología, enriquece el trabajo de cualquier in-vestigación al visualizar información tan vasta como la ofrecida en este texto. La riqueza de la informa-ción en cada capítulo debería haber pasado por un procesamiento y plasmarse en la elaboración de mapas temáticos que darían nuevas formas de co-municación y comprensión del tema, es decir, de loselementos espaciales que son materiales o parte de un discurso producido al interior o al exterior del centro de la ciudad de Puebla.

El zócalo de la ciudad de Puebla es un texto que expone cómo la metodología del trabajo etnográfi-co expresa socialidades urbanas o territorios como anclajes identitarios, permitiendo identificar usos y apropiaciones de un espacio público. Los resultados del libro, de interés para el geógrafo, forman parte de una amplia discusión sobre espacios públicos y centros históricos que la geografía cultural, urbana y turística está trabajando de manera importante. Sin embargo, se extraña en este libro una comuni-cación como puente tendido con otras disciplinas que tienen como tema de interés común el espacio.

aspectos como el uso de suelo: su morfología y morfogénesis, las formas arquitectónicas, los agentes e instituciones socia-les, propietarios, constructores y arquitectos y planificadores (Knox, 1991). En general se ha estudiado la funcionalidad y las representaciones en la ciudad desde distintos niveles: lo cotidiano, los actores, la desigualdad o el género.

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El zócalo de la ciudad de Puebla. Actores y apropiación social del espacio

RefeRencias

Claval, P. (1999), La Geografía Cultural, Eudeba, Buenos Aires.

Keane, J. (2006), Civil society: Berlin Perspectives, Bergh-ahn Books, Oxford.

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Latham, A., D. McCormack, K. McNamara and P. Mc-Neill (2009), “Sites and practices”, in Key concepts in urban geography, Sage Publications, London,

pp. 159-194.

López, L. (2006), “Centros comerciales, recintos forti-ficados”, Veredas. Revista del pensamiento sociológico, vol. 7, núm. 12, México, pp. 147-163.

Mercado Celis, A. (2010), “Introducción”, en Reflexiones sobre el espacio en las ciencias sociales: enfoques, proble-mas y líneas de investigación, Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, Juan Pablos, México, pp. 9-24.

José Antonio Ramírez HernándezPosgrado de Geografía

Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México

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América, como un ente histórico, ha pasado por un desarrollo conceptual necesario para su plena y definitiva identificación geográfica como continente. Un capítulo en este proceso de cons-trucción ontológica se encuentra en la idea de su descubrimiento (O´Gorman, 1976), el cual culminará al conferírsele un nombre propio que consiga individualizar al nuevo territorio recién hallado en el hemisferio occidental. Para la re-construcción de la historia de la configuración del espacio americano desde su génesis, resulta imprescindible indagar en la historia de la car-tografía del Nuevo Mundo y del Renacimiento a través de los mapas antiguos como objetos de estudio, reflexión y análisis histórico.1

Aquí es donde aparece el mapa elaborado en 1507 y atribuido a Martín Waldseemüller. En él se representa una masa de tierra en el hemisferio occidental identificada, por vez primera, con el apelativo “América”. Dicha denominación tuvo su inspiración en el navegante florentino Amerigo Vespucci, quien pudo exponer —en sus epísto-las— las dimensiones continentales de las tierras recién descubiertas en detrimento de un concepto más limitado —nacido este del periplo caribeño realizado por Colón. Por ello, la elaboración de este mapamundi es fundamental tanto para la historia de la cartografía universal como para la del Renaci-miento y del Nuevo Mundo. Su publicación resultó ser uno de los primeros testimonios cartográficos que representaron el rompimiento de la imagen

1 Se entiende aquí el término de “cartografía antigua” para referirse al campo de estudio que transforma el mapa antiguo en una fuente histórica susceptible de ser interrogada sobre su propia naturaleza y sobre el contexto cultural donde se inscribe. Al recuperar y dar lectura a dicho mapa, bajo un enfoque actual, éste adquiere un carácter histórico dotán-dolo, además, de un valor social y cultural.

Mayer, A. (coord.; 2009),América en la cartografía. A 500 años del mapa de Martín Waldseemüller.GM Editores/Espejo de Obsidiana, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM/Cátedra Guillermo y Alejandro de Humboldt, México264 p. ISBN 978-607-02-0995-6

del mundo medieval y la inclusión de una nueva cara del mundo.

El célebre mapa de Waldseemüller se conser-va dentro de la Geography and Maps Division, Library of Congreso, Washington D. C. (Wald-seemüller, 1507). Dicho mapa fue preparado por un equipo de humanistas reunidos en torno al establecimiento de una imprenta en una casona en los vosgos teutones. Se trata de un mapamundi que representa aquello que consignó Ptolomeo en su trabajo cartográfico, aunando a los más recientes hallazgos geográficos con el auspicio de las coronas española y lusitana. Así fue como se difundirá la nueva naturaleza de las Indias: una gran masa continental en el hemisferio occidental separada de Asia (Waldseemüller, 2008:101). De esta forma, Waldseemüller (aunque como obra co-lectiva) tomará la decisión de nombrar a las tierras recién exploradas con el apelativo del autor de las cartas donde se lee el descubrimiento intelectual y consciente de América.

Dentro del campo de la historia de la carto-grafía de México son temas de vital relevancia aquellos relacionados con el estudio de los mapas producidos en Europa sobre los primeros viajes de exploración a costas en litorales sudamericanos, los mapas trazados a partir del encuentro entre dis-tintas formas ideológicas de representar el espacio entre europeos e indígenas y la cartografía, tanto colonial como moderna, producida en distintas regiones americanas. Así, por ejemplo, el estudio de los mapas que representan, de una u otra manera, espacios americanos, coadyuva en la construcción real de la territorialidad de distintas áreas culturales y estados nacionales en el continente americano. Por esto, para la historia y geografía de nuestro país, es fundamental reconocer el valor cultural de la cartografía antigua de México y de América.

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América en la cartografía. A 500 años del mapa de Martín Waldseemüller

La conmemoración de los 500 años del mapa de Waldseemüller fue motivo de una reunión de historiadores, quienes se dieron a la tarea de analizar y reflexionar, bajo diversas ópticas, temas en torno a dicho mapa y a su contexto histórico y cultural.2 La iniciativa, que podría muy bien haber surgido desde el medio académico de la geografía, nace en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México dentro del ámbito de la historiografía y la historia de las ideas. Este esfuerzo por reunir trabajos en torno a la primera cartografía de América, se coronó con la publicación que traduce, por vez primera al español, la obra Cosmographiae Introductio del cosmógrafo alemán Martín Waldseemüller y la elaboración de su mapamundi en 1507.3 León Portilla, en su estudio introductorio, analiza la obra cartográfica de Waldseemüller, los detalles y características de su publicación, los antecedentes

2 El foro se llevó a cabo el jueves 26 de abril de 2007 bajo el nombre de “Congreso internacional. América en la car-tografía. A 500 años del mapa de Martín Waldseemüller”. La sede fue el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Presidido y presentado por Alicia Mayer, directora de la sede anfi-triona. En él participaron Juan Gil de la Universidad de Sevilla (España), Dietrich Briesemester de la Universidad de Jena (Alemania), Karl Kohut de la Cátedra Guillermo y Alejandro de Humboldt (México), Sonia V. Rose de la Universidad de París (Francia), Omar Moncada del Instituto de Geografía (México), Rodrigo Moreno del Posgrado de Historia (UNAM), Alicia Mayer del Instituto de Investiga-ciones Históricas (UNAM), Rodrigo Díaz del Instituto de Investigaciones Históricas (UNAM), Marcelo Ramírez de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM). El Congreso terminó con la presentación del libro “Cosmographiae Introductio” de Martín Waldseemüller, estudiado por Miguel León Por-tilla y publicado por la misma dependencia universitaria.3 La publicación contiene la Cosmographiae Introductio en latín que incluye la impresión del mapa en gajos para una esfera terrestre y la traducción al español hecha por Miguel León Portilla. Aparecen encartadas una copia del mapa de Waldseemüller de 1507 tanto en plano de 85 x 46.4 centímetros como en formato digital (CD) provenientes de la Geography and Maps Division, Library of Congreso, Washington, D. C. Waldseemüller (1507 [2007a]) y Wald-seemüller (1507 [2007b]). Para esta edición se determinó, además, agregar, como segunda parte de la Cosmographiae Introductio, la obra en latín de las cartas de los viajes de Ves-pucci por considerarlas fundamentales para la credibilidad de los hallazgos geográficos que se registraran en el mapamundi.

e influencias cartográficas del mapa, su historia y el medio cultural en donde se produjo. Así, con esta publicación, se muestra una vez más el interés y capacidad por producir trabajos que den cuenta de la historia de México vinculada a su geografía y a su cartografía antigua. Revisemos ahora algunos trabajos que exploran elementos y significados del mapa de 1507, su contexto histórico, técnico, cultural, social y político, así como su impacto y trascendencia para la historia de la cartografía y la historia de las ideas.

El primer ensayo de Dieter Bresemeister se intitula “Globalización en la era de los descu-brimientos: Waldseemüller y la geografía del Renacimiento”. En lo que atañe a la historia de la cartografía este es uno de los ensayos más valiosos porque describe y comenta el mapa de Waldsee-müller, sobre todo en lo relativo a sus símbolos y alegorías. Por ejemplo, se analiza la forma en la cual se plasma en la cartografía renacentista la idea de un orbe idóneo destacando la importancia del retrato en las imágenes renacentistas, mismas que evocan diversas figuras religiosas o simbólicas. Llama la atención que en el mapa de 1507 se representa, en cambio, figuras del campo de la ciencia como son la de Ptolomeo, Vespucci o América asociada a ele-mentos propios de su naturaleza terrenal. Es decir, se subraya la función de las viñetas e ilustraciones en los mapas que efectúan una función narrativa de acuerdo con los postulados de su tiempo. Con este mapa, sugiere el autor, América queda incor-porada a la estructura que denomina “organológica” (p. 27). Además, menciona a cartógrafos y mapas contemporáneos enfatizando el significado de los globos terráqueos de aquel momento -Martín Waldseemüller (1507), Martín Behaim (1493), Johann Schöner (1520) y Abraham Ortelius (1587) - los cuales representan, en términos simbólicos, la “globalización de la edad moderna” y la hegemonía europea sobre el orbe.

En “La gestación de la idea de América en Alemania”, Kart Kohut analiza la aparición e idea de América en Alemania a través de textos humanistas relacionados con modelos tomados de la antigüedad y a intereses imperiales. El autor refiere las primeras alusiones al “Nuevo Mundo”, el adelanto tecnológico, la difusión de los impresos y

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Raquel Urroz

de la cartografía donde se alude a tierras americanas (Johann Shöner, Petrus Apianus, Gerhard Mercator y Sebastián Münster). Además, examina las razones políticas del nombre de América en sus buenas relaciones con la corte portuguesa.

En realidad, estos ensayos se centran en textos y en documentación de primera mano, más que en imágenes y mapas relacionados al nombre y difusión del ontos americano. Por ejemplo, en “La primera toponimia de América”, Juan Gil estudia la toma de posesión intelectual en el acto denominativo de nuestro continente. En este sen-tido, la toponimia impuesta por Colón en costas americanas, arroja información sobre antecedentes lingüísticos griegos y lusos, que hacen dudosa su procedencia castellana. Para ello, el autor utiliza fuentes escritas, más que la cartografía antigua, la cual podría aportar importantes datos en el análi-sis toponímico y en referencias culturales para el nombramiento territorial.

Peer Schmidt (Universidad de Erfurt) y su tra-bajo titulado “‘Emperador de las Indias’: América en el mapa mental de la corte española del siglo XVI”, nos remite al ambiente de la corte española que incorporó las noticias de un nuevo mundo eli-giendo el término “Indias” o “Islas del Mar Océano y de la Tierra Firme”. Esto puede ser analizado a tra-vés de la cartografía y mostrar, por ejemplo, que su reticencia a aceptar el apelativo “América” (y todo aquello que implicaba) pudo ceder alrededor de 1538, tal y como se plasma en el mapa de Mercator donde ya se utiliza dicho apelativo. Por otro lado, se estudia el tema de las colonias americanas en la vida política española a través del programa ico-nográfico moldeado en esculturas, monumentos, documentos de ceremonias y en vida política de la corte, pero no en mapas. Allí también se advertirá la poca atención e integración de América en con-traste a las referencias a alegorías de la antigüedad clásica. La manera en que se representaba América (es decir, como un conjunto de islas) podría inter-pretarse como una suerte de resistencia a mantener la visión tradicionalista del orbe.

En “El significado americano de un mundo nuevo”, Marcelo Ramírez Ruiz logra un acerca-miento mayor a los mapas antiguos en su aspecto ideológico. Para ello, explica que en Europa existían

distintos modelos cartográficos para representar el mundo: los mapas ptolemáicos (mismos que recoge Waldseemüller), el orbis terrarum y las cartas por-tulanas. En este caso se trataba de la convivencia y pervivencia de dos concepciones geográficas: la matemática griega (es decir, la de Ptolomeo: más útil, práctica y eficaz) y la bíblica medieval. En este sentido, nos dice el autor que “el mapa fue el reflejo del mundo terrestre, y éste, a su vez, un espejo del cielo” (p. 138). Para haber llegado a esta síntesis fue menester reconfigurar la idea antigua de una terra incognita y la de los antípodas al sur del ecuador desarrollada desde la antigüedad (Macrobio, 1483; Pomponio Mela, 37 d.C.; Crates de Malos, 180 a.C.). Es decir, a través del estudio de los mapas antiguos, se puede comprobar la correspondencia o paralelismo entre aquella isla antipodeana del he-misferio sur y los espacios ocupados posteriormente por tierras americanas en su solución y versión insular concretizada en el mapa de Waldseemüller.

El trabajo de J. Omar Moncada Maya “El mapa de Waldseemüller en el contexto del conocimiento del territorio americamo” articula los cambios geográficos operados en el Renacimiento a raíz del redescubrimiento de la obra cartográfica de Ptolomeo, la invención de la imprenta y los gran-des descubrimientos geográficos. En este contexto sobresale el papel de Amerigo Vespucci y su obra epistolar, en la cual se habla de “la continentalidad” del hemisferio occidental; pero es en la cartografía americanista que se mira una naturaleza nueva y la idea de Europa como centro del mundo.

Sonia V. Rose en el “El mapa dibujado y el mapa escrito: América en la Miscelánea antártica de Miguel Cabello Balboa”, describe y aprehende la nueva realidad de las Indias en una obra carto-gráfica que imagina al continente americano como un gigante acostado sobre el mundo. Examina su simbolismo y la correlación con los conceptos de anatomía, cuerpo, astronomía, mitología y carto-grafía, así como sus distintas capas de significación metafórica en los mapas.

Alicia Mayer en “‘América para los americanos’, de por qué los Estados Unidos ostentan el nombre de América”, sintetiza la historia de una conciencia espacial estadounidense ligada a su historia desde el suceso del descubrimiento y bautismo de América

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América en la cartografía. A 500 años del mapa de Martín Waldseemüller

hasta nuestros días. A través de un análisis historio-gráfico, ella analiza -desde su intuición en el siglo XVI hasta su cabal percepción en el siglo XIX- el proceso de conocimiento del espacio estadouni-dense. Para ello, la autora se vale de documentos escritos y en menor medida cartográficos. Es sólo hasta el siglo XVIII que los mapas coloniales darán testimonio del interés por el norte y el este del continente americano. Allí comienza la construc-ción propia de una identidad espacial del territorio nacional estadounidense.

Pero más que por un genuino interés geográfico a través de viajes de reconocimiento y exploración, es a través de viajeros que se despertó el interés por el uso de la tierra y por la colonización a lo largo del siglo XIX. Por otra parte, la idea del descubrimiento en la historiografía y el nombre de América, se asociarán con el territorio de Norteamérica a partir del siglo XVII en un plano secularizado y anties-pañol. En última instancia, las fuentes históricas y, entre ellas, las cartográficas, pueden expresar el sentido global y exclusivo que los Estados Unidos desarrollaron por el dominio del septentrión y del continente americano completo nacido por el deseo de posesión, objetivo nacional y mandato divino.

En contraparte, podría observarse asimismo el trabajo que, para conmemorar el mismo hecho, se ha realizado en el ámbito académico estadouniden-se. En 2008 se publicó, como obra individual, la traducción del latín al inglés de la Introducción a la cosmografía de Martín Waldseemüller (Hessler, 2008).

John W. Hessler incluye una introducción sobre principios básicos de cosmografía y algunas definiciones técnicas. Su obra comenta algunos aspectos del mapa dividido en doce secciones. En general, el propio autor de The naming of America se muestra incrédulo en la reconstrucción -a través de documentos y cartografía antigua- de evidencias que interpreten las circunstancias históricas que rodearon la creación del mapa ya que, según él, se cuenta con poca evidencia de fuentes históricas y escasos estudios sobre la cartográfica coetánea (Urroz, 2009).

Este mapa, para la historia de las ideas de Améri-ca, es uno de los más relevantes y significativos; a él se debe la enunciación y la final consagración de la

palabra América para nombrar nuestro continente. En él se representa el Nuevo Mundo prediciendo lo que será la configuración general del hemisferio ofreciendo, a su vez, un testimonio histórico-cartográfico para su reconstrucción ideológica. De este modo, pues, el libro comentado es un esfuerzo que se suma a la reivindicación de la génesis de la palabra América para la historia de la cartografía del siglo XVI americana.

En realidad, todas las representaciones carto-gráficas del Nuevo Mundo repercutieron direc-tamente en la conformación de sus perfiles, en su configuración del espacio y en la construcción del sentido ontológico de América. Por esto, su estudio puede contribuir al conocimiento de la historia de la cartografía americana, de su realidad geográfica e histórica y de la visión del mundo que seguimos conservando hasta hoy.

En este sentido, es preciso decir que el conjunto de estos trabajos son dignos de ser reunidos en torno a una reflexión del ser de América. Y aunque el interés y objeto central de las investigaciones de-sarrolladas en esta obra no parece sea la cartografía en sí misma -ya que es el documento escrito el hilo conductor y fundamento de las ideas desarrolla-das-, la obra, en su conjunto, resulta un magnífico comienzo de aproximación y experimentación donde el mapa, al igual que cualquier artefacto cultural, abre preguntas y ofrece respuestas a sus propias investigaciones en torno a la idea del ser de América.

Algunas consideraciones de carácter ideológico que todavía deben ser tomadas en cuenta para el es-tudio de la cartografía del Nuevo Mundo, podrían ser las siguientes: 1. El mapa de Waldseemüller es considerado el certificado de nacimiento de la cartografía americana, no obstante, se corre el riesgo de olvidar que la historia de esta cartografía comienza mucho antes a su descubrimiento oficial y continúa a través de los siglos subsiguientes. 2. Es importante tener presente los distintos niveles de significación donde se inscribe cada mapa antiguo; por ejemplo, para el caso de la cartografía del des-cubrimiento y de la época colonial en su conjunto, será necesario examinar la confluencia de distintas cartografías (mesoamericana, renacentista, etc.) en la configuración y transformación de una territo-

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Raquel Urroz

rialidad inédita. 3. Para el trabajo de una historia crítica de la cartografía de México, es fundamental revisar cuestiones conceptuales que nos eviten caer en una historia lineal y progresiva que mantiene la idea del mapa científico, misma que cancela el valor cultural del mapa antiguo de inmensa relevancia como aquel elaborado en 1507.

RefeRencias

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Waldseemüller, M. (1507 [2007b], “Introducción a la cosmografía con algunos principios de Geometría y Astronomía necesarios a ella. Además las Cuatro Navegaciones de Américo Vespucio” en, León-Portilla, M., Martin Waldseemüller: Introducción a la cosmografía y las cuatro navegaciones de Américo Vespucio traducción del latín, estudio introductorio y notas, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, México, pp. 56-151.

cartografía

Waldseemüller, M. (1507), Universalis secundum Ptho-lomaei et Americi Vespucii alioru [m] que lustrationes, St. Dié, Francia? [Library of Congress, Washington, D.C.].

Waldseemüller, M. (1507 [2007a]), Universalis secundum Ptholomaei et Americi Vespucii alioru [m] que lustra-tiones, en León-Portilla, M. Martin Waldseemüller: Introducción a la cosmografía y las cuatro navegaciones de Américo Vespucio, traducción del latín, estudio introductorio y notas, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, México.

Raquel UrrozFacultad de Filosofía y Letras

Universidad Nacional Autónoma de México

Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 143

Moncada Maya, J. O. y P. Gómez Rey (coords.; 2009),El quehacer geográfico: instituciones y personajes (1876-1964),(Colección: Geografía para el siglo XXI, Serie Textos Universitarios, núm. 5), Instituto de Geografía, UNAM, México,141 p., ISBN 978-607-02-0948-2

Este libro es el más reciente que analiza la historia de la geografía en México, escrita por autores co-nocedores del tema. Resume en un volumen seis trabajos distintos, en los que se hace referencia a una parte importante de la evolución de la geografía mexicana, desde el último tercio del siglo XIX hasta las primeras seis décadas del siglo XX.1 Un aspecto importante de señalar, es que los autores recogen el material impreso o inédito, disperso en revistas, libros, mapas o archivos, y que al final de cada trabajo incluyen la bibliografía utilizada. Ante la imposibilidad de sintetizar en unas cuantas líneas todas las ideas y conocimientos vertidos por los autores, se tratará de recoger lo que resultó más relevante, de lo expresado por cada autor.

En el primer capítulo, “El quehacer geográfico en México: instituciones y personajes (1876-1964)”, los autores Patricia Gómez Rey y J. Omar Moncada Maya, señalan que la institucionalización de la geografía en México se dio en el siglo XIX, a partir de 1878, cuando fue establecida en el Cole-gio de Minería la profesión de ingeniero geógrafo en la que la producción de mapas a gran escala era lo relevante. A mediados del siglo XX se da un importante cambio en la disciplina tendiente a que ésta sea reconocida como una geografía profesional, cuyos contenidos integran aspectos tan interesantes como: naturaleza, sociedad y territorio. Los autores comentan que en un principio la geografía estuvo asociada a los intereses y fines del poder, incluyendo

1 Cabe recordar que sobre este tema se publicó en la UNAM, en 1985 la obra de Ángel Bassols Batalla Veinticinco años en la Geografía Mexicana que abarca el periodo 1957 a 1982. El mismo autor, en el tercer capítulo “No perdonar el olvi-do es hacer historia”, editado en 2008, se refiere a la labor geográfica realizada por geógrafos nacionales y extranjeros en México y comenta la actuación de importantes personajes de la geografía mundial.

el militar, pero en el siglo XX se da un importante cambio de enfoque de la geografía que tuvo lugar en la Universidad y es a partir de esta apertura, que al estudio físico del territorio se incorpora el de la sociedad considerándola como uno de los ele-mentos de mayor importancia. Después de algunas vicisitudes se establece la carrera de licenciado en Geografía, en el entonces Departamento de Geo-grafía, que dependía de la Facultad de Filosofía y Letras, y en 1943 se crea el Instituto de Geografía en el área científica, empezándose a conformar la comunidad de geógrafos de México, lo que impul-sará su desarrollo como una disciplina moderna.

El siguiente capítulo, “La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y el territorio mexicano 1902-1930” cuyo autor es Hugo Pichardo Her-nández, es un trabajo que presenta una reflexión histórica de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística desde su fundación en 1833. Uno de los objetivos de la misma fue el conocimiento del territorio, por eso en su seno se congregaban los científicos más reconocidos de la época y sus artículos se publicaban en la revista de la Sociedad, por lo que Pichardo consideró importante realizar un examen de los trabajos publicados en la quinta época, que corresponde a 1902-1930. Destaca la participación que tuvo uno de sus miembros más distinguidos durante la primera mitad del siglo XX, Pastor Rouaix Méndez y hace una descripción detallada de su brillante y fecunda actividad, parti-cularmente cuando participó como presidente de la mesa directiva, cuyo objetivo principal fue obtener un mayor y mejor conocimiento del territorio de nuestro país.

En el siguiente capítulo, de Luz Fernanda Azuela y Claudia Morales Escobar, “Los proyec-tos geográficos de la Secretaría de Fomento, del Porfirismo a la Revolución”, las autoras consideran

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María Teresa Gutiérrez de MacGregor

que Porfirio Díaz estaba conciente de la eficacia de relacionar el poder político con la ciencia y la tecnología, lo cual le ayudó a reafirmar su autori-dad; con esto en mente y aún cuando no cumplía ni siquiera seis meses en el poder, Díaz ya había fundado tres importantes instituciones que favore-cieron el desarrollo de la geografía y promovieron la profesionalización de las disciplinas científicas: el Observatorio Astronómico Nacional, la Comi-sión Geográfico Exploradora y el Observatorio Meteorológico, todas adscritas al Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, con la idea de que proporcionaran datos sobre la naturaleza del país: el Observatorio Astronómico se utilizaría para determinar la posición geográfica de las distintas localidades de la República Mexica-na, lo que facilitaría las actividades cartográficas y geodésicas. El objetivo de la Comisión Geográfico Exploradora fue elaborar una serie de cartas que permitirían construir la Carta General del país y, además, construir los mapas de cada una de las en-tidades. Por otra parte, el objetivo del Observatorio Meteorológico Central fue dirigir las actividades de la red de estaciones que operarían a lo largo del país. Azuela y Morales Escobar realizan un análisis muy detallado de las vicisitudes que tuvieron estas instituciones geográficas durante el movimiento re-volucionario. Un trabajo que resulta muy atractivo e interesante por lo bien documentado.

El capítulo “El conocimiento del territorio nacional. Los proyectos cartográficos científicos (1878- 1960)” de Luz María Oralia Tamayo Pérez y José Omar Moncada Maya, pone de manifiesto el gran paso que representan todas las actividades orientadas a buscar el desarrollo del país, como el contar con una cartografía precisa que permitió tener un mejor y más amplio conocimiento de nuestro territorio. Los autores realizan una inte-resante síntesis de la elaboración de mapas desde los siglos XVII y XVIII por los europeos, quienes utilizaban la topografía y la astronomía. Señalan que con la generación de los Atlas Nacionales se hizo más completo el conocimiento de la geogra-fía de los países y comentan que en México, con la llegada de Porfirio Díaz al poder, se consideró importante contar con mapas más detallados y se ordenó a Vicente Riva Palacio, entonces Secretario

de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, que integrara una Comisión Cartográfica para conocer los nuevos avances en el país. También reseñan la actividad realizada por La Comisión Geográfico-Exploradora, de 1878 a 1914, y la serie de cartas elaboradas por ella, que servirían para la construcción de la Carta de la República Mexicana a escala 1:100 000. Los autores se dan a la tarea de analizar con detalle todos los pasos que se dieron para lograr dicha carta. También llevan a cabo una buena descripción de la Carta de la Secretaría de la Defensa Nacional y de lo que significaba la creación del Comité Coordinador de la Carta Geográfica de la República Mexicana (1945-1955) y de la Comi-sión Secretarial Coordinadora del Levantamiento de la Carta de la República Mexicana (1956-1958). Además comentan sobre la cartografía de otras dependencias, como la Secretaría de Comunica-ciones y Obras Públicas; de Recursos Hidráulicos, de Agricultura y de la UNAM por la investigación realizada en la misma, en los Institutos de Geografía y Geología. Concluyen que la cartografía mexica-na, debido a los constantes adelantos mundiales, progresó de manera acelerada en el siglo XX.

Patricia Gómez Rey es autora del capítulo “El establecimiento de los estudios geográficos en la Universidad Nacional de México”, que se enfoca a la labor realizada por los profesores de geografía, primordialmente los que impartieron cursos en la carrera de geografía en la Facultad de Filosofía y Letras. Su bien documentada reseña la sitúa a partir de la reapertura de Universidad Nacional de México en 1910, y la primera cátedra de geografía denominada Geografía Histórica, establecida en 1912 en la Escuela Nacional de Altos Estudios, la cual había sido creada para formar especialistas y profesores de las diversas ramas del conocimiento científico, humanístico y social. Presenta la ac-tuación de los primeros profesores de la Escuela Nacional de Altos Estudios, entre otros Miguel E. Schultz, Jesús Galindo y Villa, Joaquín Gallo, Pedro C. Sánchez, y José Luis Osorio Mondragón. Su trabajo contiene el primer plan de estudios de geografía elaborado en 1933, incluye las materias de dicho plan y los profesores que las impartían, haciendo comentarios muy interesantes de la par-ticipación que tuvieron para lograr el desarrollo de

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El quehacer geográfico: instituciones y personajes (1876-1964)

la geografía, menciona las dificultades que tuvieron que enfrentar los profesores durante el proceso para poder llegar a la institucionalización de la geografía dentro de la Facultad de Filosofía y Letras; comenta los problemas a los que dio lugar el traslado de la carrera de geografía a la Facultad de Ciencias por un corto periodo, incluye su plan de estudios apro-bado en 1940 y comenta su retorno a la Facultad de Filosofía y Letras en 1943 para lograr por fin, la profesionalización de la geografía, lo que da lugar a un nuevo plan de estudios, que también incluye en su trabajo. Señala que en ese año se incorporaron a la planta docente varios profesores entre ellos: Pe-dro Carrasco Garrorena, Jorge L. Tamayo, Ramón Alcorta, Ramiro Robles Ramos, Carlos Martínez Becerril, José C. Gómez, Dolores Riquelme y Espe-ranza Yarza, quienes junto con el profesor Jorge A. Vivó fueron muy importantes para el desarrollo de la disciplina. Analiza con gran detalle el papel que jugaron los diferentes profesores que fueron pilares de la geografía del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras.

El último capítulo “Rita López de Llergo y Seoane y la investigación geográfica-cartográfica en la UNAM (1943- 1965)” de Omar Moncada Maya e Irma Escamilla Herrera, relatan el origen y la evo-lución del Instituto de Geografía y los problemas a los que se enfrentaron sus primeros investigadores, así como algunas de las actividades que realizaron y los aportes hechos a la investigación a partir de su creación en 1943. Destacan en especial la trayec-toria de la Maestra Rita López de Llergo y Seoane quien fue la primera mujer que dirigió el Instituto de Geografía de 1943 a 1964, el cual quedó ads-crito al área científica a diferencia de la carrera de Geografía que quedó en la Facultad de Filosofía y Letras, dentro del área humanística. Efectúan un relato de su vida y de sus estudios, se refieren también a los conflictos a los que se enfrentó por su

fuerte carácter, entre otros, el que por muchos años dificultó la relación entre los geógrafos del Instituto de Geografía y los del entonces Departamento deGeografía de la Facultad de Filosofía y Letras. Los comentarios de los autores sobre los trabajos que publicó López de Llergo son muy elogiosos, los consideran de alta calidad científica. Destacan también su actividad como maestra.

La lectura de este libro es sumamente provecho-sa para aquellos que deseen recorrer los caminos que dieron lugar a la formación de los estudios geográficos formales, y conocer las instituciones y personajes que participaron en su desarrollo desde sus inicios, en 1876 hasta llegar a 1964, año en que se interrumpe el análisis del libro. Resulta, sin lugar a dudas, de gran interés para cualquier profesional interesado en conocer la trayectoria de la geografía y cartografía mexicanas; además de ser considerado un trabajo imprescindible para los maestros y estu-diantes de la Facultad de Filosofía y Letras, ya que permite conocer la historia y evolución de nuestra ciencia en esta facultad en la primera mitad del siglo XX. En resumen, esta obra merece el mayor pláceme por parte de los geógrafos porque abre un camino excelente a estudios posteriores.

RefeRencias

Bassols, Batalla, Á. (1985), Veinticinco años en la geografía mexicana, UNAM, México.

Bassols, Batalla, Á. (2008), No perdonar el olvido es hacer historia, edición privada del autor, México.

María Teresa Gutiérrez de MacGregorDepartamento de Geografía Social

Instituto de GeografíaUniversidad Nacional Autónoma de México

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García Rojas, I. B. (2009),Historia de la visión territorial del Estado mexicano.Representaciones político culturales del territorio,1

Universidad Autónoma de Guadalajara e Instituto de Investigaciones Históricas,UNAM, México583 p., ISBN 978-607-450-077-6

La Geografía es la ciencia del espacio, es prácti-camente la única disciplina académica que tiene una visión integral del territorio, que posee los elementos para definirlo, describirlo, interpretarlo e incluso representarlo. La posesión y dominio del te-rritorio es algo instintivo e inherente al ser viviente, todos tenemos un espacio en donde nos sentimos seguros, es nuestro, independientemente de sus dimensiones, es nuestro dominio. Ese territorio personal lo acondicionamos, visualizamos, imagi-namos y hasta idealizamos de diversas maneras, y algunas veces llegamos a sentirnos amenazados si “otro” entra en él, lo invade.

El Estado, como sujeto, también ejerce so-beranía sobre un territorio, es el dominio de un país y sus habitantes, como integrantes del mismo poseemos colectivamente ese espacio y también reaccionamos ante la mención de que fue invadido en el pasado.

El Estado, dice García Rojas:

a lo largo de su historia, ha observado, interpretado y usado el territorio que le da sustento, es decir ha desplegado una visión estrechamente ligada a las relaciones poder-saber que ha ejercido sobre el mismo (p. 13).

El Estado también a lo largo de la historia, ha tenido un punto de vista acerca del mismo, muchas veces idealizada como en el caso del cuerno de la abundancia, y esta visión ha influido en las deci-siones que ha tomado, algunas desafortunadas, por ejemplo, el permiso de explotación de recursos natu-

rales, los cuales se han perdido, debido a esta visión distorsionada o demasiado optimista de la realidad.

Es, por tanto, el libro de García Rojas, un análisis de la percepción que el Estado ha tenido acerca del territorio nacional en su conjunto y en particular del estado de Jalisco, la cual ha variado a lo largo de su historia. El trabajo de García Rojas está organizado en dos partes. La primera contiene dos capítulos, el primero titulado “La visión territorial del antiguo régimen” y el segundo “La ciudad, el campo y otras escalas geoculturales y geopolíticas”. La segunda parte se compone de cuatro capítulos: “La visión territorial nacionalista” es el primero de esta segunda parte y tercero en ge-neral, el siguiente se titula “Cuando para el estado, revolución y modernidad campeaban en el terri-torio”; a continuación se presenta el capítulo “Nacionalismo y simbolismo, un esfuerzo de lo local”. Y finalmente “El dominio de la dimensión geoecológica”.

La autora analiza detalladamente todas las vi-siones que ha tenido el Estado mexicano y las con-secuencias que éstas tuvieron, con lo cual, inten-ta intuir el proceder del gobernante en turno, y aunque no justifica sus acciones ayuda un poco a comprenderlas, el análisis lo finaliza en 2006, con el régimen de Vicente Fox.

La lectura no es fácil, ya que abundan en los párrafos citas y referencias, lo que hace necesario detenerse y madurar acerca de lo que se lee, es una lectura compleja, sus argumentaciones están profusamente documentadas.

Así va llevando al lector a advertir las razones que determinaron a un ex gobernante para actuar de tal o cual manera, apoyado en la visión real o imaginaria que tenía él mismo, sus asesores, con-sejeros, secretarios de Estado, ministros o legisla-dores. La autora examina el discurso del Estado

1 La primera versión de este texto fue leído por la autora en el acto de presentación del libro, realizado el 23 de junio en la Casa de las Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, en Coyoacán.

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Historia de la visión territorial del Estado mexicano. Representaciones político culturales del territorio

relacionado con su territorio, tarea no fácil por estar relativamente velado por el lenguaje político, un ejemplo puede ser el de Porfirio Díaz, quien para “modernizar” al país impuso por la fuerza de la paz, tranquilidad y orden en el mismo. La agitación que se vivió prácticamente durante todo el siglo XIX, contrastó con la política porfirista que era una percepción idealizada e irreal y condujo a una lucha fratricida de la cual celebramos hoy su centenario. En esta lectura, se indagan también las causas que movieron a Venustiano Carranza a solicitar la revisión de las leyes relativas a la explo-tación de minas, petróleo, aguas, bosques y demás recursos naturales (p. 240). Los motivos de Lázaro Cárdenas, profundamente patrióticos y nacionalis-tas respecto al petróleo.

García Rojas ofrece una visión del Estado mexicano a través de cuatro orígenes a lo largo del tiempo: La Independencia, La Reforma, la Génesis revolucionaria y el Cambio. Así como desde sus perspectivas geoeconómica, geopolítica y geocul-tural. Particularizándola para el estado de Jalisco.

En este libro, la autora parte de documentos oficiales, escritos, libros de texto, mapas, croquis, portadas de constituciones, álbumes fotográficos o pictóricos, planos de ciudades, fotografías o li-tografías, entre otros, y con esto intuye, completa o comprueba el enfoque que en el tiempo se tenía acerca de la imagen del territorio y la contrasta. Y sin calificativos analiza la actuación del gobernante en turno, aunque no por esto justifica las decisio-nes que tomó. La opinión se la deja al lector que conoce por este medio las causas por las que fueron desecados los lagos alrededor de las ciudades, o cuál fue la justificación para talar árboles de maderas preciosas en la Chontalpa, Tabasco, pero también la legislación para proteger los parques nacionales?

Se medita acerca de la postura estatal respecto al “indígena”, el discurso oficial a lo largo del tiem-po, algunas veces tratando de reivindicarlo como los únicos representantes de la cultura auténtica e intentando mediante un alegato poco creíble la re-valoración de sus costumbres, tradiciones y formas

de vida, aunque en la realidad en sus espacios se le siga hostigando y devaluando.

Se analiza también cual ha sido la concepción de la “ciudad” a través de la historia, justificando la llamada visión individualista que se tenía en ella y para algunos gobernantes era lo que conducía al progreso, en contraposición con la del medio rural, mayoritariamente indígena carente de este “senti-miento individualista y por lo tanto, inadecuado para la visión progresista que se estaba buscando” (p. 275), esto llevó a un menosprecio hacía el cam-po y el trabajo que en él se realizaba. Se partía de la idea de la modernidad de la ciudad y atraso del campo, esta visión condujo casi de forma natural al abandono del mismo y la aglomeración en las ciudades. Además, se obligó al campesino a sustituir los productos tradicionales por otros más comer-ciales argumentando el bajo valor mercantil de los primeros, sin considerar que su cultivo intensivo conduciría al agotamiento del suelo. Cuando esto sucedió se explotaron las costas, mediante la pesca o el turismo. Ejemplifica lo sucedido en la cos-ta de Jalisco en donde se crearon municipios y se eliminaron zonas de exuberante vegetación, para favorecer lugares de atracción turística como Puerto Vallarta.

Considera también la autora la creación de los símbolos de identidad y como éstos se revirtieron en el territorio, y así se tienen ciudades, poblados, calles, escuelas y otros que ostentan orgullosos los nombres de los principales jefes independentistas, o revolucionarios principalmente. Y para finalizar, da su interpretación del cambio del partido político en el gobierno y su significado, sus diferentes visiones del espacio gobernado, así como la inserción de México en un mundo globalizado.

Luz María Oralia Tamayo PérezDepartamento de Geografía Social

Instituto de Geografía Universidad Nacional Autónoma de México

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Alegría, T. (2009),Metrópolis transfronteriza. Revisión de la hipótesis y evidencias de Tijuana,México y San Diego, Estados Unidos,Miguel Ángel Porrúa, El Colegio de la Frontera Norte, México,396 p., ISBN 978-607-401-161-6

Editado por Miguel Ángel Porrúa dentro de la serie Estudios Urbanos, Tito Alegría (Colegio de la Frontera Norte) presenta un libro en el que la pregunta de investigación es si San Diego y Tijuana pueden ser consideradas una sola unidad metro-politana dividida por una frontera, o si en realidad se trata de dos ciudades diferentes, cada una, con dinámicas urbanas propias. La hipótesis de Alegría es la segunda.

La investigación es de corte cuantitativo. A lo largo del trabajo, el autor propone una diversidad de indicadores, así como una serie de análisis es-tadísticos, principalmente regresiones de mínimos cuadrados, para intentar explicar las dinámicas espaciales del área de estudio. Se realiza una serie de análisis comparativos de la estructura urbana me-diante la identificación de la distribución espacial de la población y la actividad económica. Alegría concluye que no es posible hablar de una sola uni-dad metropolitana. Según el autor, la estructura y forma urbana de cada ciudad son distintas. Tam-bién lo son las dinámicas de crecimiento, que pa-recen depender más del contexto nacional de cada ciudad. Así mismo, el autor concluye que no ha habido una convergencia económica entre San Die-go y Tijuana, debido a la “barrera” que representa la frontera internacional, la cual ha evitado también que se genere una estructura social transfronteriza.

El libro está estructurado en seis capítulos. En el primer capítulo se discuten los enfoques bajo los cuales se ha estudiado la relación entre San Diego y Tijuana. Se hace mención de las ideas de metrópo-lis, región y sociedad transfronterizas y metrópolis binacional, además de sus críticas. Así mismo, se detalla el punto de partida teórico de la investiga-ción que se aplica a lo largo de los análisis. Éste se basa, primordialmente, en la teoría económica urbana clásica y el modelo Alonso-Mills-Muth.

El segundo capítulo, discute (más que analizar), la inexistencia de lazos entre las ciudades que per-mitan hablar de una sociedad transfronteriza. El autor alude a un limitado proceso de integración histórico y a una escasa codependencia económica entre Tijuana y San Diego. Alegría es tajante al decir que los procesos de crecimiento de ambas ciudades dependen, únicamente, del contexto nacional de cada una de las ciudades.

Con los primeros dos capítulos como preámbu-lo, el tercer capítulo regresa nuevamente a la teoría. En éste se especifican las condiciones de estructura urbana (entendida como la distribución espacial de la actividad económica y de la población) que según el autor se deben cumplir para considerar a las ciudades de Tijuana y San Diego como partes integrales de una metrópolis transfronteriza.

El cuarto capítulo está dedicado a la metodolo-gía de investigación. Se detallan las bases de datos empleadas, índices e indicadores, sus fórmulas, el razonamiento conceptual detrás de los mismos y las hipótesis que guían cada experimento estadístico a realizar.

En el quinto capítulo se muestran los resultados de los análisis realizados. Además, se discuten sus implicaciones, para dar paso a un último capítulo de conclusiones.

Sin duda, la obra de Tito Alegría es un trabajo de investigación seria, donde hay una pregunta clara de investigación que se intenta responder desde diversos ángulos. Hay, sin embargo, algunos análisis que no terminan de quedar claros, sobre todo porque no se enumeran todos los supuestos que se deben poner en funcionamiento para que los resultados puedan ser interpretados.

En otros análisis, hay una serie de supuestos tácitos que no se apegan del todo a la realidad de las ciudades. Por ejemplo, el autor genera funciones

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Metrópolis transfronteriza. Revisión de la hipótesis y evidencias de...

de densidad de empleos a partir de los centros de San Diego y Tijuana con la intención de encontrar subcentros mediante regresiones de cuarto grado. Como sólo toma en cuenta la distancia entre los AGEBS y el centro, los análisis necesariamente su-ponen que la formación de subcentros sucede en las mismas distancias hacia todas las direcciones. Por un lado, ese patrón, en general, no es cierto para las ciudades del mundo. Por otro lado, mediante los mapas que el autor muestra y que describen las dis-tribuciones de densidad de empleos, se vuelve claro que tampoco se puede suponer ni para Tijuana ni para San Diego. Más aún, aunque este problema ha sido parcialmente resuelto en otras investigaciones afines a la de Alegría, él no ha tomado en cuenta estos estudios.

Añadiría que no se discuten metodologías alternativas que han sido empleadas en investiga-ciones previas. Por ejemplo, se hace mención de toda la literatura existente para la identificación de subcentros, sin embargo, jamás se discuten las ventajas y desventajas de las diferentes metodo-logías ni se comparan sus resultados. Lo anterior es problemático, porque aunque se ofrezca una

detallada secuencia de fórmulas de cálculo, no se puede conocer qué ventajas tiene la metodología empleada sobre otras, o si es menos eficiente.

A mi parecer, la investigación aporta nuevo conocimiento científico a la geografía urbana des-mitificando la idea de la existencia de una sociedad transfronteriza. Es un trabajo bien estructurado con un propósito claro del cual, el autor en ningún mo-mento se desvía. Aunque de vez en vez se presentan análisis que no se apegan a normas estadísticas, mi impresión es que estas deficiencias no son ni graves, ni representan un proceso de investigación inapro-piado. Al contrario, me parece que su existencia, son el resultado de un proceso editorial laxo, de dictaminación de rutina y no a profundidad, que es, por desgracia, usual en nuestro país. De eso, ninguna culpa tiene el autor.

Manuel SuárezDepartamento de Geografía Económica

Instituto de GeografíaUniversidad Nacional Autónoma de México

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Ratzel, F. (1878 [2009]),Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874-1875,Editorial Herder, México,453 p. + mapa, ISBN: 978-607-7727-02-6

Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874-1875 se publica por primera vez en castellano, con un ensayo de Guillermo Zermeño y una intro-ducción de Franz Termer.1 Este libro de Friedrich Ratzel forma parte de la vasta literatura de viajes escrita por diversos extranjeros durante el siglo XIX (Gardiner, 1951; Iturriaga, 2001). Ahora se pone a disposición en nuestra lengua la visión del país de un personaje como Ratzel, joven naturalista que más tarde se convertiría en uno de los geógrafos europeos más destacados, por haber sentado las bases de la antropogeografía o geografía humana moderna, así como de la geografía política (Bassin, 1987).2

El viaje de Ratzel a México fue financiado por el periódico alemán Kölnischen Zeitung, para el cual trabajaba como corresponsal de ciencias naturales. Originalmente, el encargo para Ratzel en su viaje por el continente americano fue reportar sobre los Estados Unidos, país que despertaba interés enlos europeos por su progreso económico y político. El periódico le otorgó libertad para escribir sobre lo que llamara su atención y obviar lo que no le atrajera (Sauer, 1971).

Una vez que terminó su recorrido por las prin-cipales ciudades estadounidenses, Ratzel fue enco-mendado para desplazarse a México, de tal forma que Desde México se compone de los reportajes que Ratzel envió a Alemania durante su viaje por el país. En su prólogo, escrito en 1878, el autor destaca la

1 La sección del viaje de Tehuantepec a Oaxaca se tradujo al español en la revista Acervos; véase: Ratzel, 2001.2 A pesar de la importancia de Ratzel para la Geografía, es notorio que en la nueva International Encyclopedia of Human Geography no se haya dedicado una entrada individual a Rat-zel. Solamente se aborda al personaje en el concepto de “An-thropogeography (after Ratzel)”, véase: International, 2009.

importancia de dar a conocer información sobre México, por motivos científicos y prácticos.

Desde México es una traducción completa de la edición alemana (Ratzel, 1878; Ratzel, 1969),3 misma que se compone de una introducción, 17 capítulos, un apartado de notas y apéndices, y un mapa de México. Para Ratzel estos apuntes no fueron escritos con el fin de hacer contribuciones profundas a la geografía y etnografía de México, sino que se trataba de observaciones que hizo “sin prejuicios” y “sin ideas preconcebidas”, “sin erudición”. Para él, sus notas ofrecían “imágenes espontáneas de la naturaleza y de la vida, tal como se le presentaron a un observador” (p. 45).4

En la introducción se aprecia el interés de Ratzel por la naturaleza y la cultura. Admira la naturaleza y le atraen la diversidad de climas del territorio mexicano; menciona la distinción entre tierra caliente, tierra templada y tierra fría, según la altitud de las poblaciones. En cuanto a la cultura, se percata de la heterogeneidad en la composición de los habitantes: indios, negros, mestizos, blancos. Según su visión se trata de pueblos cuya característica es la “semicultura” o “semibarbarie” (p. 56), con un arraigo de la cultura europea, pero en “degeneración bárbara”.5

3 La primera edición se publicó en 1878; en 1969 apareció una reimpresión con una introducción de Franz Termer; recientemente se ha publicado una nueva reimpresión, véase: Ratzel, 2010.4 Aunque se trata de apuntes de viaje, Ratzel se apoyó en textos de la época, escritos por Alejandro de Humboldt, Ed-ward Mühlenfordt, Joseph Burkart, Lucas Alamán, Bayard Taylor, Carl Sartorius, entre otros.5 La visión de Ratzel está determinada por su origen europeo, cuyo referente es una sociedad industriosa y civilizada. Su opinión de México como un país en retroceso es compartida por diversos viajeros extranjeros, véase: Monsiváis, 1984.

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Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874-1875

Estas opiniones sobre naturaleza y cultura salpican las páginas del libro.

Ratzel llegó a México procedente de San Fran-cisco, California, en octubre de 1874, a bordo de uno de los vapores de la Pacific Mail Steamship Company que cubría con regularidad la ruta de aquel puerto a Acapulco. El autor describe en dos capítulos el viaje en barco y su llegada a Acapulco, incluyendo sus observaciones sobre el comercio en el puerto y la influencia de alemanes en esta actividad.

De Acapulco el autor decide continuar su viaje hacia la ciudad de México apartándose de la ruta más transitada. Montando a caballo, se enfila a Morelia siguiendo las veredas por la costa y la sierra, visitando sitios como Guadalupe, San Gerónimo, Tecpan, Petatlán, Real de Guadalupe, Huetamo, Cubío, Tacámbaro y Santiago. En este episodio es notorio el asombro de Ratzel por la naturaleza y predomina la descripción de los paisajes que observa. Después de Morelia el autor continuó a la ciudad de México en diligencia, pasando por Maravatío, Acámbaro y Toluca.

El paisaje del valle de México con sus montañas nevadas le pareció a Ratzel grandioso e inolvida-ble. Visitó la ciudad y algunos de sus alrededores como Chapultepec, Tacubaya y Tezcoco. En sus descripciones sobre la ciudad encontramos en Ratzel un interés por destacar el trazo de las ca-lles, la construcción de las casas, los comercios, la forma de vida y costumbres de la gente. Después de la ciudad de México Ratzel prosiguió a Puebla, ciudad que le gustó más que las anteriores, pues la encontró con calles rectas y limpias, con tiendas y casas señoriales que le recordaron al “ordenado con-fort de las principales calles de una ciudad alemana media” (p. 177). En el breve capítulo dedicado a Puebla, el autor describe su importancia comercial y su carácter agrícola, con “interminables campos de maíz y trigo”. Desde Puebla preparó una visita al Pico de Orizaba, tema al cual Ratzel dedica un capítulo, y en el siguiente deleita al lector con sus descripciones del paisaje y las anécdotas de su ex-periencia en el ascenso, su estancia de veinte horas en la cima y su descenso.

Después de esos recorridos, Ratzel visitó el puerto de Veracruz. Desde el mar, le pareció como

“una ciudad oriental”, con sus cúpulas de las igle-sias, sus tejas vidriadas, las casas blancas sin techo, la aridez de la arena que rodea la ciudad (p. 197). En su interior, la percibió “mucho más animada de lo que uno podría esperar de su relativamente reducida población”. A la sociedad la describe como policroma, con la clase comercial compuesta en su mayoría por alemanes.

Uno de los sitios que más le interesó conocer a Ratzel fue el istmo de Tehuantepec. Para recorrerlo, se embarcó en un pequeño vapor de río de Veracruz a Minatitlán, de ahí siguió en canoa a Suchil y luego continuó por tierra a través del istmo, visitando los pueblos de San Gerónimo, Tehuantepec y Salina Cruz. De este último punto se dirigió a Oaxaca, pasando por las localidades de Tequistlán, San Bartolo, San Carlos, Tololapa, Tlacula, Mitla y Santa María del Tule.

Las descripciones de Ratzel en su viaje por el istmo de Tehuantepec son uno de sus grandes aportes, detalla con minuciosidad las peripecias para transitarlo utilizando distintos medios de transporte; realiza descripciones de la topografía del istmo, del paisaje ribereño, así como importantes observaciones sobre la población que encuentra “puramente indígena” en algunas partes.

El valle de Oaxaca, por su parte, le causó una impresión civilizada, amable y bienhechora, con sus pueblos, granjas, campos de cultivo, pastizales y huertos en una gran extensión de tierras. A pesar de la decadencia de Oaxaca, la falta de transportes para comercializar sus productos y el empobreci-miento, el autor se percata de que este valle seguía siendo “una de las zonas más fértiles y cultivadas de todo el país” (p. 325).

Además de las notas de su recorrido por México, Ratzel incluyó cinco capítulos dedicados a otros te-mas: las condiciones sociales en México, el sistema de educación, reflexiones sobre la historia mexicana reciente, la colonización en México, y observacio-nes sobre el carácter de la naturaleza del trópico.

El asunto del mestizaje llamó su atención y describió al país con una población compuesta de 40 por ciento de indios, 12 por ciento de blancos, una porción insignificante de negros y el resto de mestizos (p. 344). El sistema educativo lo encontró estancado; la historia reciente, con sus

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Karina Busto Ibarra

personajes políticos y las pugnas entre liberales y conservadores, le pareció a Ratzel uno de los principales problemas del retraso del país. Además de lo anterior, la falta de inmigración era, a su jui-cio, uno de los principales rezagos y consideraba importante alentar el establecimiento permanente de extranjeros. Sin embargo, algunos elementos lo impedían: la falta de desarrollo económico, la inse-guridad pública, las malas comunicaciones, la fal-ta de tolerancia de culto, la mala administración de justicia y las convulsiones políticas.

En el último capítulo del libro, dedicado a la na-turaleza del trópico, el autor describe la riquezanatural que encontró en México. Establece analo-gías entre el trópico y los bosques de Alemania, y entre la población que habita uno y otro lugar. Cie-rra el libro con notas y apéndices e incluye un mapa al final. En éste destaca las condiciones topográficas del territorio mexicano, señalando las diferencias de altitud correspondientes a las definiciones de tierra caliente, tierra templada o tierra fría, que interesaron al autor durante su viaje por el país.

El paisaje juega un papel muy importante en Desde México. Las descripciones de Ratzel sobre la vegetación, las montañas, los valles y las costas pre-dominan en los capítulos dedicados a los trayectos entre sitios distantes. A lo largo del texto Ratzel re-conoce la grandeza de la naturaleza, misma que no encuentra en la población que habita el territorio.

Este libro puede leerse de distintas formas. Por un lado, como una obra indispensable para conocer los años de formación del joven naturalista, cuyos aportes lo ubicarían como uno de los geógrafos más destacados de su tiempo. Su viaje por México constituye, junto con sus experiencias por Estados Unidos, una etapa de aprendizaje en la cual surge su interés por la cultura, las migraciones y las razas humanas, temas que ocuparían su atención a su regreso a Alemania, tras incorporarse como profesor de Geografía en Munich.

Por otra parte, Desde México puede leerse como una fuente de gran valor para conocer datos específicos sobre zonas aisladas del país, como es el caso del istmo de Tehuantepec. También sus

contribuciones sobre costumbres, comida, vivien-da, vestido, educación, fiestas, prácticas políticas, y todos aquellos detalles sobre la vida cotidiana, constituyen, pese a lo que Ratzel imaginó, una importante fuente etnográfica.

Finalmente, esta obra es relevante para los estudiosos de la geografía y la historia. Con sus descripciones, Ratzel logra registrar las diferencias culturales y del paisaje en distintas regiones del territorio, al mismo tiempo que refleja una época de transición política y económica, todo ello en el con-texto de la conformación de la nación mexicana.

RefeRencias

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Karina Busto IbarraHemispheric Institute on the Americas

University of California, Davis

Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 153

Mercado Celis, A. (coord.; 2010),Reflexiones sobre el espacio en las ciencias sociales: enfoques, problemas y líneas de investigación,Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa/Juan Pablos editor, México,383 p., ISBN 978-607-477-307-1

Reflexiones sobre el espacio en las ciencias sociales: enfoques, problemas y líneas de investigación, compila los artículos de doce investigadores del Depar-tamento de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana – Cuajimalpa, que, con la coordinación de Alejandro Mercado Celis, doctor en Planeación Urbana por la Universidad de California, entre 2007 y 2008, sostuvieron un se-minario con el objetivo de reflexionar la perspectiva espacial en las ciencias sociales. El libro utiliza el concepto espacio como punto común de diferentes abordajes metodológicos, que se han dividido en seis temas, correspondientes a la estructura capi-tular de la obra: Instituciones políticas (en los ca-pítulos uno y dos), Gobierno (en los capítulos tresy cuatro), Sociedad (capítulos cinco y seis), Géne-ro y minorías (capítulos siete y ocho), Historia y Cultura (capítulos nueve y diez) y Globalización (capítulos once y doce). En este lugar, la lectura se concentra sólo en el examen de los tres ensayos más susceptibles a los intereses teóricos de la geografía.

Según el coordinador, los textos reunidos no sólo se dirigen a los académicos sino a los profesio-nales del espacio. Si bien cada uno de los ensayos que contiene este libro es de especial interés para los especialistas en diversas metodologías del análisis espacial, las interrogantes que desde la geografía se producen hacia esta propuesta son: ¿por qué las ciencias sociales se interesan en el espacio como dimensión explicativa del acontecer social?, ¿cómo se inserta la noción de espacio en los discursos de las ciencias sociales?, ¿es la dimensión espacial la que se ha olvidado sistemáticamente en las ciencias socia-les y se pretende subsanar este olvido?, ¿es el resul-tado de un “giro espacial” en las ciencias sociales?, y por último ¿qué relación o diferencia hay entre el espacio de los discursos geográficos y el espacio de los discursos sociológicos, antropológicos, etcétera?

Es así que, el ensayo de Jorge Galindo, titulado Sociología y Espacio se propone subsanar la falta del concepto espacio en la investigación sociológica (p. 131). El autor recurre a las principales aproxi-maciones que la literatura sociológica ha realizado respecto a la temática espacial, y así, en primer lugar encuentra que los orígenes de problemáticas espaciales están en una triada de autores clásicos, que son Tönnies, Simmel y Durkheim. El primero crea la célebre distinción entre espacios grandes asociativos y espacios pequeños comunitarios. El espacio urbano moderno se produce por las asociaciones individualistas y asociativas de estas sociedades, mientras que el espacio rural se cons-tituye de manera compacta, a modo comunitario. El segundo autor que recupera Galindo es Georg Simmel, que en su Sociología de 1908 crea un manojo de conceptos, bajo la suposición de que la materialidad espacial sólo es relevante para la sociología en cuanto ésta es parte de la “coexisten-cia” social. El espacio de Simmel es relativo, pues la actividad simbólica relacional de los individuos construye las diferentes realidades espaciales. El tercer autor clásico es Émile Durkheim, quien definió a la morfología social como una suerte de estudio entre la geografía humana y la estadística. Durkheim supuso que el sustrato espacial de las sociedades humanas es el principio causal de una variedad de formas sociales.

Por fuera de estos autores, Galindo resume las posturas de la Escuela de Chicago, a través de Ro-bert E. Park y Louis Wirth. El primero argumenta que la sociedad está simultáneamente en dos esfe-ras: la biótica y la cultural. Estas dos dimensiones de la sociedad se relacionan a través de la cultura como dirección y control de la dimensión biótica. Wirth, por otro lado se interesa por la escala urbana y busca crear una teoría sociológica de la ciudad.

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Omar Olivares Sandoval

Estos dos autores son utilizados en el ensayo como un peldaño para exponer finalmente una triada de sociólogos modernos, que son P. Bourdieu, E. Goffman y A. Giddens.

En la obra del primero de ellos, el autor expone sobre los bien conocidos conceptos de “hábitat” y “habitus”, que funcionan circularmente, en tanto uno refiere al espacio socialmente construido y el otro a las disposiciones prácticas de los individuos en el espacio, respectivamente. Goffman ocupa la escala de relación más pequeña para dar cuenta de una realidad espacial específica. Los actores sociales son concebidos como receptores de papeles sociales, a manera de una obra de teatro y el espacio es el escenario en que se les contextualiza. En Anthony Giddens el espacio funciona como categoría dentro de su “teoría de la estructuración”. Giddens crea los conceptos de “sede” y “región” para entender cómo la acción social se articula de acuerdo con diferentes escalas. Al término del ensayo, Jorge Galindo presenta sus conclusiones que llama: “Ha-cia una ciencia social del espacio” y cita aquellos autores que no están dentro del ensayo pero que son importantes para elaborar una “sociología del espacio”, como los geógrafos D. Harvey, E. Soja, N. Thrift, J. Lévy y M. Lussault, diciendo que la geografía “ha abandonado su tradicional mutismo teórico y ha comenzado a abonar el terreno para lo que puede llegar a ser una fructífera relación con la sociología” (p. 156).

La breve reseña de Galindo pretende mostrar que la espacialidad no es un tema reciente en la investigación sociológica, sino que desde finales del siglo XIX estaba en el programa de la sociología, fundamentándose como morfología social. Sin embargo, las relaciones entre la geografía y la so-ciología son tan añejas como el nacimiento de esta última. Sociología y geografía moderna sostuvieron posturas epistemológicas radicalmente diferentes e irreconciliables. A pesar de que la geografía de Vidal de la Blache y la sociología de Durkheim compartieron, en buena medida, un mismo campo de estudio, que fue la materialidad de las comunidades humanas, el paradigma vidaliano concibió que la comunidad social es producto de sus sucesivas adaptaciones al “medio natural”, y ello consiste la causa primera y eficiente del fenómeno

humano en tanto fenómeno espacial,1 excluyendo cualquier reflexión sobre lo social y sus lógicas. Por otra parte, la sociología durkhemiana comprendió que lo social no puede explicarse sino a través de hechos sociales, la sociedad no es consecuencia del medio natural sino del “hecho social”. La escuela de geografía francesa prefirió un enfoque idiográfico y la sociología un enfoque nomotético y holista (Berdoulay, 1995).

Esta polaridad en el origen de la geografía y la sociología no hizo sino agudizarse en la primera mitad del siglo XX, con la contracción que operó Emmanuel De Martonne al retraer la geografía al ámbito de las ciencias naturales frente a la expan-sión de la morfología social de Maurice Halbwachs y Marcel Mauss, legitimada por la crítica devasta-dora de François Simiand a la disciplina geográ-fica, que la relegaba al ámbito natural (Knafou, 1997). Hacia los años sesenta del siglo pasado, los vasos comunicantes entre sociología y geografía se abrieron, en una situación de transformación para ambas disciplinas.

Además, a través de esta breve historia del espacio en la sociología, puede observarse que la dualidad espacio físico o natural-espacio social, operó como una oposición, desde la cual se prefirió explicar el espacio social, e incluso subsumir la na-turaleza a las lógicas sociales; hasta en la sociología de Pierre Bourdieu. Esta dualidad teórica no sólo es resultado de la deificación que la sociología hizo de la noción de sociedad como principio explicativo de todo fenómeno humano (Latour, 2008)2 sino que aseguró los límites y alcances de la disciplina sociológica en relación con la geografía.

El ensayo de Salomón González Arellano, Integración de la dimensión espacial de las ciencias sociales: revisión de los principales enfoques analíticos, presenta un panorama de la inflexión espacial de las ciencias sociales en el ámbito contemporáneo. El autor reconoce que las ciencias sociales han tenido

1 Desde un enfoque metafórico podría expresarse el paradig-ma vidaliano con el oximorón: una “geología de lo humano”. Vid Ouzouf–Marignier et Robic, 2008.2 Bruno Latour lo expresa así: como si la sociedad fuera una cosa, como decir un tipo de material como el acero o la madera.

Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 155

Reflexiones sobre el espacio en las ciencias sociales: enfoques, problemas y líneas de investigación

un “giro espacial” en consonancia con la renovación de las posturas teóricas en la geografía. Sin hacer una división disciplinaria rígida entre geografía y ciencias sociales, el autor bosqueja cuatro enfoques metodológicos en el abordaje espacial de las ciencias sociales.

El primero es el análisis descriptivo orientado a la observación de la especificidad de los lugares, es un enfoque idiográfico que tiene poco interés en la elaboración de explicaciones generales. El segundo es el enfoque explicativo, que busca identificar sistemas de causalidad en el espacio y se sirve de instrumentos de análisis estadístico. El tercero es el enfoque comprensivo, que toma al sujeto como la instancia capaz de dar significado al espacio y que sólo interesa en cuanto es espacio simbolizado. Y el cuarto enfoque se refiere a la simulación espacial, que busca predecir, a través de la modelización computarizada, los comportamientos de entidades geográficas particulares. De estos enfoques, el autor concluye que no se puede excluir la dimensión espacial en las ciencias sociales, aunque se puede distinguir entre diferentes grados de compromiso epistemológico.

El ensayo de Linda Hanono Askenazi, antropó-loga y colega profesora de los otros participantes, que se titula El análisis cultural del espacio: contri-bución a una geografía crítica, argumenta que la idea de región utilizada por la geografía humana, omite sistemáticamente la dimensión cultural de la región. Sin que la autora llegue a definir claramente qué entiende por región y regionalismo, expresa que es necesario que el geógrafo adscriba el con-cepto de región de la antropología, pues incluye la complejidad cultural.

Por supuesto, hay que decir que esta demanda por integrar el concepto de región a la geografía pasa por alto la historia de la geografía humana mo-derna, la de Vidal de la Blache y de sus discípulos como Lucien Gallois, que ponen el concepto de región como espacio de síntesis entre los fenóme-nos naturales y humanos. También se ignora a la geografía cultural y el concepto de paisaje de Paul Claval, síntesis de la dialéctica espacio-cultura.

A través de estos tres ensayos se observan los principales instrumentos conceptuales del trabajo de los autores, en el que en el mejor de los casos

se conocen superficialmente los trabajos teóricos de la geografía. En este sentido, las lecturas de los investigadores provienen de los trabajos de Michel Lussault y Jacques Lévy, en cuanto al tema de la relación de la geografía con las ciencias sociales (Lévy et Lussault, 2003).

La aparición del paradigma espacial en las ciencias sociales obedece a la sustitución del con-cepto tiempo, y sobre todo, en su derivación como progreso, que las ciencias sociales adoptaron en sus programas de investigación, en tanto ciencias de la modernidad. Ante el resquebrajamiento de la concepción temporal como cumplimiento de un futuro proyectado, el concepto de espacio se instala como un paradigma de largo alcance capaz de ex-plicar lo social y como sustitución de la orientación escatológica de las ciencias sociales.

En diferentes niveles de exhaustividad y profun-didad, la recuperación poco tiene que ver con el espacio como se comprende en la geografía. No por ello, esta disciplina debe cerrar los ojos y aislarse en sus operaciones cotidianas. Por supuesto, no se trata de que la geografía aglutine los instrumentos teóri-cos de las ciencias sociales, tampoco que se subordi-ne a los paradigmas de aquéllas. En una sensibilidad epistemológica acorde con los desarrollos filosóficos recientes, se necesita la apertura y la comunicación.

Sin embargo, es verdad que en la situación de la incipiente reflexión disciplinaria de la geografía en el ámbito mexicano, un libro como el que se presenta aquí es difícil de entender, si el geógrafo se concibe como un técnico (Orain, 2006), o adscribe metodologías particularistas, que suelen desprenderse de paradigmas radicales.

La geografía mexicana apenas cuenta con algu-nos instrumentos conceptuales con los que puede entender el espectro, cada vez más heterogéneo, de las ciencias sociales. Hasta ahora, la aproximación a una reflexión teórica sobre los conceptos como espacio, han sido pensados desde las ciencias socia-les hacia la geografía y no en el sentido opuesto.3 Este “pasmo epistemológico” limita enormemente a la geografía como un saber legítimo y necesario en el mundo contemporáneo.

3 Ejemplos de esta unidireccionalidad en el ámbito mexicano son varios; véase, por ejemplo, Chávez et al., 2009.

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Omar Olivares Sandoval

RefeRencias

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Omar Olivares Sandoval Facultad de Filosofía y Letras

Universidad Nacional Autónoma de México

Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 157

Coloquio internacional: Geografía y Ambiente en América LatinaCentro de Investigaciones en Geografía Ambiental, UNAM,Morelia, Michoacán,18 al 20 de agosto de 2010

Con el tema “Geografía y Ambiente en América Latina” y en el marco de su tercer aniversario, el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA-UNAM),1 organizó un coloquio interna-cional que contó con la presencia de destacados especialistas procedentes de diversas latitudes del continente. Basados en el argumento de que la separación sociedad-naturaleza –presente aún en el ámbito científico– resulta por demás inoperante en la comprensión de las problemáticas espacio-ambientales,2 personal académico del CIGA, estudiantes y público interesado se reunieron a lo largo de tres jornadas de discusión reflexiva en el auditorio central del Campus Morelia de la UNAM. En concreto, los temas giraron en torno a tres temas: a) el papel de la Geografía como ciencia “puente” en el contexto de crisis ecológica global; b) el estado teórico y conceptual de la disciplina en Latinoamérica, y c) la importancia del enfoque emergente denominado geografía ambiental, el cual le da nombre a la dependencia universitaria anfitriona.

Si consideramos que la Geografía es en sí un campo disciplinario mixto que aborda problemá-ticas tanto sociales como naturales con un referente

1 Los antecedentes del CIGA proceden de la ya desaparecida Unidad Académica de Geografía-Morelia del Instituto de Geografía de la UNAM. El 17 de agosto de 2007, como parte de las políticas de descentralización de la Universidad, se funda el CIGA. Actualmente se realiza investigación en tres áreas: a) ambientes rurales, b) historia ambiental, poder y territorio, y c) ciudad, región y ambiente. Cuenta con dos laboratorios, uno de análisis espacial y otro de suelos y agua. Es entidad responsable del Posgrado en Geografía (campo de conocimiento en manejo integrado del paisaje) y co-responsable en la Licenciatura en Ciencias Ambientales. 2 Algunos autores que han escrito al respecto son: Latour (1989); Milton (1996); Escobar (1996) y Descola (2001), por mencionar algunos.

espacial, ¿por qué entonces abrir una discusión en torno a una posible Geografía ambiental? Como un enfoque o “mirada” que se ubica entre los lími-tes de la Geografía física y la Geografía humana, y que hace un particular énfasis en las cuestiones ambientales, la geografía con el adjetivo ambiental establece un esfuerzo interdisciplinario por (re)orientar rumbos; por matizar los límites o diferen-cias entre los campos socioculturales y biofísicos. Sin embargo, ante lo novedoso de la discusión, este enfoque emergente corre el riesgo de convertirse en una suerte de geografía física alternativa, más atractiva para propios y extraños, pero limitada en cuanto a planteamientos ya transitados (Bocco y Urquijo, 2010). La Geografía ambiental, como una propuesta integradora, debe contribuir a la organización del flujo de los diferentes y variopintos componentes de la investigación, más allá de los problemas de lenguaje y metodología que puede generar la pretensión holística (Demeritt, 2009; Bocco y Urquijo, 2010). El Coloquio del CIGA fue así una oportuna y enriquecedora ocasión para el intercambio de puntos de vista al respecto.

Participaron en el encuentro académico once conferencistas magistrales: Kent Mathewson (Loui-siana State University), Andrés Guhl (Universidad de Los Andes), Daniel Klooster (Redlands Uni-versity), Carlos Reboratti (Universidad de Buenos Aires), Hugo Romero (Universidad de Chile),Magaly Mendonça (Universidad Federal de SantaCatarina), José Luis Palacio (Instituto de Geografía-UNAM), Federico Fernández (Instituto deGeografía-UNAM), Michael K. McCall (CIGA-UNAM), Alejandro Velázquez (CIGA-UNAM) y Manuel Bollo (CIGA-UNAM). También se contó con la colaboración de comentaristas invitados, como fueron los casos de Luis Felipe Cabrales (Universidad de Guadalajara) y Miguel Aguilar

158 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010

Pedro Sergio Urquijo Torres

fragmentación es negativa, en la práctica los que han estudiado a la naturaleza y los que han estudia-do a la sociedad tienen grandes diferencias y pocas cosas que compartir. En palabras de Reboratti, las causas de esta fragmentación se encuentran en el distinto origen institucional de los actuales departamentos de Geografía, a veces provenientes de otros dedicados a los campos biofísicos –por ejemplo, la geología–, a veces, y eso es constante en América Latina, originados en un desprendimiento de la Historia y por tanto ubicados en facultades de Humanidades. La separación entre Geografía física y humana en ocasiones se formalizó en la aparición de unidades académicas diferenciadas, pero la más de las veces hacían convivir en una misma a personas que se autodenominaban geógra-fos pero que pensaban en esa disciplina en forma totalmente distinta y sin mucho diálogo entre sí. Y mientras unos derivaban hacia las ciencias naturales o físicas, tanto en su forma de definir y analizar su objeto de estudio como en la forma de escribir sus trabajos y los medios en los cuales los publicaban, los otros derivaban hacia las ciencias sociales y su cultura, y se mezclaban con sociólogos, antropó-logos e historiadores. Esta antigua fragmentación se agravó porque dentro de cada rama aparecieron campos cada vez más específicos que alejaban la posibilidad de una (re)integración. No es que no existieran tendencias o propuestas para unirlos, pero aún los que preferían enfocar la disciplina hacia las relaciones entre los seres humanos y sus naturalezas no encontraban fácil tender ese puente o coyuntura en forma definitiva.

Federico Fernández presentó su conferencia titulada “Paradero 2010: la geografía universitaria setenta años después”. En ella se refirió a las diversas etapas que ha atravesado la Geografía mexicana desde 1943, cuando se refundó como campo disci-plinario al interior de la Universidad Nacional. Para ello realizó una exhaustiva revisión bibliográfica que le permitió establecer las obras más importantes escritas o leídas por los geógrafos formados en los últimos setenta años. De acuerdo con Fernández, la importancia de la geografía mexicana en el con-texto latinoamericano no es trivial, ya que al país ingresan muchos estudiantes del subcontinente y los investigadores mexicanos son interlocutores

(Universidad Autónoma de San Luis Potosí). Por la institución anfitriona participaron también como comentaristas Margaret Skustch, Claudio Garibay, Antonio Vieyra Medrano, María Isabel Ramírez Ramírez, Luis Miguel Morales y Gerardo Bocco. A continuación algo de lo más destacado de la reunión.

Iniciando con una revisión de contenidos del libro A Companion to Environmental Geography (2009), coordinado por Noel Castree, David Demeritt, Diana Liverman y Bruce Rhoads y Kent Mathewson, especialista en historia y pensamiento geográfico latinoamericanista, evidenció la ausen-cia de temas vinculados con América Latina en dicha publicación. De acuerdo con Mathewson, lo anterior cobra importancia si se considera que la llamada Escuela de Berkeley tuvo en Latinoamérica su región de estudio predilecta. Destacados geógra-fos, herederos de la escuela saueriana, realizaron importantes investigaciones en varios países del sur de los Estados Unidos de América. Entre una larga lista de nombres que cubre ya cinco generaciones desde el establecimiento de la escuela saueriana, destacaron Robert West o Donald Brand. Por ello, señala Mathewson, es de extrañar la ausencia de las propuestas e investigaciones de la Escuela de Ber-keley aplicadas en América Latina en el Companion to Environmental Geography. Comentando la con-ferencia de Kent Mathewson, Margaret Skustch, investigadora del CIGA, hizo notar a su vez que no hay entre los pupilos de la escuela de Berkeley presentados por Mathewson geógrafos nacidos en América Latina y que los resultados de sus inves-tigaciones no fueron traducidas al español para su difusión en los países estudiados. Lo anterior evidencia una tendencia centralista e “internalista” –en términos antropológicos– de los investigadores estadounidenses especializados en Latinoamérica.

Por su parte, Carlos Reboratti, de la Universidad de Buenos Aires, esbozó la historia del pensamiento geográfico con el propósito de mostrar las bases teóricas de corte ambientalista de la disciplina. Reboratti señaló que desde sus inicios como ciencia moderna la geografía “estuvo amenazada por el fantasma de la fragmentación y la paralela pérdida de identidad de un centro común”. Si bien los geógrafos han reconocido históricamente que la

Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010 ][ 159

Coloquio internacional: Geografía y Ambiente en América Latina

constantes con sus colegas de Centro, Sudamérica y el Caribe. Asimismo, como sucede en otros países de América Latina, los geógrafos mexicanos tienen la oportunidad de renovar sus reflexiones epistemo-lógicas a partir de una apertura a las ideas nuevas y viejas que se gestan en las tradiciones anglosajonas o francófonas –las cuales parecen ignorarse entre sí–. Al tener acceso a ambas tradiciones, los geógrafos mexicanos, en lo particular, y los latinoamericanos, en lo general, pueden sintetizar las convergencias y divergencias de ambas. Federico Fernández señaló que la geografía mexicana siempre ha tenido una preocupación por resolver problemas que afectan a la sociedad –lo que algunos han llamado “aplicabi-lidad” o “utilidad” de la disciplina–. Sin embargo, no debe pensarse, insistió Fernández, en que la geografía resuelva todos los conflictos, pero sí que aporte ideas aunque no sean aceptadas por los encargados de tomar las decisiones en cada ámbito.

Por último comentaremos la conferencia de Hugo Romero, titulada “La Geografía de los riesgos naturales”. A partir de la exposición del caso del reciente tsunami en las costas de Chile (febrero de 2010), Romero expuso la importancia de la integralidad planteada por la geografía ambiental. Partiendo de la pregunta, ¿qué pasó durante el maremoto, que se fue transformando gradualmen-te de fenómeno natural a desastre institucional y político?, el geógrafo chileno mostró enfoques y categorías de análisis propios de una posible Geografía ambiental. La perspectiva geográfica, enfatiza Romero, tendrá que considerar con ma-yor insistencia hechos y discursos por los cuales se elaboran e imponen las acciones e interpretaciones de políticas públicas, mediante ejercicios de poder que acentúan las vulnerabilidades e injusticias ambientales. En palabras de Hugo Romero, los geógrafos de Latinoamérica tendrán la obligación ética de plantear e insistir en el beneficio ambiental de las mayorías.

Después de concluido y ante el interés mani-fiesto en este tipo de reuniones reflexivas, el per-sonal académico del CIGA propuso por consenso continuar con el esfuerzo y realizar coloquios y seminarios de discusión que contribuyan a marcar los rumbos teóricos y conceptuales del CIGA mismo y de la Geografía ambiental latinoamericana.

RefeRencias

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Pedro Sergio Urquijo TorresCentro de Investigaciones en Geografía Ambiental

Universidad Nacional Autónoma de México

160 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 73, 2010

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