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Moroni oculta las planchas Véase la pág. 12

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Año 16 Núm. 6

DEL CONSEJO DE LOS DOCE APÓSTOLES

A oportuna admonición de Pablo es: "Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo.

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad. . . . (Efesios 6:11-12)

Actualmente afrontamos males insidiosos y devastadores que se están propagando. . . . Estos males atroces y destructivos ahora se revelan en nuestra música, arte, en la perversión sexual y la llamada educación sexual. . . . Estas perversidades predominan en la promoción de drogas . . . revistas populares y publicaciones clandestinas para la juventud; en la televisión, películas y programas de radio. . . .

Podemos vencer las fuerzas ateístas que nos amenazan; sí, con la ayuda del Dios Todopoderoso podemos—y debemos—ganar la guerra con­tra las fuerzas perversas que parecen derrotarnos. Las verdades eternas no cambiarán. Pongámonos "la armadura de Dios, para que (podamos) estar firmes contra las acechanzas del diablo". No hay otro camino a la seguridad.

EN ESTE NUMERO BUSCAD PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS 1

David O. McKay YO CONOCÍ EL VALOR 3

Jean Hart CO-AUTORES DE LOS ARTÍCULOS DE FE 6

John W. Welch ORGULLO 10

PaulR. Cheesman LA ORACIÓN 11

Mario H. Crusi MORONI 12

Richard J. Marshall MUY CHIQUITO, MUY GRANDE 15

Sarah L. Johnson EL PASTORCITO 17

Helen Bay Gibbons JUVENTUD 19

Marión D. Hanks y Elaine Cannon EL PRIVILEGIO MAS GRANDE 20

Marilyn McMeen Miller LIMPIO—PALABRA MARAVILLOSA 21

Richard L. Evans EL ARTE DE PREGUNTAR 22

Stanley M. Grabowski JOYA SACRAMENTAL 23

DESCUBRIMIENTO 24 ReedH. Bradford

HAZ LO QUE YO HAGO 21 Monroe y Shirley Paxtnan

LA IMPORTANCIA DE LOS TEMPLOS 29 Theodore M. Burton

". . . VIÉNDOLO ELLOS, FUE ALZADO . . ." 30 Gerardo Lípori

SACERDOCIO 32 Eloy Flores Morado

LA POESÍA DE LO COMÚN Contratapa Richard L, Evans

Pocos acontecimientos en El Libro de Mormón han engendrado tanta fas­cinación e imaginación creadora como las circunstancias que rodearon la ocasión del entierro de las planchas de Moroni aproximadamente en el año 421 a. de J.C. Pocas descripciones verbales de este evento serán tan memo­rables como la pintura de Moroni, recientemente terminada, y que aparece en nuestra portada. El autor de la misma es Tom Lovell, y se utilizará en los Centros de Visitantes por todo el mundo. (Placas cortesía de the Improvement Era, elaboradas por the Deseret News Press)

Junio de 1970

Publicación Mensual de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de Eos Últimos Días

47 E. South Temple Sí., Solt Lake City, Utoh, E.U.A.

CONSEJO DE REDACCIÓN

Eduardo Baideras Diana R. de Tucker

SUBSCRIPCIONES: Sírvase hacer su pedido a la misión correspondiente, utilizando el servicio de giros postales para el envío de valores.

A * *

MISIÓN ANDINA Alien E- litster, presidente Casilla de Correo 11293~~L¡ma 14, Perú.

* * * MISIÓN ANDINA DEl SUR Norman Roberts, presidente Casilla de Correo 4789—La Paz, Solivia.

* * * MISIÓN ARGENTINA Verdón Bertiíyon, presidente General Pacheco 1380—Martínez Buenos Aires, Argentina.

* * * MISIÓN ARGENTINA DEL NORTE Henry Goríon, presidente Casilla 17, Suc. Correos No. 9—Córdoba, Argentina.

* * * MISIÓN CENTROAMERICANA Milton E. Smíth, presidente Apartado 2339—San José, Costa Rica.

* * " * MISIÓN CHILENA Joseph Earl, presidente Casilla 28, Las Condes—Santiago, Chile.

* * * MISIÓN COLOMBO-VENEZOLANA Stephen L. Brower, presidente Apartado del Este Ó247Ó Caracas, Venezuela.

* A *

MISIÓN GUATEMALA-Et SALVADOR David G. Ciark, presidente Aportado 587—Guatemala, Guatemala, C.A.

* * * MISIÓN MEXICANA Gordon M, Romney, presidente Monte Cáucaso 1110—México 10, D.F,

* * * MISIÓN MEXICANA CENTRAL DEl NORTE Arturo R. Martínez, presidente L. Zuloaga 354 Col. Los Angeles Torreón, Coahuila.

* * * MISIÓN MEXICANA DEL NORTE Robert E. Wells, presidente Jamaica 501—Monterrey, Nuevo león, México.

* * * MISIÓN MEXICANA DEL SUDESTE Samuel Borén, presidente Apartado 103—Veracruz, Veracruz, México.

* * * MISIÓN MEXICANA DE OCCIDENTE Eugene F. Olsen, presidente Av. García Conde 310—HermosÍIIo, Sonora, México.

* * * MISIÓN URUGUAYA William N. Jones, presidente Dublín 17Ó5—Carrasco, Montevideo, Uruguay.

* * * Toda subscripción dentro del territorio de los Estados Unidos, debe solicitarse directamente a;

"LIAHONA"—47 E. South Temple Street, Salt Lolce City, Utah

"LIAHONA" — A pubHcation of the Misgionary Commíttee of The Chureh of Jesus Christ of Latter-day Saints, Offices at¡ 47 East South Temple Street, Salt Lake City, Utah. Sufesci-iption price: $1.50 a year. Pablished monthly. Entered at the Poat Office, Salt Lake City, Utah, as aeeond-class matter.

LIAHONA

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por el presidente David O. McKay

(Preparado antes de su fallecimiento, el 18 de enero de 1970)

MI tema está mejor expresado en una cláusula del Salvador tomada del Sermón del Monte: "Bus­

cad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas." (Mateo 6:33)

Algunos comentaristas aplican "estas cosas" a las virtudes mencionadas en los versículos preceden­tes del capítulo, pero otros con más sabiduría las aplican, como todos sus dichos, a la vida universal del hombre. Yo quisiera aplicar algunas de las decla­raciones del Salvador a las vidas personales de los hijos de Dios.

Jesús no solamente habló a los pocos que lo si­guieron sino a toda la humanidad. Tomando aquella admonición de buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, podemos aplicarla a toda la gente, en todas partes, asegurando a los que son fieles que las otras cosas necesarias y de ayuda, serán agregadas. !

Pero demasiada gente en el mundo busca medios de vida que son contrarios a la búsqueda del reino de Dios. La vida está verdaderamente dividida en dos grandes planos, el animal y el espiritual. Si obser­váis a vuestro alrededor, encontraréis que mucha gente busca satisfacción en el mundo animal en vez del espiritual. Con todo mi corazón, después de mu­chos años de experiencia, os digo que la utilidad, el placer, el gozo y la felicidad se obtienen, siguiendo la admonición de Cristo de buscar primeramente su reino.

1

Buscad primeramente el Reino de Dios

JUNIO DE 1970

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...si queréis obtener el mayor

éxito y la mayor satisfacción

mental debéis practicar en

vuestras vidas cotidianas los

ideales del evangelio de Jesu-

cristo.

Si yo pudiera expresaros el sentimiento más pro­fundo de mi corazón, os diría, y especialmente a mis jóvenes amigos y asociados en la Iglesia, así también como en el mundo, que si queréis obtener el mayor éxito y la mayor satisfacción mental, debéis practicar en vuestras vidas cotidianas los ideales del Evan­gelio de Jesucristo. No vacilo en pronunciar esta afirmación sin lugar a modificaciones; sé que los re­sultados serán los que he indicado. Estos ideales os transformarán en jóvenes más hermosos porque vues­tros pensamientos modifican vuestros rasgos; quizás no seáis el mejor parecido, pero irradiaréis lo que hace más hermosos a los jóvenes. Os harán hijos más útiles, estudiantes más sabios, amantes más fieles, compañeros más deseables, amigos más leales, me­jores miembros de la sociedad, padres más dignos de futuras familias. Estos ideales os darán, como hijos de Dios, más éxito en lograr el propósito de vuestra creación en la tierra.

Recordad siempre que hay algo más elevado que el intelecto, más aún que la excelencia. Es ese algo lo que hace al hornbre; lo que hace hermosas a las mujeres; al hombre, servidor de la humanidad; a la

mujer, servidora de aquellos a quienes quiere. Lo que un hombre realmente cree desde lo profundo de su corazón, lo que lleva en todas sus actividades y en lo cual cree verdaderamente, es aquello que real­mente piensa; y lo que en realidad piensa es aquello que vive.

Para cambiar a los hombres en el mundo debe­mos cambiar sus pensamientos.

El hombre no va más allá de sus ideales; a menu­do no los logra y nunca los sobrepasa.

"El futuro de cualquier nación puede ser deter­minado," dijo un gran escritor, "por los pensamientos de su juventud entre los 18 y 25 años."

Pablo lo expresa de otra manera en una afirma­ción de gran significado: "Andad en el Espíritu, y , no satisfagáis los deseos de la carne.

Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis." (Gáh 5:16-17)

Y entonces Pablo enumera las obras de la carne. Podéis recordarlas: "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,

Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, ce­los, iras, contiendas, disensiones, herejías,

Envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios." (Gal. 5:19-21)

"Buscad primeramente el reino de Dios y su jus­ticia. . ." Esto se logra estimulando, pensando y vi­viendo los frutos del Espíritu:

"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley.

Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu." (Gal. 5:22-25)

Todos estamos moviéndonos en un mundo mor-, tal. Algunos pierden su sentido de dirección; otros sabiamente tienen un ancla, y esa ancla es el Evan­gelio de Jesucristo y sus ideales. La felicidad, la seguridad, la personalidad que es más alta que e l : intelecto, todas son el resultado de asirse a esa ancla.

¡Oh, cuan gloriosas son las oportunidades de la juventud! Haced esas oportunidades aún más bri­llantes siendo fieles a sus ideales. Procediendo así, : seréis sinceros a los ideales espirituales de honesti­dad, virtud, castidad—el ancla de vuestra vida— llevando felicidad y paz a vuestras almas por seguir estos ideales en vuestra vida cotidiana.

Yo sé que seréis más felices al proceder así. No es una creencia; no es una admonición. Todo gozo y toda felicidad pueden ser vuestros siguiendo estos ideales.

Dios os ayude a anclaros de esta manera.

2 LIAHONA

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por Jean Hart

EL fuerte dolor que sentía en el pecho contrastaba con el miedo frío que helaba mi corazón. Allí,

en la noche vasta, solitaria, negra, interminable, ya­cía yo, tratando de enfrentar la posibilidad de que tuviera cáncer.

Al sucederse los días y noches de miedo, de in­somnio y de dolor, me encontraba constantemente pensando en cómo sería morir; pero era otro drama, ocurrido un año antes, lo que hacía más punzante este pensamiento. Fue en ese momento, cuando me di cuenta de la profundidad y amplitud del valor de Greg.

Greg era un muchacho alto, buen mozo, de 17 años y un buen atleta. Cinco años antes, cuando ha­bía anunciado su decisión de seguir una tradición fa­miliar de competir en la carrera de una milla, mi cora­zón se estremeció. No estaba bien preparado, y yo no podía ver más que angustia para él, y pensé que su vida había estado suficientemente llena de angus­tia hasta el momento. Siempre había tenido que hacer las cosas de la manera más difícil; los aconte­cimientos conspiraron contra él haciendo de todo lo que deseaba, una dura batalla. Pero en lugar de doblegarse, siempre parecía decidido a trabajar aún más fuerte.

Con sus carreras, en vez de la práctica usual de entrenamiento solamente durante la época de atle­tismo, Greg se entrenaba todos los días del año. Se negaba severamente toda comida o actividad que, según su parecer, impediría sus carreras. Pasó vera­nos trabajando para el abuelo en la hacienda; después de pasar un día entero y duro en los campos de heno, se ocupaba de un gran huerto que había insistido en plantar, para luego salir a correr al pie de las colinas circundantes.

Todos le rogábamos que no se exigiera tanto, preocupados por el horario riguroso que se había establecido, pero sin éxito. Era un perfeccionista, y había decidido que esto le daría la fuerza y el vigor que necesitaba para correr.

Cuando volvió del campo para continuar sus es­tudios no tenía buen semblante y siempre parecía cansado. Como había tenido fiebre reumática cuan­do era niño, le vigilábamos el corazón cuidadosa­mente. Para aliviar nuestra preocupación, permitió que se le efectuara un electrocardiograma y un exa­men físico completo; pero todos los exámenes indi­caron que estaba bien. Nosotros pensamos que'du­rante todo el verano había trabajado demasiado, y supusimos que ésa sería la causa ppr laeual se sentía mal y tenía mal aspecto.

JUNIO DE 1970 3

YO CONOCI

EL VALOR

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Las carreras de larga distancia comenzaron y Greg continuó esforzándose sin piedad. Todos los días, después de las clases volvía a casa, se ponía la ropa vieja y se sentaba en la cocina a conversar du­rante algunos minutos sobre cómo le había ido ese día, mientras se ataba las pesadas botas de escalar. Diariamente corría en las montañas usando esas bo­tas pesadas, para aumentar su fuerza y vigor; bro­meaba diciendo cuan bueno parecía correr en carre­ras de competencia con zapatos de atletismo des­pués de haber corrido con botas pesadas. Pero había algo más que correr en las montañas: él amaba la naturaleza y dependía de esa época del año en las montañas, para henchirse el alma mientras entrenaba el cuerpo.

Aquella tarde de octubre, Greg parecía extraor­dinariamente cansado y mencionó el dolor que sentía en la parte superior de la pierna izquierda; se pre­guntaba qué había hecho para lastimarla. Sin em­bargo, para él no era cosa rara sentir los músculos rígidos. Los corredores parecen tenerlos muchas ve­ces, así que yo estaba acostumbrada a ello. Pero lo que resultó raro fue que me permitiera disuadirlo de correr ese día.

Pocos días después estaba programada una ca­rrera importante para su escuela. A pesar de que admitió que desearía no tener que forzar su pierna dolorida, insistió en participar; durante la carrera, la pierna le falló completamente y experimentó un do­lor agonizante. Cuando lo llevamos al doctor, Greg le contó cómo le había fallado la pierna durante la carrera. El doctor dijo que podía sentir el músculo desgarrado, y más tarde le dijo que el dolor con­tinuaría y que le llevaría un tiempo largo curarse. Esto probablemente significaba que Greg no podría correr otra vez. Tuvo incluso que caminar con mule­tas.

Como siempre, el muchacho reaccionó con la deci­sión de encontrar un medio para robustecerse la pierna, a fin de volver a correr otra vez, algún día.

El doctor le había dicho que regresara para otro examen. En la escuela, alguien le pateó la muleta mientras bajaba las escaleras y lo hizo caer todo el tramo que faltaba. El dolor fue intenso, pero Greg creyó que se trataba solamente de tener cuidado y darle tiempo al músculo para que sanara otra vez, de manera que no volvió al doctor. Se acorazó para sufrir, pero cada día se veía peor y adelgazó consi­derablemente. El sufrimiento que se notaba en sus ojos y en su cuerpo consumido nos dio idea de cuan agudo era el dolor. Cuando finalmente volvimos al doctor, descubrimos que el "músculo desgarrado" era osteosarcoma {cáncer de origen óseo). La pierna izquierda le fue amputada cerca de la cadera.

Greg se enfrentó a rehacer su vida de sueños he­cha pedazos. ¿Cómo puede uno en diciembre decirle con convicción a un joven de diecisiete años que le

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queda una vida de satisfacciones por delante? Un joven que en agosto había salido con una chica por primera vez, y había ido a su primer baile, que estaba aprendiendo a manejar un auto, que apenas había gozado de sus primeros éxitos en los deportes y era un competidor de primera en la prueba de mil qui­nientos metros del campeonato; que al final podía ver que la vida le sonreía después de angustiosos esfuerzos.

Como fue necesario que le amputaran muy arri­ba, Greg quedó con un muñón de menos de diez centímetros, no mucho para acoplar una pierna or­topédica. Sus piernas eran largas, creando un pro­blema difícil al tratar de manipular un miembro arti­ficial.

Pasó un tiempo antes de que pudiera encontrar la manera de sentarse para conducir el auto; enton­ces se presentó un nuevo problema: a causa del muñón muy corto, la pierna artificial perdía la suc­ción cuando se sentaba en ángulo recto, de manera que se sentaba sobre la cadera, forzando a la espina dorsal fuera de lugar. El dolor resultante lo dejó en­fermo. Constantemente tenía miedo de que la pró­tesis se aflojara cuando estaba lejos de la casa.

Los doctores le aconsejaron volver a la escuela y estar entre la gente cuanto antes. Pero Greg estaba decidido a no volver antes de que pudiera caminar bien. ¿Alguien alguna vez se ha detenido a pensar en cuan complicado es el simple procedimiento de caminar? Nosotros estudiamos juntos cómo se ca­mina. Yo caminaba a lo largo del cuarto, y él me seguía, tratando de imitar el movimiento natural de la pierna con su miembro artificial. Hora tras hora, día tras día practicó, deteniéndose solamente cuan­do estaba totalmente exhausto.

Finalmente llegó la fecha fijada para volver a la escuela, el principio del trimestre de primavera. El, sabía que todos los observaban. Además de los obs­táculos psicológicos enfrentó nuevos peligros físicos, tales como rampas y escaleras. A Greg no le gustaba que se le tratara menos independientemente que antes de la amputación. No quería concesiones es­peciales aun cuando las necesitaba desesperadamen­te. Nadie sabrá nunca, estoy segura, lo que una per­sona sufre en tal situación; yo creo que el dolor físico es menor cuando se establece la comparación.

Tener que ser llevado en auto a dondequiera que fuera; pasar cerca del lugar de práctica del equipo de atletismo, al dejar la escuela todas las tardes, y no poder correr en sus queridas montañas, eran sola­mente algunas de las espinas que lo punzaban.

Vislumbré la magnitud de su frustración y su control completo de ella, el día en que me persuadió a que lo llevara a su refugio de la montaña. La nieve era profunda allí pero, sin la prótesis, insistió en subir en una pierna y con las muletas. Me hizo acor­dar a un pájaro grande y noble, con las alas rotas,

LIAHONA

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...Siempre hay tiempo para

morir, pero no siempre hay

tiempo para vivir. mas aún tratando de volar. Yo hubiera querido su­bir la colina gritando "¿por qué? ¿por qué?", pero cuando volvimos al auto, él, calmadamente se sacu­dió la nieve de la pierna y dijo, "¿Vamos, madre?" Y cuando llegamos a la casa, limpió la nieve de la entrada y la acera.

Greg se había adaptado de la misma manera en que había conquistado los demás obstáculos de su vida. Nadie habría pensado que pudiera lograrlo tan bien; no obstante, sin contentarse con esto, se pro­puso vencer a sus amigos en lucha y en natación.

Cuando se efectuó la amputación se nos dijo que el suyo era un tipo de cáncer particularmente insi­dioso, que en tres de cuatro casos ataca a los pul­mones y es fatal. Pero uno siempre piensa que el ser amado será la excepción.

Greg no lo fue. Cuando fue a hacerse el examen trimestral de rayos X, los doctores descubrieron cán­cer en los dos pulmones. Desde el principio, Greg había conocido sus posibilidades completas; entonces supo que no había posibilidades de cura, que no era posible operar y que cualquier tratamiento podía solamente detener el cáncer si funcionaba eficaz­mente.

Hasta entonces, yo había podido fortalecer su moral, pero ahora no sabía qué decir. Era un insulto a su honestidad y a su franqueza decir que había esperanza, cuando ambos sabíamos que no había ninguna. Sentí una abyecta desolación.

Greg dijo muy poco en su viaje desde el consul­torio del doctor. Cuando llegamos a la casa, el mejor amigo de Greg estaba allí ayudando a su hermanito a remontar una cometa en el viento de marzo. En aquel momento el hermanito se había cansado del deporte y se había ido, dejando la cometa. A Greg le gustaba ver todo en perfecto orden, de manera que levantó la cometa, dejó ir el hilo y ésta comenzó a subir. Pronto requirió más hilo, subió más alto y más alto. Por segunda vez, él le dio más hilo. En ese momento la cometa era solamente una mancha, y todos quedamos sin respiración por la altura ver­tiginosa a que se había elevado. Greg se volvió hacia mí y dijo: "Una nueva altura, mamá." Y yo sabía que no estaba hablando solamente de la cometa.

El fin de semana que siguió fue de desaliento completo. El domingo por la noche, cuando el resto de la familia se había retirado, y Greg, su padre y yo quedamos solos, nuestros débiles esfuerzos por ha­

blar de buena gana finalmente se hundieron en aba­timiento y aflicción sin palabras. Finalmente Greg dijo: "No puedo continuar así.. Tengo que seguir haciendo planes para vivir. Siempre hay tiempo para morir, pero no siempre hay tiempo para vivir."

Y continuó haciendo planes para vivir. Tenía un juego de ejercicios para reconstruir los músculos. Hasta el final ejercitó, aunque de una manera débil, la única pierna que le quedaba y los brazos.

A diferencia de él, se me dio un remedio temporal, y el dolor que sentía en el pecho resultó ser provo­cado por la emoción. Pero en ese ínterin me di cuen­ta cabal del verdadero valor de Greg. La suya no era la valentía que induce al miedo de las batallas heroicas, sino un valor calculado, calmo, crudo.

Sí, yo vi el valor. Lo vi en Greg, que mantuvo una expresión calma cuando le dije, a él un atleta su­perior, que perdería la pierna; lo vi cuando con mira­da de desafío subió la montaña, con una sola pierna y la cadera hundida en la profundidad de la nieve. Lo vi en su rostro nuevamente en calma, cuando el doctor le dijo que tenía solamente unos pocos meses antes de morir de cáncer pulmonar. Lo vi, cuando de regreso a casa y enfrentando la sentencia de muerte, remontó una cometa hacia nuevas alturas, reales y simbólicas.

Yo contemplé el valor, ya que Greg vivió noble­mente hasta el último momento entre cientos de as­pectos mundanos, impávido por la terrible pena y el miedo que, ahora sé, tuvo que soportar.

El me dictó el artículo final de su diario, que es su propio testimonio:

"La vida ha sido buena conmigo. A pesar de que he tenido muchas desilusiones, he tenido muchas, muchas satisfacciones. Una de las peores clases de tortura que yo puedo recordar es la tortura mental, la monotonía de permanecer en el mismo lugar. El sábado primero de agosto, mi alma estaba muy con­movida, me resultaba muy difícil respirar y rae dolía cada vez que lo intentaba. Ahora, un sentimiento de paz se ha derramado sobre mí, y me siento como si todas las noches fueran noche de domingo. (La noche del domingo era una especial noche familiar para nosotros.) Mis oraciones han sido contestadas muchas veces, y estoy muy agradecido al Señor por sus muchas bendiciones. De algún modo, los sim­ples deportes físicos, a los cuales tenía yo antes en tanta estima, no parecen nada comparados con las tareas en las cuales me embarcaré pronto. Digo adiós al lector, deseando las bendiciones del Señor sobre él. No tengo ningún sentimiento de amargura ni malicia de ninguna clase, porque sé con todo mi corazón que ésta es la voluntad del Señor. Sé ver­daderamente que El vive, y sé que solamente a tra­vés de la obediencia a sus mandamientos podemos ser felices en la tierra."

Sí, yo conocí el valor.

JUNIO DE 1970 .5

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Cuando comparamos el resumen de las verdades del evangelio en los Ar­tículos de Fe con los escritos inspira­dos de Pablo, quizás se nos ocurra preguntar: ¿Fueron los profetas de dos generaciones . . .

Co-autores de

los Artículos

de Fe?

por John W. Welch*

CONTRARIAMENTE a la opinión general, mu­chos de los Artículos de Fe fueron escritos mu­

cho antes de que la carta de Wentworth fuera firma­da y enviada por el profeta José Smith, en 1842. En realidad, fueron escritos antes de que José Smith naciera. A pesar de que no fueron organizados sus-cintamente en trece puntos ordenados, los Artículos de Fe están contenidos directa o indirectamente en las cartas del apóstol Pablo. El genio de José Smith se pone de manifiesto en su habilidad de aislar y condensar los elementos vitales del evangelio de los escritos de Pablo, que han sido llamados "difíciles de entender", desde los días de Pedro. (2 Pedro 3:16)

La correlación sorprendente entre los Artículos de Fe y los escritos de Pablo, está de acuerdo con el tipo de comisión divina que cada cual había reci­bido. José Smith fue llamado a restaurar el evan­gelio. Su tarea fue enseñar y dar énfasis a todo prin­cipio eterno del evangelio, tal como se había hecho en la temprana Iglesia Apostólica. El apóstol Pablo también había sido llamado a enseñarlo, particular­mente a los Gentiles. Su conocimiento de los seres celestiales y su conversión a la verdad, sucedieron como resultado de una aparición de Jesucristo a él, en una manera similar a la que Cristo apareció a José Smith en 1820. A la luz de las experiencias y las responsabilidades similares de estos dos hom­bres inspirados, no es sorprendente que sus creen­cias y valores fundamentales fueran casi idénticos.

Apropiadamente, el nombre de Pablo aparece en el último Artículo de Fe, como una firma de su par­ticipación en ellos. El decimotercero Artículo de Fe dice:

Creemos en ser honrados, verídicos, castos, bene­volentes, virtuosos, en hacer bien a todos los hombres; en verdad podemos decir que seguimos la admoni­ción de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder su­frir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, bello, de buena reputación o digno de alabanza, a esto aspi­ramos.

La admonición de Pablo a la cual se hace referen­cia, se encuentra en 1 Corintios 13:7: "(El amor) todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo so­porta." La similitud resulta inmediatamente asom­brosa. La última cláusula de este Artículo proviene de otra admonición de Pablo:

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay vir­tud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses4:8)

*John W. Welch es graduado de la Universidad de Brig-ham Young. donde actualmente enseña filosofía. Sirvió en la Misión del Sur de Alemania desde 1966 a 1968, y ha trabajado en el Servicio de Información de la Iglesia. Su esposa es Norma Jean Sutton, y viven en el Barrio Treinta de la Estaca Cuatro de BYU, donde el autor enseña en la Escuela Dominical.

LIAHONA

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Este artículo no considera la Cristología de Pablo, ni su así llamada doctrina de salvación a través de la gracia, ni su "desdén hacia las mujeres", cada uno de los cuales ha hecho el mensaje del Apóstol misionero excepcionalmente polémico. Por el contrario, este ar­tículo trata de encontrar las principios básicos del evan­gelio en los escritos de Pablo. Deberíamos darnos tan­ta cuenta del profundo impacto de Pablo sobre la ideología mormona, como de su influencia sobre el ñmdamentalismo protestante. La Epístola a los He­breos está incluida en la colección de cartas pauli­nas por la siguiente razón: aún cuando haya sido es-

Primer Artículo de Fe: La Trinidad

El Primer Artículo de Fe también corresponde a un pasaje de Pablo, y dice así:

Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.

Que Pablo también creía en el mismo concepto de la Trinidad como José Smith, está claramente de­mostrado en 2 Corintios, donde no solamente dis­tingue a cada uno de los tres miembros de la Trini­dad, sino que menciona una de las funciones especí­ficas de cada uno:

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y- la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. (2 Corintios 13:14)

Cuarto Artículo de Fe: Primeros Principios y Ordenanzas

El cuarto Artículo de Fe bosqueja los primeros principios y ordenanzas del evangelio, los cuales con­sideramos usualmente como pertenecientes solamen­te al mormonismo.

Creemos que los primeros principios y ordenan­zas del evangelio son, primero: Fe en el Señor Jesu­cristo; segundo: Arrepentimiento, tercero: Bautismo por inmersión para la remisión de pecados; cuarto: Imposición de manos para comunicar el don del Es­píritu Santo.

Pero rogando a los primeros conversos a la Igle­sia, Pablo comienza hablando de "los primeros rudi­mentos de las palabras de Dios". (Hebreos 5:12). Después de decir a los miembros que dejasen la dieta láctea de los primeros principios, y que continuaran con la de la carne y la madurez, Pablo enumera lo que él considera que son estos principios:

. . . El fundamento de arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautis­mos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. (Hebreos 6:1, 2)

crita por otra persona, aparece con el nombre de Pa­blo y fue probablemente firmada por él. Los discursos de los presidentes de una nación, aunque no hayan sido escritos por el presidente mismo, llevan su nombre. Quienquiera que haya sido el co-autor en el caso de Pablo, es materia de interesante especulación. Cle­mente de Alejandría afirmaba que Pablo había es­crito la epístola en hebreo, y Lucas la había traducido al griego. De cualquier manera en los papiros de Chester Beatty (un canon del Nuevo Testamento del siglo segundo), la epístola a los Hebreos es situada en segundo lugar entre Jas cartas de Pablo, entre Ro­manos y 1 Corintios.

Otra vez aquí, los primeros principios del evan­gelio están representados palabra por palabra, en casi exactamente la misma manera, por José Smith y Pablo.

Quinto Artículo de Fe: Autoridad

El sacerdocio es básico en el funcionamiento del verdadero Evangelio de Cristo. La interpretación moderna de la ordenanza del sacerdocio se expresa en el Quinto Artículo de Fe:

Creemos que el hombre debe ser llamado de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad para predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.

¿Corresponde esta interpretación a las doctrinas de la Iglesia primitiva? Ciertamente. Pablo, quien había convertido a Timoteo en su segundo viaje mi­sionero, le recuerda el sacerdocio que posee y repasa con él la manera en que lo había recibido:

No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. (1 Timoteo 4:14)

Cada elemento de una ordenación propia al sacer­docio está incluido en los pasos descritos por José Smith y Pablo. Después de todo, ¿quién sabría más acerca de las líneas de autoridad verdadera en el sacerdocio que estos dos hombres, quienes lo habían recibido por la apropiada autoridad y bajo las manos indicadas?

Sexto Artículo de Fe: Oficios del Sacerdocio

El sacerdocio está organizado. Cada oficio y aus­teridad específica tiene su lugar respectivo y sus res­ponsabilidades establecidas. Pablo sabía esto por­que él había pasado muchos años observando y estu­diando a los apóstoles y a los poseedores del sacer­docio en acción, antes de haberse transformado él mismo en un gran director de la Iglesia. En una car­ta a una de sus ramas favoritas, la de Efeso, Pablo

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describe a la Iglesia como una gran unidad, pero contando con muchas partes. Cada oficio del sacer­docio es una parte importante en la totalidad. Y una escritura incluye lo siguiente:

Y El mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros. (Efesios 4:11)

La versión revisada suministra el mismo pasaje de la manera siguiente: "Porque sus dones eran tales que algunos serían apóstoles, algunos profetas, al­gunos evangelistas, algunos pastores y maestros. . . ."

Comparad este versículo con el Sexto Artículo de Fe:

Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pas­tores, maestros, evangelistas, etc.

La unidad y armonía son obvias. Este es un caso en el cual el todo es mayor que la suma de sus partes.

Séptimo Artículo de Fe: Dones del Espíritu

Otro caso involucra los dones del Espíritu. Se necesita un hombre que haya experimentado los mi­lagros individuales del Espíritu para apreciar y creer en la inmensidad del evangelio en sí mismo. En el séptimo Artículo de Fe, José Smith menciona seis dones del Espíritu:

Creemos en el don de lenguas, profecía, revela­ción, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.

Pablo también menciona los dones del Espíritu. Su lista contiene nueve de ellos, cuatro de los cuales están incluidos específicamente en aquellos mencio­nados por José Smith:

Porque a éste le es dada por el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mis­mo Espíritu; a otro fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, dis­cernimiento de Espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. (1 Co­rintios 12:8-10)

La versión revisada quizás haga más claro este punto, al decir: "Porque a uno es dada por el Espíri­tu manifestación de Sabiduría; a otro la manifesta­ción de conocimiento . . ." etc.

Los dones de sanidades, profecía, lenguas y la interpretación de lenguas son mencionados por am­bos, José Smith y Pablo. Los otros dos dones inclui­dos por José Smith—los de visiones y de revelación —están estrechamente relacionados al resto de los que Pablo menciona, a saber, los dones de sabiduría, conocimiento y fe.

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Duodécimo Artículo de Fe: Obediencia a la Ley

Consideremos ahora el duodécimo Artículo de Fe. La polémica de la desobediencia civil fue tan impor­tante para los primeros cristianos como lo es hoy; y como los mormones en Illinois, los primeros cristia­nos eligieron estar sujetos a los emperadores y pro­cónsules, aún hasta el punto de morir, en vez de desa­fiar a las autoridades civiles. Pablo amonesta a los Romanos: "sométase toda persona a las autoridades superiores" (Romanos 13:1) y "pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, im­puesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra". (Romanos 13:7) : La compatiblidad de esta afir­mación con el duodécimo Artículo de Fe es innegable:

Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar, y sostener la ley.

Referencia a otros artículos

Hasta ahora, hemos considerado los Artículos 1, 4, 5, 6, 7, 12 y 13. A pesar de que el resto de los Ar­tículos de Fe no aparece al pie de la letra en las cartas de Pablo, cada uno de ellos puede encontrarse en una forma indirecta a través de los escritos del Após­tol. Por supuesto, algunas cosas serán difíciles de encontrar; y debemos evitar el abusar de las escritu­ras para probar nuestras premisas. Las frases "Libro de Mormón" y "sobre éste, el continente americano" serán difíciles de encontrar en cualquier texto griego del siglo primero. Pero las teorías subordinadas a cada tema del evangelio, estarán presentes muy con­vincentemente en las epístolas de Pablo.

Segundo Artículo de Fe: Castigo por Pecado

El Segundo Artículo de Fe puede obtenerse al combinar dos versículos paulinos. Este dice así:

Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.

Por consiguiente contiene dos pensamientos bá­sicos: primero, el hombre cosechará lo que siembra; y segundo, el hombre no será castigado por la caída, de Adán. Ambas ideas son también paulinas:

No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. (Gálatas6:7)

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:22)

Tercer Artículo de Fe: Expiación y Obediencia

El tercer Artículo de Fe establece que el hombre puede salvarse eternamente a través de la expiación de Cristo, y por obediencia a las leyes de su Evangelio.

1 Pedro también aconseja a los santos de la misma mane­ra: "Honrad al Rey." (1 Pedro 2:17)

LIAHONA

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ARTÍCULOS DE FE

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REFERENCIAS EN LOS ESCRITOS DE PABLO

2 Corintios 13:14 Gálatas6:7; 1 Corintios 15:22 Colosenses 1:19-20; Hebreos 5:9 Hebreos 6:1-2 1 Timoteo 4:14 Efesios4:ll 1 Corintios 12:8-10 2 Timoteo 3:16; 2 Corintios 13:1 1 Corintios 2:10-11 Hebreos 12:22; 1 Tesalonisenses 2:19; 3:13 Romanos 2:14-16 Romanos 13:1, 7 1 Corintios 13:7 con Filipenses 4:8

Ya que este es el tema principal del mensaje comple­to de Pablo, podría seleccionarse cualquier número de versículos para ilustrar esta creencia en el poder redentor de Cristo y en la importancia de la obedien­cia de nuestras vidas.

Por cuanto agradó al Padre que en El habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las. que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. (Colosenses 1:19, 20)

Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. (Hebreos 5:9)

Octavo Artículo de Fe: Toda revelación es escritura

El octavo Artículo de Fe establece la creencia mormona en las escrituras sagradas, como la palabra de Dios. En su segunda carta a Timoteo, Pablo esta­blece explícitamente esta fe:

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. (2 Timoteo 3:16)

"Toda escritura" incluye todas las revelaciones pasa­das, presentes y futuras que el Señor ha mandado que se escribieran. Ciertamente, ni Pablo ni ningún otro profeta habría tratado de poner limitaciones a Dios, afirmando que El no podría revelar nada más a nadie. Una persona que ha recibido tantas revela­ciones como Pablo, sin duda tendría muchas razo­nes para creer y esperar que la comunicación con el Señor fuera posible para los futuros santos. Por con­siguiente, el noveno Artículo de Fe establece:

Creemos todo lo que Dios ha re­velado, todo lo que actualmente re­vela y creemos que aún revelará muchos grandes e imporantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.

Décimo Artículo de Fe: Recogimiento y Segunda Venida

El décimo Artículo de Fe trata del recogimiento de Israel en los Últimos Días y la gloriosa segunda venida de Cristo. Ambos temas pre­dominan en muchas de las cartas de Pablo. El habla de la casa de Israel en los capítulos 10 y 11 de Romanos y habla de la nueva Jeru-salén en Hebreos 12:22. La Epís­tola 1 a los Tesalonicenses da repe­tidamente énfasis a la Segunda Venida del Señor. (2:19; 3:13; 4:16;5:2)

Décimoprimer Artículo de Fe: Libertad de Conciencia

Finalmente, el décimoprimer Artículo de Fe re­serva a cada individuo el derecho de adorar a Dios de acuerdo con los dictados de su propia conciencia. Pablo reconoce la futilidad de forzar a alguien a adorar a Dios. El también vio que la conciencia de cada hombre independiente de las leyes formales, lo dirigiría a obrar en Dios por lo cual podría ser juz­gado.

Por cuanto los Gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testi­monio a su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio. (Romanos 2:14-16)

Por consiguiente, "déjeseles adorar, lo que quieran, como quieran y donde quieran". El derecho de ado­rar a Dios es siempre un derecho personal.

Hasta aquí los trece Artículos de Fe han sida rela­cionados estrechamente con pasajes de las Epístolas de Pablo. Ocho pasajes han sido citados casi preci­samente de Pablo, mientras que otros se relacionan exactamente en contenido. Su temas fundamentales representan los más importantes en los escritos de Pablo. La obra maestra que José Smith logró al con­densar las enseñanzas de Pablo en una sola página, refleja profundamente su inspiración y su fe articu­lada en el evangelio. Por consiguiente, tenemos los Artículos de Fe de la Iglesia Apostólica primitiva restaurados en las experiencias de un Profeta mo­derno de los Últimos Días.

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por Paul R. Cheesman

CUANDO Samuel el Lamanita llamó a los nefitas al arrepentimiento, les advirtió que su destruc­

ción era segura porque:

. . . Habéis empleado todos los días de vuestra vida procurando lo que no podíais obtener, y habéis buscado la dicha cometiendo iniquidades, lo cual es contrario a la naturaleza de esa justicia que existe en nuestro gran y Eterno Caudillo. (Helamán 13:38)

Entre las prácticas malignas de los nefitas se in­cluía el poner sus intereses en las cosas materiales de este mundo tales como las vestimentas costosas y las joyas, la explotación de otras personas y el con­siderarse por encima de los demás.

Como la condición de los nefitas apóstatas era tan mala, la causa de su indignidad merece investigación. Quizás si nosotros supiéramos cuáles eran estas con­diciones, podríamos evitar errores futuros en nues­tra propia sociedad y en nuestra vida privada. Al menos éste debiera ser uno de los beneficios de la historia.

Noten que Samuel explica que la felicidad como meta era la causa de las acciones malignas de los nefitas apóstatas. Pronto aprenderían de la manera más difícil, como Alma había aprendido y enseñado a su hijo, que "la maldad nunca fue felicidad". (Alma 41:10)

Ciertamente el ganar felicidad es la meta de toda alma. ¿Qué hace que algunos la busquen a través del plan de Dios, y otros, a pesar de darse cuenta de que su medio es el mejor, la busquen a través de la in­fluencia del adversario?

Nefi nos da un punto de vista en cuanto a la mal­dad de su pueblo:

. . . Y a causa del orgullo y las tentaciones del diablo, mi posteridad fue vencida por la de mis her­manos. (1 Nefi 12:19)

Parece significativo que entre las múltiples "ten­taciones del diablo" Nefi dé énfasis al orgullo. De hecho, este defecto se menciona más de 60 veces en el Libro de Mormón en relación con la apostasía.

El Señor ha bendecido siempre a aquellos que obedecen sus mandamientos; esto es parte de sus pactos con los mortales. En realidad, somos bende­cidos doblemente cuando seguimos sus leyes, bende­cidos a través de la influencia de consuelo y guía del Espíritu Santo que vive con nosotros en la tierra, y bendecidos a través de la seguridad de felicidad eter­na en el más allá. Pero a menudo, al recibir bendi­ciones, cometemos el error de engreírnos por nues­tros buenos dones en vez de agradecer a nuestro Padre Celestial por ellos. Como José Smith observó, cuando nos paramos delante de las congregaciones de la tierra, predicamos con potencia y manifestamos el Espíritu de Dios, necesitamos tener cuidado de no acreditarnos nuestras palabras de estímulo ni enor­gullecemos de nuestra propia dignidad.

No es fácil encontrar una verdadera representa­ción de humildad en el hombre; la humanidad está plagada por el ego. ¡Cuan difícil es pedir perdón! Y cuan a menudo omitimos agradecer propiamente a la gente, pensando quizás que al admitir gratitud nos estamos situando en una posición inferior. ¡Cuan difícil es admitir que nos hemos equivocado! Es difí­cil asumir la responsabilidad de nuestras acciones personales equivocadas y nuestras palabras equivo­cadas. No es un milagro que el diablo use el instru-

10 LIAHONA

Orgullo

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mentó del orgullo para alejar de Dios el corazón de los hombres.

Como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ¿cómo nos estimamos entre los millones de cristianos y no cristianos de la tierra? ¿Somos verdaderamente hermanos, o asumi­mos una posición falsa y de superioridad en relación a aquellos que no piensan como nosotros?

¿Qué podemos decir de las diferencias entre las generaciones? ¿Piensan los padres que perderían la autoridad si admitieran que la nueva generación aprende más y más rápidamente que la suya? ¿Y no hay también algunos jóvenes que piensan que ellos saben más que sus padres, en campos en los cuales solamente la experiencia paterna y Dios pue­den dar guía segura?

Algunos aspectos del movimiento "hippie" refle­jan la rebelión contra la hipocresía y la falta de amor genuino y espiritualidad en el hogar de hoy. La búsqueda de "los hijos de las flores" de un centro de paz los ha llevado a caminos equivocados, pero la meta todavía permanece como un verdadero desafío en sus pensamientos. Movimientos como éste en la juventud, no deberían aislar a los padres en su eno­joso orgullo sino que deberían ayudarlos a darse cuenta de las frustraciones de esta generación. El simpatizar con las necesidades de sus hijos, puede ayudarlos a llegar a logros más productivos.

¿Nos concierne realmente la condición social? ¿Se han desarrollado grupos o "clubes" en la Iglesia que tienen el orgullo como base de afiliación? La

Iglesia, como se encuentra actualmente, con sus auxiliares, debería solucionar las necesidades de cada miembro si éste se da completamente al programa, dejando poca necesidad por clubes u otros grupos. Nuestra actitud hacia nuestras posiciones y asigna­ciones es muy importante. Un soldado en situación de combate dio una lección a todos los que estaban con él recientemente; en una reunión de la Iglesia dijo "gracias" cuando se le pidió que orara.

La vida moderna muestra otros ejemplos de or­gullo falso. Los miembros de la Iglesia a menudo dejan que sus sentimientos sean heridos por las ac­ciones no diplomáticas de otros; aparece el orgullo y sigue la inactividad.

En el Libro de Mormón, cuando los grandes pro­fetas dieron mensajes a los conversos, el pueblo pros­peró. Pero la riqueza parece ser siempre un gran desafío a la perspectiva, y el orgullo falso se trans­forma en una debilidad de la gente próspera. La his­toria muestra que donde aparece el orgullo, la gene­ración en desarrollo no se acuerda de las lecciones de sus padres, y como resultado aparecen la guerra y la destrucción. Esta historia se repite una y otra vez en el Libro de Mormón.

El antiguo refrán que dice "antes del quebranta­miento está la soberbia" parece ser la lección de la nación nefita en el Libro de Mormón. ¿Podemos nos­otros aprender de la historia al escuchar a Nefi y a Samuel y olvidar nuestro orgullo y engreimiento? Si es así, podremos hallar felicidad y paz al tratar, en humildad, de vivir los mandamientos de Dios.

La oración por Mario H. Crusi

En el cristal del alma duerme silencioso algo eterno, un río dormido, la poesía de la vida.

Un innato sentimiento desarrolla del espíritu mensaje celestial, y a veces el hombre se transporta a un eterno y sublime manantial.

A veces en el hombre hay un vacío silencioso que lo hace meditar, es señal del velo que lo cubre y las joyas del reino espiritual.

Es un sello de Dios en las tinieblas la luz eterna, el corazón del hombre,

su herencia divina una esperanza futura, la razón de ser la semilla que perdura.

Hijos de Dios, en la oración el hombre vibra, llega a su plenitud, y transporta su alma en efímero velo un fino y sutil rayo de luz....

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QUIEN haya leído el Libro de Mormón, no puede evitar la

curiosidad por saber respecto a las circunstancias que rodearon a Mo-roni cuando finalmente enterró las planchas de oro en el Cerro de Cu-mora. ¿En qué época del año selló las planchas, las cuales no fueron reveladas a ojos mortales hasta que él se las mostró personalmente al joven José Smith catorce siglos más tarde?

Los lectores del Libro de Mor­món, y todos aquellos que se ente­ran de su mensaje, pueden apreciar dichas circunstancias tal como apa­recen en la escena que ha sido ilus­trada recientemente. Después de una considerable meditación, Tom Lovell, afamado pintor norteame­ricano, dio vida a los pocos hechos conocidos sobre este acontecimien­to. Las pinturas y colores represen­tan a Moroni arrodillado en la nieve—un personaje solitario, con­tra un fondo de árboles inmensos. Es un momento de sublimidad cuando Moroni une sus manos, las coloca sobre el registro sagrado, le­vanta la cabeza y con los ojos ce-

Richard J. Marshall coordina la ma­yoría de los diseños artísticos y ma­terial de exhibición usado en los cen­tros de visitantes de la Iglesia.

por Richard J. Marshall

rrados ofrece una oración, quizás para dedicar ese lugar secreto y su contenido sagrado. La luz de la luna descansa sobre las planchas de metal, apreciándose la silueta de la espada de Labán y la tierra recién excavada esparcida sobre la nieve.

Sin embargo, nótese que esta es la figura abandonada de un hom­bre desesperado, el único sobrevi­viente de una nación entera. Los brazos descubiertos son los de un guerrero; el rostro muestra la apa­cible fortaleza de un profeta. Este es el hombre que había escrito: "No tengo amigos ni adonde ir; y cuánto tiempo el Señor me permi­tirá vivir, no lo sé." (Mormón 8:5)

¿Por qué el cabello cano? ¿la ro­pa harapienta? Ciertamente no es un hombre joven. Los estudiantes del Libro de Mormón han indicado que mientras Moroni era quizás un joven sobrevivió la última gran ba­talla de Cumora, la cual se llevó a cabo aproximadamente entre 385 y 400 D.C., pasaron treinta y seis años después de los últimos prepa­rativos para las guerras de Cumora antes de que él hiciera su escrito final. Aparentemente, su padre te­nía setenta y cuatro años de edad

cuando en 384 D.C., anunció que "empezaba a envejecer". Cuando tomó mando de sus diez mil hom­bres en Cumora, Moroni debió te­ner aproximadamente veinte años, o aun más joven, o quizás frisaba los treinta o cuarenta años de edad. Según se sabe, después de la ba­talla final, Moroni no dispuso de un hogar o ningún lugar para descan­sar; anduvo errante, cauteloso de no caer en manos de los lamanitas. Su vestimenta ya no demuestra la cultura y refinamiento de los neft-tas; deben haber sido simplemente pieles de animales. Sin embargo, en el brazo lleva el mismo extraor­dinario brazalete que su padre, Mormón, llevaba en el brazo en una pintura anterior. (The Improve-ment Era, abril de 1968, pág. 12)

La única señal de su erudición son las planchas; verdaderamente, Moroni fue un hombre educado, y escribió: "Y he aquí, hemos escri­to estos anales, según nuestro co­nocimiento, en caracteres que entre nosotros se llaman egipcio reforma­do; y han sido transmitidos, y los hemos alterado conforme a nues­tra manera de hablar.

Y si nuestras planchas hubiesen sido suficientemente amplias, ha-

12 LIAHONA

Moroni

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bríamos escrito en hebreo; pero también hemos alterado el hebreo; y si hubiésemos escrito en hebreo, he aquí, no habríais hallado imper­fecciones en nuestros anales." (Mormón 9:32-33)

Algunos lectores argumentan que para el año 400 D.C., Moroni pa­rece haber terminado el libro, pen­sando quizás que estas palabras serían el final de sus escritos cuan­do dijo: "He aquí, con esto ceso de hablar acerca de este pueblo. Soy hijo de Mormón y mi padre

Los diseños del artista Tom Lo ve II muestran el desarrollo progresivo de la pintura. Nó­tense Eos experimentos del artista con la perspectiva y la posición de la cabeza de Moroni. Dichos dibujos no están necesaria­mente en orden de acabamiento.

era descendiente de Nefi." (Mor­món 8:13) Habiendo dado por finalizada su historia, como supo­nía, debe haber guardado las plan­chas sólo para regresar más tarde y continuar escribiendo, tradu­ciendo y recopilando; quizás las llevó consigo cuando anduvo erran­te.

El 25 de abril de 1877, estando de pie en el sitio del Templo de Manti, el presidente Brigham Young le dijo a Warren S. Snow: "Este es el sitio donde el profeta Moroni estuvo, y dedicó esta por­ción de tierra para la edificación de un templo, y esa es la razón por­que la ubicación se ha hecho aquí, y no podemos moverla de este lu­gar."

Por tanto, parece que Moroni tuvo suficiente tiempo para consi­derar la importancia de su llama­miento como encargado de los re­gistros sagrados.

Esto queda afirmado más tarde cuando continuó escribiendo mucho después de haber indicado "son po­cas las cosas que tengo que escri­bir" y "ceso de hablar acerca de este pueblo". (Mormón 8:1, 13) No obstante, después de hacer estos comentarios, Moroni añade una parte considerable al Libro de Mor­món, sugiriendo que lo llevó a cabo un tiempo después: agrega el largo capítulo 9 de Mormón, su traduc­ción de los escritos de Éter, y con­cluye añadiendo un libro final que lleva su nombre. La última fecha

Este diseño muestra particularmente bien la inclemencia y frialdad del viento invernal. Nótese el cabello despeinado por el viento y el entero helamiento'de la escena que aquí se muestra.

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mencionada es 421 D.C. De modo que es un hombre más

sabio y más entrado en años el que se arrodilla en la nieve y se prepara para esconder este segundo testigo para Cristo—un hombre solitario, quizás, pero que nunca negó su testimonio: "Y yo, Moroni, no ne­garé al Cristo." (Moroni 1:3)

Este es el hombre mortal que llegaría a ser el ángel que Juan el Revelador vio en una visión, "que tenía el evangelio eterno para pre­dicarlo a los moradores de la tie­rra. . ." (Apocalipsis 14:6) El re­conocimiento de los Santos de los

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Últimos Días de que Moroni fue en verdad el ángel a que Juan se refirió antiguamente fue asimismo corroborado al profeta José Smith en Hiram, Ohio, el 3 de noviembre de 1831, cuando el Señor le reveló: "Oh habitantes de la tierra, he en­viado a mi ángel, quien ha volado por en medio del cielo con el evan­gelio eterno que ha entregado al hombre, apareciendo a muchos. . ." (Doc. y Con. 133:36)

Irónicamente, la despedida de Moroni en su capítulo final es "a mis hermanos los lamanitas" (Mo­roni 10:1) y les testifica de Cristo, estableciendo su gran exhortación en el versículo 4, el cual utilizan los misioneros frecuentemente al ayu­dar a los investigadores a obtener

un testimonio del Libro de Mor-món.

En la nueva pintura de Lovell, este errante profeta guerrero no parece tan desamparado y solita­rio cuando leemos su gran saluta­ción—el último versículo de todos sus escritos: "Y ahora me despido de todos. Pronto iré a descansar en el paraíso de Dios, hasta que mi espíritu y mi cuerpo se reúnan de nuevo, y sea llevado triunfante por el aire, para encontraros ante el agradable tribunal del gran Jehová, el Juez Eterno de vivos y muertos. Amén." (Moroni 10:34)

Esta es la pintura en su estado final, la cual incorpora las buenas ideas de los otros diseños.

LIAHONA

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por Sarah L. Johnson

ACOSTADA en su cama, la hermanita de Juanito lloraba fuertemente.

—Déjame sostenerla en brazos—suplicó Juanito.

—Oh, no—dijo su madre—Eres muy chi­quito, y se te podría caer.

Juanito se sintió triste. Tenía tres años, y sabía que podía tener cuidado. Miró alrede­dor de la habitación para buscar algo que hacer, de manera que pronto estaba subién­dose en el coche ele la bebita. Otra vez su ma­má lo detuvo.

—No, no—le dijo—Eres muy grande, y podrías quebrarlo.

Juanito se sentía desilusionado. El coche­cito parecía algo divertido y quería subirse

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Muy chiquito, muy grande

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para probarlo, pero en vez de ello se fue a la cocina porque tenía sed. Se dirigió al refri­gerador, abrió la puerta y se estiró para al­canzar la leche.

—Déjame hacer eso—dijo su hermana ma­yor—Eres muy chiquito y podrías tirarla al suelo.

Su hermana puso un poco de leche en un vaso y se lo dio a Juanito. El quería servirse la leche; parecía algo fácil de hacer. Cuando terminó de tomársela, se volvió para dejar el vaso en la mesa, pero se le resbaló de la mano, cayéndole ¡exactamente en el pie! Juanito empezó a llorar.

—Oh, vamos—le dijo su papá—Ya eres demasiado grandecito para llorar.

Juanito no quería llorar, pero el pie le dolía y se sentía desdichado; se restregó los ojos para dejar de llorar; cuando la bebita llora­ba, su mamá o papá la levantaban para aca­riciarla y mecerla. En ese momento la niña estaba llorando otra vez; la mamá fue al dor­mitorio y volvió de él con la niña en los bra­zos. Empezó a mecerla en la mecedora, estre­chándola tiernamente. Juanito miró a su madre y a la niña que se mecían y se mecían; el también quería que lo mecieran.

—Mamita, méceme—le suplicó—¿Por fa­vor?

Pero su papá le dijo: —Estás ya muy grande para que te estén

meciendo. Ahora Juanito estaba realmente enojado.

¡ Muy grande! ¡ Muy chiquito! ¡ Muy grande! ¡Muy chiquito! Estaba completamente con­fuso. Hizo un esfuerzo por contener las lá­grimas, corrió a su dormitorio, se metió de-

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bajo de la cama y empezó a llorar suavemente. Juanito pudo escuchar cuando su padre

salía para el trabajo, pero se quedó metido bajo la cama; oyó a su hermana que salía a jugar con su amiga, pero permaneció ahí, sin moverse; sólo se quedó y empezó a llorar suavemente.

De repente oyó a su mamá decir suave­mente.

—Juanito, te quiero mucho—Y ahí estaba su mamá, a un lado de la cama.

—Sal de ahí—repitió.—Te quiero. Juanito rodó para salir de abajo de la ca­

ma, llegando exactamente a los brazos de su madre, quien lo cargó hasta la mecedora don­de se sentó a mecerlo.

—Juanito—le dijo—Sé cómo te sientes ahora. Te ha de parecer que todos pensamos que estás o muy grande o muy chiquito para todo; pero estás muy bien para muchas cosas.

Ambos conversaron acerca de las cosas que Juanito podía hacer: hacer mandados para su mamá, recoger los juguetes de la bebita cuando ella los tiraba de la cama, ayudar a mamá a poner la mesa, tener listos la toalla y la ropa de su hermanita cuando su mamá le daba un baño y distraer a la niña mientras la mamá le preparaba el biberón.

Su madre le dio un fuerte abrazo y le dijo: —Hijito, todos te queremos mucho: tu

papá, tu hermana y yo, y también nuestro Pa­dre Celestial. Estoy segura de que ésa es la razón por la que El te envió a vivir con nos­otros. Somos tan felices de tener un varon-cito que le damos las gracias todos los días. Eres exactamente como te queremos.

—Pero quiero ser lo suficientemente gran­de—dijo Juanito.

—Por ahora estás bien así para nosotros —le elijo la mamá—Pero crecerás y muy pronto podrás ser lo suficientemente grande para hacer lo que ahora no puedes. Muy pronto podrás servirte la leche tú mismo; muy pronto serás lo suficientemente grande como para cargar a tu hermanita. En reali­dad, yo creo que ahora estás lo suficientemen­te grande para hacerlo.

Juanito colocó los bracitos alrededor de su mamá y le dijo:

—Te quiero. Su madre lo dejó sobre el sofá para ir al

dormitorio a traer a la hermanita, y cuando volvió la puso en brazos de Juanito; después, se sentó a su lado. Juanito sostuvo a su her­manita con mucho cuidado mientras sonreía feliz. Estaba contento de ser como era.

LIAHONA

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porHelenBay Gibbons

EL sol de la mañana subía en el cielo vacío cuando Grillito vio por las distantes señales de polvo en el

valle, que su madre Sah-ni y su hermano mayor Sitso­sie, habían dejado su casa de adobe para ir al almacén de provisiones. Una oveja baló y Grillito tuvo que co­rrer hasta el fondo de una barranca para reunir el rebaño antes de que pudiera mirar otra vez al viejo camión que desaparecía lentamente en la distancia del desierto. Una vez más lo habían dejado atrás.

Cuando Grillito era muy joven, demasiado pequeño aún para la tarea de apacentar las ovejas, solía ir junto con su madre y su padre al almacén de provisiones. Ahora el padre de Grillito había muerto y su madre dependía de Sitsosie, ahora el hombre de la familia. Sitsosie era alto y casi tan fuerte como un hombre, era muy buen mozo, mientras Grillito era pequeño y enfer­mizo y, pensaba él, ni siquiera mejor que su madre.

—Sah-ni necesita que le ayude en el almacén de provisiones, había dicho con orgullo Sitsosie a Grillito —Hay que ser fuerte para levantar la harina y los frijoles y ponerlos en el camión. Tú no eres suficiente­mente fuerte. Tú sólo sirves para apacentar las ovejas.

Alto, en las laderas de las montañas, con sus ojos siguiendo la senda de polvo, Grillito se sintió triste, porque él, también quería ser una persona de valor para ayudar a Sah-ni, ya que ella era madre muy bue­na. Esa mañana muy temprano, antes de que saliera el sol, Sah-ni había despertado a Grillito para darle comida caliente y hacer una pequeña oración al enviar­lo a apacentar sus ovejas.

Bendice nuestro hogar de adobe" oró ella. "Que tenga paz. Paz delante y detrás de nosotros. Bajo y sobre nosotros. Con paz en todas partes."

A Grillito le gustaba mucho aquella vieja oración

JUNIO DE 1970 17

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que Sah-ni repetía frecuentemente, pero aún más, le gustaba oir las oraciones de los mi­sioneros, quienes a veces venían a la casa de Sah-ni para conversar. Ellos lo lla­maban "hermanito" y Grillito frecuentemen­te pensaba en las cosas maravillosas que ellos decían. Ellos le hablaban de un Gran Padre que hizo todas las cosas, las colinas, las estre­llas, los seres de la tierra; quien se preocu­paba por todos ellos, aún de la oveja más pe­queña o del cuervo moribundo. Cuando los misioneros oraban, se dirigían directamente al Gran Padre, como si El estuviera en el ho­gar con ellos: ''Nuestro Padre Celestial" de­cían, y aunque Grillito no podía verlo, el sen­tía la presencia del Gran Padre, a través de un agradable fuego en su corazón.

El rebaño de ovejas ahora subía mientras pastaba y, Grillito seguía vigilándolas. Mien­tras caminaba, miraba de soslayo hacia el valle, pero ni el camión ni las señales ele polvo se veían ya. Se detuvo en el "Arroyo Grande" de manera que las ovejas pudieran beber y descansar antes de la abrupta subida final hasta las praderas de la alta meseta, donde él pensaba permanecer hasta que Sitsosie vol­viera mañana del almacén de provisiones y lo relevara. Los hermanos compartían las tareas del rebaño durante todo el verano, cui­dando las ovejas ele manera que Sah-ni tuvie­ra lana para hacer frazadas y carne de car­nero para guisar. Grillito no tenía miedo de permanecer solo en la montaña. Había pasado mucho tiempo sin que nadie hubiera visto un gran animal salvaje allí.

Mientras permanecía con sus ovejas en "Arroyo Grande", estudió las señales del te­rreno; fue en ése momento que vio las mar­cas en la tierra blanda. Hace mucho tiempo su padre le había enseñado cómo seguir la senda de los animales. Se inclinó para estu­diar las nuevas señales y entonces se sintió acobardado, pues aquellas eran las huellas ele un gran puma. A unos pocos metros ele la montaña, vio el esqueleto fresco de una ove­ja, cuyo cuero y huesos ensangrentados eran prueba de que recién había muerto, quizá la noche anterior. El animal asesino probable­mente se encontraba en los árboles, cerca de la pradera donde él llevaba a sus ovejas. Con el corazón palpitante. Grillito sabía que debía alejar su rebaño de la montaña antes de ano­checer, antes ele que el puma los olfateara y viniera a matar nuevamente. Se estremeció al recordar lo que Hosteen Yazzi había dicho bromeando a Sah-ni:

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"Grillito ni siquiera es suficientemente grande como para ser un buen bocado de un gato montes."

Trepando las rocas para asustar a sus ove­jas y lograr que se movieran, se encontró con un cordero pequeño que yacía sobre un arbus­to, tan débil que ni siquiera podía sostenerse sobre sus tambaleantes patas. El cordero mamón-con su madre muerta-sucumbiría de hambre. Grillito no sabía qué hacer. En al­gún lugar allá arriba en las sombras, se aga­zapaba esperando, un puma. No podía per­der el tiempo con un cordero. Debía apresu­rarse. Pero aún así, pensó,si el Gran Padre cuida hasta el pájaro más pequeño, yo tam­bién debo cuidar a este corderito moribundo.

Casi sollozando lo tomó en sus brazos, y tambaleándose sobre las rocas, gritaba para asustar al rebaño y lograr que los soñolientos animales se movieran. El sol se movió a tra­vés del cielo. Las sombras se hicieron más largas y Grillito apuraba a sus ovejas hacia abajo, por el camino polvoriento que conducía hacia el valle. Estas balaban al ser forzadas a apresurarse, y el muchacho se cansó mucho con aquella carga viviente en sus brazos. Era casi de noche cuando al final, llegó a salvo al grupo ele casas de adobe. Sah-ni y Sitsosie no habían vuelto aún, pero Grillito sabía cómo alimentar al corderito, con leche caliente de cabra, en el contenido especial de cuero. Sah--ni lo había hecho así, de manera que los cor­deros pudieran mamar. Luego, encendió el fuego en el hogar y preparó una cama calien­te para que el pequeño animal pudiera dor­mir.

Grillito había salvado al cordero y también había salvado al rebaño de ovejas de su madre. Quizá no es necesario ser alto, fuerte y buen mozo, para ser un hijo digno de Sah-ni y aún del Gran Padre. En la tranquilidad de la tarde, oyó el ruido del camión. Sah-ni vol­vía. Al día siguiente, ella podría conseguir que algunos hombres persiguieran al puma asesino.

Otra vez, él sintió el fuego agradable en su corazón. La oración de Sah-ni había sido contestada. Todo era paz.

Tú eres un precioso hijo de Dios. El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.

Romanos 8:16 Debido a que tú eres un hijo ele Dios, tú

también puedes hacer cosas importantes co­mo Grillito. ¿Cuáles son estas cosas?

LIAHONA

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por Marión D. Hanks y Elaine Cannon

LA juventud necesita progresar mental, física, es­piritual y socialmente. Necesitan tiempo para

meditar, para jugar, competir y entrenarse. Necesi­tan participar y poder expresarse, mejorar la mente y fortalecer el carácter, desarrollar sus talentos y aprender a dirigir, así como tener aptitudes sociales. Necesitan aumentar su conocimiento de Dios, servir a su prójimo, autodisciplinarse, buscar, investigar y persistir. Necesitan trabajar, perseverar, sacrificar y amar. Necesitan aprender a afrontar eficazmente la frustración, la dificultad y la tentación. Y, más importante, necesitan identificarse con metas signi­ficativas, con una promesa de servir al Señor, su reino y su causa.

Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creen, como Pablo sugirió a Timoteo, que deben ser ejemplos "de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza", y no "descuidar el don" que hay en ellos, (1 Timoteo 4:12,14)

También creen que la creencia no es suficiente. El conocimiento de la verdad es indispensable para la salvación; pero el conocimiento solo, no llevará al hombre demasiado lejos en esta vida o la venidera; la aplicación de los altos principios en nuestra vida diaria lo hará. Por tanto, los programas de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, son preparados cuidadosamente para implantar los su­blimes principios del evangelio y para afrontar las necesidades del individuo. Los miembros que activa­mente participan en el programa completo de la Igle­sia, reciben dirección y desarrollo en cada fase y etapa de sus vidas.

La juventud progresa socialmente. Jóvenes suizos se reúnen para un banquete.

La juventud progresa mentalmente. Izquier­da: una esfudianie polinesia aprende en un laboratorio.

La juventud progresa espiritualmente. De­recha: ¡ovencitos ha-waianos ayudan a repartir el sacramen­to. Abajo: los jóve­nes misioneros visitan una choza india.

La juventud progresa física­mente. Derecha: Jóvenes mexicanos juegan basquet­bol. Abajo: Jóvenes que participan en un día cam­pestre.

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Juventud

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Una jovencita aprende que la oportunidad de asistir a la Iglesia y vivir de acuerdo a las normas de un Santo de los Últimos Días es . . .

por Marilyn McMeen Miller

CUANDO me dirigía a la Iglesia un domingo por la mañana, vi a un grupo de muchachos jugando

a la pelota en la cancha de una escuela. Vestidos con pantalones y camisas viejos, gritaban y golpeaban emocionados con las palmas de las manos cuando uno de los jugadores cruzó la línea de gol. Parecía un buen juego, una actividad maravillosa para cual­quier otro día, excepto el domingo.

Conocía a varios de estos muchachos; provenían de hogares Santos de los Últimos Días; pero se esta­ban privando de una de las bendiciones más grandes de sus vidas: el privilegio de asistir a la Iglesia. Quizás lo consideraran como una restricción o una carga, y no como un privilegio.

Recuerdo la ocasión en que yo me sentí igual; pero hubo un período especial en mi vida cuando des­cubrí qué privilegio tan grande es ser Santo de los Últimos Días.

Cuando era niña y asistía a la Escuela Dominical de Menores, no me preocupaba demasiado por guar­dar el día de reposo, o aceptar muchas de las respon­sabilidades que mi familia había aceptado, cuando nos hicimos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Me gustó ir con mis padres para ser sellados en el templó, y me gustaba la Primaria, pero no me agradaban las largas reunio­nes y el tener que dar discursos, ayunar y pagar diezmos.

Cuando mi hermanito nació, vivíamos en una co­munidad donde casi nadie era mormón; nuestra mo­desta casa de ladrillos se localizaba en un sitio algo raro, no muy lejos de dos marcados niveles de clases sociales: los arrabales al norte y las mansiones de los ricos enfrente al parque.

Estaba yo tan ansiosa de hacerme amiga de los niños ricos que vivían en esas hermosas casas frente al parque, que no podía pensar en ninguna otra cosa. Cuando una niñita de una de esas casas me invitó a visitarla un domingo para que sus padres nos llevaran al campo a montar a caballo, yo estaba terriblemente emocionada. Ni siquiera me detuve a pensar en que faltaría a la Escuela Dominical. ¡Cuan desilusio­nada me sentí cuando mamá me recordó que había prometido dar la joya sacramental en la Escuela Do­minical de Menores esa mañana!

¿Por qué tenía que ir a la Iglesia? ¿Por qué tenía que decir la joya sacramental? ¿Por qué ninguno de mis otros amigos tenía que ir a la Iglesia, o pagar diezmos, ayunar o dar discursos? Antes de ser miem­

bros de la Iglesia, podíamos hacer lo que nos placie­ra; resentía las restricciones que ahora descansaban sobre mí.

Mamá era inteligente y bondadosa; brevemente me dijo: "Tú no quieres dejar de ir a la Iglesia; es uno de los privilegios más grandes que tienes."

A mí no me parecía así, pero cuando llamé a mi amiga, me dijo que los domingos por la tarde irían

20 LIAHONA

El privilegio más pande

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al campo por un rato. Si yo no tenía otra cosa que hacer, podría ir algún domingo a visitarlos.

Durante la semana siguiente nació mi hermanito, y mi madre se puso gravemente enferma; por varios días, permaneció en el hospital entre la vida y la muerte.

Por las tardes mis dos hermanas y yo, jugábamos en el porche bajo la débil luz del crepúsculo, caminan­do por la barandilla y escuchando el ruido de los cientos de autos que pasaban rápido por el pavi­mento, esperando a que papá llegara a casa. Cuando llegaba, su rostro siempre estaba triste y preocupado. Cada vez escuchábamos atentamente los informes acerca del estado de mamá; era siempre el mismo: crítico.

Llegó el siguiente domingo por la tarde; con va­cilación me vestí con pantalones y botas y desde mi ventana miré hacia el parque para ver si papá re­gresaba del hospital. Finalmente lo vi caminar lenta­mente por el césped frente a la casa.

—¿Cómo está mamá?—murmuramos con temor. Mi padre permaneció en silencio por un momento. —Si nuestro Padre Celestial se la lleva—dijo por

fin lentamente—debemos tener fe en que ésa es la decisión correcta.

—¿Se irá mamá para siempre?—preguntó mi her­mana.

Papá la tomó en brazos y le dijo: —Tu mamá nunca se irá para siempre; es por eso

que somos afortunados en ser Santos de los Últimos Días. Fuimos sellados como familia en el templo, y eso quiere decir que mamá siempre estará con nos­otros. Podrá ir a visitar a nuestro Padre Celestial por un tiempo, pero todos siempre estaremos juntos.

Podía ver que las lágrimas asomaban a sus ojos. —Somos muy bendecidos al estar cerca de nues­

tro Padre Celestial y tener el privilegio de pertenecer a su Iglesia.

En ese momento vinieron a mi recuerdo los ojos amorosos y la tierna sonrisa de mi madre. Entonces me pareció que escuchaba sus palabras: "Tú no quieres dejar de ir a la Iglesia; es uno de los privile­gios más grandes que tienes."

Subí corriendo las escaleras y rápidamente me cambié los pantalones y las botas por mi ropa de domingo.

Esa noche cuando tomé el sacramento, hice una oración de agradecimiento a mi Padre Celestial por­que yo estaba ahí, porque tenía el privilegio de tomar el sacramento, porque tenía el privilegio de ser un miembro de su Iglesia a fin de poder estar siempre con mi familia.

Nunca en mi vida oré tanto como esa noche. Y noche tras noche, al lado de mi cama, le hablé a mi Padre Celestial y le prometí que iría a la reunión sacramental y que pagaría mis diezmos. Le prometí que si El le concedía la vida a mi madre, yo trataría de ser un buen miembro de su Iglesia.

Fuimos bendecidos, y mi madre vivió. Pero yo fui doblemente bendecida porque también descubrí cuan afortunada era por ser Santo de los Últimos Días y tener el privilegio de asistir a la Iglesia.

JUNIO DE 1970

L i m p i o . . .

p a l a b r a m a r a v i l l o s a

por Richard L. Evans

EXISTE una palabra que lleva en sí maravillosas posibilidades de paz personal, de seguridad, de

dignidad propia. La palabra es "limpio". Manos limpias, corazones limpios, hogares limpios; agua, aire, ropa limpia—mentes limpias, moralidad limpia —¡qué palabra tan maravillosa! Con mucha frecuen­cia la mente se deja influir por el ambiente; pero el ciclo se vuelve sobre sus pasos cuando el ambiente se deja influir por la mente. Podemos tener una pers­pectiva llena de esperanza de casi todas las cosas, si nos consagramos a la limpieza, a ser limpios. "Toda mujer joven posee una hermosura—ha dicho el presi­dente McKay—un don de Dios tan puro como la luz del sol y tan sagrado como la vida. Es una her­mosura que todo hombre estima, una virtud que conquista el alma de todos los hombres. Esta hermo­sura es la castidad."1 "Una mujer bella, modesta y casta es la obra maestra de la creación."2 ". . . Andad en el Espíritu—dijo el apóstol Pablo—y no satisfa­gáis los deseos de la carne . . . el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe."8 "Dejemos que nuestros pensamientos, palabras, ropa y comportamiento en general manifiesten nues­tra creencia en la santidad del cuerpo como el tem­plo de Dios—expresó Hugh B. Brown—tal cual el apóstol Pablo declaró que es:* 'Por lo cual, salid de en medio (del mundo) . . . y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas.' "5 La maldad no es limpia; la maldad anda junto con las mentes impuras, la moralidad sucia, la actitud y el ambiente impúdi­cos. El refrán de que "a la santidad le sigue la limpieza" es algo más que un dicho; es un hecho ver­dadero que se debe encarar: la limpieza es lo que ata­ñe a los pensamientos, a la persona, la ropa y la con­versación. No sólo viene a uno "la fuerza de ser lim­pio", sino la paz, la seguridad, la dignidad propia. La juventud puede escalar la más alta de las alturas, si se consagra a ser limpia. "Cuan gloriosa y cerca de los ángeles la juventud que es limpia.'"5 Dios nos ayude a consagrarnos a la limpieza.

1David O. McKay, The Instructor, agosto de 1966.

3Nuevo Testamento, Gálatas 5:16, 22. 4Hugh B. Brown, You and Your Marriage, pág. 66. 5Nuevo Testamento, 2 Corintios 6:17, 18. 6La Primera Presidencia, 6 de abril de 1942.

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El arte de preguntar por Stanley M. Grabowski

LOS maestros siempre han usado preguntas como instrumentos importantes de clase, tanto al pre­

sentar temas como al examinar a los estudiantes. Los maestros que tienen éxito son generalmente aquellos que dominan el arte de hacer preguntas; un maestro experimentado sabe cómo hacer las preguntas que exciten el interés y la curiosidad de los alumnos, en­foquen su atención en un tema, estimulen la discu­sión y sus pensamientos, y que sirvan también para obtener hechos y opiniones.

La manera en que un alumno conteste una pre­gunta depende del tipo de pregunta que se vaya a hacer y de la manera en que se haga. Ambas cosas son importantes. Primeramente, consideremos los distintos'tipos de preguntas:

1. La pregunta de hechos. Esta es la clase más simple de pregunta, comúnmente usada para obtener información y para examinar el conocimiento de los estudiantes. La mayoría de éstas comienzan con una de las cuatro palabras que cualquier periodista aprende primeramente: qué, dónde, quién y cuándo. Algunos ejemplos son: "¿Quién era Jesús?" "¿Dónde se encuentra la tierra de la Biblia?" "¿Qué es un mandamiento?"

2. La pregunta extensiva se usa para introducir información adicional. Es muy útil para llamar la atención sobre algunos puntos que quizá no hayan sido notados suficientemente. Tal pregunta puede comenzar con las palabras: "¿Qué más?" . . . "¿Por qué?" o "¿Por qué no?"

3. La pregunta de justificación es una manera de desafiar ideas viejas y desarrollar otras nuevas. "Por qué y cómo" son las expresiones que por lo ge­neral introducen tales preguntas. Por ejemplo, ¿Por qué los cristianos adoran en domingo? o, ¿cómo sabemos que la Biblia es la palabra inspirada de Dios?

4. La pregunta de coordinación es muy útil para dirigir y canalizar el pensamiento de los estudiantes. Puede usarse también para llegar a un acuerdo de grupo. "¿Estamos de acuerdo en que el Sermón del Monte y sus enseñanzas se aplican hoy?" y, "¿De qué manera podemos combinar ambas ideas expresa­das por Ana y Alberto?", son ejemplos de preguntas de coordinación.

5. La pregunta hipotética a veces se usa para in­troducir nuevas ideas creativas. Frecuentemente co­mienza con "si" o "supongamos". Por ejemplo; "Si el mundo se acabara mañana, ¿qué haría usted?"

6. La pregunta alternativa está diseñada prefe­rentemente para evaluar dos o más causas de acción, para llegar a una decisión. Las preguntas alternati­vas generalmente comienzan con, "Qué deberíamos", o "Cuál de éstos. . . ."

Seleccionar y componer una pregunta es sola­mente la mitad de la lucha. Entonces el maestro debe decidir a quién se la hará. Hay básicamente tres posibles maneras de dirigir una pregunta:

Primeramente, la pregunta principal se dirige a la clase entera en vez de a un alumno en particular. Los alumnos responden si lo desean. Esta clase de pregunta hace que todos piensen y no interroga a nadie en particular.

La otra alternativa consiste en hacer una pregun­ta directamente a un individuo en particular, llamán­dolo por su nombre. Nótese que la pregunta se hace primeramente y luego se llama al individuo por su nombre.

Poniendo el nombre del alumno al final en lugar de al principio, se mantiene a todos los estudiantes alerta y pensando. Una pregunta directa es buena para atraer al estudiante callado a la discusión.

La tercera forma de presentar una pregunta con­siste en invertir o redirigir una pregunta, (que puede ser usada como base de una discusión) al estudiante que la hizo, a otro estudiante, o a la clase entera. Cuando la pregunta es redirigida a otro estu­diante o a la clase entera, puede también llamarse pregunta de relevo. Una manera posible, de redirigir una pregunta es al decir algo así:

22 LIAHONA

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"¿Nos diría usted lo que piensa acerca de eso, Rita?"

Hay algunos otros puntos que un maestro debería de tener en cuenta al hacer una pregunta: debe ser tan breve y simple como sea posible; debe derivarse de la pregunta y respuesta previas; debe estar a la altura de los estudiantes.

Además de saber qué clase de pregunta debe ha­cerse, cómo componerla y a quién dirigirla, el arte de preguntar incluye el tono apropiado de voz, la expresión facial y la forma de hacer cada una. Estos factores pueden tener influencia sobre la confianza y el entendimiento de los estudiantes.

Hay un último e importante punto al comuni­carse con los estudiantes, esto es escuchar. Escuchar es tan importante como preguntar para poder en­tenderlos.

Escuchar en una manera activa y significa escu­char para entender las palabras, sentimientos, acti­tudes y motivos que haya detrás de las palabras que los alumnos emplean para expresarse y responder a las preguntas. Estas son claves para la interpreta­ción privada de los estudiantes sobre lo que oyen.

El maestro puede demostrar que está escuchando, asintiendo con la cabeza o haciendo un comentario como, "Sí, continúe". Otro ejemplo de escuchar ac­tivamente es declarar nuevamente la respuesta de un alumno en otras palabras y hacer un resumen de sus observaciones.

Saber cómo hacer preguntas y cómo escuchar, no solamente resolverá todos los problemas que enfren­tan los maestros en la sala de clase, sino que esas técnicas serán de gran ayuda para el maestro bien preparado.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR LA JOYA SACRAMENTAL

JOYA SACRAMENTAL para el mes de

Agosto 1970 en el Hemisferio Norte

Febrero 1971 en el Hemisferio Sur

Escuela Dominical de Mayores

"El que no naciere del agua y el Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios."

—Juan 3:5

Escuela Dominical de Menores

"Iré y haré lo que el Señor ha mandado." —1 NefiS:7

JUNIO DE 1970 23

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por Reed H. Bradford

Y apedreaban a Esteban . . . Y Saulo consentía en su muerte. . . . Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jeru-salen. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. (Hechos 7:59; 8:1; 9: 1-5)

Como resultado de esta experiencia, la vida en­tera de Saulo cambió. Posteriormente "predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios". (Hechos 9:20)

La comprensión correcta del plan del Señor y el deseo de lograr esto significa, para cada uno de nos­otros, el "descubrimiento" de una nueva clase de vida: entramos a una clase de "valle prometido" donde la vida es extensamente rica. En esta nueva vida, en lugar de contención, reina una cooperación productiva; cada persona desarrolla sus propios do­nes y habilidades, los cuales comparte abiertamente con los demás. Una persona no se considera como una entidad aislada, sino como miembro de una familia divina.

De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. (1 Corin­tios 12:26)

Saulo, quien llegó a llamarse Pablo, experimentó este descubrimiento. Antes de su conversión persi­guió a los Santos; pero después, rindió una devoción continua al Salvador, sus principios, su Iglesia y su modo de vida. Al término de su misión terrenal, Pablo dijo:

Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiem­po de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. (2 Timoteo 4:6, 7)

Si todavía no hemos experimentado tal descubri­miento, ¿qué es lo que puede hacer cada uno de nos­otros a fin de lograrlo ahora? Dos cosas son de gran importancia:

Primero, debemos querer saber la verdad. Debe­mos estar dispuestos a embarcarnos en una búsqueda continua, buscando más y más conocimiento e ilumi­nación durante nuestras vidas.

24 LIAHONA

Descubrimiento

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Segundo, debemos manifestar fe en el Señor Je­sucristo, una fe que nos dé el deseo de estudiar e implantar sus principios y participar en sus ordenan­zas salvadoras:

El que quiera hacer la voluntad de Dios, cono­cerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. (Juan 7:17)

Y me ofreceréis como sacrificio un corazón que­brantado y un espíritu contrito. Y al que viniere a mí con un corazón quebrantado y un espíritu con­trito, yo bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo,

..... (3Nefi9:20)

No todos tendremos la misma experiencia que Pablo de ver una luz y escuchar la voz del Señor. Probablemente tampoco veremos a un ángel como Alma vio, o seres divinos como el profeta José Smith; pero si llevamos a la práctica estos dos procedimien­tos;, nosotros también podremos experimentar un descubrimiento divino significativo: encontraremos una nueva clase de madurez espiritual, intelectual, emocional y social, y en nuestras almas habrá paz, serenidad y gozo.

De manera que apedrearon a Esteban, y mien­tras lo hacían, él decía: "Señor . . . recibe mi espíri­tu." Entonces cayó de rodillas y exclamó: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado." (Hechos 7:59-60) Después dejó de existir. Y Saulo se encontraba entre aquellos que aprobaban su muerte.

Hay algunas personas que afirman que la oración de Esteban fue muy importante para que Saulo se convirtiera en Pablo. No importa cuan arduamente se esforzara, Saulo nunca podría olvidar la manera en que murió Esteban.

Muy similares a los sentimientos de Saulo son los del narrador del incidente que se relata a continua­ción.1

Andy Drake era un dulce chiquillo, inocente y divertido que a todos gustaba pero a quien también siempre fastidiábamos. Durante todos estos años me he preguntado porqué lo hicimos. ¿Es porque la crueldad predomina sobre lo divino? ¿Lo hacíamos simplemente sin pensar? ¿O habíamos confundido nuestras satisfacciones, pensando que la exclusivi­dad en las relaciones humanas era más importante que el alma humana? ¿Habíamos, de alguna manera, llegado a la conclusión de que la imitación de un diamante vale más que el diamante mismo?

3Esta historia fue contada al autor por Gerald Torgersen, uno de sus alumnos, que es ciego. El la oyó de Stephen Brinton. El autor de la historia es anónimo.

Aceptaba bien las bromas y siempre sonreía con esos grandes ojos que parecían decir "gracias" cada vez que parpadeaban. Quizás estaba diciendo: "Me conformo con las migajas de la mesa." Cuando al­gunos de los que estábamos en quinto año necesitá­bamos dar salida a nuestras frustraciones, él estaba dispuesto a pagar la cuota por pertenecer a nuestro grupo.

Había un versito que cantábamos, una rima sar-cástica que alguien había inventado para tomarle el pelo a Andy.

Como dije, no sé porqué Andy tenía que pagar esta cuota especial por pertenecer a nuestro grupo. No recuerdo que ninguno haya jamás mencionado que el padre de Andy estaba en la prisión, o que su madre era lavandera; o que cualquiera de nosotros notara la tristeza y vergüenza que había en los ojos de ella cuando nos miraba.

La jactancia florece a muy temprana edad; lo digo porque ahora está claro que nuestra actitud era la de quien pensaba que estaba bien que el resto de nosotros perteneciera al grupo, pero que Andy esta­ba ahí por nuestro consentimiento.

Pero a todos realmente nos gustaba Andy; nos gustaba, dije, hasta aquel día, hasta aquel momento. Nuestra explicación en tomar la decisión de la mane­ra que lo hicimos fue que "él es diferente". "No lo queremos, ¿verdad?" alguien dijo. ¿Quién de nos­otros lo dijo? Al principio quería culpar a Jeff, pero realmente puedo decir que no recuerdo quién fue . . . quién dijo esas palabras que sacaron la crueldad que yacía latente en todos nosotros. No importa, porque el fervor con que todos aceptamos esas palabras nos descubrió . . . nos descubrió a todos.

Ahora que medito con sentimientos de pena y dolor, recuerdo que me decía íntimamente que real­mente no hubiera querido hacer lo que hice; a través de todos estos años me consolé con esas palabras. En-tonces, un día, tropecé con esas palabras desagrada­bles, pero irrefutables: "Algunas de las esquinas más calientes del infierno están reservadas para aquellos que, durante un momento de crisis, permanecieron indiferentes."

Ese fin de semana iba a ser como muchos otros que el grupo había gozado juntos. Después de salir de la escuela el viernes, nos reuniríamos en casa de nosotros—en esta ocasión la mía—para preparar nuestro campamento en los bosques cercanos. Nues­tras madres, que hacían la mayor parte de las pre­paraciones, siempre arreglaban una bolsa extra para Andy, que se reunía con nosotros después de hacer sus tareas.

JUNIO DE 197 0 25

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Para cuando acampamos, nos habíamos separado de las faldas de la madre; ahora éramos hombres con­tra la selva. Los otros me informaron que siendo que era mi fiesta, yo era el indicado para decirle a Andy que no estaba invitado; yo, a quien por largo tiempo creí que Andy en secreto, tenía más estimación que a los demás, porque cuando me miraba parecía un ca-chorrito tratando de revelar con la mirada toda su lealtad. Y a mí me gustaba eso.

Todavía puedo ver a Andy dirigiéndose hacia donde estábamos por el largo y oscuro túnel de árbo­les, a través de los cuales se filtraba todavía sufi­ciente luz de la tarde, que formaba diferentes dise­ños en su camiseta. Venía en su enmohecida bicicle­ta, modelo de mujer, cuyos neumáticos estaban hechos de manguera atada a la rueda; parecía más feliz de lo que nunca lo había visto, este muchachito que había sido un adulto toda su vida y que ahora estaba encontrando en el grupo su primera oportuni­dad para descansar y divertirse un poco.

Me hizo un saludo con la mano estando yo en el sitio del campamento. Ignoré su saludo. El se bajó de la bicicleta y caminó hacia mí, conversando ani­madamente; los otros, adentro de la tienda, estaban completamente en silencio; pero casi se podía oír su respiración.

"¿Por qué no se pone serio?", me pregunté. "¿No se da cuenta de que no estoy correspondiendo a su jovialidad?"

Entonces de repente se dio cuenta; su semblante ingenuo se hizo más patente, dejándolo vulnerable y en ridículo; su porte entero decía: "Va a ser muy malo, ¿no es cierto? Pero dímelo." Indudablemente, con tanta práctica en estar desilusionado, ni siquiera se preparó para el golpe.

Incrédulamente, me encontré diciendo: "Andy, no te queremos aquí."

Constantemente acude a mi memoria la vivida escena de la asombrosa rapidez con que dos enormes lágrimas asomaron a sus ojos y se quedaron ahí. Digo "vivida" porque en mi alma se ha repetido esta es­cena casi un millón de veces. La manera en que me miró—helado, por un momento eterno—¿qué era? No era odio. ¿Era asombro, incredulidad? ¿0 era, quizás, lástima por mí?

Finalmente, un leve temblor sacudió sus labios, y se alejó, sin ninguna protesta. Tropezando y medio aturdido, corrió a su bicicleta y se fue rápida­mente.

Cuando entré a la tienda, alguien—quizás el últi­mo de nosotros para sentir el cambio entero del mo­mento—empezó a cantar el versito sarcástico, dete­niéndose de repente en el medio de una palabra.

Entonces todos nos detuvimos; fue unánime. No se tomó ningún voto ni se habló palabra, pero todos

sabíamos. Sabíamos que habíamos hecho algo horri­blemente cruel. En ese momento sentí el impacto al escuchar en mi alma las palabras del Señor:

De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños. . . . (Mateo 25:40)

En ese momento sentimos una comprensión, nueva para nosotros, pero ahora indeleblemente fi­jada en nuestras almas. Habíamos martirizado a un individuo hecho a la imagen de Dios—nuestro her­mano—con la única arma contra la cual él no tenía defensa: el rechazo.

La mala asistencia de Andy a la escuela hizo di­fícil poder darnos cuenta de cuándo dejó realmente de asistir, pero un día me enteré de que ya no estaba ahí; se había ido para siempre. Este hecho magni­ficó mi dolor un millón de veces. Después del inci­dente, siempre que lo veía me las había arreglado para evadirlo; pero ahora me doy cuenta de que pasé muchos días luchando conmigo mismo para desarro­llar la manera adecuada de decirle cuan desesperada­mente avergonzado estaba. Había perdido mi opor­tunidad de arreglar las cosas con él; ahora sé que el sólo haberlo abrazado y haber llorado con él hu­biera sido suficiente.

Nunca volví a ver a Andy Drake, y no tengo idea de dónde está. Durante los quince años en que he sido maestro en las escuelas públicas, he encon­trado cientos de Andys, y todos parecen contem­plarme con la misma mirada que quedó grabada en mi mente ese día, hace mucho tiempo. Mi concien­cia siempre colocará la máscara de Andy sobre el rostro de cada alma humana a quien se le haya nega­do su oportunidad para el cumplimiento divino. Co­mo saben, ahora sé cómo se sienten . . . cómo se sintió . . . porque yo, en cierta manera, soy Andy Drake.

Andy, la probabilidad de que algún día llegues a leer estas palabras es algo remota, pero debo inten­tarlo. Lo que ruego para ti, mi amigo de antaño, es que puedas aprender algo de tu gran sacrificio. Lo que sufriste bajo mis manos ese día, Dios lo ha con­vertido y moldeado en una bendición. Este conoci­miento suavizará tu recuerdo de ese día tan terrible.

Hago muchos errores, Andy, y quizás no haya sido un buen maestro, pero mi dolor ha quedado bo­rrado en dos maneras; recuerdo las palabras de Cristo:

He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no más los tengo pre­sente. (Doc. y Con. 58:42)

También quiero que sepas que nunca más he atormentado a otro Andy Drake.

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Haz lo que yo hago por Monroe y Shirley Paxman

EL doctor Albert Schweitzer, renombrado orga­nista y respetado médico de la selva, dijo en

una ocasión: "El ejemplo no es la cosa principal sino, la única." Al aplicar este concepto a los padres, consideremos un experimento muy interesante lle­vado a cabo en la Universidad de Brigham Young por uñ alumno graduado en el desarrollo del niño, que señala la gran tendencia de los niños a seguir el ejem­plo visual de los adultos en lugar de su ejemplo ver­bal. El investigador designó un experimento en el jardín infantil para ver cuánto influía en los niños el comportamiento de la maestra comparado con su instrucción verbal.

La maestra colocó dos vasijas llenas de dulces sobre la mesa que estaba frente a los niños. De vez en cuando, mientras les hablaba, tomaba un dulce de una de las vasijas y se lo metía en la boca; en­tonces, discretamente, se lo sacaba y lo tiraba en el cesto de la basura. A medida que hacía esto, decía

con voz firme y alegre: "¡Mm! ¡este dulce es tan sa­broso! ¡Tiene un sabor delicioso!" y cosas por el estilo.

Siempre que tomaba dulces de la otra vasija, decía: "¡Este dulce es horrible! Tiene un sabor muy raro. No me gusta." Tales comentarios iban acom­pañados de diferentes muecas, pero al mismo tiempo continuaba sacando dulces de la segunda vasija, y comiéndose cada uno que probaba. Los niños obser­varon todo esto sin ningún comentario. Más tarde, durante el período de la clase, la maestra les ofreció dulces de las dos vasijas. Casi sin excepción los niños aceptaron los de la segunda vasija . . . de los cuales la maestra había dicho que no eran sabrosos, pero se los había comido; en cambio, no probaron los de la primera vasija . . . a pesar de que la maestra había dicho que eran tan sabrosos, pero no había comido.

Esta investigación confirma lo que muchos padres

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han descubierto, algunas veces para su compunción o vergüenza. El decir a los niños cuan grande privi­legio es servir a la humanidad mediante el trabajo en la Iglesia, podrá causar reacciones semejantes a las de la "primera vasija", si en verdad los padres evaden las asignaciones de la Iglesia y se quejan con respecto a la manera en que se verifican las cosas en la misma. Y las dulces palabras de aprecio frente a un oficial de la Iglesia pueden hacer que los niños adquieran actitudes de respeto y gratitud, y que las observen superficialmente; pero esas mismas virtu­des fácilmente pueden llegar al cesto de la basura si los padres se quejan acerca de ese mismo oficial en sus conversaciones privadas en el hogar.

¿Cómo pueden demostrar los padres que el tra­bajo es una bendición?

Cuando hablan acerca de su juventud, ¿presumen de lo mucho que tenían que trabajar? Tal presun­

ción no es otra cosa sino una queja levemente disfra­zada. El decir a los hijos lo afortunados que son al no tener que trabajar tan arduamente como ellos lo hi­cieron, claramente lleva el mensaje: escapar del tra­bajo es una bendición. En términos del experimento de la maestra, el padre inadvertidamente está dando una reacción parecida al cesto de la basura. La mane­ra positiva de afrontar el trabajo es con entusiasmo y gozo; mirar, sentir y expresar evidencia de satisfac­ción. Entonces ¿por qué algunos padres prefieren proyectar una imagen de mártires en el servicio de la Iglesia o en su trabajo diario? ¿Promueven de esta manera la idea de que aquellos que trabajan se sacrifican? ¿Es el sacrificio del trabajo mejor que las satisfacciones del trabajo? La actitud y el ejem­plo paternal harán toda la diferencia.

Cuando los padres predican servicio verbal, ¿en qué se benefician?

Hace varios años se presentó ante un tribunal un caso muy triste. Se estaba juzgando a una joven-cita acusada de haber robado en las tiendas; pero el hecho asombroso en el informe, fue que su madre también había sido acusada con los mismos cargos en esa misma ocasión. Llorosa, la madre dijo: "Estoy tan avergonzada; no creí que mi hija lo supiera. Pero no soy mala del todo . . . he tratado de ser una buena madre. Vamos a la iglesia y siempre tratamos de orar juntos."

Más tarde, el oficial presente, moviendo la cabe­za, comentó: "Quizás tendríamos que cambiar el le­ma: 'La familia que se arrodilla junta, roba junta.' " Causando este incidente un impacto tan fuerte en nuestra sensibilidad, quizás sería bueno que los pa­dres examinaran los ejemplos que ponen, comnarados con la devoción que expresan a los principios. El énfasis de esa madre en la iglesia y la oración era positivo, pero mediante sus acciones, desprestigió horriblemente las virtudes que la iglesia represen­taba.

Ningún padre plantaría intencionalmente una mala idea o un mal ejemplo en un niño, ñero desa­fortunadamente, las equivocaciones v debilidades llevan fuertes mensajes de enseñanza. Las actitudes expresadas por los padres hacia la moralidad sexual podrían ser las mejores, pero si muestran un vivo pla­cer y alegría en contar o reaccionar con los cuentos de la promiscuidad, los hijos nodrían reaccionar de la misma manera que lo hicieron con la segunda vasija de dulces de la maestra, de los cuales dijo que no le gustaban, pero parecía gozar de ellos.

Muchos padres se queian: ¿por qué los niños ya no leen libros? Sería mejor ver a los padres leyendo gustosamente. Los comentarios entusiastas de los padres respecto a las alegrías, emoción v satisfacción de un buen libro van más allá que el estar empujan­do al niño a leer, si éste ve que las palabras van acompañadas de acción. Los padres aue gozan del trabajo en la iglesia, la buena música, literatura, arte, drama, escrituras y pasatiempos creativos—la vida del evangelio— están conectados a la mejor fuente de poder para inñuenciar a sus hijos: el poder del ejemplo.

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La importancia de los templos

por Theodore M. Burton

Ayudante del Consejo de los Doce

CUANDO los santos de Dios se habían congregado en Nauvoo, Illinois, el Señor, en una revelación,

les mandó que edificaran un templo para él. Estas son sus palabras:

"Y enviad mensajeros ligeros, sí, mensajeros es­cogidos, y decidles: Venid, vosotros, con todo vues­tro oro, vuestra plata, vuestras piedras preciosas y todas vuestras antigüedades; y todos los que tuvieren conocimiento de las antigüedades y quieran venir, pueden hacerlo, y trayendo madera de boj, de abeto y de pino, junto con la de todos los árboles preciosos de la tierra;

Y con hierro, cobre, bronce, cinc y todas vuestras cosas preciosas de la tierra; y edificad una casa a mi nombre, para que en ella more el Altísimo.

Porque no existe lugar sobre la tierra a donde él pueda venir a restaurar otra vez lo que se os perdió, o lo que él ha quitado, aun la plenitud del sacerdo­cio." (Doc. y Con. 124:26-28)

Para que podamos obtener la plenitud del sacer­docio de Dios, debemos tener templos en donde aque­llas ordenanzas sagradas del sacerdocio puedan ser reveladas a las personas que están dispuestas y dig­nas para recibirlas.

Desde ese entonces, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha edificado muchas casas al Señor, pero, ¿estamos haciendo todo lo que el Señor desea? Sé que hay miles de miembros fieles que van a los templos a efectuar ordenanzas de sal­vación en beneficio de sus parientes muertos. El Se­ñor bendice a aquellos que hacen esta obra, que acep­tan sus obligaciones y guardan sus convenios. Existe una dulzura de espíritu y una influencia apacible que los acompaña en sus vidas diarias. Hay luz en sus ojos y paz en sus almas que reflejan la bondad de Dios. Fomentan la hermandad de los hombres como hijos de Dios y son buenos ciudadanos en las tierras en que viven. Son lentos para contender y rápidos para perdonar. Están tratando verdaderamente de ser santos.

Lo que me preocupa es que no todos los que asis­ten al templo lo hacen con la actitud correcta. Al­

gunos van a cumplir con un deber casi con el espíritu de "¡Vamos para acabar de una vez!" No hacen nin­gún esfuerzo para prepararse mediante la oración y el estudio para una obra tan sagrada. Asisten al tem­plo llevando consigo sus problemas y preocupaciones y pecados secretos. Se hallan en estado de tensión y muchas veces son egoístas. Se apresuran para salir y por tal razón no llevan a sus vidas diarias el espíritu apacible del templo. No encuentran la felicidad y gozo que deberían encontrar dentro de él. Una per­sona nunca puede dar lo que no recibe. A menos que vayamos a la casa del Señor llevando con nosotros la influencia y espíritu de Dios, no podemos esperar que El cumpla el juramento y promesa que hizo a aquellos que realmente lo aman y sirven de todo corazón.

Aquellos que entienden la naturaleza patriarcal de los convenios de sellamiento que se efectúan en el templo, se dan cuenta de la grandeza y valor de estas bendiciones. No pueden descansar hasta que han adquirido la información que identifica a sus progenitores. Después van al templo para que se realicen las ordenanzas de sellamiento en beneficio de sus antepasados, mediante las cuales quedan ase­gurados en la familia de Dios los lugares de sus ante­pasados y los de ellos mismos. Tales personas guar­dan esos convenios sagrados con los cuales pueden conservar su herencia como hijos de Dios.

Es tiempo de buscar humildemente al Señor, lla­mando a las puertas de su casa sagrada con el tributo de nuestras ofrendas. Estas ofrendas son los nom­bres de nuestros antepasados que presentaremos al Señor, para que tanto ellos como nosotros podamos ser salvos mediante un sellamiento en esa unión fa­miliar que es característica del orden patriarcal del sacerdocio.

Os doy mi testimonio de la divinidad de esta obra que Dios nuestro Padre Celestial nos ha dado a través de sus profetas vivientes. El privilegio de tener este conocimiento sólo puede venir a nosotros mediante la gracia de Jesucristo nuestro Señor. ¡Os testifico que él vive! En el nombre de Jesucristo. Amén.

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...Viéndolo

fue alzado... por Gerardo Lípori

ES causa de admiración y aun de asombro la com­probación de los inexplicables caprichos del

tiempo que en ocasiones destruye en breve lapso lo que parecía imperecedero, mientras que en otras muéstrase, se diría, respetuoso en grado sumo por preservar cosas aparentemente efímeras.

Muchos son los testimonios que apoyan esta afirmación. Ciudades, naciones, imperios que pare­cían afirmados sobre cimientos inamovibles, han pa­sado casi sin dejar rastros, y sólo a veces la tradición los ha salvado del olvido total.

En América, por ejemplo, al igual que en otros lugares, se levantaron, florecieron y cayeron sucesivas civilizaciones sin dejar memoria de su paso. Así es que contrariamente a lo que afirman sus descubri­dores que llamaron a esta tierra Nuevo Mundo, no lo era en absoluto, pues aunque débiles, hay vesti­gios de un pasado extraordinario y asombroso que data de épocas increíblemente pretéritas.

En otra oportunidad me gustará ocuparme de

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este tema apasionante. Por ahora quiero hablar de otro lugar que me fascina aún más: Palestina, y para ilustrar lo que decía al comienzo, aquí tengo delante de mis ojos dos hermosas láminas que contemplo embelesado y que representan una, el famoso "pozo de Jacob" cerca de Sicar de Samaría, y la otra una vista panorámica de Betania, el lugar donde Jesús resucitó a Lázaro y que está cerca del llamado Monte de los Olivos a muy poca distancia de la Santa Ciudad de Jerusalén hacia el sudeste.

De la pintoresca Betania quiero ocuparme en esta ocasión por estar dicha localidad tan estrecha­mente ligada a uno de los acontecimientos más extra­ordinarios que tuvo efecto durante el paso del Sal­vador por el mundo en que vivimos. La vista que ofrece la lámina de referencia es subyugante. Sobre el fondo luminoso de un cielo claro y terso se desta­can nítidamente los contornos de una colina coro­nada por un grupo de árboles verdinegros que es el característico color de los olivos. Sobre la falda de la colina de suave pendiente se agrupan las rústicas casitas, características del lugar, que van raleando a medida que se llega a la parte inferior.

El color predominante del suelo pedregoso es el ocre rojizo de la hierba calcinada y de la tierra arci­llosa, y contrastan netamente las plantas de olivos esparcidas aquí y allá con sus troncos rugosos y re­torcidos.

Cercos de piedras a guisa de rústicas paredes ba­jas dividen las heredades, y trozos de rocas asoman como blanquecinos huesos entre la maleza que mal; cubre el suelo. Un camino tortuoso va subiendo, atraviesa el caserío y se pierde en la arboleda de la cima. Todo el rústico paisaje está envuelto en una atmósfera agradable y todos los detalles se destacan con nitidez, iluminados por la luz suave de un tibio sol de media mañana.

En verdad, resulta encantador contemplar esta vista panorámica de la alegre Betania y da la impre­sión de que el tiempo se ha detenido aquí desde hace muchos siglos, pues ninguna señal de progreso se advierte en ninguna parte, por lo que no costaría es­fuerzo alguno imaginar que nos hallamos aún en los tiempos de nuestro Señor. En esa inteligencia qui­siera invitarlos a ustedes a que subamos por ese camino tortuoso que lleva allá arriba, cerca de aquel monte que se divisa y que no es otro que el tan re­nombrado "Monte de los Olivos".

Allí les mostraría que en medio de esos olivos hay una pequeña elevación despejada, desde donde pue­den contemplarse los alrededores a bastante distan-

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ellos,

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cía. Desde allí podríamos admirar allá abajo en di­rección al este cómo en el verde valle de Cedrón ser­pentea y se pierde a la lejos el hermoso río Jordán. . . . También podríamos admirar más arriba en el lado oeste el perfil de la fabulosa ciudad de Jerusalén. . . . Esforzando un poco más la imaginación podríamos ver como avanzan por el camino que viene de la "San­ta Ciudad" un grupo de hombres conversando ani­madamente entre sí, rodeando a un hermoso y ga­llardo joven de poco más de treinta años de edad, cu­yas ropas son de una blancura deslumbrante, lo mis­mo que su bello rostro varonil de dulce expresión bondadosa.

Observándolo bien veríamos que al andar, sus pies marcados con cicatrices en el empeine, no pare­cen tocar el suelo; también podríamos observar las mismas cicatrices en sus finas manos.

Al llegar a ese pequeño claro que se eleva en me­dio de los olivos y que forma como un promontorio, la extraña comitiva se detiene y rodean al mencionado joven con evidentes muestras de respeto y amor, y en silenciosa expectativa aguardan porque él les va a ha­blar. Hay ansiedad en sus rostros curtidos y hasta la mañana parece haberse detenido estática a la es­pera de algún gran acontecimiento que va a produ­cirse.

El silencio que los rodea es apenas turbado por el murmullo de la tibia brisa matinal que juguetea entre el follaje verdinegro y plateado de los añosos olivos. Los pájaros que habitualmente pululaban entre el tupido follaje están callados, y solo un ruise­ñor ensaya algunos gorjeos, a los que contesta más lejos en un sembrado cercano una solitaria alondra.

La voz del joven se escucha nítida en medio de la mañana apacible con timbre dulce, solemne, y a pesar de que lo hace a media voz parece que domina los ámbitos del tranquilo paraje. Lo que dice parece ser la continuación o más bien, la conclusión de la conversación anterior. . . . "Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era ne­cesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés,' en los profetas y en los Sal­mos." (Lucas 24:24)

Algo extraño los conmueve y sienten como si se les abriese el entendimiento para comprender las escrituras. Y él prosigue: "Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vos­otros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo envía-

ré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero que­daos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto." (Lucas 24: 45-49) "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días."

Hay una breve pausa, y alguno después de esto le pregunta: "Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?" y él contesta: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría, y hasta lo último de la tierra." (Hechos 1:5-8)

Profundamente impresionados no pueden articu­lar palabra, él, entonces levanta las manos sobre ellos y los bendice. En ese momento se produce un extraño fenómeno, e invade el corazón de los once apóstoles una sensación indescriptible. . . .

Su figura comienza a volverse resplandeciente al tiempo que, lentamente, se va elevando en el aire mientras ellos llenos de inenarrable estupor y como aturdidos fijan sus ojos desmesuradamente abiertos; no pueden creer el extraordinario prodigio que están presenciando, " . . . y viéndolo ellos, fue alzado" hasta que una nube lo quita de su vista mientras quedan estáticos, como petrificados, fijos en el lugar donde ha desaparecido la divina figura del querido "Rabí".

En ese momento una voz los vuelve a la realidad, bajan la vista y ven a dos varones en vestiduras blancas, que están en medio de ellos y que les dicen: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo." (Hechos 1:11)

Poco después, lentamente y en silencio, inician el regreso a Jerusalén dominados aún por la profunda impresión de haber presenciado el acontecimiento más extraordinario y único que jamás nadie, sólo ellos, han tenido el privilegio de presenciar y del cual darían también testimonio ante todas las naciones "hasta lo último de la tierra", y lo sellarían con su sangre en cumplimiento de todas las cosas, para glorificar así a nuestro Padre Celestial: ¡Gloria, pues, a Betania que tuvo el privilegio de registrar la últi­ma aparición del Salvador en su primera venida a este mundo!

Así que mientras Belén lo vio nacer, Jerusalén lo vio morir y resucitar, el claro cielo de Betania lo recibió para reintegrarlo al seno de su Padre.

¡Gloria al cielo de Betania!

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por el élder Eloy Flores Morado

¡Investidura de potencia magna! poder que a los eternos cubrirá, gloria y riqueza que el sabio ha ignorado, voluntad y gloria, ¡total potestad! Herencia de Dioses que el hombre posee, última palabra de fuerza y poder, cincel que planetas sin fin ha labrado, una y mil creaciones se cosecharán.

¡Sacerdocio Santo! ¡Fuerza celestial! cuántas muchas cosas por ti se han formado; planetas y cielos, estrellas y mar, tú fuiste el cincel y martillo de aquellos que bajaron juntos la tierra a moldear, y aquella materia desorganizada, por ti, por tu fuerza, tomó su lugar. Por ti, sacerdocio, con sol y con luna, el cielo se alumbra, y es que aún se muestran en noches la luna y en los días el sol.

Por tu fuerza inmensa las aguas se abrieron y los continentes pudieron brotar, por tu fuerza fue que floras crecieron y por ti hay veneros y hay vida animal. Y tú fuiste usado para cada objeto que tomó su parte en la creación, y por ti ¡Oh Potencia! en este planeta de alguna otra esfera, el hombre bajó. Tú eres el objeto que ha servido siempre de herramienta única a Nuestro Señor, y en las bendiciones que a Abraham se ofrecieron tú formaste parte de su galardón.

Eres el linaje que el hombre ha heredado porque fue promesa a Isaac y a Jacob, Potencia de Dioses, poder del Arcano que a todos los hijos de Israel se dio. Desairado fuiste por Rubén y Aser, más José sabiendo cumplir su deber, te heredó de manos del gran Israel aquel gran Patriarca que a Dios complació. De José a sus hijos pasaste los dones, y de éstos el pueblo ya te recibió, y por ti se apartan males y congojas y los elementos también te obedecen y te reconocen ser poder de Dios. ¡Sacerdocio Santo! Moisés a las aguas del mar separó

pues tú le cubrías siendo investidura y la mar se abrió. Eres la potencia que Jehová el Eterno portaba en la tierra que vino a habitar; eres la gran fuerza que sirvió al Mesías que entre muertos vino a resucitar.

Tú fuiste aquella arma que Jesús el Cristo usó con enfermos para bendecir,

curando sus males, dando fortaleza y vidas felices pudieron vivir. Al cojo la fuerza en sus piernas diste, y el ojo del ciego visión recibió, y a aquel paralítico también ofreciste la salud soñada que lo levantó. A Legión mandaste salir de aquel cuerpo que esclavo sufría pena de Satán, y Lázaro pudo salir de su tumba y multiplicaste los peces y el pan. Por ti Jesucristo subió al paraíso y en el día tercero se vivificó, y por ti podremos todos levantarnos en el día llegado de resurrección.

Ya las bendiciones que Dios Padre manda de quedar unidos por eternidad, por ti las tenemos, pues el sacerdote usa de tus dones, de tu potestad. ¡Sacerdocio Santo! a cuántas personas llegan las palabras de siervos de Cristo para predicar, y cuántos conversos bajan a las aguas del bautismo santo con su fe a gozar. Y los que en la tumba descansan sus cuerpos tienen la esperanza de su salvación porque el sacerdocio que los hombres tienen puede redimirlos y darles su don.

¡Oh! cuánta esperanza tenemos los hijos que somos de Abraham, de Isaac e Israel, los que recibimos ese sacerdocio herencia del Padre y del Cristo fiel. Cuando el pueblo entero de las doce tribus; de los cuatro cabos se vuelva a reunir, y Jesús el Cristo regrese a esta tierra y ponga su trono para gobernar, este sacerdocio atará al caído y podrá quitarnos toda tentación. Este sacerdocio servirá a los fieles y a los fieles siempre dará salvación.

¡Sacerdocio Santo! ¡Potestad sagrada! Otros nuevos mundos irás a formar, serás nuevamente la herramienta santa de Dioses eternos que te portarán. Y por ti de nuevo, sacerdocio eterno, nuevas creaciones se perpetuarán, y nacerán mundos, nacerán legiones de ángeles y hombres que te portarán.

Eres la Potencia, ¡magna autoridad! Eres de los Dioses el poder eterno que el hombre posee para obrar por Cristo y de Dios el Padre hacer la voluntad. ¡Poder de los Dioses! ¡Poder sacrosanto! ¡Potencia del Padre que el Hijo ganó! ¡Del Padre la fuerza! ¡Voluntad de Cristo! ¡Ministerio de ángeles! ¡Potencia de Dios!

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Sacerdocio

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En su reciente viaje a Salt Lake City, y después de haber asistido a la Conferencia General, los hermanos Leyton, originarios de Valparaíso, Chile, vieron por f in su sueño convertido en realidad al ser sellado su matrimonio en el Templo de Salt Lake el día 13 de abril del presente. Durante esa inolvidable ocasión los acompañaron va­rias familias chilenas, ahora residentes en Salt Lake City, ex misioneros y el hermano Robert H. Burton, ex presidente de la Misión Chilena. El hermano José Ley-ton ha sido Presidente de la Rama de Valparaíso desde el 22 de octubre de 19Ó7. Actualmente la hermana Leyton es Segunda Consejera de la Sociedad de So­corro de la Rama.

¿SABIA USTED . . .

. . . que su barrio o rama, estaca o misión podría estar ocupando este espacio? ¿Qué le parecería una noticia acerca de algún acontecimiento que se haya lle­vado a cabo en su estaca o misión? Con mucho gusto publicaremos las que lleguen a nuestras manos, y les agradeceremos su cooperación en este respecto. Para el objeto les agradeceríamos que nos enviaran no sólo una breve reseña de los acontecimientos sino fotogra­fías de los mismos.

Recientemente se llevó a cabo con bastante éxito una exposición en las ciudades de David, Panamá y San José, Costa Rica, con el propósito de presentar el men­saje del evangelio a las personas de esos lugares. En David, aproximadamente cuatro mil personas vieron la película "El hombre y su búsqueda de la felicidad"; y los cuatro misioneros que trabajan en esa región reci­bieron cerca de 250 referencias. San José, Costa Rica tuvo una "Feria de las Flores" en la cual todas las utili­

dades de los kioscos fueron donadas al Hospital Na­cional de los Niños. El kiosco mormón donó mil ocho­cientos colones, los cuales fueron recabados mediante las empanadas y demás comida que vendieron. Ade­más, los misioneros que estuvieron a cargo del kiosco tuvieron la oportunidad de presentar el mensaje de la restauración de la Iglesia, y también repartieron cien­tos de folletos a los visitantes.

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"La poesía de lo común"

por Richard L Evans

L eminente caballero, William Osler, expresó un concepto que hace resaltar las actividades rutinarias, lo que él llama la "poesía de lo

común". "Nada te sostendrá con mayor poder—dijo—que la fuerza para reconocer en tu monótona rutina la verdadera poesía de la vida, la poesía de lo común, del hombre o mujer de facciones ordinarias, agotados por el trabajo . . . con su amor y sus alegrías, tristezas y pesares."1 Con frecuencia destacamos lo extraordinario, lo exagerado, lo artificial; pero el mundo sigue adelante día tras día, por causa del honrado y perseverante esfuerzo de fieles personas comunes que hacen frente a sus problemas, liquidan sus deudas, cuidan de sus niños, de los enfermos, de unos y otros, cumpliendo funciones esenciales, desempeñando satisfactoriamente su trabajo y con­tinuando adelante a pesar del desánimo. Y sin estos admirables obreros cotidianos para realizar las faenas necesarias, este mundo no valdría mucho. Las máquinas nunca podrán reemplazar por completo a las personas que piensan, a los que concienzuda y fielmente llevan a cabo sus tareas. Ni la ostentación ni la holganza jamás podrán desalojar el trabajo sólido del mundo, ni hacer lo que hoy es menester. "Si cumples tu obra con fidelidad cabal—dijo Phillips Brooks—estás aportando una contribución al bien uni­versal. tan genuina como la del obrero más admirable. Ve, toma tu obra y hazla . . . con buen ánimo y amor . . . con intensa devoción a tu trabajo, pero a la vez profundamente agradecido por la obra que otros están reali­zando . . . para que todo llegue a su máximo grado, para que todo hombre realice lo mejor en su propio ramo."2 Saber qué es lo que se debe hacer. y luego hacerlo, no sólo es esencial, sino muchas veces heroico en su propia manera. Gracias a Dios por los sinceros y admirables hombres, mujeres y niños que cumplen bien y honradamente lo que tienen que hacer cada día, pese a las dificultades y desilusiones; . . . por las personas fieles; . . . por las cosas sencillas; . , . por los deberes rutinarios; . . . por la obra bien hecha; . . . por ía "poesía de lo común".

iWUliamOslcr. -Phillips Brooks, The Ught a¡ (he World and Oihcr Sermüns.